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¿CÓMO AFECTA LA ANSIEDAD EN EL CEREBRO?

Seguro que todos hemos sentido ansiedad en alguna situación, los hormigueos en el
estómago, los temblores, la tensión o un ritmo cardíaco excesivo. Estos síntomas
corresponden a un concepto del que habremos oído hablar, y es que la ansiedad
también tiene un papel crucial en el cerebro.

Diríamos que la ansiedad nos ha acompañado en múltiples situaciones a lo largo de


nuestra vida. Así pues, se puede decir que, a pesar de ser desagradable, por sí misma
no es patológica y de hecho, cumple una función adaptativa. Sin embargo, esto puede
cambiar.

Cuando nos afecta de un modo desmedido, de manera intensa e interrumpe en


nuestras actividades diarias, podemos considerar que ya no cumple tal función
adaptativa.

De esta forma, puede generar problemas de salud física, mental y una disminución de
nuestro rendimiento. Dando paso a entidades clínicas como las fobias, el trastorno de
ansiedad generalizada, ataques de pánico, entre otros. Y especialmente, causando
efectos adversos en nuestro cerebro.

DIFERENCIA ENTRE ESTRÉS Y ANSIEDAD

Empecemos por definir y distinguir el estrés de la ansiedad. Este primero es el


resultado de la incapacidad de la persona frente a las demandas del ambiente. Por otro
lado, la ansiedad hace referencia a una reacción emocional frente a una amenaza
manifestada a nivel cognitivo, fisiológico, motor y emocional (Brion, Pitel, Beaunieux, &
Maurage, 2014).

Así pues, la ansiedad, el miedo y el estrés, a pesar de sus diferencias, no son términos
muy distintos entre sí. Están muy relacionados en cuanto a diversos neurocircuitos,
como el sistema neuroendocrino, que participa a través de las hormonas en la
respuesta del organismo frente al estrés y la ansiedad (Mah, Szabuniewicz, & Fiocco,
2016).

ÁREAS CEREBRALES IMPLICADAS EN LA ANSIEDAD

Los estudios realizados muestran que no existe una región única y específica
encargada de la integración de la ansiedad. Ni tampoco un único sistema de
neurotransmisión.

Sin embargo, existe un gran número de centros nerviosos que participan en la


producción y modulación de la ansiedad en el cerebro. Estos son en su mayoría zonas
que forman parte del sistema límbico.
Se encuentran implicadas diferentes zonas cerebrales como la amígdala, la ínsula, el
cuerpo estriado ventral, el hipotálamo, las regiones ventrales de la corteza
cingulada anterior y de la corteza prefrontal. Específicamente, la zona
ventromedial y la corteza orbitofrontal.

LA IMPORTANCIA DEL HIPOCAMPO Y LA AMÍGDALA

Nos centraremos en dos zonas, la amígdala y el hipocampo. Esta primera es una


estructura localizada en el lóbulo temporal relacionada con la supervivencia y el miedo.
Es decir, si nos encontramos ante factores externos que pudieran suponer una
amenaza, la amígdala se activaría para indicarnos que hemos de alejarnos de esa
amenaza y así, incrementar las posibilidades de supervivencia (Feinstein, Adolphs,
Damasio y Tranel, 2011).

Sumado a esto, también estaría relacionada con las respuestas emocionales y el


reconocimiento de las expresiones faciales. Teniendo un claro papel en la formación y
recuperación de recuerdos que están relacionados con el miedo (Martin, Ressler,
Binder y Nemeroff, 2010).

La amígdala recibe la entrada de otras estructuras, como el hipotálamo, el tálamo y el


hipocampo. Este último, importante en la consolidación de la memoria y el aprendizaje,
tiene la función de almacenar los sucesos peligrosos en forma de recuerdos para poder
evitarlos en situaciones futuras.

¿QUE OCURRIRÍA SIN LA AMÍGDALA?

Podríamos preguntarnos: ¿Qué pasaría si no tuviéramos amígdala? ¿La respuesta


de ansiedad desaparecería? Lo cierto es que, si esta zona tan importante para esta
respuesta estuviera dañada, habría una disminución de la ansiedad. El caso
del síndrome de Klüver-Bucy es un trastorno de la conducta donde existe una
alteración de los lóbulos temporales mediales, afectando a la amígdala. Por ende, en
esta afectación todas las funciones que tiene la amígdala quedarían mermadas. Sin
embargo, el hecho de que se redujera la ansiedad no es tan beneficioso como podría
parecer.

¿QUÉ EFECTOS TIENE LA ANSIEDAD EN EL CEREBRO SI SE MANTIENE?

Algunas de las zonas mencionadas empiezan a fallar. Cuando hablamos de ansiedad


y cerebro, un área crucial es el córtex prefrontal. Este se encarga de regular las
emociones entre otras muchas funciones y sufre un deterioro en su funcionamiento ante
la ansiedad crónica.

Las investigaciones constatan que las personas con un trastorno de ansiedad


presentan una amígdala hiperactiva, es decir, en continua activación procesando
cualquier estímulo como amenazante.

Por otro lado, la corteza prefrontal es hipoactiva. Esto genera que la regulación de
las emociones que hemos mencionado no se lleve a cabo del modo correcto y la
ansiedad se prolongue.

Todo ello, sumado al desequilibrio consecuente de los neurotransmisores involucrados.


Lo que da como resultado que la persona que lo sufre se encuentre en un bucle de
ansiedad del que le es muy difícil salir.

EL DAÑO DE LA ANSIEDAD EN EL CEREBRO

Estudios realizados demuestran que el estrés y la ansiedad, cuando se prolongan en el


tiempo, no solo tienen efectos en el momento en el que aparecen. También existe un
efecto a largo plazo que genera efectos dañinos para el cerebro.

Tal es la gravedad, que puede conllevar un aumento del riesgo de desarrollar


desórdenes neuropsiquiátricos. Algunos destacados son la depresión y
recientemente se ha descubierto su relación con la demencia (entre las más frecuentes
el Alzheimer y demencias vasculares).

Diversas investigaciones concluyen que una respuesta de ansiedad desmedida, puede


dar paso al envejecimiento de las células cerebrales y cambios en el sistema nervioso
central. Vinculándose también con un mayor riesgo de deterioro cognitivo leve.

¿LA ANSIEDAD SE PUEDE PREVENIR?

Con el tratamiento adecuado se puede aumentar la neurogénesis (nacimiento de


nuevas neuronas) del hipocampo, normalizar la actividad funcional de la amígdala y del
córtex prefrontal. Debido a que cada trastorno de ansiedad es distinto, el tratamiento
consecuente también lo será, adaptándose a la persona y los síntomas que manifieste.
Hoy en día, las técnicas de tratamiento más habituales ante trastornos de ansiedad son
aquellas tanto cognitivas, farmacológicas y centradas en la conducta. Incluso
aquellas orientadas a la relajación y meditación.

Por otra parte, se ha destacado el papel del ejercicio físico y la importancia de un estilo
de vida saludable. Evitando el consumo de drogas o sustancias que puedan favorecer
su aparición (cafeína, teína, anfetaminas…).

CONCLUSIONES

La ansiedad es una emoción normal que todos hemos sentido alguna vez, un
mecanismo adaptativo que nos permite poder actuar ante una amenaza, nos protege.
Sin embargo, cuando esta persiste, intensifica y se torna incontrolable, empieza a
considerarse patológica. Casos como estos han empezado a incrementarse
exponencialmente en los últimos años.

El papel de la ansiedad en el cerebro está confirmado. Un aumento de esta da paso a


anormalidades en el funcionamiento de diversas áreas, especialmente en el sistema
nervioso autónomo. Lo que puede dar lugar a numerosos trastornos, entre
ellos, afecciones cardiovasculares y alteraciones psicosomáticas.

Por ello, tener en cuenta y ser conscientes de esta emoción es clave para su control,
siendo de reconocida e importante utilidad las herramientas psicoterapeúticas.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

• Brion, M., Pitel, A.-L., Beaunieux, H., & Maurage, P. (2014). Revisiting
the Continuum Hypothesis: Toward an In-Depth Exploration of Executive
Functions in Korsakoff Syndrome. Frontiers in Human Neuroscience,
8. https://doi.org/10.3389/fnhum.2014.00498
• Mah, L., Szabuniewicz, C., & Fiocco, A. J. (2016). Can anxiety damage
the brain?: Current Opinion in Psychiatry, 29(1), 56-
63. https://doi.org/10.1097/YCO.0000000000000223
• Fox, A. S., & Shackman, A. J. (2019). The central extended amygdala
in fear and anxiety: Closing the gap between mechanistic and
neuroimaging research. Neuroscience Letters, 693, 58-67.
https://doi.org/10.1016/j.neulet.2017.11.056
• Martin, E. I., Ressler, K. J., Binder, E., & Nemeroff, C. B. (2010). The
Neurobiology of Anxiety Disorders: Brain Imaging, Genetics, and
Psychoneuroendocrinology. Clinics in Laboratory Medicine, 30(4), 865-
891. https://doi.org/10.1016/j.cll.2010.07.006
• Feinstein, J. S., Adolphs, R., Damasio, A., & Tranel, D. (2011). The
Human Amygdala and the Induction and Experience of Fear. Current
Biology, 21(1), 34-38. https://doi.org/10.1016/j.cub.2010.11.042

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