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ALGUIEN OBSERVANDO

Yo solía pasar muchas horas sentado frente a un libro o una máquina de escribir o unos folios
porque me gustaba leer y escribir. Me metía en mi habitación y pasaba allí el tiempo tratando de
hacer algo productivo por simple placer, sentía esa necesidad de no desperdiciar mi día. En
ocasiones notaba como si alguien me observase desde atrás. La sensación era tan fuerte que no
podía evitar voltearme, y como siempre allí solía estar mi gato, a la luz de la puerta,
observándome en silencio, aparentemente como cualquier animal lleno de curiosidad de ver a su
dueño tan entretenido con algo, o esa sensación me daba. Y así sucedió en muchas ocasiones.
Me acostumbré a saber que cuando notaba esa mirada en la nuca, insistente, invisible, detrás
estaría Mi gato mirándome con cariño. Era bonito vivir una sensación así.

Un día escuché mi nombre.


- ¿Qué? -pregunté al tiempo que giraba el rostro.
Me sorprendí, pues volteé y no había nadie, y entonces me pregunté si había escuchado una voz
de hombre o de mujer y no supe contestarme. No le di más importancia y seguí con mis
quehaceres.

Volvió a ocurrirme, y esta vez noté que la voz estaba "pegada" a mi oído. Quien hubiera dicho mi
nombre lo tenía que haber dicho en un susurro firme justo en mi oreja. Pero no había nadie,
estaba completamente solo en mi habitación. Tampoco esta vez supe concretar si se trataba de
una voz femenina o masculina pero lo que sí tenía claro era que lo había oído lo suficientemente
fuerte como para no arrancarla de mis pensamientos.

Mi gato murió, no comprendí con exactitud qué es lo que había pasado, pero lo amaba mucho, le
cuidaba como si fuese un hijo para mí, sufrí su ausencia demasiado.

Yo estaba una tarde en mi habitación, de nuevo en mis ratos de ocio cuando noté una pequeña
sombra, escurridiza y esbelta por la luz de la puerta. Quién más sería si mi gato siempre estaba en
ese lugar. Me giré porque sabía que estaba ahí, como siempre, y… Mi sonrisa desapareció de mi
rostro cuando recordé que mi gato ya no estaba porque había muerto. Sentí un escalofrío porque
sabía que aquella sensación había sido tan vívida y tan fuerte como cuando el estaba vivo, y no
supe qué pensar. De nuevo y durante un tiempo, seguí escuchando a alguien llamarme al oído y
también la mirada clavada en la nuca, pero de nuevo y durante todo ese tiempo que duré, allí ya
no había nadie.

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