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EL SUEÑO

Había tenido un día muy agotador, se acercaba la época de las


declaraciones y aún no lograba terminar las conciliaciones.
Así que esa noche fui directo a la cama.
Desperté de golpe, confundido por la sensación de angustia que
estaba sintiendo, me toqué el pecho, sentía como mi corazón latía con
fuerza, retumbaba como tambor, podía escuchar su latido, un frío
recorrió todo mi cuerpo, me tomó unos minutos poder entender lo que
estaba pasando. Si, era un sueño extraño, nunca antes me había
pasado, porque cuando sueño algo que me gusta, o que me parece
interesante, generalmente procuro cerrar los ojos para intentar retomar
el sueño, pero no, el sueño ya no estaba, se ha esfumado.
Pero fue mayor mi sorpresa, cuando después de haber abierto los
ojos y cerciorarme que, en efecto, había sido un sueño… en mi
cerebro continuó el sueño, como si no pudiera pararlo, era como estar
leyendo en voz alta un relato, y el hecho de despertar no detuviera la
lectura. El sueño continuaba en mi cerebro y no como una imagen
estática, no, continuaba como un relato que se está leyendo en la
radio, y aún al apagar la radio, la voz continúa como si vinera de
otro radio que no podía ver.
Todo eso me confundió aún más, estaba aquí en mi cama con los ojos
abiertos, con un sentimiento que poco a poco fue tornándose en alivio,
pues estaba en mi cama.
Cuando tenemos una pesadilla, y nos despertamos, normalmente la
pesadilla se detiene, eso es lógico. Pero algo totalmente extraño y
fuera de la realidad estaba sucediendo en mi cerebro, pues el relato
continuaba, y yo estaba teniendo mi propia reflexión, aún dormida,
pero con la conciencia plena de estar despierto…. el sueño seguía su
curso, aún en contra de mi voluntad.
Consiente de estar despierto, y para constatarlo, me pare, encendí la
luz, y me quedé unos minutos reflexionando. Vi el reloj que está en mi
cómoda; estaba parado, busqué mi celular, que normalmente tengo en
la otra cómoda, pues si no escucho el despertador, me aseguro de
despertarme con la alarma del celular, pero no estaba: mi hijo me lo
había pedido, pues el suyo se había apagado y no encontraba el
cargador.
Pregunté por teléfono la hora, eran las 3:30 a.m. Como en las dos
últimas semanas me había impuesto la deliciosa tarea de leer por lo
menos una hora antes de dormir, y anoche no había logrado leer ni
dos páginas, pensé que era buen momento de continuar con mi
lectura.
Bajé a la cocina, tomé un poco de agua fría, salí al jardín a ver el
cielo.  Siempre me tranquiliza verlo.
Pensé en los sucesos del día. En la reflexión que hice en el trayecto
de regreso a casa esa noche. Pensé en el Harry de Hermann Hesse,
en la maravillosa descripción que hace de la dualidad del ser humano,
en el ojo agudo que poseen ciertas personas, así que también pensé
en Arcimboldo, en Dalí, y en Escher. En la distorsión de la realidad, en
ver más allá de lo que ven nuestros ojos, en lo que sólo algunas
personas tienen la capacidad de percibir, pensé en lo mucho que
divago, en mi voz grabada, contando una historia mientras trabajaba.
Es una sensación rara escuchar mi voz mientras trabajo.
Fue quizá eso, el hecho de escuchar mi voz contando una historia
mientras yo hacía mi trabajo en la oficina, lo que originó ese sueño tan
extraño…
-Salió de su habitación, una habitación muy grande y confortable, llena
de luz- se dirigió por un pasillo al jardín donde había una alberca, pues
ahí se encontraría con unas personas; amigos, familiares, no sé
exactamente quienes eran, lo esperaban para celebrar algo, tampoco
pude saber qué. Pero al salir, todas las personas que estaban
esperándolo; reporteros y detectives se apresuraron a preguntarle -
¿Ha salido usted de su casa? - No, no he salido de la casa, es más en
los últimos dos días ni siquiera había salido de mi habitación. ni para
tirar las cáscaras de las naranjas que había estado comiendo durante
ese tiempo, pues cuando quiero concentrarme en algo, procuro comer
muy ligero.
No había querido salir, pues quería encontrar la verdad, quería saber
quién había cometido los horribles crímenes, pues estaba seguro que
no había sido yo.
La madre del chico se acercó, a los interlocutores de su hijo y se
apresuró a decir: -“Nunca más iré al cine, pues si voy, comeré
palomitas, y no quiero volver a comer palomitas”-
Los reporteros la vieron extrañados, se miraron entre ellos, vieron a los
detectives, no entendían la razón de aquella declaración. La madre,
sin percatarse de las miradas suspicaces, continuó; “Fue a los cuatro
años de edad, cuando me dijo en un tono muy serio la decisión que
había tomado.
Desde luego entendí la fuerte voluntad de mi hijo. Es muy difícil
hacerle cambiar de parecer,
También es muy disciplinado y no acostumbra mentir, -dijo eso la
madre tratando de defender a su hijo, explicando que él no miente,
nunca lo ha hecho, ¿por qué habría de hacerlo ahora? –
¿Y las declaraciones que hizo la mujer en su contra? - se apresuró a
gritar un reportero, tratando de que sus palabras se escucharan, pues
el murmullo de las conjeturas de los presentes, parecía un zumbido de
abejas en aumento. -La mujer que está ahí frente a usted, no, no, la
otra, la que tiene el vestido azul
La señora se apresuró a repetir su relato. -Sí, estábamos en la sala del
teatro, cuando se me acercó, y de una manera muy gentil me preguntó
¿le gustaría participar en una escena erótica conmigo?  -Sí claro! Le
contesté. Si claro, después de unos minutos comprendí el significado
de mi respuesta, o mejor dicho de la pregunta, la que ése, ése, el que
se hace el inocente, el que dice no saber nada, al que su madre trata
de defender. Él fue quién me hizo de una manera tan peculiar, la
proposición más impúdica que se le puede hacer a una mujer. Y lo dijo
de una manera tan sutil, sin aparente morbo en el tono de su voz, tan
gentil lo pregunto, como cuando alguien pregunta ¿me permite Ud.
Pasar?... sin embargo, el significado de la pregunta me estaba
ofendiendo, era un verdadero insulto, ¿cree que soy una cualquiera,
una mujer fácil, de que me vio la cara? Le grité, al reaccionar;
¡depravado!, ¡atrevido!, ¡pervertidor! –quería que todos los presentes
de la sala del teatro supieran lo que había hecho, ¡me había
ofendiendo!
 Las preguntas volvieron a ser las mismas una y otra vez -¿Cuándo
fue la última vez que salió de la casa?- en varios días no había salido,
ni siquiera de mi recámara, ni para tirar las cáscaras de las naranjas
que había comido.
Quería saber la verdad, es por eso que me encerré, necesitaba
meditar, llegar al fondo de todo, saber quién las había matado, pues
estoy seguro que no fui yo, y saber la verdad me hará sentir mejor. -
¿y ésta que está aquí, en el jardín cubierta con un jorongo? -  sí, es
verdad, está dentro de mi casa, … y el jorongo… no sabía que hubiera
uno en la casa, no lo reconozco, es más, nunca lo había visto,…
- ¿Está usted seguro, ¿cómo explica que su jorongo cubra a esa
mujer?
-Como puedo hacerles entender que nunca antes lo había visto-
contestó el chico, cansado por la insistencia de las preguntas.
Se quedó pensativo, con la mirada fija en el vacío. Después cerró los
ojos muy lentamente, como tratando de recordar algo que es difícil
recordar.
Cuando los abrió, volvió a fijar su mirada en el vacío. De repente, se
volvió, los miró a los ojos y dijo -Aunque creo que sí, si lo he visto
antes. -¿dónde, donde lo ha visto? Le preguntaron casi en coro
-En mi imaginación, o no, tal vez fue… en un sueño…

Catalina Durán Raigosa

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