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La teoría de James Lange una de las que poseen mayor reconocimiento, en la que se postula que

las emociones son el efecto de las respuestas o reacciones fisiológicas ante determinada
circunstancia.

La teoría de los eventos afectivos, donde básicamente se plantea que las condiciones, aspectos del
ambiente laboral, donde se incluye los roles, el diseño del trabajo, las relaciones en este ambiente,
entre otros, van a elicitar las emociones en el contexto laboral, estos pueden ser eventos
detonantes de la emoción o estresores, que pueden conllevar a tener efectos negativos sobre el
desempeño laboral. Por lo tanto, desde este enfoque se debe trabajar sobre las condiciones en las
cuales el sujeto se va a desenvolver y en la que el bienestar del mismo se tendrá muy en cuenta,
para promover las emociones positivas, por lo tanto, un buen desempeño.

Otro enfoque que plantea Feldman (2006) es el trabajo emocional, que se basa en cómo los
empleados despliegan estados emocionales que van a tener impacto sobre su trabajo, es decir,
según la valencia del estado emocional del sujeto ya sea positivo o negativo, éste tiene
repercusiones en la salud y en el desempeño.

Feldman (2006) plantea que las emociones se evalúan de diversas formas en el ambiente laboral.
El auto reporte es una de estas estrategias para evaluar la emoción, por medio una escala a la que
se denomina ítem, también se emplean cuestionarios que evalúan los estados emocionales en el
trabajo.

La comunicación asertiva y el apoyo entre los compañeros se han convertido en una de las
herramientas fundamentales a la hora de incrementar las emociones positivas que generan un
desempeño laboral más adecuado y estable.

Las personas que tienen un mejor manejo de las emociones reflejan una eficiencia mucho mayor
tanto en el contexto laboral como en los diferentes ámbitos de su vida, capacidad que puede
desarrollarse y mejorarse siempre y cuando el individuo sea consciente de sus estados de ánimo y
tenga la facultad de controlar lo negativo de las emociones.

Es de gran importancia resaltar que la finalidad no es reprimir la emoción negativa, sino adaptarla,
como se propone en el modelo evolucionistas, a las exigencias del contexto.
Expertos en psicología señalan que es importante no dejar que las emociones sean encapsuladas,
suprimidas o prohibidas en las organizaciones. Ya que este es el principal motivo de los arranques
de ira o crisis de pánico. Tampoco se trata de dar cabida a estallidos poco o nada justificados, sino
que prever estas situaciones creando espacios donde las personas manifiesten sus quejas y no
esperar que se sobrepasen.

Las lágrimas, para algunas empresas, son datos emocionales. Son una señal de que algo realmente
importante está pasando.

Llorar no significa ser incompetente. El llanto es una respuesta biológica a la angustia, no tiene
nada que ver con el desempeño y no puede dañar la reputación profesional. Ni siquiera suele
generar un mal ambiente laboral, a diferencia de las situaciones tóxicas, manipuladoras, injustas o
intimidantes que sí minan el bienestar corporativo. Llorar solo demuestra que la persona es
humana y que necesita apoyo.

No hay que avergonzarse, pero sí dar la cara. Las emociones no son buenas ni malas, solo hay que
reconocerlas y gestionarlas. Es preciso encarar la situación a posteriori, cuando la persona se
sienta serena.

La cultura de una organización generalmente se establece, normaliza y refuerza por las


personalidades de sus líderes. “Los máximos directivos son más efectivos cuando muestran
vulnerabilidad y reconocen sus errores”

El estrés, la presión laboral, una fuerte discusión, los problemas personales que -a veces- no
puedes dejar colgados en el perchero, esa sorpresa que te prepararon tus compañeros por tu
cumpleaños, la máxima satisfacción por un logro conseguido… Son algunas de las situaciones
habituales que pueden desatar lágrimas ‘amargas’ o ‘dulces’ en un ambiente de trabajo.

Los líderes deben recibir formación sobre cómo normalizar el llanto e interpretar que es otra
forma de expresión emocional. “El mensaje de la parte superior debe ser que nadie perderá
credibilidad o será visto como menos competente si llora. Por el contrario, serán vistos como
auténticos mientras ayudan a crear una cultura laboral aún más inclusiva”

Reconoce abiertamente que el llanto es un proceso natural y autónomo. Esto normaliza esa
manifestación como un comportamiento saludable. Bajar el ‘voltaje’ de la situación y (jugando con
las palabras) desdramatizar el drama de otro ayuda a reducir su nivel de carga emocional e
incomodidad.
Cuando le damos nombre a nuestros sentimientos nos va a introducir en una red semántica que
nos va a permitir crear nuestro propio mapa de situación, orientarnos y poder anticipar algunas
coas, así como poder dar otras por supuestas.

Hay una gran diferencia entre el hecho de disponer de capacidades y el ser capaz de utilizar o
actualizar esas capacidades en unas circunstancias concretas. Una persona puede sentir que no
puede, aunque tenga la capacidad de hacerlo.

Ser capaz de llorar y expresar aquello que sentimos dentro nos ayuda a fomentar la intimidad.
Llorar es otra forma de comunicación adicional al uso de las palabras. Muchas veces las lágrimas
surgen cuando las palabras nos faltan.

Es importante respetar el llanto de otra persona. Decir “no llores”, “no estés triste”, no ayuda a
quien sufre. Se puede dar permiso para llorar: “no te preocupes, llora tanto como quieras” o
mantener un silencio respetuoso y dejar que el otro se exprese, aunque sea llorando.

Nos es más fácil expresar una idea que un sentimiento.

Es necesario y urgente crear un léxico común entre las personas que intentan comunicarse.
Es importante no dejar que las emociones sean encapsuladas, suprimidas o prohibidas en las
organizaciones. Ya que este es el principal motivo de los arranques de ira o crisis de pánico.

Es de gran importancia resaltar que la finalidad no es reprimir la emoción negativa, sino adaptarla
a las exigencias del contexto.

Las emociones no son buenas ni malas, solo hay que reconocerlas y gestionarlas.

Tampoco se trata de dar cabida a estallidos poco o nada justificados, sino que prever estas
situaciones creando espacios donde las personas manifiesten sus quejas y no esperar que se
sobrepasen.

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