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UNIVERSIDAD CRISTIANA AUTÓNOMA DE NICARAGUA

UCAN - LEÓN

FACULTAD: Ciencias Médicas.

CARRERA: Psicología.

AÑO ACADÉMICO: IV año.

TURNO: Sabatino.

ASIGNATURA: Psicoterapia I.

UNIDAD A DESARROLLAR: II Unidad: Modelo Psicodinámico.

UNIDAD DIDÁCTICA MULTIMEDIA: No. 3

ELABORADO POR:

LIC. JAIRO RODRIGUEZ CRUZ


PSICOLOGO CLINICO

LEON, 15 DE ENERO 2022

“UN SITIO DE APRENDIZAJE DONDE DIOS ESTA PRESENTE”

1.- INTRODUCCIÓN.
La Psicoterapia es el arte de utilizar técnicas y estrategias psicológicas para ayudar a las personas a
encontrar soluciones eficaces a sus problemas desde la conversación y la colaboración entre cliente y
terapeuta, en una relación marcada por el encuentro y el descubrimiento personal de nuevas maneras de
percibir y reaccionar ante la realidad que cada uno de nosotros construye continuamente. Su eficaz
definición parte de la dificultad que se encuentra en la naturaleza compleja y diversa en este campo.
Actualmente existen una multitud de psicoterapias modernas que difieren en cuanto a sus supuestos
subyacentes, focos de tratamiento, objetivos y métodos para alcanzar los propósitos que se plantean. La
diversidad en la psicoterapia también se refiere al "contenido" siendo esta el producto de la interacción
de diversos factores: las características del cliente, del terapeuta y de la relación.

Debido a lo anterior es necesario preparar al estudiante de psicología en el dominio del conocimiento,


de los métodos y las técnicas básicas en psicoterapia, además de promover una actuación profesional
con sentido crítico ante los problemas de su competencia que procure la búsqueda de su
fundamentación científica y de respuestas pertinentes ante los interrogantes que ellos plantean. Así
como también proveer las condiciones de docencia que estimulen el pensamiento reflexivo y el
quehacer humanista de sus actividades de atención.

Por lo anterior, y en concordancia con el Perfil de egreso del Programa Académico de la Licenciatura
en Psicología de la Universidad Cristiana Autónoma de Nicaragua, la asignatura de Aprendizaje:
PSICOTERAPIA I, bajo la metodología de la aplicación de estrategias de enseñanza-aprendizaje
crítico interactivo tiene como premisa proporcionar información básica en sesiones de aprendizaje, a
través de espacios expositivo-dialogados, activos y participativos.

II.- OBJETIVOS DE LA UNIDAD.

Analizar cada uno de los diferentes modelos psicoterapéuticos que se utilizan actualmente en el
tratamiento de pacientes.

III.- MATERIAL DE ESTUDIO.

Unidad II: Modelo Psicodinámico.

Tema: Introducción al Modelo Psicodinámico.

GUÍA: INTRODUCCIÓN AL MODELO PSICODINÁMICO.

1.- Terapia Psicoanalítica.

1.1. Historia.
Sigmund Freud nace en Moravia en 1856 y ejerce casi toda su carrera en Viena, donde crea y
desarrolla el psicoanálisis. Su teoría sobre la mente humana y su concepción de los trastornos mentales
han marcado no solo la psicología clínica, también la cultura occidental. La prueba es que conceptos
como el de inconsciente o represión forman parte de nuestro lenguaje cotidiano.

En sus inicios era un neurólogo muy interesado por la investigación. En un viaje de estudios a París
tiene la oportunidad de conocer a un eminente médico de la época, Jean- Martin Charcot, un francés
que trataba de curar lo que entonces se conocía como histeria utilizando la hipnosis. El método
consistía en llevar a las pacientes a un trance que el terapeuta aprovechaba para dar una serie de
instrucciones encaminadas a hacer desaparecer los síntomas. La idea detrás de esa práctica era que la
mente produce alteraciones somáticas debido a una serie de recuerdos guardados en algún lugar
inaccesible de nuestra memoria. La hipnosis permitía el acceso a esos recuerdos y a los estados
emocionales que los acompañan, facilitando su desbloqueo. Freud se decide a implementar esa técnica
en su consulta privada, pero no tiene demasiado éxito, pues los síntomas eliminados volvían a
reaparecer. No obstante, esa primera práctica le ayuda a empezar a configurar sus primeras
concepciones sobre la mente humana y su parte inconsciente.
El contacto con otro colega vienés, Josef Breuer, da nuevas ideas al joven Freud. Breuer ponía en
práctica un método que denominaba catártico. La idea seguía siendo permitir, a través de la hipnosis,
el recuerdo de los sucesos que causaron el trauma; pero, además, Breuer postulaba que el acceso a los
recuerdos olvidados permitiría canalizarlos a través de la actividad consciente, propiciando con ello la
desaparición de los síntomas. Freud empieza a poner en marcha el método de su amigo sin grandes
resultados. No todo el mundo es hipnotizable y en ocasiones los síntomas vuelven a reaparecer después
de los primeros momentos de aparente cura. Pero la idea de que existían contenidos inaccesibles a la
conciencia, que podían ser los causantes de los síntomas, seguía madurando en su visión teórica.

Una experiencia con una paciente que solicita que se le deje la posibilidad de hablar sin ser
interrumpida da una nueva perspectiva a Freud: escuchar a los pacientes y tratar de encontrar en su
conversación pistas que le lleven hasta las historias que están fuera de la conciencia. Así lo hace, y este
se convertirá en el método por excelencia del psicoanálisis: las asociaciones libres.

A partir de ahí, cambia también su objetivo de trabajo, ya no busca enfocar un momento o un problema
determinado, sino que escucha a sus clientes y trata de localizar lo que denomina resistencias. Estas
serían pistas de la existencia de un contenido reprimido, esto es, de una información que la persona no
deja pasar a su conciencia.
La técnica de Freud para vencer las resistencias es señalárselas a los pacientes, lo que se conoce como
interpretaciones. Hacer conscientes a las personas de sus resistencias, y de lo que pueden significar,
para así buscar nexos con el contenido reprimido en el inconsciente se convierte en el núcleo central
del psicoanálisis.

Freud tenía un gran espíritu asociacionista y estaba muy comprometido con la difusión de sus ideas.
Así que en 1908 convierte lo que hasta ese entonces era una reunión entre colegas, en la Asociación
Psicoanalítica Vienesa, por donde pasan algunos de sus más importantes discípulos: Otto Rank, Karl
Abraham, Carl Gustav Jung, Alfred Adler o Sándor Ferenczi. En 1909 es invitado a impartir unas
conferencias en Estados Unidos y ese es el primer gran salto en la difusión del psicoanálisis. En 1910
se crea la Asociación Psicoanalítica Internacional, pero no es hasta 1920 cuando el modelo empieza a
difundirse por el resto del mundo.
La vida de Freud termina rodeada de tragedia, contrae un cáncer de mandíbula del que es operado 22
veces, y sus últimos años están marcados por la llegada de los nazis a Austria, su huida de Viena y sus
últimos años de enfermedad en Londres, ciudad en la que muere.

2.- Visión de la persona.

Para entender el psicoanálisis revisaré las ideas centrales de Freud explicadas en los siguientes
apartados: su concepción de la energía, su propuesta de aparato psíquico y las fases del desarrollo
infantil (Ávila, Rojí y Saúl, 2004; Fernández-Villamarzo, 1997; García de la Hoz, 2010; Talarn, 2009).

2.1. Dinámica: La energía de la personalidad.

La persona, tal y como la describe Freud, es un ser en permanente conflicto, arrastrado por fuerzas —
las pulsiones— que debe controlar. Dos son los impulsos básicos que propone en su última
formulación: a) el eros, que son las fuerzas de vida y que incluye —pero no es únicamente eso— el
deseo sexual (la libido); y b) el thanatos, que engloba todo lo relacionado con los instintos de muerte,
agresión y competición. Ambas son las fuerzas complementarias que impulsan al organismo a actuar
para descargar la tensión que generan.

El conflicto se produce porque la descarga incontrolada de los impulsos básicos contraviene las normas
sociales, las reglas que, como sociedad, hemos establecido para la convivencia. Por ejemplo: no se
puede poseer sexualmente a todo el mundo, ni agredir, ni coger todo lo que se quiere. La función de los
mecanismos de defensa es controlar la expresión consciente de los impulsos y proteger al individuo
atrapado en un dilema: aceptar el sufrimiento asociado a la no satisfacción de los impulsos o el
sufrimiento que se deriva de incumplir las normas sociales.

El mecanismo de defensa más básico es la represión, a través de ella todos nuestros impulsos
inaceptables son condenados al olvido en el inconsciente. Digamos que lo que ocurre es que toda la
información relacionada con el impulso se traslada fuera de la consciencia de la persona. Pero la
energía del impulso sigue activa y buscando descarga.
Freud llama censura al dispositivo que impide que la información del inconsciente se haga consciente.
Los síntomas que presentan las personas con problemas psicológicos aparecen como intentos de sortear
la censura. Constituyen una especie de sustituto de la descarga; o, dicho de otra forma, como un
compromiso entre lo que nos gustaría hacer y lo que podemos permitirnos. Por eso, los psicoanalistas
piensan que los síntomas tienen un significado que hay que analizar para tratar de entender la pulsión
reprimida. Las resistencias que los terapeutas dinámicos detectan usando la técnica de asociaciones
libres señalan las áreas con materiales reprimidos (protegidos por la censura).

2.2. El aparato psíquico.

La forma de entender el funcionamiento de nuestra psique es un elemento central en la teoría freudiana.


El autor vienés fue evolucionando el modelo a lo largo de diferentes escritos en lo que se conoce como
la primera y segunda tópica.

Figura 1. Conceptos principales del psicoanálisis.


2.2.1. El inconsciente y la primera tópica freudiana.

La concepción del aparato psíquico de Freud es tópica, es decir, espacial. Entiende los componentes de
la mente como espacios psíquicos o almacenes de información interconectados. Con frecuencia se
refiere también a ellos como instancias, esta acepción tiene un matiz distinto. Implica que la estructura
a la que se refiere es algo más que un lugar de almacenaje pasivo; es más bien un protagonista
dinámico que funciona regido por unas leyes y tratando de conseguir una serie propósitos que explicaré
más adelante.
El inconsciente es la aportación central del psicoanálisis a la psicología, e incluso a la cultura popular.
Es la parte de la personalidad humana que alberga todos aquellos contenidos a los que nuestra mente no
puede acceder directamente. La cuestión es que no son fácilmente accesibles, pero están ahí e influyen
determinantemente en nuestra vida. El inconsciente es una de las tres instancias que componen la
primera tópica freudiana, una descripción de la estructura de nuestra psique que diferencia entre tres
grados de consciencia: inconsciente, preconsciente y consciente. Esta primera tópica fue propuesta
por Freud en una de sus obras más famosas: La interpretación de los sueños, publicada en 1900.

El inconsciente almacena contenidos que no son accesibles en el estado de vigilia normal y que tienen
siempre como motor a las pulsiones. Pueden ser de dos tipos:

 Recuerdos de la infancia: memorias de nuestros primeros años de vida, de una época en que la
inmadurez de nuestro sistema nervioso nos impedía fijar adecuadamente recuerdos; pero que está
repleta de experiencias altamente significativas: las relaciones con nuestros progenitores, o nuestros
primeros logros controlando nuestro propio cuerpo en el espacio, con todas las gratificaciones y
frustraciones asociadas a las primeras etapas de desarrollo.

 Los contenidos reprimidos: todos aquellos materiales relacionados con las pulsiones que son
inadmisibles para una persona y por eso se transfieren al inconsciente, desde donde continúan
presionando para descargarse. Una descarga parcial y camuflada daría lugar a los síntomas con los que
la persona viene a consulta.

El inconsciente funciona de una manera peculiar que se denomina proceso primario. Su característica
fundamental es que sus contenidos no tienen lógica, ni orden cronológico, no son representaciones
verbales, sino más bien imágenes con un cierto aspecto mágico. Dos son los procesos que caracterizan
este estilo de funcionamiento: la condensación (una misma imagen o idea puede representar muchas
cosas distintas en la realidad), y el desplazamiento (algo muy simple puede tener un gran valor
afectivo para la persona). Un ejemplo de cómo funciona el inconsciente lo encontramos en el contenido
de los sueños. En ellos mezclamos elementos del pasado y del presente y hacemos convivir personajes
que no se conocen en la realidad, para protagonizar historias absurdas que no tienen sentido aparente en
nuestra vida cotidiana. En ellos aparecen objetos, imágenes o secuencias que pueden significar cosas
muy diferentes cuando un analista los interpreta.

Otra característica del funcionamiento psíquico inconsciente es que está gobernado por el principio del
placer. Esta forma de actuación se caracteriza por la búsqueda de la satisfacción inmediata e
incontrolada de las tensiones. Esta tendencia debe ser controlada a través de los mecanismos de
defensa.

El consciente es la instancia del pensamiento racional que nos permite actuar en la vida cotidiana,
entender el mundo y tomar decisiones. Funciona a través de procesos secundarios caracterizados por
el pensamiento lógico: hacemos juicios y controlamos nuestra conducta para adaptarnos al entorno. El
consciente está gobernado por el principio de la realidad: convivimos con otras personas y debemos
respetar reglas sociales, por lo que debemos controlar nuestros impulsos aplazándolos, cambiándolos o
reprimiéndolos.
El preconsciente está en un terreno intermedio entre las otras dos instancias. Alberga contenidos
inconscientes que no han sido reprimidos y, por tanto, son accesibles a la conciencia si los buscamos.
Por ejemplo, es posible que no recordemos de entrada el nombre de una persona, pero haciendo un
esfuerzo de asociación lo acabamos encontrando por algún rincón de nuestra memoria. Todos los
fenómenos del tipo «lo tengo en la punta de la lengua» son característicos de esta instancia.

¿Qué pruebas tenemos de que en nuestra mente existe un sistema inconsciente?

Aquí conviene recordar una máxima de la teoría psicoanalítica que se conoce como determinismo
psíquico: toda nuestra conducta tiene un significado, nada sucede porque sí, lo más nimio, lo más
inexplicable puede convertirse en significativo cuando un analista encuentra el nexo entre la expresión
actual y el contenido inconsciente. Desde esta perspectiva, los sueños son la prueba más contundente
de la existencia del inconsciente. Cuando estamos dormidos la censura se relaja y por eso nuestras
ensoñaciones están habitadas por material inconsciente repleto de símbolos y metáforas. Material que,
como antes se señalaba, se rige por procesos primarios y por eso es ilógico y atemporal, y necesita de la
intervención de un analista para que cobre sentido para el paciente. Por eso, para Freud la
interpretación de los sueños es la vía regia para acceder al inconsciente, la herramienta por excelencia.

Además de los sueños, hay otras pruebas de la existencia del inconsciente, se trata de tres fenómenos
muy próximos (Talarn, 2009): los olvidos, los actos fallidos y los lapsus linguae. Que se te olvide el
cumpleaños de tu suegra, que el sábado al intentar ir al supermercado cojas la dirección del trabajo, o
que pidas un «sexo» al tratar de pedir «un beso» son tres errores que no le pasarían desapercibidos a un
analista, que buscará alguna motivación inconsciente para tratar de explicar por qué se produjeron
precisamente esos errores y no otros. Otra demostración tiene que ver con el tipo de materiales que nos
hace reír. Disfrutamos de la ironía relacionada con temas sexuales, ¡nos encantan los chistes de sexo!
Pero nuestra cultura también está llena de chistes crueles que se ríen de las desgracias de personas con
algún tipo de discapacidad, o que simplemente pertenecen a otra comunidad u otro país. Para un
freudiano son pruebas del eros y el thanatos que gobiernan nuestros impulsos inconscientes. Por
último, la propia interpretación del significado que los síntomas tienen avalaría la existencia del
inconsciente. Por ejemplo, para un psicoanalista un problema de erección puede ser el reflejo de una
madre castrante que impidió un adecuado desarrollo de la sexualidad de su hijo.

2.3. La segunda tópica: Ello, Yo y Superyó.

Si la primera hacía más referencia a lugares, esta segunda propuesta describe más bien estructuras
dinámicas de nuestro aparato psíquico (García de la Hoz, 2010). Si antes decíamos que consciente,
preconsciente e inconsciente son almacenes de información el Ello, el Yo y el Superyó son
componentes mucho más dinámicos, parecidos más a personajes que pueblan nuestra psique y que
parecen luchar entre sí.

2.3.1. El Ello pulsional, el Yo consciente y racional y el Superyó moral.

Freud expone por primera vez esta nueva idea en su obra de 1923 El Yo y el Ello. ¿Por qué hacer esta
nueva descripción del aparato psíquico? Porque en sus primeras formulaciones Freud pensaba que
todos los contenidos del inconsciente son materiales reprimidos. Conforme progresa su análisis de los
fenómenos psíquicos se da cuenta de que esto no es así, lo que le lleva a formular una propuesta que
complemente a la anterior y esclarezca mejor su teoría. La conocida como segunda tópica, que
diferencia entre tres instancias: Ello, Yo y Superyó.

El Ello es la instancia más primitiva de nuestra personalidad. Es donde residen nuestras pulsiones y,
por tanto, la energía psíquica que se moviliza por todo el sistema. Contiene también la información
olvidada de nuestras experiencias infantiles y todos los contenidos reprimidos. Su estilo de
funcionamiento tiene las características que se describían para el inconsciente: su finalidad es descargar
pulsiones guiado por el principio del placer, y funciona con la falta de lógica que caracteriza a los
procesos primarios.

Esta nueva visión del aparato psíquico está más arraigada en lo biológico y lo evolutivo, aspectos a los
que luego haré alusión. El Ello predomina durante la infancia en la época en que nuestra vida se guía
por la búsqueda permanente de la satisfacción y nuestro cerebro no es suficientemente maduro como
para permitirnos el pensamiento lógico.

El Yo se desarrolla a partir del Ello, para permitirnos una adaptación más realista a las exigencias que
nos impone nuestro entorno. En el Yo residen una parte de los mecanismos de defensa, los sistemas
que nuestra psique utiliza para frenar los impulsos del Ello y adaptarlos a las exigencias morales (que
ahora veremos que son imposiciones del Superyó). Se guía por el principio de realidad y, aunque la
mayor parte de su funcionamiento sigue la lógica de los procesos secundarios, no toda su actividad es
consciente y voluntaria. Algunos mecanismos de defensa operan de manera inconsciente, no son
producto de operaciones mentales voluntarias.

El Superyó se desarrolla a partir del Yo como producto de la socialización y el aprendizaje de normas


culturales. Es el resultado de la resolución del complejo de Edipo: el niño pasa de amar a la madre y
odiar al padre a asumir que este es quien impone las normas. El Superyó es la instancia que representa
la moral, ejerce labores de control del Yo mediante dos funciones: a) ofreciendo modelos ideales que
hay que imitar; y b) al mismo tiempo ejerciendo de juez duro que critica los fallos del Yo a la hora de
refrenar al Ello, o de alcanzar los ideales propuestos. El Superyó se rige básicamente por el principio
de realidad, pero también tiene aspectos inconscientes que se corresponden sobre todo con la parte
más emocional: los sentimientos de culpa cuando hacemos algo mal, por ejemplo.

Nuestra personalidad, según la teoría psicodinámica, se gobierna por el interjuego de estas tres
instancias. El Yo es responsable de las funciones que nos permiten vivir en el día a día, percibir,
aprender, juzgar, decidir. El Ello busca el placer y la satisfacción inmediata y le exige al Yo que le
facilite esta liberación. En el Superyó reside la moral, impone las normas y presiona al Yo para que
controle al Ello. El Yo freudiano vive entonces en esta tensión constante entre el Ello y el Superyó.
3.- BIBLIOGRAFÍA.

Bibliografía Básica de Texto:

Rodríguez Morejón, Alberto. (2019). Manual de psicoterapias, Teoría y técnicas. Editorial Herder, S.L.
Barcelona, España.

Fernández Liria, Alberto; Rodríguez Vega, Beatriz. (2002). La práctica de la psicoterapia. La


construcción de narrativas terapéuticas. Segunda edición. Editorial DESCLÉE DE BROUWER. Bilbao,
España.

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