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3 de junio de 2022
Por mucho que Putin fuera acumulando tropas en la frontera con la vecina Ucrania,
nadie quería aceptar que lo que finalmente ocurrió era realmente una opción factible
sobre la mesa de trabajo de Putin. Y al final se materializó.
Quizás estemos ante un caso de disuasión por revelación, que obligó a Putin a
retrasar su decisión, quizás para dejar en evidencia a los servicios de inteligencia
americanos, quizás porque le sorprendió sin otro plan alternativo.
Putin buscaba hacerse con el control de la franja de Ucrania bañada por el mar Negro
Tampoco sabremos a ciencia cierta, hasta que los historiadores hagan su trabajo, cuál
era el auténtico objetivo de Putin. ¿Una guerra corta? ¿Invadir toda Ucrania? A
partir de aquí, hagan juego señores, hagan sus apuestas, comienzan las conjeturas.
Ahí va la mía: Putin buscaba hacerse con el control de la franja de Ucrania bañada por el
mar Negro, desde la Transnistria moldava hasta el Donbás.
Y para eso, lógicamente, tenía que bombardear Kiev y Leópolis y otras zonas
occidentales, precisamente para obligar a Zelenski a sentarse a negociar. ¿Quería dejar
en Ucrania una herida abierta, un conflicto congelado, que le sirva de válvula de escape
para sus intereses políticos (internos e internacionales)?
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Por otro lado, ¿cuántos soldados –rusos y ucranianos– han muerto? Si los países de la
OTAN no hubiéramos enviado públicamente armamento, ni mercenarios ni voluntarios,
¿cuánto habría durado la contienda?
Esta es una herida abierta desde, por lo menos 2014. No es un invento de Putin. Los
informes publicados por la OSCE y por la UE nos pintan un país sumido en la
corrupción, de escasa calidad democrática, con una separación de poderes dudosa –más
que la de Polonia o Hungría–.
Putin lo ha dicho más de una vez: la caída de la Unión Soviética supuso el mayor
terremoto geopolítico del S. XX.
Steven Lee Myers, en El nuevo zar, una biografía que no le deja muy bien parado,
describe la espiral deprimente en la que cayó Vladimir Vladimirovich tras la caída del
muro de Berlín (1989) o el golpe de Estado de agosto de 1991.
Desde su punto de vista, ¿es aceptable lo que pasó en 2003 en Georgia, donde una
«revolución de colores», la Revolución de la Rosa, desbancó al líder prorruso para
poner a uno prooccidental? ¿Y la Revolución Naranja, en Ucrania en 2004? ¿Y la
Revolución de los Tulipanes en Kirguistán en 2005? Parece que, desde su
perspectiva, nada de esto era admisible.
Putin no deseaba arrasar Ucrania; si hubiera sido así, lo habría hecho la primera
semana
¿Está alcanzando Putin sus objetivos militares? No sabíamos con certeza cuáles
eran. Casi seguro, Putin no deseaba arrasar Ucrania; si hubiera sido así, lo habría hecho la
primera semana.
¿Está usando armamento obsoleto o de última generación? ¿Se está quedando sin
armas? Muchos dicen que está sin dinero y sin apoyos. Yo sospecho que no es así, y
aunque eso sucediera podría echar mano de la Alianza Estratégica recientemente firmada
con China, en Pekín, el 4 de febrero pasado.
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¿Permitirá Biden que Rusia se salga con la suya y consolide su derecho sobre un territorio
como consecuencia de una guerra de conquista? ¿Lo permitirá la UE? ¿Estamos los
países de la OTAN prolongando el conflicto? ¿Acaso cabía la opción de mirar para otro
lado y permitir que Putin tomara ayer Crimea, hoy el Donbás, y después… Polonia o los
Bálticos?
¿No estamos cambiando las normas del juego? Esto sí parece claro. Ya no vale el orden
«onusiano» surgido de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial.
Aquel equilibrio de poder entre dos superpotencias, sustituido en los años 90 por un
orden unipolar (EE.UU.), lleva caducándose al menos desde la invasión de Irak (2003).
No tanto por cuestiones internas americanas, como por el ascenso de cierta potencia
asiática, con una población de más de 1.400 millones de habitantes y un crecimiento
medio anual del PIB de más de un 6 %, sostenido durante veinte años.
De momento, China está «comiendo palomitas», viendo cómo se desarrolla esta película,
tomando buena nota de todos los pasos que Occidente da ante cada movimiento ruso en el
tablero geopolítico.
¿Acaso alguien se cree que esto acabará con Putin sentando ante un Tribunal Penal
Internacional? Si las partes llegan a un acuerdo, ¿se obligará a Rusia a pagar
indemnizaciones de guerra? El día que las tropas rusas se retiren, ¿quién va a pagar la
reconstrucción de Ucrania?
¿Acaso cabe otra salida distinta a que Rusia se quede definitivamente con Crimea, se
asegure la neutralidad de Ucrania –puede entrar en la UE, pero no en la OTAN–, y se
aseguren los derechos de los rusoparlantes en las regiones autónomas (pero ucranianas)
de Donetsk y Lugansk?
En seis meses Rusia ha vendido todos los hidrocarburos que había vendido en 2021, pero
no a Europa, sino a países asiáticos
¿Qué decir de las sanciones de la UE? Hemos planteado dejar de comprar energía rusa
para adquirir gas licuado a EE.UU. ¡Pobre Rusia! En seis meses ya ha vendido todos los
hidrocarburos que había vendido en 2021, pero no a Europa, sino a países asiáticos como
India.
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El superávit comercial se ha triplicado con respecto al nivel anterior a la invasión.
Expulsamos a Rusia del sistema de intercambio de información bancaria SWIFT; muy
bien, Rusia lleva ya unos ocho años probando un sistema paralelo.
Además, aquellos países que compran a Rusia (alimentos, por ejemplo) se han quedado
sin su producto porque no le pueden pagar. Se avecina una crisis alimentaria global y
brutal, en parte también por las rupturas de las cadenas de suministros.
El Donbás, arrasado
Juan Rodríguez Garat (Almirante retirado)
El cambio euro-rublo es otro buen indicador: hace seis meses un euro equivalía a 80-90
rublos; el 24 de febrero, 95 rublos; el 7 de marzo llegó a los 148 rublos; y el 24 de mayo,
59,97 rublos. Conclusión: después de tres meses de sanciones el rublo se ha
revalorizado. Son datos objetivos, difíciles de negar.
Todos esperamos que esta guerra acabe ya. Porque cada semana que pasa se corre un
riesgo real de que más actores se vean involucrados. Y entonces ya no estaríamos ante una
guerra entre Rusia y Ucrania, sino europea o mundial. Dios no lo quiera.
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