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“What difference does it make if it’s true? If it’s a story and it breaks, they’re gonna run
with it.”
Estas últimas semanas se está escribiendo mucho sobre el conflicto entre Occidente y
Rusia. Y, como siempre que un tema se pone de moda, podemos encontrar entre lo
publicado comentarios y análisis de muy diferente calidad. Los hay magistrales, los hay
correctos y los hay también disparatados. Para no perdernos en esta jungla informativa,
quizá no esté de más reconsiderar nuestras suposiciones básicas[1], que son, al fin y al
cabo, los cimientos sobre los que construimos nuestros argumentos. Vamos allá.
Putin es Putin, y hay que juzgarlo en sus propios términos. Aunque, en ocasiones, las
comparaciones con el pasado puedan resultar útiles, son siempre peligrosas.
a. Cuando se habla de que es un error humillar a Rusia, como en 1919 fue humillar a
Alemania[2], se está aludiendo indirectamente a que Putin puede ser un nuevo
Hitler. Un hombre al que, según la conocida broma de Woody Allen[3], cada vez
que escuchaba a Wagner le entraban ganas de conquistar Polonia. Pero Putin no
es un Hitler redivivo. Parece que ni siquiera le gusta Wagner[4].
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b. Cuando se habla de que quiere reconstruir el imperio soviético, se está sugiriendo
que es un nuevo Stalin[5]. Pero Putin, que ha elogiado la sagacidad de Stalin al
comprender la amenaza que representaba Hitler, ha condenado también en
términos muy duros el régimen de terror que el dirigente georgiano instauró en la
Unión Soviética[6].
c. El tratamiento informativo y político que en Occidente se está dando a la actual
crisis recuerda mucho al que se utilizó durante las guerras yugoslavas (muy en
particular, la de Kósovo) en los años noventa del siglo XX. Pero Putin no es
Milošević. No siente la fascinación por Occidente (por Estados Unidos, en
particular) que sentía el líder serbio. Y, además, comprende bien cómo funciona la
‘estrategia del salami’, que Occidente utilizó con eficacia contra Milošević. Sabe
que, tarde o temprano, el salami se acaba.
Putin puede gustarnos poco, mucho o nada. Podemos aprobar o condenar sus proyectos
y sus acciones. Incluso su estilo. Pero debería ser por lo que él mismo dice y hace, no
porque asociemos su figura a la de algunos de los más conocidos ‘villanos’ de la historia
reciente.
Putin se siente más cómodo con el control indirecto que con el directo. Y es que el
control indirecto tiene la enorme ventaja de que resulta mucho más económico, lo que
permite a Putin concentrar los recursos de Rusia en la propia Federación Rusa. Por eso,
no ha hecho nada para anexionar Bielorrusia a Rusia, a pesar de que hace más de
veinte años que ambos países tienen un Tratado de Unión que permitiría reconstituir una
entidad estatal sobre bases parecidas a las de la antigua Unión Soviética. Incluso dentro
de la propia Rusia, ha utilizado la idea del control indirecto (a través del presidente
Kadyrov) para resolver el que durante años pareció intratable problema de Chechenia.
En este sentido, la idea británica de que Putin querría imponer a un líder prorruso en
Ucrania[7] parece mucho más sofisticada que la norteamericana de un ataque militar[8].
Es evidente que a Putin le gustaría que todos los países de su entorno estuvieran
gobernados por líderes favorables a Rusia. Como fueron Yanukovich en Ucrania, o
Dodon en Moldavia. También es verdad que todos los líderes ‘prorrusos’ que hemos
conocido llegaron al poder cuando ganaron elecciones y que desde el final de la URSS
en ninguno de los estados postsoviéticos se dan casos de líderes ‘impuestos’ por Moscú.
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Watch Video At: https://youtu.be/IXv0z6dryS4
No están nada claros los objetivos militares de una acción rusa en Ucrania
Como señala José Luis Calvo Albero, “no cabe duda de que, en una situación de
confrontación abierta, [los rusos] podrían arrollar con relativa facilidad la primera línea de
defensa del ejército ucraniano y puede que incluso consiguiesen llegar al Dniéper en
algunos puntos, si realmente se lo proponen. Otra cosa es que pudiesen mantener un
esfuerzo intenso por mucho tiempo”[9].
Tampoco está claro para qué le serviría a Rusia. En el mejor de los casos (el que
esbozaba el coronel Calvo Albero), conseguiría ocupar una parte considerable de
territorio ucraniano y, quizá, crear allí una ‘Novorossia’ (Nueva Rusia), sometida a
sanciones internacionales y cuyos gastos tendría que pagar Moscú. No parece muy
atractivo.
Los que hablan de una nueva guerra fría no se dan cuenta de una diferencia
fundamental. La URSS estaba informativamente aislada del resto del mundo. Ni los
soviéticos sabían muy bien lo que ocurría en Occidente, ni los occidentales nos
enterábamos de mucho de lo que ocurría en la URSS.
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En la actualidad, la situación es muy distinta. La penetración de internet en la sociedad
rusa es alta (85% en 2021) y la gran mayoría de los rusos, si lo desean, pueden saber lo
que están diciendo las fuentes occidentales. Incluso en su propio idioma, pueden obtener
con facilidad a informaciones y análisis diferentes de los que ofrecen las autoridades de
Moscú. Aunque todas las publicaciones editadas en Rusia fueran oficialistas (no lo son),
los rusos seguirían disponiendo de enfoques alternativos en medios en lengua rusa
editados (principalmente) en Ucrania, Israel y los países bálticos. Si, por ejemplo,
hubiéramos buscado en Google “российское вторжение в Украину” (ataque ruso a
Ucrania) el 24.01.2022, a las 0711 horas, entre los diez primeros resultados nos
habríamos encontrado cinco páginas ucranianas, dos norteamericanas, una alemana,
una polaca y una internacional.
A veces prestamos demasiada atención a lo que está ocurriendo y muy poca a lo que no
llega a ocurrir. Que, en bastantes ocasiones, tiene importancia. ¿Qué no está ocurriendo,
por ejemplo, en estos momentos?
A modo de conclusión
Los conflictos a gran escala de nuestros días no tienen por qué parecerse demasiado a
las dos guerras mundiales del siglo XX, del mismo modo que estas tuvieron poco en
común con las campañas del siglo XVIII. En nuestros días, la guerra informativa es el
componente principal de cualquier conflicto. Y en la guerra informativa cada una de las
partes intenta imponer su propio relato o, al menos, evitar que el adversario imponga el
suyo.
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a un centro académico de Nueva Delhi habrían constituido una interesante contribución a
la comprensión de Rusia y de su política exterior[11]. En el contexto de la guerra
informativa que Occidente libra con Rusia, el Vicealmirante cometió (quizá, de manera
inconsciente) un acto de deslealtad, al dañar una de las armas (argumentales) de las que
disponen los suyos.
[1] Es un ejercicio que los anglosajones llaman “key assumptions check” y que
constituye una fase fundamental en todo proceso analítico. Ver, por ejemplo, HEUER,
R.J. (1999). Psychology of Intelligence Analysis. Center for the Study of Intelligence
(Central Intelligence Agency). P. 106.
[2] Por ejemplo, JENKINS, S. (2022, 20 enero). Britain should stay well out of Russia’s
border dispute with Ukraine. The Guardian.
https://www.theguardian.com/commentisfree/2022/jan/20/britain-russia-ukraine-border-
dispute (acceso: 23.01.2022).
[4] En 2018, dijo que sus compositores favoritos eran Chaikovski, Mozart, Liszt,
Chopin, Brahms, Schubert, Beethoven y Bach. Ver
https://ria.ru/20181220/1548352693.html (acceso: 23.01.2022).
[5] En Google pueden encontrarse (23.01.2022) 604 páginas con la frase “dictador
ruso Stalin”, es decir, que identifican erróneamente su nacionalidad.
[6] PUTIN, V. (2020, 18 junio). The Real Lessons of the 75th Anniversary of World War
II. The National Interest. https://nationalinterest.org/print/feature/vladimir-putin-real-
lessons-75th-anniversary-world-war-ii-162982 (acceso: 23.01.2022).
[7] THE ASSOCIATED PRESS (2022, 22 enero). Britain says Russia is planning to
install a pro-Moscow leader in Ukraine. NPR.
https://www.npr.org/2022/01/22/1075121304/britain-russia-replace-ukraine-government?
t=1642931693459 (acceso: 23.01.2022).
[10] Puede encontrarse en Wikipedia una breve explicación de lo que eran las “medidas
activas”: https://es.wikipedia.org/wiki/Medidas_activas (acceso: 23.01.2022).
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