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NEHEMÍAS 25
Les invito a abrir sus Biblias en el Libro de Nehemías capitulo 9 versículos 22 a 31.
Qué misericordia la del Señor. El pueblo de Israel no merecía nada de esto, lo que
merecían era castigo por su corazón endurecido demostrado por los que dudaron del
Señor en el desierto.
Pero en su misericordia Dios les da algo totalmente opuesto a lo que es el castigo. Así es
Dios mi querido hermano y amigo. El no nos paga conforme a nuestra maldad. Nos da
cosas mucho más allá de lo que merecemos. El es misericordioso para con nosotros, nos
colma de bienes, llega con sus bendiciones más allá de lo que podríamos imaginar.
Que insensatez, el hombre es el único ser en el universo que puede pisotear así la
misericordia de Dios. En lugar de alabar a Dios por ser tan bueno con ellos, en lugar de
estar agradecidos a él y servirle con todo el corazón, al ver la canasta llena de bendición,
dice el texto que dieron sus espaldas a Dios y se rebelaron contra él.
Dios en su misericordia les envió profetas, pero ellos en su pecado los despreciaron y
terminaron matándolos. Quizá Ud. que me está escuchando estará pensando, que
malagradecidos estos judíos, como pudieron actuar de esta manera tan vil.
Pero cuidado, no seamos prontos a señalar con el dedo a los judíos y juzgarles por este
comportamiento. ¿Cuando Ud. tiene la canasta llena de bendiciones se acuerda de Dios?
¿Mientras más tiene más está dispuesto a servirle? Probablemente no. Porque
desgraciadamente, cuando todo va bien, la tendencia es a olvidar de Dios y rebelarnos
contra él al no darle el lugar que debe tener en nuestras vidas.
Hace algún tiempo atrás estaba testificando a una persona. Le hablé de que era un
pecador necesitado de la salvación en Cristo. Esta persona me miró a la cara, y me dijo:
Mira, tengo un buen trabajo, un buen sueldo, una hermosa familia, una casa preciosa, no
me preocupo de nada, para que necesito a Dios.
Ojalá nosotros no seamos como los judíos que a pesar de ver la misericordia de Dios
desafiaron a Dios dándole sus espaldas.
Qué misericordia tan infinita la de Dios. Quedó demostrada cuando estuvo dispuesto a
liberar a su pueblo de la aflicción que causó su pecado. Cuan semejante es la experiencia
de Israel a nuestra propia experiencia. Nosotros también, cuando todo va bien ni siquiera
nos acordamos de Dios, pero tan pronto somos afligidos por una situación adversa,
corremos a caer de rodillas delante de Dios pidiendo clemencia y misericordia.
Dios en su misericordia nos da otra oportunidad así como lo hizo con el pueblo de Israel.
Bueno, en este punto uno podría pensar que Israel hubiera podido aprender su lección de
no desafiar la misericordia de Dios, pero no fue así. Otra vez se repetía el ciclo de la
misericordia de Dios desplegada, la misericordia de Dios desafiada y la misericordia de
Dios demostrada. Nehemías 9:28 dice: "Pero una vez que tenían paz, volvían a hacer lo
malo delante de ti, por lo cual los abandonaste en mano de sus enemigos que los
dominaron; pero volvían y clamaba otra vez a ti, y tú desde los cielos los olas y según tus
misericordias muchas veces los libraste"
No fue una sola vez que se repitió el ciclo, fueron varias veces. Así es de duro el corazón
humano. No se cansa de poner a prueba la misericordia de Dios. Nehemías 9:29-31 nos
habla de esto. Dice así: "Les amonestaste a que se volviesen a tu ley; más ellos se
llenaron de soberbia, y no oyeron tus mandamientos, sino que pecaron contra tus juicios,
los cuales si el hombre hiciere, en ellos vivirá; se rebelaron, endurecieron su cerviz, y no
escucharon. Les soportaste por muchos años, y les testificaste con tu Espíritu por medio
de tus profetas, pero no escucharon; por lo cual los entregaste en mano de los pueblos de
la tierra. Mas por tus muchas misericordias no los consumiste, ni los desamparaste;
porque eres Dios clemente y misericordioso"
Que gran Dios que tenemos, Salmo 117 dice: "Alabad a Jehová naciones todas; pueblos
todos alabadle. Porque ha engrandecido sobre nosotros su misericordia, y la fidelidad de
Jehová es para siempre. Aleluya."
En su misericordia Dios no nos ha dado el pago que merecemos por ser pecadores y en su
gracia ha provisto una salida para no ser castigados. La salida es Jesucristo, porque él
murió por nuestros pecados.