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Susana Barco
Sonia Gabriela Lizarriturri
El epígrafe de Allport, resume el sentido de este escrito que surge de un texto inicial
de Susana llamado “Guías de trabajo con textos” y que motivó numerosas
conversaciones, cambios de títulos y, finalmente, su reescritura hasta la versión que
hoy presentamos. Es también, el motivo que nos devolvió a nuestros quehaceres y
pasiones de la enseñanza, los textos, la lectura y la escritura como territorios de
prácticas sociales compartidas.
Comenzaremos por el primer manuscrito y su vigencia en estos tiempos de la
enseñanza universitaria.
Periódicamente los docentes universitarios solemos realizar un balance de nuestra
práctica docente, obteniendo resultados no muy halagüeños por cierto. En los
replanteos posteriores no es extraño encontrar que cambiamos algunas de las formas
metodológicas que veníamos empleando, en el afán, no de modernizarnos, sino de
lograr una mayor comprensión de la asignatura por parte del estudiantado. Así,
solemos implementar modificaciones en las formas de evaluación o la organización de
los recursos bibliográficos y didácticos para la enseñanza de los contenidos
disciplinares. Sin embargo, rara vez nos replanteamos la totalidad de estos aspectos y,
menos aún, volvemos la mirada a ese acontecer cotidiano, trivializado por la mecánica
repetición, que es “la clase”.
Antes de iniciar nuestras prácticas docentes, creemos conveniente revisar lo
anterior y volver nuestras miradas sobre lo que han sido “las clases” en la Universidad,
en comparación con las que recibimos o desarrollamos en los niveles primario y
secundario. De esta manera, no miraremos a la clase como un fenómeno extraño y
ajeno, sino que nos reconoceremos como actores, docentes y alumnos de las mismas;
donde ambos se reúnen a cuenta de la necesidad de unos de apropiarse de ciertos
contenidos que se suponen son conocidos por el docente. Es en el momento previo al
inicio de una clase, cuando se piensa en cómo organizarla, que consciente o
inconscientemente surgen nuestras concepciones acerca de qué, porqué y cómo
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enseñar. En otros términos, nos estamos refiriendo a las diferentes concepciones del
docente acerca de su función como tal, de la índole de su trabajo o, de los supuestos
teóricos sobre los que se apoya y de lo que cree debe hacer el alumno como tal,
concepciones éstas que se sustentan en una pedagogía universitaria, en el marco de
un proyecto político universitario.
Aquí se abre una digresión necesaria. Hace ya tiempo, Santonni Rugiu (1996)
editó “Nostalgia del maestro artesano”, en el que relaciona las formas de aprendizaje
del oficio de los artesanos en el medioevo con el aprendizaje de ser docente. Para
muchos innatistas, se nace con el don de la docencia; en el otro extremo, cualquiera
puede aprender una serie de reglas y técnicas y ser así un docente. Afirmaciones
generales, con sustratos diferentes pero igualmente falsas. En los últimos veinte años,
una corriente de enfoques sociológicos –con base en investigaciones– rescata la idea
de “oficio” para caracterizar al aprendizaje de ser docente. Alliaud y Antelo (2009)
manifiestan:
La palabra “oficio” es portadora de distintos significados que remiten a:
ocupación, cargo, profesión, función tal como se expresa en el Diccionario
de la Lengua Española. Podríamos decir entonces que la enseñanza es
todo eso y esta concepción pareciera en principio salvar la simplicidad a la
que conduce la opción exclusiva por alguno de sus componentes. (p: 90)
Por otra parte, Angulo Rasco (1999) analiza la composición del conocimiento
de oficio mostrando su complejidad y señalando que no es un conocimiento que opera
como una mera repetición de esquemas aprendidos, ni tampoco una creación de la
subjetividad sin basamento teórico. Es un conocimiento que implica el para qué, el
porqué, el cómo, poniendo en juego conocimientos teóricos, experiencia, valores,
consideración de la situación.
Este conocimiento de oficio asiste también al docente universitario que como
se indicó más arriba, opera en el marco de una pedagogía y una política universitaria
que enmarcan su accionar.
Hay quienes piensan que siendo el alumno un adulto al igual que el docente,
puede prescindirse de cualquier consideración de carácter psicológico y/o didáctico, ya
que va de suyo que un adulto debe comprender la lógica de otro adulto. Otros, en
cambio, procuran sondear al alumno para conocer sus expectativas respecto de la
materia, el grado de desarrollo de su pensamiento, sus intereses, sus prácticas
relacionadas con la asignatura, sus conocimientos anteriores. Algunos docentes optan
por cátedras magistrales, con variantes o en forma clásica, otros por intentar que las
clases funcionen como un grupo operativo permanente, y quienes alternan formas o
prácticas diferentes.
Juzgar cada una de estas opciones sin conocer el modelo, el método dentro del
cual se implementan y su divergencia o ajuste a la realidad socio-histórica en que
operan, es decir, el contexto situacional,1 es un ejercicio ocioso y falto de consistencia.
Lo que es inexcusable en la tarea docente –cualquiera sea el nivel de
enseñanza de que se trate–, es la labor de planificación previa en sus múltiples
Un género particular: las guías “de estudio” o guías para trabajar textos
académico-disciplinares
Las guías para trabajar con textos académicos –fuentes– no son un recurso reciente
en la implementación de las prácticas educativas, sino que poseen una larga tradición.
Tal como las concebimos son un recurso didáctico entre otros, no una metodología ni
una técnica. En la década de los ‘50 se empezaron a extender las llamadas guías de
estudio que se ofrecían en cursos anteriores al cursado de materias. Pero se advirtió
que el “modo de estudiar” no se transfería al estudio en el caso de cada asignatura en
particular. No existe un patrón abstracto para estudiar todas las materias: el objeto de
estudio es en cada caso diferente y demanda un abordaje específico.
Lo que aquí se presenta es una manera de elaborar guías de trabajo con
textos particulares que incluso tienen que variar de año en año, acorde con las
características del grupo estudiantil.
Desde la Didáctica de la escritura y los enfoques de la Escritura a través del
Currículum (Bazerman, 2012, 2016), las guías para trabajar con textos pueden
incluirse dentro de los géneros académicos profesionales o especializados. Un texto
es especializado cuando refiere a temáticas propias de un dominio de especialidad y
responde a convenciones que también le son propias. Además, se realiza en clases
textuales2 específicas como el artículo de investigación, la ponencia, la entrevista a un
científico, la divulgación científica, las guías para comprensión y producción de textos,
entre otros. Consecuentemente, el texto especializado puede describirse en términos
de un continuum: + especializados / - especializados (Ciapuscio y Kuguel, 2002).
Tradicionalmente, se denominaron “guías de estudio” y, en ocasiones, “guías
de trabajos prácticos”, a los textos que dentro de un género textual instruccional o
explicativo, formulan preguntas o actividades vinculadas con textos fuentes o
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3 Esta caracterización nos pertenece y hemos sintetizado aspectos vinculados con teorías del
discurso de Van Dijk (2001) y Casalmiglia y Tucsón (2012)
4 Según los enfoques socio-culturales de Vigotsky y Luria, hablamos de procesos psicológicos
Una guía referida a un texto no tiene valor “per se”. Aunque el texto sea el
mismo, el grupo estudiantil varía de año en año y por lo tanto sus anclajes y
referentes. También varía el propósito del docente al elaborarla, o la valoración de los
conceptos del autor tratado, de modo tal que cada guía sirve para un grupo, una
circunstancia, un propósito determinado.
La evaluación de una guía debe contemplar explícitamente su finalidad, es
decir, qué procuramos de este recurso didáctico en tanto proceso y producto textual,
ya que se parte de la lectura de un texto fuente para dar cuenta –mediante un
proceso– de su comprensión y conocimiento, a partir del cual se construye un nuevo
texto que es la resolución final de la guía (el producto). Por ello, es importante una
adecuada secuenciación de las actividades de comprensión lectora y operaciones del
pensamiento solicitadas, como también su grado de integración parcial y final, su
posibilidad de relación con experiencias concretas y/o con otros textos y sobre todo, su
pertinencia al propósito que guía su construcción.
Una vez que los estudiantes han trabajado las guías, podremos apreciar sus
maneras de efectuar diversas operaciones del pensamiento, reajustando a posteriori
de ello, nuestro propio accionar.
Si nuestro intento es no desarrollar clases expositivas pasivas, sino
aprendizajes significativos, la entrega de guías con antelación suficiente, garantiza un
cierto dominio de la información por parte del alumnado, lo que permite una mejor
construcción conjunta de la clase, síncresis iniciales más ricas, procesos analíticos de
una mayor profundidad y, por supuesto, síntesis finales realmente integradas y con
nuevas recapitulaciones de conjunto, producto de ejercitaciones individuales con cada
tramo del trabajo.
El trabajo con guías puede ser realizado individual o grupalmente; como
instancia previa a una clase o como cierre –fuera de clase– de un trabajo iniciado en
ella. También puede utilizarse para la preparación de trabajos prácticos, parciales o
finales, y aún operar como elemento central de un parcial oral o escrito o de un
examen final.
Su reiteración excesiva y rutinaria crea dependencia en el alumno, por lo que
es aconsejable emplearlas con moderación, recordando que constituye uno entre otros
recursos.
5Damos por supuesto que la selección de los textos a trabajar se fundamenta en las
características del grupo de estudiantes y la asignatura a desarrollar.
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comprender si lo que ella está afirmando, puede ser sostenido” en Barco, S. y otros (2016)
Didáctica de las Ciencias Sociales en la formación del profesorado. Perspectivas y enfoques
actuales. Cipoletti, UNCo.
9 Operaciones del pensamiento es nuestro próximo ítem, no obstante, este concepto –acuñado
compresiva, proceso o fase previa a la lectura crítica y que implica según Van Dijk (1998,
Relatos de Investigación y Experiencias Docentes 4. Narrativas en la Enseñanza 1 (en prensa)
Eudeba.
12 Entendemos por red conceptual, también llamada red semántica, al dispositivo gráfico que
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A medida que escribíamos y reflexionábamos en voz alta acerca de cómo avanzar con
el trabajo, cómo articular nuestros puntos de vista sobre cada tópico, acudían a esos
Relatos de Investigación y Experiencias Docentes 4. Narrativas en la Enseñanza 1 (en prensa)
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En Variaciones sobre la escritura, Barthes (2003) enumera sus diez razones para
escribir y la primera de ellas es simplemente por puro placer, no tiene un por qué ni un
para qué… resulta un ejercicio interesante preguntarnos por qué escribimos, cuándo y
por qué lo hacemos, qué razones nos movilizan para escribir y en qué circunstancias.
El mismo Barthes, en El susurro del lenguaje (1994), se pregunta cuándo escribir se
convirtió en un verbo intransitivo, es decir, un verbo cuyo significado está completo en
sí mismo, que no demanda un complemento para lo que indica, o un para qué. Dicho
de otro modo, se escribe para… o sea que escribir es un verbo transitivo, exige que se
complete su acción. Esta subsumisión o transformación que aparece en el empleo del
verbo es un llamado de atención para diferenciar “la escritura” en tanto concepto y
nominación, de “escribir” que es una acción, un verbo que fue variando su significación
con el uso social.
Relatos de Investigación y Experiencias Docentes 4. Narrativas en la Enseñanza 1 (en prensa)
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