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Este documento presenta el relato de una persona que padece paranoia. Describe cómo los síntomas de desconfianza fueron creciendo progresivamente hasta aislarla completamente, haciéndola sentir vulnerable y creer que otros querían hacerle daño. Su condición empeoró hasta que decidió buscar ayuda médica, lo que la llevó a mejorar con medicación y tratamiento.
Este documento presenta el relato de una persona que padece paranoia. Describe cómo los síntomas de desconfianza fueron creciendo progresivamente hasta aislarla completamente, haciéndola sentir vulnerable y creer que otros querían hacerle daño. Su condición empeoró hasta que decidió buscar ayuda médica, lo que la llevó a mejorar con medicación y tratamiento.
Este documento presenta el relato de una persona que padece paranoia. Describe cómo los síntomas de desconfianza fueron creciendo progresivamente hasta aislarla completamente, haciéndola sentir vulnerable y creer que otros querían hacerle daño. Su condición empeoró hasta que decidió buscar ayuda médica, lo que la llevó a mejorar con medicación y tratamiento.
Mi enfermedad empezó con pequeños signos de desconfianza que poco a
poco con el paso del tiempo se fueron haciendo más constantes y fuertes. Los síntomas por lo tanto fueron creciendo de forma progresiva. Primero me ofendía con bastante facilidad, luego empecé a no tolerar ningún tipo de crítica, siempre estaba a la defensiva y además creía que todo lo que me decían era para hacerme daño. Luego estos sentimientos se transformaron en dificultad para confiar en las personas o la creencia de que la gente pretendía hacerme daño constantemente.
A medida que el trastorno aumentaba y se desarrollaba, mi círculo familiar y
de amigos lo pasaba cada vez peor, cada vez me mostraba más distante, evitaba tener que entablar ninguna conversación con ellos, no me fiaba de lo que me decían nunca… Ahora entiendo que lo pasaran igual de mal que yo, pues no tiene que ser nada fácil tener que convivir con una persona que duda de ti todo el tiempo, no te quiere contar nada…
Con el paso del tiempo las consecuencias de la enfermedad se hacían más
notables, estaba constantemente en tensión por lo que pudiera pasarme o pudieran hacerme, evitaba salir de casa para no rodearme de gente, no me fiaba de nadie… Por ejemplo, si iba a montar en el autobús, creía que el conductor quería hacerme daño o que la persona con la que compartía asiento me iba a seguir y secuestrar. Todo esto influía directamente en mi personalidad, el hecho de creer cada segundo que te quieren asesinar o que te va a suceder algo malo te hace percibir al resto del mundo como hostil y por lo tanto actúas de forma mucho más agresiva. Realmente me sentía muy vulnerable frente al resto de personas.
Más tarde empecé a tener pensamientos de querer huir a un sitio remoto
donde no hubiera nadie, encerrarme en la habitación y no salir… El verdadero momento decisivo que me salvó de aquella situación fue el asumir que algo me estaba pasando. Así, una vez hablé con mi familia me hospitalizaron durante un periodo de tiempo mientras me medicaba y luego volví a casa mucho mejor, pero manteniendo la medicación, que por encima de todo tengo que asegurarme que tomo. Hoy en día me alegro de que tomara ese paso decisivo y gracias a él hoy en día puedo decir que me siento como una persona normal.