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A los 20 años de edad me di cuenta que desde los 10 años de edad empecé a sentirme

diferente a todos los demás niños. Apareció en mi, primero, una conducta introvertida
que con el paso de los años llegué a considerarla como “timidez”, pero con el paso del
tiempo me di cuenta que era más grave que eso.
Me enteré que padecía en ese sentido un trastorno con la socialización al grado que el
aislamiento era para mi un refugio. No me interesaba ver absolutamente a nadie ni
convivir con nadie, incluyéndolos.
Recuerdo que para mi, desde que empecé a ir a la secundaria era una tortura hacerlo.
Esto se complicó cuando ingresé a la preparatoria, época en la que empecé a aislarme aún
más, apartarme aún más y se agregaron algunas sensaciones indeseables. Tenía la
sensación de que los demás, intentaban hacerme alguna forma de daño y yo me
imaginaba que a mis espaldas se reunían a hablar de mi, incluso llegaba a escuchar que lo
hacían, y esto no era cierto.
Indagando en libros que he encontrado en la biblioteca del lugar de mi rehabilitación, me
di cuenta que se llama ideas de referencia. Mi temor de que me fueran a hacer algo era
constante, cada que iba a la escuela llevaba a esa carga.
De hecho, mi estancia en Francia, en el fondo, aparte de mi interés, fue una fuga
geográfica, una escapatoria a un lugar donde nadie me conocía, y, por lo tanto, no iban a
estar hablando de mi. Ya en Francia, mis temores a los demás, aunque ciertamente
desaparecieron, mi miedo se desplazó a un permanente temor al fracaso.
De hecho, les comento, que la emoción de estar en Francia me duró, a lo mucho, un mes.
A veces regresaba, pero solo un poco; luego me volvía a deprimir o a portar de una
manera que no me hubiera gustado sentirme estando allá.
Después de eso, la caja de zapatos donde viví se pareció a mi casa, solo iba y venía a la
escuela; juntándome con alguien más por obligación que por gusto.
Ya cuando regresé, cuando empecé a trabajar en la preparatoria como maestro, apareció
de nuevo la sensación de sentirme criticado. Se fue incrementando de tal manera que la
situación se volvió crítica que tuve que abandonar el trabajo. Ello fue por que literalmente
me estaba volviendo LOCO. No sabía yo que, para entonces, era portador de un trastorno
de la personalidad que se relaciona con la depresión mayor, pero es más grave que esta.
Más grave que estar triste todo el tiempo, también que estar apático, aislado.
Cursé por un tiempo, con todo lo que siente un paciente esquizotípico, posteriormente,
con el tratamiento del medicamento y las terapias, mejoré con el esfuerzo hacía,
convirtiéndome en un paciente esquizoide y, actualmente, estoy a punto de salir de eso.
Todo esto lo comprobé leyendo tratados, artículos y páginas sobre ese problema por que
el Doctor me decía “tu no creas nada de lo que estoy diciendo sino compruébalo tu mismo
ya que te gusta investigar en la computadora”. Algo que se darán cuenta por que siempre
me la pasaba en la computadora.

Entonces me enteré, cuando decidí salir adelante, que no tenía VALOR para hablarle a
nadie, mucho menos hablarle a una mujer. Me desinteresaba profundamente el sexo
opuesto y el mismo, como si no tuviera sexo. Para mí, el sexo era algo insípido, mecánico,
automático que no tenía razón de vivirlo. Ya me di cuenta, tiempo después, aquí, que me
interesan las chavas, y lucho para hablar con ellas; para tener amigas.
Yo me masturbaba más que tener novia para tener sexo porque, como dije antes, no me
interesaban esas cosas.
La posibilidad de tener amigos me quedó descartada, incluso la de hablarle a una mujer.
Ahora busco amigos y mujeres; platico alegremente a los vecinos de la casa del doctor en
las mañanas, en la tarde, salgo a dar la vuelta con algunos. Ahora busco excusas para salir
a ver a algún amigo nuevo que he hecho.

Se me dificultaba aflojar un tronillo, por no decir que no sabía aflojar un tornillo. Cuando
tuve que aflojar uno, lo estaba apretando; no sabía que las cosas tienen medidas al grado
que un tornillo de 1 milímetro o 2 lo intentaba quitar con el desarmador más grande que
pudiera existir o al revés.
Me di cuenta que mis conductas, actitudes, posturas físicas eran abiertamente femeninas,
no homosexuales. Gesticulaba como si fuera una mujer. Me arreglaba el cabello como una
dama y utilizaba palabras raras.
Mi pereza era tal que en ocasiones me daba flojera levantarme a orinar, a comer, a
bañarme. No tenía voluntad para hacer nada más que estar encerrado en el cuarto sin
hablar con nadie, única y exclusivamente con la computadora, comer a solas y regresar a
la cueva. Era muy descuidado con mi persona.
Escuchar timbrar el teléfono era, para mí, sinónimo de pánico, me aterrorizaba, no sé por
qué. Me daba terror el simple hecho que iba a socializar por teléfono, yo prefería un
mensaje. Las actividades en solitario eran lo mío, así me sentía a gusto.
Me sentía, y, además, era un ignorante más allá de aparentar saber algo. Quedé atónito
cuando me preguntaron qué significaba la palabra ciencia, mente, pensamiento, cultura,
análisis y otras palabras más. No tenía la más mínima idea, pero yo creía que sí lo sabía.
A este punto, yo no sé cómo me atrevía a manejar. Hoy, recuerdo cómo me atravesaba en
medio de la Guerrero. Un día iba por una calle y había un bache muy hondo y yo lo pasé
derecho, como si hubiera mucho tráfico, pero no había nada. Me preguntaron por qué no
me cambiaba de calle. Respondí: “no sé por qué lo hago, solo pienso que, si ya voy por
aquí, no importa que haya mil baches”, y continuó el cuestionamiento: “¿Y si hubiera una
cerca?, ¿Un elefante?, ¿un árbol tirado?”, yo respondí que lo hacía a un lado para pasar
por esa calle, haciendo caso a las reglas viales.
Si íbamos a algún lugar, sin ningún motivo, me iba de largo hasta esperar indicaciones. Era
recurrente cuando iba a lugares nuevos o que no sabía que existían.

Las mañanas eran la parte más angustiosa del día, por dos cosas: me daba terror la
socialización en la escuela y no quería dejar la escuela. Así estuve viviendo por años hasta
que caí en un cuadro depresivo grave. Vivía en una contradicción: querer y aborrecer la
misma cosa.
Me sentía más que triste, miserable. INÚTIL. Sentía que no merecía ni estar vivo ni existir,
que robaba oxígeno y que solo estorbaba. Quería llorar, pero no quería y no podía.
Sensación que deseo que jamás la sienta ninguno de ustedes. Era como estar encerrado
en un closet que a su vez estaba encerrado en mi cabeza. Quería buscar una manera de
salirme de mi cuerpo, abrirme la cabeza para acariciar mi cerebro y decirle que todo iba
estar bien.
Saben que siempre estuve callado porque no me interesaba que alguien supiera
realmente cómo me sentía. Era hacer perder el tiempo de las otras personas y mejor
guardaba mi opinión para no molestar a nadie con ella; para evitarme problemas y llevar
la fiesta en paz.
Por eso me daba miedo hablar con alguien más, con mujeres, con otras personas, con
USTEDES.

Sin embargo, aún me asaltan temores igual de horribles. Apenas comienzo a ver la luz al
final del camino, por que he avanzado mucho y veo que la única oposición, dificultad, a mi
salud, con todo el cariño, con todo el respeto que se merecen y que siempre merecerán,
y, de corazón, perdónenme por lo que voy a decirles, aún los seguiré queriendo, amando,
a pesar de esta dificultad, sigue siendo mi familia.
Espero que, con esta breve carta, por fin llegue a sentir su comprensión, su apoyo para
salir de mi problema.
Es más, tenía miedo a decirles lo que hacía porque no lo entenderían, pensarían que solo
iban a obligarme a desistir de esto.
Nadie me obliga a esto y nadie me obligará a hacer algo para mejorar, por mi bien. Ya no
estoy loco por que jamás lo estuve, y estoy mejorando con la gente que, quizás,
desconfían. Al tratar con ellos, sé que no son como lo aparentan: son amigos que llegaron
tarde.

Espero me comprendan. Realmente los espero con mucho entusiasmo; sentir su


comprensión, su apoyo y su amor. Será un año largo y duro para los CUATRO.

Si después de todo esto que leyeron, resumiré todo en estas pequeñas lineas: busco no
solamente que acepten que estoy enfermo, sino que me respalden para seguir adelante y
salir de mi problema para poder llegar a ser alguien importante más allá de lo que jamás
pensamos que podría llegar a ser. Incluso hasta ustedes.

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