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LA VIDA Y EL REINO DE JESÚS.

Higinio A. Lopera E. cjm.

Observación importante:
Toda lectura, traducción e interpretación de un determinado texto, es siempre una
propuesta, con todos los parámetros y relativismo que implica. Verbigracia: todas las
presentaciones que hacemos sobre nuestra espiritualidad eudista. Son propuestas que nos
ayudan a entender desde varios puntos de vista y de experiencia y siempre serán eso:
propuestas.

1—INTRODUCCION
La Vida y el Reino de Jesús es la obra más publicada y estudiada de san Juan Eudes. Nos
sumergimos en este espléndido mundo eudista con algunos estudios.
Son muchas y valiosas las introducciones que tenemos sobre La Vida y el Reino de Jesús en
las ediciones que se han hecho en varias lenguas y remito a ellas para no ser repetitivo.

1.1. Breve Bibliografía sobre La Vida y el Reino de Jesús.

En primer lugar se pueden consultar todas las Biografías que se detienen en los años de
1636 y 1637 para fijar las circunstancias y el contenido de Vida y Reino.
En segundo lugar entre los muchos comentarios, hay algunos que se han elaborado con
ocasión de los procesos de beatificación y canonización y de fechas especiales.
Igualmente, en todas las ediciones y traducciones que se han hecho, aparecen buenas
introducciones, que recomiendo ver.

La más antigua introducción a Vida y Reino es del P. Charles Lebrun: Royaume de Jésus.
Edit. Haton. Paris. 1884. p. 55. Parte de esta introducción aparece en: P. D. Boulay, Vie du
Vénérable Jean Eudes. T. 1. Edit. Haton. Paris. 1905. Apéndice de notas (IX pp. 42-76).
En la edición francesa de las Obras Completas (1905ss) hay una excelente síntesis (La idea
fundamental: la vida cristiana como continuación y cumplimiento de la vida de Jesús en
nosotros; la conformidad con Jesús, la oblación de sí mismo a Jesús, la unión a Jesús, el
amor a Jesús, Jesús en todas las cosas).

La semiótica puede ayudarnos a comprender mejor la estructura unitiva del pensamiento


eudista desde Vida y Reino (1637) hasta El Corazón admirable (1680).
P. Clément Legaré. La mission continue de Jésus et le bérullien Jean Eudes. Sémiotique du
discours religieux. Presses universitaires de Québec, Québec, 2006. 320 p.
P. Clément Legaré, La structure sémantique. Le lexème cœur. Québec, 1976, 370 p.

En 1987 con ocasión de los 350 años de la primera edición se ha realizado uno de los
mejores estudios: Gilles Ouellet, Origène Voisine, Édouard Boudreault, Clément Legaré,

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Virgile Blanchard y Raymond Vaillancourt. Le Royaume de Jésus. Saint Jean Eudes.
Etudes. Paris-Montréal, Editions Paulines et Médias-Paul, 1988. 259 p.
--Gilles Ouellet. Le contexte de la France religieuse à la fin du XVIe siècle et la naissance
de l´école bérullienne. El gran movimiento místico y ascético con personalidades como
Bérulle, san Francisco de Sales, Ricardo Beaucousin. El ambiente cristocentrista del
oratorio donde se forma san Juan Eudes y se dedica a las misiones populares y publica para
la gente El ejercicio de piedad (1636) y luego Vida y Reino de Jesús (1637) que recogen
toda su pedagogía y temática de la vida cristiana.
--Origène Voisine. Le Royaume de Dieu dans l´enseignement de Jésus. Se enfoca la
temática de la crítica bíblica y los estudios de los exégetas sobre la escatología
neotestamentaria, para pasar luego a los textos del Nuevo Testamento sobre el Reino de
Dios.
--Edouard Boudreault. Du Royaume de Dieu au Royaume de Jésus. Presenta el tema del
Reino tomado a su manera por Juan Eudes, buscando sobre todo la presencia y la acción del
Reino en las personas, como una realidad interior y universal.
--Clément Legaré. Les structures profondes et de surface du Royaume de Jésus. Busca
identificar las estructuras discursivas y semio-narrativas. Ayuda a encontrar en la obra
eudesiana la identificación mística y las diferentes relaciones de posesión, de contigüidad,
de inclusión y de reciprocidad.
--Virgile Blanchard. Vie et Royaume de Jésus: éléments pédagogiques d´un traité. Se parte
de lo dinámico de la vida cristiana como continuación de la vida de Jesús, para presentar en
cada una de las partes del libro, la pedagogía o ayuda pastoral que nos lleve a la unión con
Jesús.
--Raymond Vaillancourt. La réceptivité de Vie et Royaume pour l´homme contemporain. La
gran pregunta: ¿es compatible la antropología eudista con nuestro actual humanismo?
La respuesta será más positiva que negativa desde el lenguaje y su contenido.

1.2. Características de Vida y Reino.

Estamos ante una obra para ser meditada, gustada y practicada toda una vida las 24 horas
de cada día y es esta la primera y más importante aproximación al libro que, en su tiempo,
fue el equivalente de lo que hoy llamamos un cambio de paradigma. Es un libro que
plantea actitudes radicales, no simples ejercicios o prácticas y es un desafío para todo
eudista que quiere ser coherente con su identidad.
Hay una tríada interesante en torno al año 1637 en Francia, tres hombres que quieren dar un
nuevo giro cada uno en su mundo literario, filosófico y espiritual. Corneille publica en
1636 su tragicomedia El Cid; Descartes en 1637 publica El discurso del método y Juan
Eudes, en el mismo año, La Vida y el Reino de Jesús en las almas cristianas.
El objetivo, entonces, es entrar en contacto con la gran obra programática de la vida
cristiana de Juan Eudes e identificar su originalidad y dinamismo.

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Esa originalidad y dinamismo tiene su inspiración en toda la Biblia, pero particularmente en
Lucas 17, 21 y 19, 14: El Reino de Dios está dentro de ustedes (O.C. 1, 92, 559); Queremos
que reines sobre nosotros (1, 92, 566).
El concepto de Reino lo lleva a las realidades concretas de la vida y santidad cristianas,
para que el Reino de Jesús se manifieste y establezca en nosotros.
No vamos a pedirle a Juan Eudes toda una hermenéutica y exégesis bíblicas en Vida y
Reino como las elaboraríamos hoy en día.
En las publicaciones eudistas se han dado varios buenos artículos sobre el manejo de los
textos bíblicos que aparecen en La Vida y el Reino.

Su visión del Reino de Dios quiere hacerla asequible a todo el mundo marcando el acento
en la divina Majestad del Padre que tiene un poderoso designo de salvación universal al
que nos sometemos para cumplir su santa Voluntad y en la Soberanía de Jesucristo al que
aceptamos como nuestro Salvador y Rey y queremos que viva y reine dentro de nosotros.

El propósito de Juan Eudes en este y en los escritos siguientes es semejante al de la lectio


divina: desde la realidad que vivo, desde mi misma fenomenología humana, social, política
(-pensemos en la realidad del reino de Francia-) me acerco a la Palabra de Dios y respondo
a tres preguntas: Qué me dice Dios, Qué le digo y Qué hago. Así de simple será el método
eudista.

Vida y Reino son distintos pero se implican profundamente. Jesús tiene una vida con sus
estados y misterios e igualmente es Rey y tiene un Reino. El objetivo es que esa Vida y ese
Reino se den en nosotros: es como una nueva Encarnación, una Cristología, que se va
formando, santificando, viviendo y reinando en nosotros, sin excluir nada de la Persona de
Jesús. (1, 316-322).

Más allá del lenguaje, buscamos ir a la intencionalidad y al contenido del escrito eudista
haciendo una relectura para nuestro tiempo. La semiótica nos ha enseñado a acercarnos a
los textos tal como están y ya nos toca desentrañar su intencionalidad y contenido
aplicables a nuestro tiempo y teniendo en cuenta los diferentes parámetros antropológicos,
culturales, religiosos, etc.

El método es el mismo que empleamos con los Padres de la Iglesia y Escritores que
ubicamos dentro de la gran Tradición de la Iglesia: no se trata de cambiar textos y
expresiones, los dejamos intocables y tratamos de identificar el contenido y lo que nos
quieren decir, desde la fenomenología de su tiempo; dejamos, sin salir de nuestra
fenomenología, que el texto nos hable, nos interrogue y nos lleve a comprometernos con
nuestro tiempo, con nuestra realidad.

Tanto la intencionalidad como el contenido nos han de cuestionar desde la persona misma
del autor. Juan Eudes es un evangelizador y formador, misionero de la divina Misericordia
y formador de Jesús en el corazón de todo cristiano.

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Juan Eudes escribe desde la experiencia vivida de su contemplación de la vida cristiana,
particularmente, de la vida de Jesús en María, en nosotros y de la vida de María, de
nosotros en Jesús.
Y su propuesta práctica no son simples ejercicios piadosos, sino un verdadero acto de
adoración, entrega, consagración, inmolación, imitación y compromiso con Dios, con las
personas y con el mundo, consciente de que todo tiene que nacer del puro amor.

1.3. Perspectivas de acercamiento a Vida y Reino.

Podríamos acercarnos al texto teniendo en cuenta seis perspectivas o puntos de vista de


nuestra realidad, desde la misma Palabra de Dios que no es para Juan Eudes una categoría
más del pensamiento, sino la categoría por excelencia hecha Presencia viva de Dios; por
eso acude a ella, no para probar filosofías o teologías humanas, sino para dejar que Dios
nos hable, nos proponga el misterio de su amor y nos dé su gracia para cumplir su
Voluntad. Es decir, es la Palabra de Dios, la que estará siempre presente en esas
perspectivas que constituyen al mismo tiempo el pensar y el actuar de Juan Eudes.
Esas perspectivas pueden ser: la antropológica, la teológica, la mística, la espiritual, la
litúrgica y la pastoral. Las tendremos en cuenta en cada parte de Vida y Reino.
La Antropología es la visión integral que el hombre tiene desde sí mismo y desde Dios, su
Creador y Padre.
La Teología es la reflexión desde la fe entendida como aceptación de la Palabra de Dios y
adhesión total a Él.
La Mística es la experiencia y vivencia de los misterios desde la contemplación y la
acción.
La Espiritualidad es una manera de ser, de pensar y de actuar poseídos por el Espíritu
Santo.
La Liturgia es la celebración de los estados y misterios del Amor divino en la comunidad
eclesial y en la vida cotidiana en la que se proyecta en una tríada inseparable: comunidad,
culto y misión.
La Pastoral es el servicio amoroso a las personas y a la comunidad con el ministerio de la
Palabra, de los sacramentos y de la conducción del pueblo de Dios.

En toda perspectiva y asimilación de intencionalidades y contenidos de los textos hay que


estar atento a la voz del Espíritu, el mismo del Evangelio y de la tradición viva de la Iglesia
para ir identificando, no lo que se ha dicho simplemente, sino lo que el mismo Espíritu
puede decirnos hoy, con un lenguaje actual, en el marco de nuestra espiritualidad y su gran
patrimonio.
Este marco de perspectivas se puede aplicar a todos los escritos de Juan Eudes, teniendo en
cuenta que Vida y Reino se dirige a personas de toda clase. Su contenido esencial
comprende siete partes que veremos en detalle, en la edición de Pierre Poisson de 1637 en
Caen.
Si Juan Eudes le hizo posteriormente anexos fue por la posibilidad que le ofrecía la
imprenta de poder publicar con el mismo texto original artículos breves que al mismo
tiempo podían desarrollar temas de la obra original, p. e., las Meditaciones sobre la
Humildad.

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Propuesta de lectura.
Tomar cualquier edición completa de La Vida y el Reino de Jesús e ir identificando en cada
una de las siete partes los enfoques o perspectivas que pueden ser: la antropológica, la
teológica, la mística, la espiritual, la litúrgica y la pastoral.
Pero al mismo tiempo estar muy atento a la inspiración y guía fundamental de toda la obra
que es la Palabra de Dios.
La identificación que ofrezco es limitada y es simplemente una propuesta.

2. INTENCIONALIDAD Y CONTENIDO DE VIDA Y REINO DE JESÚS.

Desde el título y la dedicatoria a Jesús y a María es una obra totalmente programática


convertida en proyecto de vida para todo cristiano.

La Vida y el Reino de Jesús en las almas cristianas. Contiene varios ejercicios de piedad
para vivir y morir cristiana y santamente y para formar, santificar, hacer vivir y reinar a
Jesús en nuestras almas.
“Queremos, Señor Jesús, que reines sobre nosotros”.

Elevación. Dedicatoria a Jesús y a María su santísima Madre.


La dedicatoria a Jesús y a María es una joya de cristología que desemboca en una
mariología centrada en Cristo. En Juan Eudes la oración nace de lo que cree y vive en la
práctica; nace de las actitudes fundamentales de la vida y es al mismo tiempo una actitud
fundamental.
Desde este momento es importante tener en cuenta que el término eudista de “Ejercicios”.
Antes de proponerlos Juan Eudes hace toda una motivación bíblica, teológica y mística,
para daros a entender que se trata primero de ser, de identidad y de actitudes y
pedagógicamente los ejercicios brotan de ese hontanar del ser que ha sido identificado.
Este formato de elevación y semejantes en sus escritos nace de la hondura del ser cristiano.
En esta Elevación está ya el contenido del libro y sobre todo el perfil de Juan Eudes, perfil
para nosotros paradigmático:
“Oh gran Jesús, solemnemente proclamo ante el cielo y la tierra que sólo quiero vivir para
trabajar continuamente en formarte, santificarte, hacerte vivir y reinar en mi alma y en
todas las almas que me enviarás para esto; te suplico con todo mi corazón, actuar de tal
manera, que todos mis cuidados, pensamientos, palabras, trabajos y obras sean empleadas y
consagradas a este fin” (1, 82).
Dedicatoria a Mme. Laurence de Budos (Abadesa del Real Monasterio de la Santa
Trinidad de Caen).
La dedicatoria a la Abadesa no es un formulismo y manifiesta desde ya el celo apostólico
de Juan Eudes, la dimensión pastoral de todo lo que hace: “Vivamente deseo ver que el

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Espíritu Santo y el divino Amor de Jesús vivan y reinen, siempre más y más, en su espíritu
y corazón y el de sus hijas”. (1, 88).

Prefacio necesario para comprender el título y objetivo de este libro y hacer un buen
uso de él.
Este prefacio nos ofrece una preciosa síntesis de la cristología eudista que brota de la
misma Palabra de Dios y le da un dinamismo kerigmático muy poderoso: “Cristo, Todo en
nosotros” “Que Cristo se forme en nosotros” “Santificar a Jesús en nosotros” (Cfr. Col 3,
11; Ga 4, 19; 1 Pe 3, 15).
El ser y la acción salvífica del Verbo Encarnado se va a expresar en dos palabras: Vida y
Reino y al mismo tiempo incluyen nuestro ser y actuar como cristianos, llamados a formar
y establecer en nosotros esa Vida y ese Reino.
Es la propuesta eudista de una cristificación: “Cristo es nuestra vida, santificación, poder,
tesoro, gloria; es nuestro Todo; o mejor, vive, se santifica y se glorifica, estableciendo en
nosotros su vida y su reino, su Espíritu, su amor y demás actitudes” (1, 89).

Veamos ahora en detalle cada una de las partes con las seis perspectivas indicadas: La
antropológica, la teológica, la mística, la espiritual, la litúrgica y la pastoral.
Y no olvidemos lo más importante, todo en Juan Eudes brota espontáneamente de la
Palabra de Dios, gustada, orada, contemplada y hecha vida en todo tiempo, lugar y
circunstancia de la vida.

PRIMERA PARTE. Contiene algunos ejercicios principales y muy necesarios para vivir
cristiana y santamente, y para formar, santificar, hacer vivir y reinar a Jesús en nosotros. (1,
97-160). El día a día con Jesús.

Ejercicio para la mañana.


1) Jesús debe ser nuestro principio y fin en todas las cosas. Qué hacer por la mañana al
despertarnos.
2) Lo que hay que hacer al vestirse.
3) Toda nuestra vida pertenece y debe ser consagrada y empleada para gloria de Jesús.
4) Tres medios para hacer que toda nuestra vida sea un continuo ejercicio de alabanza y de
amor a Jesús. (Adorar y dar gracias a Jesús; ofrecerse a Jesús; unirse al Padre, al Espíritu
Santo, a María y a los Santos para glorificar a Jesús).
5) Elevación matutina a Jesús.
6) Otra elevación a Dios para santificar todas nuestras acciones y hacerlas muy agradables a
su divina Majestad. (A la santísima Virgen, a san José, al Ángel custodio, a los Ángeles y
Santos, y para pedir la bendición a Nuestro Señor y a su santa Madre).
Ejercicio durante el día.
7) Jesús es nuestro centro y nuestro paraíso y debe ser el único objeto de nuestro amor.
8) Breves elevaciones a Jesús durante el día.
Ejercicio para la noche.
9) Ejercicio de acción de gracias.

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10) Ejercicio para el examen de conciencia.
11) Actos de contrición para la noche.
12) Ofrecimiento de nuestro descanso a Jesús.
Para la confesión.
13) Qué hacer antes de la confesión.
14) Qué hacer después de la confesión.
15) Qué es la contrición.
16) Para pedir a Dios la contrición.
17) Actos breves de contrición.
Para la santa comunión.
18) Elevación a Dios para disponerse a la Santa Comunión.
19) Qué hacer después de la Santa Comunión.
20) Elevación a Jesús después de la Santa Comunión.
21) Tres actos de adoración, de oblación y de amor a Jesús.
22) Oración a la Santísima Virgen María, Madre de Dios.
Profesiones cristianas que es conveniente renovar todos los días.
23) Profesión de fe cristiana.
24) Profesión de odio y detestación cristiana contra el pecado.
25) Profesión de humildad cristiana.
26) Profesión de abnegación cristiana.
27) Profesión de sumisión y abandono de sí mismo a la divina Voluntad.
28) Profesión de amor a Jesús y María.
29) Profesión de amor a la Cruz.
30) Profesión de caridad cristiana hacia el prójimo.

1—La antropología de la primera parte.


En esta primera parte aparece el hombre en su creaturidad y temporalidad, que puede
iniciar cada día su existir en el mundo como si fuera una nueva creación.
Es oportuno identificar desde un principio la antropología eudista. No se trata ni de un
pesimismo ni de un optimismo filosóficos, sino más bien de la realidad oscura como la
noche que nos trae el pecado y la realidad luminosa como el día que nos trae la
Encarnación. Es más bien una antropología teológica.
Nuestra condición de creatura está bajo la acción amorosa de la santísima Trinidad que se
manifiesta en el Verbo Encarnado en un proceso que se inicia con la creación y continúa
con la conservación, redención y santificación o cristificación.
La antropología eudista se polariza en las antinomias y se resuelve desde los polos que se
atraen y terminan en comunión: Dios y el hombre en oposición como dos abismos extremos
separados infinitamente, el Todo y la Nada. El Todo por la Encarnación se anonada y la
Nada se transforma en Jesús glorificado que es Todo. Así entraron en comunión los dos
abismos y fuera del Todo ya no hay Nada.
Por esta realidad la antropología es inseparable de la teología, es decir, la antropología ha
dado el giro teológico, que tres siglos más tarde encontraremos en M. Blondel.
El hombre centrado en sí mismo termina alejándose de Dios y por lo tanto “nada soy, nada

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puedo, nada valgo, nada tengo fuera del pecado”. Por la Encarnación el Verbo asume esa
nada (se anonada) para darle un giro radical de altura y de grandeza: Jesús se quiere formar
en el hombre para vivir y reinar en él.
Desde su despertar de cada día, el cristiano se reconoce como una persona amada que
acepta a Jesús como el principio y el fin de todo y de sí mismo y puede pasar el día a día
con Jesús.
Nuestra realidad, nuestra vida pertenece a Jesús y ha de ser consagrada y empleada por su
pura gloria y amor. (1, 101ss).
La condición del cristiano es verdadera condición humana, pero de bautizado, o mejor, de
profesión de bautizado. El cristiano, al que se dirige Juan Eudes, oye hablar de teologías, de
filosofías y de ciencias y él le propone “los principios de la teología del cielo, de la filosofía
cristiana y de la ciencia de los Santos que el mismo Jesús nos ha traído del seno del Padre”
(1, 150ss).
Esos principios son las profesiones cristianas verdaderas maneras de existir, de pensar y
de actuar en cristiano

2. La teología de la primera parte.


La teología eudista, hemos visto, es inseparable de la antropología.
Estas son algunas de las realidades cristológicas originantes y fundantes de la misma
antropología:
--“Jesús debe ser nuestro comienzo y nuestro fin en todas las cosas” (1, 97ss).
--“Toda nuestra vida pertenece a Jesús y debe ser consagrada y empleada a su gloria”
(101ss).
--“Jesús debe ser nuestro centro y nuestro paraíso” (1, 114ss).
--Cristo Jesús y sus títulos portadores de salvación: Hijo único de Dios, Hijo único de
María, Autor y Consumador de la fe, Alfa y Omega, el Primero y el Último, el Comienzo y
el Fin de Todo. (1, 97ss).
--Desde Jesucristo, con nuestra vida consagrada a Él, la santísima Trinidad sigue creando,
conservando, redimiendo, santificando. (1, 101ss).
Y a partir de estas realidades Juan Eudes convierte la oración en teología y la teología en
oración y nos da a entender que las prácticas y ejercicios de piedad nacen de un contenido y
de una actitud teológica.

3. La mística de la primera parte.


Desde el inicio del día el cristiano se sumerge en el misterio amoroso de Jesús y emprende
un camino místico: “Me levantaré y buscaré al Amado de mi alma” (1, 99; Ct 3, 2).
Las elevaciones breves a Jesús durante todo el día (1, 117ss), son fuego, llamas celestes de
amor que buscan la intimidad más profunda.
Las elevaciones son “ex - tasis”, salidas de sí mismo para unirse al Señor, así como la
Encarnación es el “ex – tasis”, la salida del Verbo para unirse a nuestra humanidad.
Estamos ante la mística cristiana más pura, asequible a toda persona que abandonada al
Espíritu Santo quiere vivir los misterios que se hacen realidad salvadora en la Vida y el
Reino de Jesús.

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Iniciamos un camino que más adelante nos abrirá los abismos del Amor divino.
Pero desde ya el objetivo místico del libro se desarrolla de manera estructurada y
progresiva como una auténtica mistagogía: formar, santificar, hacer vivir y reinar a Jesús.
La primera parte va a insistir en el cristocentrismo que, aplicado a la vida cristiana, en cada
ejercicio de cada día, lleva a centrar la vida en amar, servir, glorificar a Jesús que vive en la
unidad del Padre y del Espíritu Santo. En el día a día, actuando en consecuencia con el ser
mismo cristiano, se va cumpliendo, el objetivo, va fluyendo.

4. La espiritualidad de la primera parte.


La espiritualidad como manera de ser, de pensar y de actuar del cristiano, aparece desde la
primera página como fruto de la acción del Espíritu Santo que inicia con el proceso de
formar a Jesús en sí mismo, de identificarse con Jesús y de manifestar en todo a Jesús.
Esta espiritualidad tiene su más profundo hontanar en la Vida y el Reino de Jesús que es
Todo para nosotros.
Al someternos a su Señorío en el amor vamos a tener una manera nueva de ser, de pensar
y de actuar.
Desde el amanecer de cada día el amor es la dominante del existir cristiano: “Te adoramos,
Señor Jesús, te bendecimos, te amamos con todo el corazón, con toda nuestra alma, con
todas nuestras fuerzas” (1, 99).

5. La liturgia de la primera parte.


Sí, así como suena y lo seguirá siendo en todo el libro, todo desde la perspectiva del Cuerpo
místico que aparece desde el inicio (1, 89).
La liturgia en Juan Eudes está siempre conectada con la vida, con el día a día.
Se inicia el día con lo central de una vida litúrgica que es la ofrenda y la consagración de
todo el ser para gloria de la santísima Trinidad y cumplimiento de nuestra vocación y tarea
en el mundo.
Se entra desde el amanecer en el gran misterio de la Comunión de los Santos. No se inicia
el día en solitario, sino en comunión. (1, 110ss).
Cada día el cristiano enmarca su vida litúrgicamente, con miras a una vida sacramental que
marca el acento en la Penitencia y la Eucaristía. Por eso dedica dos ricos capítulos a estos
dos sacramentos.

6. La pastoral de la primera parte.


En realidad, la acción pastoral en las siete partes, puede sintetizarse en pocas palabras:
acompañar al cristiano en el proceso que implica cada parte.
Juan Eudes es un acompañante con toda la solicitud de buen pastor. Desde hace más de
diez años está dedicado al ministerio y todo lo que ha aprendido en las misiones oratorianas
ahora lo verbaliza en esta primera parte y en el resto del libro con una exquisita pedagogía
que propone con respeto de la persona misma y de la acción del Espíritu Santo.
Desde el Prefacio se percibe la intención pedagógica y pastoral y desde el despertar quiere
dar con el cristiano cuatro pasos: formar, santificar, hacer vivir y reinar a Jesús.
Se manifiesta como pastor del cristiano que inicia su día proponiéndole como camino y

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proyecto, la Vida y el Reino de Jesús, la oración de alabanza y de oblación en el amor, la
santificación de todas las acciones y una orientación a la vida sacramental que conlleva la
Penitencia y la Eucaristía.
Quiere que el cristiano, como bautizado, inicie su día como “un profesional” con las
actitudes propias que implican las “profesiones cristianas” (1, 151-160) y va guiando en
cada una de ellas como encuentro en oración y amor con el Señor y como compromiso con
el prójimo, con el mundo. Su objetivo pastoral es que el cristiano viva como un profesional
de la fe, el odio y detestación del pecado, la humildad, la abnegación, la sumisión y
abandono de sí mismo a la divina Voluntad, el amor a Jesús y a María, el amor a la Cruz y
la caridad para con el prójimo.

SEGUNDA PARTE. Contiene lo que hay que hacer durante nuestra vida, para vivir
cristiana y santamente, y para formar, santificar, hacer vivir y reinar a Jesús en nosotros. (1,
161-304). Toda una vida con Jesús.

La vida cristiana y sus fundamentos.


1) La vida cristiana debe ser una continuación de la vida santísima que Jesús llevó en la
tierra.
2) La confirmación de esta gran verdad: sobre los dos cuerpos y dos vidas de nuestro Señor.
3) Los fundamentos de la vida y santidad cristiana.
4) El primer fundamento de la vida y santidad cristiana es la fe
5) La fe debe ser nuestra regla de conducta en todas nuestras acciones.
6) El segundo fundamento de la vida y santidad cristiana es el odio y alejamiento del
pecado.
7) El tercer fundamento de la vida y santidad cristiana es el desapego del mundo y de sus
cosas.
8) Continuación del mismo tema. (El desapego del mundo como lo hizo y dijo Jesús).
9) El desapego de sí mismo.
10) La perfección del desapego cristiano.
11) El cuarto fundamento de la vida y santidad cristiana es la oración.
12) Diversos modos de orar. El primero, la oración mental.
13) El segundo: la oración vocal.
14) El tercero: realizar todas nuestras acciones con espíritu de oración.
15) El cuarto: la lectura de buenos libros.
16) El quinto: hablar de Dios. Cómo hablar y cómo escuchar.
17) Disposiciones y cualidades para orar.
18) Primera disposición: la profunda humildad.
19) Segunda disposición: la reverente y amorosa confianza.
20) Tercera disposición: la pureza de intención.
21) Cuarta disposición: la perseverancia.
Las virtudes cristianas
22) La excelencia de las virtudes cristianas.

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23) Cómo practicar las virtudes cristianas y reparar las faltas cometidas.
24) Un ejemplo de práctica con la dulzura y la humildad de corazón.
25) La dignidad, necesidad e importancia de la humildad cristiana.
26) La humildad de espíritu.
27) La humildad de corazón.
28) La práctica de la humildad cristiana.
29) La confianza y abandono de sí mismo en las manos de Dios.
30) Continuación. (Motivos para confiar en nuestro amabilísimo Salvador).
31) La sumisión y obediencia cristiana.
32) La práctica de la sumisión y de la obediencia cristiana.
33) La perfección de la sumisión y obediencia cristiana.
34) La práctica de la perfecta sumisión cristiana.
35) La caridad cristiana.
36) La práctica de la caridad cristiana.
37) La caridad y el celo por la salvación de las almas.
38) La devoción cristiana (que es la santa y divina devoción del mismo Jesús).
39) La práctica de la devoción cristiana.
40) La formación de Jesús en nosotros.
41) Qué hacer para formar a Jesús en nosotros.
42) El buen uso de las consolaciones espirituales.
43) El santo uso de las arideces y aflicciones espirituales.
44) La perfección y la plenitud de la vida y santidad cristiana es el martirio y en qué
consiste el verdadero martirio.
45) Todos los cristianos deben ser mártires y vivir en el espíritu del martirio y en qué
consiste.
46) Elevación a Jesús sobre el martirio.
47) Oración en honor de todos los santos Mártires.

1. La antropología de la segunda parte.


Estamos ante una antropología totalmente cristiana, o si se quiere, una antropología de
ascensión, asumida por el Verbo Encarnado: Jesús Salvador, Soberano y Cabeza, que nos
hace por el Bautismo sus miembros y su Cuerpo, hasta ser “hueso de sus huesos, y carne de
su carne” (Ef 5, 30). (1, 161ss).
Una realidad es el hombre esclavizado por el pecado y otra realidad es el hombre que vive
la Vida y el Reino de Jesús, con las actitudes cristianas que son las virtudes.
Notable el análisis de los antivalores de quien vive sometido al pecado y los valores de
quien vive en las actitudes cristianas, la renuncia a todo lo malo y la adhesión a Jesús.
En toda actitud cristiana hay un NO a una antropología negativa y un SI a una antropología
de ascensión, gracias a la asunción que realiza el misterio de la Encarnación.

Quisiera insistir, por el camino recorrido y a seguir, en el lenguaje de Juan Eudes,


condicionado por la Palabra de Dios, pero también a la base, por la antropología que
maneja para llegar al hombre, al lector de su tiempo.

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Es acertado el P. Clément Legaré cuando anota: “Eudes, es necesario repetirlo, explota
hábilmente los procedimientos corrientes de la manipulación discursiva: la persuasión por
seducción, por tentación, por intimidación, por provocación” (La Mission, p. 304).
Es muy importante tratar de identificar el lenguaje, el sentido de los textos con la misma
mentalidad de Juan Eudes. A propósito de esto, dice refiriéndose a Bérulle, el P. Legaré:
“La fidelidad de la lectura de obras antiguas supone que los lectores modernos captan los
vocablos con las significaciones que les dieron los mismos autores. Por la relatividad
cultural de los efectos de sentido, los actuales usuarios de textos berulianos, corren el riesgo
de disminuir los muchos significados de su carga semántica y de sustituirlos por falsos
sentidos o significados empobrecidos. ¡Pérdida de sentido por anacronismo!” (La Mission,
p. 306s.
Podemos pensar en muchos términos que emplea Juan Eudes con su carga beruliana:
adhesión, afecto, corazón, devoción, disposición, espíritu, estado, honrar, misericordia,
misterio, mirada, celo, etc.
Por otra parte, Juan Eudes maneja las categorías e imaginarios del mundo monárquico de
Luis XIII y Luis XIV para que la gente entienda el Reino de Jesús: rey, majestad,
monarca, señor, soberano, corte, corona, cetro, trono, palacio real, reino, reinado,
nobleza, homenaje, etc.
Hoy tendríamos que, conservando el sentido profundo de los textos, valernos de
comparaciones, símbolos, metáforas, imaginarios populares y culturales de hoy, para
presentar los textos eudistas con su poderosa carga semántica; ésta puede perderse con una
palabra o un giro lingüístico de nuestra lengua.

2. La teología de la segunda parte.


Esta parte nos abre a una cristología centrada en los atributos de Cristo Hijo de Dios e Hijo
del Hombre, no solo nuestro Dios, Salvador y Soberano, sino también nuestra Cabeza que
por el Bautismo, como hemos dicho, nos hace “hombres nuevos”, miembros de su Cuerpo.
A partir de la Palabra de Dios hace el perfil existencial del cristiano: es hueso de sus huesos
y carne de su carne; forma parte de su Cuerpo; está animado del Espíritu de su Cabeza; vive
de su vida; sigue sus huellas; está revestido de sus sentimientos e inclinaciones; hace todas
las actividades con las disposiciones e intenciones con las que Jesús las hizo; en pocas
palabras: continúa y cumple la vida, la religión y la devoción de Jesús cuando vivió en la
tierra.
Desde la vivencia de los estados y misterios de Cristo esta teología se hace vida, auténtica
mística.

3. La mística de la segunda parte.


Esta segunda parte nos hace sumergir en el Cuerpo místico para llevar la misma vida de
Jesús con su mismo Espíritu. Juan Eudes da con el cristiano el paso sencillo y tradicional
(pero igualmente místico) de la imitación de Jesucristo en todo lo que hacemos, para luego
centrarse, en lo más profundo y místico: la formación de Jesús. “Nuestro deseo, nuestro
cuidado y nuestra ocupación principal ha de ser la formación de Jesús en nosotros, es decir,
hacerlo vivir y reinar en nosotros, hacer vivir y reinar en nosotros su espíritu, su devoción,

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sus virtudes, sus sentimientos, sus inclinaciones y disposiciones. Esta es la finalidad de
todos nuestros ejercicios de piedad. Es la obra que Dios pone en nuestras manos para que
trabajemos en ella continuamente” (1, 272).
La segunda parte culmina con lo máximo de la vida mística que es el martirio y que todo
cristiano puede vivir, con la gracia, y en una continua actitud de ser ofrenda de amor.
Detengámonos un poco más en esta dimensión mística.
La esencia de la mística cristiana está en la continuación en nosotros de la santísima vida de
Jesús en la tierra, es decir, de sus estados y misterios (1, 161ss).
Juan Eudes invita al cristiano a vivir apasionadamente el amor a Jesús y a hacer realidad
cuanto nos propone la Palabra de Dios:
--ser miembros de su Cuerpo, hueso de sus huesos y carne de su carne (Ef 5, 30);
--participar de la misma Vida que es Él y tenerla en abundancia (Jn 14, 6.10);
--querer ir en todo a Jesús para tener esa verdadera vida (Jn 5, 40);
--tener vida en Jesús de manera que experimentemos que Jesús vive en el Padre, nosotros
en Él y Él en nosotros (Jn 14, 19.20);
--vivir la radicalidad de una vida que nos ha dado el Padre y es la misma vida eterna de su
Hijo, de tal manera que si no tenemos al Hijo, no tenemos la Vida (1 Jn 5, 11.12);
--aceptar que el Padre ha enviado a su Hijo al mundo para que vivamos por Él (Jn 4, 9).
--vivir en este mundo tal como Jesús vivió en él (1 Jn 4, 17);
--ir a Jesús, nuestro Esposo amado, que nos invita a tomar su agua, a calmar nuestra sed
gratis y por nada (Jn 7, 37; Ap 22, 17);
--vivir como muertos con nuestra vida escondida con Cristo en Dios (Col 3, 3);
--sentir que el Padre nos ha vivificado con Cristo y en Cristo (Ef 2, 5; Col 2, 13);
--manifestar y concretamente hacer aparecer la vida y los sufrimientos de Jesús en nuestros
cuerpos, en nuestra misma carne mortal (2 Cor 4, 10.11);
--experimentar que nuestra vida es Jesús mismo, de tal modo, que es Jesús quien vive en
nosotros (Col 3, 4; Ga 2, 20);
--dejar que el Padre Dios nos haga dignos de nuestra vocación, cumpla poderosamente en
nosotros los designios de su bondad y las obras de la fe, para que el nombre de nuestro
Señor Jesucristo sea glorificado en nosotros y nosotros en Él (2 Tes 1, 11.12);
--cumplir en nosotros lo que falta a los sufrimientos de Cristo por su Cuerpo, que es la
Iglesia (Col 1, 24);
--vivir en el Cuerpo de Cristo, que es su Iglesia y en la que se llega a la plenitud de todo en
todos (Ef 1, 22.23);
--concurrir a la perfección de Jesucristo, a la edad mística de su plenitud (Ef 4, 11-13);
--y algo que parece increíble, llegar al desapego de Dios mismo, es decir, a la actitud
mística de no apegarse por interés a las dulzuras y consolaciones divinas. “Desapego de
Dios” para disfrutar realmente, a su tiempo, el desposorio espiritual, cuando podremos
decir: “Mi Amado es todo para mí y yo soy todo para Él” y el Amado nos responde: “Todo
lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío” (Cfr. 1, 187-191; Ct 2, 16; Jn 17, 10).

4. La espiritualidad de la segunda parte.


Estamos ante una espiritualidad de actitudes y esa sería la misma ética y moral eudistas. La

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acción del Espíritu Santo que configura la espiritualidad hace que ésta se manifieste como
una manera cristiana de ser, de pensar y de actuar como Jesús.
Todo el dinamismo de la espiritualidad se expresa a partir de las actitudes fundamentales de
la vida cristiana; sin ellas no puede hablarse de vida cristiana, ni es posible formar,
santificar, hacer vivir y reinar a Jesús en nosotros (1, 167ss; 205ss):
--la fe “como un divino carácter por el que la luz del rostro de Dios se imprime en nuestras
almas (cfr. Sal 4, 7), como una luz que nos conduce en nuestras acciones;
--el odio y el alejamiento del pecado, como dos actitudes, como dos sentimientos de Jesús
(Cfr. Fil 2, 5);
--el desapego del mundo, de las cosas del mundo y la renuncia para adherirse a Jesús
(Lc 14, 33); el desapego de sí mismo (Mt 16, 24) y hasta el desapego místico de Dios,
como se ha indicado;
--la oración como la respiración de quien vive el encuentro y la comunión con Dios que
siente gusto en estar con nosotros (Prov 8, 31); la oración como encuentro de adoración,
alabanza, amor, humildad, perdón, contrición, oblación y conversión de la vida, como
“afectos” que acompañan las modalidades de la oración: la mental, el hacerlo todo en
espíritu de oración, la lectura de libros espirituales y hablar de Dios; la oración nace de la
vida y la vida se hace oración viviendo en actitud de humildad, amorosa confianza, pureza
de intención, perseverancia y entrega de espíritu y corazón a Jesús y a su divino Espíritu.

Así podríamos decir, que la segunda parte (1, 161-304), tan bíblica, es el núcleo dinámico
de la espiritualidad eudista, que luego será el contenido total de las Reglas, tanto de Jesús
como de María (9, 69-140).
A partir de las actitudes se entra en un verdadero proceso de formar, santificar, hacer vivir
y reinar a Jesús y va más allá de una simple ascética o camino moralizante y culmina en
una mística de adoración, ofrenda e inmolación.
Es en esta parte donde aparece el “corazón físico” o mitad de La Vida y el Reino de Jesús:
la formación de Jesús (1, 270-276).
Estas son las actitudes en el proceso cristiano, como prolongación de la vida de Jesús en
nosotros: la humildad de espíritu y de corazón; la confianza y abandono de sí mismo en las
manos de Dios: precioso centón bíblico con más de 50 textos (1, 233-245); la sumisión y
obediencia cristiana; la caridad cristiana; el celo por la salvación de las almas; la verdadera
devoción cristiana; la formación de Jesús (el misterio de los misterios y la obra de las
obras); el buen empleo de las consolaciones espirituales; el santo empleo de las sequedades
y aflicciones espirituales; el martirio: la perfección y consumación de la vida y santidad
cristiana, llamados a ser mártires y a vivir en el espíritu del martirio.

5. La liturgia de la segunda parte.


Juan Eudes insiste en la segunda parte que, todo el dinamismo cristiano que hemos visto,
viene del Señor, de la gracia, y aquí tienen su puesto como inicio, desarrollo y culminación,
los Sacramentos como acción litúrgica de Cristo en su Iglesia: Bautismo, Penitencia,
Eucaristía, etc. Ellos nos comunican la gracia para todo el proceso cristiano desde sus
fundamentos hasta su ejercicio de las actitudes vistas.

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En Juan Eudes las actitudes fluyen de la Liturgia celebrada, participada y por eso en la
primera parte se ingenió con las elevaciones.
Ya en esta parte está en embrión, lo que unos años más tarde, será tan eudista: hacer girar
toda la vida cristiana en torno a la Liturgia.
En su tiempo encontrará muchos vacíos y él mismo será un autor litúrgico muy creativo
con los Oficios y Misas (11, 217-664).

6. La pastoral de la segunda parte.


En esta y en todas las partes, la pastoral se sintetiza como una gran tarea en pocas palabras:
acompañar a las personas en este proceso con un proyecto de vida.
Esta parte es ciento por ciento pragmática para el pastoreo del Pueblo de Dios y el
acompañamiento de las personas.
El proceso de la vida cristiana será siempre objetivo, camino y meta del pastoreo.
Juan Eudes va a recomendar siempre a los Sacerdotes y Pastores la práctica de La Vida y el
Reino de Jesús y esto explica por qué tuvo tantas publicaciones en vida de su autor.

TERCERA PARTE. Contiene lo que hay que hacer al principio, al fin y durante el curso
de cada año, para vivir cristiana y santamente, y para hacer vivir y reinar a Jesús en
nosotros. (305-365). Cada año, un año de vida con Jesús.
Para comenzar el año.
1) Cómo iniciar el año con Jesús.
2) Elevación a Jesús para cumplir con nuestros deberes con Él al principio de cada año.
3) Elevación a la Santa Virgen para iniciar el año.
La devoción a los misterios de nuestro Señor.
4) Estamos obligados a tener una devoción especial a todos los estados y misterios de la
vida de Jesús. Cómo honrar todos los misterios cada año.
5) Algunas razones que nos obligan a tener una devoción especial a todos los estados y
misterios de la vida de Jesús. Cómo honrar todos misterios cada año.
6) El orden que debemos seguir al honrar cada año todos los estados y misterios de Jesús.
Escoger uno para honrarlo toda nuestra vida y uno para cada año.
7) Siete cosas que debemos considerar y honrar en cada misterio de Jesús.
8) Siete maneras con las que debemos honrar los misterios de Jesús.
9) Otras siete maneras con las que podemos honrar los estados y misterios de Jesús.
10) Elevación a Jesús sobre el misterio de su Encarnación, que puede servir aplicada a los
demás misterios.
La devoción a la santísima Virgen.
11) Cómo honrar a Jesús en María y a María en Jesús.
12) Los principales estados y misterios de la vida de la Santa Virgen.
13) Elevación a Jesús para honrarlo en su Santa Madre y en todos los misterios de su vida
en general y en particular.
14) Elevación a la Santísima Virgen que puede aplicarse a cada misterio de su vida.
La devoción a los Santos.
15) Cómo debemos honrar a Jesús en los Santos y a los Santos en Jesús. Cómo orar a los

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Santos y cómo llevar sus reliquias.
16) Elevación a Jesús para honrarlo en san Juan Evangelista, que puede emplearse para los
otros Santos en particular.
17) Oración a san Juan Evangelista, que puede ser aplicada a todos los Santos en particular.
El retiro anual y otros ejercicios espirituales.
18) Excelencia y práctica del Retiro anual.
19) Elevación a Jesús para renovar los votos religiosos.
20) Ejercicio de piedad para reparar las faltas que hemos cometido en nuestra vida contra
Jesús y para consagrarle todos los años de nuestra vida y honrar cada año de su vida.
21) El Rosario de la gloria de Jesús.
22) Otros ejercicios espirituales que es conveniente hacer todos los años.
23) Qué hacer para disponerse a ganar las Indulgencias.
24) La confesión anual.
Para terminar el año.
25) Cómo terminar el año con Jesús.
26) Elevación a Jesús para tributarle nuestros deberes al fin del año.
27) Elevación a la Santa Virgen por el fin del año.

1. La antropología de la tercera parte.


El hombre que vive cristiana y santamente ha formado a Jesús, lo hace vivir y reinar, está
situado en el tiempo en el que participa de la eternidad de Dios, y de tres tiempos: del
tiempo del Verbo Encarnado, del tiempo de la Iglesia (el año litúrgico) y del tiempo civil
del hombre.
Aquí el hombre no es un objeto cerrado en el eterno círculo de la rutina y repetirse del
tiempo, sino el agente creativo, siempre abierto en un proceso, el mismo de todo el
universo, pero particularmente en el proceso de crecimiento y de transformación en Cristo
hasta llegar a su edad adulta.

2. La teología de la tercera parte.


La teología y especialmente la cristología que aparece en esta parte es tan original sobre
los estados y misterios del Verbo Encarnado, que la misma Iglesia los ha tomado en su
Catecismo (n. 521) y como lectura en la Liturgia de las Horas del viernes de la semana 33ª.
Estamos ante una cristología fenomenológica que aborda los hechos y realidades de la vida
de Cristo y con el poder del Espíritu Santo, busca que todo cristiano la haga propia.
La propuesta cristológica es la siguiente: “Debemos continuar y cumplir en nosotros la
vida, las virtudes y las acciones de Jesús en la tierra e igualmente, continuar y cumplir en
nosotros los estados y misterios de Jesús y pedirle que los consuma y cumpla en nosotros y
en toda su Iglesia”. (1, 310).
También esta parte nos ofrece una preciosa síntesis mariológica que fluye de la misma
cristología, donde se contempla a María desde Jesús, desde la vida que Jesús tiene en ella y
ella en Jesús. (1, 337ss). Esto en mariología es toda una revolución que gusta a los mismos
hermanos separados.
También nos encontramos con un breve tratado sobre la Comunión de los Santos y la

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verdadera devoción a ellos desde Jesús (1, 345ss).
Y ha llegado el momento de entender aquello de estados y misterios, pero
metodológicamente prefiero referirlo a la mística entendida como la más profunda vivencia
de los misterios.

3. La mística de la tercera parte.


La mística práctica de esta parte se inspira en 2 Cor 5, 15; 1 Tes 5, 10: “Cristo ha muerto
por todos, para que no vivamos para nosotros mismos, sino para el que ha muerto por
nosotros y murió por nosotros, para que sea que velemos, sea que durmamos, vivamos con
Él”. Así el año se inicia, se vive y se termina con Jesús en un proceso místico, de vivencia
de sus estados y misterios, que va consumiendo y realizando en nosotros (1, 310ss).
La temática de los misterios es totalmente mística: ese “continuar y completar en nosotros”
implica la imitación, pero solo es efectivo desde dentro con el Jesús que se está formando
en nosotros.
Aquí entran dos actitudes: honrar los misterios y amarlos. Se va pasando de un honrar a
través de actos y ejercicios de los diferentes misterios hasta llegar a tener una vida
conforme con los estados, las condiciones estables de la vida de Jesús.

La temática mística de los “estados y misterios de Jesús”, corazón de La Vida y el Reino de


Jesús, es totalmente beruliana. Juan Eudes la hace más práctica. Por eso hay que ir a
Bérulle para entender la temática.
Un buen estudio lo encontramos en Fernando Gillen Preckler, Sch.P. “État” chez le
cardinal de Bérulle. Théologie et spiritulité des “états” bérulliens. Analecta gregoriana.
Roma. 1974. p. 272. Excelente investigación para una lectura de largo aliento. Cfr. Sobre
todo pp. 147ss. Encontramos un buen complemento a este estudio en Fernando Gillen
Preckler, Sch.P. “Bérulle aujourd´hui 1575-1975. Pour une spiritualité de l´Humanité du
Christ”. Le Point théologique. Éditions Beauchesne. Paris. 1978. 115 p.).
El término estado contempla una realidad y condición continua, como cuando, hablamos de
hábitos, de “estado de gracia”, estado de profunda relación con Dios, capacidad estable de
actuar, algo definido y definitivo. Sin dejar de lado algo elemental como sería partir del
concepto existencial de “estado” como una etapa o período determinado de la vida humana,
que el Verbo Encarnado asume en sí mismo.
Por ejemplo, Cristo por su Encarnación vive en un estado (de servidumbre y de adoración)
que se convierte en la causa, el fin y el prototipo de nuestra vida espiritual.
En Bérulle es frecuente el binomio “estados y misterios”, pero no son simples sinónimos.
El estado es la disposición interior, espiritual, viva y eterna del misterio.
Los misterios de Jesús se dieron de cierta manera, pero de otra manera permanecen, están
presentes y perpetuamente como la virtud (el poder), el amor con que se cumplieron.
En todo misterio hay un espíritu, un estado, una virtud y un mérito: el Espíritu de Dios,
por el que se ha realizado el misterio; el estado interior del misterio exterior; la eficacia y
la virtud que hacen que el misterio esté vivo y operativo en nosotros, el mismo estado y
disposición virtuosa; y el mérito por el que nos ha regalado a su Padre, merecido el cielo,
la vida y así mismo. Esto nos obliga a tratar las cosas y los misterios de Jesús no como

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cosas pasadas y extinguidas, sino como realidades vivas y presentes y aun eternas, de las
que podemos recabar un fruto presente y eterno.
El espíritu y el estado se refieren a Cristo y son fruto de su amor; y la virtud y el mérito son
fruto de su poder y se refieren a nosotros que queremos vivir sus misterios.
La santa humanidad asumida por el Verbo con las disposiciones del amor y del poder, se
convierte en instrumento de la divinidad que produce en nosotros las gracias para que
vivamos los mismos misterios.
Los estados interiores de los misterios de la vida de Cristo producen en nosotros “estados”
semejantes.
Bérulle da el ejemplo concreto del misterio presente y vivido en la Eucaristía, misterio que
nos aplica el espíritu, la gracia y la eficacia de todos los otros misterios.
Los estados implican “disposiciones interiores”, vivientes y permanentes que determinan
ontológicamente la humanidad gloriosa de Cristo y fundan la posibilidad de una causalidad
eficiente y ejemplar de los misterios en nosotros.
Y esa humanidad glorificada está deificada y es por eso instrumento de divinización de los
hombres a través de los “estados”.

No olvidar en esta temática, la unión hipostática del Verbo con la naturaleza humana, que
lleva a San Juan Eudes a dos expresiones al inicio de Vida y Reino de Jesús que son
verdaderos kerigmas que la gente sencilla puede captar sin tantos conceptos ontológicos:
“Jesucristo Dios verdadero y Hombre verdadero”. “En Jesús todo es divinamente humano y
humanamente divino”.
Según los biógrafos de Juan Eudes fue una de las personas que mejor comprendió el voto
de servidumbre y por eso Bérulle quiso que lo hiciera temprano el 25 de marzo de 1624.
Cuando Juan Eudes escribe Vida y Reino está viviendo ese voto que pronunció con estas
palabras que aparecen en el texto que se encuentra en los Archivos del Oratorio (Carton
11(1), no. 21):
“Yo hago voto a Dios de servidumbre perpetua a Jesucristo, a su humanidad deificada y a
su divinidad humanizada”.
Por eso en Juan Eudes la humanidad de Jesucristo es verdadero sacramento y el ejemplar o
el estado en que el hombre debe servir a Dios.
El anonadamiento y la devoción de Jesucristo, desde su humanidad, es la verdadera
adoración, más allá de un simple acto de religiosidad.

En Bérulle el estado de unión hipostática se convierte en la manera suprema como la


teología puede concebir la más perfecta relación con Dios y al mismo tiempo es el supremo
estado místico de espiritualidad.
Este es el punto máximo y original al que llega Bérulle en su evolución mística del
“estado”.

Juan Eudes no dejará la expresión “estados y misterios” de Jesús, y supo llevar a la gente
el mensaje beruliano haciendo justamente un reemplazo como anota un especialista en
Bérulle: “San Juan Eudes reemplazando “los estados” por su símbolo concreto, el corazón,

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ha tenido éxito al adaptar así en su apostolado popular una enseñanza abstracta” (J. Orcibal.
Le cardinal de Bérule. Evolution d´une spiritualité. París. 1965. p. 11).

Estado designa una manera de ser que puede ser eterna, como la vida divina del Verbo
en el seno de la Trinidad o temporal como el estado de vida pasible y mortal o el estado de
vida gloriosa en el cielo de Jesús.

Estado=un modo de presencia estable de Jesús. Estabilidad. Son cuatro: estado eterno de
su vida en el seno del Padre; estado temporal de su vida pasible y mortal en la tierra; estado
de vida gloriosa e inmortal en el cielo; estado de su vida mística en las almas.

Los misterios son estados de breve duración: permanencia en el seno de su madre, su


vida penitente o acciones de la vida de Jesús en la tierra, como nacimiento, circuncisión,
huida, presentación, etc.

Misterio=acciones pasajeras de su vida. Transitoriedad. Van marcando la vida de Jesús


en la tierra y son seis: la Encarnación en el seno de María, su nacimiento, su Pasión, su
muerte, su resurrección y su ascensión.

Los misterios producen efectos particulares en las personas por su espíritu, mérito y virtud
propios de la Encarnación. Y no terminan en sus efectos en un momento sino que perduran
para que el cristiano pueda continuar la vida de Jesús. El exterior del misterio es pasajero y
pasó, pero su interior es vivo, actual, presente y poderoso a perpetuidad.

En Juan Eudes hay una doble inspiración desde el misterio mismo de la Encarnación, desde
la patrología latina: el gran motivo de la Encarnación es el amor de Dios por el hombre
pecador (2, 397); y desde la patrología griega: el Verbo se encarna para cumplir la voluntad
del Padre de que la humanidad tenga en su Hijo encarnado, un glorificador infinito (1, 108,
455-456, 475, 499-502, 522-523).

4. La espiritualidad de la tercera parte.


Desde los estados y misterios de Jesús el cristiano entiende la espiritualidad como una
manera de ser, de pensar y de actuar, porque Jesús vive, “está místicamente en nosotros”.
Es decir, se trata de una espiritualidad configurativa.
Los estados y misterios nos configuran en la medida, no de una simple imitación, sino
desde dentro donde Jesús se ha formado.
En la medida en que penetramos en los estados y misterios y nos dejamos transformar por
el Espíritu de Jesús, será posible “continuar y cumplir en nosotros la vida de Jesús”.
La espiritualidad alimentará la devoción a la santísima Virgen y a los Santos y Santas, no
por sí mismos, sino por Jesús que vivió en ellos sus estados y misterios.
Es decir, son para nosotros paradigmas concretos de cómo vivir los estados y misterios de
Jesús y son verdaderas propuestas para una espiritualidad realmente creativa y abierta a
todo tiempo y lugar, estado y circunstancia.

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Con frecuencia los especialistas en espiritualidad eudista encuentran aquí lo esencial de la
misma espiritualidad, pero no olvidemos que su culminación es la mística, tal como la
proyecta el mismo san Juan Eudes.

5. La liturgia de la tercera parte.


Esta parte es muy litúrgica, no solo por iniciar y terminar el año con Jesús y María, como lo
hace la Iglesia con su liturgia orante y celebrativa, sino también porque nos enseña a vivir
desde los estados y misterios de Jesús, como María y los Santos, el año litúrgico.
En el Manual Juan Eudes será más explícito, pero aquí está lo esencial para el culto y la
vida misma de la Iglesia que durante el año litúrgico va celebrando “en comunión, culto y
misión” los estados y misterios de Jesús.
No sobra añadir que Juan Eudes encuentra en el año litúrgico la mejor manera de hacer
realidad la doctrina paulina con los textos que cita en esta parte:
--Que Jesús se haga plenitud en su Iglesia (Cfr. Ef 1, 22s).
--Que nosotros participemos en la perfección de Cristo y en la plenitud de su madurez (Cfr.
Ef 4, 13).
--Que la misma plenitud del Padre se cumpla en nosotros y crezcamos y nos llenemos de su
plenitud (Cfr. Ef 3, 19).
Sin olvidar el ejemplo del mismo Pablo:
--Que compensemos en nuestro cuerpo lo que falta a la Pasión de Cristo y a todos sus
estados y misterios. (Cfr. Col 1, 24).

6. La pastoral de la tercera parte.


Me imagino que para el mismo Juan Eudes esta parte fue un gran desafío pastoral: llegar a
todo cristiano y acompañarlo en el proceso de la auténtica devoción, que en realidad no
tiene el sentido que la ha dado la religiosidad popular.
La devoción, hemos visto, implica adoración, entrega, ofrenda e inmolación, desde la
misma configuración con Jesucristo el único y perfecto devoto del Padre.
En esta parte Juan Eudes es un pastor pedagogo y mistagogo.
Desde la experiencia personal introduce en los estados y misterios de Jesús y hace
propuestas, primero siete, luego otras siete, para dejar al fin a cada uno “personalizar” su
proceso.
Respetando la acción del Espíritu Santo y la libertad personal, propone aquí y en las otras
partes maravillosos ejercicios de amor y de fe, donde la misma fe es un verdadero creer
para ver.
Con el Retiro anual y un detallado programa, ofrece un instrumento pastoral muy útil para
todo cristiano que vive en continua renovación espiritual y comprometido con hacer vivir y
reinar a Jesús (1, 350-369).

CUARTA PARTE. Contiene lo que hay que hacer cada mes, para vivir cristiana y
santamente, y para hacer vivir y reinar a Jesús en nosotros. (1, 366-415). Vivir en un
continuo ejercicio de amor a Jesús.
1) Qué hacer el primero y el último día del mes.

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2) Es conveniente tener un día de retiro al mes. Qué hacer en él.
3) Meditación para ejercitarse en alabar y glorificar a Jesús.
4) Ejercicio de alabanza y de glorificación a Jesús. (En el cielo, la tierra y el infierno).
5) Continuación de este ejercicio de alabanza y glorificación.
6) Rosario al Padre Eterno de Jesús.
7) Ejercicio de amor a Jesús.
8) Ejercicio de amor divino: contiene 34 actos de amor a Jesús en honor de los 34 años de
la vida amorosa que tuvo en este mundo. (Jesús, todo amable (1). Jesús, mi deseo ardiente
de amarte (2). Jesús, quiero amarte con todo y por encima de todo (3). Jesús, el deseado de
mi alma (4). Jesús, una sed ardiente (5). Jesús, mi Dios, mi todo (6). Jesús, mi Rey (7).
Jesús, el amor pleno y total (8). Jesús, amor omnipotente (9). Jesús, Dios amor (10). Jesús,
mi dulce amor (11). Jesús, Rey de los corazones, el Soberano de mis amores (12). Jesús,
corazón de mi corazón (13). Jesús, mi solo y único amigo (14). Jesús, el único amante (15).
Jesús, el único amor de mi corazón (16). Jesús, mi atracción total (17). Jesús, tan amable, y
tan poco amado (18). Jesús, mi eterno amante (19). Jesús, el eternamente amado (20).
Jesús, belleza eterna, eterna bondad (21). Jesús, el predilecto de mi alma (22). Jesús, amor
inmenso en todo lugar y en todas las cosas (23). Jesús, alegría de mi alma, contento de mi
corazón (24). Jesús, infinita capacidad de amar (25). Jesús, amor poderosísimo (26). Jesús,
inmenso Corazón repleto de amor (27). Jesús, purísimo amor (28). Jesús, corazón querido
de mis amores (29). Jesús, mi todo (30). Jesús, el Dios irresistible de mi vida y de mi
corazón (31). Jesús, mi amor paladino (32). Jesús, eres todo mío, mi deseado (33). ¡Ah,
Jesús mío, mi querido Jesús, mi queridísimo Jesús! (34).
9) Actos de amor a Jesús cautivo en las sagradas entrañas de su Santísima Madre.
10) Actos de amor a la santa Infancia de Jesús.
11) Actos de amor a Jesús Crucificado, al besar el Crucifijo.
12) El rosario del santo amor a Jesús.
13) Es bueno elegir cada mes un Santo que nos ayude a amar a Jesús.
14) El mes de Marzo.

1--La antropología de la cuarta parte.


Estamos ante una antropología desde el amor y para el amor.
Juan Eudes en esta parte concibe al hombre como un ser capaz de amar, de tener
sentimientos, de expresar desde la hondura del alma (el espíritu que lo anima) y del
corazón (la fuente simbólica de todos los sentimientos) el amor, la ternura, la bondad, la
misericordia, el gozo.
En su mundo tan frío por los poderes dominantes, por la rudeza de la vida y por el mismo
sufrimiento humano, Juan Eudes sabe verbalizar el amor.
El hombre es un ser abierto que puede salir de sí mismo = ex – tasis para amar a otro, para
entregarse a Jesús y desde Jesús a las personas en un amor cálidamente humano pero
igualmente cósmico, universal.

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2--La teología de la cuarta parte.
Vivir en el ejercicio continuo del Amor es posible porque el Verbo se ha hecho carne y lo
podemos adorar en el seno de María (1, 404ss), se ha hecho realidad humana.
Es preciosa la cristología de esta parte.
De tal manera se ha encarnado el Verbo que podemos experimentar su amor humano y
divino y al mismo tiempo expresarle nuestro amor más íntimo, apasionado, desde la
alabanza y la glorificación, para culminar en la entrega, en un amor que es más fuerte que
la muerte.
Años más tarde este ejercicio se convertirá en la auténtica y verdadera devoción al divino
Corazón de Jesús.
La teología se va presentando de tal manera que culminará en la mística, nos sumerge más
y más en los misterios, en el interior de un Jesús que vive una realidad trinitaria, humana y
cósmica a la que respondemos con las actitudes de la alabanza y el amor místicos. El Amor
de Jesús es Irresistible.

3--La mística de la cuarta parte.


Esta cuarta parte, como la tercera, puede ser el corazón mismo, el centro físico del libro,
pero también de toda la mística, que en las tres partes siguientes va a fluir permeando toda
la vida cristiana, desde sus actos más sencillos hasta la misma muerte como una ofrenda de
amor. Todo está bajo el signo dinámico y comprometedor del honor, del amor y del
servicio.
Los actos de amor a Jesús son la más bella expresión mística, para todo cristiano de lo que
es, no ya vivir imitando a Jesús, sino dejar que Jesús, formado, viva en nosotros.
Siguiendo la fenomenología del amor sobre la cual actúa el Espíritu Santo, se llega a la más
pura y dinámica mística.
Es la mística al alcance de todo cristiano que se abandona al Amor Irresistible, en 34 actos
que solo se enumeran para dar un respiro a la divina Pasión del Amor, pero
fenomenológicamente, son un único acto de amor que va desde el enamoramiento hasta los
esponsales y el matrimonio místico.
Si nos aproximamos a los principales místicos de toda la historia de la Iglesia, sorprende
que en un libro tan sencillo como La Vida y el Reino de Jesús nos encontremos con lo que
sería la flor y nata de la más acendrada mística. Es decir, solo un místico de gran aliento,
muy experimentado, puede verbalizar de esa manera el amor a Jesús.
Como he indicado en otro lugar, ésta sería la gran síntesis mística para ser vivida, por los
Eudistas, mientras llegamos a la plenitud:
O morir o amar, o mejor, morir de amor, o mucho mejor, vivir muriendo de amor.

4--La espiritualidad de la cuarta parte.


Juan Eudes ha experimentado en su vida que el amor configura, cuando ese amor es el
mismo Espíritu Santo que se nos ha dado para ser nuestro espíritu y corazón.
La espiritualidad, como manera de ser, de pensar y de actuar, encuentra en esta parte, su
origen, su desarrollo y su plenitud: el Amor mismo se convierte en el único proyecto de
vida del cristiano que ha dejado formar a Jesús en su persona.

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Así, la espiritualidad eudista es una espiritualidad de calidad, en la que más allá de todo
devocionalismo, se centra en la Amorosa Persona de Cristo, en el mismo Corazón de
Jesucristo, manifestación del Corazón de Padre Dios.
Podemos decir a partir de esta parte que la espiritualidad eudista ha iniciado un camino de
amor que culminará en pocos años en el culto al Corazón de Jesús y al Corazón de María.
Juan Eudes nos dirá expresamente, en la carta que anuncia la solemnidad del Corazón de
Jesús en 1672, que ya ese Divino Corazón era también celebrado desde la fiesta del
Corazón de María, en 1648.
Esto nos permite conectar con la liturgia.

5--La liturgia de la cuarta parte.


Si algo se celebra en la vida del hombre con más intensidad, es el amor y Juan Eudes sabrá
hacerlo a su manera. Tendremos que esperar algunos años, unos diez, cuando empieza a
manifestarse el autor litúrgico que es Juan Eudes y que hace su primera publicación en
1652 de los Oficios y Misas. En esta parte está ya lo que será luego la gran motivación
litúrgica. ¿Cómo?
El Amor del Verbo Encarnado que nos posee y nos permite amarlo apasionadamente,
debería ser el centro más dinámico de la Liturgia. En el Oficio del Santo Nombre de Jesús
hace resonar siete veces: Amo a Jesús y nada más; y ocho veces: Eres todo para mí (11,
219ss).
Por eso Juan Eudes, años después como autor litúrgico, celebra el Amor en el Corazón de
Jesús y de María.
En esta parte encontramos el fuego del Amor que ha de animar toda celebración. El
“Rosario del santo amor a Jesús” es toda una liturgia. (1, 410).
Juan Eudes toma gustosamente el mes de marzo como el privilegiado para celebrar el Amor
salvífico (1, 414s).

6--La pastoral de la cuarta parte.


En esta parte, como en la demás, Juan Eudes nos da una gran lección pastoral de
acompañamiento.
Pensemos en tantos místicos, inclusive doctores de la Iglesia, que se guardaron la
experiencia mística del Amor y nos han compartido poco en este sentido.
Juan Eudes como buen mistagogo la comparte abiertamente, respetando la libertad humana
y la liberalidad y gratuidad del Espíritu Santo.
Juan Eudes, caso muy afortunado en la historia de la pastoral, pone a la mano de todo
cristiano la experiencia mística del Amor.
Siente como pastor que debe poner en el corazón del cristiano ese Amor vivido, que más
tarde expresará de la manera mística más sublime: El Amor-Corazón “que purifica,
ilumina, santifica, transforma y deifica” (8, 350ss). ¡Gran lección para todo pastor eudista!

QUINTA PARTE. Contiene lo que hay que hacer cada semana, para vivir cristiana y
santamente, y para hacer vivir y reinar a Jesús en nosotros. (1, 416-440). Convertir la
semana del hombre en la Semana de Jesús.

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1) Tres días de la semana que debemos vivir con más recogimiento: lunes (honrar el primer
día de la vida de Jesús en este mundo), viernes (honrar último día de la vida de Jesús en
este mundo), y sábado (honrar la vida de Jesús en María y la vida de María en Jesús).
2) Cómo se puede honrar toda la vida de Jesús cada semana.
Meditaciones o Elevaciones a Jesús para todos los días de la semana, sobre los estados de
su vida.
3) Meditación para el domingo: Sobre la vida divina que Jesús tiene en el seno de su Padre
desde toda la eternidad.
4) Meditación para el lunes: Sobre el primer momento de la vida temporal de Jesús.
5) Meditación para el martes: Sobre la Santa Infancia de Jesús.
6) Meditación para el miércoles: Sobre la vida oculta y laboriosa de Jesús.
7) Meditación para el jueves: Sobre la vida pública que Jesús llevó en esta tierra, y que
lleva aún en el Santísimo Sacramento.
8) Meditación para el viernes: Sobre los sufrimientos y la muerte de Jesús.
9) Meditación para el sábado: Sobre la vida de Jesús en María y de María en Jesús.
10) Otra meditación para el domingo: Sobre la vida gloriosa que Jesús tiene en el cielo
después de su Resurrección y Ascensión.
11) Elevación a Jesús sobre todos los estados y misterios de su vida para consagrarle todos
los estados y dependencias de nuestra vida.

1--La antropología de la quinta parte.


Como ha sido siempre, desde el Génesis, la semana forma parte esencial e institucional de
la fenomenología del existir humano.
El hombre ser situado en una semana, con todo lo que implica en nuestra misma sociedad
actual.
Así como Dios se sitúa en una semana, también Cristo se sitúa en una semana y quiere que
nuestra semana civil e institucional, se sitúe en la suya.
En una semana pasa Jesús por todos los estados de su vida, para que también nosotros los
pasemos por nuestra semana.

2--La teología de la quinta parte.


Juan Eudes hace teología con la semana, al estilo bíblico, desde una contemplación
cristológica: todos hemos muerto en Adán y vivimos en Jesucristo, que es nuestra vida (Cfr.
1 Cor 15, 22; Col 3, 4).
Ofrece a todo cristiano una preciosa síntesis cristológica contemplada y vivible desde la fe
y el amor.
Se trata de nueve contemplaciones de los misterios de Jesús, desde su vida divina en el
seno del Padre, pasando luego por su vida en la tierra, hasta su vida gloriosa en el cielo,
para concluir que debemos hacer nuestros los estados y misterios de Jesús.
La gran enseñanza teológica de Juan Eudes para algunos cristianos que tradicionalmente
miran la teología como algo extraño y no muy comprensible: la teología y el compromiso
se hacen oración y la oración se hace teología y compromiso.

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3--La mística de la quinta parte.
Basta que se hable de misterios y Juan Eudes ya entra en la mística con la gracia del
Espíritu Santo, para toda mente y corazón dispuesto.
Una vez más aparece en esta parte y con mucha intensidad la realidad fenomenológica de la
mística cristiana, desde la vivencia (contemplación y acción) de los estados y misterios de
Jesús.
Cada día de la semana nos ofrece una verdadera sorpresa mística para colmar el existir
cristiano.
Es interesante constatar el lenguaje personalizante de Juan Eudes en los tres pasos que
tiene cada contemplación o meditación en los que místicamente se va pasando por actitudes
de adoración, alabanza, glorificación, conversión, perdón, abandono, ofrenda, inmolación y
compromiso.
En dos Domingos se enmarca el inicio y la culminación del misterio pascual del Señor,
igualmente misterio pascual del cristiano que va pasando su semana con Jesús.

4--La espiritualidad de la quinta parte.


Hoy en día la espiritualidad, tan variopinta y abigarrada en las mismas redes sociales, ha
caído en un devocionalismo abrumador que no tiene en cuenta la centralidad del Misterio
de Cristo y termina en una superficialidad, casi asfixiante, de consagraciones, novenas,
triduos, jornadas. Es una espiritualidad de cosas que no alimenta ni favorece a la misma
Liturgia y aún la destierra del existir cristiano.
La manera de ser, de pensar y de actuar del cristiano, la hace nacer Juan Eudes de su
cristocentrismo y por eso propone vivir nuestra semana como la semana de Jesús, dejando
que los estados y misterios vayan configurando nuestro ser, pensar y actuar.
Juan Eudes aterriza toda la temática para hacerla durante una semana y así honrar, amar y
servir toda la vida de Jesús. Las 8 meditaciones con la elevación final son a la vez método,
realización y cumplimiento de cuanto el cristiano puede vivir, o mejor, dejar actuar la
misma vida de Jesús en su vida.

5--La liturgia de la quinta parte.


Acabo de insinuarla con el tema de los Domingos, el misterio pascual y el cristocentrismo.
En esta parte la semana se convierte en una celebración litúrgica, que no importa el tiempo
y, en lugar de interferir, ayuda a vivir el año litúrgico, no solo en el tiempo ordinario que
enriquece con cada contemplación diaria, sino también en los otros tiempos, que van a tener
la feliz coincidencia de un determinado día o tiempo litúrgico.
Es muy positivo el aporte de Juan Eudes para poner de presente, a todo cristiano y en todo
tiempo, la centralidad del misterio del Verbo Encarnado, como corazón de toda la Liturgia.

6--La pastoral de la quinta parte.


Para los pastores que no se contentan con celebrar solo la Eucaristía, sino que hacen
propuestas de proyecto de vida y de acompañamiento para la semana, Juan Eudes ofrece en
esta parte una buena ayuda, que como hemos visto, en la Liturgia, puede aplicarse a todo
tiempo.

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Igualmente, nos puede ayudar a superar la dispersión de las “nuevas espiritualidades
seglares” y a centrarse en el Misterio pascual de Cristo y a guiar a todo cristiano a la
convergencia tan positiva de la Liturgia: comunidad, culto y misión.

SEXTA PARTE. Contiene lo que hay que hacer cada día, para vivir cristiana y
santamente, y para hacer vivir y reinar a Jesús en nosotros. (441-495). Actuar con, en, por
y para Jesucristo.
La santificación de las acciones ordinarias
1) Estamos obligados a realizar todas nuestras acciones santamente. Cómo hacerlo.
2) Varias elevaciones a Jesús para hacer santamente nuestras acciones.
3) Para realizar una acción que dura mucho o exige gran aplicación de espíritu.
4) Para hablar o conversar con el prójimo.
5) Para las comidas.
6) Para la recreación.
7) Para andar dentro y fuera de casa.
8) Para el trabajo.
9) Para la predicación o evangelización.
10) Para la lectura espiritual.
11) Para escribir.
12) Para hacer limosna.
13) Para visitar a los pobres, enfermos y afligidos.
14) Para el ayuno, la penitencia y la mortificación.
15) Para un acto de humildad.
16) Para un acto de caridad.
17) Para un acto de obediencia.
18) Para todas las acciones.
19) Esta práctica, dulce y fácil, del ofrecimiento de las acciones, es un medio eficaz para
vivir en la presencia de Dios.
20) Podemos y debemos hacer, por la gloria de Dios, un santo uso de las acciones y
sufrimientos del prójimo.
21) Para las aflicciones.
22) Elevación a Jesús en la aflicción.
23) Contra las tentaciones.
Ejercicio para la santa Misa.
24) Qué hacer para participar dignamente en el Santo Sacrificio de la Misa.
25) Elevación al Padre Dios para el comienzo de la Misa.
26) Elevación a Jesús durante la Santa Misa.
27) Elevación a Jesús, el Soberano Sacerdote que se sacrifica en la Misa.
28) Elevación a Jesús como Hostia que se inmola al Padre en la Santa Misa.
29) Elevación a Jesús para la comunión espiritual.
30) Elevación a Jesús al terminar al Misa.
Ejercicio para el oficio divino (liturgia de las horas).
31) Cómo prepararse para orarlo santamente.

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32) Un método excelente para orar santamente el Oficio divino y para honrar toda la vida
de Jesús en el Oficio de cada día.
33) Otro método para orar santamente el Oficio divino.
34) Método para orar el Oficio de Nuestra Señora.
35) Otro método para orar santamente el Oficio de la Santísima Virgen.
Ejercicio del rosario de la santa Virgen.
36) El Rosario es una práctica muy santa y agradable a Dios.
37) Método para orar santamente el Rosario de la Santísima Virgen.
38) El Rosario de Jesús, María.

1--La antropología de la sexta parte.


Estamos ante el hombre como un ser muy concreto, activo, en el mundo en las
circunstancias de tiempo y lugar; justamente en el existir fenomenológico de cada día.
Ninguna acción o hecho humano o circunstancia, escapa a esta antropología.
Ese existir circunstancial y temporal puede dar un giro y se va a encontrar con el Verbo
Encarnado que se ha hecho circunstancial para que nosotros podamos tener sus mismas
disposiciones, intenciones, sentimientos y quereres.
El hombre, llamado a la acción que transforma la realidad, necesita reconquistar la persona
desde la vida interior, la intencionalidad, que le ofrece Jesús, que ha llevado la Encarnación
hasta las últimas consecuencias y circunstancias de la misma acción humana.
Es muy interesante en este sentido la antropología eudista: desde la fenomenología del
existir humano se da ese giro salvador: “el principal cuidado y ocupación principal debe ser
formar a Jesús, establecerlo dentro de nosotros y hacerlo vivir y reinar” (1, 89), para poder
hacerlo todo santamente. Es decir, por ese giro la antropología se abre a la cristificación,
ciertamente lo más teológico.

2--La teología de la sexta parte.


La sexta parte aterriza en el día a día la continuación de la vida de Jesús en nosotros que
formamos parte de su Cuerpo místico. Nada en nuestra vida común y corriente se escapa a
la acción de Jesucristo formado en nosotros y dejándolo actuar en cada acción.
Esa vida diaria va a tener su mejor expresión, ejercicio y proyecto de vida en la Misa, en la
que el cristiano actúa como bautizado que participa del sacerdocio de Jesucristo y se hace
con Él, sacerdote, víctima y altar. El capítulo sobre la Misa es la mejor explicación que
pueda darse del sacerdocio bautismal y su ejercicio.
En esa misma perspectiva podría estar el oficio divino, como ministerio de intercesión
sacerdotal y la oración mariana para honrar la vida de Jesús en María y la vida de María en
Jesús.
La Encarnación, tal como fue llevada por el Verbo hasta las últimas consecuencias,
circunstancias, hace posible la cristificación de nuestras acciones.
Ninguna acción humana, según Juan Eudes, está fuera del radio de influencia y animación
del Misterio de Jesús, vivo y presente, dentro y fuera de nosotros.
Así hace aterrizar toda la cristología en la cristificación de todo lo humano. Se inspira en
Pablo: “Ya comáis, ya bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para la gloria de

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Dios…Hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús” (1 Cor 10,31; Col 3, 17).
Como el proceso de cristificación se da desde los misterios de Jesús, nos remite
necesariamente a la mística.

3--La mística de la sexta parte.


Juan Eudes desmitifica para “todo cristiano y cristiana” la mística como exclusiva del
sacerdote o de quienes llevan vida religiosa. Por el hecho de ser miembros de Cristo,
Cabeza, se nos abre a todos la posibilidad de una vida “santa y divina” como la de Jesús, en
su espíritu y disposiciones santas y divinas (1, 441ss).
Así nos propone convertir la vida diaria, de la que trató antes (1, 114-117) en un estado y
actitud místicos, viviendo bajo la acción y la presencia divinas.
Más aún, esa vida mística, como se ha indicado en cada parte, ahora se hace más asequible,
con el Espíritu Santo y Jesús, formado y viviendo dentro de nosotros, y más dulce y fácil,
y puede convertirse, más allá de “una práctica habitual” en una “cuasi-naturaleza”.
Juan Eudes comparte aquí su experiencia, que puede englobar toda la obra. Y dice
modestamente, para hacer asequible, corriente, doméstica, esta vida mística y respetando el
proceso de cada uno:
“En prueba de esto, te diré, con toda verdad, que conozco a un eclesiástico, cuyo nombre
esté escrito en el libro de la vida, que por el uso frecuente de este ejercicio, ha llegado al
punto de que le es fácil, aún al tomar sus alimentos, hacer actualmente casi tantos actos de
amor a Jesús, como bocados lleva a su boca; lo que hace no sólo sin tensión de espíritu y
sin daño ni incomodidad para su salud, sino con tal facilidad y dulzura que no le impide
hablar y recrearse honestamente y con caridad con el prójimo, cuando se presenta la
ocasión. No digo esto para que hagas igual, pues enseguida se gritaría que pido cosas
demasiado difíciles; sino para que sepas cuánto poder tiene una santa costumbre y cómo se
equivoca el mundo cuando se imagina mil dificultades y amarguras, donde hay sólo toda
suerte de dulzuras y delicias” (1, 454s).

4--La espiritualidad de la sexta parte.


Nuestra espiritualidad eudista tiene aquí una perspectiva muy dinámica desde la motivación
teológica que le ha dado san Juan Eudes (1, 441ss). Nuevamente aparece la dinámica de la
renuncia y de la adhesión que acompaña a toda acción que podamos realizar, para
entregarnos al santo Amor de Jesús y a su Espíritu Santo y avanzar en los caminos de la
gracia. (1, 443s).
Es una espiritualidad respetuosa de la libertad de la persona que puede elegir hasta seis
propuestas de unirse a Jesús en las más variadas actividades humanas en un ambiente
sereno y optimista de la presencia de Dios (1, 453s) aún en las aflicciones y tentaciones y,
más todavía: valerse, como si fueran nuestras (cfr. 1 Cor 3, 22), para la gloria de Dios, de
las acciones y sufrimientos del prójimo.
Esta espiritualidad, como manera de ser, de pensar y de actuar, con tantos ejercicios que
parecen particulares, se abre a la comunión eclesial y va a tener su culminación en la
Eucaristía, la Liturgia de las horas y el culto mariano.

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5--La liturgia de la sexta parte.
San Juan Eudes, habida cuenta de la Liturgia de su tiempo, busca llenar en esta parte un
vacío de participación consciente en la celebración del misterio, de la Eucaristía.
Quiere que toda acción lleve a la celebración litúrgica y en ella se convierta en ofrenda,
consagración y oblación.
Por eso, con gran solicitud litúrgica y pastoral, hace ver al cristiano común y corriente
cómo participar en la celebración de los misterios.
Para nosotros que podemos vivir la reforma litúrgica del Vaticano II, tal vez, no nos llame
mucho la atención lo que propone Juan Eudes, sin embargo no olvidemos que quiso llenar
un vacío de participación y su propuesta fue válida y positiva desde el siglo XVII hasta la
primera mitad del siglo XX.
Igualmente notable es su extensa propuesta, tanto teológica como litúrgica, del ejercicio del
sacerdocio común, bautismal, en la Eucaristía, en la Liturgia de las horas y en el mismo
culto mariano (1, 459-495).

6--La pastoral de la sexta parte.


No estamos ante una simple pastoral sacramental; más aún, Juan Eudes trata de superarla.
Propone a todo pastor el contenido de una catequesis litúrgica para que cada cristiano pueda
tener una participación en la que conoce con claridad el misterio que está celebrando y al
mismo entra en las actitudes interiores y exteriores de la celebración.
El contenido teológico, místico y litúrgico de la Eucaristía, a partir de las elevaciones que
propone a todo cristiano es muy rico y sorprendente.
La propuesta eudista es una gran ayuda pastoral para encontrar el espíritu de una
participación viva en la liturgia y especialmente en la Eucaristía.
Igualmente es notable la ayuda de acompañamiento para la Liturgia de las horas que ya
hacen muchos cristianos.
Y una gran lección pastoral para el culto mariano, con su ejercicio más importante, el
Rosario y su objetivo cristológico: celebrar la vida de Jesús en María y la vida de María en
Jesús.

SÉPTIMA PARTE. Contiene algunos ejercicios para tributar a Dios los deberes que
deberíamos haberle tributado en nuestro nacimiento y bautismo; y para prepararnos a morir
cristiana y santamente. (1, 496-566). Nacer, vivir y terminar con Jesús, como ofrenda de
amor.
Ejercicio de piedad con ocasión de nuestro nacimiento.
1) Los deberes que era necesario tributar a Dios en el momento de nuestro nacimiento, si
hubiésemos sido conscientes.
2) Elevación a Jesús con ocasión de nuestro nacimiento.
3) Oración a la Santísima Virgen.
4) Saludo y honor a los Ángeles y Santos con ocasión de nuestro nacimiento.
Ejercicio con ocasión de nuestro bautismo.
5) Ejercicios de piedad para tributar a Dios los deberes que era necesario tributarle en el

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momento de nuestro bautismo, si hubiésemos sido conscientes.
6) Jesucristo es el autor e institutor del Bautismo; cómo nos lo ha merecido y los deberes
que hay que tributarle por el Bautismo.
7) Elevación a Jesús por este motivo.
8) El nacimiento eterno y temporal, la muerte, la sepultura y la resurrección de Jesús son el
ejemplar de nuestro Bautismo y nuestros deberes con Jesús.
9) Elevación a Jesús por este motivo.
10) Jesús nos ha bautizado en la persona del sacerdote y los deberes que es necesario
tributarle por este motivo y por las ceremonias del Bautismo.
11) Elevación a Jesús que nos ha bautizado.
12) La profesión solemne que todos los cristianos han hecho en el Bautismo.
13) Elevación a Jesús para renovar la profesión que hicimos en el Bautismo.
14) Hemos sido bautizados en el nombre de la Santísima Trinidad y los deberes que hay
que tributarle por este motivo.
15) Elevación a la Santísima Trinidad por este motivo.
16) El rosario a la Santísima Trinidad.
17) Conclusión del ejercicio para el Bautismo.
Para morir cristianamente.
18) Ejercicio de piedad para tributar a Dios los deberes a que estaremos obligados el día de
nuestra muerte y para prepararnos a morir cristiana y santamente.
19) Meditación o Elevación a Jesús sobre la sumisión y el abandono a su divina Voluntad
en lo que se refiere a nuestra muerte.
20) Acción de gracias que debemos tributar a Nuestro Señor por todos los beneficios que
hemos recibido de Él durante toda nuestra vida.
21) La necesaria confesión y satisfacción de nuestros pecados ante Dios.
22) La Santa Comunión.
23) El sacramento de la Unción de los Enfermos.
24) El testamento de Jesús y el que debemos hacer en su honor.
25) El testamento que debemos hacer en honor e imitación del testamento de Jesús.
26) La agonía y el instante de la muerte.
27) El juicio particular que se hace a la hora de la muerte.
28) El estado de la muerte y de la sepultura.
29) La entrada de nuestras almas al cielo y a la vida inmortal.
30) Conclusión de los ejercicios anteriores.
31) Otros consejos y disposiciones necesarias para morir santamente.
“Jesús es todo en todas las cosas”.

1--La antropología de la séptima parte.


La antropología llega en esta a su perfecta configuración después del camino recorrido con
todo el dinamismo de la Encarnación.
El hombre no es un ser-para-la-muerte, sino un ser-para-la-vida-inmortal.
El hombre vive en el tiempo del Cristo ya glorioso, que le permite encontrar una dimensión
salvadora del mismo tiempo humano: el hombre desde su presente bajo el señorío de

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Jesucristo, se lanza al pasado de su nacimiento y bautismo para ser sanado radicalmente y
luego con un pasado sanado y restaurado, desde su mismo presente se lanza al futuro
haciendo de su muerte anticipada una ofrenda de amor, para entrar luego definitivamente en
el tiempo de Dios, el tiempo que entra en la eternidad dichosa de la Santísima Trinidad.
El hombre de hoy, desde el giro trascendental que dio la fenomenología de Cristo de M.
Blondel, puede estar más abierto a entender a Juan Eudes, en un mundo donde han tomado
cuerpo miles de religiones, que buscan un Algo, tal vez, sin Nombre. Es el fenómeno de las
redes sociales permeadas por tantas inquietudes que quieren dar una respuesta trascendente
a la muerte, al dolor, al sufrimiento, a las limitaciones humanas, pero también a la acción
humana creativa comprometida en una nueva humanidad y en la evolución del universo
hacia su punto Omega.
Desde el inicio del siglo XXI la antropología continúa dando ese giro teológico para salir
de una fenomenología cerrada en sí misma. Juan Eudes nos enseña, desde su antropología,
expresada fenomenológicamente en el nada “somos, tenemos y valemos”, a abrirnos en un
verdadero giro teológico a lo que realmente trasciende al hombre, la Encarnación. Sin
Jesús, nada; con Jesús, todo.
Con ese TODO que es Jesús, culminará redimida, en la última página toda su antropología.
(1, 566).
Y este es el proceso: desde una preciosa contemplación del nacimiento eterno y temporal
del Hijo de Dios, pasamos a nuestro nacimiento y cumplimos “ahora” lo que deberíamos
haber hecho como criaturas que recibieron “el ser y la vida, la capacidad de conocer y de
amar”. Luego, pasamos a nuestro nacimiento a una vida nueva por el Bautismo,
contemplando de qué manera el nacimiento eterno y temporal, la muerte, la sepultura y la
resurrección de Jesús son el ejemplar y prototipo de nuestro mismo Bautismo que ha de
marcar todo nuestro existir como cristianos, que no terminará con la muerte, sino que se
abrirá a la vida eterna y encontrará en ella la plenitud de ser-humano.
Pocos autores han elaborado una antropología tan positiva de la muerte con las perspectivas
siguientes que se van proyectando en el medio divino del tránsito de nuestra vida en una
LITURGIA DE DIEZ DÍAS serenos, confiados, colmados de fe, de esperanza, de gratitud y
de amor.

2--La teología de la séptima parte.


La séptima parte enfoca toda la luz del libro en las realidades trascendentes de nuestra vida
cristiana: el nacimiento, el bautismo y la muerte y como una verdadera “revelación” corre
apaciblemente y con sobrado gozo, el velo de las postrimerías
En esta parte el cristiano entra conscientemente en el proyecto divino de su salvación desde
su nacimiento contemplando el misterio de Jesús que se va cumpliendo en sí mismo, que
tiene un momento de intenso dinamismo en el bautismo que realiza en nosotros “el
nacimiento eterno y temporal, la muerte, la sepultura y la resurrección de Jesús” (1, 507ss).
Todo va a culminar con la preparación a la muerte. Acto de suprema serenidad, confianza y
amor, celebrado anticipadamente como ofrenda de amor y entrada al cielo y a la vida
inmortal. Es todo tan teológicamente sublime, que en su Testamento Juan Eudes pidió
humildemente la gracia de conocer este momento.

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La muerte anticipada como ofrenda de amor (-no es un eufemismo eutanásico-) se
estructura en un Decamerón=diez días maravillosos, que Juan Eudes propone que
realicemos en vida con nuestros cinco y más sentidos despiertos, bien apercibidos.
Con su visión teológica de los misterios de Jesús, o mejor de su misterio único pascual
(desde su nacimiento temporal hasta su glorificación) vamos, como cristianos, a ser
introducidos en el medio divino de la mística más profunda, asequible a todos por la gracia
y el poder del Espíritu Santo.

3--La mística de la séptima parte.


Estamos ante una mística sobrecogedora, no por el miedo a la muerte, sino por el abandono
a la amorosa y divina Voluntad, con el que inicia el Decamerón eudista, no inspirado en
Boccaccio (1313-1375), sino en santa Gertrudis (1256-1302).
Los Diez días están marcados por “lo que debería ser” transportado al momento presente
como “lo que debe ser” llenándonos de paz y convirtiéndonos ya en ofrendas de amor
como Jesús.
Podemos hablar de una Muerte mística, pero no al estilo de su coetánea María de Jesús
Ágreda (1602-1665) ni de san Pablo de la Cruz (1694-1775), sino del propio de Juan
Eudes, de los misterios de Jesús continuados y cumplidos en nosotros.
En cada uno de los Diez Días el centro dinámico es el mismo misterio pascual de Cristo, en
quien, con quien, por quien y para quien vamos haciendo el recorrido.
Por la gracia, en cada día irrumpe la Santísima Trinidad, y en compañía de María, de la
Comunión de los Santos, se va viviendo una verdadera pascua con pasos que van
avanzando de la mano y del Corazón del mismo Jesús.
Este es el proceso de la muerte mística y anticipada como ofrenda de amor: 1-nos
sometemos y abandonamos a la divina y amorosa Voluntad de Dios; 2-damos gracias
porque todo en nuestra vida ha sido bendición; 3-reconocemos, confesamos y hacer
satisfacción por nuestros pecados; 4-realizamos el acto más perfecto y agradable a Dios que
es la Eucaristía; 5-unidos a Jesús, el Ungido, recibimos el sacramento de la unción de los
enfermos; 6-contemplamos y adoramos a Jesús haciendo su Testamento, para hacerlo
igualmente nosotros, en honor y a imitación del mismo Jesús; 7-visualizamos y celebramos
nuestra agonía y el instante de nuestra muerte; 8-visualizamos y celebramos el juicio
particular que se hará a la hora de nuestra muerte; 9-visualizamos el estado de nuestra
muerte y sepultura; 10-visualizamos nuestra entrada al cielo y a la vida inmortal.
Juan Eudes recomienda que hagamos esto en vida como se ha indicado y agrega algunas
notas para que esa muerte anticipada sea asequible a todos con la gracia y la misericordia
del Señor.
El final místico de nuestra vida en este mundo se sella con el “Queremos, Señor Jesús, que
reines sobre nosotros (Lc 19, 14). Reina de manera tan perfecta y absoluta que podamos
cantar eternamente: ¡Jesús en todas las cosas! (Col 3, 11). ¡Viva Jesús. Viva el gran
Todo. Viva el gran Jesús que es Todo. Viva el gran Todo que es Jesús. Viva Jesús.
Viva Jesús! ¡VIVA JESÚS Y MARÍA! (1, 566).

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4--La espiritualidad de la séptima parte.
Esta espiritualidad tan concreta en esta parte tiene como objetivo práctico, lo que ha sido
todo el libro: el cristiano está ante un deber ser, pensar y actuar, ahora se trata de tener
efectivamente para el presente y el futuro una manera cristiana de ser, pensar y actuar.
Con un lenguaje muy amigable Juan Eudes toca el tema más difícil de nuestra existencia
cristiana y como hemos visto lo hace asequible con un gran realismo (invita a visualizar).
Hoy en día, con ocasión de la pandemia, surgen espiritualidades de la muerte, algunas
abiertas a la trascendencia, otras un tanto extrañas y evasivas y unas más, nirvánicas, ajenas
a nuestra cultura. Aquí Juan Eudes tiene algo muy positivo y asequible a nuestra fe y
cultura cristiana.

5--La liturgia de la séptima parte.


La liturgia implica, para Juan Eudes, la acción del cristiano, quien dentro de la Iglesia,
misterio de comunión, de culto y de misión, se hace ofrenda que se consagra e inmola con
Cristo Sumo y Eterno Sacerdote.
En ese sentido, estamos ante dos Liturgias: la de la Vida y la de la Muerte.
Estamos una auténtica Liturgia de la Vida en la que celebramos nuestro nacimiento con
Jesús, con María y todos los Santos (1, 496-504). La celebración se centrará largamente en
el sacramento del Bautismo (1, 505-519), adorando y glorificando a Jesús el Autor e
Institutor del Bautismo, entrando en los misterios del Verbo encarnado y haciéndolos
nuestros (nacimiento eterno y temporal, su muerte, sepultura y resurrección: cfr. Gal 3, 27;
Rm 6, 3.4; Col 3, 3), contemplando al mismo Jesús que hace la liturgia (ceremonias) de
nuestro bautismo y nos bautiza en el nombre de la Santísima Trinidad (a la que bendecimos
y honramos con un hermoso rosario, juntamente con Jesús), y la profesión bautismal que
hemos hecho y debemos actualizar en cada renovación.
Luego, estamos ante una auténtica Liturgia de la muerte como Pascua (1, 520-566).
Muchos cristianos esperan tener sus ex – sequias = salir de…seguir a…Salir de esta
morada y entrar a las moradas eternas; seguir a Cristo Resucitado. Como no se harán en la
condición en que vivimos, Juan Eudes, elabora toda una liturgia de la muerte para
celebrarla conscientemente en diez días.
Ya hemos visto el proceso celebrativo y la insistencia en los sacramentos de la Penitencia,
la Eucaristía y la Unción de los Enfermos.

6--La pastoral de la séptima parte.


Termina La Vida y el Reino de Jesús con toda una Pastoral de la Vida y de la Muerte, con
una gran calidez humana, extremada solicitud, amor y misericordia, hasta descender a
detalles.
Esa doble Pastoral tiene su proceso de ayuda a todo cristiano a vivir en calidad su
Bautismo, no como un hecho del pasado, sino como una realidad presente y proyectada al
futuro.
Juan Eudes, lo hemos visto en su vida y sus escritos, ha sido un pastor misionero con una
opción particular por los enfermos y moribundos.
El pastor está llamado a iluminar los estados de la vida y de la muerte con el misterio

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redentor del dolor y del sufrimiento. Inclusive, estamos algo muy original como sería la
desmitificación de la muerte y convertirla con el Decamerón eudista en una Pascua
anticipada.
Los biógrafos presentan a un Juan Eudes como un pastor misericordioso tan solícito que
dormía vestido y con las botas puestas esperando el llamado de la enfermedad y de la
muerte, para estar pronto al lado del enfermo y del moribundo y ayudar a vivir su Pascua.
Los pastores encuentran mucho que aprender en su vida y escritos sobre el cuidado de los
enfermos y moribundos.

3--ALGUNAS ANOTACIONES FINALES CON LA RECAPITULACIÓN DE LAS


PERSPECTIVAS.

Después del breve recorrido que hemos hecho, tal vez una nueva lectura de La Vida y el
Reino de Jesús puede ser mejor aprovechada para nuestra vida personal y nuestro
compromiso con las personas.
Las breves anotaciones hechas en cada parte han sido, como es normal, centradas en el
texto eudista de 1637. Puede ser oportuno hacer algunas anotaciones a modo de
recapitulación.

3. 1. La antropología eudista.
Para entender muchos textos eudistas es bueno que el mismo Juan Eudes nos diga qué tipo
de antropología maneja en determinados casos.
Es fácil identificar en algunos casos, por ejemplo, en Las Meditaciones sobre la Humildad,
en Los Coloquios interiores, en El corazón Admirable (6, 84-90), y como lo hemos visto en
La Vida y el Reino de Jesús.
Algunos textos, como analizamos en la introducción a las Obras Completas revelan la
erudición y conocimiento de su tiempo. Ciertamente hoy en día el lenguaje y la concepción
del hombre y de su espíritu tienen son diferentes y se marcan acentos en otras realidades.
Lo importante para el lector de hoy, que tiene una visión muy diferente, es lo que quiere
decirnos sobre el corazón, el entendimiento, la memoria y la voluntad; los sentidos, los
sentimientos, los afectos y las pasiones.
Juan Eudes es consciente de las limitaciones del lenguaje y dice: “Hablando el lenguaje de
Pablo tengo grandes cosas que decir de este Corazón maravilloso de María; pero todo cuanto
puedan expresar las lenguas humanas y angélicas, estará siempre por debajo de sus
perfecciones: de esto tenemos mucho que decir, y es difícil expresarlo (Heb 5, 11). (6, 90).

Juan Eudes busca llegar a la mente y el corazón del lector empleando todo un contenido
lingüístico, cognoscitivo, afectivo, místico; dando un valor supremo a la Palabra de Dios
leída y vivido dentro de la Iglesia, por aquellos a quienes reconocemos como testigos
cualificados: Padres y santos y valiéndose de cuanta analogía sea posible para presentar el
mensaje, como lo hace aprovechando el poder mediador que tiene la imagen, el cuadro

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para hacernos llegar al corazón de los misterios y vivir en una continua y divina tensión
apasionada de formar, santificar, hacer vivir y reinar a Jesús.
La antropología eudista maneja las antinomias gracia y pecado, miseria y grandeza, nada y
todo, y se abre al poder y a las fuerzas de la Encarnación que resuelve toda antinomia.
Juan Eudes encuentra un simbolismo en esta antropología para hablarnos del papel central
que ocupa el corazón en la vida de todo ser. Hoy manejamos antropologías diferentes, pero
cada una descubre, a su manera, este simbolismo del corazón.
Desde su misma antropología Juan Eudes está a la búsqueda del “corazón” y hay toda una
ascensión del corazón humano hasta el momento en que el Verbo, Dios mismo se hace
corazón.
No tengamos recelos con la antropología eudista a primera vista negativa por los efectos
del pecado y aún de la misma condición de criatura.
Desde la antropología eudista, cuando hablamos de la formación de Jesús en nosotros, lo
primero que Jesús y el Espíritu Santo hacen en nosotros es formar el Corazón de Jesús para
que tengamos sus sentimientos, voluntades y actitudes, como en una nueva encarnación.
Es lo que podemos llamar la ascensión del corazón humano con el Verbo que se hizo
Carne, Corazón.

3.2. La teología eudista.


Juan Eudes es un verdadero teólogo, no de cátedra, sino de los hogares, de la calle, del
campo, donde están los destinatarios de sus misiones y muchos de los que leerán Vida y
Reino.
A veces, en muy pocas palabras, presenta grandes síntesis de la teología clásica de su
tiempo, digamos de aquella teología herencia de Tomás de Aquino y del giro contemplativo
y místico que le dio Pedro de Bérulle a la fe cristiana desde el misterio del Verbo
Encarnado.
Entran en esta perspectiva los grandes temas de la teología tradicional.
Hemos visto elementos muy valiosos que constituyen una teología eminentemente vivible.
Todo en Juan Eudes se centra el todo que es Jesús. O lo acepto y tengo la plenitud de la
vida o lo rechazo y no le encontraré sentido a la vida. Será su recurso continuo en todos sus
escritos, desde los términos que todo el mundo puede entender: renuncia y adhesión,
evangélicos por otra parte.
Lo que le interesa a Juan Eudes, no es el efecto exterior del lenguaje de otros que se valen
de los ropajes de la elocuencia vanidosa de su tiempo, sino de que las Palabra lleguen a
todos, tal como aparece en la Escritura y los centro en Jesucristo, el Verbo Encarnando que
nos revela el misterio (la realidad salvífica) de la Trinidad y de todo el universo. Por la
Encarnación Cristo se hace centro de todo lo espiritual y material.
La centralidad da unidad. El inmenso material eudista no aparece como una dispersión de
elementos, sino como un conjunto armónico de escritos (13 tomos) y de años (1629-1680)
que a partir de Jesús Todo y de la renuncia y la adhesión, encuentra una gran unidad de
mapa mental y de dinámica vital con una gran coherencia.

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Para entender la cristología de Juan Eudes tenemos que identificarlo como beruliano que
profundiza el misterio único de la Encarnación, que diviniza totalmente la humanidad de
Jesucristo y la convierte en el verdadero sacramento: para un culto digno del Padre y
salvación de toda la humanidad. Dos textos claves de P. de Bérulle:
“Desde toda la eternidad, existe un Dios infinitamente adorable, pero no existía todavía un
adorador infinito; había un Dios digno de ser infinitamente amado y servido, pero no había
ningún hombre ni servidor infinito capaces de dar un servicio y un amor infinito. Tu eres en
este momento, oh, Jesús, este adorador, este hombre, este servidor, infinito en poder, en
cualidad, en dignidad, para cumplir plenamente con este deber y rendir este divino
homenaje. Tu eres este hombre que ama, adora y sirve a la suprema majestad como es
digna de ser amada, servida y honrada” (Bérulle. Discours de l´état et des grandeurs de
Jésus. O.C. t. 7. P. 123).
“El nombre, la grandeza, el poder, la dignidad, la majestad de Dios – en cuanto es
comunicable a la criatura – reside y reposa en la Humanidad de Jesús. Dios la une a sí, la
vivifica en sí y la hace subsistir con la divinidad. Por medio de lo cual, cuando ella es
adorada, Dios es adorado en ella; cuando ella habla, camina, es Dios que habla y camina…
Y así, cuando esta humanidad actúa o padece, es Dios mismo quien actúa y padece en ella y
sus acciones y pasiones son divinas y desde esta condición, tienen un mérito infinito y son
de un precio y de un valor infinito, por la relación, el trato y la comunicación inefables que
hay entre la deidad y la humanidad en la subsistencia de la persona divina” (ib. P. 179-180).
Llama la atención que Jesús pueda ser adorador del Padre y nuestro redentor desde el seno
de su madre. Es decir, que en Jesús, está siempre presente el estado superior de su alma que
goza de la visión beatífica y puede adorar y hacerse ofrenda de amor al Padre.
Toda la obra de Juan Eudes está centrada en Jesucristo que tiene en todos sus escritos una
presencia total y universal. Es un cristocentrismo desde la idea misma de Bérulle: de “un
centro sin circunferencia que le ponga límite” y que es punto de referencia en el cielo y en
la tierra, en el mundo divino y el humano: todos dirigen su mirada a Él: el Padre para
complacerse y el mundo para adorar. (Bérulle, O.C. t. 6. P. 330).
Cuando hoy en día podemos leer tantas cristologías, me sorprende más y más la eudista.
En esta comprensión ayuda mucho la obra del P. Clemente Legaré, La misión continua de
Jesús y el beruliano Juan Eudes. Semiótica del discurso religioso. (Presses de l´Université
du Québec, 2006, 320p.).
Cualquier lector puede identificar desde el primer momento que Vida y Reino nos ubica
dentro de una cristología viva, dinámica, cordial, donde todo gira en torno a Jesús y se
refiere a Él. Jesús se convierte en el medio espacio temporal trinitario, divino, humano,
eclesial, cósmico.
Inicia y termina el libro con la gran realidad teológica, de que Jesús, Dios y hombre, es todo
en todas las cosas (Cfr. Ef 1, 22s) es decir, la intencionalidad y el contenido, miran a la
misión de Jesús, de su vida y de su reino, muy especialmente en nosotros que somos sus
miembros (1, 89 y 566).
Todos los espacios de referencia de la vida cristiana que hemos llamado perspectivas están
llenos de Jesús, de su vida y misión y sin Él nada tiene el sentido redentor, salvador,
recapitulador y al mismo será Jesús el que le dará sentido a las realidades más simples de

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nuestra vida, hasta lo que podríamos llamar extraordinario en nuestra vida, en la Iglesia, en
el universo.
Los mismos temas teológicos desde la Trinidad hasta las postrimerías se enfocarán siempre
desde Jesucristo, su vida y su palabra, ofrecidos con una gran sencillez y sin montajes
oratorios y académicos; eso sí, con un gran calor humano y una gran cercanía a los más
humildes. La simplicidad no quita la belleza solemne y grandiosa del misterio cristiano
como una gran catedral gótica con sus bases y proyecciones
Desde Vida y Reino todo el sistema teológico eudista tiene una gran coherencia con sus
siete partes. Diríamos que en este libro que Juan Eudes dejó práctica y conceptualmente
intocable está el ADN que identifica toda su teología, todo su horizonte.
El mismo nombre del autor “El P. Juan Eudes Sacerdote del Oratorio de Jesús” nos
especifica más el ADN de la teología beruliana.
Dios Padre creador en la primera creación del universo y del hombre lo hace todo por amor
de tal manera que todo le pertenece, desde el más simple átomo del universo y por lo tanto
se merece como respuesta toda adoración, toda alabanza y ofrenda de amor. Al no darse esa
respuesta por la caída del hombre, hay una segunda creación que es la Encarnación. Dios
Padre envía a su Hijo, Dios y hombre al mismo tiempo y le entrega todo lo que es suyo. Y
aquí está lo maravilloso que “salva” toda la antropología del pecado: la humanidad creada
de Jesús se somete absolutamente a su divinidad increada, con ese “Aquí estoy para hacer
tu Voluntad” y desde ese momento de la Encarnación el hombre encuentra el camino de la
salvación comportándose exactamente como Jesús, como el verdadero adorador del Padre.
Y aquí está la grandeza del hombre salvado y liberado, que desde la hondura de su ser
unido a Jesús, adora amorosamente, reconoce el poder absoluto de Dios Padre, le da gloria
en todo y acepta con toda humildad, amor y alegría que su salvación depende de su más
íntima relación personal con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo y de su entrega generosa
hasta el mismo martirio.
Así como hay por la Encarnación una alianza de culto y de ofrenda entre la Divinidad y la
Humanidad, así también Jesús nos asocia en alianza, con el Espíritu Santo, para que como
su Cuerpo místico, podamos continuar sus estados y misterios. Jesús asocia nuestra
humanidad a la suya, igual a la nuestra, menos en el pecado y por medio de los
sacramentos, como expresión de alianzas de renuncia al pecado y de adhesión Jesucristo,
encontramos la verdadera salvación.
El proceso divino humano de nuestra salvación culmina en la comunión del amor, donde el
Amor divino y el Amor humano de Jesús, tienen la primera, continua y última palabra, que
el hombre acepta siguiendo el paradigma del Amor del Padre a su Hijo, del amor de Jesús a
nosotros y de nuestro amor al estilo de Jesús y María, capacidades totales para ser ofrendas
de amor.
Todas las perspectivas del pensamiento y de la praxis eudista encuentran su unidad en La
Vida y el Reino. Esto explica lo aparentemente repetitivo de Juan Eudes, se trata de un
llamado en toda dimensión y momento a lo esencial, “al corazón”.
Desde el corazón y sus actitudes tiene unidad la doctrina eudista.

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Todo en Jesús y en el cristiano que los sigue está movido por el amor y la misericordia que
son al mismo tiempo origen, camino y meta de la misma vida y misión de Jesús y del
mismo cristiano que lo quiere seguir.
Juan Eudes maneja una estructura y un lenguaje muy coherentes que, en algunos casos, se
ha dejado de lado en la publicación de muchas de sus obras que aparecen mutiladas, con
capítulos traspuestos, con el supuesto de hacer más actual su pensamiento.
Todos los textos de Juan Eudes van dando aspectos de algo que para el autor tiene una
profunda unidad. Como dice el P. Legaré: “Todas las monografías sobre el contenido de los
textos de Juan Eudes solo dan una lectura parcial de su universo religioso, como las
vidrieras luminosas de una catedral que solo llenan sectores del conjunto arquitectónico”
(La Misión…p. 5). Los 13 tomos de sus obras completas se proyectan sobre un horizonte de
unidad, de coherencia, de homogeneidad desde el primer escrito que conocemos, una
preciosa y extensa carta a Madame de Budos en 1629 hasta la conclusión de El Corazón
Admirable en julio de 1680.

3.3. La Mística eudista.


Hemos visto que la mística eudista no tiene que ver con imaginarios de fenómenos
paranormales como los que se daban en el siglo XVI y XVII.
Es la experiencia y vivencia de los misterios desde la contemplación y la acción en las que
Jesús se convierte en el espíritu, el corazón y el amor del alma de todo cristiano.
Desde la primera página de Vida y Reino hasta la última aparece toda una mística que
llamamos eudista y es novedosa, original en la Iglesia: desde la contemplación de los
misterios, que con el poder del Espíritu Santo, se pueden vivir como continuación de la
misma vida de Jesús en nosotros.
El corazón como el símbolo de la identidad mística y el amor, que engloba todo cuanto de
interioridad existe en el hombre.
En esta mística es notoria la inspiración beruliana. En La Vida y Reino de Jesús, san Juan
Eudes aparece como discípulo, maestro y mistagogo que introduce al cristiano en el medio
divino de la mística.
Seguramente al entrar al Oratorio, Juan Eudes recibió personalmente del mismo Bérulle su
programática de iniciación a la vida mística condensada, años antes (1611-1615), en las
Collationes (Pierre de Bérulle, Collationes congregationis nostrae, Paris, Bibliotèque
Nationale, ms latín n. 18-210, 295p. (p. 33-327). Por eso vale la pena comparar amabas
obras: Collationes y La Vida y el Reino.
Para muchos, Bérulle es un místico impotable; digamos que Juan Eudes hace potable el
contenido dinámico de esa mística para todo cristiano común y corriente.
Bérulle comprometido políticamente con el reino de Francia solo tiene la obsesión de
establecer el Reino de Dios en este mundo.
En sus Collationes aparece un definido cristocentrismo que hace que todo cristiano
encuentre en el misterio de la encarnación y de la redención la causa y el dinamismo de su
unión con Jesús, Cristo Cabeza, del que puede participar en plenitud hasta la identificación
con el Señor.

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Juan Eudes va a insistir, sin tomar a pie de letra a su maestro, algo indiscutible: la vida
cristiana como continuación de la vida de Jesús dentro un proceso posible para todos, bajo
la guía y gracia del Espíritu Santo: formar, santificar, hacer vivir y reinar a Jesús en la
persona. Bérulle insistirá en el proceso de imitación, conformidad, identificación y
subsistencia mística con el mismo Jesús.
Desde su experiencia, juzgada como válida también para los demás, dentro de la libertad
del Espíritu, Juan Eudes toma el Evangelio vivo que es la persona de Jesús y va adaptando
su Palabra y mensaje de vida desde los parámetros berulianos.

Hay, por lo tanto, influencia de Bérulle (Collationes) en la mística eudista (Vida y Reino de
Jesús), pero también una gran libertad y creatividad de Juan Eudes para llevar a todo
bautizado a lo que parecía reservado a una élite espiritual.
Con Juan Eudes el resultado es una obra perfecta y completa. Perfecta porque está muy
bien acabada y completa porque contiene lo fundamental de su mística y espiritualidad.
Es el mistagogo que lleva a todo cristiano, a todo bautizado, a través de los días, las
semanas, los meses y los años a vivir el misterio del Verbo Encarnado.
Es tan importante que lo dejó intocable en su esencia desde 1637. Si en ediciones
posteriores a 1662 se agregaron otros escritos del mismo Juan Eudes, no tienen que ver
nada con la unidad de la obra y son eso, agregados, que con el libro dan publicidad a tres
obritas: Tratado de la devoción a los lugares santos, Meditaciones sobre la Humildad y
Coloquios interiores.
Todo el libro gira en torno a Jesús y a la persona que se entrega a Él, no de manera egoísta,
sino como quien forma parte de Cuerpo místico, hasta hacerse ofrenda substitutiva por los
demás: orar, interceder, y obrar pensando en los demás.
Todo el contenido de la fe con todas sus implicaciones va pasando por cada página con una
profunda mística de encarnación en cada uno y en su comunidad. Y todo con un orden
dictado por el mismo proceso espiritual y místico de la vida cristiana. Al no entender este
proceso se pueden tomar indistintamente las partes del libro y se pierde la perspectiva
eudista.
Hemos visto como todo el cristocentrismo eudista culmina en el Corazón de Jesús y es a
partir del corazón que se puede comprender y vivir la mística eudista que culmina al mismo
tiempo con la identificación del cristiano con Jesucristo en el mundo maravilloso de la
divina Pasión del Amor.
Es el corazón el que da unidad a todo como el término más análogo que pueda darse para
poder hablar de que todo es corazón: Dios y el hombre, la criatura y el universo.
En todo lo que hace y escribe Juan Eudes está movido por la divina Pasión del Amor
siempre más intensa, que puede expresar de muchas maneras y sintetizarla con una palabra
el “celo ardiente”.
Es muy importante el componente de celo en el Juan Eudes que escribe y misiona. El celo
implica un amor apasionado, único y exclusivo y al mismo tiempo un entusiasmo y un
apego perdurable a cuanto tiene un valor real y le da sentido a la vida y a la misión.

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San Juan Eudes está convencido, desde su experiencia mística (Las Virtudes. P.
Hérambourg), de que cuanto propone y hace repetir el cristiano, lo llevará con el poder del
Espíritu Santo a tener, el espíritu, la vida, la devoción, los sentimientos, actitudes y
voluntades de Jesús, formándose en su corazón.
La metodología actual de la comunicación por las redes va en ese sentido reiterativo de
palabras, actitudes, gestos, símbolos.

En la mística eudista es muy apropiado el manejo del ejemplarismo: más allá de lo


puramente exterior, lleva a Juan Eudes a una apasionante metodología que permita al
cristiano ir de lo conocido a lo desconocido y a entender de qué manera todo lo visible nos
lleva a lo invisible, a lo más profundo del misterio aceptado, interiorizado y vivido.
Al mirar a Jesús hay que contemplar sobre todo su interior. Hay que servirse del exterior
de Jesús como medio para acceder al interior de sus misterios. Es el interior, profundo y
puro, poderoso y estable: la misma vida, la luz, el calor del misterio.
En consecuencia, en nuestra relación mística con Jesucristo hay que buscar el modo de
unión más fuerte, más durable, más profundo y pleno.
Digamos que hay una relación por juxtaposición: es decir, Jesús se propone como modelo
al cristiano para que sea su imitador; esta relación no convence mucho a Juan Eudes.
Hay una relación por intersección: es decir, me uno a Jesús simbólicamente, como dos
anillos unidos el uno al otro; esta relación no le dice nada a Juan Eudes.
Y está la relación por inclusión: es decir, me uno a Jesús desde el más profundo interior
viviente, Jesús en mí, yo en Jesús: para Juan Eudes, esta es la verdadera relación mística, la
de la interioridad mutua, inspirada por supuesto en la Palabra de Dios: Cristo se convierte
en nuestra misma vida, vive su vida en nosotros y para eso se forma primero en nosotros,
comparte con nosotros la divina Unidad de la Trinidad, y permanece dentro de nosotros y
nosotros dentro de Él (Cfr. Fil 1, 21; Ga 2, 20; 4, 19; Jn 17, 22-23; 15, 5).

3. 4--La Espiritualidad eudista.


Se ha dicho, asertivamente, que los Eudistas tienen una manera de ser, de pensar y de
actuar. Estamos ante una espiritualidad configurativa, que sin discriminaciones ni
elitismos, quiere hacer del eudista un cristiano de calidad por el poder del Espíritu Santo
que da identidad a la misma espiritualidad.
Juan Eudes vivió en su tiempo una verdadera invasión de espiritualidades cristianas
provenientes de Italia (San Felipe Neri y san Carlos Borromeo), de España (Luis de
Granada, san Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Ávila), de los Países Bajos (Dioniso El
Cartujo, Tomás de Kempis, Luis de Blois, Lanspergio, Taulero, Suso. Estas espiritualidades
eran de difícil asimilación para el pueblo, eran muy abstractas, encasilladas. Juan Eudes
opta por una espiritualidad más amable, más afectiva, más personalizada, más de
Encarnación como la de los Padres de Iglesia, de santas como Gertrudis y Matilde, más
para todo el mundo y por lo tanto más evangélica, sin negar el aporte místico que aquellas
podían tener.
Juan Eudes tendrá en cuenta a los grandes espirituales de su tiempo y que le aportarán
mucho: Pedro de Bérulle, san Francisco de Sales para pasar de una espiritualidad elitista a

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una espiritualidad que pueda fluir concretamente en el pueblo de Dios, llevando hasta sus
últimas consecuencias el misterio de la Encarnación, más allá de lo que podría hacerlo el
mismo Bérulle.
Conocemos, en parte, el gran contenido de nuestra espiritualidad, como se ha indicado en la
introducción a las Obras Completas y paso a paso, se convertirá en la espiritualidad
eudista del Corazón de Jesús, que nos lleva a una entrega total al Espíritu Santo que es el
Corazón divino de Jesús, para tener una manera de ser, de pensar y de actuar, marcada por
el Amor Irresistible del Señor, y con sus sentimientos, voluntades y actitudes.
Tratemos de que no sea una espiritualidad más, sino la que realmente nos configura dentro
de una escuela de santidad donde el ser, el pensar y el actuar engloban todo el existir en su
realización.
Estamos ante una espiritualidad que practica la dinámica beruliana de la Encarnación:
el éx-tasis: salir de sí mismo para amar y cumplir la voluntad de Dios;
salir de sí mismo para volverse totalmente a Dios, a Jesús y al misterio de su amor, presente
en cada persona.
Salir de sí mismo para aceptar la nueva familia que es la Congregación con todo lo que ella
implica en el ser, el pensar y el actuar.
O mejor, salir de sí mismos para insertarnos en la Comunidad eclesial desde el corazón
mismo de la Congregación.

3. 5--La Liturgia eudista


En síntesis es la celebración de los estados y misterios del Amor divino en la comunidad
eclesial y en la vida cotidiana en la que debe proyectarse siempre.
Por la teología y espíritu especial que anima a la celebración eudista de los misterios se le
ha dado el calificativo de liturgia eudista.
Juan Eudes, lo hemos constatado es un autor litúrgico, reconocido como tal por la Iglesia.
Es un autor creativo, muy abierto, como lo podemos apreciar desde una mirada
retrospectiva con el Concilio Vaticano II.
Todo se debe a que supo integrar, como pocos, comunidad, culto y misión.
Además la devoción, más allá de un acto de religiosidad, recibe una connotación litúrgica
muy original: es el verdadero culto de quien, por el Bautismo y los Sacramentos, se ha
consagrado, dedicado totalmente, como Jesús, a entregarse y servir en todo al Padre y a la
obra de la salvación. (1, 265-267).

3.6--La Pastoral eudista


Con Juan Eudes hemos aprendido que la pastoral es el servicio amoroso a las personas y a
la comunidad con el ministerio de la Palabra, de los sacramentos y de la conducción del
Pueblo de Dios.
La Vida y el Reino de Jesús tiene un objetivo totalmente pastoral. Por medio de él Juan
Eudes pastorea el pueblo de Dios como lo hace en sus misiones.
Su pastoral no es anónima es personalizada, en diálogo continuo con el lector, al que
acompaña y guía en su vida cristiana.
Esa pastoral de guía y de conducción se vale de la Palabra de Dios y de los sacramentos,
sobre todo del Bautismo, la Penitencia y la Eucaristía.

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El alimento fundamental es la Palabra de Dios, que formatea todo el mensaje de vida
cristiana.
Juan Eudes trae a cada momento la Palabra de Dios, no para probar con la Palabra lo que
dice, sino para dejar oír a Dios, a su Hijo, al Espíritu Santo.
Aunque no cite, explícitamente, en cada página la Palabra de Dios, si lo hace
implícitamente en cada página, es decir su lenguaje es bíblico y es la Biblia la que formatea
su mismo lenguaje.

Cuando Juan Eudes recomienda la lectura de La Vida y Reino de Jesús lo entiende como
una ayuda en la pastoral del seguimiento, del acompañamiento de las personas.
La Pastoral de Juan Eudes es la dinámica propia de un misionero inmerso entre la gente
sencilla y humilde de las calles, de los campos, de los incontables espacios de misión,
donde todo le inspiraba, en el día a día, una lectura adaptada de la Palabra de Dios, un
escrito para responder al hambre espiritual de las personas, una obra para colmar unas
necesidades materiales y espirituales,
Como pastor tuvo consigo mismo una dinámica muy efectiva: se preocupó primero por ser,
luego, por hacer y, finalmente, por decir.
La inspiración de esta dinámica la encontró en Lucas: Jesús poderoso en obras y palabras,
lo que Jesús hizo y enseñó (Lc 24, 19; Hechos 1,1).
Es decir que nos colocamos ante sus escritos para descubrir el ser de Juan Eudes, su qué
hacer y luego lo que nos quiso decir.

Hoy en día la pastoral insiste en que el pastor tenga un lenguaje apropiado y emplear, para
no volverse tan pesado, el mapa mental kerigmático, con frases breves cargadas de paz,
salvación, conversión, asertividad.
Para una mejor comprensión del pensamiento eudista se puede hacer uso de los mapas
mentales. El mapa mental de Juan Eudes no tiene un diagrama piramidal, ni vertical ni
horizontal, como podría darse en el mapa conceptual de la filosofía clásica con ideas
jerarquizadas, o en un estricto organigrama, lo que podría implicar distancias y
alejamientos; sino más bien, en un diagrama centralista, con una idea central, con un centro
de atracción, que implica acercamiento a las personas, a quienes se predica el kerigma.
Juan Eudes no piensa en los académicos y filósofos para presentarles un mapa conceptual,
sino en los analfabetos con quienes funciona mejor el mapa mental del kerigma, tan simple,
tan breve, como lo hace, verbigracia, en el Catecismo de la Misión que prefiere llamar La
Vida del cristiano.

Juan Eudes fue ante todo misionero. De ahí el problema que se planteó: un problema de
comunicación popular. ¿Cómo hacerse a un lenguaje adecuado a la predicación, que fuera
fiel reflejo de sus intuiciones más profundas y a la vez que su más eficaz y expresivo
instrumento de difusión?
Ya se ha insistido en su intuición genial cuando descubrió en el término “corazón” la
palabra clave capaz de expresar toda su espiritualidad unitiva, es decir, todas las relaciones
de inclusión que unen a Jesús y María, a Jesús y el cristiano, a Jesús y la Trinidad, al
cristiano con Dios y el universo.

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Juan Eudes supo llegar a la gente, como vemos en las introducciones a sus obras.
Juan Eudes pastor tuvo la genialidad de identificar el público para sus escritos y responder
a la búsqueda espiritual de los numerosos oyentes de sus 117 misiones y de los mismos
agentes evangelizadores, religiosos y pastores. Por eso una veintena de sus escritos tuvo
varias ediciones y reimpresiones. Hechas las proporciones del caso, hoy sería un autor best
seller con su La Vida y el Reino de Jesús, editado 34 veces durante su vida (sin contar las
ediciones piratas). En ese tiempo las ediciones variaban entre 1000 y 1500 ejemplares.

Concluyo con una pregunta:


¿Podrá llegar hoy, como ayer, Juan Eudes a nuestra cultura?
Creo que es posible y se ha demostrado con el lenguaje kerigmático de frases breves
portadoras de luz, salvación, paz, alegría, entusiasmo, como se da hoy en día por parte de
millones de twitteros y youtuberos.
¿Podríamos hacerlo? Muchos Eudistas lo hacen en sus predicaciones y conversatorios con
frases que parecen dichas de paso, pero dejan verdadera simiente de vida nueva.
Para llegar a esas frases breves que se quedan en el alma y llevan a la acción, dejémonos
conducir, como Juan Eudes, por Espíritu Santo y nos podría ayudar, además, el tratamiento
semántico, semiótico de los textos eudistas.

Gracias por dedicarle tiempo y espacio a esta reflexión y reciban todas las bendiciones que,
durante casi cuatro siglos, han recibido los lectores y practicantes de La Vida y el Reino de
Jesús.
Medellín, Agosto de 2021.

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