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San Juan Eudes fue el máximo exponente de esta concepción de la vida cristiana.
Gran predicador, excelente misionero también adquirió fama en su tiempo por su
guía de almas. Sus ideas están moldeadas por su gran experiencia pastoral.
Tomando el cristocentrismo de Bérulle, Eudes le dio una forma “paulina” en su
propuesta espiritual.
“Jesús, Hijo de Dios e Hijo del hombre, Rey de los hombres y de los Ángeles, no
es sólo nuestro Dios, nuestro Salvador y nuestro Soberano Señor; es también
nuestra cabeza, pues nosotros, miembros de su cuerpo místico, somos hueso de sus
huesos y carne de su carne, según palabras de San Pablo…
10
Bremond, Henry, A Literary History of Religious Thought in France, 46.
11
Introducción a la vida Devota y el Tratado del amor a Dios de Sales eran libros exitosos en ese tiempo y no es que
en ellos San Francisco de Sales no hable acerca de la vida en Cristo, pero lo hace de solo de manera accidental y al
pasar.
12
(Lebrun 13)
De consiguiente, estamos adheridos a Él por la unión más íntima que puede existir
cual es la de los miembros con su cabeza; unidos espiritualmente por la fe y por la
gracia que nos otorgó en el santo Bautismo; unidos corporalmente por la unión de
su santísimo cuerpo con el nuestro por la santa Eucaristía. Síguese de ahí
necesariamente que, como los miembros están animados del espíritu de su cabeza
y viven su misma vida, así debemos estar animados por el espíritu de Jesús, vivir
de su vida, marchar sobre su senda, revestirnos de sus sentimientos e
inclinaciones, ejecutar todos nuestros actos con las mismas disposiciones e
intenciones suyas; en suma, continuar y cumplir la vida de Jesús, su religión y sus
devociones sobre la tierra.”13
Eudes presenta la vida cristiana como una continuación de la vida de Cristo, con la
cual debemos configurar todo aspecto de nuestro ser. Anticipándose al Concilio
Vaticano II, Eudes entendió que el Bautismo implicaba la vocación a la santidad.
Eudes utilizó otra idea Paulina como fin de la vida cristiana: La formación de
Cristo en las almas. 14 Para san Juan Eudes, el deber de todo cristiano, todos los
esfuerzos de su vida deben dirigirse a formar a Jesús en sus almas. De manera
sintética, Eudes presenta esta idea en sus aspectos trinitarios, soteriológicos y
eclesiales en su libro:
Es la acción más grande del Padre Eterno, ocupado como está desde toda la
eternidad en producir a su Hijo en sí mismo, y, fuera de sí, no realizó nada más
grande que la formación de ese su Hijo Divino en el seno purísimo de la Virgen en
el momento de la Encarnación. Es la obra por excelencia ejecutada por el Hijo de
Dios en la tierra la de formarse a sí mismo en su santa Madre y en la Eucaristía; y
es ésta también la más noble que hizo el Espíritu Santo, al formarlo en las
entrañas benditas de María, la cual tampoco hará jamás nada superior y más
notable como el hecho de haber cooperado a esta divina y maravillosa formación
de Jesús en su casto seno. Es esta la obra máxima y más santa de la Iglesia, cuya
misión principal es por boca de sus sacerdotes producir de manera cierta y
admirable a Jesús en la Eucaristía y formarlo en el corazón de sus hijos; para esto
fue instituida por Cristo.
13
San Juan Eudes, Vida y Reino de Jesús en las almas, 48.
14
Cfr. Gálatas 4, 19: hijos míos, por quienes estoy sufriendo de nuevo dolores del parto hasta que Cristo sea
formado en ustedes”
y disposiciones. Este tiene que ser el objetivo de todos nuestros ejercicios de
piedad; tal es la obra que Dios nos ha encomendado y en la que quiere vernos de
continúo empeñados.
Eudes nos recuerda que, para San Pablo, la Iglesia es el cuerpo de Cristo,
continuando la misión de Cristo en la historia humana. La vida de cada cristiano es
el desarrollo y cumplimiento definitivo de la vida de Jesús.
Para lograr este fin, Eudes construyó una espiritualidad cristocéntrica, donde cada
acto religioso tiene como fin la contemplación y adoración de Cristo.
Bajo el encabezado “Omnia in omnibus Christus” Eudes tiño cada acto espiritual
con un color cristocéntrico. En “Vida y reino” el invita a sus lectores a ver a Jesús
en todas las cosas: los invita a contemplar a Jesús en Maria. La Veneración a la
Virgen es propuesta porque la Virgen era objeto del amor de Cristo y los cristianos
tienen que continuar ese amor de Cristo. También tienen que venerar a la Virgen
porque en ella, pueden ver a su Hijo. Maria desea ser venerada porque Jesús “es
todo en ella”16.
Eudes propone contemplar a Jesús en los santos. La veneración de los santos tiene
que conducir a Cristo. La caridad fraterna también debe estar movida por el amor a
Cristo: Cuando un Cristiano mira a los que tiene alrededor, debe ver a Jesús en
ellos.
La práctica de las virtudes también tiene un tinte cristocéntrico. Las virtudes del
cristiano no tienen que ser sino una prolongación y completamiento de las virtudes
de Cristo. Eudes era critico de una práctica de las virtudes, consideradas en sí
mismas, como lo hacen los filósofos paganos. Para practicar una virtud de manera
cristiana, el cristiano tiene que hacerlo animado por el mismo espíritu que movía a
Cristo. Para adquirir una virtud, Eudes proponía primero contemplar esta virtud en
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(Lebrun 50)
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Life 272
Cristo, y después practicarla no solo considerando lo exterior sino con las mismas
disposiciones interiores de Cristo.
Para meditar acerca de los misterios de la vida de Cristo Eudes invitaba a realizar
siete consideraciones. Primer, una composición del lugar, a la manera Ignaciana.
Segundo, considerar el espíritu y la interioridad del misterio: “pensamientos e
intenciones, afectos, sentimientos, disposiciones y ocupaciones interiores con que
se ha verificado este misterio de parte de Jesús y de las personas y seres que en él
tomaron parte.”17 La tercera consideración es los efectos que Jesús ha operado y
sigue operando por dicho misterio de su vida. Los restantes pasos implican honrar
a Maria, los ángeles y los designios eternos al realizar ese misterio.
Por último, es interesante resaltar que Eudes proponía como principal medio para
vivir la vida en Cristo, el ofrecimiento u oblación de uno mismo a Jesús.
Eudes aconsejaba al comienzo de cada actividad cotidiana hacer dos actos:
primero, hacer un acto de renuncia al hombre viejo (aniquilamiento) y luego hacer
un acto de oblación a Cristo. La razón de esto es que Jesús no puede vivir en el
cristiano a menos que este renuncie a su hombre viejo y pida por su gracia. La
corrupción de la naturaleza que ha obrado el pecado original no deja otra
posibilidad que renunciar a uno mismo y darse a Jesús para obra bajo su influencia.
En este punto sale a la vista la antropología que Eudes y toda la escuela de
Espiritualidad Francesa sostenían. Siguiendo a San Agustin, afirmaban con mucha
fuerza la corrupción de la naturaleza humana, al punto de decir que no podemos
17
Eudes, Vida, 192
18
Eudes, Contrato del hombre con Dios, 82
siquiera crucificar al Hombre viejo sino con el auxilio de la gracia de Dios. A su
vez, también exaltaban enormemente el poder de la Gracia.
Con estos actos espirituales, Eudes proponía una vida cristiana en un profundo
clima religioso, como una relación viva con Dios.19 Esta referencia continua a Dios
fue llamada por Eudes “devoción Cristiana” o “vivir cristianamente”, es una
intención constante de existir para Dios” como lo hizo Cristo.
4. Conclusion
19
Milcent, Paul. Dictionnaire De Spiritualite. VIII, ser. col.488-501, Beauchesne, 1994. En
adelante: Milcent