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P. José Mizzotti
1. LA CONSAGRACIÓN EN SÍ MISMA
a. “Consagración” y “santidad”
Consagración en la Biblia. 1 - 2
La diversidad de estas experiencias religiosas nace
justamente de la diversidad de respuestas a este
problema, de las diferentes visiones, alternativas y
propuestas presentadas para superar esta lejanía entre Dios
y la humanidad.
No es el caso de hacer un análisis de todas estas diferentes
experiencias religiosas. Nos limitamos a nuestra experiencia
religiosa cristiana y católica. Y, aunque no tenga los
elementos como para poderlo afirmar tajantemente, me
arriesgo a insinuar que aquí está también el punto que
explica la diversidad de las diferentes espiritualidades en
nuestra tradición eclesial.
Tampoco es el caso de hacer un análisis de todas las
diferentes espiritualidades que han ido apareciendo a lo
largo de la historia en nuestra tradición cristiana. Non basta
quedarnos con las experiencias fundantes del Éxodo y de la
Encarnación. Y nos basta quedarnos con nuestra
espiritualidad monfortina. Todas ellas exigen un “seguimiento”, es decir exigen una
espiritualidad.
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miel… Ahora, pues, ve: yo te envío a faraón para que saques a mi pueblo, los
israelitas, de Egipto”.
Por otro lado Jn 11,1.11-12.14: “En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba
con Dios y la Palabra era Dios… Vino a su casa y los suyos no la recibieron. Pero a
todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios… Y la Palabra se
hizo carne y puso su morada entre nosotros…”.
Tanto en la experiencia del Éxodo como en misterio de la Encarnación, el esquema
es el mismo: la lejanía entre lo divino y lo humano se supera por un doble
movimiento: uno descendente (es el movimiento de Dios) y otro ascendente (es el
movimiento de respuesta del hombre).
Quiero asumir estos dos movimientos como punto de partida para nuestro paseo por
la Biblia a lo largo de esta semana.
El movimiento descendente es el movimiento de la iniciativa de Dios, de su amor,
de su gratuidad: es el misterio de un Dios que escucha e baja para liberar, y nos
pide “contemplar” y “cantar” las “obras grandes” que Él realiza a favor de su pueblo;
es el misterio de la Encarnación que, como María, hay que acoger con fe.
El movimiento ascendente es el movimiento de la respuesta del hombre, que se
expresa en la obediencia: cumplir la voluntad del Padre, observar la Ley.
Hasta aquí todo bien. Los problemas comienzan cuando queremos ubicar en este
esquema la “consagración” y, antes aún, cuando queremos definir el sentido de la
palabra misma de “consagración”.
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Cuando se insiste demasiado sobre la “gratuidad” de Dios, casi olvidando o
desconociendo la “obediencia” necesaria por parte del hombre:
se puede fácilmente caer en una imagen-experiencia equivocada de Dios
como Dios “mágico” y milagrero, que todo lo hace a través de sus “maravillas”
y, finalmente, “libera” al hombre de su responsabilidad. Finalmente, Dios me salva
de todas maneras, más allá de lo que yo pueda hacer o no;
se puede fácilmente vivir con una conciencia “a-crítica” frente a la
realidad y a la sociedad: ya no se ve la “deshumanización” y el pecado, quedando
con una “bondad” irreal del hombre y del mundo.
María, en esta perspectiva, puede resultar como demasiado
espiritualizada y “deshumana”: demasiado perfecta, demasiado única,
demasiado lejana, “casi como diosa”…
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y la mujer sólo son vistos como pura negatividad y el mundo es visto sólo como
basura y “casa del diablo”.
es fácil caer en un espiritualismo e individualismo desencarnado,
totalmente despreocupado por los otros y por la “deshumanización” del hombre y
de la sociedad;
María, en esta visión, puede reducirse a demasiado humana: sólo mujer,
sólo una del pueblo, sólo una de tantos.
Son sólo algunos de los tantos posibles riesgos, presentes tanto en una como en
otra perspectiva.
e. Un dualismo pernicioso
Detrás de estos riesgos, está escondido un dualismo que, muy a menudo, está
presente inconscientemente en la visión común y corriente de nuestra gente sencilla
(¿y en la nuestra también?): espíritu – materia, alma – cuerpo, individua – sociedad,
amo – esclavo, hombre – mujer, Dios – hombre, ciudad de Dios – ciudad del hombre,
Iglesia – mundo, fe – razón, dimensión espiritual – dimensión temporal, gracia –
naturaleza, sagrado – profano…
En la base de estas distinciones demasiado fáciles, se encuentra generalmente una
concepción rudimentaria según la cual las realidades terrenales, profanas y
temporales, no tienen relación intrínseca con el Reino de Dios. Son un simple
armazón provisional para la construcción “sobrenatural” de la Ciudad de Dios. De esta
manera la gracia de Cristo aparece aislada en círculos cerrados, afuera del espacio
propio del mundo.
En esta perspectiva, es fácil llegar a una visión equivocada de «consagración»
entendida como «separación».
La consagración sería en-
tonces la operación con la que
el hombre, encargado o no por
una institución, saca una cosa
de su uso corriente o saca a
una persona de su
disponibilidad primera, reser-
vándola para la Divinidad, para
rendir pleno homenaje al
dominio de Dios sobre la
creación.
Entonces, significaría sub-
straer una realidad a su
finalidad inmediata, deter-
minada por las leyes de su
naturaleza física, o substraer a
una persona libre a su finalidad
inmediata, de-terminada por las
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leyes de su estructura psicológica, de su compromiso social, y de la libertad de
disponer de sí misma.
Es una “alienación”, en el mejor (o en el peor) sentido de la palabra, por
transferencia a quien es soberano supremo.
El objeto sagrado, separado de esta manera, es intocable, en el sentido casi físico
de la palabra: hasta el punto que, de ahora en adelante, deberá ser tratado sólo con
gestos convencionales, con “ritos” que expresan esta reserva.
Un lugar sagrado ya no puede ser usado para las necesidades ordinarias de la vida,
bajo pena de violación sacrílega, y en este lugar sólo es posible entrar revistiéndose,
exteriormente e interiormente, del aislamiento de los dioses.
Una acción sagrada – desde la antigua sacralidad de los reyes (o del modernísimo
prestigio de los jefes) hasta la sepultura cotidiana de los muertos – corta a la raíz, en
los gestos y en los resultados, la relación con el ritmo habitual de la vida colectiva.
Una persona consagrada tiene la obligación, por lo menos en el ámbito de su
consagración, de estar separada en el espíritu, en el corazón y en el cuerpo (hábito
incluido) de las ocupaciones, de los trabajos, de los intereses y del comportamiento
de los otros hombres.
Además que en las clásicas definiciones de la teología, todo esto es posible
encontrarlo en concreto, hasta en las más significativas degeneraciones (los tabúes
supersticiosos), en la historia de las religiones y de la sociedad.
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hecho carne, y el Verbo es creador y salvador. La Encarnación lleva a su
cumplimiento la creación.
Para este Dios, la « humanización» del mundo por medio del hombre es la
realización del Reino. El cumplimiento final abarcará la totalidad del universo y de la
historia; y esta esperanza escatológica ya está adentro de cada realidad terrenal. «Y
yo cuando sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12,32).
g. Preguntas orientadoras
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¿La Biblia asume, explica, interpreta la “consagración” en términos de “separación” o
en términos de “santificación” en la línea del misterio de la Encarnación?
Y el Padre de Montfort, ¿va por la perspectiva de la “separación” o por la perspectiva
de la “santificación”, en su visión de la Encarnación?
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de verdad en ovejas consagradas al Señor (Ez 36,37-38). “Haré con ellos una
alianza de paz, alianza eterna pactaré con ellos. Los estableceré, los acrecentaré y
pondré entre ellos mi santuario para siempre..., yo seré su Dios y ellos serán mi
pueblo. Y sabrán las naciones que yo soy el Señor que consagra a Israel...” (Ez
37,26-28; ver 36,22-36)».
Una página densa, demasiado densa. Éxodo, alianza, destierro, reconstrucción: casi
mil años de historia, de vida, de reflexión condensados en tan pocas líneas...
Imposible saborear. Vamos entonces a separar, vamos a degustar poco a poco
estos que son temas centrales del A.T. y que tienen una implicancia especial con el
tema de la “consagración”.
Premisas
Éxodo es el nombre de un libro de la Biblia. Pero los acontecimientos que en él son
narrados, y sobretodo el sentido que estos mismos acontecimientos conllevan, van
más allá de este libro y se explayan en otros libros: algunos de ellos con tenor
narrativo (Números, Josué) y otros con carácter teológico y legislativo (Levítico,
Deuteronomio).
El conjunto de estos libros va dibujando una figura de sentido unitaria, que se va
desarrollando a través de acontecimientos, a veces intrigados, de hechos y de ideas.
Es a esta figura de sentido que daremos el nombre de Éxodo.
Figura diacrónica que se va desarrollando en cuatro momentos mayores, que son
al mismo tiempo etapas cronológicas-geográficas y motivos temáticos: la salida de
Egipto, el camino en el desierto, la subida al monte, y la llegada a la tierra prometida.
El Éxodo como figura de sentido o como paradigma de existencia tiene entonces
una forma de relación histórica: narración de hechos ocurridos dentro de la historia.
Sin embargo, estos hechos son mirados con unos ojos que los superan para
alcanzar un sentido más profundo que en ellos se esconde. La palabra que relata los
hechos, al mismo tiempo, retranscribe los hechos para transformarlos en
transparencia de sentido, pero sin disolver su historicidad.
La pregunta que nos guía será entonces la misma que guió la escritura de los textos:
¿qué significa? No pedimos la exactitud de la información, sino la verdad del
mensaje; aún con la convicción que aquel mensaje se ha encarnado en la sucesión
de los hechos antes de desplayarse en la narrativa del texto.
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3.1. LA SALIDA DE EGIPTO: LIBERACIÓN COMO ACCIÓN PRIVILEGIADA DE
DIOS
La narración del Éxodo no dice que los hebreos gritaron a Dios, sino solamente que
los hebreos gritaron y que su grito subió hasta Dios. Equivale a decir que el grito de
quien sufre posee como un estatuto implícito de oración; y no por una intrínseca
capacidad o bondad del hombre que grita (quien grita, el desesperado, puede ser
también un gran “desgraciado”…), sino porque en la otra orilla hay un Dios-para-el-
hombre que lo recoge. Así como ya había recogido el grito que salía de la sangre de
Abel (Gn 4).
b. La irrupción de Dios
A lo largo de la narración, por dos largos capítulos, se han enfrentado hasta ahora
sólo figuras humanas: opresores y oprimidos, poder y esclavos, y después Moisés
que, desde el punto de vista histórico-cultural, hace de mediador entre las dos
partes, en cuanto hebreo salvado y crecido en la corte egipcia.
Improvisamente, se da la que se puede llamar una auténtica irrupción de Dios.
Este entra en escena de golpe, con una iniciativa que es respuesta al clamor de los
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hebreos. Semánticamente, el nombre “Dios”, que hasta ahora nunca había
aparecido (a excepción de una breve incursión en Ex 1,17 y 20), llega a ser el
verdadero centro y protagonista, mientras que los hebreos sólo aparecen en
posición pasiva, como objeto de la acción liberadora del mismo Dios. Solamente al
final de esta acción, en la otra orilla del mar Rojo, ellos volverán a ser sujetos,
cuando explotarán en la acción de gracias y en la alabanza. Esto es: entre el grito
del hombre y su canto de gratitud, se explaya la gran acción divina.
c. La auto-revelación de Dios
Entonces, en estos capítulos iniciales del Éxodo el único verdadero sujeto es Dios: el
tema de estos capítulos es la auto-revelación activa de Dios.
¿Bajo qué rasgo Dios se revela a sí mismo? Se revela como el “Dios del extranjero”
o el “Dios del esclavo”. La fuerza de la revelación divina como acontece en el Éxodo
está exactamente en el hecho de presentar a Dios como a un Dios que se identifica
con aquellos que están privados de su identidad.
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Entonces, también cambia la identidad y el horizonte del hombre. Su nueva
identidad, ahora, es aquella que es abierta por la “predilección” y por su orden dual:
la libertad amante y el extranjero/esclavo amado, la identidad en la alteridad.
Según este texto, la lección del desierto tiene una doble vertiente:
en positivo, el desierto sirve para hacerle entender a Israel que “no sólo de
pan vive el hombre, sino que el hombre vive de todo lo que sale de la boca de
Yahvé” (v. 3), es decir de la promesa divina como única fuente de seguridad
existencial.
a. La imposibilidad humana
Dios “te ha conducido a través de este desierto grande y terrible entre serpientes
abrasadoras y escorpiones, que es un lugar de sed, sin agua” (v 15).
La falta de agua transforma el desierto en lugar estéril, la presencia de animales
venenosos lo hace extremadamente peligroso: dos maneras de decir que el desierto
es el espacio de lo inhabitable, de lo invivible.
Motivos, los dos, que vuelven con frecuencia en la página bíblica (ver: Is 41,18ss;
Nm 21,6; etc.).
El desierto es una de las metáforas fundamentales del caos. La otra, como es
conocido, es la del abismo acuático. Paradójicamente, la imposibilidad de vivir puede
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ser dictada tanto por la falta de agua como por su exceso, tanto por la aridez que
seca la vida al nacer como por inundación que todo lo arrolla.
Salvado del naufragio del Mar Rojo por la intervención liberadora de Dios, Israel
tiene que conocer ahora la necesidad cotidiana de esta intervención en las
condiciones de la existencia en el desierto. Allá donde esta existencia se encuentra
en situaciones-límites, se hace evidente la necesidad de la “gracia”, de la
“gratuidad”. En la imposibilidad del hombre se afirma la posibilidad de Dios.
b. La posibilidad de Dios
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c. El corazón de desierto
La tentación es la otra cara del don de Dios, y es al mismo tiempo su volcadura: «No
digas en tu corazón: “Mi propia fuerza y el poder de mi mano me han creado esta
prosperidad”, sino acuérdate de Yahvé tu Dios, que es el que te da la fuerza para
crear la prosperidad» (Dt 8,17-18).
Pero, junto a esta fe como confianza, hay, en la lección del desierto, la fe como
mirada limpia capaz de contemplar la creación y gozar de ella. Los milagros del
desierto no son, como ya decíamos, el triunfo de la opulencia sino la afirmación de lo
necesario.
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resplandece es la reencontrada calidad de las cosas, es el verlas nacer “como si
fuera la primera vez”.
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SEGUNDO DÍA
la historia de los beneficios pasados (“Han visto lo que he hecho con los
egipcios y cómo a ustedes los he llevado sobre alas de águila y los he traído a mí”,
Ex 19,4);
El segundo momento (la relación de obediencia que Dios pide) ocupa una posición
central no solamente en el orden de sucesión, sino en la lógica interior que relaciona
los tres momentos: es para relacionar consigo a Israel como pueblo de la Alianza
que Dios ha liberado de Egipto a los hebreos y los ha guiado a lo largo del desierto;
y es a Israel como pueblo obediente que Dios donará la tierra prometida.
El corazón de toda la experiencia del Éxodo está, entonces, en la reciprocidad de
pertenencia que aquí se establece: “Tú serás mi pueblo, y yo seré tu Dios”.
Pertenencia existencial, que no se refiere sólo a la vida física de los hebreos, a la
cotidianidad de su subsistir, sino a su libertad, a su capacidad de disponer de sí
mismos.
Que este Dios sea el señor de la vida humana en cuanto realidad natural, lo ha
demostrado la soberanía con la que ha dispuesto de los elementos cósmicos para
derribar y para vivificar, para anihilar a los egipcios y para proteger y alimentar a los
hebreos. Pero ahora se trata de una soberanía totalmente diferente, que no se
instituye con la fórmula que doblega el obstáculo, sino con la palabra que ilumina e
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interpela la conciencia; una soberanía donde la libre aceptación del súbdito es la
condición de la soberanía del señor.
Al respecto es significativa la experiencia y la actitud de María en el momento de la
Anunciación: el “sí” de María transforma la Palabra y la promesa del Señor en “ley”
para su vida.
Y esto es el sentido fundamental de la Ley: es la Palabra en cuanto libremente
acogida y aceptada en el “si” de la persona interpelada o en el “sí” de un pueblo.
“Amarás a Yahvé tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza”
(Dt 6,5).
La costumbre nos ha hecho insensibles a la peculiaridad de esta fórmula, donde se
habla del amor en términos de imperativo. Nosotros, normalmente, asociamos el
amor a la espontaneidad, de tal manera que un amor “comandado” nos resulta como
una contradicción.
Sin embargo, esta no es la lógica de la Alianza y, en ella, de la Ley. Para Alianza y
Ley amor y mandamiento presentan una perfecta reciprocidad, así que el amor sólo
puede ser comandado y el único mandamiento sólo puede ser el mandamiento
del amor.
1. Afirmar que el amor sólo puede ser comandado, es reconocer que el amor
no pertenece a la espontaneidad sino al mandamiento. Y esto significa
sustraerlo a la tentación de la posesión del otro y de la reducción del otro a objeto
puesto a mi servicio.
El amor que brota del hombre lleva insuperablemente el signo de su necesidad de
ser, de su búsqueda de identidad. La identidad del que ama está en primer lugar y
el amado es puesto al servicio del que ama. Este tipo de amor no reconoce al otro
en su alteridad, sino sólo en relación con uno mismo. El otro es amado sólo en la
medida en que me sirve para realizarme, para complacerme, para satisfacerme.
Cuando ya no me sirve, lo boto. De esta manera, la tentación de la negación de la
libertad del otro está siempre latente.
Por el contrario, el amor como mandamiento rompe con este esquema: implica
una superación y salida (éxodo) de sí mismo justamente porque es respuesta a
una interpelación (mandamiento) que llega desde afuera, es obediencia a un
llamado, es éxodo hacia un país extranjero, el país extranjero del otro: el modelo
de este amor es Abraham.
La Ley garantiza la alteridad de Dios y la alteridad del hermano, la “exterioridad”
de Dios y del hermano al hombre mismo que ama, y garantiza la verdad del amor
como relación con el Otro y con el otro.
En este sentido, el amor sólo puede ser comandado.
2. Pero aquí entra la segunda cara de la Ley: solamente el amor puede ser
comandado, el único mandamiento sólo puede ser el mandamiento del amor.
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No por nada, cuando se pierde el amor, se multiplican las leyes. No por nada,
cuando el pueblo de Israel olvidó lo de “misericordia yo quiero, y no sacrificios”,
necesitó multiplicar los 10 Mandamientos en 613 preceptos y leyes. No por nada
Jesús, experto en Amor, con mucha sabiduría volvió a decir que ni 10, ni 613 eran
los mandamientos, sino sólo uno: “ámense los unos a los otros, como yo le he
amado a ustedes”.
Si la obediencia es lo que hace posible que el que ama se supere a sí mismo y se
abra al otro respetando su alteridad, el amor es el contenido de encarnación de la
obediencia. No hay obediencia hacia Dios en un espacio vacío de aire, para
decirlo de alguna manera; no hay obediencia hacia Dios separada de la situación
concreta donde yo me encuentro como hombre entre los hombres; no hay
obediencia directamente dirigida a Dios. La bondad, la compasión, la misericordia,
etc., que yo demuestro hacia el prójimo, no es algo que yo hago para Dios, sino
algo que verdaderamente yo hago para el prójimo.
El prójimo, entonces, no es y no puede ser un instrumento, un medio que me
permite ejercer el amor a Dios. Por el contrario, así como puedo amar al prójimo
sólo si abandono totalmente mi voluntad a la voluntad de Dios, de la misma
manera puedo amar a Dios sólo si quiero lo que él quiere, amando
verdaderamente al prójimo.
Me parece que esto es lo que expresa la justa relación entre obediencia/amor a
Dios y bondad/amor hacia el prójimo. No se trata de aceptar un diktat divino, una
orden de Dios, sino de “querer lo que Dios quiere”: es decir, amar lo que Dios
ama, como Dios ama y porque Dios ama. El indicativo de Dios (Dios ama) se
vuelve el imperativo (debes amar) del partner humano de la Alianza.
La respuesta no puede ser que una sola: el Dios del Éxodo se ha revelado a sí
mismo amando (eligiendo) a la minoría hebraica en Egipto, interviniendo para dar
antes la libertad y después la ciudadanía a quien como esclavo estaba desprovisto
de la libertad y como extranjero estaba privado de ciudadanía.
Por eso, la Ley del amor incondicional a Dios asume la figura histórica del amor “al
estilo de Dios” hacia el extranjero. La fórmula originaria del amor al otro hombre no
es, en la teología del Éxodo, la de amar al prójimo, sino la de amar al extranjero.
Israel conocerá muchas leyes, mejor dicho conocerá diferentes codificaciones de la
Ley: pero el principio generador de toda su legislación es: “Amen al forastero, porque
forasteros fueron ustedes en el país de Egipto” (Dt 10,19. Ver también: Ex 22,20;
23,9; Dt 24,17ss; Lv 19,33ss).
La razón de la memoria de Israel extranjero en Egipto está en el hecho de que
justamente como extranjero en Egipto Israel ha experimentado el amor gratuito y
liberador de Dios: aquel mismo amor que ahora se le pide reproducir y hacer
presente en la puntualidad de la necesidad del otro.
Entonces, el extranjero no es solamente una categoría particular, objeto de una
atención legislativa específica; más bien, es la metáfora fundamental del otro
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hombre en cuanto necesitado, en cuanto extranjero para mí y en cuanto expulsado
de la vida, y por lo mismo confiado al amor.
El huérfano y la viuda, el hambriento y el sediento, el encarcelado y el perseguido
son diferentes manifestaciones concretas de esta “alteridad” humana que siempre
tiene que ser acogida y socorrida como Dios ha hecho con los hebreos extranjeros
en Egipto, que siempre tiene que ser hospedada dentro del espacio de la vida donde
todavía son extranjeros.
b. Ley y libertad
c. Ley y comunidad
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singularidad no divide, porque el individuo como tal se vuelve capaz de hacer
comunión y de acoger la voluntad de comunión de los otros.
El amor es aquí el tejido de una reciprocidad que lleva a cada individuo más allá de
sí mismo, transformando la diferencia de la alteridad en relación de sujetos que
“obedecen” la misma Ley del amor. La Ley hace de Israel una asamblea de
llamados: no un colectivo llamado, sino una comunidad de sujetos individualmente
responsables de su respuesta: cada uno responsable de los otros frente a Dios.
Consagración en la Biblia. 2 - 5
a. La tierra como don
Dos son los ámbitos donde la tierra se hace principio de seducción y de caída para
Israel: el ámbito ético, donde la caída tomo el rostro de la injusticia, y el ámbito
religioso, donde la caída es llamada idolatría. La matriz de las dos y su
denominador común es la voluntad de posesión-dominio de aquellos bienes que la
bondad divina ha donado.
La práctica de la injusticia negaba activamente el amor, es decir, la sustancia de la
Ley. La seducción de la idolatría anulaba la fe, es decir, la lección del desierto.
El acento no cae aquí sobre la necesidad de trabajar la tierra para que conceda sus
frutos, sino, de una manera mucho más general y fundamental, sobre la relación
entre el hombre bueno y la tierra buena: en la fructificación de la tierra está incluida,
como su condición, la bondad y rectitud del vivir humano.
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La bondad divina como libertad y fidelidad en el amor es lo que hace posible la
bondad de las cosas, como posibilidad de gozarlas por parte del hombre. Para que
este primer amor (de Dios) persevere en el corazón de las cosas, es necesario el
consentimiento del hombre: la bondad de las cosas se hace real solamente a través
de la obediencia del hombre.
Esta tierra prometida es, entonces una tierra extraña: se llega a ella, pero non es
posible vivir en ella como “llegados”. Se llega a ella como espacio geográfico, pero
nunca es posible llegar definitivamente a ella como espacio existencial: como tierra
buena porque habitada por la justicia que engendra la paz.
Hay que llegar a ella cada día, desde el desierto y desde la Ley. Cada día hay que
superar el Jordán con el bagaje de la “predilección” acogida en la fe y actuada en la
práctica del amor. De manera tal que esta tierra siempre queda tierra prometida.
El Salmo 136 canta la creación del cosmos y la liberación de Israel: una y otra bajo
el mismo signo del hesed, el amor fiel que Dios ha jurado estipulando la alianza con
el hombre. Pero creación y liberación confluyen en el “pan donado a cada viviente”
(Sal 136,25): aquel pan que cada día alegra la mesa también de los pobres. Por ello
el salmo es “recitado para dar gracias por el pan que está en la mesa”.
Recibir de Dios el pan como don, con gozo agradecido, y partirlo y compartirlo
con los hermanos, sin excluir a nadie: este es el sentido último de la tierra
prometida y, con ella, de la teología del Éxodo.
El tema unificador del Éxodo es la constitución del sujeto humano según Dios.
Entonces, la salida de Egipto, el desierto, la subida a la montaña para recibir la Ley y
la tierra prometida son también las cuatro etapas de la gestación del verdadero
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“consagrado” según Dios. Gestación nunca acabada. Consagración nunca acabada
del “hombre bueno” y de la “mujer buena” que, por su bondad hacen que la “tierra
sea buena”.
Encontramos, así, cuatro elementos que están a la base de este sistema cúltico:
1) Dios está lejos y es terrible,
2) el pueblo es incapaz de aproximarse a Él,
3) la solución se encuentra en los ritos, y
4) se crea un sistema de separaciones y exclusiones.
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opresión. Por eso la crítica profética. De hecho, los profetas del período
monárquico siempre estuvieron en conflicto con el sacrificio cultual del templo.
Es suficiente recordar la celebre frase de Os 6,6: “Misericordia-amor yo quiero, no
sacrificio, conocimiento de Dios, más que holocaustos” o leer algunos textos clásicos:
Is 1,11; Jr 7,22-23; Os 8,11-13; Am 5,22.
Para los profetas, lo que se exige es fidelidad a la Alianza, mucho más que
ofrendas. El culto auténtico es la práctica de la justicia y no existe forma
litúrgica que pueda substituirla. Todo ritual es relativizado frente a la exigencia de
justicia. Sólo esta puede agradar verdaderamente a Yahvé.
Después del exilio, la monarquía ya no existe en Judá, ya no pudo ser restaurada.
Judá es una provincia del imperio persa y más tarde del dominio griego. El templo ya
no es el sostén de una monarquía autónoma, sino el único centro de identidad
política, cultural y económica de los judíos. Fortalecer el templo y su papel
significa garantizar la sobrevivencia del grupo como un todo.
Durante el período del segundo templo (521-515 a.C. - 70 d.C.) la organización social
concentró poderes locales en la figura del sumo sacerdote. Los persas habían
prohibido una organización política autónoma de Israel, pero estimulaban la
reorganización religiosa en torno al templo. Las funciones reales del sumo sacerdote
eran una forma velada de burlar la prohibición de los dominadores extranjeros. En la
figura del sumo sacerdote estaba metido el rey que Israel tenía prohibido tener. El
templo ganó en importancia política y económica. Se transformó en el centro nervioso
de la organización social con predominio del modo de producción tributario.
Y sobretodo se transformó en el centro nervioso de…
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espacio reservado al culto, prohibido al público. Para entrar en el lugar santo, el
sacerdote debe someterse a un ritual, que le ordena el cumplimiento de ceremonias
sagradas en tiempos sagrados; la más significativa de esas ceremonias es el
"sacrificio”.
Se trata, entonces, de una búsqueda de "consagración" o "santidad" basada
en una serie progresiva de separaciones y exclusiones rituales. Dios es
separado del mundo. El sacerdote es separado del pueblo para ser reservado al
culto, deja el espacio profano para entrar en el lugar sagrado, deja las actividades
profanas para realizar las ceremonias rituales, sus ofrendas sacrificiales se separan
de la vida para ser llevadas cerca de Dios.
Sólo lo separado puede entrar en contacto con Dios, todo el resto está excluido
de esa relación.
Dinámicamente, este esquema se realiza en tres momentos.
El momento ascendente: está formado por la serie ascendente de separaciones
rituales, cuyo punto culminante es el sacrificio.
El momento central: se da cuando el sacerdote es admitido en la morada de Dios.
Y el momento descendente: en el cual el sacerdote transmite al pueblo los dones
de Dios (el perdón, las instrucciones, las bendiciones).
Se puede comprender que, en la lógica de este sistema, el buen funcionamiento
depende enteramente de la eficacia de su momento ascendente. En última
instancia, todo reposa sobre el sistema de separaciones rituales del que hablamos.
Por eso, los judíos le daban tanta importancia, y las infracciones a ese sistema eran
castigadas con la muerte (Cfr. Nm 1,51; 3,10; Hch 21,27-31).
Con el sistema cúltico, hay una centralización del lugar del sacrificio, que ya no
se realiza en cualquier lugar, sino en el templo; y una centralización de la
mediación en las manos de los sacerdotes y del sumo sacerdote.
Para conseguir esto, la Ley es centralizada y asume un papel fundamental. “Hacer
la justicia” para “ser justo” es practicar y cumplir toda la Ley, condición indispensable
para recibir la bendición de Yahvé.
La ley determina lo puro, que tiene acceso a Dios, y lo impuro, que no tiene
acceso a Dios. De esta manera, comienza a aumentar el número de los excluidos:
los extranjeros, las mujeres, los niños, los campesinos, los pobres, los enfermos, etc.
Eran las mayores víctimas de la sociedad de aquel tiempo. Por los que se decían
purificados, todos ellos eran considerados impuros delante de Dios y de la ley.
Además, la Ley se multiplica. De 10 mandamientos pasamos a 613 preceptos-
normas-leyes que definen en todos sus pormenores la vida del pueblo. Se multiplican
la las leyes y, como consecuencia, se multiplican las oportunidades de pecado y
de impureza. Y al multiplicar el pecado, se multiplica el sacrificio. Todo debe ser
Consagración en la Biblia. 2 - 10
pagado con sangre. La sangre del sacrificio, acaba convirtiéndose en la sangre de
un pueblo desangrado.
El pueblo, así, queda dividido entre “Justos”, que son obviamente los poderosos y
los ricos, ya que la riqueza y abundancia son señales de la bendición de Yahvé, e
“Impuros”, los que no practican la Ley, y por esto no merecen la bendición de Dios,
es decir son pobres.
Además, mientras tengas riqueza para ofrecer los sacrificios, tienes acceso a Dios;
cuando no hay recursos para los sacrificios, entonces, se te cerró el acceso a Dios.
El Segundo Templo instituye una cosa muy seria e importante, que marcará también
la historia de Jesús. Instituye el sacrificio por el pecado (Lv 4 y 5). Es fundamental
conocer este sacrificio para entender el mecanismo de explotación que oprimía al
pueblo hasta el tiempo de Jesús.
Pecado no era, en aquel tiempo, como en la concepción nuestra: transgredir
voluntariamente la Ley de Dios. Pecado era una situación, no una acción: para el
judío, era una situación de impureza, de imperfección. Por ejemplo: cualquier
cadáver es impuro. Si alguien toca un cadáver, lo haga queriendo o no, queda
impuro. Y necesita hacer un sacrificio por el pecado para volver a ser puro (Lv 5,1-6).
Toda la vida está, cada vez más, atravesada por el sacrificio por el pecado. Las
fiestas del calendario: Pascua (Nm 28,22; Ez 45, 22); Pentecostés (Lev 23,19);
Tabernáculos (Nm 29,12-39); las lunas nuevas (Nm 28,15); el año nuevo (Nm 29,5);
sobre todo el día de la expiación (Lev 16).
El templo y su vida: la consagración de los sacerdotes (Lev
8,2.14; 9,2-3.7-8); la purificación del templo (Ez 45,19; 2 Cro
SIN LEER:
29,21-24); la dedicación del altar (Nm 7; Ez 43,19-25; Esd
8,35). Templo
Triangulo
Consagración en la Biblia. 2 - 11
sistema de recaudación del tributo para los persas, entonces podemos concluir que
el proyecto fue la redención económica del templo y de sus sacerdotes. Bueno para
ellos, pésimo para el pueblo.
Otra cosa necesita ser subrayada. La víctima: el animal debe
ser sin ningún defecto. Pensemos en los que vienen de lejos
trayendo su animal, ¿Sería posible recorrer grandes distancias Santo de los
Santos
sin que el animal sufriera algún defecto? Esto hace crecer el
mercado del templo, donde debe ser comprado. Y la harina
no puede ser mezclada con aceite, como para la oblación (¡se
echa a perder!). La harina va a ser almacenada. Por cada
impureza, el más pobre tiene que ofrecer 4 o 5 litros de harina:
¡es mucha harina! Esta harina que será almacenada en favor
de los sacerdotes (Lev 5,13), es una forma disfrazada de
expropiación y de tributarismo. Las posibilidades de abuso son
inmensas y todo indica que los abusos se dieron... ¡y mucho!
Pero, ¿por qué el pueblo pagaba? Porque Judá era una tierra Santo
Cortina
muy chiquita, donde todos se conocían y se relacionaban.
Porque el impuro no tenía acceso al Templo y quedaba fuera
del mercado y de la vida social. Pero, sobretodo, porque existía
la denuncia. Si uno sabía que otro era impuro y no lo decía,
tenía que pagar aún más (Lv 5,1). La obligación de denunciar al
compañero tiene la capacidad de romper todos los vínculos de
solidaridad entre los pequeños que, también, son pecadores. El
vecino, el colega, el pariente, cualquiera puede ser, o puede
volverse, delator o espía... Es una gigantesca trampa moral que Patio de loas
Sacerdotes
se le pone al pueblo pobre. Fue la manera más sofisticada de
llegar, en nombre de Dios, a todas las casas, rompiendo lazos y
creando culpas, sumisión y mucho dinero para el Templo.
El pobre debe conformarse con ser pobre: ¡es pecador! Como
pecador, debe pagar... es la única oportunidad de poder
recibir algún beneficio. Si no recibe es porque pecó de nuevo,
y entonces necesita pagar de nuevo para purificarse... Es un
eterno círculo vicioso, alrededor del eje del sacrificio, por el
cual el pueblo permanece en y acepta la dominación y la
opresión del templo y del sacerdote
Patio de los
A partir de este momento, los pobres serán los grandes Varones
pagadores, ya que esta es la única manera de ser purificados,
de poder frecuentar el Templo y de participar de la vida social
y política.
Cuando Jesús gritará: “Yo no quiero sacrificio y sí
misericordia” (Mt 9,13), citando a Oseas (6,6), lo hace en un
contexto como este. También dirá: “Este Templo se
transformó en cueva de ladrones” (Mc 11,17).
Patio de las
De esta manera, el templo y el sacrificio se convierten en mujeres
las mediaciones únicas para la purificación; son el único
camino para recibir la bendición de Dios, la vida.
Consagración en la Biblia. 2 - 12
4.6. UN SISTEMA SOCIAL DE MARGINACIÓN Y OPRESIÓN
tesoro poder
económico
S.S. Cambio
…………
Santo
…………………
Patio de los Varones
…………………….……
Patio de las mujeres
Consagración en la Biblia. 2 - 13
4.7. SUMO SACERDOTE: SACERDOTE, PROFETA Y REY
Consagración en la Biblia. 2 - 14
de en medio de los dos querubines que están sobre el arca del testimonio, hablaré
contigo acerca de todo lo que yo te ordenaré para los hijos de Israel” (Ex 25,22).
El Sumo Sacerdote se transforma de esta manera en sacerdote, profeta y rey.
Construye un Dios a su imagen: altísimo, inaccesible, juez severo y bien masculino.
Se establecen reglas, definidas hasta en los más mínimos detalles, para garantizar
el nivel de acceso a este Dios: se fijan complicados rituales de purificación que
permitan restablecer un “encuentro con Dios” interrumpido por nuestra impureza.
Lo puro y lo impuro, lo profano y lo sagrado, adquieren de improviso una
importancia extraordinaria (Ez 45,23). La Alianza es individualizada. Cada uno debe
“ser justo”, observante de todas las minucias de la ley, para alcanzar la retribución,
la bendición divina en bienestar, riquezas, hartura, salud...
El sacrificio por el pecado era la única posibilidad de restablecer la relación con
Dios, interrumpida por la impureza. ¡El Templo medió de forma definitiva la Alianza!
4.8. CONSECUENCIAS
Para finalizar esta parte, debemos todavía subrayar dos consecuencias importantes
del sistema sacrificial.
Consagración en la Biblia. 2 - 15
deben ser bien realizadas, para que el sacerdote y el sacrificio sean aceptados por
Dios.
Dios pierde su autonomía y libertad, aprisionado por la ley y su observancia; el
hombre pierde su responsabilidad, substituida por el rito y la magia.
Consagración en la Biblia. 2 - 16
TERCER DÍA
Esta tradición, propia de la “tradición profética” (¡el profetismo nunca aceptó el uso
del Templo, por parte de los poderosos, para legitimar sus intereses y sus abusos!),
sigue presente, de manera diferente, en la época del Segundo Templo, cuando la
opresión se volvió, si esto es posible, todavía peor, y el Templo fue el mayor
legitimador de la misma.
Ellas son protagonistas de varias de ellas y tienen rasgos en común. A partir de esto,
es construida la contra-ideología.
Consagración en la Biblia. 3 - 1
5.2. LA MUJER DESDE LA IDEOLOGÍA DEL SEGUNDO TEMPLO
¡IMPURA! ¡MARGINADA! ¡INFERIOR! ¡MALA!
a. Mujer: ¡Impura!
La víctima mayor del sistema del segundo templo es la mujer. El varón judío reza
diariamente: “Yo te agradezco, Padre, por haber nacido varón”. No por machismo,
sino porque ser mujer es muy pesado: se vive siempre en situación de impureza.
El hecho es que la menstruación es una situación de impureza para el Templo.
Antes de esta época, nadie había dicho eso.
a. La mujer es impura cuando tiene flujo de sangre, sea por menstruación, sea por
hemorragia. Por esto, quedará impura durante todo el tiempo en que tendrá
pérdida de sangre (Lv 15,19-25). Además, quien la tocara y todo lo que ella
tocara, se vuelve impuro; su cama y todo objeto en que se sentara, se vuelve
impuro (15,20); quien tocara su cama o los objetos tocados por ella, se vuelve
impuro (15,21-22); si un hombre tuviera relaciones con ella, queda impuro durante
siete días (15,14).
b. La mujer es impura cuando da a luz: durante cuarenta días, si nace un niño varón;
durante ochenta días, si nace una mujercita. Durante este periodo, quedará
alejada del Santuario. Al cumplirse los días hará su ofrenda y será purificada (Lv
12,1-8).
Estos hechos están directamente relacionados con la vida de las mujeres, con su
cuerpo, con la transmisión de la vida: son la realidad concreta de la vida de la mujer.
Ella no tiene como escaparse de esto. La mujer es así. No puede ser diferente.
Menstruación, parto, vida sexual, hacen parte de su condición de mujer. Todo esto, sin
embargo, ¡pasa a ser “impuro”!
En Lv 15,1-18 encontramos descritas también las impurezas del hombre, pero, en
este caso, son excepción, son enfermedades. En el caso de la mujer las funciones
normales de su cuerpo son definidas impuras. Con esto, la mujer, por el solo
hecho de ser mujer, es impura, esto es, pecadora.
Y por consiguiente es también “pagadora”: ¡a partir de los 12 años hasta la
menopausia!
Es fácil imaginar lo que esto significaba para las familias de los pobres campesinos
de Judá. Recordemos que el más pobre, para su purificación, tenía que ofrecer nada
menos que un décimo de efa (4 litros y medio) de harina de primera (Lv 5,11).
El Templo se vuelve el gran “cobrador”, legitimando el despojo, condicionando las
bendiciones al pago y haciendo de las mujeres las mayores víctimas: todo en
nombre de Yahvé.
Consagración en la Biblia. 3 - 2
Así, al peso de la impureza, se acrecienta para la mujer la humillación de ser causa
de empobrecimiento de la familia. A lo largo de toda su vida de mujer, es un sólo
gasto. Una hemorragia continua, que nadie consigue curar, consume todos los
bienes y deja a la mujer a la orilla de la muerte (ver: Mc 5,25-26).
Pensemos en el día-a-día de las mujeres del pueblo, de las clases más pobres. Para
las “señoras”, tal vez, era más fácil cumplir con estas leyes, pues eran rodeadas por
empleadas y siervas y podían encerrarse en su habitación hasta que terminara el
período. Para ellas, quedaba la marginación, pero podían evitar de volver impuros a
los otros. ¿Y las mujeres pobres? ¿Aquellas que debían siempre cuidar de sus hijos,
del esposo, de la casa, y no podían pasar siete días cada mes alejadas de todo? Por
causa de ellas, de su situación de impureza, la familia entera era perjudicada. El
esposo no podía ni descansar en la misma cama. ¿Y las criaturas, que están en
contacto continuo con la madre?
Esta legislación es de verdad avasalladora, sobretodo con los grupos más pobres,
que no tienen como observar toda la casuística de la ley. Económica y políticamente
explotados, se vuelven marginados ideológicamente, son llamados “raza adúltera y
pecadora”, considerados como causa de pecado y merecedores de castigo.
Una vez más, prestemos atención a la realidad de la mujer, en esta situación: ¿cómo
quedaba el esposo, obligado a denunciar las “impurezas” de la esposa?, ¿y las
vecinas?, ¿las amigas? Las personas más cercanas se vuelven delatoras, para no
caer en la misma situación de impureza.
Consagración en la Biblia. 3 - 3
los hombres, fuera del Santuario, fuera del área de los sacrificios y de las ofrendas.
Así, también si podía estar presente, la mujer no participaba, sino que solamente
podía asistir de lejos, de fuera.
Por eso, es lindo cuando Jesús le dice que lo que ella hizo es “Fe”. Más aún, Jesús
aprende de esta mujer y, cuando llega a la casa de Jairo, él va a tocar el cadáver de
la niña: “levántate”. Así como hizo la mujer con hemorragia, él tampoco respetó la
Ley y se fue a tocar un cadáver, lo que estaba terminantemente prohibido por la Ley.
El cadáver de la niña de 12 años denuncia, tal vez, toda esta legislación que
“mataba” a las niñas justamente en el momento en que florecían y se hacían
mujeres. ¡Ella volverá a vivir, tocada por Jesús! Y Jesús mandó que le dieran de
comer: no mandó que llevaran trigo al Templo, sino que le dieran de comer.
¡Será necesario quebrantar la Ley para salvar a la mujer y a la niña! ¡Será necesaria
la fe (Mc 5,34), una nueva experiencia de Dios, para vencer el temor y el temblor!
Socialmente marginada, hecha impura por la ley, la mujer, por el hecho de ser mujer,
perdía valor y era vista como un ser inferior.
El Sirácida nos trae una buena muestra de esto y vale la pena verificar. “Es
vergüenza de un padre tener un hijo mal educado, pero la hija le nace ya para su
confusión” (22,3). El hijo, para ser vergüenza del padre, necesita ser maleducado,
pero la hija, por el simple hecho de ser hija, ya trae problemas.
Y todavía: “La hija es para el padre un secreto desvelo, aleja el sueño la inquietud
por ella. En su juventud, miedo que se le pase la edad; si está casada, a que sea
aborrecida. Cuando virgen, no sea mancillada, y en la casa paterna quede encinta.
Cuando casada, a que sea infiel; cohabitando, a que sea estéril” (42,9-10). Las
preocupaciones por causa de una hija están siempre amarradas a su relación con un
hombre: primero, el padre; después, el esposo.
Consagración en la Biblia. 3 - 4
d. Mujer: ¡Impura! ¡Marginada! ¡Inferior! ¡Mala!
Como si todo lo dicho hasta ahora no bastara, se llega a decir que la mujer es
peligrosa y mala: “¡Cualquier maldad, pero no maldad de mujer!” (Si 25,13b),
“porque de los vestidos sale la polilla, y de la mujer la malicia femenina” (42,13).
“Vale más maldad de hombre que bondad de mujer, la mujer cubre de vergüenza y
oprobio” (42,14). ¡Estas palabras están tan llenas de perjuicio que dispensan de
cualquier comentario!
Volvemos a insistir: estamos frente a la legitimación ideológica de la inferioridad de
la mujer. Quien escribió y sistematizó lo anterior en el libro del Sirácida no estaba
coleccionando las quejas de un esposo que tuvo la mala suerte de casarse con una
mujer antipática, como algunas interpretaciones quieren afirmar. El Sirácida y su
visión de la mujer son expresión de la ideología del Segundo Templo..
La mujer es colocada como fuente de pecado y de muerte: “Por la mujer fue el
comienzo del pecado y por causa de ella morimos todos” (25,24). Toda la historia es
releída aquí. Dejando de lado la serpiente y Adán, se presenta a la mujer como el
único origen y causa del mal y de la muerte para todos. ¡Es lo máximo del absurdo y
de la opresión! Es la mayor incoherencia afirmar que por la mujer todos morimos. La
experiencia, los hechos, la vida nos dicen lo contrario: ¡por la mujer, todos
vivimos!
¿Cómo no recordar las palabras del Génesis? «Entonces el hombre exclamó: “Esta
vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne”... Por eso deja el hombre a
su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne» (2,23b -24).
Los textos de Levítico y Sirácida están bien lejos de esta visión de unidad del
hombre y de la mujer.
Aquí está la justificación ideológica de la marginación y de la opresión de la mujer,
que comienzan a ser más intensas en este período. Tan intensas que acompañaron
la historia y llegaron hasta las mujeres de hoy.
a. Mujer: ¡Hermosa!
Muchas palabras son usadas, en las novelas de resistencia, para describir la belleza
de las mujeres. Esto debe ser importante:
Rut, lavándose, perfumándose, vistiéndose con el manto, para “seducir” a Booz
(Rut 3,3).
Ester, en el “apogeo de su belleza”, “esplendorosa” dirigiéndose al rey (15,5),
ella que tenía “buena presencia y un cuerpo bonito” (2, 7b).
Judit, “extremadamente hermosa y encantadora a los ojos “ (8,7).
Consagración en la Biblia. 3 - 5
Susana, “muy bella” (Dn 13,2)
La Sulamita del Cantar tiene un libro todo dedicado a la descripción de su
belleza deslumbrante, descrita en todas sus partes (Ct 4,1-7; 6,4-7).
Estas páginas dejan bien en claro lo siguiente: ¡la mujer, lejos de ser impura, es muy
hermosa! En el ámbito del Templo, por causa de su cuerpo y de sus funciones la
mujer fue considerada causante del mal y de la muerte.
Extraña esta conversación amorosa de mujer que no conoce otro sentimiento sino el
deseo que se desparrama por las horas de la noche e invade el día. Sin vergüenza.
Y esto no basta. La mujer usa su cuerpo, en toda su belleza y con todos sus encantos,
para salvar, liberar. Ya en las antiguas memorias populares, encontramos la presencia
liberadora de la mujer. Ahora, sin embargo, se pone cada vez más en relieve el hecho
de que “la mujer salva, porque es mujer”. El cuerpo de la mujer produce la
liberación del pueblo.
La mujer, por ser mujer, usando su belleza de mujer, salva, libera, da vida. Ellas
hacen todo para ser todavía más bonitas y seductoras sabiendo que es a través de
esto que pasa la acción de Yahvé (Jdt 9,10-12). Y esto no es casualidad. ¡Es
Teología!
Consagración en la Biblia. 3 - 6
c. Mujer: ¡Hermosa! ¡Liberadora! ¡Fiel al Dios de los pobres!
Sin embargo, como hemos visto, hay en la Biblia una literatura completamente
alternativa, a respecto de la mujer: literatura que también surge en el post-exílio, en
la época del segundo Templo. Pensamos en las varias novelas, como vimos,
además de otros textos. Estas mujeres y sus historias nos hacen pensar que una
resistencia ideológica al judaísmo tiene que haber surgido, en la época del Segundo
Templo, consiguiendo imponerse y marcar presencia en la historia del pueblo. En la
historia de la salvación, la belleza de las mujeres tiene más peso que la sabiduría de
los sabios y el poder de los gobernantes.
Consagración en la Biblia. 3 - 7
5.4. EL NUEVO LENGUAJE DE LA PROFECÍA EN EL CANTAR DE LOS
CANTARES
“Mi viña no defendí” (1,6), arguye la mujer amada contra los hermanos que la
quieren “proteger”. “Mi viña es sólo mía” (8,12), arguye la mujer campesina contra
las pretensiones de Salomón de tener el tributo de su viña.
Para la Sulamita, la viña, tierra y mujer, no tiene dueño, no sirve para el lucro,
sino para la vida, para el placer, para el juego, para el amor.
La mujer es una viña, un valle florido y una azucena en medio del valle; es un jardín
cerrado donde el amado entra para comer frutos sabrosos, un terreno de
balsameras, un jardín de nogales. Mujer y tierra, una sola cosa: un conjunto de
fertilidad, de vida, de abundancia.
Y con eso recobra colorido el rostro de Dios que el Templo había reducido a un
triste color ceniciento. Nuestro Dios, el único nuestro, aunque de mil facetas
diferentes. No necesita siquiera decir su nombre, porque su nombre es colectivo,
está en la era y en el jardín, está en los campos y en los montes, en las alturas y en
el Xeol. Gusta de fruta seca y de pasteles de pasas, de leche y de miel. Es agua, es
rocío, es llovizna y es llamarada. Es pasión, es amor, es deleite, es vida.
Es Yahvé, pero tiene aroma y sabor de Baal, tiene el esplendor del sol y de la luna,
tiene rostro y cuerpo de mujer y de hombre que se aman. La imagen de Dios: la
mujer y el hombre que se aman.
Consagración en la Biblia. 3 - 8
Este es el pecado del Sumo Sacerdote que quiere ser el único, el sagradísimo,
justamente el Sumo, el excelso, el controlador de la justicia y del perdón divino, el
mediador de la Alianza, el ungido/mesías.
Este es el pecado de los reyes que elevaron sus tronos y se proclamaron hijos de
Dios (2 Sam 7,14) para legitimar su poder, y se hicieron ellos también mediadores
de la Alianza, ungidos/mesías.
¿Por qué querer ser como Dios, si Dios es como nosotros cuando nos amamos más
allá de cualquier dominación?
El Templo tenía, para su uso, un aceite especial para la unción de los sacerdotes y
de las cosas santas: bálsamo, mirra, cinamomo y álamo, acacia y aceite de oliva (Ex
30,22-24).
Estos son ahora los protagonistas, los ungidos, los “consagrados”, dispuestos
para la fiesta mayor, la fiesta del amor en el jardín, así como Dios la había planeado
desde el comienzo para que los dos fuesen buenos (ver: 7,11-13).
Es la victoria sobre los querubines, sea aquellos que impedían el acceso al jardín,
los querubines de Salomón, sea aquellos que defendían el control de la Palabra, los
querubines del Sumo Sacerdote.
La profecía no murió. Pese a las tentativas del Templo, ella tomó un nuevo rostro;
vistió la ropa del canto, de la novela, del himno de amor. Sin embargo, no dejó de
ser profecía, de ser trabajo de vidente, de quien es capaz de ver en los cuerpos
entrelazados de los amantes la síntesis más perfecta del proyecto de Dios sobre la
humanidad, sobre la tierra, sobre la naturaleza, sobre la vida.
Fiesta de pastores que abandonan los apriscos y la hierba seca del invierno para
buscar nuevos pastizales verdes y frescos.
Memoria de un pueblo que dejó tras de sí la esclavitud y pasó el mar Rojo a pie
enjuto. Fue en la primavera que vimos a Yahvé combatiendo por nosotros y
Consagración en la Biblia. 3 - 9
derrumbando en el mar a caballo y caballero, para darnos una tierra que manaba
leche y miel.
Pasaje, vida que continúa, en busca del jardín florido, de la tierra sin males, cuyo
camino los Palacios y los Templos se obstinan, desde siempre, en cerrar, señalando
otros rumbos. Falsos.
Fuente de agua viva, como el Templo (Ez 47,1-12; Jl 4,18; Sl 46,5), como Jerusalén
(Zc 14,8), como Dios (Is 12,3; 55,1), como Jesús (Jn 4,10-14).
Mujer y hombre sujetos nuevos de una nueva Pascua, para que el jardín sea abierto
a todos y en él todos puedan encontrar la vida (Ap 22,1-2).
La lectura mística de este texto, a lo largo de los siglos, vio en él el himno del
encuentro entre Jesús y el alma, sumergida en la contemplación de su amor. La
lectura alegórica leyó, en las páginas del Cantar, la historia del amor entre Dios y su
pueblo Israel.
No obstante, el Cantar dice algo más. Nada de lo que se dice del hombre es
exclusivo del hombre, es también de la mujer. Pero tiene cosas que son únicamente
de la mujer:
ser la fuente de agua viva, como ya dijimos
vigilar, junto con las “hijas de Jerusalén”, el sueño del amante saciado
ser aquella que da el shalom, la paz.
Consagración en la Biblia. 3 - 10
Estas son características de la acción de Dios, y pasan por la mujer. La mujer,
instrumento de la vida, del descanso y de la paz. ¡Cómo Dios!
“Cuando Adán pecó, Dios subió al primer cielo alejándose de la tierra y de los
hombres. Cuando Caín pecó, subió al segundo cielo. Con la generación de
Enoc, subió al tercer cielo; con la del diluvio, al cuarto; con la generación de
Babel, al quinto; con la esclavitud de Egipto, subió al sexto y al séptimo cielo,
el último y más lejano de la tierra” (Génesis Rabbá 19,13).
Consagración en la Biblia. 3 - 11
CUARTO DÍA
La primera cosa que llama la atención en la Carta a los Hebreos es el hecho de dar
a Cristo los títulos de Sacerdote y Sumo Sacerdote. De hecho, es el único escrito del
Nuevo Testamento que aplica estos títulos a Jesús.
A primera vista, los primeros cristianos no podían encontrar ninguna relación entre la
antigua institución sacerdotal y la existencia humana de Jesús. Él no pertenecía a tal
institución, no formaba parte de una familia de sacerdotes, ni pertenecía a la tribu
sacerdotal seleccionada para el servicio al culto. En la serie ascendente de las
separaciones rituales, se encontraba en el escalón más bajo: el del pueblo.
Más aún, muere por haberse enfrentado a la institución sacerdotal. Esto es evidente
en los textos de la condenación: «Al fin se presentaron dos, que dijeron: “Este dijo: Yo
puedo destruir el santuario de Dios, y en tres días edificarlo”». (Mt 26,60-61). Después
de que Jesús expulsó a los vendedores del templo y criticó a los que lo habían
Consagración en la Biblia. 4 - 1
convertido en una cueva de ladrones, «se enteraron de esto los sumos sacerdotes y
los escribas y buscaban cómo podrían matarle» (Mc 11,15-19).
Nuestro autor subraya continuamente que Jesús no tiene nada que ver con el antiguo
sacerdocio, más bien presenta una diferencia y hasta una oposición en relación con
los antiguos sacerdotes. El autor habla siempre de un sacerdocio diferente y nuevo,
superior, insistiendo en la inutilidad e ineficacia del sacerdocio antiguo. Está muy
claro, entonces, que para el autor de la Carta, Cristo no pertenece a la antigua
institución sacerdotal, ni tiene nada que ver con ella. El mismo autor afirma el carácter
laico de Jesús: «Pues aquel de quien se dicen estas cosas, pertenecía a otra tribu, de
la cual nadie sirvió al altar. Y es bien manifiesto que nuestro Señor procedía de Judá,
y a esa tribu para nada se refirió Moisés al hablar del sacerdocio» (7,13-14).
¿Cuál es, entonces, la intención del autor al presentar a Cristo como sacerdote?
Para descubrir esto se hace necesario situar la Carta en su contexto: esto nos
permitirá descubrir las intenciones del autor y a qué realidades y situaciones de la
comunidad intenta dar respuesta el autor con esta reflexión teológica sobre Jesús.
La fecha de composición es discutible, pero hay consenso sobre el hecho que la
Carta presupone a una iglesia en persecución.
En cuanto a los destinatarios, sabemos que se trata de una comunidad activa y
caritativa (cfr. 6,10), que vive una situación de persecución y sufrimiento y que por
eso es llamada a la perseverancia y a no ceder a la tentación de volver atrás,
abandonando la comunidad por el temor a la muerte.
Son cristianos de la segunda generación (cfr. 2,3-4), que ya no tienen junto a sí el
testimonio fuerte y decidido de los primeros apóstoles y mártires. El paso del tiempo
produjo en la comunidad el efecto de disminuir el impacto del mensaje y la fidelidad
a la causa, resintiendo una crisis de identidad.
La persecución dio origen a la diáspora. La destrucción del Templo también
significó el fin de un sistema religioso basado en el mismo Templo y en el
sacrificio; y la absolutización de otro, el de la sinagoga, que aunque ya existiera
junto con el templo, ahora es el único que queda.
En la diáspora, los cristianos asumieron también la sinagoga, al lado de la casa,
como forma de reunión y de culto. De la sinagoga heredamos la centralidad de la
Palabra-Escritura y el culto no sacrificial: aparece el evento religioso sin sacrificios
donde la Biblia substituye al sacrificio.
El cristianismo en sus orígenes era algo simple, sencillo, escondido, sin grandes
templos, ni fiestas masivas, ni grandes cultos o liturgias. No podía tener grandeza, ni
espectacularidad, por el simple hecho de que apenas comenzaba. Y lo hacía en
medio de una sociedad hostil, por la resistencia de las culturas judía y romana.
En razón de todo esto, los cristianos debían escuchar la voz de Dios en sitios
reducidos, en ámbitos familiares y ordinariamente "profanos", ocultos y hasta
subterráneos
Consagración en la Biblia. 4 - 2
Esta situación despierta en algunos grupos, y probablemente en esta comunidad a la
que está dirigida la Carta, el deseo de volver atrás. Volver al tiempo y al sistema del
Templo con todo lo que esto significa.
Por otra parte, la pregunta surge ante la situación de persecución que la comunidad
está sufriendo. ¿Por qué nos abandonó Dios? ¿Dónde está Dios? ¿Dónde está la
salvación? ¿No estaremos en esa situación por haber abandonado las mediaciones
que ofrecía el Templo y todo el sistema judaico?
No nos detenemos más en cada uno de los elementos del contexto. Ha sido
suficiente mencionarlos. Esta presentación nos ayuda a comprender la situación de
desánimo y el deseo de muchos de abandonar la comunidad y de dar marcha atrás
para volver al antiguo sistema sacrificial (10,23-25).
Consagración en la Biblia. 4 - 3
acabaría también el propio sistema. Es un sistema que necesita de la exclusión
para poderse mantener. Es por eso que oculta la situación de igualdad del
sacerdote con los otros hombres, mientras que el autor de la Carta lo subraya en
profundidad (5,1-3).
2. No consigue escapar de la muerte: pretende conseguir la vida, acabando
con la vida. Celebra la vida, realizando la muerte. El colorido es uno, pero el
hecho es otro, contrario. Todo el sistema es una permanente condena a
muerte para la mayoría del pueblo. Lo más grave de esto, es que las víctimas
no lo son por casualidad, sino que son víctimas planeadas. Esta incapacidad de
vencer a la muerte es intrínseca al sistema y es su condenación.
3. Es incapaz de cambiar y perfeccionar: pretende liberar del pecado, llevando
la salvación fuera de la existencia y de la historia. El cambio y la liberación
pierden todo su contenido histórico. Transforma la historia de la liberación de
la opresión en liberación continua de los pecados del pueblo. Y esta liberación del
pecado no depende de la conducta del pueblo, sino de que Dios quede satisfecho
con los ritos. Por eso es incapaz de purificar las conciencias y liberar del pecado.
Además, el punto de referencia trascendental y ahistórico de tales cultos
neutraliza socialmente al creyente. No colocan al creyente frente a la realidad,
impidiendo de esta manera que sea sujeto de su propia historia.
4. Su legalidad no tiene validez: pretende ser legal, legitimando la muerte, la
exclusión, la injusticia, y haciendo ilegal la justicia, la verdad, la solidaridad.
Y esto en un nivel sagrado: quien se opone al sistema no solamente está fuera
de la ley, sino que también está en contra de Dios. El énfasis sacerdotal presenta
el imperativo del respeto a la ley y de la pureza legal. El respeto a las formas, y no
el respeto a la vida, llega a ser la prioridad máxima.
Resulta claro, entonces, como dice el autor de la Carta a los Hebreos, que el camino
hacia Dios no está abierto mientras exista este sistema (9,8). La solución y
respuesta a la situación de persecución y muerte no está en la vuelta al
sistema sacrificial. ¿Dónde encontrarla entonces?
Consagración en la Biblia. 4 - 4
La capacidad de mediación propia de Jesús tiene su fundamento en el misterio
de la Encarnación: allí Jesús se presenta, al mismo tiempo, como Hijo de Dios
(1,1-2) y Hermano de los hombres (2,11-14). El Hijo de Dios en todo se hizo
semejante a nosotros (2,17), vivió nuestra vida y volvió a la derecha de Dios (1,3).
De esta manera, tenemos plena garantía de entrar en el santuario (10,19). Novedad
asombrosa: fueron suprimidas las barreras entre los hombres y Dios. ¡Ya no
existen las separaciones! Es total el contraste con la situación del Antiguo
Testamento.
Este es el “Dios de los Padres”, el Dios de Israel. No el dios juez del Templo que
perdona los pecados a cambio de sangre y harina. Esta es también la imagen de
Dios redescubierta desde la perspectiva del último.
Lo que Dios espera del hombre no son sacrificios, sino una existencia de
obediencia y fidelidad a su voluntad. «Dice primero: Sacrificios y oblaciones y
holocaustos y sacrificios por el pecado no los quisiste ni te agradaron” – cosas todas
ofrecidas conforme a la ley – “entonces – añade –: He aquí que vengo a hacer tu
Consagración en la Biblia. 4 - 5
voluntad. Abroga lo primero para establecer lo segundo» (10,5-9). El autor se
coloca claramente en la línea de los profetas.
La decisión de obedecer suprime la necesidad de sacrificios que, en todo caso, no
agradan a Dios (Hb 10,5-10). Es la obediencia de Jesús el modelo de fe que se
nos propone. Ya que el hombre también es hijo, entonces también se pide para él
la obediencia. Y de esta manera aprende a ser hijo de una nueva manera.
Ahora se produce un cambio radical para la vida del hombre. Ya no debe
obedecer al miedo a la muerte que lo esclaviza; sino al Dios de la vida.
El verdadero culto a Dios se realiza en la vida, en el servicio al Dios de la vida y no
en los ritos. Y servir a Dios es cumplir su voluntad, participando de su proyecto de
vida (Jn 10,10). Donde quiera que estemos, lo que importa es estar al servicio de la
vida. El culto en la comunidad sólo tendrá sentido cuando sea expresión del
verdadero culto prestado a Dios en la vida.
Consagración en la Biblia. 4 - 6
Lo que se pide es la conversión, enderezar la conducta. El culto auténtico es la
práctica de la justicia y no hay forma litúrgica que pueda substituirla. Todo ritual es
relativizado frente a la exigencia de justicia. Sólo esta puede agradar
verdaderamente a Yahvé. Esta es la nueva alianza (10,16).
Por eso, lo que Jesús presenta a Dios no es sólo su muerte, sino toda su
existencia: la encarnación, su práctica solidaria con los hombres, su muerte por
fidelidad y solidaridad (que vamos a ver más adelante), y que llega a su cúlmen
con la resurrección. Lo que es ofrecido es toda la existencia, que parte del Dios de la
vida, se vive en el proyecto de vida de Dios y llega a Dios en su fin.
Esto es lo que, en la Carta a los Hebreos, se llama sacrificio. Por eso se insiste tanto
en que el sacrificio de Cristo fue ofrecido una sola vez: es una sola existencia que se
vive de este modo.
Consagración en la Biblia. 4 - 7
6.3. LA MUERTE DE JESÚS: ¿UN SACRIFICIO?
Consagración en la Biblia. 4 - 8
b. Solidaridad y misericordia hasta el final
Planteado el conflicto y decidida su muerte, Jesús debe definirse una vez más:
permanecer fiel, en la solidaridad a los excluidos, al proyecto de Dios y asumir las
consecuencias, o cambiar su postura, entrar dentro del sistema, salvar la propia vida
y los propios intereses (12,2).
Se define, Jesús, por la fidelidad al proyecto de Dios, y por eso “aún siendo
Hijo, con lo que padeció experimentó la obediencia” (5,8). A partir de ahí, su
actuar público está acompañado de sufrimiento, por causa de su fidelidad a los
desclasificados, y persecución por causa de la solidaridad con los a quienes
proclamó la cercanía de Dios.
Jesús se mantiene fiel hasta el final para no negar ese derecho de Dios de integrar
en su pueblo a los pobres y a los marginados. La solidaridad con los excluidos y
el derecho de Dios de ser Dios principalmente de los excluidos, le hacen
encontrar en su camino la muerte, que es ejecutada por aquellos que niegan a
los pobres ese acceso a Dios y a la vida.
Jesús de Nazaret es sacrificado por esta causa; por dar la razón a Dios y a su opción
en favor de los descalificados y por no dar la razón a aquellos que sostienen la
discriminación y la marginación. Jesús es asesinado por aquellos que no aceptan que
Dios socialice sus bienes con los pobres y excluidos, formando así su nuevo pueblo.
Teóricamente la estructura sacerdotal podía dar frutos de justicia, pues tenía los
elementos para ello. El Sumo Sacerdote era tomado de entre los hombres y estaba
puesto para que hiciera algo en favor de los extraviados. Sólo tenía que asumir la
miseria del pecador y confrontarla con su propia miseria para que brotara la
compasión. Pero esto oficialmente no sucedió. La tan anunciada comunicación con
Dios mediante la estructura sacerdotal falló, pues esa anhelada compasión no brotó
Consagración en la Biblia. 4 - 9
de la oficialidad cultual. Por el contrario, persiguieron a Jesús por haber ofrecido la
misericordia de Dios a los ilegales (prostitutas, cobradores de impuestos, leprosos,
enfermos, mujeres e impuros en general...).
Esta visión del sacrificio ofrecido no por obligación, sino como un don que
responde a la gracia de Dios, es la expresión de un compromiso mesiánico. Es
una voluntad motivada por la esperanza de un orden social más justo y posible,
además de necesario. La muerte en la cruz fue la suerte del Mesías, como lo fue de
Gandhi, de Martin Luther King, de Mons. Oscar Romero y de muchos que
peregrinaron en este mundo “suspirando por una patria mejor” (11,16). El pueblo del
Mesías no puede dejar de tener su misma suerte. Si tiene fe en Él, no puede dejar
de enfrentar la vida con su Espíritu de transformación, ávido de justicia y de libertad.
a. La sangre de la solidaridad
Consagración en la Biblia. 4 - 10
seguirlo y continuar su obra. Es condición de estilo de vida y de misión. Esto está
en la misma línea de toda la revelación bíblica, desde su experiencia fundante.
b. La sangre de la Alianza
Pero, sobre todo, se dice que la liberación definitiva se consiguió antes del
ingreso en el santuario para ofrecer la sangre. Es decir, se da en otro espacio
distinto al ritual y de una manera diversa a la cultual.
Por eso, todo el capítulo 8 de la Carta, que nos presenta el nuevo sacerdocio, el
nuevo santuario y la nueva alianza, no mencionan el derramamiento de sangre
sino la fidelidad al proyecto de Dios como base de esta nueva realidad.
Un nuevo rostro de Dios; una nueva mediación de Dios; una nueva experiencia de
Dios; una nueva manera de vivir la propia humanidad en la historia que se
prolongará en la plenitud de la eternidad.
c. La sangre de la resistencia
En vez de estas víctimas, lo que surge son personas fieles al proyecto de Dios
(10,8-10); que viven en consonancia con su voluntad de vida (10,16); que viven
Consagración en la Biblia. 4 - 11
diariamente la historia con un nuevo estilo (10,25), plenamente solidarios (10,32-39),
en el seguimiento del estilo, la práctica y el destino de Jesús (12,1-3), viviendo
plenamente como hijos (12,4-12); soportan la hostilidad (12,3) y resisten hasta la
sangre en la lucha contra el pecado (12,4).
Es el fin del sistema sacrificial, para pasar al nivel de la vida ofrecida en fidelidad y
misericordia.
Consagración en la Biblia. 4 - 12
QUINTO DÍA
El autor no hace otra cosa que sacar las consecuencias de todo lo que fue afirmado
hasta aquí: si no existe la separación entre Dios y el pueblo; si a partir de la
encarnación, práctica, muerte profética y resurrección de Jesús queda abierta la
puerta de acceso a Dios y a la vida para el pueblo excluido; si el acceso al santo de
los santos, al encuentro con Dios, se realiza a través de la humanidad de Jesús; y si
el sistema es incapaz de conseguir la mediación y sólo produce muerte injusta;
entonces el sistema no tiene razón de existir. “Al decir nueva, declaró anticuada
la primera; y lo anticuado y viejo está a punto de cesar” (8,13).
Consagración en la Biblia. 5 - 1
moldes de la historia (cfr. 13,12s). Como la preparación del camino a la salvación y a
la vida plena se realizaron en Cristo dentro de la historia, los fieles están capacitados
para tomar el mismo camino histórico como “acceso” (cfr. 10,19s), o sea, a
corresponsabilizarse de la realización histórica de la salvación (cfr. Hb 12,22s;
13,13s). Como María, cuando asumió su parte de responsabilidad al responder:
“Hágase en mí según tu Palabra” (Lc 1,38)
7. “CONSAGRACIÓN” HOY
Consagración en la Biblia. 5 - 2
Lo que se propone es la vuelta al sistema anterior.
b. El sacerdocio de Jesús
En ese sentido, el Dios que se revela y entra en relación con los hombres en
Jesús sacerdote, es el mismo Dios que siempre se reveló como el Dios de la
vida y de los pobres, el Dios que libera a través de la justicia, pero al que el
sistema vigente quería impedir, e históricamente impedía, por lo menos en parte,
realizar su proyecto de un Reino de vida para todos. El sacerdocio de Jesús
consiste en el desenmascaramiento de esa idolatría que impide a Dios ser Dios
y a los pequeños tener acceso a la vida.
Consagración en la Biblia. 5 - 3
Jesús sacerdote, además de desenmascarar y revelar, también realiza en plenitud
esta relación y nueva mediación entre Dios y los hombres. La realiza de dos
maneras.
Por una parte, porque en su persona se unen de manera total y definitiva Dios y
el hombre. El Cristo es la afirmación absoluta de esa relación de Dios con el
hombre que el sistema negaba. En Jesús, verbo de Dios hecho pobre, quedó
historicizada para siempre esa relación; y estará siempre ahí presente para
contradecir cualquier sistema que se quiera afirmar en la exclusión del pequeño y en
la negación de su acceso a la vida, es decir a Dios.
Pero también es realizador de esa nueva mediación porque históricamente
realizó una práctica liberadora de los últimos que sufrían esa negación; porque
realmente negó y combatió la falsedad del sistema con su práctica histórica; y
porque realmente, a través de su práctica, Dios se acercó a los pobres y excluidos y
los hizo los miembros predilectos de su pueblo. Su opción por los pobres realiza esa
mediación, esa relación con Dios y esa negación del sistema. Lo que se da en su ser
histórico de Verbo de Dios hecho pobre se realiza en su práctica histórica solidaria
con los pobres.
Podemos, entonces, caracterizar algunos rasgos del sacerdocio de Jesús que son al
mismo tiempo negación del sistema de exclusión y muerte y afirmación del Dios de
vida y solidaridad. Lo haremos evidenciando algunos dualismos, a veces todavía
presentes en nuestra visión de Dios y del hombre.
Consagración en la Biblia. 5 - 4
La Iglesia, para encontrar su auténtica relación con Dios y para ser instrumento de
mediación en medio de la sociedad, no se puede constituir a partir de arriba, de las
diferencias, sino que debe constituirse de abajo. No puede constituirse a partir de
la noción del poder como mediación de Dios. No puede centrarse de nuevo en
sí misma dejando fuera de sus intereses los problemas y la vida de los
últimos.
Se crean, así, dos mundos, el mundo de Dios y el mundo de los hombres, que
no se afectan uno al otro. La fe se vive en el Templo; fuera de él, no tiene lugar. Se
la reduce al ámbito de lo privado y mágico sin dejarle decir su palabra sobre las
estructuras económicas, políticas y sociales. Se excluye a Dios de la vida social y
colectiva encerrándolo en el Templo y así también se excluye a los pequeños de esa
misma vida.
Por eso es que la vida y los problemas de los pobres deben recobrar mayor
importancia sobre los problemas y la vida intra-eclesial; porque es ahí, en ese
Consagración en la Biblia. 5 - 5
cotidiano, donde se da el encuentro y la relación con Dios. No es huyendo de los
conflictos sociales, no es pretendiendo mantenerse al margen de los procesos
históricos que se puede encontrar a Dios.
No es en el ámbito “sagrado”, fuera del mundo y sus conflictos, sino en el
ámbito “profano”, donde se decide la vida o no vida de los pobres, donde se
debe dar el encuentro con Dios. El ámbito “sagrado”, si excluye a los pobres y su
vida, se vuelve “profano”, es decir lugar en el que Dios no está presente; por el
contrario, con la encarnación de Jesús, el ámbito “profano” se volvió “sagrado”: ahí
se da la presencia de Dios. Y el mundo y la vida de los “esclavos” y “extranjeros” se
convirtieron en el lugar “sagrado” por excelencia ya que ahí se decide el encuentro
con Dios.
Jesús sacerdote hace ver que no es Dios el que tiene que cambiar. El siempre
ha sido y será el Dios de los pobres, el Dios que escucha el clamor de los oprimidos,
el Dios que interviene en la historia tomando partido por ellos para liberarlos.
Lo que tiene que cambiar es el sistema que niega a este Dios y que quiere
negarle el derecho y la posibilidad de serlo.
Jesús no realiza la mediación con Dios a través de una celebración ritual, sino a
través de su práctica fiel y solidaria con la vida de los pobres; y por eso el
“sacrificio” de Jesús no se repite ritualmente sino que se continúa, se sigue,
se prolonga en una práctica semejante a la suya.
Consagración en la Biblia. 5 - 6
La Iglesia no se reúne para celebrar ritualmente su fe en el Señor, sino para
vivir su fe en el seguimiento del Señor.
De aquí que el camino para el encuentro con Dios tenga que recorrer la dirección
inversa a la establecida por el sistema. No es apartándose de los pobres,
condenados como pecadores, y excluyéndolos de la propia vida y de la propia
relación con Dios, como es posible encontrarse con Él.
Al contrario, es insertándose en su vida y su realidad, con una práctica
solidaria, como podemos llegar a Dios. La relación con Dios se define en la
relación con los pobres. La inclusión o exclusión de los pobres es también la de
Dios. Al excluir a los pobres, se excluyó también a Dios, ya que no se le permite ser
el Padre común. Al condenar a los pobres a muerte también se condenó a Dios,
porque no se le permite ser el Dios de la vida. Al excluir a los pobres de los procesos
históricos, también se excluyó a Dios que es el Dios que actúa en la historia. Por
eso, Dios se encuentra entre los excluidos y ahí hay que encontrarlo: Él fue
excluido junto con ellos.
Sólo quien se inserta solidariamente entre los pobres podrá encontrar el
camino para Dios; quien se aísla de ellos y los excluye se está aislando de
Dios y lo está excluyendo de su vida.
Se debe recuperar el sentido de “consagración” no como aislamiento o separación de
los pobres por miedo a ser contaminados y así estar impedidos de encontrar a Dios;
sino como dedicación total a ellos porque ahí está nuestra posibilidad de encontrarlo.
Consagrarse a Dios y su causa, no permitir que nada impida nuestra dedicación a Él,
es no permitir que nada impida nuestra inserción en el mundo de los pobres.
La inserción en el mundo de los pobres, en su cultura, en su cosmovisión, en sus
valores, en sus luchas, no quitará nada de la santidad de la Iglesia y de su
posibilidad de ser instrumento de mediación de Dios para el mundo. Por el contrario,
eso es lo que le permitirá ser una Iglesia “santa”, llena de Dios, y “consagrada”,
dedicada sin límites a su causa.
Consagración en la Biblia. 5 - 7
corporal, asumiendo esta dimensión básica de la existencia donde se definen la
vida y la no vida.
La práctica sacerdotal de Jesús, su mediación, se inicia en el momento en que
asume un cuerpo para realizar la voluntad liberadora del Padre.
La mediación fundamental es que se produzca vida, por eso hay que defender la
vida y asegurar sus raíces. La ley somete la vida a un segundo plano y acaba
negándola porque se absolutiza. Lo importante ya no es que se viva, sino que se
cumpla la ley; el hombre es para el sábado y no el sábado para el hombre como
aparece en las controversias de Jesús con los sacerdotes.
Para Jesús la vida está por encima de la ley y ésta está al servicio de la vida. Si
no produce vida o si acaba con la vida, la ley ya no tiene razón de ser; no puede ser
colocada por encima de la vida.
Consagración en la Biblia. 5 - 8
7.8. PRESENTE HISTÓRICO - FUTURO AHISTÓRICO
El sistema sacrificial ofrece una vida futura, negando la vida presente; promete
una relación con Dios en un futuro ahistórico, excluyendo de esa relación en el
presente; se justifica con la promesa de una vida plena, matando los niveles básicos
de esa vida en el presente.
Por eso, esa nueva mediación no saca del mundo presente sino que inserta más
profundamente aún en el mundo presente. En Jesús Dios entró en el hoy de la
historia y su Reino ya llegó y está entre nosotros.
Consagración en la Biblia. 5 - 9