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GERICAULT
Théodore Géricault (1791-1824), pintor francés, es el símbolo más claro del
movimiento del Romanticismo. Estudió con el pintor académico Pierre-Narcisse
Guérin, también maestro de Delacroix. Rechazó el neoclasicismo imperante, estudió a
Rubens y viajó a Italia donde también estudió además la obra de Miguel Ángel y el
Barroco. Sintió también admiración por Constable cuando conoció su obra al viajar a
Inglaterra donde expuso sus obras. Su carrera, aunque corta, fue muy influyente,
especialmente por sus temas modernos, su ejecución libre y la representación del
movimiento romántico. El tema del caballo fue un tema central de su trabajo, al
principio y especialmente al final de su vida, llegando a copiar las obras de George
Stubbs y Ward y haciendo numerosas litografías de caballos y escenas callejeras de la
vida londinense.
Tras algunas obras en las que va marcando sus diferencias con los modelos
oficiales, especialmente por su tendencia colorista, en 1819 presentó su hermosísima
pintura La Balsa de la Medusa, en la que abandona la calma clásica y se entrega al
contacto directo con la rabiosa actualidad en su suceso que conmocionó a la opinión
pública. En sencillamente un cuadro-manifiesto, en el que subraya vigorosamente el
movimiento como cualidad pictórica. En esta pintura combina el diseño barroco, el
realismo romántico y los sentimientos no controlados.
PINTURAS NEGRAS
2. Autor: Delacroix.
Es una obra pictórica realizada con la técnica de óleo sobre lienzo. Muestra a
una mujer que, enarbolando la bandera francesa, parece conducir a un grupo de
personas armadas sobre un montón de cadáveres.
Esta pintura representa la insurrección burguesa que tuvo en París en 1830 para
protestar contra la monarquía absoluta de Carlos X y que supuso la llegada al trono del
monarca constitucional Luis Felipe de Orleans.
En primer término se pueden contemplar a los heridos y los cadáveres de los que
han caído en el levantamiento. Junto a ella se presenta un hombre joven, ataviado con
un sombrero de copa y levita, símbolo de la burguesía parisina, que es un autorretrato
del propio pintor y sostiene un fusil con ambas manos mientras mira con intensidad y
resolución a la mujer. Detrás de esta figura se puede ver a un hombre del pueblo que
lleva una espada. A la derecha del cuadro y junto a la libertad se ve a un muchacho que
es casi un niño, sosteniendo dos pistolas con ambas manos y mirando con desafío
hacia adelante
Los colores son empastados y fuertes con total predominio de la mancha de color
sobre el dibujo; en lugar del color uniforme y plano prefiere la vibración de tonos.
La luz crea juegos de luces y sombras siendo el principal foco de luz el farol
situado en mitad de la escena y que se centra en el color blanco de la camisa del
hombre que va a ser fusilado, por lo cual, se convierte en un poderoso centro de
atención para el espectador, mientras que el resto de la escena permanece en
semipenumbra, aspecto que contribuye a intensificar la sensación de opresión.