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BLOQUE 9

Historia del Arte


2º de Bachillerato
PARTE TEÓRICA:

GERICAULT
Théodore Géricault (1791-1824), pintor francés, es el símbolo más claro del
movimiento del Romanticismo. Estudió con el pintor académico Pierre-Narcisse
Guérin, también maestro de Delacroix. Rechazó el neoclasicismo imperante, estudió a
Rubens y viajó a Italia donde también estudió además la obra de Miguel Ángel y el
Barroco. Sintió también admiración por Constable cuando conoció su obra al viajar a
Inglaterra donde expuso sus obras. Su carrera, aunque corta, fue muy influyente,
especialmente por sus temas modernos, su ejecución libre y la representación del
movimiento romántico. El tema del caballo fue un tema central de su trabajo, al
principio y especialmente al final de su vida, llegando a copiar las obras de George
Stubbs y Ward y haciendo numerosas litografías de caballos y escenas callejeras de la
vida londinense.

Tras algunas obras en las que va marcando sus diferencias con los modelos
oficiales, especialmente por su tendencia colorista, en 1819 presentó su hermosísima
pintura La Balsa de la Medusa, en la que abandona la calma clásica y se entrega al
contacto directo con la rabiosa actualidad en su suceso que conmocionó a la opinión
pública. En sencillamente un cuadro-manifiesto, en el que subraya vigorosamente el
movimiento como cualidad pictórica. En esta pintura combina el diseño barroco, el
realismo romántico y los sentimientos no controlados.
PINTURAS NEGRAS

La pinturas negras (1819-1823) es el nombre que recibe una serie de catorce


obras murales de Francisco de Goya pintadas con la técnica de óleo al secco (sobre
paredes recubiertas de yeso). Las pinturas fueron creadas por Goya como decoración
para los muros de su casa, llamada la Quinta del Sordo, que había adquirido en febrero
de 1819. Estos murales fueron trasladados a lienzo a partir de 1874, y actualmente se
conservan en el Museo del Prado de Madrid.
La serie, a cuyos óleos Goya no puso título, fue catalogada en 1828 por el amigo
de Goya Antonio de Brugada y se comopone de los siguientes lienzos: Átropos o Las
Parcas, Dos viejos o Un viejo y un fraile, Dos viejos comiendo sopa, Duelo a
garrotazos o La riña, El aquelarre, Hombres leyendo, Judith y Holofernes, La romería de
San Isidro, Dos mujeres y un hombre, Peregrinación a la fuente de San
Isidro o Procesión del Santo Oficio, Perro semihundido o más simplemente El
perro, Saturno devorando a un hijo, Una manola: doña Leocadia Zorrilla y Visión
fantástica o Asmodea.
La casa de Goya, junto con las pinturas murales, pasó a ser propiedad de su nieto
Mariano Goya en 1823, año en que Goya se la cede, al parecer para preservar la
propiedad de posibles represalias tras la restauración de la monarquía absoluta y la
represión de liberales fernandina. Durante 50 años la existencia de las Pinturas
negras fue escasamente conocida (solo algunos críticos, como Charles Yriarte, las
describieron). A partir de 1874, y en un lento proceso que duró varios años, fueron
trasladadas de revoco a lienzo por Salvador Martínez Cubells a instancias del
barón Émile d’Erlanger, un banquero francés de origen alemán, que las presentó en
la Exposición Universal de París de 1878. Al parecer, quiso venderlas pero no lo logró, y
él mismo las donó, en 1881, al Museo del Prado, donde actualmente se exponen.
No se ha podido hallar, pese a los variados intentos en este sentido, una
interpretación orgánica para toda la serie decorativa en su contexto original. En parte
porque la disposición exacta está aún sometida a conjeturas, pero sobre todo porque
la ambigüedad y la dificultad de encontrar el sentido exacto de muchos de los cuadros
en particular, hacen que el significado global de estas obras sean aún un enigma.
En todo caso la única unidad constatable entre estos óleos son las constantes de
estilo. La composición de estos cuadros es muy novedosa. Las figuras suelen aparecer
descentradas y muchas de las escenas de las Pinturas negras son nocturnas, muestran
la ausencia de la luz o el día que muere, generando una visión de pesimismo, de
enigma y espacio irreal. Las facciones de los personajes presentan actitudes reflexivas
o extáticas. Figuras con los ojos muy abiertos, con la pupila rodeada de blanco, y las
fauces abiertas en rostros caricaturizados y grotescos. Se muestra lo feo, lo terrible; ya
no es la belleza el objeto del arte, sino el pathos y una cierta consciencia de mostrar
todos los aspectos de la vida humana sin descartar los más desagradables. La gama
cromática se reduce a ocres, dorados, tierras, grises y negros; con solo algún blanco en
ropas para dar contraste y azul en los cielos y en algunas pinceladas sueltas de paisaje,
donde concurre también algún verde, siempre con escasa presencia.
Todos estos rasgos son un exponente de las características que el siglo XX ha
considerado como precursoras del expresionismo pictórico, ejerciendo gran influencia
en la pintura moderna.
Parte práctica:
La libertad guiando al pueblo

1. Identificación de la obra: La libertad guiando al pueblo.

2. Autor: Delacroix.

3. Localización: Museo del Louvre (París, Francia).

4. Cronología: 1830 (Primera mitad del siglo XIX).

5. Identificación del lenguaje estilístico: Romanticismo.

6. Justificación del lenguaje estilístico:

Es una obra pictórica realizada con la técnica de óleo sobre lienzo. Muestra a
una mujer que, enarbolando la bandera francesa, parece conducir a un grupo de
personas armadas sobre un montón de cadáveres.

La composición sigue la clásica estructura piramidal, pero este patrón se ve


parcialmente disuelto por el dinamismo de las figuras que, como en una danza libre, se
desenvuelven en el escenario de la calle y la barricada que están saturados del humo
de las explosiones y los incendios.

La figura de una joven y hermosa mujer que encarna a la libertad y arenga a la


gente preside la escena; va ataviada con el gorro frigio de la República y su vestimenta
desgarrada deja su pecho al descubierto; su brazo derecho enarbola la bandera tricolor
y el izquierdo un fusil con la bayoneta calada y camina sobre los restos de una
barricada mientras el pueblo enardecido la va siguiendo.

Esta pintura representa la insurrección burguesa que tuvo en París en 1830 para
protestar contra la monarquía absoluta de Carlos X y que supuso la llegada al trono del
monarca constitucional Luis Felipe de Orleans.
En primer término se pueden contemplar a los heridos y los cadáveres de los que
han caído en el levantamiento. Junto a ella se presenta un hombre joven, ataviado con
un sombrero de copa y levita, símbolo de la burguesía parisina, que es un autorretrato
del propio pintor y sostiene un fusil con ambas manos mientras mira con intensidad y
resolución a la mujer. Detrás de esta figura se puede ver a un hombre del pueblo que
lleva una espada. A la derecha del cuadro y junto a la libertad se ve a un muchacho que
es casi un niño, sosteniendo dos pistolas con ambas manos y mirando con desafío
hacia adelante

Lo primero que destaca en la composición del lienzo es el carácter asimétrico y la


sensación de inestabilidad que nos transmite. Ello se debe a que el autor no trata de
mostrar tranquilidad, sino todo lo contrario: revolución, agitación, incitación a la
nación a apoyar el movimiento liberal. El cuadro rebosa movimiento, tanto en las
diagonales de la composición como en la propia actitud de los personajes en batalla.

El colorido en general es brillante, intenso y dramático. El autor utiliza una


pincelada suelta donde trata de dar mayor importancia a los colores cálidos.

Los colores son empastados y fuertes con total predominio de la mancha de color
sobre el dibujo; en lugar del color uniforme y plano prefiere la vibración de tonos.

El rojo y el azul de la bandera, de la vestimenta del herido que se alza delante de


la libertad y de la camisa del muerto de la izquierda resaltan por encima de todo el
predominio de las tonalidades ocres y grises del conjunto que son los que más espacio
ocupan.

La sensación de perspectiva está presente en la obra gracias a los edificios del


fondo y a la multitud, que se va alejando y reduciendo en tamaño al fondo del lienzo.

La luz es irreal, ya que, en una escena de pólvora y muchedumbre, incide en la


libertad y en varios cuerpos de forma teatral, recordándonos al Barroco.
Los fusilamientos del tres de mayo

1. Identificación de la obra: Los fusilamientos del tres de mayo.


2. Autor: Francisco de Goya.
3. Localización: Museo del Prado (Madrid, España).
4. Cronología: Primera mitad del siglo XIX.
5. Identificación del lenguaje estilístico: Precursor entre otros estilos del
Romanticismo.

6. Justificación del lenguaje estilístico:

Cuadro patriótico de la Guerra de la Independencia (1808-1814), donde se


denuncia la represión que se abatió sobre Madrid tras el levantamiento del pueblo
madrileño contra las tropas francesas. En él Goya pinta las acciones más heroicas
contra el invasor francés.

Se caracteriza por una pincelada suelta, donde predomina la mancha de color,


siendo la mancha de pintura la que da forma a las figuras; la composición es sencilla, y
dinámica, utiliza escorzos, las figuras se doblan y retuercen al mismo tiempo, las
manos también hablan con puños crispados, dedos agarrotados o desesperadamente
abiertos.

La luz crea juegos de luces y sombras siendo el principal foco de luz el farol
situado en mitad de la escena y que se centra en el color blanco de la camisa del
hombre que va a ser fusilado, por lo cual, se convierte en un poderoso centro de
atención para el espectador, mientras que el resto de la escena permanece en
semipenumbra, aspecto que contribuye a intensificar la sensación de opresión.

El expresionismo de la obra se muestra a través de los gritos, dolor y


desesperación. Capta el dramatismo del momento por medio de la deformación de las
figuras que expresan de diversas formas su horror ante la muerte (tapándose los ojos,
mordiéndose los puños etc.) El expresionismo aumenta con los efectos de la luz blanca
sobre los rostros ocultos. Los oculta para dar al cuadro una mayor expresividad. Al
mismo tiempo los franceses son retratados como una máquina de matar uniformados
sin cara ni personalidad.

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