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Santiago, doce de abril de dos mil doce.


Vistos:
En estos autos Rol N° 21293-2006, seguidos antes el Décimo Juzgado Civil
de Santiago, sobre juicio ordinario de indemnización de perjuicios,
caratulados “Urrea Fuentes, Cristian con Corpbanca”, la señora juez titular,
por sentencia de fecha veinticinco de junio de dos mil nueve, rolante a fojas
566, rechazó con costas la demanda.
La parte perdidosa interpuso en contra del fallo, recursos de casación en la
forma y apelación y, una Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago, por
resolución de veintiocho de octubre de dos mil diez, escrita a fojas 619,
después de desestimar la nulidad formal, confirmó el dictamen.
En su contra, la parte demandante dedujo recurso de casación en el fondo.
Se ordenó traer los autos en relación.
CONSIDERANDO:
PRIMERO: Que la nulidad sustancial que se postula por la recurrente se
apoya en la vulneración que se ha producido, en la sentencia impugnada de
lo dispuesto en los artículos 100, 102 y 105 del Código de Comercio, en
relación con lo dispuesto en los artículos 22, 24 y 1546 del Código Civil,
vinculados éstos, a su vez, con los artículos 40 y 69 de la Ley de General de
Bancos y 12 y 25 de la Ley 19.496.
Sostiene el arbitrio, que la demandada con el propósito de esquivar la
responsabilidad extracontractual que le cabe por los perjuicios que ocasionó
a su parte, esgrimió que nunca ofreció un crédito de dinero, sino que por el
contrario, fue el propio demandante quien le ofreció constituirse en su
deudor. De lo que infiere –afirma-, que si existió un oferente, su parte, por
lo que no cabría aplicar el artículo 100 del Código de Comercio como
argumento para fundamentar una responsabilidad por parte de la
demandada.
Empero, los asertos de la contraria resultan ser equívocos, puesto que la
demanda no sólo se ha fundado en la infracción al artículo 100 del Código
de Comercio, sino que también, en la responsabilidad precontractual de la
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demandada por haber quebrantado el deber de buena fe, basado en la


revocación unilateral de la oferta.
En efecto, arguye que constituye un hecho objetivo que los bancos en
general y, en particular, el banco demandado, hacen oferta pública de
créditos de dinero. Así, de conformidad el artículo 40 de la Ley General de
Bancos, banco es toda sociedad anónima especial que, autorizada en la
forma prescrita por la ley y con sujeción a la misma, se dedica a captar o
recibir en forma habitual dineros o fondos del público, con el objeto de
darlos en préstamos. A su vez, el numeral 3° del artículo 69 de la misma
ley, señala que los bancos podrán hacer préstamos con o sin garantía y, el
número 7° de la misma norma, agrega que los bancos podrán otorgar
créditos que se encuentren amparados por garantía hipotecaria. De suerte tal
que, el objeto esencial de la actividad bancaria es captar dinero para a su
vez prestarlo.
Luego, continúa el recurso, es en ésta la calidad que el banco demandado,
según su propia página web, hace oferta pública de sus créditos. En este
contexto, la oferta por definición, es una manifestación de voluntad que una
parte hace a otra, con el objeto de celebrar un contrato. La publicidad que
efectúa la demandada de sus créditos es técnicamente eso: uno, cuya
naturaleza jurídica no puede ser negada.
En este punto, añade que la demandada en su escrito de dúplica afirmó que
ésta oferta tendría un carácter indeterminado, de forma que no es obligatoria
para quienes la formulan, según lo prevenido en el artículo 105 del Código
de Comercio. Sin embargo, tal afirmación es errónea, desde el punto de
vista jurídico, además, de contradictoria con aquella afirmación que
sostiene la contraria referida a la inexistencia de oferta.
Explica, que el artículo 105 aludido, resulta inaplicable cuando la oferta la
fórmula un proveedor de servicios a un consumidor de ellos, pues en dicho
caso, se genere una típica relación de consumo, que se rige por los términos
de la Ley 19.496 sobre Protección de los Consumidores. Así, el artículo 12
de esta última ley dispone que todo proveedor de bienes y servicios, estará
obligado a respetar los términos, condiciones y modalidades, conforme a las
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cuales se hubiere ofrecido o convenido con el consumidor la entrega del


bien o la prestación de servicios. Lo que demuestra que las ofertas
indeterminadas dirigidas por proveedores a consumidores son obligatorias
para quien las hace, quedando el solicitante obligado por el contenido de la
oferta y publicidad que efectúa de su producto. En esta misma línea, el
artículo 25 de la misma ley, dispone que en toda promoción u oferta se
deberá informar al consumidor sobre las bases de la misma y el tiempo o
plazo de su duración. En el caso de rehusarse el proveedor a cumplirla, el
consumidor podrá requerir del juez competente que ordene su cumplimiento
forzoso, pudiendo éste disponer una equivalente en caso de no ser posible el
cumplimiento en la especie de lo ofrecido. La aplicación de la Ley de
Protección a los Consumidores es una relación de consumo que se traba
entre un banco y su cliente, lo cual resulta indiscutido.
Por otro lado, aduce que la calidad de oferente del banco en cuestión,
resulta palmaria a la luz de los principios contenidos en el Código de
Conducta y Buenas Prácticas de Bancos e Instituciones Financieras,
elaborado por los propios bancos, según pormenoriza, y que en síntesis,
permiten concluir que la demandada efectuó una oferta pública de créditos
y tiene la condición de oferente de ellos, quedando obligada a respetar las
ofertas y que en esta calidad emite.
Por consiguiente –prosigue el recurso-, resulta irrelevante para los efectos
de calificar de oferente a la institución bancaria demandada, el hecho que
haya sido el actor quien concurrió ante sus oficinas para manifestar su
interés en tomar y solicitar el crédito hipotecario del cual se informó a
través de propaganda en Internet, pues del mismo modo que un
supermercado, lo que importa es el rol que cumple el banco en esta
relación: ofertar al público o a quienes puedan interesarse en la adquisición
de la casa propia, rol que no se modifica por el hecho que el cliente sea
visitado en su domicilio o trabajo, sea requerido telefónicamente o, sea él
quien concurra a las oficinas de quien hace la oferta.
Por lo expuesto, en este primer acápite del recurso, se sostiene por el
demandante, que se ha incurrido por los sentenciadores del fondo en una
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errada aplicación del artículo 100 del Código de Comercio, al no aplicarlo


al caso concreto, frente al desistimiento de la oferta crediticia formulada por
el banco.
En un segundo apartado del arbitrio, se dice infringido el artículo 105 del
Código de Comercio, desde que a pesar que la contraria negó la existencia
de los correos electrónicos que daban cuenta de la oferta del crédito, ellos
fueron explícitamente reconocidos por su autor, don Aquiles Saldías
Poblete a fojas 165, quien compareció como testigo y reconoció el correo
electrónico de fecha 5 de mayo de 2005, dirigido por el deponente a la
Inmobiliaria Inca Chile limitada, que reza: "cumplo con informar a usted
que se ha aprobado crédito hipotecario el cliente Cristian Urrea con crédito
financiado al 100% por un crédito con letras de compra al 100% más un
crédito complementario".
También reconocido el mail de fecha 6 de mayo de 2005, que ante la
consulta formulada por la inmobiliaria respecto del plazo y monto del
crédito al señor Urrea, el ejecutivo del banco y deponente respondió
"crédito a 20 años por 1023 UF con hipotecario y complementario"
En consecuencia, es un hecho cierto que la demandada hizo, además de una
oferta general, otra específica, concreta y completa del crédito dirigida a
persona determinada y con las condiciones establecidas por el Banco. Nada
altera la circunstancia que ha sido el propio actor quien fue a formalizar su
deseo de tomar la oferta bancaria, pues es un hecho evidente que sólo puede
ser oferente quien tiene algo para ofrecer.
En un tercer capítulo del recurso, se argumenta la vulneración de lo
dispuesto en el artículo 102 del Código de Comercio, ya que en todo caso,
la demandada detenta la calidad de contraproponente. Al efecto, explica que
si se piensa que en los créditos de dinero, las personas de los clientes tienen
la condición de oferentes del préstamo ante el banco, y este último, la de
aceptante, y tal como lo sostiene la propia demandada, si el crédito no se
perfecciona por la sola aprobación que hace el banco -ya que dicha
situación no es pura y simple-, puesto que en ella se fijan las condiciones
bajo las cuales el banco otorgan crédito a sus clientes. Si la demandada pre-
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aprobó la solicitud, bajo ciertos términos (préstamo a 20 años plazos, por


1.023 unidades de fomento, mediante crédito hipotecario con letras y un
crédito complementario). Entonces, para este evento dispone el artículo 102
citado, que la aceptación condicional será considerada como una propuesta.
Esto demuestra que el banco, en el teórico caso de tener que asumir que fue
el aceptante y no el oferente, jurídica y legalmente detenta la condición de
oferente, por el hecho de haber formulado una aceptación sujeta a los
términos o condiciones. Como conclusión, el banco al retirar su oferta o
retractarse de ella ilegalmente, tiene la obligación de indemnizar los daños y
perjuicios que se hubieren ocasionado al aceptante.
Sigue señalando el arbitrio, que se ha conculcado, además, el artículo 69
numeral 7º de la Ley General de Bancos, puesto que resulta irrelevante que
se trate de un crédito con garantía hipotecaria, toda vez que no es efectivo
que la aprobación del mismo no se perfecciona sino hasta que se concluya
el estudio de los títulos de la propiedad que se dará en garantía y se haga su
tasación. Tal afirmación resulta errónea, porque se confunden dos contratos
distintos: el de préstamo de dinero y el de hipoteca. Así, el artículo en
cuestión señala que los bancos podrán otorgar créditos que se encuentren
amparados por garantías hipotecarias. La norma no habla de créditos
hipotecarios, puesto que ellos jurídicamente no existen. Si existen los
contratos de mutuo de dinero que pueden caucionarse con garantías
inmobiliarias, como la hipoteca.
Por lo tanto, se infringe por errónea aplicación, la disposición citada,
cuando se afirma por el fallo impugnado que el banco había pre-aprobado el
crédito, que no significa una aprobación definitiva, por cuanto debía esperar
el estudio de títulos y la tasación del inmueble, ya que esto último es
necesario para determinar si se otorga o no el contrato de hipoteca, pero no
el contrato de mutuo, el que ya había sido formalmente aprobado.
En otro acápite del recurso, se afirma, que en cualquier caso, el banco es
responsable por culpa “in contrahendo”, infraccionando de esta manera los
artículos 24 y 1546 del Código Civil.
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En base de lo previamente reseñado, expone que la demanda se fundó en la


infracción de artículo 100 del Código de Comercio, pero también, en la
responsabilidad pre-contractual por quebrantar el demandado el deber de
buena fe, al haber revocado unilateralmente la oferta que expresamente
había formulado. De esta manera, aun cuando se estime que el demandado
no es oferente, su responsabilidad deriva de la infracción del deber de buena
fe, que significa romper los acuerdos preliminares en una negociación. En
este contexto, durante este período las partes deben comportarse correcta y
legalmente, regla de actuación que exige a los eventuales contratantes el
deber de guardar un correcto comportamiento de los tratos preliminares. La
buena fe exige, que no se interrumpan las negociaciones en forma
intempestiva e injustificada, sobre todo cuando la otra parte ha hecho
esfuerzos para llevar adelante el cierre del contrato, ha incurrido en gastos o
ha dedicado largo tiempo a la formalización del negocio.
La infracción de deberes determina la obligación de asumir la
responsabilidad por los daños que pueda causarse a la contraparte o con la
ruptura injustificada de las negociaciones o con el retiro de la oferta formal.
Por consiguiente –asevera-, no importa que en estos autos el demandado no
haya tenido la calidad de oferente, puesto que, aún cuando así fuere, desde
el punto de vista práctico no hay duda que si tenía la calidad de contraparte
negociadora y, que unilateral e injustificadamente, decidió desistir del
otorgamiento del contrato. Esto implica culpa precontractual, por infracción
a la buena fe que impone el ordenamiento jurídico y el Código De Conducta
y Buenas Prácticas de Bancos e Instituciones Financieras.
Por último, se alegan infringidas las normas reguladoras de la prueba,
contenidas en los artículos 346 N°1 y 6 y 384 N°1 del Código de
Procedimiento Civil.
Se sostiene en este acápite del recurso, que las infracciones a las normas
anotadas, se traduce en un errado establecimiento de los hechos por la
sentencia de primer grado, pues entiende que el actor no tenía un crédito
hipotecario aprobado y que no se le habría otorgado otro por $7.132.647,
como complemento del anterior, basado en los dichos del apoderado de la
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demandada. Pero ocurre que la aprobación del crédito hipotecario fue


acreditado por los correos electrónicos que su propio autor, empleado del
banco, envió tanto al actor como a la inmobiliaria vendedora y que más
tarde reconoció en el proceso cuando compareció como testigo a fojas 165,
referidos a aquellos a los que ya se hizo alusión de fecha 5 y 6 de mayo de
2005.
Por lo tanto, resulta evidente la infracción al artículo 346 numeral 1° del
Código de Procedimiento Civil, a propósito de los documentos privados
reconocidos en juicio como asimismo del artículo 384 N° 1° del mismo
cuerpo legal, por cuanto la declaración de un testigo imparcial y verídico
constituye una presunción judicial cuyo mérito será apreciado de
conformidad artículo 426.
Asimismo, el sentenciador concluye que la demora en la constitución de la
garantía hipotecaria se debió a la falta de preocupación el propio actor, esto
es, a su negligencia. Sin embargo, aquí se confunde la demora con la razón
de la demora. Ocurre en este tópico, que la demandada rindió prueba
confesional y testimonial sobre la demora en el estudio de títulos, que se
dilató por diez meses, pero nada probó respecto a la razón de la demora.
En tal sentido, el informe de estudio de títulos que la demandada aparejó a
los autos, no es idóneo para dicho efecto, desde el momento mismo que
emana de un empleado del propio banco, considerando que no compareció
el proceso el abogado que intervino en su elaboración, formulando reparos.
Por el contrario, compareció el abogado Douglas Mery Montes, profesional
que atiende a la inmobiliaria vendedora y que intervino directamente en la
formación de los títulos que debían entregarse al banco. Este testigo, no se
encuentra contradicho por otro sobre el mismo tema, quien señaló
expresamente que las casas que vendió su mandante fueron trescientas y
que con la única institución bancaria con la que tuvo problemas, fue con la
demandada. Refiriéndose a la exigencia del abogado del banco en cuanto a
acompañar un certificado de urbanización municipal del lote que
singulariza, declaró que este documento no es emitido por ninguna
Dirección de Obras Municipales, ya que entrega el de urbanización del
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conjunto habitacional entero, y no de cada uno de los lotes que se generan


en el conjunto.
De esta manera, la sentencia infringe el artículo 384 numeral primero del
cuerpo normativo citado, al prescindir de la declaración de un testigo
imparcial y verídico.
Por otro lado, el sentenciador también concluyó que el demandante
procedió a ocupar la vivienda proyectada comprar con infracción al propio
contrato de promesa. Sin embargo, el referido contrato no permite llegar a
la conclusión arribada, sino que a una contraria, puesto que al leerse la
cláusula 8ª, se concluye que el actor ha podido ocupar la propiedad
anticipada, infringiendo de esta forma el artículo 346 N°3 del Código de
Enjuiciamiento Civil.
Finalmente, se dicen vulneras las normas reguladoras de la prueba que se
denuncian, al afirmarse por parte de los jueces del fondo que la oferta que
hizo la demandada no fue determinada, puesto que ello es contrario al
mérito de los correos electrónicos acompañados al proceso, reconocidos por
el empleado de la demandada;
SEGUNDO: Que, para los efectos de una debida inteligencia de las
cuestiones planteadas en el recurso, es menester reseñar algunos de los
antecedentes de mayor relevancia que surgen del proceso en el cual se
pronunció la sentencia que se impugna:
a) Compareció Winston Montes Vergara, abogado, en representación de
don Cristián Urrea Puentes, quien interpuso demanda ordinaria de
indemnización de perjuicios, en contra de Corpbanca, y solicitó: 1.- Se
declare que la sociedad demandada es responsable de los perjuicios
provocados al actor, por haber revocado unilateralmente la oferta que le
hiciera a éste, infringiendo con ello, en la etapa pre-contractual, la buena fe
objetiva; 2.- Se condene a la demandada debe pagar la suma de $7.132.647,
más aquello que resulte de multiplicar $80.000 por el período comprendido
entre la fecha de ocupación de la propiedad hasta la entrega efectiva, por
concepto de daño emergente, o la cantidad que el Tribunal determine y, 3.-
Se condene a la demandada a pagar a título de daño moral $20.000.000, o la
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suma que el Tribunal determine, todo lo anterior con reajustes, intereses y


costas.
Explica que con fecha 15 de junio de 2005 su representado, con el objeto de
adquirir una casa, presentó ante la demandada los antecedentes que le
fueron requeridos para la obtención de un crédito hipotecario, entre otros, el
precio de la propiedad y aquellos relacionados con sus ingresos. Se trataba
de un inmueble ubicado en la comuna de San Felipe, construida por la
Constructora Inca Ltda.
Continua señalando que, el 5 de julio del mismo año, le fue informado por
medio de un correo electrónico que su crédito hipotecario había sido
aprobado en su integridad, por medio de un crédito con letras de recompra
al 100%, por un monto de U.F. 1.023, además de un crédito
complementario de $7.000.000, a fin de hacer las adecuaciones necesarias
en el inmueble. Esta situación, también fue comunicada por la demandada a
la empresa constructora, a quien además le solicitó la remisión de los
antecedentes legales y técnicos de la propiedad para el estudio de títulos
respectivo.
En tal contexto, añade que la vendedora del inmueble, junto con advertir a
la demandada que, con motivo de la aprobación del crédito procederían las
partes del contrato a firmar una promesa de compraventa, le solicitó que
confirmara el monto del crédito y plazo conferido al actor. La institución
bancaria, accedió a esta solicitud, informando que trataba de un crédito a 20
años, sin perjuicio del que se otorgaría en carácter de complementario. Este
último fue cursado de inmediato.
Agrega que en la convicción de que el crédito hipotecario se encontraba
aprobado y que sólo restaba el estudio de los títulos, su representado
procedió a celebrar el contrato de promesa de compraventa aludido, en
virtud del cual la promitente vendedora le hizo entrega de la propiedad con
fecha 28 de julio de 2005.
Con el crédito complementario, su representado procedió a realizar diversas
adecuaciones en el inmueble, invirtiendo aproximadamente la suma de
$4.000.000.
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Añade que el 28 de febrero de 2006, se le informó el envío del último


informe de reparos a los títulos, requiriéndose algunos antecedentes, cuyo
envío eran de cargo de la constructora, situación que se repitió el 18 de
mayo del mismo año.
Ahora bien, con fecha 25 de mayo, el banco comunicó a su representado
que no cursaría el crédito, en atención a su recarga financiera. Tal
información la proporcionó transcurridos más de diez meses desde la
aprobación del crédito, aprobación que tuvo las siguientes consecuencias:
-La empresa vendedora accedió a firmar una promesa de compraventa,
autorizando la ocupación de la propiedad;
- El banco demandado remitió los antecedentes a su departamento legal
para el estudio de los títulos, cuyo costo se cargaría en la cuenta corriente
de su representado;
-La vendedora entregó la documentación requerida;
-El mismo banco otorgó un crédito complementario para invertirlo en la
vivienda;
-Su mandante aplicó el crédito complementario a mejoras que introdujo en
la propiedad, etc.
En atención a la situación descrita, y ante la negativa del demandado a
respetar su oferta, con fecha 12 de julio de 2006, la sociedad constructora
solicitó a su parte la restitución de la casa y el pago de una renta de
arrendamiento de $80.000 mensuales por el tiempo que la ocupó, en razón
de no habérsele otorgado el crédito hipotecario.
En cuanto al derecho, señala que la circunstancia que la demandada
reevaluase su decisión de conceder el crédito, luego de diez meses de
estudio de los títulos, importa la revocación de su oferta, la que le fue
comunicada con fecha 5 de julio de 2005. Esta revocación unilateral no es
sino, la ruptura unilateral de las negociaciones por parte de la demandada,
lo que genera responsabilidad, al tenor de lo dispuesto en el artículo 100 del
Código de Comercio, según la doctrina que transcribe.
En efecto, la demandada informó que el crédito se encontraba aprobado,
con financiamiento de un 100%; además, simultáneamente otorgó, con
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ocasión de la misma operación, un crédito complementario, que llevó a su


representado a creer, que esa operación se encontraba bien encaminada y
que su concreción dependía únicamente del estudio de títulos, más aún,
cuando esta circunstancia fue trasmitida a la sociedad vendedora. Lo
expuesto genera responsabilidad del oferente por la revocación de la oferta.
Por otra parte, sostiene que la demandada con su actuar ha quebrantado la
buena fe que debe estar presente en todas las etapas del contrato, entre las
que se comprende la etapa precontractual, por lo que no cabe duda que la
demandada ha actuado culposamente, toda vez que no ha podido ignorar los
efectos de la aprobación comercial del crédito hipotecario, informado tanto
al actor como a la sociedad vendedora, efectos entre los cuales se
encuentran el contrato de promesa aludido; el traslado con su familia a la
propiedad que se compraba; el destino del crédito complementario para
introducir mejoras al inmueble, entre otras.
Explica que la institución bancaria se encontraba impedida de informar que
la aprobación del crédito estaba sujeta a una segunda reevaluación, diez
meses después de aprobada la operación. Tampoco pudo dejar de prever los
perjuicios que podía ocasionarle.
En este sentido, aduce que como consecuencia de la violación a la buena fe
precontractual, cuya sola infracción puede operar como factor objetivo de
responsabilidad, los daños ocasionados a su parte corresponden a los
siguientes:
1) Por concepto de daño emergente, la suma de $7.000.000, correspondiente
a la deuda que contrajo a corto plazo, que aceptó sólo en el entendido que
compraría la casa donde los utilizó. Más otros cargos en la cuenta corriente
que mantenía el actor, ascendentes a las sumas de $132.647, por estudio de
títulos y $43.917 por gastos de tasación.
También en este rubro, reclama a título de rentas de arrendamiento,
$80.000 mensuales hasta la entrega de la propiedad.
2) Por daño moral, solicita la suma de $20.000.000, alegando que la
revocación de la oferta, le provocó inmensos problemas y daños extra
patrimoniales, pues al tomar conocimiento de la aprobación de su crédito,
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suscribió un contrato de promesa y tomó posesión material del inmueble


junto a su familia y enseres, efectuando en él todas las mejoras que estimó
convenientes.
b) La demandada contestó la demanda, solicitando su íntegro rechazo, con
costas.
Expone que efectivamente con fecha 10 de junio de 2005, el actor
solicitó una serie de productos bancarios, a saber: la apertura de una cuenta
corriente con línea de crédito, el otorgamiento de tarjetas y un crédito de
consumo, para lo que presentó la correspondiente documentación. Ante
ello, el banco aprobó y cursó al actor la cuenta corriente con una línea de
crédito asociada, el crédito de consumo a 48 meses plazo, por la suma de
$6.133.449 y las tarjetas de crédito.
Relata que en esa misma época, además, solicitó un préstamo para la
compra de una vivienda por un monto de U.F. 1.023, a 20 años plazo,
presentando la correspondiente solicitud. A principios del mes de julio de
2005, se pre-aprobó su petición, bajo los siguientes términos: préstamo a 20
años plazo por U.F. 1.023, mediante crédito hipotecario con letras y un
crédito complementario, informándosele que para su aprobación definitiva,
era necesario que el inmueble ofrecido en garantía hipotecaria fuera tasado
y sus estudiados aprobados.
Por ello el 3 de agosto de 2005, se tasó el inmueble. El 14 de septiembre la
promitente vendedora entregó al banco la carpeta técnica y legal del
Conjunto habitacional "Villa El Carmen" de la comuna de San Felipe, para
el estudio de sus títulos. Luego, el 21 de septiembre se evacúa el primer
informe de reparo de los títulos. El 21 de octubre, la vendedora,
Inmobiliaria Inca Limitada, remitió a Corpbanca parte de la documentación,
planos y antecedentes solicitados. Con fecha 2 de noviembre, se evacúa un
segundo informe de reparo de títulos, reiterándose la solicitud de
antecedentes para darlos por subsanados. Los reparos continuaron en los
meses siguientes, según indica, culminando sólo el 11 de abril de 2006, con
el último informe de observaciones, requiriendo acompañar un certificado
de la Dirección de Obras Municipales, que acreditara que a la fecha de la
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última enajenación del inmueble la urbanización municipal se encontraba


certificada, lo que fue cumplido después que la operación ya había sido
dada por desistida, en atención al excesivo tiempo transcurrido desde el
ingreso de la respectiva solicitud.
Añade que este proceso de envío de antecedentes e informes y reparos, no
sólo se debió a la complejidad de los títulos en estudio, al enorme volumen
de documentación y antecedentes involucrados, a la demora en la remisión
de los documentos desde Los Andes a Santiago, sino también y,
principalmente, a que durante el proceso, la sociedad vendedora,
Inmobiliaria Inca Limitada hizo término de giro con fecha 30 de noviembre
de 2005, transfiriendo a la sociedad Constructora Inca Limitada la totalidad
de los inmuebles donde se encontraba aquél en estudio, circunstancia que
fue informada sólo un mes después de ocurrida.
Refiriéndose a la ausencia de toda responsabilidad de su parte, hace
presente que la solicitud de préstamo para la adquisición de una vivienda,
está sujeta a la aprobación comercial, legal, tasación del inmueble, estudio
de los títulos de la propiedad y al análisis de la garantía ofrecida para
asegurar el pago del préstamo solicitado.
Sobre los aspectos jurídicos, indica que de conformidad con lo dispuesto en
el artículo 1545 del Código Civil, todo contrato legalmente celebrado es ley
para los contratantes. Sin embargo, mientras no se forme el consentimiento
y se perfeccione el respectivo contrato, entre las partes no nacen
obligaciones contractuales. Así, durante la negociación surgen para las
partes ciertos deberes de cuidado impuestos por la ley y no por la
convención, de manera que su infracción se regirá por las normas de la
responsabilidad extracontractual. No habiendo en la especie "acuerdos en
principio", ni ninguna clase de contrato preparatorio entre las partes
destinado a establecer y regular los deberes durante las tratativas
contractuales respectivas, la naturaleza de la responsabilidad pre-contractual
demandada es extracontractual, cuyos requisitos enuncia.
Agrega, en este contexto, que al Banco no le asiste responsabilidad pre-
contractual alguna, toda vez que no incurrió en el ilícito señalado ni en
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ningún otro que le pueda ser imputable. Su parte no ha formulado al actor


oferta alguna, proponiéndole la celebración del contrato de marras. Por el
contrario, fue aquél quien le manifestó su deseo de adquirir una vivienda
nueva que se estaba construyendo en la ciudad de San Felipe, necesitando
para ello financiamiento bancario. Con este propósito el actor completa,
suscribe y entrega a Corpbanca una solicitud de crédito hipotecario,
proponiéndole la celebración de un mutuo de U.F. 1.023, que correspondía
al precio total del inmueble, ofreciendo garantizar el pago de dicho
préstamo con el mismo inmueble que compraría.
Si existió un oferente, este fue el propio demandante, por lo que de
conformidad lo dispuesto en el artículo 100 del Código de Comercio, si en
el caso sub lite hay alguien que debe asumir los costos operacionales, es el
propio demandante, pues no proporcionó dentro de un plazo razonable los
antecedentes de la propiedad.
Añade que no es efectivo que comunicó al actor y a la vendedora de la
propiedad sobre la aprobación del crédito en el mes de julio de 2005, toda
vez que, frente a una solicitud como la señalada, lo primero que analiza el
banco son los antecedentes personales, laborales y comerciales del
solicitante para evaluar si éste es o no sujeto del crédito requerido y de
estimarse que sí, lo que comunica el banco, no es la aprobación del negocio
propuesto, sino, la factibilidad de llegar a ser sujeto de tal crédito, esto es, la
pre-aprobación comercial, en la medida que se verifiquen a su respecto los
demás requisitos, entre otros, tasación y aprobación comercial del inmueble
ofrecido en garantía y sus títulos legales estudiados y aprobados conforme a
derecho. Sólo cumplidos estos trámites, el banco se encuentra en
condiciones de responder definitivamente a la solicitud formulada por el
potencial cliente.
En subsidio y para el evento de estimarse que su representado tuvo la
calidad de oferente y que revocó unilateralmente su oferta, comunicándole
al actor que no podía cursar su operación, por su recarga financiera, niega
haber enviado la comunicación que sostiene la contraria, reiterando las
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razones que lo llevaron a no concretar el negocio propuesto por el


demandante.
Seguidamente, refiriéndose al análisis de los requisitos de la
responsabilidad extracontractual, sobre el dolo o culpa, expone que no ha
incurrido en ilícito alguno, ni por acción ni por omisión, ya que actuó
siempre en la forma y en los tiempos debidos, siendo su proceder en los
hechos, no sólo el legal, reglamentario y administrativo que correspondía,
sino también, el apropiado a las circunstancias del caso. La demora en el
estudio de los títulos, se debió a la conducta descuidada y negligente del
actor, toda vez que era responsabilidad suya procurarle la información
necesaria para concluir el estudio en mención. Si el demandante se hubiera
encargado de proporcionar los antecedentes en los plazo habituales, la
operación también hubiera concluido de acuerdo a la normalidad y dicha la
información no habría perdido vigencia y la propiedad ofrecida en garantía
podría haber llegado a ser aprobada comercial y legalmente y, por lo
mismo, su solicitud no habría sido dada por desistida. Así, la única
conducta descuidada, fue la del propio demandante.
Sobre la existencia de daños y perjuicios indemnizables, aduce que los que
se demandan deben ser desestimados, puesto que aquellos a título de daños
materiales, no son efectivos, toda vez que el crédito por la suma de
$7.000.000, supuestamente destinado a financiar mejoras en el inmueble, se
obtuvo por el actor el 10 de junio de 2005, cuando solicitó una serie de
productos bancarios, entre ellos, el crédito de consumo, el que fue
aprobado, cursándosele a 48 meses plazo, por la suma de $6.133.449. En
esa misma época, el actor solicitó el préstamo por 1.023 unidades de
fomento para la adquisición de una vivienda, la que a principios del mes de
julio de 2005, le fue pre-aprobada, faltando el estudio de los títulos, por lo
que el único crédito que efectivamente se aprobó fue el de $6.133.449, no
siendo un financiamiento para mejoras, sino para el pago de una deuda pre-
existente para con otra institución bancaria. Entonces, el daño que se
reclama no existió ni en cuanto al monto ni a la finalidad que el actor
señala, puesto que el dinero referido es ajeno e independiente a la operación
16

hipotecaria. Más aún, el único crédito complementario que en algún


momento se consideró, tampoco fue cursado ni otorgado al actor,
precisamente por su calidad de complementario del crédito hipotecario,
cuya solicitud su tuvo por desistida.
En cuanto a los gastos operacionales que fueron cargados a la cuenta del
actor, por la suma de $132.647, por concepto de estudio de títulos y
tasación del inmueble. Señala que habiendo sido el actor quien propuso la
celebración del negocio y al haberse éste retractado tácitamente de su
oferta, al ser tenida por desistida su operación hipotecaria, quien debe
asumir los gastos operacionales que generó su solicitud, es el propio actor.
Sin perjuicio de lo expuesto, asevera que el demandante mantiene impagos
todos los productos bancarios para con su representada.
Por último, sobre la renta de arrendamiento cobrada por la ocupación del
inmueble, señala que este cobro es inoponible a su parte. Al efecto, recalca
que no es cierto que a propósito de la celebración del contrato de promesa
de compraventa se entregó el inmueble al actor, toda vez que el referido
contrato señala que la entrega material de la propiedad se efectuaría una vez
inscrita en el Conservador de Bienes Raíces la compraventa definitiva y, en
el evento que la propiedad se encontrare apta para ser habitada antes de tal
circunstancia, la sociedad vendedora podría, a su arbitrio, hacer entrega
anticipada de ella. Y aún en el caso de su entrega anticipada,
necesariamente sería después de la escritura definitiva.
Hace presente, asimismo, que al 3 de agosto de 2005, la propiedad
prometida comprar por el demandante, se encontraba deshabitada y sin
condiciones de ser habitada.
Niega la aseveración de la contraria referida a la exigencia de la sociedad
vendedora de restitución del inmueble, así como el pago de la renta de
$80.000 mensuales por todo el período de ocupación.
Por otra parte, es el propio demandante quien genera, mantiene y decide
cuanto tiempo seguirá produciéndose este supuesto detrimento económico,
ante su negativa a restituir el inmueble en cuestión.
17

Sobre el daño moral, controvierte su existencia, naturaleza y monto.


Agregando que la jurisprudencia descarta la posibilidad de un verdadero
enriquecimiento sin causa a través de la indemnización pretendida, la que
no puede constituir fuente de lucro para quien pretende ser víctima de tal
perjuicio.
En lo que respecta a la relación de causalidad, explica que de acuerdo a lo
antes indicado, no ha existido en el caso de autos ilícito de ninguna especie
por su parte. De dicha manera la relación causal no se da, toda vez que, en
la hipótesis de que el actor llegara a acreditar los daños reclamados, estos
no podrían tener vinculación causal con la conducta que se dice violatoria
de la buena fe objetiva, por no ser ésta la causa directa ni necesaria de tales
perjuicios.
En subsidio de lo anterior, señala que la acción de autos debe ser rechazada
en atención a que la demandante se encuentra absolutamente impedida de
formular cualquier género de reclamación, en virtud del principio "nemo
auditur propiam turpitudinem allegans", conforme al cual nadie puede
aprovecharse de su propia torpeza o suma negligencia, principio que
consigna el artículo 1683 del Código Civil, dado por la falta de cuidado del
demandante. En efecto, si se hubiera encargado de obtener y entregar, en
forma y tiempo los antecedentes legales y técnicos requeridos para el
estudio de títulos, o se hubiera preocupado de instar a la sociedad
vendedora con tal objeto, y verificar que ésta cumpliese con la gestión, su
operación hipotecaria se habría tramitado en los plazos habituales, la
información tenida en consideración a su respecto, no habría perdido
vigencia, la propiedad ofrecida en garantía habría llegado a ser aprobada
comercial y legalmente y, por lo mismo, su solicitud de crédito hipotecaria
no habría sido dada por desistida.
En subsidio, la demanda de autos debe ser desechada en todas sus partes, en
atención al principio de la culpabilidad del afectado.
En subsidio de lo anterior, y para el evento improbable que se declare la
procedencia de indemnizar los daños, estos en ningún caso podrían alcanzar
la desmesurada cantidad que pretende el demandante, por lo que
18

necesariamente ha de ser reducida sustancialmente, por haberse expuesto el


propio actor imprudentemente al daño, de conformidad a lo dispuesto en el
artículo 2330 del Código Civil.
Por último, cuestiona la procedencia de reajustes e intereses, respecto de los
cuales pide su rechazo, en atención a la defensa principal efectuada,
cuestionando, en el caso de corresponder su condena, la época desde la cual
ésos se generan.
TERCERO: Que la sentencia de segundo grado reprodujo la de alzada y
formuló las siguiente argumentación con establecimiento de hecho: “10°
que la sola circunstancia de calificar el cliente para ser sujeto de un crédito
hipotecario, esto es, la aprobación por parte de la identidad bancaria de los
antecedentes del solicitante, no autorizan a este para asegurar que su crédito
se encuentra en condiciones de ser cursado, ya que, atendida la naturaleza
de este, ha de estudiarse previamente los títulos de la propiedad ofrecida en
garantía.”
CUARTO: Que cabe precisar que la acción principal deducida en el
presente juicio es de indemnización de perjuicios derivada del hecho de una
retractación unilateral, intempestiva y vulneratoria del proceso de
otorgamiento de crédito a los clientes que regula el estatuto de la Ley
General de Bancos, en el caso especifico por parte de Corpbanca de la
aceptación manifiesta mediante correos electrónicos dirigidos por la
institución bancaria a la actora don Cristian Urrea Fuentes, formulada por el
actor de autos por la compra a la Inmobiliaria Inca Chile Limitada del
inmueble ubicado en la comuna de San Felipe, Pasaje Hernán Pérez
Quijanes 1660, perteneciente a la Primera Etapa de la “Villa El Carmen”, de
la misma comuna construida por la constructora Inca Ltda.
En definitiva, corresponde resolver en la presente litis, si se declara el
derecho a la indemnización de perjuicios originados, en criterio del actor,
como fruto de una retractación unilateral e intempestiva de la aceptación de
la oferta manifestada por escrito por Corpbanca. En cuanto a este último
punto, el fundamento del fallo de primer grado apunta a la falta de
aprobación comercial por parte de la entidad bancaria del crédito
19

hipotecario solicitado, aduciendo además que el actor no ofreció otra


garantía diversa a la propiedad pretendida comprar, todos elementos que en
criterio del fallador a quo hacen inimputable a la demandada de autos.
QUINTO: Que el derecho de los contratos en materia civil se rige por el
principio esencial de la autonomía de la voluntad, según el cual las personas
pueden concluir todos los actos y convenciones que no estén expresamente
prohibidos por las leyes, lo que da origen a otros principios:
A) Libertad contractual, que se descompone en : 1) Libertad
de conclusión, que permite a las partes decidir libremente: i) si
contrata o no lo hace; ii) que tipo de contrato celebra, y iii) la
contraparte con quien se vincula. 2) Libertad de configuración
interna, por el cual se puede fijar el contenido de la convención y
las cláusulas que reflejen en mejor forma la voluntad de las partes
B) Consensualismo, según el cual la oralidad es suficiente
para obligar a las personas, por lo que es posible que existan
contratos verbales, que se expresan en el aforismo “solus consensus
obligat”.
C) Fuerza obligatoria, se traduce en la metáfora empleada
por Bello, en cuanto a que los pactos deben honrarse y cumplirse,
puesto que todo contrato legalmente celebrado es una ley para las
partes contratantes, que se le reconoce bajo el aforismo “pacta sunt
Servanda”.
D) Efecto relativo de lo acordado, vinculando sus derechos
y obligaciones a quienes son parte en el contrato, sin que se pueda
afectar a terceros, a quienes no les empece, surge así el latinismo
“res inter allios acta”, que se refuerza en la norma antes recordada,
en que el contrato es una ley sólo para los contratantes.
Tales principios, derivados de la doctrina clásica, han tenido diversas
limitaciones y excepciones, las que sin duda los precisan, pues en todo
cuanto no se les afecte, restringiéndolos o se disponga una norma que
establezca efectos diversos, tienen plena y completa aplicación los
mencionados principios en la forma indicada. El legislador podrá regular
20

las materias que estime corresponde dotar de un estatuto especial, pero en


aquellos casos en que no ocurra se formará el consentimiento, que es
obligatorio para las partes, por la sola manifestación de voluntad
coincidente que se expresen los contratantes. Es más, el Código Civil
establece el principio que el hecho lícito y voluntario de una persona es
suficiente para ser obligada, al efecto se puede leer el artículo 578:
“Derechos personales o créditos son los que sólo pueden reclamarse de
ciertas personas, que, por un hecho suyo o la sola disposición de la ley, han
contraído las obligaciones correlativas; …De éstos derechos nacen las
acciones personales”; el artículo 1437 dispone: “Las obligaciones nacen ya
del concurso real de las voluntades de dos o más personas, como en los
contrato o convenciones; ya de un hecho voluntario de la persona que se
obliga, como en la aceptación de una herencia o legado y en todos los
cuasicontratos;…”, y el artículo 2284 señala: “Las obligaciones que se
contraen sin convención, nacen o de la ley, o del hecho voluntario de una de
las partes. …”. A tal principio se añade el desarrollado por el Código de
Comercio, en cuanto a que la declaración unilateral de voluntad es fuente de
obligación, tanto al reglar la formación del consentimiento, cuanto al
reglamentar diferentes actos particulares, en especial la promesa de
recompensa. Del mismo modo la legislación especial ha dotado de efecto
vinculante a actos unilaterales tales como la Ley de Cuentas Corrientes
Bancarias y Cheques y la Ley sobre Letra de Cambio y Pagaré. En lo que
interesa al caso, no es dudoso que constituye fuente de obligaciones un
hecho lícito y voluntario de las personas, la declaración unilateral de
voluntad, la convención y la ley, pero además y de manera aislada, todo
hecho que irrogue daño a otra persona, también puede generar
responsabilidad para los partícipes del mismo.
En todo caso, en relación con el tema de la formación del consentimiento la
legislación, la doctrina y la jurisprudencia han avanzado, reconociendo que
existe un proceso de “iter contractual”, que distingue entre tal proceso y el
resultado final, preocupándose el derecho de ambos aspectos, sin embargo,
el código de Bello puso mayor atención en la regulación de las relaciones
21

jurídicas constituidas. Siguiendo esta misma política y línea legislativa,


reconociendo el procedimiento previo que tienen algunas convenciones, se
han determinado y denominado de distinta manera cada una de las etapas,
entre las que se reconocen: negociaciones preliminares, puntualización,
tratativas, oferta, cierre de negocios, contrato preparatorio y contrato
definitivo. Estas actuaciones pueden estar en secuencia, como también ser
omitidas y llegar inmediatamente al contrato definitivo. En otras palabras,
no resulta indispensable pasar por las referidas etapas, sino en los casos que
sea necesario y sin que determine su existencia la naturaleza del contrato
que en definitiva se desee concluir, sea éste consensual, real o solemne. El
principio de la autonomía de la voluntad, como los que deriven de éste,
permiten acordar libremente tales actuaciones, las que tienen efecto
vinculante, de manera tal que el incumplimiento culpable es posible que
genere la responsabilidad civil pertinente.
SEXTO: Que, sin que sea necesario repasar todo lo relativo a la formación
del consentimiento en los actos jurídicos bilaterales, ya es un aspecto
pacífico, que el Código de Comercio regula esta materia, estipulaciones a
las que se refiere su Mensaje, al aludir al Libro II, Título I, expresa: “En
este mismo Titulo se trata de un asunto difícil como importante, omitido en
la Ordenanza y aun en el Código Civil. Frecuentemente ocurre la necesidad
de fijar el momento y el lugar en que las propuestas verbales o escritas
asumen el carácter de contratos perfectos, y careciendo de reglas claras y
precisas que dirijan el juicio del jurisconsulto e ilustren la conciencia del
magistrado, es indispensable invocar las opiniones acomodaticias e
inseguras de los autores que han examinado con más o menos profundidad
esos puntos. Para obviar dificultades de tanta trascendencia, el Proyecto ha
dado soluciones satisfactorias a las cuestiones principales e incidentes que
ofrece la materia; y de este modo ha llenado un sensible vacío en nuestra
legislación comercial y civil”.
En el presente caso pierde importancia la antigua duda de la aplicación del
Código de Comercio a los contratos en general, atendido que quien aceptó
la oferta y es demandada en esta causa es una entidad bancaria, la cual
22

lógicamente realiza ordinariamente operaciones propias del giro de un


banco, que si bien recae sobre inmueble, se tiene presente que genera
solamente obligaciones personales y que requerirá un contrato definitivo.
SÉPTIMO: Que no resulta atendible, que al momento de estudiar cualquier
responsabilidad de las personas que son demandadas por entidades
bancarias se adopte una objetividad extrema, que se limite el análisis al acto
jurídico concreto, que refleja la expresión de voluntad más pura de quienes
son sus contrapartes, evadiendo toda ponderación causal. Pero, al ser
dirigida la acción en contra de un instituto financiero no se tenga ningún
reparo en estudiar, enjuiciar, analizar y privar de efecto la conducta del
banco por la que contrajo obligaciones, fundando la decisión en un acto
anterior, al que se le ha reconocido validez por el mismo banco y ha surtido
sus efectos, como, además, proviene de la parte contraria. En definitiva, se
ha ponderado judicialmente la oferta, que constituye un acto jurídico
unilateral del proponente, respecto de la cual no se ha acogido ninguna
acción que la declare ineficaz o carente de efectos, por la razón básica y
elemental que no se la ha impugnado de nulidad o inoponibilidad, todo ello
en miras a resolver una acción de indemnización de perjuicios de un acto
muy posterior, que el actor ha denominado retractación intempestiva y
unilateral de la oferta ya aceptada, que presupone incluso su aceptación y
luego su desconocimiento tácito o retractación unilateral e intempestiva;
aceptación de la oferta que tampoco ha sido objeto de una acción que le
prive de efectos, todo lo contrario, se la ha reconocido expresamente por
ambas partes como válida y voluntariamente expresada. En efecto, una vez
más corresponde insistir, que la acción de autos está dirigida a indemnizar
los daños que causó, no la aceptación de la oferta, sino que la denominada
retractación unilateral e intempestiva de la misma, respecto de la cual es
preciso señalar que nunca ha existido una retractación expresa, sino que
simplemente se la desconoció y vulneró, pues se impidió la venta de dicha
propiedad materia de la oferta y la aceptación, con ello se ha entendido por
el demandante que el banco se retractó unilateral, intempestiva y
23

tácitamente de la oferta, para luego , ante la demanda, recién justificar su


conducta.
OCTAVO: Que ante la oferta realizada el día cinco de julio de dos mil
cinco mediante correo electrónico según consta de fojas 1 a fojas 6 se
comunica al actor, Cristian Fernando Urrea Puentes que Corpbanca ha
aprobado un crédito hipotecario financiado en un cien por ciento mediante
crédito con letras con recompra al cien por ciento, más un crédito
complementario de $7.000.000, a fin de hacer las adecuaciones necesarias
en la propiedad en cuestión. La aprobación del crédito hipotecario
igualmente fue noticiada a la sociedad vendedora, esto es a la empresa Inca
Ltda. , solicitando la remisión de antecedentes legales y técnicos del
inmueble. Reafirma la idea de que existió un consentimiento el hecho que
el día veintiocho de Julio se celebró un contrato de promesa de compraventa
y se hizo entrega del inmueble a Cristian Fernando Urrea Puentes, y se
procedió a abonar el crédito complementario anexo al referido mutuo
hipotecario.
Luego la entidad bancaria, esto es Corpbanca de manera unilateral y
argumentando que existía un reparo en los títulos se desistió de la operación
hipotecaria, perseverando, ya que se encontraba en un proceso de ejecución
en el crédito complementario a corto plazo destinado a financiar mejoras en
el inmueble. Todo lo anterior tiene relevancia a fin de delimitar el estado
del proceso contractual en atención a que se materializó y más
concretamente se sobrepaso la mera etapa de la oferta, oportunidad en la
cual tanto su validez, efectos y alcances pueden debatirse y objetarse. Pero
tal como acaeció en los hechos y como está establecido, la oferta fue
aceptada por escrito, pura y simplemente, sin que sea posible retrotraer a
fases anteriores y para el sólo hecho de justificar un accionar posterior del
aceptante.
NOVENO: Que fijado el punto de la controversia en la forma como se
hizo, el tribunal debe razonar en derecho, según la naturaleza y caracteres
específicos que la ley otorga a los distintos actos, es así que la aceptación de
la oferta por Corpbanca perfeccionó un acto jurídico bilateral, ya que la
24

manifestación de conformidad con la oferta, da origen a una convención,


derivando derechos y obligaciones para las partes, y su trasgresión, en la
forma dicha, impone la satisfacción de los daños y perjuicios que se
determinen en la etapa correspondiente según la solicitud de las partes. La
aceptación de la oferta o la convención a que dio origen, conocida como
cierre de negocios, determina el análisis del efecto de las obligaciones ante
el incumplimiento, que no es otro que responder por equivalencia, esto es
mediante la indemnización de perjuicios causados, teniendo en
consideración que el objeto de la convención fue un bien raíz y que el
artículo 1817 del Código Civil incluso prefiere en el caso de venta de un
predio a dos persona a quien ha entrado en posesión, con mayor razón en el
caso en análisis en que no ha existido venta respecto del actor. En el
presente caso corresponde considerar que se ha demandado la
indemnización de perjuicio derivada del hecho que el banco no otorgó en
definitiva el préstamo al actor para la compra del bien raíz respecto del cual
había llegado a un acuerdo previo con él. No se altera la causa de pedir al
atender la petición fundamental, pues el actor ha considerado que la
retractación por parte de Corpbanca, a la materialización del otorgamiento
de un crédito aprobado según consta de los antecedentes que obran en el
expediente y los cuales no desvirtúan la legitimidad y la licitud de la
voluntad acordada constituyen per se una retractación unilateral e
intempestiva de la aceptación, en circunstancias que jurídicamente pueden
ser calificada como un incumplimiento de la convención perfeccionada por
la aceptación de la oferta, calificación de los hechos que le corresponde
efectuar al tribunal. El legislador se ha referido a esta situación en el
artículo 2124 del Código Civil, señalando: “El contrato de mandato se
reputa perfecto por la aceptación del mandatario. La aceptación puede ser
expresa o tácita.”
“Aceptación tácita es todo acto en ejecución del mandato.”
“Aceptado el mandato, podrá el mandatario retractarse, mientras el
mandante se halle todavía en aptitud de ejecutar el negocio por sí mismo, o
25

de cometerlo a diversa persona. De otra manera se hará responsable en los


términos del artículo 2167.”
Al respecto resulta acertada la explicación expresada por don David
Stichkin Branover, en cuanto a que la “expresión “retractarse” empleada
por el legislador induciría a creer que se trata de retiro de la aceptación, de
manera que el contrato no llegaría a formarse sin embargo de haberse sido
perfecto, pues hubo concurso de voluntades. No opinamos así.
Simplemente se trata de la renuncia del mandatario limitada en su ejercicio
a las circunstancias señaladas: que el mandante se halle todavía en aptitud
de ejecutar el negocio por sí mismo, o de cometerlo a diversa persona. De
otra manera , el mandatario queda responsable, en los términos ordinarios,
de los perjuicios que la renuncia cause al mandante, artículos 2124 y 2167”
(El Mandato Civil, Editorial Jurídica, tercera edición, página 102), en
concordancia obviamente con el hecho que el mandato, generalmente, es un
contrato consensual (en el mismo sentido sentencia Corte Suprema Rol
N°486-04).
De lo expuesto se sigue , que formado el consentimiento se entiende
legalmente celebrado el contrato, produciendo todos sus efectos jurídicos
entre las partes, surgiendo el principio de la fuerza obligatoria del mismo,
sin que pueda dejarse sin efecto sino por el consentimiento mutuo de las
partes o por causas legales (artículo 1545 del Código Civil), en el evento
del incumplimiento, genera las responsabilidades legales consiguientes,
puesto que se está en sede contractual, en que el incumplimiento se presume
culpable. “Por consiguiente, si el aceptante prueba que se ha dado su
aceptación, la retractación del oferente se presume culpable, como toda
culpa contractual” (Avelino León Hurtado, La Voluntad y la Capacidad en
los Actos Jurídicos Editorial Jurídica, Tercera Edición, página 98), principio
igualmente aplicable en el evento que el incumplimiento provenga del
aceptante, pues el consentimiento ya se había formado.
DÉCIMO: Que el principio de la autonomía de la voluntad, como los que
de ella derivan, permite sostener premisas previas a continuar con el
análisis: Por una parte se reconoce a toda persona la posibilidad de concluir
26

los contratos que estime pertinente y con quien lo crea apropiado y por otra
que las exigencias de un contrato definitivo no pueden limitar aquellos que
la ley no prohíbe concluir para su preparación o en forma anticipada. Se
sigue de estas premisas, que el establecimiento por la ley de un tipo
determinado de contrato preparatorio no impide como tampoco excluye la
posibilidad concluir otros que de mejor manera satisfaga las necesidades de
las partes. En efecto, la regulación del contrato de promesa, no impide dar
nacimiento a otras convenciones preparatorias, con mayor razón si no
existen razonamientos que sustente su exclusividad en tal sentido, cuanto no
sea la simple afirmación del hecho. Podrá ser posible que el contrato de
promesa no llegue a celebrarse por requerir mayores especificaciones de las
que se carece en un momento determinado, sin que esto impida
comprometer las voluntades de las partes y asegurar la realización de un
contrato con posterioridad por medio de otro acto o convención. No se
observan razones en la legislación para impedir la celebración de otras
convenciones, de las que derivan los efectos consiguientes ante el hecho del
incumplimiento, como tampoco concurren obstáculos legales que no
permitan exigir lo que la ley dispone para la retractación unilateral,
intempestiva y tácita de una oferta, por su trasgresión expresa posterior.
Resulta ilustrativo de lo anterior el hecho que el legislador debió manifestar
expresamente su criterio en cuanto a lo que se denominó “principio de
enajenación”, impidiendo al marido incluso prometer enajenar y gravar
bienes sociales, sin la autorización de la mujer (inciso tercero del artículo
1749 del Código Civil). Por otra parte, también resulta ilustrativo que la
retractación en la venta condicionada no se permita en bienes raíces, según
se señala en el artículo 1802 del Código Civil.
En concreto, siendo igualmente válidos los contratos de cierre de
negociones y de promesa, su diferencia está dada por los contornos que se
acuerda respecto del contrato definitivo, en la primera podrá ser general y
en la promesa debe satisfacer las exigencias legales. El incumplimiento de
ambas formas de contratación puede dar origen a responsabilidades por la
parte renuente a cumplir sus obligaciones o que las haya transgredido.
27

Del mismo modo procede insistir en el hecho que la naturaleza real o


solemne de los contratos definitivos no condiciona la concurrencia de las
exigencias de los contratos preparatorios.
UNDÉCIMO: Que el fenómeno contractual evoluciona en el tiempo,
configurando un desarrollo constituido por la ejecución de las obligaciones
que genera y luego, finalmente, se extingue por el acaecimiento de algunas
de las diversas causales contempladas en el propio cuerpo del contrato es
así que en cualquiera de esas etapas pueden suscitarse cuestiones que den
lugar a la responsabilidad civil, las que se han denominado clásicamente
contractual, precontractual y postcontractual.
Retomando la fase preliminar del contrato surge el criterio en la doctrina e
incluso en la jurisprudencia (sentencia Rol N°1374-93 de la Corte de
Apelaciones de Concepción y Rol N°486-04 de la Corte Suprema) que las
partes deben comportarse de buena fe para no frustrar injustamente las
tratativas preliminares, pues si bien los sujetos contratantes no están
obligados a llevar las negociaciones hasta su fin y concluirlo, tampoco la
ruptura puede ser injustificadamente y en caso de serlo entra a jugar su rol
la responsabilidad precontractual.
De esta manera y siguiendo esta línea argumental el principio de la buena fe
aparece en el horizonte de esta materia, la cual podemos definirla como la
opinión o creencia de que uno está, de que posee legítimamente alguna
cosa; sin embargo en sentido adverso la mala fe es la convicción intima en
que uno se halla que no posee legítimamente alguna cosa, por haberla
tomado sin derecho o haberla adquirido de persona que no podía enajenarla;
también se llama buena fe, en sentido general, el modo sincero y justo con
que uno procede en sus contratos, sin engañar a la persona con quien lo
celebra.
Toda relación jurídica se presume de buena fe, aspecto subjetivo éste que si
bien resulta de difícil demostración. Pero parece evidente que la falta de
justificación o, simplemente, la injustificación de una retractación sin
fundamento ni mérito, configura o deja presumir un acto que carece de
buena fe.
28

DUODÉCIMO: Que desde esta perspectiva el precontrato es una relación


jurídica que deja sentada las pautas para dar vida o conducir a los efectos de
un contrato definido por lo que como toda relación jurídica crea derechos y
obligaciones entre las partes, su ruptura sin fundamento ofrece posibilidad a
la parte afectada de intentar las acciones que permitan su satisfacción o
simplemente de obligar al cumplimiento del precontrato o reclamar los
daños y perjuicios que se deriven de éste.
En el caso paradigmático señalados de la causa rol N°1374-93 de la Corte
de Apelaciones, dos grandes empresas, Forestales Bio-Bio S.A. y Madesal
S.A. durante más de un año sostuvieron frecuentes conversaciones
destinadas a la celebración de un contrato de compraventa de un conjunto
de más de veinte predios forestales en la VIII Región y por un valor de
decenas de millones de dólares. Para ello, intercambiaron títulos de
propiedad, realizaron largos y costosos estudios de los mismos, realizaron
varias observaciones a los trabajos realizados, elaboraron borradores de
promesas de compraventa, mandatos e incluso se fijó, de común acuerdo,
un día para la suscripción del contrato de promesa de compraventa que
había tardado más de un año para su celebración final. Sin embargo, el
mismo día que se debía suscribir el acuerdo preparatorio, el grupo vendedor
comunicó al grupo comprador que se retiraba de las negociaciones, porque
acababa de vender los predios a una tercera persona en razón que ésta había
pagado una suma superior a aquella sobre la cual se convendría la promesa.
Frente a esa situación, la empresa que iba a comprar los predios estimó que
se le había perjudicado ostensiblemente, por lo que decidió demandar a la
empresa que se retiró de las negociaciones y solicitó que se le indemnizara
todos los perjuicios ocasionados.
El Tribunal de primera instancia y la Corte de Apelaciones que conoció del
asunto, estimaron que bajo tales supuestos, el retiro de las tratativas ha sido
abusivo y culpable, desde que no hubo previa comunicación a la contraparte
de que simultáneamente estaba llevando otras tratativas y, visto el tenor de
los acuerdos y conversaciones, era legítimo que la parte afectada creyera
que se conversaba en vista de un cierto y futuro contrato, lo que justificaba
29

los numerosos gastos efectuados para los estudios de los títulos y situación
de los predios. Por lo tanto, el retiro, por tanto, de una de las empresas es
calificado de culpable y dañoso y obliga a reparar el daño causado por esos
gastos, que han de ser restituidos a quien los hizo. Cabe señalar que
finalmente la Corte estimó que se debía indemnizar lo que se ha
denominado el interés negativo, es decir los gastos efectivamente causados,
y no la ganancia esperada con el negocio que se proponía celebrar.
DÉCIMO TERCERO: Que si bien el retiro durante las tratativas
contractuales es un derecho de las partes, ello no excluye la responsabilidad
por los daños que se generen por aquel que se desiste sin causa o
arbitrariamente. La buena fe es el fundamento de la responsabilidad
precontractual. En lo tocante a la ruptura de las tratativas se ubica en el
campo de lo subjetivo el determinar lo injusto o injustificado de su ruptura,
de forma tal que el criterio para examinar el curso de las tratativas, resulta
imperioso cualificar los elementos esenciales del contrato cuya celebración
eventual prevén, lo que en la especie suscitó, tal como consta de la prueba
rendida en autos y ante el marco regulatorio de la buena fe, no resulta
posible concluir que estamos en presencia de un acto intempestivo, toda vez
que ya se había llegado a configurar un consentimiento sobre el préstamo
hipotecario para la adquisición del inmueble ubicado en la comuna de San
Felipe, en Pasaje Hernán Pérez Quijanes 1660, Primera Etapa de la Villa El
Carmen.
Se colige además de todo ello que el actuar de la institución bancaria, dado
el tiempo transcurrido y el hecho de haber otorgado un préstamo
complementario, debidamente cursado, implicó atentar contra la buena fe la
cual se debe reparar en cuanto al daño sufrido por la actora, en la medida de
los gastos contraídos por esta última durante las tratativa hechas en vista de
la celebración del contrato, así como de la perdida de oportunidades
similares generadas por las tratativas pendientes, lo que no hace más que
reafirmar la procedencia de la acción indemnizatoria impetrada a través de
la demanda de fojas 10 y siguientes de autos.
30

DÉCIMO CUARTO: Que en el mismo sentido Hugo Rosende Alvarez en


su libro “Responsabilidad Precontractual” (Ediciones Universitarias de
Valparaíso, 1979, pág. 99 y siguientes) señala “deben indemnizarse todos
los gastos y perjuicios que sean una consecuencia directa de la revocación,
en otros términos de que se haya privado al destinatario de su facultad de
disponer libremente sobre el destino de la oferta. Habrá que entender que
los perjuicios indemnizables incluyen el daño emergente, el lucro cesante e
incluso el daño moral, siempre que sean consecuencia directa de la
revocación. El único límite en la indemnización está en que la parte no
puede quedar en mejor posición que en la que habría quedado de celebrar el
contrato (artículo 100 del Código de Comercio)”.
Que estos errores de concepto constituyen trasgresión, entre otros, a los
artículos 100, 102 y 105 del Código de Comercio, como asimismo el
artículo 22 del Código Civil, en relación con las normas que prevén los
artículos 40 y 69 de la Ley de Bancos, indicados como infringidos por el
recurrente, lo cual ha influido sustancialmente en lo dispositivo del fallo,
desde que la equivocada aplicación de tales preceptos ha llevado a los
sentenciadores del fondo a rechazar la excepción de nulidad de la
obligación opuesta por la demandada, en circunstancias que procedía
acogerla, razón por la cual el recurso en estudio debe ser admitido. 
Y visto, además, lo dispuesto en los artículos 764, 767 y 785 del Código de
Procedimiento Civil, se acoge, sin costas, el recurso de casación en el fondo
deducido en lo principal de fojas 621, contra la sentencia de veintiocho de
octubre de dos mil diez, que se lee a fojas 619, la que se invalida y se
reemplaza por la que se dicta a continuación, separadamente y sin nueva
vista.
Regístrese.
Redacción del Abogado Integrante señor Nelson Pozo Silva.
Rol N°218-11
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Pronunciado por la Primera Sala de la Corte Suprema por los Ministros Sres. Sergio Muñoz G., Juan
Araya E., Guillermo Silva G., Carlos Cerda F. y Abogado Integrante Sr. Nelson Pozo S.
No firma el Abogado Integrante Sr. Pozo, no obstante haber concurrido a la vista del recurso y acuerdo
del fallo, por haber concluido su período de nombramiento.

Autorizado por la Ministra de fe de esta Corte Suprema.

En Santiago, a doce de abril de dos mil doce, notifiqué en Secretaría por el Estado Diario la resolución
precedente.

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