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Historia Política Argentina - 2° parcial

Matias Emanuel Veiga


N° de legajo: 43.930

Condiciones:
Fecha de entrega 30 de noviembre
El trabajo es individual y de elaboración propia en base a los temas y problemas analizados en clase.
Las respuestas deben estar fundamentadas en la lectura de la bibliografía correspondiente a las
unidades 4 a 6 del programa
Extensión máxima 2 carillas por respuesta - Times New Roman, espacio 1.5
Los párrafos textuales deben estar entrecomillados y con la correspondiente cita bibliográfica

1-Dario Marcor afirma que la coalición liderada por Justo, conocida como la Concordancia, se
enfrenta a “…dos de los problemas esenciales del poder político: el problema de la
reproducción en el poder y el de producción de la legitimidad” considerando ambas
dimensionesexplique:a)cómo interpreta Marcor el recurso al fraudepor parte de la
Concordancia, en la segunda mitad de la década del treinta; b)qué alternativa interpretativa
proponen Mauro y Roldan para el caso de Santa Fe.

2- Describa brevemente la hipótesis de Torre y Pastoriza acerca del impacto conflictivo de la


Distribución del Bienestar. Explique: a) cuáles son los supuestos en que se basa esa
interpretación;b)qué evidencia utiliza para sostener el argumento de que no hubo un “cambio
cultural”;c) cuáles son los aspectos que trabajan Milanesio y Canevassi que permiten discutir el
argumento de la ausencia de un cambio cultural durante el primer peronismo.

3-Describa brevemente en que consistió la política de desperonizacion impuesta por la


autodenominada Revolución Libertadora a partir del golpe de estado de 1955.Expliquea) cuáles
fueron sus objetivos de acuerdo con el análisis de Spinelli b) a qué llama Ferreyra reacción
“desperonizadora”, según la mirada de “abajo hacia arriba” de los expedientes de las comisiones
investigadorasc) compare ambas interpretaciones en relación a las dimensiones de la política
que son objeto de sus investigaciones.
1. Efectuado el golpe de Estado de 1930, los distintos gobiernos – tanto a nivel nacional como
provincial – debieron buscar nuevas formas de reproducirse en el ejercicio del poder, pero
también de producir una legitimidad que los avale y sostenga en el poder, ante los ojos de los
ciudadanos y en detrimento del resto de las fuerzas políticas. Las elecciones bonaerenses de
1931 (insertas en el ciclo de elecciones que continuarían por Santa Fe, Corrientes y Córdoba)
representaban la búsqueda de plebiscitar la gestión de Uriburu, pese a sus intenciones de llevar a
cabo un proceso de ingeniería institucional/electoral mucho más profunda; intenciones que no
pudo llevar a cabo sobre todo por la demanda del Ejército de tendencia justista a retornar a la
normalidad institucional.
Mas allá del fracaso del intento electoral de 1931, por la victoria radical y la posterior anulación
de la elección y del cronograma estipulado para las otras provincias, y la consecuente
consolidación de Justo como quien podía reunir a conservadores, antipersonalistas y socialistas
independientes, la búsqueda de legitimidad se dio en base a la figura de Justo y “(…) su
orientación bifronte: hacia el frente militar y hacia el frente civil. (…) A partir de 1930 toda
solución política en la Argentina debía dar cuenta de la ecuación militar” (Macor, 2001, pp.
67-68)junto con – sobre todo en la segunda mitad de la década de 1930 – el recurso del fraude.
Ése doble liderazgo de Justo dio lugar a una imagen de la coalición gobernante equilibrada,
aunque puertas adentro eso no sucediera, aunque no era suficiente para sobrellevar la necesidad
de reproducción en el poder y de producción de legitimidad, sobre todo desde la vuelta a la
arena electoral del radicalismo, que amenazaba directamente el control oficial de la sucesión
presidencial.

“El razonamiento conservador indicaba que, si la libertad electoral tenía como destino
inexorable el abandono del poder y su entrega al partido radical, el control y la
manipulación de los comicios eran la única garantía para la continuidad en el poder,
en la confianza de que el apoyo del Ejército podía suplir la ilegitimidad del régimen”
(Macor, 2001, p. 69)

Las dificultades para el oficialismo surgieron a partir de 1938, cuando el relevo presidencial
alteró el equilibrio para con las Fuerzas Armadas por el alejamiento de Justo. Esta situación de
quiebre de la coalición profundizó la autonomización de las FFAA, llegando a desembocar en el
golpe militar de 1943.
Por otra parte, el retorno radical al ámbito electoral hizo que socialistas y demócrata
progresistas vieran sincerado su electorado, debido a la sobrerrepresentación política que habían
alcanzado en los momentos de abstención y que ahora volvía al radicalismo, transformado
nuevamente en la oposición más fuerte. Para Macor, “el sinceramiento electoral que acarreó la
participación radical llevó al Poder Ejecutivo nacional y al bloque oficial a profundizar los
dispositivos de manipulación electoral que, en las nuevas condiciones, se transformaban en
necesidad imperiosa para mantenerse en el poder” (2001, p. 80), como si el oficialismo no
hubiera empleado otras herramientas para legitimarse a sí mismo.
Mauro y Roldán (2018) dan cuenta que esto no fue tan lineal ni determinante en todos los casos,
y para ello analizan el caso específico de la provincia de Santa Fe en 1937, pero no reduciéndolo
a lo electoral, sino analizando ‘la política’ como un conjunto. Los autores plantean que las
formas de hacer política cambiaron entre la década del ‘20 y la del ’30: mientras que en los años
’20 el fervor radical militante inundaba las calles, cual dimensión religiosa a partir de la visión
de catch all, de proveer de un sentido totalizador, en los años ’30 tuvo lugar un giro
tecnocrático, aprovechado por el oficialismo -fraude mediante- para establecer un discurso en el
que lo que resaltaba era “(…) la eficacia técnica, la eficacia, el saber especializado, la
capacidad de gestión o la acción directa” (Mauro & Roldán, 2018, p. 153).
La tesis de Mauro y Roldán no niega el fraude, ya que comprueban que existió en las elecciones
de 1937 de manera tan extendida que ni siquiera pudieron controlarlo sus organizadores debido
a los desafíos de logística que implicó y que dependía en gran medida de las bases.
“Ensamblar todas las piezas en una maquinaria medianametne eficiente no resultó una tarea
fácil y el descontrol terminó adueñándose de los comicios” (Mauro & Roldán, 2018, p. 143), lo
que se tradujo en hechos violentos tanto dentro de los cuartos oscuros como en las mesas y en
las calles: expulxión de fiscacles, presencia de policías en los cuartos oscuros, secuestro de
libretas, desempeño tendencioso de los presidentes de mesa, trenes que llevaban votantes desde
Chaco Córdoba y Buenos Aires, entre otras cuestiones. La prueba final, el resultado, estuvo
totalmente desproporcionado, reflejando una victoria arrolladora. Aún así, las muestras de
disconformidad por parte de los opositores y de los medios de comunicación no fueron algo
extendido tras las elecciones, ya que no tuvieron demasiada repercusión. La tesis de los autores
se centra en que esto se produjo por las formas diferenciales de hacer política entre la década
anterior y el contexto de las elecciones de 1937, tras las cuales Iriondo hizo de las obras
públicas el eje de su gestión, alzando así la bandera de la planificación técnica. Y es que “el
nuevo clima consideraba que la ilegitimidad política no era una consecuencia de la falta de
política, sino de su exceso, en detrimento de la participación de las fuerzas vivas y, sobre todo,
de los expertos que eran quienes tenían la clave de la solución de los problemas” (Mauro &
Roldán, 2018, p. 147). Los supuestos éxitos de la gestión de Iriondo se presentaban como la
consecuencia lógica de una administración eficaz apoyada por tecnócratas que asesoraban al
gobierno provincial, asociado lógicamente («racionalmente») al interés general, sin que tenga
relación con el proceso electoral o el color político en cuestión.
2.Torre y Pastorizaplantean que las medidas sociales implementadas por el peronismo
impactaron sobre la distribución del bienestar impactaron de manera conflictiva en la sociedad
argentina en la medida en que las aspiraciones de las clases media y baja se vieron modificadas
en tanto representaciones sociales, pero no así culturales. “En realidad, el peronismo promovió
un cambio social pero no propuso una cultura alternativa. Su audacia, en todo caso, consistió
en crear las oportunidades que pusieran al alcance de nuevas mayorías los ideales y las
costumbres que los sectores medios ya habían probado y en los que la ciudad se reconocía”
(2001, p. 22 del PDF de la cátedra). De esta manera los trabajadores eran invitados a imitar las
costumbres cotidianas de las clases urbanas, lo que a la vez generaba incomodidades en la clase
media que se estaba consolidando en las ciudades. Por otra parte, los sectores obreros que
arribaban a las urbes no lograban instalarse más que en las villas de emergencia – proceso
iniciado ya desde la década del ’30 según lo descripto por Daniel James (2013) -, a pesar de lo
cual se sentían parte de una Argentina más igualitaria.
“Para Buenos Aires y los grupos más establecidos de su estructura de poder y prestigio, la
coexistencia con los efectos de la democratización del bienestar no sería empresa facil” (Torre
& Pastoriza, 2001, p. 22 del PDF de la cátedra), tanto por la velocidad y forma abrupta con la
que se daban los cambios sociales, como por el tono desafiante con el que se hacía. Según los
autores, la distribución del bienestar en lo social, aunque no en lo cultural, hizo que la sociedad
urbana reaccione negativamente contra la irrupción pública de los migrantes internos.
cómo caracterizan la sociedad previa con la marcan una continuidad en términos de las
políticas del peronismo? el impacto de la inmigración extranjera respecto de las
migraciones internas, esto también es un supuesto fuerte, sobre el que se asiente la
conflictividad en contraste con una idea de sociedad “normal” armónica e integrada
Por otra parte, para autoras como Natalia Milanesio, sí hubo un cambio cultural durante el
primer peronismo, representado en la accesibilidad a las “(…) formas de consumo masivo que
conectaban el ideal peronista de justicia social con el acceso al mercado” (Milanesio, 2014, p.
120), quien también remarca el sentimiento de los sectores urbanos en coincidencia con Torre y
Pastoriza, pero con la diferencia de que la autora sostiene que las prácticas que empezaron a
llevar a cabo los sectores obreros sí implicaron un cambio cultural, todo esto teñido de la
sensación de ‘pérdida’ del acceso exclusivo a espacios hasta entonces teóricamente
homogéneos, sin la heterogeneidad de los sectores de menores ingresos, o lo que es lo mismo,
de derechos reconocidos e ingresos crecientes.
La vestimenta fue uno de los puntos centrales que desató el malestar de los sectores altos, ya
que muchos indicadores de identidad social se reflejaban directamente en la ropa, mientras que
los atuendos se fueron modificando (e igualando) gracias a las posibilidades del consumo. De
esta forma, Milanesio marca que “El vestido [usado por la dueña de casa y la mucama por igual]
es una expresión de la nueva homogeneización del consumo que dificultó la expresión
inequívoca de la pertenencia de clase y el establecimiento de divisiones claras entre los
distintos sectores sociales” (2014, p. 143). Por su parte, según la visión de Torre y Pastoriza, no
modificó el papel tradicional de las mujeres durante el primer peronismo (2001, p. 21 del PDF
de la cátedra). En éstos dos análisis se puede ver una diferencia de escala y de importancia ante
el consumo: mientras que para Milanesio las mayores posibilidades de consumo, entre otros
aspectos, dan cuenta del cambio cultural que implicó el peronismo y que afecto a las mujeres a
partir de la moda dd le atribuye condiciones innovadoras a las mujers trabajadores , para Torre
y Pastoriza éste no existió por no romper con la división entre población urbana y clases
trabajadoras.

3.Tras 1955, la llamada Revolución Libertadora debía no solo asumir la administración


gubernamental sino también ver de qué manera llevaba a cabo uno de los objetivos del golpe: la
desperonización. Las primeras medidas oficiales desperonizadoras fueron: el retiro o cambio de
las denominaciones de calles, lugares, plazas, colegios o demás lugares que hicieran referencia a
Eva o a Perón específicamente o al peronismo en general; el quite e incineración de los libros de
lectura peronistas; la prohibición de cánticos peronistas; la liberación de los presos políticos
durante los gobiernos peronistas; y la conformación de comisiones investigadoras del ‘hecho
peronista’ y su accionar desde el gobierno. Lonardi, que asumió con una actitud conciliadora,
vio rápidamente truncada esta vía debido al peso de los sectores antiperonistas más
radicalizados, que exigían una desperonización total de las instituciones militares y civiles.
Luego, “(…) surgieron una serie de políticas de carácter pedagógico y represivo destinadas a
desmitificar al peronismo, mostrando lo que a su entender había sido su ‘verdadero’
significado, con el objetivo explícito de ‘reeducar al soberano’” (Spinelli, s.f., p. 7). En este
sentido, el resultado de las investigaciones de las comisiones era ampliamente recogido por la
prensa, no solo por el objetivo pedagógigo desperonizador, sino también para ‘hacer entender’ a
quienes adhirieron al peronismo que habían sido engañados: se buscaba desmitificar al
peronismo y a su líder. Esta faceta pedagógica fue a su vez acompañada de otra de carácter
represivo. El carácter conciliador escapaba a las manos de Lonardi: desperonización y
pacificación eran dos características incompatibles en el escenario abierto en 1955, sobre todo
mientas Rojas, la Marina y la oficialidad del Ejército fogoneaban el carácter represivo del
proceso.
El ascenso de Aramburu supuso que la desperonización iba a tener objetivos a ultranza y que el
consenso no iba a ser con el partido depuesto y proscripto, sino con las FFAA. La disolución y
confiscación de los bienes del Partido Peronista, como así también la prohibición de cualquier
tipo de propaganda o mención alusiva, implicaron el rumbo de la desperonización hacia una
profundización que, de manera contraproducente, vio surgir a la resistencia peronista. El
objetivo en esta etapa de desperonización era hacer del peronismo el enemigo de la democracia
y de la nación argentina.
“Formalmente, la política de desperonización en su fase constructiva persiguió un
doble objetivo, en lo político desarmar los resortes totalitarios de las instituciones del
Estado, y en lo pedagógico ilustrar a los sectores sociales identificados con el
peronismo sobre la verdad del régimen que habían apoyado, orientándolos a apreciar
los valores democráticos tradicionales de la cultura argentina que el gobierno
revolucionario representaba” (Spinelli, s.f., p. 15)
Junto a éstos, también se tenía como objetivo la restauración de la tradición democrático-
republicana, que según la versión del gobierno revolucionario, había sido vulnerada y sometida
por el peronismo. Desde esta postura, y frente a la posterior resistencia peronista, el objetivo de
la desperonización era lisa y llanamente la aplicación de todo el aparato represivo estatal contra
los planes subersivos. En líneas generales, el análisis de Spinelli se basa en una visión del
proceso de desperonización desde lo político, marcando las diferencias entre las medidas
desperonizadoras tomadas por Lonardi y Aramburu.
Existe también la posibilidad de analizar la perspectiva ‘de abajo hacia arriba’, tal como lo hace
Silvana Ferreyra, determinando que no existió una desperonización homogénea sino que ha
tenido diferentes niveles teniendo en cuenta los abordajes regionales o locales, a pesar de que el
objetivo antiperonista de la erradicación identitaria no fue más que una ilusión que no llegó a
consolidarse completamente. “Cuando el decreto 479/55 sancionó la posibilidad de investigar a
funcionarios del gobierno depuesto, esto no implicó únicamente a Perón, ministros,
gobernadores e intendentes. El funcionario corrupto, los beneficios del allegado al régimen, el
empleado del Estado que trabaja con fines partidarios, el ineficiente, el ególatra, el obsecuente,
el inmoral, son figuracinoes que ocupan diferentes lugares en ese relato y cruzan distintos
niveles del espacio público” (Ferreyra, 2016, p. 16).
La autora demuestra cómo al descender al nivel local, las denuncias se radicalizaban
completamente, dificultando el estudio de generalidades del proceso de desperonización y
estableciendo una suerte de reacción jerarquizadora en la que los distintos actores sociales
denunciantes buscaban recomponer el propio orden social ‘alterado’ por el peronismo.
“Paradójalmente, (…) el proceso de investigaciones encauzó una efervescencia social a la que
el gobierno de facto decidió clausurar cerrando las comisiones” (Ferreyra, 2016, p. 18). El
cierre de las comisiones investigadoras en marzo de 1956 estuvo acompañado del decreto de
prohibición de afirmación ideológica o de propaganda peronista.
***
Bibliografía
Ferreyra, S. (2016). Las comisiones investigadoras durante la Revolución Libertadora. Usos del
archivo en la historiografía sobre peronismo y antiperonismo. Quinto Sol, 1-25.

James, D. (2013). Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina.


Buenos Aires: Siglo XXI.

Macor, D. (2001). Partidos, coaliciones y sistemas de poder. En A. Cattaruzza, Crisis económica,


avance del Estado e incertidumbre política (1930-1943). Nueva Historia Argentina
(págs. 49-95). Buenos Aires: Sudamericana.

Mauro, D., & Roldán, D. (2018). Ladrillos, expertos y votos. La politica argentina en los años
treinta. Imagomundi.

Milanesio, N. (2014). Cuando los trabajadores salieron de compras. Nuevos consumidores,


publicidad y cambio cultural durante el primer peronismo . Buenos Aires: 2014.

Spinelli, M. E. (s.f.). La desperonización. Una estrategia política de amplio alcance (1955-1958).


Obtenido de Historia política:
http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/Spinelli1.pdf

Torre, J. C., & Pastoriza, E. (2001). La democratización del bienestar. En J. C. Torre, Los años
peronistas (1943-1955) (págs. 257-312). Buenos Aires: Sudamericana.

Nota 9

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