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Documentos de Cultura
Realizado por
Miguel A. Quintanilla
Alfonso Bravo
Con la colaboración de
Eduardo Aibar y Cristóbal Torres
Primera Parte
El Concepto de Cultura Tecnológica
Miguel A. Quintanilla
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CONTENI DO
I NTRODUCCI ÓN 5
2. TECNOL OGÍ A 19
Página 3
Cultura Tecnológica
6. CONCL USI ONES 83
I NDI CE DE AUTORES 95
Í NDI CE DE TABL AS
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I ntr oducción
Página 5
Cultura Tecnológica
Los problemas que vamos a tratar tienen una doble dimensión, conceptual y
operativa. Desde un punto de vista conceptual, nos encontramos con la necesidad de
empezar por definir los propios conceptos básicos que estamos utilizando. A diferencia
de lo que ocurre en otros ámbitos de la teoría del cambio tecnológico y de la gestión de
la tecnología, donde se pueden localizar cuerpos de conocimientos establecidos y
prácticas maduras, en relación con la cultura tecnológica, no existe un discurso
consolidado que se pueda tomar como referencia unívoca. De ahí que nuestra primera
tarea haya sido hacer una revisión de la literatura disponible sobre el tema y construir un
concepto o modelo de cultura tecnológica que incorpore las aportaciones más
relevantes, que tenga un carácter sistemático y claro, y que pueda servir como referencia
para el análisis de los factores culturales que inciden en la innovación tecnológica. Por
otra parte, desde el punto de vista oper acional, se trata de explorar la posibilidad de
contar con indicadores objetivos que puedan describir el estado y características de
diferentes configuraciones de cultura tecnológica y analizar su incidencia sobre la
innovación tecnológica.
Este informe tiene dos partes. En la primera nos ocupamos de los problemas
conceptuales relacionados con la cultura y la tecnología y de construir un concepto de
cultura tecnológica que nos sirva para entender el papel de los factores culturales en el
desarrollo de la tecnología y en la innovación empresarial. A partir de él, sugerimos un
posible sistema de indicadores que nos podrían permitir obtener una representación de la
cultura tecnológica de un país, de una organización, etc. Finalmente, utilizamos este
modelo de cultura tecnológica y algunos de los datos sociológicos disponibles, para
proponer una interpretación de la situación de la cultura tecnológica en España. Tanto el
sistema de indicadores como la interpretación de la cultura tecnológica española que
proponemos deben considerarse como una propuesta tentativa que debe ser contrastada
mediante ulteriores estudios. En la segunda parte se presenta sistemáticamente la
información disponible y reciente sobre indicadores de cultura tecnológica para España.
El diseño de este estudio y algunos de los resultados parciales que se han ido
obteniendo a lo largo de dos años, han sido discutidos en varias ocasiones con Wiebe
Bijker, Paloma Sánchez, Eduardo Aibar y Cristóbal Torres. A todos ellos queremos
agradecerles sus ideas, críticas y sugerencias, aunque sólo nosotros somos responsables
del informe final. Debemos hacer mención especial de Wiebe Bijker, que ha tenido la
amabilidad de desplazarse varias veces a España para discutir con nosotros sobre los
temas de este informe. A pesar de algunas discrepancias de fondo, que subsisten entre
nuestro enfoque de la cultura tecnológica y el del profesor Bijker, seguramente debemos
a su inspiración, a sus ideas y a su amabilidad, más de lo que aparece explícitamente
reflejado en el texto. Eduardo Aibar preparó una exhaustiva revisión de la bibliografía
sobre cultura tecnológica, muchos de cuyos resultados se han incorporado en varios
apartados de la primera parte. Cristóbal Torres nos ha ayudado en la localización de
encuestas sociológicas y otras fuentes de información sobre percepción social de la
ciencia y la tecnología y ha preparado un análisis de los diferentes ítems relacionados
con estos temas que han aparecido en las encuestas del Centro de Investigaciones
Sociológicas desde 1984. Gracias a su colaboración hemos podido llevar a cabo el
análisis de los indicadores disponibles que presentamos en la Parte II. Miguel A.
Quintanilla es el autor responsable de la redacción final de la Parte I y A. Bravo de la
Parte II.
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Parte I
Queremos agradecer también a nuestros colegas del grupo EPOC (Evaluación de
Políticas Científicas) de la Universidad de Salamanca (Fernando Broncano, Jesús Vega,
Bruno Maltrás y Javier Vidal) no sólo sus comentarios y sugerencias concretas en las
diversas ocasiones en las que hemos discutido conjuntamente versiones parciales de este
informe, sino también el clima de entusiasmo por los estudios sobre la ciencia y la
tecnología que ellos han contribuido a generar en el seno del grupo y sin el cual este
trabajo, como tantos otros, hubiera sido al menos mucho más difícil y mucho menos
divertido.
Finalmente, la fundación COTEC no sólo ha sido la promotora y patrocinadora de
este estudio, sino que también, a través de su comisión de estudios y de su director D.
Juan Mulet, ha contribuido activamente, en varias ocasiones, a localizar puntos
problemáticos y temas de interés que han sido muy estimulantes para nuestro trabajo. A
todos ellos, muchas gracias.
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1. El concepto de Cultur a
1
La contraposición entre tecnología y cultura es característica de la posición intelectual de autores como
Neil Postman (1993) que considera la cultura tecnológica como una “intrusión de la tecnología en la
cultura”. Elementos de esta contraposición, que se puede interpretar como un eco de la tesis de “las dos
culturas” de Snow (1959), se encuentran también en otros muchos teóricos de la tecnología, como
Mumford (1939), cuando señalaba la amenaza que las “tecnologías autoritarias” significaban para la
cultura.
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Cultura Tecnológica
más amplio. Para empezar, la ciencia y la tecnología deben considerarse componentes
de la cultura tan dignos como las artes y las letras. Pero además, como veremos
enseguida, existen componentes culturales en actividades sociales “ no ociosas” , es
decir, en los negocios, tan valiosos como los que tradicionalmente se asocian a las
actividades de ocio. Aunque volveremos sobre este tema, conviene señalar desde ahora
que uno de los problemas que un país como España puede encontrar para desarrollar una
adecuada cultura tecnológica reside precisamente en este cúmulo de tópicos según los
cuales la cultura tiene que ver solamente con lo que tradicionalmente se considera como
expresión de los altos intereses del espíritu mientras la tecnología, los negocios y las
empresas sólo se mueven en el mundo de los intereses materiales (Quintanilla, 1995).
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El concepto de cultura
(pasiva), por enseñanza (activa) o por cualquier proceso de comunicación de
información.
Esta definición es compatible con el uso más generalizado entre antropólogos y
etólogos, aunque restringida a culturas humanas, e incluye, precisándolos, los
contenidos de la definición clásica de Tylor. En ésta, como en muchas otras
caracterizaciones de la cultura, se suelen mezclar la referencia genérica a los tres tipos
fundamentales de contenidos culturales (los tres tipos de información pragmática de que
habla Mosterín: descriptiva, práctica y valorativa) con la referencia a configuraciones
específicas de algunos de estos contenidos, como la moral (un tipo específico de reglas y
pautas de conducta social), las creencias religiosas o ficciones literarias (un determinado
tipo de representaciones), las ideologías (generalmente un conjunto estructurado de
valores y representaciones simbólicas), etc. La definición cubre también otras
caracterizaciones más imprecisas del concepto de cultura, que suelen utilizarse en
relación con el estudio de los factores culturales presentes en el desarrollo tecnológico,
como los de Pacey (1983), Hofstede (1994) o Basalla (1988).
Este concepto genérico de cultura nos permite además entender otras nociones
específicas, en función de los contenidos de la cultura, o de la configuración de rasgos
culturales característicos de un grupo social (cultura nacional, cultura empresarial, etc.).
Pero para entrar en estos temas conviene analizar primero las relaciones entre cultura y
sociedad.
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El concepto de cultura
grupo socialmente estructurado se caracteriza por diferentes rasgos referidos a diferentes
culturas específicas, y cualquier rasgo de una cultura específica puede ser compartido
por miembros de grupos sociales diferentes. Por ejemplo, no todos los empresarios
comparten la misma cultura política, religiosa o deportiva, y muchos rasgos de la cultura
empresarial (cierta predisposición a asumir riesgos, por ejemplo) pueden ser
compartidos por miembros de otros grupos (aventureros o deportistas, por ejemplo).
Para determinar la cultur a car acter ística de un gr upo social debe procederse,
por lo tanto, empíricamente, describiendo los rasgos culturales que poseen los miembros
de ese grupo y seleccionando aquella configuración de rasgos culturales cuya
distribución entre los miembros del grupo presente una dispersión significativamente
menor que la que se presenta entre diferentes grupos sociales.
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Cultura Tecnológica
científicas, anticientíficas, etc., lo que conlleva inevitablemente un componente
valorativo.
Para tratar adecuadamente el problema del etnocentrismo y el relativismo cult ural,
debe adoptarse una perspectiva empírica y racional, en vez de ideológica. Para e mpezar
la valoración de un rasgo cultural debe hacerse siempre en relación con un criterio u
objetivo. No hay culturas valiosas o carentes de valor en sí mismas, sino valiosas para
algo y para alguien, en circunstancias definidas. Por otra parte, debería adoptarse
también el principio básico del plur alismo cultur al: el valor de una cultura para un
objetivo dado es una propiedad agregada del valor de los diferentes rasgos culturales
que la componen. Muchos de estos rasgos son independientes entre sí, se pueden
importar y trasladar de unas configuraciones culturales a otras y el valor de cualquier
cultura puede aumentar o disminuir si se enriquece con rasgos valiosos de otras culturas.
El problema del etnocentrismo y el relativismo cultural no reside en el contenido
normativo que se asigna a determinadas configuraciones culturales sino en el
tratamiento holístico de las culturas y en el absolutismo de las valoraciones que se
hacen de ellas. Salvando estos prejuicios, es perfectamente legítimo comparar el valor
de determinados rasgos culturales o configuraciones para determinados objetivos, en
determinadas circunstancias, etc.
Es posible, por ejemplo, que la cultura industrial occidental no sea la más valiosa
desde el punto de vista de la conservación del medio ambiente; pero es sin duda más
valiosa que una cultura agraria desde el punto de vista del nivel de bienestar material
que disfrutan los miembros de la sociedad. Por otra parte, en una sociedad con cultura
predominantemente agraria, por ejemplo, puede haber elementos culturales
incorporables a la cultura industrial que hagan a ésta más valiosa desde el punto de vista
del respecto al medio ambiente.
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El concepto de cultura
olvida que existen de hecho procesos de cambio cultural que tienen un carácter
acumulativo y que pueden ser valorados positivamente.
Las configuraciones culturales de las sociedades humanas no son estables. A lo
largo de la historia se producen continuas variaciones, éstas se transmiten de forma
diferenciada en los distintos grupos sociales y dan lugar nuevas configuraciones. Los
mecanismos del cambio cultural son análogos a los de la evolución biológica:
producción de mutaciones, difusión y selección adaptativa (Mosterín, 1993, cap. 6). Las
mutaciones culturales consisten en el descubrimiento o invención de nuevas
representaciones, pautas de comportamiento o valores y su transmisión a los miembros
de un grupo. Pueden ser mutaciones radicales, como la invención de nuevas
dimensiones culturales (o culturas específicas: la fundación de una nueva religión, la
institucionalización de la investigación científica, etc.) o pequeñas variaciones de
algunos rasgos culturales (cambios de moda en el vestir, estilos de hablar, costumbres,
etc.). La difusión de los cambios culturales se produce a través de las distintas formas de
transmisión y aprendizaje social y no es, por lo general, homogénea: la distancia entre
los grupos sociales y su aislamiento relativo es un factor decisivo para la diferenciación
de configuraciones culturales y la aparición de trayectorias de evolución cultural
diferenciada. Por último las mutaciones culturales se ven sometidas también a
mecanismos semejantes a los de la selección adaptativa: por propia decisión, por
imposición o por circunstancias que no dependen de la voluntad de los individuos
(catástrofes naturales o sociales), determinados cambios culturales son adoptados y otros
rechazados, olvidados, etc.
La evolución de un sistema cultural no es independiente de la evolución de otros
sistemas sociales, en especial el político y el económico, aunque no es realista suponer
una relación causal unidireccional entre los diversos sistemas sociales. Cambios en la
organización de un sistema social pueden condicionar la aparición y difusión de
cambios culturales, pero la relación recíproca también es válida: piénsese en la
influencia de las religiones y las ideologías en la actividad política. Lo mismo ocurre en
relación con el sistema productivo: la revolución industrial ha generado la aparición de
nueva culturas específicas (cultura obrera, cultura industrial, etc.) y a su vez ha sido
posible gracias a las innovaciones tecnológicas y científicas.
Aunque la evolución cultural en su conjunto no está orientada teleológicamente
hacia objetivos predefinidos, el cambio cultural si manifiesta tendencias de carácter
acumulativo que pueden ser juzgadas como progresivas o regresivas y valoradas en
función de diferentes criterios. Globalmente puede observarse una doble tendencia hacia
la diferenciación cultural entre los miembros de cada sistema social y a la convergencia
cultural entre distintos sistemas. Por otra parte existen culturas específicas que se
difunden más rápida y eficazmente que otras, o que varían de forma más acelerada, etc.
Todos estos procesos se pueden considerar como progreso cultural o progreso de
determinadas culturas y valorarse positiva o negativamente.
Desde cierto punto de vista, muy próximo a lo que consideramos el sentido
común, cabe también argumentar que la extensión de determinados rasgos o
configuraciones culturales, o el crecimiento de ciertas culturas específicas, son
globalmente valiosos para la especie humana, en la medida en que aumenta su
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Cultura Tecnológica
capacidad adaptativa al medio y la capacidad para conseguir las aspiraciones y deseos de
la mayoría de los individuos (bienestar material, seguridad, libertad, etc.). La base
racional para considerar que al menos algunos de los rasgos básicos de la llamada
cultura occidental son positivos es precisamente ésta: se supone que estos rasgos
contribuyen a aumentar el bienestar, la libertad y la seguridad de las personas y que tales
valores son importantes. Como veremos en breve, la “cultura tecnológica” está formada
en buena medida precisamente por algunos de los rasgos básicos de la llamada cultura
occidental.
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2. Tecnología
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Cultura Tecnológica
De acuerdo con la idea de la tecnología autónoma (Winner, 1979), ésta
evoluciona por su propia lógica interna, al margen de factores sociales, culturales y
económicos, y es incontrolable por el hombre 3.
La tesis del determinismo tecnológico (Smith y L. Marx, eds. , 1994) significa que
el cambio técnico determina el cambio social, económico y cultural: la invención del
estribo fue un factor decisivo para la configuración del feudalismo (Lynn White 1966),
las nueva tecnologías de la información y las comunicaciones conducen
inexorablemente a una sociedad postindustrial (Bell 1973), etc.
Por último, analizando algunas ideologías muy extendidas, tanto tecnocráticas
como antitecnológicas, aparece un supuesto común que forma también parte de lo que
llamamos la concepción estándar de la tecnología: la idea de que el desarrollo de la
técnica tiene un carácter teleológico: su destino es la “hipermáquina”, la tecnificación
completa de la realidad. (Ellul, 1964; para una crítica, Quintanilla, 1995).
A pesar de su implantación y aparente solidez, la concepción estándar de la
tecnología hace aguas por todas partes. A su puesta en cuestión han contribuido
decisivamente los estudios de carácter histórico, sociológico y económico sobre el
cambio técnico llevados a cabo recientemente desde la perspectiva conocida como
constructivismo social y desde la teoría evolucionista del cambio técnico (véase el
Anexo: Una nueva imagen de la tecnología como constructo social).
En la tabla adjunta se resumen las principales características que diferencian la
imagen constructivista y la imagen estándar de la técnica. Un balance de las
aportaciones del constructivismo social a la compresión de la naturaleza de la técnica y
de su desarrollo puede ser el siguiente:
1. Pone de relieve la imbricación entre la dinámica de la tecnología y la dinámica
social y cultural.
2. Desbarata los mitos de la autonomía y la neutralidad de la técnica
3. Permite comprender mejor muchos aspectos del cambio técnico que son
incomprensibles desde la concepción estándar
4. Amplia el marco de referencia para la adopción de decisiones de gestión y
estrategia tecnológicas, al dar importancia a factores sociales y culturales que
no se toman adecuadamente en consideración en la concepción estándar.
Junto a esto, sin embargo, también hay que señalar puntos problemáticos:
1. Falta una elucidación sistemática satisfactoria de los conceptos básicos
involucrados en la teoría del cambio técnico.
3
Podemos rastrear esta idea tanto en la imagen popular de la tecnología como en la de teóricos
pertenecientes a tradiciones tan diversas como Jacques Ellul (1964), John Kenneth Galbraith (1967) o
Martin Heidegger (1972).
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Tecnología
Tabla 1: L a imagen estándar y la nueva imagen de la tecnología
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Cultura Tecnológica
teoría del cambio tecnológico que permiten incorporar los aspectos que consideramos
más positivos del constructivismo sin asumir aquellos que consideramos más
discutibles.
4
La distinción no es relevante sólo en relación con la forma de enseñar y aprender, sino también en
relación con los mecanismos de desarrollo y con el significado antropológico de unas y otras formas de
conocimiento técnico. Ortega y Gasset (1939) señaló ya con claridad la importancia que las estrategias del
método científico, basado en el análisis y en principios abstractos, tenían en el desarrollo de la “técnica
del técnico” (lo que hoy llamamos tecnología), frente a la “técnica del artesano” que se basa en la
experiencia práctica.
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Tecnología
A modo de síntesis, podemos distinguir tres grandes orientaciones en las teorías
sobre la técnica y la tecnología, que llamaremos orientación cognitiva, instrumental y
sistémica o praxiológica.
Para el enfoque cognitivo las técnicas son formas de conocimiento práctico, en
concreto las tecnologías son ciencia aplicada a la resolución de problemas prácticos, y
el cambio técnico consiste en el progreso del conocimiento y de sus aplicaciones, siendo
una de sus fuentes principales el desarrollo del conocimiento científico.
Para el enfoque que llamamos instrumental, las técnicas se identifican con los
artefactos, los instrumentos y productos resultados de la actividad o el conocimiento
técnico. Lo mismo ocurre con las tecnologías: la tecnología espacial es el conjunto de
aeronaves y dispositivos que se utilizan para la navegación espacial, adquirimos una
nueva tecnología para la planta de producción cuando en realidad lo que hacemos es
incorporar una nueva máquina o conjunto de máquinas, etc.
Finalmente, el enfoque que llamamos sistémico o praxiológico5 consiste en
considerar que las unidades de análisis para estudiar las propiedades de la técnica o para
construir una teoría del desarrollo tecnológico, no son conjuntos de conocimientos o
conjuntos de artefactos, sino sistemas técnicos, concebidos como sistemas complejos de
acciones, artefactos, etc. En efecto, la idea intuitiva subyacente en el enfoque
praxiológico es que un sistema técnico es una unidad compleja formada por artefactos,
materiales, para cuya transformación se utilizan los artefactos, y usuarios u operadores
que realizan esas acciones de transformación. Por ejemplo, una lavadora automática
doméstica es un artefacto, la ropa, el agua, el jabón y la energía eléctrica son los inputs
que se necesitan para que la lavadora funcione, pero se requiere al menos un agente
intencional (el usuario u operador) que ponga en marcha la máquina, introduzca la ropa
y el detergente y seleccione el programa de funcionamiento, para que el conjunto
funcione realmente como un sistema técnico. El conjunto artefacto+matriales-
energía+usuario constituye el sistema técnico.
Las consecuencias que se derivan de adoptar uno u otro enfoque en el análisis de
la técnica no carecen de importancia. Por ejemplo, si se adopta un enfoque cognitivo, el
teórico de la técnica centrará su atención en cuestiones relativas al desarrollo del
conocimiento y de la investigación, pero tendrá dificultades para integrar en su teoría
cuestiones relativas a la difusión de las innovaciones. Políticas de desarrollo tecnológico
basadas en el empuje de la oferta (potenciar la I+D) suelen estar inspiradas por una
visión puramente cognitiva de la tecnología, en las que el factor fundamental de la
innovación es la invención de nuevos artefactos, pero suelen encontrarse con problemas
para comprender la dificultad para transferir los conocimientos obtenidos en las
actividades de I+D a las actividades de producción y comercialización de las empresas.
Por otra parte, si se adopta un enfoque instrumental, será fácil identificar las
diferentes tecnologías y sus propiedades, tanto funcionales como económicas, y a partir
de ellas podremos entender algunos aspectos de los procesos de innovación y difusión
de las innovaciones; pero será difícil comprender el origen de las innovaciones y la
5
Lo denominamos sistémico porque la unidad básica se define como un sistema complejo, pero también
es adecuado denominarlo praxiológica, en la medida en que la estructura básica de los sistemas técnicos
está configurada por sistemas de acciones o prácticas.
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Cultura Tecnológica
influencia que los factores sociales y culturales pueden ejercer sobre el desarrollo
tecnológico. Muchos de los modelos económicos del cambio técnico suelen adoptar este
enfoque que llamamos instrumental.
Conocimiento
Conocimiento
Cognitivo práctico La invención
científico aplicado
Habilidad
Sistemas técnicos
Sistemas de que incluyen
artefactos+ artefactos industriales
Sistémico La innovación social
materiales/energía+ y operarios con
usuarios/operarios formación
especializada
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Tecnología
L os r esultados. En general el resultado de una acción intencional no coincide
completamente con los objetivos de la acción: puede suceder que parte de los
objetivos no se consigan (o no se consigan en la medida prevista) y que
además se obtengan resultados que nadie pretendía obtener. Por eso, para
caracterizar y valorar cualquier sistema técnico, es importante distinguir entre
los objetivos previstos y los resultados realmente obtenidos. Dos centrales
nucleares pueden tener los mismo objetivos, la misma potencia, etc.; pero
serán muy diferentes si una genera residuos radiactivos que se pueden utilizar
directamente para producir armamento nuclear y otra no.
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Cultura Tecnológica
factores que influyen en el cambio técnico es consecuente con la complejidad de la
estructura de los propios sistemas técnicos.
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Tecnología
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Cultura Tecnológica
técnicas, complejidad tecnológica, etc. Además permite establecer clasificaciones
sistemáticas de las técnicas y las tecnologías y dar un significado preciso a nociones
ambiguas como la distinción entre tecnologías blandas y duras, tecnologías apropiadas,
tecnologías alternativas y usos alternativos de una tecnología.
En segundo lugar, la diferenciación entre componentes materiales y sociales
permite recoger la complejidad de los sistemas técnicos sin reducirlos conglomerados
opacos o a redes de “actores”, en los que se supone que tienen la misma eficacia causal
las personas, las palabras, los artefactos y las materias primas, utilizando para ello
metáforas antropomórficas, extraídas de la lingüística (teoría de las redes de actores de
Latour 1987)
En tercer lugar, la distinción entre valores tecnológicos y otros valores sociales
evita el reduccionismo sociologista de la tecnología al que conducen muchas versiones
del constructivismo. Este punto es especialmente importante, porque puede tener
consecuencias relevantes para la teoría de la innovación tecnológica.
Por último, es posible construir una teoría del cambio técnico realista, que permite
incorporar muchos de los resultados empíricos de la investigación histórica y
sociológica así como las aportaciones más relevantes de la economía evolucionista.
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Cultura Tecnológica
conocimiento técnico, que llamaremos sentido primario y secundario (Quintanilla (19..),
Vega (1996)).
Conocimiento técnico en sentido primario es el conocimiento que poseen los
operadores y usuarios de un sistema técnico y que necesitan para que el sistema
funcione adecuadamente. La parte fundamental de este tipo de conocimiento es
operacional y generalmente contiene un componente importante de conocimiento
implícito no formalizado, es decir de habilidad e intuición. Pero también tiene
componentes formalizados tanto operacionales como representacionales. Se trata del
conocimiento práctico y representacional que necesita el usuario de un sistema técnico.
Por ejemplo, el usuario de un automóvil tiene que tener un mínimo de conocimientos
representacionales acerca de la estructura del automóvil, sus características, etc.; pero
sobre todo tiene que disponer de un amplio repertorio de conocimientos prácticos, tanto
formalizados (cómo se cambian las marchas, cuáles son las normas del código de la
circulación) como implícitos (habilidad para conducir, para percibir, por el ruido del
motor, el nivel de revoluciones en el que hay que cambiar de marcha, etc.).
I lustr ación 1: Distintas clases de conocimiento
Representacional
Explícito Implícito
Técnico
Secundario
Técnico
K now How Primario Habilidad
Operacional
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Cultura Tecnológica
diferentes, tiene diferente forma, se maneja de forma diferente, es más eficiente y
consigue una gama de resultados más amplia que el hacha de pedernal).
Un tipo de novedades técnicas especialmente significativas son las que se
producen por integración de sistemas técnicos. Muchos fenómenos de “estabilización”
de sistemas socio-técnicos y de configuración de “marcos tecnológicos” (Bijker, 1996)
pueden explicarse como consecuencia de procesos a través de los cuales un conjunto de
sistemas técnicos se integran como componentes de nuevos sistemas. La difusión de
esta novedad no solamente amplía la difusión de los sistemas componentes sino que
contribuye a estabilizar la estructura de éstos, de manera que puedan seguir cumpliendo
su nueva función como componentes del supersistema. La estabilización de los
estándares de 50 y 60 herzios en los dispositivos eléctricos es un ejemplo significativo.
En periodos de aceleración del ritmo de los cambios técnicos, la normalización de
componentes y la imposición de estándares en un nuevo sector tecnológico constituyen
los objetivos más importantes de las estrategias tecnológicas y comerciales de las
industrias innovadoras.
El mismo mecanismo explica la importancia de las tecnologías “penetrantes” o
“invasoras” (pervasive), como la tecnología eléctrica, la de los motores de combustión
interna o la electrónica de semiconductores, que se caracterizan porque afectan a
componentes básicos de familias tecnológicas heterogéneas, y que autores como
Freeman y Pérez (1988) consideran el núcleo de los nuevos paradigmas
tecnoeconómicos.
El diseño de sistemas técnicos radicalmente nuevos requiere a veces la puesta en
marcha de procesos específicos de invención y planificación racional. Aunque este
fenómeno no es exclusivo de los sistemas tecnológicos característicos de las sociedades
industrializadas de nuestros días, podemos tomar el modelo de los programas de I+D
como referencia para explicar este tipo de cambios radicales.
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Tecnología
disponibles. Por último, las operaciones de investigación, diseño y construcción de
prototipos están sometidas a procesos de evaluación guiados por criterios tanto
científicos y tecnológicos como sociales. (Ver Ilustración 2 ).
I lustr ación 2: Evaluación y contexto de los pr ogr amas de I +D
Contexto social
(evaluación exter na)
Eval. de I doneidad Eval. de r iesgos,
económica, mor al, impacto ambiental,
estética, etc. consecuenciassociales
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Cultura Tecnológica
2.7. El progreso tecnológico
La evolución de la técnica no sigue un proceso lineal y teleológico, como
mantiene la concepción estándar. Por el contrario se trata de un proceso multidireccional
y contingente. La historia de la técnica está llena de ejemplos de sistemas tecnológicos
que desaparecen, aunque eran eficientes, de novedades técnicas que se consolidan frente
a otras que aparentemente resuelven los mismos problemas con mayor eficiencia y sin
embargo no tienen éxito, y de tradiciones técnicas que evolucionan de forma
completamente independiente. Estos hechos son difíciles de explicar desde la
concepción estándar de la tecnología, pero resultan naturales si se tiene en cuenta la
naturaleza compleja de los sistemas técnicos.
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Tecnología
historia de la técnica. Pero resulta más difícil ponerse de acuerdo sobre la valoración
que tales pautas de desarrollo nos merecen.
En efecto, desde un punto de vista descriptivo es bastante claro que las
técnicas han crecido en extensión, en complejidad, en eficacia y en eficiencia. El
filósofo español Ortega y Gasset (1939), en una de las obras más esclarecedoras que
se escribieron en la primera mitad del siglo XX sobre filosofía de la técnica, señalaba
tres estadios en la evolución de ésta, que él denominaba el de la técnica del azar
(correspondiente a las técnicas primitivas del manejo de utensilios, el de la técnica
del artesano (representadas por las técnicas de la Antigüedad y la Edad Media) y el
de la técnica del técnico (lo que hoy llamaríamos las tecnologías, que se abren paso a
partir del Renacimiento, vinculadas al conocimiento y al método de la ciencia). Para
Ortega, el criterio más importante que tenemos para apreciar el progreso de la técnica
a través de estos estadios de su desarrollo tiene un significado fundamentalmente
antropológico: la técnica significa una ampliación del horizonte de expectativas y
posibilidades que el hombre se crea a sí mismo para el despliegue de su proyecto
vital; en consecuencia, de acuerdo con la filosofía de Ortega, el progreso técnico
consiste en el aumento de la posibilidad de acción del hombre sobre su entorno para
adaptarlo a sus propios deseos.
A pesar del carácter pionero de su Meditación de la Técnica, que se publicó en
1939, la filosofía orteguiana de la técnica sigue teniendo plena actualidad. Si
contemplamos el desarrollo de la técnica en su conjunto a lo largo de la historia,
podemos llegar fácilmente a las siguientes conclusiones:
No hay una única línea de desarrollo tecnológico. Ha habido y hay diferentes
tradiciones técnicas. Ni siquiera en la era de las tecnologías de base científica
existe una única posibilidad de desarrollo tecnológico y una única solución
técnica óptima para cada problema.
No es posible por lo tanto vislumbrar una orientación del desarrollo de la técnica
dirigida a un único fin.
El desarrollo de las técnicas no sólo resuelve problemas prácticos, sino que
también genera problemas nuevos.
Sin embargo hay algunas constantes que se pueden observar a lo largo de la
historia de la técnica.
1. La primera es que los cambios técnicos globalmente considerados conducen a un
aumento de las posibilidades de acción del hombre sobre su entorno.
2. La segunda es que también aumenta la eficacia y la eficiencia potencial de la
acción humana sobre el entorno.
3. El resultado final es que se puede hablar con propiedad de una línea de pr ogr eso
acumulativo (no finalista) en el desarrollo de la técnica, semejante al que
también se puede admitir para el progreso científico: el progreso técnico consiste
en aumentar nuestr a capacidad de contr ol sobr e la r ealidad.
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3. Cultur a tecnológica
:6 Nuestro planteamiento difiere, aunque no es totalmente incompatible con el de otros autores que se han
ocupado intensamente de los aspectos culturales de la tecnología. Por ejemplo, Pacey distingue tres
aspectos en la práctica tecnológica: el propiamente técnico, el organizacional y el cultural. Este último
incluye los objetivos, valores, creencias sobre la técnica (como la creencia en el progreso, etc.).
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Cultura Tecnológica
7
En un modelo de lavadora automática de los años 60 el sistema de programación consistía en una
secuencia de botones, cada uno de los cuales seleccionaba un programa diferente, lo que facilitaba la
interpretación errónea de que cada botón servía para indicar a la máquina la realización de una tarea. Los
mecanismos de programación en forma de tambor continuo, de uso generalizado en las lavadoras
domésticas posteriores, permiten percibir más claramente que lo que se selecciona es un determinado
segmento de una secuencia preprogramada de operaciones. La reaparición de selectores discretos, que
seguramente se generalizará con la sustitución de los programadores electromecánicos por los
electrónicos, no planteará ya problemas, porque los usuarios actuales han incorporado a su repertorio
cultural la idea de selección de un programa.
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Cultura tecnológica
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Cultura Tecnológica
3.2. Cultura tecnológica no incorporada
Cabe hablar también de contenidos técnico-culturales de la cultura de un grupo
social no incorporados a ninguna técnica. Los sistemas técnicos se desenvuelven en un
contexto social más amplio, con el que interactúan de diferentes formas, como hemos
visto en el caso de los programas de I+D. En el contexto social de un sistema técnico
puede haber individuos, que pueden o no ser agentes o usuarios del sistema, pero cuya
cultura incluye representaciones, reglas y valoraciones de esos sistemas técnicos. Por
ejemplo pueden tener una filosofía determinista de la técnica, o una concepción lineal y
teleológica del desarrollo tecnológico, o pueden mantener una ideología antitecnológica
o por el contrario tecnocrática, pueden tener ideas religiosas o morales acerca del valor
de determinados objetivos técnicos (la fecundación in vitro, las centrales
termoeléctricas, nucleares, etc.) o reglas de actuación que les prohiben usar
determinadas técnicas (transfusión de sangre, por ejemplo) o representaciones
ideológicas de algunas técnicas como encarnación del diablo (las técnicas publicitarias
en los medios de comunicación de masas) o, por el contrario, como maná caído del cielo
(tal es al parecer la idea que algunos economistas neoclásicos tienen de todas las
innovaciones tecnológicas). En fin pueden simplemente tener intereses o caprichos
(valores económicos, políticos, estéticos, etc.) a favor o en contra de una técnica o de
todas las técnicas. Todos estos rasgos culturales pueden considerarse también parte de la
cultura técnica o tecnológica de un grupo social, algunos de ellos pueden formar parte
de la cultura técnica incorporada a alguna clase de sistemas técnicos, pero otros pueden
ser parte importante de la cultura técnica aunque no formen parte del contenido cultural
de ningún sistema técnico propiamente dicho.
Las fronteras entre los contenidos culturales incorporados a los sistemas técnicos y
la cultura técnica en sentido laxo no son fijas. El desarrollo y la difusión de las
tecnologías tiene un doble efecto: por una parte amplía el espectro de contenidos
culturales que se incorporan a los sistemas técnicos; por otra parte suscita la aparición
de rasgos técnico-culturales en sentido laxo. Un ejemplo celebrado del primer tipo es la
incorporación de algunos rasgos culturales de la sociedad japonesa a la organización de
los procesos de producción tecnológica. Un ejemplo del segundo tipo es la extensión al
público en general de las controversias tecnológicas acerca de la idoneidad, el riesgo, el
impacto ambiental o las consecuencias sociales de determinados sistemas o proyectos
tecnológicos.
Existen límites objetivos en estos procesos de trasvase cultural. Hay rasgos
culturales que no son compatibles con el funcionamiento de determinados sistemas
técnicos: un testigo de Jehová no puede ser un cirujano eficiente; un operador analfabeto
no puede manejar un sistema de control complicado, de la misma forma que un ciego,
por el momento, no puede conducir un automóvil. Y hay sistemas técnicos que no
pueden difundirse en una sociedad en la que predominan determinados rasgos
culturales: una elevada valoración de la organización jerárquica puede hacer inviable la
introducción de nuevas técnicas de producción que dejan en manos del operario una
buena parte de la gestión del sistema, los ingenieros de una factoría industrial no se
pueden sustituir por chamanes de una tribu.
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Cultura tecnológica
Uno de los grandes problemas a los que se enfrenta la reflexión sobre la historia
de la técnica es precisamente comprender cómo los rasgos culturales característicos de
diferentes sociedades se relacionan con las diferentes líneas de desarrollo tecnológico.
Un caso especialmente llamativo es el de la distinta suerte que tuvieron en China y en
Occidente algunos inventos muy significativos (la pólvora, la imprenta) cuyas
potencialidades tecnológicas nunca se desarrollaron plenamente en la cultura que les dio
origen. Otro caso llamativo, aunque en sentido contrario, es el del desarrollo de la
tecnología de las armas de fuego en Japón: primero fueron aceptadas (siglo XVI) y llegó
a desarrollarse una industria significativa, posteriormente fueron relegadas, para
preservar las armas y las técnicas militares propias de la cultura tradicional japonesa
(siglo XVII); finalmente fueron de nuevo incorporadas tras la apertura del Japón al
exterior (1876) hasta desarrollar una potente industria militar que convirtió rápidamente
a Japón en una potencia moderna en el primer tercio del siglo XX (Basalla, 1991, pág.
207 SS.).
Ante estos casos debemos preguntarnos cuál es realmente el papel de los
elementos culturales en el desarrollo y difusión de las tecnologías. La cultura china hizo
posible la invención de la pólvora y de la imprenta; pero no facilitó que estos inventos
se desarrollaran y se difundieran como lo hicieron en Occidente. La cultura japonesa
tradicional fue un obstáculo (a través de una decisión política) para la difusión de la
tecnología de las armas de fuego occidentales; pero tras otra decisión política, permitió
posteriormente su rápida incorporación y su desarrollo. ¿Que factores culturales jugaron
en cada caso y cómo jugaron?
Una forma de contestar a estos interrogantes consiste en analizar con más
detenimiento los mecanismos de trasvase de contenidos culturales desde los sistemas
técnicos a los sistemas sociales, y a la inversa.
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Cultura Tecnológica
realidad, especialmente de los artefactos técnicos. Mitos tecnológicos (o
antitecnológicos, etc.)
b) Reglas de actuación de carácter social, moral, religioso, político,
económico, etc., que pueden ser significativas para el comportamiento
relativo al uso y desarrollo de sistemas técnicos.
c) Valores y preferencias significativas para el uso y desarrollo de sistemas
técnicos. Por ejemplo la valoración de la vida puede tener incidencia en
el desarrollo de las técnicas médicas, la preferencia por la estabilidad
frente al cambio puede impedir las innovaciones tecnológicas, etc.
La cultura tecnológica cambia y evoluciona como el resto de la cultura: casi
continuamente los individuos están creando y ensayando nuevos rasgos culturales,
algunos de los cuales tienen éxito, se consolidan, se enseñan a otros miembros de la
sociedad y son aprendidos (y posiblemente modificados) por éstos, etc. Lo específico de
la dinámica de la cultura tecnológica es la importancia que en ella tiene el trasvase de
contenidos culturales entre los sistemas técnicos y el resto de la cultura.
Por ejemplo, muchos mitos ancestrales de la cultura occidental son el resultado de
una transferencia de elementos culturales que se originan con el desarrollo de los
sistemas técnicos y se generalizan al resto de la cultura en forma de mitos. El más
significativo de éstos es el mito de Prometeo, (castigado por haber entregado el fuego a
los humanos, y con él las artes y las técnicas industriales). Entre los mitos tecnológicos
de la cultura moderna, uno de los más significativos es el de Frankenstein, muy ligado al
desarrollo de las técnicas biomédicas y del descubrimiento de las propiedades y
fenómenos electromagnéticos.
Es conocida también la influencia de la experiencia técnica artesanal en el
nacimiento de la ciencia moderna (Bacon, Galileo, etc.), en las representaciones
filosóficas de la cultura moderna: el hombre máquina de los cartesianos, por ejemplo.
La influencia de las tecnologías más avanzadas en la cultura actual es también
fácil de percibir: la sociedad postindustrial, la sociedad de la información, del
conocimiento, son representaciones de la realidad social inspiradas en las tecnologías de
la comunicación y de la información (Mazlish, 1993).
La influencia de algunas pautas de comportamiento ligadas al funcionamiento de
determinados sistemas técnicos sobre el resto de la sociedad también es bien conocida.
La más notable es seguramente la influencia que el reloj mecánico tuvo sobre la
organización de la vida de toda la sociedad occidental a partir de finales de la Edad
Media (Mumford, 1934; Pacey, 1974). La idea de un tiempo uniforme y constante y de
intervalos invariablemente iguales sólo se pudo extender a partir de la disponibilidad de
relojes mecánicos con un nivel suficiente de precisión y fiabilidad. Hasta el siglo XIV la
vida social había podido funcionar con sistemas de medición del tiempo bastante
imprecisos y dependientes de la duración variable el día y la noche, según la época del
año. Podemos hacernos una idea de la magnitud del cambio cultural que esto ha
supuesto si nos paramos a pensar cómo podría vivir una sociedad moderna actual si de
repente dejaran de funcionar todos los relojes. El ya famoso efecto 2000 de los
ordenadores (la alteración de los calendarios internos de muchos grandes equipos
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Cultura tecnológica
informáticos que pasarán a contar el año 0, cuando llegue el año 2000) y los quebraderos
de cabeza que ya está dando, es un pálido reflejo de lo que podría ser nuestro mundo si
dejara de funcionar la cultura del tiempo uniforme que se consagró con el uso de los
primeros relojes mecánicos medievales.
I lustr ación 3: Componentes de la cultur a tecnológica
Cultur a
Tecnológica
Componente
valorativo
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Cultura Tecnológica
técnica en sentido laxo pueden convivir sistemas técnicos diferentes. ¿Tiene entonces
algún sentido preguntarse por el tipo de cultura que favorece el desarrollo técnico?
Una primera respuesta a esta pregunta tiene que ver con la diferencia entre técnica
y tecnología. La tecnología se caracteriza por la incorporación del conocimiento y la
metodología científica en el desarrollo de los sistemas técnicos. En ese sentido parece
que la presencia de una fuerte cultura científica (en el sentido de la ciencia moderna) es
un componente fundamental de una adecuada cultura tecnológica. Hay aquí por lo
tanto una acepción de la noción de cultura tecnológica que tienen un carácter normativo,
semejante a (y heredado de) la cultura científica.
Pero el conocimiento científico es sólo uno de los posibles componentes de la
cultura tecnológica. Por sí solo no explica ni la existencia de diferentes trayectorias
técnicas en las que no desempeña un papel decisivo la ciencia, ni la existencia de
diferencias en la cultura tecnológica de diferentes grupos sociales que en principio
comparten los mismos conocimientos científicos.
Un ejemplo del primer tipo es el hecho, al que ya hemos aludido, de que las
técnicas características de finales de la Edad Media en Europa (la imprenta, la brújula, la
pólvora) experimentaran un desarrollo tan diferente en Europa y en China, de donde
procedían. Esta evolución no parece que se viera afectada por el nacimiento y desarrollo
de la ciencia moderna. Se trataba más bien de técnicas empíricas que fueron importadas
a Occidente en una fase ya madura y fueron desarrolladas durante bastante tiempo sin
relación alguna con los avances del conocimiento científico. Seguramente hay que
buscar las razones explicativas de la diferente trayectoria tecnológica seguida en estos
casos por Europa y China en otro tipo de factores culturales, que no se limitan a la
aparición y desarrollo de la ciencia moderna. Basalla (1991), por ejemplo, concluye sus
reflexiones sobre este punto en los siguientes términos:
“A modo de conclusión, volvamos a la lista de invenciones epocales de Bacon y
preguntémonos lo siguiente: ¿por qué la tipografía, la pólvora y la brújula
magnética fueron tan rápidamente aceptadas por los occidentales, aun cuando los
tres inventos fuesen producto de un país remoto y foráneo? La respuesta es que la
cultura occidental no era monolítica; los europeos eran eclécticos, abiertos a las
ideas, influencias y cosas nuevas. Como los nuevos artefactos no suponían una
amenaza a su forma de vida, los europeos incorporaron el triunvirato baconiano en
su cultura y olvidaron pronto el origen foráneo de esas innovaciones”(p. 215).
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Cultura tecnológica
Frente al eclecticismo europeo, la cultura china, según Basalla, era más
conservadora, xenófoba y temerosa de que el desarrollo de las nuevas técnicas pudiera
alterar los valores tradicionales. Otras explicaciones de este fenómeno, en términos de
factores sociales y económicos, como las propuestas por Nedham (1977), no excluyen el
importante papel que Basalla atribuye al componente valorativo de las culturas europea
y china de la Edad Moderna.
Efectividad y eficiencia
Es raro encontrar una dilucidación precisa de estos conceptos en la filosofía de
la técnica, a pesar de la importancia que tienen. Bunge (1989) y Quintanilla (1989,
1996) son excepciones. Mi propuesta es que utilicemos la distinción entre los
conjuntos de objetivos O y resultados R de un sistema técnico para dar una definición
cuantitativa y precisa de estos dos conceptos.
En concreto, la efectividad o eficacia de una técnica se puede entender como el
grado en que el conjunto O de los objetivos pretendidos está incluido en el conjunto
R de los resultados realmente obtenidos. El grado de efectividad se puede medir, por
lo tanto, como el cociente entre la cantidad de objetivos realmente conseguidos y la
| O R|
cantidad de objetivos pretendidos, es decir F .
|O|
Ahora bien, una acción puede ser sumamente efectiva, pero poco eficiente. La
noción de eficiencia se suele entender o bien en términos de rendimiento
termodinámico o bien en términos de rendimiento económico. La eficiencia
termodinámica de un motor se define como una razón entre la energía trasformada en
trabajo útil y la cantidad total de energía consumida. Pero este concepto de eficiencia
no se puede generalizar directamente para cualquier sistema técnico, porque la
eficiencia de un sistema no siempre se debe calcular en términos de eficiencia
energética.
La noción de eficiencia económica resuelve en apariencia este problema,
aunque a costa de generar otros. En efecto, la eficiencia económica de una acción se
puede calcular como la razón matemática entre del valor de los resultados
conseguidos y el coste de la acción llevada a cabo. El problema en este caso es que se
hace depender el concepto de eficiencia técnica de un valor económico (por ejemplo
el precio de mercado de los factores de producción y de los productos realizados) que
en principio nada tiene que ver con la tecnología, sino con valoraciones subjetivas o
con condicionantes externos de tipo económico o social.
En Quintanilla (1989) propuse el siguiente concepto de eficiencia técnica, que
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Cultura Tecnológica
O O R R
| O R|
resuelve todos estos problemas: E . Se trata de considerar la eficiencia de
| O R|
una acción como una medida del ajuste entre objetivos pretendidos y resultados
conseguidos, de manera que una efectividad máxima puede ser compatible con una
eficiencia muy baja (matar moscas a cañonazos, combatir plagas con DDT, o ganar
guerras con bombas atómicas), pero no a la inversa. En general la eficiencia será
tanto más alta cuanto más alta sea la efectividad y más estricto el ajuste entre los
resultados obtenidos y los objetivos pretendidos (menos resultados superfluos o no
queridos). Las principales ventajas de esta definición son las siguientes:
Se puede aplicar a cualquier tipo de objetivos y resultados que interese
tomar en consideración.
Permite calcular el valor de eficiencia independientemente de cualquier
otra valoración (económica, social, moral, etc.) que se haga de los
diferentes objetivos y resultados del sistema.
Permite definir la eficiencia para sistemas no completamente efectivos
O R O .
8
En Quintanilla (1993) denominé al principio normativo de la innovación tecnológica “principio
tecnológico de Ortega”, en homenaje a Ortega y Gasset, que aunque no utilizó la noción de innovación,
fue el primer teórico de la técnica que señaló la importancia de este principio. Broncano (1997) en un
trabajo reciente sobre los valores de la técnica defiende la misma tesis de la importancia de los valores de
eficiencia y de lo que él llama creatividad de la técnica.
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Cultura Tecnológica
explicarse como consecuencia de la importancia del valor de innovación en la cultura
occidental frente a su debilidad en la cultura china. Por otra parte, sería posible explicar
también en términos de estos valores las diferencias entre trayectorias tecnológicas de
grupos sociales que pueden compartir el resto de rasgos culturales tecnológicos
significativos. Y por último, la propia incidencia de la cultura científica sobre el
desarrollo tecnológico, podría explicarse, al menos en parte, en la medida en se acepte
que hay una cierta interdependencia entre los valores de eficiencia e innovación y la
vigencia de una cultura científica. En Quintanilla (1997) se resume la situación en estos
términos:
“Debemos concebir el desarrollo tecnológico como un proceso que tiene una
doble dimensión: eficiencia e innovación. Una teoría normativa del progreso
tecnológico (algo así como una metodología para el desarrollo tecnológico)
debería incluir dos principios: el principio de eficiencia y el principio de
innovación. El principio de eficiencia recomienda conseguir sistemas técnicos
progresivamente más eficientes. El principio de innovación recomienda tecnificar
nuevos ámbitos de la realidad”.
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Cultura tecnológica
I lustr ación 4: Dimensiones y factor es del cambio técnico
Económicos
Sociales e Institucionales
Culturales
Factor es
Factor es Cultur ales
Sociales e Factor es
Cognitivos Pr ácticos Valor es I nstitucionales Económicos
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Cultura Tecnológica
predominan en esa sociedad pautas de comportamiento y valores guiados por los
principios de eficacia y eficiencia, y además se trata de una cultura abierta a la novedad
y en la que se valora la creatividad. En cualquier época histórica y ambiente social, en
los que se pueda localizar una elevada concentración de novedades técnicas, casi
siempre encontraremos también una fuerte presencia de todos estos componentes de
cultura tecnológica.
Los procesos de innovación y difusión de las innovaciones están más directamente
condicionados por factores económicos y sociales que por los estrictamente culturales.
Pero estos también desempeñan un papel importante. En primer lugar, la velocidad y la
intensidad de la difusión de las novedades tecnológicas depende en buena medida del
acceso a la información por parte de los agentes involucrados en el cambio técnico,
usuarios, tecnólogos, empresarios, etc. En una sociedad cerrada, con una cultura técnica
basada en el secreto industrial, será más difícil la difusión de las innovaciones que en
una sociedad en la que la información técnica pueda circular ampliamente9: la mayor
parte de las innovaciones técnicas surgen de la imitación y adaptación de otras
innovaciones. En segundo lugar algunas actitudes y pautas de comportamiento en
relación con la producción y la distribución de bienes tecnológicos pueden también
condicionar la difusión de innovaciones tecnológicas. Por ejemplo, la desconfianza
hacia los productos industriales nacionales (o por el contrario, hacia los extranjeros)
puede dificultar o facilitar la difusión de innovaciones de uno u otro origen. Y por
último la influencia de determinados valores en relación con la seguridad, el riesgo, la
alteración del medio ambiente, etc. pueden ser poderosos baluartes de resistencia ante
determinadas innovaciones tecnológicas o, por el contrario, actuar como motores del
cambio técnico. De hecho, uno de los fenómenos más característicos de la cultura
tecnológica actual en los países más desarrollados consiste en la generalización de los
debates públicos sobre la conveniencia o no de determinados proyectos tecnológicos que
son percibidos como amenazas a la seguridad, la salud, el medio ambiente, etc.
En nuestro modelo, el cambio social e institucional es una dimensión inherente al
cambio técnico. No se trata, desde luego, de volver a introducir el determinismo
tecnológico, sino de reconocer, siguiendo el modelo de Pérez (1983) y Freeman y Pérez
(1988) , que el desarrollo tecnológico es inseparable del cambio social e institucional.
Pues bien, también a este nivel hay una incidencia obvia de los factores culturales. En
primer lugar la propia idea que una sociedad tiene de sí misma y de la tecnología puede
tener una influencia decisiva sobre el cambio social. Por ejemplo, una sociedad que se
concibe a sí misma como algo fijo e inmutable no tendrá el mismo éxito para adoptar
los cambios que acompañan al desarrollo tecnológico que otra que se considera abierta y
mutable. Un análisis de la influencia del integrismo sobre el desarrollo tecnológico
podría ser interesante, a este respecto (Quintanilla, 1997). Por otra parte, también sería
útil analizar hasta qué punto los mitos tecnofóbicos de nuestra época (la
“hipermáquina”, la rebelión de las máquinas pensantes, etc.) condicionan las
transformaciones sociales contemporáneas. Las costumbres, modas y formas de vida
9
Una facilidad excesiva para la circulación de la información puede poner en peligro otros aspectos del
proceso de cambio técnico, como la propia motivación de las empresas para financiar desarrollos
tecnológicos originales. El sistema de patentes, a pesar de sus limitaciones es, en principio, un buen
instrumento para garantizar al mismo tiempo la circulación de información tecnológica y el interés
económico por la innovación.
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Cultura tecnológica
también son factores importantes a la hora de explicar determinados movimientos de
adaptación y acompañamiento de la sociedad a los cambios tecnológicos. Como se
puede constatar siguiendo los pasos de la revolución industrial de los siglos XVIII y
XIX, la introducción de nuevas formas de utilizar las herramientas y máquinas en el
proceso productivo, de nuevas relaciones laborales o de nuevas formas de gestión, no se
produce igualmente en sociedades agrarias que en sociedades industriales. Y por último,
un cúmulo de valores morales, religiosos, políticos, etc., que afectan a los mecanismos
de generación de consenso en torno a los grandes proyectos a largo plazo de una
sociedad, pueden tener repercusiones importantes en los procesos de innovación social y
tecnológica a todos los niveles. Los debates sobre la tecnología militar durante los años
de la guerra fría, o los actuales debates sobre las repercusiones a largo plazo de la
ingeniería genética pueden ser importantes para la orientación del desarrollo tecnológico
y la transformación de la sociedad.
Desde luego, junto a este amplio repertorio de factores culturales, no debe
olvidarse, por una parte, la incidencia de los factores económicos y sociales y, por otra,
la importancia de las propias trayectorias tecnológicas previas. Los cambios técnicos en
un momento dado no son independientes de los que se han producido en momentos
anteriores: por mucho espíritu innovador y creativo que haya en la cultura de una
sociedad, pocas innovaciones tecnológicas podrán llevarse a cabo si el equipamiento
tecnológico previamente acumulado es nulo o despreciable. Los procesos de innovación
tiene una fuerte inercia o impulso en terminología de Hughes (1987): en una sociedad
con fuerte tradición innovadora, la tendencia a introducir innovaciones tecnológicas
continuará mucho tiempo después de que hayan desaparecido las condiciones culturales,
económicas y sociales que contribuyeron a dar los primeros pasos en la senda de la
innovación. Y, al contrario, una sociedad sin tradición de innovación tecnológica,
tardará años y requerirá grandes esfuerzos hasta que consiga despegar en el camino de la
innovación tecnológica.
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