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Un corazón en otro cuerpo

Desperté sobresaltada por una serie de sueños un tanto extraños. Mi abuela y una
bruja tenía un corazón humano en sus manos, junto con una serie de instrumentos
para colocárselo a un nomo. Pensé inmediatamente que se derivó del nomo que
mi tía me había regalado. Lo coloqué en mi tocador y me parecía que tenía rasgos
o más que nada una esencia humana. Lo dejé pasar: la sensación y el sueño.
Aunque los días siguientes le comencé a dar demasiada atención al nomo. Mi
trabajo como entrenadora me agobiaba, no era algo que me hiciera feliz del todo,
pero me daba dinero. Y no tenía realmente amigas. Todas me parecían un poco
absurdas, tontas. Por lo que llevar al nomo en mi maleta, ponerle dulces en su
lugar especial y hablar con el él en las noches me hacia sentir menos sola.
Cuando llegaba a casa, antes de mi acercamiento profundo con el nomo, mi casa
se respiraba a hogar, algo que hace mucho no sentía, o creo nunca sentí, era un
calor acogedor que me permitía concentrarme en mis tareas y me animaba a
cocinarme y disfrutar mis alimentos. No tenía contacto con mi familia, únicamente
con mi tía, mi madre había muerto, y mi padre se fue cuando tenían cinco años. Y
mi hermano y yo jamás fuimos unidos. Así que me encontraba sola en una ciudad
desconocida y que no tenía el gusto de conocerla. Los sueños de mi abuela y
otras mujeres extrayendo corazones a humanos seguían. Pero nunca he sido de
ponerles mucha atención a ellos, pues no soy supersticiosa, ni creo en las teorías
Junguianas o de Freud sobre los sueños y el inconsciente. Lo volví a dejar pasar.
Mientras seguía haciendo estrecha mi relación atípica con el nomo, era un juego
que me divertía, se asemejaba a tener una mascota con la que convives y hablas
y le compras su alimento para tener un disque propósito.
Un día, antes de salir a dar mis clases de ejercicio, encontré al nomo el mi bolso.
Ese día no lo iba a llevar, ya que pensé en dejarlo en casa para descansar de su
presencia.
- ¿Qué carajos haces aquí’ pregunte sin esperar respuesta
- Yendo contigo al trabajo
- ¿Mierda, carajo!… ¿Qué acabas de oír Claudia?
Por inercia aventé al nomo por la ventana. Seguramente había sido mi
imaginación, sin embargo, no pude evitar asustarme.
Al regresar a casa recibí un mensaje de mi tía de hidalgo, diciendo que mi abuela
había muerto. Decidí hablarle por teléfono. Estaba que las lágrimas la consumían.
—Tía, lo siento muchísimo, pero bueno, ya estaba grande, sabemos que ya era
hora. —Pinche cabrona sin sentimientos. Era mi madre. —Lo sé. Pero bueno
¿cuándo será su funeral y novenario? —Mañana mismo el funeral. Y sabes que
aquí no se hacen los novenarios. ¿vendrás, cierto? —Claro, tía.
No quería asistir. Hace un buen que no veía a la vieja y la verdad pocos
recuerdos tenía de ella. Sólo recordaba que se metía a un cuarto y se escuchaban
cosas extrañas, como si estuviera teniendo sexo, pero con un demonio. No sé, era
muy rara. Jamás se casó y recuerdo que en su habitación tenía un nomo, al lado
de su cama, en una mesa. —¡Carajo, me estoy convirtiendo en ella! Al menos ya
me deshice del nomo. Y no, no seré esa señora rara, soltera que vive con su
amigo el nomo que hoy lo escuché hablar. Fue seguro mi imaginación. Aquí sola y
cada noche hablando con él, mi cerebro le creó voz. Iré a lo de la abuela. Eso
quizás me ayude a relajarme y quién quita que por ahí conozca a un primo lejano
guapo y me lo dé. Al empacar, Robin estaba dentro de la maleta. —¿Me llevarás,
cierto? Su voz era áspera, pero juvenil, un tanto seductora, o ya estaba
desvariando por tantos meses de sequía sexual. —A ver. ¡Mierda! No puede ser
que hables. Di algo de nuevo. —¿vamos a ir con la abuela Josefa?
Me dirigí al espejo, estaba pálida. Pero no podía estar alucinando. Recuerdo
haberlo aventado por la ventana. ¿Cómo chingados llegó aquí? Le marqué a mi tía
para decirle que le llevaría de vuelta su muñeco diabólico.
—Entonces ya se comunicó contigo
—Ajá, no ves lo espeluznante que es.
—tráelo contigo. Aquí te aclararé las dudas.
—¿Dudas? Yo sólo no lo quiero en mi vida. Colgué con mano temblorosa —Así
que te vas conmigo Robin. A devolverte a tu hogar, lejos de mí. Mierda. Le sigo
hablando.
— Aquí me quiero quedar
—Madres, no me hables. En el camino estarás en la maleta y por nada podrás
salir, ¿entendido?
—Sí
—Qué no hables, carajo.
En camino a la casa de la abuela intenté olvidar que el nomo se encontraba dentro
de mi maleta en la parte trasera del auto. La música me distrajo y el detenerme en
una fonda que se encontraba a orillas de la carretera. Sin embargo, en ese lugar
se respiraba una calidez de hogar. La fonda era peculiar: pintada de color mostaza
y cuadros con marco verde, mesas de madera azul cielo y una pequeña cocina de
dónde venía olor a café de olla y pan recién orneado. Una foto en la pared con un
nomo llamó mi atención. Quise preguntar sobre ella, pero me detuve. Tuve algo de
miedo a la respuesta. Seguí mi camino. Todo iba bien, el nomo no dio señales de
vida. Llegué estúpidamente a preocuparme por él. Al ir entrando al pueblo donde
la abuela vivía, en Mineral el chico, con sus casas coloridas y tejados rojos, me
encontré con lo que a mi parecer era una fiesta y no un funeral como mi tía me
explicó después. Todas vestían coloridas, vestimenta poco usual para un velorio.
Había música, mucha comida y dulces, muchos dulces. Al adentrarme más al
pueblo, me encontré con un montón de nomos conviviendo con las personas
humanas. Caminaban con unos objetos tipo muletas, para lograr estar a la altura
de las humanas. Cabe destacar que ahí nunca se volvió a ver a algún hombre.
Puras mujeres con nomos. Mi tía me vio llegar y echar el carro hacia atrás para
irme, me detuvo a gritos.
—¿Qué clase de distopia es esto, tía?
— Es la realidad
— No, eso no puede ser.
—Sal del auto y te explico.
En casa de la abuela me explicó mi tía la historia de ese pueblo, de por qué la
convivencia era poco usual. Sacó unos diarios, que pertenecieron a Josefa y me
los leyó. Comenzaba: si juegas con fuego te quemas. La bruja que trabaja para la
familia me ha estado ayudando a hacer una especie de humano. Aún estamos en
el proceso, en realidad yo sólo le llevo el material. Aquí todas las mujeres están
obsesionadas con buscar al hombre perfecto, hasta yo. Y esto quizás funcione.
Estoy harta de que mi padre me obligue a conseguir marido, pues lo único que
encuentro es una serie de barbajanes que buscan una hembra domesticada.
Quiero a alguien diferente, a un compañero que no exija mucho, sólo un tanto de
mi atención y yo de la suya. El físico no me importa, sino que cuando esté con él
me sienta en casa, que sé es un buen escucha. La bruja me dio la idea de que un
nomo sería el mejor elemento para lo que deseo. Me aterra pensar que fracase el
experimento. Según ella todo va bien. Le lleve al nomo hace dos meses y ella lo
activo, eso significa que ha adquirido vida, pero para que sea un poco humano
necesito un corazón real, de algún hombre o mujer, da igual, dice. Y creo que he
encontrado al afortunado. Ese corazón solo servirá para que sienta como tal y se
exprese humanamente, aunque eso aún no me queda claro cómo será. No hago
muchas preguntas porque suele molestarse la bruja. Así que le he confiado a mi
hombre ciegamente. Hoy cortejé al hombre del corazón. Lo llevé a casa y le di un
té para que se durmiera. La bruja fue muy puntual en decirme que tendría que ser
yo quien le quitara el corazón. Así lo hice, obedecí sin chitar, aunque el miedo me
carcomió. Conseguí la navaja más filosa. Pero antes de enterrársela hice una
circunferencia en la parte del corazón, pues no quería que mi herramienta para mi
nomo-hombre perfecto quedara averiada. Clavé la navaja alrededor de la marca,
tan profundo que vomité. Pero lo logré. Estaba hecho, tenía en mis manos su
corazón. Inmediatamente se lo llevé a la bruja que se encargará de todo. De
colocárselo. Ahora sólo falta esperar... Recibí al despertarme un mensaje de la
bruja, diciendo que lo tenía hecho. Queme el papel, nadie debe saber de esto. Fui
corriendo hasta su casa. Y, lo vi, sus ojos tenían un brillo singular, uno humano.
Me sonrió, igual yo. Le di la mano y era suave. Nuestro romance ha durado ya un
año, nos vemos a escondidas, él tiene una pequeña casa en el bosque, por lo que
cuando lo voy a visitar sale y siempre vamos a la casa de la bruja. Ella dice que
como es su creación, vendría siendo su hijo. Me alegra tenerlo en mi vida. Aunque
mi padre sigue insistente en que consiga pareja.
Mi padre ha muerto, por fin, le dio algo en los pulmones, así que me veré menos
en la obligación de casarme con un hombre. Mi madre no insiste en ello, le da
igual, parece estar profundamente triste, siempre fue así y con la muerte de mi
padre no se le quito. Pienso que el matrimonio con él la volvió alguien fría y triste,
el le robo toda su felicidad.
Hoy le confese a mi madre lo del nomo y la bruja, sus ojos brillaron. Me vio tan
feliz que no pudo negarse a sonreír. Lo malo es que desde ese día el chisme se
ha regado por todo el pueblo, ha llegado como secreto ha oídos de las mujeres. Y
todas quieren un nomo de compañía. Tanto así que han ido con la bruja para que
les dé veneno con el que puedan matar a sus esposos, padres, abuelos,
hermanos. A todo quien se interponga. Ninguna mujer levantó la voz en contra.
Todas estaban hartas de ser títeres de los hombres y no tener voz. Y así ha sido,
poco a poco las mujeres de diferentes edades se han armado de valor para
deshacerse de sus hombres. El pueblo es más hermoso sin ellos.
Me han nombrado jefa del pueblo, junto con Frid. Él habla, tiene opiniones
propias, respeta las mías, y no se limita a que esté abajo en el sexo. El mejor
placer lo he recibido estando arriba. Es como un sueño hecho realidad. Pero faltan
corazones para que todas las mujeres logren tener a su hombre-nomo. Algunas
decidieron estar mejor solas, otras han ido a otros pueblos en busca de corazones
de hombres y también de mujeres. El efecto con el corazón de mujer es diferente,
es un tanto más difícil lograr activar al nomo, pareciera que se resiste a estar
dentro de un muñeco. La bruja dice que no son sólo muñecos, que son seres
individuales e inteligentes, pero con un corazón humano hay una reacción distinta,
y también con las pociones con las que lava el corazón y todo el ritual que hace
para que se vuelva un ser noble.
Ahora nos hemos aislado para que nadie sepa de esto. Somos doscientas
mujeres con nomos que emigramos a las montañas de hidalgo, donde nadie nos
encontrará y hemos hecho nuestras comunas.
Mi cuerpo despedía calor.
- Carajo, entonces por eso aquí conviven con nomos. Pero y Robin Y por qué
ya no están en las montañas sino en el pueblo, ahora hay más mujeres y
nomos, ya no son doscientas.
- Tranquila… Primero: Robín es nieto de Frid, el compañero de Josefa.
- O sea, ¿mi qué?
- Aquí no hay etiquetas parentales. Te lo explico así para que lo entiendas,
pero esta comunidad, no cree en el incesto o esas cosas. Al final ellos son
nomos.
- Pero Robín es mitad nomo y mitad humano, ¿cierto?
- Así es
- Y porqué parece más nomo
- ¿Acaso no lo has visto bien?

Regrese a casa con Robín, mi tía se negó a que se lo regresara. Lo coloqué en la


mesa de la sala, lo miré y no pude evitar sentir algo por él. Algo que ya sentía,
pero me negaba, por ser algo diferente. No me había sentido acompañada con las
parejas románticas que había tenido, hasta que él llego y me escucho. Ahora solo
falta ver cómo resolvemos esto.

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