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Siempre a tu lado

Hoy 27 de noviembre, estamos reunidos un montón se familiares, la verdad el


ambiente familiar no es el adecuado; me hace recordar a noche buena. Pero
hoy no era un día para celebrar, era un día para compartir el pésame por el
fallecimiento de la abuela ,Rosa.
Ella era la persona más dulce que había conocido, recuerdo que siempre
todos los jueves nos juntábamos a merendar todos los primos, y ella preparaba
la comida, mientras nosotros preparábamos la mesa. Cuando terminábamos de
comer jugábamos a las cartas ¡y como nos divertíamos, a pesar de que
siempre perdía!
Ella había fallecido hace unas horas y, en lugar de decir nuestras últimas
palabras, los tíos, primos, incluso mi propio padre, estaban, contando
anécdotas, comiendo y riendo. Me enojé mucho con mi padre, a pesar que no
se llevara de maravilla con su suegra, no puede simplemente demostrar dicho
desprecio a un muerto. Más si es un familiar, más si es la abuela.
El único que se comportaba era Lucas, un hermanastro mío que también venía
con nosotros de vez en cuando a merendar y jugar al truco. El y yo estábamos
a punto del llanto, al lado del cajón. Y luego todos se fueron, y papa, mamá, y
Lucas se habían ido a acostar. Yo, lo intenté pero no podía. Mis ojos parecía
que estaban agarrados con pinzas en los párpados.

Pasaron unos meses y me seguía costando dormir; sentía como si alguien


quería hablarme. Alrededor de las 3:30 AM me levante de mi cama y fui a la
cocina. Allí encontré una cómoda de mi abuela, adentro de ella había un jarrón
peculiar de cerámica. Pues este tenía un moño de tela verde, y una nota
agarrada con el moño. No me iba a quedar con la duda, lo siguiente que hice
fue desatar el lazo y leer la carta, esta decía:
“Las buenas noches te doy con mi despedida”
Y debajo unas instrucciones.
Al principio me asuste. ¿Cómo sabía que no podía dormir? ¿Buenas noches? Y
adentro había una especie de polvo con olor a quemado ¡¿eran cenizas?!
Por muy raro que sonase, seguí las instrucciones al pie de la letra:
Primero agarre sal y la coloque en el suelo alrededor de mi cama, luego
coloque detergente seguido de lavandina debajo de la cama y por último ,para
finalizar, puse las cenizas debajo de mi almohada y fui a dormir.
Al “despertar” seguía el día normal pero, hay algo que no se esperaría ella no
podía agarrar las cosas, porque se rompían. Fue a la habitación de papá y
mamá, pero ellos no sólo no me escuchaban sino más bien tampoco sentían
los empujes ni los leves golpes que les daba. Enojada por esto fui al cuarto de
Lucas y el ya no estaba.
Desconcertada fui a buscarlo por toda la ciudad y no había ningún tipo de
rastro de mi hermanastro. Le pregunte a variedad de gente y todos me
ignoraron. La excepción fue una señora malhumorada ella me contesto:
“Niña el te está buscando a ti”
Yo me quedé paralizada por sus palabras, era muy raro, como si la vieja
malhumorada supiera algo que yo no.
Al volver a casa para merendar me percaté de dos cosas: en primer lugar, por
alguna razón monótona no estaba hambrienta, y en segundo estaba la puerta
cerrada bajo llave.
Grite, golpeé, e inclusive pateé a la puerta, pero no había señales de interés
alguno. Por lo que no sólo no encontraba a Lucas sino que ahora tampoco
podía entrar a mi casa. Hasta que la anciana se me hacerla con cara fría y
dura. Ella me toma de la mano, acto seguido me lleva de la mano como si
pesara una pluma. En ese instante traspasamos una pared como si no
estuviese.
Ahí lo vi a el, Lucas. Estaba llorando con un ramo de rosas en la mano, al lado
de mi cama, mientras unos médicos le explicaban algo a mamá y papá. El
médico dijo: “nunca debe mezclar estos productos químicos, causa muchos
daños al sistema respiratorio, sobre todo a una niña en pleno desarrollo”. Y al
lado de todos ellos estaba yo muerta.

Repentinamente la anciana me toma del brazo y me dice “ahora no hace falta


que te despidas, siempre podrás estar conmigo, después de todo tu eres mi
nieta favorita”.

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