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Mitta Sarova
Capítulo 1
Desaparecer
22 de octubre
Soy Emma, aunque suelen llamarme M. Cosas de niñas.
A mí hermana siempre le llamaban Ele y yo también quería
mi diminutivo, así que empezaron a llamarme Em. Pero yo
quería más, como nos pasa siempre con los follamigos,
decidí reducirlo a una simple M. Así seríamos como un
pequeño abecedario, L y M.
L se casó con su novio del instituto y compraron una casa
justo al lado de la nuestra. No me puso las cosas fáciles. Mis
padres tardaron tiempo en procesar y entender que no
quería estar allí, que no me conformaba con mi trabajo en la
tienda de telefonía y que aspiraba a más. Se preguntaban
por qué no podía ser como mi hermana. Así que, me fui,
dejé el nido y me trasladé a la ciudad con la esperanza de
comerme el mundo. Me matriculé en la universidad y me
licencié en publicidad. No sé cómo lo logre porque aquellos
años vivía más de noche que de día. Tras un tiempo en la
residencia, Oli y yo encontramos curro en una cadena de
comida rápida y pudimos alquilar un piso para las dos.
Hoy en día, trabajo en una empresa de marketing,
«Publish Go On», donde realicé las prácticas de la
universidad durante seis meses sin recibir un duro, claro,
pero la verdad es que me encantó y tuve la suerte de
quedarme en el departamento de eventos. Esa es mi
función: organizar actos y promociones para empresas.
Planificar es una de mis virtudes y, a la vez, uno de mis
mayores defectos; un punto a favor en mi trabajo y un
punto en contra en mi vida. Necesito tener todo organizado
y la vida no se puede planificar. A veces es necesario
dejarse llevar.
Estamos en unas oficinas que ocupan dos plantas, en el
centro de la ciudad. Somos un equipo joven y dinámico. Nos
llevamos bien, aunque siempre hay roces y alguna que otra
disputa en la toma de decisiones. Es lo malo que tiene
juntar a veinte personas completamente creativas, cada
uno con su idea en la cabeza.
Recuerdo el día de mi entrevista, no sabía qué ponerme.
Oli improvisó una tarde de shopping, risas y mojitos, las
echo de menos. Cuando llegué al portal noté como mis
piernas temblaban, pese a los quince centímetros de tacón
que me obligó a ponerme, me sentía pequeña. Subí en el
ascensor y me miré de arriba abajo en el espejo. Había
dejado mi hogar, había conseguido licenciarme y me había
enfrentado a todo lo que se me había puesto por delante
para lograrlo. Me vine arriba, iba a ser mi gran oportunidad.
—Buenos días, soy Emma Martín y tengo cita para una
entrevista.
—Hola, por favor, siéntese en la sala y enseguida le
llamaremos.
No era una sala normal, sino un recibidor en blanco y
negro con pufs y fotos de productos y eventos. Me disponía
a sentarme cuando una voz me sorprendió.
—¿Vas a ser nuestra nueva becaria?
—Eso espero —contesté sonriendo.
—Seguro que sí, soy Nico, marketing manager. Espero
que nos veamos pronto. Suerte.
—Gracias, igualmente. —Sus palabras aún me
empoderaron más.
Apenas unos minutos después, se abrió la puerta del
despacho y pronunciaron mi nombre. Era mi turno. Un
hombre de unos treinta y ocho años, alto, moreno, ojos
azules y más serio que una estatua, me invitó a pasar. Tras
un frío apretón de manos, se presentó:
—Buenos días, soy Pablo, director de la agencia. Eres
Emma, ¿verdad?
—Sí, buenos días —aquella formalidad iba a conseguir
que mis nervios afloraran otra vez, pero no lo permití.
—No tengo mucho tiempo, he revisado tu curriculum y
no tienes experiencia en publicidad, dime, ¿por qué
decidiste dedicarte a esto?
—Desde niña veo anuncios y eslóganes subliminales en
televisión. Nos incitan a comprar manipulando nuestras
mentes. Quiero corregir eso, vender y representar un
producto con una imagen, unas simples letras mostrando la
verdad y que los clientes estén satisfechos por ello, sin
engaños.
—¿Cómo pretendes conseguirlo?
—Con sinceridad, si la siembras, consigues confianza y,
por tanto, ventas y fidelidad.
—¿Y cómo te venderías con cuatro palabras?
—Planificada, organizada, creativa e indecisa.
—¿Indecisa?, ¿consideras que dudar es una virtud?
—Lo es. Reviso todo hasta estar segura de que es la
mejor versión. Replanteo la idea y la mantengo o la mejoro.
—Se te olvida añadir «franqueza» a tu descripción.
Buscamos una persona en prácticas para ayudarnos en
temas de gestión y para familiarizarse con el sector. La
jornada será continua, por el momento, de nueve a quince
horas. ¿Te encajaría?
—Sin problemas.
—Gracias por venir, Emma, si resultas seleccionada, nos
pondremos en contacto contigo en los próximos días.
Salí de allí pensando que no me contrataban ni por todo
el oro del mundo, ¿cómo se me había ocurrido decirle que
era indecisa? No puedo callarme lo que pienso, si algo me
ronda por la cabeza, por más insignificante que sea, tengo
que soltarlo. La impulsividad, es uno de mis puntos fuertes,
al menos eso fui capaz de omitirlo. ¿Y el tal Pablo? ¿Don
estatua para los amigos? ¿Quién se habría creído? Ni
siquiera me ha preguntado dónde estudié ni por mi proyecto
fin de carrera, que fue el mejor de mi graduación. Me dirigí
sin rumbo a la parada del metro, paseando entre la
multitud. Me distraje, ¿nunca os habéis fijado en alguien por
la calle y habéis imaginado cómo será su vida?, ¿qué
música escuchará?, ¿dónde irá? Cuando pienso que de mí
podrían preguntarse lo mismo, me genera inquietud, ¿qué
pensarán?, ¿qué imagen doy?
Al día siguiente recibí una llamada de Marta, la
recepcionista. Me confirmó que el puesto era mío y que
empezaba el lunes siguiente. Esa noche, Oli y yo quemamos
la ciudad, celebración histórica donde las haya. De esas de
las que no te acuerdas ni cómo llegaste a casa. Esas noches
inolvidables que, con el paso de los años, se quedan entre
tus mejores recuerdos. Antes, cualquier excusa era perfecta
para salir. Luego solo hay cafés y, como mucho, una tarde
de cervezas si alguna tiene tiempo en su agenda, los
tiempos cambian…
El primer día en la oficina fue genial, me sentía como una
niña en el día de Reyes. Una mezcla de ilusión, motivación y
nervios. Tuve la suerte de formar parte del equipo de Nico
que no solo me encomendó los temas de gestión, sino que
dejó que me involucrara en todo, era una más. Quién iba a
decirme que mi gran oportunidad laboral iba a convertirse
también en el gran desastre de mi vida…
Capítulo 3
Encontrándome
Segundo día.
Mientras desayuno en el jardín solo escucho el sonido de
los pájaros revoloteando sin parar. Esto sí que es una
maravilla. Observo el plano que me entregó Manuela. Me
canso de estar encerrada, así que voy a ir a la aventura.
Señalo un lago adentrado en el soto. Me enfundo unos
leggins y las Converse blancas, allá vamos. La orientación
nunca ha sido lo mío, pero me da igual si me pierdo, total,
ya lo estoy.
El sendero está marcado con piedras blancas y grises,
como si quisieran imitar un espacio zen. La verdad es que
las hojas de los árboles, caídas por el otoño, ayudan a crear
una estampa japonesa. No hay nadie por aquí, qué lástima
no tener mi Iphone, con lo que me gusta a mí la fotografía.
Mientras camino, imagino que aparece un ciervo y no me
da tiempo ni de echarme a correr. Me siento como
Caperucita vagando por el monte con miedo a que aparezca
el lobo feroz. Pobre, siempre hemos considerado que era el
malo de la historia sin ni siquiera escuchar su versión. ¿Y si
decidió comerse a la abuelita porque había atacado a su
manada?
Intento no pensar, pero si no mantengo la mente
ocupada, su nombre viene una y otra vez. ¿Cómo se puede
echar de menos a alguien que te ha hecho tanto daño?
A lo lejos veo un lago de un color azul brillante y
cristalino, parece una playa de Maldivas. Hay una pequeña
mesa con bancos de madera. Es el momento de sacar mi
diario…
23 de octubre
Mis días en la ciudad no tenían ni un minuto de
descanso, vivía más rápido que las agujas del reloj. Tener
todo planificado me obligaba a seguir una rutina bastante
estricta, que en el fondo adoraba. Las horas en la oficina se
me pasaban volando, como el recreo a un niño en el colegio.
Cada proyecto era absorbente y a la vez abrumador. Nico
me prohibió ser la típica becaria; no podía acercarme a la
fotocopiadora ni llevarle cafés a nadie. El primer evento en
el que me dejaron participar fue en la presentación de una
colonia. Recuerdo que hicimos una reunión donde cada uno
debía decir sus ideas, sin prejuicios, para ponerlas en
común y decidir cómo realizaríamos el evento.
—Podemos preparar un catering, y en la entrada, para
dar la bienvenida, entregamos muestras del nuevo perfume
—dijo Puri, la Marketing Manager.
—De esta forma hacemos llegar el producto a los
asistentes, pero no conseguimos darle valor ni prestarle
atención. ¿No se os ocurre nada más? —Nico dirigía la
reunión con normalidad, nos miraba con serenidad creando
un clima de confianza.
—¿Y si añadimos un desfile para demostrar que con la
colonia te sientes una top model? —comento Héctor.
—Podríamos patrocinar el desfile en redes, unirlo con una
buena firma y causar gran repercusión —señaló Carol,
Community Manager.
—Es una opción, pero no veo en qué nos diferencia de la
competencia. Tenemos que ser únicos, tienen que elegirnos
a nosotros. —A Nico no terminaba de convencerle nada de
lo que habían expuesto mis compañeros, noté cómo
cambiaba su tono sin querer.
—Debemos buscar una temática, involucrar al cliente con
el aroma del perfume —añadí en voz baja, era mi primera
intervención.
—¿A qué te refieres, Emma? —preguntó Puri con
expectación.
Me levanté y rocié un poco de perfume en mis manos.
—Los olores evocan reacciones emocionales porque los
receptores olfativos están conectados al sistema límbico
que es el generador de emociones. Debemos explotar su
aroma, recuerda a un sabor dulce y ácido, como una
manzana.
—Muy buena observación, por favor, continua. —Nico me
miraba con asombro.
—¿Lo ambientamos en Blancanieves? —Mi mundo Disney
volvía a florecer.
—Es una marca de renombre, no una colonia infantil. —
Parecía que Puri no quería apoyarme, al fin y al cabo, la
becaria no tenía por qué tener voz ni voto.
—Al contrario, podemos representar dos tipos de mujer:
malvada y poderosa o dulce y tierna. Ambientaríamos la
sala como si se tratase de un bosque encantado y las
azafatas se vestirían de la Reina Malvada y de Blancanieves.
El catering podría ser dulce, con manzanas de caramelo. A
la salida entregaríamos el perfume en un frasco rojo de
cristal con un mensaje: Atrévete a morder la manzana.
—Una ida de olla totalmente genial —aclamó Héctor.
—Me dejas sin palabras, Emma. Puri, ¿podemos
encontrar material? —Nico ya visualizaba todo en su
cabeza.
—Sí, con un par de llamadas creo que no tendremos
problemas.
—Perfecto, si estáis todos de acuerdo, trabajamos esta
opción. Preparamos una presentación para Pablo, la
necesitará en su mesa para el viernes. Reparto ideas y os
comento. A por ello.
No tenía palabras, en la primera reunión una de mis
ideas se convertía en realidad, pero una voz hizo que bajara
de la nube.
—Emma, ¿tienes planes esta tarde?, podríamos tomarnos
algo para celebrarlo.
—Claro, Nico, sería genial. —Tenía yoga a las seis, pero
no podía rechazar su invitación, había creído en mí.
Y así es como surgió mi amistad con Nico. Descubrí que
tomarse algo era sinónimo de vinito va vinito viene. Todos
los viernes, después del trabajo, comíamos juntos. Nos
encantaba cotillear y ponernos al día sacando a relucir
todos los trapos sucios de la semana. Nunca había tenido un
amigo gay, si no lo tienes, pon uno en tu vida, son geniales.
Revivir todo aquello me hace sentir especial, y a la vez,
extraña. Me derrumbo. Vuelvo a recorrer el sendero, pero
esta vez en sentido contrario. Regreso a la cabaña.
Manuela está sentada en la puerta, me espera.
—Emma, corazón, solo pasaba a saludar y a preguntarte
por tu primer día.
—Bien, he dado un paseo como me recomendaste. Unas
vistas sensacionales.
—Pues no ha causado el efecto que pretendía, tienes la
mirada perdida cuando deberías estar relajada y feliz.
—Si, bueno…
—Ay niña, cuánto te queda por aprender. Pásate un día
por casa, anímate. El mal de amores también se cura.
—¿Cómo? —Me sorprenden sus palabras.
—Nadie alquila esta cabaña, con el dineral que cuesta,
para estar solo, algo te corrompe. Yo también era así a tu
edad, piensa que ningún hombre que apague tu sonrisa
debería merecerla. Tengo que irme, pero te esperaré con
mucho gusto.
—Gracias, Manuela, lo tendré en cuenta.
Pasan las horas, no dejo de dar vueltas en la cama
abrazando la almohada. Odio cuando todo el mundo te dice
que no des importancia a las cosas, que olvides el tema o
«Next», la palabra de moda. Desde fuera lo vemos todo
muy sencillo, somos egoístas por naturaleza y pocas veces
nos ponemos en la piel de los demás. Antes de juzgar a
nadie debemos ponernos sus zapatos y recorrer su camino.
Qué pena, no aprendemos nada, en tiempos de guerra
tenían que refugiarse para subsistir. ¿Y si yo también me
escondo para sobrevivir? No me considero cobarde por no
enfrentarme a lo que no puedo soportar, verle día tras día
como si no pasara nada. Él parece que sí, o quizá se lo he
puesto fácil desapareciendo.
Se acabó, no me reconozco… Estoy gastando todos mis
ahorros en estas vacaciones, en un lugar increíble y en una
casa que no podría permitirme ni en mis mejores sueños. Lo
único que hago es estar aquí tumbada sin hacer nada. ¿En
serio? No…. No me voy a dejar vencer, si no puedo cambiar
el destino, tendré que cambiar mi actitud.
Capítulo 4
Nuestra gran mierda
Abro los ojos con la esperanza de que todo haya sido una
pesadilla, pero no es así. La imagen de Ángel besando a
aquel chico no para de repetirse en mi cabeza. Amanezco
en el sofá de Emma, destapado y con ganas de llorar. Tengo
que aguantarme, estoy cansado de ser el pobre Nico, el que
nunca tiene suerte en el amor. Me ilusiono una y otra vez,
pensando que será la definitiva y cada intento es peor que
el anterior. De fondo escucho ruidos, huele a tostadas recién
hechas. Me levanto, cuento hasta tres y me dirijo a la
cocina.
—¡Buenos días, dormilón!, ¿qué tal has amanecido?
—Me va a estallar la cabeza, el garito sería muy fashion,
pero dan un garrafón…
—¿Y los cuatro Jäger que te tomaste no tienen nada que
ver?
—¡Cabrita! Y más que tendría que haberme tomado si
hubiera sabido lo que iba a pasar.
—¡No exageres! Venga, te he preparado un desayuno
especial: tostadas con fresas y nocilla, café bien cargadito y
zumo de naranja para acompañar —dice con acento francés
para sacarme una sonrisa.
—¡Que buena pinta! ¿Sabes algo de Oli?
—Nada, ¿tú?
—He pasado de mi móvil, lo apagué anoche para evitar
hacer una estupidez.
—Tranquilo, ya nos contará con pelos y señales, ya sabes
que no se corta.
—Que aproveche, para una que puede…
—Pues sí, a ver si así se quita a David de la cabeza.
—A ver si se nos pega algo porque últimamente no nos
comemos una rosca, y eso, señorita, va por ti también.
—A mi déjame tranquilita, que bastante tengo con el
nuevo proyecto.
—¡No puede ser! —exclamo al encender mi teléfono.
—¿Y ahora qué pasa?
—Aluciflipo. ¡Ha tenido la jeta de mandarme un mensaje
preguntándome qué tal la noche! Será descarado...
—¿Le vas a contestar?
—Ya lo he hecho: «No tan bien como tú, estuve en el
Number…»
—¡Ahí, ahí, creando tensión… no ves que no merece la
pena! Te está prometiendo la luna a ti, al de ayer y a saber
a cuántos más...
—Tendré que defenderme, ¿no? Si se piensa que soy
gilipollas, va listo…
—Lo único que consigues es darle protagonismo, si ni
siquiera habéis quedado y empieza así, creo que te ha
dejado todo claro. ¿Qué planes tienes hoy?
—Sofá, peli y siesta.
—¿Te quedas a comer?
—No, ya te he molestado bastante esta noche.
—¡Molestia ninguna! ¿Pensabas que te iba a dejar tirado
como una colilla?
—Ay, mi chica, no sé qué haría yo sin ti.
—¿Achuchoni?
—¿Seguro que estás bien?
—Que sí, pesada, un par de pelis de Jennifer Aniston y se
me pasa.
—Si cambias de opinión, solo tienes que llamarme. ¿Ha
contestado?
—No, ni lo hará —digo mientras cojo mi americana y me
preparo para irme.
—No entres al trapo, borrón y cuenta nueva. A la tarde te
llamo.
Cuando cierro la puerta siento alivio. Releo su mensaje
esperando el ascensor y unas lágrimas se derraman por mis
mejillas. Cojo un taxi, quiero llegar a casa cuanto antes.
Espero que Alfonso no esté. Forma parte de mi grupo de
reinonas, cuando lo dejó con Paul, le invité a quedarse en
casa unos días. Días que se convirtieron en seis años, que
son los que llevamos viviendo juntos. Nos compaginamos
bien, es tranquilo, sereno, todo lo contrario a mí. Cuando
llego no hay ni rastro de él, es sábado, supongo que tendrá
planes.
Menos mal, necesito soledad. Me doy una ducha con la
lista más depresiva que encuentro en Spotify. Pido una
Burger por Globo, necesito calorías y no tengo ganas de
cocinar. Me tumbo en el sofá y pongo una de mis pelis
favoritas, El diario de Noah. Dejo mi móvil en la mesa, sé
que no va a contestar, pero no puedo evitar mirar su última
hora de conexión cada cinco minutos. Este comportamiento
se convierte en una obsesión y paso toda la tarde
revisándolo de forma masoquista mientras confirmo lo que
mis instintos me dicen, vuelvo a ser el chico al que dejan en
visto. Cada vez que WhatsApp confirma mis sospechas me
hundo, se conecta una y otra vez, supongo que para
contestar a su amiguito de anoche. En cambio, a mí, nada.
Alfon abrió la puerta y no se sorprendió al verme así.
—¡Holis!, ¿mucho desfase anoche?
—No estuvo mal.
—Lo suponía, como no viniste a dormir…
—Me quede con M, fue una noche dura.
—¿Más de lo mismo? —pregunta mientras se sienta a mi
lado.
—¿Cómo lo sabes?
—¿Helado acompañado de Allie y Noah?, no es buena
señal.
—Me encontré con Ángel, estaba en el mismo garito que
nosotros. Le vi con otro.
—¿El de la App?
—Sí, ya ves, he pasado a otro nivel. Ahora pasan de mí
antes de hora.
—No me extraña —comenta con seriedad.
—¿Que no te extraña? —contesto ofendido.
—¿No ves que no sale nada bueno de esas aplicaciones?,
van a lo que van. En vez de buscar al hombre ideal en
internet, deberías abrir los ojos y fijarte en lo que tienes
alrededor.
— ¡Como hay tantos gays en mi entorno!
—Quién sabe, igual te sorprendes si buscas dentro del
armario.
—¿Ves? En línea y nada…
—Cri cri, cri cri —dice Alfon riéndose.
—¡No tiene gracia!
—¡Anímate, va! ¿Voy a por el kit para momentos
depresivos? Elige: lambrusco o gofres de chocolate, ¡con
toppings!
—¡Chocolate, por favor!
Me tumbo en su regazo y terminamos de ver la película
sin dirigirnos la palabra. Aquella noche aprendí que los
amigos que pasan contigo las noches más oscuras, son los
que merecen pasar contigo tus días más brillantes.
Capítulo 11
Seriedad enmascarada
24 de octubre
Sin darme cuenta llegó el día de la presentación. Fueron
dos semanas de trabajo intenso, veinticuatro horas al
doscientos por cien; no había descanso. De casa al trabajo,
y al regresar, más trabajo aún. Oli y Nico no existían, solo
éramos Pablo y yo. Su formalidad desaparecía poco a poco
y, a veces, dejaba al descubierto facetas que nunca había
visto en él. Me encantaba su forma de planear y tener todo
bajo control, pese a estar desbordado, sabía en todo
momento en qué andábamos liados cada uno de nosotros.
Aunque fuera en pequeñas dosis, descubrí una persona
totalmente diferente. Era creativo, luchador, con las ideas
claras. Apoyaba todo lo que decidía y, si modificaba alguna
de mis ideas, me explicaba la mejora y el porqué. Recuerdo
una de las veces que nos reunimos en su despacho. Los dos
sentados en sus sillones negros rodeados de bocetos
extendidos por su mesa. Tras más de tres horas inmersos
entre ideas, noté cómo empezaba a saturarme, me
bloqueaba y hubo un momento en el que comencé a
revolver los papeles sin saber si quiera cuál de todos
buscaba. Él se dio cuenta. Mis nervios se dejaban ver a la
legua, más que la expresión de Oli cuando encuentra su
presa un sábado por la noche. Me miró fijamente, extendió
su mano sobre la mía y la paró con delicadeza. Su tacto era
suave, como cuando acaricias un bebé, no sentí ninguna
imperfección, solo serenidad. Se formó un nudo en mi
estómago, mi gran oportunidad e iba a cagarla en el primer
momento de tensión.
«Voy a pedirle a Marta un par de cafés, nos sentarán
bien. Después seguimos». Fue muy extraño, pero en cuanto
oí su voz, el nudo se deshizo, la tensión se esfumó y localicé
el boceto.
En cuanto acabamos los cafés, volvió su seriedad.
Entraba a escena, de nuevo, su nivel de exigencia, como si
no hubiera sucedido nada. Pero su forma de tenerlo todo
organizado y controlado me apasionaba. Es cierto que
estaba agotada, pero no me permitía ni un minuto de
desconexión.
Dicen que la vida está llena de pequeños momentos que
pasan desapercibidos y que con el tiempo son los que de
verdad se quedan en nosotros.
Una noche estaba sentada en la cama pasando a limpio
todas las tareas pendientes para la mañana siguiente. De
repente recibí un WhatsApp, a medianoche solo podía ser
Oli, ¡había salido seguro! Me hubiera gustado ver mi cara
cuando leí su nombre en la pantalla.
«Necesito para mañana un censo de todos los gastos que
llevamos acumulados en el proyecto».
Ni siquiera me había saludado, ni se había excusado por
las horas. A las doce de la noche me encargaba trabajo para
la mañana siguiente sin un ápice de delicadeza. Indignada,
tiré el móvil contra la almohada; no contesté. Desesperada
fui a la cocina y me preparé un té caliente, necesitaba un
minuto para calmarme, centrarme y ponerme en acción. Al
día siguiente, el odio y el cabreo todavía corrían por mis
venas cuando me dirigía a su despacho. Abrí la puerta y no
me senté, me quedé frente a él y mi impulsividad se
apoderó de mis palabras.
—¿Te parece normal pedirme un descargo a altas horas
de la noche? Por si no lo sabías, tengo la manía de dormir.
—Buenos días, Emma. —Aquel tono irónico aún me
encendió más.
—Serán para ti, otras no hemos pegado apenas ojo.
—Otros tampoco. Acabe preparándolo yo, como no
contestaste daba por hecho que no habías visto el mensaje.
—¿Cómo?
—Te doy la razón, tendría que haberlo hecho yo desde un
primer momento. Pero tampoco fue acertado tu
comportamiento, contestar cuando te escribe tu jefe nunca
está de más.
—¡Aún tendré yo la culpa! —exclamé indignadísima de la
vida.
—No estoy buscando culpables, solo soluciones. Si yo no
te hubiera pedido nada, y si tu hubieras contestado, uno de
los dos podría haber descansado.
—Y ahora qué, ¿nos flagelamos y ya está?
—Ja, ja, ja. —Por primera vez escuché su risa. Me pareció
insignificante en aquel instante, pero es obvio que me
marcó. —Hasta que no me disculpe no vas a parar, ¿verdad?
—No quiero una disculpa, solo quiero que lo tengas en
cuenta la próxima vez.
—De acuerdo, ¿y tu podrás dignarte en contestar a los
WhatsApp? Es muy fácil, se lee el mensaje, se escribe y
luego se pulsa a la flechita para enviar. Toma, deberías
empezar a practicar cuánto antes. —Abrió su cajón para
darme un paquete que aún estaba dentro de un sobre de
correos.
—¿Qué es esto?
—Déjate de tanta pregunta y ábrelo.
—¡No puede ser! ¡Un IPhone 14! —grité sorprendida.
—No me ha dado tiempo a configurarlo, es tu teléfono de
empresa.
—¿En serio?
—Pero ¿por quién me tomas? En el lateral está el número
y Marta te preparará unas tarjetas para que puedas
entregarlas a tus clientes.
—¡Gracias!, ¡estoy flipando!
—¿Podemos empezar ya? Tenemos bastantes temas que
revisar.
—Vale, pero no te pienses que con un regalo se me va a
pasar el enfado.
—Ni se me había pasado por la cabeza. Venga,
empecemos…
Y así eran nuestros momentos. Intensos, inapropiados,
irónicos, pero que hacían que una chispa se fuera
encendiendo, poco a poco, en mi interior.
Tengo que dar la razón a todos aquellos que dicen que no
nos dejemos llevar por la primera impresión porque, a
veces, nos equivocamos, y empezaba a pensar que Pablo
era mucho más que Don Seriedad.
Capítulo 12
Oli
25 de octubre
Sin darme cuenta, llegó el día de la presentación. Fueron
dos semanas de trabajo intenso, veinticuatro horas al
doscientos por cien; no había descanso. De casa al trabajo,
y al regresar, más trabajo aún. Oli y Nico no existían, solo
éramos Pablo y yo.
26 de octubre
No puedo describir aquella noche con palabras, desde el
momento en que Pablo me tendió su mano, me quede
muda. Todo el mundo nos esperaba en la recepción, que
habíamos decorado con una gran alfombra roja. Al vernos,
comenzaron a aplaudir. Supuse que él estaba acostumbrado
a estos recibimientos, pero yo me ruboricé, no sabía cómo
reaccionar. De repente me soltó y se hizo a un lado.
Comenzó a aplaudirme, como si fuera uno más y la emoción
se apoderó de mí. Más de doscientas personas celebrando
mi éxito y solo podía fijarme en él. ¿Qué me estaba
pasando?
El evento fue espectacular, todo salió a la perfección, tal
y como habíamos planificado. El duro trabajo de esas dos
semanas mereció la pena. La esencia de mi idea se
plasmaba con todo detalle, influencers retransmitiendo en
directo, sintiéndose protagonistas y enlazando la publicidad
subliminal que buscaba. Lopez y sus asesores dejaron que
fueran ellos quienes dieran el discurso de inauguración de
Inside. Los likes y streaming se dispararon, ¡fuimos top
trending en casi todas las plataformas!
La noche se me pasó en un abrir y cerrar de ojos y, sin
darme cuenta, llegó el brindis final. Cuando me dispuse a
levantar mi copa, Pablo se acercó lentamente y me susurró
al oído:
—Gracias por dejarme confiar en ti. —No podía
contestarle, sentir sus labios tan cerca hizo que mi piel se
erizara—. Vamos a despedirnos, aquí ya hemos acabado por
hoy — dijo con el tono serio que le caracteriza.
—De acuerdo —contesté mientras le seguía.
Fuimos a recoger nuestros abrigos y saque mi móvil para
solicitar un Uber.
—¿Te reclama tu novio?
—¿Perdona? —contesté con indignación.
—¿No viene a recogerte?
—No creo que esa información sea de tu incumbencia,
solo buscaba un taxi para volver a casa.
—¿Ya quieres irte? Es pronto, solo son las dos.
—Mañana tengo que trabajar, el arrogante de mi jefe ni
siquiera ha tenido el detalle de darme fiesta.
—No piensa en los detalles, ¿verdad?
—Muy poco, le iría mejor si fuera un poco más humilde.
—Y a ti si no fueras tan impulsiva, todavía te queda
mucho por aprender.
—¿Cómo? —La conversación empezaba a molestarme y
aquella pulla me picó hasta el punto de empezar a
amargarme la noche más importante de mi carrera y no
pensaba tolerarlo…
—Que hoy haya sido todo un éxito no significa que ya lo
hayas aprendido todo o que no vayas a fracasar nunca más.
—Gracias, lo tendré en cuenta. —Me enfadé y me di la
vuelta para marcharme.
—Pero ¿dónde vas ahora? —preguntó mientras me
seguía—. ¿Puedes parar?
—¿Me machacas y pretendes que me quede aquí
escuchándote?
—¡No era mi intención, lo decía para bien!
—Pues no lo parece.
—Señorita, tiene usted una linda carrera por delante —
comentó con sarcasmo—. ¿Te parece mejor así?
—No me apetece escuchar tonterías, será mejor que nos
vayamos.
—Venga, olvídalo. Ven conmigo —dijo mientras me
detenía y cogía mi mano—. Confía en mí como yo lo hice en
ti.
Le miré a los ojos y por una vez me pareció ver un poco
de modestia, me moría de ganas de soltarle e irme a casa,
pero algo en mi interior no podía decirle que no. No
contesté, solté su mano y le seguí.
—Vamos, hay un garito aquí al lado que te gustará.
—¿Garito?, ¿esa palabra forma parte de tu vocabulario?
—Pero ¡quién te piensas que soy!, ¿podemos tener la
fiesta en paz?
—Perdón, ¡es que no te pega nada!
—¿Te digo yo lo que no te pega?
—¿Volvemos a la carga?
—No sabes lo que me gusta vacilarte —contestó
mientras una pequeña sonrisa asomaba en su rostro—. Es
aquí, ya hemos llegado.
El local no tenía nada que ver con los antros que
frecuento con Oli, todo era lujo y glamour. Saludó a uno de
los camareros que nos llevó a un pequeño reservado en la
parte de arriba donde la intimidad y dos gin tonic se
convirtieron en nuestros únicos acompañantes. No
hablamos de trabajo, estuvimos comentando como dos
quinceañeros todas las anécdotas del evento, descubrí otra
faceta que no esperaba de él, ¡¡sabía bromear!! Sin darnos
cuenta habían pasado dos horas. Me levanté para ir al baño
y noté cómo me miraba. Las dos copas de más que
habíamos tomado hicieron acto de presencia y no pude
contenerme cuando regresé.
—Bonito culo, ¿verdad? —Pensé que se quedaría
pasmado, pero se me olvidaba que Don Seriedad tenía
contestación para todo.
—Un poquito respingón para mi gusto, pero bonito, sí.
Demasiado bonito.
—Ya te gustaría catar uno así. —¡Dios no sé cómo pude
decir eso!, ¡la mala influencia de Oli tenía que salir por
algún lado!
—No voy a decirte que no la verdad. Es tarde,
deberíamos irnos.
Salimos del pub y cogimos un taxi. Me acompañó hasta
la puerta de casa.
—Gracias por esta noche, Emma.
—Gracias a ti por darme esta oportunidad. —Con timidez,
le di un beso en la mejilla y me dirigí hacia el portal.
—Espero que tu novio no se enfade porque llegues tan
tarde. —Escuché que decía de lejos.
—Lo dudo, no tengo —contesté mientras sacaba las
llaves del bolso.
—Mejor, así ese culito será todo para mí.
Cuando me dispuse a contestar fue demasiado tarde, el
coche ya estaba en marcha. Me miré en el espejo del
ascensor y me sentí diferente, algo estaba cambiando en mi
interior y sabía que él era el culpable. Entré en mi cuarto y
tiré el bolso y los zapatos en el suelo. Me tumbé en la cama.
Ni siquiera saqué el móvil ni me puse el pijama, no podía
dejar de pensar en él y en esa última frase. No pude
resistirme, abrí la mesilla, cogí mi vibrador y me corrí
pensando en él. Me quedé dormida arropada por las
mariposas que revoloteaban en mi estómago y el calor de
un gran orgasmo. Aquella noche marcó un antes y un
después. A veces, el corazón tiene razones que la razón no
entiende y Pablo se había convertido en una de ellas.
Capítulo 17
Pablo
27 de octubre
Me asomo al jardín, cada día que pasa esta más bonito.
El suelo se está cubriendo de pequeñas hojas; su tono verde
empieza a desvanecerse y deja paso a los tonos amarillos y
anaranjados que caracterizan al otoño. Dicen que es una
etapa de transición, los días son más cortos, hay menos
horas de luz, la climatología es más adversa y que, todo
ello, repercute en nuestro estado de ánimo. Sin duda es la
estación que mejor simboliza el cambio, pero para
conseguirlo, tengo que afrontar mis miedos, no es tarea
fácil, pero tampoco imposible. Tengo que enfrentarme a
Pablo. Si no dejo de pensar en él, nunca acabará esta
historia.
Recuerdo el día que me pidió tomar algo después del
trabajo, ojalá lo hubiera pensado bien, pero no, como
siempre, mi impulsividad se apoderó de mí. Admiro a las
personas que piensan en las consecuencias antes de actuar.
Desde pequeña me he dejado llevar por la emoción del
momento y esto es un punto a favor en mi trabajo, ya que
mi creatividad se dispara, pero en la vida personal, me ha
llevado a cometer muchos errores que podría haber evitado,
dejando enfriar un poco la mente antes de tomar una
decisión.
Llegué al Irish Pub y me quedé paralizada en la puerta,
los nervios me impedían entrar. Sentí una corazonada que
me decía: «M, no abras esa puerta», pero, a la vez, me
moría de ganas.
Cuando entré, la taberna me sorprendió, hacía años que
no estaba en un irlandés. Se pusieron de moda en mi
adolescencia, recordé el verano en el que abrieron uno en
mi pueblo y fue lo más de lo más. Nos encantaba sentarnos
en las mesas con bancos de madera y pasar la tarde junto a
unas Guinness. Pude verle al fondo, esperando junto a una
copa de vino blanco. Me acerqué despacio y le saludé con
timidez.
—Buenas. —No sabía qué decir.
—¿Qué quieres tomar?
—Un vino está bien, gracias. —Se levantó y trajo mi
bebida.
—¿Qué tal el día? —me preguntó para romper el hielo.
—Saturante, tengo trabajo atrasado.
—Pensaba que estarías más eufórica.
—¿Por qué?
—¿No has leído todas las felicitaciones?, ¡deberías estar
orgullosa!
—Si, bueno.
—¡Cómo que bueno! Brindemos, ¡esto hay que
celebrarlo!
Acercamos nuestras copas y nos miramos a los ojos.
—Hacía años que no trabajaba con una persona tan
creativa como tú, que sepas que es una cualidad muy difícil
de encontrar.
—Gracias, Pablo. La verdad es que me sale solo.
—Aunque sigo sin entender porque me dijiste que eras
indecisa.
—¿Yo?
—Sí, en tu entrevista.
—¡Cómo puedes acordarte!, ¡han pasado casi dos años!
—Por qué es imposible olvidar la primera vez que vi esos
ojos verdes.
—¿Pedimos otra? —pregunté para desviar la
conversación.
—Me parece bien, pero no te pongas roja.
—¡No estoy roja!
—¡Pero si pareces un tomate!, ¡ayer no te pusiste así
cuando insinuaste que te miraba el culo!
28 de octubre
Pasaron varios meses desde la presentación de Inside y
llegó el día de mi cumpleaños. Aquella noche no pude
dormir, los nervios me invadían como cuando tenía cinco
años y sabía que iban a regalarme la película de La Sirenita.
Cuando me desperté, cogí corriendo mi móvil de la mesilla,
pero mis ilusiones se desvanecieron en un abrir y cerrar de
ojos. No había ningún mensaje, su felicitación no estaba.
¡No podía creerme que Pablo se hubiera olvidado! Piensa
mal y acertarás. No quiero entrar en polémicas, pero me
reconocerás que la mayoría de las mujeres somos mal
pensadas por naturaleza o, quizá, suene mejor, que
tenemos un sexto sentido en esto de relacionarnos con los
hombres, como un chivato que nos dice que esta actitud no
cuadra o que la ausencia de mensaje de felicitación indica
algo y no muy bueno… Y, también, es el encargado de que
nuestros pensamientos se disparen a mil por hora.
Cuando llegué a la oficina, tuve que tragarme mis
palabras al ver que encima de mi mesa había un ramo de
rosas. Nunca me habían regalado flores, siempre había
pensado que era algo estúpido, pero ese día descubrí el
valor de aquel detalle. Si alguien nos las regala significa que
no solo le inspiramos amor, sino también un intenso deseo.
No había tarjeta, pero a su lado encontré un pequeño tarro
de cristal, el típico que tenían nuestras abuelas en la cocina
lleno de bombones y con una nota en su interior:
«Felicidades, M, gracias por dejarme celebrarlo a tu lado,
paso por tu casa a las ocho».
Aquello significó para mí mucho más que las rosas,
aunque no podía dejar de mirarlas y de disfrutar el olor que
desprendían. Cómo cambian las cosas, hoy me siento como
una de esas flores recién cortadas, llena de vida, pero al
mismo tiempo, tan muerta.
Esa noche no fuimos a ningún sitio especial, no me
pareció extraño que me propusiera cenar en casa y pedir un
Globo sin más. No vi raro que, con lo sibarita que era, no me
llevará a ningún sitio de lujo, daba por hecho que sabía que
esas cosas no me iban. ¿Dónde estaba el chivato? Vimos
una película e hicimos el amor hasta altas horas de la
madrugada. En la ducha, en el sofá, en la cocina…Nuestro
deseo era tan inmenso que no podíamos controlarnos,
siempre queríamos más.
No se quedó a dormir, nunca lo hacía, pero no me
sorprendió. Al día siguiente había que trabajar.
Si pedimos señales al universo, deberíamos creer en
ellas cuando aparecen. Cada uno ve lo que quiere ver, pero
eso no significa que lo que vemos, sea de verdad. Y yo, ni
creí ni miré más allá.
Capítulo 22
Si tú me dices ven, lo dejo todo
29 de octubre
Todo era perfecto, como si de un cuento de hadas se
tratase, pero, por desgracia, los cuentos, cuentos son. Oli
siempre dice que si pierdes un zapato a medianoche, no
pienses que tu príncipe azul va a aparecer en la siguiente
discoteca, tan solo te has tomado unas cuantas copas de
más.
Me encantaba estar en la oficina, sentada en mi mesa.
Recuerdo que era un día lluvioso. Escuchar el sonido de las
gotas al golpear la ventana, me relajaba y me ayudaba a
concentrarme. De repente, todos se giraron, susurraron y se
asombraron. Yo no entendía su reacción. Al volverme, pude
ver a una chica alta con unos largos rizos rojos. No me fijé
mucho ya que sus Manolos Blahnik captaron toda mi
atención. Me recordaron a Carrie Bradshaw y no pude evitar
acordarme de los deliciosos muffins que tomaba en
Magnolia Bakery.
Me entró hambre y decidí que era mi momento kit kat,
así que me dirigí a la sala de descanso para tomar mi
cappuccino de avellana. Me encontré con Puri y Héctor que
no paraban de hablar de la chica pelirroja.
—¿Cómo puedes ser tan simple? ¿Aparece una tía mona
y ya tienes tema de conversación para dos semanas? — le
dije a Héctor mosqueada.
—Emma, ¿no sabes quién es? —preguntó Puri extrañada.
—Pues la verdad es que no, ¿viene para firmar algún
contrato importante?
—¡Qué va!, es Alicia, la mujer de Pablo. Nunca viene por
aquí, pero cuando lo hace, nos alegra el mes entero —dijo
Héctor emocionado.
Menos mal que no había cámaras de seguridad en la sala
porque si alguien buscara la grabación y viese mi cara, acto
seguido, pedía el siguiente capítulo. No sabía dónde
meterme, me quedé paralizada, ¿mujer?, ¿está casado?, ¿mi
Pablo? Cogí el café, ni siquiera me importó que quemase, y
me fui directa al baño sin pronunciar una palabra. Me
encerré, no daba crédito a lo que estaba pasando.… Me
senté en el suelo. Volví a pensar en Carrie y en una de sus
míticas frases: «Yo temía que, llegado el momento, me
rompería el corazón de nuevo». Y así era, el mío no solo
estaba roto, se desvanecía en pedazos. Empecé a llorar en
silencio, no quería que nadie me oyera. Todo lo que
habíamos vivido era una mentira y, por mucho que esta
avance, la verdad la alcanza en un solo día. ¿Cómo podía
haberme engañado así? Por mucho que lo intentara, no
tenía fuerzas para levantarme. Sabía que no podía
comportarme como una niña pequeña, si alguien notaba
algo, sospecharía, así que me miré en el espejo, sequé mis
lágrimas y me limpié los chorretones negros que el rimmel
había derramado por mis mejillas. ¡Qué lástima, justo ese
día había usado el más caro de mi colección!, ¡vaya
desperdicio! Como el tiempo que había perdido con él.
Volví a mi sitio y decidí que ya había trabajado suficiente.
Solo necesitaba salir de allí. Cinco meses después, no iba a
ver encuentro en mi casa, no iba a desconectar después del
trabajo escuchando su voz, no íbamos a contarnos
anécdotas del día en el Irish ni reírnos de cosas que solo los
dos entendíamos. Cogí mi bolso y salí de la oficina, sin
rumbo. Seguía lloviendo, por lo menos tenía suerte en algo,
la tristeza del día se acompasaba con mi desgracia. Ni
siquiera abrí el paraguas, me daba igual mojarme, todo se
había desmoronado en un instante.
Me senté en un banco cerca del río. ¡¡Está casado!! ¿Por
qué me ha ocultado algo así? Nunca me había hablado de
ella, sí que hablamos de relaciones anteriores, de lo que
queríamos y lo que no, lo que buscábamos y que
esperábamos cada uno. Teníamos claro que era mejor que
nadie supiera nada por el momento e ir poco a poco. ¡Cómo
puede tener tanto morro! ¿Qué quería de mí? Claro, por eso
siempre nos quedábamos en mi piso o íbamos a el Irish, que
se había convertido para mí en el mejor lugar del mundo,
nuestro lugar. Pero, en realidad, íbamos porque Alicia y sus
Manolos nunca se habrían asomado por allí. Por eso nunca
íbamos a su casa, no evitaba que nos viera alguien de la
oficina, evitaba que ella pudiera enterarse.
Me quedé horas allí sentada, sin pestañear, perdida en
un mar de dudas, buscando sin éxito un barco que pudiera
rescatarme. No fui capaz de enviarle un mensaje a Oli
diciéndole que mi mundo se acababa de derrumbar, tenía
que explicarle todo lo que había pasado y encima tendría
que aguantar su enfado por no haberle contado nada hasta
que la había necesitado. No tenía fuerzas para ello, además,
tenía la esperanza de que, si no se lo contaba a nadie,
quizás solo tenía que despertar y ver que era una pesadilla.
Decidí irme a casa, lo extraño es que no pude derramar ni
una sola lágrima más, puede que ya hubiera llorado tanto
por los hombres que mi reserva se hubiera agotado.
Puesto que el día me había llevado a pensar en mi
querida Carrie, decidí que el mejor plan para evadirme de
todo era, sofá, manta y revivir Sex and the city. Así que, me
puse el pijama rosa «Tengo pelazo y cerebro debajo» de mi
querida Vecina Rubia, y abrí una bolsa de palomitas. Me
apetecía más un buen helado de chocolate, pero encima del
disgusto que me había llevado, ¡lo que me faltaba era coger
kilos de más! Apagué mi móvil y me olvidé del mundo.
¿Qué iba hacer cuando lo viera al día siguiente?, ¿me
estaría esperando como siempre o se habría ido con su
querida mujercita a las mejores boutiques de la ciudad? La
verdad es que me daba igual, me sentía traicionada, estaba
viviendo una mentira y no estaba dispuesta a ser el
pasatiempo de nadie. Si desde el principio me hubiera dicho
que estaba casado, al menos las cartas hubieran estado
sobre la mesa y habría sido libre de elegir si quería
lanzarme o no a la piscina. Pero salté sin saberlo y solo
quería hundirme para ahogar en ella mis pensamientos. Me
sentía como si estuviera en una montaña rusa de
emociones, pasaba de la rabia y la ira, a la tristeza,
frustración y desesperación por haber sido engañada. Pero
lo peor era que, pese a todo, le echaba de menos.
Capítulo 24
Negar lo evidente
30 de octubre
Desayuné sentada en el taburete de la cocina, no tenía
valor para encender mi móvil. Esperaba que Pablo se
hubiera dado por aludido, no quería saber nada más de él.
Solo lo justo y necesario, no olvidemos que era mi superior.
Me daban ganas de dejar el trabajo, pero no quería
renunciar a algo que me apasionaba por su culpa. Debía
ceñirme y ser clara, a partir de ese momento, no nos unía
nada más que una estricta relación laboral. Se acabó, todos
los momentos que vivimos habían sido una farsa, todavía no
podía creer que me hubiera engañado así. ¿Cómo pude
estar tan ciega? Parecía un príncipe azul y resulta que se
destiñó en el primer lavado. Llevábamos cinco meses de
relación, ¡cinco meses viviendo una mentira! No tenía ganas
de ir a trabajar, pero, aunque estuviera hundida, lo hice con
la cabeza bien alta. Yo no era la que había jugado con sus
sentimientos y mucho menos se había comportado como
una falsa de mierda. Cogí el bolso y suspiré antes de abrir la
puerta, solo esperaba que no tuviera la cara de querer
darme explicaciones, no podía soportar mirarle a los ojos
después de todo lo que había pasado.
Cuando bajé al portal ahí estaba él, esperando, dando la
sensación de que no ha pasado nada. No sabía qué hacer,
quería salir corriendo, necesitaba huir, no podía
enfrentarme a él, pero, por otro lado, la rabia se apoderaba
de mis entrañas y tenía ganas de decirle unas cuantas
cosas.
—Emma, por favor, no te vayas —dijo mientras intenté
pasar de largo a su lado.
—¿No tendrías que estar con tu mujer?
—Puedo explicártelo, déjame hablar contigo.
—No tenemos nada que decirnos, creo que lo tengo todo
bastante claro.
—Por favor, Emma —suplicó mientras cogió mi brazo e
hizo que me detuviera—. Solo te pido que me escuches, te
debo una explicación.
—No tengo tiempo, voy a llegar tarde al trabajo y ya
sabes cómo es mi jefe. O no, quizás te pase como a mí y
descubras, después de tanto tiempo, que no tienes ni idea
de cómo es.
—¡Emma!, ¡te lo ruego!, ¡escúchame!
—¡Eres un fraude! —exclamé mientras las lágrimas
comenzaron a derramarse por mi rostro.
—No soy un fraude, ¡soy un cobarde! —contestó
mientras me abrazó lentamente.
—¿Cómo has podido hacerme esto? —pregunté mientras
me separé de sus brazos.
—Hazme caso, subamos a casa y hablemos. Diez
minutos, no te robaré más tiempo, y si después de esa
conversación quieres que me marche, lo haré.
Accedí, subimos y nos sentamos en el salón, de repente
parecíamos dos extraños. Tenía la misma sensación que el
día que nos conocimos, estábamos uno enfrente del otro sin
saber quiénes éramos en realidad.
—Tenía que habértelo contado antes, lo sé. Quería
hacerlo, pero no pude. —El remordimiento se reflejaba en
sus ojos, apenas pudo levantar la mirada del suelo.
—¿Por qué me has mentido?
—No tenía otra opción.
—¿No pensaste en el daño que podías hacernos?
—M, me dejé llevar. Por una vez en mi vida no hice lo
correcto, ¡joder! Seguí mi corazón, ¡solo deseaba estar
contigo!
—No hace falta que te pongas en modo romántico
porque no te pega nada.
—¿Puedes dejar de ser tan borde? Quiero contarte la
verdad, aquí y ahora. Alicia y yo llevamos juntos desde que
éramos adolescentes, nos conocimos en el instituto y es mi
novia de toda la vida. Llevamos casados tres años, los
mismos que llevo ejerciendo de director en la compañía.
Nuestro matrimonio es pura conveniencia, ella tiene todo lo
que quiere: libertad, lujos y la vida que siempre ha soñado.
Y yo a cambio puedo desempeñar mis funciones en la
empresa, es un quid pro quo. ¿Entiendes?
—No entiendo qué tiene que ver todo eso con que nos
engañaras así.
—¡Porque no estoy enamorado de ella, estoy enamorado
de ti! No somos felices, nuestra unión fue un puro contrato
de intereses.
—Vaya por dios —dije con ironía.
—Tienes que creerme, joder. No me imagino pasar ni un
minuto sin tenerte a mi lado.
—Pues déjala y demuéstramelo.
—No puedo, Emma, de verdad que no puedo.
—¿Lo ves?, los tíos casados siempre dicen lo mismo.
—Si te digo que no puedo, ¡es que no puedo! Sus padres
son los dueños de Publih, si lo hiciera, lo perdería todo.
—Pero a mí sí que te da igual perderme, ¿no?
—Te juro que nunca he sentido por nadie lo que siento
por ti, eres como ese rayo de esperanza que hace que mis
días cobren sentido. Te lo suplico, dame un tiempo, pondré
todo en orden, pero no me dejes, por favor, pensaremos
juntos cómo hacerlo.
—Y mientras tanto, sigo siendo tu querida, ¿no?
—Emma, voy a decírtelo por última vez, ni eres el
segundo plato ni he estado jugando contigo. Todo lo que he
hecho ha sido porque lo sentía de corazón. No solo necesito
estar contigo, es que ya no sé vivir sin ti. —Se levantó
llorando y se dispuso a marcharse.
—Pablo, espera.
Le creí, jamás vi tanta sinceridad en sus ojos como la que
desprendían aquella mañana. Cuando alguien a quien
quieres te hace daño, puedes aferrarte a tu enojo, a tu
dolor, a tu rencor o elegir el perdón. Pero perdonar no
significa olvidar ni buscar excusas para el daño que te han
hecho, perdonar da la paz necesaria que te ayuda a
continuar con tu vida. No sabía si sería capaz de enterrar el
hacha de guerra en el olvido, pero sí que era consciente de
que yo tampoco podía vivir sin él. A veces el amor nos hace
perder la cordura, pero existen amores tan bellos que
justifican todas las locuras que podamos cometer.
Capítulo 28
Al rescate
—¿Ya te marchas?
—Sí, ya he terminado por hoy.
—¿Te apetece que comamos?
—No puedo, Nico, tengo planes.
—¡Qué pena!, hace mucho que no nos juntamos, habría
estado bien.
—Me organizo para otro día, ¿vale?
—Vale, te tomo la palabra.
Saco mi móvil y escribo a Oli, ¡comienza nuestra
operación rescate! Llevamos días planeándolo y pensando
cómo podíamos hacerlo. Sabíamos que quedar con ella iba a
ser prácticamente misión imposible así que ideamos un
plan.
Nico:
«3,2,1… ¡operación activada!».
Oli:
«¿Ha salido ya?».
Nico:
«Ahora mismo, como preveíamos me ha dado largas para
comer».
Oli:
«¡Qué novedad!, ¿cómo quedamos?».
Nico:
«Paso por tu casa en media hora, lo que me cueste
llegar».
Oli:
«Ok, avísame y bajo».
Llego puntual a casa de Oli, me está esperando en la
puerta. Cogemos el primer taxi que pasa y nos dirigimos a
casa de M. Nos da igual lo que diga, ¡tenemos que poner
remedido a esta situación! No llamamos, esperamos a que
salga un vecino y subimos directamente. Tocamos el
timbre, la operación rescate continua su curso.
—¿Qué hacéis vosotros aquí? —pregunta sorprendida.
—¡No hace falta que te alegres tanto por vernos! —dice
Oli cabreada.
—Emma, queremos hablar contigo —intento mediar para
suavizar las cosas.
—¿Hablar de qué?, ¡ya te he dicho que tenía planes!
—Pues precisamente por eso, ¡tienes planes, pero nunca
son con nosotros!
—Estás así por el gilipollas de tu jefe, ¿verdad? —Pese a
que yo lo intento, no puedo contener a Oli.
—¿Todo esto viene por nuestro encontronazo del otro
día? Os jode que no os haya contado nada, ¿no?
—¡No! Lo que sucede es que no entendemos por qué
pasas de nosotros de la noche a la mañana.
—¡Yo no paso de nadie!, ¡os estáis montando una
película!
—Pero ¿cómo puedes tanto morro, tía?, ¿qué no pasas?
No contestas a nuestras llamadas y hace más de cuatro
meses que no quedamos los tres. ¿Te parece normal? Me la
suda con quién te acuestes la verdad, pero me parece
alucinante que encima tengas la jeta de no reconocerlo.
—Oli, te dije que tenía mucho trabajo, no me pasa nada
más.
—Claro y por eso solo tienes tiempo para que él te la
meta doblada, ¿no?
—¡Si no te importa deja de hablar así de él!, ¡no lo
conoces de nada!
—¡Chicas, ya vale! Pablo no es el motivo por el que
estamos aquí. Hemos venido por ti y por nosotros, no
queremos que las cosas se enfríen más de lo que están. M,
puedes contar con nosotros, somos los mismos de siempre y
te echamos de menos.
—¿De qué vais?, si de verdad os importara entenderíais
que es una oportunidad para mí, están contando conmigo
para grandes proyectos y solo estoy intentando mejorar.
—¿Y por qué cuenta contigo?, ¿porque después de
trabajar le haces dos mamadas para que duerma a gusto?
—¡Ya vale!, no voy a permitir que me faltes al respeto
así. Como ya os he dicho, tengo cosas que hacer, así que, si
no os importa, hablamos en otro momento.
—¿Te da igual que luego se vaya a casa con su mujer?
—Creo que ese tema no es de tu incumbencia.
—¡Pero qué dices!, ¿no te das cuenta de que esta no eres
tú?, ¡estas renunciando a tu vida por él!
—¡No os pongáis así!, ¡vamos a aclarar las cosas como
personas adultas!
—Dudo que un adulto te hable con tan poca educación.
Nos vemos chicos —dice mientras nos cierra la puerta en la
cara.
Y así, nuestra operación rescate se convirtió en el mayor
desastre de la historia. Parecíamos tres desconocidos, ni
siquiera nos dejó entrar en su casa. Intentamos aclarar las
cosas para que todo volviera a ser como antes y lo único
que conseguimos fue complicar todo mucho más. No
pretendíamos discutir por tonterías cuando podíamos estar
riendo por estupideces como siempre hemos hecho. Dicen
que nadie pierde a un amigo por decirle lo que piensa, pero
en esta ocasión no lo teníamos tan claro. Solo nos quedaba
confiar en que M supiera que siempre seremos sus estrellas
y, aunque ahora no quiera vernos, siempre vamos a estar
ahí.
Capítulo 29
Truco o beso
1 de octubre
No puedo evitar sentirme culpable por el beso que
Marcos me dio ayer. Sé que lo mío con Pablo se acabó y que
debo seguir adelante, pero sentir unos labios que no son los
suyos ha tenido un efecto desgarrador en mí, es difícil
olvidar a alguien que te dio tanto para recordar. No paro de
pensar en aquella fatídica mañana, habían pasado cuatro
meses desde que Pablo y yo nos dimos una segunda
oportunidad. No habían cambiado mucho las cosas, ya casi
ni aparecíamos por el Irish y solo nos veíamos en mi casa
cuando a él le venía bien. Me daba igual la existencia de
Alicia, sabía que él no la quería y tenía la esperanza de que,
tarde o temprano, la dejara atrás. Éramos felices, a nuestra
manera, pero lo éramos. Estaba sentada en su despacho,
decidí trabajar allí para evitar a Nico, después de nuestro
encontronazo no sabía muy bien cómo actuar con él.
De repente, llamaron a la puerta y Alicia hizo su
aparición.
—Perdonad, no sabía que estabas reunido.
—¡Ali!, ¿qué haces aquí?
—Solo pasaba a saludarte y comentarte cómo me había
ido en el médico.
Entonces fue cuando me giré y lo vi, ¡Alicia estaba
embarazada! El mundo volvió a derrumbarse ante mis pies
y los pedazos rotos que había conseguido pegar con
pegamento meses atrás, volvían a separarse.
—Tranquila, pasa, yo ya me iba. Enhorabuena, por cierto
—dije mirando a Pablo fijamente a los ojos.
Aquellas fueron las últimas palabras que le otorgué. No
hizo falta decir nada más, esta vez lo nuestro había llegado
a su fin. ¿Para qué iba a pedirle explicaciones?, ¿para qué
iba a dármelas? Pensaba que estaba enamorado de mí y
que seguía con ella por interés, pero dudo que por
conveniencia decidas tener un hijo con alguien. Cerré la
puerta y, al levantar la cabeza, vi como Nico estaba fuera
esperándome. Me abrazó, no tuve que darle explicaciones ni
me las pidió, solo me sujetó en sus brazos y aquello fue lo
más reconfortante que había sentido en meses. Me fui
andando a casa, cuando subí apagué mi móvil y me senté
en el sofá. No me quité el abrigo, ni encendí la televisión,
creo que seguía en estado de shock. Me tumbé y me quedé
mirando a la nada, hacia el reloj que, dos días atrás, él
había colgado en la pared. Me quedé dormida escuchando
el sonido de sus agujas. Eran las dos de la mañana cuando
abrí los ojos, mirara donde mirara, todo me recordaba a él.
Necesitaba huir, necesitaba salir corriendo de allí, donde
fuera, me daba igual. Busqué en Booking lugares para
desconectar y fue cuando encontré la cabaña, reservé y, sin
pensarlo, fui directa a mi habitación para preparar mi
maleta roja de lunares. No pegué ojo, cuando terminé de
preparar las cosas, encendí mi ordenador y me puse a
escribir. Preparé dos cartas, una para la empresa donde
presentaba mi dimisión y, otra, dirigida a mis chicos, donde
no solo les contaba todo lo que había pasado, sino que
también les pedía perdón por haberlos apartado de mi vida.
A la mañana siguiente me presenté en casa de Nico, dejé
el Micra en doble fila y subí un momento para entregárselas.
—M, ¿cómo estás?
—Pues mal, ¿cómo quieres que esté, Nico?
—Lo sé, venga, pasa, tomemos un café y hablemos.
—Te lo agradezco, pero no puedo, he dejado el coche en
doble fila, solo vengo a darte esto —dije mientras sacaba
del bolso los dos sobres.
—¿Qué es?
—Léela con Oli, porfa, y la otra entrégasela directamente
a Marta. Tengo que irme.
—¡Emma, espera!, ¡no te vayas!
—Nico, necesito irme, me marcho fuera un tiempo,
necesito pensar.
—¡Cómo que fuera!, ¡Pablo ha hecho que pierdas la
cabeza!, ¿y el trabajo?
—Nico, lo entenderás todo al leer mi carta, tengo que
irme.
Me monté en el coche, puse el GPS y encendí la radio.
Huir de los problemas es una carrera muy difícil de ganar,
puede que no sea la mejor opción, pero, a veces, es el
camino más corto. Que no exista una buena razón para
quedarse, es una buena razón para irse.
Capítulo 31
Un final
20 de diciembre
Hace casi dos meses que regresé de la cabaña. Por fin
soy la misma de siempre, aunque ya no la de antes. Saber
lo que no quiero era todo lo que necesitaba para comenzar
una nueva aventura, una hoja en blanco en la que nada está
escrito. Todo se remonta a dos días después de mi beso con
Marcos, me encontraba en el salón, escribiendo en mi diario
mientras una tenue luz se dejaba asomar por la cristalera
del jardín. ¡Cómo echo de menos aquel paisaje! Estaba
inquieta, intentaba no pensar en ello, pero el recuerdo de
sus labios, rozando con suavidad los míos, no desaparecía
de mi cabeza. Y no solo me sentía incómoda porque no
sabía cómo actuar al verle de nuevo, lo peor era que me
sentía culpable por haberlo hecho. No me malinterpretes,
¡claro que me gustó! Pero fue algo más inesperado que el
retorno de los pantalones de campana. De repente llamaron
a la puerta, pensé que sería él, pero para bien o para mal, la
vida nunca deja de sorprendernos. Cuando abrí, Pablo
esperaba al otro lado. Miré sus ojos y, por primera vez, noté
que mis mariposas ya no revoloteaban, el engaño no solo
había acabado conmigo, también con su aleteo. El silencio
habla cuando las palabras no pueden y ojalá hubiera sido
así, pero mi impulsividad le hizo frente y le venció.
—¿Qué haces aquí?, ¿cómo me has encontrado?
—Me lo ha dicho Nico. Necesito que hablemos.
—Este cuento ya me lo sé, no tenemos nada que
decirnos —dije mientras cerraba la puerta despacio.
—¡Por favor, Emma!
—¿Vas a decirme más de lo mismo?, ¿te piensas que voy
a volver a creerme tus mentiras y perdonarte como si nada?
—¡No seas así, por favor!
—Vete, Pablo, no quiero verte más.
—¿Ni siquiera me vas a dejar entrar?
—Lo siento, pero no.
—Por favor, M, he venido hasta aquí por ti —dijo
arrodillado en las escaleras frente a mí.
—¡Yo también estoy aquí por tu culpa!
—Podemos arreglarlo, de verdad. ¡Somos tú y yo, joder!
—Tú, Alicia, un bebé y yo. ¡Menuda cuarteto! —exclamé
irónicamente.
—¡Sabes de sobra que ella no significa nada!
—¿Vas a decirme que es como la virgen María y que se
quedó embarazada de la nada?, ¡venga, por favor!
—¡Fue un error!, ¡una sola noche, te lo prometo!
—¡Pues sí que tienes puntería! Yo que tú me apuntaba a
un club de dardos, se te daría fenomenal.
—Te quiero, M. ¡No me hagas esto! —Vi como unas
lágrimas caían despacio por su mejilla.
—Y yo también a ti, pero ¿sabes qué te digo? ¡Que me
quiero más a mí! No quiero volver a dejar de ser quien soy
por estar contigo, porque sin ti por fin soy yo. Así que, si no
te importa, te pido, por favor, que te marches.
Cerré la puerta y lo dejé ahí, ni siquiera miré por la
ventana para ver si se había ido o no, solo quería dejarle
atrás. Tuve que huir de mi mundo porque aquella persona
que creía conocer y querer por encima de muchas cosas,
me decepcionó una y otra vez. Fue mi culpa por darle la
capacidad de mantener mí felicidad a la altura de sus
intenciones, como si el cupo no pudiéramos llenarlo con
nuestras propias manos. Fue mi culpa dejar todo a un lado
por alguien que no se lo merecía. Me elegí a mí, y así, Pablo
pasó a la historia.
No voy a mentirte, fue muy duro volver a la realidad.
Aunque solo pasara dos semanas en la cabaña, la paz y
armonía de aquel lugar hicieron que me parecieran meses.
Mi escapada no fue suficiente para que mis heridas
cicatrizaran, pero me sirvió para empezar a curarlas.
Recuerdo el día que llegué con mi maleta roja llena de
inseguridades, pensaba que sin Pablo nada tendría sentido y
resulta que era él quien hacía que nada lo tuviera. Sabía
que les debía una disculpa a mis chicos, pasé de ellos por
un falso caballero andante que mentía más que Pinocho.
Pero los amigos de verdad son como las madres, pase lo
que pase, siempre están ahí. Me entendieron y un abrazo
sirvió para que todo, poco a poco, volviera a ser como
antes. Aunque muchas cosas habían cambiado.
Nico y Alfonso están juntos, llevan poco tiempo, pero
cuando estás con ellos ¡parecen un matrimonio de los de
toda la vida! Es alucinante como, a veces, el amor está
delante de nuestras narices y no somos capaces de verlo.
Nos empeñamos en conseguir un ideal y no somos
conscientes de que lo mejor no está por llegar, si no que ya
nos acompaña día a día. Son felices y hacen una pareja de
diez, ¡me encantan!
Aunque te sorprenda, ¡Oli y David también siguen
juntos!, a su manera y con una relación diferente a lo
convencional, pero les va bien. La palabra «novio» sigue
produciéndole urticaria a David, pero, el respeto y la
libertad son la base de su éxito; cada uno tiene su tiempo y
su espacio. Han conseguido darse así la oportunidad de
desarrollarse como seres humanos independientes y, a la
vez, ser uno cuando están juntos. Les admiro.
Y yo sigo sola. Cuando encendí el móvil del trabajo, que
no pienso devolver a Don Seriedad, tenía un montón de
mensajes con llamadas de Lopez, el fundador de Inside. Se
había enterado de que ya no trabaja en Publish porque
había contactado con ellos para encargarme un evento. Me
ofreció ser la nueva directora de marketing de la revista y,
como comprenderás, ¡dije que sí! De manera que he vuelto
al caos del día a día, pero, esta vez, con una nueva ilusión y
con veinte personas a mi cargo. Es un reto difícil, estresante
y, en ocasiones, desquiciante, pero ¡me encanta!
Marcos se ha convertido en un buen amigo y ha venido
varios fines de semana a visitarme. Fui sincera con él tras la
visita de Pablo y entendió que, en aquel momento, no
estaba preparada para nada más. Dicen que un clavo saca a
otro clavo, pero creo que primero debemos estar bien con
nosotros mismos para poder volver a ser junto a alguien.
Todas las tardes llamo a Manuela, nuestro ritual de café
acompañado de una buena charla es la mejor de las
medicinas. De hecho, en nochevieja, nos vamos todos allí,
tengo tantas ganas que mi maleta lleva preparada desde
hace una semana. Volveré a mi cabaña y mis chicos
conocerán el lugar donde pude encontrarme conmigo
misma de nuevo.
Si algo he descubierto durante esta experiencia es que,
cuando las cosas no surgen, lo mejor es no forzarlas, porque
así, no funcionan. He aprendido que primero tengo que
saber quién soy, qué es lo que me importa y hacia dónde
quiero ir. No se busca a alguien para completarse, sino para
que te acompañe y camine a tu lado. Puede que esperaras
un final de cuento de hadas o un comieron perdices y fueron
felices para siempre, pero este es mi final y, aunque el
príncipe azul viniera a rescatarme, me elegí a mí, y no por
ello, deja de Hace casi dos meses que regresé de la cabaña.
Por fin soy la misma de siempre, aunque ya no la de antes.
Saber lo que no quiero era todo lo que necesitaba para
comenzar una nueva aventura, una hoja en blanco en la que
nada está escrito. Todo se remonta a dos días después de
mi beso con Marcos, me encontraba en el salón, escribiendo
en mi diario mientras una tenue luz se dejaba asomar por la
cristalera del jardín. ¡Cómo echo de menos aquel paisaje!
Estaba inquieta, intentaba no pensar en ello, pero el
recuerdo de sus labios, rozando con suavidad los míos, no
desaparecía de mi cabeza. Y no solo me sentía incómoda
porque no sabía cómo actuar al verle de nuevo, lo peor era
que me sentía culpable por haberlo hecho. No me
malinterpretes, ¡claro que me gustó! Pero fue algo más
inesperado que el retorno de los pantalones de campana.
De repente llamaron a la puerta, pensé que sería él, pero
para bien o para mal, la vida nunca deja de sorprendernos.
Cuando abrí, Pablo esperaba al otro lado. Miré sus ojos y,
por primera vez, noté que mis mariposas ya no
revoloteaban, el engaño no solo había acabado conmigo,
también con su aleteo. El silencio habla cuando las palabras
no pueden y ojalá hubiera sido así, pero mi impulsividad le
hizo frente y le venció.
—¿Qué haces aquí?, ¿cómo me has encontrado?
—Me lo ha dicho Nico. Necesito que hablemos.
—Este cuento ya me lo sé, no tenemos nada que
decirnos —dije mientras cerraba la puerta despacio.
—¡Por favor, Emma!
—¿Vas a decirme más de lo mismo?, ¿te piensas que voy
a volver a creerme tus mentiras y perdonarte como si nada?
—¡No seas así, por favor!
—Vete, Pablo, no quiero verte más.
—¿Ni siquiera me vas a dejar entrar?
—Lo siento, pero no.
—Por favor, M, he venido hasta aquí por ti —dijo
arrodillado en las escaleras frente a mí.
—¡Yo también estoy aquí por tu culpa!
—Podemos arreglarlo, de verdad. ¡Somos tú y yo, joder!
—Tú, Alicia, un bebé y yo. ¡Menuda cuarteto! —exclamé
irónicamente.
—¡Sabes de sobra que ella no significa nada!
—¿Vas a decirme que es como la virgen María y que se
quedó embarazada de la nada?, ¡venga, por favor!
—¡Fue un error!, ¡una sola noche, te lo prometo!
—¡Pues sí que tienes puntería! Yo que tú me apuntaba a
un club de dardos, se te daría fenomenal.
—Te quiero, M. ¡No me hagas esto! —Vi como unas
lágrimas caían despacio por su mejilla.
—Y yo también a ti, pero ¿sabes qué te digo? ¡Que me
quiero más a mí! No quiero volver a dejar de ser quien soy
por estar contigo, porque sin ti por fin soy yo. Así que, si no
te importa, te pido, por favor, que te marches.
Cerré la puerta y lo dejé ahí, ni siquiera miré por la
ventana para ver si se había ido o no, solo quería dejarle
atrás. Tuve que huir de mi mundo porque aquella persona
que creía conocer y querer por encima de muchas cosas,
me decepcionó una y otra vez. Fue mi culpa por darle la
capacidad de mantener mí felicidad a la altura de sus
intenciones, como si el cupo no pudiéramos llenarlo con
nuestras propias manos. Fue mi culpa dejar todo a un lado
por alguien que no se lo merecía. Me elegí a mí, y así, Pablo
pasó a la historia.
No voy a mentirte, fue muy duro volver a la realidad.
Aunque solo pasara dos semanas en la cabaña, la paz y
armonía de aquel lugar hicieron que me parecieran meses.
Mi escapada no fue suficiente para que mis heridas
cicatrizaran, pero me sirvió para empezar a curarlas.
Recuerdo el día que llegué con mi maleta roja llena de
inseguridades, pensaba que sin Pablo nada tendría sentido y
resulta que era él quien hacía que nada lo tuviera. Sabía
que les debía una disculpa a mis chicos, pasé de ellos por
un falso caballero andante que mentía más que Pinocho.
Pero los amigos de verdad son como las madres, pase lo
que pase, siempre están ahí. Me entendieron y un abrazo
sirvió para que todo, poco a poco, volviera a ser como
antes. Aunque muchas cosas habían cambiado.
Nico y Alfonso están juntos, llevan poco tiempo, pero
cuando estás con ellos ¡parecen un matrimonio de los de
toda la vida! Es alucinante como, a veces, el amor está
delante de nuestras narices y no somos capaces de verlo.
Nos empeñamos en conseguir un ideal y no somos
conscientes de que lo mejor no está por llegar, si no que ya
nos acompaña día a día. Son felices y hacen una pareja de
diez, ¡me encantan!
Aunque te sorprenda, ¡Oli y David también siguen
juntos!, a su manera y con una relación diferente a lo
convencional, pero les va bien. La palabra «novio» sigue
produciéndole urticaria a David, pero, el respeto y la
libertad son la base de su éxito; cada uno tiene su tiempo y
su espacio. Han conseguido darse así la oportunidad de
desarrollarse como seres humanos independientes y, a la
vez, ser uno cuando están juntos. Les admiro.
Y yo sigo sola. Cuando encendí el móvil del trabajo, que
no pienso devolver a Don Seriedad, tenía un montón de
mensajes con llamadas de Lopez, el fundador de Inside. Se
había enterado de que ya no trabaja en Publish porque
había contactado con ellos para encargarme un evento. Me
ofreció ser la nueva directora de marketing de la revista y,
como comprenderás, ¡dije que sí! De manera que he vuelto
al caos del día a día, pero, esta vez, con una nueva ilusión y
con veinte personas a mi cargo. Es un reto difícil, estresante
y, en ocasiones, desquiciante, pero ¡me encanta!
Marcos se ha convertido en un buen amigo y ha venido
varios fines de semana a visitarme. Fui sincera con él tras la
visita de Pablo y entendió que, en aquel momento, no
estaba preparada para nada más. Dicen que un clavo saca a
otro clavo, pero creo que primero debemos estar bien con
nosotros mismos para poder volver a ser junto a alguien.
Todas las tardes llamo a Manuela, nuestro ritual de café
acompañado de una buena charla es la mejor de las
medicinas. De hecho, en nochevieja, nos vamos todos allí,
tengo tantas ganas que mi maleta lleva preparada desde
hace una semana. Volveré a mi cabaña y mis chicos
conocerán el lugar donde pude encontrarme conmigo
misma de nuevo.
Si algo he descubierto durante esta experiencia es que,
cuando las cosas no surgen, lo mejor es no forzarlas, porque
así, no funcionan. He aprendido que primero tengo que
saber quién soy, qué es lo que me importa y hacia dónde
quiero ir. No se busca a alguien para completarse, sino para
que te acompañe y camine a tu lado. Puede que esperaras
un final de cuento de hadas o un comieron perdices y fueron
felices para siempre, pero este es mi final y, aunque el
príncipe azul viniera a rescatarme, me elegí a mí, y no por
ello, deja de ser un final feliz.
Fin
Biografía
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