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MATERIAL ADICIONAL IMPRESO:

Texto de síntesis biográfica de Paulo Freire

Texto: Valeria López

Paulo nació el 19 de septiembre de 1921 en Recife (Brasil) y murió en Sao Paulo en 1997. A cien
años de su nacimiento, es uno de los maestros más influyentes de la educación del siglo XXI. Sus
escritos han sido traducidos a 35 idiomas y es un referente pedagógico mundial.

De niño pasó hambre y se preguntó: “¿por qué y cuáles son las formas de transformar la realidad?”.
En la universidad estudió Leyes y posteriormente, se doctoró en Filosofía e Historia de la Educación.
Siendo profesor en estas áreas, ahondó en las problemáticas de la educación tradicional y las
relaciones de poder que generan opresión y dominación. Publicó sus primeros textos en la década de
1960´s sobre la realidad brasileña y la alfabetización.

Junto a otros y otras pedagogas propiciaba y ponía en cuestión la opresión de unos seres humanos
sobre otros; ¿por qué existía miseria para unos?, ¿qué puede hacer un ser humano que se niega a
aceptar esta realidad de su contexto histórico como única posibilidad? De ello, Freire planteó la
necesidad de promover la transformación social desde la educación, la invención, ruptura y
recreación del conocimiento. Así, escribió la Pedagogía del Oprimido.

Su método de alfabetización no se enfocó en enseñar a leer y a escribir a personas adultas sino que
involucraba la comprensión del sujeto en su contexto con preguntas como: “¿por qué pasamos
hambre con mi familia si somos capaces de comer?, ¿por qué si trabajamos no podemos acceder a
comida?”, “¿por qué me alfabetizo ahora y no tuve posibilidad de ir a la escuela o aprender antes?”,
“¿por qué otras personas sí estudian y yo no?” Así los talleres de alfabetización de Paulo Freire
partían de preguntar a cada participante sobre sus vidas y promover su inquietud ante el mundo que
les rodeaba. De este modo, surgió el movimiento de Educación Popular en Brasil y su Método de
alfabetización logró alta participación popular. Fue considerado una amenaza al poder estatal y por
ello Freire fue detenido tras el golpe de estado y condenado al exilio. Vivió en Bolivia, Chile, Estados
Unidos y nuevamente Brasil.

Tras haber sido exiliado de su país, en la década de los 90´s, destacó la importancia de contrarrestar
el neoliberalismo desde el pensamiento crítico y una educación no neutral sino como acto político
esperanzador. En sus últimos años ahondó en temas como la autonomía, la audacia ante el miedo, el
conflicto y la indignación. En su obra reúne el marco teórico, metodológico y cuestionamientos del ser
humano. En el presente, su legado se ha enmarcado en las Pedagogías críticas y nuevos
movimientos pedagógicos como las Eco-pedagogías, las Pedagogías decoloniales, las pedagogías
“Otras” de la Investigación y Acción Participativa / Transformadora, las Pedagogías
interdisciplinarias, el Giro cultural y transcultural en la Educación, así como las Pedagogías
dialógicas, del conflicto, entre otras.
FREIRE Y EL DISCURSO DEL PODER * (fragmento)
Henry A. Giroux

(Introducción a Paulo Freire, La naturaleza política de la educación, Barcelona, Ed.


Planeta-Agostini, 1994, p. 20-23.)

Freire ofrece una de las concepciones más dialécticas acerca del poder en la teoría social
contemporánea. El poder se percibe simultáneamente como una fuerza negativa y positiva;
su carácter es dialéctico y su modo operativo es siempre algo más que simplemente
represor. Para Freire, el poder trabaja sobre y a través de las personas. Por un lado, esto
significa que la dominación nunca resulta tan completa como para experimentar al poder
sólo como una fuerza negativa. Por otro lado, significa que el poder se encuentra en la base
de todas las formas de comportamiento en que las personas resisten, luchan o pelean por
su imagen de un mundo mejor. En un sentido general, la teoría de Freire sobre el poder y su
naturaleza dialéctica sirven a la importante función de ampliar el terreno sobre el cual éste
opera. En este caso, el poder no se agota en aquellas esferas públicas y privadas en que
operan los gobiernos, las clases regentes y otros dominantes. Es más ubicuo y se expresa
en una serie de espacios y esferas públicas opuestas que tradicionalmente se han
caracterizado por la ausencia de poder y, por ende, de toda forma de resistencia.

La concepción de Freire sugiere no sólo una perspectiva alternativa frente a los teóricos
radicales atrapados en la camisa de fuerza de la desesperanza y el cinismo, también
subraya que siempre exis ten quiebras, tensiones y contradicciones en varios ámbitos
sociales tales como las escuelas, donde el poder a menudo se ejercita como una fuerza
positiva en nombre de la resistencia. Más aún, Freire entiende que el poder como forma de
dominación no es simplemente algo impuesto por el estado a través de agentes tales como
la policía, el ejército y los tribunales. La dominación también se expresa mediante la manera
en que el poder, la tecnología y la ideología se unen para producir formas de conocimiento,
relaciones sociales y otras formas culturales concretas que operan para silenciar
activamente a las personas. Pero la sutileza de la dominación no se agota simplemente
refiriéndose a aquellas formas culturales que agobian a diario a los oprimidos; también se la
puede hallar en la forma en que los oprimidos internalizan su propia opresión y por ende
participan de ella.

Este es un punto importante del trabajo de Freire que señala las formas en que la
dominación se experimenta subjetivamente a través de su internalización y sedimentación
en las necesidades mismas de la personalidad. De lo que aquí se trata, en el pensamiento
de Freire, es de un importante intento de examinar los aspectos psíquicamente represores
de la dominación y, como consecuencia, los posibles obstáculos internos para el
autoconocimiento y para formas de emancipación social e individual.

La concepción de Freire acerca de la dominación y la forma en que el poder opera


represivamente sobre la psique, amplía la concepción del aprendizaje para incluir el modo
en que el cuerpo aprende tácitamente, como el hábito se traduce en historia sedimentada y
cómo el conocimiento en sí mismo puede bloquear el desarrollo de ciertas subjetividades y
formas de experimentar el mundo.
Esta percepción del conocimiento es importante porque apunta a concepciones
radicalmente diferentes sobre el modo en que formas emancipatorias de conocimiento
pueden ser rechazadas por aquellos que más podrían beneficiarse a partir de ellas. En este
caso, la acomodación de los oprimidos a la lógica de la dominación puede adoptar la forma
de modos de conocimiento activamente resistentes, que plantean un desafío a su propia
concepción del mundo. Más que una aceptación pasiva de la dominación, esta forma de
conocimiento se convierte en una dinámica activa de la negación, la resistencia activa a
escuchar, a oir o a afirmar las propias posibilidades.
La cuestión pedagógica que surge de esta concepción de la dominación es: ¿de qué forma
pueden los educadores radicales evaluar y abordar los elementos de represión y olvido que
se encuentran en el corazón de este tipo de dominación?, ¿cómo se explican las
condiciones que producen la negativa a conocer o a aprender con respecto al conocimiento
que podría desafiar la misma naturaleza de la dominación? .
El mensaje que emerge de la pedagogía de Freire es relativamente claro. Para que los
educadores radicales comprendan el significado de la liberación, deben, en primer lugar, ser
conscientes de la forma que adopta la dominación, la naturaleza de su situación y los
problemas que plantea a aquellos que la experimentan como una fuerza tanto subjetiva
como objetiva. Pero un proyecto así sería imposible a menos que uno tuviese en cuenta
como punto de partida de tal análisis las particularidades históricas y culturales, las formas
de vida social, de los grupos sometidos y oprimidos. He de referirme ahora a este aspecto
del trabajo de Freire.
Freire y su filosofía de la experiencia y la producción cultural Uno de los elementos más
importantes que proporciona Freire para la formación de una pedagogía radical es su
concepción de la experiencia y la producción cultural. La noción de Freire sobre la cultura
está reñida tanto con las posturas conservadoras como con las progresistas.
En el primer caso, rechaza la idea de que la cultura pueda ser simplemente dividida en
formas superiores, populares e inferiores, donde las superiores representan la herencia más
adelantada de una nación. Según esta postura, la cultura oculta las ideologías que legitiman
y distribuyen formas específicas de cultura como si no estuviesen relacionadas con los
intereses de la clase gobernante y las configuraciones de poder existentes.
En el segundo caso, rechaza la noción según la cual el momento de la creación cultural
concierne únicamente a los grupos dominantes y estas formas culturales contienen solo las
semillas de la dominación. Con relación a esta posición, igualmente rechazada por Freire,
hallamos la suposición de que los grupos oprimidos, por su misma situación en el aparato
de la dominación, poseen una cultura progresista y revolucionaria que solo necesita
liberarse de los grilletes de la dominación de la clase gobernante.
Para Freire, la cultura es la representación de las experiencias vividas, de los artefactos
materiales y de las prácticas forjadas en el marco de las relaciones desiguales y dialécticas
que los diferentes grupos establecen en una sociedad determinada en un momento histórico
particular. La cultura es una forma de producción cuyos procesos están íntimamente
conectados con la estructuración de diferentes formaciones sociales, en particular las
relaciones con la edad, el género, la raza y la clase. Es asimismo una forma de producción
que ayuda a los seres humanos a transformar la sociedad a través de su uso del lenguaje y
otros recursos materiales. En este caso, la cultura está íntimamente relacionada con la
dinámica del poder y produce asimetrías en la habilidad que poseen los individuos y los
grupos para definir y alcanzar sus objetivos. Lo que es más, la cultura también es un campo
de lucha y contradicción, y no existe una única cultura en el sentido homogéneo. Por el
contrario, hay culturas dominantes y sometidas que expresan diferentes intereses y operan
desde sectores de poder desiguales y diferentes.
Freire aboga por una noción de poder cultural que tome como punto de partida las
particularidades históricas y sociales, los problemas, el sufrimiento, las visiones y los actos
de resistencia, que constituyen las formas culturales de los grupos sometidos. La noción de
Freire sobre el poder cultural posee un doble foco, como parte de su estrategia para que lo
político devenga más pedagógico. En primer lugar, argumenta que los educadores tienen
que trabajar con las experiencias que los estudiantes, los adultos y otros educandos traen a
las escuelas y otros centros educativos. Esto implica someter aquellas experiencias, en sus
formas públicas y privadas, a debate y confirmación; significa legitimar tales experiencias a
fin de brindar un sentido de autoafirmación a los que las viven y experimentan, y de
proporcionar las condiciones para que los estudiantes y los demás puedan desplegar una
voz y una presencia activas. La experiencia pedagógica se convierte aquí en una invitación
a exponer los lenguajes, sueños, valores y encuentros que constituyen las vidas de aquellos
cuyas historias son, con frecuencia, son activamente silenciadas. Pero Freire hace algo más
que luchar por la legitimación de la cultura de los oprimidos. También reconoce que tales
experiencias son contradictorias por naturaleza y que no solo contienen un potencial radical
sino también la semilla de la dominación. El poder cultural, en este caso, da un giro y remite
a la necesidad de trabajar sobre las experiencias que constituyen las vidas de los oprimidos.
Esto significa que tales experiencias deben recuperarse críticamente en sus diversas
formas culturales a fin de revelar tanto sus puntos fuertes como sus debilidades. Más aún,
esto significa que la autocrítica es alabada en nombre de una pedagogía radical destinada a
desenterrar y a apropiarse críticamente de aquellos desconocidos momentos
emancipadores del conocimiento y la experiencia burguesas que proporcionan la
capacitación que han de necesitar los oprimidos para poder ocupar puestos de liderazgo en
la sociedad dominante.
Lo que resulta sorprendente en esta concepción es que Freire haya formulado una teoría
del poder y la producción cultural que parte de la noción de educación popular. En lugar de
partir de generalizaciones abstractas acerca de la naturaleza humana, aboga
acertadamente por principios pedagógicos que surgen de las prácticas concretas que
constituyen el dominio en el que las personas viven sus problemas, esperanzas y
experiencias cotidianas. Todo esto sugiere considerar seriamente el capital cultural de los
oprimidos, desarrollando instrumentos críticos y analíticos para interrogarlo, y manteniendo
el contacto con las definiciones dominantes sobre el conocimiento para poder analizarlas en
función de su utilidad y por las formas en que representan la lógica de la dominación.

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