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La Revolución Neolítica : ¿por qué adoptar la agricultura y una forma de vida


sedentaria?

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Mario Martin Merino


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© Mario Martín Merino, 2017

¿Por qué adoptar la agricultura y una forma de vida sedentaria?

Introducción
La adopción de la agricultura en el Neolítico es, sin duda, uno de los acontecimientos más
importantes y de mayor trascendencia ocurridos en la historia del ser humano como especie. La
aparición y posterior expansión de la agricultura por distintas áreas del planeta se estima que tuvo
lugar hace unos 10.000 a 5.000 años aproximadamente.
Hasta la adopción de la agricultura, los seres humanos emplearon como único medio para procurarse
sustento, técnicas propias de cazadores-recolectores. La transición hacia la agricultura, que
posteriormente conducirá a la aparición y desarrollo de las primeras civilizaciones urbanas conocidas
así como la obtención de una riqueza y prosperidad material inimaginables para las poblaciones de
cazadores-recolectores neolíticos, ha hecho que este proceso sea denominado como “Revolución
Neolítica (1) ”. No obstante, no todo fueron ventajas y, en algunos casos, la adopción de la agricultura
y de un modo de vida sedentario tendrá consecuencias cuyos efectos se dejan sentir hasta nuestros
días en diversos ámbitos. 
Determinar donde y cuando los seres humanos tomaron la decisión de domesticar ciertos animales y
plantas, es una cuestión relativamente bien establecida, así como las distintas teorías al respecto. Lo
que no está tan claro y sigue constituyendo un tema de discusión, es la razón que empujó a nuestros
antepasados a adoptar un modo de vida tan radicalmente distinto al que habían llevado durante
generaciones.
Tradicionalmente, se ha percibido la adopción de la agricultura como algo positivo y que los seres
humanos asumieron ese nuevo modo de vida tras constatar por si mismos las ventajas que la
domesticación de unas determinadas especies animales y vegetales aportaba para la obtención de un
flujo constante de recursos alimentarios. Recientemente, diversos estudios han comenzado a poner en
duda tal afirmación al constatar, por ejemplo, que el trabajo agrícola demandaba un considerable
esfuerzo físico y dedicación, mucho mayor que la caza y recolección.
Tratar de encontrar una respuesta convincente para explicar los motivos de esta decisión es una
cuestión que ha sido objeto de distintas especulaciones durante décadas. Hasta el momento, la mayor
parte de investigadores coincide en que no existe una única explicación para esta transición hacia un
sistema de producción agrícola (Harlan 1995; Smith 1995; Fernández-Armesto, 2001) que surgió
independientemente en diversas áreas del planeta, desde donde más tarde se expandió a otras que, en
el caso concreto de la cuenca mediterránea, lo haría desde el Creciente Fértil (2) gracias a la
prosperidad alcanzada en esa zona geográfica tras la adopción y desarrollo de la agricultura.
I. Teorías sobre el origen y adopción de la agricultura
Es innegable que la aparición y expansión de la agricultura durante el Neolítico ha tenido unas
consecuencias de gran relevancia en el posterior desarrollo de la Humanidad, siendo necesario
indagar y preguntarse sobre su origen y las razones que condujeron a su adopción, cuestiones que
han dado lugar a numerosas y diferentes hipótesis.

(1) Este término fue acuñado en 1936 por Gordon Childe, aunque algunos investigadores prefieren emplear otro término,
el de “Revolución agrícola”.
(2) Denominación que se da a una región histórica que comprende el Levante mediterráneo, Mesopotamia y Persia. Es
considerada como el lugar en donde se originó la Revolución Neolítica que más tarde se expandiría por Occidente. Otras
regiones que han sido consideradas como origen del Neolítico en el mundo son: África subsahariana, sureste de la actual
China, Mesoamérica, oriente de Norteamérica y América del Sur.
Para Winterhalder y Kennett hay tres variables que explicarían el origen de la agricultura, siendo
estas el incremento de la presión demográfica, un cambio en las condiciones medioambientales y
finalmente, la aparición de la competición socio-económica (2006: 4-5).
Respecto a la primera de ellas, en 1977 Mark Cohen había propuesto como causa de la adopción de
la agricultura la presencia de un desequilibrio de los recursos disponibles debido al crecimiento de la
presión demográfica humana en determinadas zonas del planeta, hecho que provocará que grupos de
cazadores-recolectores sopesaran la posibilidad de adoptar un modo de vida radicalmente distinto a
fines del Pleistoceno (3). Una posible crítica a la propuesta de este autor es que en ningún momento
explica porque en determinadas zonas la población humana se incrementó y porque la domesticación
y transición hacia la agricultura se dio en unos lugares concretos.

North y Thomas (1977) plantearon que, debido a la aparición de las primeras sociedades
propiamente agrarias como consecuencia del incremento de la presión demográfica, se produjo el
desarrollo de la domesticación de ciertas especies animales y vegetales.

Sobre la posibilidad de que el tránsito hacia un modo de producción agrícola hubiese sido
consecuencia de un cambio en las condiciones climáticas, Gordon Childe (1928) sostiene que es esto
lo que provocó el cambio. A finales del Pleistoceno se habría producido un cambio climático que
afectó a las condiciones medioambientales y provocó un incremento de las temperaturas, hecho que
desencadenó la extinción de diversas especies animales y vegetales que fueron incapaces de
adaptarse a las nuevas condiciones del entorno, aunque no conviene desdeñar, y sobre todo en lo que
respecta a las primeras, la incidencia de la actividad cinegética humana como uno de los factores que
también contribuyeron a ello.
En relación con este último detalle, Smith (1975) planteó la posibilidad de que la extinción de
algunas especies animales hubiese sido consecuencia directa de su sobreexplotación por parte de los
cazadores-recolectores paleolíticos, y ante la escasez de recursos, decidieron cambiar su modo de
vida adoptando la agricultura como alternativa para conseguir un flujo más o menos constante de
recursos alimenticios.
Winterhalder y Kennett comparten la opinión de Childe, argumentando que, bajo esas nuevas
circunstancias medioambientales, los cazadores-recolectores se vieron obligados a cambiar su modo
de vida, y con ello su dieta, optando por la domesticación de algunas especies animales y vegetales
que por sus características, eran susceptibles de poder serlo. En un primer momento lo habrían hecho
a pequeña escala para, posteriormente, desarrollarse hasta conformar una economía propiamente
agrícola (2006: 6).
Por su parte, Olsson (2001) también es partidario de que el cambio hacia un modo de vida agrícola
fue debido a factores medioambientales que provocaron cambios genéticos en algunas especies,
haciéndolas más propensas a la domesticación, lo cual facilitará el paso hacia un sistema de
producción agrícola.
A juicio de Galor y Moav (2002), este cambio en el de modo de vida incrementó el potencial
evolutivo de algunos individuos, que se preocuparán por desarrollar este nuevo sistema económico
basado en la agricultura en el seno de sus respectivos grupos humanos
En lo que se refiere al tercer factor señalado, Hayden (1990; 1995) sostiene que la agricultura se
originó en grupos humanos que previamente presentaban un grado variable de desigualdad social

(3) Término que hace referencia a una división de la escala temporal geológica encuadrada en el Cuaternario. Comenzó
hace aproximadamente unos dos millones y medio de años y concluyó hacia el 10.000 a.C. Durante este periodo se
produjeron las últimas glaciaciones y arqueológicamente coincide con el Paleolítico.
entre sus miembros, lo cual, en opinión de Lagerlöf (2002), no hizo más que aumentar las
desigualdades y provocar la aparición de fenómenos tremendamente negativos como la esclavitud.
Circunscrito al ámbito mediterráneo, Zeder piensa que la expansión de la “Revolución Neolítica” por
esta zona geográfica se debió a procesos de difusión, colonización y domesticación desarrollados
independientemente en algunas áreas concretas. Asimismo, ofrece una teoría en lo relativo a la
variación de tamaño de las especies animales domesticadas frente a sus homólogos salvajes, además
de compartir la teoría de que la extinción de determinadas especies animales endémicas coincide,
temporalmente, con la llegada y asentamiento de grupos humanos en diversas islas mediterráneas, lo
cual parece indicar que el ser humano jugó un papel destacado en la desaparición de estas (2008:
11602).
Entre los diversos modelos propuestos que pretenden dilucidar la cuestión de cómo se produjo la
difusión del Neolítico por la cuenca mediterránea, destaca el denominado como HBE (4) (Human
Behavioral Ecology).
Keegan (1986) es partidario de poner en relieve la importancia que tuvo la horticultura como etapa
transicional entre el paso de una economía propia de cazadores-recolectores a otra decididamente
agrícola (Winterhalder y Kennett, 2006: 7).
Otros como Guilaine han planteado algunas hipótesis ciertamente novedosas al proponer que el
Neolítico se expandió de forma “aritmética”, para lo cual, se debe tener en consideración la notable
diversidad socio-cultural que se produjo en Europa durante las primeras fases del Neolítico en el
continente, que provocará momentos de gran desarrollo seguidos de otros de estancamiento, que
serán superados gracias a la introducción de nuevas técnicas y especies vegetales y animales que
darán un nuevo impulso al proceso (2009: 267).
En líneas generales, se podría afirmar que las posiciones actuales respecto a esta cuestión, discrepan
de las propuestas anteriores que, en cierto modo, concebían la Prehistoria como poco más que una
mera y simple sucesión de manifestaciones arqueológicas con sus propias características, pero que
hoy en día se ve como una etapa dinámica y compleja, siendo esencial a juicio de Hernando,
determinar cuáles fueron los impulsos que motivaron los distintos cambios que se produjeron a lo
largo de la misma (1994: 140).
Esta nueva visión de la Prehistoria considera que los cambios surgidos en distintos momentos no
tienen que ver necesariamente con fenómenos como por ejemplo, la domesticación, la
sedentarización de los grupos humanos o sus manifestaciones culturales tales como la cerámica o la
elaboración de elementos de piedra pulimentada.

II. Consecuencias de la adopción de la agricultura


Es obvio que la adopción de un nuevo modo de vida y sistema económico de producción como la
agricultura, fue un paso de enorme trascendencia para el ser humano que conllevó una serie de
consecuencias, no siempre positivas, que condicionaran notablemente su desarrollo ulterior.
Una de las consecuencias más obvias se producirá en su relación con el medio ambiente, que será
sometido a diversas modificaciones, siendo algunas de ellas ciertamente perniciosas, para adaptarlo a
las necesidades humanas.
(4) Este modelo aplica los principios de la teoría de la evolución y optimización al estudio del comportamiento humano y
la diversidad cultural con el objetivo de examinar el diseño adaptativo de rasgos de comportamiento y los modos de vida
humanos en un contexto ecológico. También pretende determinar cómo los factores ecológicos y sociales influyen en la
definición de la flexibilidad del comportamiento humano en sus relaciones con otros grupos humanos. Entre otros
objetivos, intenta explicar cómo las variaciones en el comportamiento humano son consecuencia de soluciones
adaptativas a unas determinadas demandas.
Los propios cazadores-recolectores habían incidido sobre su entorno, pero no tan profundamente
como lo harán las sociedades agrícolas. Zeder nos brinda un ejemplo de lo mencionado haciendo
referencia al caso de Chipre, que fue visitada por grupos de cazadores-recolectores del continente
durante el Dryas Reciente (5), aproximadamente unos mil años antes a la llegada por vía marítima de
los primeros colonos que se asentaron en la mencionada isla (2008: 11601).

Blondel y Aronson sostienen que una característica esencial de los diversos medioambientes de la
cuenca mediterránea es la profunda modificación a la que han sido sometidos durante cientos,
cuando no miles de años, por la mano del hombre, así como la introducción de especies vegetales y
animales foráneas cuya presencia repercutió negativamente en la flora y fauna autóctonas (Zeder,
2008: 11603), además de producirse una notable merma de la diversidad ecológica.
En sus primeras etapas, este nuevo sistema de producción agrícola se circunscribió a las zonas
costeras del Mediterráneo, para más tarde introducirse progresivamente hacia el interior del
continente europeo. Estas modificaciones sobre el paisaje provocarán a nivel conceptual que los
seres humanos comiencen a identificarse con un determinado lugar que considerarán su lugar de
origen (Starr, 2005: 8).
La organización de los distintos grupos humanos al constituirse como sociedades agrarias
sedentarias, conllevará una serie de modificaciones que, en algunos aspectos, fueron traumáticas.
En primer lugar, la mayor igualdad existente entre los miembros de grupos de cazadores-recolectores
fue sustituida por estructuras sociales jerárquicas que dieron lugar a notables desigualdades entre sus
integrantes. A consecuencia de esta estratificación social, surgirán determinados individuos que se
dedicarán a ciertas actividades no relacionadas con la producción de alimentos, lo cual dará origen a
la división social del trabajo que, en muchas ocasiones irá también ligada al género, cuyas relaciones
también se habían visto notablemente modificadas. Para Weisdorf (2004), la aparición de esos
individuos jugará un destacado papel en la consolidación del modo de vida agrícola y la
sedentarización de los grupos humanos.
Desde un punto de vista fisiológico, la adopción de la agricultura provocará una serie de cambios
que, en algunos casos, conllevarán un empeoramiento de la condición física y una mayor incidencia
epidemiológica en los seres humanos. Pese a la creencia extendida de que la calidad de vida de los
cazadores-recolectores era bastante mala, gracias al análisis de restos óseos humanos tanto de
agricultores como de cazadores-recolectores, se ha podido constatar que estos últimos fueron capaces
de cubrir prácticamente todas sus necesidades y gozar de una salud incluso superior debido a la
mayor variedad de su dieta (Armelagos et al. 1991).
La adopción de la agricultura conllevó una profunda modificación en la dieta, lo cual tuvo como
consecuencia que la salud bucodental de los agricultores fuera peor que la de los cazadores-
recolectores. También se produjo una progresiva disminución del tamaño de las piezas dentales y
una mayor incidencia de afecciones como la caries y otras patologías periodontales (Latham, 2013).
Debido a que los alimentos consumidos se volvieron gradualmente más fáciles de masticar, la
función masticatoria de los seres humanos se vio afectada, produciéndose una “gracilización” de la
cabeza cuyos resultados más evidentes fueron una reducción en el tamaño de la cara, de la mandíbula
y de los dientes (Larsen 1991, 2006; Sardi et al. 2004), lo cual, como se ha mencionado, contribuyo
al incremento de enfermedades orales.

(5) Breve fase de enfriamiento climático que tuvo lugar a fines del Pleistoceno, hace entre 12.900 y 11.500 años. Existen
indicios que parecen indicar que se produjo debido al impacto de un cometa denominado Clovis en algún lugar de
Norteamérica hace 12.900 años. Otra teoría sostiene que se debió a la erupción del Lacher See, una caldera volcánica
cubierta por un lago localizado en la actual región alemana de Renania-Palatinado.
Tal y como indica Larsen (2006), con la adopción de la agricultura y de un modo de vida sedentario,
se produjo un incremento demográfico en las poblaciones humanas del Neolítico, pero tal y como
sugieren las evidencias encontradas en algunos cráneos, se constata que debieron afrontar un mayor
stress físico debido al trabajo agrícola, además de enfrentarse a etapas de desnutrición y de gran
incidencia de enfermedades que, gracias a la mayor concentración de población, hallaron un terreno
idóneo para su propagación (Ulijaszek 1991: 271; Armelagos et al. 1991; Papathanasiou 2005).
Asimismo, y debido a la menor variedad en la dieta de las poblaciones agrícolas, otro efecto
fisiológico a destacar es la reducción de la estatura respecto a los cazadores-recolectores, además de
una peor forma física (Diamond 1987: 97).
Conclusión
El paso de las sociedades de cazadores-recolectores a un nuevo modo de vida caracterizado por un
sistema de producción agrícola y la sedentarización de los grupos humanos, tendrá incontestables
repercusiones para el futuro de la Humanidad, que culminará con la aparición de las primeras
sociedades complejas y del fenómeno urbano, y a su vez, en las primeras organizaciones de tipo
estatal.
La errónea pero muy difundida creencia de que los grupos de cazadores-recolectores tenían una mala
calidad de vida, debería ser desterrada en vista de las evidencias arqueológicas que apuntan a lo
contrario. A diferencia de estos, los individuos de comunidades agrarias sufrían las consecuencias de
una dieta mucho menos variada, además de verse inmersos en una sociedad mucho más desigual
debido a la progresiva jerarquización de la misma y el impacto en muchas ocasiones negativo sobre
el paisaje circundante, lo cual les hizo gozar de una peor calidad de vida.
Esa visión positiva respecto a la adopción de la agricultura y sus supuestos beneficios al género
humano, es actualmente puesta en tela de juicio por varios investigadores, si bien, algunas
perspectivas sobre la cuestión, como por ejemplo las expuestas por Diamond, pueden llegar a ser
consideradas en sus planteamientos excesivamente radicales.
Lo que si conviene destacar es que hoy en día, y a diferencia de las teorías más tradicionales, que se
mostraron incapaces de alcanzar un consenso, actualmente parece estar perfilándose una postura
conducente al mismo. En lo que todos los investigadores parecen estar de acuerdo es que la aparición
y difusión del Neolítico no fue consecuencia de un único modo de implantación ni en todos los
lugares se adoptó por las mismas causas.
BIBLIOGRAFIA Y FUENTES DE INTERNET

DIAMOND, J. (1987) The Worst Mistake in the History of the Human Race. Discover Magazine, pp. 95-98.
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WINTERHALDER, B.; KENNETT, D.J. (2006) “Behavioral Ecology and the Transition from Hunting and
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