Está en la página 1de 28

República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del Poder Popular para la Educación


L.B. Rafael Quevedo Urbina
Campo Alegre Estado Trujillo

Análisis Organización de América Latina y


el Caribe

Estudiante: Andrés A. López A.


Año 5to Sección “A”

Análisis Organización de América Latina y el Caribe


La idea de integración latinoamericana es muy anterior a los proyectos
panamericanos y neopanamericanos de Washington y tiene profundas raíces en la
historia de este continente. Tiene su origen en el proceso de crisis del colonialismo
español y del portugués, a fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX, y su
máxima aspiración fue la de unir a los pueblos de América Latina. Nacida de un
pasado de explotación colonial similar en todas las naciones americanas al sur del
Río Bravo, la unidad latinoamericana fue el resultado de varios siglos de lucha
contra el opresor extranjero. Entre los principales exponentes de las ideas de
unión e integración puede  mencionarse a Simón Bolívar que en su Carta de
Jamaica del 6 de septiembre de 1815 escribió: “Yo deseo más que otro alguno ver
formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y
riquezas, que por su libertad y gloria…” pero la suprema expresión de la
aspiración de Bolívar en cuanto a la unidad de América lo constituyó el Congreso
Anfictíonico de Panamá donde el Libertador se pronunció por defender en común
la soberanía de todos y cada uno de los países de América contra cualquier
intento de dominación por parte de potencia extranjera y propuso la creación de
estructuras comunes incluso llegó a proponer el establecimiento de una
ciudadanía americana común.

Fue nuestro José Martí  quien retomó nuevamente un poco más tarde esos
ideales al lanzar la idea de Nuestra América y enriqueció el viejo ideal de unidad
hispanoamericana cuando este estaba a punto de fenecer ante la fuerza del
panamericanismo promovido por el secretario de Estado, J. Blaine. Martí lanzó
una estrategia de integración latinoamericana fundamentada en la identidad
histórica de nuestros pueblos, pero su llamado fue desoído y no fue hasta la
contienda hispanocubana-norteamericana que muchos pensadores se dieron
cuenta que hacía falta oponer al desaforado expansionismo norteamericano las
ideas de unión de América Latina. Antes de seguir adelante con este recuento
histórico, es preciso detenerse para hacer referencia a un factor que ha tenido una
influencia determinante en el proceso de integración latinoamericana y que fue
avizorado por Bolívar y denunciado por Martí como ya antes quedó planteado y
está vinculado al papel que han desempeñado los Estados Unidos en el mismo,
porque de una manera u otra este país ha tratado de impedir la “verdadera”
integración de la región, entendiéndose por esta, aquella que responda realmente
a nuestros intereses y necesidades.

El elemento común de las diferentes políticas que Estados Unidos ha adoptado y


desarrollado en sus relaciones con América Latina y el Caribe, ha sido, la
imposición de un sistema hegemónico de dominación hemisférica; para
ejemplificar esta afirmación, basta mencionar la teoría del Destino Manifiesto,
expresión del expansionismo y la práctica del despojo de los bienes y recursos de
los demás, por lo que cualquier intento de unión latinoamericana y caribeña que
implique adoptar actitudes independientes y alternativas, no responde a los
intereses y objetivos de los Estados Unidos y por tanto encuentra su rechazo. La
hegemonía, en sentido general, es entendida como la supremacía que un Estado
ejerce sobre otros. En el caso particular de Estados Unidos con América Latina y
el Caribe “es considerada como la capacidad de poder que ejerce, (económica,
militar, política, diplomática, ideológica, tecnológica), para influir decisivamente en
las políticas internas y externas de los países de la región considerando en tal
sentido la categoría dominación como expresión esencial de toda acción
hegemónica”. Nótese en esta definición como se admite que además de la fuerza
pueden utilizarse otros mecanismos de presión para lograr el consenso o
simplemente para alcanzar los objetivos propuestos aún con la ausencia de este.
El poder hegemónico de Estados Unidos se ha manifestado sobre América Latina
y el Caribe a través de tres vías clásicas: imposición política, penetración e
intervención militar y manipulación económica, de las cuáles existen suficientes
ejemplos.

En 1889, tuvo lugar la Primera Conferencia Panamericana, donde los Estados


Unidos dan a conocer formalmente la propuesta de creación de un mecanismo
muy sofisticado, el panamericanismo, que es una concepción política e ideológica
cuyo objetivo es crear un sistema de relaciones interestatales en la que Estados
Unidos sea el eje central, esa propuesta, 60 años más tarde se tradujo en la
creación de la OEA, en 1980, en la Iniciativa Bush para las Américas y hoy en el
ALCA. Ya en el siglo XX, en sus inicios, surgieron nuevos intentos de unidad
latinoamericana frente a la brutal acometida del imperialismo norteamericano. Uno
de particular significado fue el lanzado desde Las Segovias, Nicaragua, por A. C.
Sandino; en medio de la lucha contra la intervención norteamericana, titulado
“Plan de realización del supremo sueño de Bolívar”, el 20 de marzo de 1929, y en
el cual llamaba a la celebración de un congreso latinoamericano- que no llegó a
realizarse- en el cual pretendía lanzar una propuesta de alianza continental.

Esa nueva dimensión del latinoamericanismo estuvo presente en los procesos


revolucionarios de México, Guatemala, y Bolivia y después en la propia
Revolución Cubana como quedó bien definido desde los primeros días del triunfo
de la misma. A partir de la segunda mitad del siglo XX y de manera paulatina
comenzaron a aparecer organismos regionales dirigidos de una manera u otra a
favorecer la integración latinoamericana que excluyen o limitan la presencia de los
Estados Unidos. Esta fue la respuesta que intentaron los pueblos latinoamericanos
ante el neopanamericanismo, que es la expresión actual del panamericanismo, y
que tiene como propósito lograr una parcial integración continental, mediante el
encadenamiento de las economías más atrasadas de América Latina a las nuevas
necesidades del imperialismo norteamericano a través de la creación de grupos o
el establecimiento de acuerdos bilaterales o trilaterales, siempre asimétricos, lo
cual conduce a muchas incoherencias y hace muy difícil la armonización regional,
pero además su mayor peligro radica en las consecuencias negativas que
ejercería sobre la soberanía de nuestros pueblos.

Hacia finales de los años 50, América Latina sustentaba su desarrollo económico
en el llamado modelo desarrollista, impulsado por las entonces oligarquías
nacionales, donde se pretendía alcanzar, y de hecho se logró en gran medida,
cierto desarrollo de las industrias nacionales, basándose en la sustitución de
importaciones. El auge de estas políticas generó la necesidad de mercados
ampliados, esta es la etapa en que se incorpora el elemento de la integración
como una necesidad práctica. Sin duda alguna el período de 1969 a 1979 fue el
de mayor dinamismo de la política exterior y proyección de los intereses
nacionales latinoamericanos y caribeños dirigidos a potenciar el desarrollo hacia
adentro. Es en esta etapa cuando tiene lugar el proceso de formación de los
llamados acuerdos de primera generación, que enarbolan nuevas tendencias
latinoamericanas, y persisten en alcanzar el ideal de unidad e independencia,
expresado sobre la base de una posible convergencia de diversos intentos de
regionalización y subregionalización. Podemos mencionar entre algunos de ellos:
La Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC), El Mercado Común
Centroamericano (MCCA), El Pacto Andino y La Comunidad del Caribe
(CARICOM).

A finales de los 70 el modelo desarrollista quedó agotado debido a su excesiva


potenciación, de ahí que en la década de los 80 cambiara el panorama
integracionista de la región, motivado ello, entre otras razones, por la crisis de la
deuda externa y particularmente por el desarrollo del modelo neoliberal, pasando a
ser el objetivo central la inserción de las economías nacionales en la economía
mundial. No obstante la atención al tema del pago de la deuda y
fundamentalmente de sus intereses, implicó que el tema integración quedara un
tanto olvidado. En esta misma década, el neoliberalismo, como filosofía resultado
también del aplastante proceso de globalización, apunta contra los estados
nacionales conceptuándolos como insuficientes e ineficientes para garantizar los
servicios públicos. Las causas del subdesarrollo, según esta filosofía, ya no eran
responsabilidad de las apetencias del Norte sino de la propia insuficiencia interna
de los estados. Los expertos en Washington indicaron a los gobiernos y a sus
respectivos Estados, privatizar, desregular, liberar las finanzas, abrir el comercio,
disciplinar rigurosamente los gastos públicos, hacer reformas fiscales, promover la
inversión extranjera; en resumen entregarse en cuerpo y alma al mercado y
confiar en que este terminaría sacando de la pobreza a las naciones.

Los rasgos generales de la última década de globalización neoliberal acelerada se


revelan de manera “clásica” en nuestra región de la siguiente manera:
desestructuración de los sistemas nacionales, debilitamiento de los Estados
Nacionales; crisis de prestigio y actividad de gobiernos, partidos y políticas;
incremento de la pobreza y la desocupación; armamentismo, guerras; incremento
de la presión migratoria y de leyes y acciones del Norte para obstaculizar el libre
flujo de la fuerza de trabajo; drástica reducción del sector público, junto a una
privatización acelerada; concentración de la riqueza; predominio ascendente de
las transnacionales; aumento del crimen, particularmente del organizado;
incremento incontrolado de la corrupción, desprotección frente a la mala
especulación financiera; aumento de la desigualdad entre países. Desde el punto
de vista humano todas estas características confluyen en una realidad social de
mucha mayor desigualdad, pobreza y falta de protección de la gente. En 1980
América Latina tenía un 35% de hogares pobres, con un total de 136 millones de
personas. Al cierre de 1997 un 36% de la población de la región, 204 millones de
personas clasificaron como pobres, de ellos 90 millones eran indigentes, en tanto
las tasas anuales de desempleo urbano en cuatro economías de gran peso en la
región, confirman el carácter estructural de la desocupación.

Al desolador panorama social, se une la realidad de un deterioro ambiental


acelerado, muestra del amplio poder destructivo del capital en el ámbito de la
relación sociedad-naturaleza. Hoy la irreversibilidad de determinados daños
ecológicos, y el largo tiempo necesario para la regeneración de muchos recursos,
permiten hablar en América Latina de una crisis económica-ambiental. Ante tal
situación de economías neoliberales cabe plantear como alternativa la integración
económica y política en torno a intereses comunes de estados y naciones de
nuestra región. Hacia los años 90, con el desarrollo y profundización de la políticas
neoliberales caracterizadas por la apertura y la desregulación económica, el
desarrollo de políticas de ajustes estructurales, una mayor apertura de mercados y
una desenfrenada cadena de privatizaciones, vuelve a ser el tema de la
integración, objeto de atención, y es considerada una necesidad para enfrentar los
nuevos retos internacionales.

Entre los años ochenta y noventa e impulsados hasta cierto punto por el papel que
desempeña la Unión Europea surge una nueva fase en el proceso de unidad
latinoamericana con los acuerdos de segunda generación, de los que son
exponentes el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), la Asociación de Estados
del Caribe (AEC), la Comunidad Andina de Naciones (CAN), el Sistema de
Integración Centroamericana (SICA), el Mercado Común Caribeño (MCC) y el
Grupo de los Tres (México, Venezuela y Colombia). Este nuevo auge en los
procesos de integración de América Latina y el Caribe, ponen mayor énfasis en los
asuntos relacionados con el mercado y la libertad de comercio, mientras que los
aspectos políticos, sociales y culturales, que también son esenciales en el logro de
una verdadera integración no resultan ser los de mayor atención.

No obstante algunas corrientes y gobiernos contemporáneos, como el de H.


Chávez, en Venezuela, intentan impulsar tendencias integracionistas de matriz
bolivariana, aspirando a conformar una confederación política como manera de
preservar la unidad e independencia de los países latinoamericanos y resistir la
integración neopanamericana que ha cobrado particular fuerza en los últimos
tiempos gracias al avance del TLCAN y del apoyo que se le quiere dar a  través de
éste al ALCA, así como a través de otros mecanismos y acuerdos parciales.
Ejemplos de integración latinoamericana son también otros modelos como la
Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), el Parlamento
Latinoamericano (PARLATINO), el Foro de Sao Paulo y otros cónclaves creados
más o menos recientemente. A pesar del sinnúmero de proyectos e intentos de
unión del subcontinente que se han realizado desde los tiempos de Bolívar hasta
la fecha, la realidad es que la integración latinoamericana y caribeña todavía no se
ha conseguido en su verdadera dimensión, dada la desigualdad y asimetría
presentes en las economías latinoamericanas.

Hoy en el siglo XXI ya no puede seguirse manteniendo una actitud servil ante la
potencia hegemónica mundial pero esto no puede darse de forma espontánea, se
necesita establecer de forma coherente y gradual un modelo capaz de fortalecer la
colaboración entre estos países hermanos desde el Río Bravo hasta la Patagonia,
resolver problemas comunes, arreglar por medios pacíficos los conflictos que
puedan surgir, rechazar en forma mancomunada las amenazas y pretensiones de
las potencias, en particular del neopanamericanismo imperialista, promover su
desarrollo económico social y una activa participación en el escenario
internacional, para lograr aumentar su capacidad en relación con Estados Unidos
y el resto de los grandes bloques mundiales.

El proceso de cooperación e integración en América Latina se encuentra en estos


momentos en una etapa de revitalización que no se observaba desde hace
algunos años, los gobiernos de izquierda instaurados en países como Argentina,
Brasil, Uruguay y Venezuela en lo fundamental, han propiciado la realización de
diálogos y el establecimiento de acuerdos que de materializarse serán una
importante victoria en la lucha por la unión latinoamericana, podemos mencionar la
iniciativa venezolana de creación de PETROSUR, empresa multinacional que se
encargará de la comercialización del petróleo y sus derivados con precios
diferenciados para los países del subcontinente y TELESUR, que permitirá
enfrentar el monopolio de la información que hoy tienen las grandes
transnacionales de los países imperialistas, por lo que hay que asumir importantes
definiciones; en el ámbito político se está moviendo entre los sueños bolivarianos
de unión y el intento de los Estados Unidos de conformación de un bloque propio
de la actual era de la globalización como es el ALCA y en el ámbito económico por
la necesidad de ajustar nuestras economías a las condiciones internacionales del
mercado, lo cual aunque parezca contradictorio hace cada vez más necesaria la
integración y la cooperación.

América Latina e incluso el área del Caribe se caracterizan por la existencia de


numerosos esquemas de integración. A juicio de la autora este fenómeno no es un
factor positivo para la necesaria unidad latinoamericana y caribeña, el basamento
de esta afirmación lo constituye el hecho de que los mismos sujetos pertenecen a
varios esquemas lo que puede motivar contradicciones en razón de los fines
planteados en las cartas constitutivas de los mismos y el papel que le corresponde
desarrollar a cada estado miembro dentro de ellos, esto puede graficarse con la
expresión de “las mismas fichas moviéndose en distintos tableros”. Otro aspecto
es que en algunos de esos esquemas participan sujetos con un grado tan desigual
de desarrollo con respecto a los demás miembros que dificulta el establecimiento
de políticas comunes y condiciones equitativas de intercambio para todos, por
último, se produce una fragmentación que no hace otra cosa que debilitar esa
unión, podemos mencionar como ejemplo de lo anteriormente planteado a México
que forma parte del Grupo de Río, del Grupo de los Tres junto a Venezuela y
Colombia y también del TLCAN junto a estados Unidos y Canadá, sin lugar a
dudas los intereses de los esquemas mencionados son totalmente diferentes.

No obstante el proceso de integración latinoamericana y caribeña sobre todo a


nivel subregional ha seguido avanzando y es irrefutable que se han obtenido
importantes logros. Cabe mencionar aquí a la Asociación de Estados Caribeños
(AEC) creada mediante Convenio Constitutivo en 1994, el Grupo de los Tres (G-3)
establecido mediante Tratado de Libre Comercio entre México, Venezuela y
Colombia en 1994, la Comunidad del Caribe (CARICOM) mediante el Tratado de
Chaguaramas de 1973, la Comunidad Andina de Naciones (CAN) que se instituye
en 1996 mediante el Protocolo Modificatorio del Acuerdo de Integración
Subregional Andino, el Sistema de Integración Centroamericano (SICA), que
sustituye a la ODECA mediante el Protocolo de Tegucigalpa en 1991 y el Mercado
Común del Sur (MERCOSUR) creado por el Tratado de Asunción en 1991.

2.1. El Derecho de Integración en América Latina

En la región, lo relativo a la integración jurídica es un problema que tiene sus


propias peculiaridades ya que la diversidad de esquemas de integración
existentes, cada uno de ellos con su propia normativa jurídica constitutiva ha
posibilitado la existencia de una gran dispersión. La relación entre el Derecho
Internacional y el Derecho Interno, y un incipiente Derecho Comunitario, si es que
así puede llamarse, ha estado condicionada por las condiciones sociopolíticas y
económicas específicas de nuestros países. En América Latina, hay dos
organismos que se encuentran avanzados en el establecimiento de un
ordenamiento comunitario: el SICA y el MERCOSUR, ambos son esquemas
subregionales.

El Sistema de Integración Centroamericano es el resultado de la


reestructuración de la Organización de Estados Centroamericanos (ODECA)
cuando producto del redimensionamiento del proceso de integración, después de
la década perdida, fue establecido mediante el Protocolo de Tegucigalpa a la
Carta de esa organización durante la XI reunión de Jefes de Gobierno y de Estado
Centroamericanos en 1991 y en el cual quedaron fijados los propósitos y principios
que rigen el Sistema. Tiene un modelo institucional complejo conformado por
órganos políticos, administrativos y sociales. Los órganos políticos son: la Reunión
de Presidentes, la Reunión de Vicepresidentes, el Consejo de Ministros, el
Parlamento Centroamericano y la Corte Centroamericana de Justicia. Los órganos
administrativos son el Comité Ejecutivo y la Secretaría General, ambos son de
carácter permanente y cumplen tareas de ejecución y apoyo de las políticas y
mandatos de los órganos superiores. El Comité Consultivo Unico es el órgano
social del SICA, este órgano, es de vital importancia, por ostentar atribuciones de
naturaleza jurídico-políticas, ya que por medio de su Reglamento Constitutivo, se
encuentra facultado para buscar la armonía entre los diferentes intereses
existentes dentro de los diferentes sectores de los Estados miembros de la
Comunidad.

En el SICA coexisten órganos intergubernamentales y supranacionales, aunque


las funciones que tienen algunos de ellos no son tan amplias como en la UE por
ejemplo el PARLACEN, aspecto que debe ser objeto de análisis y reforma en el
SICA, ampliar las funciones y competencias del PARLACEN, le permitiría realizar
un control más efectivo del sistema como sucede con su homólogo europeo. No
aparece tampoco concebida dentro del modelo el establecimiento de una política
común de enfrentamiento contra situaciones que pueden poner en peligro la
estabilidad democrática de los estados miembros como es el tráfico de drogas,
armas y personas. Esto no quiere decir que no se luche contra flagelos como
estos pero no de manera  institucionalizada. Especial atención merece la Corte
Centroamericana de Justicia (CCJ) órgano jurisdiccional principal y permanente
del SICA, fue creado para resolver los conflictos jurídicos del proceso de
integración centroamericana, y para asegurar el cumplimiento y desarrollo de los
propósitos, principios y fines del Protocolo de Tegucigalpa (PT), sus instrumentos
complementarios y actos derivados del mismo.

Su jurisdicción, competencia y doctrina son de carácter obligatorio, tanto para los


Estados miembros, como para los demás órganos, organismos y sujetos de
derecho privado que formen parte o participen en el SICA. Debe hacer respetar la
distribución de competencias entre todos ellos, y proteger los derechos de los
particulares, disponiendo para tal efecto, de la ultima palabra en cuanto a la
interpretación del Derecho de Integración ; de lo anterior podemos concluir que la
Corte es un órgano supranacional, ya que los Estados miembros del Sistema han
delegado competencias judiciales hacia la misma limitando las de sus órganos
jurisdiccionales. La CCJ actúa como tribunal internacional, comunitario, de
arbitraje, de consulta y constitucional.

Un aspecto que puede considerarse controversial es lo establecido en el artículo


25 del Estatuto de la CCJ que le niega competencia en materia de derechos
humanos, por corresponderle exclusivamente a la Corte Interamericana de
Derechos Humanos el conocimiento de cualquier situación de violación o no
garantía de los mismos. Esto es una incongruencia, porque la tutela de los
derechos humanos no puede desvincularse de los procesos de integración. El PT
establece que el SICA se fundamenta en el respeto a los derechos humanos, por
tener el propósito de <<consolidar la democracia y fortalecer sus instituciones
sobre la base de la existencia de gobiernos electos por sufragio universal, libre y
secreto, y del irrestricto respeto a los Derechos Humanos>>. Por tanto, para poder
llevar a cabo los propósitos del SICA sus miembros procederán de acuerdo a los
siguientes lineamientos: la tutela, respeto y promoción de los derechos humanos.
En este esquema la integración jurídica ha alcanzado un grado de desarrollo
notable al punto tal que ya se ha introducido el término Derecho Comunitario
Centroamericano para identificar el sistema jurídico que rige entre los estados
miembros, y que tiene importantes puntos de semejanza con el modelo jurídico de
la Unión Europea.

El Derecho Comunitario Centroamericano es el conjunto organizado y


estructurado de normas jurídicas, que posee sus propias fuentes, y está dotado de
órganos y procedimientos adecuados para emitirlas, interpretarlas, aplicarlas y
hacerlas saber. De esta forma el Derecho Comunitario promueve la integración de
los países involucrados, conformándose así un ordenamiento jurídico normativo
que goza de independencia y primacía, así como aplicación inmediata y efectos
directos, características esenciales para su existencia y desarrollo. Como puede
observarse son prácticamente los mismos principios que tiene el Derecho
Comunitario Europeo. El Derecho Comunitario Centroamericano está conformado
por un Derecho originario, derivado y complementario. El Derecho originario está
compuesto por los llamados tratados constitutivos con sus respectivos actos
posteriores que los modifican, los cuales componen el núcleo central del SICA, por
ser los instrumentos en donde recaen todas aquellas competencias cedidas por
cada uno de los Estados miembros del Sistema, con el objetivo de crear entes
supranacionales.

Estos instrumentos son: El Protocolo de Tegucigalpa a la Carta de la Organización


de los Estados Centroamericanos (ODECA) de 1992. El Tratado Constitutivo del
Parlamento Centroamericano y otras Instancias Políticas, con sus tres respectivos
Protocolos de 1994. El Convenio del Estatuto de la Corte Centroamericana de
Justicia de 1992. El Protocolo al Tratado General de Integración Económica
Centroamericana (Protocolo de Guatemala). El Tratado Marco de la Seguridad
Democrática en Centroamérica de 1995. Este Derecho primario u originario, es el
encargado de normar las competencias y facultades de sus órganos
fundamentales, y en donde se encuentran sus principios jurídicos estructurales.
Cabe mencionar, que el derecho originario necesita ser ratificado por cada uno de
los Estados que desean formar parte del Sistema, de conformidad a las reglas del
Derecho Internacional Público, pero no son susceptibles de reserva, debido a que
algunos son constitutivos de órganos supranacionales y además, todos ellos
regulan materias en las cuales no se debe admitir que los Estados participantes
queden eximidos del cumplimiento de alguna de las estipulaciones de dichos
instrumentos.

El Derecho derivado centroamericano se configura por medio de los actos


unilaterales de los órganos comunitarios de poder normativo y se diferencian del
primario en el hecho de que no necesita de la ratificación por parte de los Estados
para su vigencia, debido a su aplicación directa, inmediata y de prevalencia sobre
el derecho interno, es decir una vez emitido un acto por un ente del Sistema, este
entrará en vigor de manera inmediata. Dentro de los actos jurídicos que se
consideran Derecho derivado están los siguientes:

· El Reglamento: tiene carácter general por legislar de manera abstracta dentro del
sistema y será obligatorio en todos sus elementos y además se aplicará
directamente en todos los Estados miembros del Sistema, por producir por él
mismo y automáticamente, sin ninguna interposición de las autoridades
nacionales, efectos jurídicos en el ordenamiento interno de los Estados miembros
y debe ser objeto de aplicación en su territorio.

· La Ordenanza, es un instrumento jurídico vinculante por medio del cual, se


determinan y regulan procedimientos y la forma de ejercer las funciones de
determinado órgano u organismo. Ejemplo de ello es la Ordenanza de
Procedimientos de la CCJ.

· Resoluciones: Son obligatorias para todos los Estados miembros del SICA, como
por ejemplo, las resoluciones mediante las cuales el Consejo de Ministros toma
decisiones sobre cuestiones internas del SICA; o las emitidas por la CCJ, en sus
sentencias. Pero cabe advertir, que no toda resolución es vinculante, porque las
realizadas por el PARLACEN son de opinión, análisis y recomendación.

· Acuerdos: Están definidos como actos específicos o individuales, en vista de ello,


son vinculantes únicamente para sus destinatarios.

· Recomendaciones: Contienen orientaciones que solo serán obligatorias en


cuanto a sus objetivos y principios, y además servirán para preparar la emisión de
resoluciones, reglamentos o acuerdos.

· Directriz: Es un acto obligatorio de la Reunión de Presidentes, mediante el cual,


siempre por consenso, formulará instrucciones concretas a los órganos e
instituciones del SICA, sobre materias integracionistas determinadas.

· Declaración: Se define como aquel mecanismo por medio del cual la Reunión de
Presidentes formula su voluntad política sobre aspectos de la integración o
cooperación internacional, la cual no es vinculante, por tratar únicamente aspectos
generales que son ocupados posteriormente para la creación de tratados
comunitarios o de cooperación internacional.

· Opinión Consultiva: Es un acto, que por un lado puede ser un simple


sometimiento para una opinión o dictamen, sin efectos vinculatorios, y por otro
lado, puede concluir en precedentes vinculantes, dependiendo de la naturaleza del
órgano u organismo que realiza la consulta.

En el Derecho derivado centroamericano existe la misma clasificación que en el


derecho derivado europeo: actos vinculantes y no vinculantes, siguiéndose
también la misma técnica normativa, es de significar la diversidad de actos
reconocidos en el derecho comunitario centroamericano.

El Derecho complementario, es el resultado de los acuerdos entre los Estados


miembros del Sistema, que actúan en dependencia de su capacidad internacional.
El Derecho complementario se encuentra compuesto por todos aquellos tratados,
convenios o protocolos que los Estados miembros suscriben dentro del SICA, que
crean organismos e instituciones comunitarias, a quienes dotan de personalidad
jurídica, señalan competencias y atribuciones, como por ejemplo, el Convenio
sobre el Régimen Arancelario y Aduanero Centroamericano, o el Tratado de
Asistencia Legal Mutua en Asuntos Penales entre las Repúblicas de Costa Rica,
El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá. En Centroamérica
también se defiende el carácter autónomo del Derecho Comunitario, aunque la
integración esté regida por el Derecho Internacional, en lo que se refiere a sus
lineamientos generales y las organizaciones internacionales a las que da lugar,
pero el Derecho Comunitario, se ha separado poco a poco del Derecho
Internacional Público, y tiene sus propios principios y características.
Se habla de principios constitutivos del sistema, sobre la base del carácter
funcional del sistema de normas y actos emitidos, estos principios son recogidos
de las disposiciones básicas de los tratados de integración, influyendo sobre todo
el ordenamiento jurídico comunitario; entre los más importantes están: el principio
de atribución, subsidiariedad y el de proporcionalidad. Así en virtud del principio de
atribución, se afirma la posibilidad de los Estados de ceder parte de sus
competencias en conjunto, producto de las voluntades de los Estados, a un
órgano especialmente creado para este propósito, denominado órgano
supranacional. De esta forma la transferencia realizada por los Estados de su
ordenamiento interno en beneficio del ordenamiento jurídico comunitario, de los
derechos y obligaciones correspondientes a las disposiciones del tratado, entraña
una limitación de sus derechos soberanos.

El principio de subsidiariedad es entendido como un límite a la actividad de la


Comunidad en materias ajenas a su competencia exclusiva, con el fin de impedir
la interferencia en la actuación de los estados miembros. En los ámbitos que no
sean de su competencia exclusiva, la Comunidad intervendrá, conforme al
principio de subsidiariedad, solo en la medida que los objetivos de la acción
pretendida no puedan ser alcanzados de manera suficiente por los Estados
miembros, y por consiguiente puedan lograrse mejor, debido a la dimensión o los
efectos de la acción contemplada, a nivel comunitario. Por último está el principio
de proporcionalidad, por medio del cual se determina en las acciones de la
Comunidad, una imposibilidad de exceder lo necesario para alcanzar los fines
propuestos en los tratados. Debido a esto, en la aplicación de una competencia, si
la Comunidad puede elegir entre varios modos de acción, debe optar por aquel
que deje más libertad a los estados y a los particulares. Se exige a las
instituciones comunitarias no rebasar los límites de lo apropiado y necesario para
el logro de los objetivos legítimamente perseguidos.

Estos principios, desempeñan un importante papel al ser orientadores e


informadores de la actividad ejercida por las instituciones comunitarias a través de
la aplicación constante del Derecho Comunitario, siempre en búsqueda de la
realización del objetivo primordial establecido en el Protocolo de Tegucigalpa.
Obsérvese que estos mismos principios son los informantes del Derecho
Comunitario Europeo. El Derecho Comunitario en su totalidad goza de
preeminencia con respecto al Derecho Interno de cada estado parte del sistema
de integración regional, el Derecho Comunitario, como producto de tratados
internacionales suscritos y ratificados por los Estados, está integrado por
instrumentos de Derecho Internacional Público, los cuales son regidos por la
Convención de Viena del Derecho de los Tratados, y la violación por parte de uno
de los Estados al régimen normativo de la integración centroamericana implica la
violación de compromisos internacionales como la convención anteriormente
mencionada. Esto nos lleva a decir que un estado miembro del SICA, no puede
dictar leyes que se permitan desconocer el carácter obligatorio de los actos
jurídicos válidos, realizados por los órganos y organismos de la integración
centroamericana, los cuales han ejercido las facultades conferidas por convenios y
tratados vigentes, ya que después de haber ratificado la normativa comunitaria, no
tendría sentido el dictar disposiciones internas que impidan el cumplimiento de su
finalidad.

De la misma forma, sobre la base del principio de “pacta sunt servanda”


(observancia de los tratados de buena fe), recogido en la Convención de Viena
sobre el Derecho de los Tratados, los estados se comprometen a observar los
tratados y hacer una aplicación e interpretación de acuerdo a la buena fe, por esta
razón los estados miembros del SICA han reconocido, que para realizar su
aspiración integracionista deben cumplir sus obligaciones y se deben abstener de
adoptar cualquier medida que sea contraria u obstaculice el cumplimiento de estos
fines. En general, las leyes nacionales no pueden tergiversar, modificar, ni sustituir
las disposiciones de los tratados vigentes, reglamentos y resoluciones adoptados
conforme a Derecho por los órganos regionales competentes, estableciéndose la
imposibilidad de las leyes nacionales para dejar sin efecto de manera unilateral,
disposiciones de los tratados regionales sobre los casos exceptuados
especialmente, puesto que los estados miembros en el ejercicio de su soberanía,
han decidido ejercerlo conjuntamente en propósitos de bien común de la
comunidad y le han delegado determinadas funciones a los órganos y organismos
de la integración y en esos tratados está plasmado el libre consentimiento de
dichos estados como elemento esencial para la validez de los mismos.

En los instrumentos de integración se establecen disposiciones específicas, donde


detallan la supremacía de las normas y actos dictados por los órganos
centroamericanos; la jerarquía de las normas emanadas de los órganos
comunitarios no es presunta, por esta razón existen en dichos instrumentos
disposiciones generales, e incluso especiales que al definir la naturaleza y alcance
de las competencias atribuidas a los órganos, determinan el efecto directo en el
orden interno por el ejercicio de tales competencias. De no ser así, jurídica y
políticamente, la superioridad jerárquica del Derecho Comunitario carecería de
fundamento sólido. El mejor ejemplo es el artículo 35 PT, siendo este el
fundamento de la validez y jerarquía del derecho comunitario con respecto a
instrumentos adoptados por los Estados miembros en cuanto a la materia de
integración centroamericana, y se aprecia claramente la naturaleza y el alcance de
las competencias atribuidas a los órganos regionales, lo que deja claro la jerarquía
de estos actos realizados en virtud de estas competencias. Estas disposiciones
establecen la supremacía del acto comunitario respecto al Derecho Interno.

La jerarquía reconocida al Derecho Comunitario no se basa únicamente en el


carácter internacional de los instrumentos, sino, además, en la naturaleza
comunitaria del ordenamiento  jurídico normativo que se establece. Por lo tanto en
caso de conflicto entre una norma de este ordenamiento jurídico y una norma
interna de los Estados miembros, prevalece aquella sobre ésta. Tampoco importa
la circunstancia de que la norma interna incompatible sea anterior o posterior. En
Europa, el Derecho Comunitario, se encuentra por encima del Derecho Interno,
como por ejemplo es el caso de España, el artículo 96 de la Constitución
española, establece la primacía de los tratados de Derecho Comunitario sobre las
normas internas, no pudiendo ser alterados o suspendida su aplicación por
eventuales disposiciones internas contrarias. En cuanto a la jerarquía del Derecho
Comunitario, con respecto a las Constituciones de los estados miembros, la Corte
Centroamericana de Justicia en su jurisprudencia, ha manifestado la superioridad
jerárquica del primero con respecto a las normas constitucionales, considerando
que las modificaciones de la Carta Magna, posteriores a la vigencia de convenios
de integración, no tienen ningún efecto, debido a que el Derecho Interno no puede
prevalecer sobre el Derecho de Integración. También se ha establecido la
prevalencia de los tratados de integración sobre otros tratados internacionales,
celebrados entre los Estados miembros; de esta forma, los tratados celebrados
antes de la entrada en vigencia de los tratados comunitarios, siguen siendo válidos
en la medida en que sigan siendo compatibles.

Es evidente la influencia que en el SICA ha tenido la Unión Europea tanto en su


entramado institucional como jurídico, en el SICA tres de los órganos que integran
su sistema institucional tienen carácter supranacional (PARLACEN, CCJ Y SG), lo
cual significa que las funciones legislativas, judiciales y secretariales ya no
dependen de los gobiernos nacionales, lo cual es esencial si realmente se quieren
llevar adelante los objetivos de integración, el resto de los órganos responde a una
estructura intergubernamental de cooperación que asumen funciones ejecutivas
que si tienen determinado grado de dependencia de los gobiernos de los estados
miembros. La mayor debilidad del sistema centroamericano en relación con el
europeo está relacionado con los derechos humanos ya que no cuenta con un
sistema de protección y garantías propio, así como tampoco ha logrado las
libertades del mercado que por ejemplo ha generado el establecimiento de un
espacio económico común en Europa.

El Mercado Común del Sur (MERCOSUR) es el resultado de un paulatino proceso


de acercamiento – traducido en acuerdos, proyectos y compromisos de
cooperación e integración- entre Brasil y Argentina a partir de 1985 y a los que se
aunaron después Uruguay y Paraguay que concluyó con la firma del Tratado de
Asunción en 1991. Este tratado se instituyó con el objetivo esencial de establecer
un mercado común entre los cuatro países antes mencionados, basados en los
principios de flexibilidad, gradualidad y equilibrio previstos en el preámbulo del
mismo. El sistema institucional de este esquema presenta diferencias sustanciales
con respecto a otros de la propia subregión como el SICA y la CAN, por lo que
califica como un órgano semicomplejo, conformado por órganos políticos en su
mayoría de carácter intergubernamental como son el Consejo, el Grupo Mercado
Común, La Comisión de Comercio, La Comisión Parlamentaria Conjunta, y El
Tribunal Arbitral Ad Hoc que se encarga de dirimir las controversias que en
materia comercial se presenten entre los estados miembros y está integrada por
árbitros designados por cada unos de los estados. Tiene visos de
supranacionalidad muy ligeramente insinuados.

Como órgano administrativo está la Secretaría Administrativa que es de apoyo


operativo y está presidida por un Director, designado por un período de dos años
que puede ser renovado. El órgano social es el Foro Consultivo Económico Social
que representa a los sectores económicos y sociales con funciones consultivas.
Son evidentes las deficiencias que presenta esta estructura institucional en la que
la mayoría de los órganos son intergubernamentales por lo que sería
recomendable el establecimiento de órganos con características supranacionales
a semejanza del modelo europeo, no hay una institución presidencial especifica, la
institución política legislativa solo tiene el rango de Comisión y como tal realiza sus
funciones y por otra parte se hace sentir la ausencia de un órgano jurisdiccional
permanente y distinto al tribunal arbitral que ahora existe y que se ocuparía de
resolver las controversias entre los estados miembros pero atendería también a
los particulares como el Tribunal de Primera Instancia y el Tribunal de Justicia de
las Comunidades Europeas. Aunque ya también se habla de un Derecho del
MERCOSUR conformado por un Derecho originario que son los tratados
constitutivos y protocolos y un Derecho derivado referido a los actos jurídicos de
las instituciones, hay que decir que a diferencia del SICA no está lo
suficientemente estructurado por lo que la falta de integración jurídica es una
debilidad significativa del sistema, ya que puede gravitar de forma negativa sobre
el mismo.

Una reflexión final acerca de los instrumentos jurídicos que regulan la integración
en la región nos conduce a la consideración de que aunque desde el prisma
formal reúnen los requisitos que condicionan su validez y efectividad, otra cosa es
lo relacionado con su aplicación práctica, afectada por la falta de cumplimiento de
los compromisos pactados en algunos casos debido a la multiciplidad de acuerdos
firmados por los mismos sujetos, por ejemplo el acuerdo entre México y Costa
Rica que hizo caso omiso de los compromisos establecidos en el sistema
arancelario establecido en el Mercado Común Centro Americano. La ALADI tuvo
que reinterpretar su marco jurídico al ingresar México al TLCAN al tener que
aceptar que sus miembros no siguieran obligados a extender mutuamente las
concesiones otorgadas a terceros. La viabilidad de los acuerdos establecidos en
los esquemas subregionales depende, por tanto, del carácter vinculante,
profundidad y alcance de los compromisos que se establezcan en las
negociaciones, porque de lo contrario puede suceder que sus marcos jurídicos
tengan que ser modificados ante cualquier circunstancia y esto afecta la
estabilidad del esquema.

3.1.Cuba y su posición ante el proceso de integración de la región

Para poder valorar la participación de Cuba en el proceso de concertación y


unidad de la región, en su sentido más amplio, el cual incluye al Caribe, es
necesario antes tener en cuenta en primer lugar el entorno histórico, político,
social, cultural, jurídico en que ha tenido que desenvolverse dentro del hemisferio
y que no siempre ha resultado favorable para nosotros, y en segundo lugar un
factor que ha incidido de manera directa y negativamente sobre ello es el
desmesurado interés que Estados Unidos ha tenido siempre hacia Cuba lo que ha
sido la causa fundamental del diferendo histórico que hoy existe entre ambas
naciones. Cuando todavía los territorios que hoy constituyen los Estados Unidos
eran simples colonias de Gran Bretaña y ni siquiera habían llevado a cabo la
revolución que les daría la independencia ya algunos de sus pensadores – entre
ellos B. Franklin, considerado uno de los padres fundadores de la nación
norteamericana- habían manifestado sus teorías acerca de la importancia que
tendría para este país la posesión de la isla debido a su posición geográfica y las
riquezas que existían en su territorio. En 1805 siendo T. Jefferson el presidente de
los Estados Unidos se producen las primeras declaraciones oficiales sobre el
interés de Estados Unidos de apoderarse de Cuba en caso de llevarse a cabo una
guerra entre España e Inglaterra para proteger los territorios de la Florida y la
Louissiana y manifiesta su intención de adquirir mediante la compraventa a la isla
de Cuba.

En el periodo comprendido entre los años de 1809 y 1857, los Estados Unidos
hicieron varios intentos de comprarle Cuba a España recibiendo la negativa de
este país. Esto marcó el inicio de una política subversiva que incluyó el espionaje
y el establecimiento de contactos con sectores representativos de corrientes de
pensamiento contrarios a la independencia del país – como fue el anexionismo- y
que tenía como objetivo crear un fuerte sentimiento anticubano. En 1823 salió a la
luz la política conocida como la “Fruta Madura” planteada por J. Quincy Adams, el
cual aseguró que “…Cuba cual una fruta madura separada de su árbol por la
fuerza del viento caería en manos de la potencia mas cercana a ella”, que por
supuesto no era otra que los Estados Unidos. En ese propio año se proclama la
Doctrina Monroe con la cual los Estados Unidos realizan una advertencia a las
potencias europeas de que no permitirían ninguna intervención por parte de las
mismas en los territorios de América, de manera simplificada la esencia de esta
doctrina se ha traducido en “América para los americanos” que en realidad es para
los americanos norteamericanos no para los latinoamericanos.

A partir de entonces y durante los años subsiguientes varios fueron los


acontecimientos que muestran el creciente interés de Estados Unidos sobre Cuba,
como el no reconocimiento de la beligerancia de Cuba con lo cual evitan contraer
cualquier tipo de compromiso que pudiese entorpecer sus planes de utilizar el más
mínimo pretexto para intervenir en la isla lo cual lograron con la autovoladura del
acorazado Maine en 1898 que les permitió intervenir en la guerra hispanocubana.
En 1891, Martí advierte el peligro que implica el “águila temible” y así lo hace
saber en la Conferencia Monetaria Internacional a la cual asiste como
representante de Uruguay, su intervención fue tan importante que puede decirse
que obstaculizó las intenciones de Estados Unidos de absorber y desunir al
continente. Martí fue un profundo conocedor de los pueblos latinoamericanos,
incluso vivió en algunos de ellos y quiso a sus héroes y a sus pueblos. Se sentía
orgulloso de haber nacido en Cuba y ser americano. En un artículo que escribió
sobre Guatemala y que fue publicado en un folleto impreso en México dijo: “puesto
que la desunión fue nuestra muerte, ¿qué vulgar entendimiento ni corazón
mezquino han de menester que se le diga que de la unión depende nuestra vida?”

La idea de unión entre los pueblos de América estuvo implícita en todos los
trabajos de Martí, él veía a lo que hoy llamamos América Latina no como un
continente formado por la sumatoria de varias naciones sino como un todo único e
indivisible. Puede decirse que sus apreciaciones sobre la unidad latinoamericana
hoy tienen plena vigencia. Como sus escritos y artículos eran tan difundidos en
casi todos los países de América logró despertar en amplios sectores de las
sociedades americanas profundos sentimientos de identidad y pertenencia. Al
igual que Bolívar tuvo la visión del peligro que representaba Estados Unidos para
la región y muy especialmente para Cuba “…jamás hubo para América de la
independencia a acá, asunto que requiera más sensatez y obligue a más, ni pida
examen más claro y minucioso que el convite que Estados Unidos, repleto de
productos invendibles, determinado a extender su dominación en América hace a
las naciones americanas de menos poder” La integración de América ocupó un
significativo espacio en el pensamiento martiano, él consideraba que para que
esta fuera útil y fecunda debía estar condicionada por el cumplimiento del deber, la
lucha por la dignidad y el respeto a la soberanía, a partir de estas concepciones
Martí desarrolló el patriotismo y el americanismo, concepciones hoy presentes en
nuestro ideario político.

La falta de unidad latinoamericana y el escaso apoyo, a pesar de los reiterados


llamados de Martí, a los patriotas cubanos por parte de los gobiernos del
continente en su lucha contra España, en cierta medida facilitó la intervención de
los Estados Unidos en la contienda reiniciada en 1895. Puede decirse que la única
consecuencia positiva de esta ignominiosa situación fue que alertó a muchos
pensadores de la necesidad de oponer al desaforado expansionismo del
imperialismo norteamericano la idea de integración continental. Ya en el siglo XX
se celebran varias conferencias internacionales donde se fue configurando el
sistema hegemónico de poder de los Estados Unidos acompañadas de
intervenciones militares en diferentes países americanos, en el caso de Cuba
sufrió una intervención militar del 1906 al 1909, al frente de la cual estuvo Ch.
Magoon. La bota militar norteamericana durante todo este siglo hirió en varias
ocasiones a los pueblos latinoamericanos.

La OEA, a la cual ya se ha hecho referencia anteriormente se convirtió en el


mecanismo que promovió la implementación del hegemonismo imperialista
norteamericano. Al triunfo de la Revolución, la OEA se alineó totalmente a la
política de este país contra Cuba. El 15 de enero de 1959 Estados Unidos inició
una campaña de prensa contra la Revolución Cubana cuya causa fue las
sanciones que fueron impuestas a los esbirros y criminales de guerra, que
asesinaron a más de veinte mil cubanos, el objetivo no era otro que deformar la
imagen de la naciente revolución victoriosa frente a los pueblos y gobiernos del
mundo, en particular de América Latina, esta campaña no fue denunciada por la
OEA. La conformación y justificación de una política exterior hostil y agresiva
contra Cuba, basada en “la guerra fría” se enmarca dentro del estereotipado
esquema de la cruzada internacional contra la lo que se dio en llamar “expansión
comunista” en el hemisferio occidental y que permitió emplear los mecanismos
creados por la OEA como la Resolución Anticomunista de Caracas que sirvió en
1954 para derrocar el régimen de J. Arbenz en Guatemala. Sin embargo la
influencia y simpatía que despertó la Revolución Cubana desde los primeros
momentos en los pueblos de América Latina y los sectores mas progresistas y
liberales en el propio seno de la sociedad norteamericana, eran fuente de
constante preocupación y temor para los intereses de Estados Unidos que veía
con pánico que esas ideas pudieran difundirse en el continente.

El gobierno cubano fue partidario desde los primeros instantes de buscar y


promover el entendimiento de las partes con el propósito de reducir las tensiones,
sin embargo el gobierno norteamericano desencadenó un virulento acoso contra la
isla que se tradujo en acciones concretas como fueron: la rebaja de la cuota
azucarera el 3 de enero de 1961, el rompimiento de las relaciones diplomáticas en
abril de 1961, el ataque e Playa Girón en el propio mes de 1961 y ya en el año
1964 decretan el bloqueo contra Cuba. Se establece el llamado “Programa de
Acción Encubierta” que prevé planes de asesinatos de los principales dirigentes
revolucionarios, fundamentalmente Fidel, la realización de acciones subversivas
terroristas, la implementación de la guerra psicológica, comienzan los chantajes y
presiones para lograr el total aislamiento  del país. En el año 1962, en la reunión
de Punta del Este en Uruguay, la Asamblea de la OEA expulsó a Cuba de la
organización utilizando el pretexto de supuestas incompatibilidades del régimen
sociopolítico cubano con los valores del sistema interamericano, lo que provocó la
ruptura casi masiva de las relaciones diplomáticas con Cuba por parte de los
estados del hemisferio. Esta política discriminatoria constituyó una flagrante
violación de la Carta de la OEA y de la Carta de las Naciones Unidas. El entonces
Presidente de la República O. Dorticós y el Canciller R. Roa García denunciaron la
cobardía y el entreguismo de la OEA

Desde el Primero de Enero de 1959, Fidel expresó con claridad la vocación


latinoamericanista y caribeña del país y su aspiración unitaria e integracionista con
el resto del continente. Pero es que incluso este pensamiento estuvo presente en
Fidel desde antes del triunfo de la Revolución, así en el Programa del Moncada
había quedado planteado que “la política cubana en América sería de estrecha
solidaridad con los pueblos democráticos del continente”. A escasos meses de
haber triunfado la Revolución, cuando recién comenzaban a enfrentarse las
complejas y diversas tareas que exigía el esfuerzo por transformar la sociedad, F.
Castro expresaba ante un foro latinoamericano la sensibilidad de los nuevos
dirigentes del país por los destinos de América Latina y el Caribe, al pronunciarse
por la necesaria unidad y cooperación de todos sus países para enfrentar los
graves problemas económicos que padecían. Esto no es más que la continuación
del pensamiento martiano acerca de la unidad latinoamericana. Cuba ha estado
por más de cuarenta años promoviendo la unidad, la concertación y la integración
de las naciones hermanas, como única forma de fortalecer la posición regional y
romper los lazos de subordinación y dependencia de Estados Unidos.

En la economía y cultura cubana la idea de integración estaba matizada por las


características propias del proceso que se desarrollaba en la región: entre los
años sesenta y setenta la integración tenía como principal objetivo la
industrialización por sustitución de importaciones en América Latina, estos
procesos eran de inspiración cepaliana y la industrialización significaba una opción
para la modernización de las sociedades latinoamericanas, y esto realmente era
importante, sobre todo en las sociedades eminentemente agrarias y mineros
exportadoras, Cuba veía con simpatía estos modelos, independientemente de sus
resultados, pero producto de la política hostil y de bloqueo que Estados Unidos
desarrollaba contra nuestro país puede decirse que estaba virtualmente aislada de
América Latina lo que impidió el acercamiento a los mismos, en esos años tenía
mucha fuerza el planteamiento de que países con diferentes sistemas
socioeconómicos no podían formar parte del mismo modelo de integración.

Cuba no se incorporó a los esquemas de integración y cooperación que existían


en la región al triunfo de la Revolución como por ejemplo la ALALC por supuestas
incompatibilidades ideológicas, esto fue el resultado de la política discriminatoria y
aislacionista yanqui, pero si desarrolló fórmulas de asociación con países amigos
porque de lo que sí se tenía conciencia en el país era de que resultaba muy díficil
sostener un desarrollo independiente de un bloque integracionista por lo que Cuba
impelida por las circunstancias y debido al amplio intercambio que mantenía con
los países del campo socialista, que fueron los únicos que se mostraron fieles y
solidarios con la isla cuando producto de los designios de la OEA casi todos los
países de la región rompieron sus relaciones comerciales y diplomáticas con
nosotros, tomó la decisión de integrar el CAME, pero esto no la hizo renunciar a su
verdadero destino histórico y entorno geográfico natural.

La entrada al CAME fue el final de una etapa de casi 12 años de adaptación a las
relaciones técnico-productivas socialistas e incluso de identificación de las formas
de negociar vigentes en lo que fue el campo socialista. Para Cuba la reorientación
de sus relaciones económicas significó la asimilación de una cultura productiva y
tecnológica diferente a la occidental, lo cual implicó la gradual sustitución de una
parte significativa del parque industrial y de servicios existentes en el país. Cuba
fue beneficiada con la implementación de cinco programas vitales para el
desarrollo socioeconómico: azúcar, níquel, cítricos ciencia y tecnología y geología,
firmó acuerdos de precios preferenciales a sus principales rubros de exportación lo
que de forma gradual permitiría lograr un mayor acercamiento a los niveles
económicos del resto de los estados integrantes del esquema.

Pero a partir de 1986 comenzaron a percibirse señales de deterioro en las


relaciones de Cuba con sus socios socialistas debido a su justo reclamo de un
trato de mayor reciprocidad dentro del CAME y además porque ya era muy
evidente la presión de algunos estados miembros de acercarse al mercado
mundial capitalista lo cual incluso no descartaba la separación de algunos de ellos
de la organización. Dentro del CAME no llegó a desarrollarse un sistema
normativo con carácter supranacional, incluso las recomendaciones, principal
instrumento jurídico utilizado entre los estados, solo eran obligatorias para los
estados que las adoptaban, lo que significa que si un estado no estaba de acuerdo
con la misma no le resultaba aplicable y esto a nuestro juicio fragmentaba la
aplicación de las mismas. Cuba no se vio impelida a modificar su sistema jurídico
al integrarse al CAME cuyo fundamental principio estructural era la igualdad
soberana entre los estados partes.
Hoy esto debe significarse porque muchos consideran que el acercamiento que ha
tenido lugar nuevamente a la América Latina y el Caribe no es otra cosa que una
reacción desesperada ante el derrumbe del socialismo cuando en realidad es una
estrategia para el futuro, como lo demuestra el ALBA, no una reacción situacional
ante una coyuntura dada. En la década de los años setenta aparecen en los
escenarios latinoamericanos nuevos actores políticos, como por ejemplo en Chile,
en el cual se establece el gobierno de la Unidad Popular liderado por S. Allende,
O. Torrijos en Panamá que renegocia las condiciones de devolución del Canal con
el presidente Carter, el general Velazco Alvarado en Perú con sus importantes
reformas en el gobierno, Perón en Argentina y otros, los cuales manifiestan su
interés de restablecer relaciones con Cuba y comenzar un activo intercambio
económico, en este contexto se aprueban importantes instrumentos jurídicos
internacionales como la Carta de los Deberes y Derechos de los Estados y el
Programa de Acción para el establecimiento de un Nuevo Orden Económico
Internacional.

América Latina y el Caribe comienzan a dotarse de órganos propios que permiten


dar un impulso a la cooperación regional. Es así como surgen la Organización
Latinoamericana de Energía (OLADE) en 1973, el Grupo de Países Exportadores
de Azúcar (GEPLACEA) en 1974, y el Sistema Económico Latinoamericano
(SELA) en 1975, el Comité de Desarrollo y Cooperación del Caribe (CDCC)
adscripto a la CEPAL creado en La Habana en 1975 con el objetivo de potenciar la
cooperación económica. Agrupa a todos los países del Caribe y es un foro de
concertación y cooperación regional. Es un ámbito importante para Cuba aunque
su efectividad ha sido muy limitada debido a actitudes reticentes a la cooperación,
deficiencias en las dinámicas de funcionamiento del órgano codificador de la
institución y la siempre presente hostilidad de Estados Unidos. A todos estos
mecanismos de cooperación mencionados pertenece Cuba.

En los años ochenta y noventa la situación es totalmente diferente, en el plano


económico el intercambio entre Cuba y América Latina y el Caribe disminuyó al
caer los precios del azúcar y agudizarse la crisis de la deuda externa. El derrumbe
del socialismo en Europa y la posterior desaparición de la URSS significó para
Cuba el colapso de un espacio económico que fue para nosotros de poca duración
y que nos colocó nuevamente en un plazo de menos de 20 años ante la necesidad
de refuncionalizar y reorientar nuestra estructura productiva, económica y
comercial, y como agravante puede señalarse la actitud asumida por Estados
Unidos que tratando de acelerar la caída del proceso revolucionario mediante el
reforzamiento del bloqueo aprobó la ley Torricelli  primero y la Helms-Burton
después, lo cual constituyó la legitimación jurídica y la codificación de las normas
del bloqueo. En América Latina los Estados Unidos tenían como perspectiva la
implementación del llamado Consenso de Washington que implicó un cambio
radical en la manera de concebir la inserción internacional y la integración regional
y en la que por supuesto nuestro país no tiene absolutamente nada que hacer.

En el plano político social los gobiernos militares que se habían establecido en


algunos estados como Paraguay, Uruguay, Chile, Argentina, Bolivia se retiran y
comienza a extenderse la democracia nuevamente, surgen nuevos mecanismos
de concertación como son las Cumbres Iberoamericanas a las que Cuba fue
invitada desde su primera edición celebrada en Guadalajara, México. La
integración es reconocida nuevamente como la única opción valida e ineludible y
aparecen entonces nuevos esquemas de integración como es el Grupo de Río –
que se pronuncia por la conveniencia del regreso de Cuba al sistema
interamericano- tiene lugar la recomposición de otros que ya existían como es el
caso de la ALADI a la cual ya hemos referencia. Cuba fue admitida como miembro
observador desde 1986 y como miembro pleno desde 1999. En los años noventa y
hasta el presente en todo el continente ha cobrado fuerzas la estrategia
integracionista, para Cuba ha sido especialmente significativo el incremento de los
vínculos con acuerdos subregionales caribeños y americanos.

 3.2. Las relaciones de Cuba con la subregión caribeña

El Caribe es una subregión especialmente importante para Cuba por los vínculos
geográficos e históricos que nos unen. Cuando en 1959 tiene lugar el triunfo de la
Revolución Cubana, se producen los acontecimientos en República Dominicana y
comienza en 1962 el proceso de descolonización de las posesiones británicas,
esta parte del hemisferio atrajo las miradas de la Comunidad Internacional. La
Revolución Cubana desde el primer momento fue un hecho que generó una gran
conflictividad en las relaciones internacionales en el Caribe, ya que modificó la
dinámica geopolítica de la región al constituirse en un desafío a la tradicional
hegemonía norteamericana. Desde entonces ha tenido que enfrentar la constante
agresividad de los Estados Unidos, que han utilizado todos los medios de agresión
posible con el objetivo de destruirla, y ante la imposibilidad de lograrlo se han
propuesto minimizar su influencia en América Latina y el Caribe. Uno de los
primeros resultados de la actitud asumida por los Estados Unidos hacia nuestro
país fue la expulsión de Cuba de la OEA, lo que provocó la ruptura masiva de
relaciones diplomáticas y comerciales con la isla; solo dos países hicieron caso
omiso de dicho mandato: México y Jamaica.

Pero no fue solo Cuba quien sufrió el embate de la política de enfrentamiento al


comunismo en América Latina y el Caribe, otros países del subcontinente han sido
también víctimas de su cruzada con el fin de evitar el surgimiento de “nuevas
Cubas”, ejemplo de ello fue la intervención norteamericana en Granada en 1983.
Por otra parte al obtener las colonias británicas su independencia, aparecen
nuevos actores internacionales que muestran una gran preocupación por
consolidar su nuevo status político y económico, por tanto se abren al mundo y
rápidamente manifiestan su interés de establecer relaciones con nuestra isla. Es
en este escenario en el que se produce la trascendental transformación político-
económica de la sociedad cubana. Cuba necesita relacionarse con los países que
forman parte de su entorno geográfico natural pero a la vez se ha visto obligada a
defender su soberanía constantemente amenazada por la potencia hegemónica
mundial.
Un instrumento importante en este sentido, ha sido el diseño de la política exterior
de Cuba, sustentada en un sistema de objetivos que expresan los intereses
externos e internos de la región que responden a condicionantes objetivas y
premisas subjetivas entre las que cabe mencionar: antecedentes históricos,
ubicación geopolítica e inserción en el sistema internacional, formar parte de la
comunidad latinoamericana y caribeña, estar vinculada al llamado Tercer Mundo y
ser además un país socialista. En cumplimiento de lo anteriormente planteado la
política exterior cubana ha tenido que enfrentar dos grandes retos:

1. Enfrentar la constante hostilidad de los Estados Unidos.

2. Provocar la ruptura de su sistema de dominación hegemónica. La consolidación


del proceso revolucionario cubano ha servido para identificar al imperialismo
norteamericano como su principal enemigo, pero también ha demostrado que lo es
también de los demás pueblos de la región por su responsabilidad en el atraso
económico y sojuzgamiento político

Estos dos lineamientos de nuestra política exterior se corresponden con


importantes objetivos de la Revolución:

1. Asegurar la supervivencia, consolidación y avance de las conquistas


revolucionarias.

2. Fortalecer la posición internacional del país para lo cual es necesario estrechar


los vínculos y fortalecer las relaciones de cooperación e integración.

En el diseño de la política exterior cubana, el Caribe constituye una significativa


prioridad, lo cual puede justificarse de la manera siguiente:

· Constituye su entorno geográfico natural, por lo que cualquier situación presente


en la región ya sea positiva o negativa incide sobre Cuba.

· Cuba está inserta en el espacio geopolítico de una potencia que no admite ni


permite cambio alguno en el balance político que pueda afectar y sea ajeno a sus
intereses hegemónicos, por tanto resulta vital ejercer mayor influencia sobre los
países de la subregión con vistas a desarrollar en ellos una actitud de rechazo
hacia cualquier conducta por parte de los Estados Unidos que pretenda aislar a
nuestro país. Cuba es un país respetuoso de los principios y normas del Derecho
Internacional y así lo ha manifestado en sus relaciones con las naciones caribeñas
y latinoamericanas. El Caribe, tan esencial para Cuba, tiene características muy
peculiares, siendo una de las más importantes el hecho de que sus territorios
fueron colonizados por diferentes metrópolis, Francia, Holanda, Gran Bretaña,
etc., por lo que las diferencias socioeconómicas, culturales y poblacionales son
notables. La posición de Cuba en este entorno ha sido por tanto muy difícil, ya que
somos en primer lugar un país hispanoparlante y en segundo lugar socialista. Sin
embargo se ha logrado el respeto del Caribe porque Cuba ha sido capaz de
enfrentar y resistir la hostilidad de Estados Unidos y ha podido avanzar
exitosamente en la implementación de importantes programas como ha sido la
educación, la cultura, la salud, el deporte, aunque la filiación política de la
Revolución y las campañas de desinformación desarrolladas por los Estados
Unidos impidieron por mucho tiempo un estrechamiento mayor de las relaciones
con las naciones caribeñas que no obstante reconocen los lazos comunes que nos
unen.

Estados Unidos ha considerado al Caribe como su tercera frontera, esto quiere


decir que mantener dominada y tranquila a esta subregión constituye para esta
potencia parte de su estrategia para garantizar su seguridad nacional, esta
posición asumida por parte de los Estados Unidos obedece además a importantes
razones económicas, el Caribe es una importante fuente de materias primas
estratégicas como la bauxita y el petróleo, fuente de mano de obra barata y
además existen un número significativo de centros financieros internacionales,
como en  Bahamas y Gran Caimán. Estados Unidos percibe a Cuba como grave
peligro para la estabilidad política de la región y la considera fuente de todos los
problemas que existen en el área. Cuba genera tensiones en el ambiente político
del Caribe e influye sobre los diferentes países que en definitiva asumen dos
posiciones: se inhiben o desarrollan relaciones con nuestro país. El análisis de las
relaciones existentes entre Cuba y las naciones del Caribe nos ha permitido
establecer una periodización acerca de las mismas:

I. Período de planteamiento de relaciones con el Caribe (1959-1970): desde los


primeros meses del triunfo de la Revolución el nuevo gobierno cubano percibió la
necesidad e importancia de establecer fuertes vínculos con los pueblos caribeños
por lo cual inició contactos con los mismos de manera inmediata aunque la
situación en Cuba era muy difícil en esos años debido a que la política agresiva de
Estados Unidos contra el país alcanzó su clímax, muestra de ello fue la invasión
de Girón en 1961 y poco después la llamada Crisis de los Misiles en octubre de
1962, Ante esta situación Cuba denunció los intereses hegemónicos de Estados
Unidos en tribunas internacionales y se enfrentó a los mismos. En este período
Cuba fue expulsada de la OEA y casi todos los estados del hemisferio rompieron
las relaciones diplomáticas con Cuba, por lo que la situación de aislamiento obligó
a buscar nexos con otros países como fueron los socialistas de Europa.

II. Período de restablecimiento de relaciones (1970-1980): Desde los primeros


años de esa década las naciones caribeñas comenzaron a acercarse nuevamente
a Cuba produciéndose un importante período de entendimiento mutuo. En el año
1975 la OEA dio a conocer una Resolución en la que anunció que dejaba en plena
libertad a los estados miembros de la organización de reanudar relaciones a
cualquier nivel con Cuba, lo cual fue muy importante porque significó la ruptura del
aislamiento a que estuvo sometida y el mejoramiento de las relaciones con
estados como Venezuela, Perú, Colombia y otros. En este período Cuba ingresó
en algunos organismos regionales como el SELA y la Empresa Naviera
Multinacional del Caribe (NAMUCAR).
III. Período de estancamiento de las relaciones (1980-1993): este fue un período
largo en el que los acontecimientos que se desarrollaron fueron muy
controvertidos. En Estados Unidos R. Reagan que estuvo en el poder dos
mandatos, lanzó su Iniciativa para la Cuenca del Caribe, que se sustentó en el
liberalismo y se convirtió en un fuerte mecanismo de presión e imposición de
condicionamientos políticos entre la potencia hegemónica y los países de la
subregión. La situación de endeudamiento de los países latinoamericanos y
caribeños fue denunciada en foros internacionales y Cuba fue abanderada en la
lucha contra ese flagelo económico que impide concertar políticas de cooperación
e integración adecuadas, se desarrolló la llamada “década perdida” de la
integración. Estados Unidos potenció el papel de Cuba como “exportadora de
revoluciones” a raíz de los acontecimientos de Granada, lo que generó que se
incrementara la hostilidad y la desconfianza hacia el país. En este período tuvo
lugar la Guerra de las Malvinas (1983) y los países del Caribe anglófono apoyaron
a Gran Bretaña mientras que Cuba condenó la agresión y expresó su apoyo de
manera inmediata a la Argentina. Desapareció la URSS y el sistema socialista
mundial y Cuba tuvo que replantear de manera urgente su política exterior y
también económica.

IV. Período de revitalización de las relaciones con el Caribe (1993-hasta la fecha):


ocurrieron graves desastres naturales como los ciclones George, Mitch, que
incrementaron las relaciones de Cuba con los países de la región al ofrecer
nuestro país ayuda solidaria y desinteresada en diferentes sectores para
ayudarlos en la reconstrucción. Cuba tiene hoy relaciones ya sean diplomáticas o
consulares con 22 países de la Cuenca del Caribe lo que se traduce en la
existencia de 164 instrumentos internacionales de diferente naturaleza en los que
la mayoría lo constituyen acuerdos económicos (54), políticos (42), jurídicos (32)
aunque también los hay de intercambio cultural, cooperación en materia de salud y
deportes (36).

CARICOM creada en 1973 por países de habla inglesa, tiene como objetivos
esenciales crear una zona de libre comercio, la armonización de las normas que
rigen la actividad económica, establecer políticas comunes en materias de
agricultura, cambio financiero, desarrollo de la industrialización y desarrollo del
turismo. Cuba manifestó su interés en establecer un nexo estable y duradero
desde su surgimiento pero en los primeros años no fue posible a pesar de que el
tratado constitutivo daba esta posibilidad. CARICOM nunca ha sido utilizada como
tribuna para denostar contra Cuba. En los últimos años este esquema subregional
ha reconsiderado su actitud hacia Cuba y son notables los vínculos que se están
estableciendo entre ambas partes y desde el punto de vista bilateral. Cuba ha
participado como invitada en las Cumbres de Jefes de Gobierno, en las reuniones
del Consejo para el Comercio y el Desarrollo Económico (COTED), y en el
Consejo para las Relaciones Externas y Comunitarias (COFCOR). Cuba ya tiene
firmado un Acuerdo Comercial y de Cooperación Económica con CARICOM al
cual pertenecen 14 naciones caribeñas. Es el de mayor alcance suscrito por Cuba,
entre aquellos instrumentos de naturaleza similar de que formamos parte. Este
acuerdo no solo prescribe el otorgamiento de preferencias arancelarias, sino
también prevé la negociación de un régimen para el comercio de servicios; la
incorporación de un Protocolo Adicional que contiene acuerdos sobre promoción y
protección de inversiones y sobre propiedad intelectual.

A pesar del avance que ha tenido el proceso de integración de Cuba con el Caribe
a partir de sus posibilidades reales de lograrlo hay elementos que no pueden dejar
de tenerse en cuenta para mejorarlo:

a) La presencia de Cuba en la Asociación de Estados Caribeños es de esencial


interés por lo que acrecentar los vínculos con esta subregión es una prioridad de
nuestra Cancillería pero para ello es necesario tener un conocimiento profundo de
las características de la formación histórico cultural e idiosincrasia tan particular de
estos pueblos, lo que permitirá que se realicen los ajustes necesarios en la
implementación de la política exterior cubana hacia la región.

b) La estabilidad política de Cuba y la recuperación económica que aunque lenta


es sostenida constituyen fortalezas que deben ser aprovechadas para enfrentar
nuevas oportunidades de revitalización de los nexos con la región

3.3  Cuba y sus vínculos con organismos de integración latinoamericanos

Cuba, como país socialista ha considerado prioritaria la integración con las demás
naciones de América Latina como alternativa al neopanamericanismo imperial y
por ello la actual Constitución plantea la vocación integracionista de Cuba que se
remonta a los postulados latinoamericanistas del Héroe Nacional, José Martí. En
su artículo 12 inciso c) la Carta Magna plantea: <<La República de Cuba reafirma
su voluntad de integración y colaboración con los países de América Latina y el
Caribe, cuya identidad común y necesidad histórica de avanzar juntos hacia la
integración económica y política para lograr la verdadera independencia, nos
permitiría alcanzar el lugar que nos corresponde en el mundo>> Nuestro
Comandante en Jefe en la Primera Cumbre Iberoamericana en Guadalajara, 1991
afirmó: “A esa América Latina integrada y unida, Cuba está dispuesta a
pertenecer, a discutir con ella cualquier tema e incluso a derramar su sangre
defendiendo lo que es hoy la primera trinchera de la independencia y soberanía de
nuestros pueblos.” Y advirtió: “frente a los grandes grupos que hoy dominan la
economía mundial, ¿ hay acaso lugar en el futuro para nuestros pueblos sin una
América Latina integrada y unida?. Esta posición de la Revolución Cubana
respecto a la integración de América Latina y el Caribe constituye una de las
dimensiones de su política internacional, por lo que no es posible comprender
aquella sin conocer y entender esta. Cuba no ha dudado en proclamar su
disposición de eliminar cuanto obstáculo pueda impedir la integración consecuente
del país.

Nuestro país, es desde 1999 miembro de la ALADI, organización que tiene como
fin el establecimiento de un mercado común regional para lo cual enunció
importantes principios. Su naturaleza jurídica responde a una organización
intergubernamental de corte clásico tanto por su estructura
institucional conformada por órganos políticos y técnicos como por los
mecanismos de actuación que asume. Menos rígida y más abierta que su
antecesora el Tratado de Montevideo permite a sus miembros suscribir acuerdos
comerciales parciales que no tienen por qué afectar a todos los estados miembros.
Una valoración crítica sobre la ALADI permite afirmar que no ha podido cumplir
aún el cometido que le fue atribuido ya que hasta el momento solo ha podido
consolidar un Área de Preferencias Económicas, las razones que fundamentan
este planteamiento son fundamentalmente dos: insuficiencia de la estructura
institucional ante la ausencia de órganos supranacionales encargados de
establecer las directrices de la organización y a los cuales los estados miembros le
conferirían determinadas competencias, por lo que en realidad aunque no se han
abandonado los objetivos de integración lo que predomina en la organización es la
cooperación basada en el más estricto respeto a la soberanía de cada uno de los
estados miembros; y la ausencia de una política conjunta de enfrentamiento frente
a actores extrarregionales como los Estados Unidos, la Unión Europea o Japón.

La ALADI utiliza diferentes mecanismos jurídicos económicos para la


implementación de sus acuerdos:

I. Preferencia Arancelaria Regional (PAR): implica la reducción porcentual de los


gravámenes sobre la base de la tarifa NMF. Cada país tiene derecho a exceptuar
un número de productos que constituyen la lista de excepciones a la PAR.

II. Acuerdos de Alcance Regional (AAR): Cuba es parte del AAR No. 7, su


contenido es la cooperación e intercambio de bienes en las áreas cultural,
educacional y científica, el mismo tiene por objeto la formación de un mercado
común de bienes y servicios culturales impulsar el intercambio comercial entre los
países signatarios, a través de la reducción o eliminación de gravámenes y demás
restricciones aplicadas a la importación de los productos negociados.

III. Acuerdos de Alcance Parcial (AAP): Cuba tiene firmados Acuerdos de Alcance


Parcial con todos los países miembros de la ALADI, por ejemplo el AAP. CE No.
45 con Argentina que tiene por objetivo impulsar el intercambio comercial entre los
países signatarios, a través de la reducción o eliminación de gravámenes y demás
restricciones aplicadas a la importación de los productos que hayan sido
acordados.

Los estados miembros de la ALADI han tomado medidas para fortalecer el papel
de la organización como Principal Marco Institucional del proceso de Integración
Regional por lo que se ha encomendado al Comité de Representantes la
presentación de un informe que contenga, entre otros aspectos las bases de un
Programa para la conformación progresiva de un Espacio de Libre Comercio al
interior de la ALADI. Al amparo de la ALADI, Cuba tiene firmados acuerdos
bilaterales con Guatemala y CARICOM, asimismo ha manifestado su interés de
participar activamente en la creación del Espacio de Libre Comercio al interior de
la región Para Cuba resulta de vital importancia considerar las variantes y
alternativas que incentiven el intercambio y cooperación en América Latina por lo
que es manifiesto nuestro interés de profundizar las relaciones comerciales con la
CAN y el MERCOSUR, ya sea mediante la suscripción en el marco de la ALADI de
acuerdos con cada uno de los bloques (del tipo 5+1 con la Comunidad Andina y
4+1 con el MERCOSUR), o mediante la adhesión al ya suscrito ACE Nº 59 CAN-
MERCOSUR: (este acuerdo concreta el proyecto económico-comercial más
ambicioso de América Latina al establecer la creación de una zona de libre
comercio entre los dos bloques de integración de América del Sur y permitirá
proveer las bases para el desarrollo del comercio, la integración industrial y la
inversión entre los países sudamericanos). Es de destacar que Cuba, en el
momento que se decidiese, podría integrarse a cualquiera de estos dos
esquemas, lo que supondría una profundización de las disciplinas ya negociadas
en los acuerdos que tenemos suscritos de manera bilateral con los países en el
marco de la ALADI y una amplia apertura de mercado.

En referencia al Acuerdo 5+1 con la CAN, aunque se venía trabajando en ese


sentido desde principios de esta década, fue durante la celebración de la XIV
Cumbre Presidencial Andina en Colombia, en junio de 2003, que se trató el tema
de un posible Acuerdo 5+1 con Cuba, acordándose que la Secretaría General
presentaría un documento consolidado con las observaciones de cada uno de los
Estados Miembros, el cual circularía entre los países andinos y sería enviado
posteriormente a Cuba, con lo que se preveía el comienzo de las negociaciones
durante el año pasadoEsta decisión fue reflejada de forma explícita en la
“Declaración de Quirama”. El día 14 de julio, la Secretaría General, mediante la .
comunicación No. SG/X/1.11.9/868-2003, envió el Proyecto de Acuerdo de
Complementación Económica entre la CAN y Cuba, al que todos los miembros
han enviado sus observaciones excepto Perú. Con respecto a un posible 4+1 con
el MERCOSUR, hemos llevado a cabo acciones más concretas como la
profundización y ampliación de los acuerdos bilaterales con Brasil y Argentina,
incluso con negociación de otras materias normativas. Este tema cuenta con el
apoyo de los presidentes de esos países y así lo han manifestado de manera
oficial. Para nuestro país sería conveniente la negociación de un Acuerdo Marco,
el cual es mucho menos complejo y más rápido de negociar y aprobar, con las
perspectivas de continuar trabajando en un Acuerdo de mayor alcance en el
futuro.

El 5 de marzo del 2004, en el contexto de la visita del Canciller cubano a


Argentina, fue presentada una Nota Verbal a la Cancillería argentina (en ese
momento ocupaba la presidencia pro-témpore del bloque) solicitando el comienzo
de las negociaciones para la firma del 4+1. Esta solicitud se analizó en la reunión
del Grupo Mercado Común celebrada los días 30 y 31 de marzo y todos los países
manifestaron su apoyo, con la excepción de Uruguay que desestimó la propuesta,
con la asunción al poder de T. Vázquez este obstáculo quedará superado. Cuba
ha reiterado la voluntad y el profundo interés que tiene de concretar y llevar a
término la firma de este acuerdo. Cuba desarrolla estrechas y crecientes
relaciones con los países latinoamericanos y caribeños en las esferas económica,
comercial, cultural, deportiva, de la salud y la colaboración científico-técnica, sobre
la base de numerosos convenios de cooperación, comisiones mixtas
intergubernamentales, acuerdos de comercio preferencial, acuerdos de promoción
y protección recíproca de inversiones, y convenios de cooperación en la lucha
contra el narcotráfico. Resulta incomparable con lo existente hasta hace pocos
días la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), acuerdo firmado entre
los presidentes de Cuba y Venezuela en fecha tan reciente como el 14 de
diciembre del 2004 y cuyo propósito tal y como se plantea en su artículo primero
es dar pasos concretos hacia el proceso de integración. Debe significarse que esta
propuesta de integración va más allá de los intereses económicos, los cuales
considera importantes, pero igualmente valora los aspectos políticos, sociales,
culturales, jurídicos y concede un especial valor a la solidaridad al considerarlo
principio cardinal entre los pueblos de América Latina y el Caribe basados en los
ideales de los grandes libertadores de nuestro continente: Bolívar, Sucre, San
Martín, O’Higgins, Martí.

Este modelo tiene como objetivo esencial la transformación de las sociedades


latinoamericanas haciéndolas más justas, cultas, participativas y solidarias, pero
siempre respetando las asimetrías existentes entre ellas. El ALBA está llamado a
ser el modelo de integración más conveniente y justo para nuestros pueblos
latinoamericanos capaz de enfrentar y frenar los intentos hegemónicos de los
Estados Unidos. Para Cuba formar parte de este acuerdo es un verdadero reto
porque a pesar de que debido a la constante política de hostilidad que nos ha sido
aplicada se ha tenido suficiente flexibilidad y creatividad en nuestras relaciones
económicas y comerciales con los países de la comunidad internacional, lo cierto
es que Venezuela pertenece a determinados modelos de los que Cuba no forma
parte y sin embargo esto no puede afectar las relaciones de reciprocidad
establecidas; por otra parte la dimensión jurídica es de gran significación porque
ambas naciones deben realizar importantes modificaciones en sus legislaciones
internas que les permitan atemperarse a la realidad de los acuerdos asumidos
para poder hacerlos más efectivos y en el caso cubano se muestra bastante
reticencia a cualquier modificación en su estructura jurídica que considere pueda
ser nociva para la independencia y soberanía del país.

Sigue teniendo un espacio importante en este acuerdo la cooperación sectorial,


que además de los sectores establecidos en el Convenio Integral de Cooperación
suscripto en el año 2000, resultan ampliados al transporte marítimo y aéreo, las
inversiones y la transferencia tecnológica y la propiedad intelectual. Como puede
apreciarse Cuba está avanzando aceleradamente hacia la integración, consciente
de que constituye una necesidad ineludible en las circunstancias actuales en que
se desenvuelve la humanidad. Cuba es un país bloqueado desde hace casi 46
años, las consecuencias de dicha práctica, violatoria de los principios del Derecho
Internacional son bien conocidas, se sabe que de no existir la misma nuestra
realidad sería bien diferente. Ante esta situación Cuba ha tenido que priorizar por
encima de cualquier otro interés la defensa de nuestras conquistas esenciales, por
tanto ha tenido que ser muy cautelosa a la hora de analizar y decidir a quien y
cómo vamos unirnos, ya que no podemos asumir ningún acuerdo por
aparentemente ventajoso que sea que pueda afectar el ejercicio de nuestra
soberanía
A pesar de que hay un gran interés en países latinoamericanos por estrechar los
vínculos con nuestro país lo cierto es que la mayoría de esos propios estados
están muy interesados en mantenerlos también con Estados Unidos y por ello
tratan de establecer acuerdos como por ejemplo el CAFTA o el propio ALCA, que
siempre les serían mucho mas “ventajosos” (falsa ilusión) que con Cuba y de
manera indirecta estos pueden tratar de imponer condicionantes para nuestra
participación con lo cual mantendrían conformes y contentos a los gendarmes del
norte. El establecimiento del ALBA sin lugar a dudas va a implicar importantes
transformaciones en algunos sectores como la inversión extranjera, el transporte,
el régimen de la propiedad intelectual que deben estar acompañadas de la
necesaria cobertura jurídica.

También podría gustarte