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LA OBLIGACION Y SUS FUENTES

CONCEPTO DE OBLIGACION

La teoría general de las obligaciones no es una creación directa de los clásicos o


de los bizantinos, sino más bien un producto de la reinterpretación sistemática
del Corpus iuris, que hicieron los pandectistas alemanes del siglo antepasado.

Aunque el Corpus iuris no define el derecho real, las Instituciones de Justiniano si


definen la obligación como el iuris vinculum, quo necessitate adstringimur alicuius
solvendae rei, secundum nostrae civitatis iura, el vínculo de derecho que nos
impone a pagar alguna cosa según el derecho de nuestra ciudad civil.

De lo anterior se desprende la obligación como un vínculo jurídico entre dos o más


personas, de las cuales una o más (sujeto activo o sujetos activos) están
facultados para exigir de otra, u otras, cierto comportamiento positivo o negativo
(dare, facere, praestare, non facere, pati), mientras que el sujeto o los sujetos
pasivos tienen el deber jurídico de observar este comportamiento, deber
sancionado mediante acción personal.

Los elementos de la obligación son, por tanto, uno o más sujetos activos
(creditores, rei credendi), uno o más sujetos pasivos (debitores, rei debendi) y un
objeto, debe consistir en un dare, facere o praestare.

El objeto de la obligación es el comportamiento, que a su vez, eventualmente, se


refiere a un bien material.

DERECHO PERSONAL.

El derecho real es un derecho, oponible a cualquier tercero, que permite a su


titular el goce de una cosa, sea en la forma máxima que conoce el orden jurídico
(propiedad), sea en alguna forma limitada, como en el caso de los derechos reales
sobre cosas ajenas.

El derecho personal, en cambio, permite a su titular reclamar de determinada


persona la prestación de un hecho ya sea negativo o positivo que puede consistir
en un dare (transmitir el domino sobre algo) o praestare (realizar un acto sin
inmediatas consecuencias visibles, como cuando se garantiza una deuda ajena o
cuando uno se hace responsable de cuidar de un objeto o se declara dispuesto a
posponer el cobro de un crédito). Estos derechos personales son correlativos a un
deber individual por parte del deudor.

Como diferencia especial entre los derechos reales y personales, encontramos


que aquéllos son oponibles a terceros, y éstos no. Consecuencia de esta
diferencia fundamental es que cualquiera puede violar un derecho real ajeno,
mientras que sólo el deudor mismo puede violar un derecho personal del acreedor.
Otra consecuencia consiste en que un derecho real es eficaz mientras:

 Exista un objeto.
 El objeto sea localizable.
 No lo haya adquirido un tercero por prescripción adquisitiva.

Con frecuencia se oye hablar de otra supuesta diferencia entre derechos reales y
personales: los derechos personales producen satisfacción a sus titulares de una
manera que provoca su extinción, mientras que los derechos reales tienen una
existencia que en principio es ilimitada en el tiempo, de manera que la satisfacción
que otorgan a sus titulares no va en perjuicio de la misma existencia de estos
derechos.

El derecho real por excelencia, la propiedad, puede dar satisfacción por uti,


por frui, pero también por abuti (que no significa abusar, sino disponer de), y que
una forma de abuti es el consumo, en cuyo caso la satisfacción que obtiene el
titular del derecho provoca la extinción del derecho mismo.

CLASES DE OBLIGACIONES

Debemos distinguir las siguientes clases de las obligaciones:

a. Obligaciones unilaterales y obligaciones sinalagmáticas. En la obligación


unilateral, los deberes corren a cargo de una sola de las partes; un sujeto
es planamente deudor, el otro plenamente acreedor: alius stipulatur, alias
promittit: el uno se hace prometer; el otro promete. En las obligaciones
sinalagmáticas, ambas partes tienen deberes para la otra parte y también
derecho; son mutuae obligationes.
b. Obligaciones stricti iuris y obligaciones bonae fidei. En caso de una
obligación stricti iuris, el sujeto pasivo está obligado únicamente a lo
estrictamente pactado, sin que el sentido común o la equidad puedan
agravar o atenuar el contenido de su deber.
c. Obligaciones abstractas y obligaciones causales. Las primeras establecen
deberes sin referencia alguna al origen de las mismas; surgen en el mundo
del ius strictum, y es precisamente de esta rama de los negocios stricti
iuris de donde se deriva la precitada obligación cambiaria.
d. Obligaciones civiles y obligaciones naturales. La obligación civil proporciona
al acreedor posibilidad de acción, en caso de incumplimiento del deudor. La
obligación natural, por el contrario, no crea un derecho procesalmente
eficaz. Si el deudor no cumple, el acreedor no encontrará acción alguna a
su disposición para forzarle a cumplir o a entregar el equivalente monetario
del objeto de la obligación, más daños y perjuicios.
e. Obligaciones divisibles y obligaciones indivisibles. Las obligaciones
indivisibles son las por la naturaleza de su objeto indirecto son indivisibles,
es decir, las obligaciones en las que la división del objeto indirecto haría
perder, parcial o totalmente, a éste su valor; pero las obligaciones de dar
pueden ser divisibles por ejemplo deudas de dinero.
f. Obligaciones específicas y obligaciones genéricas. En el primer caso, el
deudor debe un objeto específicamente determinado; en el segundo, un
objeto sólo determinando en términos de cuantía y de género. La
importancia de esta clasificación se manifiesta, sobre todo, en caso de
pérdida del objeto por fuerza mayor, antes de la entrega. Como regla
general, en una obligación específica, el objeto se pierde para el deudor, ya
que genera non pereunt.

FUENTES DE LAS OBLIGACIONES.

Las fuentes de las obligaciones son los hechos jurídicos que dan origen a ellas.

Justiniano señaló cuatro fuentes de las obligaciones: contratos, delitos,


cuasicontratos y cuasidelitos. Sin embargo, a lo largo del Corpus
iuris encontramos varias citas que demuestran que, para los bizantinos, estas
cuatro fuentes no agotaban la materia en cuestión, mencionando como fuentes
adicionales la pollicitatio y el votum.

En cuanto a las cuatro fuentes justinianeas, consideremos que:

1. El contrato puede definirse como un acuerdo entre varias personas, que


tiene por objeto producir una o más obligaciones civiles.
2. El delito es un hecho humano contrario al derecho y castigado por la ley.
3. El cuasicontrato es una figura parecida al contrato por su licitud y sus
consecuencias, pero en el cual no se encuentra el consentimiento entre los
sujetos como elemento constitutivo, lo cual separa los cuasicontratos de los
contratos.
4. El cuasidelito es un acto ilícito, pero que el derecho romano no clasificaba
entre los delitos. Produce una obligación entre el autor del acto y el
perjudicado.

En relación a la pollicitatio, consistía en la oferta hecha al público en general.


El votum eran ofertas hechas por justa causa a una ciudad o un templo.

Los pactos tenían diferentes formas de clasificarse y materializarse, sin embargo,


aunque no existe unanimidad de opiniones entre los romanistas sobre este punto,
hay argumentos que permiten suponer que los simples pactos, los pactos nudos,
tenían cierto efecto jurídico; engendraban obligaciones naturales, de modo que su
cumplimiento voluntario no podía considerarse como un pago de lo indebido o una
donación.
En el derecho Justinianeo, si el pactum nudum no producía acción, cuando menos
ofrecía una defensa al producir una exceptio. Este principio general tuvo
antecedentes en plena época clásica.

Entre éstos, se distinguen tres categorías:

a. Pactos adyectos. Puesto que en contratos de buena fe el juez tenía que


tener en cuenta la intención de las partes y las demás circunstancias del
caso, era natural que los pactos concertados por las partes en el momento
de celebrarse un contrato de buena fe tuvieran eficacia procesal.
b. Pactos pretorios. En interés de la vida económica, el pretor concedía
acciones y excepciones con fundamento en algunos pactos, los cuales, por
esta razón, pasaron de la categoría de pactos nudos a la de pactos
vestidos.
c. Pactos legítimos. Varias constituciones imperiales concedían una actio ex
lege para exigir el cumplimiento de algunos pactos, hasta entonces nudos.
Como tales pactos legítimos debemos mencionar:
1. Lo promesa de dotar.
2. La promesa de donar.
3. El convenio de someter eventuales pleitos futuros a la opinión de uno
o varios árbitros.

CUASICONTRATOS

Los cuasicontratos se parecían a los contratos por ser lícitos y engendrar


obligaciones, pero diferían de ellos por la falta de consentimiento.

Los casos más conocidos eran los siguientes:

1. La aceptación de una herencia, que podía crear deberes del heredero a


favor de legatarios o fideicomisos
2. La aceptación de un legado que podía crear deberes del legatario a favor
de un fideicomisario.
3. La copropiedad nacida de circunstancias ajenas a un acuerdo de las
voluntades de los copropietarios, como cuando nace de un legado, herencia
o donación, o de la commixtio.
4. La aceptación de la tutela, que creaba deberes a cargo del tutor y a favor
del incapaz. Como éste ni siquiera podía dar un consentimiento válido, era
evidente que equivalía a un cuasicontrato.
5. La tenencia de ciertos objetos (como un testamento), que obliga a
mostrarlos a otros interesados debe ser sancionada por la actio ad
exhibendum.

Los tres cuasicontratos más conocidos son:


a. Gestión de negocios. Para evitar un daño a algún amigo o vecino ausente,
alguien podía intervenir en su favor, sin haber recibido instrucciones al
respecto.
b. Enriquecimiento ilegítimo. Este cuasicontrato nació como repercusión de
varias acciones, creadas por los pretores en los casos en que había un
traspaso de riqueza entre dos personas, no completamente justificado por
la conciencia jurídica.
c. La lex rhodia de iactu. Según esta ley, la pérdida que sufrían los
propietarios de mercancías, arrojadas de un barco para salvar éste, debía
repartirse entre todos los interesados, en proporción a su interés.

DELITOS

En la antigua Roma encontramos delitos públicos (crimina) y delitos privados


(delicta).

Los primeros ponían en peligro evidente a toda la comunidad. Se perseguían


de oficio por las autoridades o a petición de cualquier ciudadano y se
sancionaban con penas públicas. Tenían orígenes militares y religiosos.

Los segundos causaban daño a algún particular y sólo indirectamente


provocaban una perturbación social. Se perseguían a iniciativa de la víctima
y daban lugar a una multa privada en favor de ella. Fueron evolucionando
desde la venganza privada, pasando por el sistema del talión y por el de la
"composición" voluntaria.
Esos delitos privados eran actos humanos, contrarios al derecho o a la
moral, de consecuencias materiales a veces intencionadas, pero de
consecuencias jurídicas no intencionadas, que daban lugar, no sólo a una
indemnización, sino también a una multa privada en favor de la víctima, y
que únicamente podían perseguirse a petición de ésta. No se trataba
necesariamente de actos dolosos.
Entre los antiguos delitos privados debemos distinguir tres del ius civile y
cuatro del ius honorarium.
Los del ius civile eran: robo, daño en propiedad ajena y lesiones. Y los
cuatro del ius honorarium eran la rapiña, la intimidación, el dolo y fraus
creditorum.

CUASIDELITOS.

Existen estudiosos del Derecho romano que consideran que los cuasidelitos
implican una responsabilidad por actos culpables ajenos.

Así encontramos cuatro figuras respecto a los cuasidelitos:

1. Effusum et deiectum. Cuando un líquido arrojado o un objeto sólido caído


desde un edificio sobre la vía pública causaba un daño, el habitante
principal del edificio respondía por el doble del valor causado.
2. Positum vel suspensum. Cuando se ha colocado o colgado sobre la vía
pública un objeto que podría causar un daño, cualquier ciudadano podía
denunciar el peligro y recibía entonces, en recompensa, una multa privada
de diez mil sestercios.
3. El juez que "hacia suyo el litigio", dictando una sentencia injusta. Es posible que,
originalmente, este cuasidelito se basara en la culpa del juez y que esta figura, una vez
establecida, se extendió luego al caso de dolo judicial.
4. Robos y daños sufridos en naves, hoteles y establos. Aquí debemos distinguir varias
posibilidades. Si el culpable resultaba ser esclavo del hotelero, barquero o propietario del
establo, a su dueño le correspondía pagar la indemnización, más la eventual multa privada,
pudiendo, empero, optar por el abandono noxal. En cambio, si el culpable era un empleado
libre, el patrón respondía eventualmente con fundamento en la Lex Aquilia, por haber
seleccionado torpemente a su personal.

TRANSMISION Y EXTINSION DE LAS OBLIGACIONES

Como la obligación crea un vínculo de derecho entre el acreedor y el deudor, es una relación que
en la mayor parte de los casos se ha formado intuitu personae, de ahí que el acreedor no pueda
libremente ceder su crédito a otra persona porque variarían los extremos de la relación. El acreedor
no puede substituirse por otro, en principio, como tampoco lo podrá el deudor.

El crédito es un derecho anexo a la persona, que sólo puede ser transmitido al heredero,
continuador de la persona del difunto, o entre vivos, al adrogante.

Las necesidades prácticas obligaron a vender los créditos como un elemento activo del patrimonio
como lo son los demás bienes corporales y, lógicamente, deberían ser objeto del mismo
tratamiento, de manera que si el pater familias necesitaba dinero, en lugar de vender un bien
vendía o cedía un crédito.

Aunque la obligación se extinguía, comúnmente, cuando el deudor liquidaba la deuda adquirida


con lo cual se desligaba el vínculo contraído con el acreedor, en la jurisprudencia romana se
consideraban dos grandes formas de extinguir una obligación.

 Modos de extinción ipso iure:

a. La soluti per aes et libram.


b. La acceptilatio.
c. El pago o solutio.
d. Novación.
e. Confusión.
f. Mutuo consentimiento.
g. Pérdida de la cosa debida.

 Modos de extinción ope exceptionis:

a.
a. Compensación.
b. Transacción.
c. Pactum de non petendo.
d. Praescriptio longi temporis.

Para profundizar en los modos de extinción, consulta el texto VI. Extinción de las obligaciones de
Topacio Ferreti, Aldo. (1992).
Margadant, G. (1992). El Derecho Privado Romano. México: Editorial Esfinge.

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