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Paz de los campos en su sér vegeta; El morueco salaz que las encela,
Dice su inmediación la casa próspera; Les vibra al flanco su matraca ronca.
y cuando en formidable ansia de asalto Perseverantes razas tipifican
Siembra el amor su entrafia calurosa, Las caras negras y las blancas colas;
Con resistente conmoción de yunque y las cándidas nubes del contorno
Cimenta la riqueza creadora. Con su aglomeración deslumbradora,
Que delinea en mundo de rebafios
La haz de la profunda Patagonia, ~
Rugosos como frutos los carneros Allá en lo azul parece que congelan
Que la suarda barniza en crasas motas, Un cargamento de afanadas flotas .
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Buenos Aires tan solo embarca ahora. A las futuras patrias de concordia.
Por la hectárea en barbecho, si está cerca Manso vecino que fielmente guarda
La fecundidad sana de su esfuerzo Con labio ardido el hombre que allá arriba
Más allá viene el sirio buhonero, Bajo el rayo de sol que la degüella
y cuando los dos hombres se saludan A la hija del gringo, y sin que advierta,
Ley social del camino, en aquel acto De punta, una barbada espiga verde,
La dulce patria nueva galardona, Que en progresión tenaz trepa más pronta
Su grave amor de rústicos maridos, Con lo cual pesca el listo algún encanto
Como una grande y rubia labradora. Del corpifio alocado por la broma.
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Del grano tierno en la estación impropia. Con mayor escozor saca la roncha.
El más craso compone los tamales; Con maciza paciencia los caballos
Del más azucarado hacen los collas Bajan á la represa en mustia tropa.
La chicha borbollada de acideces; Huele el toro á su vaca lentamente ...
y con la capia densa y polvorosa, y el dulce buey que marcha hacia la sombra.
Con el tomo )1 obligo de las mozas. Que hincha sus granos de ordinaria loza
Las ahumadas mosquitas del vinagre Como burritos blancos, ó los pinta
Ponen en su nariz muecas de broma; Como gatitos, que ávida atesora
y su mano instintiva que divaga La apuesta de los juegos invernales
Con golpes de pantalla perezosa. Con que los chicos su fastidio acortan.
Parece dirigirse todavia y del sabor doméstico del guiso
Hacia la vid materna que le apronta. Que en la formal cazuela los estofa,
En la ubre dorada del racimo y del colmo legal de la fanega
En las alegres minas de la noria; Como una teta enorme a nuestras bocas
y el sarmiento viril con que amugrona; Viene la muerte fiel como la sombra,
Chispeantes de la sal, y es mutua gloria Cuyo techo apedrea con sus costras,
El buen color del vino que sonrien La sal que condujeron los peones,
Las mejillas bermejas de la copa. Húmeda aún, de las salinas ópimas,
Su olor de fortaleza y de apetito Donde el lívido jume reconcentra
Alegra el campo y al olfato arroja Las acerbas legías de la obra,
El cruel ardor de la quemada grasa Cuyo grado se mide con un huevo
Que de áspera avidez la entrafia ahonda. Que ertre la espuma de la mezcla fl ota.
Junto al fuego amistoso el perro aceza. y el derretido sebo, defecando
Modera el gaucho con destreza estoica, Su apetitoso chicharrón, apronta
En la obstada premura de su fuego En la mecha los júbilos caseros
La paciente merienda que elabora. De la vela paciente y lacrimosa.
y mientras en la intimidad del poncho,
Su atizado pregusto el mate acorta,
La costilla florece de gordura, Cantemos á la leche cuyo gusto
Estimulando con delicias próximas, Sabe á beso infantil en nuestra boca.
La viva delgadez de árida brisa La leche, plata líquida del pobre,
Que el circunstante pajonal le sopla. Que las jícaras blancas alboroza,
y en el aro del queso se amoneda,
y en lo más tierno del manjar provoca.
En su emulsión do lejiviada pella Abramos á las míseras infancias
El campestre jabón se perfecciona, El dulce manantial de la ubre rosa,
Al amparo habitual de la ramt.cta y al prodigarse floreciendo en nifíos,
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Mientras él, aun jadeante, se refriega y con una palmada al anca escueta,
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Como un pastel por fuera perfecciona. A buscar por las breñas más recónditas,
El panal montaraz que ya el otollo
Azucaraba en madurez preciosa.