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A LOS 6ANADOS y LAS MIESES


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Que en i:l:ivergehtes líneas de dibujo


Allá á lo_ lejos insinúan lomas;
y mientras desde la invisible estancia
Algún gallo los campos alboroza,
III
Aventando su ráfaga de hierro
El recio tren las extensiones corta.
Un verde matinal lustra los campos,
Donde el otoño, en languidez dichosa,
Con dorado de soles que se atardan Entonces, en el fondo <!el paisaje
Va díJatando madureces blondas. Retozado por yeguas que se azoran,
A través de la pampa, un río, turbio y que desordenando su carrera,
De fertilidad, rueda silenciosa Con fiero empaque las cabezas tornan,
Su agua que tiene por modesta fuente Como si el viento paralelo fuese
La urna de tierra de la tribu autóctona. Rienda suelta en sus bocas-
Negrea un monte en la extensión, macizo - Con su franco testuz un toro inmóvil, ~

Como un casco de buque cuya proa La ma~ana magnifica enarbo~a.

Entra en el agua azul del horizonte,


Avanzando á lo inmenso de la zona,
La civilizaciún del árbol, junta Una sangre excelente elJgarza su ojo
En la fresca bandera de su sombra. Con bravio coral. Fuego de aurora
Tiende el cerco su párrafo de alambre Parece que se atarda empurpurando
Sobre el verdor de las praderas solas, En su tostada piel. Su poderosa
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y con mirada extensa en que el encanto


Fábrica, funda en Jos enjutos remos
De la campifia pálida reposa,
Una gravedad brusca y categórica.
Abarca el fiero macho su dominio,
y los vastos cuadriles y los flancos
Enviando á la dehesa retozona,
Que así parece eonderar la norma
El mugido remoto y entrafiable
Del muro rad0!1al, y el rudo pecho
Que su viril profundidad prolonga.
Que en la crasa nia(mella se desborda,
Acumulando -en la cerviz su fuerza
Como en un tronco de coraje, aploman
Piérdese el tren por los desiertos campos,
El macizo trapecio de la testa
Al paso que en vedijas perezosas
Dond.e es padrón de raza el asta corta.
Se deshacen sus blancas balas de humo
Por 1as cafiadas húmedas de sombra.
En vasta dispersión pace el rebafio
Embellecido de pradera, absorbe
Que entre el profuso pastizal engorda,
Con anchuroso aliento las aromas
Asegurando al semental pujante
Del trébol y el hinojo, palpitante
Su plantel de lucientes vaquillonas.
En su nariz la esfabular argolla.
Allá el torito que con duro gesto
En la húmeda penca !le su mono
Su amenazante decisión entona,
Irisa el sol una hebra perezosa,
y la luz en el ágata del cuerno,
Clavado como un trompo cava tierra;
y el nudoso ternero se alborota,
Fija un bélico lustre de arma corva.
Soplos de brisa matinal le barren Mientras con un desgano de bostezo

Con tibia suavidad la crespa cola; Le brama la lechera cavernosa.


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Allá el buey de las sólidas tareas, o como carros de heno acolchonados,


Su enorme y dulce sencillez conforma Las cabezas unánimes agobian.
A la razón de su deber, que acata Unos chorrean la pendiente lana
Un dominio ingenioso en la persona. En rapacejos rústicos de colcha.
Allá la vaca fértil como el campo, El vellón de esos de testuz cerrado
Su substancia elabora Como un terrón, en las tajadas fofas
En el músculo, en la ubre y en la pella, En que lo parten para verlo, enseña
Con una grave plenitud geórgica. Cual tajado melón ternuras rosas.
Si anda, parece que en su marcha pende
El talego del rico; si reposa,
Su aspecto familiar de cofre tosco Sobre sus tiernas patas de alfeñique
Es la seguridad del pobre. La honda Jadean las borregas dormilonas.
I

Paz de los campos en su sér vegeta; El morueco salaz que las encela,
Dice su inmediación la casa próspera; Les vibra al flanco su matraca ronca.
y cuando en formidable ansia de asalto Perseverantes razas tipifican
Siembra el amor su entrafia calurosa, Las caras negras y las blancas colas;
Con resistente conmoción de yunque y las cándidas nubes del contorno
Cimenta la riqueza creadora. Con su aglomeración deslumbradora,
Que delinea en mundo de rebafios
La haz de la profunda Patagonia, ~

Rugosos como frutos los carneros Allá en lo azul parece que congelan
Que la suarda barniza en crasas motas, Un cargamento de afanadas flotas .
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Alcemos cantos en loor del trigo


Con un oro moreno de pan rústico
Que la pampeana inmensidad desborda,
Tuéstase al sol la parva previsora,
En mar feliz donde se cansa el viento
A la vera del pálido rastrojo
Sin haber visto límite á sus ondas.
Donde la luz, por paralelas zonas,
Simbolizando las alianzas nobles
En los canutos que tajó la siega
En las doradas tribus que escalona,
Finge un sesgo temblor de agua remota.
Sobre el color indiano de las eras
Yace esperando la agitada trilla,
Florece un juvenil rubio de Europa.
Junto al galpón la máquina ingeniosa,
Fuerte aldeano que tiene una hija blanca
En cuyo horno apagado suele á veces
y un hijo blanco como en las historias,
Poner un huevo la andariega polla.
Dice del almidón y de la harina
Más distante verdea la cebada
En que el hogar cimenta sus concordias.
Donde el viento hace ya pálidas olas.
Como una rubia desnudez de niño
Y mediando un tablón de alegre alfalfa,
Rueda la masa echando un tibio aroma
En que al son de seis tarros la colona,
Que á aquella simple industria dá el encanto
Con su nidada de útiles gringuitos
De una maternidad blanda y recóndita.
Disputa un duraznero á la langosta-
En la fiel solidez del pan seguro,
La nueva tierra arada que ese afio,
La vida es bella y la amistad sonora.
En un esfuerzo más el lote colma,
Suave corre la vida en las cordiales
Parece hinchar con su prefiez morena,
Tierras del pan, como una lenta sombra.
Aquel seno de madre valerosa.
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Habla de socialismo y hasta pide


La jornada de ocho horas ...
Eso siente el colono cuando mira
La riqueza espigada que amontona
Con su juego de zarzos y de hoces Allá en la luz del horizonte inmenso,

Lenta y monumental la segadora. Como una parva de gavillas blondas,

Ayer, en el diario, le han leido Un nubarrón magnífico progresa

Las cantidades que el país exporta. Evocando doradas Babilonias.


y el tesoro del agua que anticipa.,
Con nueve toneladas en un año,
Va á hacer cuarenta que iniciaron la obra. Parece propiciar en dulce gloria,

Más de cuatro millones en un día, La justicia del ciclo embellecido

Buenos Aires tan solo embarca ahora. A las futuras patrias de concordia.

Pretenden con razón los viajeros


Que el polvoroso tren los apoltrona,
Diciendo mucha plata-mucha plata Pasa por el camino el ruso Elias

El compás de su tráfago en la trocha. Con su gabán eslavo y con sus botas,

Sí no fuera el arriendo tan pesado ... En la yegua cebruna que ha vendido

Pero ya más de treinta pesos cobran Al cartero rural de la colonia.

Por la hectárea en barbecho, si está cerca Manso vecino que fielmente guarda

De la estación; y el flete de las tropas Su sábado y sus raras ceremonias,


Se va poniendo cada vez más caro; Con sencillez sumisa que respetan
y ya la peonada regalona, Porque es trabajador y á nadie estorba.
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La fecundidad sana de su esfuerzo Con labio ardido el hombre que allá arriba

Se ennoblece en la tierra bondadosa, Los acopiados haces desmorona,


Que asegura á los pobres proseguidos La hez de la cantante damajuana;
La retribución justa de sus obras. y se ve en su garganta presurosa,

Más allá viene el sirio buhonero, Bajo el rayo de sol que la degüella

Balanceando á la espalda su bicoca, Pasar \(¡s tragos con delicia sorda.

Al canto gutural de la sabida Más lejos, á la sombra de la parva,

. Cosa linda barata. que pregona. El comísario próximo enamora

y cuando los dos hombres se saludan A la hija del gringo, y sin que advierta,

Al cruzarse, conforme á la amistosa Por la manga le emboca

Ley social del camino, en aquel acto De punta, una barbada espiga verde,

La dulce patria nueva galardona, Que en progresión tenaz trepa más pronta

La clientela de razas ridimidas A cada sacudón, como un insecto,

Con la serena tarde que desposa, Hasta la axila rubia y cosquillosa;

Su grave amor de rústicos maridos, Con lo cual pesca el listo algún encanto

Como una grande y rubia labradora. Del corpifio alocado por la broma.

La máquina bufada de sonoros Ella también labró la dura tierra,

Calores de motor, vomita ansiosa Cuando, recién venidos, era toda

En infernal sofocación de glumas La familia un ganado de labranza


y aun no existía pueblo ni colonia.
El seco chorro de cereal. Agota
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Crespas y cándidas como angelitos,


Vestida de varón por más soltura,
Flotó el celeste de sus dulces horas.
Penaba en el rastrojo largas horas,
Con frescura de flor olió el buen dia,
Envidiando en su infancia endurecida
y vinieron también las siestas mórbidas,
El blanco torbellino de gaviotas,
De aquellas que maduran en tormenta
Que' sobre el surco se arremolinaban
Su lóbrego calor donde borbolla
Cual si estuviesen jabonando ropa.
Como sonoro cafio de agua el trueno,
Hasta de noche araban, cuando había
y el nubarrón despierta la olorosa
Luna llena, una tierra dolorosa
Sed de la tierra con las gruesas uvas
Como el cinc bajo el vidrio de la escarcha;
De su racimo azul deshecho en gotas.
y era su desayuno cuatro sopas
y entonces fué una gloria ver la tierra
De galleta, nadando en yerba hervida,
Renacida en las eras laboriosas,
Que ahorraban con acerba parsimonia.
y caminar los embarrados bueyes,
Hasta debíeron sulfatar el grano
y dilatarse la llanura sola
Que presentaba pintas sospechosas.
Al rumor de los élitros del trigo;
y llegar canturreando una milonga
Al bravo comisario en su birlocho;
Pero un precoz Octubre en que la luna
y así fué cómo una cosecha pródiga,
Hizo con agua, dilató en las hondas
Aseguró el pasar de la familia
Noches de primavera un tibio cielo
Que ya en fortuna sus desvelos goza.
Arbolado de nubes borrascosas.
Las albas se aclararon de rocío,
y en nubecillas de sedefla borra,
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:;- ~

Al estribo saluda el comisario


Muy orondo, atusándose la mosca,
y han iniciado un tosco jardinHlo
Con su golilla negra y su chambergo
Donde en los tarros que el orín desfonda,
Agachado en visera presuntuosa.
Crece un poco de menta y una mata
El colono torcido en el pescante,
De alelí, coronados por la pompa
Ayuda á la consorte sofocona,
De un clavel que en arábigas pimientas
Que reprende á un hirsuto rubiecillo
Encandece su sangre tumultuosa.
y contiene á otros dos con mano pronta.
y ' á la puerta del rancho,
Dos paraísos de gemela copa,
Como un doble manchón de regadera,
-¿Cómo va, amigo Pietri?
Atigradas de sol echan sus sombras.
-Eh, dort Ramírez
Cosí cosí ...
- y usté mi doña Rosa?
Algún claro domingo van al pueblo
¿Y usté Beppina?
Con los chiquillos en volanta propia.
La muchacha que á esto
El padre en su chaleco desprendido,
Va bajando, responde un tanto corta:
La cadena de plata ostenta airosa.
-Yo, bien no más . . .
Su mujer lleva un rebocillo verde,
-Proprio come la mama,
y va en sus seis enaguas muy sonora.
Compl eta el viejo, y eUa, coquetona,
La niña, que ya tiene costur~ra,
Rie al saltar, pues sabe que el taimado
Luce un vestido con volado "en forma".
Por mirarle ,las piernas se desoja.
De granadina negra, cinto de hule,
Zapatos blancos y peinado de onda.

.,
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y juntos marchan con mezclado paso -Gandini, el boticario, en Rafae la


Por la escabrosa acera de la fonda Se casó con aquelIa negra gorda
"Con alloggio", que dice en su letrero Que tuvo de mucama. ¡Pucha el hombrel ...
Albergo del Bon Vino La calle próxima Mas, hé aqu! que el viejo se le afronta
Está llena de chatas y de carros; Parado bruscamente en la vereda:
y adentro, en rudos cantos se alborota, -Qué querés don Ramirez . .. La crigolla
El litro festival con que remata É molto confortevole ...
La semana labriega su maniobras. y su gracia
Se ultima en una risa carrasposa.
Ciao, ciao, ciao
Moretfina bella, ciao . ..

Los más pudientes van á la cantina La resolana exalta en los ladrillos


De la estación, que hace también de Bolsa, Un flotante matiz de zanahoria.
Donde jugando el cocktail á los dados, Detrás de la muralla que orillean
Los viajantes del Rosario compran. Percibese, al pasar, choques de bochas.
Alzanse allá en el pálido horizonte
Humaredas de bálago. Una sorda
Mientras caminan hacia allá, jadeantes Trepidación, anuncia el tren distante
Bajo la resolana vibratoria Para el cual el semáforo se dobla.
Que con vívido ardor plancha la calle, y aunque el joven criollo no replica,
El listo funcionario cuenta cosas.
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Su amorosa inquietud canta la gloria


Del rodete dorado. que aSo.lea Sobre la estrella de rajada chala
Co.mo. una mies aquella carne blo.nda, Como un brillante candelero brota,
Que en la gracia rural de la Beppina Cuando al asegurar el rinde neto
Co.mo. un albarico.que se so.nro.sa. La operación de la desgranadora,
Sus áridos raudales de moneda
Cual gruesa liebre tragará la bolsa.
Cantemo.s al maiz cuyo. tesoro
Es lingote cabal en la mazo.rca,
y en cristalización de so.l madura, Como la negra fiel de las familias,
O pálidos topacio.s mo.nta en jo.ya; Obesa y atareada rle la olla
y pinta un o.ro. púber en la mecha Bajo el sabroso mecedor de higuera
Que del muslo. del choclo. se desflo.ca, Los dientes blancos de la mazamorra.
Bajo. el crujiente ajuste á cuyo. amparo. O incuba en el pafial de tierna chala
Su blanca y dura desnudez co.nfo.rma. La umita de la recias comilonas,
En el lustre so.lar de cada grano. O pone al locro cálido y macizo
Una pupila lúcida se do.ra, Líquido aro de grasa y de cebolla.
Cual si aun diera la luz copulativa
Que la sazón co.ndensa y aprisio.na
En las siestas candentes qne asi fraguan En las cañadas de mi sierra verde,
Para el buen labrado.r la gruesa pio.cha. Sube tanto el maizal cuando se logra,
Que con caballo y todo nos perdíamos
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En un pufiado de pequefias rosas,


En las chacras sonoras,
Cuya harina es vitualla de camino
Buscando las espigas que manchaba
O á la alegre fritada se incorpora.
Una coloracibn morada ó roja,
Mientras el loro mustio allá en su palo
Que es antojo, decíannos las viejas,
Trabaja una palabra remolona,
De cuando está prefiada la mazorca.
Recordando el rastrojo floreciente,
Llámanlas misas y el que listo puede
De propicio color, donde ellos roban,
Pasarlas al descuido á una persona,
Socarrones y corvos como viejos,
Tiene el derecho de misarle entonces
Poniendo guardia en una rama sola.
Un mandado, un secreto, ó una cosa;
Bajo el viento tenaz que peina al rape
Desde su fiel rebenque á los arrieros,
El pajoso faldeo de la loma,
Hasta su beso esquivo á las morochas,
Las escuálidas manos de la paja
Que se duplica luego, argumentando
Llaman indefinidamente. Flota
Porque fué en la mejilla y no en la boca,
En el alero un tímido susurro
Tras de la casa donde tales deudas
Que balbucea trémulas congojas;
Con urgente estrechez el labio cobra.
y el dla, como un pobre con su leila,
Con su sol poco la jornada acorta.

o en las siestas de invierno, calentando


Por callana algún tiesto que acolchona
El rescoldo, al compás de tres varillas Con el maiz no bien maduro, y seco

Que mueven la ceniza abrasadora, Al horno, se prepara la chuchoca,

Se tuelta el grano blanco, florecido Que así conserva la feliz dulzura


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_...................................... ODAS
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Del grano tierno en la estación impropia. Con mayor escozor saca la roncha.
El más craso compone los tamales; Con maciza paciencia los caballos
Del más azucarado hacen los collas Bajan á la represa en mustia tropa.
La chicha borbollada de acideces; Huele el toro á su vaca lentamente ...
y con la capia densa y polvorosa, y el dulce buey que marcha hacia la sombra.

Tercian el amasijo en la batea En la paz cabizbaja de su fuerza


Para mejor enternecer la torta. Concilia la armonía de las cosas.
En la chala peinada lía el viejo
Su tabaco, en que humea el lento aroma
De algún grano de anís que endulza el humo; Al fondo de la casa, bajo el árbol
y así, desde el umbral donde reposa, Perteneciente, en que de pié se apoya
Le es grato ver el logro de la siembra Alguna rueda impar en cuya taza
Que, junto con su barba, sobredora, Suda un trozo de sebo mugres gordas .
Como al amor de un íntimo solcito Junto al mortero de estatura recia,
La exhalación de placidez narcótica. Como un tosco peon, y en cuya boca

En una obscuridad azul se ahuman La tipa de aventar finge invertida


Las arboledas con la noche próxima. Un sombrero rural, trampa celosa
Ladra un perro lejano. La vislumbre Tienta á los pajaritos del contorno
Da á la blanca pared una remota Con la mancha de afrecho que la alfombra.
Claridad paralítica de estanque. El cardenal cadete es muy arisco:
Frescuras de agua cobra El tordo audaz sospecha de la soga;
El lóbrego yuyal donde el mosquito El chingolo entra, pero tiene el hábito
De escarbar, con que así todo lo embrolla.
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Al remoto piú-piú de la llamada,


Desde el yuyallimítrofe se arrojan
En rasante cestada de alboroto
Cuando ha nevado, la mamá permite
Que remueve á sus pies una bambolla
Que los chicos se vayan por las lomas ,
De abigarrada traperia, donde
A buscar pajaritos envarados
Cae como un pafiuelo la paloma.
Que traen á la casa y que confortan
Sobre el patio entablado por la dura
En la despensa, hasta que el sol renace
Limpieza matinal, el sol que asoma
y los sueltan, poniéndoles por broma,
Cruza una lista de oro mortecino
Un poncho de papel donde se escribe
En cuya luz se aclaran como gotas,
Con buen palote alguna carta á Europa,
Los granos del pufiado que provee
Para que de allá manden una fiafia
La embuchada pollera una vez y otra.
Que llegará en la primavera próxima. ~

Un mechón todavía sofioliento


Sobre la clara sien se desenrosca;
y aunque aquella muchacha no es bonita,
Así el maizal con su riqueza joven
En el coco ordinario que la arropa,
La vida entera de la estancia colma.
Un vientecillo audaz talla de pronto
Una fiesta rural cada episodio
Con brusca tirantez lineas graciosas.
De la cosecha y de la siembra adorna.
y no hay poesía familiar como esa
Que, sin saberlo, la temprana moza
Tras una pinta azul de la pollera,
Compone con sus ávidas gallinas
Un pollito pipiolo se equivoca.
Cuando á comer, alegre las convoca.

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y dicen que festeja á la entenada


Otro grita pisaiio por el pavo
Del patrón, con reserva ruborosa.
Que rueda lentamente su carroza.
Lo cierto es que en su media lengua trajo
y mientras atarea el pato grueso
Artes y ciencias que el paisano ignora.
Su cuchara lavada entre las sobras,
El transformó los bárbaros corrales,
y hacen sonar como contando plata
Las torpes hierrras, las feroces domas,
Sobre el grano -las anchas ponedoras
y aseguró en las chacras invernizas
Sus picos de maíz precisamente;
Que al pronto parecieron anacrónicas,
El corsario del gallo se ocasiona,
Forrage fresco á los costosos padres
Para apretar á la remisa clueca
Que entienden sus maneras y su idioma.
Que en un ~ido falaz . pasa las horas.
y el tronco muscular del eucalipto
En que su duro y blanco brazo apoya,
Se amorata de fuerza parecida
Oyese, en tanto, en el galpón trañqui1o, -
Al levantarse desgreftado de hojas,
Retumbar las gamellas donde roznan
e Marido de la Pampa» como dijo
Los lustrosos novillos de la ceba
Sarmiento, con palabra creadora.
Que aumentará la exportación cuantiosa.
Junto al tilbury el potro ha relinchado
Percibiendo el morral donde le apronta
. - Sobre el perlíl marítimo del médano
Su ración de trabajo el mayordomo
Que la expansión agricola tranforma,
Que viéndolo somer su mate toma.
Alada por las ruedas de los pozos
Aunque es ese buen mozo inglés cerrado,
En que es el viento acémila industriosa,
Asaz gallardamente se acriolla,
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La civilización del agua surge Al empefioso arrastre de las guías


Con un rumor de cristalina loa. El asalto de ortigas y achicorias.
Allá lejos, la siembra bien cuadrada, Con una lenta y clara luz de yema
Como un estanque verdeguea hermosa; Las grandes flores desde abajo asoman,
El plateado rocío que la suda, y el rústico plantío así -adornado
Un esfuerzo vital en ella evoca. Tiéndese al sol cual campesina colcha,
Sus eras satisfechas de abundancia Que el paso del labriego desordena
En el sonoro hectólitro desbordan, Con extensas_foturas de agua honda.
y la brisa estival en sus verdores, Vése, un poco inclinada hacia adelante,
Promesas de agita dulce rememora. La silueta del hombre que acomoda
Con las manos atrás, en la pretina,
Pausadamente su cuchilla roma.
Humedades profundas de la chacra Ya las vacas ajenas cuyo dafio
Que apiñan abundancia en la macolla, Interrumpiera su merienda sobria,
y á la noche florecen de luciérnagas, Lentamente repasan el portillo
y en sombrío frescor asean la hoja, Con pata desganada y cautelosa.
y dan porfiado vicio al yuyo loco Localiza el impávido silencio
Con que en profundidad fértil y sorda, Un zumbido concéntrico de mosca.
Como lengua de buey la azada mezcla En la asoleada soledad vacila
Sus bocados de gleba cuando aporcan. El papelito de una mariposa.
El esparcido zapallar del cerco Una mufieca que ya está granando.
En su aspereza germinal malogra, Bajo la ufia pulgar estriada y tosca,
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ODAS SECULARES

En tanto, bajo el haz de los canutos


Descubre como un nene en los paflales
Cuya delgadez frágil y sonora
Su sonrisa de leche entre las hojas.-
Se aflauta con translúcida terneza,
Allá, á la vera del maizal, lanzado
Junto á la calabaza que coloran
En finas alabardas lo que enflora,
Jaspes y lepras de reptil sombrio,
Se vé en el algarrobo que cobija
Pasa el sapo hortelano su modorra,
A hombres y bueyes cuando el suelo aprontan,
Entornados Jos ojos y latida
El nido de industriosos carpinteros
De lentos pulsos su garganta rosa,
Que, cala el palo con su negra boca.
Anoche debió andar la comadreja,
Porque mucho gritaban á deshora.
Alabemos al- lino que florece
y cuyas flores son como pastoras
De sencillo celeste endomingadas
Cerca del homllre, abajo, en una tenue
Al borde-de las sendas polvorosas.
Crepitación de briznas que se rozan,
En colores de lago reunidas
Desliza su vibrátil garabato
Acá y allá, dijérase que imploran
La lagartija en breve escapatoria.
Por el campó feraz que mira al cielo
O es quizá el conejillo de las ramas
Con el pálido azul de sus corolas.
Que acumula en ovillo de zozobra
Fortalece en los tallos la hebra fina
Su timidez de chico campesino,
Que á falta de batán se va de sobra,
y exterioriza e9 su desliz de bola,
Batida por la llanta en los caminos
La obscura redondez del agujero
Al retozo del _viento, en negras borlas.
De tierra erial, donde ínfimo se aloja.
ODAS SECULARES 67 68 LEOPOLDO LUOONES,

y al azar de los fieles elementos


Concentra el grano en plenitud oleosa,
El aceite cuyo oro es luz dormida y al coposo algodón que esfuma nieves

Que en pinceles y lámparas remonta. De sutil musélina, y cuya mota


Deja un calor de nido en la ahuecada
Mano que sus blandicias corrobora.
y al tórrido mani cuyo estuchito En los cerros del Norte las mujeres,
Como una oruga en el mantillo engorda, Recogen para hacer ligeras cólchas
y en raudal de oro lento se desata De cinco libras, el capullo enorme .
Bajo las planchas de la prensa sólida. De los palos borrachos cuya flo}a
O es menudo comercio en las esquinas Corteza de alcornoque, redondeada
Donde los mercachifles lo pregonan, Por contornos de pipa que tachonan
Al oloroso calorcillo de una Como roblones las espinas gruesas,
Pequeña y popular locomotora. Dá propicia oquedad para canas.
y al pálido alabastro que congela No hay algodón más cálido y brillante
En el puchero la trivial mandioca, Para el tejido, pero su hebra es corta,
Con cuyo denso gluten panifican y resiste al morado · de la grana,
El chipá guaranl ó ligan la albóndiga; Si bien las añilinas lo coloran.
O pudren en fermento ponzofloso
Para sacar el almidón que esponja
En la tibia fluxión de la batea Celebremos la caña' del ·ingenio,
Los cándidos aseos de la ropa. Con su dorada· madurez que empolva
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Una escarcha de plata, cuando llega La veloz flotación de las correas.


Para el .recio trapiche la maniobra. El excéntrico alterna con sus bolas.
En muelle cabellera de cascada, y en el hondo calor, de rato en rato,
El bagazo por fuera se amontona, Como un consuelo de frescura tónica,
Mientras digiere ,el ardoroso tacho Un trago de guarapo clarifica
En densidad de fuego la melcocha La sed, con · sus primicias alcohólicas.
Cuyos oros de flavo caramelo
Cristalizado ya en blancuras mórbidas,
Encumbrando magnífica montalla Conmemoremos la feraz delicia
De tibio azúcar, el galpón acopia. De la vifia solar en cuyas hojas
Retardan los ponientes del otofio
Sombrias quemaduras de oro rosa.
En la entraña de cobre el lento rayo En el párpado lóbrego de la uva,
'"
Que filtra vertical la claraboya, El punto de luz pálida que flota,
Desasosiega el brillo de una airada Prefigura la lágrima de almibar
Pupila de faisán. La negra boca Que ya maduros los racimos lloran.
De algún estanque, ,con febril vahido Dá á la cuba su jugo licoroso
Exhala el tufo de fogoso aroma El noble moscatel de La Rioja,
·Con que á su alto alcohol el alambique Que en su fuego interior de piedra fina
Refina en palidez vertiginosa. La generosidad del sol prolonga.
En el tráfago de la maquiñaria, Con su vivida sangre alegra al pueblo
Suda el fierro. Ataréase afanosa El Iige-ro morado de Mendoza,
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Con tal que alguna manga de' granizo


Cuyas bodegas prósperas amueblan
No venga á trastornar aquella gloria,
De roble colosal las cuarterolas. lt
Con su torvo espesor de vifla mala
y su honda rotación de pipa sorda ...

Saludemos al plácido borracho Ni el caflon de la piedra hay ocasiones


Que entre el rumor de la vendimia pródiga. Que contener las tempestades logra.
Junto á su perro fiel, harto de orujo,
Sonoros suef'ios á la siesta ronca.
Porque cayó rendido ante las cepas y digamos del frijol s,ubstancioso

Con el tomo )1 obligo de las mozas. Que hincha sus granos de ordinaria loza
Las ahumadas mosquitas del vinagre Como burritos blancos, ó los pinta
Ponen en su nariz muecas de broma; Como gatitos, que ávida atesora
y su mano instintiva que divaga La apuesta de los juegos invernales
Con golpes de pantalla perezosa. Con que los chicos su fastidio acortan.
Parece dirigirse todavia y del sabor doméstico del guiso

Hacia la vid materna que le apronta. Que en la formal cazuela los estofa,
En la ubre dorada del racimo y del colmo legal de la fanega

Regalos de nodriza carif'iosa. Que clasifica su cosecha próvida.


Ebrio como él, algún zorzal flautista y de la avena suavemente rubia

En la Iimltrofe arboleda -trova; Que cual doncella lánguida se dobla.


y el hondo corazón de la alameda y del frugal centeno que salpican

Se ha puesto á susurrar la tarde próxima.


ODAS SECULARES 73 74 LEOPOLDO LUOONES

De sangre juvenil las amapolas. Que á su cuadro poético se asoma,


y del sorgo melifluo cuya paja Como alumbra en las fútiles pantallas,
Susurra 105 quehaceres de la escoba. Tras de agudo arrozal la luna rosa.
Elegante enemigo del canoso
Algodón, que los surcos le abandona.
Congratulemos á la dulce ciencia
Del pacífico agrónomo que explora
y del arroz palúdico que rinde En el paciente surco los secretos
Tesoro fiel de millonario aljófar, De la plantas amigas, con sus toscas
Dando en el nácar de sus dientecillos, Manos, en que la noble geometrla
Suave hartura á las tierras amistosas. Habituó rectitudes bondadosas.
Como acuarela pastoril su siembra Su seriedad tranquila de ingeniero
Con endeblez pluvial el campo adorna, Sabe las amistades promisorias
Cifrada por la letra pensativa Que aunan con las plácidas legumbres
De la escuálida garza que le asocia, La tribu de gramíneas sediciosas.
Una suave poes{a japonesa y el solidario griego que ya Plinio

En muaré de laguna melancóHca. Preconizaba en su agradable Historia;


Luce el primor sencillo de su paja y el amable latin con que Linneo

En el mimo gentil de las capotas; Refloreció á Catón y á las Oeórgicas.


y en virginal candor de velutina y el régimen del riego que hondamente

Crepusculiza la floral aurora Tranquiliza la tierra trabajosa


Del rostro de la linda adolescente Con su manto feraz, y el calendario
ODAS SECULARES 75 76 LEOPOLDO LUOONES

De las lluvias felices que la aprontan. La paz de las doncellas estudiosas.

y el cálculo del agua subterránea Oh tierra segurlsima que ofreces

En las alegres minas de la noria; Como una teta enorme a nuestras bocas

y las tareas del sensible ingerto;


El duro bien de la existencia, y cuando

y el sarmiento viril con que amugrona; Viene la muerte fiel como la sombra,

y los recomendables carbonatos,


Que tan sólo al ponérsele á la espalda
La tarde breve, ~I caminante nota-
y los sulfuros de salubre droga,
Que estirpan á la hormiga y al gorgojo El mismo seno á nuestra sien provee

y la agria madre del barril mejoran.


La continua almohada sin zozobras,

y el silo previsor donde se aceda Donde á la Gran Serenidad nos lleva,

En evolución sabia y calurosa, El fin de la jornada valerosa.

El forraje estival, oliendo á sidra.


y el bien futuro de la aldea ignota
Donde se casa al fin, y lleno de hijos, Cantemos las primicias de la lana

Se pacifica en dejadez bucólica. En la cordura honesta de la ropa; .


y en ese bienestar equitativo
Que al vecindario dan las casas propias;

Oh maternal Botánica que ilustras y en esa gravedad que economiza

Con la miel erudita de tu idioma, Los pasos de las madres numerosas,


La virtud de las flores y las hierbas Como honesta balanza bien cargada;
y en ese encanto de invernales horas,
Que las barbas cientlficas aroman,
O con suave interés familiarizan Que la velada hasta las diez hilaba
Con paciente virtud, contando historias.
ODAS SECULARES 77 78 LE9POLDO LUGONES

Aldabeaba el chubasco en los postigos, -Tendremos mortandad en los corderos


Llorando los lamentos de la honda Decía su palabra previsora.
Noche exterior deshecha en aguacero y á poco rato, el padre, confirmando
Sobre la pampa bostezada en sombra. La resignación grave .de sus horas,
Adentro, junto á la pared, se oía Ampliaba el parecer de la consorte
En un cacharro el canto de una gota; Con palabras escasas y juiciosas.
Pero las altas vigas afirmaban _ -Allá por el 63, en "tiempo
Con una recta solidez de eslora, De Mitre .... y los recuerdos de su crónica,
Aquel amparo de la paz interna - En la-barba entrecana resumían
Cuya seguridad satisfactoria, La evidencia inherente de las cosas.
Parece que la vela concentrara -Al fin no se han de derretir (bromeaba
En su yema de luz quieta y metódica. Por animar) como esas de las monjas.
y la madre pensaba en las ovejas Las crespas ovejitas de confite
Recien paridas, que caminan solas Que eran industria conventual de Córdoba.
En incesante marcha por los campos
Cuando las lluvias frías las acosan,
Al azar de la ráfaga empapada,
Mas .en ese momento, por la puerta
Con doliente humildad una tras otras,
Que para entrar, cargada con la loza,
Las pobres con sus hondos lagrimales
Ladeaba la sirvienta--¡SantlJ Bárbaral-
De vieja rubia, son tan lastimosas ...
ODAS SECULARES 79 80 LEOPOLDO LUOONES
.....................: ................ _................................................................................... .

Se oía en conmoción deslumbradora y una seguridad de ser persona;


La pedrada de un trueno que allá arriba Pues sabia contar, y separaba
Rompía con fractura luminosa, Si habia mezcla, una majada de otra,
En el alto balcón de la tormenta Hasta hacer el total exactamente
Un lívido cristal de claraboya. De la que obedecía á su custodia.
y á la densa premura del chubasco
Que arreciaba, la voz de la patrona
Decia: -Va á llover toda la noche, Asl el antiguo campo se bastaba
Cierren bien el galpón, Maria Antonia. En aquel tiempo de abundancia ociosa.
Cuando eran menos caras las ovejas,
Cuando la cabra productiva y sobria,
En tanto el huso familiar labraba Se empinaba á roer la espina verde
Cual crisálida que intima se apronta, En el risco dificil que corona.
La prez de los domésticos vellones En tanto, los cabritos, en la casa,
·-Nieve en que el sol de estio se prorroga.- Del horno familiar hacían roca,
y decia el telar de los hogares Para ensayar la atávica pirueta
Que una genuina estética valora, O esbozar bruscamente luchas cómicas.
Como citara extensa en que son música Lindos como nitlitos pululaban
Los colores campestres de la colcha. Con agilidad suave y cosquillosa,
y las bellezas del rebafto antiguo Acentuando su mímico rabillo
Que el perro conducía por las lomas, La petulante mueca de la broma.
Con una sensatez de esfuerzo útil y ante los más bonitos que tenlan
ODAS SECULARES 81 82 LEOPOLDO LUGONES

Al cuello dos minúsculas bellotas, De teruteros, en la 'playa proxima;


Bien se deseaba una hermanita beba La vivienda paisana que tenía
Para hacerla jugar á la pastora. Por vecindario, en su quietud dichosa,
Todos los caminantes de los campos,
Todas las golondrinas de la aurora.
Entre los dedos de la madre el huso No vé sin emocion el hombre viejo,
Continuaba diciendo la congoja Sobre el árido tronco puesta á la obra,
Del pobre cabritillo degollado La pareja de horneros que fabrican
Que con un grito tan doliente llora. En barro elemental la misma choza.
y la muerte distinta del cordero
Que al sacrificio proverbial se dobla
Con sumisa quietud, siendo esa muerte Cantemos á la carne brava y fuerte,
Una mirada blanca y silenciosa. Que enciende el fue§O de la vída heróica,
y el áspero morueco de los pobres, En el bocado previo del combate,
Con su lana plebeya y su asta en rosca. En la ración del labrador que torna.
y el chivo socarrón de ojo amarillo, Temple en el brazo activo; flor de llama
Que en su barba almizclada filosofa. En el ramo arterial de sangre roja;
y las vacas cornudas y pequefias, Calor de inteligencia y de coraje;
y las yeguas pintadas y avizoras, Fundamento de razas vencedoras.
y la campaña igual donde eran dueños Robusta hermana de la sal yel vino,
Pobres y ricos en la misma norma. En su excelencia substancial se enconan
y el rancho con su tala y .su pareja Con agudezas de sabor los dientes
ODAS SECULARES 83 84 LEOPOLDO LUGONES

Chispeantes de la sal, y es mutua gloria Cuyo techo apedrea con sus costras,
El buen color del vino que sonrien La sal que condujeron los peones,
Las mejillas bermejas de la copa. Húmeda aún, de las salinas ópimas,
Su olor de fortaleza y de apetito Donde el lívido jume reconcentra
Alegra el campo y al olfato arroja Las acerbas legías de la obra,
El cruel ardor de la quemada grasa Cuyo grado se mide con un huevo
Que de áspera avidez la entrafia ahonda. Que ertre la espuma de la mezcla fl ota.
Junto al fuego amistoso el perro aceza. y el derretido sebo, defecando
Modera el gaucho con destreza estoica, Su apetitoso chicharrón, apronta
En la obstada premura de su fuego En la mecha los júbilos caseros
La paciente merienda que elabora. De la vela paciente y lacrimosa.
y mientras en la intimidad del poncho,
Su atizado pregusto el mate acorta,
La costilla florece de gordura, Cantemos á la leche cuyo gusto
Estimulando con delicias próximas, Sabe á beso infantil en nuestra boca.
La viva delgadez de árida brisa La leche, plata líquida del pobre,
Que el circunstante pajonal le sopla. Que las jícaras blancas alboroza,
y en el aro del queso se amoneda,
y en lo más tierno del manjar provoca.
En su emulsión do lejiviada pella Abramos á las míseras infancias
El campestre jabón se perfecciona, El dulce manantial de la ubre rosa,
Al amparo habitual de la ramt.cta y al prodigarse floreciendo en nifíos,
ODAS SECULARES 85 86 LEOPOLDO LUGONES

Esa prosperídad tenga su gloria. Que arrebujada en su rebozo trota


Como en los Paraísos legendarios, Sobre la blanda burra, al vago azote
Ríos de leche nuestra dicha portan. De la pichana, conduciendo entre hojas
De aromática higuera sus quesillos
Con dejadez arábiga y monótona:
Oh alegre vasco matinal que hacía En ella pasa la poesla vieja
Con su jamelgo hirsuto y con su boina Del tambo matinal donde retoza
La entrada del suburbio adormecido La ternera precoz del campo abierto
Bajo la aguda escarcha de la aurora: Junto con su chinita ya pintona.
Repicaba en sus tarros abollados
Su eclógico pregón la leche gorda,
y con su rizo de humo iba la pipa
Temprana, bailoteándole en la boca, Hacia el corral donde en la tibia ordefia
Mezclada á la quejumbre del zorcíco Prefieres á la baya 6 á la hosca,
Que gemia una ausencia de zamponas. Que emparejados los garrones recios
Su cuarta liberal tenia llapa, Por tres vueltas de soga,
y su mano leal y generosa, Con un mugido perezoso y vago
Prorrogaba la cuenta de los pobres El lento morro hasta la ijada toman
Marcando tarjas en sus puertas toscas. Al amor de la cria-en fiel coloquio
Vas una suave tarde con tu novia,
Que está más delgadita de quererte
Oh comadre lechera de los pueblos y expresa una fatiga de corola.
ODAS SECULAR ES 87 88 LEOPOLDO LUGONES

En el jarro vacío el chorro agudo, Es también increíble lo que engordan.


Como un niño dijérase que llora; La que se queda sin parir, entonces,
y en la espuma del que se va llenando, Solamente será por ser machorra.
Enronquece un -arrullo de paloma. y cómo alegra el alma su mugido,
Un olor de heno fresco y de aceituna Cuando al caer la tarde calurosa
Exhalan las boñigas; más sonora Que expía una sequía de ocho meses,
Canta la rana del jagüel vecino; Del horizonte grávido que arroja
y en su puerilidad de alma dichosa, Su escobazo de viento preventivo,
La niña te sonrle con los ojos En que grita ordenando alzar la ropa
Al ocupar sus labios en la copa. Una aflautada voz de lavandera-
Viene ya el agua eléctrica y sonora,
Hinchada en un sombrío azul de breva,
Mientras un colosal cielo de tromba,
Las vacas montañesas de mi villa,
Con retumbos hidráulicos de fresco
Cuando pacen la grama de las lomas,
Tonel, sobre los campos se desfonda.
Tienen la mejor leche para el queso;
• Mas, como no son finas, es bien poca.
Si comen albahaca y altamisa, y braman ellas escarbando el polvo
Suele volverse amarga y olorosa. Que rellena la cuenca pedregosa
Del rio seco que al lugar da nombre;
y en su salvaje anhelo se prolonga,

Cuando las toca un afio llovedizo, El gemido amoroso de la tierra


ODAS SECULARES 89 90 LEOPOLDO LUGONES

Que á la preñez magnífica se apronta. Con su cabeza adolescente y floja


Donde el alto linaje se empenacha
De alado fuego en la gloriosa hora,
Cantemos la excelencia de las razas Cuando el ímpetu audaz de la carrera
Que aquella sangre indígena mejora, En viva cinta de aire se prolonga,
Con el marmóreo Durham de los premios, Restallada en aplausos que definen
Con el Hereford rústico que asocia El alborozo cruel de la victoria.
A la belleza de su manto rojo,
En blancura total . cabeza y cola.
Con la negra nobleza que propala y al pequefio caballo que en las sendas
El Polled-Angus de cabeza mocha. De la región criolla,
Con su paisano soiioliento encima,
En un vigor reconcentrado trota .
y al grueso potro de color de peltre, El de las duras guerras en que hicimos
Que derrumbando el anca montañosa Las hazaiias aquell as de la historia .
En pulimento escultural de fuerza, El heroico de ,S alta y de los Andes,
A paso colosal mide las trochas. El triste que en las épocas penosas,
y al alazán que con intenso trote Sobre la pampa mártir de sequía
RefucHa su hebilla en la carroza, Cumple el arduo servicio de la posta.
O lanza su relincho perentorio El fiel de las angustias sin amparo
En la manada que bravío atropa. Que confían al chasque su zozobra,
y á la concisa yegua de las pistas, Cuando urge el parto cruel y la epilepsia
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ODAS SECULARES 91

El ojo en la rodilla temblorosa,


En la desolación brama horrorosa.
Al ladrido del perro los que aguardan
El que ordenó las bárbaras dehesas
Salen llenos de plácemes y de ¡holasl
De la frontera desbordada de hordas,
Entre un ruído de espuelas, todavía
y en la final conquista del desierto,
En el extremo de la rienda floja,
Sumiso y '!1illtar sirvió con Roca.
Con saludo cordial se unen las manos
El que en su vil pelambre guarda el fuego,
y la cola del can tunde las botas.
Como el tronco la brasa que lo dora,
Con esa mansedumbre del coraje
Que su alma elemental acondiciona.
Se amustia el cielo. La primer estrella
El que huele á hombre fuerte cn el descanso
Salta en el vago azul como una gota.
y á fiebre inquieta en las ingratas obras,
y en la cocina negra el primer fuego,
y es la última amistad del gaucho libre
Como un gallo dorado se arrebola.
Que al despoblado la injusticia arroja,
Dejándole por únicos haberes
La firme daga y la guitarra sorda,
Todavía inconcluso el primer mate,
Que habla bajo, pasado á la cintura
Salimos con idea previsora,
El brazo del varón, como una esposa.
A averiguar si hay pasto suficiente
En el cerco habitual donde acomodan.

Cuando al final de intrépida jornada El fatigado lomo aún exhala

Que al doméstico encanto nos retorna, Su dejo de churrasco en las caronas;

Mientras él, aun jadeante, se refriega y con una palmada al anca escueta,
94 LEOPOLDO LUOONES
ODAS SECULARES 93

Del código rural cuya reforma,


La ternura viril que nos mejora,
En la nobleza del derecho agrícola
Paga - ¡pobre animal! - en brusco mimo,
y en la equidad pecuaria tiene normas,
Aquel caudal de fuerza generosa.
Para dar un sabor de égloga ruda
Al canon de la ley satisfactoria,
Cuya sana belleza de justicia
Cumplamos con el buen veterinario
Como un verso el artículo conforma.
Cuya modesta medicina aploma
Los miembros aquejados por el duro
Esparaván. ó por la llaga crónica
Cantemos la confianza del viaje
Que el linimento con unción tranquila
En la certeza de la mula cómoda,
Viene á colmar de lenidad piadosa.
Que sabe con su pata los atajos
Oh! dulces ojos de la bestia enferma
y con su oreja las alarmas lógicas,
Que nuestra avara caridad imploran,
Vibrante en el bufido que les planta
Con un dolor sumiso é inocente
Con el celo inicial de una pistola.
Que á nadie culpa la maldad incógnita.
Hombre que alivias al caballo viejo,
Dándole agua y quitándole las moscas:
Por el lento crepúsculo teflido
Cuando el llanto consuele tu alma obscura,
De vislumbre lunar, marcha la tropa.
Sabe que es aquella agua 10 que lloras.
Los carros vienen como conversando
Con el carril de platitud sonora,
Cuya orílIa derecha sobrepasan
Reclamemos la enmienda pertinente
95 96 LEOPOLDO LUGONES
ODAS SECULARES

Pero quien ha de abrir por él la boca,


Vagas aún las movedizas sombras.
Las mulas veteranas y parejas Si el mismo capataz no está seguro
Cuando, los dlas de elección, no vota
Cumplirán la jornada algo á deshora,
Como todo mensual -por don Fulano~,
Porque ese medio día faltó el agua
La lista que al fin poco les importa.
En el jagüel que llaman de los Soria,
El se contenta con un saco viejo,
Donde á real por cabeza las abrevan
Media libra de pasas y una trompa.
Mientras la peonada se raciona.
Pero bien sabido es que entonces basta
Con soltarlas un poco, pues muy sobrias,
Detrás, pausadamente talonea
Con tal que puedan revolcarse á gusto,
El capataz su zaina cadenciosa.
Luego para la marcha se recobran.
En el chifle de cuerno un resto de agua
Sólo aflojaron dos tordillas grandes,
Va gorgoteando sofocada y sorda.
Las más maulas también porque eran romas;
Mañana, si Dios quiere, con la fresca
y con ellas dejaron al marucho
Se acercarán al pueblo donde próspera
Que cuida la mulada de la tropa,
La tienda espera su mercadería;-
y en sus trece años, toscos de tarea,
y entrarán por la calle barrancosa
Para cumplir, como el mejor se porta.
A los compases del clarín alegre
Que él como anuncio del arribo toca.
A la par suya trotará su cuzco
Ahijado del patrón todos extraftan
Plumereando alegrlas con la cola;
Que en la escuela del pueblo nó lo ponga.
y sumiendo la arena irán las llantas,
Dicen que hay una ley que así lo ordena,
98 LEOPOLDO LUOONES
ODAS SECULARES 97

Ponen tal elegancia en su persona,


y será el caso de estrenarse botas, Que con razón á todas las muchachas
y restallar la chispa de los látigos Se les hace por él agua la boca.
Entre una polvareda victoriosa. Sólo el telegrafista le compite
Cuando á la tarde en su tubiano aso ma.

La tienda estará allí sombría y fresca


Con su cortina de pesada lona, Afuera, denunciando que el negocio
Donde un gran lamparón de kerosene Es casa fuerte, de las dos que acopian
Trasluce el sol aglomerando moscas. frutos, y prestan á interés, un cuero
Un confortable olor de caña y yerba, Estaqueado, el caliente piso alfombra .
Sale en la bocanada de su sombra. Húmedo de colores como un mapa,
Puntea el sastre, cabalgando un tercio, Que azulan podredumbres transitorias,
Un pasacalle de guitarra ociosa. Asusta á los · esquivos redo mones
Detrás del mostrador el dependiente De la rural clientela que anda en compras,
Despacha á una esponjada señorona
Que regatea y prueba con saliva
Un percal de firmeza sospechosa. Socarrando las rojas verdol agas
-Podemos enseñarle la factura De la plaza desierta, el sol acosa.
Argumenta el audaz con labia pronta. Un caballo tranquilo, allá á lo lej os,
y su ala de pichón, enaceitada Camina por la falda de una loma.
De Tónico Oriental, y su simbólica
Solapa constelada de alfileres,
ODAS SECULARES 99 100 LEOPOLDO LUGONES

A todo esto llegaron ya á la aguada Al olor montaraz de las jariJIas


y ante un buen fuego el costillar aprontan,
Exhaladas en brisa resinosa,
Mientras las mulas ramonean algo Mezclan su pimentado terebinto
y el marucho atrasado se incorpora.
Los espinosos cocos que allá brotan.
Un nocturno reposo de agua obscura, y el capataz les cuenta los viajes
Que cercan cocos de crujiente copa, En las grandes carretas crujidoras
Consuela los afanes de la marcha Que dilataban su áspero quejido
En el silencio de la noche hermosa. Por travesías llenas de zozobra.
Algún tuco atraído por la hoguera, De temor al salvaje hasta llevaban
Sesgo trazo de luz tira en la sombra, Un cañoncito y varias tercerolas;
y en su efluencia de estrellita errante
y si acaso en las noches de tormenta
Titubea un momento y luego toma
Debían desvelarse haciendo ronda
La dirección de azar, que les indica
En torno de los bueyes intranquilos,
Dónde estarán la suerte ó la algarroba,
Era grande la alarma de esas horas.
Cuyos rubios pufiados con susurro
Sólo les permitían que fumasen
De seco cascabel cargan la fronda,
Bajo los ponchos cuya urdimbre tosca,
Como á compás con las cigarras émulas
Soportaba los largos temporales
Que al taciturno santiaguefto arroban,
Que los campos tristísimos entoldan,
Con la aftoranza rústica del pago
Deshilachando en lluvias inclementes
En un pregusto de ácidas alojas.
El largo harapo de las nubes lóbregas.
-
BI8L10TECA NACIONAL
DE MAESTROS

ODAS SECULARES 101 102 LEOPOLDO LUGONES

y pasaban los mozos estribando


En sus capachos de madera sólida;
Como no hay en qué atar por esos llanos y el alto capataz con su trabuco
y la estaca clavada es peligrosa y su macho bragado en cuya boca
Porque el retumbo se oye por el suelo Sangraba el freno Peñaflor, y aquellas
y el indio en esto nunca se equivoca, Espuelas formidables y sonoras
Aseguraba el capataz su mula Que rinden á la bestia palpitante
Con una taba ó una leña corta En los duros tragines de la doma,
Que amarrada á la punta del cabestro Cuando el robusto corazón se sube
En un hoyo se entierra y apisona. En borbollón de gárgara ardorosa,
y aunque tire, dejuro que no arranca y el entusiasmo con sabor de fuerza
La bestia más matrera y cosquillosa. Los corajudos miembros corrobora,
y encarniza el instinto con su soplo
De rabia audaz, una crueldad de gloria.
Apenas se ocupaba en ese tiempo
El ganado mular para las tropas,
Á no ser en las arrias sanjuaninas El asado ya está. Divaga á ratos
Que llegaban al pueblo con sus tortas Con lastimeros sones en la sombra,
De alfajor, y sus rubios orejones, El cencerro cordial de la madrina
Surtidos en la carga promisoria Que pasta por allí con pausa sorda.
Con la pasa mollar y la aceituna y de pronto, en lo extenso de los campos
Sobre los grandes bastos de totora. Donde la dulce soledad ahonda
104 LEOPOLDO LUGONES
ODAS SECULARES 103

y remeda á la lima del herrero,


La sensibilidad de su silencio
Atareada como él desde la aurora.
So fiado por estrellas melancólicas,
y al surgente avestruz de la pradera
Una mula rebuzna á la querencia
Que con silbo haragán vagando engorda,
Con nostalgia tan intima y remota,
y fértil rinde su costal de huevos,
Que como una mujer abandonada,
y cuando va á llover corre y esponja
Penas de hogar parece que solloza.
Su flotante calzón arremangado
En los sesgos fandangos que retoza.
y hay que verlo tenderse en las boleadas,
y cantemos al asno mendicante,
Desordenando la gambeta ilógica
Con su tosco sayal que aun desmejora
Como mancha de luz que refucila
El haz de lefia de las tardes frias
Un espejo, al zumbido de las bolas.
En que parece envejecer la choza.
En veloz convergencia lo arremete
y al bronco cerdo que madura en grasa
El gauchaje, palmeándose la boca.
Anticipando la repleta olla
Con sordo borbótón hierve la tierra
Al hondo borbotón de sus gruñidos.
A los tropeles bárbaros de la horda.
y al pavo matamoros que resopla
Hasta que, ya rendido, y bien seguro
Explosivas sazones de marmita.
El volumen de pluma en las alforjas,
y al primor campesino de la oca,
Al fuego del vivac asan su agudo
Cuyo alelado escándalo insinúa
Caparazón, con lentitud metódica,
El trajln promisorio de la loza.
Dándole por relleno tres guijarros
y á la modesta gallineta que huye
Recalentados, pues así se apronta
Con paso de mucama perentoria,
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ODAS SECULARES 105

La picana con piedra que el rescoldo De paseo campestre con nosotros,

Como un pastel por fuera perfecciona. A buscar por las breñas más recónditas,
El panal montaraz que ya el otollo
Azucaraba en madurez preciosa.

Celebremos los claros palomares Embellecia un rubio aseado y grave

Que embanderan de blanco las palomas. Sus pacificas trenzas de señora.

y el conejo 'pueril en cuyo hocico Seguíanla el peón y la muchacha.


y adelante, en pandilla juguetona,
Pulula la esquivez como una mosca,
y que bajo un repollo acurrucado, Corríamos nosotros con el perro

En el fondo sombrío de las hojas Que describía en arco pistas locas.

Funda una linda capillita blanca.


y la colmena que en labor metódica,
Es el encanto de los bellos días Con certeza cabal decía el hombre,

En que el campo llovido se emociona, -Aquí está el camuatí misia Custodia.

y encomienda á las alas de la abeja, Que así su nombre maternal y pio,

La quinta en flor el polen que desborda. Como atributo natural la adorna.


Aunque aquí vaya junto con la patria
Toda luz, es seguro que no estorba.

Como era fiesta el día de la patria, Adelgazada por penosos años,


y en mi sierra se nublan casi todas Como el cristal casi no tiene sombra.

Las mafianas de Mayo, el 25 Después se nos ha puesto muy anciana,

Nuestra madre salia á buena hora y si muere sería triste cosa


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ODAS SECULARES 107

Que no la hubiese honrado como debe


Su hijo mayor por vanidad retórica.
Venía el padre á veces en su mula,
Habiendo visto el humo de la obra,
Cuando por el camino asaz distante
Ahumadas las abejas de alli á poco,
Regresaba á la casa. Su sonora
Al reparo de alguna peña hermosa
Palabra de carifio y complacencia,
Disfrutábamos juntos la cosecha
Como el pan bien asado era sabrosa.
En la gran paz de la campaña sola.
Colgada del arzón su carabina
Todavía en las ramas de los cercos
Aun exhalaba un denso olor de pólvora.
y en alguna ladera barrancosa,
Es que había cazado una corzuela
Flores de mechoacán y escorzonera
Que con el capataz envió por otra
Daban al afta retardada pompa.
Dirección; y también había visto
Entre los huecos del peñasco, llenos
En la represa solitaria y honda,
De doradilla purificatoria,
Patos de esos cafés de alas azules
Juntaba alguno para hacer gallitos,
Cuya carne bravía es tan gustosa.
Caracolillos de voluta cónica.
Ah gloria de las claras mafianitas
Punzaba la quietud con lento arrullo
En el tallar tranquílo que se explora
Allá en su breña la acentuada tórtola;
Con la escopeta al hombro, en un silencio
y el cielo suave donde ya el nublado
Lleno de claridad, sobre una blonda
Se adelgazaba con pereza mórbida,
Arena de ribera, susurrada
Empañado como una jarra fresca,
El alma fre sca por murmullos de hojas.
Daba al aire blandicias deliciosas.
De agua, silencio y sol está compuesta
ODAS SECULARES 109

La plácida belleza de la hora.


Huele el sauz al endeble á barniz nuevo,
Rubio de luz escuálida y notoria.
Muy lejos, en la punta de algún árbol,
Una urraca saluda con la cola.
y mientras nos contaba todo aquello,
El buen padre jovial nos daba escolta.
Montando por delante al más chiquillo
Que pedía galope, á rienda corta
El andar de la bestia mantenía
Paralelo á la senda donde toda
La familia marchaba de regreso
Al mismo paso y en la misma forma.
Sólo el perro , á la vera del estribo,
Iba anhelando cabizbajo ahora.

Así en profunda intimidad de infancia,


El día de la patria en mi memoria,
Vive á aquella dulzura incorporado
Como el perfume á la hez de la redoma.
¡Feliz quien como yo ha bebido patria,
En la miel de su selva y de su rocal

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