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Este poema describe la naturaleza y la vida rural en la pampa argentina a través de seis secciones. Describe la floración de la primavera, el movimiento de los rebaños hacia el sur, los incendios que asolan la tierra, el atardecer con el canto de los insectos, y el regreso de los pastores y sus rebaños en el invierno cuando soplan vientos del norte. Celebrar la belleza natural de la pampa y el estilo de vida de los gauchos.
Este poema describe la naturaleza y la vida rural en la pampa argentina a través de seis secciones. Describe la floración de la primavera, el movimiento de los rebaños hacia el sur, los incendios que asolan la tierra, el atardecer con el canto de los insectos, y el regreso de los pastores y sus rebaños en el invierno cuando soplan vientos del norte. Celebrar la belleza natural de la pampa y el estilo de vida de los gauchos.
Este poema describe la naturaleza y la vida rural en la pampa argentina a través de seis secciones. Describe la floración de la primavera, el movimiento de los rebaños hacia el sur, los incendios que asolan la tierra, el atardecer con el canto de los insectos, y el regreso de los pastores y sus rebaños en el invierno cuando soplan vientos del norte. Celebrar la belleza natural de la pampa y el estilo de vida de los gauchos.
No más de insano amor en los festines Invitación a un bardo amigo con mirto y rosa y pálidos jazmines tu pecho varonil, tu pecho exornes. Es tiempo de que vuelvas; I es tiempo de que tornes… Torna a soplar del Este No más de insano amor en los festines el viento alegre y zumbador. Ondea con mirto y rosas y pálidos jazmines cual agitada veste tu pecho varonil, tu pecho exornes. el sedoso follaje. El sol orea Es tiempo de que vuelvas… la charca pantanosa, Tu alma –pobre alondra—se desvive y por el reino de la luz pasea por el beso de amor de aquella lumbre legión de garzas de plumaje rosa. deleite de sus alas. Desde lejos Florecer es amar… Sobre la falda la nostalgia te acecha. Tu camino de las toscas malezas entreteje se borrará de súbito en su sombra… la parásita en flor, áurea guirnalda; Y voz doliente de las horas tristes, cuelga blanco vellón, de su costado y del mal de vivir oculto dardo, el nido comenzado; el recuerdo que arraiga y nunca muere, regio collar de abiertas campanillas el recuerdo que hiere, la trepadora mazadaza enreda, hará sangrar tu corazón, ¡oh Bardo! y en dos porciones de oraza rota, (…) despide al aura leda, del nevado cairel de su bellota Ven de nuevo a tus pampas. Abandonada trenza brillante el orozul de seda. el brumoso horizonte Tras la menuda flor cuaja el uvero que de apiñadas cumbres se corona. su gajo tempranero; Lejos del ígneo monte sus nacarados frutos en el limo ven a colgar tu tienda. Ven felice, el punzador curujujul engendra; ven a dormir en calma tus quebrantos, la maya erige colosal racimo y como el sol de la desierta zona y desprende el merey sabrosa almendra; en viva inspiración ardan tus cantos. señuelo de su copa en lozanía, Guárdate de las cumbres… escondidos granates el orore Colosales, enhiestas y sombrías en mil estuches cría; las montañas serán eternamente emulando la escarcha la hermosa pantalla de tus días. el espinito su jazmín estera, Deja para otra gente y del verde mogote en la cimera el gozo de mirar picos abruptos, abre su flor simbólica la parcha. y queden para ti las alegrías En el aire, en la luz, en cuanto vive, de ver, al despertar, alba naciente, amor su aliento exhala; y de abrazar con sólo una mirada, y su aliento febril –tras el espeso de Sur al Septentrión. Y del Ocaso ramaje que es baluarte y es escala— hasta el fúlgido Oriente estremece del pájaro travieso la línea, el ancho lote, siempre al raso el mullido pulmón bajo del ala. de la tierra natal. Torrente luminoso (…) de cumbre cenital se precipita; del árbol generoso ¡Libra tu juventud! El rumbo tuerce la regalada sombra al sueño invita; de la fastuosa vía por el margen del caño en la que el vicio su atracción ejerce espárcese el rebaño; y se tiñe de rosa la falsía tiemblan reverberando los confines, donde el amor procaz vive a su antojo y borracha de sol y miel llanera, y cubierta de pámpanos la frente celeste mariposa mensajera celebra en la locura del despojo batiendo va sus cuatro banderines. parda penumbra y carnación turgente. Si es oro la lisonja al bravo y fiero Señor –de cuantos míseros se humillan— II desprecia el arte vil, por lisonjero, Ya no viene bramando cual solía en que nombres y almas se mancillan; al declinar el día, y si quieres al fin que no te alcance por uno y otro rumbo la vacada; de la vergüenza el dardo, ni plantado en mitad del paradero de igual manera que al hirviente cardo, escarba y muge fiero a la pasión venal esquiva el lance. el toro padre de cerviz cuajada. prende sobre el cabello revoltoso Ya no turba el reposo de los hatos la inocente muchacha sabanera. madrugador lucero; (…) ni despiertan el eco adormecido el amante reclamo del bramido ¡Oh florida estación! Haced que nunca a la par de la copla del vaquero. turbe dolor violento A más benigno suelo, la paz de mis nacientes alegrías… a más fértil región de aguas profundas Y cuando vuele al fin mi pensamiento, y de lucientes pastos regalados, cuando vuele hacia allá, cuando yo muera, a las islas distantes y fecundas, que sea su compañera fuéronse al fin pastores y ganados. la más brillante aurora de tus días!. ¡Cantando una tonada clamorosa y bajo el fiero sol de la sabana, al paso lento de la res morosa V con rumbo al Sur cruzó la caravana! En estas dulces tardes veraniegas, cuando el sol, que se va, desde lejano purpurino confín, luz moribunda III esparce por el llano, Ya dos veces, monstruoso y despiadado y del boscaje todo rumoroso, sobre la tierra pródiga, el incendio y de un amor desconocido en alas, su abanico flamante ha desplegado; por el aire sutil suben serenas ya dos veces, por furias impelido, la canción funeral de las chicharras las yerbas infecundas y la ronca canción de las colmenas; su aliento abrasador ha consumido; cuando apaga el purpúreo sangriento y de pie sin cejar, y frente a frente y brota el color gris al horizonte con el río que impasible está delante, baña de nuevo en rojo humo y llamas lanzando su turbante la columna de fuego que calcina ha brillado en las noches del desierto la tostada maleza del rastrojo. como si fuera un faro ignipotente (…) clavado en la ribera de un mar muerto. En línea de combate, a campo raso, VI pronta la garra, la mirada alerta, Al tornar frescos hálitos del Norte, hambrientos gavilanes, paso a paso, del país de la nieve, asediaron del fuego la reyerta. en junco silbador y hora leve Consume aún su aliento las entrañas tendrá el estero florida corte. de los troncos vetustos; Al pie de sus ganados, fluye sutil fermento de las cañas y cuando caiga la primera bruma, y blanda mirra lloran los arbustos. volverán los pastores emigrados; Coronando el pavés de la macolla volverán las vacadas sangriento cardenal bate sus alas; a repletar las cercas, y de espuma las consumidas galas a coronar los botes, vertiginoso remolino arrolla; la linfa de las ubres ordeñadas. y sobre el lienzo oscuro del quemado, Concertará de nuevo la alegría de perfiles grotescos, el coro de las voces; la ceniza y el aura han dibujado tras la recia labor –ya muerto el día— flores grises y rotos arabescos. caballeros veloces Cuando mengüe la Luna habrá verdores partirán la amorosa romería; en el fresco bajío; y al calor del brasero, y cerriles hatajos corredores cuando la noche pavorosa avance, y venado bisoño, cantando irán de trovador llanero en las tempranas horas del rocío la copla, el tono triste y el romance. alegres pacerán tiernos retoños. VII IV Sin amor, sin deber ¿qué existencia? La riente primavera, ¡Es tiempo aún de combatir! Procra, Primavera fugaz, del sol amiga; Oh Bardo sin ventura, La que lluvia de flores le prodiga Que cese al fin tu dilatada ausencia! Al monte y la pradera, ¡Es tiempo aún de combatir! Acude, También como la hierba al pobre arbusto ven a luchar con juveniles bríos la primorosa dádiva recibe, por el bien de la raza cuyos lares y de su escasa floración primera consagra el almo sol junto a los ríos el botón más hermoso y cerca de los próvidos palmares. Por el bien de la raza que abandona unas huellas que ha tiempo se borraron! El rincón sin azares… Llanura o cielo, cúspide o abismo; (…) ¡santa Naturaleza! para el dolor que vivo en tu grandeza Por amor a tu raza en desventura; ¿cuál palabra mejor que tu mutismo? por esta pobre tierra, ¡Oh Madre! El áureo broche de tus días, que el maléfico genio de la guerra y tus campos que amó la primavera, convierte ya en enorme sepultura; retienen prisionera por estos seres buenos y sencillos; el alma de mis muertas alegrías! por este pueblo amado, Hoy como ayer, y de la noche oscura que vive –noble víctima—entregado bajo la inmensa nave, a la ciega ambición de los caudillos. en tono triste, quejumbroso y grave brota doliente canto en la llanura; y trae breve silencio, cual sonoro VIII trueno de burlas el cantar vecino, Tus pasos vuelve hacia el hogar, ¡oh Bardo! en son de fiesta, alcaravanes pardos, Yace por tierra el matizado velo abierta el ala de purpúreos dardos, con el cual primavera engalanaba rompen a carcajadas en su trino. los montes de tu suelo. De pavura o dolor, el grave canto Cantando sin reposo la guacaba y la seguida estrepitosa burla, pide lluvias al cielo, de crueldad casi humana, conquistan con la fuerza y la osadía hieren mi corazón, lo hieren tanto nidos para el invierno los turpiales; que anheloso y de prisa me levando en los ralos matales a mirar si está sola la sabana. mueve el amor trinada algarabía; (…) y con tesón rayano en el enojo, en la verde oquedad de la montaña el carpintero de bonete rojo IX cincela el tronco hasta la dura entraña. ¡A meditar no acude cual solía Nueva decoración y nuevo encanto dulce melancolía lucen las atrayentes lejanías en la tumba del sol! Es la tristeza que tu espíritu amó con amor santo. la que doliente se arrodilla y reza Grises tapicerías cuando, para dormir, desmaya el día. cubren el horizonte. La llanura Ya las noches no son como eran ellas tiene otra vez reverdecido manto. propicias al amor. El cielo oscuro Como en aquellos días a las almas no atrae. ¡Grietado muro, del venturoso tiempo ya lejano, por él se asoman pávidas estrellas! en pos de mis pasadas alegrías, Ya no brilla inclinada hacia el Oriente vuelvo a tender la vista sobre el llano. la hermosa Cruz del Sur. Barre las hojas Caído en la remota lontananza la ráfaga bravía, sin su manto de gloria, y siguiendo la negra lejanía, el moribundo sol parece un cirio serpean ligeras llamaradas rojas. que alumbrase honda cámara mortuoria. El viento, sin rumor, apenas risa X la silente laguna en cuyo espejo ¡Es tiempo de que vuelvas!... ¡Sin mancilla invisible dolor vertió ceniza; te aguarda el viejo amor! Viva te espera y con vuelo despacio, del culto del hogar la fe sencilla. de la tarde a los pálidos reflejos, ¡Se fue la primavera! las garzas que se irán, que se irán lejos, Ruge amenazador trueno lejano pueblan de cruces blancas el espacio. y de soles nublados, agorero, Hoy como ayer, andando a la ventura, la cenicienta garza del verano absorta la mirada, lento el paso, tañe, al pasar su canto plañidero. trayendo margaritas del Ocaso, miro bajar la noche a la llanura. Mas de pronto pensando que fue triste, pensando con dolor, pensando en ella, me arrodillo en el polvo del camino que en hora igual de gozo vespertino recibió las caricias de su huella. ¡Oh destino de todos los que amaron! ¡Oh destino cruel! ¡Tú me condenas a buscar en las móviles arenas