Está en la página 1de 3

“LA SILVA CRIOLLA” Es tiempo de que vuelvas,

es tiempo de que tornes.


No más de insano amor en los festines
 Invitación a un bardo amigo
con mirto y rosa y pálidos jazmines
tu pecho varonil, tu pecho exornes.
Es tiempo de que vuelvas;
I
es tiempo de que tornes…
Torna a soplar del Este
No más de insano amor en los festines
el viento alegre y zumbador. Ondea
con mirto y rosas y pálidos jazmines
cual agitada veste
tu pecho varonil, tu pecho exornes.
el sedoso follaje. El sol orea
Es tiempo de que vuelvas…
la charca pantanosa,
Tu alma –pobre alondra—se desvive
y por el reino de la luz pasea
por el beso de amor de aquella lumbre
legión de garzas de plumaje rosa.
deleite de sus alas. Desde lejos
Florecer es amar… Sobre la falda
la nostalgia te acecha. Tu camino
de las toscas malezas entreteje
se borrará de súbito en su sombra…
la parásita en flor, áurea guirnalda;
Y voz doliente de las horas tristes,
cuelga blanco vellón, de su costado
y del mal de vivir oculto dardo,
el nido comenzado;
el recuerdo que arraiga y nunca muere,
regio collar de abiertas campanillas
el recuerdo que hiere,
la trepadora mazadaza enreda,
hará sangrar tu corazón, ¡oh Bardo!
y en dos porciones de oraza rota,
(…)
despide al aura leda,
del nevado cairel de su bellota
Ven de nuevo a tus pampas. Abandonada
trenza brillante el orozul de seda.
el brumoso horizonte
Tras la menuda flor cuaja el uvero
que de apiñadas cumbres se corona.
su gajo tempranero;
Lejos del ígneo monte
sus nacarados frutos en el limo
ven a colgar tu tienda. Ven felice,
el punzador curujujul engendra;
ven a dormir en calma tus quebrantos,
la maya erige colosal racimo
y como el sol de la desierta zona
y desprende el merey sabrosa almendra;
en viva inspiración ardan tus cantos.
señuelo de su copa en lozanía,
Guárdate de las cumbres…
escondidos granates el orore
Colosales, enhiestas y sombrías
en mil estuches cría;
las montañas serán eternamente
emulando la escarcha
la hermosa pantalla de tus días.
el espinito su jazmín estera,
Deja para otra gente
y del verde mogote en la cimera
el gozo de mirar picos abruptos,
abre su flor simbólica la parcha.
y queden para ti las alegrías
En el aire, en la luz, en cuanto vive,
de ver, al despertar, alba naciente,
amor su aliento exhala;
y de abrazar con sólo una mirada,
y su aliento febril –tras el espeso
de Sur al Septentrión. Y del Ocaso
ramaje que es baluarte y es escala—
hasta el fúlgido Oriente
estremece del pájaro travieso
la línea, el ancho lote, siempre al raso
el mullido pulmón bajo del ala.
de la tierra natal.
Torrente luminoso
(…)
de cumbre cenital se precipita;
del árbol generoso
¡Libra tu juventud! El rumbo tuerce
la regalada sombra al sueño invita;
de la fastuosa vía
por el margen del caño
en la que el vicio su atracción ejerce
espárcese el rebaño;
y se tiñe de rosa la falsía
tiemblan reverberando los confines,
donde el amor procaz vive a su antojo
y borracha de sol y miel llanera,
y cubierta de pámpanos la frente
celeste mariposa mensajera
celebra en la locura del despojo
batiendo va sus cuatro banderines.
parda penumbra y carnación turgente.
Si es oro la lisonja al bravo y fiero
Señor –de cuantos míseros se humillan—
II
desprecia el arte vil, por lisonjero,
Ya no viene bramando cual solía
en que nombres y almas se mancillan;
al declinar el día,
y si quieres al fin que no te alcance
por uno y otro rumbo la vacada;
de la vergüenza el dardo,
ni plantado en mitad del paradero
de igual manera que al hirviente cardo,
escarba y muge fiero
a la pasión venal esquiva el lance.
el toro padre de cerviz cuajada. prende sobre el cabello revoltoso
Ya no turba el reposo de los hatos la inocente muchacha sabanera.
madrugador lucero; (…)
ni despiertan el eco adormecido
el amante reclamo del bramido ¡Oh florida estación! Haced que nunca
a la par de la copla del vaquero. turbe dolor violento
A más benigno suelo, la paz de mis nacientes alegrías…
a más fértil región de aguas profundas Y cuando vuele al fin mi pensamiento,
y de lucientes pastos regalados, cuando vuele hacia allá, cuando yo muera,
a las islas distantes y fecundas, que sea su compañera
fuéronse al fin pastores y ganados. la más brillante aurora de tus días!.
¡Cantando una tonada clamorosa
y bajo el fiero sol de la sabana,
al paso lento de la res morosa V
con rumbo al Sur cruzó la caravana! En estas dulces tardes veraniegas,
cuando el sol, que se va, desde lejano
purpurino confín, luz moribunda
III esparce por el llano,
Ya dos veces, monstruoso y despiadado y del boscaje todo rumoroso,
sobre la tierra pródiga, el incendio y de un amor desconocido en alas,
su abanico flamante ha desplegado; por el aire sutil suben serenas
ya dos veces, por furias impelido, la canción funeral de las chicharras
las yerbas infecundas y la ronca canción de las colmenas;
su aliento abrasador ha consumido; cuando apaga el purpúreo sangriento
y de pie sin cejar, y frente a frente y brota el color gris al horizonte
con el río que impasible está delante, baña de nuevo en rojo
humo y llamas lanzando su turbante la columna de fuego que calcina
ha brillado en las noches del desierto la tostada maleza del rastrojo.
como si fuera un faro ignipotente (…)
clavado en la ribera de un mar muerto.
En línea de combate, a campo raso, VI
pronta la garra, la mirada alerta, Al tornar frescos hálitos del Norte,
hambrientos gavilanes, paso a paso, del país de la nieve,
asediaron del fuego la reyerta. en junco silbador y hora leve
Consume aún su aliento las entrañas tendrá el estero florida corte.
de los troncos vetustos; Al pie de sus ganados,
fluye sutil fermento de las cañas y cuando caiga la primera bruma,
y blanda mirra lloran los arbustos. volverán los pastores emigrados;
Coronando el pavés de la macolla volverán las vacadas
sangriento cardenal bate sus alas; a repletar las cercas, y de espuma
las consumidas galas a coronar los botes,
vertiginoso remolino arrolla; la linfa de las ubres ordeñadas.
y sobre el lienzo oscuro del quemado, Concertará de nuevo la alegría
de perfiles grotescos, el coro de las voces;
la ceniza y el aura han dibujado tras la recia labor –ya muerto el día—
flores grises y rotos arabescos. caballeros veloces
Cuando mengüe la Luna habrá verdores partirán la amorosa romería;
en el fresco bajío; y al calor del brasero,
y cerriles hatajos corredores cuando la noche pavorosa avance,
y venado bisoño, cantando irán de trovador llanero
en las tempranas horas del rocío la copla, el tono triste y el romance.
alegres pacerán tiernos retoños.
VII
IV Sin amor, sin deber ¿qué existencia?
La riente primavera, ¡Es tiempo aún de combatir! Procra,
Primavera fugaz, del sol amiga; Oh Bardo sin ventura,
La que lluvia de flores le prodiga Que cese al fin tu dilatada ausencia!
Al monte y la pradera, ¡Es tiempo aún de combatir! Acude,
También como la hierba al pobre arbusto ven a luchar con juveniles bríos
la primorosa dádiva recibe, por el bien de la raza cuyos lares
y de su escasa floración primera consagra el almo sol junto a los ríos
el botón más hermoso y cerca de los próvidos palmares.
Por el bien de la raza que abandona unas huellas que ha tiempo se borraron!
El rincón sin azares… Llanura o cielo, cúspide o abismo;
(…) ¡santa Naturaleza!
para el dolor que vivo en tu grandeza
Por amor a tu raza en desventura; ¿cuál palabra mejor que tu mutismo?
por esta pobre tierra, ¡Oh Madre! El áureo broche de tus días,
que el maléfico genio de la guerra y tus campos que amó la primavera,
convierte ya en enorme sepultura; retienen prisionera
por estos seres buenos y sencillos; el alma de mis muertas alegrías!
por este pueblo amado, Hoy como ayer, y de la noche oscura
que vive –noble víctima—entregado bajo la inmensa nave,
a la ciega ambición de los caudillos. en tono triste, quejumbroso y grave
brota doliente canto en la llanura;
y trae breve silencio, cual sonoro
VIII trueno de burlas el cantar vecino,
Tus pasos vuelve hacia el hogar, ¡oh Bardo! en son de fiesta, alcaravanes pardos,
Yace por tierra el matizado velo abierta el ala de purpúreos dardos,
con el cual primavera engalanaba rompen a carcajadas en su trino.
los montes de tu suelo. De pavura o dolor, el grave canto
Cantando sin reposo la guacaba y la seguida estrepitosa burla,
pide lluvias al cielo, de crueldad casi humana,
conquistan con la fuerza y la osadía hieren mi corazón, lo hieren tanto
nidos para el invierno los turpiales; que anheloso y de prisa me levando
en los ralos matales a mirar si está sola la sabana.
mueve el amor trinada algarabía; (…)
y con tesón rayano en el enojo,
en la verde oquedad de la montaña
el carpintero de bonete rojo IX
cincela el tronco hasta la dura entraña. ¡A meditar no acude cual solía
Nueva decoración y nuevo encanto dulce melancolía
lucen las atrayentes lejanías en la tumba del sol! Es la tristeza
que tu espíritu amó con amor santo. la que doliente se arrodilla y reza
Grises tapicerías cuando, para dormir, desmaya el día.
cubren el horizonte. La llanura Ya las noches no son como eran ellas
tiene otra vez reverdecido manto. propicias al amor. El cielo oscuro
Como en aquellos días a las almas no atrae. ¡Grietado muro,
del venturoso tiempo ya lejano, por él se asoman pávidas estrellas!
en pos de mis pasadas alegrías, Ya no brilla inclinada hacia el Oriente
vuelvo a tender la vista sobre el llano. la hermosa Cruz del Sur. Barre las hojas
Caído en la remota lontananza la ráfaga bravía,
sin su manto de gloria, y siguiendo la negra lejanía,
el moribundo sol parece un cirio serpean ligeras llamaradas rojas.
que alumbrase honda cámara mortuoria.
El viento, sin rumor, apenas risa X
la silente laguna en cuyo espejo ¡Es tiempo de que vuelvas!... ¡Sin mancilla
invisible dolor vertió ceniza; te aguarda el viejo amor! Viva te espera
y con vuelo despacio, del culto del hogar la fe sencilla.
de la tarde a los pálidos reflejos, ¡Se fue la primavera!
las garzas que se irán, que se irán lejos, Ruge amenazador trueno lejano
pueblan de cruces blancas el espacio. y de soles nublados, agorero,
Hoy como ayer, andando a la ventura, la cenicienta garza del verano
absorta la mirada, lento el paso, tañe, al pasar su canto plañidero.
trayendo margaritas del Ocaso,
miro bajar la noche a la llanura.
Mas de pronto pensando que fue triste,
pensando con dolor, pensando en ella,
me arrodillo en el polvo del camino
que en hora igual de gozo vespertino
recibió las caricias de su huella.
¡Oh destino de todos los que amaron!
¡Oh destino cruel! ¡Tú me condenas
a buscar en las móviles arenas

También podría gustarte