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Nombres:

Johandy Muñoz Báez

Matriculas:
2018-1200116

Asignatura:
Salud Mental Comunitaria

Facilitador:
Ruth Esther Payano

Tema:
El quehacer comunitario y Comunidad y sentido de comunidad
El quehacer comunitario

Una de las primeras preocupaciones que se plantearon en el campo del trabajo


psicológico comunitario fue la de sistematizar la acción que llevaban a cabo los
psicólogos que, ya sea con conciencia de iniciar un nuevo campo de la
psicología o ignorándolo, tenían muy claro que el modo de hacer predominante en
la profesión y la enseñanza en las aulas de la época (los setenta en América latina;
mediados de los sesenta en los Estados Unidos) no era el adecuado para la
nueva práctica que se estaba iniciando. Esto se manifiesta con mayor o menor grado de
explicitación en muchos de los primeros manuales y artículos entonces publicados,
en los cuales se buscaba definir el quehacer y cómo hacerlo (Escovar, 1979;
Montero, 1980, 1982; Serrano-García e Irizarry, 1979).

Se buscaba hacer una psicología socialmente sensible, que ante los problemas
sociales no sólo los estudiase redefiniéndolos en diagnósticos fraseados en
términos científicos, describiendo sistemáticamente la queja de las personas,
sino que permitiese hacer, al mismo tiempo, intervenciones que los transformasen
durante el mismo proceso de estudiarlos. Y más aún, se reconocía que para llevar
a cabo tal cosa, era necesario trabajar junto con las personas afectadas por la situación,
involucradas en la situación, actores sociales de la situación. Esto suponía:

• Diagnosticar conjuntamente con las personas de la comunidad, en función de


situaciones que constituyen totalidades.

• Tener conciencia de esa totalidad.

• Establecer con los actores sociales situados en la demanda el problema o el deseo a


cumplir, y con los ubicados en la situación a estudiar y en la cual intervenir, una
peculiar relación de colaboración, cooperación e intercambio de saberes:
psicológico y popular (este último, proveniente de múltiples fuentes, incluidas
las subculturas de los investigadores y de las comunidades.

• Por ende, tener una comprensión distinta de las personas con las cuales se trabaja,
puesto que no se las verá como sujetos pasivos o recipiendarios inertes de
acciones y servicios psicológicos, sino como actores sociales, constructores de su
realidad.

• Definir el rol de los psicólogos comunitarios como el de un agente de


cambio ligado a la detección de potencialidades (recursos, capacidades), al
fortalecimiento y la puesta en práctica de las mismas y al cambio en los modos de
interpretar, construir e influir sobre la realidad (Montero, 1982; Rivera-Medina, 1992;
Serrano-García, López y Rivera- Medina, 1992).

El rol del psicólogo comunitario se definió no como el de un experto, dueño del saber,
que se relaciona con alguien que no sabe, sino como el de alguien que posee un
saber que le permite actuar, pero que a la vez necesita del saber poseído por
ese interlocutor, agente de su propia transformación, con el cual necesitará
trabajar interactivamente a fin de producir las transformaciones acordadas
entre ambos. Por esta razón, se habla de agentes externos -los psicólogos- y de
agentes internos -las personas interesadas de las comunidades- (Montero, 1982;
Rappaport, 1977; Serrano-García e Irizarry, 1979).

La psicología comunitaria surge en un momento de cambio paradigmático. Esto


se evidencia en la concepción del quehacer psicológico de la psicología
comunitaria, la cual coloca el centro de gravedad del control y del poder en la
comunidad desplazándolo, así, de los psicólogos como agentes externos a los actores
sociales pertenecientes a la comunidad.

Los psicólogos comunitarios no entran en la categoría de los profesionales que


consideran que la teoría se hace y nace detrás de un escritorio o que la práctica es
cosa sólo de andar por el campo, sino que han comprendido bien que es el
producto de un movimiento dialéctico y aun analéptico.

Si consideramos las utopías positivas (y parto de que ésta tendría ese carácter) como
parte de los sueños que reflejan las expectativas de las sociedades, entonces no sólo
debemos considerarlas como aquello que carece de un lugar físico en el cual
asentarse (u-topos en griego, "no lugar"), sino como orientadoras metodológicas de
la acción de transformación social. En ese sentido, este capítulo ha pretendido ser un
resumen de la praxis comunitaria, presentando qué se entiende por el oficio de
psicólogo comunitario y cómo se espera que sean los profesionales de la
subdisciplina, en qué consiste su quehacer, sobre qué áreas específicas se ha volcado
principalmente y cómo se procura formarlos.
Comunidad y sentido de comunidad

Si bien es fácil reconocer y admitir que existe algo que podría y debería llamarse
sentido de comunidad, a la hora de definir ese algo, la cosa parece
complicarse bastante. Esa complicación responde a la complejidad que
caracteriza al concepto de comunidad y, por extensión, contaminación o
experiencia, a todo lo que se relaciona con el trabajo comunitario. Casi podría
decir que no es de extrañar que al tratar de definir qué es el SdeC se caiga en
el sentido de identidad.

La identidad es uno de esos objetos que Baudrillard (1983) ha llamado fatales,


es decir, aquellos indefinibles, inasibles, impenetrables, insoportables, que escapan a
los intentos de quien pretende analizarlos, pues se niegan a descomponerse; que
se burlan de quien aspira a sintetizarlos, porque evaden la posibilidad de
unificación; y que una y otra vez asaltan, se entrometen, atraviesan e impregnan la
labor de investigación. Objetos que están en todas partes, porque no pertenecen en
exclusividad a ninguna.

Aspectos constituyentes del concepto de comunidad.

En estas definiciones dadas desde dentro de las comunidades se deben resaltar


los siguientes aspectos que marcan el concepto de comunidad para las personas
entrevistadas y que ilustran el punto:

• La comunidad como punto de encuentro. Ese punto es buscado por algún grupo de
personas. Y en ese punto está la coincidencia, el juntarse, el encuentro. Es decir, la
relación.

• Integrarse con el vecino. El encuentro no es con cualquier persona, sino con los
vecinos, lo cual señala implícita, pero claramente, tanto un ámbito espacial como una
relación cotidiana dada por la cercanía espacial. Y remite, igualmente de manera
implícita, a un espacio específico en el cual se ha forjado una historia, un devenir: el
vecindario en estos casos.

• El sentimiento vocalizado de ser un nosotros. En la conjunción del encuentro de


vecinos surge la conciencia del nosotros. Y allí se reconoce el SdeC.

• Relaciones sociales estrechas que suponen solidaridad, ayuda, la seguridad


derivada de la confianza en los otros, la unión, el compartir lo bueno y lo malo.
• La creación de un espacio o ámbito tanto físico como psicológico de seguridad, de
pertenencia, donde los sonidos y las miradas establecen una suerte de intimidad
socializada. Una comunidad, entonces, está hecha de relaciones, pero no sólo
entre personas, sino entre personas y un lugar que, junto con las acciones compartidas,
con los miedos y las alegrías, con los fracasos y los triunfos sentidos y vividos
otorga un asiento al recuerdo, un nicho a la memoria colectiva e individual. Un
lugar construido física y emocionalmente del cual nos apropiamos y que nos
apropia, para bien y para mal.

En este capítulo se ha discutido el concepto de comunidad, presentando una


definición que conjuga tres elementos fundamentales en la constitución de una
comunidad: cierto tipo de relaciones entre personas, que muestran características
propias de una situación sociohistórica, económica, espacial y cultural y que
están marcadas por la proximidad física, psicológica, afectiva y habitual de la
interacción, sin que ello llegue a los niveles de intimidad de los grupos de pares o de la
familia, ni a los de competitividad y coordinación de los equipos deportivos, por
ejemplo. Igualmente, se ha tratado de mostrar cómo comunidad y sentido de comunidad
son parte de un mismo fenómeno, en el cual la copresencia de uno y otro
constituyen un objeto social complejo, y se determinan mutuamente.

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