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Dice Filón de Alejandría: “Algunos, dada su mayor admiración por el universo que

por su hacedor, proclamaban que aquel es no sólo ingenerado, sino también eterno
y, con gran pecado, acusaron falsamente a Dios de gran inactividad …”. ¿Y qué
peor blasfemia que decir que Dios es ¡vago! Nietzsche no fue muy lejos diciendo
que estaba muerto; mucho peor es acusarlo de ser una suerte de ñoqui de los
cielos. De hecho, eso explicaría muchas cosas. Para empezar, todo lo malo que nos
pasa, o la evolución biológica como resultado de un trabajo sin terminar. Si vamos
un poco más lejos, el movimiento o cambio constante de las cosas de los que
hablaba Heráclito. Después de todo, ¿por qué Dios crearía la finitud, los accidentes,
la mutabilidad? Decimos entonces que Dios, como arquitecto del todo, fue un vago
que a duras penas terminó su maqueta y encima tuvo el descaro de venderla como
si fuese a su imagen y semejanza. ¡Pues claro! que entonces Dios es también todo
esto, a saber, finito, accidentado, mutable. ¿O es que no tiene la capacidad de
duplicarse a sí mismo? Hasta los organismos más básicos pueden hacer eso,
aunque con leves modificaciones. ¿O será, como con algunos animales y humanos,
que cuanto más grandes más torpes, y peores sus trabajos?
Y una cosa más, sobre este punto, si Dios es tan genial, ¿no podía crear el
mundo de un golpe? ¿Seis días no es un montón? ¡Y encima uno de descanso!
Para Filón, de hecho, fue así y los seis días sirven como relato. Bueno, claro, “es
alegórico”, dirán… ¡Cuando conviene es alegórico!
Cabe agregar que, para este judío Filón, Dios es pura simplicidad, y es
también puro intelecto. Y cuando un intelecto hace lo que sabe hacer, esto es,
pensar, y si encima es simple, el resultado es que sólo sepa pensarse a sí mismo.
Esto exige dos conclusiones que Filón dejó para nosotros, que sumamos a su
pereza: i) Dios es simple de mente, corto, como se dice, y ii) Dios es egoísta, sólo
piensa en sí mismo.
Pablo de Tarso se presentó frente a los griegos y les dijo que el “Dios
escondido” no era tal. “Únanse al cristianismo y pica para mí y para todos mis
compas”. Mario Victorino, sobre esta misma noción de un Dios que juega a las
escondidas dijo que, efectivamente, a pesar de que Cristo manifestó la faceta que
pudo verse de Dios acá en la tierra, Dios en su totalidad divina se guarda siempre
un “alguito”. Dios entonces, es amarrete, hay que decirlo también.
Dios además es “haz lo que yo digo más no lo que yo hago”, pues “yo soy
Dios, claro” y vosotros sois otra cosa. Dice el cristianismo, y entre ellos, San
Agustín, que “Dios es libre”, y esto no, como dice una hermeneuta, porque no duda
entre “Creo o no creo el cosmos”, sino porque actúa sin fuerza que lo reprima o
censure. Dios no tiene ni amo, ni patrón, ni marido, ni partido, ni Dios. Dios no tiene
Dios. Dios es hipócrita, caradura.

5/3/20

Luego Dios lanzó una peste.

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