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1680-1740: México y el colapso de las ferias de Portobelo.

En primer lugar, vemos por esas décadas estancado, como en cierto adormecimiento. Lanao
de China no llega a intercambiar esos volúmenes de plata y bieneschinos como lo hacía en
aquella primera coyuntura histórica en la cual el modelo funciona en su plenitud (1580-1640).
No resulta casual, entonces, que si el tráfico del galeón aminora notemos paralelamente una
disminución del flujo de bienes extranjeros desde México hacia el Perú por la Mar del Sur, con
el correspondiente descenso en el reflujo de plata peruana hacia Acapulco. Encontramos la
notoria disminución del movimiento de bienes extranjeros desde México hacia el Perú.

El número de barcos quefluyen hacia México y Tierra Firme se encuentra prácticamente


equilibrado,lo que nos permite sugerir un cumplimiento al sistema bipolartransatlántico de
todas las corporaciones mercantiles de la monarquía.

Ahora bien, sería arriesgado hablar de crisis comercial en el Perú porque los galeones no
llegan. Existen signos económicos que muestran no sólo al Perú sino a Hispanoamérica en su
conjunto viviendo un proceso complejo de crecimiento a partir del último cuarto del siglo xvii.

Es cierto que ladrástica disminución de los envíos de metálico nos expresa dos situaciones
íntimamente relacionadas: disminución de la producción de plata de Potosí y una menor
actividad en las ya poco celebradas ferias de Portobelo, centro neurálgico de los intercambios.

Si bien los ingresos públicos del virreinato de la segunda mitad del siglo son inferiores a los de
la primera mitad, las cantidades retenidas en el Perú aumentan significativamente.

Una explicación al fenómeno sería que parte del metálico es retenido por la elite local para
responder a la creciente complejidad que vive la estructura social, política y económica del
virreinato. Es evidente laresistencia peruana del envío de su plata hacia España; expresión
nomenor de que en el último cuarto del siglo xvii se inicia un “distanciamiento”del espacio
peruano respecto a la península ibérica y una másintensa conexión con México. peruano. A
excepción del comercio formal, Perú no estaría viviendo una crisis mercantil. Si el tráfico oficial
languidece es porque, en buena medida, aumenta el contrabando y se intensifican las
relaciones comerciales interamericanas. A partir del último cuarto del siglo xvii el régimen
monopólico de comercio resulta incapaz (o insuficiente) para responder a un notable
crecimiento del consumo por los mercados hispanoamericanos. Claro está que el “apetito” por
consumir alienta el contrabando extranjero. Desde entonces, el régimen de comercio oficial
más que una realidad se convierte en un principio monopólico abstracto.

A partir de 1680 hay claros indicios de un aumento del comercio transpacífico y transatlántico
hacia y desde México. Se reaviva el circuito del movimiento de bienes chinos y europeos desde
México hacia el Perú por la Mar del Sur y el drenaje de metálico peruano en dirección inversa.
El sobreabasto de mercaderías provoca el descenso de los precios; un escenario que
beneficiará al novohispano y perjudicará al gachupín.

El mercado del Perú viene a ser una gran posibilidad para los cargadores españoles que están
“tierra dentro” del virreinato novohispano.

Ahora bien, en este gran contexto de saturación de mercancías importadas, de descenso de


sus precios y de internaciones peninsulares aparecen los barcos de los peruleros por el Pacífico
mexicano que logran descomprimir la tensión mercantil que vive la Nueva España. Los vecinos
de la ciudad de México remiten hacia el Perú ropa de China y de Castilla “sin limitación”.78 Hay
tanta ropa europea y china en los depósitos y almacenes de los comerciantes de la ciudad de
México que ven con buenos ojos los pedidos que realizan los peruanos por el Pacífico.

Durante las tres primeras décadas del siglo, el Consulado de Cádiz instó a la permanente salida
de la flota para Veracruz. El sobreabasto de mercaderías europeas hacia la Nueva España no es
una razón de peso, como se manifiesta claramente en la cita, para disminuir las importaciones
atlánticas por Veracruz.

A diferencia de lo que sucede en gran parte de la primera coyuntura (1580-1640) –donde la


mayoría de los años se encuentra autorizado el movimiento de objetos extranjeros por la Mar
del Sur–, entre 1680 y 1740 el circuito México-Perú se encuentra totalmente prohibido por la
legislación española. Son las coimas que reciben los agentes aduaneros y las autoridades
políticas las que permiten que el flujo sea sistemático. ¿Pero quiénes son realmente los que
alientan el flujo?

Las pruebas documentales nos vienen a confirmar también que son los grandes mercaderes
de Lima. La participación de los miembros del Consulado en el tráfico con México adquirió
modalidades diferentes. Si no logran colocarse como los impulsores del intercambio, buscan
extraer rédito participando en las subastas y en los remates de los bienes comisados.

Considerables sumas de plata se envían hacia México para comprar mercancía europea y
castellana que desembarca la flota por Veracruz y comprar los géneros asiáticos que llegan a
Acapulco a través del galeón de Manila.

Los mercaderes peruanos buscan obtener las mercaderías de Castilla y China que se
encuentran en México por la insuficiencia de abasto de la plaza de Portobelo. Ya hemos
advertido que Portobelo y el galeón de Tierra Firme operan con bastante ineficiencia, no sólo
por
la decisión de los limeños de canalizar sus capitales por la ruta mexicana, sino por el desinterés
propiamente del cargador peninsular que concentra sus inversiones en la flota de Veracruz.

De todos modos, si consideramos los trabajos de Enrique Tandeter sabemos que la


orientación mercantil de gran parte de la economía del espacio peruano hacia Buenos Aires se
dará recién en el segundo cuarto del siglo xviii, con la finalización de la gran actividad francesa
por el Pacífico y con las concesiones para comerciar a navíos de registros españoles.Ahora
bien, sin desacreditar todas estas variables retomemos el factor que aquí más nos interesa, la
pieza clave del modelo comercial con centro en México: el flujo por la Mar del Sur.

1779-1784: México y el modelo legal en el contexto de “libre comercio”

A partir de 1740 se abre un nuevo período comercial en el imperio español. El cierre definitivo
del galeón de Tierra Firme con su correspondiente feria de Portobelo establece las condiciones
para la apertura oficial al tráfico de nuevos puertos por Sudamérica, institucionalizando el
navío de registro como medio de transporte dominante para la gran región continental.

De tal modo, las políticas de “libre comercio” emprendidas desde España a partir de 1740 van
despedazando el complejo clandestino con centralidad en México y sólo podrá funcionar, de
aquí en más, con reconocimiento y promoción desde el poder peninsular. Es en este contexto
donde vemos desarrollarse la tercera coyuntura (1779-1783). Como puede verse, se presenta
mucho más breve que las dos primeras y con un componente nuevo: si antes de la segunda
mitad del siglo xviii el modelo comercial imperial es semiclandestino y se desarrolla en un
contexto de rígido monopolio ultramarino, en esta tercera coyuntura el modelo se
desenvuelve en un contexto de “libre comercio”, de aperturas portuarias y de nuevos
derroteros comerciales. Ante todo, habría que señalar un aspecto sumamente importante. En
este nuevo escenario de mayor “libertad de comercio” que se desata a partir de 1740, el
ingreso de bienes asiáticos a Hispanoamérica ya no tendrá como condición necesaria el
funcionamiento del modelo comercial con epicentro en México.

El conflicto bélico que se genera entre Gran Bretaña y España a partir de 1779, en el marco de
la independencia estadounidense, provoca serias contracciones en el flujo transatlántico
peninsular, particularmente en las relaciones con el Perú. Ante el temor de ver bloqueadas sus
relaciones con sus espacios coloniales, la Corona española se decide por autorizar un esquema
de intercambio mercantil a escala imperial que logre garantizar el abastecimiento de
productos en los mercados consumidores de México y del Perú. En esos años bélicos, Perú
denota una escasez de mercaderías europeas que la Corona intenta paliar con diferentes
políticas comerciales.

En este sentido, en 1779 Carlos iii emite una real cédula en la cual autoriza la plena libertad
para que navíos americanos puedan comerciar entre “la América septentrional y meridional en
derechura por la Mar del Sur”.

Ahora bien, el movimiento de artículos orientales y europeos por la Mar del Sur alcanza tal
magnitud que pone en alarma a los propios comerciantes de la ciudad de México.

Y aquí comienza otras de las lógicas estructurales que se activan cuando el modelo con
epicentro en México llega a su cota máxima. El drenaje en exceso de los productos extranjeros
desde México hacia el Perú provoca la escasez y el correspondiente aumento de los precios en
el propio suelo novohispano. A primera vista, el aumento de los precios podría ser visto como
beneficioso para el principal oferente: el almacenero.

Pero no olvidemos que si la escasez y la carestía se transforman en una situación regular en


México, el propio flotista o comerciante peninsular toma una posición más ventajosa para las
negociaciones. El comerciante de la ciudad de México siempre busca el equilibrio entre la
abundancia y la carestía; entre la desvalorización y la sobrevaloración de los productos, y eso
implica mantener marginados de su propio espacio, de los mercados internos del virreinato,
tanto al peninsular como alperulero.

De tal manera, la vía libre por la Mar del Sur comienza a causarles perjuicios a los
novohispanos, porque la exportación sin control, desregulada, no hace más que generar el
mismo escenario de escasez y encarecimiento que se vive por el Perú.

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