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Este libro lo public6 Dodd diez anos des-

pues de aparecer la «Interpretaci6n del


cuarto Evangelio». Continua y completa
su tematica, estudiando el caracter hist6-
rico de Jn, que solo de paso y someramen-
te habia enunciado en el epilogo del an-
terior. El Evangelio de Juan es eminente-
mente teol6gico, pero los hechos en el na-
rrados responden a una indudable realidad
hist6rica, al igual que en los sin6pticos. Su
divergencia radica en que utiliza una tra-
dici6n paralela, aunque independiente,
pero no menos real que la utilizada por
ellos. La critica del XIX y luego la «His-
toria de las f ormas» exageraron esa dif e-
rencia entre ellos, como si los sin6pticos
solo fuesen relatos hist6ricos y J n mera-
mente «espiritual», con una teologia abs-
tracta revestida de simbolismo.
A este tema tan grueso y delicado consa-
gra Dodd todo este libro, estudiando pri-
mero los relatos: la pasi6n, el ministerio
publico (curaciones, milagros) y los rela-
cionados con Juan Bautista. Luego anali-
za con toda clase de porfnenores los dis-
cursos, dialogos, dichos y par!zbolas; los
que son comunes a Jn y sin6pticos y los
de redacci6n exclusiva. T odo nos lleva, se-
gun Dodd, a creer que tras el Evangelio
de Juan subyace una antigua tradici6n in-
dependiente de la de los otros Evangelios,
que debe considerarse seriamente como
basica contribuci6n al vivir hist6rico de
Jesus.
Como ya se hizo con la «I nterpretaci6n de[
cuarto Evangelio», tanto la versi6n caste-
llana como la riqueza tipografica -textos
hebreos y griegos- responden a la impor-
tancia de la obra.

Publicados anteriormente:

I nterpretaci6n de! cuarto Evangelio. 476


p~ginas.
Las parabolas del Reino. 200 pags. ·
La Biblia y el hombre · de hoy. 190 pags.

En la sobrecubierta:

La resurrecci6n de Lazaro.
Pintura en oro sobre vidrio. Siglo 1v.
Museo Vaticano.
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I. Antigua T estamenta I. 886 pags .


II. Antigua Testamenta II. 766 pags.
III. Nueva Testamenta I. 638 pags.
IV . Nueva Testamenta II. 605 pags.
V. Estudias sistematicas. 959 pags .

EDICIONES CRISTIANDAD
LA TRADICION HISTORICA
EN EL CUARTO EVANGELIO
BIBLIOTECA BIBLICA
CRISTIANDAD

La dirige
A. DE LA FUENTE ADANEZ

Titulos publicadas:

COMENTARIO BIBLICO «SAN JERONIMO». 5 tomos.


I. Antiguo Testamento I. 886 pags.
II. Antiguo Testamento II. 766 pags.
III. Nuevo Testamento I. 638 pags.
IV. Nuevo Testamento II. 605 pags.
V. Estudios sistematicos. 956 pags.
G. E. WRIGHT: Arquealogia Biblica. 402 pags. y 220 ilustraciones.
R. DE VAux: Histaria Antigua de Israel. 2 tomos, 454 y 366 pags.
W. ErcHRODT: Tealogia de! Antigua Testamenta. 2 tomos.
I. Dios y pueblo. 478 pags.
II. Dios y mundo.-Dios y hombre. 558 pags.
M. NoTH: El munda de! Antigua Testamenta. Intraducci6111 a las ciencias
auxiliares de la Biblia. 400 pags.
J. }EREMIAS: Jerusalen en tiempas de Jesus. Estudia ecan6mica y sacial del
munda del Nuevo Testamenta. 410 pags.
J. LEIPOLDT/W. GRUNDMANN: Et mundo de! Nueva Testamenta. 3 tomos.
I. Estudio hist6rico-cultural. 750 pags.
II. Textos y documentos de la epoca. 447 pags.
III. EI mundo del NT en el arte. 80 pags. y 323 ilustraciones.
P. BoNNARD: Evangelia segun san Matea. 632 pags.
C. H. Doon: Interpretaci6n de! cuarta Evangelia. 476 pags.
C. H. Doon: La tradici6n hist6rica en el cuarta Evangelia. 450 pags.
C. H. DODD

LA TRADICION HISTORICA
EN EL
CUARTO EV ANGELIO

EDICIONES CRISTIANDAD
Huesca, 30-32
MADRID
Publicado por la Cambridge University Pres
Londres 1963, 3 1965

Con el dtulo

HISTORICAL TRADITION IN THE FOURT GOSPEL

T raducci6n de
'J. Lms ZUBIZARRETA

Derechos para todos los pafses de lengua espafiola en


EDICIONES CRISTIANDAD, SL
Madrid 1978

Dep6sito legal: BU - 229. -1978 ISBN 7057-216-4

Printed in Spain

Imprenta de Aldecoa. Diego de Siloe, 18. - Burgos 19758


STVDIORUM PARTICIPIBVS

VIVIS AD H VC ET IN MEMORIAM DEFVNCTORVM


QVI CANTABRIGIAE
IN SC H OLA SACRAE TH EOLOGIAE
AB ANNO SALVTIS MCMXXXVII
VSQVE AD MCMXLIX
HVIVSMODI QVAESTIONIBVS
COMMVNITER VACABANT
GRATVS AC MEMOR
D. D.
AVCTOR
CONTENIDO

Prefacio a la primera edici6n ... 11


Introducci6n . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 13

PRIMERA PARTE

LOS RELATOS

I. El relato de la pasi6n . . . . . . . . . . . . . . . 33
1. Observaciones preliminares . . . . . . 35
2. Testimonios . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
3. La despedida . . . . . . .. . ... 63
4. EI prendimiento 77
5. EI juicio . . . . . . . . . . . . . . . 93
6. La ejecuci6n . . . . . . . . . . . . 130
7. EI reencuentro ... ... ... ... ... ... ... ... 145

II. El ministerio publico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159


1. Preludio de la pasi6n . . . . . . . . . . . . . . . 161
2. Relatos de curaciones . . . . . . . . . . . . . . . 182
3. Multiplicaci6n de los panes y relatos contiguos 202
4. La conversi6n del agua en vino y la resurrecci6n de
Lazaro . .. .. . . . . . . . ... . .. .. . . . . .. . .. . .. . 228
5. Pasajes de transici6n y noticias topograficas 238

III. Juan Bautista y los primeros disdpulos 253


1. Datos preliminares . . . . . . . . . . . . . . . 255
2. EI testimonio de Juan (1,19-37) ... 257
3: Juan en En6n junto a Salin (3,22-30) . . . 283
4. EI Bautista en el cuarto Evangelio y en los sin6pticos 291
5. Los primeros disdpulos (1,35-51) ... ... ... ... ... 304
SEGUNDA PARTE

LOS DICHOS

I. Discurso y dialogo en el cuarto Evangelio 317


II. Dichos comunes a Juan y a los sin6pticos 335
III. Parmas parab6licas . . . . . . . . . . .. 365
IV. Secuencia de dichos ... 385
V. Predicciones . . . . . . . .. 403

Resumen y conclusi6n . . . . . . . . . „. . . . „. . . . . . . . . . . .. 417

Index locorum ... 427

Index nominum ... 449

LISTA DE LOS CUADROS

1. «Testimonio» en el relato de la pasi6n ... 45


2. La triple negaci6n de Pedro . . . . .. 96
3. Tres relatos de la unci6n hecha por una mujer 172
4. Relatos de curaciones. Grupo I . . . . . . . . . . .. 183
5. Relatos de curaciones. Grupo II 189
6. Relatos de curaciones. Grupo III ... 197
7. La multiplicaci6n de los panes . . . . . . . . . . .. 206
PREFACIO

A LA PRIMERA EDICION INGLESA

Este libro reune un ciclo de conferencias pronunciadas en la Uni-


versidad de Oxford durante el curso 1954-55. EI contenido de las
conferencias se recoge en la Introducci6n y en 1a Primera Parte I y II,
si bien la versi6n que aqui ofrezco es bastante mas extensa que las
conferencias. EI conjunto de la obra puede considerarse como una
continuaci6n de mi libro anterior La interpretaci6n de! cuarto Evan-
gelio o como una ampliaci6n del apendice de tal libro, titulado «Re-
flexiones sobre la historicidad del cuarto Evangelio».
A lo largo de cincuenta afios he aprendido mucho acerca de este
evangelio no solo en libros, sino tambien en conversaciones y discu-
siones con colegas dedicados al estudio del Nuevo Testamento, aun-
que no todo lo que he aprendido de ellos podria remitirlo ahora a
sus fuentes. Pero aqui intento estudiar nuevamente el Evangelio tal
como ha llegado hasta nosotros, y ello con la mirada puesta en el
problema hist6rico. Cuando presento datos o sugerencias ajenos, pro-
curo indicarlo expresamente. No obstante, pido disculpas si, por ig-
norancia u olvido, no lo hago en algun momento. Es claro que mu-
chas de mis observaciones han sido formuladas previamente por otros:
vivant qui ante nos nostra dixerunt! Pero tal como aparecen aqu1
son fruto de un estudio personal de acuerdo con un enfoque concre-
to, y espero que resulten utiles para ese esfuerzo colectivo gracias
al cual se ira ampliando nuestro conocimiento del Evangelio.

C. H. D.
INTRODUCCION

«La Tradici6n hist6rica en el cuarto Evangelio». Pero (existe


algo parecido a una tradici6n hist6rica en los evangelios? La rebe-
li6n contra el «historicismo», que se declar6 en Alemania durante
la segunda decada de este siglo, tard6 algun tiempo en producir
todo su impacto en el pensamiento teol6gico de nuestro pais. Pero en
los ultimos afios su influjo ha sido vasto y profundo. EI clima de
nuestros estudios se ha transformado. Algunos de los te6logos mas
influyentes de nuestro tiempo piensan que la «busqueda del Jesus
hist6rico», que estimul6 el estudio critico del Nuevo Testamento en
el siglo xrx, no es una empresa provechosa ni siquiera realizable. Se-
glin ellos, el estudio del simbolismo y tipologfa teol6gicos incorpora-
dos en los evangelios nos ayudara mas a comprenderlos que cualquier
intento de establecer un residuo de datos objetivos. Despues de todo,
los evangelios fueron escritos -por decirlo con la f6rmula de moda-
~<desde la fe y para la fe». Buscar en ellos fuentes de informaci6n his-
t6rica significa no entender su naturaleza ni la intenci6n de sus autores.
Por supuesto, es posible, sin llegar a la postura extrema aqui bos-
quejada, creer -como personalmente creo- que la rebeli6n contra
el «historicismo» constituy6 una reacci6n saludable, justificada por la
creciente esterilidad de la critica «liberal» en su ultima fase, y aco-
ger gustosamente el renovado interes por el testimonio que los evan-
gelios dan de la fe y culLo cdstianos tal como se reflejan en la litur-
gia y teologfa de la Iglesia primitiva. Pero el efecto generalmente pro-
ducido por d movimiento ha sido, sin duda, desalentar cualquier in-
tento serio de recabar de los evangelios una respuesta a preguntas so-
bre los hechos hist6ricos.
Sin embargo, aun cuando el te6logo se desinterese de la busque-
da de «meros» hechos, el historiador, que debe tener en cuenta el
movimiento cristiano durante e1 Imperio Romano, seguira interesan-
dose por descubrir si las fuentes cristianas pueden complementar la
exigua informaci6n sobre sus origenes ofrecida por Tacito y e1 Tal-
mud. Si le decimos que los evangelios, por ser documentos religio-
sos y no hist6ricos, no le ayudaran en su prop6sito, es posible que
se sienta obligado a aceptar nuestra palabra. Pero si entramos en de-
talles y le explicamos que estos documentos contienen elementos de
mito o leyenda, simbolismo o tipologfa, que la mayor parte de su
contenido fue transmitido a traves de los sospechosos canales de la
14 INTRODUCCION

tradici6n popular y que todo su conjunto ha sido moldeado bajo la


poderosa influencia de un cuerpo de firmes creencias ( que para nos-
·:>tros pueden ser verdades divinamente inspiradas, pero que el, his-
toriador, debe considerar como una «ideologfa» particular), es posi-
ble que quede sorprendido de que juzguemos tales ·caracterfsticas -in-
cluso expresadas en los terminos mas e:xtremos- razones suficientes
para excluir los evangelios de una consideraci6n seria en cuanto fuen-
tes hist6ricas. Porque el historiador esta familiarizado con documen-
tos de una naturaleza igualmente poco prometedora y, sin embargo,
sabe que, sometiendolos a una crftica adecuada, puede obtener de
ellos resultados de s6lido valor hist6rico. En un tiempo, los poemas
de Homero eran considerados -de mödo muy parecido a como al-
gunos modernos quieren hacernos considerar los relatos bfblicos-
como un. conjunto de alegorfa sagrada que debfa ser interpretado por
expertos en estas materias. En mis afios de colegio, se soHa clasifi-
car con toda tranquilidad su contenido en la categorfa de mito. Hoy
dfa se piensa que, sometidos a un serio analisis crftico, esos mismos
poemas pueden servir de valiosas fuentes de informacion para la his-
toria del oscuro perfodo que va de la ca{da de Knossos a las invasio-
nes d6ricas. Pero esto es ya una vieja historia. Mas recientemente,
en nuestros mismos dfas, los historiadores estan teniendo un sor-
prendente exito en sus esfuerzos por obtener informaci6n hist6rica
fehaciente de las tradiciones populares de diversas sociedades, por
muy llenas que esten de leyenda y mito. Es, en gran parte, cues-
ti6n de aplicar metodos adecuados de crftica al estudio del mate-
rial de este genero. En vista de los exitos contemporaneos con-
seguidos en este campo, podrfamos perdonar al historiador si piensa
que estamos arrojando la toalla demasiado facilmente y si acierta a
escuchar, cuando cantamos las alabanzas del nuevo metodo de inves-
tigaci6n de los evangelios, un suspiro un tanto sofocado de alivio
por escapar de un problema especialmente difkil y embarazoso.
Es evidentemente cierto que el problema hist6rico de los evan-
gelios entrafia de hecho una dificultad especial. EI panorama de la
larga serie de fracasos 0 de dudosos exitos en el esfuerzo por resol-
verlo, como yacen emhalsamados en el dep6sito de cadaveres de la
Geschichte der Leben-Jesu-Forschung de Schweitzer, no es alentador.
Sin embargo, existen s6lidas razones teol6gicas que nos impiden consi-
derar unilateralmente los evangelios como no hist6ricos. No en vano re-
pudi6 Ja Iglesia primitiva el gnosticismo con toda su amplitud y sutileza
cspeculativa y con su fantastica mitologfa. Es posible -aunque no
me resulta personalmente tan evidente como parece serlo a muchos
de mis colegas en este campo- que los evanirelistas no tuvieran nin-
gun interes biografico. Pero no es menos posible que, incluso al es-
cribir «desde la fe y para la fe», induyeran, quiza inconscientemen-
te, algunos hechos que para nosotros podrfan tener un interes bio-
grafico. En cualquier caso, digan lo que quieran los te6logos, es un
claro deber del historiador hacer uso de toda posible fuente de infor-
INTRODUCCION 15
macion en su esfuerzo por enterarse de los datos reales relativos a
un episodio historico que, desde cualquier punto de vista, fue influ-
yente y trascendental.
Estas son las razones que me mueven a volver a un tema tan
manido como el de la existencia y alcance de posibles elementos his-
toricos en el cuarto Evangelio. A pesar de todo lo que se ha dicho y
escrito a lo largo de un prolongado debate, es posible que un acet-
camiento al problema desde un angulo relativamente diferente resul-
te provechoso y haga avanzar la discusion.

EI .cambio en el dima teologico a que he aludido ha resultado


ser positivo para los estudios joaneos en diversos aspectos.
1) En primer lugar, estos estudios se han beneficiado del mero
hecho de que el problema de la «historicidad» haya pasado durante
algtin tiempo a segundo plano. EI debate sobre «la historicidad del
cuarto Evangelio» habfa llegado casi a un punto muerto hacia la pri-
mera decada del presente siglo. Se habfan estudiado todos los temas
importantes; solo se podfan afiadir puntos de menor relieve. EI de-
bate se habfa hecho reiterativo. Cada una de las partes segufa conven-
cida de su propia postura y era incapaz de convencer a sus adversa-
rios. No solo eso, sino que una preocupacion desproporcionada por
una discusion que nunca daba resultados definitivos sobre este unico
aspecto del problema joaneo era un obstaculo para el estudio de otros
aspectos del mismo problema. Invadfa la crftica de perjuicios. La dis-
cusion del -quiza insoluble- problema del autor del Evangelio ad-
quirfa una importanda exagerada en virtud de la conviccion, com-
partida en lo esencial por ambas partes, de que de su solucion de-
pendfa el juicio, positivo o negativo, sobre el valor del Evangeliö co-
mo fuente hist6rica. A su vez, las numerosas hip6tesis de division y
los multiples esquemas de analisis de fuentes, que aparecieron en los
primeros afios de este siglo, vistos retrospectivamente puede decirse
que se inspiraban en el deseo de hallar una especie de documenta base
al que el cdtico pudiera atribuir justificadamente la credibilidad his-
torica que no podfa ya atribuir a la obra en su conjunto. Lo mas gra-
ve de todo era que el histöricismo dominante impedfa una aprecia-
ci6n adecuada del cuarto Evangelio tal como hoy se nos presenta.
Esto llev6 a algunos a minusvalorarlo, a otros a estimarlo por razo-
nes precarias 1. En el nuevo clima de nuestro tiempo, en el que 1a
1 A mi juicio, no serfa injusto decir (como generalizaci6n que requeriria al-
guna restricci6n) que la tendencia conservadora o tradicionalista tendfa 11 con-
siderar al cuarto Evangelio como el relato mas autorizado de la ensefianza de
Jesus, por ser la obra de su mas fntimo disdpulo, mientras que la. es.cuela li-
beral, tras haber decidido contra la «historicidad» de la obra, consideraba esta
ensefianza un conglomerado de ideas tomadas del helenismo popular y colocadasi
en un contexto «deutero,paulinm>. En cuanto al relato, la exactitud objetiva de
las narraciones de milagros era vital para una escuela, mientras que la otra, para
la que los milagros en cuanto tales eran escandalo, se alegraba de poder pres-
16 INTRODUCCION

naturaleza religiosa y teol6gica de los evangelios ocupa la atenci6n


principal, es mas Heil apreciar este Evangelio en su valor real, en
todo su alcance e intenci6n.
Era de hecho necesaria, como condici6n previa para un progreso
ulterior en la discusi6n del problema hist6rico, una nueva apreciaci6n
de la naturaleza de la obra, de la mentalidad del autor, de la orien-
taci6n de su pensamiento y de su actitud hacia los temas que trata.
Gracias al trabajo realizado en este campo podemos ahora plantear
de nuevo el problema. Pues, cuanto mas claramente se examina la
postura teol6gica del cuarto Evangelio, mas claramente se ve que en-
trafia una referencia a 1a historia. Esto ha estado implkito en gran
parte del reciente movimiento, al menos en este pal'.s. Un hito en ese
movimiento es el gran comentario, aunque incompleto, de Hoskyns
y Davey. Se trata de un comentario declarada y rigorosamente «teo-
16gico». El autor del libro y el director de la edici6n lamentan la ·
preocupaci6n de los crfticos por el problema de 1a «historicidad», mi-
ran con sospecha cualquier intento de distinguir entre los hechos mis-
mos y su interpretaci6n y desalientan toda esperanza de encontrar
respuesta a la pregunta de si el cuarto evangelista disponfa de infor-
maci6n fehaciente sobre los hechos mas alla de la que podemos re-
cabar de los evangelios sin6pticos. Reconocen, sin embargo, y lo afir-
mah con el mayor enfasis posible, que la teologfa joanea tiene su
centro en la persona hist6rica y en la actividad hist6rica de Jesucris-
to. «La tensi6n hist6rica del cuarto Evangelio» -dicen-- no ha de
ser resuelta a la ligera por ninguna teorfa que coloque al evangelista
«bajo la acusaci6n de inventar la historia o de utilizarla meramente
como simbolismo» 2 • Pero, si esto es verdad, parece que nos vuelve
a llevar, por un camino diferente, al problema de la historicidad.
2) En segundo lugar, se ha puesto bajo una nueva luz la com-
paraci6n entre el cuarto Evangelio y los sin6pticos. Que eXiste una
verdadera diferencia entre ellos es algo que ha sido siempre manifies-
to para los lectores clarividentes de los evangelios desde que Clemen-
te escribi6: «Juan, viendo que los hechos corporales habfan sido ex·
puestos claramente en los [anteriores] evangelios ... , compuso un evah·
gelio espiritual» 3. Pero la cdtica del siglo x1x exager6 la diferencia,
como si los evangelios sin6pticos fueran completamente «somaticos»
y el de Juan solo «pneumatico», en otras palabras, como si los sin6p~
ticos solo nos ofrecieran simples y puros hechos hist6ricos y Juan

cindir libremente de ellos. Al menos, en las presentaciones semipopulares de la


postura liberal, el cuarto Evangelio apareda como una obra de segunda cate-
gorfa, mientras que la alta estima conservadora se mantenfa o cafa segiln el
eriterio de la «historiddad».
2 Op. cit., Introducci6n, XXXIV. Estoy totalmente de acuerdo con mu-
cho de lo que dicen y con las Hneas generales del argumento, pero no veo que
todo ello haga de la cuesti6n hist6rica -wie es eigentlich geschehen ist- un
problema ilegitimo o poco importante o bien insoluble en principio.
3 Eusebio, H.E., VI, 14,7.
INTRODUCCION 17

solo teologfa abstracta revestida de simbolismo. La nueva escuela cri-


tica reconoce la presencia de «Historia e Interpretacion en los Evan-
gelios» (por citar el tltulo del influyente libro de R. H. Lightfoot)
---:-tanto en los sinopticos como en Juan- y cree que no se puede
prescindir y dejar de lado comodamente el factor de interpretacion,
como Gemeindetheologie, quedandose con un res~duo que serfa pura
informacion objetiva; en su opinion, la interpretacion forma parte
integrante de la estructura de los evangelios. La diferencia del cuar-
to . Evangelio con respecto a los otros es que su interpretacion no
solo esta expresada en diferentes formas de pensamiento, sino que
es tambien deliberada, coherente y teologica en sentido pleno, como
no es la de los sinopticos. y si hay mas del elemento «espiritual»
de i.nterpretacion en los sinopticos, es posible que haya tambien mas
del elemento. «corporal» de hechos en Juan que lo que admitfan los
cdticos anteriores. En cualquier caso, cada version exige ser consi-
derada por sus propios meritos, teniendo siempre en cuenta las di-
ferentes intenciones de los evangelistas y el diverso contexto vital que
es propio de cada una de las presentaciones de los hechos.
3) En tercer lugar, la nueva actitud hacia nuestros documentos
ha sido acompafiada del desarrollo del metodo de la Formgeschichte
o «crftica de las formas» 4 y esto ha alterado las condiciones de nues-
tra investigacion en diversos modos, pero muy especialmente por ha-
ber llamado nuestra atencion sobre la tradicion preliteraria o, al me"
nos, no literaria que subyace en nuestros evangelios escritos y en
sus hipoteticas fuentes documentales. La antigua «hipotesis oral», que
solfa ser propuesta como solucion del problema sinoptico, estaba ya
anticuada para comienzos de este siglo. Los mejorados metodos de
la critica documentaria, desarrollada en la segunda mitad del siglo XIX,
se recomendaban por sf mismos merced a su mayor precision y a la
posibilidad que ofreda de presentar los argumentos con estadlsticas
objetivas de coincidencias y discordancias. Paredan abrir un camino
mas «objetivo» para explicar los fenomenos. Y, de hecho, sigo cre-
yendo personalmente que la «hipotesis de las dos fuentes» ofreda,
dentro de sus llmites, una solucion basicamente capaz de resistir a
todos los ataques, si bien es posible que tal hipotesis necesite algu-
nas modificaciones. Sin embargo, esta solucion cubrfa solo aquellas
4 Casi todos los que han escrito en este pafs sobre la Formgeschichte bf-
blica remiten a autoridades alemanas o escandinavas. Pero no se ha de olvidar
que tenemos Formgeschichte inglesa a gran escala en los masivos volillnenes de
H. M. y N. K. Chadwick, The Growth of Literature (Cambridge). El breve li-
bro de Chadwick, The Beginnings of Russian History, es un ejemplo brillante
de aplicaci6n del metodo a la elucidaci6n de un perfodo especialmente oscuro.
El volumen Studies in Early British History, de Chadwick y otrös, aplica el
mismo metodo al estudio de las primitivas tradiciones irlandesas y galesas. In-
cluso las leyendas del rey Arturo han sido tratadas. Otros escritores estan ha-
ciendo ·lo mismo con la historia de los maodes de Nueva Zelanda, que se basa
totalmente en la tradici6n oral; se estan realizando tambien trabajos del mis-
mo. tipo sobre otros perfodos oscuros de la historia.
2
18 INTRODUCCION

partes de los evangelios sin6pticos que corri'.an lo sufidentemente pa-


ralelas como para permitir una medici6n exacta de las coincidencias y
las discrepancias. Cuando se extendi'.a el metodo de la investigaci6n
de fuentes documentales a aquellas partes de Mateo y Lucas que no
tienen paralelos 0 solo paralelos remotos, perdia su pretensi6n de
objetividad y precisi6n. Ha resultado aun menos fructuoso ~a· mi
juicio-'- al tratar el problema joaneo, ya que en este caso el area de
paralelismo con los sin6pticos es extremadamente limitada; en con-
secuencia, cualquier analisis de fuentes documentales · debe dar mayor
cabida a la conjetura o incluso a la ·especulaci6n y resulta menos
convincente cuanto mas detallado pretende ser.
Pero, mientras la critica documenta! iba llegando a un punto
muerto, la aplicaci6n de la critica formal abria nuevos caminos de
aproximaci6n. Comenz6 estudiando las varias formas literarias a que
pertenecen los diversos escritos del Nuevo Testamento 5 , pero suseit6
enseguida un interes especial por la tradici6n oral subyacente ~n fos
evangeliös, que habia sido descuidada durante tanto tiempo. Lo hizo
bajo la influencia de algunos autores que habian aplicado este metö-
do a diversos tipos de tradici6n popular, tales como las sagas ger
manicas y los relatos del Pentateuco. Se observ6 que gran parte del
material de los evangelios sin6pticos podia ser descompuesto .en uni-
dades reveladoras de rasgos que, segun habian descubierto. estos mis-
mos autores, eran caracteristicos de la tradici6n oral popular. Se po-
drfa objetar al trabajo de algunos criticos de las formas en el campo
del Nuevo Testamento que no han tenido siempre suficiente;rnente
en cuenta la disparidad en el perfodo de tiempo de transmisi6n. No
se puede esperar que una tradici6n con varios siglos de transmisi6n
oral antes de su primera aparici6n en forma escrita revele canones y
«leyes» directamente aplicables a otra que tiene solo una historia
preliteraria mas breve que una vida humana normaL Es necesario. tener
este hecho presente y, .aunque se utilice la valiosa experiencia de cri-
ticos formales en otros campos, abstenerse de insistir en que el .ma-
terial neotestamentario debe conformarse necesariamente a los · mis-
mos dnones. Pero, a pesar de todas las reservas que se puedan tep.er
ante un entusiasmo que a veces ha puesto excesivas pretensiones en
dicho metodo, es ciertamente verdad que los criticos de las formas
nos han hecho un gran servicio al obligarnos a reconocer de nuevo la
importancia de la tradici6n oral en el perfodo del Nuevo Testamento.
La atenci6n otorgada a esta tradici6n tenia por primera finalidad
penetrar en el oscuro perfodo que va de la muerte de Jesucristo. a la
puesta por escrito del evangelio mas antiguo que poseemos. Pero .es
importante · tener en cuenta que no nos encontramos ante un perfo-
do primitivo de tradici6n oral suplantado, en un momento dado,
por otro perfodo de actividad literaria, sino que la tradici6n oral
continu6 siendo un factor importante durante todo el perfodo del
s Por ejemplo, P. Wendland, Die neutestamentlichen Literaturformen (1912).
INTRODUCCION 19

Nuevo Testamento e incluso mas · alla de este perfodo. Papfas; en


la primera mitad del siglo . II, preferfa todavfa la rtradid6n öfal,
si esta cexistfa, e Ireneö, hacia el final del mismo siglo, podfa
citar coff gran respeto lo que habfa «oido de un cierto · presbfteroAue
lo habfa ofdo de los que habfan visto a los ap6stoles» 6 • Tenemos que
imaginarnos la vida de la lglesia, al igual que su fe y comuni6nj como
algo alimentado y mantenido •por una tradici6n viva. Esta tradicion
sirvi6, entre otras cösas, pata conservar y ttansmitir lo que se tecor-
daba y crefa .acerca de lo que Jesus habfa hecho, 'dicho y padecido;
en ottas palabras, la materia: prima de· la coinposici6n de los· evange-
lios; todo .esto estaha aun muy vivo en. el momento en que se es~
cribi6 el cuarto Evangelio y en la: regi6n en que ( con tod.a pröbabi'"
lidad) fue escrito. Hoy, esto consta con certeza 7 •
El reconocimiento .de la contimiidad de la tradici6n oral ha. ido
acompaiiado del reconocimiento de. que dicha tradici6n, precisament~
porque estab.a tan vitalmente relacionada con toda la vida .de una ,co-
munidad activa, fue configurada e influida por las condiciones; inte-
reses y necesidades de varios grupos de la misma comunid.ad eri di-
versos perfodos: Por ejemplo, las afirmaciones sobre la vida„y doc~
trina de Jesucristo llev.an la impr.onta del cambiante «contexto vital»
en que se form6 y circul6 la hadici6n. La tarea primaria de 1a '.crfti~
ca hist6rica de los evangelios es recuperar esta. tradici6n :en su µni-
dad y variedad, ·en cuanto funci6n de la continuada vida de la Igksia,
ininterrumpida desde sus primeros dfas. De la naturaleza y conteni-
do de la tradici6n as{ recuperada y descrita podemos espei:ar, .a su
vez, remontarnos .a los acontecimientos mismos que la pusieron en
marcha. Pues, sin ·. genero alguno de duda, la tra<lici6n, en todm; sus.
formas, pretende remitirnos a un hecho hist6rico, datado exactamen-
te sub PontiO Pilato„ sin cuya existencia -esta es la implicati6n un.ic
forme,- no habrin exfotido tampoco una lglesia que configurase .· o
trans1nitiese dicha t:radici6n 8. En cstc scntido sc trata de una tradi
ci6n hist6rica, sea cual sea el grado de valor historico u objetivo que
podamös atribuir a sus diversas partes.
· En la investigaci6n que sigue no nos preguntamos, en primer .lu-
gar, si es probable que esta o aquella afirmaci6n del cuarto Evangelio
sea hist6ritamente correcta o mas o ·menos correcta que otra afirma-

6,Sancti Irenaei adversus Haereses, editado por W. W. Harvey, IV. 42,


2. q ..·IV.
47 y passim. · .
7 N6tese que esta tradici6n asiatica esta asociada con los. nombres, no s6fo
de das personas llamadas Juan (las das han sido presentadas como candidatcis
pa'ra el puesto de autor del cuarto Evangelio), sino tambien con los nombres
de Andres, Felipe y Tomas, que desempefian un papel importante en ella, · aun-
que ~u funci6n e11 los sin6pticos es- pequefia o nula (cf. infra, pp. 306-307,
310-312). ' '
8 Hay algunas razones que harfan pensar que la tradici6n subyacente en
los evangelios (con todos los elementos .teol6gicos y litilrgicos que contienen)
es una tradici6n esencialmente hist6rica, cf. mi libro History and the Gospel
(Nisbet 1938).
20 INTRODUCCION

ci6n de .Marcos o Lucas; ni tampoco, en primer lugar, si el cuacho


joa11eo en su conjunto es mas o menos probable que el de los sin6p-
ticos, Tarde o temprano debemos, por supuesto, hacernos responsables
de nuestros juicios de probabilidad hist6rica, una responsabilidad que
ninglin historiador serio puede eludir, con todos sus riesgos de «sub-
jetivismo»; pero antes de llegar a esto, se puede;n realizar fructuo"
sas irtvestigaciones de un caracter mas «öhjetivo». La primera pre-
gunta que formulamos es la siguiente: ~podemos recuperar y descri-
bir de alglin .piodo una forma de tradici6n subyacente eh el cuarto
Evangelio, caracteristica de este e irtdependiente de otras formas de
tradici6n que conocemos? Esto volvera a plantear inevitablemente
el debatido problema de la relaci6n entre el cuarto Evangelio y los
sin6pticos.
Durante algun tiempo ha sido casi un dogma de la cr1tica que
Juan depende de los sin6pticos, del mismo modo que se sostiene que
Mate<> depende de Marcos, o Mateo y Lucas de la hipotetica fuen~
te «Q»; se afirma que el autor utiliz6 estas obras como fuentes o, si
no las tres, dos de ellas o, al menos, Marcos. Recientemente ha ha-
bido una tendencia a separarse de esta posici6n 9 • Sin embargo, el
mas importante comentario ingles moderno, el de C. K. Barrett, de~
fiende todavfa la antigua tesis. EI problema esta quiza maduro para
una reconsideraci6n mas completa. Los presupuestos de la discusi6n
han quedado modificados por recientes desarrollos en el metodo y
perspectiva de la critica en una medida quiza mayor de lo que se sue-
le supone. La Iglesia primitiva no era una comunidad tan libresca
como se ha supuesto. Desarrollaba su actividad en el mundo prima-
riamente por medio de la palabra hablada, en el culto, la ensefianza
y la predicaci6n misionera, y de estas tres formas de actividad -li-
turgia, didache y kerygma- surgi6 una tradici6n, que subyace en toda,,,
la producci6n literaria del perfodo primitivo, incluyendo nuestros evaii-
gelios escritos. Por tanto, la presund6n que se ocultaba tras gran
parte de la critica mas antigua -que la semejanza de forma y con·
tenido entre dos documentos apunta hacia la dependencia del segun-
do documento con respecto al primero- cae por su base, ya que hay
una explicaci6n alternativa de muchas de tales semejanzas y esta ex-
plicaci6n corresponde a las condiciones en que comenzaron a escri-
birse los evangelios (en cuanto los podemos conocer), a saber, la in-
fluencia de una tradici6n comun. Para determinar la dependencia li-
teraria se necesita algo mas: una semejanza notable en el empleo de
palabras (especialmente si estas palabras son un tanto raras) que se
extienda mas alla de una o dos frases, una identidad inesperada e in-
explicada de orden, o algo semejante, Evidencias de este tipo son las
que han convencido a los crfticos de que los evangelistas sin6pticos
9. J;:l cambio de direcci6n en este pais esta marcado pör la publicaci6n de
P, G.ardner-SI)litb, St John and the Synoptic Gospels (1938), un libro que bizo
cristalizar las dudas de muchos y que ba tenido un influjo extraordinario.
INTRODUCCION 21
utilizaron fuentes escritas en ciertas partes de sus obras y la falta de
esta evidencia en otras partes, a pesar del paralelismo general; ha
llevado con raz6n a muchos a limitar el empleo de esas fuentes mas
de lo que se soHa hacer en otros tiempos. Por tanto, al comparat un
pasaje del cuarto Evangelio con otro pasaje paralelo de los sin6pti-
cos, debemos analizar si existen coincidencias de lenguaje y conteni-
do que vayan mas alla de lo. que podemos razonablemente esperar en
obras que se basan en la tradici6n general de la Iglesia, y luego si se
pueden explicar algunas diferencias notables -en la hip6tesis de que
estuviera copiando a los sin6pticos- por conocidas peculiaridades
estilisticas del evangelista o por sus igualmente conocidas tendencias
doctrinales. Si no ocurre esto, hay razones suficientes para considerar
el pasaje como independiente de los sin6pticos, y hay que preguntar-
se si tiene caracterfstiC:as, en la forma o en el contenido, o posibles
indicios de un contexto vital que pueda asociarlo con algiln material
tradicional conocido por nosotros.

Esta actitud ante el problema crftico relega a segundo plano dos


cuestiones que han ocupado un enorme espacio en las discusiones del
pasado: la cuesti6n de la cronologfa joanea y sin6ptica y la euesti6ri
de la paternidad del cuarto Evangelio. Ninguna de las dos es insig-
nificante, pero ahora podemos ver que no tienen la importancia abru-
madora que les habfa sido atribuida por muchos crfticos, desde am-
bas partes de la controversia. Sera oportuno indicar brevemente aqui
la perspectiva desde la que vamos a analizar esas cuestiones.
1) En primer lugar, la cuesti6n de la <::ronologfa -del ministerio
de Jesucristo. Juan ofrece, al menos en apariencia, un relato nitida-
mente organizado segun un calendario de fiestas judfas que cubre, al
parecer, _un espacio de urios tres afios. Por otra parte, se supone que
Marcc;is ha metido todo el ministerio en un perfodo de menos de un
afio. Este planteamiento del problema ha hecho derramar mucha tin-
ta y desplegar infinito ingenio. Por lo general, los crfticos «conserva_-
dores» tendian a considerar normativo el esquema joaneo y a hacet
en,cajar en el el material siri6ptico, mientras que los· crfticös «libe-
rales» soHan utilizar a :M-arcos para desacreditat a. Juan. Pero hoy dia,
se suele considerar la brgariizaci6n del relato del cuarto Evarigelio
como resultado de la secuericia del pensamiento mas que del orden
de los acontecimientos 10 • Efectivamente, la cronologfa joanea, en el
sentido en que ha constituido la pesadilla de los cr1ticos, se diluye
hoy en nuestras matios. Esto no significa, sin embargo, que la crono-
logfa marcana quede eri posesi6n absoluta del campö. La crfrica re-
ciente ha demostrado que seda posible explicar el orden de Marcos
10 E:1 tema ha sido tratado por m1 en Interpretaci6n del i:uarto E~ange­
lio. {1953), .obra a la tjue i;emitire frecuentemente al lector. Que el esquema de
«fiestas» puede reflejar, ·de uno u otro modo, el uso litfügico es una tef)rfä,
defendida eri diversas escuelas, que tiene muchos puntos a su favor.
22 INTRODUCCION

por ,rliZones distintas de las cronol6gicas, por ejemplo, por un siste-


ma: tipol6gico o por una secuencia lirurgica. No se puede .decir que
ninguna de estas teorfas haya ganado hasta el momento un consenso
universal, pero han probado, al menos; que es arriesgado pensar qµe
el orden tp.arcano representa una secuencia estrictamente cronol6gica.
de los acontecimientos y que ofrece asf un criterio para juzgar las-
otras, organizaciones del relato. Pero, prescindiendo de cualquier teo-
rfa particular sobre el motivo determinante de la organizaci6n del -
material marcano, los crfticos formales han demostrado que las unic
dades narrativas relativamente completas, sin conexi6n · necesaria al-
guna ahterior o posterior, constituyen la parte de material que, por -
razories ·de forma, puede hacerse remontar con la mayor confiariza a
una _tradici6n oral mas antigua, mientras que es precisamente en -la
organizaci6n y conexi6n de estas unidades donde hemos de reconocer
el trabajo del evangelista en cuanto redactor 11 • Si esto vale para Marc
cos, podemos esperar razonablemente (aunque se debe por sup'uesto
comprobar la expectativa con un analisis del material) que cualquier
tradici6n precan6nica que pueda existir en Juan ha de encontrarse
primariamente en las unidades de relato y discurso mas biei:l que en
la organizaci6n cronol6gica. La crftica fo;rmal ha reducido de hecho
a proporciones manejables, si es que no 10 ha hecho desaparecer, uno
de los elementos mas difkiles del probletrJ.a tal como este se i?Olfa
tratar änteriormente.
2) En segundo lugar, la cuesti6n de la paternidad. El largo de-'
bate no ha llevado hasta el momento a ninguna conclusi6n, y es qui-,
za pi;9bable que _no llegue nunca a una soluci6n, a no ser que alguna
feJiz. casualidad .nos aparte pruebas totalmente nuevas. Sera conve-
riierite hacer un breve resumen de la situaci6n .
. . EI testimonio externo en favor del ap6stol Juan, hijo d~ .Zebedeo,:
como · autor del cuarto Evangelio es bastante s6lido. A partit: de la~;'.
Ultinias· decadas del siglo n, la tradici6n es firme. Al pi:irecer, .el pri~.
mer escritor -que cit6 un pasaje de la obra f).tribuyendosela expresa,c,
mente a «Juan» fue Teofilo de Antioqufa, si la ·dataci6n del ad Auto•
lycum en 181 d.C. es acertada. Ireneo, practicamente contemporaneo,
atribuye' eL evangelio a «Juan el disdpulo del Sefior», (' 1wavvric;
6 -roO Kup(ou· µaeri-r~c;), a quien ideniifica explkitamente __con el
«disdpulo amado» (6 Kal ETCl 'l'O m~9oc; aÖ"tOÜ cXvQ:TI~a.~v. Adv.
Haer., III, 1, 2) e incluye implkitamente. entre los ap9stole~ (ibid.;
II, 33, J: non solum Johannem sed et alias apostolos). Si .bieri no
existe .quiza un solo pasaje en sus. escritos .que sea totalmente unfvo-;
eo, no·puede caber duda razonable de que lreneo crefa que el cuarc
to Evangelio. era obra de Juan, hijo de Zebec;leo. Lö misni.6 cäJ:,,e pro-
11.. Creo qµe esta labor redacdonal de Marcos fue menos ' arbitraria· e in-
controlada de Io que han. imaginado muchos crfticos y que estab\I, gui\lda . en,
parte por algtin tipo de esquema que era, tambien el, tradicioil.al. (d. nii.;lip:ro_
New Testament Studies, Manchester 1953; vease tambien infra,; pp, 238~-43~)-.
INTRODUCCION 23

bablemente decir del autor (<'.Hip6lito?} del Canon Muratoriano, aun-


que tambien aqu1 se describe a Juan como uno ex discipulis, en cu-
rioso contraste con Andres·, quien es ex apostolis. Hemos de pensar
tambien que Clemente .de Alejandrfa identific6 al Juan que escribi6
el <<evangelio espiritual» con el ap6stol Juan, sobre el que cuenta «una
leyenda que no es mera leyenda sino hecho real» ( µü0ov ou µü0ov
aA..A..a ÖV'ta A..6yov) 12 • A partir de este momento, la tradici6n so-
bre Ja paternidad no varfa 13 , pero no parece que los autöres ·siguien-
tes; por mas que adornen la tradici6n con detalles sobre las circuns-
tancias y metodos de composici6n, tuvierati conocimiento independien-
te de los hechos. El ancla de la esperanza de la tradici6n es el testi-
moni0 de lreneo, que tiene una fuerza especial porque Ireneo, en su
ninez (1ta:lc; E'tl wv, Eusebio, H.E., V, 20, 5; E.v -rfl 11:pl':iTti ~µl':iv
~ALKL<t, Adv. Haer., III, 3, 4), escuch6 a Policarpo y le oy6 hablar
de sus contactos con «Juan el disdpulo del Seiior>>. Es imposible po-
ner en duda la veracidad de Ireneo sobre este punto. ·El eslab6n es
importante. Parece ser el Un.ico eslab6n entre· la primera formulaci6n
conocida de la tradici6n sobre la paternidad del evangelio, al final del
siglo n, y el tiempo, quiza un siglo antes, a que puede. ser asignada
con probabilidad su composici6n, a no ser que debamos incluir entre
la evidencia «extrema» · la afirmaci6n que aparece al final del evan-
gelfo mismo {21,24 ): OO'toc; Eo'tlV 0 µa0Y)'tytc; 0 µap-rupl':iv 1t!:.pl
-rou-rwv Kal 6 yp6:~ac; -raü-ra. Se toma generalmente esta afirma-
m~ci6n como un colof6n que indica la paternidad del evangelio, co-
lof6n que debi6 de ser aiiadido muy pronto, ya que forma parte in-
tegninte del texto manuscrito. Pero, incluso en este caso, la afirma-
ci6:ri teivindica la paternidad solo para el «disdpulo amado», sin iden-
tificarlo necesariamente con ]Uan, el hijo de Zebedeo. Sin embargo, he
sugerido .· en otro lugar 14 que, serfa mas, natural entender 'taÜ'tcX en
referencia a la perkopa que precede inmediatamente· (a lo mas, a todo
el apendice), con la intenci6n de reivitidicar la autoridad del «disd-
pulo amado» para la versi6n correcta del dicho del Seiior sobre el, en
cont:fa de la interpretaci6n iriexacta que drculaba: en la lglesia {21,
23 ).„Si. es as1, el «colof6n» deja de ser. un testimonio primitivo en fa-
vot de la paternidad del cuarto Evangelio en su · conjunto. De hecho,
por i:hucho que lo ititentemos, no parece posible reinontatse mas alla
de ·Iretieo. Su testimonio es de un valor extraordinario, ·aunque no
12_ 'Eusebio, H.E., III, 23,6. ·
13. Quiza haya que matizar un tanto. esta afirroaci6n. En la John. Rylands
Library (Manchester) hay un ·ms: sirio (Mingana Syriac 540) en e1 que e1 cuar-
to Evarigelio tiene el dtulo: «El santo Evangelio de nuestro Sefior Jesus (se-
guriJ 'la: 'predicaci6n de Juan el jovem~. El ms. lleva la fecha, de 1749, pero se
cree, qm:' es una copia de lin arquetipo del siglo VIII. Su descubridor, Alfonso
Mingana, propuso identifü:ar a. «Juan e1 jovem> con Juan «el presbltero», dis-
dpula del ap6stol Juan, y en este sentido «joven»; segUn eJ., el ms. serfa una
prueba ulterior de que el presbitero Juan ·era el autor del cuarto Evangelio
(«Bulletin of the John Rylands Library» 14, pp. 333-339) .
. 14 «Journal of Theological Studies» (nueva serie) 4 (1953) 212-213.
24 INTRODUCCION

decisivo. Quien adopte la opini6n de que, a falta de una prueba de-


cisiva en contrario, es razonable aceptar el testimonio de Ireneo es-
tara en terreno firme.
No conozco ningun testimonio extremo en contrario que pueda
llamarse decisivo. La teoria que recientemente se ha hecho popular
de que Juan, el hijo de Zebedeo, fue martirizado muy pronto y no pudo,
por tanto, vivir en Efeso en tiempo de Trajano -como supuso Ireneo
que vivi6 el autor del cuarto Evangelio- se basa en un testimo-
nio muy debil --el aportado por Jorge el Pecador (siglo 1x), Felipe
de Sido (ca. 450) o, mas bien, su compilador (siglo vm o VII), un
martirologio sirio de ca. 411 y algunos detalles apenas pertinentes-
'.lpoyado por un argumento tomado de la predicci6n del destino de los
hijos de Zebedeo en Mc 10,39, que se funda en una premisa mayor
no demostrada 15 . Sin embargo, hay algunas debilidades en el testi-
monio externo. Cuanto mas pronto se situe la composki6n del evan-
gelio, tanto mas sorprendente resulta que, si se conoda realmente que
este era obra de un ap6stol, Justino ( que casi con seguridad cita fra-
ses de el) no lo incluyera en las «Memorias de los Ap6stoles» -titu-
lo con que cita los evangelios sin6pticos- y que todavia al final del
sigJo II se discutiera su paternidad apost6lica, negada por aquellos a
quienes Epifanio llama ir6nicamente C:X:>"oyOL 16, y quiza incluso por
el respetable y ultraortodoxo Gayo de Roma 17 • Y, despues de todo,
Ireneo no dice realmente que Policarpo le dijera que su antiguo maes-
tro, «Juan, el disdpulo del Sefior», escribi6 el evangelio; y es tarn-

15 El testimonio esta resumido en el comentario de C. K. Barrett (1955),


si Lien esle autur nu acepta las conclusiönes. Nunca se ptesenta explkita-
mente el argumento. Serfa poco mas o menos el siguiente:
a) Todas las supuestas predicciones son necesariamente ex eventu.
b) Por tanto, los hijos de Zebedeo debfan de estar ya muertos cuando se .es-
cribi6 la predicci6n de Mc 10,39.
c) Pot tanto, Juan no pudo vivir el tiempo suficiente para escribir el cuar-
to Evangelio, que es posterior a Mc 10,39.
Segiin esto, se rechazan las afirmaciones de todas las autoridades anteriores
a Felipe de Sido. Pero si se niega la primera premisa, el argumento cae por
su base. Por el contrario, si la tradici6n de que Juan vivi6 mucho tiempo y
muri6 de muerte natural es exacta (y no veo ninguna raz6n para suponer que
sea falsa), entonces la predicci6n en su sentido obvio y natural no se cumpli6
y es, por tanto, mas probable que sea autentica. Conviene advertir que, aun-
que se suele citar este testimonio (en su estado actual) como si fuera de Pa-
pfas, el testimonio mas antiguo que poseemos es lo que el compilador del si-
glo VIII dice que Felipe dijo que Papfas habfa dicho. Por otra parte, Eusebio,
que tenfa ante sus ojos la obra de Papfas y reflexion6 mucho sobre el tema,
no sabe nada de tal afirmaci6n de Papfas. Es posible que Eusebio no sea una
autoridad intachable, pero se le ha de preferir antes que a Jorge el Pecador.
16 Panarium sive Adversus Haereses, libro II, vol. I, Haer. 50 (III) (Mig-
ne 423): «a quienes podemos llamar con justicia O:A.6youc, pues rechazan el
A.6yoc; de Dios». Nunca existi6 una secta llamada de los dlogos».
17 Cf., por ejemplo, la discusi6n de B. W. Bacon, The Fourth Gospel in
Research and Debate (1910) capitulo IX.
18 Cf. P. N. Harrison, Polycarp's Two Epistles to the Philippians (1936)
285-335.
INTRODUCCION 25

bien curioso que Policarpo, conocedor de casi todos los demas libros
del Nuevo Testamento, no tuviera un claro recuerdo del cuarto Evan-
gelio 18 • Es posible que esto no demuestre que ignoraba su existencia
(lo cual serfa difkil de creer, ya que cita la primera carta de Juan,
que es, con toda probabilidad, posterior al cuarto Evangelio ), pero
si la conoda y sabfa que el evangelio era obra de su antiguo maestro,
~por que no lo cit6? Estas consideraciones. quiza no invalidan nece-
sariamente el testimonio de Ireneo, pero lo dejan -y con el a todo
el testimoniö externo- un tanto debilitado.
Si volvemos al testimonio interno, tenemos la argumentaci6n cla-
sica de Westcott en favor de la paternidad tradicional 19 ; el autor avan-
za en drculos concentricos partiendo de la periferia hasta llegar al
centro: el evangelista era a) un judfo, b) un judfo de Palestina, c) un
testigo presencial, d) un ap6stol y, finalmente, e) el ap6stol Juan. Mu-
chos de sus puntos siguen teniendo. importancia y merecen seria con-
sideraci6n en cualquier discusi6n del problema joaneo (aunque no po-
damos sacar de ellos precisamente las conclusiones que el saca), pero
su acumulaci6n de pruebas puede ser rebajada, especialmente en los
cruciales drculos internos. Si se j:>uede demostrar que el evangelista
estaba bien informado en diversas materias, puede deducirse o que
tenfa un conocimiento personal de tales materias o que hizo un uso
juicioso de buenas fuentes de informaci6n. Algunos detalles, como
los nombres de las personas y la especificaci6n de los numeros, que
para Westcott eran prueba de un conocimiento personal 1ntimo, son
de tal naturaleza que, como es posible demostrar en otros escritos,
pueden no pasar de ser adiciones legendarias a una historia tradicio-
nal. Aunque los crfricos de las formas se equivoquen -como perso-
nalmente creo que es el caso- al considerar invariablemente estos
detalles como signo de desarrollo legendario, serfa una ingenuidad
que los aceptaramos por ello en su significado literal. Los vividos
rasgos dramaticos que son distintivos del relato y dialogo joaneos,
la caracterizaci6n, la penetrad6n en el contenido emocional de una
situaci6n, que para Westcott constitufan una prueba decisiva de que
el evangelista. estuvo presente a los hechos, pueden deberse mas bien .
a su talento literario. De todos modos, en dos episodios donde la ca-
racterizaci6n dramatica es maxima, la conversaci6n con la samaritana
junto al pozo de Jacob y el interrogatorio de Jesus in camera. por Pi-
lato; se dice expresamente que tuvieron lugar sin la presencia de nin-
guno del grupo de Jesus. De entre los pasajes que Westcott cita como
apelaci6n directa a un testigo ocular 20 solo uno es pertinente: 19,35.
No creo que en este caso pueda considerarse la clara afirmaci6n: 6

19 The Gospel according to St John (1889), Introducci6n, V-XXI.


20 No se puede usar la primera persona del plural de 1,14 (cf. 1,16) para
probar que el autor era personalmente un testigo presencial de la viP,a encar-
nada de Cristo; cf. mi nota a 1 Jn 1,4 (Moffatt Commentary, The Johannine
Epistles [1946] 9-15).
26 INTRODUCCION

Ec.vpo:Kwc; µcµo:p't"6pY]KEV, con la solemne aseveraci6n de su ver-


dad, comö si fuera una evidente falsedad, ya que se encuentra pre-
cisamei:lte en la culminaci6n de una obra a la que se puede aplicar con
toda propiedad el epfreto aristotelico de OTiou.ßo:'loc; 21 • Pero se pue-
de entender con toda naturalidad la afirmaci6n como una apelad6n
del autor . al testimonio de una persona distinta de sl'. mismo, por
cuya autotidad se arriesga a relatar un hecho tan notable. Esta es, al
menos, la primera impresi6n que recibimos. Puede sin duda ser ver-
dad que el autor haya elegido este curioso modo de presentarse como
testigo ocular, pero np podemos basar razonablemente un argumento
en'. favör. de la paternidad apost6lica en la suposici6n de que · as{ fue.
Sin enibargo, a pesa~ de todas las restricciones que podamos ha-
cer, los argumentos propuestos por W estcott conservan un gran va-
lor de persuasi6n, si bien no llegan a ser terminantes. Pero existe
otra prueba interna que parece apuntar en una direcci6n diferente.
No debemos tomar muy en serio el argumento de que el cuarto Evan-
gelio representa un estadio demasiado. avanzado en la «evoluci6m>
del cristianismo para que sea la obra de un disdpulo personal del
Fundador. Esto serfa asumir conocimientos que no pöseemos o que
podemos recabar solo de los mismos documentos y que, consecuen-
tem·ente, no pueden ofrecernos criterios para juzgarlos. Pero el cuar-
to Evangelio (como he demdstrado en otro lugar) esta penetrado por
dos formas diversas de pensamiento, combinadas en una unidad muy
conipleja, una de las cuales esta fntimamente relacionada con el ju-
daismo rabfnico y la otra con la filosoffa religiosa del helenismo. La
forma judfa dista mucho de ser el simple conociriiiento del Antigua
Testamento y de la practica contemporanea del judaismo que cual-
quier judfo devoto podla poseer. Implica un cierto grado de aprenc
dizaje rabfnico. Se puede demostrar . que el pensamiento del autor
maneja tc:;mas que formaban · parte de los debates rabfnicos datables,
poco mas a· menos, entre la destrucci6n· del templo y la catastrofe de
Bar Kokba. Al parecer, nuestro evangelista hubiera sido capaz de
adoptat _una ·postura inteligente en las controversias de maestros co-
mo Gamaliel II, Eliezer ben Hircanü, Eliezer ben Azarfas, Jösue ben
Cananfas y Aquiba 22 • Es verdad que el debate pudo haber comenza-
do antes ..,--y probablemente as! fue-, pero cuanto antes lo datemos
menos probable es que se saliera del cfrculo de los «disdpulos de los
Sabios».· De modo parecido, la forma helenl'.stica no se basa en 1a
adopci6n de unos cuantos cliches de . conversaciones ordinarias 0 de_
propagailda callejera. La mente del evangelista se encuentra . eri su

. 21 . No. esta descar~ado que el verskulo sea una adici6n de un redactor pos-
terior, el cual crey6, de buena fo, que la afümaci6n del texto procedfa de _.un
testig_o presencial; en tal creencia pudo acettai: o equivocarse (1:f. infra,. 141~142).
22 . Cf. Interpretaci6n del cuarto Evangelio, 86-97, 321, 337.. ..
INTRODUCCION 27

ptopfa casa, entre las concepciones del «lliisticismo helenfstico» y las


1.itiliia magistralmente para su propia finalidad 23 •
Ahora bien, por cuanto sabemos del ap6stol Juan, este era un
pescador galileo. Ganandose la vida con una profesi6n trabajosa; de"
bi6 de tener muy poco tiempo para el estudio de la Tora y, de hecho,
el afib de la crucifixi6n, era O:yp6:µµcrroc; Kat i.f>ü:ö-rric; (Hch 4,13;
expresi6n que quiza equivalga a to1"ilJ1 i~~) a juicio de los expo-
nentes oficiales del judafsmo. Despues. de
ese tiempo dificilmente pu-
do encontrar la oportunidad de subsanar deficiencias en su forma-
ci6n, 24• Quiza exista un inodo mejor de explicar sus conocimientos
del pensamiento helenista. «Galilea de los gentiles» estaba, despues
de todo, abierta a la influencia helenl'.stica 25 • Mas _aun, la tradici6n
que, nombra como autor al ap6stol Juan afirma tambien que este pa-
s6 mµcho tiempo en Efeso, y que alll vivi6 hasta una edad muy
avanzada. Pudo absorber mucho de lo que habfa «en el ambiente»,
ya · fuera a traves de. judfos helenistas conversos de la sinagoga, ya
de ·'un modo mas directo. No podemos decir lo que una estancia de
mas de media vida en esa estimulante atm6sfera .intelectual pudo in-
fluir 'en un hombre con una mente activa y abierta. Lo que nos debe
hacer pensar es la cvmbinac.i6n de temas rabl'.nicos y helenl'.stieos, una
combinaci6n.a un nivel muy profundo. No es imposible imaginar que
el pescador galileo pudo convertirse en el acabado te6logo que en-
contramos en el cuarto Evangelio, pero me resulta difkil hacerlo 26 •

.23 Cf. Ibid. pp. 30-86. .


24 . Algunos escritores recientes ·han defendido que nuestro evangelista es-
taba ihfluenciado por la secta de Qumran. He de· confesar que no puedo -dis-
cernir la estrecha y sorprendente afinidad entre el cuarto Evangelio y la lite-
ratura •de Qumran que ha sido detectada por algunos autores, cuyo conocimien-
to de esta literatura es mas amplio y profundo que e1 mfo. Por lo que yo co-
nozco .del-·tema, estarfa dispuesto a aceptar el juicio de F. C. Grant (·The. Gose
pels;· their Origin and Growth [1959} 175-176), de quien dto lo siguiente: .. «In-..
cluidos en el vasto. aparato de paralelos encontrados en la literatura religiosa
helenistica, especialmente griega, egipcia y del Griente pr6ximo „: . los escasos
patal.elos encontrados, .en los· textos . del Mar Muerto son de poca importancia. y
repetitiv-Os. No hacen sino documentar una .vez mas el amplio ·sincretismo reli-
giQ$O que existfa en ese perfodo y que influfa :en fos mas diverso~ tipos, d~
vida y pensamiento religiosos, incluso. el judfo y el esenio ---0 judaismo sec,
tati~, especialmente en su simbolismo religioso». De ·tados modos, no veo ra-
zones:•·para decir que nuestm evangelista pudo aprender en Qumr:in el tipo .de
pensiµni.ento rabfoico de que da prueba. Y, naturalmente, tampoco pudo per-.
feccionar en ese drculo sus. conocimientos del pensamiento y · metodo literario
helenfstico. La aplicaci6n del termino «helenistica» a la literatura de Qumran
me patece muy poco esclarecedor. · _
::f.5; .. ,un alumno de las escuelas rabinicas de Jerusalen no tenfa por que ig-
n()rat.:el pensamiento griego. Cf„ por ejemplo, D. Daube,. The New Testament
and' ß,abbinic Judaism. (1956) 86-89. 151,157; · y W. L. Knox, Pharisaism and
Hellenzs111, en Oesterley (ed.), Judaism and. Cbristianity II (1937).
,.u ··lln .'argumento de nienor importancia, pero que; a mi juicio, tiene su
peso,.. es. el sorpreridente hecho de que una .obra que procede directamente'. de
uBofi~de los disdpi;ilos galfüms muestre tal indiferencia hacia· el ministeriq,,ga-
28 INTRODUCCION

Este breve resumen quiere justificar la opm10n que he adopta-


do, a saber, que el problema de la paternidad es insoluble sobre la
base de los datos que poseemos y que, consecuentemente, no se pue-
de adoptar una teorfa concreta sobre el como premisa de un argu-
mento en favor o en contra del valor hist6rico del Evangelio. Se ha
de notar que, si se llega a abandonar la paternidad tradicional, no se
gana. nada para lo que ahora nos interesa con solo sustituirla por un
autor conjetural. Es sin duda posible que Ireneo se refiriera de he-
cho a Juan el presbfrero y, dado que sabemos poco sobre el presb!-
tero 0 sus antecedentes, este no estarfa expuesto a las objeciones que
nos hemos sentido obligados a oponer a la candidatura del ap6stol
Juan. Sin embargo, la teorfa que sustituye al ap6stol por el presb!-
tero (por muy popular que se haya hecho en este pa!s) no pasa de
ser conjetural. Y si el presbfrero Juan es, de un modo oscuro, una
personalidad hist6rica (como creo que lo es), la idea de un autor
compuesto, resultado de la combinaci6n del disdpulo an6nimo que
abandon6 al Bautista para seguir a Jesus (Jn 1,35-40), del disdpulo
que era yvcuo'Toc:; 'Tc{> ö:pxuöpE"l (18,15), y del «disdpulo amadm>
(en el supuesto de que no sea el hijo de Zebedeo), sigue siendo una
mera hip6tesis y, para los fines de nuestra investigaci6n, una hip6-
tesis infructuosa 27 •
Pero, de hecho, la cuesti6n de la paternidad no es tan importan-
te para el problema de la historicidad como se ha supuesto. Incluso
si fuera cierto que el Evangelio es obra de un disdpulo personal, no
podrfamos pasar sin mas a la conclusi6n de que su relato es una trans-
cripci6n de los hechos o que tiene la intenci6n de serlo. Nadie -su-
pongo- pone en. duda que Platon, el autor de la Republica y del
Bm1quctc, era un disdpulo personal de S6crates y, sin cmbargo, po·
cos sostienen que los relatos del e11cue11tro con Pole111arco y Adei-
lileo, minimice su importancia y delate a lo largo de toda su obra lo que
puede solo llamarse una perspectiva metropolitana (cf. infra, 249-251). Por muy
importantes que sean los motivos teol6gicos en la selecci6n de los aconteci-
mientos, sigue siendo extrafio que un autor cuya mente debi6 de estar lleria de
recuerdos galileos nos ofrezca tan poco sobre- Galilea. Lo cual sigue siendo
extrafio incluso si pensamo& que Juan, hijo de Zebedeo, fue durante alglin tiem-
po una «columna» de la lglesia de Jerusalen. Juan no se form6 durante ese
tiempo, sino durante los afios en que acompafi6 a Jesus.
21 Si la balanza de las probabilidades se inclinara a favor de Ja paterni-
dad de Juan hijo de Zebedeo, mucho de lo que decimos en las siguientes pa-
ginas requeriria alguna modificaci6n, pero pienso que no caeria por tierra. El
material que aqui atribuimos a la tradici6n resultara que no es mas que el
recuerdo del mismo ap6stol; pero incluso asi, es evidente que en un estadio
concreto fue vaciado en el molde de la tradici6n corporativa de la lglesia
(~c6mo no iba a ser asi si el ap6stol estaba activamente inmerso en el mismo
ministerio de predicaci6n, ensefianza y liturgia que, ex hypothesi, configur6 la
sustancia de los recuerdos que la lglesia conservaba de su Fundador?). Sin
embargo, por las razones que aduciremos, no puedo pensar que esto sea una
soluci6n probable al problema de la paternidad, si bien no puede decirse que
sea imposible. En lo que sigue he usado el nombre de Juari para el autor --'-sin
prejuzgar la cuesti6n- y no me ha parecido necesario escribirlo entre comillas.
INTRODUCCION 29

manto y de la cena de Agat6n describen necesariamente, con detalles


exactos, incidentes hist6ricos de la vida de S6crates, y todavia me-
nos afirman que los discursos de Trasimaco y Glauc6n, de Arist6fa-
nes y Di6tima, o del mismo S6crates reproducen literalmente lo que
dijeron estas personas e:n aquellas ocasiones. Tampoco podriamos sa-
car conclusiones similares si supieramos que el cuarto Evangelio es
obra de un ap6stol. Si, por otra parte, nuestro autor no fue Juan,
hijo de Zebedeo, es menos importante (para nuestra investigaci6n
hist6rica) intentar darle un nombre que comprobar y valorar el tipo
de material que utiliz6.
Y, de hecho (para volver a lo que dedamos mas arriba}, el des-
arrollo de la critica formal ha tendido a desviar nuestra atenci6n de
lo que fue una de las preocupaciones mas vivas de la critica del si-
glo XIX: el intento de asociar los evangelios o las fuentes subyacen-
tes con personalidades excepcionales de la edad apost61ica, Marcos
con Pedro, el hipotetico documento «Q» con el ap6stol Mateo, la
fuente especial de Lucas quiza con Felipe y sus hijas profetisas, y el
cuarto Evangelio con el hijo de Zebedeo o, a su falta, con el pres-
bitero Juan. Hoy en dfa se subraya el caracter corporativo de la tra-
dici6n en cuanto funci6n de la vida y del pensamiento de la comu-
nidad cristiana, fuera cual fuera el canal de transmisi6n. Posiblemen-
te ha habido una tendencia a ir demasiado lejos en esa direcci6n y
ahora se esta comenzando a corregirla. En mayor o menor grado, la
idiosincrasia y la situaci6n especial del autor individual y, en par-
ticular, el alcance de sus posibilidades de adquirir informaci6n de
primera mano debieron de ser elementos importantes; y el cuarto evan-
gelista revela sin duda una marcada individualidad. Su obra es, en
una medida inigualada por los otros evangelios, una composici6n li-
teraria original. Sin embargo, puesto que no sabemos quien fue su
autor, el metodo mas seguto podra ser, sin duda, que analicetnos ante
todo su forma particular de enfrentarse con la tradici6n comun.
PRIMERA PARTE

LOS RELATOS
I
EL RELATO DE LA PASION

3
1. ÜBSERVACIONES PRELIMINARES

Los capitulos conclusivos de los cuatro evangelios se diferencian


daramente del resto por su forma, caracter y contenido. Contienen un
relato largo y continuo -el unico relato de ese tipo en todos los
evangelios-, que procede paso a paso en una secuencia ordenada y
unitaria. En cambio, las secciones anteriores de cada uno de los cuatro
evangelios, con sus relatos sobre los dichos y hechos del ministerio
publico de Jesus, carecen de esta unidad y continuidad. Los criticos
de las formas que han estudiado la estructura de los sin6pticos, piensan
que las unidades narrativas y didacticas son elementos constitutivos
primarios de los evangelios, que conservan, incluso en su calidad de
productos literarios, gran parte de la tradici6n oral en la que original-
mente circularon. La distribuci6n en pericopas se considera como resul-
tado de la labor de redacci6n de los evangelistas. Nada prueba que
estos se sintieran obligados a seguir un esquema fijo.
En el relato de la pasi6n, en cambio, los tres sin6pticos apenas di-
fieren en el orden de los acontecimientos. A mi juicio, los intentos de
demostrar que el relato de la pasi6n tuvo su origen, al igual que el
del ministerio publico, en unidades separadas, no han tenido exito.
Es posible que dos o tres de los incidentes que actualmente aparecen
cn cl rclato fueran transmitidos por separado, pero, por lo general,
cada incidente puede entenderse solo en el lugar que ocupa en la
secuencia continua, dependiendo de lo anter10r y prep:mrnrln ln q11e
sigue. EI hecho es que el intento de explicar el relato de la pasi6n
como un conglomerado de unidades originalmente independientes es
fundamentalmente err6neo. La critica formal depende en gran medida
de la comparaci6n entre las formas contenidas en los evangelios y
las de otras literaturas tradicionales. No cabe duda que tal compara-
ci6n revela algunas analogfas. Pero alH donde el relato de la pasi6n
tiene analogfas con otras literaturas similares (y ninguna de estas
analogfas va muy lejos ), las semcjanzas se encuentran en las leyendas
o sagas sobre la batalla final y la muerte del heroe 1 ; en estos relatos
la secuencia de los acontecimientos, en cuanto golpes consecutivos del
destino, es intrinseca al relato. Lo mismo ocurre con el relato de
la pasi6n.

1 La batalla del rey Arturo con Mordred, Rolando en Roncesvalles, la muer-


te de Hector en la Iliada, etc.
36 EL RELATO DE LA PASION

El cuarto Evangelio coincide en todo esto con el esquema general


seguido por los sin6pticos. Tambien en el cuarto Evangelio encontra-
mos la distinci6n entre la parte primera -el relato de los dichos y
hechos del ministerio publico de Jesus- y el relato de la pasi6n. Tam-
bien en este Evangelio el relato de la pasi6n sigue la misma secuencia
general, sin apartarse del orden comun mas de lo que lo hacen los
mismos sin6pticos entre si. Tambien aqui la primera parte esta com-
puesta por unidades separables de caracter narrativo o didactico, o de
una combinaci6n de ambas. Es verdad que algunas de estas unidades
son mucho mas largas y estan mas elaboradas que las de los sin6pticos'
pero otras revelan una forma y caracter semejantes. EI cuarto evan-
gelista, al igual que los otros, ha organizado aqui las diversas unidades
con gran libertad. Parece claro que, si bien este Evangelio ·difiere en
muchos aspectos notablemente de los otros, todos ellos han sido com-
puestos con la misma idea general de una ypo:cp~ EÖo:yyEALOU
(cf. Ireneo, Adv. Haer., III, 1,2), debese esto al influjo de Marcos,
la composici6n mas antigua de este genero que conservamos, o a la
limitaci6n impuesta por una tradici6n preexistente seguida por todos
los evangelistas. La distinci6n entre el relato de la pasi6n, donde to-
dos siguen un mismo esquema, y el relato del ministerio publico, don-
de el orden es mas flexible, parece ser inherente a la idea de evan-
gelio escrito. En otro lugar 2 he tratado de demostrar que en este
punto los evangelios escritos delatan su procedencia del evangelio
hablado o K~puyµo:, en el que, al parecer, la historia de la pasi6n
era comunicada con enfasis y riqueza de detalles, mientras que el mi-
nisterio publico recibia menos atenci6n.
Asi, pues, el relato de la pasi6n, unica secci6n en que los cuatro
evangelios corren paralelos dutante un considetable espado con abun-
dante material comparable, constituye el mejor punto de partida para
nuestro estudfo. Sera conveniente tratar de determinar antes de nada
el vu11Lu Ju11Je cu111ie11za ptopiarnenLe el relaLo Je la. pasi611 en los
cuatro vai1gclios, analizando cl modo como cada cvangclista indica
la transici6n.
Marcos (14,1-11), tras concluir su relato del ministerio publico con
un discurso que finaliza con la solemne recomendaci6n: ö OE uµi:v A.f.yüJ,
TicXOLV AEY()), YPYJYOPELTE, indica un nuevo comienzo mediante la
inserci6n de una fecha (la primera fecha precisa de su evangelio):
~V OE 'tO naoxo: KO:L TeX äi:;uµo: µETCx 060 fJµf.po:c;. Pasa luego a
describir la situaci6n de aquel momento: las autoridades judias bus-
caban una oportunidad para arrestar a Jesus. Los verbos en imperfec-
to ( E/:;~Touv, EAEyov) demuestran que Marcos no esta relatando una
decisi6n unica, sino describiendo c6mo se encontraban las cosas al
comienzo de su relato. Ha intercalado aqu1 la narraci6n de la unci6n
de Jesus hecha por una mujer en Betania, despues de lo cual indica
un nuevo desarrollo de la situaci6n descrita mas arriba, relatando c6mo
Judas hizo su traidora oferta a las autoridades y estas la aceptaron.
2 The Apostolic Preaching and its Developments (1936) 77-129, 164-173.
OBSERVACIONES PRELIMINARES 37
Esto esta narrado en aoristo: c:Xit~A.0Ev, Exapriao:v, ETITJYYE(A.o:v-ro.
La situaci6n resultante esta descrita de nuevo en impeclecto:. E(,;~TEl
ir&c; o:ö-rov EÖKa(pwc; ito:paf>o"i:. Todo esto da la impresi6ri de ser'
una introducci6n preliminar al relato principal. La unci6n en Beta-
nia, que nö se encuentra en Lucas y que en Juan aparece en un mo-
mento anterior, parece estar introducida aquf por medio del tecurso
favorito de Marcos de relatos «emparedados» 3 • Se trata evideritemen-
te de un tipö de perkopa que pudo muy bien haber circulado por se-
parado y que probablemente no formaba parte del relato original de
la pasi6n. Pero el relato por fin comienza ahora de verdad. Tenemos
de nuevo una fecha: -rTI Tipw-rn ~µEp~ -r&v c:X(,;uµwv, ÖTE -ro iraaxa
~euov, y en seguida se nos cuenta c6mo se hicieron los preparativos
para la ultima cena. Desde este momento el relato fluye sin interrup-
ci6n.
Mateo (26,1-16) parece seguir de cerca a Marcos; llega incluso a
insertar el relato de la unci6n. Sin embargo, hace algunos cambios
significativos. Tras su f6rmula favorita de transici6n: Kal EYEVETO ÖTE
ETEAEOEV 6 , I riooOc; Tiav-ro:c; wuc; A.6youc; TOUTouc;, transforma
la simple indicaci6n de Marcos sobre la fecha en una solemne declac
raci6n de Jesus: «Sabeis que pasado mafiana es la Pascua y que eritre-
garan a1 Hijo del Hombre para que lo crucifiquen». Tambien la breve
puesta en escena de Marcos -las autoridades andaban buscando una
oportunidad para llevar a cabo el arresto-- es sustituida por una cla-
ra informaci6n sobre una sesi6n del Sanedrm descrita en aoristo:
cruv~xeriaav, cruvEßouA.Euao:v-ro. Resuena aquf un eco inconfundi-
ble del lenguaje de Sal 30,14: EV Tc{) auvaxeijvm aÖTouc; äµo: ETI'
€µE TOÜ A.aßELV '[~V ljJUX~V µou €ßoUAEU<JO:V'tO. Este salrilo ha
proporcionado testimonia en otros lugares del Nuevo Testamento 4 y
es casi seguro que debemos incluir el presente pasaje entre aquellos
en los que el relato de la pasi6n fue compuesto basandose en testimo-
nios. Si es asf, tenemos motivos para sospechar que Mateo esta si-
guiendo aquf una tradici6n independiente de Marcos; esta sospecha
queda confirmada cuando observamos que Mateo indica como lugar
de la reuni6n el palacio del sumo sacerdote Caifas. Marcos ignora el
notnbre de Caifas, que no figura tampoco en el relato de la pasi6n
de Lucas. Pero sf se encuentra en dos pasajes del cuarto Evangelio:
3 Cf. Mc 5,25-34, la hemorroisa, «etnparedado» en el relato de la hija de
Jairo; 6,14-29, la muerte del Bautista, insertado entre la misi6n de los Doce
y su vuelta; y en el relato de la pasi6n, 14,66-72, la negaci6n de Pedro, inserta-
da entre la conclusi6n del interrogatorio ante el sumo sacerdote y la continua"
ci6n del proceso. EI empleo de este recurso parece tener la intenci6n de indicar
un lapso de tiempo o de sefialar la simultaneidad de dos incidentes que tienen
que ser contados por separado. Podemos imaginarnos e1 momento de la unci6n
de dos maneras: o bien tuvo lugar en Betania mientras Judas maquinapa sus
malvados planes en Jerusalen (en este caso, Marcos no estarfa de acuerdo con
Juan, segiln el .cual e1 traidor estaba presente en Betania) o bien ocurri6 en eJ
intervalo entre la maquinaci6n del complot y e1 ofrecimiento de Judas para
llevarlo a cabo.
4 Cf. infra, 4748.
38 EL RELATO DE LA PASION

en el relato deljuicio (18,13-14.28; cf. infra 104-106) y, fuera del rela-


to de la pasi6n, en la noticia sobre una reuni6n del Saneddn (11,47-50).
Es l6gico conjeturar que Jn 11,47-53, una perfcopa separada y
completa en si misma, representa un fragmento de tradici6n oral en
forma tipica, que podda ocultarse tambien tras la sumaria noticia
de Mateo. Pero esta conjetura serfa precaria. Es verdad que la perfco-
pa tiene una semejanza general en su forma con algunas de las que
aparecen en los S'in6pticos, en las que se introduce brevemente una
escena y un dialogo prepara el camino para una declaraci6n solemne.
Pero si la comparamos con perkopas de este tipo, veremos en seguida
que la presente es excepcional: la declaraci6n solemne no es atribuida
a Jesus, sino curiosamente, a uno de sus enemigos; mas ailn, Jesus
no aparece siquiera en la escena. Este detalle es tan diferente de cual-
quier otro de los evangelios, que es difkil creer que formara parte de
un complejo general de tradici6n comun del tipo que conocemos. Sin
embargo, no es probable que sea una composici6.n del evangelista. Es
verdad que la frase en que culmina -que Jesils tenfa que morir para
reunir · a los hijos dispersos de Dios- es propia y caractedstica de
Juan 5 , pero se presenta como una glosa a una «profeda», que en si
misma no sugiere .nada del genero. As!, pues, Juan tuvo que tomar la
«ptofeda» de alguna otra fuente. Tuvo que ser, sin duda; una fuente
muy cercana a la mentalidad y practica judfas, ya que entrafia un gran
respeto por el sumo sacerdocio, aunque este ejercido por un repre-
sentante indigno, y asocia a el el don de profeda, dato que esta con-
firmado por importantes testimonios judios 6 • Asi pues, aunque no
es mi in:tenci6n utilizar este pasaje para penetrar en la tradici6n que
s.e oculta tras esle Evailgello, <licl10 texto proporciol1a quiza Wut davc
para conocer el tipo de ambiente en que el evangelista recab6 su in-
tormaci6n 7• Pero parece improbable que se trate de una tradici6n
acccsiblc a Matco y subyaccntc cn su afirmaci6n de 26,3 .tl.
Volvamos a Mateo: a pesar de los rasgos no marcanos que hemos
observado, la secci6n que abre el relato -que termina, como la de
Marcos, con la afirmaci6n de que Judas «andaba buscando una ocasi6n
propicia» (E~TJ1:El EUKa:tp(av, 26,16)- tiene todavfa el caracter de
un resumen de la situaci6n preliminar al relato propiamente dicho, el
cual comienza, como en Marcos, con la fecha: i:ft 1tpv.nn i:&v ä~uµU>v.
_ Lucas, tras concluir el relato del ministerio publico con un_ resu-
m:en de, la actividad de Jesus en Jerusalen (21,37-38) -todos los vet-
s c( Jn. 12,32, donde el crucificado atraed a todos los hombres hacia si;
10,14-18, · donde esta claramente implicado, aunque no se diga expresamente,
gue con sµ muerte atraera todas las oveja:s a su redil.
· 6 Cf. Strack-Billerbeck, Kommentar zum Neuen Testament aus Talmud und
Midrasch, ad loc. . . .
7 LOs presupuestos de este argumento. quedaran mas claros cuando tratemos
otras pedcolas en la Parte I, A 2, B 1, 2, y en la Parte II. He tratado con .t:nas
detalle esta perfcopa en mi artl'.culo T he Prophecy of Caiaphas, en W. C. , van
Urinik y B. Reicke (ed.) Neotestamentica et Patristica in honorem .sexagef?arii
0. Cullmann (Brill 1962). ·
OBSERVACIONES PRELIMINARES 39

bos en imperfecto (~v fö56:oKc:.uv, riuA.(sEi:o, C5p9pLsEV)-, indica,


como los otros, el nuevo comienzo con una fecha, aunque esta vez
mas vaga: TlYYLsEV ~ fopi:~ i:&v O:s6µc:.uv ~ AEYO[lEVTJ TCaoxa
(22,1). Describe luego la situaci6n de modo muy parecido al de Mar-
cos (en imperfectos ), pero mas brevemente aun, y narra la traici6n de
Judas en terminos impresionantes: Satanas entr6 en el traidor, quien
acta seguido hizo su infame pacto con las autoridades; despues de
esto, como en los otros, EsTJ'LEL EUKmp(av i:oO TCapa5oOvm aui:6v
(22,2-6)._En seguida encontramos de nuevo la fecha: ~A9Ev ~ ~µE.pa
'LWV asU[lC:.UV, TI tföEL 9UE09aL 1:0 'TCCcOXa, y a partir de este mo-
mento el relato se hace continuo.
Parece, pues, que el plan comun a los sin6pticos vefa el comienzo
del relato propiamente dicho de la pasi6n en los acontecimientos de
la ultima cena (incluyendo los preparativos de esta) y que la fecha
(en los dfas de la Pascua), la hostilidad de las autoridades y el complot
de Judas, formaban un breve exordio al relato propiamente tal, ofre-
ciendo asf al lector la informaci6n mfnima indispensable para poder
entenderlo. Se podrfa pensar que las versiones de Mateo y Lucas no
son sino reproducciones de Marcos, con cierta labor de «redacci6n»;
de hecho, es casi seguro que los dos usaron aqui a Marcos como fuen-
te. Pero existen ligeros indicios de que se utilizaron tambien material
tradicional. No puede excluirse la hip6tesis de que un exordio primi-
tivo al relato de la pasi6n, en tradici6n oral y subyacente en los tres,
ofreciese con extrema brevedad s6lo la fecha y las afumaciones de
que las autoridades estaban al acecho para arrestar a Jesus y de que
Judas se habfa prestado a ·sus maquium.iuut!s. A, este exordio, Marcos
( seguido por Mateo pero no por Lucas) habrfa afiadido el relato de la
i.md6n; .Mateo (solo) lo hahrfa completado con la noticia sobre una
sesi6n del Sanedrfo y habrl'.a tambien desarrollado el relato <ld vacLo
cle Jnclas con los sacetdotes; y Lucas pudo habt!1· Luuiauu Je OL{a tra-
dici6n el singular lenguaje con que cuenta la traici6n de Judas. Esta
hip6tesis podrfa parecer pura especulaci6n en este momento; pero si
en e1 curso de nuestro estudio se llegara a probar que existen indicios
en varios pasajes de la existencia de mas de una forma de tradici6n
precan6nica sohre la pasi6n, nuestra hip6tesis sobre el exordio dejarfa
de ser pura conjetura sin hase alguna en los hechos.
Volvamos ahora al cuarto Evangelio. Juan ha sefialado el final de
su relato del ministerio publico con una conclusi6n formal, que con-
tiene un comentario obre el efecto de la llamada de Jesus a sus com-
patriotas y un resumen general de su ensefianza. (12,37-50). Sefiala
luego un nuevo comienzo (13,1-4) con dos frases, en las que acumula
casi toda la informaci6n-de la pasi6n:
, 'a) la fecha; tan vaga como en Lucas: TCpo i:~c; fopi:~c; i:oO
'TtÜ'.O)(a.
40 EL RELATO DE LA PASION

b) la presciencia de Jesus sobre su destino, como en Mateo:


ELOW<; ön ~A.ei:.v Ti wpo: K.T.A. 8 •
c) la inspiraci6n diab6lica de Judas para llevar a cabo la traici6n,
como en Lucas: -roO OLo:ß6A.ou ~ÖT) ßi:.ßA.YJKOTO<; El<; T~V Ko:pölo:v
'i'.vcx ito:po:OOL O:UTOV , I ouoO:<; ~ iµc.uvo<; , I OKO:pLWTT)<;. .

A esto ha aiiadido algunos comentarios interpretativos, que estan


llenos del lenguaje e ideas caracteristicas de la teologfa joanea. La
primera afirmaci6n espedfica de una acci6n concreta y abierta apa-
rece, por fin, despues de mucho material parentetico .(que para este
evangelista es el meollo de todo), en las palabras Eyt.ipi:.-rm EK -roO
OE(itvou, y asf, con los incidentes de la cena, da comienzo el relato
de la pasi6n. La cena misma esta narra:da en una oraci6n circunstan-
cial de genitivo absoluto: oi:.imou yLvoµEvou ( o lease yi:.voµfaiou)
como en Marcos, que dice: avo:KELµEvc.uv o:ö-r&v KO:L E09L6Vt"C.UV.
No es la cena misma, en cuanto banquete; lo que los dos evangelistas
quieren poner de relieve, sino algunos dichos y hechos importatites
asociados a ella.
Asf, el nucleo del exordio de Juan,. subyacente en la elaboraci6n
teol6gica, es muy semejante al que hemos postulado hipoteticamente
como base comun sobre la que trabajaron los sin6pticos.
Dos rasgos importantes del exordio sin6ptico estan ausentes de
Juan: la referencia a: la hostilidad de las autoridades y el pacto de
Judas con ellas. Es posible que Juan no sintiera 1a necesidad de in-
sertar aquf la primera referencia, ya que en otro pasaje anterior ·ha
ofrecido, no solo una noticia escueta de la conspiraci6n contra Jesus
(cotno la que encontramos en Mateo), sino un relato vivo de un de,
bate que tuvo lugar en el Sanedrin con un discurso de Caifas; este
relato se encuentra en una perkopa (11,47-53) que termina con una
frase parecida a 1a de Mateo:
Mt 26,4 Jn 11,53
ouveßouA.euoavro i'.va -rov '1 ri- EßouA.euoavro i'.va crrrOK"rELVCVOLV
ooüv ... Ö:1IOK1:ELVQOlV au-r6v

8 La frase que afirma la presciencia de Jesus sobre su destino «consciente


de que habfa llegado su hora, etc.» es totalmente joanea en vocabulario y en estilo,
pero el motivo es semejante al que se oLUlta tras Mt 26,2, donde Jesus pre<lice
a los disdpulos su detenci6n en los pr6ximos dfas de Pascua. Nada de esto en-
contramos en Marcos y Lucas. Podemos suponer ·que la tradici6n de la pasi6n,
en su . forma mas simple y probablemente mas primitiva, no contenfa una afir-
maci6n tan expHcita. Es, con todo, muy natural que el tema de la presciencia
de Cristo sobre su pasi6n, que aparece en varias formas y en diversos momentos
en todos los evangelios, fuera pues.to de relieve al comienzo del relato de la
pasi6n. Queda excluida la posibilidad de una dependencia literaria entre Mateo
y Juan; los dos estan obedeciendo a un impulso comiin a ampliar una tradici6n
comun.
OBSERVACIONES PRELIMINARES 41

Hemos visto ya que existen motivos para suponer que Mateo


complet6 aqui lo que habfa tomado de Marcos con ayuda de una
tradici6n diferente. Podrfa ser que el relato de Juan tuviera algun
contacto con esa misma tradici6n, aunque uha dependencia literaria
es muy improbable.
La otra omisi6n es mas interesante. Juan no dice que Judas se
dirigiera a las autoridades y que estas le ofrecieran un soborno. Pero
sf dice que Satanas. le inspir6 este acto de traici6n. Lucas viene a de-
cit lo mismo: ::.lo~A.8::.v oa-rav6:c; ::.lc; 'I ou56:v -rov KaA.06µ::.vov
'I OKap Lc0Tr]V 9 • Mas adelante Juan emplea una frase casi identica:
al darle lj.Jwµtov (13,26s), do~A.8Ev ::.lc; EKE'i:vov 6 oa-ravO:c;. En
Lucas la frase introduce la narraci6n sobre las propuestas de Judas
a los sacerdotes, que, segun todos los indicios, procede de Marcos;
pero parece ser una reminiscencia de una ttadici6n que esta mejor
representada en Juan. Al parecer, este ultimo no sabe que Judas re-
cibi6 dinero por su traici6n. Este hecho aparece en Marcos de la
manera siguiente: Judas se dirigi6 a los sacerdotes l'.va au-rov Tia-
pa5o'l au-ro'lc; y los sacerdotes, encantados con la sugerencia, le
prometieron una recompensa. Esto es todo. En Mateo la narraci6n ad-
quiere otra forma: Judas regate6 con los sacerdotes -TL 8EAETE µoL
5oGvm, KcXYQ 6µ'lv 1tapa5c0ow au-r6v-; y acordaron una suma
de -rpL<XKOVTO:: O:pyupLa, que, como indica luego el evangelista, ha-
bfa sido anunciada profeticamente (27 ,9). Es evidente que el tema
de la venalidad del traidor fue ampliado notablemente con el des-
arrollo de la narraci6n. ~No es acaso posible que la tradici6n mas
antigua de todas no supiera nada sobre el motivo de la traici6n de
Ju<las? Era una manifestaci6n horrible e increlble de pura maldad,
que no podfa atribuirse a ningun motivo humano normal; en otras
palabras, era obra del diablo y esto es todo lo que se podfa dedr
de ella. Mas tarde, al intentar racionalizar un acto que en realidad
transcendfa los Hmites de la raz6n, se dijo que Judas estaba movido
por un motivo realmente humano, si. bien un motivo humano bajo:
la avaricia. De aquf naci6 toda la dramatica historia que encontra-
mos en Mateo. Yo pienso que Juan conserva la tradici6n en una
forma mas simple, como habfa sido construida por los que se sen-
tfan aun aturdidos por el tremendo horror de la acci6n, y que no
quiso o no se atrevi6 a explicarla. Lucas combin6 la motivaci6n dia-
b61ica y la humana.
9 La construcci6n y el significado de la frase wu 5Laß6A.ou Jiori ßEßA.11-
KÜTo<; EL<; Tijv KapOlav tVa 'TtO:paOOL aUTOV 'J OUOCX<; ~ [µG:lVO<; '1 OKO:pLWTll<;
es una conocida crux interpretum; tampoco el texto es claro. B6:AAELV EL<;
T'/iv Kapo[av puede significar bien tomar una decisi6n, bien sugerir algo a
otro. No hay aquf ninglin pronombre que nos saque de la dificultad. El sig-
nificado puede ser que Satanas habfa decidido ya que Judas fuera el instrumen-
to y que luego (13,26s) llev6 su decisi6n a la practica, o que antes de la Pas-
cua Satanas habfa metido esta idea en la mente de Judas y que, al darle Jesus
el lj!cuµtov, entr6 en el y tom6 posesi6n de su instrumento. En cualquiera de
los dos casos, la intenci6n es atribuir la acci6n del traidor a una inspiraci6n diab6lica.
42 EL RELATO DE LA PASION

Parece, pues, que el plan comun subyacente en todos los evange-


lios vefa el comienzo del relato de la pasi6n en los incidentes de la
ultima cena (incluyendo, en los sin6pticos, los preparativos de ella)
y que se habfa fijado una cierta cantidad de materia preliminar para
ofrecer al lector la informaci6n mfoima indispensable para poder en-
tenderlo. Este material preliminar comprendia, al menos, la fecha y
la defecci6n de Judas. La existencia y el caracter de este exordio con-
firman la idea de que el relato de la pasi6n fue construido por la
tradici6n como un todo independiente, que podia ser recitado por
separado. Incluso en nuestros evangelios ya completos se destaca cla-
ramente de todo lo que precede. Por 1o que toca a los sin6pticos,
parece probable que Marcos haya proporcionado el esquema a los
otros, aunque en Mateo y Lucas hay rasgos que podrfan delatar un
conocimiento de otras tradiciones; de hecho, algunos de estos rasgos
estan tambien presentes en el cuarto Evangelio, que no da aqui nin-
guna muestra de una relaci6n particular con Marcos. Se podrfa objetar
que Juan lleg6 al escueto resumen subyacente en 13,1-4 por un pro-
ceso de destilaci6n de uno o mas de los otros evangelios 10 , pero es
al menos igualmente probable que una versi6n ligeramente diferente
<lel exurtliu comun lleg6 hasta el por un caucc independiente.
Una vez que hemos fijado el punto y modo en que nuestros evan-
gelistas dan comienzo al relato de la pasi6n; podemos. pasar ahora .a
presentar una visi6n general de su caracter y contenido. En los cua-
tto evangelios el relato (despues del breve exordio) se divide clara-
mente en cinco estadios, que pueden ser presentados como actos de
un drama:
Acto I: ia Jespedida
I11cicle11Les ue la ultima cena (quc incluycn, cn los oin6pticos, la
preparaci6n y, en Juan, los discursos de despedida).
Ac.to II: el prendimiento.
Retiro a un lugar en el Monte de los .Olivos o cercano a eL
Traici6n y prendimiento.
10 Pero cualquier intenfö de imponer en · este punto una teorfa estricta de
la dependencia ·de Juan con respecto a los sin6pticos conduce a una .explica-
ci6n increfblemente complicada del proceso de composici6n. Se ha de suponer
que Juan sigui6 a Mateo, ya que incluye a) la presciencia de Jesus sobte su
destino y b) fa sesi611 <lel Sanedrfo, que, cn csta hip6tcsis, hnbrfo sido .fras-
ladada por Juan a un momento anterior del relato (11,47-53 ), asi como el inci-
deute cumun a Maleu y a Marws, la unci6n, quc, de modo Bemejante, habrfa
sido trasladada a 12,1-8. Pero el relato joaneo de la unci6n tiene rasgos que
lo conectan tambien con Lucas (7,36-50). Una teorfa estricta de la dependencia
nos obligarfa, por tanto, a postular que Juan utiliz6 a Lucas, lo cual estarfa
tambien confirmado por el hecho de que Juan incluy6 en su relato la idea de
la inspiraci6n diab6lica del traidor. Todo esto es demasiado complicado para
ser plausible. Quiza ningiin autor haya pretendido imponer la teorfa de la de-
pendencia de Juan con respecto a los sin6pticos con tanto rigor, pero ahi es.
adonde · cönduce su 16gica. Sobre una opini6n diferente de la relaci6n entrie
Juan y los sin6pticos en el pasaje de 'la unci6n, cf. infra, pp. 170-171. . · . :
OBSERVACIONES PRELIMINARES 43

Acta III: el juido


Escena 1 : interrogatorio en presencia del sumo sacerdote. ·
Escena 2: juicio ante el gobernador romano.
La pregunta LU EL 6 ßaOLAEU<; c&v , I ouoa(wv y
la respuesta.
Declaraci6n de inocencia.
Elecci6n de Barrabas.
Sentencia y crucifixi6n.
Acta IV: la ejecuci6n
Crucifixi6n en el G6lgota con otros dos.
Reparto de las vestiduras.
Ofrecimiento del oE,oc;.
Muerte de Jesus.
Acta V: el reencuentro
Escena 1: sepultura.
Escena 2: hallazgo de la tumba vada.
Esce11a 3: aparici6n de Jesus resucitado. _

Todos los incidentes indicados en esta lista han sido narrados por
todos los evangelios en el mismo orden, excepto por Marcos que omi-
te la escena final del acta V. Pero incluso en este ultimo Evangelio
se predice dos veces una aparici6n de Jesus resucitado (Mc 14,28;
16,7). En contra de la opini6n actualmente en boga, continuo cre-
yendo, en vista de estas predicciones, que o bien Marcos intent6 re-
latnr 1a 11nunci11d11 11purici611, pero no lo hizo por alguna raz6n, o bien
cscribi6 de hecho el relato, que se perdi6 luego por una mutilaci6n
del arquetipo. Pero este problema tan discutido no es itnportante para
lo que ahora estamos tratando de deddir. Nns basta sahet que Mar-
ms fllnrle rhrf!mente fl s11 intenci6n de completar e1 relato con una
aparki6n de Jesus resudtado; este hecho implica ya 4ue la ua<lici6n
seguida por Marcos conoda esas apariciones. En este punto, Marcos
esta de acuerdo no solo con los otros evangelistas, sino tambien con
practicamente todas las formas del kerygma apost6lico primitivo que
aparecen en el Nuevo Testamento. Corno lo que nos ocupa por el
momento es encontrar formas de la tradici6n subyacente en los evan-
gelios, nos basta constatar que Marcos atestigna 1a tradici6n, inde-
pendientemente de que supongamos que la elimin6 deliberadamente
de su escrito o que no lleg6 a realizar su intendun de incluirla o
que lo que escribi6 se perdi6 por pura mala suerte.
Ademas de estos incidentes narrados en el mismo orden, los cua-
tro evangelios relatan otros acontecimientos con solo pequefias va-
riantes en su posici6n dentro de la secuencia general del relato:
a) Predicciones de la traici6n de Judas, de la negaci6n de Pe-
dro y de la deserci6n de los disdpulos, insertas durante la cena o
entre la cena y la traici6n.
44 EL RELATO DE LA PASION

b) Relato de la negacion de Pedro, situado siempre en estrecha


relacion con el interrogatorio ante el sumo sacerdote, aunque con
pequefias diferencias en su organizacion.
c) Escenas de burlas situadas en diversos lugares.
Existen ademas otros incidentes que han sido incorporados en uno o
mas evangelios, aunque no en los cuatro, pero que no perturban
nunca el esquema comun.
Esta vision de mnjunto justifica por si misma la conclusion de
que una medida tan sorprendente de acuerdo entre los cuatro evan-
gelios permite dar solo dos explicaciones alternativas de los hechos:
o existe una interdependencia literaria entre los cuatro -una teorfa
que casi invariablemente adopta la forma de la dependencia de Juan
con respecto a uno o mas de los sinopticos-, o los cuatro evange-
listas estaban condicionados por una tradicion precanonica, en la que
estaban ya fijadas las grandes lineas del relato. En puntos de detalle
es siempre posible, naturalmente, que un evangelista (Juan, por ejem-
plo) siguiera en parte una tradicion otal comun . y en parte uno de
los otros evangelios. Pero en lo que respecta a la explicacion funda-
mental de la situacion como la hemos descrito, solo esas dos alter-
nativas estan abiertas, En el estudio detallado que ahora presentare-
mos, tendremos siempre presentes en nuestra mente esas dos explica-
ciones alternativas.
2. TESTIMONIOS

Antes de entrar en el analisis detallado de los sucesivos estadios


del relato de la pasi6n, debemos hacer notar un rasgo importante co-
mun a todas sus formas, a saber, las referencias ocasionales 0 pasa-
jes del Antigua Testamento, unas veces citados explfcitamente, otras
sugeridos al lector por reminiscencias verbales. No se pueden consi-
derar estas referencias como si fueran un mero adorno literario. La
raz6n por la que han sido introducidas en los textos aparece clara
en el kerygma apost6lico de Hch 2,23, donde se dice que la muerte
y resurrecci6n de Cristo sucedieron L'TI 6ptoµEVTI ßouA.fi KO:l TIPOY-
vwoa tOÜ 6EoÜ. Los ~<testimonios» del Antigua Testamente pro-
porcionan la clave de este «plan previsto y sancionado por Dios». Con-
fieren asf al relato su caracter espedfico religioso y teol6gico, y de-
bieron de contribuir en gran medida a determinar las formas que el
relato adopt6 incluso, como debemos suponer, en la tradici6n oral
mas temprana 1 • Lejos de ser puro ornamento, los testimonios cons-
tituyen el firme andamiaje que sostiene la estructura. Asf, pues, un
estudio de los testimonia, como aparecen en los diverses evangelios,
deberfa iluminat la hisLUl'ia <le sus <lifereutes forrnas. Los cuadros que
siguen presentan los testimonios citados por los cuatro evangelistas 2 •

Cuadro 1. «Testimonios» en el relato de la pasi6n

a) Marcos

1 14,18 6 foS[wv µe:L i;:µoü Sal 40,10


2 14,21 [ KaSwc; yEypaITTaL]
3 14,24 1:6 alµa 1:~<; 5La9~KT]<; Zac 9,11;
cf. Ex 24,8
4 14,24 uTif.p 'ITOAAQV (?) Cf. Is 53,11.12

1 Sobre todo esto, cf. mi libro According to the Scriptures (Nisbet 1952),
en el que he tratado de demostrar algunas opiniones que aqui se dan por
supuestas.
2 Aqui, como en otros lugares del libro, las citas se refieren a los LXX
(ed. Swete, Cambridge); tengase, pues, en cuenta que la numeraci6n difiere a
veces de la del TM.
46 EL RELATO DE LA PASION

5 14,27 Cf. Dn 11,41 (LXX)


Mal 2,8 (Teod)
6 14,27 iro:Taf,üJ Tov irotµEvo: Ko:l Ta irp6ßo:To:
5tO:CTKOp1ItCT91'JaoVTO:l Zac 13,7
7 14,34 irEpG\uir6c; foTLv Tj qiuxl'J µou Sal 41,6.12; 42,5
8 14,49 ['lvo: irATjpüJS&atv o:t ypmpo:l]
9 14,57 ävo:aTaVTE<; EtpEuBoµo:pTupouv Sal 34,11; 26,12
10 14,62 Tov utov -ro01 ävSpwirou ... tpxoµEvov
µETcX T&v VE<J>EA&v TOU oupo:voO Dn 7,13
11 14,62 EK BEE,twv Ko:ST)µEvov T~c; BuvaµEüJ<; Sal 109,1
12 14,65 1lpf,o:VT6 TlVE<; tµmuELV O:UT(i) ... KO:L ...
po:irlaµo:cnv o:ÖTov EA.o:ßov Is 50,6
13 15,24 Bto:µEpll:ovtm -rO: tµaTLo: o:uToO ßO:A.A.ov-
TE<; KA~pov tir' o:uTa Sal 21,19
14 15,29 KlVOUVTE<; TeX<; KE<J>'O:AÜ:<; Sal 21,8
15 15,34 i'jA,[, l'jf...[, Ao:µa ao:ßo:xSaVL Sal 21,2
16 15,36 öf,ouc; ... tir6TLl:Ev o:uT6v Sal 68,22
17 15,40 ~ao:v ... äiro µo:Kp69Ev SEüJpouam Sal 37,12

Marcos tiene diecisiete referencias, ciertas o probables, a testimonia del AT. Dos:
de ellas, nn. 2 y 8, son generales o no identificadas. De entre las demas, solo
la n. 6 lleva fcittnula de cita (yEypumm).

b) Mateo

l 26,24 [Ko:Swt; y~ypu1rtm]


2 26,28 To o:Iµo: ~c; 5ta91'JKTJ<; Zac 9,11;
d. Ex 24,B
3 26,28 uirE.p iroA.A.&v (?) Cf. Is 53,11.12
4 26,28 ... fno:81'JKTJ<; Elc; O:qirntv O:µo:pnwv (!) Cl:. Jr J8,.J4
5 26,31 OKO:V5o:A.to91'Jorn8E (?) Cf. Dn 11,41 (LXX);
Mal 2,8 (Teod)
6 26,31 iro:Taf,üJ Tov irotµEvo: K.T.A.. Zac 13,7
7 26,38 irEp[A.uir6c; foTtv Tj qiuxl'J µou Sal 41,6.12; 42,5
8 26,54 [ ... irA.TjpüJSwotv o:i ypmpo:l]
9 26,64 Tov utov ToO O:v8pwirou tpx6µEvov µETO:
TWV VE<J>E~WV TOU oupavoO Dn 7,13
10 26,64 KaST)µEvov EK 5Ef,twv T~c; BuvaµEüJ<; Sal 109,1
11 26,67 tvEmuao:v ... tpamao:v 50,6
12 27,9 10 iiA.o:ßov TeX -cpt6:KOVTO: O:pyi'ir1rr K.T.A. 7.Ar 11, 12- 1J
13 27,34 föüJKO:V O:UT(i) 1IlELV OLVOV µETcX XOA~<;
µc.µtyµE.vov Sul 68,22
14 27,35 5tEµEp[ao:VTO TCx iµano: K.T.A. Sal 21,19
15 27 ,39 KlVOUVTE<; TeX<; KE<J>O:AÜ:<; Sal 21,8
16 27,43 1IE1IOl9EV ETIL TOV 9E6V K.T.A. Sal 21,9
17 27,46 TjA.l, TjA.[, AEµO: oaßo:xSavt Sal 21,2
18 27,48 öf,ouc; ... tir6TtsEv o:uT6v Sal 6822
19 27,52-3 TIOAAcX awµo:To: TWV KEKOlµTjµEVüJV ...
TjyEp811oav K.T.A. (?) Cf. Dn 12,2 (Teod)
20 27,55 ~aav . .. 6'.110 µo:Kp68Ev 9EüJpoOom Sal 37,12
TESTIMONIOS 47
Mateo tiene todos los testimonia de Marcos excepto el n. 1, 6 Eo8{C0v µET'
tµoO, y el n. 9, ö:va:oTavTE<; Elj!EuBoµa:pTupouv. Ha afiadido los nn. 4, 12,
13, 16 y 19. Se deberia incluir probablemente su reelaboraci6n (26,3-4) de la
afirmaci6n introductoria de Marcos (14,1-2), donde el lenguaje mateano refleja el
de Sal 30,14. Das de las referencias de Mateo, nn. 1 y 8, son generales o no
identificadas, como en Marcos. De las otras, dos, los nn. 6 (tomada de Marcos)
y 12, llevan la f6rmula de cita.

c) Lucas

1 22,20 KmvTj Om8T']KYJ (lectura dudosa) Jr 38,31


2 22,37 µETa ö:v6µC0v EA.oy[o8trj· Is 53,12
3 22,69 Ka:Bi] µEvoc; EK BEt)CJv Tfjc; BuvaµEC0<; ToO
BrnO Sal 109,1
4 23,30 AEYELV Tote; ÖpEOlV, nfocrrE E<J>' Ti µcxc; ... Os 10,8
5 23,34 BtaµEptl:6µEvot Ta tµO:Tta: aöToO Eßa:A.ov
KA.i]pouc; Sal 21,19
6 23,34-5 ... 8EC0.piJv E/;EµUKTT']ptC:ov BE KO:l ... Sal 21,8
7 23,36 Ö/;oc; TipOO<j>EpOVTE<; Sal 68,22
8 23,46 Etc; XE'lpac; oou TiapaT[BEµm To TivEOµa
µou Sal 30,6
9 23,49 EtoTi]KEtOav ... cXTIO µa:Kp68Ev Sal 37,12
10 23,49 ot yvC0oTol ... O:n:o µa:Kp68Ev Sal 87,9

De los diecisiete testimonia de Marcos, Lucas tiene cuatro: nn. 3, 5,· 7 y 9. Tie-
ne seis no marcanos: nn. 1, 2, 4, 6, 8 y 10. De los diez, solo uno, el n. 2, lleva
f6rmula de cita.

d) Juan

1 13,18 6 TPWYC0V µou Tov Ö:pLOv ETifj pEv ETC tµE


Tr]V 'fTTFpV<nl rrömii Sa! 40,10
2 13,21 Ewpaxe11 Ti{'l TivEuµact (cf. 12,21) Sal 41,7
3 15,25 EµlOYJOcXV µE 5C0pEcXV Sal 34,19; 68,5
4 19,1.3 ... EµaOT[yC0oav ... Ef>[oooav aöTl{'l
paTI[oµcrra (cf. 18,22) Is 50,6
5 19,24 BtEµEpfoavLO Ta tµaTta K.T.A. Sal 21,19
6a 19,28 b.ttjJ&'>
6b 19,29 oTI6yyov µEOTOV TOU oE,ouc; ... Tipooi]-
VEYKO:V O:UTl{'l Sal 68,22
7 19,36 60-roOv oö ouvTpLßT']oETm al>Ti{'l Sal ?J,21; rf.
Ex 12.46
8 19,36 ÖtjJOVTat Elc; öv E/;EKEvTYJOO:V Zac 12,10

De los diecisiete testimonia de Marcos, Juan tiene cuatro: nn. 1, 4, 5, 6b; tie-
ne cinco no marcanos: nn. 2, 3, 6a, 7 y 8. Ninguno de sus testimonios no
marcanos coincide con los testimonios no marcanos de Mateo o Lucas. De las
ocho (nueve) referencias, seis llevan f6rmula de cita: nn. 1 (cf. Marcos), 3, 5
(cf. Marcos), 6b, 7 y 8.
48 EL RELATO·DE LA PASION

e) Sinopsis

Salmos ·
21,2 Mateo Matcos
21,8a Lucas
21,8b .Mateo Marcos
21,9 Mateo
21,19 Mateo Matcos Lucas Juan
26,12 Marcos
30,6 Lucas
33,21 Juan
34,11 Marcos
34,19 Juan
37,12 Mateo Marcos Lucas
40,10 Marcos Juan
41,6 (= 12 = 42,5) Mateci Marcos
41,7 Juan
68,5 Juan
68,22a Mateo
68,22b Mateo Marcos Lucas Juan
87,9 Lucas
109,1 Mateo Marcos Lucas

lsaias
50,6 Mateo Marcos Juan
53,11.12 (? iro'A.A.ol) Mateo Marcos
53,12 Lucas

Jeremitt~

38,31 Lucas
38,34 (?) Mateo

Daniel
7,13 Mateo Marcos
11,41 (?) Mateo Marcos
12,2 (?) Mateo

Oseas
10,8 Lucas

Zacarfrrs
9,11 Mateo Marcos
11,12-13 Mateo
12,10 Juan
13,7 Mateo Marcos

Malaquias
2,8 (?) Marcos
TESTIMONIOS 49

Marcos tiene diecisiete referencias, probables o ciertas, al Anti-


guo Testamento. La gran mayoria de ellas -en los casos en que se
pueden identificar las fuentes- proviene del Salterio y, en particu-
lar, del grupo de salmos que puede definirse como Salmos del Jus-
to Paciente. Estos salmos recitan, en primera o tercera persona, las
aflicciones de un hombre (que puede ser un individuo o una figura
representativa) dedicado al servicio de Dios y sostenido por la fe en
el, y proclaman su salvaci6n final por. la gracia de Dios. Ademas de
estos casos, un testimonio ha sido tomado de la profeda del Deute-
ro-Isaias sobre el Siervo Doliente del Sefior, que puede interpretar-
se como otra modalidad del Justo Paciente; dos testimonios provie-
nen de la segunda parte de Zacarias y uno de la profeda del Hijo del
Hombre de Daniel. Dos o tres referencias (no importantes) no han
sido aun identificadas. La intenci6n es evidentemente presentar los
sufrimientos de Jesus como los del Hijo del Hombre {que representa
al «pueblo de los santos del Altisimo» en humillaci6n y en triunfo ),
los del Pastor martirizado de Israel en Zacarias y los del Siervo Do-
liente que ofreci6 su vida como expiaci6n por el pecado, derram6
su sangre para instituir una nueva alianza y fue vindicado en gloria
despues de la muerte. Asi es como Marcos entendi6 el articulo del
kerygma primitivo que declaraba que Cristo muri6 y resucit6 de nue-
vo «seglin las Escrituras». Este es el sentido en que debe leerse el
relato marcano de la pasi6n.
En Mateo aparecen quince de los diecisiete testimonios de Mar-
cos, ademas de otros cinco. De estos -Ultimos,. dos provienen de la
misma fuente que los de Marcos (Zacarias y los Salmos del J usto
Paciente), uno quizu de Daniel y otro, al parecer, de la profeda de
Jeremfas sobre la Nueva Alianza. Se puede decir, en resumen, que
el relato de la pasi6n de Mateo estii apoyado en el mismo andamiaje
que el de Marcos y que implica la misma rnmprension de los sufti-
mirntns y mnf"ttf" de C.risto. Estos hechos estarian totalmente de
acuerdo con la opinion habitual que sostiene que el ptimet Evange-
lio, y en particular el relato de la pasi6n, es una versi6n tevisada y
ampliada de Marcos.
Los casos de Lucas y Juan son diferentes. Comencemos con Lu-
cas. De los diecisiete testimonios de Marcos este Evangelio tiene solo
cuatro, pero afiade seis no marcanos. De estos, uno (de la profeda
jeremiana sobre la Nueva Alianza) falta en muchos manuscritos. De
los ottos cinco, uno proviene de Oseas y difiere de las otras referen-
cias del Antiguo Testamento en que no se lo considera cumpli<lo
en la pasi6n y muerte de Jesus, sino que es una predicci6n para el
futuro. No tiene, por tanto, ninguna importancia directa para la in-
terpretaci6n del relato. Los ottos cuatro estan tomados de las mis-
mas partes del Antiguo Testamente que la mayoria de los de Mar-
cos: los Salmos del Justo Paciente y las profedas deutero-isaianas del
Siervo Doliente. ~Que raz6n podemos dar de estos fen6menos? Si
suponemos que Lucas depende de Marcos, serfa posible explicar la
4
50 EL RELATO l)E LA PASION

omis10n de algunos de los testimonios marcanos alegando que Lucas


es menos aficionado a citar el Antiguo Testamento que Marcos y
Mateo 3 ; pero entonces ~por que despues .de haber recortado la lista
de Marcos ha afiadido nuevos testimonios que no aparecen en el? Y
si no quiso reproducir la lista de Marcos, ~por que despues de des-
cartar algunos de sus testimonios los sustituyo por otros tomados .de
las mismas partes de la Escritura y con las mismas implicaciones para
la comprension de la pasion y muerte de Jesus? La respuesta no es
clara si suponemos que Lucas no esta haciendo sino «redactar>~ a
Marcos. Pero si pensamos en la evidente importancia que los testi-
monia tuvieron desde el principio para la formacion del relato de la
pasion, en cuanto pruebas del «plan previsto y sancionado por Dios»
y de su cumplimiento en los sufrimientos de Cristo, no se nos po-
drfa tachar de precipitados al concluir que Lucas conoda probable-
mente un relato formado independientemente de Marcos, que estaba
apoyado en un conjunto. diverso de testimonios y que representaba
otra variante de la tradicion comun.
Volvamos ahora al cuarto Evangelio. De los diecisiete testimo-
nios de Marcos, Juan ofrece solo cuatro. A ellos ha afiadido otros
cuatro (que pueden computarse como cinco) no marcanos. Corno en
el caso de Lucas, podrfamos pensar que este evangelista, que cierta~
mente es menos aficionado que los otros a citar el Antiguo Testamen-
to 4 , prefirio reducir el numero; pero, si es asf, es mas difkil com-
prender por que afiadi6 nuevos testimonios, a no ser que estos ten-
gan como mision precisamente conferir un matiz teologico diferente
al relato; pero, como veremos, no es esta su finalidad. Sera conve-
niente, en todo caso, examinar uno pnr irno s11s ocho (o nueve) tes,
timonia.

(1) 13,18: 6 -rpwy0v µou 'tov ö:pwv ~1tfjpt::v t:rr' E.µf: -r~v
rri:€.pvcxv cxv-roO.
Este testimonio no representa una version de los LXX de Sal 40
(41),10, donde el TM lee .::lj?.~ ~~V ?~i~0 ~~J;i~ ?~1~ . Mc 14,18
alude al mismo pasaje citando solo las palabras 6 E08(wv µET'
Eµou. Marcos entrelaza estas palabras en el tejido de su relato sin
f6rmula explkita de cita, pero lo mas probable es que conociera el
pasaie en .una version semejante o identica a la de los LXX: o
EoS(wv ä:p-rouc; µou EµEy6::A.uvEv ETI' EµE mc.pvtoµ6v. Juan, en
cambio, introduce la cita con la formulu tvcx ~ ypcxcp~ TIAY] pw8fi;
3 En el texto de 1a Bible Society (1958), 53 pasajes estan impresos como
citas en las 64 paginas de Marcos (sin contar 16,9-20) y 58 en las 111 pagi-
nas de Lucas (sin contar los capftulos 1-2, que son practicamente un oent6n
de material veterotestamentario ).
4 En el texto de la Bible Society (1958), 20 pasajes estan impresos como
citas, en fuerte contraste con los otros evangelios. Es, por tanto, mas sorpren-
dente que en el relato de 1a pasion haya cuatro ( o cinco) citas que no se en-
cuentran en ninguno de los otros evangelios.
· TESTIMONIOS 51

mientras Marcos cita lo estrictamente necesario para sugerir el pasa-


je 111 lector) · Juan cita la frase entera. Donr1e Milt<Y>~, con lo8 LXX,
usa el verbo Ea8(i=1v, Juan usa el mas «vulgar» -rpc0yav. Esto pue-
de deberse a una derta preferenda pur esLe vel'Lo, que aparece dnco
vecc5 cn cl cuarto Evan~elio frente H u11a 1'Jnica vez eo. los sinop-
ticos (Mt 24,38, en vez del E.08(:=.tV de Lc.: 17 ,27). Juan 110 usa nun-
ca f.o8fELV 5 , empleado frecuentemente por los otros evangelistas.
Las otras diferencias con respecto a los LXX no pueden explicarse
como variantes debidas al estilo individual. Juan usa el singular
ö:pwv, con el TM, mientras que los LXX emplean el plural ö:p-rouc;
(justificadamente, ya que l:l1J7. no tiene plural, pues su singular se
emplea en sentido colectivo ): .Mas aun, su traducci6n de :lP,V ?~1.;i0,
E.Tifjp:=.v -r~v TI-rE.pvcxv, es en cualquier caso clara en cuanto al sen-
tido, a la Vf.'Z qm;- ha~timtf' r~rrnna al hehreo, si bien podrfa sonar
un tanto extrafia a un lector griego; en cambio, la traducci6n de 1os
LXX, ~µi:::y6:A.uvtv ·1t·u:.pvwµ6v, es uua Lusca ~üraducci6n gricga»
dificilmente inteligible. 0 el evaugdisLa lia co11sultado cl original y
ha ofrecido su propia traducci6n, o ha utilizado una versi6n distinLa
de la de los LXX 6 • Si Juan depende aqui de Marcos, debemos su-
poner que reconoci6 las palabras ö ta0(wv µi:::1:' E.µoO como una
cita libre de Sal 40 (41), 10, que consult6 luego el pasaje en el ori-
ginal (y dio su propia traducci6n) o en una versi6n distinta de la
de los LXX con d fln de ofrecer la dta ctm1pleLa. Esto es posiblc,
sin duda, pero no muy probable. La explicaci6n mas sencilla serfa
que Juan recibi6 cl testimonium inserto ya en una tradici6n indepen-
diente de la de Marcos:

(2) 13,21: ho:paxeri 'tcp TivEuµcxn


Aunque el evangelista no introduce esta frase como una. cita ex-
plicita, su lenguaje parece reflejar el de Sal 41 (42), 7, ~ ljJUX~ µou
E.-rcxpaxeri, con Tiv:=.Oµcx en vez de ~~~' que los LXX traducen por
ljJUX~. Para el evangelista el pasaje er~ muy probablemente un tes-
timonium, dado que su lenguaje vuelve a resonar en 12,27: .vOv ~
lJ.'UX~ µou Tc-rapo:KTCXL 7 • Marcos ni cita ni alude a este pasaje, pero
en 14,34, en un momento del relato quc es casi paralelo a Jn 13,21,
leemos n:=.p(A.un6c; E.anv ~ tpux~ tJ.OU, frase muy semejante a los
LXX de Sal 41 ( 42), 6, i'.vcx -rt m::ptA.uTio<; :=.1 1'] tpux~ (repetido en
5 Juan usa cpo:ye.Lv, que, aunque las gramaticas lo presentan convencio-
nalmente como el aoristo de Eo8lELV, es sin duda un verbo diferente. En Juan
cpa:yE'lv funciona mas bien como aoristo de 'TpwyELV, lo mismo que ßEßpw-
KEVm sirve de perfecto (6,14).
6 Posiblemente cercana a Aquila o Teodoci6n, los cuales dicen TITEpvo:v
(como Juan), no TITEpvt0µ6v (como los LXX).
7 Juan parece dispuesto a emplear indistintamente l!JUX~ o TIVEܵo: como
equivalentes del nefes. En 14,l emplea Ko:pfüo: ( «coraz6m>) con TO:paocrELv
( «turbar») sin diferencia de sentido (cf. Sal 37 ,11: «mi coraz6n se turbo»).
52 EL RELATO DE LA PASION

41,12; 42,5). Si Juan esta siguiendo aquf a Marcos, <'.Pot que re-
chaz6 la cita de Marcos, tomada de Sal 41,6, para sustituirla por
una cita del versfcu1o inmediatamente siguiente sin mayor diferencia
de sentido? Serfa un modo extrafio de componer un texto. Pero si
desde muy temprano se habfa entendido Sal 41 como un texto que
describfa los sufrimientös de Cristo y su confianza en el Padre 8, no
serfa de ningiln modo sorprendente que una rama de la tradici6n ci-
tase un versfculo y otra otro, como indicadores de la totalidad del
texto.

(3). 15,25: cµ(orio6:v µc 5wpc6:v.


Esta frasc llcva la introducci6n cxprcsa de una cita cn las pnla
bras tvcx TIAT]pu:>9ft ö A.6yoc; ö EV 1:<{'> v6µc:p cx:ÖT&v ye.ypcxµµEvoc;;
el termino v6µoc; esta usado aqui en su sentido lato de Antiguo Tes-
tamento en su conjunto 9 , ya que la cita proviene claramente de Sal
39,19, o de Sal 68,5, que emplean la misma frase Öl µLooOVTEc; µe.
-Owpe.6:v. Ninguno de los otros evangelistas cita esta frase en con-
creto, pero los dos salmos han sido utilizados como fuentes de testi-
monios. Sal 68,lüa, ö l;;~A.oc; 1:00 o'(Kou oou KCX1:cxcp6:yE.TCXL µe.,
esta citado en Jn 2,17 (bajo la rubrica yEypcx:TI'tcx:t). Sal 68,lüb, ot
öve.tfüoµol 'tWV 6vet5tl;;6V'tu:>V oe. ETIETIE.ocxv ETI' EµE, esta citado
en Rom 15,3. Sal 68,22a, E5U>KCXV e.lc; 1:0 f3p&µ6: µou xoA:fJv, re-
suena en Mt 27,34; y 22b, ETIO'tlo6:v µe. öE,oc;, en Mc 15,36 y
Jn 19,29~ Sal 68,26 esta citado en toda su extensi6n, bajo la rubrica
yE. ypmt'tUL E.v ß(ßA.cp ljJcxA.µ&v, en Hch 1,20. EsL~ salmu esLaba,
por tanto, firmemente establecido como fuente de testimonios 10• EI
·~tro salmo (Sal 34) no ha sido explotado en la misma medida, pero
el lenguaje del versiculo 11, ävo:CTTrrVTFr, [IITflTllPF.C: <'XÖtKm, y clf"l
verskulo 16, EE,e.µuK'tYJpLo6:v µc µuK'tT]pLoµ6v, rcsucna a lo largo
del relato de 1a pasi6n: Mc 14,57' avcx:O'tcXVtE.<; ~ljJWBoµcxp-ropouv
KcxT' aö1:00, y T.c 2~,7'5, tt_e.µuKTYJpLo6:v µe. µuK1:TJpL0µ6vovTe.c;
(aunque esta frase proviene mas directamente del Sal 21,7). EI salmo
pertenece ciertamente a la corriente de salmos de 1a «pasi6n» y esta-
ba probablemente en la mente de los que formaron la tradici6n 11, si
bien es mas probable que la cita de Juan provenga de Sal 68. En
cualquier caso, debemos hacer notar que aun all! donde Juan no pa-
rece depender de los otros evangelios, sus testimonios provienen, sin
embargo, de las mismas fuentes tradicionales.

(4) 19,1.3: 'tO'tE. EAcxf3c:v ö nc:tA.choc; 'tOV 'Iriooüv KCXL EµCXO'tl-


ywcrc:v, Kcxl oi. cr'tpan&'tcx:t ... E5l5oocxv cxu't<{'> pcx:TI(crµcx:Ta (d. tam-
bien 18,22, E5u:>KEV p6:mcrµcx 1:<{'> 'IricroD).

s El lector encontrara mas referencias; a este salmo infra, pp. 55, 65s, 81-83,
9·Cf. Rom 3,10-18 y mi libro The Bible and the Gteeks, 35-36.
10 Cf. tambien According to the Scriptures, 57-59.
u Sobre este salmo, cf. infra, p. 88.
TESTIMONIOS 53

No se trata aqui de una cita expresa, pero el lenguaje hace pensar


en Is 50,6, entendido como referencia al Siervo del Sefior 12 • La im-
portancia de estas reminiscencias aparecera clara, si tenemos ante la
vista todo el verskulo de Isafas y observamos que .resuena en varios
pasajes de los cuatro evangelios relativos a la pasi6n. EI profeta,
hablando en la persona del Siervo, escribe: -rov v&'rr6v µau EOc.uKa El<;
µaonyac; nxc; öE may6vac; µou EL<; pmi:loµa-ra 13 , TO ÖE 1tp6oc.u-
TIO\i µou oÖK chfo-rpcljJa aTio alayuvric; E.µTiwoµcX-rc.uv. Se des-
criben aqui tres formas de tortura o de degradaci6n que debe sufrir
el Siervo. Las tres aparecen, en una u otra forma, en el relato d.~ la
pasion:
µuu'llyi::c;: Jn 19,1; Mc 10,34 (en una predicci6n de la pasi6n);
Mt 20,19 (en una predicci6n); Lc 18,33 (en una predicci6n).
PaTI(oµa-ra 14 : Jn 18,22; 19,3; Mc 14,65 (cf. Mt 26,67 [PaTI[-
<:av]).
E.µTI-ruaµa-ra (E.µTI-ruav): Mc 14,65; 15,19; 10,34 (en una pre-
dicci6n); Mt 26,27; Lc 18,32 (en una predicci6n).
Considerando 1a importancia que tenfan las profecfas del Siervo
Doliente en relaci6n a los sufrimientos de Cristo en todo el Nuevo
Testamento 15 , debemos concluir, sin lugar a dudas, que los cuatro
evangelistas encontraron el texto de Is 50,6 asociado con la tradici6n
de la pasi6n que lleg6 hasta ellos. De los tres terminos fundamentales,
Marcos y Mateo emplean los tres, Lucas usa µaanyEa y E.µTI-ruaµa-ra,
y Juan tiene [tO:anyFc; y Pa'!TtO[Ja1"CT. Estan ademas introducidos en
diferentes momentos del relato. No hay, pues, ninguna raz6n seria
para sospechar que, si aparece11 ei1 Jua11, es porque este lo~ tom6 <le
lL Los comentar1stas modernos identifican Is 50,4-9 con el tercet «C:i.htO
del Siervm> (aunque no debemos suponer que los cristianos primitivos distin-
gufan estos «Cantos» de su contexto). No ha sido explotado como ±uente de
testimonia tan libremente como otros pasajes del Siervo; pero 50,7, ff8T]KO: -r6v
np6ocun6v µou wc; Ocepi::O:v 1tEcpav, puede estar re±lejado en Lc 9,51, 1:0
np6ocun6v EocfJpLOEV "rOÜ 1tOpEUE08at EL<; 1epouoaf..Tjµ, dado que para este
0

es el primer paso hacia la pasi6n. Tambien el lenguaje de Jn 11,10; 12,35-36


puede estar influenciado por reminiscencias de Is 50,10: ot nopc:u6µc:vot ~v
OK61:EL Kal OUK EOLLV au-rote; <jlW<;, e incluso Jn 5,25, cXKOUOOUOLV -rfjc;
<jlWvfjc; -roü utoü wü Srnü (cf. 10,16; 18,37) nos recuerda a Is 50,10: u1ta-
xouo6:-rcu -rfjc; cpcuvfjc; -roü nmßoc; au-roü. EI pasaje entr6 probablemente en
la mente cristiana en un estadio muy temprano.
m J)anCoµm:a: ( «bofetadas») no es una verdadera traducci6n de! TM
tl'!;'!b . La palabra no se encuentra en los LXX fuera de este pasaje. EI rollo
de Isaias lee tl'~t:ltl, que significa «golpeadores».
14 p6:moµ:b: ( «bofetada») no aparece en el Nuevo Testamento fuera de
estos contextos de la pasi6n, lo cual confirma la opini6n de que los evange-
listas lo deben al empleo tradicional de Is 50,6 como testimonio. Mt 5,39 tie-
ne el verbo: öonc; oc: pcmlt;a c:tc; -r~v ßi::f.tav otay6va: oou, o-rpE.ljJov a:u-rC;'>
i<a:l -r~v Ö:AAT]V. En vista del triple eco -pan[i'.;c:t, may6va:, ocpE.lj!ov-, <'.llO
significara esta frase «Sigue el ejemplo del Siervo», es decir, de Cristo? Cf. Mc
10,45, donde el argumento es: Jesus rumple con sus propios actos lo que el
profeta dijo del Siervo; sus disdpulos deben hacer lo mismo.
15 Cf. According to the Scriptures, 88-96.
54 EL RELA TO DE LA P ASION

los otros evangelios. Podemos, mas bien, suponer que constituyen en


cada caso formas variantes de una tradici6n comun.

(5) 19,24: ouq.t.Ep(oavro Ta Lµan6: µou E.au"tOL~ Kal E'ITl TOV


tµanoµ6v µou E~aA.ov KA.~pov.
ES Una cita literal de la versi6n de los LXX de Sal 21,19. En los'
sin6ptkos el lenguaje del salmo esta entrelazado con el del relato y,
naturalmente, corresponde con menos exactitud a los LXX; peto no
hay raz6n para suponer que los sin6pticos estaban utilizando otra ver-
si6n. En Juan el hecho mismo esta descrito con unos terminos que no
reflejan el lenguaje del salmo y al testimonium precede la rubrica i'.va
r'1 Ypmpll TIAll pw8fi. Es posible que Juali ( si es que estaba usando
a Marcos como fuente) reconociera el lenguaje del Antigua Testamento
y consultara el pasaje en los LXX con el fin de citarlo integramente.
Pero no creo que esto sea muy probable. Todas las razones inclinan
a pensar que este salmo (que ha ofrecido quiza mas testimonios que .
cualquier otro pasaje de la Escritura a excepci6n de Is 52,13-53,13)
fue desde el principio el gran recurso de los pensadores y maestros
cristianos al intentar comprender los sufrimientos y 1a muerte de Cris-
to 16 ; algunos de sus versiculos, que paredan especialmente apropiados,
configuraron profundamente el relato tradicional de la pasi6n. Esta
configuraci6n podfa ocurrir de dos modos: dejando que el lenguaje
del Antiguo Testamento penetrase el relato y se confundiera con el o
contando los acontecimientos sin ningun influjo veterotestarrientario y
aduciendo luego como testimonium el pasaje que el pensamiento cris-
tiano habfa asociado a ellos. Marcos (14,18) ha adoptado, como hemos
visto, el priiner modo de hacer uso de Sal 10,10, ri:üenttas que Juan
(13, 18) ha preferido el segnnrlo 17 . Darlo q11e en ese pasaje Juan estaba
utilizando una versi6n griega diferente, no es prohahle que dependiera
de Marcos. En el pasaje que ahora nos concietne, no hay raz6n para.
pensat que estuviera utilizando versioues <lifere11Les, pern parece pro-
bable que la diferencia en el modo de tratarlo se remonta a formas
diferentes de la tradici6n. En cualquier caso, esta narraci6n, aun cuan-
do su lenguaje esta libre de influencias veterotestamentarias, depende
evidentemente del pasaje citado, ya que las dos frases de Sal 21;19, que
de hecho son paralelas, han sido tomadas aquf coino si aludiesen a dos
estadios separados en 1a divisi6n de las vestiduras y la , narraci6n ha
sido realizada de acuerdo con esta interpretadon 18 • Es imposible decir
16 Cf. According to the Scriptures, 97-98.
17 Cf. supra, pp. 50-51. ··· •
1~ De modo parecido, Mateo (21,5-7) ha entendido el ovo<; y . el TIWAO<;
de (su versi6n de) Zac 9,9 como si fueran dos animales distintos, en vez de
descripciones paralelas del mismo animal. Juan (12,14-15) no hace caso del pa-
ralelismo y habla solo de un animal, al que describe· (en su propio lenguaje no ·
influenciado por el AT) como 6v6;pwv. Parece que esta utilizaci6n de· las
formas verbales de los pasajes veterotestamentarios pertenece a un estadio se-
cundario del estudio de los testimonios mas bien que a la idiosincrasia' de uno
u otro escritor. Cf. infra, pp. 13ls. El lector encontrara un estudio instructivo
TESTIMONIOS 55

sH::ste detalle debe atribuirse al evangelista rnis1no o si se trata de un


ras'go debido al desarrollo en el uso tradicional de los testirnonios. No
apoi:'ta nada a los fines de la teologfa joanea, pero esta muy de acuerdo
con •el estilo de narracion dramatica propiu del ·evangelista.

(6f 1 19,28-29: i'.vcx '!EAELU>Sft ~ ypcxq>~ A.E.yEL, ÜLljJW. crKE.Üoc;


Ei<E.L'ro öE,ouc; µEcr'!ov· O''lt6yyov öOV µem:ov wO öE,ouc; ucrcrrwTI]c;'i
'T'CEpLSEV'!E<; '.ITpocr~VEYKCXV CXU'!OU '!l;> O''!Oµ'CX'!l, Ö'!E oov eA.cxßiöv
-ro· öE,oc; 6 '1 ricroOc; ELTIEV, TE'!EAE<JTCXL, Kcxl K.A.tvcxc; '!~V KEq>o:A.~v
'ltct;pEOU)KEV '!O 'ltVEOµa: .
. -La f6rmula, i'.vcx '!EAELU)Sft· ~ ypcxq>~, pone de manifiesto que
Juan esta aludiendo al Antiguo Testamento y la consiguiente menci6n
de öE,oc; concreta .la referencia a Sal 68,22, EL<; '!~V füljJcxv µou E'll:6-
-i;Lo6:v l-lE of.,or,. En Mc 15,36 e:l fongnaje de este salmo ha pasado a
formar parte del relato mismo (de acuerdo con su costumbre) sin que
se eplicite su caracter de c.:ita: yeµtcra:c; O'ltoyyov Ö{,ouc; '1tE.pL8elc;
KqA.6:µ<{.'> E'.IT6nsEV o:ÖT6;v. Matcos no habla, sin embargo, de la sed.
El ofrecirnientö de öE,oc; es uua resµuesta- al grito de abandono, mal
entendido como una llamada a Elias. Juan, segUn. parece, ha vistu aqui
un doble cumplimiento de la profecfa: no solo el ohecimiento de öE,ö<;,
sino tambien la sed que pretendfa apagar, son rasgos que pertenecen
a 1n imagen de Jesus en cuanto Justo Padente 19 •
En este caso se podrfa <ldemlet con probabilidad la dcpemlenci11
de Juan con r·especto a Marcos. No se priede decir que, si se qrierfa
contar el incidente, la coindciencia en el USO de Jas palabras O''T'COyyo<;
y '.ITEpLSELVCXL, ninguna de las cuales proviene del pasaje veterotesta-
mcntario, fuera inevifoble. En el cohtexto hay indidns de. la influencia
de la teologfa joanea. Si Juan sabfa del grito de abandono, pudo qrierer
omitirlo por razones dogmaticas 20 • EI grito con que lo ha sustituido,
TE'!EAEO"'!CXL, contiene una idea esencial a su teologfa. El acento que
se pone ·en la · sed real y en el hecho de bebet öE,oc; 21 estarfa de acuer-
do· ! eon
. .·
la evidente intenci6n del evangelista de no admitir duda algu-
de: los estadios secundarios en la utilizaci6n de testimonia en B. Lindars, New
Testament Apologetic (1961). · . . ,
19 Para mas comentarios sqbre este pasaje, cf. infra, p. 132 .
. 2D Es improbable que no lo conociera, ya que Sal 21, del que procede, es
i.tna foente clasica de testimonios y Juan lo ha usado conio ·tal, dite'ctamente o
siguie11do a Marcos. Mcrecc quizn la pena hacer notar que hay otro sahno, ade-
mas· de Sal 68, que habla de la «sed» .del Justo Paciente, un .salmo que fue
ciertamente utilizado por Juan_ o por la tradicion que el sigui6: Sal 41,3:
Ef>fajlT)OEV Ti l.J'UXTJ µou 'Ttpoc; -rov 9El>v -rov 1',;llvrcx. En este sahno encon-
tramoil el mismo sentimiento de ausencia de Dios que en Sal 21,2, aunque · esta
expresado con menos intensidad. cEs la «sed» del crucificado, en cierto sen- ·
tid6„tm equivalente (simb6lico) del grito de abandono?
· :. ;21' El E'TtO'tlOCXV ( «dieron a beber», en · aoristo} de los LXX ·implica cierta-
merite que el Paciente bebi6 el· öt;0c;: El E'TtÖ'tl/;Ev · («daba a bebet>>, en im-
pe:tfecto) de Marcus, 11u. Podrfa significnr quc «intent6 darle de .bebet~\. No
es tampoco claro que Marcos quiera dar a entender al lector que Jesus ·lo be'
bio de hecho. Es claro que esa es la intenci6n de Juan. .
56 EL RELATO DE LA PASION

na sobre la humanidad real de Cristo 22 • Se puede, pues, pensar que


Juan trabaj6 aqui sobre la base de Marcos, consultando en el Antiguo
Testamento el pasaje citado por este y completandolo. Podemos hacer
notar, por otra parte, que no era necesario que Juan aprendiera de
Marcos el empleo de este pasaje como testimonio. Sal 68 era evidente-
mente una de las canteras reconocidas de testimonios. EI mismo Juan
ha citado ya dos pasajes de el (verskulos 5 y lüa), que no aparecen
citados por ningun otro escritor del Nuevo Testamento. Si considera-
mos probable ( como he tratado de demostrar) que es tos dos testimo-
nios habfan entrado a formar parte de la tradici6n que sigue nuestro
evangelista, es muy posible que tal tradici6n hubiera transmitido tam-
bien el verskulo 22 y que lo hubiera hecho ante todo como testimonio
de la sed y solo secundariamente del oE,oc;. Esta es una raz6n seria para
pensar que Juan no ha copiado a Marcos. Es verdad que los dos ·es-
critores citan el mismo verskulo de la Escritura, pero lo hacen con el
fin de subrayar puntos diferentes, mostrando asi que su interes por el
pasaje no es de ningun modo el mismo. En la concepci6n marcana de
los sufrimientos del Siervo de Dios, la «sed» no desempefia un papel
esencial, mientras que en la concepci6n joanea su importancia es vital.
La diforf'.nda Sf' rc>mnnta al estadio en que se estaba formando la tta-
dici6n de la pasi6n con motivos sacados de la Escritura.

(7) 19,36: 6orn0v oö ouvTptß~onm aö·roO.


Este testimonio esta introducido con la formula l'.va ~ ypacp~
TIA1']pw8ft. Pcro no es dcl todo dato a que pasaje del AnLiguu Tesla-
mento se alude. He aquf los dos pasajes posibles:
a) .Ex 12,46: 60'tOÜV OU OUVTpllJ!ELE CXTI aUTOÜ ( o SU pa-
1

ralelo, Nm 9,12; 6orn0v oö ounp(4.'0VOlV O:rt' aö100).


b) Sal 33(34),21: K6ptoc; cpuA.Cxaoa TiavTa Ta 6oTa o::uTwv,
EV E.E, o::uTwv ou ouVLptß~onm.
Ninguno de estos dos pasajes esta reproducido exactamente. Juan
se acerca mas a Sal 33,21 que a cualquiera de los dos pasajes del Pen-
tateuco, ya que emplea el verbo en voz pasiva y la frase es una predic-
ci6n o promesa, mientras que en Ex y Nm es una prohibici6n. Pero,
por otra parte, el pronombre esta en singular en Ex y Nm, comn en
Juan, mientras que en el salmo esta en plural. Mas aun, Sal 33,21 con-
dene un paralelismo poetico, que no aparece ni en Juan ni en los pa-
sajes del Penlaleuco. Hay y_ue tener en cuenta, sin embargo, que Juan
pudo muy bien omitir el paralelismo al citar el Antigua Testamento.
Se piensa generalmente que Juan quiere aludir al rito de la Pascua,
sefialando a Ctisto como el verdadero Cordero Pascual, lo mismo que
21 Corno en 4,6; 11,35. EI evangelista seria en cualquier caso consden-
te de la tr:igica ironia del grito «tengo sed», procedente de uno que habia
ofrecido a los hombres la bebida que apaga toda sed para siempre (4,14). Pero
esto no quiere decir que introdujera este rasgo en el relato sin alguna auto-
ridad que lo avalase. Para el la sed est:i garantizada por 1a profeda que fue
incorporada en la tradici6n recibida por el.
TESTIMONIOS 57
hace tambien en 1,29.36. En tal caso debemos suponer que los verdu-
gos observaron (inconscientemente) el rito liturgico de la Pascua. Se
debe tomprender, segun ello, la muerte de Cristo como la de la Victi-
ma Pascual. En otro lugar 23 he tratado de probar que es dudoso que
el aµvoc; 'tOÜ 8rn0 de 1,29.36 se refiera, en la intenci6n del evan-
gelista, al Cordero Pascual y que no es claro que el simbolismo pascual
desempefie en su concepci6n papel alguno, al menos de una cierta im-
portancia. Su interpretaci6n espedfica de la muerte de Cristo va por
otros caminos muy diferentes. Es sin duda posible que algunas ideas
pascuales estuvieran representadas en la tradici6n que el recibi6 y que
en ella este testimonium estuviera incorporado en este sentido; pero
el evangelista no ha desarrollado esas ideas pascuales. Si se supone que
esta cita proviene del Pentateuco, estarfa al margen de la serie de tes-
timonios de la pasi6n citados en este Evangelio, ya que todos los de-
mas estan tomados de los salmos del Justo Paciente, de la profeda
isaiana del Siervo Doliente (que es casi un doble del Justo Paciente
de los salmos) o de aquellas secciones de Zacarfas que pertenecen, como
se puede probar, al grupo primitivo de escrituras-testimonio. La cita
serfa irregular y unica en su genero.
Pot otra parte, Sal 33 es muy parecido a los salmos Jel JusLu
Paciente. Es un himno de alabanza a Dios por haber librado a sus
«justos» o a sus «siervos» de todas sus dificultades. Con todo, aunque
se usa el plural, el salmista habla en primera persona del singular o
como o(h:oc; 6 TCT0.)x6c;. Entre los siervos justos de Dios, el es el Sier-
vo Justo (o asi se puede interpretar). En el Nuevo Testamento se cita
o se alude frecuentemente a este salmo. Los vv. 9.13-17b estan cita-
dos integramente en 1 Pe 2,3; 3,1012; cl v. 11, TIA.OÖOLOL ETCTG)-
xi:uaav Kal ETCELvaaav, parece ser el trasfondo de los «ayes» de
Lc 6,24-25; .e1 Kupwc.,; ßyyuc.,; del v. 19 tesueha eh .Flp 4,-'; la ptomesa
de «redenciom> del verskulo conclusivo enlaza fadlmente c.on icleas
cristianas primitivas. No es claro, sin embargo, que se haya utilizado de
hccho algun pasaje Je esLe ~almu (sl uu es el 4ue esLamus LraLauJu
ahora) como testimonio de la pasi6n. Con todo, en vista de la interpre-
taci6n rabinica, que encontr6 en el versiculo que ahora tratamos una
promesa de la resurrecci6n del cuerpo 24 , es muy posible que este tex-
to pudiera sugerir a un lector cristiano familiarizado con la. exegesis
rabinica una promesa de la resurrecci6n de Cristo como Justo Pacien-
te. Entendido de este modo, se acoplarfa facilmente a la serie de tes-
timonios aducidos por Juan. En conjunto, parece mas probable que la
cita haya sido tomada de Sal 33 que no que el evangelista haya recu-
rrido en este unico caso a una parte del Antiguo Testamento por la
que no ha dado ninguna muestra de interes y que no ha sido emplea-
da en ninglin otro lugar como fuente de testimonios de la pasi6n de
Cristo.

23 Interpretaci6n, 235-242.
24 Cf. infra, p. 140, n. 17.
58 EL RELATO DE LA PASION

En cualquiera de los dös casos, es cierto que la cita no ha sidö


tomada de ninguno de los otrös evangelios. Si aceptamos la opini6n
.de quc e1 nrnrto evAnp;dista estaha interesado personalinerite en el sim-
bolismo pascual, esta seria su unica contribuci6n personal de entre los
testimonios 4ue a<luce. Si, COlliO Cl'CO 1i1as probable, cl tcxto pcrtcne
-ce a la serie de testimonios tomados de los salmos del Justo .Paciente,
_podemos. considerarlo como un elemento integrante de Ja tradicion
-que seguia el evangelista.
·(8) 19;36: ÖljJOVTCXL Elc; ov Ef,EKEVTT]OCXV.
Esta cita esta introducida como E.-r€pcx ypmp~. Es una clara cita
.de Zac 12,10 en una traducci6n diferente de la de los LXX, que leen
E'TtlßAEljJOVTCXL 1tp6c; µE av8' C:Sv KCXTwpx~a<xvrn 25 • EI TM lee
~iw1·1~~ .n~ ~?~ ~io~~::i. Los LXX ha11 conservado justamcntc cl pro-
nomhre de primera persona, y E.mßA.€ljJov-rm es quizas una traduc-
dcSn mas expresiva de ~IO,~j; pero por lo demas, representa una lec-
tura peor del texto hebreo, con iipi en vez de iipi por metatesis.
0 el evangelista esta ofreciendo su · propia traducci6n de un texto
mcjor quc cl que ten1r.m los LXX o ei;;ta 11tilizimdo una versi6n distinta
.de los LXX. El texto de Ap 1,7 presupone la misma traducci6n: lOou
EPXETCXL µETa -r&v VEcpEA.&v KCXL ÖljJETCXL CXUTOV TCäc; ocp9cxA.µoc;
KUL OLTLVE<; aUTOV eE,cKeVTT]OCXV, KCXL KOljJOVTCXL ETC' CXUTOV TCäom
o:i. cpuA.cxl t~c; y~c;. Aquellos que se sienten con fucrzas para creer
-que el evangelista escribi6 el Apocalipsis, encontraran natural que. use
.su propia traducci6n. Aquellos a quienes esto les resulte una proeza
de credulidad que. supera. sus c_apacidades, encontrarin ~quLl1fla pre-
.sunta prueba en favor de una vel'si6n alternativa de la profcda de
Zacarias 26 , cercana a las mas tardias versioncs de Teodoci6n y Aquila,
1os cuales traducen ii:,i por E.f,EKEVTT]OCXV.
Es evidente que Juan no debe este testimoriio a ninguno de los
-0tros evangelios. En vista del evidente deseo de explotar el sim-
bolismo de «sangre y agua»; se podrfa ·pensar qu ela cita se debe a la
influencia de concepciones teol6gicas joaneas. Pero hay que notar que
el evangelista no considera teol6gkamente importante el hecho mismo
.de que el ·costado fuera traspasado. Lo simb6lico es que brotara san-
gre y agua, y en favor de esto el evangelista no cita ningiln testimonio
rle 1a F.scrit11ra n. En este momento de nuestro estudio no podemos
excluir la posibilidad de que el incidente de la perforaci6n del costado
entrase eri el relato por influjo de la profeda; pero si es asf, el mo-
25. La traducci6n de los LXX .quiere probablemente decir: «miraran hacia
mi, porque habfan bailado una danza, de triunfo»; pero, desde el punto de
vista del griego, la expresi6n es intolerablemente dura y se aproxima peligr6-,
samente al absurdo.
26 Si estas dos obras son el producto de autores diferentes, la notable di-
ferencia en el modo de tratar el pasaje hace improbable que uno copiara al
<Jtro. Es mas probable un USO coroun de una versi6n distinta de lös .LXX:
TI Para mas comentarios, cf. infra, pp. 140-141.
TESTIMONIOS 59
tivo no procederfa de la -teologfa espedfica del evangelista, sino que
serfa comun a todos los· evangelios: el deseo de interpretar los sufri-
mientos y la muerte de Jesus a la luz de las misteriosas profedas
«mesianicas» de Zacarfas 28-. No existe, por tanto, ninguna raz6n sufi-
dente para excluir este testimonium de la serie que probablemente
procede de la tradici6n precan6nica, una tradici6n que en este caso 'es
independiente de la que subyace en los evangelios sin6pticos.
De este estudio de los testimonia joaneos podrfamos sacar las si-
guientes conclusiones:
a) EI fen6meno de las citas y alusiones al Antigua Tt>stamr:ntn
no confirma la opini6n de que Juan utiliz6 a Marcos como base de su
relato de la pasicSh. Hay solo dos casos, los tratados en (5) y eu (6b),
en los que es en alglin modo plausible suponer que Juan encontrara
una alusi6n al Antigua Testamento en Marcos y la completara citando
todo el contexto; en (6b) el grado de plausibilidad es, en todo caso,
muy bajo. En (1 ), donde los dos evangelistas hacen uso del mismo
pasaje del Antigua Testamento, resulta difkil comprender el modo en
que Juan lo trata si suponemos que estaba trabajando sobre la base de
Marco8. Al menos cuatro casos no tienen paralelo marcano. Si es
verdad que los testimonia influyeron notablemente al configurar la tra-
Jicion de la pasi611, el hecho de quc Marcos y Juan tcngan tan pocm;
testimonios en comun y de que, cuando los tienen, el modo de tratar-
los difiera tan considerablemente, sugiere que cada uno de los dos evan-
gelistas estaba siguiendo una tradici6n formada independientemente,
aunque estuviera basada en el mismo grupo de textos hiblicos.
b) No hay ninguna raz6n para pensar que la selecci6n o aplica-
cion de testimonios estuviera dictada por consideraciones teol6gicas
cspedficamente joaneas (con la posible exceprion clr: nn tr:xtn qm~ no
admito); no hay, por tanto; ninguna raz6n tampoco para pensar que
dicha selecci6n o aplicaci6n fuera la labor personal del evatigelista,
aunque obviamente no hay (por ahora) raz6n. positiva para probat lo
contrario.
c) En comparaci6n con Marcos, Juan manifiesta una inclinaci6n
a aducit- testimonia con una f6rmula de cita, en vez de entrelazarlos
con el texto de su relato. A veces, parece manifestar tambien una ten-
dencia a elaborar e1 relato con el fin de subrayar la exactitud del cum"
plimiento. A diferencia de Marcos, prefiere, por lo general, una versi6n
diversa de los LXX 21J. Solo hay un caso eh que sigue a los LXX cou
28. _ Sobre l~ importancia de Zac 9-14 como fuente de testimonia, cf. Ac-
cording to the Scriptures, 64-67.
29 En el cuarto Evangelio, fueta del relato de la pasi6n, las unicas citas
comunes a Juan y a Jos sin6pticos son las de 1,23; 12,13.15.40. De estas', 12,
13 _es semejante a- Marcos y representa probablemente una adaptaci6n- liturgica
de los LXX (cf. infra, 163), donde Mateo y Lucas difieren mas sensiblemente
1,23 puede proceder de una versi6n diversa de los LXX o puede seguir libre-
mente a: los LXX y, en cualquier caso, es diferente de los otros evahgelios;
(cf. infra, 258); 12,15.40 difieren sensiblemente tanto- de los LXX 'como ·de
los otros evangelios. De las demas citas de Juan, donde no hay paralelo sin6ptico,
60 EL RELATO DE LA PASION

notable exactitud; en dos ocasiones ofrece una traducci6n sensible-


mente diferente y en conjunto mejor, una de las cuales es un caso en
que Marcos parece haber seguido a los LXX.
d) Todos los testimonios joaneos, con una posible excepci6n (que
personalmente no admito ), han sido tomados de las mismas secciones
del Antiguo Testamento que fueron empleadas por los otros evange-
listas. Dado que el empleo de testimonios tenfa desde e1 principio la
:6nalidad de proporcionar una clave tomada de la Escritura (que reve-
la el «plan previsto y sancionado por Dios») para interpretar el signifi-
cado y fin de los sufrimientos y muerte de Cristo, debemos decir que
el cuerpo joaneo de testimonios proporciona la misma clave que las
otras formas del relato de la pasi6n. No refleja la interpretaci6n dpica
del cuarto Evangelio. Juan no ha'. aducido ningiln testimonio de la Es-
critura el1 favor de su propia interpretaci6n. Esto quiere decir que en
el relato de la pasi6n del cuaito Evangelio se encuentra inserta una
interpretaci6n de la pasi6n en terminos del Justo Paciente de los sal-
mos, del Siervo Doliente del Deutero-Isafas y del jefe martirizado de
Zacarfas, interpretaci6n que era, segun todos los indicios, primitiva y
que Juan tom6 muy probablemente de la tradici6n precan6nica.
Surge ahora una pregunta sobre la que debemos decir aqu1 algunas
palabras. cCuaI es la reladon entre el empleo de «testimonios» vete-
rotcstamcntarios y el valor hist6rico de los relatos evangelicos? Dado
que las referencias a las profecfos parecen haber tenido un considerable
influjo en la formaci6n de esos relatos y especialmente del relato de 1a
pasi6n, cdeberemos decir que una narraci6n determinada no represen-
ta mas que la convicci6n del evangelista (0 de los que formaron y trans-
miticron las tradicioncs sobrc las quc cl trabajo) de que tuvo que OCU·
rrir asl'. porqua habfo una profecfo que exigfo 9u cumplimiento? Pare
ce claro que en algunos casos se ha elaborado un dato del relato;
quiza sin justi:6caci6n, con el :6n de completar los detalles del cumpli-
miento. Hemos observado, por ejemplo, c6mo Juan parece separat el
reparto de las vestiduras en dos estadios, con el fin de hacer que el
incidente corresponda exactamente a la doble forma de expresi6n de
Sal 21, 19, aun cuando esta doble forma de expresi6n no es sino un caso
de paralelismo hebreo; de modo parecido, Mateo interpret6 el parale-
lismo de Zac 9,9 como si implicase la existencia de dos animales, un
asno y un pollino, y compuso su relato segiln esta interpretaci6n. Hay
otros pasajes en que los criticos han sospechado, no sin raz6n, que
todo un incidente pudo ser compuesto . para responder al cumplimiento
de una profeda. La mayorfa de los crfticos -supo.ngo- han adoptado
esta opini6n en el caso del relato de Mateo sobre la huida a Egipto,
que esta atestiguada por una cita de Os 11,1 30 •
Existen, sin embargo, razones para pensar que este motivo influy6
en la tradici6n en un grado muy limitado. Si examinamos el cuerpo de
2,17; 10,34 y 12,38 siguen de cerca a los LXX, 6,31 algo menos, pero no se
aparta lo bastante como para suponer una versi6n diferente. ·
30 Pero cf. According to the Scriptures; 103.
TESTIMONIOS 61

pasajes vete:t;otestamentarios que han proporcionado testimonios, vere-


mos que se ha realizado un proceso de seleccion. No todas las profe-
das que eran, o podfan ser, consideradas «mesianicas» fueron explo-
tadas por los escritores del Nuevo Testamento. Por el contrario; la
gama de la Escritura que fue utilizada con certeza en el perfodo mas
primitivo esta practicamente Jimitada a algunos grupos bien de:6nidos
de pasajes 31 • Corno he indicado en otro lugar 32 , amplias secciones de
predicciones «mesianicas» -que incluyen no solo las pertenecientes
a la llamada concepcion «apocalfptica» del mesianismo, sino tambien
todos los pasajes que presentan a1 Mesfas como gobernante, guerrero y
juez terreno- no han encontrado cabida en la imagen que los evan·
gelios dan de Jesus. Estos rasgos han sido ignorados o relegados a pro-
±edas sobre el futuro.
Mas aun, en los pasajes que han sido utilizados como fuentes de
testimonios no se a:6rma tampoco el cumplimiento de cada uno de
los detalles. Asf, la Iglesia vio descritos de antemano en Sal 21 el
rechazo de Jesus como E.E,oußEVl']µa A.aoO (v. 7), la division de las
vestiduras entre sus enemigos (v. 19), la burla de los que contemplaban
sus sufrimientos, el amargo sarcasmo de los que «movfan la cabeza»
(vv. 8-9) y su grito final de abandono (v. 2). Pero el salmo describe
tambien al Justo Paciente acosado por toros, leones y perros (vv .13.
17 .22 ). Sin embargo, en los evangelios no encontramos ninguna «es-
cena ideal» en la que Jesus se encuentre amenazado por :6eras, como
sus seguidores Ignacio y Perpetua. Se dice tambien en el salmo que
el Justo esta amenazado por la espada (v. 21); pero en el relato de
la pasion la unica espada que se desenvaina es para defender a Jesus.
A:,iil.ui:,i1uu, cu Sal 68 la Iglci,jia rccuuuciu wia Jc:,icl'iJJciuu Jcl uJiu
inmotivado con que persiguieron a Jesus. (v. 5), de las fatales conse-
cuencias de su celo por el templo (v. 10), de su sed en la cruz y de la
bebida que le ofrecieron para apagarla (v. 22). Pero el salmo dice
tambien que el Paciente esta en peligro de ahogarse (v. 3); sin embar-
go, a pesar de que los evangelios nos describen dos escenas de tormen-
tas en el mar, ninguna de ellas se :6ja en el peligro en que se encon-
traba Jesus 33 • Veamos un ejemplo mas (no de testimonios de la pa-
sion}: en la profeda de Is 11,1~9, la Iglesia vio la descripcion del Me-
sfas como nacido de la rafz de Jose (Rom 15,12; Ap 5,5; 22,16) y la
vio cumplida en la descendencia davfdica de Jesus a:6rmada por su
fomilia; y Ja prediccion de 1a misma profecfo de que «el Espfritu del
Sefior se posara sobre el» le pareci6 indicar el verdadero signi:6cado

31 Cf. According to the Scriptures, cap. III.


32 History and the Gospel, 59-63.
33 En Mc 4,37-41; 6,47-51 y los pasajes paralelos, este tema del peligro
viene sugerido por algunas escrituras como Sal 106,29; 76,17-20, etc. y no
por profecl'.as del Justo Padente. No es Jesus el que se encuentra en peligro
o tiene miedo, sino sus disdpulos (cf. Mt 14,30: [Di§:rpoc;] O:pl;O:µEvoc; Ka-
i:crn:ovr[~Ea9m EKpal;Ev, con Sal 68,3-4: Kcrrmylc; KcrrEn6vn~Ev µE, EKO-
Titaaa Kp6:~cuv).
62 EL RELATO DE LA PASION

atribuido a la experiencia de Jesus en su bautismo. Sin embargo, el


supuesto genio mitico del eristianismo primitivo perdi6 la oportunidad
de eonstruir una «eseena ideal», en la que Jesus podfa haber cumplido
otra parte de la misma profeda: «ejecutara al malvado eon el aliento
de sus labios» 34 , por mas que las narraeiones del efeeto mortal de las
palabras de Pedro (Heb 5,1-11) y de Pablo (Heb 13,9-11) sugerfan las
lineas para una eonstrueci6n de ese tipo. En eambio, el eumplimiento
de esta eseritura queda relegado hasta la venida final de Cristo al
final de los tiempos (2 Tes 2,8). Aquf, eomo en otros easos, el des-
arrollo de una eseatologfa eristiana «futurista» ba proporcionado un
dep6silu Je de111entos profetieos, quc no pudo scr ineorporado en el
relato del ministerio bist6rico de Jesus, pero que pudo eneontrar su
puesto ( al menos interpretado simb61ieamente) en el euadro teol6gico
general.
No es neeesario multipliear los ejemplos para poder afirmar .que
la seleeci6n de pasajes bfblieos para emplearlos eomo testimonios ba
estado controlada por algun eanon. ~Dcbemos decir que se trata de
un eanon teol6gico? ~Se citan solo aquellas profedas que se adeeuan
a las coneepciones teol6gicas de la Iglesia primitiva, de modo que los
incidentes en los que se afirma el cumplimiento de una profeefa pue-
dan ser entendidos eomo ereaeiones surgidas por influjo de las mismas
profeciasr Es verdad que existe una estrecha relad6n e11Lre lus Le&Li-
monios y la formulaci6n mas primitiva de la tcologfa eristiana; pero
la teologfa dependfa de los testimonios y no vieeversa. La lglesia no
estudiaba las Eserituras para eneontrar doeumentaci6n en favor de
una teologfa formulada de antemano, sino para dar una explieaci6n a
hechos autenticos, muchos de los euales paredan eontradecir las ereen-
cias heredadas e incluso la interpretaci6n tradicional de las Eserituras.
Puetu11 lus hechos mismos los quc influyeron en la comprensi6n de
profeda y eumplimiento, y dictaron la selecc.:iun <le Lestimonio. Asi,
el grado en que el elemento de profeda eumplida estimul6 una supues-
ta tendencia del eristianismo primitivo a crear leyendas, es muy limita-
do. Fundamentalmente, los formadores de la tradici6n estaban atados
por los heehos, si bien, oeasionalmente, trataban de romper sus atadu-
ras. Lo importante para nuestro estudio es lo siguiente: allf donde el
relato esta intimamente relaeionado eon los testimonios veterotesta-
mentarios -al menos en los easos en que estos testimonios ban sido
tomados de seeciones de la Eseritura que desde muy temprano fueron
ciertamente objeto de especial interes-, podemos estar bastante se-
guros de que nos encontramos en contflrtn mn la ttadid6n CO)Jlun de
la Iglesia y no eon una eonstrueci6n teol6gica de un determinado in-
dividuo. Las exeepciones son eseasas y apenas debilitan la regla gene-
ral. EI interes que algunos heehos adquirieron a eausa de su asocia-
ci6n con determinadas profedas, fij6 esos beebos en la memoria eolee-
tiva de la Iglesia y les asign6 su puesto en la tradici6n.
34 Se ha sugerido que una idea de este tipo se oculta tras Jn 18,6, pero
sobre este punto, cf. infra, p. 88.
3. LA DESPEDIDA

Las escenas que abren el drama estan dispuestas en Marcos de lai.


siguiente manera:
a) La preparaci6n para la Cena (Mc 14,12-16).
b) La Cena: predicci6n de la traicion de Judas (14,18-21).
c) La Cena (continuaci6n): las palabras y acciones sacramentales.
( 14,22-25).
d) Salida hacia el Monte de los Olivos: predicci6n del abandono·
de los Doce y de la negaci6n de Pedro (14,26-31).
Este. esquema es tambien el de Mateo, cuyo lenguaje, a pesar de
abreviadones y ampliaciones ocasionales, es tan semejante al de Marcos,
que no cabe duda razonable de que el uno depende del otro qomo
fm::utt:.
No ocurre lo mismo con Lucas. En su relato de la preparaci6n de·
la Cena, sigue a Marcos mas de cerca que el mismo Mateo. Diffcilrnen-
te se puede dudar de que Marcos es la fuente comun, y no hay nada,
por tanto, que indique que 1a preparaci6n figuraba tambien en otra
forma. rle fa tra.rlid6n. Desp11es rle e~ta escena, Lucas se aparta sensi-
blemente de Marcos. Las palabras y acciones sacramentales (aparta-
uu l' eu MaH.:us) sigueu i11111euiaLau1e11Le a la notida sobre el q:mtlen-
zo de 1a Cena (22, 15-20). La situaci6n se complica aqui debido a la
existencia de variantes textuales; pero, adoptemos el texto corto o eL
largo, la coincidcncia con Marco:~ no es muy em1cta. Lm; f6rmulm; li
turgicas son en parte semejantes a las de Marcos y en parte (si adop-
tamos el texto largo) a las de 1 Cor 11,23-26; pero la coincidencia en
f6rmulas liturgicas serfa, en cualquier caso, una debil prueba de depen-
dencia literaria. Prescindiendo de cualquier concordancia o discrepan-
cia verbal, la concepci6n general lucana de la secuencia de palabras y
acciones -y en general de toda la escena y de su significado-- parece-
tan diferente de la que domina el relato marcano, que su dependencia
con respecto a Marcos como fuente es en este pasaje mas que dudosa.
Despues de las palabras y acciones sacramentales, Lucas vuelve a
la predicci6n de la traici6n de Judas (apartado b en Marcos), narrada
de una forma muy diversa .a 1a marcana. Inserta luego una noticia so-·
bre las disensiones entre los Doce (22,24 ), que introduce una secuen-
cia de dichos en dos grupos: uno sobre la humildad y el servicio (22,
25-27) y otro sobre la asociaci6n de los Doce con Cristo en sus sufri-
mientos y en su triunfo (22,28-30). EI primer grupo es paralelo a.
64 F.l. RF.T.ATO DF. T.A PASTON

Mc 10,42-45, el segundo corresponde en parte a Mt 19,28; pero en


los dos casos las difcrencias son tan sensilJles que es arriesgado supo-
ner que Lucus depende directumente de Murcos en el primer cuso y
de otra fuente documentaria, utilizada supuestamente tambien por
Mateo, en el segundo.
Tras esta interpolaci6n en el esquema comun, Lucas vuelve a la
misma secuenc:ia qne enrontrnmos en Marms y ofrece 11n eq11ivalente
de las· predicciones marcanas de la deserci6n de los Doce y de la nega-
ci6n de Pedro (apartado d en Marcos). Tales predicciones han sido in-
troducidas en el texto durante la Cena y .no de camino hacia el Monte
de los Olivos (22,31-34). Pero la concepci6n general de estas prediccio-
nes difiere de la de Marcos. Para Lucas se trata de la «criba» 1 de los
Doce, en la que Pedro esta incluido corno i.mo rnas del grl..lpo, y Jesus
ora para que su fe no se «eclipse» en el curso de la «criba» y pueda
asi recuperarse lttego y confir1n::1r a los orros. Pedro en resp11em1 (como
en Marcos pero con diferentes palabras) se declara dispuesto a tnotit
con su Maestro; sigue entonces el anuncio de su negaci6n en terminos
semejantes a los de Marcos. Es notable que en la parte de la predicci6n
<Jlle es m:ls semejante a Marms (22,14) se 11sa el nomhre cl-r. Peclro,
mientras que en la parte que no tiene paralelo en Marcos se emplea
cl de Simon (22,31).
Aqui, finalmente, Lucas abandona por completo el esquema mar-
cano se inserta un pasaje (22,35-38) quc no ticne paralclos cn los evan-
gelios: el dialogo sobre las «dos espadas», que introduce un testimu-
nium de Is 53,12: µi:.-ra av6µwv EAoy(o011. Esto proviene sin dudu
de alguna fucntc no marcana, que estaba cn estreeha rclaci6n con el
cuel'po primitivo de testimonios.
Tenemos, pues, un largo pasaje -que comienza con las palabras
«cuando lleg6 la hora se puso a la mesa con los ap6stoles» (22,14) y
que cubre todos los incidentes de la Cena- en el que, si bien es mas

1 La imagen de «cribar» (OLvtc'x/;;ELV, a1 parecer una forma tardfa que sus,


tituye a 01']8ELV) no aparece en otros pasajes con este sentido. El proceso de
cribar tiende a separar las parles uliles de una mezcla. Aquf, por tanto, cl
sentido · pareceda ser que a Satanas se le permite someter a los disdpulos a
una prueba que separara a lus fieles Je los infieles. · U11 proceso semejantc, cl
de aventar con un rrruov, se emplea para separar el grano de la paja y apa-
rece en una metiifora usada pot Juan Bautisra al describir la labur uel «que
ha de venir» (Mt 3,12; Lc 3,17). En Am 9,9 Israel sera «crihaclm> (el verbo
etnpleado es AtKµü.v, pero el hebreu ~~~ varece aludir a cribar mas quc a
aventar). Dado que este pasaje va seguido casi inmediatamente por la profe-
da ö:vao-r~ocu -ri']v OKl"JVTJV .6-o:udö K.T.A., que aparece dtada en Hch 15,
15-16 es posible que se entendiera la prueba de los disdpulos como la criba
o pu~ificaci6n de Israel, como preparaci6n de la restauraci6n del pueblo de
Dios bajo la forma de la lglesia. De modo parecido, en Zac 13,8-9 a la acci6n
de herir al pastor y dispersar las ovejas sigue inmediatamente 1a purificacion
del pueblo, expresada por la metafora mas comun de acrisolar metales. Ci~an­
do se termine la purificaci6n, Epw, /\a6c, µou oi3-r6c, EOTLV. No puedo evltar
la sospecha de que una interpretaci6n semejante de las Escrituras se encuentr.a
en el trasfondo de la e5pecial tradici6n de Lucas en este punto. No han tem-
do ninglin eco en Marcos.
LA DESPEDIDA 65

o menos paralelo a Marcos, las coincidencias verbales son mfnimas, el


orden es diferente y partes del material no tienen paralelo en Marcos,
y en el que parece haber una notable diferencia de punto de vista.
Todo esto esta en fuerte contraste con 22,7-13, donde la coincidencia
con Marcos es mas marcada que de ordinario. La opini6n general de
que todo esto es el resultado de un proceso de «tedactat» a Marcos
no goza de ninguna probabilidad, si abandonamos por fin la hip6tesis
de que el problema sin6ptico ha de resolverse completamente en termi-
nos de dependencia de fuentes documentales. Es mas probable que
Lucas, despues de seguir a Marcos hasta 22,13, vuelva ahora a otra
forma de la tradici6n, en la que el relato de la pasi6n, aun siguiendo
de modo general el esquema comun, se movfa por caminos diferentes
de los de Marcos. Es· posible que esta tradici6n diferente fuera com-
binada con material tomado de Marcos, pero las coincidencias verba-
les en que se apoyarfa esta teorfa son escasas y quiza no · mas numero-
sas que las que ocurrirfan espontaneamente incluso en formas divergen-
tes de una tradici6n comun que trata de los mismos acontecimientos.
La pregunta que debemos responder ahora es si se puede defender con
probabilidad una hip6tesis analoga para explicar los fen6menos de esta
parte del relato joa11eo.

En el cuarto .Evangelio este estadio del relato esta cfominaclo por


la gran secuencia de dialogo y mon6logo conocida con el nombre de
«discursos de despedida»; es uno de los pasajes mas caracledsLicos,
originales y mejor elaborados que el evangelista ha utilizado para prc-
sentar el nucleo religioso y teol6gico de su mensaje. Sin embargo, po-
demos distinguir en si.1 fondo signos daros del esquema que hemns
estudiado en los sin6pticos. Falta la preparaci6n de la Cena que, como
hemos visto, es probablemente un rasgo nrnrcano copiado por los
ntros. Hay ademas una omisi6n sorprendente: las palahras y acciones
sacramentales, y un incidente que no· tiene paralelos: el lavatorio de
los pics. Pcro scrfa convcnicntc considcrar primcro los rasgos que
tienen paralelos en los sin6pticos, admitiendo que, al ser incorporados
en una estructura elaborada de dialogo y discurso, tenfan que sufrir
inevitablemente alguna alteraci6n.
EI primer paralelo que observamos es con el apartado b de Mar-
cos: el anuncio de la traici6n de Judas (14,18). Se anuncia primero
-en el curso de una secuencia de dichos con paralelos sin6pticos-
bajo la forma de una cita de Sal 40,10. Este anuncio es deliberadamen-
te crfptico scgun la costumbrc dcl cvangclista. Se explicita luego la
predicci6n en el curso de un breve dialogo dramatico, que sigue inme-
diatamente (21-30); desde este momento la comparaci6n con los si-
n6pticos se hace productiva.
EI pasaje comienza impresionantemente con una alusi6n a las pala-
bras del Justo Paciente de Sal 41, 7: '1 riooüc; E:rapaxeri 'r~ -n:v:=.6-
µcxn 2 • Despues, Jesus se dirige de repente a sus disdpulos con las
2 Cf. supra, pp. 51-52.
5
66 EL RELATO DE LA PASION

palabras: , Aµ1lv 0::µ1lv A.S.y(,) uµ'lv Ö'n El<; E.E, uµwv TiapaÖQoEL
µc; Prescindiendo de la repetiei6n del 0::µ1lv, que es un manierisino,
1a forma de la predicci6n es identica a la de Marcos. Este prosigue:
6 E.o0(cuv µci:' E.µoO, aludiendo a1 misnio verskulo de Sal 40 · que
Juan ha citado mas arriba, pero cori una traducci6n diferente 3• La for-
ma de Lucas es muy diversa y no contiene ninguna alusi6n al Anti-
guo Testamento: löou ~ XELp 1:00 Tiapo:ÖL06v1:0c; µc µci:' E.µoO
ETil Tijc; i:po:m~l;T)c;. Hasta aquf Juan podrfa mtiy bien estar siguiendo a
Marcos, aunque hay que decir que, mientras la forma lucana es oracu-
lar y semipoetica, la de Marcos y Juan representa el modo mas simple
y natural de comunicar la. advertencia y podrfa :figurar en cualquier
forma del relato. Juan relata luego las ansiosas preguntas de los dis-
dpulos: EßAE'ITOV EL<; O::A.A.~A.ouc; ol. µo:0Tj't0:L aTiopouµcvOL 'TCEpl
i:(voc; A.S.yEL. De modo semejante (aunque con menos dramatismo),
Lucas dioe: ~pE,avw ouvl;;T]'tELV Tipoc; E.auwuc; i:o i:(c; öpcx ELTJ E.E,
o:öi:&v 6 1:001:0 µS.A.A.cuv Tip6:ooav. EI sentido es el mismo, la for-
mulaci6n completamente diversa. En Marcos la pregunta es difetente:
~pE,cxvi:o A.uTIE'la0m Ko:l A.S.yav cxöi:t;) c'lc; Kai:O: c'lc;, µ~i:L E.yw.
En Marcos lo primero que cada disdpulo piensa es si sera el mismo
el trnidor. Tin Luccrn y en Juan los ap6stolcs prcguntan simplcmcnte
quien sera el traidor. En Marcos la respuesta es: El<; 'tWV ÖWÖEKCX 6
~µßo:'rt-r6µi:;voc; µc.-r' E.µoü EL<; -ro -rp6!3AlOV. Pero no queda daro .si
la intenci6n es seiialar a un individuo o si 6 e.µßcmi:6µEvoc; µci:' E.µoO
es tan gen6rico como 6 !!oEHwv µt:1." E.µoO u rnmu d lucano µe.i:'
E.µoO E'Ttl •fic; i:pcx'.!tS.l;;ryc;. En Juan el asu:nto no qucda en duda.,.La
pregunta, ne.pl 't(voc; AEYEL (cf. el i:(c; ä:po: ELT] de Lucas ), es trans-
mlLiJa !J01' Pedl'O a1 disdpulo aniado, ün:c -r(c,; EO't"LV m:pl oo A.S.ytL,
y Jesus responde: ~KE"lvoc; fonv 4> Eyw j~U.lJJw 'LO lJJu:iµ(ov KO:l
5wow aöi:c;J y luego, al dar el tjJcuµ(ov a Judas, le idenLi:fica como
a1 traidor. Pero no es del todo dato· si esta identi:ficaci6n vale para
todo el grupo o si es un signo dado en privado a:l disdpulo amado que
participa del secreto. Se podrfa sostener que Juan, teniendo ante sus
ojos el E.µßcx'IT't6µEvoc; de Marcos, le ha dado mayor viveza. Pero la
reminiscencia verbal que de hecho existe es muy tenue. La consecuen-
cia inmediata es la posesi6n del traidor por el poder del mal, que esta
expresada en terminos practicamente identicos a la frase que aparece
en 1a forma lucana del exordio: ElcrfiA.0Ev Elc; EKE'lvov 6 crai:cxvcxc; 4 •
Marcos concluye la escena con el solemne «ay» pronunciado sobre
el traidor: oöal i:ß O::v0pc.0Ticu EKdvcu fü' oi3 6 ul.oc; 1:00. O::v-
epwrcou 1tapaöl.öo1:m KO:AOV cxöi:Q Et OUK E.ycw~eT] 6 ä:v0p@-
L

TIO<; EKE'lvoc; (palabras que resuenan casi identicamente en Mateo: y


Lucas). Estas palabras faltan en Juan, y no·precisamente, seglin pare-
ce, porque el evangelista sintiera carifio por Judas .. En efecto, la tre-
menda determinaci6n de las palabras conclusivas de la perfcopa: EKEL-
voc; EE,fiA.0Ev EÖ0uc;· ~v öE. vuE,, constituyen casi el equivalente joa-
3 Cf. supra, pp. 50-51.
4 Cf. supra, p. 41.
LA DESPEDIDA 67

neo de la condenaci6n de Judas en los sin6pticos. Porque v6E. es la


atisencia ,de luz (Jn :11,10) y equivale a carecer de 1a «luz de vida»
( 8,12) a recaer en las tinieblas primordiales de muerte y de no·set• ( 1;4 );
Esta sombrfa conclusi6n es autenticamente joanea. Es imposible' decir
cu~nto de lo restante -la intervenci6n del disdpulo amadö a iristan.
cias de Pedro, la deliberada identificaci6n del traidor por medio de
un signo entre Jesus y el disdpulo, asl'. como la impresionante salida
de Judas~ debe atribuirse al talento literario y dramatico del evan-
gelista. La pregunta es si un. relato que trata temas comunes a Ju,an y
a los sin6pticos, reflejando en' un momento a Marcos y en -otro, ,a Lucas,
con palabras casi identicas, debe ser considerado comö una ,composi-
ci6n secundaria basada en la combinaci6n de estas dos fuentes esoritas,
0 si la explicaci6n mas probable serfa una tercera forma de tradici6n
oral. Si juzgamos por este solo pasaje, la respuesta sera ambigua; pero
si resulta probable que existfa una forma independiente de tradici6n
seguida a veces por Juan, Ja respuesta mas sencilla. serfa decir que
esta tradici6n: se halla en la base de este pasaje, por mucho que el
evailgelista la haya podido retocar.
Tras la salida de Judas entrada la noche, la conversaci6n de sobre-
mesa adquiere 1a forma (a partir de 13 ,31) de una elaborada secuen-
cia de dialogo y tnon6logo segun el estilo de este evangelista. Juan ha
refundido todo lo que pudo tomar de 1a tradici6n o de otras fuentes.
Podemos reconocer aqul'. con bastante claridad un estadio ulterior
-inmensamente mas avan7.ado-- del proceso por el cual al relato de
la pasi6n se le fueron afiadiendo materiales extrafios, porque se vio que
e_stos materiales,. al ser asociados con el recuerdo de la muerte ·de Cris-
t.o, ilumii1nbn11 el mfoterio Je 5U pn5i011 y e5te nJquirfo Ull 5Cl1tido
mas profundo. Tal es el material que Lucas ha agrupado en Ja escena
de 1a iiltima Cena. Y, efectivamente, algunas de las ideas Cle fos «ois-
cursos de despedida» del cuarto Evangelio recuerdan temas_ de la so-
bremesa lucana, aunque sin resonancias lingül'.sticas (cf. Jn 14,J; 15,
18; 16,22 con Lc 22,28-30a). Esto no quiere decir, en mi opini6n, que
e:x1sta una dependencia literaria de ningiln tipo; significa, mas bien,
qµe los dos evangelios reflejan, en mayor o menor grado, una cteciente
pr~ctica en 1a Jglesia -una .practica liturgica en sentido amplio- de
agrupar algunos artkulos· doctrinales en torno a la proclamaci6n de la
pasi6n y nmerte de Cristo.
· .Sin embargo,. hay dos pasajes en estos discursos que sugieten que
el evangelista tenfa .todavfa presente el esquema comun del relato de
fa pasi6n:, uho de ellos cerca 'del comienzo de la latga secuefida. y el
otro al fin:al: 13,36-38, el anuncio de la negaci6n de Pedro, y 16,32,
la predic<;i6n . del abandono de los Doce. El orden de los dos pasajes
es inverso. al de Marcos.
El anuncio de la negaci6n de Pedro esta incorporado en: un breve
clialogo, que es. un desarrollo bastante natural del discursa' principal.
Jesus ha anunciado su inminente marcha. Pedro pregunta: «~Ad6nde
vas?»,· Jesus responde: .«Adonde yo voy no puedes seguirme ahota, me
68 EL RELATO DE LA PASION

segmras mas tard~»~Pedro declara que esta dispuesto a seguirle aho-


ra, aunque ello signifique arriesgar su vida; a lo cual Jesus replica
con la solemne advertencia que constituye el clfmax de todo el pasa-
je. EI anuncio esta expresado en todos los evangelios con terminos pa-
recidos; el mas conciso es Juan:

Mc 14,30 Lc 22,34 Jn 13,38


aµT]V A.E.yw a0t AEyw OOL nE.-rpE aµTjv aµTjv AEyw OOl
ön au m']µe.pov ou cpwvijaEL oijµe.pov
·ra6-r11 -rfi vuK-rl
nplv Tl Bl<; aAEKTOpa ou µTj aAEKTWp
(j>CVvfjO'CXL cpwvi]an
-rpü; µe. anapvi]a11 Ewe; -rp[c; µE anapvi]an EW<:; 00 apvi]an µe. Tplc;
µTj Ei5{Vat

La estructura es muy semejante en Juan y Lucas, pero difiere en Mar-


cos; Marcos y Lucas coinciden, frente a Juan, en la palabra cr~µEpov,
y Marcos y Juan, frente a Lucas, en las palabras O::µ~v (d::µ~v) A.E.yw
CTOL, Mateo es practicamente identico a Marcos, solo que omite cr~µE­
pov y öl<;, cuim.:iJiemlu cu11 Juan en la vümera omisi6n y con Lucas
y Juan en la segunda, ya que solo Marcos tiene dos cantos del gallo.
Todo esto tiene menos la apariencia de una combinaci6n de fuentes
que de una formacion de variantes que surgen indeliberadamente den-
tro de una tradici6n oral.
Si examinamos ahora el marco inmediato del ammcio, podemos ob-
servar que, tanto en Juan como en Lucas, dicho marco aparece como
1·espuesra a la dedaraci611 de Pedro de que esta dispuesto a rr10rir pur
su Sefior; pero la formulacion de la declaracion es totalmente diferente
en las dos versiones: en Lc 22,.33 leemos: µET6: crou ETOLµ6<; ElµL
Kai. Elc; cpu'AaK~v Kai. Elc; 86:vawv rropE6Ecr8m, en Jn 13,37: T~V
t!JUX~V µou urrEp crou S~crw. En Marcos cl dialogo sigue caminos
diversos. Pedro no se declara dispuesto a morir antes que renegat,
sino despues del anuncio, en lo cual le siguen los demas evangelistas.
Sus palabras son: ECxV .fü§:n µE cruvarroSavELV croL, oö µ~ OE O:rrap-
v~crwµaL. Si nos fijamos en el contenido mas que en la formulacioh,
podemos observar que, en Marcos y Lucas, Pedro declara su deseo de
compartir el destino de su Maestro, mientras que en Juan confiesa
estar dispuesto a 11.dar su propia vida~' por el; esto comportarfa, natu-
ralmente, arriesgar su vida para salvar a Jesus de la muerte, que es
ptecisamente lo que, segtln Juah, hizo Pedro al desenvainar su espadä
contra el peloton enviado a llevar a cabo el arresto (18,10).
Mas aun, segiln Marcos, Pedro pronuncia su temeraria protesta en
un espfritu de rivalidad o competicion con los otros disdpulos: El
Kai. rr6:vTEc; crKavöaA.wS~crovTm O:A.A.' oÖK Eyw. Demostrara que
es mas digno de confianza que los Ottos. Jesus le adviette que, al COl'l-
trario, mientras los otros desertaran, el le negara expresamente. ceEh
Lucas es Jesus quien elige a Pedro: todos seran «cribados», pero Pe-
LA DESPED!DA 69
dro se recobrara y confirmara a sus compafieros. De este modo, su pro-
testa de inamovible lealtad esta en cierta manera preparada y no tiene
ningun matiz de rivalidad o egoismo. En Juan el proceso del dialogo
es mas sutil. Jesus se ha dirigido a los Doce como grupo, advirtiendo-
les de que pronto partira adonde ellos no pueden acompafiarle. Pedro
pregunta ingenuamente (quiza como representante de todos): «~Ad6nde
vas?». Entonces Jesus, pasando de la segunda persona del plural a la
segunda persona del singular, repite: ÖTCou tmayw oö .f>6vcx.oa( µoL
vOv cXKoA.ou0fiom. L6gicamente, y sirl ninguna intenci6n de rivalidad
o incluso de comparaci6n con los otros, Pedro pregunta: «~Por que no?
Estarfa dispuesto a · arriesgar mi vida por ti». La advertencia conteni-
da en la respuesta es igualmente natural. No pregunto cuanto de todo
esto es un ulterior ejemplo del sentido dramatico de este evangelista,
0 cual de los tres relatos tiene mas' probabilidades de ser mas fiel a
los hechos hist6ricos. Llamo solo la atenci6n sobre el hecho de que
la estructura de la perkopa depende, en cada evangelio, de una con-
cepci6n un tarito diferente de la situaci6n y de que ninguno de ellos,
a1 parecer, podrfa derivarse de otro (excepto Mateo de Marcos). La
unica frase que casi no varfa es la que predice la negaci6n antes del
canto del gallo. (lo cual era de esperar por mucho que difirieran las
tradiciones ), y aun asi'. su estructura es diferente en Marcos y en Lucas-
Juan.
Entre el anuncio de la negaci6n de Pedro y la predicci6n del aban-
dono de los Doce se encuentra casi la totalidad de los «discursos de
despedida». Despues de un largo mon6logo de Jesus, los disdpulos res-
ponden con una confesi6n de fe: moTE.6oµe.v ön Ö:TCO 0e.o0 E.~fiA.0e.c;.
A ~sto J~s11s r~sponcfo, ~n el mismo espfrit11 en qi1e mociero la exce-
sivamente segura profesi6n de devoci6n hecha por Pedro, "Apn mo-
TEUETE; H>ou EPXETCXL &pa Kat E.A.f]A.u0sv i'.va oKopmo0fjTs EKacr
Tcic;. de; Ta Hhcx: Kä:µi:. µ6vov O:q>fjTc (16,30-32). En Lucas no hay
una predicci6n equivalente a esta. En Marcos (seguido, con insignifican-
tes variantes, por Mateo) toma 1a ±orma siguiente: 'ITCTVTFr, aKavöa-
ALcr0f]cre.o0E confirmada por un testimonium de Zac 13,7: TCCX:T6::~VJ
TOV Timµ€.vcx: Kcx:l Ta TCp6ßcx:Tcx: ÖLacrKopmcr0f]crovTCXL. Los dos
evangelios coinciden en el empleo del verbo (f>Lcx:)crKopTCU:;;ELv,
que en Juan ha sido sacado de la cita veterotestamentaria y aplicado
directatnente a los disdpulos. Pero este verbo, si bien aparece (en
diversas formas: f>Lcx:crKopmo0f]crovTm, -0'rjTVJ, -0riTwcrcx:v) en A y
en algunos otros manuscritos de los LXX, falta en e1 texto de NB
y probablcmcntc no rcprcscnta la lcctura autcntica de los LXX. Tra-
duce mejor el texto masoretico, r~~!).1;1 ' que el EK( cr)TC6::crcx:TE de~ B.
La sugerencia obvia serfa que Juan depende aqui de Marcos, lo cual
podrfa encontrar confittnaci6n en el hecho de que el otro verbo de
Marcos, OKcx:v.BO:A.(~Ecr0aL aparece en un contexto cercano de Juan
(16,1), donde Jesus dice que esta preparando a sus disdpulos para
que no se «escandalicen». Observamos, ademas, que, aunque Juan
ha descrito, mas enfaticamente aun que los otros evangelistas (E.µt
70 EL RELATO DE LA PASION

µ6vov d::cpfrn~), la dispersi6n de los Doce en terminos de desercion


ante el enemigo, su relato de la detenci6n (18,4-9) no presenta el inci-
dente con los mismos tonos: ahi Jesus se entrega a condici6n de que
dejen marchar libres a sus disdpulos y el evangelista hace notar que
esto ocurri6 en cumplimiento de las palabras de Jesus: oüc; EÖU)KCx<;
µot, OUK d::'ltc.0AEO"a E.E, aUTWV oufö~va. Este es uno de los pocos
pasajes ·en que (como en seguida veremos) un motivo espedficamente
teologico se ha introducido en el relato joaneo de la pasi6n. La expli-
cacion obvia es que en 16,32 Juan ha conservado el rasgo tradicional
del relato de la pasion, mientras que en 18,8 ha conferido al inci-
dente un aspecto un tanto diferente, en servicio de su interpretacion
teol6gica del relato 5 • <'.Debemos, pues, decir que 16,32 (con 16,1)
depende directamente de Marcos? No necesariamente, ya que el verbo
O"KavöaA.{(,;i:.crSi:XL, aplicado a la apostasfa de Israel y, derivadamente,
a la apostasfa 0 infidelidad semejante por parte de los seguidores ·de
Cristo, parece estar profundamente arraigado en el vocabulario del cris-
tianismo primitivo, quiza por influencia de Dn 11,41 LXX (TioA.A.al
<JKavöaA.tcrS~cronm, cf. Mt 24,10) y ayudado por el pasaje, fre"
.cuentemente citado, de Is 8,14: TIE'.'Cpcx crKcxvöCx:A.ou. Hay que hacer
notar quc csta traducci6n dcl tcstimonium de Isafos, adoptada en Rom
9,33 y en 1 Pe 2,8, no es la de los LXX; parece, sin embargo, que
1 .Pe 2,8 haya sido tomado de Rom 9,)3 o viceversa. Existen muchos
indicios que sugieren que en la lglesia primitiva se citaban testimo-
nia tomados de una traducci6n (o traducciones) diferente de los LXX
(fuera cual fuere su origen). Esta podrfa ser la explicaci6n de la
coincidencia d~ Marcos y Juan al citar a Zac 13,7 6 •
Nu liay ya wa:> µataldut; en e&Lu purte del reluto de lu pa~i6n c11trc
el cuarto Evangelio y las secciones correspondientes de los otros tres;
Volvamos ahora al mas notable de los pasajes que, estando presente
en los sinopticos, falta en Ji.1an: las palabras y ar:dones s11rr11mr:nt11lr:s
de Jesus en la ultima Cena. Se han discutido mucho las razones de esta
otnisicSn (en la hip6tesis de que Juan segufa, pur lo geueral, a lus si-
n6pticos). El motivo de la omision no pudo ciertamente ser teol6gico,

s Esto no significa necesariamente que el relato de Jn 18 carezca total-


mente de valor hist6rico. Aun cuando Jesus pudo crear una oportunidad para
que escaparan sus disdpulos, el deseo de estos de aprovecharse de ella revec
16 una falta al menos de valor, si no de lealtad :fundamental, y result6 qµe
de hecho Jesus fue «dejadu sulu». . .. . .
6 Is 6,9-10 esta ci.tado en Jn 12,40 en una versi6n diferente de los. LXX
(seguldos pur Mt 13,14-15) y esLa vt::rsiuu va1eLe li.aber sido conocida tambicn
por Pa):ilo y quiza por Marcos, aunque Juan no la tom6 directamente de este
vltimo: Is 40,3 esta citado en Jn 1,23 en una versi6n diferente de los LXX y
·de:.Mar<:os. Zac 9,9 esta ·ci.tado por ·Mateo (21,5) en una versi6n cercana a. los
LXX y por Juan (12,15) en una versi6n muy diferente. Marcos no· 'cita esta
profecfa. (cf. According. to the Scriptures, .31-54) . .Si consideramos todos-,los
testimoi;ll0s en c;onjunto, · mi impresi6n es . ql,le sugieren cop.vincent,~meQ.te . -.1,a
6dstenci~ de versiones diversas de los LXX de pasajes-testimonio, ·qife 'los ·es-
ciifores' 'cds~ianos podfan citar sin suscitar sospechas de estarse copiando ,u'ribs
.a.:9tros~.;;_:. < ;~·i" ·· ·
LA DESPEDIDA 71

ya que (como se suele aceptar generalmente) la idea sacramental ex-


presada en el relato sin6ptico de la Cena encuentra amplia resonancia
en el discurso sobre el pan de vida (Jn 6,22-58). Pero se puede ir
mas alla de este reconocimiento de una afinidad general de ideas entre
Juan y los sin6pticos en este punto. En las versiones sin6pticas (y
paulina) de las «palabras de la instituci6n» se dan muchas variantes
textuales. Estas no se deben simplemente a corrupciones de los ma-
nuscritos en el sentido ordinario. Reflejan probablemente distintas cos-
tumbres liturgicas de las Iglesias en que se produjeron los arquetipos
de nuestros manuscritos. Ahora bien, la expresi6n crucial hoc est
corpus aparece en el texto de Lc 22,19, segun los grandes <mnciales» y
algunos minusculos y versiones, en la forma: -ro0-r6 EOTLV -ro 06µ6:
µou TO UTIEp uµ6v ötö6µEvov (una forma textual que se encuentra
tambien en algunas versiones de 1 Cor 11,24 ). En la versi6n siriaco-
sinaitica se nos presenta con la forma: hnw pgry d'l 'pykwn yhbn',
es decir, «Este es mi cuerpo que yo dare 7 por vosotros». El griego
subyacente a esta traducci6n podrfa ser: -ro0-r6 EOTLV -ro 06µ6: µou
ö Eyci> öwow l>TIE.p uµ6v. Si lo comparamos con Jn 6,51: 6 äp-roc;
ö'v EYW öwow ~ oO:pE, µ06 fonv UTIEp -r~c; wO K6oµou C:w~c;,
la afinidad entre los dos textos es evidente: la expresi6n caracteristica-
mente joanea UTIEp -r~c; -roO Kooµou ~w~c; ha sido sustituida por la
mas sencilla UTIEp uµ6v. Pero mientras la forma lucana de la senten-
cia habla del «cuerpo», la joanea habla de la «carne». En los LXX
o6µa y oO:pE, son traducciones alternativas de i~.'.:l. Jeremias, en
su detallado estudio de las «palabras de la institu~i6n» 8, llega a la
Conclusi6n de que debemos suponer un arameo ~ir~::i detras del 06µ0
de Pablo y de los sin6pticos. Si es asi, la mis~~ palabra aramea se
0

ocultarfa tras el joaneo aapE,. Podemos, por tanto, clecir con gran
probabilidad que Jn 6,51 se deriva, no de una reminisct>nrifl cfol rela-
to sin6ptico de la pasi6n, sino de una tradici6n liturgica que se remon-
ra independientemente a:l arameo de la Iglesia 1mi8 primiLiva .
.. No se puede responder facilmente a la pregunta de si Juan conoci6
las «palabras de la instituci6n» solo por fuentes liturgicas 0 si forma-
ban tambien parte de su tradici6n del relato de la pasi6n. Por una
parte, 1 Cor 11,23-26 prueba suficientemente que el relato de la ins-
tituci6n de la eucaristfa pudo ser, y de hecho fue, recitado como uni-
dad separada (el modo como esta introducido en el texto demuestra
que' no se trata de un fragmento tomado de un relato mas largo ). Por
oti4 parte, dado que Pablo nos dice que la celebraci6n de 1a eucaristfa
(ed cuanto avaµVT]OL<; de Cristo) iba invariablemente (6o0:Ktc; äv
K:t5\.:) acompafiada de una recitaci6n de. la pasi6n (Ka:-ra:yyE.A.A.ETE
1;0V 9avcnöV -roy KUp(ou), es una conjetura probable (aunque. no

7 El particioio sirfaco con el pronombre personal s.e cemplea .constantemen-


te para. indicar' el futuro .. yhbn' traduce .o<0ow en Jn 13,26; Lc 4,6.
8 J. Jeremias, Die· Abendmahlsworte .;Jesu (Gotinga 1949) 103-10~.
72 EL RELA TO DE LA P ASION

pasa de conjetura) que la tradici6n fundamental de la pasi6n adquiri6


su forma en este contexto. Si es asi, es probable, por razones generales,
que las «palabras de la institucion», que proporcionan la clave mas di-
recta para entender el sentido del conjunto, estuvieran incluidas en
el texto. Si las palabras y acciones sacramentales estaban incluidas en
la forma del relato de la pasi6n conocido por e1 cuarto evangelista, no
serfa dificil dar motivos probables de su omisi6n; pero sigue siendo
posible que tuvieran un puesto distinto en la tradici6n que utiliz6 este
evangelista.

Marcos -y, dependiendo de el, Mateo- alude a la ultima Cena


propiamente dicha solo en una oraci6n circunstancial, que sirve para
introducir los incidentes que interesan de modo especial a estos evan-
gelistas. En Mc 14,18 leemos: Kal O:vaKELµEVC0V al.rtwv Kal E.o8L6v-
TC0V, que conduce al anuncio de la tradici6n de Judas, y en 14,22 te-
nemos de nuevo Kal E.o8L6VTC0V aÖTWV, que conduce a las palabras
y acciones sacramentales. De modo semejante en Juan, tras las frases
introductorias, leemos: Kal ÖE(TCvou yLvoµEvou (v.l. ycvoµEvou),
que, tras un largo parentesis, conduce a un relato que no se encuentra
eu lus si11uJ_JLicus: el Jel lavaLorio Je los pies de los Jisdpulos. Este re-
lato se encuentra inserto en una pericopa larga y compleja ( 13,4-15 o,
si incluimos las sentencias asociadas, 13,4-20). Mucho de csto tiene
el caracter. de comentario o interpretaci6n teol6gica. El evangelista
ha acumulado de hecho en este pasaje diversos matices simb6licos,
que lo convierten en un <1frontispicim> apropiado de todo el relato de
la pasi6n 9 • Sin embargo, el incidente que forma e1 centro del conjunto
es La uarraJu cuu grau sÜuJ_JlidJaJ: «Sc lcva11Lu Je lu we~a y, quitilndo
se el manto, tom6 una toalla y se la cifi6; ech6 luego agua en una jo-
faina y comenz6 a lavar los pies a sus disdpulos. . . Cuando acab6 de
lavarles los pies, se puso otra vez el manto y les dijo ... 'Os he. dado
ejemplo para que hagais vosotros lo mismu l[ue yo os hc hccho'»•. Si
quitamos el comentario teol6gico, que podemos muy bien atribuir al
mismo evangelista, nos encontramos con una narraci6n sencilla söhre
Jesus, que confirma con su ejemplo una lecci6n de humildad y .ser-
vicio 10 • ·

Se ha hecho notar con frecuencia que el relato lucano de la pasi6n


presenta un precepto que queda eficazmente ilustrado por nuestra nac
rraci6n; sin embargo, el relato lucano no asigna exactamente la misma
secuencia que la narraci6n de Juan, sino que presenta una transposi-
ci6n relativamente ligera: Tl<; yap µctl,;C0v, 6 O:vaKdµcvoc; fl. 6
ÖLaKOVWV; ouxl 6 O:vaKELµcvo<;; E.yw ÖE EV µfo<tJ uµwv clµl
6lc; ö füaKovwv (Lc 22,27). La situaci6n aqui descrita esta reprodu-
cida exactamente en la narraci6n joanea: los disdpulos son ol O:vaKEL-
Cf. Interpretaci6n, 401-412.
9
De modo un tanto semejante, Buhmann (ad loc) describe 13,4-5.12-20
10
como «fragmento tradicional», comentado por Juan en vv. 6-11.
LA DESPEDIDA 73

µc.vot, Jesus 6 Öto:Kov&v 11 • La correspondencia es tan exacta que


con frecuencia se piensa que 1a narraci6n joanea depende directamen-
te del dicho lucano. Pero es prematuro sacar esta conclusi6n antes
de establecer la comparaci6n sobre una base mas amplia.
EI dicho de Lucas que acabo de citar forma parte de una secuen-
cia que comienza afirmando que habfa surgido entre los disdpulos una
disputa sobre quien era el primero. Jesus intervino con una sentencia
en 1a que se contrapone la conducta de los reyes y los que ejercen el
poder entre los gentiles con la que se espera de sus propios disdpulos:
uµc.'lc; 5E. oux OÜ'Tcuc;, &A.A.' 6 µc.(~cuv EV öµ'lv ywE.o'Scu c0c; 6 vc.c:i>-
1:Epoc; Ko:l 6 T}youµc.voc; c0c; 6 Öto:Kov&v. Esto conduce, a su vez,
a la sentencia tan adecuadamente ilustrada por Juan. Todo el pasaje
tiene un paralelo en Mc 10,42-45; sin embargo, la afinidad verbal es
tan pequefia que serfa precipitado concluir que Lucas esta copiando
aqui a Marcos. Pero esto no es todo. En Lc 9,48 encontramos una re-
petici6n del dicho de 22,26 (evidenteinente el mismo), pero el lengua-
je es de nuevo tan diferente que proviene casi ciertamente de una fuen-
te diversa (escrita u oral): 6 µtKp6-tc.poc; E.v nO:otv öµ'lv önapxcuv
oi~h6c; E.onv µE.yo:c;, Encontramos; ademas, formas variantes del niis-
mo dicho en Mc 9,35; Mt 20,26-28; 23,11. En conjunto, el dicho, en
varias fornias, aparece ·en los sin6pticos seis veces. Sea cual sea la
verdadera interpretacion de las complejas ihtettelaciohes llterarias de
estos pasajes, patece claro que una maxima a este respecto ocupaba un
puesto de especial importancia en la tradici6n de los dichos del Sefior
y qtie entr6 a formar parte de varias formulaciones diversas de su
ensefianza. · En Mc 10,42-45 el ejemplo de Öto:Kov(o: dado por el
S<."iior -e~til conectado espedfir.ilmi;-ntf." mn s11 m11~rt~ sflcrifidal; lo mis-
mo cabe decir de Mt 20,26-28, que sigue a Marcos. En Mc 9,35 no
aparece tal conexi611, as1 como tampoco cn los paralclos de Matco y
Lucas. Pero en 22,26-27 Lucas ha establecido de hecho la misma co-
nexi6n al poner el dicho en el contexto de la ultima Cena, inmediata-
mente antes de la pasi6n.
Pero no hemos llegado todavfa al final de esta serie de pasajes ana-
logos, EI pasaje cristol6gico de Flp 2,6-11, con su enfatica llamada a la
pasi6n del Sefior _eri cuanto ejemplo de vida cristiana, es el desarrollo
directo -de una exhortaci6n a 1a humildad y a preocuparse por los inte-
reses de los demas. Muchos criticos modernos piensan que este pasa-
je es una espede de ~~him.no de fe» de origen prepaulino. Si considera-
11 En Lc 17,8 encontramos unil clf'srripdnn tfpka rlt: (6 Bl<XKov&v). Es
el esclavo a quien su amo dice: 'E-ro(µcxaov -r[ 5Emvi]acu K<Xl TIEptl;cuaaµE-
voc; füa:K6VEL µot ~cuc; cp6:ycu i<cxl n[cu. C.:uartdo se invierte la relaci6n amo-
siervo, es el amo quien 1tEptl;C:,atö't<XL Kcxl... fücxKOVTJOEL cxöw'ic; (Lc 12,37).
Asi, Juan subraya aqui, repitiendo el verbo (4-5), que Jesus estaba 5LEl;cua-
µf.voc; para su acto de ser\ricio. -N6tese, sin embargo; que en los pasajes lucanos;
al 'igual que en Lc 10,40; Jn 2,5-9; 12,2, la füa:Kov(cx es servir a la mesa. Si
este pasaje fuera una «eseena ideal» que ejemplificase la idea de· Cristo como
fn6:Kbvac;, debedamos ericontrar aqui un relato sobre Jesus sirviendo a sus
disdpulos mientras estos estaban sentados a la mesa para el &.'invov.
74 EL RELA TO DE LA P ASION

mos la importancia que los preceptos sobre la humildad, la sumisi6n


y el servicio mutuos tienen en vatias formas de catechesis 12 y los di-
versos modos en que estos preceptos estan conectados con la idea del
autosacrificio Je Cristo u, nos inclinaremos a ver en Flp 2,1-11, .no una
creaci6n paulina (al menos en lo s11standal), sino nna forma de un
articulo muy fundamental de didache cristiana, profun<lamente arraiga-
do en la primitiva tradici6n sobre los dichos, hechos y sufrimientos
de Jesucristo. Lo encontramos formulado de diversas maneras: en afo-
rismos, en dialogos, en pasajes mas amplios de narraci6n y dialogo
combinados en que el contexto da pie a un dicho particular, enmaxi-
mas catequeticas y, finalmente, en el himno de fe (si es himno de fe)
que hallamos en Flp 2. A estas f ormas multiples en que puede ser
presentado este importante pasaje doctrinal, debemos afiadir ahora lo
que podemos llamar la «historia ejemplar», como la encontramos en
Jn 13,417.
No cxiste, por tanto, ninguna razon solida para suponer que e1
cuarto evangelista encontr6 cl dicho sobrc la humildad y el servicio
en el relato lucano de la pasi6n y que lo convirti6 en una narraci6n.
Es mucho mas probable que lo tomara independientemente de la tra-
dicion y qw;- lo tratara lm~p;o a s11 manera, con el fin de sugedr„ median-
te el simbolismo, las ideas profundamente teol6gicas que querfa estu-
vieran en la mente de sus lectores al embarcarles en el relato de los
sufrimicntos y mucrtc de Cristo. Esta opini6n es aun mas probable
si consideramos que la narraci6n en s1 misma no se aJapta muy bien
a lo que el evangelista pretendfa al utilizarla, si exceptuamos que el
uso del agua para el lavatorio introduce toda la gama del simbolismo
del agua, que desempefia un papel tan extenso en el Evangelio. EI
scntido primario de la narraci6n estriba en la idea de la imitatio Chris-
ti, expresada con grnn sencillez en 13,15. Hay ademas otros sentidos
subsi<liatius, conectados con las ideas de lavar-bafiar-limpiar, de la
uni6n de los disdpulos con Cristo conseguida al ser «lavados» (bauti-
zados) por el, y de la posibilidad de que incluso uno que haya sido
«lavado» por Cristo pueda no estar «limpio» (Judas). Pero todas estas
12 Sumisi6n y s.ervicio mutuos en Ef 5,21: ÖTio-raaa6µEVOL 6:A.A.T]A.oLc; lv
<J>6ßcp XpLawO; Gru 5,13: öouA.EuE-rE O:A.A.T]A.oLc;; 1 Pe 5,5: TI6:v-rEc; O:A.A.T]-
A.otc; -rTiv -raTIELvocppoauvriv lyKoµßwaaaSE; Rom 12,10; -rfi nµft O:A.A.T]-
A.ouc; Tiporiyo6µEvoL.
B . Rom 15,2-3: EKaa-roc; Tjµwv -r(['> TIAT)alov O:pcaKE.-rw„. Kal yap 6
XpLmoc; oux fo.u-ri{) lipeaev, con una cita de Sul 68,10 (un salmo del Justo
Paciente que ha proporcionado .diversos testimonia). 'Apf.aKELV comporta ge-
neralmente (especialmente en Pablo) una idea de subördinar el propio . deseo,
elecci6n e incluso liberfad a otro. En Col 3,12-13 (Ka6wc; Kal 6 KUpLOc;), to-
mado con el pasaje paralelo Ef. 4,32-5,2 (Ka6w<; Kal 6. Xpta-roc;„. mxpföw-
KEV E.au-r6v), es daro que la idea c:lel sacrificio de Cristo se insim1a cuando se
tta.ta d.e XPfJO'rÜ'rfJ<; y -raTIELvocppoo6v'l'). De modo parecido en Ef 5,21ss la
idea general de mutua sum.isi6n conduce err seguida a 6 XpLITTo<; fiy6:TifJOEV -rTiv
EKKAfJO[aV KO:l E.au-rov TCapE:OwKEV ö'Ji:Ep ö:U1:fic; (v. 25). Todo esto explka
Ia·natufäli'dad 'de la transici6n• en Flp 2 de la idea -rfi -ra.TIEwocppoauvn O:A.A.T]-
A.ö<uc; Tjyo6'µcVOL U'ITcpf.xovrO:<; EaU'rWV al pensamiento del autosacrificio . de
Cristo. · · ·
LA DESPEDIDA 75

ideas estan conectadas con la narraci6n de un modo evidentemente


artificial. Concluimos, pues, que Juan no invent6 esta narraci6n, sino
que la encontr6 y la utiliz6.
As1, pues, si dejamos de lado los comentarios del evangelista, po-
detnos ver que el relato es comparablc con algunos de los que apare-
cen en los sin6pticos. Su modelo es semejante al de algunas petkopas
que suelen ser clasificadas como «telatos declaratorios», solo que en
nuestro texto el acento recae sobre la acci6n de Jesus, tratada como
ejemplo dado a sus seguidores, y no tanto sobre las palabras que apli-
can el ejemplo. Historias ejemplares de este tipo no son frecuentes
entre las unidades tradicionales que aparecen en los evangelios, aunque
la invitaci6n a seguir el ejemplo de Jesus es probablemente un motivo
formative mas frecuente de lo que se suele admitir. En todo caso, la
narraci6n sobre Jesus y el nifio de Mc 9,36-37 es un ejemplo expreso
dado pot el Maestro a sus disdpulos que «acojan a. cualquier nifio de
estos» del mismo modo. En efecto, si reflexionamos sobre maximas
como 'TCpoaA.aµpavrnec. ä:A.A.i]A.ouc; Ka8<l>c; Kal 6 XpLa-roc; Tipo·
aEA.aßc.Lo iJµä:c; (Rom 15,7), -rov ä:a8'Evo0v-ra ... 'TCpoaA.aµßCx:vrn-
8E ... 6 8Eoc; yO:p au-rov Tipoac.A.aßE•o (Rom 14,1-3 ), no nos re-
rmltnrii diHcil pcnsar quc, no solo lu perkopn ll que ::in1h::imrn1 cfo alu-
dir, sino tambien los relatos evangelicos sobre Jesus y los «publicanos
y pecadores» ( oChoc; ä:µap-rcuA.ouc; TipooMxi:Tm, Lc 15 ,2) pi.1dieron
haber sido compuestos en parte como historias ejemplares. Es mas
que probable que al menos algunas de las narraciones sobre curadu-
nes se conservaron como cjcmplos para los «curadores» carismaticos
cristia.uus; las nanado11es que presentaban la actitud de Jesus. con res-
pecto al sabado pretendfan, sin duda, guiar la conciencia cristiana en
temas controvertidos como los aludidos en Rom 14,5.
Hay, pues, razones s6lidas para pensar que la perkopa del pedila-
vium fue tomada del mismo dep6sito de la tradici6n que · muchas de
las unidades del relato de los sin6pticos. Otto problema es si fue trans-
mitida, al igual que algunas otras, como una unidad independiente o,
mas bien, como parte integrante de la forma especial del relato de la
pasi6n conocida por el cuarto evangelista. Corno hemos visto, su in-
troducci6n, con la oraci6n circunstancial ßc.('TCVOU yLvöµS.vou, es analo-
ga al modo como los sin6pticos han utilizado oraciones circunstancia-
les (genitivo absolute en griego) para introducir algunos incidentes
de la Cena. Sin embargo, el gf'nitivo ahsolnto abre con cierta frecuen-
cia una perkopa que no ·esta necesariamente conectada con lo que pre-
cede 14 , y f>E(Trvou yLvoµS.voü, que significa de hecho «estando un dfa
cenando», serfa un comienzo muy l6gico para una narraci6n como
esta. Si, por otro lado, lo consideramos como parte integrante de la
tradici6n joanea de la pasi6n, entonces f>ELTCVOV tendrfa su sentido
14 Asf, en Mc 5,21, 5LCX'ltEp6:oavroc; wiJ 'l'r]ooiJ etc; -ro -rcEpav significa
«una vez, cuando Jesus habfa cruzado a la otra orilla»; en Lc 9,57, -rcopeuoµEvc.:iv
o:ö-r&v EV -rft ö&c;i significa «una vez, yendo de camino»; Lc 17,12, etoepxo-
µEvou cxö-roiJ e.i'.c; nva KWµT]v, «una vez, mientras entraba en una aldea».
76 EL RELATO DE LA PASION

tecnico: el KUpLaKov ÖELTIVOV de (1 Cor 11,20). En tal caso, tendrfa.


mos una prueba ulterior de que Juan no esta siguiendo a los sin6pti-
cos, ya que estos no llaman nunca al banquete eucaristico ÖELTCVOV,
si bien el texto largo de Lucas, que parece reflejar el uso liturgico de
una Iglesia paulina, emplea el verbo ÖELTCVELV (22,20). Pero yo no da-
rfa demasiada importancia a este hecho.

Resumiendo podemos decir que en nuestro estudio de este primer


estadio o acto del relato de la pasi6n hemos encontrado dos pasajes en
que, con gran probabilidad, el cuarto Evangelio depende de una for-
ma de la tradici6n totalmente independiente de los sin6pticos: su ver-
si6n de las «palabras de la instituci6n», que parece presuponer una
traducci6n de un original arameo distinto del que se halla detras de
la traducci6n sin6ptica; y el pedilavium, una historia ejemplar con una
forma y un caracter semejantes a algunas unidades de los sin6pticos,
pero que ni ha sido tomada de estos ni ha sido tampoco compuesta
por el evangelista para sus fines simb6licos. Sin embargo, no podemos
saber con certeza si estos dos pasajes, o uno de ellos, formaban parte
de la tradici6n de la pasi6n que lleg6 hasta Juan. Pot lo demas, las
tres predicciones -de 1a traici6n de Judas, de la negaci6n de Pedro
y Je la Jeserci6n de los Doce- estan firmemente im:rusLa<las en el
relato joaneo de la pasi6n, al igual que en los otros. Sin duda„ el
evangelista las reelabor6 al componer su relato extretna<lamenLe perso-
nal, pero 110 hay evidenda suficiente para <lecir con scgUl'idad si las
tom6 o 110 de los sin6pticos. Con todo; si se admite quc hcmos alcan·
zado ya una razonablc probabilidad de que existfa una tradici6n inde-
pend ien te, no hahra dificultad en admitir que los fen6menos estan de
perfecto acuerdo con la opini6n <le 4ue, asl'. comu Lucas rdaLu estas
pte<licciones siguiendo una tradici6n al parecer diversa de la de Mar-
cos, el mismo procedimiento fue seguido por Juan.
4. EL PRENDIMIENTO

Marcos presenta las predicciones del abandono de los Doce y de


la negadun <le Peu.tu (ya tratadas) como si hubieran sido pronuncia-
das en una conversavi6n mantenida en el camino de Jerusalen al Monte
de los Olivos. El siguiete acto del drama comienza con la llegada al
xc.up(ov ou 'TO ovoµa: ri::Horiµa:vi::( (14,32). He aqui la escena de
los acontecimientos que van a ser narrados ahora. Se divide en · dos
grupos principales:
1) La oraci6n de Jesus y el adormecimiento de los disdpulos.
2) a) Traici6n y arresto;
b) el ataque al esclavo del sumo sacerdote;
c) protesta de Jesus y huida de los disdpulos;
d) fuga de un joven.

EI ultimo episodio es peculiar de Marcos y no ha dejado rastro en


ninglin otro sitio. Pot lo demas, Mateo sigue de cerca a Marcos: tiene,
por lo general, muchas coincidencias verbales con el e inserta algunas
adicioncs de poca importunciu, gin perturbar id esquema marrnno. La
dependencia literaria es cierta.
No ocurre lo mismo con Lucas. Sus divergencias con respecto a
Murcos son considerubles y plantean de nuevo 1a pregunta sobre una
segunda fucntc. Existe, sin embargo, una not11blf' rliforenri::I en este
respecto entre los apartados 1) y 2). En Lc 22,40-46, que cubre el
mismo terreno que Mc 14,32-42, aunque mas brevemente, las cöinci-
dencias verbales son escasas 1 . La expresi6n npooi::uxi::o8i:: i'.va: µ~
( ELO')EA8Tj'TE i::lc; napa:oµ6v es comlin a los dos. En Lucas cierra
toda la escena, pero aparece tambien, en una forma ligeramente di-
versa, al comienzo: npooi::uxi::o8E µ~ i::loi::A.Hi::'lv i::lc; napa:oµ6v.

t La comparaci6n se hace mas complicada a causa de las variantes textua-


les exisLentes en Lucas. Los vv. 43-44, aunque atestiguados por ~De y otros,
faltan en muchas autotidades, mientras que otras los insertan en el pasaje pa-
ralelo de Mateo. Si incluimos estos versiculos en el texto, la divergenciä con
respecto a Marcos se hace mayor. Pero aun omitiendolos, la proporci6n de pa-
labras comunes a los dos no es grande. De 171 palabras importantes · en Mc
14,32-42, Lucas tiene solo 18 (en contraste con las 123 de Mateo ). Estas 18
pueden elevarse a 23, si contamos la frase repetida rrpOO'EUXE09E µT] e.toe.A,9e.'i:v
Elc; m::Lpo:oµ6v. Aun asi, no llegan a exceder el 32 % del texto breve de Lu-
cas y el 23,5 % de! texto largo; mientras que de las 195 palabras de Mateo,
el 63 % es matcano.
78 EL RELATO DE LA PASION

Solo esto confiere ya al relato un tono un tanto diferente: la escena


es desde el principio una TIELpaaµ6c; para los disdpulos; de hecho, es
Ja «criba» sobre la que han sido advertidos unos pocos verskulos antes
(Lc 22,31). AIH Jesus or6 con Pedro, que se encontraba en dificultad;
ahora les exhorta a todos a orar y el mismo lcs prcccdc con el ejemplo.
EI desarrollo l6gico es mas claro en Lucas. La formulaci6n de la oraci6n
coincide con la de Marcos en las palabras TiapE.vc:yKE 'tOU'tO 'tO 'ITO't~­
pLOV cX'IT' EµoO, pero la segunda frase se acerca mas a Mateo que a Mar-
cos. Fuera de esto, no hay ya coincidencias verbales, si exceptuamos algu-
nas palabras indispensables conio Tipoac.uxc.aem y Ka9c.6öav. Fal-
ta la palabra clave de Marcos: YPTJYOpc.l'Lc.. En conjunto, Lucas es
mucho mas breve, sin embargo, encuentra espacio para una frase como
cXTirnmxaeri aTI' al'.m7>v wad A.(9ou ßoA.~v, lo cual no da la im-
presi6n de que estuviera abreviando deliberadamente un relato que
tenfa ante los ojos. Semejante impresi6n es aun mas debil si los vv. 43-
44 han de ser considerados como pertenecientes al texto autentico.
Describen la tristeza de Jesus en terminos totalmenle diferentes de
los correspondientes en Marcos (14,33-34) y dan, ademas, una res-
puesta a la oraci6n, de la que Marcos no dice ni palabra. En resumen:
110 hny raz6n suficicntc para pcnsar quc Lucas utiliz6 u Murcos en
esta secci6n (ya que las dos frases comunes a ambos son de tal natu-
ralcza que podrfon flpfltecer inc.luso en formas independientes de la
tradici6n) y existen razones s6lidas para pensar que la segunda fueule
que. encontramus ya eu la secdun precedente sigue siendo la base Jd
relato de Lucas. Nos podrfamos prcguntar si no representara Lucas un
esLa<liu mas pdmitivo de la tradici6n. Estos pasajcs de Marcos cstan
1nuy elaborados, St1 presentaciön ticnck a inculcar unn de los temas
mas constantes de la pateilesis cdstiana: el tema del «dormir». y <«les-
pertar» 2 • La triple vuelta de Jesus junto a sus disdpulos dormidos
mientras el esta orando con profunda tristeza, esta bien calculada para
inculcar en el lector la enormidad del pecado de que se han hecho
culpables los disdpulos y del que se pueden hacer culpables tambien
los .cristianos si no obedecen la llamada a «despertar del suefio». La
maxima, 'tO µEv Tivc.Oµa Tip69uµov ~ OE. aO:pE, d:crec.v~c;, se adap-
ta bien al caracter parenetico de la perkopa 3 •
En la segunda parte de esta secci6n la relaci6n entre Marcos y Lu-
cas es diferente. Las coincidencias verbales son mas importantes 4 y la
concepci6n general de la escena es la misma. Hay razones s6lidas para
creer que aquf Lucas tenfa a Marcos ante sus ojos, aunque sigue sien-
· 2 Cf; Parables of the Kingdom (Nesbet 1961) 122-125 (Collins 1961)
115-118.
3 Un bello .fragmento de prosa retorica, tomado quiza de un sermon cris-
tiano» (W. L. Knox, Sources of the Synoptic Gospels, vol. I, 126).
4 . No todas las expresiones comunes son las inevitables al relatar los . mis-
mos'. acontecimientos: n6tese o:ÖTOU A.o:i\oOvroc;, el innecesario Etr, · T<7>v · 5c0-
f>EKo:; Etc; Ttc; (que aparece tambien en Mc 14,51; pero en ninglina otra parte
de los escritos lucanos) y el curioso termino empleado para designar la muti-
laci6n de una oreja: O:cpt'LA.Ev.
EL PRENDIMIENTO 79

do posible que algunas de sus peculiaridades de menor impori:ancia ( en


22,48.52.53b) se deban a que continua usando una forma alternativa
de la tradici6n ademas de Marcos. Esta segunda fuente explicarfa las
sorprendentes adiciones que Lucas, .en su abreviadisima versi6n, ha
hecho al material que le es comun con Marcos; cstas adiciones serfan:
a) 1a pregunta K6pLE Et Tia-r6:E,oµEV EV µaxalpn; b) el golpe en
la oreja derecha, la represi6n ECXTE 1:'.wc; -ro6-rou y la curaci6n de la
herida; c) 1a densa sentencia: aü-rri EoTLV öµ&v ~ wpa Kal ~ EE,ou-
o(a -roO oK6-rouc;.
Volvamos ahora al cuarto Evangelio. La frase de transici6n, que
pone a Jesus y a sus disdpulos en la escena del atresto, difiere con-
siderablemente de Marcos. Este (despues de habernos dicho que tras
la ceha salieron para el Monte de los Olivos) relata ahora su llegada
a «una finca llamada Getsemanf». Juan no dice nada sobre el Monte
de los Olivos y no menciona el nombre de Getsemani. Dice, en cam-
bio, que Jesus fue con sus disdpulos m~pav -roO XELµ6:ppou 'l'WV
KE.opwv 5 ÖTiou ~v K~Tioc;, adonde entraron; afiade que era un lugar
adonde solfa ir con frecuencia con sus disdpulos (cf. la expresi6n de
Lucas Ka-ra -ro geoc;, referida al retiro de Jesus al Monte de los Oli-
vos, aunque quizas no signifique exactame11te lo 111is1110) 6 . No hay con-
tradiccion entre las dos afirmaciones: un grupo que fuera de Jerusalen
al Monte de los Olivos cruzarfa dertamente cl Ccdr6n. Pcro es igual-
mente cierto que Juan no pudo aprender esto de Marcos. Si tenfa ante
si el nombre de Getsemani'., no hay ninguna raz6n convincente para
gue no lo copiara 7 (dada su inclinaci6n por los nombres de lugar),
aun cuando se sintiera obligado a afiadir que la finca asi llamada no era
de ·hecho un olivar (como parecerfa insiuuar su 11u111b1t, ~i e~ que re-
presenta a j~~-ri~., «lagar» ), sino un huerto 8 • Si suponemo~ que esta

5 'O XElµo:ppoc; 'r&v KE.öpCJv, «torrente de los ce<lrus», es .eviuentemente

griegö al nombre )1'11~ 'N .


un intento popular (basado en la fonetica) de dar un sentido inteligible en
Aparece en algunos mss. de los LXX, que otras
veces leen xdµappoc; KEopc.Jv. Josefo emplea XE[µo:ppoc; KEopwvoc; (Ant.
VIII, 17). El nombre no aparece en ninguna otra parte del NT;
6 Lc22,39 alude probablemente a Lc 21,37, donde se resulhen los acon-
tecimientos del periodo inmediatamente anterior a la Pascua fatfdica: ~v OE
-rac; T]µEpo:c; Ev -rt;> lEpt;> otMaKwv i:O:c; oE. v6Ki:o:c; E.f,EpxoµEvoc; riöM(c:i:o
ELc; TO öpoc; 1:0 KO:AouµEVOV 'EA.mc.Jv. Jn 18,2, TIOAACxKlc; auvi']x9r] , 'noouc;
eKEl µi;:i:Q; 'rWV µo;Elni:&v o;Öi:ou, sugerirfa que el huerto era utilizado como
lugar de cita.
7 Tambien Lucas ha omitido el nombre de Getsemani. A Lucas . no ·le
gustaban estos incultos nombres semi'.ticos; omiti6 tambien r6A.yo80:; pero
Juan tiene predilecci6n por ellos.
8 No se si se podrfa üsar Kfjrtoc; en un sentido . lato para designar. ·un
olivar. Normalmente parece significar un terreno donde se cultivan hierbas, · ve.-
getales y flores, como contrapuesto a un plantio de arbustos o a una arboleda
(Tia.p!XoELaoc;), asf. como a los terminos especializados ö:µTIEAc.0v, auKwv, E.A.mc.Jv
(cf. Am 4,9). Sin embargo, el TIO:pCxOELooc; en que se acus6 falsamente a Su-
sana. de comportamiento indecoroso (Dn 13,36) y que contenia arboles (inclu-
yendo un ax'lvoc; [v. 51] y un Tiptvoc; [v. 58], recibe tambien el nombre de
80 F.L RET,ATO DE LA PASTON

descripci6n es el resultado de «redactar» o «corregir» a Marcos, la


manera de proceder tendria muy poco sentido y ningtin interes para
los lectores de Efeso al final del siglo r. T odo el asunto es trivial y
esta es precisamente la raz6n por la que, en mi opini6n, este pasaje
es una de las pruebas mas convincentes que hemos encontrado hasta
ahora, de que Juan estaba escribiendo aqui independientemente de Mar-
cos y basandose, a la vez, en informaci6h s6lida, que habia sido trans-
mitida probablemente en una forma separada de la tradici6n.
La primera escena de este acto del drama segun Marcos falta en
el relato joaneo de la pasi6n, que no contiene ni la oraci6n de Jesus
ni el adormecimiento de los disdpulos. En un momento totalmen-
te diferente del relato (Jn 14,31) encontramos un aparente eco de la
frase marcana E.yE(pEaHE ö:ycuµEv, con la que termina esta escena
y los actores pasan a otra nueva. Volveremos en seguida sobre este
punto. Hay tambien lo que podria muy bien ser una reminisoencia
del lenguaje sin6ptico en las palabras con que Jesus rechaza el intento
de resistir a su detenci6n: 'I:O TIOT~ptov ö DtöcuKEV µot 6 TI:aT~P
au [.l~ TILCLJ au'r6 (18,11). Esto hace pensar en la formulaci6n de la
oraci6n, que en los tres sin6pticos tiene la palabra clave «caliz» (1101:~­
plOV), si bicn solo Matco cmplca cl vcrbo TILVClV ( ,~bcbcr~, ). Sc podria
decir que Juan ha corrido un velo sobre la escena por motivos de res-
peto 9 y, omitiendo la lucha interior, ha convertido Ja aceptacion final
en una declaraci6n abierta, Este argumento tiene su fuerza, Pero la
idea de la pasi6n como un «caliz» que <lebe ser bebido no. esta limi-
tada a este contexto. Aparece tambien en Mc 10,38-39 ('ro TIO'r~ptov
Ö E.yw rr(vcu). Se debe buscar el trasfondo de la expresi6n en pasajes
profetico5 como !!; 51,17 23; Jr 32,117 (25,1535), donde el 11o•~pwv
es un simbolo de los terribles juicios de Dios 10 • Estos pasajes resue.nan
en Ap 14,10; 16-19, etc. EI empleo sacramental del termino (Mc 14,23;
1 Cor 11,25) conserv6 siempre viva la idea del «caliz» como si'.mbolo
cle los. s11frimientos de \,risto. No es, por tanto, necesario hacer retµon-
tar la idea de «heber el caliz» de Jn 18,11 a ningtin pasaje particular
de los demas evangelios; es intrinseca a toda la tradici6n.
KflTia<;, y en un Kfl1wc; se podian cultivar paµvOL (EpJr 71), «Corregir» xwplov
oo i:o övoµa fE8011µavc:[ por Kfliroc; seria, en cualquier caso, una mera pedan-
teria.
9 No por motivos teol6gicos; Juan no era un doceta; cf, infra, pp, 132-133,
326-327.
JO En Jr 32,lss (25,15ss) la palabta del Setiot viene al profe!a: · AÜ.~E
TO TIOTiipt0v TOU oi'.vou TOÜ .d:Kpai:ou TOUTOU EK xapoc; µou, Kat TIOTLEL<;
mxvi:a i:O: E9Vr'}.„ KCXL Epe.Yc:, OÖ'rQC: l':L'ltEV K6pLOc;, CTL6Vll'.t; 'lt(eu0io. Parece
imposible evitar la sospecha de que estas expresiones constituyen el trasfondo
del lenguaje liturgico de Mt 26,27: A.aßci>v Tio-rfipLov„. föwKEV m1-roi:c; Aeywv,
ntETE u: aui:ou TICxVTE<;. El «ciiliz» del sufrimiento es aceptado por Cristo
y dado por eI (la KOLVU>V[a TWV Tia011µa'tU>V au-r,ou) a sus disdpulos. Por-
que Cristo lo ha bebido, es el «ciiliz de salvaci6n» (cf. Sal 115,4: iro-rfiptov
o@1:l']ptou A.T]ljJoµaL Kal i:o övoµa Kup(ou E.mKaMooµm). No deberfamos
sorprendernos de encontrar el simbolismo de ·«beber el ciiliz» en ningun mo-
mento ni en ninguna rama de la tradici6n en que s.e hable de la pasi6n de
Cristo.
EL PRENDIMIENTO 81

Estas consideraciones relativizan notablemente la op1mon que, a


primera vista, parecerfa apoyar la dependencia de Juan con respecto a
los sin6pticos. Su fuerza aumenta cuando observamos que Juan cono-
da probablemente la tradici6n de la oraci6n de Jesus, pero en una
forma distinta de la de los sin6pticos.
EI pasaje en cuesti6n es 12,27-28, que ha sido reconocido por mu-
chos como equivalente en cierto sentido a la perkopa de Getseman1
de lo.s sin6pticos 11 . Su nucleo es una oraci6n que atraviesa dos esta-
dios muy semejantes a los dos estadios de la oraci6n en GetsemanL La
forma lucana es la que mejor se presta a una comparaci6n:
Lc 22,42 Jn 12,27-28
n&rEp ... TI:apEVEYKE TOÜTO TO 1TO- ncrn:p o&o6v µE EK -riic; wpac;
TTJ PlOV cm' Eµoü -ra6-rY]c; (cf. Mc 14,35:. 1TpooE6XE-
-ro i'.va ... TI:apEA.6D cm' auToO TJ
wpa)
µ~ TO BEAY]µa µou CTAAa TO aov n&rEp 56~ao6v (JOU TO övoµa
YLVEa9Cil

EI lenguaje tiene un cufio joanco: wpa, ooE,at;av, övoµa; aunque


ninguno de ellos es peculiar a este Evangelio, son terminos favoritos de
Juan. Pero la concepd6n subyacente es la misma que la de los sin6p-
ticos 12 . Hasta aqui, se podrfan explicar los fen6menos apelando a una
reelaboraci6n del relato sin6ptico por parte de Juan. Pero existen otros
hechos que deben ser' tomados en consideraci6n.
En Jn 12 e1 pasaje comienza con una alusi6n a Sal 41,7; YJ tpUX~
pn11 FTa:paxBri (en Jmi.n: viJv Ti q1ux~ [.w1.1 1:e16:po:"K:to:l, c:f. 13,21:
'I riooOc; ETapaxeri •<{) Tivc:6µan). En Marcos comienza con una
alusiuu al vetskulu prece<le11Le <lel mismu salmu: i'.vo: "CL m~p(i\uTCoc;
d, Y). t!JUX~ (en Marcos: Tic:pti\uTI6<; E.onv iJ ttJuxo µou, cf. 14,34) 13 •
La coincidencia demuestra que los dos evangelios presentan a Jesus
cn su condici6n dcl Justo Pacicntc dcl salmo. Los dos dan, por tanto,
expresi6n a la misma idea de la pasi6n. Pero 1a dependencia de Juan
con respecto a Marcos parece ser aqui imposible.
11 Extrafiamente algunos criticos lo han considerado como paralelo de la
transfiguraci6n. El unico punto en comun es el bath qol, que, sin embargo, tie-
ne un contenido diferente en cada caso. Por lo demas, no hay niguna seme-
janza en forma o c;:ontenido, ~alvo que en los dos pasajes aparece el concepto
de la 56~a de Cristo. Pero cf. la nota siguiente.
12 Cristo glorifka al Padre llev!lndo a cabo su obra ( 17,4) v la obra es
llevada a cabo en su pasi6n y muerte (19,30), pues la EVTOATJ del Padre, que
el Hijo obedece, es «entregar su vida» (10,17-18). Este es el 9EAY]j1Ja del Pa-
dre que el Hijo busca (5,30), que vino a hacer (6,38) y que, mientras es.ta en
la tierra, es su ßp&µa (4,34). As1 es como la muerte sacrificial de Cri.sto
(su autodedicaci6n, 17,19) es su glor~a, porque en ella (en su plena aceptac16n
del Sfäriµ.a del Padre) el Padre es glorificado. As1, en e1 contexto del pensa-
miento joaneo, no hay diferencia sustancial entre 9EAT]µa -ro aov yLVE09Cil y
56~ao6v oou TO övoµa.
13 Cf. supra, pp. 52, 56-57.

6
82 EL RELATO DE LA PASION

Mas aun, en Marcos la oraci6n queda· sin respuesta. En Lucas (tex-


to largo} hay una respuesta: wcp011 o:ui:c;'> äyyEA.oc;; eh• oupo:voO
EVLoxucuv o:ui:6v. Tambien Juan da una respuesta: fiA.0Ev ol'3v cpQvT)
EK i:oü oupo:voü, a prop6sito de la cual comentan los circunstantes:
äyyEA.oc;; o:ui:c;'> AEAcXA1lKEV. No hemos de suponer que esta res-
puesta se basa en Lucas, aunque las dos tienen un trasfondo comun.
Hemos visto ya que hay razones para creer que Lucas y Marcos estan
siguiendo independientemente formas separadas de la tradici6n. Aqtii
reconocemos una tercera forma de tradici6n subyacente en Juan, tra-
dici6n que tiene afinidad mas o menos remota con lade Lucas.
Pero la historia no acaba aquf. Hay un pasaje en Heb 5,7-8 que
describe la oraci6n de Jesus «en los dias de su carne». La mayorfa de
los comentadores han visto certeramente en el una alusi6n a la oraci6n
antes de la pasi6n, como la que tenemos en los sin6pticos. EI pasaje
esta escrito en el estilo ret6rico caracterfstico de este autor y no po-
demos esperar que existan en el semejanzas verbales de importancia,
pero los pasos del razonamiento son fos mismos: hay tres estadios:
a) oraci6n acompafiada de una gran tensi6n espiritual, b) una respues-
ta a la oraci6n y c) la realizaci6n de la perfecta obediencia. En sustan-
da, los ~stAdios primera y tercero corresponden 11 todos los demas
relatos que tenemos, el segundo a Lucas y a Juan. Las resonancias ver-
bales son debiles. En Hebreos, Cristo ofrece suplicas itpoc;; TOV C>uv6:-
µEvov owl:ELV O:U'tOV EK 0a:v6:wu. Subre öuv6:µEvov, cf. Mt 14,36:
it6:vi:o: C>uv~~ O?L (contra~uesto al hip'!tetico El öuvCX"r6v foi:~.v,
Mt 26,39; EL OU 5UV<X't'O:l 'TOU'tO rtCXpEA0EtV, Mt 26,42; Lucas no .t1e-
ne. ninguna fra:se semejante); y sob1•c OWl:ELV, cf. Jn 12,27, Ofi:JOOV
.. µ_:; _E..K... -r!l_c;._~,gg~'IQ:!'.J'tl]~ __d_ v_erho.._flfil.<:e Lv _110._ap.arei:!!.._cn_.1!:L!'..011"
texto sin6µLicu. Ta11Lu Luc.:as c.:umu Marcus describen 1a te11si611 espi-
ritual que acompafia a la oraci6n, pero en terminos noLablemeHLe <life-
rentes (Marcos, ö:<>riµovE'lv, EK0o:µj3ELcr0 1m; Lucas, ö:ycuv(o:). Nin-
guna de las dos descripciones esta reflejada en Hebreos, que habla de
Kpo:uy~ y C>6:Kpuo:, ambos terminos desconoci<los para los evangelius.
Pero tanto aquf como en los evangelios escuchamos ecos inconfundi-
bles de los salmos del Justo Paciente. En Sal 41,4 (el salmo reflejado
en Marcos >' Juan), el Paciente se queja: EyEv~eri Ta C>6:Kpu6: µou
äpTO<; ~µEpo:c;; KO:l VUK'rO<;;, y declara: OCU't~ptov i:oü itpOOWTIOU
µou ö 0E6c;; µou ... ito:p· E.µot itpocreux~ 'tc;'> Oect> i:~c; l:cu~c; µou;
y de modo parecido en Hebreos, Cristo ofrece oraciones y suplicas
itpoc;; '[QV 5uv6:µEvov owl:ELV O:U'tOV EK 0o:v6:1:0u 14 • En un salmo
de la pasi6n todavfa mas importante (21,25), el Paciente proclama:
14 La semejanza es de contenido mas que de lenguaje; sin embargo, si
juntamos todas las expresiones que parecen estar mas o menos claramente re-
flejadas, de solo seis versk'lll.os de este salmo, resulta difkil evitar la conclu-
si6n de que la totalidad del salmo desempefi.6 una parte en la formaci6n de
la tradici6n: v. 4, B6:Kpucx, en Heb; v. 6, TIEp[A.uitoc; i'J tµuxfi, en Mc; v. 6,
'oc.Yrf]ptov ö 0e6c; µoo, en Jn, Heb; v. 7, Tj ljJUXTJ .E:ra:p<X)(ElrJ, en Jn; v. 9,
Tipooeuxi'J i:Cf> Seif> i:fic; l;cufjc; µou, la idea general es comun a todos, el verbo
«orar» aparece en los sin6pticos.
EL PRENDIMIENTO- 83

tv i:C?> KEKpCX)'EVCXL µE 'ltpoc; a:öi:ov ELO~KOUOEV µou; y de modo


parecido en Heb 5,7, Cri$to ofrece oraciones µE-ra Kpa:uy~c; y es
escuchado. Recordemos que estos salmos fueron aceptados por la
Iglesia primitiva como una descripci6n,- profetica de los sufri-
mientos de Cristo. Su if.enguaje entr6 a formar parte del relato
de su pasi6n -probablemente en el estadio mas primitivo de la_ tra-
dici6n oral- y puede ser reconocido todavfa en los evangelios. Sal 41,
en particular, es el transfondo de los tres relatos de la oraci6n de Je-
sus que estamos estudiando ahora: el de Marcos, el de Juan y. el de
la epfstoia a los Hebreos, aunque no coinciden unos con otros en el
lenguaje.
Hay, pues, motivos s6lidos para pensar que un relato de la oraci6n
de Jesus antes de su pasi6n formaba parte de la tradici6n central y
primitiva y que estaba conservado en cuatro formas variantes, que
entrarön a formar parte de los escritos can6nicos del Nuevo Testamen-
to. Es, por tanto, uno de los elementos mejor atestiguados de los
relatos evangelicos. Cada uno de los escritores ha reelaborado la .tra-
dici6n en mayor o menor medida, de acuerdo con su estilo y ·finalidad
propios: Marcos la ha desarrollado en la direcci6n de la parenesis;
Lucas (o un segundo redactor de Lucas) ha subrayado los tonos -emo-
cionales; e1 autor de Hebreos la ha adornado con su estilo -ret6ri-
co; y Juan la ha revestido con el lenguaje de su teologia espedfica.
Otra cuesti6n es si este incidente formaba parte· desde el .princi-
pio del esquema general del relato de la pasi6n. El empleo que He-
breos ha hecho de el demuestra la facilidad con que pudo ser transmi-
tido como una unidad independiente, y el elemento intensamente di-
dactico de la voersi6n marcana m.1giere qm:\ ndt>rn~R rle i;;11 r.onexion con
e1 relato de la pasi6n, tenfa su propia historia en la didacbe cristiana.
Se puede, pues, pensar que Juan adopt6 una fur111a de la Lradid6rt
de la pasi6n que carecfa de este rasgo. Pero este estaba tan intitnamen-
te unido con la pasi6n que, aim cuando fuera repetido independiente-
mente, los oyentes debfan caer en la cuenta de que su lugar propio es-
taba en la secuenda de incidentes que conducfan a la cruz. No serfa
en modo alguno sorprendente que Juan lo sacara deliberadame:ilte de
su contexto original y prefuiera trasladarlo al pasaje en el que va a pre-
parar a sus lectores para el relato de la pasi6n; explicando los diver-
sos aspectos de su significado 15 •
Pero nos queda todavfa por considerar la otra frase que sugiere,
a primera vista, que Juan estaba familiarizado con Marcos. Las pala-
bras con quc Marcos ha hccho la i:rnnsici6n de 1n primera a la segunda
escena de este acto, EYEtpE09E äyu.:>µEv, vuelven a aparecer, en un
contexto diforente, en Jn 14,31 16 • En Marcos, Jesus pone fin a la
conversaci6n con los discfpulos con las siguientes palabras: «Levan-
taos, vamos; ya esta ahf el que me ha de entregar». En Juan, el que
se acerca no es el enemigo humano, sino el poder del mal cuyo instru.;.
15 Cf. Interpretaci6n, 373-379.
16 Cf. Interpretaci6n, 406-409.
84 EL RELATO DE LA PASION

ment,? e~ aquel, ~fXE'mL ~ -ro~ K6crµou ä:pxu:>~, a lo que Jesus afi~­


de: EYELpEcr0E a:yu:>µEv EVTEU0Ev. Pero no s1gue a esto un mov1-
miento espacial; el avance hacia el enemigo es la misma resoluci6n de
Cristo de hacer la voluntad del Padre: Ka06lc; EVETEl.Aa-r6 p.oL 6
-n:crr~p nü-ru:>c; -n:oLl'> (Jn 14,31). Aqul'., pues, al igual que en Marcos,
aunque de manera diversa, hay una conexi6n . fntima entre la acepta-
ci6n de la voluntad de Dios y el dirigirse hacia el enemigo. EI con-
texto obvio de las palabras EyE(pEcr0E ä:yu:>µEv parecerfa ser el que
Marcos le ha dado. Los motivos que pudieron mover a Juan a poner-
las en un contexto diferente, suponiendo que conociera un relato pare-
cido al de Marcos, son facilmente reconocibles considerando sus claras
tendencias.
Repasemos ahora todo el problema planteado por la comparaci6n
entre Juan y fos sin6pticos en este pasaje: parece que debemos con-
cluir que · la tradici6n de la pasi6n seguida por J uan contenfa probable-
mente algiln equivalente a la escena inarcana de la oraci6n de Jesus.
y del adormecimiento de los disdpulos; pero Juan prefiri6 trasladar
sus elementos esenciales a otros contextos, presentando asl'. la escena
del arresto como una confrontaci6n terriblemente dramatica entre Je-
sus, ahora totalmcnte solo, y sus adversarios; la confrontaci6n esta
concebida totalmente en un espfritu de aceptaci6n de la voluntad de
Dios que es el mot1vo tanto de la. oraci6n de Jn 12,27-28 como del
momento de la resoluci6n de 14,30-31. Hemos visto que es muy pro-
bable que Juan tuviera otra fuente distinta de los sin6pticos para la.
otaci6n de Jesus y es bastante probable que el lema EyE(pEcr0E ä:yu:>-
µEv no fuera exdusivo de ninguna forma de 1a tradici6n 17 • ·
Con fo ap:uidon de Judas y del gn1po, Jr.rnn f"ntr11 ~n d e11quema
de los sin6pticos: Jn 18,3-13 corresponde a Mc 14,43-50 y a sus
patalelos siu6plit:us, veru e,<(:isten diferencias sustancialcs cn cl modo
como estan narrados los acontecimientos. EI nucleo comiln cuenta c6mo
Judas lleg6 con un grupo de hombres armados para llevar a cabo 1a
dctcnci6n, c6mo Jcouo lle enfrent6 a ellos, c6mo se dio un golpe de
espada ·en su defensa y c6mo finalmente le arrestaron. E[ orden de
los acontecimientos es ligeramente diferente: Lucas y Juan coinciden
en poner el arresto al final, mientras que en Marcos (seguido por Ma-
teo) Jesus ha sido ya atrestado antes del golpe de espada y de su pro-
testa. Pero esto es una diferencia de poca importancia; lo sustancial
del relato es igual. Las analogfas verbales mas fuertes se encuentran
en el episodio del ataque al esclavo del sumo sacerdote: lo tratare en
brcvc 18 Huy tambien acuerdo parcial entre Juan y Marcos f"n 111 d~s-
11 Vale quiza la pena hacer notar que e1 uso del verbo tyE[prnSm ( «levan-
tarse>>) no implica necesariamente que la tradici6n joanea conterifa una escena en
la que los disdpulos estaban dormidos, ya que, aun cuando ·se refiere con
frecuencia al despertar del sueiio, se emplea tambien para designar el moverse
de un ·estado de inactividad. En Marcos,.los disdpulos estan ya despiertos cuan-
do se pronuncian las palabras eyE[prn8E Ö:yCilµEV «levantaos (eyE[PE08E),
vamos».
18 Cf. infra, pp. 87-92.
EL PRENDIMIENTO 85
cripci6n del grupo enviado a detener a Jes-6s. Seglin Marcos se trata-
ba de un öxA.oc; 19 itapa -rc7>v ä:pxuöpE.cuv Kal -rc7>v ypaµµa-rE.cuv
Kal -rc7>v itpecrßu-rE.pcuv (es decir, el Sanedrin, que constaba de tres
«estamentos» ), Segun Juan, estaba compuesto EK -rc7>v ä:pxu~pE.cuv
Kal EK -rc7>v cpapLcra(cuvÖitY]pE.-rac;. Si prescindimos de la opini6n de
Juan (al parecer equivocada) de que los fariseos eran un cuerpo ins-
titucional paralelo a1 sacerdocio, la descripci6n de este punto no difiere
de la de Marcos. Lucas, por su parte, pone en escena a los Ö:pXLEpe'lc;
en persona, acompaiiados por los 01:pa-rriyol -roO LEpoO, que podemos
considerar como ofi.ciales al mando de los ÜitY]pE.-rm de Juan, si es
que estos eran la policfa del templo. Seglin Marcos (y Lucas), el gru~
po iba armado «con espadas y palos»; (µE-ra µaxmp&v Kal E,uA.cuv);
segiln Juan, mas vagamente, con «atmas» (ÖitA.a). Juan afiade que
llevaban luces ( [J.ETa cpavc7>v Kal A.aµ mxöcuv). Este detalle podrfa
ser una informaci6n independiente o una inferencia inteligente. No hay
duda de que esta de acuerdo con los hechos 20 •
Pero hay una diferencia de verdadera importancia. Juan dice que
el grupo indufa una OitE'i:pa bajo el mando de un XLA(apxoc;. Esto
deberfa significar normalmente una cohorte (en aquel tiempo 600 hom-
bres) bajo un tribunus militum. Pero el termino «patru:lla» (01tE'i:pa)
se emplea tambien para designar a un «manfpulo», una subdivisi6n
de la cohorte. Si se recurri6 a todo un batal16n con su oficial a1 frente
para llevar a cabo la detenci6n, es que las autoridades debieron de
sobrestimar considerablemente la fuerza de los seguidores de Jesus y
esperaban una resistencia mucho mayor. Incluso un manl'.pulo, unos
200 hombres, hubiera sido mas que sufi.ciente. Es posible que el evan-
gelista no tuviera un cunudmiento muy exacto de la tcrminolugfa mi-
litar romana 21 • Pero, en cualquier caso, quiere darnos a entender que
el grupo que avanz6 hacia Jesus y sus discl'.pulos en el huerto inclufa
tropas romanas, y ( 18,12) quc estas cooperaron con la policfa del tem-
plo para realizar la detenci6n. No hay indicios de esto en _nine;nm1 ile
19 En Marcos öxA.oc;, (que hemos traducido en el texto por «grupo») no
parece tener el sentido de una muchedumbre desordenada, que con frecuencia
(aunque no siempre) tiene en griego clasico. No parece significar mas que un
nmnero considerable, pero indefinido, de personas reunidas. No se da, por tan-
to, necesariamente un contraste entre una muchedumbre desordenada en Mar-
cos y una cohorte disciplinada en Juan.
20 La objeci6n de que las luces no sedan necesarias en una noche de luna
llena (objeci6n que se ha hecho contra la credibilidad de la versi6n joanea del
relato) es capciosa. No sabemos si era una noche nublada y, en cualquier caso,
cuando se busca a una persona que se supone escondida en un huerto, las lu-
ces serfan una prudente precauci6n. -
21 Marcos introduce la «patrulla» (OTCEipa) mas adelante en el relato. Des-
pues de que Pilato pronunciara la sentencia, los soldados (es decir, el pequefio
destacamento que habfa estado ocupado en custodiar al prisionero durante el
juicio) reunieron a ÖATJV -rTJv oitE'lpav en el Pretorio. ~Pensaba Marcos de
verdad que todo el batall6n de 600 hombres se reuni6 para asistir a esta esce-
na del brutal sarcasmo? ~O pensaba solo en un cuerpo considerable de la_
tropa? ~En que fuerza militar pensaba el autor de Judit (14,11) cuando los
hombres de Israel EE,iJA.eooav KCXTa 01tELpm;?
86 EL RELATO DE LA PASION

las otras fuentes a nuestra- disposici6n. Plantea dificultades cuando tra-


tamos de relacionarlo con los subsiguientes hechos ante el tribunal.
Pero la ptegunta que estamos tratando de responder ahora es si hay
raz6l1 para suponer que el evangelista tenia alguna base para su relato
de la detenci6n que no fucra la tradici6n sin6ptica; y, por lo que toca
a la presencia de tropas romanas, no parece haber material para res-
ponderla. Lo unico que podemos decir es que no parece haber ningun
motivo reconocible teol6gico o apologetico que justifique la introduc-
ci6n de los romanos en este momento del relato. Verdad es que, por
lo general, este evangelista es mucho mas consciente que los otros del
influjo que las autoridades imperiales tenian en la situaci6n; pero no
hay modo de saber, por el momento, si este detalle refleja una tenden-
cia personal o si estaba arraigado en la tradici6n seguida por Juan.
Sera mejor que dejemos este asunto para mas adelante 22 •
Tras la introducci6n de Judas y de la patrulla, el relato joaneo
pierde temporalmente contacto con el sin6ptico. No hay traici6n con
un beso; Judas no dice nada a Jesus, .como ocurre en Marcos, ni Jesus
a Judas, como en Lucas y Mateo. Judas no identifica de ningun modo
a Jesus como la persona que ha de ser arrestada (como 1o ·hace inequi-
vocamente en Marcos). Su unica funci6n es, seglin todos los indicios,
la de dirigir el grupo al lugar donde sabfa que estaria Jesus ( 18,2).
lguulmt:!nle cn Hch 1,16, se describe a Judas como 6fn1yoc.; TOL<; OUA·
i\cx[3o0av '1 ricroüv. El contexto de Hch esta profundamente penetrado
de materia «testimonial» 23 y parece pette.necet .al mismo clima ideo1u-
gico general quc aquel en que adquiriu su forma el telato de la pasion.
No hay que suponer que Juan deseara disculpar, de algun mu<lo, al
traidor 0 minimizar 5U traici6n. Parece, mas bien, que sigui6 una tradi-
ci6n que, asi'. como no sabia nada del soborno de Judas por. parte de
los sacerdotes, 110 sabia tampoco nada de la extrema gravedad del beso
del tiaidor.
En cualquier caso, la versi6n joanea del relato no tiene ninguna
necesidad de identificar a Jesus, ya que el mismo da un paso adelante
y · revela su identidad. La escena es intensamente dramatica, segun la
costumbre de nuestro autor. Los pocos detalles de que consta estan
seleccionados con cuidado y descritos con viveza: los hombres, con
armas; antorchas y lamparas, que entran en el huerto, su rapida reti-
rada cuando Jesus les hace frente, su noble gesto al enttegarse para
que sus seguidores puedan marchar libres. Todo esto podria ser muy
bien el producto del dramatismo y sentido de la personaHdad que ca-
22 Cf. infra, pp. 122-125, 127-129.
~ Hch 1,20. cita Sal 68,26; 108,8. Este ultimo salmo no es una fuente
de· testimdnios, a no ser que se suponga que el v. 25,. EO/xfl.Euoav„KEcpaA.ac;.
au1:6v, este reflejado en Mc 15,29, KtvoOVlE<; 1:0:<; KEcpaAac;, que, sin em•
ba:rgo, es mas semejante a Sal 21,8. Pero Sal .68 ha proporcionado diversos. tes-.
timonios de la pasi6n: v. 4 .esta citado en Jn 15,25; v. 10 esta citado en Jn 2,
1/ y v. Wb en Rom 15,3; v. 22 resueM en Mt 27,34; v. 22b esLa.reJlejatlu er;
Mc 15,36 y citado expresamente en Jn 19,28 (cf. tambien According to the.
Scriptures, 57-59).
EL PRENDIMIENTO 87

rectiza a todo este Evangelio. Sea o no estrictamente hist6rico, no hay


duda de que infunde vida a la escena. Pero tenemos que hacer notar
todavfa algunos motivos caractedsticos que penetran todo el relato.
a) EI evangelista se ha tomado gran trabajo en constatar que
Jesus no fue cogido por sorpresa, pues conoda todo lo que iba a su-
ceder (Elöwc; TI6:v-ro: -rO: EpxoµEvo: ETI' aö-r6v, 18,4). Todas las for-
mas del relato de la pasi6n presuponen de hecho este detalle, pero esta
muy en consonancia .con el espiritu de nuestro autor el explicitarlo.
b) Jesus se entrega a la muerte por su propia voluntad soberana.
Esta tambien implkito en todos los evangelios que Jesus acept6 libre·
mente su destino en cuanto voluntad · de Dios manifestada en las Es-
crituras 24 , pero el cuarto Evangelio destaca fuertemente el caracter
voluntario de su acci6n, de acuerdo con la doctrina de Jn 10,17~18.
Se puede decir que un motivo teol6gico ha seleccionado este elemento
de fa tradici6n comlin y lo ha aislado para darle un enfasis especial.
c) EI repetido EYU> ELµL (18,5.6.7) con que Jesus se identifica
a sus enemigos, difkilmente pudo dejar de suscitar resonancias mis-
teriosas en el evangelista, aunque la expresi6n no significa en s1 misma
mas que «Yo soy el que estais buscando: Jesus de Nazaret» 25 •
.d) Jesus se entrega a si mismo para salvar a sus discipulos:. el
h11~n pastor, vi~nrlo v~nir al lohn, ~ntrega sn vida por las ovejas
( 10,15). E11 este pu11to, Jua11 ha llamado expresamente la atenci611 so-
bre el cumplimiento de las palabras de Cristo: oüc; Mf>u:iK6:c; µOL oÖK
am.:lA.rno: Ef, o:öi:&v oöf>Evo: ( 18,9). E11 otro lugar 26 he mostrado
que rio se puede suponer que esta observaci6n fuera afiadida por un
redactor que 110 comprendi6 el .sentido de 17,12. Es muy propio del
estilu de este evaugelisla ver «siguus» Lle realldades was ptu(uJ 1das
eri acontecimientos que parecen. triviales. La autoentrega de .Cristo para
salvar a sus d:isdpi.tlos de la policfa no es, sr+b specie aeternitatis, sino
el sacrificio por el que salva a la humanidad de las tinieblas y de la
muerte. Los dos son expresi6n del amor con que Dios amu al mundo.
: .Parece, pues, claro que los motivos procedentes de la teofogfa joa-
nea· influyeron en esta parte del relato de la· pasi6n. Sin embargo, esto
no •· prejuzga el problema de si el evangelista estaba o 110 trab,ajando
sobre el material tömado de la tradici6n. Si la respuesfa es afirmativa,
el material tuvo que ser independiente de la tradici6n sin6ptica.
He .observado ya (cf. a y b) que todas las formas de la tradici6n
estaban de acuerdo en afirmar que Jesus era consciente de su inminen-
te destino y que lo aceptaba voluntariamente en espiritu de autbs~cri-
. · 24. · Esta es la implicaci6n 'de Mc 14,49, donde Jesus, tras protestar contra
el USO de la violencia para detenerle, afiade: af..f..' 1'.va: 'ltATJPW9&atv o:l ypo:<po:[,
«Qtie se cumplan las Escrituras». ·
45, .La triple repei:ici6n de Ia frase importante :puede compararse ·con la
triple repei:ici6n de 6 ul6c; O'OU sft en Jn 4,50.51.53. En· los dos pasajes, una
expresi6n totalmente natural en unas circunstancias concretas orecibe una· impor-
tancia „especial por medio -.de una repetici6n que es· lo suficientemente innatu-
ral. .como para llamar la atenci6n del lector.
26 Cf. Interpretaci6n, 423-433.
88 EL Rl3LATO DE LA PASION

ficio. Hasta aquf, la matizaci6n teol6gica no ha hecho mas que inten-


sificar el acento. El empleo de la expresi6n E.y<'.0 ElµL, si bien puede
tener un sentido profundamente teol6gico, no es necesariamente un
producto de la teologfa del evangelista, como tampoco lo es en 6,20,
donde aparece tambien en el paralelo marcano. Juan se complace en
estos dobles sentidos. El pasaje clave es el que describe la retirada de
los enemigos ante la presenc;ia de Jesus. Pero precisamente aquf las
evidentes reminiscencias de pasajes veterotestamentarios sugieren que
el evangelista estaba trabajando sobre el material tradicional. Se nos
dice que, cuando Jesus se identific6, cX'Tt~A.Oav Etc; ia
cm(qw i<al
E'TtEO"aV xaµa( (18,6). Ahora bien, en Sal 34,4 -un salmo que ha
proporcionado varios testimonia 27 , entre los que se encuentra uno ci-
tado en Jn 15,25- el Justo Paciente ruega en los siguientes termi-
nos: 0:Tiocri:pacpE(11crav Etc; i:a ÖTI(crw Kal Kai:maxuvOECrtcrav ol
A.oyLl,;6µEvo( µoL KaKa 28 • De nuevo, en Sal 26;12, otro salmo de
la pasi6n 29 , el Paciente declara (segun los LXX): ol E.xOpo( µou
au1:0l ~aOE.v11crav Kal E'TtEOav. EI hebreo dice: ~'~.li ~'~~ «tro-
pezaron y cayeron», que se aproxima mas al cuarto Ev~~~elio' lfJT. Pare-
ce, pues, que 1a versi6n joanea se basa en estos salmos, qm': t:m er:rn
papel desempeiiaron en la .formaci6n de la tradici6n de la pasi6n y
cuyo lcnguaje influyo tantu t!U d tdatu U~ 1a pasi6n de este y Ottos
evangelios. Esto quiere decir que tras la teolcigfa joanea de este pa-
saje podemos percibir, una vez mas, la concepci6n mas primitiva de
Cristo como el Justo Paciente de las profedas. Si es asf, hay s6lidas
razones para pensar que Juan se esta basando en la tradici6n, como· lo
hace en otros pasajes donde se recurre al dep6sito primitivo de escri-
turas «testimonio». En este caso, podemos concluir justificadamente
que la idea de la retirada de los cncmigos ante su vktima -am1que
utilizada aqui con una finalidad teol6gica- constitufa una parte inte-
gral de una forma de la tradici6n.
En todos los evangelios el relato de la detenci6n incluye un ata-
que a la patrulla de arresto, a consecuencia del cual resulta herido un
esclavo del sumo sacerdote. La escena del episodio varfa. En Marcos,
seguido por Mateo, va despues de la detenci6n del prisionero y tiene

Tl Sal 34 11 Ö:VO:CTrcXVrE<; µ6:pwpec; cföLKOl, cf. Mc 14,57: KCCl "tWE<;


WO:O"t'6:V'W'.: ~tµE_u6oµo:pTl'.Jpouv Kcn' a:l'i·roo; Sal 34,16, el;1:.µuK'tftpmuv µc
µuK"t,ll'PL0µ6v, cf. Lc 23,35: ef:eµuK-rftpti:;ov OL Ö:pXOV"rE<;.
u Cf. tambien Sal 39,15, &ttoc:rcpo:(J)dY)mxv e.lc; -rO: 6tt(OQ KO:~ tv-rpo:-
TCElT]OO:V ol 0E.A.o'li'rE.c; µoL KaKa. Este .salmo ha proporcionado el unportan-
te testmionium citado en Heb 10,5-9.
29 Sal 26,12, eTCavE.o-rTJo6:v µot µapwpec; d:B~Ko~ cf. ~c 14,57. ?ar.a
Juan serfa importante el repetido empleo del verbo uqiouv refer1do a la vmd1-
caci6n del Paciente (vv. 5;6).
30 Si se adopta la lectura, atractiva pero mal atestiguada, ö:iriiA.SE"'.„. ~TCEoev,
la alusi6n a los salmos serfa todavfa pertinente; todos los adversar1os del Pa-
ciente (ol A.oyLl;6µevoC, 0€/...ov-rec;, µot KaKa) estarian encarnados en la per-
sona del traidor.
EL PRENDIMIENTO 89

todo el aspecto de un intento de liberacion 31 • En Lucas y Juan prece-


de el arresto y parece una tentativa para impedirlo. En la descripcion
del golpe, y solo ahf, existe un cierto grado de coincidencia verbal
entre los cuatro. Para fines de comparacion podemos colocar en para-
lelo. a Marcos y Juan:

Mc 14,47 Jn 18,10
e.tc; 'tWV 'ltO:pEO'tT] KO't(..)V ::E lµ(.,)v CTE'tpoc;
O'!tO:OaµEVO<; 'tTJV µaxmpav EXQV µaxmpav e.i'.A.Kuoe.v aü'tT}v
Enmoe.v 'tOV f>oGA.ov Kal Enmoe.v 'tov 'tou
'tOV äpXLEPEQ<; äpXLEpEQ<; f>oGA.ov
Kal ä<j>ElAEV aü1:0G Kal ä'ltEKOljJEV aÜ'tOU
'tO C:naptov (o lease: C:nlov) 'to C:naptov (o lease: cii't[ov) 32

Mateo y Lucas difieren de Marcos y Juan en el empleo del verbo


ncrracrcrav en vez de 'ltaLElV para designar la accion de «golpear».
Mateo coincide con Marcos en el uso del verbo ( Ö:Tio )crncxv, mientras
que. Juan emplea EA.KUELV y Lucas no dice nada sobre la accion de
«desenvainar» el arma. Mientras los tres sinopticos emplean la ex-
presi6n un tanto extrafia Ö:cpElAEV para designar el corte de fä oreja,
Juan coincide con Lucas, frente a los otros dos, Rl cfodr qm~ 1a oteja
herida fue la derecha. Mas aun, mientras los sinopticos no dan el nom-
bre del atacante, sino que simplemente lo describen como uno de los
que alH estaban o uno de los seguidores de Jesus 33 , Juan sabe que
se trataba de Simon Pedro y conoce tambien el nombre del herido:
MaA.xoc;.
Tras la mutilacion de la oreja, Marcos no tiene nada mas que decir
sobre el f"pisodio, SegiJn T.ums, }t'$1]s prnmmd6 las palahras un tanto
enigmaticas, ECX1:E S:c..:>c; i:oui:ou -que significan probablemente, «de-
jad que obren a su modo por ahora», y que, en cualquier caso, im-
plican desaprobacion por el ataque-, y luego euro la herida de la
oreja. Los otros no dicen nada sobre la curacion, pero las palabras
de desaprobacion so.n mas claras y enfaticas en Mateo y Juan. Los
das relatan una orden de envainar el arma, pero en terminos diferentes:

31 Pero quiza se tratara de un acto de desaHo mas que de defensa. Se


inflige una herida al siervo, como representante de su amo, lo cual descalifi-
carfa al segundo para desempefiar su ministerio sagrado (D. Daube, «Journal
of Theological Snidies» 11 [1960] 59-61). · .
32 No consta con certeza si Marcos y Juan ooinciden en la palabra «oteja», .
o si se ha de leer W'taptov en uno y cii-rlov ·en el otro. Es posible que W't[ov
se deba en ambos a una asimilaci6n con Mateo, donde todos los mss. tienen
esta lectura. Lucas dice oöc;.
33 La frase de Marcos, de; 'tWV mxpEO'tT]KOTCilV, es indeterminada; po-
drfa significar «un circunstante»~ el episodio del ve.av[oK<><; hace ver clarat"
mertte que Marcos pensaba que, ademas de los Doce y del pelot6n, habfa tam-
bien otras personas presentes. Mateo ha interpretado la frase en el sentido de
«uno de los que acompafiaban a Jesus», de; 'tßv µe.'tc'x 'I1100G. Lucas habla
igualmente de ol ne.pl aÜ't6v, uno de los cuales utiliza su espada .
90 EL RELATO DE LA PASION

Mt 26,52 Jn 18,11
a'lt6CITpEljJov 't~V µ6:xmp6:v crou . ßa\E TI]v µCx)(mpexv
de; 'tOV 't6'1tOV o:Ö'rfj c; etc; TI]v 01']1HJV

Mateo po11e luego u11 aforis1110, 'ITCxV'rEc; yO:p ot A.o:[j.Ov'rEc; µaxmpav


EV µaxaCpTJ Ö:'ltoA.oüv-rm, que delata el empleo de la narraci6n para
.fines de instruccion etica 34 • Afiade una sentencia sobre legiones de an-
geles, que no tiene paralelo en los otros evangelios, y conduye con
una afirmaci6n dogmatica. sobre el cumplimiento de las profedas 35 •
Juan no dice nada de todo esto. Despues de la orden de envainar la
espada, Jesus expresa su aceptaci6n de la voluntad del Padre en unos
terminos que (como hemos visto) 36 recuerdan la versi6n marcana (y
aun mas la de Mateo) de la oraci6n de Getsemani, mientras que en
lo sustancial equivalen a las palabras conclusivas de Marcos: 'lvcx '1tATj-
pw9&'>mv ex[ ypcx<J>cxl.
Asf, pues, Juan coincide con todos los sin6pticos eri el empleo de
los terminos µaxmpcx y -rov 5o0A.ov -roü Ö:pXlEpS.wc;, con Marcos
{frente a Mateo y Lucas) en el verbo 'ITO:LEtV, con Mateo füeme a Mar-
cos y Lucas) en la omisi6n del termino ooc;, y con Lucas (frente. a Ma-
teo y Marcos) en las palabras -ro OEC,L6v. Hasta aquf llega la co~nci­
<lenda verhal. En el contenido, aunque no en las palahras, d relato
joaneo coincide con el lucano en presentar el ataque cotno una tenta-
tiva de defensa, no de liberaci6n, y con el de Mateo en la orden di-
recta de envainar la espada. En la expresi6n final de aceptaci6n. de la
voluntad de Dias (manifestada en las Escrituras) Juan coincide:. con
M::.irros (m:fa hicn CJllC'> ron M:'ltco). cn cspfritu y no cn his p11hthr11s,
mienfräs que Lucas 110 tiene correspo11dencia alguM. . ..
· .No hay aquf base suficiente para concluir que el relato del ataque
al. esclavo procedfa de los sfu6pticos, a pesar ·de la sorprendente sem.e-
jan?a verbal en la frase que describe el golpe. Es imposible. conside-
rar a ninguno .de los sin6pticos como la fuente primaria de la versi6n
joanea, y;i que Juan. se asemeja unas veces a uno y otras a otro, ,Una
vez mas ·1a hip6tesis de una combinaci6n literaria de fuentes documen-
tales es inenos probable que la de variantes dentro de una tradici6n
34 · La generalizacion epigrafica es comparable en su forma con el aforismo
que Marcos· ha introducido en la perkopa de Getsemanf; 'tO µEV• •'!tve.Oµa
Tip68uµov fJ 8E crapf, d:a8Evf]<; (Mc 14;38). Los ·dos hacen verosfrnil -la · idea
de que la forma de la tradici6n que subyace en · cada uno de estos ·.·evangelios
habfa tenido ·una historia ·anterior en el contexto de la didache cristiana. El mo-
tivo didactico :persiste en la continuaci6n de Mateo.
35. No hay· que pasar aquf por alto la diferencia entre ·Mateo y Marcos;
La frase de Marcos, i'.va 'ltAT)pCi>S&mv ext ypo:cpa[; ~<que se cuinplan· las Es-
crituras», es la expresi6n directa de,una resoluci6n personal y etica; La frase de
Mateo, 'ltW<; ot5v 'ltATJpCi>S&mv o:l ypaqxx[, Ö'tt olh:cuc; f>Et yEvfo9.m (26,
54),. segnida de wG'to BE öi\.ov :yEyovEv i'.vcx 'ltATJpCilS&mv ·ext ypexq>.o:l 'llwv
'ltPOIJ>TJ'tWV (26,56 ), tiene la. forma de un'a instrucci6n dogmatica. Juan, se, apro:
xitna: aqui. mas a Maroos· que .a Mateo. · · ·•
36 Cf. supra; pp. 80-81.
EL PRENDIMIENTO 91

<Jral. No parece que hayan influido motivos teol6gicos. La unica con-


tribuci6n original que Juan aporta al relato es el nombre del atacante
y el de su vktima. Actualmente se suele considerar como sl'.ntoma
«de desarrollo legendario» la insercion de nombres en un relato que,
en otras versiones, no nombra· a las personas. Es s1n duda verdad que
los recitadores de historias se complacen en individualizar a sus per-
.sonajes dandoles nombre propio; pero no es cierto que el desarrollo
vaya · siempre en esa direcci6n, ni que los nombres sean siempre fic-
ticios. En los evangelios, el Jairo de Marcos ha perdido el nombre en
Mateo, Bartimeo lo ha perdido en Mateo y Lucas, y Alejandro y
Rufo han desaparecido de los dos Ultimos. Por otra parte, cuando Ma-
teo da el nombre de Caifas al an6nimo 6 O:pXLEpEU<:; de Marcos, no
inventa ciertamente un nombre ficticio. No esta, pues, justificado su-
poner de antemano que la identificaci6n del atacante como Simon Pe-
dro y del esclavo como Mako es ficticia. Si tenemos en cuenta todas
las probabilidades de la situaci6n, podemos observar que, si habfa dos
espadas entre los Doce (conio dice Lucas que hahfa: 22,38), es muy
probable que Pedro tuviese una de ellas y que, si la tenfa, no era el
tipo de persona (por lo que sabemos de el) que la dejara dormir en
la vaina 37 • Esto es una conclusi6n l6gica y, en cuanto tal, el cuarto
evangelista la podfa haher sacado tan f.acilmente. como nosotros. S~,
por otta parte, existfa una tradid6n al respecto, no es difkil ver por
que pudo ser ·ocultada en un momento en que Pedro era una perso·
nalidad dest11rncfa (Hch 12,3.17) y no era diplomatico presentarle como
hombre violento, sobre todo como al que se ehfrent6 deliberadamente
al sumo saccrdotc cn la pcrsona de su esclavo (si este es· e1 verdadero
significado de la oreja hcrida). En cuunlo ul Mulco, es posible que cl
nombre sea ficticio y que la introducci6n de su pariente en e1 grupo
. que estaba en torno al fuego en el patio del sumo sacerdote (18 ,26) no
sea mas que un toque dramatico de verosimilitud. Por otra parte, si
en el palacio estaba presente (18,15) un µa0rrr~c; que era yv(J)ai:oc;
i:c;> O:pXLEpEi: (y no veo ninguna raz6n ·a priori pata rechazar esta
afirmaci6n) 38 , tenemos ahi otro canal a traves del cual el nombre de
la persona pudo haber llegado hasta la tradici6n cristiana. A mi juicio,
no tenemos pruebas suficientes ni para aceptar ni para rechazar los
nombres de Pedro y Mako como trnclidonales.

37 Como hemos observado mas arriba, la acci6n de Pedro en el huerto es


coherente con su ofrecimiento a morir por su Maestro (como en Jn 13,37), mas
bien que a morir con el (como en Mc 14,31; Mt 26,35; Lc 22,33). Se podrfa
interpretar este testimonio en varios sentidos. Si Juan eligi6 (por alguna ra-
z6n que no conocemos) hacer de Pedro el defensor principal de su Maestro
cuando este estaba en peligro, es de suponer que hiciera alguna adaptaci6n en
la profesi6n de lealtad de Pedro. Pero es al menos igualmente plausible supo-
ner que tambien la tradici6n seguida por Juan coincidfa en este aspecto y
diferfa de la seguida por los sin6pticos.
38 Cf. infra, pp. 96-98.
92 EL RELATO DE LA PASION

Resumiendo:
1) EI segundo acto del drama de la pasi6n comienza en Juan con
una nota topografica, que no tendria sentido si fuera una correcci6ri
de Marcos y que indica, con un notable grado de certeza, que Juan
estaba usando una forma tradicional distinta.
2) Aunque no se nos da en este contexto un relato de la oraci6n
de Jesus, una comparaci6n de Jn 12,27-29 con algunos pasajes perti-
nentes de otros escritos del Nuevo Testamento demuestra, con suma
probabilidad, que Juan tenia su propia forma de tradici6n sobre la
oraci6n, y prueba, con razonable acierto, que formaba parte de
la tradici6n de la pasi6n que lleg6 hasta el. Su desplazamiento puede
entenderse perfectamente teniendo presente la conocida practica de
este evangelista.
3) La introducci6n de tropas romanas en la escena de la detenci6n
no se debe a claros motivos teol6gicos o apologeticos y puede o no
proceder de una forma especial de la tradici6n.
'1) EI relato del ataque al esclavo del sumo sacerdote se aseme-
ja tanto a Marcos que podriamos pensar que procede de este, pero el
contexto inmediato contiene rasgos que se asemejan a veces a Mateo
y a veces a Lucas, asi como a otros pasajes Je Matcos. Estos fen6me-
nos parecen apuntar hacia el tipo de variaciones que surgen dentro de
la tradici6n oral, mas bien que hacia una combinaci6n de fuentes do-
cumentales.
5. EL JUICIO

El relato del proceso sigue el mismo esquema general en los cua-


tro evangelios. Esta representado en dos escenarios: el primero en
un tribunal judfo, el segundo en uno romano. Hasta aqui todos los
evangelios estan de acuerdo. Difieren en el modo como han entre-
lazado en el relato general dos temas subordinados: la negaci6n de
Pedro y el mal trato y las burlas a que sometieron a Jesus durante el
proceso. En todo ello, Mateo sigue de cerca a Marcos con una gran
coincidencia verbal, intetpolando algunos episodios sin perturbar el
esquema marcano. Lucas ha interpolado tambien un episodio, el de la
entrevista con Herodes, pero, ademas, se aparta considerablemente
del orden marcano. Mientras Marcos coloca la triple negaci6n de Pe-
dro despues del interrogatorio en el tribunal judio, Lucas la pone
ahtes de este interrogatorio, en el intervalo previo a la reuni6n que
el Sanedrin celebrarfa al despuntar la aurora. ,Marcos relata dos esce-
nas de burla: la primera a cargo de los secuaces del tribunal judfo,
inmediatamente despues de la vista judicial, la segunda por parte de
los soldados romanos, despues de que Pilatos hubiera pronunciado la
sentencia. En la primera se burlan de Jesus como presunto profeta,
en la segunda como presunto rey. Lucas .tiene una escena en la que
cuenta (muy brevemente en comparaci6n con los otros) c6mo los guar-
dianes que custodiaban a Jesus en espera de la reuni6n del Sanedrin
se burlaban de sus pretensiones profeticas y la coloca inmediatamente
despues de la negaci6n de Pedro y antes del interrogatorio en el tri-
bunal judfo; tiene ademas una segunda escena en que los soldados se
burlan de Jesus, pero se trata de los soldados de Herodes, y no de
Pilatos, durante una pausa en el curso del juicio romano. Faltan aqui
los rasgos caracteristicos de la escena marcana -la corona y el manto
de la fingida realeza-, que no aparecen tampoco en el momento en
que Marcos ha colocado las burlas de los soldados romanos.
EI cuarto Evangelio entrelaza mas sutilmente la negaci6n de Pedro
con los incidentes ocurridos durante el juicio judfo. Su primera nega-
ci6n es anterior, mientras que la segunda y la tercera son posteriores
al interrogatorio. Juan ha llevado asi a la practica mas eficazmente 1o
que sin duda era la intenci6n de Marcos: presentar las escenas que se
desarrollaban dentro del palacio y fuera, en el patio, como pertenecien-
)l4 EL RELATO DE LA PASlON

tes al mismo perfodo de tiempo 1 . La escena de los malos tratos y de


las burlas a cargo de los secuaces del sumo sacerdote ( como la encon-
tramos en Marcos) se ha reducido aquf a un unico golpe proporcio-
nado por uno de los que estaban presentes en e1 juicio y tiene lugar
durante e1 interrogatorio y no despues. Las burlas de los soldados
romanos estan relatadas con los detalles de la corona y el manto, como,
en Marcos, pero ocurre, una vez mas, durante el juicio, y no despues„
en un momento del relato que conduce a la gran escena central del
Ecce Homo, que es exclusiva de este Evangelio. Esta medida de re-
organizaci6n, que no es muy radical, podrfa deberse muy bien al plan
consciente del escritor, que ha demostrado en esta parte de su obra,
mas brillantemente que en ningun otro lugar, su capacidad de relatar-
dramaticamente.
En lo que sigue tratare primero de la negaci6n de Pedro, con el
fin de seguir sin interrupci6n los dos estadios del proceso judicial.

a) La negaci6n de Pedro (18,25-27)

En el relato de la triple negaci6n de Pedro los cuatro evangelios


corren fatimamente paralelos y emplean palabras y frases identicas o
casi identicas con mas frecuencia que en ninguna otra parte del relato
de la pasi6n. Podrfamos sentirnos inclinados a pensar que Juan no
estaba haciendo aquf sino «tedactat» a Marcos, mejorando la puesta
en escena del proceso y afiadiendo algunos detalles. Pero la situaci6n
no es quiza tan simple. Las tres versiones del relato (ya que Mateo si-
gue tan de cerca a Marcos que su relato no puede considerarse como
una versi6n distinta) 2 difieren en algunos puntos, de manera que (ex-
cepto en los pasajes en que Juan va por su cuenta) a veces Marcos y
Lucas coinciden frente a Juan y a veces Marcos y Juan estan de acuer-
do frente a Lucas, y otras veces Lucas y Juan frente a Marcos 3 . Los
1 Las objeciones criticas que se han hecho contra el orden del texto no
tienen fundamento y los intentos de mejorarlo son desacertados. En concreto,
1a hip6tesis de que la repetici6n de las palabras fiv ßE CT§:rpoc; E.crrwc; Kal
Se.pµmv6µe.voc; (con ligeras variaciones) en 18,18 y 18,25 delata una sutura,
donde el texto habfa sido dislocado y vuelto a unir torpemente, me parece
especialmente innecesaria. Por el contrario, la repetici6n sirve clara y eficaz-
mente para sugerir la continuidad de la narraci6n de los acontecimientos en
la auA.i'], a pesar de que haya sido necesario interrumpirla para relatar los
incidentes simultaneos que tuvieron lugar dentro del palacio.
2 Los cambios realizados por Mateo son de tal naturaleza que pudieron
muy bien hacerse (por asf decirlo) a lapiz sobre una hoja ya escrita, sin re-
dactar de nuevo todo el pasaje, como hubieran tenido que hacerlo Lucas y
Juan si hubieran usado a Marcos como fuente.
3 Cf. cuadro 2, pagina 96. Este cuadro compara los cuatro relatos solo en
lo referente a los rasgos esenciales o nucleares de la historia, dejando a un lado
las caracteristicas individuales mas concretas, como e1 &va:Se.µai:[~ElV KO:l
6µv6vm de Marcos (copiado por Mateo ), las afirmaciones de Lucas de que
pas6 «como una hora» entre la segunda y tercera negaci6n y que, cuando can-
t6 el gallo, crrpa:cpdc; 6 KUplO<; E.v€ßA.e.ljJEV i:0 CT§i:pcp, y los rasgos dpi5os
de Juan que consideraremos enseguida. Todos estos detalles poddan muy b1en
EL JUICIO 95

puntos son por lo general de poca importancia y, si los consideramos.


como resultado de alteraciones deliberadas de una fuente documenta!,
los cambios no parecen tener sentido. La unica diferencia sustancial
es la reduccion de los dos cantos del gallo de Marcos a uno en Lucas.
(coniö tambien en Mateo). Es improbable que Juan estuviera combi-
nando a Marcös y a Lucas; es posible, sin duda, que estuviera copian-
do a Marcos y, al cambiar su fuente, coincidiese en los mismos cambios.
que Lucas. Pero. aun aquf (donde se podrfa defender mas facilmente que
en ningiln otro if.ugar la teorfa de la dependencia de J uan con respecto
a los sinopticos), la explicacion mas sencilla de los hechos parece ser
la variacion involuntaria dentro de una tradicion oral 4 •
Hay, pues, razon para pensar que nos encontramos de nuevo en
coritacto con una forma separada de la tradicion subyacente al cuarto
Evangelio. Si es asf, los rasgos del relato peculiares de este Evan-
gelio merecen consideracion. Hay que admitir que en cualquier caso
el relato de Juan es mas claro y responde a algunas preguntas que
los sinopticos dejan sin respuesta para el lector. <'.Corno pudo' Pedro
llegar a encontrarse alH? Lucas solo dice que, cuando condujeron a Je-
sus al palacio del sumo sacerdote, Pedro «segufa a distancia» (ftKoA.o6-
8Et µaKp68Ev; es decir, segufa a la muchedumbre). En seguida dice
que, cuando se encendio un fuego en la mitad del patio, Pedro se
sento alH con ellos 5 • Pero no se nos dice como llego hasta alH. Mar-
ser contribuciones de los evangelistas en su calidad de autores; sin embargo, si
se puede defender la opini6n de que el nucleo del relato lleg6 hasta ellcis .con
pequeiias variantes a traves de canales diferentes de tradici6n oral, la existen-
cia de estas variaciones ulteriores confirma la hip6tesis.
4 Varios crl'.ticos han planteado el problema de si se ha de considerar el
episodio de la negaci6n de Pedro como parte original o integrante del relato
de la pasi6n. Es claro que, a diferencia de la mayorfa de los otros episodios,
este pudo existir como unidad narrativa independiente; pudo muy bien tener
su puesto en la didache cristiana para inculcar el tema, constantemente repeti-
do, de «confesar» y «negar» a Cristo (Mt 10,33; Lc 12,9; cf. 1 Jn 2,22-23;
vease mi comentario ad loc. ). Si circul6 originalmente por separado, esto po-
drfa explicar la inserci6n de este episodio en momentos diversos del relato en
los diferentes evangelios. Se ha llegado incluso a sugerir que la tradici6n se-
guida por Lucas (antes de su combinaci6n con Marcos) no contenfa un anun-
cio de la negaci6n -si no es en los terminos generales de un «eclipse» de fe
(Lc 22,31-33)- y, por tanto, tampoco una negaci6n. Pero sin el v. 33 el dia-
logo no tiene punto culminante. Efectivamente, la narraci6n adquiere gran par-
te de su fuerza gracias al contexto que la rodea en el relato de la pasi6n, y
el cambio de posici6n se puede explicar muy bien por la dificultad de narrar
convincentemente dos secuenci.as simultaneas de acontecimientos en dos lugares
diferentes. Pero es muy probable que esta historia se contara con frecuencia
para fines didacticos, incluso fuera de su contexto actual, y que su forma que-
dara afectada por tal empleo (como he sugerido que ocurri6 con el relato mar-
cano de Getseman{ y la narraci6n mateana del ataque contra el esclavo de!
sumo sacerdote y su continuaci6n, pp. 89-90). EI relato pudo adquirir en gran
parte su peculiar caracter de uniformidad general con variaciones de detalle en
el curso de su frecuente utilizaci6n en la ensefianza oral. Pero creo que es un
elemento integrante de la tradici6n comun de la pasi6n.
s EI sujeto de los participios verbales (TrEpLCX\jJavrcuv .•• ouyKa:0Loavrcu:v}
es la tercera persona indefinida del plural, ya que no pueden aludir a las per-
96 EL RELATO DE LA PASION

Cuadro 2. La triple negaci6n de Pedro

Diferencia con
respecto a Mateo Marcos Lucas Juan

I. Acusador 1 criada criada criada criada


2 otra criada la misma otro «ellos»
(E1:Epoc;)
3 circunstantes circunstantes «Otto» esclavo
(äA.Aoc;)

II. Modo de la 1 2.a persona 2.a persona 3.a persona 2." persona
acusaci6n 2 3.a persona 3.a persona 2.a persona 2.a persona
3 2.a persona 2.a persona 3.a persona 2.a persona

III. Contenido 1 «con Jesus» «con Jesus» «con el» «uno de sus
de la acusaci6n ( µE-ra) ( µna) (ouv) disdpulos»
2 «con Jesus» «uno de «Ul10 de <<Uno de sus
( µE-ra) ellos» ellos» disdpulos»
3 «Uno de ellos» «uno de «COll eh> «COll el»
ellos» (µEca) (µEca)
(i'] A.a:A.tO: föjA.ovl (un galileo) (un galileo)
TIOlEL)

IV. Uso del 1 fipv~omo fipv~omo


verbo 2 fipv~omo fipvElto fipv~amo
3 fipv~amo

V. Forma de la 1 «No se» (-r[ «No se» (-r[ «No conozco» «No soy yo»
respuesta A.E.yEtc;) A.EyEtc;) (aö-r6v)
2 «No conozco» «No soy yo» «No soy yo»
(-rov
äve pwnov)
3 «No COllOZCO» «No conozco»I «No se» ( ö
(1:0V (-rov A.EyEtc;)
äv9pwnov) äv9pwnov)

En I, los cuatro coinciden en (1); Juan difiere de los demas en (2) y (3);
en el contenido su (2) = Mateo y Marcos (3) frente a Lucas.
En II, Juan coincide con Mateo y Marcos frente a Lucas en (1), con Lucas
frente a Mateo y Marcos en (2), con Mateo y Marcos frente a Lucas en (3).
En III, Juan difiere de todos en (1), coincide parcialmente con Marcos y
Lucas frente a Mateo en (2), y coinclde con Lucas frente a Mateo y Marcos
en (3).
En IV, Juan difiere de todos en (1), coincide con Mateo frente a Marcos y
Lucas en (2) y difiere de todos en (3).
En V, Juan difiere de todos en (l), coincide con Lucas frente a Mateo y
Marcos en (2) y difiere de todos en (3).
De los quince puntos catalogados, hay siete en que Juan difiere d~ todos los
demas Evangelios.
EL JUICIO 97

CQS ~es un poco rnas claro. Dice que, cuando condujeron a Jesus «a la
casa del sumo sacerdote» (Trpoc;; 'lO\V apxu:.pE.a), Pedro le sigui6 a
un;a; cierta distancia hasta el interior de patio (O:n:o µaKp66Ev ytKO-
A.oueriaEV cx6i:<{'> [sigui6 a Jesus, no a la muchedumbre] EU><; E.aw
Etc; i:Tjv auA.Tjv i:oü apxlEpÜ0c;;). AlH «estaba sentadö (~v O'UVKa-
e~ [-lEvoc;;) con los siervos calentandose al fuego», mientras ocurrfan
los, incidentes que narra a continuaci6n. Juan procede con mas deta-
lle. Cuando condujeron a Jesus a la casa de Anas, Pedro «sigui6 a
Jesus» (ytKoA.o66EL 'l riaoO; la elecci6n \cle los terminos es sin duda
intencionada: Pedro era todavfa un seguidor de Jesus). Pero no pas6
dd port6n del patio. Estaba, sin embargo, con el otro µaerii:~c;;, que
per:teneda al drculo del sumo sacerdote. Pedro .se qued6 fuera, .en la
pueJ;ta, y el otro, «entr6 con Jesus» ( auvELa~A.6Ev i:Q 'l riaoO atc;
i:iJv :,auA.Tjv i:oü O:pXLEpE.wc;;). Luego sali6 de nuevo y, tras hablar
con .la portera, hi.zo entrar consigo a Pedro en el patio 6• La portera
mfX;iio reconoci6 a Pedro y le pregunt6: «~Eres tu otro de sus disd-
puio,~?» 7 • Y asi llegamos a la primera negaci6n de Pedro. Se nos dice
luryg<>- que los siervos y los guardias habfan encendido un brasero por-
que ,era una noche frfa y que Pedro «estaba de pie con ellos (~v µE'i"'
m,'.J;r('0v E.ai:wc;;} calentandose», mientras dentro del palaeio sucedfan
101:1 jncidentes que se relatan a continuaci6n.
Esta vivida narraci6n, cada uno de ·cuyos pasos es cla'ro y .cortvin-
cente, 0 bien es el producto de un notable sentido dramatico' 0 se apo-
ya en una mejor informaci6n. La elecci6n de una de estas alter11ativas
de:r»endera de ·lo ·que se piense ·. del discfpulo que era · yvwai:oc;; tfl>
O:pxtEpE°l (18,15) o un yvwai:oc;; toO ö:pXLEpE.wc;; (18,16) 8.. ~Se
ti:ai:~ ,sencillamente de una dramatis persona creada para c;lar un mot;ivo
plat1sible de que Pedro estuviera dentto? Se suele iadmitir hoy dfa que
yvc.:icri:6c;; es algo. . :rµas que, . un mero conocido 9 : Significa que fa persona
r . . . ··--- . . '· . .. - .··

sö~~, 1 .que_ han ,sido roe11;cionadas en :Ultimo. JJgä~:. ~PXlEpetc; KdL aTpai!Jyöl
"t:OU 1, ·lEpau .Km rrpEaßuTepol; Ja referencia . de gun:Jv, por tanto, es lgllal-
mentb in<;lefinida. Marcqs menciona UTCT]pET'CXL (14;54); lq mismo .hace .Mateq,.
per~(sin menckina:r; el fuego. Juari habla. de ))o0A.()L y. ÖTCT]pfaal. ; . .
.>q ,(), posiblemente, hab16 a la, ,portera, Ia cual jntrodujo luego a . Pedro,
... 1 : Kal au irnglica · quiza que la sirvienta. sabia qµe el amigo de Pedro ·~rii
uri' µcx9T)Tf]c; de Jesus · y supuso 'que Pedro era otro de ellos. De modo seme-
jante, Juan ha dado una raz6n para. 4 terrera:- pregunta a Pedro (18;26}: el
qui'!: pregunta le habia vi_si:o en el huerto. En los .sin6pticos el. <iue· pregu[\t,a
et\ ~ercer lugar reconoce que. Pedro. es galileo (por su acento, segiin Mateo) .. ,,,
- ,8', Es posible que Ia construcci,6n sustantiv~ c:On genitivo. haga de ywo:i:6c;
urui descripci6n un .tanto ma's forinal que la construcci6.n adjetival con dati,vo,
lo mis,mo que amicus Caesari tiene _un matiz. semantico ligeramente diferente de
am.icuf Caesaris, que sugiere pertenencia a la 'cahors amicorum. .· · , ,.
, ': .[vi:.:>OT6c; se aplica raramente a personas. Es una forma secundaria de
yvc.:icrr6~, que se empleaba desde Homero en .el sen,tido ·de «pariente». En. Neh
5,lQJeerµos ol cH'>,eA.qio[ µou 1w:l ol yvc.:>OTo[ µ<lV, donde yvc.:>OTo[ ·es una
mala':'traducci6n de '!~~ (o representa un textö diferente). · .Sin embargo„ el
tradudor crey6 probablemente que O:&A.qiol ·y yvc.:iOTo[ ihan natur-almente
juntos. En Lc 2,44 auyyeve'i:c; Kal yvc.:iaTO[ forman un grupo y en Lc 23,49
ol yvc.:>OTo[ no son .ciertamente meros conocidos. Este· pasaje refleja· el len-
7
98 EL RELATO DE LA PASION

en cuesti6n era un miembro del drculo del sumo sacerdote, posible-


mente un pariente, y de familia sacerdotal o, en todo caso, utio que es-
taba en estrecha relaci6n con 1a familia del sumo sacerdote en funcio-
nes. El lector que se acerque al cuarto Evangelio desde los sin6pticos
quedara, sin duda, sorprendido al hallar una persona de esta categorfa
entre los «disdpulos» de Jesus, min cuando se de a µaerrrf]c; un sen-
tido un tanto amplio 10 • Pero suponer que el cuadro sin6ptico es ex-
haustivo o exclusivo equivaldrfa a prejuzgar el problema con una
petitio principii. Despues de' todo, tambien en los sin6pticos 11 hay
indicios de que las clases dominantes no mostraron siempre una acti-
tud tan hostil hacia Jesus como la que describen de ordinario. Proba-
blemente no ofrecen una imagen completa. Mas aun, la poca atenci6n
que los sin6pticos prestan a Judea, antes del perfodo del conflicto final,
es patente, y pocos crfricos modernos estarfan dispuestos a excluir la
posibilidad de que Jesus trabajara en el sur mueho mas de lo que Mar-
cos, o incluso Lucas, nos dice, o la posibilidad (por tanto) de que
tambien alll tuviera seguidores que no aparecen en el relato sin6ptico.
Si Juan muestra frecuentemente interes por µaerrrat residentes en
el sur, no estamos obligados a rechazar de antemano su informaci6n
solo porque los sin6pticos no hablen de ellos u. No se puede resolver
el problema del µaerrrf]c; que era yvwmoc; i:c{) apxuopEL, prescin-
diendo de una consideraci6n general de estos supuestos disdpulos de
Judea. Mas adelante propondre algunas consideraciones al respecto 13 •
guaje de Sal 87,9: !;µ6:Kpuvac; -raue; yvcucrrouc; µou d:it' EµoG. En el mismo
salmo (v. 19) yvcuo-ro[ esta en paralelismo con <j>iA.oc;. .
10 EI hecho de encontrar una persona de familia sacerdotal entre los dis-
dpulos de Jesus no tendrfa en si nada de sorprendente.. Segun Hch 6,7 la
lglesia ·primitiva inclufa entre sus miembros itoA.u<; öxA.o<; -rwv tEptcuv. Juan
Bautista era de familia sacerdotal, segiln Lc 1, y ahora sabemos que su misi6n
estaba relacionada en algiln modo con la comunidad sacerdotal de Qumran~ En
cualquier caso, hubo un intercambio entre el drculo de Jesus y el del Bautis-
ta y, segiln el cuarto Evangelio, los primeros .disdpitlos de Jesus procedfan del
cfrcul~ del Bautista. Pero pertenecer a una familia sacerdotal o estar bajo la
influencia de una comunidad sacerdotal es una cosa, y pertenecer al cfrculo
aristocratico de Anas y Caifas otra. Lo sorprendente es encontrar un mienibro
de la clase dirigente descrito como µa0ri-rfic; de Jesus. Pero Juan desctibe
tambien asi a Jose de Arimatea. Es posible que este usando µa0TJTTJ<; en un
sentido un tanto lato.
11 Por ejemplo, en Mc 12,28-34 (,:pudo Juan haber descrito a este ypaµ-
µa:i:su<;, que acept6 la ensefianza de Jesus sobre los dos mandamientos mas
importantes con aprobaci6n entusiasta y que fue declarado como ou µaKpav
d:ito Tfj<; [3cxotA.E[a:<; -roü 9EoG, como un µa0ri-rf)<; en su concepci6n del ter-
mino?), Mc 10,17 (el hombre rico era, al menos, un discfpulo en potencia, ya
que recibi6 la llamada: d:KoA.oo0E1 µOL). Jose de Arimatea era en todo caso
un amigo segiln. los sin6pticos y tambien el cuarto Evangelio; los primeros di-
cen que era '!rpooBEX6µsvo<; TI]v f3cxmA.E[av foG 0EoG, que apunta quiza de
nuevo hacia un µa0TJTTJ<; en potenda. . ·
12 No veo ninguna raz6n para rechazar la implicaci6n evidente de los . ev:;in-
gelios sin6pticos de que Jesus tenfa al menos fres amigos o adeptos en Judea,
a saber: el duefio del borrico utilizado para entrar en Jerusa1en, el amo de la
casa.· en que se celebr6· la Ultima cena y «Simon el Leproso» de Betania. ·. ·.
13 Cf. infra, pp. 248-251.
.' EL JUICIO

Por el momento · quisiera · hacer notat que, si este evangelista L~enfa


informacion sobre disdpulos del sur de los que no nos ·hablan: otras
fuentes, debemos estar dispuestos a aprender de el nuevos hechos cjue
no hubieramos podido inferir solo de .una 1ectura de los sinopticds, por
ejemplo, que Jesus tenfa al menos un seguidor en drculos del sumo
sacerdcite. El hecho de que no oigamos nada mas sobre este' µcx9rrr~c;
no va contra la aceptabilidad de la afirmacion joanea. Todo lo contra-
rfo. Los creadores de leyendas gustan siempre de identificar petsona-
jes anonimos en un relato con personas conocidas 14 • En este pasaje,
sin embargo, se caracteriza al disdpulo ofreciendo solo el unico rasgo
necesario para explicar su papel en este incidente concreto: su rela-
cion con el sumo sacerdote. Esto esta en consonancia ·con · el estilo
de unidades tradicionales de narrativa 15 • Asf, pues, si bien es posible
que el evangelista no este haciendo sino elaborar los detalles de la
escena imaginando por sf mismo la situacion, hemos de admitir- que
no existe nada sospechoso en la presencia de este disdpulo, por lo demas
desconocido, cuya intervencion hace inteligible y natural un rasgo ·enig-
matico del relato sinoptico.

b) El interrogatorio ante el sumo sacerdote (18,12-14.19-24)

Segiln Marcos, el interrogatorio tenfa por objeto obtener pruebas


para condenar a muerte a Jesus. Su relato del proceso es completo y
pormenorizado. Hay en el cuatro puntos principales:
1) la acusacion de amenazar con destruir el templo, abandonada
luego porque los testigos no estaban de acuerdo;
2) la pregunta del sumo sacerdote: ~u Et 6 Xpta-r6c;; y la res-
puesta afirmativa de Jesus;
3) su prediccion de la entronizacion del Hijo del Hombre;
4) su cotidenacion por el cargo capital de blasfemia.
Mateo tiene los mismos cuatro puntos, pero su relato difiere en
algunos detalles. Lucas no dice nada de 1 ), la acusacion de amenazar
coti destruir el templo, ni de 4 ), la condenacion por blasfemia. Habla
de los otros dos puntos, pero la coincidencia verbal con Marccis y (o)
Mateo es solo ocasional.

14 Juan no ha re.sistido a la tentaci6n de identificar a la mujer que ungio


a Jesus con Marfa la hermana de Lazaro (a no ser que atribuyamos la nota
de 11,2 a un redactor). Los creadotes de leyendas pusieron muy pronto · manos
a 1a obfa para identificar a1 yvcumoc.; -rt;> apxtepEc.>c.;. Ha sido identificado
con el disdpulo an6nimo de Jn 1,40 y con el disdpuiü amado de 13,23, etc.
sin ninguna _base en el texto, e incluso con Juan el hijo de Zebedeo; y con el
fin de confirmar esta ultima identificaci6n, se ha interpretado la expresi6n
yvwo-roc.; -rt;> O:pxtepei: cotno si significara que el pescador galileo provefa
de pescado a su Santidad el sumo sacerdote, lo cual dista mucho de ser con-
vincente.
15 Cf. los ·disdpulos que eran pescadores, el hombre que tenfa · muchas
riquezas, la mujer que era sirofenicia, el leproso que era samaritano, etc ..
100 EL RELATO DE LA PASION

EI relato joaneo no hace referencia alguna a estos cuatro puntos.


Pero no se trata de mera omisi6n. Al igual que en los casos de las
palabras y acciones sacramentales durante la ultima cena y de la ·ora-
ci6n de Jesus antes de su detenci6n, para tres de estos puntos, 1), 2)
y 4 ), existen paralelos joaneos en otros contextos 16 •
EI dicho sobre la destrucci6n del templo ( 1 ), que segun Mateo y
Marcos foe aducido como prueba contra Jesus, aparece en Juan con
dtra forma en el contexto de su relato sobre la puri6.caci6n del templo
(2,14-22). Sera conveniente colocar las tres formas del dicho una juntö
a otra para poderlas comparar.

Mc 14,58 Mt 26,61 Jn· 2,19


~ycb KITTO:AUOU) i:ov VO:OV Mvo:µm Ka-ro:A.Gom AUOITTE 'rOV vo:ov
i:ov vo:ov
-roG-rov tov XELp01tol'Y)1:0v 'rOU 9EOU i:oGi:öv
KO:l 5LO: i:pu7>V ii µEp&'>v KO:l BLO: i:pL&'>v i'] µEp&'>v Ko:l EV -rpLolv i'] µepm~
äX..A.ov cX){ELponoC11i:ov o:ui:ov
OlKOBoµiJow olKoBoµfjom EyEp&'> .aui:6v'

Diflcilmente se puede dudar de que se trata del mismo dicho, si


bien el lenguaje y la forma de la frase di6.eren y ni siquiera el sentido
del dicho es igua:l en los tres casos. En Marcos se trata de la declara-
Ci6n de lina intenci6n de destruir el templo y de construir otro, que, a
diferencia del actual, tendra un caracter sobrehumano (&)(Elf>ö'ITÖLT]·
TO~}.;:Seglin Mateo, se trata de una pretensi6n de tener el poder de
destruir el templo (sin intenci6n expresa de hacerlo) y de reconstruir
el ,mismo templo (cxö-r6v). En Juan la frase A.600:-rE -rov vcxoy wüwv
es probablemente la pr6tasis de una oraci6n condicional, ton impera-
tivo en vez de indicativo 17 y con el significado de «si destruis , este
16 Existe un equivalente teol6gico de 3 ), pero no tin paralelo. La cita de
Dn 7,13 y Sal 109 (110),1, combinadas en Mc 14,64, presenta. una im,agen
niuy 'rica basada en los dos pasajes. Dn 7,9-14 describe un'a esceria eri 1a que
la 'figtita simb6lica del Hijö del Hombre viene entre las nubes 'de1' cielo para
!>ir irivestida con la soberanfa Universal. Esta figura simb6lica esta„ filndic\a
aqui con Ia del sacerdote-rey victorioso de Sal 109, que es entronizado .a la
derecha. de Yahve. Esta entronizad6n del Hijo del Hombre, es decir, hi: reali-
dad significada por la imagen combinada de Dn 7 y Sal 109) se nianifestara
a los que van a matar a Jesus (olj.Jeo9E). En Juan el Hijo del Hombre sera
«exaltado»; e1 verbo uljJoGv se puede aplicar aptopiadamente a. la elevaci6n de
una pei:sona al estado real (se encuentra de hecho en Sal 109,7: BLO: i:oQi:o
uljJcbOEL KEq>o:A.i'Jv, que se puede entender en el . sentido de «El Sefior l<;
eXaltata», como culminaci6n de todo el himno de victoria). As! .fo 8,28; .öi:o:v.
uljJcboE'i:E 'rOV ulov 1:00 av9pcbnou i:61:E yvcboe09E Ö'tl EYW Elµi, es un
sentido profundo, un equivalente de Mc 14,62. Para Juan la crucifixi6n de
Cristo es por sf. misma su Ölj.Jwcm;, la entronizaci6n del .Hijo del Hombre. Es
totalmente improbable que el profundo , modo de tratar el tema en el cuarto
Evangelio dependa en algUn modo de Marcos. Rep:resenta un proceso de_ re-
flexi6n independiente y original sobre los datos tradicionales. . ,,
17. Estii construcci6h. es muy frecuente en refranes castellanos (cf; «Crfa
cuervos y te sacaran los ojos»). Esta bien establecida en hebreo (cf. Davidson„
EL JUICIO 101

templo, yo lo reedificare» (o «si este templo es destruido, yo lo reedifi-


care» ). Aquf, por tanto, el dicho no es ni una amenaza de destruir
el templo. ni una pretensi6n de tener el poder de hacerlo, sino una
promesa de restaurarlo despues de su (hipotetica) destrucci6n. Corno
en Mateo (y contra Marcos), el templo que sera destruido y reedificado
es el mismo ( cxö-r6v), si bien la interpretaci6n aJicional deja claro que
ni el templo destruido ni el reedificado es XELPO'TtOLTJ'tO<;. No es ne-
cesario discutir aquf el problema de la relaci6n entre Marcos y ·Ma-
teo. Es problematico que pueda ser resuelto en terminos de la
simple f6rmtila de que Mateo «reelabor6» a Marcos. Parece totalmente
claro que la versi6n de Juan no se deriva de ninguno de los dos. Su
frase es de cufio diferente. Su forma es mas sencilla que cualquiera
de las otras dos y su €.v -rpLolv ~µE.pmc; es ciertamente inferior, des-
de un punto de vista gramatical, al marcano ~hO: -rpLwv ~µe.p&v, como
expresi6n de un perfodo de tiempo. La sustituci6n de olKoöoµE.lv por
€.ye.(pav puede deberse quiza al deseo del evangelista por encontrar
un verbo apropiado a su interpretaci6n del dicho; sin embargo, €.ye.(-
pav era una palabra corriente y perfectamente apropiada para expre-
sar la construcci6n de un edificio 18 .
La explicaci6n mas probable es que la tradici6n oral contenfa un
dicho sobre la destrucci6n del templo, lo cual procuraba a la Iglesia
algunas dificultades. Se nos dice que a Esteban le acusaron de haber
dicho Ö'tL • 1rioouc; 6 Ncx~U>pcxfoc; oi'.hoc; Kcx-ra:A.6oa -rov -r6'Ttov
-roui:ov (es decir, el templo; Hch 6,14). La afirmaci6n -dice el autor-
era falsa; sin embargo, resuena en tres de los evangelios. Cada evan-
gelista trata de evitar a su modo que se malinterprete esa afirmaci6n.
Marcos, como el autor de Hechos, dice que la acusaci6n de que Jesus
amenaz6 con destruir el templo era falsa y que de hechö no fue acep-
tada por el Sanedrfn. Mateo dice que no se acus6 siquier~ a Jesus de
haber amenazado con destruir el templo, sino solo de haber dicho que
era capaz de hacerlo si querfa; y aun asf, afiade, no se crey6 a los
testigos. Lucas opta por omitir el embarazoso dicho (y Ja posterior
alusi6n a el, Mc 15,29). Juan lo formula de tal suerte que Jesus no
aparece como el destructor, sino como el restaurador del templo 19 , y

Hebrew Syntax 3.' ed., p. 191) y no es en absoluto rara en griego; su base


es quiza el uso «concesivo» del imperativo (cf. Goodwin, Moods and Tenses
of the Greek Verb (1889) 254). Es posibie que nuestro pasaje quiera dar a
entender el sentido concesivo: «aunque el templo sea destruido, yo lo levan-
tare en tres dfas».
18 Cf. Luciano, Alexander, 10: EKELVOL yap Kal VEWV aö1:lKa EIJ-'TJ-
<1>lcravro lyE'lpo:L K·al 't'oUc; 9EµEA.(ouc; flB11 foKamov, O.G.I. 5, 677 (si-
glo II d.C.), oi. lydpavrEc; Tljv. olKoBoµT]v wü TCUA.ßvoc; (de modo pareci-
do en griego moderno). No es un termino de los LXX, ya que aparece s6lo
en Esd 5,43 (44), EÖ~avro lyE'lpm 't'OV oi'.Kov ETil 't'OÜ 't'6TCou aöwü (sin
original hebreo); pero cip , que es traducido con frecuencia por tyE(pELV, se
emplea para designar la erecci6n de un altar, tabernaculo, mont6n de pie-
dra.ll, etc.
19 No serfa quiza demasiado precipitado conjeturar que. la folllla· de . tra- ·
dici6n que hablaba de 111 restauraci6n del templo destruido se transmiti6 a
102 EL RELATO DE LA PASION

ofrece al mismo tiempo una interpretaci6n que elimina toda alusion al


templo real de Jerusalen. Podemos atribuir tranquilamente esta inter-
pretaci6n al evangelista, pero su versi6n del dicho mismo depende casi
con seguridad de una tradici6n diferente de la que subyace en .los
evangelios sin6pticos (y Hechos).

EI punto central de la pericopa marcana reside en la pregunta y


respuesta sobre la mesianidad, 2), y en el veredicto de culpabilidad ba-
sado en la acusaci6n de blasfemia, 4 ). En Juan encontramos un para-
lelo insertado en el dialogo de Jn 10,22-38, que esta situado en la
fiesta de la Dedicaci6n. Este pasaje es una composici6n que ha sido
elaborada completamente segtin el estilo y modo del evangelista, que
expone en el alguna de las ideas centrales de su teologfa. Sin embargo
los elementos basicos del dialogo son los mismos que los del relato
marcano sobre el proceso ante el Sanedrfn y estan indicados por las
siguientes frases claves: ou El 6 xpw-r6c; (10,24), uloc; TOU 8Eo0 20
:etµ( (36), ßA.o:ocpriµlc:x, ßA.o:ocpriµci:c; (33-36). En efecto, el nucleo
del dialogo de la Dedicaci6n parece ser una formulaci6n alternativa
.del material que encontramos tambien en la perfcopa marcana.
Mas aun, el comienzo de este dialogo manifiesta una sorprendente
:semejanza con el comienzo del proceso ante el Sanedrfn segtin Lucas
~que difiere sensiblemente de Marcos en este punto):

Lc 22,67-68 Jn 10,24-25
EL au Ei: 6 XPLCIT6<;, El au El 6 XPLO'rO<;,
ElTrov i']µ'lv ELTIOV i'] µ'lv mxppT]alc;x.
ELTIEV BE aui:o'l<; cXTrEKp(ST] au-roL<; 6 '1 T]OOÜ<;
eav öµ'lv E'i'.Trw EL1TOV ÖµLV
OU µYj 1tlCITEUaT]'rE KCxL 00 1tlCITEUE'rE

La semejanza dificilmente puede ser casual. Parece dato que tenemos


ante nosotros una reelaboraci6n joanea de un material muy similar, al
menos, al que ha sido incorporado en parte por Marcos y en parte
por Lucas en sus respectivas versiones del relato de la pasi6n. Si
adoptaramos la hip6tesis de la dependencia literaria de Juan con res-
pecto a los sin6pticos, nos verfamos obligados a suponer que combi-
n6 los dos relatos, ya que, mientras el comienzo se asemeja a Lucas,
es Marcps, y no Lucas, el que habla de la acusaci6n de blasfemia. La
hip6tesis mas probable es, sin duda, que Juan ha trabajado sobre la
base de una forma independiente de la tradici6n. Parece haber dos
posiblidades: a) Juan pudo haber encontrado este material incorpora-
do ya en una forma del relato de la pasi6n diferente de la que segufan
los sin6pticos, si bien semejante a ella en algunos aspectos, y pudo
haber preferido trasladarlo a una parte diferente de su evangelio, con
traves de canales judeo-cristianos, donde la «m1stica» del templo de Jerusalen
estaba . todavfa viva.
2~ Asi tambien Mateo y Lucas; Marcos dice -roü EÖAoyri-roü.
EL JUICIO 103

la libertad que, ~omo hemos observado, caracteriza su metodo; 0 b) el


material pudo haber sido transmitido. sin conexi6n directa con el re-
lato de la pasi6n ---el dialogo sobre las pretensiones mesianicas inde-
pendientemente del dicho sobre el templo---:- y, mientras Marcos y Lu-
cas .lo utilizaron para su relato del intetrogatorio ante el sumo sacer-
dote, Juan lo coloc6 en otro contexto. En cualquier caso es claro
que nuestro evangelista no tenfa ningun motivo teol6gico para excluir
del relato de la pasi6n un material tan fntimamente relacionado con
su propio pensamiento.

E°f relato joaneo del pro~eso ante. e1 sumo sacerdote es completa-


mente diferente del de Marcos y los ottos evangelios sinopticos. EI
sumo sacerdote interroga a Jesus TIEpl -r&v µaeri-rci>v aö-roO Kal
m~pl -r~c; ÖLöax~c;· aö-roO. Jesus responde que el ha ensefiado en pu-
blico y pide que se aduzcan testigos para que sean interrogados. Ante
tal actitud, uno de los guardianes le golpea y pregunta: «~Es asf
como respondes al sumo sacerdote?». Jesus protesta que si hay algo
que no esta bien en su respuesta, se debe aclarar d6nde esta la falta
(en vez de emplear la violencia). Acto seguido se concluye el interro-
gatorio y se envfa a Jesus ante Caifas. EI contraste con Marcos es
notable. Mientras la escena marcana tiene un profundo sentido teol6"
gico, Juan, e1 mas teol6gico de todos los evangelistas, da una versi6n
que se mantiene a nivel de puro relato, sin ninguna teologfa especial.
EI relato joaneo revela contacto con los sin6pticos solo en dos
puntos:
a) La respuesta de Jesus a 1a pregunta del sumo sacerdote sobre
~u ~nsefianza, E.yc0 Tiav-ro-ri:. EölöaC,a EV cruvaywyfi Kal EV •0
LEpcp, recuerda su protesta en Getsemanf contra e1 empleo de la vio-
lencia como la encontramos en Marcos (14,49) y, con alguna varian-
te, en los otros: Ka0' ~µEpav flµriv 'ltpoc; uµö:c; EV •0 LEP0 ÖLÖao-
KU>V, Kal oÖK EKpa-r~cra-rE µi:.. Los dos pasajes tienen el mismo ca-
racter y en los dos se subraya la publicidad del ministerio de Jesus
(contra cualquier insinuaci6n de conspitaci6n furtiva). Este era pto-
bablemente un elemento constante ·de la tradici6n, que podfa ser intro-
ducido en diversos puntos de los evangelios.
b) La unica PcX'TCLOµa proporcionada pot uno de los U'TCT]pE-raL
podrfa muy bien ser una reminiscencia de Mc 14,65, donde, al acabar
e1 interrogatorio ante el sumo sacerdote, o[ UTIT]pE-rm paTI(aµamv
aö-rov €A.a~ov. Sin embargo, toda la situaci6n es tan distinta y la
Pamaµa se adapta de modo tan diverso a su contexto que serfa arries-
gado defender la dependencia de Juan con respecto a Marcos. EI
mismo termino «bofetada» (pamaµa) esta profundamente enraizado
en la tradici6n de la pasi6n debido a su dependencia de Is 50,621 •
Estos dos puntos de semejanza no equivalen, pues, a una prueba en
favor del empleo de los evangelios sin6pticos como fuentes, aunque
21 Cf. supra, pp. 52-53 e infra, 112.
104 EL RELATO DE LA PASION

indican ciertamente que en el trasfondo · se oculta de algun modo una


tradicion comun. Pero la escena ert su conjunto contrasta tan vivamen-
te con el relato sinoptico, que la debemos considerar como esencial~
mente independiente. Es intrinsecamente improbable que se trate de
una libre composicion del evangelista, ya que no tiene traza · algtina
de interes teol6gico. Hay en ella dos rasgos especiales que parecen
apuntar claramente hacia el empleo de una forma separada de tra-
dicion:
1) La mencion de los das jerarcas, Arnis y Caifas, que nos son
bien conocidos por fuentes no cristianas. Marcos, 1o mismo que Lucas,
no da el nombre de apxu~pE6c;. Mateo da el nombre de CaiHs, lo
cual es ciertamente ·correcto, pues sabemos que Caifas fue designado
sumo sacerdote por Grato y depuesto por Vitelio 22 • En otro pasaje,
Lucas nombra a Anas y Caifas como apxu:.pEl:c;, cuando Juan Bau-
tista comenzo su ministerio, y los vuelve a mencionar juntos en
Hch 4,6, donde, sin embargo, solo Anas lleva el titulo de apxtEpE6c;,
mientras que Caifas es solo uno «de familia de sumos sacerdotes» 23 •
Parece muy improbable que Juan haya descubierto estos nombres en
remotos pasajes de los escritos de Lucas con el fin de adornar su · rela-
to. El hecho de que parezca estar un tanto perplejo sobre los papeles
desempefiados por los dos jerarcas 24, quiza sobre el empleo del titulo
cXPXLEpE6c; 25 y sobre la duracion de ese cargo 26 , no contradice en
22 Cf. Josefo, Antiq. XVIII, 35,95.
23 El lenguaje lucano es muy semejante. La dataci6n del aiio segun <los
O:pXLEpE'lc; (como dos c6nsules en Roma) es ciertamente an6mala. En el tiem-
po representado por Reh 4,6, Caifas estaba sin duda en el cargo, pero es
posible que tambien Amis recibiera la designaci6n de apxlEpe6c;. Cf. infra.
24 En Jn 18,13 Jesus es conducido ante Amis, suegro del O:pXLEpe6c; Cai-
fas. En 18,24 Amis le envfa al apxlEpE6c;, aquf an6nimo. Entre tanto, en 18,19
ö d:pxuöpE6c; (an6nimo) interi:oga a Jesus: dado que no ha sido enviado to-
davfa ::i Caifas, el &pxUöpE6c; en cuesti6n difkilmente puede ser otro que Amis.
La confusi6n se debe quiza a una corrupci6n primitiva del texto; las varian-
tes de los mss. no parecen ser sino intentos a posteriori de salvar la dificultad.
Tampoco los intentos especulativos de los cdticos modernos por arreglar las
cosas reorganizando el texto son convincentes. Sin embargo, la confusi6n no
es quiza tan inexcusable como parece. Cf. la nota siguiente.
25 EI termino d:pXLEpe6c; {casi desconocido en la traducci6n griega de los
libros veterotestamentarios hebreos; solo en Lv 4,3; Jos 22,13 y en otros po-
cos pasajes como lectura alternativa) se emplea en dos sentidos: a) ö d:pXLEpe6c;
significa propiamente la cabeza Uni.ca del orden sacerdotal, llamado ltt!:llJ · en
absoluto: !dl'hy ltl!:llJ, ?11~tr ltt!:llJ, lJ'tPtflJ ltt~lJ; b) d:pXlEpe'lc; en plural desig-
na una clase del clero superior que estaba compuesta de todos los ex-sumos
sacerdotes y de los miembros de un grupo determinado de familias de las que
se elegian los sumos sacerdotes. Un miembro del grupo de d:pXlEpE'lc; es ne~
cesariamente un apxtEpe6c; y, si ha sido ya mencionado en el contexto, es,
segiin la gramatica griega, ö d:pXLEpE.6c;. Hay, por tanto, raz6n para una cier-
ta ambigüedad eh el empleo. Asf, en Vit., 193-194, Josefo habla primero de
-rou<; d:pXlEpEL<;. "Avavov (nuestro Anas) Kal 'h100Gv -rov -roG raµa:f...ö:,
y luego casi inmediatamente, .de ö. &pxUöpEuc; "Avavoc;. Si, en nuestro pa-
saje, Juan hubiera introducido primero il. Anas ccimo Ö apxUöpEUc; Kal 'll:EV8E·
p<)c; -roG Kalacpa öc; ~v O:pXLEpEUc; -roG EVtau-roG EKElVOU, su lenguaje no
hubiera sido mas an6malo que el de Josefo; En sentido habrfa sido: '«aquel
EL JUICIO 105

modo alguno la opini6n de que estaba utilizando. una buena fuente de


informaci6n. Todo lo contrario, tal hecho confirma, mas bien, esa opi-
ni6n, ya que un ·autor que estuviera componiendo libremente se podria
permitir este tipo de confusi6n menos que otro que estuviera incorpo-
rando un material que, con la distancia de denipo y lugar, no le era
completamente inteligible. Es, pues, probable que la introducci6n de
los dos nombres apunte hacia un empleo independiente de una tradi-
ci6n distinta de 1a de los sin6pticos, tradici6n que, aunque el evangelis~
ta no se ha dado perfecta cuenta de ello, se adapta exactameilte a las
condiciones de 1a jerarqufa judfa en ese perfodo, como las describe
Josefo: el anciano Anas, depuesto formalmente del sumo sacerdocio
unos quince afios antes, segufa manejando el poder entre bastidores,
mientras que miembros de su familia iban sucediendose en la digni-
dad titular. Si fue capaz de colocar en el cargo a no menos de cinco
de sus hijos, es bastante probable que un yerno suyo ocupara oportu-
namente el trono ponti:fical, si bien esto lo sabemos solo por Jn 18,13;
fue, SegUil Josefo, el mas afortunado de todos los hombres ZT.
2) La a:firmaci6n de que Jesus fue interrogado TIEpl i:&v µa:Sri-
i:&v a:öi:oO Kai itEpl i:flc; fnöaxflc; a:öi:oO da al proceso un aspecto
diferente del que encontramos en los relatos sin6pticos; pero coincide
con 1a a:firmaci6n de una baraita de Bab. San. 43b: Jesus de Nazaret
fue condenado a muerte porque practic6 la magia e «incit6 y empu-
j6» a Israel ( ';iNitu~ liN n~im li~Oil). El texto alude claramente a la
legislaci6n de Dt 13, donde estos verbos se aplican a personas que
tratan de desviar a Israel a la apostasfa e idolatrfa. Se estipula alll .que,
si un profeta o visionario intenta «empujar» a Israel fuera del cami:no
que el Sefior seiial6 (ini1~ ~~.~ i~~ 1~.1tn~ ~ti~1tt7) sera ejecutado
( 13 ,6 ). Si un amigo o pariente cercano «incita» a otro a servir a otros
miembro de la jerarqufa cuyo nombre era Amis y que era suegro del sumo
sacerdote de ese afim~. Cuando Amis vuelve a aparecer de nuevo en 18,19, la
referencia a el como 6 O:pxu:.pE6<;, «el mencionado miembro de la jerarqufa»,
hubiera sido bastante natural. Es simplemente el doble empleo del termino,
en singular aplicado a un funcionario individual y en plural a una clase, lo que
crea confusi6n (una confusi6n de la que J osefo no era, al parecer, muy cons-
ciente ). Pero se ha de notar que Arnis en concreto sigue siendo llamado 6
dpXtEpe.uc; mucho despues de su deposici6n (Josefo, Antiq. XVIII, 34).
26 Es casi imposible exculpar al evangelista de haber interpretado mal· la
duraci6n del cargo de sumo sacerdote. Los intentos de hacerlo no logran con-
vencer. Debi6 pensar que la duraci6n era de un afio, como la de los sacerdo-
cios de las ciudades griegas. Pero la rapida sucesi6n de sumos sacerdotes bajo
la administraci6n provincial römana · excusa en gran parte esa mala interpre-
taci6n en el caso de un autor que escribfa basandose en informaci6n recibida
y no en conocimientos directos. Los· dos predecesores inmediatos de Caifas es-
tuvieron en el cargo nö mas de un afio cada uno (Josefo, Antiq. XVIII, 34).
Cf. tambien W. L. Knox, Same Hellenistic Elements in Primitive Christianity,
74; St. Paul and the Church of Jerusalem, 61.
.71 Josefo, Antiq. XX, 198: -roüi:6v qicxat i:ov 'Tl'pEO~ui:cxi:ov Avcxvov
H

eöi:u:~Eai:cxi:ov yEvfoScxc . TIEvrE yap eaxE 'Tl'cxlf>a:c; iml -rou-rouc; . 'Tl'avra:c;


auvE(:Sl"I d:pXtEp<rrEÜacxt i:Cl> 9E{f>. Segiln la tradici6n rabinica, .· la casa de
Anas se hizo culpable de delitos mayores que el de nepotismo.
106 EL RELATO DE LA PASION

dioses ( l:l~1lJ~ l:l~i:f;~ il1~~~1 ili?). ibN'.? . . . ~r,it;i; ), sufrira el


mismo castigo (13,7). La baraita implica, pues, claramente que Jesus
fue clasificado como falso profeta o maestro heretico, que conducia al
pueblo a la apostasfa y que, por tanto, mereda la pena de muerte se-
gun la legislaci6n deuteron6mica. Si esta era la opini6n de las autori-
dades judias, era muy l6gico que Jesus fuera interrogado sobre la
naturaleza y contenido de su ensefianza y sobre los seguidores que
habia conseguido, como Juan nos dice que ocurri6.
Llegamos, pues, a las siguientes conclusiones: a) en lo que toca
al interrogatorio ante el sumo sacerdote, Juan era totalmente indepen-
diente de la forma sin6ptica del relato de la pasi6n, aunque b) en dos
puntos reconocemos rasgos que pertenecen a la tradici6n comun sub-
yacente a todos los relatos; c) su relato del interrogatorio esta tomac
do de una fuente, muy probablemente oral, que estaba bien informa-
da sobre la situaci6n en aquel tiempo y tenfa relaci6n con la tradici6n
judia del juicio y condenaci6n de Jesus.

c) El juicio ante el gobernador romano 28 (18,28-19,16)

EI proceso en el tribunal romano esta pintado en un amplio lien-


zo, con una elaboraci6n de detalle, una fuerza dramatica y una sutileza
psicol6gica que sobrepasan con mucho a los otros evangelios. EI re-
trato de Pilato es vivido y convincente, y no lo es menos el cuadro de
la astuta obstinaci6n de los sacerdotes tratando de explotar el estado
de sumisi6n politica para cargar la responsabilidad sobre el extranjero
y sabiendo muy bien, al mismo tiempo, c6mo usar su debilidad para
conseguir lo que querfan. Es muy diflcil decir cuanto de todo esto debe
atribuirse al talento creador del escritor.
Hay algunas indicaciones de que la escena ha sido inventada en
algunos detalles. En primer lugar observamos que, al relatar dos inte-
rrogatorios in camera, el autor reproduce las mismas palabras del juez
y del acusado en unas circunstancias en que, ateniendose al autor mis-
mo, es dificil ver c6mo pudo encontrarse presente un eventual infor-
28 Tacito (Ann. XV, 44) le llama procurator, pero este titulo parece ser
un anacronismo. Los gobernadores provinciales de clase ecuestre llevaban el
titulo procurator Augusti desde el tiempo de Claudio. Anteriormente el titulo
era praefectus o pro legato. Cf. A. H. M. Jones, Studies in Roman Law and
Administration, ll 7ss. El problema del verdadero dtulo de Pilato ha quedado
resuelto por el descubrimiento en 1961 de una inscripci6n encontrada en Ce-
sarea que contiene las palabras PON]TIVS PILATVS [PRAE]FECTVS IVDA-
[EAE (cf. «Journal of Biblical Studies» 81/1 [1962] 70). Despues de haber
terminado este capitulo, tuve la oportunidad de escuchar una conferencia de
IA. N. Sherwin-White sobre los aspectos legales y administrativos del juicio an-
te Pilato, en su curso de Sarum Lectures. Si el lector desea una exposici6n da-
ra, bien documentada y autorizada del trasfondo de los relatos evangelicos ,del
juicio, le recomendarfa esas conferencfas, que aparedan con el dtulo .Roman
Law and Roman Society in the New Testament (Oxford University Press,
1963). La exposici6n de P. Winter, On the Trial of Jesus (De Gruyter, BetHn
1961) difiere en algunos puntos.
EL JUICIO· 107

mador. Parece, pues, que el autor, siguiendo una convenc1on tradicio-


nal de la historiograffa antigua, se sinti6 libre para componer discur-
so~ y dialogos encaminados a describir el caracter de la situacion tal
como el la concibe, sin pretender relatar verbatim Io que realmente se
dijo alll. ·· · •
Mas aun, encontramos un cierto tipo de tecnica _dramatica que apa-
rece en otras partes de este Evangelio y que en esta ocasion se utiliza
con gran efecto .. EI autor emplea el recurso de dos escenarios para el
desarrollo de la accion: un escenario en primer plano y otro en segun-
do. Corno he indicado en otro lugar 29 , la gran secuencia de debates en
forma de dialogo, sittiada en la fiesta de los Tabernaculos y que ·forma
el panel central del Libro de los Signos (7-8), esta construida segun
este mismo plan. En nuestro pasaje, escenas de creciente tensi6n y
tumulto en publico alternan, de modo parecido, con dialogos privados
dentro del pretorio. En la mencionada secuencia de la fiesta de los
Tabernaculos, he indicado tambien como las repetidas alusiones a in-
tentos de violencia con.tra la persona de Jesus (7,30.32.44; 8,59) tie-
nen por finalidad mantener viva en la mente del lector la sensacion
de intensa hostilidad en que se desarrollan los dialogos, y que no
deben entenderse como una descripcion de explosiones separadas y
sucesivas. Dei mismo modo aqul'., las repetidas intervenciones de «los
judfos» (18,30-31.39-40; 19,6-7.12.15) · no representan necesariamen-
te estadios sucesivos del proceso, sino que se utilizan como medios
eficaces para mantener al lector consciente de la continua presi6n a
que los sacerdotes someten al gobernador, mientras este se muestra
inseguro y vacila medrosamente.
Por otra parte, apenas encontramos huellas de motivos directa-
mente teologicos. En 18,32, una formula semejante a la que encon-
tramos en 18,9 llama 1a atenc.i6n sohre el cumplimiento del dicho de
Jesus en el que habfa aludido a su muerte como una «elevaci6n» (ÖljJu:>-
Oilvm). EI evangelista quiere <leci.r que, si se hubiera realizado la
propuesta de remitir el caso al tribunal judl'.o, habrfa quedado excluida
la muerte por crucifixi6n; un juicio romano conducirfa inevitablemente
a una muerte de este tipo; y la crucifixion se prestaba a la macabra
double entente contenida en el verbo ÖljJoOv, que para el evangelista
tenfa un profundo sentido teolOgico. Pero no hay ninguna raz6n para
sospechar en este caso que la idea teol6gica ha creado el hecho relata-
do, pues si algo hay claro en el relato es que Jesus murio en una
cruz y que muri6, por tanto, sentenciado por un tribunal romano. EI
otro unico punto donde se ha introducido directamente una concepcion
teol6gica se encuentra en la discusi6n sobre el caracter de la realeza
pretendida por Jesus, donde la definicion de la realeza como sobera-
nfa de la verdad tiene la impronta del pensamiento joaneo. Sin em-
bargo, esta interpretaci6n de la realeza es marginal a la discusi6n sobre
la ·pretensi6n de Jesus de ser rey, que sigue caminos enteramente dis-

. • 29 Cf. Interpretaci6n, 315s, 347-349.


108 EL RELATO DE LA PASION

tintos a: los de la teologfa. Acusado de ser un pretendiente al trono


de Judea, se define alegando que un pretendiente pölfrico nö hubiera
permitido que se le arrestase sin recurrir a las armas, como el habia
hecho. Podrfa quiza resonar en esta idea la defensa de algunos cristia-
nos del tiempo del evangelista, que eran acusados de rebelion contra
el emperador; pero en la situa:cion de Jesus serfa una alegacion perfec-
tamente natural y valida, sin ninguna connotaci6n teologica. Es decir:
al componer el dialogo, el evangelista ha conservado el caracter de la
tradicion que habfa llegadö hasta el, aiiadiendo solo una pista para
una interpretacion teologica. De modo pareddo, en el otro interrogato-
rio in camera, Jesus reconoce que la autoridad ejercida por el gober-
nador romano le ha sido conferida por Dios; tambien en esto podrfan
resonar ecos de la apologetica primitiva cristiana, pero no es un pro-
ducto de la teologfa joanea.
En la gran escena central, que es la que mas profundamente se ha
grabado en la imaginacion cristiana de · todos los tiempos -:-el Ecce
Homo-, se podrfa suponer que el evangelista pretendio una double
entente y que las palabras, que constituyen evidentemente una expre-
sion de desprecio hacia el pretendiente desenmascarado, comunican
al lector iniciado el sentido teologico: «He aquf el Horribre, el Hom-
bre celestial, el hijo del Hombre». Pero, en todo caso, esto esta oculto
bajo la superficie y es muy posible que la intencion del evangelista fue-
ra autenticamente dramatica mas que teologica.

Parece, pues, que la imaginacion del autor ha dejado su impronta


en la redaccion de este relato intensamente dramatico; pero la impre-
sion que recibimos al analizarlo es que Juan no estaba creando, sino
trabajando sobre material preexistente. Si esto es asf, debemos pregun-
tarnos' ahora si hay razones para pensar que ese material preexistente
procedfa de los sinopticos o si podemos reconocer en el indicios de
una tradicion independiente.
En primer lugar, podemos repasar brevemente las versiones sinop-
ticas. En Marcos el relato del juicio se divide en dos partes: a) el frus-
trado interrogatorio del prisionero (15,2-5); b) la eleccion de Barra-
bas y la sentencia de muerte contra Jesus ( 15,6-15). Acabado el jui-
cio, Marcos afiade una estena de burlas a cargo de la tropa (15,16-20).
Mateo sigue de cerca a Marcos en todo el relato, pero interpola <los
episodios adicionales, sin perturbar la estructura general: a) el sue-
fio de la mujer de Pilato (27, 19) y b) el lavatorio de manos por
parte de este (27,24-25). Ambos episodios tienen un evidente inte-
res apologetico. Lucas difiere sensiblemente. EI pasaje que correspon-
de al relato marcano del interrogatorio del prisionero (23,2-5) va por
caminos diferentes y la coincidencia verbal- con Marcos es mfnitna. De
78 palabras (por 47 en Marcos) solo 18 son comunes a los dos 'f de
estas la pregunta y respuesta, ~u et 6 ßamA.Euc; 'T&V '1 ouf>.mu:>v;
EL JUICIO 109

LU AEyac;, contiene ya 8 30 • Lucas interpola aqu1 un interrogato-


rio ante Herodes, ausente de los otros evangelios, y pasa luego a1
episodio de Barrabas (23,18-23 ), que revela de nuevo una concepci6n
diferente. Las tinicas palabras de alguna importancia que son comu-
nes a los dos son e1 nombre de Barrabas, los terminos aT6:aLc; y .cp6voc;
aplicados a sus cr1menes, el verbo repetido aTcxupoOv (pero en formas
gramaticales diferentes), la pregunta de Pilato, T( yap KCXKOV ETIOLT)-
O'EV; y, :6nalrriente, la antfresis Ö:TIEAUOEV-TicxpEf>cuKEV. En conjunto,
de 162 palabras (por 125 de Marcos) no mas de 30 son comunes a los
dos. Esto quiere decir que en todo el relato del proceso ante el tribu-
nal romano apenas se sobrepasa el m1nimo indispensable de coinciden-
cia verbal entre Lucas y Marcos y que hay poco fundamento para
considerar a Marcos como algo mas que una mera fuente subsidiaria,
mient:t;as que existen indicios que sugieren vivamente la existenc;ia de
una .. forma alternativa de la tradici6n subyacente en algunas partes. del
rela,to lucano. . ..
·Tras esta introducci<?n volvamos al cuarto. Evangelio. Es evidente
que este describe el mismo proceso; las divergencias no son aqu1 tan
radkales como las que hemos observado en e1 interrogato.rio ante el
sumo sacerdote. Sin embargo, los lugares de estrecho contacto con los
sin6pticos son· raros, sorprendentemente raros, si pensamos que todos
estan tratando la misma secuencia de acontecimientos. He aqu1 una
lista exhaustiva de tales lugares: · ··
,a) La pregunta de. Pilato, ~u EL 6: ßcxaLAEuc; TWV '1 ouf>cx(~v,
y fa .. respuesta; LU AEyac;: Este es el nuc;leo del juicio en todos. los
evangelios .. Solo Juan ha ampliado la enigmatica respvesta 31 con el
fin de aclarar el sentido. en que el la entendi6: au /...Eyac; ÖTL. ßa:OL•
AEuc; EtµL, es decir, «Tu has usado la palabra rey, no yo». Es po-
sible que tomara la frase de Marcos, pero no es necesario suponer una
30 Mateo: tiene. en: Ja. misma · secci6n 60·.Palahras; de. las que .32 spn .mar-
canas,, ... . : , ,_. . · .-„.·
31 Que «Tu lo dices» sea; · tanto en griego coriio en arameo, · una forma
habitual de expresar una respuesta afirmativa es una teorfa para la que no he
podido encontrar apoyo suficiente en ejemplos concretos. El au Efoac; de Mi.
teo (26,25.64; pero no 27,11). podrfa ser. una traducci6n de ~'1~~ ; Strack-Bi.
llcibeck solo . aducen un ejemplo de esta eii:presi6n 'cori el seritido de «tlenes
raz6n» (ptueba muy debil para verifkar un etnpleo). El ElfH]KCX(; = ·~!~"! Pl
de Ex 10,29 no es un verdadero paralelo. Se crefa, al parecer, que la frase te-
nfa un tono enigmatico o incluso misterioso, y en cuanto tal fue preservada por
la tradici6n. El sentido pretendido esta bien ilustrado por el pasaje de Old
Mortality en que Lauderdale interroga a1 fanatico reformista Efrain Macbriar:
<<'<:'.Estuviste en la -batalla de· Bothwell Bridge?' 'Estuve'; respondi6· el ,prisio-
nero en tono atrevido y. resuelto. '.:Estabas ,anp.ado?' 'No, fui ·.en calidad de
predicador de la palabra de Dios para alentar a los que desenvainaban la es-
pada en su nombre'. 'En otras palabras, wara ayudar e instigar a los rebel-
des?,':. dijo el duque. 'Tu lo has dicho', replic6 el prisionero» •. Macbriar no
niega que estuvo presente aniniand9 ,a los reformistas, pero no lo describfrfa
com9 ayudar e instigar a los rebeldes; . asf es como lo iii.teri;\reta Lauderdale:
«tu '10 has dicho». Sir Waltet estaoa· sin duda imitru:i.dö el lenguaje de. leis evan-
geliös y entendi6 exactamente. su matiz, que Juan ha explicitado.
110 EL RELATO .DE LA PASION

dependencia tan directa. La escueta expresi6n au A.E.yEL<;, pudo muy


bien penetrar tan profundamente en la imaginaci6n de los primeros
cristianos que no se podfa contar el relato sin usarla.
b) · EI veredicto de inocencia. En Marcos no hay tal veredicto, ya
que la. pregunta, i:( yO::p ETIOLT]OE.V KaK6v (Mc 15,14, copiada por
Mateo y Lucas), no es un veredicto, sino una protesta. Lucas tiene,
sin embargo, el explfcito ou5E:v e.up(aKc.u a'(nov €.v i:Q d:v0pc.0TI<{>
1:06'1:<{> (23,4 ), luego ou0'E:v e.üpov EV i:Q O:vepc:m<{> 'l:OU'l:<{> aL'l:lOV
G)v Ka'l:T]YO_fE.lTE. Kai:' aÖWÜ (23,14) y, finalmente, ou5EV ahLOV
eavexwu e.Opov EV aui:Q (23,22). De modo parecido, Juan dice:
€.yw ou5e.µ(av e.Öp(OKC.U EV aui:Q ah(av (18,38), luego ou5e.-
µ(av ah(av e.up(aKc.u €.v aöi:Q (19,4) y, por tercera vez, €.yw yO::p
oux e.up(aKc.u €.v aui:<';) ah(av (19,6). La semejanza en el lenguaje
es sorprendente, y lo mismo cabe decir de la triple repetici6n. Si estu-
viera confirmada por otras semejanzas de importancia, la coincidencia
que aquf existe entre Lucas y Juan podrfa explicarse muy bien por
dependencia literaria. Pero si (como es probable) los dos escritores
imitan el lenguaje corriente de los tribunales, la semejanza verbal pier-
de importancia; y si (como es cierto) los dos quieren subrayar lo mas
claramente posible la inocencia de Jesus, la repetici6n puede explicarse
por este deseo comlin, mas bien que por una dependencia literaria.
c) EI episodio de Barrabas. Juan ofrece, de forma mucho mas
breve, esencialmente el mismo relato del asunto que Marcos y Mateo,
mientras que no tiene nada en comlin con Lucas, excepto el nombre de
Barrabas y el verbo cXTIOA6E.lV. Pone en boca de Pilato la afirmaci6n
que Mateo usa como introducci6n al episodio: que el gobernador so-
Ha conceder una amnistfa a un prisionero durante la fiesta:

Mt Jn
Kcrra BE. Eop"tTJ'I elC:,0eL 6 Tjyeµc':>v EO"tlV BE auvi]0eLcx öµiv
cbtoA.UeLv evcx '<t> 6x~ BEaµLOv i'.vcx EVCX crrcoMacu öµi:v EV 'il>
m:Xaxcx

Pilato pasa luego a proponer la liberaci6n de Jesus (con palabras muy


semejantes a las de Marcos, pero que se apartan hastante de las (:ie
Mateo):
Mc Ji:J.
0E.A.et'~
·a'lroMacu öµi:v ßouA.ea9e oöv a11!oAUOc.:> öµi:v
"tÖV ßcxaiMcx "tWV . ' 1ouf>cx(U>v ; "rov ßcxmMcx "tWV • 1ouf>cx[cuv;

Juan da una respuesta mas dramatica que cualquiera de los otros


y no revela ninglin signo de dependencia con respecto a ninguno de
ellos: µiJ ·wOwv d:A.A:.O:: i:ov Bapaßßcxv. Afiade luego una explica-
ci6n: ~V 5E 6 Bapaßf.lcxc; A.ncri:~c;. Mateo dice solo que era MaµLO<;
EL JUICIO 111

€TI(o11µoc;. Marcos es mas explkito: Barrabas habia tomado parte en


una OTÜ:oLc; en el curso de la cual eI y los otros oTaOLaoTa( habfan co-
metido un homicidio. Tambien Lucas sabe que estaba en la carcel
por oTÜ:oLc; Kai cp6voc;. EI termino de Juan, A.nm~c;, dificilmente
puede ser una meta perffrasis de Marcos o Lucas. Es el termino que
Josefo aplica regularmente a los revoltosos que se echaban a las mon-
tafias en momentos de conflicto en Judea, en protesta contra la admi-
nistraci6n existente, fuera esta la de Herodes el Grande o 1a de los
gobernadores romanos 32 • Desde un punto de vista eran «bandidos»,
desde otro «heroes del movimiento de liberaci6n nacional». Este tipo
de personas se ha hecho muy comun en la primera mitad del siglo xx.
EI empleo del termino ATJOT~c; situa, pues, a Barrabas en un contexto
hist6rico reconocible.
Segun esto, la estrecha analogfa con Marcos se limita a una frase.
En otra se da una ligera semejanza con Mateo, y la descripci6n de Ba-
rrabas como un A.noT~c; no procede de ninguno de los dos, sino que
se adapta al empleo del tiempo como lo encontramos reflejado en
Josefo.
d) Los azotes y las burlas (19,1-3). Marcos (seguido por Mateo)
dice que Jesus fue azotado antes de ser entregado para su crucifixi6n 33 •
Acto seguido, las tropas se burlaron de su pretensi6.n de realeza
caricaturizando el estado real con una corona, un manto de purpura
y una fingida aclamaci6n. Lucas dice, por su parte, que Pilato propuso
la f1agelaci6n (bajo la mascara del eufemismo 'ITaLOEUELV) como una
forma mas suave de castigo, que precedfa a la liberaci6n y no a la
ejecuci6n; no pone aqui ninguna escena de burlas. J uan coincide con
Marcos al relatar una flagelaci6n seguida inmediatamente de una esce-
na de burlas. En la descripci6n de esta escena, e1 lenguaje de las fra-

32 Se considera a Ezequfas ö O:pXLi\.ncrn'Jc; (Antiq. XIV, 159; B.]. I, 204)


como la persona a que alude el dicho crfptico atribuido a Hillel (quiza el fa-
moso rabino), a saber, que no hay Mesias para los israelitas porque le devora-
ron en los dias de Ezequias (Bab. Sanh., 98b). Su hijo Judas es probablemen-
te el mismo que Judas Galileo o Gaulonita, el Hder zelota (Antiq. XVII, 271;
B.]. II, 56; Antiq. XVIII, 4-23) y MavcX"lµoc; utoc; '1 ou8ä 1:0ü Kai\.ouµEV'ou
rai\.LX.a[ou (B.J. II, 433ss), que fue uno de Ot 'ltpCirtoL TOÜ i\.ncn:pLKOÜ cn:[qmuc;
(Vit., 21), es quiza el l'l'Pl'i1-p cm~ que algunos tomaron por el Mesias, se-
giin Bab. Sanh., 99a. Los que se establecieron en cuevas con sus mujeres y
familias y que fueron matados o capturados por Herodes el Grande (Antiq.
XIV, 415.421ss) dificilmente eran bandidos ordinarios. EI lenguaje que Josefo
usa hablando de uno de ellos, que, incluso ante el ofrecimiento de vivienda,
arroj6 a su mujer y a sus hijos por el precipicio y les sigui6 en la misma muer-
te, es significativo: 6ö:vm:ov TIP<'> Boui\.e(ac; ÜTioµtvwv. Para Josefo los ex-
tremistas que se hicieron fuertes en el temple para el ultimo acto de resisten-
cia contra Tito en el 70 d.C. son i\.ncri:a[ (B.]. VI, 123-129, etc.).
33 . Este era el procedimiento normal; cf. Luciano, Piscator, 2: TIOLK[i\.ov
nva tmvo&'iµev 66:vaTOV KCl:T° au1:0ü ... tµol µev O:vacrKoi\.omcr6Yjvm BoKEl
a;ui:ov µacn:tywetvi:a ye Tipfrrepov y los pasajes citados por los: comenta-
ristas.
112 EL RELATO DE LA PASION

ses esenciales es muy similar al de Marcos, aunque el orden es algo


diferente:

Mc Jn
ot mpanwi:m ... ol ai:panwi:m
TIAE~avrEc;34 aKcXv9LVOV ai:tqiavov35 TIAE~avi:Ec; ai:tqiavov E~ aKav9wv
(pero luego: aK6:v9LVOV ITTECjl<XVOV)
tvf>LBuaKoumv aöi:ov itopqiupav ... lµO:nov TiopqiupoGv itEptE.ßaA.ov
aöi:6v ...
xai:pE (3aOLAEU i:wv 'l ouf>a[wv. X<XlpE 0 ßaatAEUc; 1:WV ' [ OUf>a[WV.

Por otra parte, donde Marcos dice E1:UTI1:ov a:thoO 1:~V KEcpa:A.~v­
Juan dice E.5looaa:v al.m'{) paTitaµaca, y, en lugar del vulgar fati-
nismo marcano cppayeA.A.oOv, emplea el termino mas correcto µaa-
nyoOv. Estos cambios podrfan no tener ninguna importancia si no
fuera porque introducen en el pasaje el vocabulario de Is 50,6, donde
entre los tormentos del .Siervo del Sefior se cuentan µaan Yt<; y
pcmtaµaca. Esto sugiere que Juan esta utilizando aqu1 una · f<l>rma
de tradici6n influida por el lenguaje de testimonia del Antiguo Tes-
tamento.
. . Si .esto es as1, quedarfa aun por responder la pregunta de si„ al
redactar esta tradici6n, el evangelista estaba. tambien influenciado por
Marcos. En favor de esta opini6n tenemos la gran semejanza en.. el
lenguaje de frases claves y la cöincidencia en el orden. Sin emba~go,
no es en modo alguilo imposible que los detalles del manto y la c~ro­
ii.a estuviesen preservados en mas de una forma de tradici6n cor'i' casi
el mismö lenguaje (aunque no del todo identlco ).. La unica pafabra
que ·ofrece alguna duda es TIAEE,avc8<;, un termino natural, aunque' no
inevitable, en el contexto. Pero esta palabra falta en algunas ·de nues-
tras autoridades. Dado que la asimilaci6n es un factor tan constante
en Ja .transmision de manuscritos, se podda .dudar que .el participio
fuese.' de ·hechö ,fin elemento :original del. texto marcano. En Mateo
dicha palabra tiene solida' consistencia,.J~ mistno que la 'expresion
01:Ecp'CXVO\I 'Ef, cXKi:xVßWV ,· :que' etl ,
lös frianusctitös marcp.rtos alte~ria
con.d:K6:v8rVov 01:E.cpavov, (Estapa; pries; Jµan siguiendo,' aqiil ~-Mac
teo y no a Marcos?. Y, sin embargo,. Mateo sigue: su propio canuno.
En vez · del manto de purpura, Mateo habla de una capa · es&rla:ta
(XAö:p.Uc; KOKKLVY]), que no es"lo mismö, ya que no ·sugiere tan 'v,iva~.
men.te 1:(1·. realeza inheren.te ·.)11 lµO:nov Tiopcpup6yv). El probfowkiliö,,
es tan daro como pai;eda. Si Jui,m dependiera de los siMptko:s~ iteß-
driamos gue postular una combinaci6n de Marcos y Mateo. ·"
.
' . ~ ": .,
:··
,,, :.
'
Esta · palabra: falta en D; ·cart ui:i · dertö apoyt> en algi:irtos mss. veterolätic ·
34 ·
nos. En el para:1elo mal:eano (27,29)' la tienen tödas las autoridades. Dadö' qüe
la asimilacion· de Marcos. a. Mateo. es muy coimin, hay motivos para söspechar
que 'JtA.f.~avtc:<; no formaba· parte del texte marcano autentito. ' , · ··'
35 ey' algunos mimisculos leen mf.qiavov: E~ 6:Kav9ßv, con todos. lös
mss., en el paralelo mateano, probablemente debido a asimilaci6n.
EL JUICIO 113

EI argumento basado en el orden es muy frecuente. En Marcos


la flagelaci6n es la preparaci6n normal de la crucifixi6n. EI juicio ha
terminado ya y no queda sino infligir la pena capital. Los soldados (po-
demos suponer) se entretienen con esta burda broma, mientras se ha-
cen los preparativos necesarios. En Juan la escena se convierte, sor-
prendentemente, en el preludio de la gran escena del Ecce Homo, que
es una de las continuas tentativas de Pilato por manipular el juicio
hada 1a absoluci6n del prisionero. La flagelaci6n no constituye, evi-
dentemente, 1a preparaci6n habitual de la crucifixi6n, ya que no se ha
pronunciado aun sentencia de muerte. En la dramatica situaci6n des-
crita por Juan, 1a flagelaci6n puede ser el castigo mas suave, propuesto
pero no llevado a cabo en Lucas como preludio de liberaci6n, o pue-
de representar el empleo de la tortura para obtener pruebas, que era
un elemento admitido en el procedimiento judicial del Imperio roma-
no 36• Pero, mientras la relaci6n de la flagelacion y burlas con el des-
arrollo del asunto difiere sensiblemente de la que los mismos elemen-
tos tienen en Marcos, el orden marcano aparece nuevamente, ya que
tanto la flagelaci6n como las burlas siguen inmediatamente al episo-
dio de Barrabas. As1, pues, o Juan esta aqu1 influenciado por Marcos
o debemos suponer que esta secuencia de acontecimientos habfa sido
conservada por mas de una fuente de tradici6n.
Estos cuatro pasajes sugieren, pues, a primera vista que Juan de-
pende de los sin6pticos, ante todo de Marcos, pero tambien de Lucas
e incluso quiza de Mateo, al11 donde este difiere de Marcos. Cuando
hay indicios de una combinaci6n de fuentes documentales, pierde fuer-
za proporcionalmente 1a prueba en favor de la dependencia literaria.
Sigue, con todo, en pie que estos cuatro pasajes confirman la opini6n
de que Juan utiliz6 los sin6pticos como fuentes. Se ha de admitir, sin
embargo, que, comparados con la considerable extensi6n que el rela-
to tiene en los sin6pticos y mas aun en Juan, estos pasajes no propor-
cionan una base muy amplia para sacar conclusiones .
. Hay ademas otros dos puntos que revelan un contacto un tanto
mas remoto con los sin6pticos y que ahora estudiaremos:
a) EI silencio de Jesus. Marcos subraya este rasgo. En el tribunal
judfo, cuando Jesus no responde a las acusaciones hechas por los fal-
sos testigos, el sumo sacerdote pregunta: «~No tienes nada que res-
ponder a los cargos de estos testigos?». Pero Jesus, se nos dice, «guar-
d6 silencio y no respondi6» (EOLWTCO:: Ko::l oÖK Ö:TCEKp(vo::-ro oöf>EV).
Solo cuando el sumo sacerdote le pregunta sin rodeos: «~Eres ru el
Mesfas», da Jesus una respuesta categ6rica, ampliandola con una alu-
si6n enigmatica a la entronizaci6n del Hijo de Hombre (Mc 14,60-62).
En el interrogatorio ante Pilato (15,2-5), se pregunta de nuevo a Je-
36 Cf. Reh 22,24, donde se amenaza a Pablo con este tratamiento: EKE-
AEUCJEV 6 XtA.[apxoc; Ela6:yEa9m · aöi:ov Etc; i:Tjv mxpEµf3oA.Tjv EL'IIDc; µ6:a-
nC:tv 6:vE-r6:l:Ea9m aöi:6v. La prueba obtenida bajo tortura formaba parte
esencial de la practica judicial romana como lo demuestra muy adecuadamente
Agusdn, De Civitate Dei, XIX, 6.
8
114 EL RELATO DE LA PASION

sus: «tEres el rey de los judfos?», y el responde ambiguamente: ou


AEYEL<;. Los sacerdotes insisten en sus cargos y Pilato pregunta: «~No
tienes nada que responder? (OÖK cXTIOKpLV!] oÖOEV). Mira de cuantas
cosas te acusan». Pero Jesus, se nos dice, «no contest6 nada nias»
( oÖKEn oöoE.v cXTIEKp(8YJ ). Mateo sigue a Marcos, aunque su len-
guaje no es exactamente el mismo. Lucas no dice nada del silencio, de
Jesus' ni ante el sumo sacerdote ni ante Pilato; pero cuando le condu-
cen ante Herodes, nos dice que el tetrarca «le hizo numerosas pregun-
tas, (ETIY]p<.0-rcx cxö-rov E.v A.6yoL<; LKcxvo'i:c;), pero Jesus no le res-
pondi6 a ninguna» (oöOE.v aTIEKp(vcxrn cxö-r<{) ).

EI pasaje del cuarto Evangelio que tenemos que considerar ahora


revela una evidente afinidad con los mencionados, aunque el lenguaje
no es muy semejante. Cuando los acusadores (ya avanzado el juido)
dijeron a Pilato que Jesus afirmaba ser utoc; 8co0, Pilato preguht6:
TI09EV et ou; pero Jesus «llO le respondi6» (aTI6Kpl0lV OUK EOWKEV
cxö-r<{) ). Sin embargo, ante la insistencia de Pilato (E.µol oö AaAEt<;,
~te niegas a hablarme a mi, el representante del Cesar?), Jesus respon-
di6 extensamente, pero no a 1a primera pregunta. Despues de esto, no
volvi6 a decir una palabra. ,
La explicaci6n mas rapida y facil de estos fen6menos es decir que
Marcos es la fuente de la que dependen todos los demas evangelios.
Esto, serfa, sin duda, una explicaci6n plausible si estuvieramos obliga-
dos a buscar fuentes literarias. Pero la hip6tesis de que tanto Lucas
como Juan observaron este detalle del relato marcano y que, dejando·
lo de lado en el contexto de Marcos, lo introdujeron en pasajes diferen-
tes, no deja de tener su dificultad. Hay que hacer notar, por una
parte, que en Hch 8,32 se cita como testimonium 1a profeda de Is
53,7-8; W<; aµvoc; EVCXVTLOV TOÜ KE(pov-roc; Ö:<J>CUVO<; OÜTLl<; öUK
O::vo(yEL -ro o-r6µcx cxö-roü, y que en 1 Pe 2,22-24, un pasaje sobre
los sufrimientos de Cristo, se alude inequivocamente a la misma pro-
fecfa. Considerando la importancia de los testimonia en la formaci6n
de la tradici6n evangelica, parece probable que el silencio de Jesus
era un dato primitivo presente en diversas formas de la tradici6n de
la pasi6n, si bien no necesariamente en el mismo momento ;z' y qµe
persisti6 como tal incluso alli donde (como en Mc 14,60-62 y Jn
19,9-11) el silencio se rompe pronto. Asi pues, si existfa, como pode7
mos fup,dadamente suponer, una forma especial de tradici6n tras el
cuarto Evangelio, es casi cierto que incluirfa este rasgo de un modo
u otro.
b) Pilato evita toda responsabilidad. Es intrfnseca al relato mar-
cano la idea de que Pilato renunci6 de hecho a su prerrogativa judi-
37 Este fen6meno de lo que podrfamos llamar «detalles errantes» es bas-
tante frecuente en los evangelios (cf. infra, 177-181). A mi juicio, estos deta-
lles tienen a menudo un gran valor hist6rico, pero la tradici6n oral los asociaba
facilmente a partes diferentes de; un relato 0 a relatos diferentes (mucho mas
facilmente que en una composici6n basada en fuentes escritas).
EL JUICIO 115
cial y permiti6 que el destino de su prisionero fuese decidido por el
clamor del pueblo incitado por los sacerdotes. Mateo dramatiza este
tema en la escena en que Pilato se lava las manos de todo el asunto
y el A.a:6c; acepta la responsabilidad (Mt 27,24-25). EI motivo apo-
logetico y polemico es evidente. Ningun otro evangelio tiene uri para-
lelo de esta escena. Sin embargo, tambien el cuarto Evangelio subra-
ya el hecho de que Pilato evit6 la responsabilidad, solo que, mientras
en Mateo el gobernador logra transferir la responsabilidad al pueblo,
en Juan fracasa en su intento. Al comienzo del juicio, Pilatö ofrece
al Sanedrfn la jurisdicci6n sobre el caso. Los judfos no lo aceptan,
alegando su incömpetencia para condenar a muerte 38 • Es verdad, como
hemos visto, que el evangelista relaciona esta afirmaci6n con el cumpli-
miento de las palabras de Jesus, segun las cuales su muerte debfa su-
ceder por «elevaci6n». Sin embargo, el cumplimiento de estas pala-
bras estaba garantizado por la sentencia romana de crucifixi6n, inde-
pendientemente de c6mo se pronunciara esa sentencia. En otras pala-
bras, la afirmaci6n de que las autoridades judfas rechazaron la jurisdic-
ci6n y remitieron el caso al gobernador no da la impresi6n de ser
un producto de la reflexi6n teol6gica sobre la crucifixi6n de Jesus.
Por otra parte, no pudo ser tomada de los sin6pticos. Por tanto, •O es
una conclusi6n inteligente (si bien posiblemente equivocada) del evan-
gelista, o se basa en informaci6n independiente. Es muy discutido si
corresponde o no a la situaci6n hist6rica. No tenemos informaci6n
precisa. Pero una cosa es cierta: el prefecto de Judea tenfa poder de
vida y muerte 39 • Cualquier ejercicio de ese poder por parte del gobier-
no municipal (a no ser que fuera una usurpaci6n violenta) debfa reali-
zarse o por privilegio expreso o por connivencia ( que sin duda cons-
titufa siempre una posibilidad en el caso de gobernadores debiles o sin
escrupulos). No tenemos ningun testimonio de la primera forma, ex-
cepto quiza en el caso particular de que un gentil se adentrase •en el
templo mas de lo que le estaba permitido. Si tomamos literalmente
las palabras de Josefo en B.J. VI, 126, las autoridades judfas tenian
en estos casos el derecho a imponer la pena capital. J osefo presenta
al emperador Tito dirigiendose a los extremistas judfos que se habfan
hecho fuertes en e1 templo: «~No fuisteis vosotros misri:J.os los que
levantasteis esta barrera para defender el santuario? ~No fuisteis vos-
38 Un tanto extrafiamente, la oferta de Pilato parece repetirse mas adelan-
te en el juicio (19,6), donde el gobernador invita en vano a los sacerdotes a
aceptar su veredicto de inocencia y estos responden con la petici6n (hecha aquf
por primera vez) de que crucifique a Jesus. Pilato dice entonces: A.6:ßEt:E aöt:ov
uµe"lc; K(XL crt:aupc0crat:E. El gobernador difkilmente pudo querer. que se to-
mase en serio esta oferta, ya que el evangelista sabe rnuy bien (y supone que
tambien sus lectores lo saben) que la crucifixi6n era una forma rornana y no
judia de ejecuci6n; de otra forma 18,31-32 no tendrfa sentido. Debe tratarse
de una frase ir6nica: podemos suponer que Pilato quiso decir: «Crucificadle
vosotros si podeis. No esp.ereis que lo haga yo, porque estoy convencido de que
es inocente».
39 Cf. Josefo, B.]. II, 117 (refiriendose al primer gobernador romano Co-
ponio): µEXPt t:oü Kt:E[VEtV A.aßC::)V napa wü Kaloapoc; E~oucr[av.
116 EL RELATO DE LA PASION

otros los que pusisteis en ella, a intervalos, pilares grabados con carac-
teres griegos y latinos en los que se prohibfa cruzarla? Y ~no os <limos
nosotros permiso para ejecutar (uµ'Lv c:Xvcx(pav ETIE.'tpE.ljJo:µ:::v) a los
que la pasaran, incluyendo aun a los romanos?» Pero no hay que in-
terpretar un texto ret6rico como si se tratase de un decreto del parla-
mento. Es posible que tambien en este caso la ejecuci6n dependiese
de una autorizaci6n formal del gobernador. Y lo mismo cabrfa decir
(por lo que sabemos) de los pocos casos citados de ejecuciones judfas
que tuvieron lugar probablemente en el perfodo que va desde la de-
posici6n de Arquelao hasta la destrucci6n de Jerusalen 40 , fuera de
aquellos que tenfan caracter de meras acciones tumultosas, como fue
ciertamente la muerte de Santiago y quiza tambien la de Esteban. Sin
embargo, en una baraita de Sanh. l.18a.27 se afirma que e1 Sanedrin
se le quit6 la jurisdicci6n criminal cuarenta afios antes de la destfuc-
ci6n del templo 41 , es decir, en (o hacia) e1 afio 30 d.C. (ya que no
debemos ser meticulosos con lo que, probablemente, es un numero
aproximado). Esto parece implicar que hacia ese tiempo ( que no era en
todo caso lejano de la fecha de la muerte de Jesus) tuvo lugar una res-
tricci6n drastica de los derechos de que anteriormente gozaba el go-
bierno municipal judfo. La interpretacion <le esta afirmaci6n es muy
discutida, pero la situaci6n era poco mas o menos la siguiente: dos
documentos completamente independientes, uno judfo y otro cristia-
no, afirman que en o hacia el afio 30 d.C. el Sanedrin no tenfa la po-
testad de imponer la pena de muerte. Estas afirmaciones aparecen en
contextos completamente diferentes. Sean cuales sean los problemas
planteados por estos dos pasajes, su coincidencia fortuita debe tener
algun peso. La opini6n de quc Juan cstaba bien informado al decir
que los sacerdotes llevaron e1 caso ante el gobernador porque querfan
imponer la pena capital y sus poderes no llegaban a tanto, es mas
probable que su contraria. Sin duda, no se sigue necesariamente que
Pilato querfa quc cl Sanedrian decidiese el caso. Pero en todos los
relatos evangelicos esta implkita su repugnancia a cargar con la res-
ponsabilidad de la sentencia. Mateo y Juan subrayan particularmente
esta repugnancia y su coincidencia en este punto, sin ninguna posibi-
lidad de que uno dependa del otro (ya que su diferencia en presentar
el tema es notable), pone de manifiesto la tendencia de la tradici6n
comun.
Pero el relato de Mateo sobre el lavatorio de manos por parte de
Pilato pone de relieve la solemne aceptaci6n de la responsabilidad por
40 Cf. Strack-Billerbeck ad Mt 27,2.
41 El pasaje est:i dtado en S.-B., loc. cit. Los autores aceptan la afirma-
ci6n como verdadera, aunque creen que la fecha est:i equivocada, ya que el
poder de vida y muerte se quit6 en el afio 6 d.C., y sugieren una raz6n de
por que se asign6 al afio 30 (Barrett, The Gospel according to St. John, ad loc.,
siguiendo a Juster, sugiere otra raz6n). Pero (no cabe la posibilidad de que
hacia el afio 30 d.C., hubiera tenido lugar una restricci6n ulterior? El estudio
que S.-B. hacen de las pruebas me parece bastante acertado y acepto su con-
dusi6n en terminos generales.
EL JUICIO 117

parte del pueblo judfo: -eo o:tµo: o:u-coO E.cp' ~µä:c; Ko:l ETil -ca "CEKVO:
~µ&'>v. Juan no dice nada de esto. Pero coritiene un pasaje en el qrie
asigna la responsabilidad mayor (aunque no toda) a las autoridades
judfas (no al A.o:6c;). En 19,11, una vez que Pilato ha dejado constati-
cia de su autoridad para pronunciar sentencia de vida o muerte, Jesus
admite que el gobernador posee tal autoridad por disposicion divina 42 ,
'pero afiade: 6 'ITO:po:öo6c; µ!§. O"OL µi:.(C:ovo: aµo:p-c(o:v EXEL. Se discu-
te a quien se refiere 6 Tio:po:öo6c;, a Judas o a Caifas~ A mi juiciö, debe
referirse al representante del tribunal judfo, es decir, al apxli:.pi:.6c;,
que llev6 a cabo el acto formal. de Tio:p6:öoO"Lc; que puso a Jesus en la
jurisdiccion del gobernador. EI acto de Judas lo puso en poder del
Sanedrl'.n, pero Pilato pudo haber ignorado oficialmente ese acto. En
cualquier reconstruccion de los hechos, serfa difkil poner en duda la
conclusion -sobria y moderada- de que, entre Pilato y Caifas, la
responsabilidad mayor recae sobre el segundo, si bien fue el goberna-
dor quien pronunci6 de hecho la sentencia (lo cual era necesario se-
glin la ley). La afirmacion frecuente de que el relato joaneo esta in-
flttenciado por el motivo de incriminar a los judfos es insostenible si
comparamos dicho relato con los otros evangelios.
Hemos considerado hasta aqui algunos pasajes en que el relato del
cuarto Evangelio tiene algun contacto con los otros evangelios, aun-
que en los dos ultimos pasajes examinados el contacto es demasiado
remoto para proporcionar un fundamento, por debil que sea, a la teo-
rfa de que el cuarto Evangelio depende ·de los sinopticos. Volvamos
ahora a los rasgos que son peculiares al cuarto Evangelio y, en parte,
diferentes de los sinopticos.

En primer lugar, hay algunas indicaciones de tiempo y lugar que


con frecuencia apuntan hacia el empleo de informacion independiente.
a) EI nombre del lugar donde Pilato instal6 su tribunal aparece
en griego y en lengua vernacula: i:.lc; "CO'ITOV A.i:.y6µi:.vov AL06cr-
-cpw-cov, 'Eßpo:"Ccrrl .öE. ro:(3(3o:0ä: (19,13). No hay razon para supo-
ner que el termino griego sea una traducci6n del hebreo (arameo).
Ninguno de los dos terminos esta documentado en otras fuentes. La
palabra ~\.l06ITTpw-coc; es un adjetivo que significa «empedrado»; se
puede sobreentender aqui el sustantivo -c6Tioc;. Pero, al igual que ottos
adjetivos griegos, puede emplearse como sustantivo, -eo AL06cr-cpw-cov,
y esta es probablemente la intencion del autor. Las «piedras» (A.l00L)
pueden ser, al parecer, o grandes piezas de enlosado o las pequefias
teselas utilizadas en mosaicos o pavimentos 43 • Recientemente ha: apare-
cido en excavaciones realizadas en Jerusalen un extenso pavimento
42 Esto es doctrina judfa ortodoxa; cf. H. Loewe, Render unto Caesar, 4-
-37. La adopta Pablo en Rom 13,1. No hay ningiln motivo para suponer que
Juan depende de Pablo, si bien los dos pretenden establecer un principio de
aplicaci6n general para todos los cristianos.
43 El lector encontrara numerosos ejemplos en Wetstein, ad loc.; cf. tam-
bien Moulton y Milligan, Vocabulary of the Greek N.T., sub voce.
118 EL RELATO DE LA PASION

de grandes losas de piedra (de unos 2,5 a 8,5 m2 ) frente a la torre


llamada Antonia, que estaba situada en el angulo noroeste del area del
templo 44 . Servia evidentemente de plaza de armas de la guarnici6n
que residia en la torre. Los excavadores propusieron identificarlo con
el J\L8601:pc.v-rov de Jn 19,13. Es evidente que la descripci6n es muy
apropiada. Mas ai1n, si el nombre raßßa80: representa un derivado
de la raiz v:i.:i, que tiene el sentido de «alto», «saliente», correspon-
deria al emplazamiento, que se encuentra en una elevaci6n que domina
toda el area del templo. Asi, el arameo ~tiV:l~ ( = nv.::i,~ en hebteo ),
que parece ser la derivaci6n mas probable de-'la~ que s~ h~n propuesto,
seria un nombre muy apropiado. Pero esta identificaci6n choca con la
dificultad de que el i\t86a-rpc.v-rov tenia que encontrarse cerca del
pretorio, y de que los gobernadores romanos tenian, al parecer, su re-
sidencia jerosolimitana en el antiguo palacio de Herodes el Grande 45 ,
situado en la parte occidental de la ciudad y separado de la colina del
templo por el valle del Tyropeon. Se ha sugerido, sin embargo, que
Pilato pudo haber preferido poner provisionalmente su cuartel ge!\e-
ral en la torre Antonia, que estaba muy bien adaptada a las finalida-
des de una residencia oficial y donde el gobernador podia estar en
inmediato y constante · contacto con la guarnici6n y observar todo lo
que ocurria en el area del templo. Este traslado pudo muy bien ocurrir
en las circunstancias extremadamente dificiles de esos afios. Pero ~po­
dia aplicarse el termino praetorium a cualquier edificio que el gober-
nador eligiese como cuartel general provisional? La posibilidad de
identificar el · pavimento de la torre Antonia con el i\t86a-rpc.v-rov
llamado Gabbata depende de la respuesta que se de a esta pregunta.
Y la respuesta parece incierta 46 . En cualquier caso, el reciente descu-
brimiento apunta probablemente hacia el sentido en que debemos en-
tender el termino i\t8oaTpc.vTov: no es un pavimento teselado o de
mosaico, sino un enlosado. Es bastante probable que pudiera haber
existido otro parecido ( todavia no descubierto) delante del verdadero
pretorio: el palacio de Herodes.
Admitamos o no que se ha descubierto recientemente el pavimen"
to llamado Gabbata, donde estaba instalado el tribunal de Pilato, es
extremadamente improbable que el evangelista inventase los nombres
griego y arameo o que, aun en el supuesto de que hubiera sospec'hado
inteligentemente la existencia de un i\t86a8pc.vTov en d pretorio, pu-
.diera ofrecer el nombre arameo, a no ser que hubiera' dispuesto de
Cf «Revue Biblique» (1933) 83-113; (1937) 563-570.
44
Asi en el caso de Gesio Flora, cf. Josefo B.J. II, 301. Fue alli (ptoba-
45
blemente en su cuartel general) donde Pilato exhibi6 los escudos que ofendie-
ron a los judfos, cf. Fil6n, Leg. ad Gaium, 299.
46 Vincent el descubridor («Revue Biblique», loc. cit.), identific6 su des-
cubrimiento cdn el AL86cnpw-rov del cuarto Evangelioo El P. Benoit («Revue
Biblique», 1952, 531~550) trat6 el problema y lleg6 a la conclusi6n opuesta.
Vincent respondi6 (ibid„ 1954, 87-107). El asunto puede. considerarse sub "juc
dice. La identificaci6n ha sido aceptada por W: F. Albr1ght, The Background
of the N.T. and its Eschatology (Cambridge 1956) 158-159. ·
EL JUICIO 119

alguna fuente de informaci6n. No supone una grave objeci6n que este


nombre no este documentado en ningun otro texto; nuestro conoci-
miehto de los nombres vernaculos de las localidades de Jerusalen 0 de
sus cercanfas no es, ni con mucho, exhaustivo. Podemos concluir ra-
zonablemente que el nombre fue transmitido por la tradici6n utilizada
por Juan independientemente de los sin6pticos.
b) EI estadio final del proceso judicial lleva una fecha precisa:
f)v CE rcapaoKW~ LOU TI6:oxa, wpa f)v c0c:; EK'tl'] (19,14). La ex-
presi6n mxpaoKw~ ToO Tiaoxa es la traducci6n normal de -.J"lP.
no~tt, y 110 hay motivos para entenderla aqu1 en ningiln otro sentido 47_
Est:i tambien implkita en 18,28, donde los sacerdotes se niegan a en-
trar . en el pretorio porque querfan mantener su pureza ritual para
celebrar el banquete pascual, que, por tanto, se consideraba inminente.
La hora que da Juan es la sexta, es decir, mediodfa. Esto contradice
directamente a Marcos, segun el cual la crucifixi6n tuvo lugar a la
hora tercia, es decir, a las nueve de la mafiana 48 • La fecha esta tam-
bien en contradicci6n con las aparentes implicaciones del relato mar-
cano, que trata la ultima ceha como si fuese el banquete pascual. La
diverg~ncia ha dado pie a un debate interminable e improductivo, que
comenz6 ya en la epoca patristica. Se afirma con frecuencia que el
cuarto Evangelio ha alterado intencionadamente tanto la fecha como
la hora con el fin de sincronizar la muerte de Cristo con la matanza
de las vktimas pascuales. Pero se podrfa mas bien defender que la
prirnitiva interpretaci6n de la muerte de Cristo como sacrificio pascual
(presente ya en 1 Cor 5 ,7) era mas facil explicarla si se sabfa que Cris-
to habfa muerto el dfa y hacia la hora destinados a este sacrificio. Sin
embargo, Juan no ha dado ni el mas leve indicio de que concediera esta
significaci6n al dia y a la hora, ni es tampoco claro ( como he tratado
de demostrar en otro lugar) que la idea de la muerte de Cristo como
sacrificio pascual desempefiara un papel -al menos, un papel norma-
tivo- en la teologfa joanea 49 • Mas aun, la fecha esta confirmada por
una fuente que no es en ningun modo sospechosa de motivad6n teo-
l6gica, a saber la baraita ya citada de Bab. Sanh. 43b, que dice que
«Jesu's fue colgado la vispera de Pascua» Ortt~? ,;,u~?ri no~;, :liV::l ).
Hemos observado ya que el relato joaneo del interrogatorio ante el sumo
sacerdote se adapta bien a la opini6n que, segun la baraita, las auto-

infra, p. 121, nota 54.


.47: · Cf.
48. ·La lectura de TP'L\rT] .en vez de EKTT] en algunos mss. es una evidente
armonizaci6n, basada quiza en la ingeniosa conjetura patristica de que el signo
de 3, r, fue lefdo err6neamente como F (digamma), el signo de 6. E1 intento
de Westcott de demostrar que Juan, aqui y en otros pasajes„ sigue el uso mo-
derno. de computar las horas del dia choca con grandes dificultades.
49 .Cf. Interpretaci6n, 238-240. ·Es, sin duda, posible · que Juan siguiera una
fuente influenciada por esta idea, pero cuanto mas nos acercamos al tiempo de
los acoritedmientos tanto mas probable ·se hace que la idea de Cristo como
sacrificio pascual se debia al recuerdo, min vivo, de que realmente muri6 el
14 de Nisan.
120 EL RELATO DE LA PASION

ridades judfas se habfan formado de Jesus. Por segunda vez, nos ve-
mos, pues, obligados a reconocer tras el relato joaneo de la pasi6n una
tradici6n que estaba en contacto con el relato judio de los mismos
sucesos.
Tambien la «practica cuartodecimana» de la lglesia de Asia estaba
aparentemente relacionada con la creencia de que Jesus muri6 el 14
de Nisau 50, la fecha dada por Juan. Pero es de notar que los defen-
sores de la practica asiatica no apelan a la autoridad del cuarto Evan-
gelio, sino a la ininterrumpida tradici6n procedente de los padres de
su Iglesia. La practica era, por tanto, en su opini6n una practica pri-
mitiva de la Iglesia de Asia. Y sus razones para creerlo as1 parecen
s6lidas. La primera discusi6n sobre el tema (por cuanto sabemos) entre
Roma y Efeso tuvo lugar en o hacia el afio 155. El protagonista por
parte asiatica fue Policarpo. Defendi6 ante Aniceto que la tradici6n
que segufan el y otros asiaticos se remontaba a «Juan, el disdpulo del
Sefior» 51 • Aunque no es del todo cierta la identidad de este Juan, s1
es cierto que era uno de los padres de la Iglesia de Asia. Policarpo
mantuvo contactos personales con el, segun nos dice Ireneo, que le
habfa o1do hablar de ellos a Policarpo 52 • Aniceto admiti6 en aquel mo-
mento que Policarpo tenfa tanto derecho a mantener la tradici6n de los
padres de su lglesia como el mismo a mantener 1a tradici6n de sus
predecesores en la catedra de Roma. Unos cuarenta afios mas tarde,
cuando se volvi6 a plantear la cuesti6n, Polkrates apel6 de nuevo a
la inmemorial tradici6n ('to TiaA.m Tip6n:pov au;rol<; Tiapaoo8E.v),
que se remontaba a Felipe y Juan. Declara que la observancia del 14
de Nisau es Ka'ta 'tO EÖayyE.A.tov y pretende «haber examinado
todas las Escrituras» (mxoav ay(av ypacp~v OLEAY]AU8'c.0c;); sin em-
bargo, lo que ofrece no son pruebas de la Escritura, sino el testimonio
de una tradici6n inmemorial 53 • A mi juicio, tal testimonio es convin-
cente. Existfa, por tanto, desde tiempos muy antiguos la practica de
celebrar la pasi6n y resurrecci6n de Cristo la vigilia de Pascua y esta
so Apolinar de Hierapolis, un defensor de la «practica cuarto decimana»,
se queja de la ignorancia de los que dicen ön TTI Lö' TO itp6ßaTov [lETCx Tr'.0v
µa8TJT&v Eq>ayEv 6 KupLO<;, TTI öE µeyat.:r. T]µE.pc;x Tc7iv 0:1,;uµcuv o:uToc,
Eit<XHEV„ .T] LO' (aiiade) TO O:/...T]9LVOV TOU KUp(ou itaoxa. Ti euo(a Ti µey6:/...T]
(Liber de Paschate, fragmentos en Routh, Reliquiae Sacrae, vol. 1).
51 Eusebio, H.E. V 24,16
52 Eusebio, H.E. V 5-6. Me parece imposible que cualquiera que tenga ex-
periencia de recordar en edad avanzada a los profesores de sus afios de cole-
gio o universidad pueda poner en duda que Ireneo esta recordando a Florino
memorias autenticas del gran maestro cuyas clases habfan escuchado juntos. En
ningun lugar da a entender Policarpo que conoce el cuarto Evangelio; se apoya
en la tradici6n viva transmitida por «Juan, el disdpulo del Senon>. EI mismo
Ireneo dice: «Quid autem si neque apostoli quidem scripturas reliquissent no-
bis, nonne oportebat ordinem sequi traditionis quam tradiderunt iis quibus com-
mittebant ecclesias?» (III 4,1). Asf pues, la creencia de la lglesia de Asia de
que Jesus padeci6 el 14 de Nisan no se derivaba de la afirmaci6n del cuarto
Evangelio, sino de una tradici6n probablemente mas antigua que dicho evan-
gelio.
53 Eusebio, H.E. V 24,1-7.
EL JUICIO 121

practica comportaba, con toda probabilidad, la creencia de que Cristo


habfa sufrido ese dfa. Tenemos testimonios de ello en el caso de la
Iglesia de Asia, en la que se public6 el cuarto Evangelio. Parece,
pues, que la historia nos proporciona un firme punto de apoyo en favor
de la tradici6n, independiente de los sin6pticos, que nos habfa sido
sugerida por el examen de los mismos textos. No es mi intenci6n discutir
aqui si la tradici6n joanea es en este aspecto superior o inferior a la
sin6ptica o si se pueden armonizar las dos. Hare solo notar que es
la unica tradici6n de la fecha que esta confirmada por testimonios
externos -el del tratado Sanhedrin- y que, en cuanto tal, merece
respeto 54 •

54. Los argumentos propuestos por Jeremias en su obra Die Abend-


mahlsworte Jesu (1949), aunque no todos tienen el mismo peso, hacen muy
diffcil, si nd imposible, considerar la cena descrita por Marcos como algo dis-
tinto de una cena pascual. Por otra parte, los intentos de demostrar que Juan
no se referia al 14 de Nisan no s.on convincentes. La sugerencia de que Tia-
paoKEUYJ -roG 'Tl:aoxa no representa la expresi6n habitual riCEli1 :!"1V, sino una
expresi6n hipotetica aramea ~n9~ ''1 Ni;i:t~"IP, (de la que no se aduce nin-
gun ejemplo ), con el significado de «viernes de Pascua», no me parece muy
feliz, aunque se base en la gran autoridad de C. C. Torrey. Sigue en pie la
afirmaei6n de Billerbeck: «uno que estaba acostumbrado a ideas y expresiones
judias ... no podia nunca emplear la expresi6n m:xpaoKEUTJ -roO Tiaaxa en el
sentido de TiapaoKEUTJ -roO oa:ßßchou EV TiaoXCX:» (S.-B. II, 836); lo mismo
cabe decir de su afirmaci6n de que es muy improbable que q>aydv -ro m'x:oxa
(Jn 18,28), aunque en algunas circunstancias puede referirse a la consumici6n
de ofrendas 'IJ,agiga de la semana de los azimos, fuera empleada en este senti-
do en un escrito dirigido a un publico que no estaba iniciado en las minucias
de la observancia judfa, sin nada en el contexto que lo indicase (ibid„ 839-
840;. A mi juicio, no se puede eliminar la contradicci6n con estos metodos.
La hip6tesis de que la ultima cena era una comida pascual (como dice Marcos),
pero que se celebro pur alguna rawn, w1 dfa distinto del normal (como dice
Juan), parece ser el Unico modo de reconciliar los dos relatos .. La teoria patris-
tica de que Jesus y ·sus disdpulos celebraron deliberadamente la Pascua en
una fecha distinta de la de sus correligionarios judfos no ha tenido mucha
aeeptaei6n en tiempos modernos. La teoria de que grupos o partidos diferentes
entre los judfos pudieron celebrar la Pascua, por una raz6n o por otra, en
dias diferentes, defendida en varias formas por Chwolsohn, Billerbeck y otros,
ha atrafdo recientemente la atenci6n de los estudiosos, debido al hecho de que
la comunidad de Qumran seguia un calendario diferente para fijar la fecha de
la Pascua. Segun este calendario, la Pascua cafa siempre en miercoles. La co-
munidad de Qumran, por tanto, habrfa «comido la Pascua» muchos afios en
fecha distinta de la ortodoxa. J. Danielou (Les Manuscrits de la Mer Morte
et les origines du Christianisme, 26-27) acepta la opini6n propuesta · por Jau-
bert (La Date de la Gene) de que Jesus y sus disdpulos siguieron la costum-
bre de Qumran y celebraron la Pascua el miercoles, 12 de Nisan; esa fue la
noche que le arrestaron; los diversos estadios del proceso judicial tuvieron lu-
gar el jueves, 13 de Nisan; cuando los judfos ortodoxos estaban celebrando la
Pascua, fue crucificado. En mi opini6n, no se puede aceptar sin reservas esta
teorfa, pues ahora sabemos que no habia uniformidad absoluta entre todos los
grupos y partidos judfos del siglo I en lo referente al calendario pascual, y
sigue siendo posible que la cena pascual celebrada por Jesus y sus disdpulos
no tuviera lugar el 14 de Nisan, sino la tarde del dfa anterior. De momento,
por cuanto puedo ver, hemos de contentarnos con admitir que nuestras dos
fuentes extraordinarias de los acontecimientos estan en oposiei6n aparente y,
122 EL RELATO DE LA PASION

Aparte de estos dos datos concretos, no merece casi la pena estu-


diar detalladamente las divergencias entre Juan y los sinopticos; son
muy numerosas y en si mismas no pueden apenas ser sometidas a · otro
examen que el de la coherencia y la probabilidad general. Seria mas
provechoso considerar algunos rasgos generales que confieren al con-
junto un caracter distintivo.
En primer lugar, no deja de ser sorprendente el hecho de que el
problema general del juicio sea politico. Todo gira en torno al titulo
de [3aoLAELH:;. La palabra misma aparece doce veces en el relato joa-
neo de la pasion, frente a seis veces en Marcos y cuatro en cada uno
de los otros dos evangelios. La razon es que se toma en serio el pro-
blema de la realeza. Cuando el termino aparece por primera vez, se
discute el sentido en que se ha de entender el concepto. Solo en la
frase final de esta discusion encontramos un matiz teologico. Pot lo
demas, se examina el problema desde la perspectiva del sentido corrien-
te del termino [3aotA.c:6c;, que designa a una persona que tiene segui-
dores capaces de luchar por su trono. EI hecho de que los disdpulos
no estuvieran armados en aquel momento 55 es prueba de que Jesus
no esta pretendiendo ser rey en el unico sentido que importaba al
tribunal romano. Pilato da a entender lo que piensa sobre el asunto
(con malicia calculada) al presentar a Jesus ante los sacerdotes como
«tey de los judios» en una parodia de la dignidad real. Ellos lo recha-
zaron violentamente. El gobernador intenta de nuevo conseguir la
absolucion, pero los sacerdotes insisten en la clara y evidente impli-
cacion del titulo [3amA.c:6c;. Dentro de las fronteras del Imperio solo
existe ----y solo puede existir- un [3amA.c:6c;. Que cualquier otro
pretenda el titulo es alta traicion: «no tenemos otro ßamA.c:uc; que
Cesat». Ante esta alegacion se decide el caso.
Pero no acaba aqui d asunto. Cuando cruci:fican a Jesus por pre-
tender la realeza, se le proclama en tres lenguas, con la mayor publici-
dad, «el rey de los judios», y no habra ninguna razon que mueva al
gobernador a cambiar la inscripcion. Lo unico que podra justi:ficar la
ejecucion y exculparle a el al ordenarla, a sus ojos y a los de los de-
mas, es la afirmacion de que ha ejecutado a un rival politico del em-
perador. No que el mismo lo crea, pero este es el motivo legal de su
acci6n. Los sacerdotes tendran que aguantar la afrenta.
EI fofasis sobre el problema politico sorprende aun mas si consi-
deramos el unico punto del relato en que el problema teologico trata
de salir a la super:ficie. Los acusadores judios insisten en que Jesus ha
incurrido en penas ante la ley judia ön uiov ec:oO 56 E.au-rov ETIOLY]-
OEV. Esta es la primera vez que aparece esta pretension en el relato
joaneo de la pasion. En Marcos la enconicramos en el interrogatorio

sin intentar ignorar la contradiccion ni minusvalorar precipitadamente un rela-


to ll. otro, debemos esperar ulterior informaci6n.
ss nAv ~ywv[sovro (no T)ycov[aa:vro). .
56 Este . es sin duda el texto correcto, aun cuando algunas autondades de
menor valot leen ulov -roü 9e.oü.
EL JUICIO 123

ante el sumo sacerdote, donde tiene una importancia decisiva tanto


pata el curso del proceso como, teol6gicamente, para el lector cristia-
no. Juan no la menciona en el curso del proceso ante el tribunal judfo
y, cuando la introduce, no tiene ninguna influencia importante en el
progreso del caso. Se nos dice que Pilato «se asust6 min mas». <'.Que
es lo que asusta a Pilato? Evidentemente, no se trata de miedo a
los sacerdotes, ya que su efecto es una nueva teritativa por arrancar··
les su presa y conseguir la absoluci6n 57 • <'.Quiere, entonces, el evange-
lista presentar a Pilato como si compartiese la fe cristiana en el Hijo
de Dios y mostrase la correspondiente reverencia? DiHcilmente; la
forma constante de la frase joanea siempre que se trata de una cori.fe-
sion cristiana de Cristo es (6) uloc; 'LOU S'rnO 58 • En ningiln otro sitio,
fuera del presente pasaje, omite el articulo delante de 0i:.o0, segiln
los 'rnejores manuscritos. Este es el uso normal 59 • La pregunta del sumo
sacetdote en Mateo es: ~u Et XPLO'loc; 6 uloc; 'LOU ewO; (explici-
tando la parafrasis marcana 'LOU EÖAOYTJ'LOU). Esto constituye ya
por si mismo una raz6n contra la opini6n (por otra parte improbable)
de que Jn 19,7 es un debil eco del relato sin6ptico 60 • Marcos y Mateo
ponen la expresi6n uloc; 0rn0 en boca de un pagano (Mc 15,39; Mt
27 ,54 ). Para una persona asi tendrfa el sentido de «hijo de un dios».
Los lectores de Juan en el mundo grecorromano entenderfan que Pi-
lato compartfa el respeto supersticioso que muchos paganos tenfan por
el ei:.t:oc; ä:vepw·rroc;, el experto 0 mago a quien se asignaban poderes
ocultos y que se atribufa origen divino 61 • Este es el miedo que mo-
57 A pesar de su siniestra reputaci6n, Pilato ladraba a veces mas que mor-
dfa. Cuando los judios se presentaron ante el en Cesarea para protestar con-
tra fa introducci6n de estandartes romanos en Jerusalen, los rode6 de tropa8
y TJ'irELAEl eavcx-rov f.mST]aElV s11·µ[av EK TOÜ O~E<..:lc; d µTj rrauaaµEVCIL 'TOÜ
9opußdv E'ITL 'Ta olKELa chr(mEV, pero, ante su insistencia, cedi6 ampliamen-
te (Josefo, Antiq. XVIII, 57c59; B.]. II, 172-174). Estarfa muy en, consonah-
cia con su caracter utilizar la amenaza de la crucifixi6n en la esperanza de que
bastarfa la amenaza, sin terier que llevarla a cabo; hubiera preferido sin duda
este resultadö, como indica Juan (19;10-12) .
. 58: Jn 1,34 (o lease 6 EKAEKioc; 'ToÜ 9Eoü). 49; 3,18; 5,25; 9,35 (o lease
&'l/Sowrrou); 10,36 (wü omitido por algunos mss.); 11,27; 20,31. .·
59 · Los sin6pticos no son del todo coherentes. Marcos dice 'TOÜ. 9EoÜ en 3,
11; ·5,7; 14,61 y, correctamente, 9EoÜ en 15,39, en boca del centuri6n; pero
usa 9EoÜ, sin ai:tkulo, en 1,1, si este verskulo es parte del texto original." Mateo
usa artkulo en 4,3.6; 8,29; 16,16; 26,63 y 9EoÜ sin artkulo en 27,54, de acuer-
do co.n Marcos; pero emplea. 9EoÜ ul6c;, excepcfonalmente, en 14,33,. Lucas usa
( 6) uloc; i;oü 9Eoü en 4,3.9.41; 8,28; 22,70 y uloc; 9Eoü sin artkulo solo
en 1,35.
60 La afirmaci6n de que Jesus mereda la muerte Ka'Ta 'TOV v6µov a cau-
sa de ·su· pretensi6n de ser 9EoÜ ul6c; podrfa implicar que Juan conoda una
tradici6n (no necesariamente la marcana) que entendfa que esta ac;usaci6n era
una de .las . presentadas en . el proceso ante el sumo sacerdote; pero esto no es
necesariamerite asf, ya que todas las tradiciones cristianas sabfan que tal pre-
tensi6n era real. En cualquier caso, Juan no considera que la acusaci6h Ö'Tl
ulov 9EoÜ Eau-rov ETIOLT]OEV tuviera peso alguno en un tribunal romano o
que coritribuyera a la decisi6n del gobernador. · ·
61 'Cf. Interpretaci6n, 254-255 y refetendas en Arndt-Gingrkh, sub voce
ul6c;, 2b. En las inscripciones, el emperador es 9EOÜ ul6c; ( = divi filius),
124 EL RELATO DE LA PASION

vi6 a Pilato, y su siguiente pregunta es natural en estas circunstancias:


rr68Ev EL 06, ~es que es verdad que pretendes ser un 0E'loc; äv0pw-
rroc;? Todo el episodio esta, pues, totalmente de acuerdo con la situa-
ci6n y no hay ninglin indicio de que se deba a motivos teol6gicos.
Asf, pues, el unico pasaje del relato que invita directamente a una in-
terpretaci6n teol6gica se mantiene a un nivel estrictamente prosaico. Es
este sin duda un rasgo muy significativo en una obra que esta tan do-
minada por intereses teol6gicos.
Pot mucha expansi6n imaginativa que se hubiera permitido el evan-
gelista, poco de todo esto pudo derivarse de los evangelios sin6pticos,
en los que el aspecto polftico del caso no tiene ninguna importancia.
~Es, entonces, este relato, lleno de matices polfticos, el producto de
la libre composici6n del evangelista? Es cierto que la acusaci6n de que
los cristianos no eran leales al emperador, sino que reconodan ßcxoLAEO::
EcEpov 'IriooOv (Hch 17,7), era muy peligrosa para la Iglesia bajo el
Imperio Romano. Sin embargo, el evangelista admite abiertamente que
la causa por la que condenaron a Jesus fue la realeza de Cristo en
oposici6n a la realeza del Cesar. No solo esto, sino que ha presentado
a sus acusadores judfos como si profesasen una total lealtad al empe-
rador: oÜK E:xoµEv ßa::OLAECX EL µ~ Kcxfocxpcx. Esto se podrfa en-
tender, sin violentar para nada el texto, como una admisi6n de que
los judfos, eran subditos leales y los cristianos no, una admisi6n sin
duda perjudicial en la situaci6n en que se encontraban los cristianos
cuando se public6 el evangelio. La conservaci6n de estos rasgos desa-
fiantes no tendrfa nada de extrafio, si el evangelista se propuso repro-
ducir con fidelidad sustancial el caracter de la situaci6n real en que
condcnaron a Cristo, segun le habfo sido transmitida (por muy libre
que se hubiera sentido para dramatizarla); pero me resulta muy difkil
imaginar que un escritor cristiano del tiempo de Domiciano (por ejem-
plo ), o incluso de Nerva o Trajano, introdujera estos rasgos por su
cuenta y riesgo en un relato relativamente inocente.
Me resultarfa mucho mas facil creer que los sin6pticos redujeron
el elemento polltico existente en la tradici6n que habfa llegado hasta
ellos. Marcos escribi6 casi a la sombra del palacio imperial. Lucas de-
dic6 su obra a un vir egregius del imperio. A ninguno de los dos se
les podrfa reprochar el haber tratado de evitar malentendidos innece-
sarios. Juan ha tratado de obtener el mismo resultado insertando los
dos dialogos en que se explica a) que la realeza de Cristo no es una
monarqufa de este mundo que se apoya en la fuerza armada, b) que
es en esencia la soberanfa de la verdad y de aquel que revela la verdad
y c) que los cristianos reconocen plenamente la autoridad del gobier-
no imperial en cuanto sancionada por Dios. Con estas salvaguardas se
siente libre para dar todo el peso al tftulo de ßcxOLAEU<; en el desarro-
llo del proceso ante el gobernador.
pero es improbable que dicha expresi6n se empleara aqu! con ese sentido:
Pilato no trata la pretensi6n de ser 0EoÜ ut6c; como otra forma de pretensi6n
de ser ßcxaLA.Euc; en oposici6n al Cesar.
EL JÜICIO 125

Pero para mejor apreciar en su valor el caracter distintivo de la


version joanea del juicio, merecerfa la pena recordar que tenemos co-
nocimientos mas antiguos sobre las circunstancias en que ejecutaron
a Jesus. Nuestros documentos mas antiguos, las epistolas paulinas,
hacen dos afirmaciones: a) que fue muerto por los judfos (1 Tes 2,15)
y b) que fue crucificado (Gal 3,1 y passim). A primera vista, estas
afirmaciones son contradictorias, ya que ni la ley ni la practica judias
conodan la pena de la crucifixion, que era impuesta por los romanos
a condenados que no poseian los privilegios de ciudadanfa. Sin em-
bargo, las dos afirmaciones estan documentadas independientemente.
Tacito (Ann. V, 44) admite (o reivindica) la responsabilidad para los
romanos y la baraita de Bab. Sanh. 43 (con otros pasajes talmudicos)
la reivindica para los judfos. Segun esto, cualquier explicacion que quie-
ra hacer justicia a los hechos historicos <lebe dar cabida a las acciones
de estas dos partes (la romana y la judfa) y, si es posible, mostrar su
mutua relacion. La primera tradicion cristiana repartio la responsabi-
lidad en el modo que se desprende de la frase que en Hch 2,23 se
pone en boca de Pedro: «Vosotros [judfos] le matasteis por medio
de hombres que no tienen la Ley [es decir, gentiles]» (ÖLO: XELpoc;
av6µwv cXVELAO:'l"E).
EI relato marcano del proceso sigue de cerca esta f6rmula, en el
sentido de que los autores reales del asesinato judicial fueron los ju-
dfos, mientras que los romanos fueron solo su instrumento. El juicio
ante el tribunal judfo recibe un tratamiento relativamente completo.
Hay una vista y un examen de la causa, un interrogatorio del prisio-
nero, un voto del tribunal y un veredicto de culpabilidad por un car-
go capital. Marcos no explica como, despues de todo esto, el ·caso llego
a un tribunal romano 62 • EI relato del juicio ante Pilato es breve y
poco informativo 63 : no se formula ninglin cargo preciso, no hay una
vista de la causa, el interrogatorio del prisionero es superficial y obtie-
ne solo una respuesta ambigua, y no hay veredicto. La decision del
gobernador esta directamente dictada por la voz del populacho que
elige el indulto de Barrabas en vez del de Jesus. No se puede aceptar
esto como relato de un juicio provincial romano.
EI relato de Mateo no difiere en sustancia del de Marcos. Tambien
este evangelista pone todo el acento sobre el proceso ante el tribunal
judfo y su linica adicion sustancial al relato de la vista ante el tribu-
nal romano es la dramatica escena en que Pilato se lava las manos,
convirtiendo a los judios en totales y unicos responsables del resul-

62 Dado que ha habido ya una condena formal -KaTEKptvav aö-rov evoxov


dvat 0avcX-rou~, deberfamos suponer que tal condena tenfa que ser some-
tida al gobernador para que este la confirmara. Sin embargo, en 15,3 (despues
de que Pilato ha interrogado al prisionero) los sacerdotes aparecen como acu-
sadores (KcrrT]y6pouv a.ö-roo iroA.A.a). EI hecho es que Marcos no tiene una
idea clara de curu era la posici6n legal y no estaba interesado en ella.
63 De las 25 Hneas (en Nestle) dedicadas al proceso ante Pilato, 18 se re,
fieren al episodio de Barrabas, que no es de ningun modo un caso judicial.
126 EL RELATO DE LA PASION

tado. Mas claramente que nunca el romano es un mero instrumento


por medio del cual las autoridades judfas obtienen lo que desean;
La perspectiva de Lucas es sensiblemente diferente. Ha abreviado
drasticamente el proceso ante el tribunal judfo y no se da un veredicto
expreso. Los sacerdotes conducen a su prisionero al tribunal del go~
bernador y acto seguido formulan sus cargos. Es, pues, claro que aqui
no estan pidiendo la confirmaci6n de una sentencia previamente pro-
nunciada, sino que desempefia la funcion· de :6.scales. La importancia
dada al proceso ante el tribunal romano es mayor. Hay .un procesa-
miento fonnal en tres capftulos, totalmente conforme con los proce-
dimientos romanos que nos son conocidos. Los tres cargos son: a) sub-
versi6n del pueblo, · b) obstaculizaci6n del pago del tributo y c) pre-
tensi6n de ser un rey ungido. Sin embargo, se procesa solo el tercer
cargo 64 , y sobre el interrogatorio del prisionero Lucas no sabe mas
que Marcos. Pero el gobernador pronuncia un veredicto formal: pri-
mero un veredicto de inocencia (23,4 ), y luego un veredicto de ino-
cencia de crimen capital (vv, 14-15), proponiendo, en consecuencia, un
castigo mas suave. Al final, sin embargo, lo mismo que en Marcos,
Pill1tO pronuncia sentencia de muerte para complacer la petici6n popu-
lar. En Lucas, como en Marcos, las autoridades judfas son los prime-
ros motores y, a1 final, obtienen lo que pretenden, pero Lucas ofrece
( a diferencia de Marcos) algo como una descripci6n inteligible ( aun-
que abreviada) de un posible juicio romano.
Su relato esta interrumpido, sin embargo, por el enigmatico episo-
dio de ·1a remisi6n del caso a Herodes 65 • No es mi intenci6n trittar
64 Con todo, el resumen de Pilato parece implicar que el cargo a) ha sido
investigado con resultado negativo: «Me habeis trafdo a este hombre, alegaµdo
que alborota al pueblo; pues bien, yo lo he interrogado delante de vosotros
y no he encontrado en el ninguna de las culpas de que lo acusais» (23,14). El
cargo de subversi6n esta expresado aquf por el verbo chcoo-rpE<J>ElV (en el es-
crito de cargos, el verbo es föo:o-rpE<J>ElV, 23,2): d:rroo-rpE<J>ElV es en un pa-
saje de los LXX (2 Cr 18,31) la traducci6n del hifil de mc , que es uno de
los verbos aplicados a los cargos aducidos contra Jesus en Sanh. 43b. En otros
varios pasajes de los LXX .n 1r::m es traducido por ETilOELElV, y en Lc 23,5 el
cargo es aVO:OEVEl i:ov A.o:6v. Da la impresi6n de que en el transfondo del
relato lucano resuena un cierto eco del lenguaje de la acusaci6n, lo cual hace
pensar que no esta simplemente «redactando» a Marcos (cf. tambien mi ar-
tfculo en «Journal of Theological Studies» [octubre 1954] 244-245).
65 La presentaci6n ante Herodes no puede ser llamada «juicio» en ning{in
sentido de esta palabra y no conduce a ninguna conclusi6n, si bien Pilato la
interpreta como si confirmara su opini6n de que el prisionero no es culpable
de ning{in crimen capital. La actitud de Herodes no sugiere la de un juez frente
a un prisionero. Se nos clice que se alegr6 de ver a Jesus, porque hacfa ya
tiempo que estaba deseoso de verlo por lo que ofa de el, y esperaba verle ha-
cer algUn milagro (23,8). No se nos dice si Herodes qued6 decepcionado en
sus esperanzas o si estaba molesto porque el prisionero se habfa negado ·a res-
ponderle, pero el hecho es que se uni6 a las burdas burlas de su tropa. Todo
ello es un tanto confuso y no sugiere que Lucas tuviera mas informaci6n que
el mero hecho de que Herodes tuvo parte en el proceso. El evangelista pudo
colegir de up. pasaje (9,7-9) que habfa tomado de Marcos que Antipas estaba
interesado _en relatos sobre los milagros de Jesus, y la actitud ambivalente del
EL JUICIO 127

aquf el problema hist6rico que esto plantea; quiero solo recordar que
en Hch 4,25-26, el mismo autor cita un pasaje de Sal 2, un texto
que es una de las fuentes mas importantes de testimonia 66 • EI salmo
habla de un ataque contra el Mesfas por parte de E8W], A.o:o(, ßo:m-
A.c.'i:c; y ä:pxonc.c;. EI autor indica el cumplimiento de esta profeda
en los siguientes terminos: ouv~xerioo:v ... ETrl -rov ä:yLOv TCO:L06: oou
, 1riooOv öv EXPLOO:<; 'Hpc0oric; 1:E KO:L n6vnoc; naA.iX-roc; ouv
Eevwtv KO:L A.o:o'i:c; '1 opo:~A.. Aqu1, por tanto, el asesinato judicial
no es ( tan simplemente como en Marcos) un complot judfo que utili-
za a Pilato como instrumento, sino, mas bien, una conspiraci6n del
tetrarca y del gobernador, con judfos (no especificados) y romanos como
c6mplices. Esta concepci6n de los hechos parece encontrarse tambien
en algunos de los rasgos peculiares del relato lucano del juicio, que
podrfa, por tanto, remontarse, tal vez, a un tipo de tradici6n for-
mada, en gran parte, bajo la influencia del testimonium de Sal 2, pero
que de ninglin modo debe ser ignorada al tratar de reconstruir la situa-
ci6n real; esta fuente ha sido combinada con un relato del juicio deT
tipo marcano.
Ahora podemos valorar el relato joaneo del juicio como un todo,.
teniendo en cuenta las dos partes del proceso. Aqui el interrogatorio
ante el sumo sacerdote ha perdido importancia. Es estrictamente pre-
liminar, se podrfa casi decir que es una indagaci6n de los hechos. Los
representantes de los judfos se presentan ante Pilato en el inconfun--
dible papel de fiscales, ya que la primera pregunta del gobernador es
«~Cual es el cargo?>> (-r(vo: K<X'rf!YOPLO:V cpE.pnc.). La respuesta es
vaga: el prisionero tiene un caracter inquieto (KO:KOV TCOLQV). Pilato
sin entrar en las implicaciones del cargo, les ofrece jurisdicci6n sobre el
caso 67 • Ellos la rechazan, alegando que el Sanedrin no tiene potestad
para imponer la pena de muerte. Esto implica que los acusadores quie-
ren que se imponga esa sentencia. Pilato procede entonces a juzgar per-
sonalmente el caso. Aqu1 hay una laguna, pues no se nos dice que mo-
tetrarca es parecida a la que Marcos nos dice que mostr6 hacia Juan Bautista,
en cuya conversaci6n se complada y a quien, sin embargo, mand6 ejecutar-
(Mc 6,20).
66 Cf. According to the Scriptures, 104-105.
67 La implicaci6n 16gica parece ser que Pilato deseaba _que el caso fuera
tratado como un asunto de poca importancia y que fuera conscientemente lle-
vado por las autoridades municipales dentro de sus limitados poderes. Sin em-
bargo, si aceptamos esto como hist6rico, resulta dificil aceptar la presencia de
un gran contingente ( one'lpa) de tropas romanas en el momento de la deten-
ci6n. No sabemos hasta que punto estaban capacitadas las autoridades judfas
para requerir la ayuda de la guarnici6n en el caso de que la polida del tem,
plo tuviera que enfrentarse con disturbios que ella no pudiera controlar. Se·
'podrfa conjeturar que la guarnici6n habfa sido ya alertada como resultado de
la 01:6:mc; en que habfa sido arrestado el «lider de la resistencia» (71.'[l<Yr~c;)
Barrabas, y que el tribuno pudo suponer que se le requerfa para enfrentarse
con una ulterior revuelta. Todo esto es conjetura. Se podrfa suponer que el
evangelista, consciente de que el caso debfa ser conducido por las autoridades
romanas, dio por sentado que tropas romanas participaron en la detenci6n. Pera-
nuestra informaci6n es demasiado escasa para sacar conclusiones definitivas.
128 EL ·RELATO DE LA PASION

vi6 al gobernador a formular la pregunta: ~u EL 6 ßcxc:nA.Eu<; -r&v


'1 ouöcx(c.uv. Pero se nos dice sin lugar a dudas que la acusaci6n cru-
cial aducida por los sacerdotes era la pretensi6n de ser rey. Tras es-
cuchar la defensa del prisionero sobre esta acusaci6n (una defensa
perfectamente valida), el gobernador pronuncia la sentencia de inocen-
cia, la comunica a los sacerdotes que estan esperando y pide su con-
sentimiento para soltar al prisionero. El episodio de Barrabas recibe
poca atenci6n; no se nos dice siquiera que fue puesto en libertad; La
declaraci6n de la inocencia de Jesus se amplia en la dramatica escena
del Ecce Homo, la cual, en vez de disponer a los acusadores a retirar
su propuesta de pena de muerte, les lleva a pedir explkitamente la
crucifixi6n. Pilato reitera su veredicto. Solo entonces los sacerdotes,
temiendo que el caso caiga por tierra, presentan por primera vez una
acusaci6n religiosa. Pero queda en nada; juegan entonces su gran baza:
E.001 wOwv aTioA.uo-nc; oÖK EL cp(A.oc; -roO Kcx(acxpoc;. Esto decide
el caso. Pilato, siguiendo fielmente el procedimiento oficial 68 , pronuncia
la sentencia de crucifixi6n y se venga de los sacerdotes que le habfan
humillado, designando a su vktima como «tey de los judios» y ne-
gandose a cambiarla.
. Es, pues, claro que este relato sigue la f6rmula fundamental: las
autoridades judfas realizaron la acci6n Öla XELpoc; O:v6µc:uv. Juan esta
en esto de acuerdo con las demas fuentes que poseemos. Pero, a dife-
rencia de estas, Juan entiende que el gobernador podfa ser utilizado
como un instrumento sin renunciar totalmente a su caracter judicial.
El Pilato de los sin6pticos es un pobre hombre; le engafian para que
pronuncie la sentencia con el simple recurso de sustituir a Jesus por
Barrabas como beneficiario de la amnistfa propuesta. Juan ha reducido
el episodio de Barrabas al puesto secundario que le corresponde y
Pilato tiene que juzgar un caso real, que entra de lleno dentro de su
competencia en su calidad de magistrado romano. La pregunta que
surge es la siguiente: ~se puede otorgar el beneficio de la duda y ab-
solver a un prisionero que ha sido sometido a interrogatorio (acompa-
:fiado quizas de tortura) y probado inocente de acci6n o intenci6n cri-
minal, pero que ha admitido implkitamente que se considera en cier-
to sentido rey? Pilato piensa que puede hacerlo. Pero sigue en pie
que, cuando se le ha presentado la oportunidad, el prisionero se ha
negado a repudiar el tfrulo real y ha empleado la expresi6n «mi reino»,
a pesar de todas las restricciones. Si los acusadores insisten en este
punto, el gobernador encontrara dificultad en absolver al prisionero.
68 Jn 19,13. Algunos exegetas quieren entender K0:9(aa:c; co~o transitive,
que significada que Pilato coloc6 a Jesus (ir6nicamente) en el tr1bunal; pero
no puedo imaginar por que: la expresi6n xa:füo.ac; E'Ttl [3i)µ<X'roc; es un modo
perfectamente normal de describir el acta formal de un magistrado que esta a
punto de emitir un veredicto, cf. Josefo, B.J. II, 172: 6 nt.A&rcx; K0:9:(oac;
fol 1:00 [3i']µai:oc; EV -r~. µeyc'xA.cp maföcp K~l TI_fOOKaA~oc'xµevo~ ;o TIAfj~o~
x:c.A.:, que es muy semeJante a Jn 19,13-14: o aov CTElA<X'roc;. „ ftEK0:9tOEV E'Ttt_
ßi'jµcxi:oc; de; -r6Tiov A.ey6µevov At96mpCil'tOV„. Ka:l MyEl -rote; 'Ioo&dotc;
K.'t'.A.
EL JUICIO 129

Y esto es lo que ofrece la oportunidad a los sacerdotes. Amenazan al


mismo Pilato, manifestando a la vez su ilimitada lealtad al Cesar. No
cabe duda de que, si Pilato hubiera tenido un caracter mas fuerte o
si su pasado hubiera sido menos equivoco, habrfa podido arriesgar su
posici6n y haber hecho justicia. Pero su sumisi6n a las presiones es
totalmente comprensible 69 •
Por primera vez nos encontramos aqui con un relato que, si bien
deja algunas lagunas, es internamente coherente y tiene un alto grado
de verosimilitud. Verosimilitud no es, desde luego, lo mismo que exac-
titud hist6rica. Pero, prescindiendo por el momento del problema de la
exactitud hist6rica, preguntemonos d6nde pudo el evangelista conse-
guir este relato. Mateo y Marcos no pudieron ayudarle. Lucas le pudo
dar alguna pista sobre c6mo relatar un procesamiento en un tribunal
romano; pero, aun suponiendo que conociese a Lucas, no hizo uso de
el. Tengo serias dudas de que un escritor, cuya obra debemos datar
a finales del siglo I y en un ambiente helenista, pudiera inventar un
relato tan persuasivo de un juicio ·realizado en unas condiciones que
habfan dejado de existir hada tiempo. El relato esta penetrado de
un vivo sentido de la situaci6n existente en el medio siglo anterior a
la extinci6n de la autonomfa local de Judea. Revela un conocimiento
claro de las delicadas relaciones entre las autoridades locales e impe-
riales. Refleja un perfodo en que el suefio de una Judea independiente
bajo su propio rey no habfa descendido todavfa al nivel de una qui-
mera, en que 1a idea mesianica no era un teologlimeno, sino que afec-
taba a la polltica practica 70 , y en el que la mera menci6n de un «rey
de los judfos» encendfa emociones violentas; mas aun, un perfodo en
que la constante preocupaci6n de los detentadores del poder sacer-
dotal bajo Roma era ahogar cualquier sintoma de tales emociones.
Estas condiciones existfan en Judea antes del 70 d.C., no despues ni
en ninguna onra regi6n. Este es, en mi opini6n, el verdadero contexto
vital de los elementos esenciales que encontramos en el relato joaneo
del juicio. Este relato dista mucho de ser una reelaboraci6n de segun-
da mano de los sin6pticos. Aunque hay pruebas de un cierto grado
de elaboraci6n por parte del autor, la conclusi6n mas probable es que
en sustancia dicho •relato representa una forma independiente de tra-
dici6n, que debi6 de formarse en un perfodo mucho mas cercano a los
hechos que cuando se escribi6 el cuarto Evangelio y que, en algunos
aspectos, parece estar mejor informada que la tradici6n subyacente a
los sin6pticos, cuyo confuso relato queda aclarado por ella.

69 La escena esta en perfecta consonancia con su caracter. El desprecio de


Pilato hacia sus subditos y especialmente hacia sus jefes religiosos parece ver-
dadero; y sabemos que su posici6n no era muy segura:. no muchos afios mas
tarde fue requerido por el emperador para responder de cargos aducidos por
los judios (Josefo, Antiq. XVIII, 89). ·
70 El mesianismo politico volvi6 sin duda a surgir en tiempos de Adriano,
pero en una situaci6n totalmente diversa. No habfa ya un cuerpo sacerdotal
que ejerciese una limitada autonomfa local en Jerusalen.
9
6. LA EJECUCION ·

En el relato de las ultimas escenas (19,17-37) hay una cierta seme-


janza general de estructura entre Juan y Marcos (seguido de cerca por
Mateo); ambos se concentran principalmente en dos momentos: la
crudfixi6n misma con sus circunstancias inmediatas y la muerte del
crucificado (el inter:valo entre estos momentos difiere en los dos evan-
gelistas), y los dos afiaden elementos importantes. Fuera de esto, la
semejanza es pequefia.
La coincidencia verbal no supera el minimo necesario para poder
relatar los acontecimientos, fuera de los. casos en que las palabr:as
comunes a los dos, füaµc.p(l;;c.cr0m, TeX Jµ6:na auwO, ß6:A.A.c.Lv
xA.fjpov, öf:oc;, 'han sido tomadas de pasajes veterotestamentarios em-
pleados COlliO testimonia. Aparte de estas, r OAyo0ö:, Kpav(ou T01t()<;,
öuo (A!]OTa( en Mar:cos; KaKoOpyOL en Lucas, sin calificativo en
Juan), mal)poOv, (c.m)yp6:cpc.Lv.(aplicado a .la inscripcion de la cruz),
01t6yyoc;, 1tEpL0ElVaL y ninguna mas. Au:n en los pocos versfculos
en que los dos relatos corren en estrecho pa,ralelismo, el lenguaje;, es
diferente. Asi, .donde Marcos dice E1tL TQV roA.yo~Ö:V T01tOV ö tcrnv
µE0Epµrivc.u6µEvov 1<pav(ou T6rcoc;, Juan dice c.tc; TÜV A.e,y6µEv 0 v
Kpav(ou T()'.11'.0V Ö /\.Eyc.·raL 'E~pc(icrTl rot... yo06:. En vez ,(iiel
emypacp~ marcano, Juan emplea TLTAoc;, que representa la palabra
lati,na normal. titulus. Donde Marcos dice de los d9s A!]O'Ta( que cru-
cifica,ron, EVa EK öc.t:~<fv KaL EVa E~ c.uwvuµcuv, au~oO, Ju~ :p:~
pi;esa exactamente el m1smq. hecho con ~as palabras. EVTc.u0c.v KO:L av-
1a00c.v [lEcrOV ÖE ,Tov 'IricroOv 1.,
' .:·· . ' : .. ' .
·Convendd,. sin embargo; analizar ·mas en detalle las partes .del r:e-
lato _que corren paralelas.
En primer lugar, tanto Marcos. como Juan nos dicen que se pµso
una.inscripcion en la cruz, En Mc 15,26 tenemos solo la simple afüma"
ci6n: ~V fj ETCLy,pacp~ ' Tfjc;' oh(ac; auwO E1tLYEypa[l[lEVll" 0
BALIAEYL TQN IOYLiAIQN. Jn 19,19, da e1 titulus en una for-
ma mas amplia: IHLOYL 0 NAZQPAIOL 0 BALIAEYL TQN
l OY LiAI QN, y: dice que estaha escrito en tres lenguas, de modo que
todos podfari leerlo. No solo esto; sino que Juan hace ademas prt>,t~~-
1 'Evre.09•ev ... EvtEÜ9Ev parece ser un semitismo que represertta al hebreo
ni~ ... n~.Q ; Nm 22,24: cppayµoc; Evte.09e.v Ka:l cppcxyµoc; ivre.G9'e.v, y lo
mismo eti Jos 8,22; 2 Sm 2,13. El griego de Marcos. es dertamente mejor y
no hay ninguna raz6n para que un escritor que lo copiara lo .empeorase;;„
'LA' EJECUciON 131

tar' a los sacerdotes. por ·1~ afrerita implfcita contra: su honor nacional 2 ,
y Pilato replica con uha ne~ativa enfatica a cambia:r el tifülo. EI efec~
to de todo esto es que la atenci6n del lector se concentra en forno a
la realeza de Cristo, fo cual comporta un enfasis que, corno' · hemos
visto, es' caracteristico ·del relato joaneo del juicio. Es evidente }:J.üe ello
sirve a' 1a tendencia teol6gica de Juan. Este presenta la crudfixi6n
corno la ÜljJWOLc; o entronizaci6n de Cristo Rey -entendiendö «tey»
en· un sentido que el evangelista ha aclarado previamente- y hace
cornparecer a Pilato como testigo del hecho. Pero este tratamiento
presupone una forma de· tradici6n en la que la pretensi6n de realeza
era un elemento destacado, como no ocurre en los sin6pticos. He tra-
tado ya de probar que. la condena de Jesus por un cargo evidentemente
politico es un elemento inherente a la tradici6n, que los sin6pticos,
por razones comprensibles, han tratado de minimizar. Seria arriesgado
conjeturar cuanto del material peculiarmente joaneo cöntenido en
19,19-21 puede atribuirse razonablemente a una fuente tradicional: el
dialogo entre Pilato y los sacerdotes podria muy bien ser otro ~jemplo
del recurso literario que aparece en los dos interrogatorios in camera
(18;33-38; 19,9-11), empleado de nuevo aqui para poner de manifies-
to las verdaderas implicaciones .de toda la situaci6n. En los tres dia-
logos reconocemos el sentido dramatico del autor; nada podtia ser
rnas eficaz que el «tel6n» final de Pilato: ö yE.ypacpa yE.ypacpa. Pero,
a:un cuando observamos, corno sin duda debemos hacerlo; un cierto
grado de elaboraci6n drarnatica: tanto aqui como en otros 'pasajes, sigue
siendo probable que la tradici6n en que se basaba esta elaboraci6n te-
nfa un caracter y perspectiva diferentes de los de Marcos y, en algunos
respcctos, podria 'rnuy bien estar mucho mejor informa:da. ·
, En segundo lugar, el. incidente de la divisi6n de las vestiduras
(Jn 19,23-24)' esta descrito una vez mas con mayor riqueia de deta-
lles que eri Marcos ( 15 ,26 ). Juan lo relaciona con un testimonium. to-
lIJ,ido de Sal 2i)9. El pasaje no esta expresamente citado en Matcos,
pero el Jeriguaje del salmo reaparece en el relato marcano. Corno. he
ttatado dedemostrat es improbable que Juan partkse de la tacita alu-
si6n, de Marcos. para llegar luego a los LXX; es mucho mas 17robable
que Juan tomara el testimonium de otra forma de tradici6n. Juan no
desctibe el pfoceder de los soldados, corno lo hace Marcos, con pala-
bras tomadas del Antigua Testamento. Por el contrario, las fra~es pa-
ralelas del salmo han sido malen tendidas como si se. refir.iesen .a . accio-
nes distintas: ÖLc.µc.p{oc;xV'rO TeX tµ6:na: dividieren las ~estiduras en
2 N6tese la sutil diferencia entre la actitud de los sacerdotes en Juan · y
Marcos. En este ultimo; ellos mismos aplican al crucificado el titulo 6 ßdaL-
A.tuc; '1 dpa~A, con · sarcastica ironfa. En Juan, su sentimiento de respeto ha-
cia la naci6n les hace rechaiar cualquier aplicaci6n del titulo a un criminal
crucificado. A mi juicio, la difetencia no tiene nada que ver con las preferen-
ci'as de nuestrci ·autor, sino que refleja las tendendas de diferentes canales de
tradici6n. Per6 los dos ·estan de acuerdo en poner claramente de relieve la> reat-
ci6n ambival~nte del judafaniö ' oficial . anterior a. la ca!da de Jerusalen arite
pretensi6hes mesianicas j:Jopulares, lo cual es autenticamente historicci.
132 EL RELATO DE LA PASION

cuatro partes; E1lt -rov lµo:noµ6v µol) Eßo:A.ov KAflpov: echaron


suertes sobre la tunica inconsutil. Este es un estadio secundario ,en el
modo de tratar los testimonia (semejante al modo como Mateo trata el
testimonio de Zac 9,9). Es imposible decir si debe atribuirse al evange•
lista mismo o a la tradici6n seguida por el; pero el resultado es urta
escena dramatica muy en consonancia con el estilo de nuestro autor. ·
En .tercer lugar, el ofrecimiento de öE,oc; es comun a los dos relatosi
pero esta tratado de maneras muy diversas. En Mc 15,34~36 el grito
de abandono, TjA.(, TjA.( 3, es mal entendido como si se tratase de una
invocaci6n a Elias y en respuesta se ofrece öE,oc; en una esponja, con
las pafabras ä:cpc.Tc. i'.Owµc.v El EPXETo:t 'HA.c.(o:c; Ko:0c.A.c.'l\i o:ö-r6v.
Las palabras pretenden ser, al parecer, una burla; no es claro si se
entiende tambien como burla el ofrecimiertto de algo para beber, · asf
como tampoco es claro que relaci6n tienen las palabras con la acci6n.
En Juan falta el grito de abandono. Si nuestro evangelista. lo conoda,
podriamos pensar que lo omiti6 por motivos teol6gicos. La alusi6n a
Elias podria muy bien haber sido omitida justo con el grito, ya que,
en cualquier caso, no es una idea de las que despertaban el interes
de este evangelista. Queda el ofrecimiento de öE,oc;. La forma marcana
refleja claramente el lenguaje de Sal 68,22, E116no6:v µc. öE,oc;, ya
que reaparecen tanto el verbo como el sustantivo. En Juan, m> figura
el verbo, pero la alusi6n al testimonium es cierta por el empleo de la
palabra f>ttjß&'>, que refleja el öltjJo:v del salmo. El incidente adquiere
asi una motivaci6n simple y natural: el crucificado esta sufriendo el
tormento de la sed, que era uno de los efectos mas dolorosos de ese
barbaro castigo, y en respuesta a ·su grito alguna persona amable se
acuerda de la jarra de öE,oc; (la bebida ordinaria de los soldados) y se
lo ofrece en una esponja. La acci6n esta motivada por pura amabilidad
y no necesita un motivo tan complicado como el que alega Marcos. La
diferencia entre Juan y Marcos estriba en el diferente uso del testi·
monium comun a los dos. He tratado de demostrar que es. mas proba·
ble que Juan tomara el testimonium de una tradici6n independiente
que no partiera de Marcos para llegar a los LXX; y aparte del testi~
monium mismo no hay ningun rasgo comun a los dos, excepto el uso
de la esponja (inevitable dadas las circunstancias) y el verbo nc.pt0c.'lvo:t.
EI incidente se encuentra en un contexto que esta profundamente
penetrado de teologia joanea 4 • La idea fundamental esta contenida en
3 Esta lectura de D8, confirmada por 565 y otros minusculos y por mss.
de la Vetus Latina, es la unica que hace inteligible la afirmaci6n de . Marcos de
que el grito fue entendido err6neamente como 'HA.Eta: (vocativo), ya que la se-
mejanza entre tA.wt y i']A.Elo: es remota.
4 Se defiende con frecuencia que la sustituci6n de una «cafia>> por el «hi·
sopo» como vehiculo de la esponja se debe tambien a un motivo teol6gico: en
atenci6n al empleo de esa hierba en el rito pascual descrito en Ex J2,22. En
otro lugar he puesto en duda la opini6n de que Juan representa la muerte de
Cristo como un sacrificio pascual, pero en cualquier caso es dificil poner .en
paralelo el empleo del hisopo · para dar de beber a la victima con su empleo
para esparcir la sangre de la victima como se prescribe en Ex. El simbolismo
no es acertado. Tampoco es facil ver, si no tiene en cuenta la probabilidad ge-
LA EJECUCION 133

el repertorio 'tE'tEAEOTCXL (19,28.30). Este verbo no aparece en nin-


guna otra parte de este Evangelio, pero equivale virtualmente al 'tE-
AEtoüv, aplirndo a la «c:'onsumadon» rlP. la ohra rlc. C:risto cn 4, 34;
5,36 y 17 ,4. El evartgelista ha elegido quiza la forma 'tEAELV a causa
de su empleo parn Jesiguar 1a Jebi<la «cuusumm.:iun» Je los tlLus Je
sacrificio y de iniciaci6n, ya que como tales se interpreta la muerte de
Cristo .5 • En todo esto vemos claramente la mano del evangelista que
reelabora su material. Pero el nucleo del pasaje no se debe a ningun
motivo teol6gico de este tipo, sino que se basa en un testimonium que
interpreta la muerte de Cristo, segun la costumbre primitiva, comö la
del Justo Paciente de los Salmos.
Los paralelos entre Juan y Marcos no van mas alla de los que
hemos analizado. Existen otros dos puntos en los que hay algun con-
tacto entre los relatos, pero el mo<lo <le tratarlos parece ser, al menos
a primera vista, discrepante.
En primer lugar, Juan no dice nada sobre el incidente de Simon
de Cirene, al cual, segun Mc 15,21, le forzaron i'.vcx äpn 'tOV O'tau-
pov cxÖ'toO, convirtiendose asi en el primero en cumplir, literal aunque
involuntariamente, cl preccpto de Jesus: c:Xp6:'tcu 'tOV oTo:upov o:ÖTOÜ
(Mc 8,34). Juan dice, en cambio, que Jesus abandon6 el Lit6stroton
«llevando el mismo la cruz». Con Marcos ante nuestros ojos, lo mas
natural es pensar que Juan lo corrigi6 aqui deliberadamente. Pero
imaginemonos que no tenemos a Marcos: nos quedarfamos, sin duda,
sorprendidos por la semejanza entre el lenguaje de Juan y el de
Lc 14,27, que es una versi6n diferente del mismo dicho de Mc 8,34.
Lc Jn
ömtc; oü ßaaTal;Et ßamal;U>v
TÜV aTaupov cauTou tau'r0 'rOV aTaupov
Kal EPXETat ÖTI[aU> µou Ef,fjA6EV
(ou 56vo:w:t dvm µou µ0:9'1Fi'1c,)

neral, c6mo un ramo de hisopo o de oregano podfa ser de alguna utilidad en


esas circunstancias. Mas aun, ~c6mo se puede «poner una esponja en torno a»
(1tEpt6Eilvo:t) un ramo de oregano? Se puede «poner en torno a» una cafia
(K6::A.aµoc;, como en Marcos) o a un instrumento semejante, como una lanza
o una jabalina. Por todo esto, estoy dispuesto a adoptar la lectura de un mi-
nusculo: uaa0 en vez de uaawmi:i. Desde el punto de vista de la paleogra-
fia, es un ejemplo perfecto de corrupci6n por dittografia, uaaCü1TCü1TEpl en vez
de uaaU>TIEpt, y un copista, al ver las letras uaaCüTI pudo facilmente suponer
que tenfa ante sus ojos la palabra «hisopo» con sus asociaciones rituales. 'Yaa6c;
es un termino que significa jabalina, igual al latfn pilum, que aparece en Po-
libio, Plutarco (casi contemporaneo de nuestro autor) y otros escritores. No es
una palabra comun, lo cual hace mas probable que se le escapase al copista.
Una jabalina es un instrumento que pudo muy bien encontrarse al alcance de
los soldados y podfa servir admirablemente para esta finalidad. Este es uno
de los pasajes en que hay motivos serios para postular una corrupci6n primiti-
va (ya que la lectura de 476 es mas probablemente un retorno accidental al
verdadero texto que una genuina supervivencia de este).
s Cf. Interpretaci6n, 419-420.
134 EL RELATO DE LA PASION

Jesus, con su cruz a cuestas, constituye u!l ejemplo para sus seguido-
res, Hamados a hacer lo mismo. As! pues, del mismo modo como el
lenguaje de Marcos remite al lector atento a un dicho frecuen.temente
citado de Jesus en la forma en que e1 mismo evangelista lo ha repro-
ducido, asf tambien el lenguaje de Juan refleja otra forma del mismö
dicho, que nos es conocida por Lucas. La expresion ~ao'ta~wv E.o:u'ti{)
't'OV O'taup6v puede, por tanto, explicarse sin suponer que Juan co-
noda ~ querfa corregir- la afirmacion de Marcos. EI· corto parrafo
de Mc 15,21 tiene dos peculiaridades:. contiene tres nombres que,
por lo. demas, son desconocidos a la tradicion evangelica, e identifica,
cosa que no hace ningun otro, a Simon como «el padre de Alejandro
y Rufo». Esta informacion podrfa solo interesar a una comunidad en
la que estas dos personas fueran figuras conocidas, es decir, la comu-
nidad l<x:al concreta -Roma, como se supone .generalmente~ a la
que se dirigfa en primera instancia el Evangelio seglin Marcos 6 • Mateo
y Lucas, que escribian para un publico sin ningun interes en Alejandro
y Rufo, han omitido los nombres. Parece probable que fue Marcos mis-
mo el que introdujo este incidente en su version de la tradicion comun
y de el 'paso a los otros sinopticos; Juan no lo conoda, porque estaba
siguiendo una rama de la tradicion en la que no habia sido introducido 7 •
En segundo lugar, Juan y los sinopticos coinciden al decir que al-
gunas mujeres fueron testigos de la crucifixion, pero difieren en los
detalles.
La lista de los nombres es diferente. Mc 15,40 menciona a Maria
Magdalena, Maria la madre de Santiago el Menor y Jose y Salome (a
quien Mateo sustituye por «la madre de los hijos de Zebedeo» ). Lucas
(23,49) no da aquf ningun nombre y hahla solo de las «mujeres que
le habian seguido desde Galilea», pero mas adelante las identifica
con Maria Magdalena, Juana y Maria «la Je Santiago» (que deberfa
6 Se ha de notar que la introduccion de los nombres no es un ejemplo
de identificacion de personajes anonimcs, que con frecilencia (aunque no siem-
pre) es una sefial de desarrollo legendario. Alejandro y Rufo no desempefian
ninglin papel en la historia; pueden ser introducidos solo como testigos, y en
cuanto tales los nombres no tendrian sentido a no ser que fueran personas co-
nocidas a los lectores. Efectivamente, Marcos esta diciendo: «La cruz fue lle-
vada por Simon y, si no me creeis, preguntad a sus hijos, a quienes conoceis».
Si se pudiera hablar de «correccion» por una parte o por otra, pareceria que
Marcos esta «corrigiendo» una tradicion mas antigua que no mencionaba a Si-
mon de Cirene, y que confirma su version apelando a testigos min vivos.
7 La hipotesis sobre la que han sido armonizadas las afirmaciones de Juan
y Marcos, a saber que Jesus cayo bajo el peso de la cruz y que fue entonces
sustitufdo por Simon, merece quiza mas respeto que algunas otras hipotesis
armonizadoras. Prescindiendo de la afirmacion de Jn 19,17, podriamos funda-
damente suponer que Jesus, como cualquier otro prisionero condenado a la cru:
cifixi6n, abandono el tribunal llevando su propia cruz. Esta era la practica nor-
mal y, a falta de informaci6n en sentido contrario, podriamos suponer razona-
blemente que tal practica fue seguida en este caso. De hecho, Marcos no la
contradice. EI reclutamiento de Simon es evidentemente una operad6n de ur-
gencia y · no forma parte de! procedimierito normal o planeado de antemano.
Que Jesus N',fiA.9Ev (es decir, del Litostroto) llevando su propia cruz, pero que
luego tuvo que ser reemplazado, es una interptetaci6n petfectamente razoniible.
LA EJECUCION 135

significar o la mujer o la hija de Santiago, aunque probablemente es


un intento de hacerlo coincidir con fJ 'laKc:.0ßou:·· µirrrip). Juan men-
ciona a la madre de Jesus (aquf, como en otras partes- del Evangelio,
sin nombre), la hermana de su madre, Marfa (mujer o hija) de Cleo-
fas y Marfa Magdalena 8 • Con estas listas habrfa que comparar las de
Lc. 8,2, relativa a las mujeres ai'.nve.c;. ÖLTjJ<OVOUV au:roic; (cf. Mc
15,40-41. ai: . . . ÖLTJ_K6vouv au:r& ): estas son Marfa Magdalena,
Juana yuv~ XouE,ä e.m:rpoitou 'Hpc:.0Bou, Susana y otras. La lista
se encuentra al final de una secci6n en que Lucas no depende de Mar-
cos, y hacer derivar esta lista de Marcos serfa totalmente arbitrario.
Cdn toda probabilidad, la lista de 8,2 representa una tradici6n peculiar
de Lucas, que vuelve a aparecer en Lc 24,10 contaminada cori la lisfa
de Marcos. Seda igualmente arbitrario hacer derivar la lista de Juan
de uilo de estos dos evangelistas. Con toda probabilidad, Juan repre-
senta una tercera lista tradicional.
Mas ailn, existe una notable divergencia entre Juan y los sin6pti-
cos en lo referente a la posici6n que ocupan en la escena las mujeres.
Segiln Mc 15,40, miraban desde lejos (ftcrav aito µaKp68e.v 8e.w-
poGcrm). EI lenguaje recuerda el de Sal 37,12: ol EYYLcr:tcX µou
µaKp68e.v EO:tTjcrav. Lucas parece estar pensando en el lenguaje de
ese pasaje y en el de Sal 87,9: E.µ6:Kpuvac; :rouc; yvwcr:rouc; µou ait'
E.µou, ya que dice: ELO':t~KELO'av it6:v:re.c; ol yvwcr-rol au:rt;> cX1tO
µaKp68e.v Ka:l al yuvaiKe.c; K.:r.A.. Por tanto, la imagen de los ami-
gos del cruci:ficado mirando desde lejos es parte de la presentaci6n
tradicional de la pasi6n de Cristo en terminos del Justo Paciente de
loi> Salmos. Juan no revela ningiln conocimiento de esto. Segiln Jn 19,25,
las mujeres estaban junto a la cruz. Se podrfa interpretar la expresi6n
e.lcr:r~KELcrav 7tap0: :rcp cr:rcxupcp como una «correccion» de la de Lu-
cas: e.tcr:r~KELO'av ... aito µaKp68e.v (mas bien que de la de Mar-
cos), si se tuviera por probable que Juan conoda a Lucas; pero po-
drfa igualmente provenir de una tradici6n diferente que no tuviera
relaci6n con Lucas, una tradici6n que, como hemos visto, habrfa pre-
servado los nombres de las mujeres.
Pero debemos considerar todavfa otro punto: el momento en que
los diversos evangelistas han introducido la referencia a las mujeres
y la raz6n que lo ha motivado. Marcos la introduce despues que ha
terminado el relato de la cruci:fixi6n y quiere claramente utilizarla
como transici6n al relato de la sepultura y del subsiguiente hallazgo de
la tumba vada. Se introduce a las mujeres, luego se nos dice que Jose
llev6 a cabo la sepultura de Jesus y, finalmente, el relato vuelve a las
iriujeres ( 15,47) (aunque ahora falta Salome). De aqu1 pasa di'rectamen-
te al relato de la mafiana de Pascua, en el que las mujeres (nombradas
s No hay modo de decidir si Juan alude a tres o a cuatro mujeres, ya
que, Map[a i'] -roG KA.c.:irrä: puede .ser una oposici6n que define ulteriormente
a .TJ af>EA<j>TJ -rfic; µrrrpOc; au-roG, o un nombre adicional. Leyenda y conjetu-
ra pudieron haber desempefiado un papel en las identificaciones, pero nos fal-
tan pruebas positivas.
136 EL RELATO DE LA PASION

las tres de nuevo) son las protagonistas. Lucas ha aligerado todo ello
y ha evitado. las repeticiones; pero no es menos claro que las mujeres
han sido introducidas en 23,49 a causa del papel que van a desempeiiar
en el · hallazgo de la tumba vada. Una vez terminado el relato del
hallazgo, aparecen, por fin, los nombres de las mujeres que hasta: aho-
ra habfan permanecido anonimas. Es decir, en la version de los sinop-
ticos las mujeres pertenecen, no al relato de la cruci:fixion, sino a lo
que sigue. Juan, en cambio, las .introduce al principio, inmediatamente
despues de la division de las vestiduras. En este contexto, la afirma-
cion de que las mujeres estaban junto a la cruz sirve de introducci6n
al incidente de la maclre y -del disdpulo amado, que es exclusivo de
este Evangelio. Nos encontramos, pues, ante la siguiente alternativa:
la introduccion de las mujeres en este momento es una caracterfstica
de la especial tradicion que transmitio la lista joanea de nombres o es
un elemento de la labor redaccional del evangelista mismo. Encontra-
mos, quiza, un indicio de composicion litera:ria en la forma clasica de
la frase: ol µE.v oov o-rpan&rrm -raü-ra E'!totrioav· E.lo-r~KEtoav
f>E. ... K.-r.A.., una forma de transicion muy frecuente en los narrado-
res griegos. · ·
Pero no podemos ·abandonar este pasaje sin considerar antes la
pequeiia perkopa introducida por el, en ·la que Jesus encomienda su
madre al cuidado del disdpulo amado. Es evidente que, si se querfa
relatar este episödio, habfa que aclarar primero que la madre y el dis-
dpulo estaban lo suficientemente cerca de la cruz como para que sc
desarrollase esta conversacion. Hay que hacer notar que este episodio
tiene dos rasgos que lo separan del contexto: rompe la unidad de tiem-
po y lugar (ya que nos vemos obligados a abandonar por un mom~nto
la escel1a del G6lgota la tarde del Viemes Santo y situarnos en la casa
del disdpulO amado en un tiempo posterior a los hechos) y mue.stra
interes por cl futuro de personujes subordinados. Pero este interes y
esta ruptura de unidad son rasgos que, fuera de este pasaje, se en-
cuentran solo en los suplementos mateanos del relato: el destino de
Judas, interpolado entre la reniision del caso al tribunal romano y el
juicio mismo (27,3-10), y el relato de la aearicion en Jerusalen de los
santos difuntos µE-rO: -r~v EYEPOLV aö-rou, interpolado entre la rup-
tura del velo y la confesi6n del centurion (27,52-53). Fuera de estos
casos, el relato de la pasion en todas sus formas debe mucho de su fuer-
za a la exclusiva concentracion en un tema profundamente dramatico,
sin mostrar ningtin interes secundario que pudiera debilitar la tension,
y a la impresioh que comunica de una marcha ininterrumpida e ine-
luctable hacia la catastrofe y '!tt:.pmETEta predeterminadas. Razones..de
analogfa sugerirfan, por tanto, que la perkopa que estamos tratando
no formaba parte de la forma del relato de la pasi6n que Uego hasta
nuestro evangelista a traves de la tradici6n oral. Por otra parte, no
esta al servicio de ningtin interes teol6gico obvio y los intentos de
LA EJECUCION 137

darle un sentido simbolico profundo no son convincentes 9 • Si el dis-


dpulo amado (fuera quie fuera historicamente) representa, como pare-
ce que es e1 caso, al principal garante de la tradicion de Efeso, la pe-
rkopa pudo muy bien haber sido un elemento independiente de esa
tradicion. Pero no hay medio de probarlo 10 •
Esta discusion se ha desviado un tanto de la pregunta con que
comenzo (la relacion entre Juan y los sinopticos en esta parte del relato
de la pasion), pero entre tanto ha ido surgiendo la respuesta: no hay
ninguna raz6n convincente para suponer que Juan conociera (sin adop-
tar) el relato de Marcos sobre Simon de Cirene o que conociera (y
«corrigiera») la narracion de Marcos o Lucas sobre las mujeres que
estaban en el Golgota; pero no podemos decir nada mas con seguridad.

Hay, pues, muy poco del relato marcano que vuelva a aparecer,
en una u otra forma, en Juan. Las omisiones (si esta es la palabra exac-
ta) son numerosas y algunas de ellas notables. Ademas de la de Simon
de Cirene, debemos hacer notar las siguientes:
a) El ofrecimiento y e1 rechazo del vino drogado (Mc 15,23 ).
Esta omision no tiene por que tener un significado especial. El evan-
gelista pudo muy bien pensar que este detalle no tenfa importancia
para el desarrollo del tema principal.
b) Las burlas e insultos del crucificado (Mc 15,29-32). Se ha
sugerido que esta omision se debe al motivo reverencial de no querer
describir el vergonzoso trato dispensado a Cristo. Sin embargo, este
motivo no impidio al cuarto evangelista describir las burlas de los
soldados romanos c incluso subrayarlas telatando como Pilato mostro
al Rey de los Judios coronado y vestido con una caricatura de realeza.
Efectivamente, los sarcasmos de los sacerdotes en Marcos a expensas
del «Mesfas, el Rey de Israel», estan tan en consonancia con el estilo
del cuarto evangelista, que serfa sorprendente que hubiera omitido
este rasgo de cualquier fuente que estuviera ante sus ojos. Ni podfa
tener tampoco escrupulos teologicos, ya que es una idea esencial de

<l Asi, por ejemplo, la teorfa de que Ja Madre representa a Ja lglesia, en-
comendada al cuidado del disdpulo amado (el ap6stol efesino) mas bien que
a Pedro (el romano); o que representa a la «iglesia» judfa, el antiguo Israel,
la «madre» del Mesfas y de la lglesia .cristiana, con la implicaci6n de que los
ctistianos judios deben ser acogidos y honrados. Todo esto es muy rebuscado
y no tiene ninguna relaci6n demostrable con e1 pensamiento joaneo. Es, sin
embatgo, posible que una cierta rivalidad entre Roma y Efeso llevara a subra-
yar en la tradici6n efesina la especial muestra de confianza otorgada a su
ap6stol patrono.
!O Si el evangelista tenfa a) una forma de tradici6n de la pasi6n que, como
las de Marcos y Lucas, inclufa una nota sobre Ja presencia de mujeres y sus
nombres, pero no estaba asociada, como las de aquellos, con los testimonia de
Sal 37,12; 87,9, y b) una ttadici6n separada sobre la madre y el disdpulo, el
modo l6gico de combinarlas hubiera sido precisamente el que encontramos
aqui: la madre afiadida al grupo tradicional y el grupo colocado junto a la
c:ruz. Pero estas especulaciones sirven de poco.
138 EL RELATO DE LA PASION

la teologfa joanea que el momento en que el Hijo del Hombre es «ele-


vado» es, a la vez, el momento cle su ma'S profunda huniillaci6n. No se
puede, por tanto, explicar facilmente la falta de esta parte del relato,
si se supone que utiliz6 a Marcos como fuente.
c) Las tinieblas durante la crucifixi6n (Mc 15,33 ). Esta idea se-
ria sin duda especialmente connatural a un escritor cuya obra esta do-
minada por el simbolismo de Ja luz y las tinieblas. EI contraste entre
las tinieblas cerniendose sobre la tierra y la gloria real y eterna de la
cruz estarfa en total consonancia con su estilo y se acoplarfa perfec-
tamente a su esquema teol6gico 11 • Si conoda este detalle por Marcos,
~por que hubo de omitirlo?
. d) El desgarrarse el velo del templo (Mc 15,38). Este detalle pa-
receria ofrecer una culminaci6n perfecta a la serie joanea de simbo-
lismos del templo. La putificaci6n del templo significa, por un lado,
la terminaci6n de un orden limitado y temporal de culto y la inaugu-
raci6n de .un nuevo modo de adorar E.v nvi;:uµcrn, y esto como parte
de la obra que Cristo tiene que llevar a cabo (TEAELOUV) (Jn 2,18-19;
4,23-24.34 ); y, por otro, simboliza la destrucci6n del propio cuerpo de
Cristo y su resurrecci6n de la muerte (2,21-22). En el momento en
que Juan relata la muerte de Cristo con la palabra TETEAEOTCXL en sus
labios, la consecuencia natural, en su mismo orden de ideas, seria .«el
velo del templo se rasg6 en dos». Si este detalle se encontraba en la
tradici6n que conoda el evangelista, ~lo hubiera omitido?
e) La confesi6n del centuri6n: oüwc; 6 ö:v8pwnoc; uloc; 8rnG
Yjv (Mc 15,39). No hay nada «no joaneo» en esta expresi6n, pues aun-
que el evange1ista prefiere personalmente la forma ( 6) u loc; -rou 8rnQ,
pone, con todo, la forma sin artkulo en boca de extranjeros (19,7).
El fin para el que escribi6 su evangelio era llevar al lcctor a creer que
Jesus es el Hijo de Dios (20,31). Dada su insistencia en µcxpwp(cx,
se podria haber esperado de el que aceptase con gusto una confesi6n
como esta en boca de un gentil.
Estos dos «signos» (como Juan los hubiera podido llamar) y el
concomitante µcxp-rup(cx parecerian estar en tan plena consonancia
con la visi6n general y el estilo de este evangelista, que serfa sorpren-
dente que, habiendolos encontrado en su fuente, los hubiera excluido.
Al tratar de conjeturar el proceso mental de un autor chocamos siem-
pre con un elemento de subjetivismo, pero cualquiera que mantenga
que Juan depende aqui de los sin6pticos debera aducir alguna raz6n
plausible en favor de la omisi6n de estos datos; cometido que le resul-
tara dificil 12 •
11 En 9,4-5, la partida de Cristo del mundo esta simbolizada por la cafda
de la noche. En 12,35-36 la «elevacion» del Hijo del Hombre es la marcha de
la luz y la venida de las tinieblas. jQue natural hubiera sido, y cuan en con-
sonancia con el estilo de nuestro autor, simbolizar esto con las tinieblas que
se extienden sobre toda la tierra !
12 No es diHcil encontrar equivalentes teol6gicos de estos tres pasajes en
otras partes del evangelio; se ha argüido tambien que nuestro autor, una vez
LA ~recuCION - 139

Hasta aquf las «omisiones» de Juan. En cuanto a sus adiciones o


suplementos al contenido comun del relato de fa- pasi6n, hemos con-
siderado ya los dos breves dialogos de 19,21-22 y 19,26-27. Nos que-
da ailn el notable pasaje que -podrfamos decir- ocupa el puesto de
los «signos» que siguen a 1a muerte de Cristo en Jn 19,31-37. EI nu-
deo efectivo del pasaje se encuentra claramente en la cita de dos tex-
tos del Antiguo Testamento: a) OO''tOÜV ou O'UV'tplß~OE'tCXL cxuwO,
que --como he tratado de demostrar mas arriba 13- ha sido tomado
con mas probabilidad de Sal 33,21 que de las disposiciones sobre la
Pascua de Ex 12,46 o Nm 9,12, y b) ÖljJOV'tCXL El<:; öv E.E,EKSV'tEOCXV,
de Zac 12,10. Dada la importancia que tuvieron los testimonia en la
formaci6n de la tradici6n de la pasi6n, serfa conveniente constituirlos
en punto de partida de nuestro. analisis de esta perkopa.
La primera cita, si procede de las disposiciones sobre la Pascua,
tiene por fin asimilar la muerte de Cristo a la de 1a vktima. pascual
y sugerir asf una interpretaci6n de su sentido. Si provfon:e de Sal 33,
presenta a Cristo bajo 1a forma del Justo Paciente, preservado por -el
poder divino en todas sus tribulaciones y finalmente redimido de todas
ellas. Segun sabemos, en -este salmo solfa verse una promesa de la
resurrecci6n del cuerpo 14 • Al evangelista le sugerirfa, por tantö, 1a pto-
mesa de la resurrecci6n de Cristo. EI <<signo» de esta preservaci6n y
redenci6n final es el cumplimiento literal de la promesa: KupLOc;
<J>UAcXO'O'EL 'TtcXV'tCX 'tcX OO''tcX CXU'tWV, EV E.E, CXU'tWV ou O'UV'tplß~OE-

que ha dado expresi6n a las ideas, no juzg6 necesario insertar aqui sus simbo-
los, lo mismo que (quiza) omiti6 Getsemani porque tenfa un equiv.alente en
12,27-30, y omiti6 asimismo las palabras y acciones sacramentales de la Ultima
cena porque tenfa un equivalente en 6,50-51. Pero este argumento no esta bien
fnnclaclo en 1a pr1ktirn real de nuestro autor. Su costumbre es ofrecer tanto la
expresi6n teol6gica clirecta de un tema como su incorporaci6n en un simbolo.
E1 hetho de haber expuesto un tema no parece ser raz6n suficiente para omi-
'tir el simbolismo correspondiente, sino mas bien motivo para proporcionarlo.
Asi «Yo soy la luz del mundo», con el desarrollo de la idea .en 8,12, es re-
cogido en el relato de la curaci6n del ciego en 9,3-7. La declaraci6n, ~P)<E'tCXL
Öpa: KO:L VÜV Eo'tlV Ö'tE o[ VEKpol aKOUOOUOlV -rfic; cpcuvfic; 'tOÜ ULOU 'tOÜ
9EoÜ Ka:l ol aKo6aa:V'tEc; l:T]aoumv (5,25), es recogida en el relato de la
'resurrecci6n de Lazaro. La existencia de pasajes que son equivalentes teol6gi-
cos de los «signos» de las tinieblas y de la ruptura del velo no es, por tanto,
una raz6n v:ilida para explicar la ausencia de los «signos» mismos. Es prueba
de que no habfa ninguna raz6n teol6gica para omitirlos.
13 Cf. supra, pp. 56-58.
114 Hay una interpretaci6n rabinica de Sal 34,21 (TM = 33,21, LXX)
que, _al parecer, entiende la frase l'l'lfrf~ Ni, l'l~!i~ l"llJ~ en el sentido de «Uno
de ellos no sera quebrantado» (lo cual es posible gramaticalmente); hay un'
hueso en el cuerpo (el coc cix) que resistira el proceso de corrupci6n y de
este hueso sera reconstruido el cuerpo resucitado (cf. Polii Synopsis Scriptu-
rae Sacrae Interpretum [Frandort 1712] ad loc„ y citas en Buxtorf, Lexicon
Chaldaicum Talmudicum et Rabbinicum, sub vocibus tl? , ir1i:i ). Evidente-
mente, nuestro texto no presupone esta interpretaci6n, pero puede muy bien
tomarse como prueba de que, al menos en algunos drculos, se interpretaba el
salmo en el sentido de que Dias preserva el cuerpo de los justos no de la
muerte, sino, a traves de la muerte, para el dfa de la resurrecci6n.
140 EL RELATO DE LA PASION

Tal. Asl'., pues~ el rasgo que parece mas apropiado al evangeliSta es


un rasgo negat1vo: no rompieron los huesos del crucificado. Pero esto
se hubiera podido decir de casi todas las crucifixiones, pues no consta
que el crurifragium ( un castigo que en sl'. mismo era muy conocido)
acompafiara habitual y normalmente a esta forma de ejecuci6n, si
bien es posible que se emplease ocasionalmente para acelerar la inuer-
te. Por tanto, lo Uni.eo necesario para indicar el cumplimiento del An-
tiguo Testamento era que el evangelista llamara simplemente la aten-
ci6n sobre el hecho de que Jesus muri6 de un modo que no comporta-
taba (como podrfa ocurrir en el caso de lapidaci6n 15 ) la ruptura de los
huesos, sino que preservaba la integridad del esqueleto. Se podrfa ar-
güir que, al queret acehtuar lo mas poslble este rasgo negativo, inven-
t6 la ficci6n de que en este caso particular, por razones especiales, se
emple6 el crurifragium, aunque, contra la primera intenci6n de los
verdugos, no se aplic6 a Cristo. Pero no cabe duda de que la hip6-
tesis mas sencilla es que el evangelista estaba siguiendo una informa-
ci6n recibida y que lo primero que hizo pensar a los maestros cristia-
nos en el testimonium de Sal 33,21 fueron los hechos recordados, y
no viceversa. La raz6n que se da en el evangelio para el empleo ex-
cepcional, aunque quiza no unico, del crurifragium es valida y la raz6n
de so limitaci6n a las otras dos vktimas es tambien totalmente plau-
.sible.
La segunda cita proviene de Zac 12,10, en una versi6n que difiere
de la de los LXX y anticipa la de Teodoci6n. Corno he demostrado en
otro lugar 16, la segunda parte de Zacarfas (9-14) pertenece a1 limitado
cuerpo de escrituras profeticas que, como es facil probat, fueron em-
pleadas cotno fuente <le testimonia des<lc c1 pcrfodo mas antiguo.
Estos testimonios han sido siempre empleados por los evangelios (con
pocas excepciones) a1 identificar a Cristo con las figuras mesianicas
de 1a profeda, indicando incidentes o rasgos particulares de su histo-
ria que se prestan a ser descritos en el lenguaje del Antigua Testa-
mento. Asl'., en Zacarfas tenemos la imagen del rey padfico que entra
en Jerusalen y del pastor herido cuyo rebafio se dispersa. En el mismo
sentido exactamente, Juan nos ofrece aqul'. la imagen del jefe mar-
tirizado, cuyo cuerpo herido constituye un espectaculo para sus ase-
sinos. EI presente pasaje esta, pues, en consönancia, en cuanto a1 ca-
racter e intenci6n, con el empleo primitivo de testimonios. No delata
nada de la teologfa espedficamente joanea 17 , sino que implica la cris-

15 Segiln Sanh. 43, el castigo adecuado para los crimenes de que fue
acusado Jesus.
16 Cf. According to the Scriptures, 64-67.
17 En Ap 1,7, se cita a Zac 12,10 segtin la misma versi6n que la usada
por Jn 19,37, aunque no con identicas palabras. Pero el autor apocaHptico· te-
nfa ante sf un pasaje mas amplio; la lamentaci6n de las tribus de Zac 12,10~
14 (que no esta reproducida en Jn 19,37) queda resumida en la frase Kolj.lovrm
E7t' aÖTOV naaa:t al <j>UACXL -rfic; yfjc;, donde las palabras naaext al <J>UACXL
Tfjc; yfjc; reflejan el conocido testimonio de Gn 12,3. Esta profeda de Zaca-
rfas esta ingeniosamente combinada con Dn ·7 ,13 y referida asi a la venida .final
LA EJECUCION 141

tologfa cristiana comun que esta tambien subyacente en los evangelios


sin6pticos.
Es sin duda posible que, asi como Mateo, teniendo ante si a
Zac 9,14 como fuente reconocida de testimonios, emple6 a Zac 11,13
pafä indicar cuanto pagaron a. Judas por su traici6n, asi' tambien Juan
infiriera el incidente de la lanzada a partir de Zac 12,10. Pero de hecho
la analogfa entre Mt 27,3-10 y Jn 10,32-37 es remota; la complica-
ci6n del procedimiento de Mateo contrasta con la sencillez del de Juan
y representa, casi con seguridad, un estadio posterior del empleo de
testimonios. Nada contradice la primera impresi6n de que nos encon-
tramos aqui ante material autenticamente tradicional.
Mi conclusi6n es que el incidente del crucifragium y el de la lanza-
da fueron probablemente transmitidos, junto · con los testimonios de
que iban acompafiados, por una forma especial de tradici6n que habfa
recibido el cuarto evangelista. Otro problema es hasta que punto deben
ser aceptados como hechos hist6ricos. Pero nadie pone seriamente en
duda que la imagen profetica del pastor herido y de su rebafio disper-
so simboliza adecuadamente la situaci6n real cuando el golpe cay6
sobre Jesus y sus seguidores se dispersaron; y solo un hipercritids,mo
extremo ha puesto alguna vez en tela de juicio que Jesus entrara' de
hecho en Jerusalen montado sobre un asno y sugiriera asi la imagen
profetica del Rey padfico. No hay ninguna raz6n intrinseca para no
aceptar asimismo en su valor el otro testimonio de Zacarias. Es casi
seguro que el testimonium de Sal 33 responde literalmente a los he-
chos, sea o no aceptable el modo concreto como Juan lo ha introducic
do en su relato.
Esto nos lleva a un rasgo de este pasaje que hemos dejado inadver-
tido hustu el momcnto: la noticia sobrc la sangrc y cl agua quc sa-
lieron del costado del crucificado. Esta noticia no esta confirmada por
ninguna cita del Antigua Testamento. Todo lo contrario: es la un,ica
en todo el evangelio que segun se dice expresamente, se basa en un
testigo ocular: 6 EC0pO:KGJ~ µEµo:p-r6pYJKEV. Es posible que esto sig-
nifique (como se ha supuesto generalmente) que el mismo escritor pre-
tenda haber sido testigo ocular del incidente; posible, pero -a. mi
juioio-- improbable, ya que serfa un modo poco natural. de contarlo,
El sentido natural y evidente es que alguien, no el autor, habia. sido
( segiln sabe el mismo autor) testigo del incidente 18 y que este se

de Cristo. El autor apocaHptico ha conservado un rasgo de la profecia origi-


nal que no aparece en Juan, a saber, la idea de que la vista del cuerpo heri-
do del Jefe martirizado llevara a sus asesinos a recapacitar sobre lo que han
hecho y los movera a compasi6n. Pero, por lo demas, el empleo del pasaje en
Ap 1,7 revela una sofisticaci6n que no existe en Jn 19,37. EI uso que hace de
el el evangelista pertenece a un estadio mas sencillo y (supuestamente) mas
primitive del estudio de los testimonios.
!8 . La frecuente suposici6n de que 6 E.c.:ipaKci>c; era el discipulo amado
( sea este el mismo autor o su informador) difkilmente se puede armonizar con
la afirmaci6n de 19,27, donde se nos. dice que el disdpulo llev6 a la n:iadre a
.142 EL RELATO DE ·LA. PASION

relata aqui en virtud del testimoniö dci ·dicho testigo; quienquiera que
fuera. En cualquier caso, sea que el testigo es el evangelista u otro, rtö
veo un modo razonable de evitar la conclus·i6n de que el evangelis-
ta quiere garantizar a sus lectores que su relato esta basado; directa
o indirecfamente, en el testimonio de un testigo ocular. No solo eso,
sino que afirma formalmente que .el testimonio es verdadero (aA.riSLvi])
y que se ha de creer que el testigo es veraz (ön 0:/..118fi A.E.ya) 19 •. No
pudo haberse expresado mas enfatica e inequfvocamente.

su casa ärc~ EKE[VY)c; -rfjc; c..'>po:c;, de lo que parece seguirse que desde aqueJ
momento ya no estaba en el G6lgota.
19 ·o Eü>po:Kciic; µEµap-r6pT]KEV: esta es la afirmaci6n basica. , AA.T]en11)
aö-roü ECITlv fJ µap-rup[a: este es el comentario que hace el evangelista, y
sighifica ptobablemente que Juan lo acepta, no co!Iio una conjetuta o una opi-
ni6n .sino· como testimonio genuino o autentico. 'EKE'lvoc; oi[f>i;v ön cXAT]6f\
A.f.yEL: se.. ha discutido. mucho a quien alude EKE'lvoc;. Las alternativas pare-
cen ser a,) que EKE°Lvoc; es. Cristo (o Dios) y que la frase es una aseveracipn
solemrie: «El Sefior sabe que esto es verdad>>, y '7) que EKE'lvoc; es ·el testigo.
El problema ha de ser disc:Utidci sobre la base del e!Iipleo joaneo. En prim:er
lugar, EKELVo<; esta usado dos veces absolutamente, es decir, sin ninguna co-
nexi6n, gramatical estricta que defina . la identidad de la persona en . cuesti6n
(si bien tal identidad puede ser inferida del. contexto: 19,21, ~KE"ivoc; Etrcev,
Bao'Lli.Euc; Elµ:L -rßv 'Ioufxx(ü>v): EKELVO<; es Jesus, pero Ja palabra en boca
de los sacerdotes. tiene .un tono despectivo: .«Ese individuo preteridi6 ser rey de
los judfos»; 7,11, lös judfos que estari en la fiesta preguntan noo eerr'LV EKElVO<:;;
EKElVO<;' es de nuevo Jesus; no hay nada en -1!1 p.regunta que sea es):rictamen-
te des.pectivo, pero podrfamos decir que el tono es un poco descortes. (La mis-
ma eipresi6n aparece en 9,12 y se refiere directamente. a .0 äv9pü>rcoc; 6 AE-
y6µEvöc; · '1 ~aoGc;). En segundo lugar, se usa en dialogo para indicar ·un •cim-
bio en la persona que habla: 9,9.11.25.36; 13,25; 18,17.25; 20,15.16. En tercer
luga.r, :se e!Ilplea pleonasticamente, en aposici6n. al . verdadero sujeto de Ja. ora-
ci6n: t,18, µovoyEyTjc; uloc; ö &v Elc;_ -rov. _K6Xrcoy·,wo rcai:poc; tl<EL\l()c;
eE,Tjyl'jp-a-ro; 1,33" ö rCE(.t.tjJd:c; µE ßam[~ELY EV öoo·n EKEl.V6c; µo'l El'TCEtl .. :,
asf tambien en 5,11.37; 10,1; 12,48; 14,21.26; 16;1J. En cuarto lugar, recoge
uno de J0s; terminos de la frase. precedente, p,or ejemplo,; 5;J3-35; cX'TCECITaAKc;n:E
rcpöc; '](>.l~v ... EKE~Voc; ~V 6. Mxvoc; 6 KaL6[JJEVOc;; 8,44, uµE~c; ;EK wü.
rca-rpoc; -roG füa:ß6A.oU ECIT€ ... EKELVOc; .äv9pü>i:ro·KT6vcx; ~V . arc' apxfic;, y
asi~ de diversas formas; en 4;25; 5,19.35.38.46; 8,42.44; 9,12.37; 11,29; 13,30;
i?~26;>16;8J.4: ~n quinto· l~gar, indica. a la persona;identifi~ad~.-~n una ora-
c1on ,de.par~1c1p10" de relat1vq.: 9,37, :o•A.aA.wv µna aou,EKELvoc; ECITLV.. (es
decir, . .6 L!to<; TOÜ av9pwrcqu); 13,26, EKELV6c; ECITLV qi ey~ 'ßaqiw . "l"O
l!Jfi!µlciv Kal f>ci>ac.:i. aöi:fi>. Es clarö que nuestro .caso. s6lo puede ser inclüiqö,
gramaticahnente, en e1 primer grupo ö · en e1 cilat'to·. Si EKE°Lvoc; · esta usado
aquf absolutamente; puede referirse a Cristo (o a .Dios), pero este empleo con-
trastarfa fuertemente CoO los dos unicos ejemplos de USO absoluto que hemOS
observado. Sin duda, EKELvoc; puede referirse a Dios Padre (como en 6,29;
8,42)' o a: Cristo (como en 1;18; 5,11) o al Espfriili Santö (C:omo en 14~26;
15,26;'i6,8); pero en cada uno de estos ta8os e1 prohonibre esta en· aP9sici6n
o recoge uno de los terminos de 1a' frase precedente. Aqüf;" .en cambio, el iJni.
CO t€fuiino 'de 1a frase precedente a. que podrfa refefirse es 6 EwpaKcbc; .. Asf
si
pues, . esi:e pasaje esta . dentro . de los Hmites del empleö joaneo que hemos
observado, eKE'lvoc; <lebe ser el testigo. El evangelista no s6loi se c6mpromete
en la veracidad 0 autenticidad del testiinoriio; sirio que afirma ademas. que el
testigo habl6 con pleho conocimiento„ de .los hechos y era consciertte de que
estabä d'.iciendo la verdad; Su ideritidad debi6, pues, ser conocida al evangelista,
quieti' · tenfa plena: confianza. · en la ·competencia del . testigo (conocedor directo
LA EJECUCION 143

La. afirmaci6n de que del costadö del crucilicado sali6 sahgre y


agua,tiene un profundo sentido teol6gko para e1 evangelista. AIµcx l<al
ü5µ>p: • se nos ha. aclarado perfectamente lo que significan estos sfm-
bolos; La «sangre» del Hijo del Hombre es O:A:110TJc:; 'Ttoorc;, que cön-
fiere vida eterna mediante Ia uni6n con Cristo (6,54-56), EI . «ägua»
que Cristo da es una fuente perpetua de vida eterna (4,14); los «to-
rrentes de agua viva» que fluyen de su KOLA(a no son otra rosa qiie
el mismo Espfritu vivificador que reciben los creyentes (7,38·39). Es
facil 'concluir que la afirmaci6n EE,~A.0ev atµa Kal üowp es pura-
mente simb6lica. Nada serfa mas plausible, si no se nos ·conftontara
violentamente con. las intransigentes palabras: 6 EwpaK6'<; µEµap-
-r6pY)KEV. No se puede «ver» un teologilmeno; lo unico que se puede
ver son hechos sensibles 20 • ~Es nuestro autor el tipo de persöna que
dirfa; '«un testimonio ocular ha dado testimonio de ello», y se esfor-
zarfa por asegurar la veracidad de este testimonio, si todö 1o qiie que~
rfa ofrecer a sus lectores era un sfmbolo profuridamente sugestivo?
Es este un problema sobre el que todo investigador del evangelio ha de
formarse un juioio; no se puede evitar completamente el subjetivismo.
En cuanto a mf; confieso que no puedo convencerme de que nuestro
autor fuera.una persona de ese tipo. ·
j\!Sf pues, algufon, en cuya palabra nuestro e'vangelis1:a estaba dis-
puesto a confiar, observ6 lo que el crey6 en buena fe ser ufi 'flujo de
sangre y agua del costado del crucificado, y el evangelista se aprovech6
gustosamente de los sentidos simb6licos que sugerfa esta observaci6n
Parece, pues, que no tom6 este detalle concreto de la tradici6n comun:
es un elemento de informaci6n complementaria que e1 evangelista in-
troduce en el relato que ha recibido de la tradici6n. Si mi razonamiento
anterior es valido, su relato tradicional contenfa probablemente la a:fir
maci6n de que el costado de Jesus fue atravesado por una lanza y
con:firmaba esta a:firmaci6n con una cita del Antiguo Testamento 21 • A
esto el evangelista ha afiadido una observaci6n del efecto inmediato
de la lanzada y asume responsabilidad personal de dicha afirmaci6n
en virtud de 1a palabra de alguien en quien podfa confiar.

de los hechos) y en la buena fe del mismo. Deiar de lado en un estudio crftico


toda esta aseveraci6n acumulativa serfa desde lu.ego una temeridad,
20 Interpretar aquf opO:v como visi6n espiritual es totalmente arbitrario,
21 Es posible que el pasaje de Zacarfas hubiera sido aducido como testi-
monium sin referencia a una lanzada, ya que la «perforaci6n» de que habla · la
profeda podfa ser la producida por los clavos en las manos (y pies). Pero
para este hecho, el testimonio mas 16gico hubiera sido el de Sal 21,17: llpuE,av
XE'lp6:cr µou Kcxl 'TC600<;, con un verbo diferente. 'EKKEVTELV es la traduc-
ci6n convencional de los LXX para el termino hebreo "1P1 , que se emplea cons-
tantemente en referencia a «atravesar» con un arma, por ejemplo, en Jue 9,54;
1 Cr 10,4; Jr 44(37),10. Juan lo ha identificado correctamente con vuoO"ELV
(19,34), que a partir de Homero se aplica a una lanzada (Iltada V 45-46: Tov
µf:.v äp' 'IßoµevEuc; 5oup[KA.uwc; EYXE'l µaKpc{'> NuE,' fo'l'Cwv Emß11cr6-
µEvov Km:a f>EE,tov G>µov). Es, por tanto, probable que la referencia a la
lanzada este conectada con la cita de Zac 12,10.
144 EL RELATO DE LA PASION

Si .pregi,il).tamos ahora que es· lo que vio e1 testigo:, entra)llos_ en


un terreno rnas especulativo. Pero parece conveniente remitir a un
cstuclio reciente sobre el aspecto medü:o de la muerte de Gristo scgun
esta descrita en los evangelios:. Circonstances et Cause de la Mort ,du
Christ, por. Raymond Schmittlein (Editions Art et Science; Baden 19.50).
El autor, apoyandose en estudios realizados durante la Ultima guerra
sobre shocks traumaticos, demuestra que todas las afirmaciones de los
evangelios estan de ac;uerdo con la opini6n ·de. que el sbock · foe la causa
de la muerte. No es necesario seguir aquf paso a paso su razonamiento,
pero el siguiente resumen es interesante para nuestro objetivo:
«Es sabido que todas las autopsias realizadas en los cadav.eres
de soldados cafdos por shock han dejado ver un edema en los pultno-
nes y en los parenquimas con efusi6n del Hquido del edema en las
cavidades serosas. La sangre que los presentes ven fluir del costado
de Cristo {y no del coraz6n) es simplemente el resultado de la hemo-
rragia interna causada por la vaso-dilataci6n, y el agua no es otra cosa ·
que el ll'.quido del edema acumulado en las cavidades serosas y libe-
rado por la lanzada» (op. cit. 92).
No soy .competente para juzgar la prueba medica aducida, pero,
en cuanto un profano puede juzgar, parece- merecer seria cunsidera-
ci6n. Si la prueba medica es exacta, la interpretaci6n de Schmittlein
de ·1os datos evangelicos es convinccntc.
7. EL REENCUENTRO

Los cuatro evangelistas han indicado, cada uno a su modo, la con-


clusi6n del relato de 1a crucifixi6n de Jesus. Marcos y Mateo, tras re-
latar la muerte, afiaden ciertos «signos» concomitantes que conducen
a la aclamaci6n del crucificado como uloc; 8c.o0 por parte del centu-
ri6n pagano. Lucas tiene un pasaje equivalente en terminos mas breves
y menos enfaticos; su versi6n de la confesi6n del centuri6n, 6 O:v8pw-
1l:O<; oOTo<; OLKaLO<; ~v 1 carece de la fuerza culminante que tienen la
forma marcana y mateana, pero el autor la ha compensado afiadiendo
una conclusi6n en 1a que (como en la tragedia griega) un coro de cir-
cunstantes comenta la acci6n del drama: «La muchedumbre que ha-
bia acudido al espectaculo, al presenciar lo ocurrido, se volvi6 a la
ciudad dandose golpes de pechm> 2 • La intenci6n es clara: como en Mar-
cos y Mateo, el relato de la pasi6n y muerte de Jesus ha terminado y
la tensi6n se relaja. Con la introducci6n de las mujeres y luego de
Jose de Arimatea comienza el nuevo capitulo de la historia que culmi-
nara en el testimonio de la resurrecci6n.
En el cuarto Evangelio podemos observar el mismo esquema ge-
neral, aunque casi todos los detalles son diferentes. Despues de rela-
tar la muerte de Jesus, el evangelista, al igual que Marcos, afiade dos
«signos» que 1a acompafiaron. Son diferentes de los de los otros
evangelios, pero sirven, como en estos, para indicar el significado de
la crucifixi6n, significado que se aclara aqu1 con referencias de la Es-
critura. Luego, como los otros, Juan da comienzo a un nuevo capitulo.
No necesita introducir aqu1 a las mujeres, ya que han aparecido en un
momento anterior del relato y no son necesarias (excepto Maria Mag-
dalena) para presentar la escena siguiente. Es, pues, Jose de Ari-
matea quien abre la acci6n.

t En la situaci6n dramatica en que se pronuncia, la frase significa solo


«Este hombre es inocente». El centuri6n reconoce que ha habido un error
judicial; pero el lector cristiano recordara que los sufrimientos de Cristo han
sido asimilados a los del «Justo» de los salmos.
2 Podemos sospechar razonablemente que esto es una contribuci6n del
evangelista con su sensibilidad griega para el efecto literario, mas bien que un
rasgo original de la tradici6n. En Juan volvemos al esquema mas tradicional
representado por Marcos y Mateo, aunque diHcilmente se podra decir que Juan
depende de estos.
10
a) La sepultura (19,38-42)

Marcos, despues de haber puesto en escena a las mujeres que van


a ser testigos de la sepultura de Jesus y de la inesperada continuaci6n
(16,lss), da una relaci6n bastante detallada de la entrevista entre
Jose y Pilato y relata luego la sepultura del cuerpo del crucificado,
envuelto en una sabana, en un sepulcro .excavado en roca y cerrado
con una gran piedra. Mateo y Lucas han reducido la entrevista de Pi-
lato, pero, por lo demas, siguen de cerca a Marcos, aunque con va-
riaciones verbale:; .
. EI relato joaneo corre poco mas o menos paralelo. Hay una .~ela­
ci6n C:oncisa de la entrevisi:a con Pilato y una mas detallada del. pro-
ceso de la sepultura, que introduce algunos rasgos que faltan en lps
sin6pticos y omite algunos detalles que estos aducen. En cc;n~erei:o,
Juan no dice que el sepulcro ·estuviera excavado en roca o que 'es-
tuviera cerrado con una piedra. A continuaci6n habla, sin embargo,
de quitar la piedra (iJpµEvov, 20,1, donde los sin6pticos usah una
forma del verbo d:va-, Ö:TIOKUAlelV). Podemos, pues, suponer con fon-
damento que la fuente: seguida por J uan (fuera o no sin6ptica) conte-
nfa este· rasgo. En ese sentido, debemos suponer que abrevi6 el relato
que habfa recibido. Pero, por otra parte, afiade tambien algunos: d!!fa-
lles que no se encuentran en las otras fuentes que poseetnos. Nos dice
que el sepulcro estaba · situado .en un huerto y que este estaba cerca
del G6lgota. Mas. alin, describe el embalsamiento del cuerpo con una
mezclii de mirra y aloe, proporcionada por Nicodemo, detalle que no
aparece en los otros evangelios. .
Seda facil considerar todo esto solo como un ·relato secunc;lario
basado .en los sinopticos, si supusieramos que la introducci6n de Nicq~
demo .se debe a un interes especial de este evangelista por una .. dra-
tnati!> perwna, que ha sido ü1troducida por el en su 'rclato mas de una
vez, y si atribuyeramos el relato del embalsamamiento a sli deseo, de :i:J.o
ver ä Stl, Sefior enterrarlo inrlienam~nte. Sus omisiones apenas necesi-
tarfan una explicaci6n especial. Hay · algunos puntos de contacto' cori
el lenguaje de los relatos sin6pticos, aurique las semejanzas nb soh
espedalmente so~rendentes. Corno es· natural, todos los ·evahgelios
tienen el nombre de Jose de Arimatea y la expresi6n -ro cr&µcx ·-roü
Tr1aoO, sin la que no se podfa contar el suceso. Por lo demas, Juari
coincide con Mateo, frente a los otros, en el · termino que emplea ·para
el sepulcro, µVT]µe'i'.ov (mientras que Marcos y Lucas, seglin lo que pa-
rece ser el mejor texto, usan µvfjµo:) y en la descripci6n de Jose como
un µo:011TI]c; (Mateo i;ttiliza el verbo µo:OTjTEUtaOm). Coincide con
Marcos y Lucas, frente a Mateo, en dar el nombre del dfa, viernes 3
3 Mateo ha usado, sin . embargo, el termino 'ltapa:oKEUTJ en un momento
anterior (27,62), donde no hay paralelo sin6ptico y donde parece estar diden-
do que 'ltapo:oKEUTJ era el dia siguiente de la crucifixi6n. Posiblemente en-
tendi6 mxpaoKEUTJ en el sentido, no de «vietnes», sino de «vfspera de 1a Pas-'
cua» ( MC!lil :l"l)I = 'ltapaoKEUTJ -roü ml:O')(o:). ·;Afortunadamente t).uestra·
preocupaci6n no es desenmaraiiar la cronologfa mateana.
EL REENCUENTRO 147
(itapaaKEUYJ, que Marcos explica como itpoo6:ßßm:ov), y, negati-
vamente, en no decir que el sepulcro era propiedad de Jose; segiln
Juan, el sepulcro se eligi6 simplemente porque. esta~a cerca, aunque
los· 0 tros no diceh nada de esto. Coincide con 'Mateo y Lucas; frente
a Marcos, en el empleo del simple E0Y]KEV para designar iadeposici6n
del cuerpo (mientras que Marcos usa KCXLE0Y]KEV), y en un punto usa
una frase que podrfa considerarse una combinaci6n de M.ateo y l:,ucas:
µvriµc.i:ov Kmv6v (Cf. Mateo: E.v t& Kmv<'{'> aöwü µvr']µc.(cp); E.v
et> oöf>Em...:> oööc.lc; ~v ·rc.eaµE.voc; (cf. Lucas: E.v µvfJµan ... öö
oÖK ~v oööc.lc; oPTI:C.0 Kc.(µc.voc;) 4; Frerite a estas coincidencias ~n
la medida en que sean tales-, podemos hacer notar que donde Marcos
dice fitiJacno -ro a&µa, }min dice i]pc.0-rriac.v i'.va äp!J -ro· a&µa,
y que el consentimiento de Pilato esta expresado en Marcos por Ef>C.0~
pf)acx-ro, en Mateo por EKEAc.uac.v c:Xitoöoe~vm, en Juan por EitE-
'tpElj!EV. Donde Marcos y Lucas dieen Ka0'c.A.c.0v, Juan diee ~pc.v
(-ro cr&µa), si bien mas adelante coincide con Mateo en el usö del
verbo A.aßc.'lv. Donde Marcos dice EVELAY]OEV -rft mvö6vt y Mateo
y Lucas usan E.vc.-r6A.tE;c.v mvö6vt, Juan dice EÖY]aav 60ov(OLc;. Nin".
guna de estas variantes parece tener importancia. Son tdvia:les.' Y )o
mismo 'cabe decir de las coincidencias. Es claro que. cualquier·'teorfa
que manteriga que Juan ·depende aquf de los sin6pticos, teridrfa ·que
postular .una combinaci6n de al menos dos fuentes, Mateo 'y Lucas.
Pero la~· semejanzas soi1 insuficientes para confirmar una teotfa de 'este
tipo'. 'La hip6tesis mas sencilla es que Juan esta siguierid& uµa tradi-
ci6n ihdeperidiente, si bfon_ es posible que la haya elab?raqo 5• ',.' '

:4 La situacion es un tanto. semejante a la que observam,os al. comparar


Mc 1,32 con los paralelos sinopticos. Marcos dice oljJ[ac; yEv'oµ~VT]C: 'ofE'
EOOOEV ö fii\toc;. Mateo tiene solo oljJlo:c; yEvoµE\111c;, Lucas solo' B6vo\rroc;
-roü 'ftMou. Se ha adµcido esto ccin frecuencia como prueba: de que ·los dos
dependen de Marcos. No recuerdo, sin embargo, que nadie haya argüido que
en :nue$p ,:pasaje Mateo y Lucas dependen de Juan, cada uno. de los dos; re-
produciendo de modo semejante una parte de la frase completa de este ;'Qltimo.
_s. E~ probable que el cakulo uh tanto extravagante del peso. de Ia qil:tra:
y aloe sea un detrule introducido por el evangelista, que parece urt tanfö in-'
cliriado a· da:r cifras, especialmente cifras elevadas (seis 65plat, que contenfan
cada uno dos o· tres µE-rprri:a[, 153 peces, si el apendice pertenece al mismo
auto:t). El empleo de. mirra y alo.e no esta documentado en fuentes , i;abfnicas
(segUti S.-B.) yno parece ser KCX9wc; eeoc; fo-rlv -rote; 'I·ouoo(Ol<;; f.v'Ta:qna~ElV.
Podrfamos suponer que la abundante µtyµcx aµ6pVT]c; KO:l &A'.6T]c; era parte'
de la elaboracion del ·evangelista. Pero esto no implica necesariamente 'todo
el episodio del embalsamamiento, que puede tener un motivo honorffico. Pero
el relato sinoptico no esta carente de dificultades. Segiln Marcos, Jose tttvo
tiempo el. viernes para compra:t 'rina sabana (d:yopaaa:c; atvB6va, 15,46); wor.
que no compro tambien otras cosas que eran necesarias para los ritos' .fune-
rarios? Nuestra informaci6n es deficiente, pero no es axiomatico que .el ·. relato
sinoptico este mejor informado que el joaneo. Ni es cierto tampoco que · Nico-
demo sea un personaje menos historico que Jose. La noticia incidental de que
el sepulcro estaba situado en un huerto proximo al G6lgota parece>basarse. en
mformaciori. recibida y no en la imaginacion de un relator de historias, sobre
todo ·si se tiene en cuenta que · el autor demuestra con frecuencia poseer ·buenai
informaci6n topografica. -.. ,
b) El hallazgo de la tumba vada ( 20, 1-10)

EI nucleo del relato comun a todos los evangelios es que, al des- ·


puntar la mafiana del domingo, Marfa Magdalena (sola o con otras)
fue al sepulcro, vio que la piedra que lo sellaba habfa sido quitada y
encontr6 a un joven (Marcos}, a un angel (Mateo), a dos hombres
(Lucas) o a dos angeles (Juan, cf. Lc 24,23 ). Fuera de este nucleo
comun, incluso los sin6pticos difieren considerablemente entre sf, y
el relato de Juan toma un curso sensiblemente difererite. Juan coirici-
de con Marcos en poner la visita «al amanecer del domingo» (-rfi µL~
-r&v ao:ßß6:-rc.uv rcpc.ut); en vez de rcpc.ut, Lucas usa una frase mas
rebuscada: öp0pou ßo:0Ec.uc;, mientras que Mateo emplea una expre~
si6n totalmente diferente, cuyo significado ha desconcertado a los co-
mentaristas. Fuera de esto, solo el nombre de Maria Magdalena 6, los.
terminos µvT]µEfov y A.Leoc;, y formas del verbo EPXE00m, son eo-
.munes al cuarto Evangelio y a los sin6pticos .. De hecho, el' relato de
Juan es diferente. La Magdalena sola visita la tumba y no se nos dice
1a ra2:6n. No pudo ser para embalsamar el cuerpo, como dicen Matcos·
y Lucas, ya que Jose y Nicodemo habfan desempefiado esta fund6ri.
(Pero tampoco Mateo sabe nada de la intenci6n: las mujeres -dice-
fueron simplemente 0Ec.up~om -rov -r6cpov. Quiza Juan era · de la
misma opini6n). Cuando Maria Magdalena vio que la piedra habfa sido
quitada, escap6 y solo en una segunda visita se atrevi6 a mirar dentro
del sepulcro (rco:pEKU4JEV Elc; -ro µvT]µEfov) sin eritrar en el · (como
Marcos y Lucas dicen que hizo); fue en ese momento cuando vio a
los dos angeles. Pero estos no desempefiaban ninguri papel en el relato
joaneo: no dan ninguna informaci6n (como lo hacen en los otros
evangelios) sobre la resurtecci6n de Jes{u;; no es necesario que lo
hagan, ya que en este momento el relato del hallazgo de la tumba va-
da se funde con el relato de la primera aparici6n de Cristo resucitado;
Pero, entre tanto, ha habido un estadio ulterior en el hallazgo, al
que el evangelista da evidentemente mayor importancia. Despues
Maria Magdalena ha informado sobre la situaci6n, Pedro y el disd-
pulo amado visitan el sepulcro. Su expriencia esta narrada con gran
fuerza dramatica y con considerable riqueza de detalles. Son ellos, y no
Maria Magdalena o las otras mujeres, los que entran en el sepulcro
(Pedro, como luego e1 otro, El~A.0Ev Elc; -ro µvT]µEfov, que recuer-
da el Elo.EA.0o0oo:i Elc; -ro µvT]µEfov de Marcos) y alll'. ven, no a un
6 Sin embargo, ni aun aqui es del todo seguro que Mateo siga exacta-
mente a Marcos, si, como es probable, utiliza la forma Mcxpuxµ ( N 9 etc.) en
\'ez del Mcxp[cx de Marcos. La menci6n de las mujeres en Mt 28,1 tiene lugar
entre dos parrafos bastante largos: 27,62-66 y 28,2-4, que no tienen ningiln
contacto. con Marcos y, si Mateo tenia ante sus ojos las claras indicaciones
marcanas de la hora, es dificil ver por qtie las hubo de reducir a una .confu-
si6n ininteligible, a no ser que estuviera siguiendo tambien una tradici6n di-
ferente. Asimismo en Lucas, que parece seguir el esquema: general marcano,
hay tanto. material diferente que difkilmente se puede explicar su versi6n como
una mera «redacci6n» del texto de Marcos.
EL REENCUENTRO 149
angel o a un joven vestido de blanco, sino simplemente las vendas
dispuestas ordenadamente. El interes teol6gico se manifiesta en la cul-
minaci6n a que conduce el relato: ELOEV Ka:l ETilO'rEUOEV, donde
'ITlITTEUELV esta sin duda empleado absolutamente y la yuxtaposici6n
de <<ver» y «creer» apunta hacia un tema favorito de este evangelista 7 ,
cuya .fuerza dramatica podemos reconocer tambien en todo el tenor del
relato. Pero la afirmaci6n de que otros de los seguidores de Jesus, ade-
mas de las mujeres, vieron la tumba vada no es peculiar del cuarto
Evangelio. En el relato .del camino a Emails, Lucas (24,22-24) hace
repetir a los dos viajeros los hechos principales de la mafiana de Pas-
cua: primero, unas mujeres visitaron la tumba al amanecer, dijeron
que estaba vada y pretendieron haber tenido una visi6n de angeles,
que les dijeron que Jesus estaba vivo; luego, «algunos de nuestros
compafieros» (nvE.c; -r&v ouv Tjµ'i:v) visitaron la tumba y confirmaron
Ja noticia de las mujeres, pero no vieron al Sefior resucitado. Lucas,
como he hecho notar en otro lugar 8, ha incluido en el relato de Emails
un amplio resumen del testimonio de la resurrecci6n de Cristo como
habfa llegado hasta el; y asl'. como este inclufa una aparici6n a Pedro,
de la que su relato no dice nada, comprendfa tambien una visita a la
tumba por parte de algunos disdpulos. Otro problema es si se hubiera
empleado la frase nvE.c; -r&v ouv Tjµ'i:v en caso de haberse sabido, o
crddo, que uno de ellos era el jefe de los ap6stoles. Mas aunque se
hubiera sabido, la expresi6n sigue siendo dramaticamente apropiada en
boca de Cleofas al dirigirse a una persona totalmente desconocida (se-
giln el crefa). Pero debemos contar con la tendencia a introducir
nombres conocidos en relatos que originalmente son an6nimos 9• Sea
esto como sea, es claro que Lucas conoda una tradici6n segun la cual
algunos disdpulos fueron testigos oculares de la tumba vada. Puede
tratarse de la misma tradici6n sobre la que trabaj6 Juan. Que Juan
la tomara de Lucas es tan improbable como que Lucas la tomara de
Juan; pero el relato, por mucho que lo hubiera elaborado nuestro evan-
gelista, no es, evidentemente, una invenci6n.
El grado sustancial de variaci6n entre todos los evangelios en el
relato de la sepultura y del hallazgo de la tumba vacfa sugiere que para
esta secci6n del relato existfan multiples tradiciones; rasgos de ellas apa-
recen en Mateo y Lucas, a pesar de su fidelidad general al esquema mar-
cano, y no es de ningun modo sorprendente que Juan muestre rasgos

7 · Cf. Interpretaci6n, 192-194.


8 En D. E. Nineham (ed.), Studies in the Gospels: Essays in Memory of
R. H. Lightfoot, 14.
9 En [Mc] 16,12 encontramos una aparici6n de Cristo resucitado 5uolv
tE, cxö-r&v, sin nombres. En Lc 24,18 uno de ellos recibe el nombre de Cleo-
fäs. ,:Debemos decir que Lucas ha introducido un rasgo «legendario»· al dar
nombre a un personaje originalmente an6nimo? Creo que la mayorfa de los
criticos han considerado aqul'. a Lucas como anterior y al pseudo-Marcos como
Secundario. Si, por otra parte, Lc 24,24 dice "tlVE<; E.E, i'Jµ&v, rriientras que Juin
da el nombre de uno de ellos (Pedro), (habra que aplicar el mismo razona-
miento?
150 EL RELATO DE LA PASION

de una ulterior forma de tradici6n que, en un punto importante, coin-


cide con el resumen de Lc 24,22-24.

c) Las apariciones de Cristo resucitado (20,11c21,23)

Hasfa este momento, a pesar de variaciones sustanciales, hemos


podido seguir una linea comun de continuidad en el relato de los cua-
tro evangelios y no hay dificultad en reconocer aqui un estadio ulterio.r
del refato de la pasi6n. Se ha conservado el estilo general de narraci6n.
De urfä u otra forma, los evangelistas han indicado siempre el pasb del
tiempo: el atardecer del jueves, la noche del jueves, la mafiana del vier-
nes y diversos momentos de ese dia, la tarde del viernes, el. sabado
y la mafiana del domingo 10 • Pero a pattir de aqui es mas difkil des-
cubrit un esquema comun. Marcos (en el texto autentico) nos abando-
na. Mateo lleva la continuidad hasta un estadio ulterior al conectar
la ·hi~toria de las mujeres en el sepulcro con una aparici6n ·de· Cristo
resucitado, peto luego la interrumpe al relatar c6mo surgieron algunos
falsos rumores y despues de esto traslada repentinamente los disdpu'-
los a Galilea para la escena final. Lucas .da un salto de la madrugada
del domingo a la tarde de ese mismo dia, aludiendo a los incidentes
intenriedios en una serie de breves alusiones retrospectivas. ·Entre Ma-
teo y Lucas no hay nada en comun. Juan logra una mejor apariencia
de continuidad. Corno Mateo, pasa del hallazgo de la tumba vada · a
una aparici6n de Cristo a Maria Magdalena y luego, prosiguiendo · el
estilo narrativo predominante en el relato de la pasi6n, continua: oüo11c;
oov o,qi[a~ 'rft fJµEpa EKE(vft 'rft µL~ oaßß6:TC0v, y cuenta una apa-
riei6n a los disdpulos. En terminos parecido5, introduce la escena
final, con Tomas, con las palabras: µi:.8' fJµEpac; ÖK'rci>.
Podemos fondamentalmt"nte s11pom~r q11e cnalquier relato tradicio~
nal de la pasi6n sigui6 la f6rmula primitiva: a) 0:11S.8avi:.v, b) E'raqrr1~
c) ~:yl'1ycpTw, d) &q:ie11 (1 Cm 15, 3-5). Eu otras palabras, e1 i·efa-
to de a) (la crucifixi6n) estaria seguido por el relato de b) (la sepul:
tura) y de c) (el subsiguiente hallazgo de la tumba vada); hasta aqui
parece que podemos reconocer un esquema primitivo comlin en todos
los evangelios. Este deberia estar seguido por d), algun relato de las
apariciones de Cristo resucitado; y asi ocurre en todos los evangelios
excepto en Marcos, quien, a pesar de todo, indica que conoda tales
apariciones. Pero en los relatos de cstas apariciones no podemos dis-
tinguir el esquema primitivo comun del relato; cada evangelista sigue
su propio camino y solo en el cuarto Evangelio se ha conservado; al

10 Algunos cdticos -recientemente A. Jaubert (La Date de la Cene)~ han


puesto en ·duda el valor hist6rico de esta cronologfa. Pero apenas ·cabe duda
de que las cuatro formas del relato de la pasi6n estan construidas sobre · este
esquema, sea o no artificial. Si mi argumento general es valido y los da tos· in-
dic1m la: existencia de tres formas precan6nicas independientes de la tradici6n
de la pasi6n, aumenta la probabilidad de que el marco. cronol6gico corresponde,
al menos en terminos generales, a la secuencia de los acontecimientos.
'-EL REENCUENTRO 151

parecer, algo de la -estructura cronol6gica caracterfstica de otras partes


del ! relato de la pasi6n.
:'.LVlas aun, los diversos relatos de las apariciones de Cristo resucita-
do forman unidades separables, diversamente qe lo que ocurre en los
suce~ivos episodios de las secciories anteriores del relato de fa pasi6n.
He :analizado detenidamertte en otro lugar 11 estos relatüs y he mostra-
do :que tienen urta forma muy semejante a la de las perkopas que los
crlticos de las formas han deli1Ilitado en otra~ partes · de los evange-
·lios: como ejemplos de unidades de tradiei6n oral. Estan representados
doS·itipos: el concisö (analogo a los Ha1Ilados «paradigmas», «apoteg-
rtms» o «relatos declaratorioS») y el circunstancial ( analogo lasa
Novellen o «cuentos» ). Corno en otras partes de los evangelios, algunas
de nuestras perkopas son ejemplos «impuros» de su genero. Demostre
alli:que habfa razones para clasificar conio ejemplos del tipo «conciso»
las apariciones a las mujetes ert ·Mt 28,8-10, · y a los. disdpulos en
Mt 28;16-20; Mc 16,14-15 y Jn 20;19'-21, con Lc 24,36-49 como ejem-
plo :~dmpuro» con mucha expahsi6n apologetica; y comO ejemplos del
tip'ö <<drcuristartcial», Lc 24,1?-35 y Jn 21,1-14. Todas las perfcopas
«c'öncisas» estan construidas seglin el esquema que aparece (con muy
liger'as desviaciones de la norma) en todos los evangelios. Podemos re-
presentar el esquema de la ·manera siguiente: ·
. ;:f,.~ La situaci6n: los seguidores de Cristo privados de su Sefior.
B. La aparici6n de Cristo.
C. Su saludo.
,;o. El reconocimiento (avayvwpLm<;).
E. Su mandato.

: Gran parte de este esquema comun puede versc tambicn cn las


perkopas «circunstanciales». Hay en ellas una tendencia a ampliar la
secci6n E del esquema con material didactico, que tiene por lo gerk~ra:l
el car_acter de un Ultimo encargö 0 «testamento» a la lglesia, 0 a con-
vertir el relato en una introducci6n a un discurso o dialogo que tiene
el niismo caracter. Asl'., en Jn 20,19-21 la aparici6n del Sefior (que ter"
mina' propiamente, como se puede ·ver comparandola con otras, con
el ri\:a:ndato KaSciic; cXTCEaTaAKEV µi:: 6 TCa-r~p Kaycii TIEµm.u uµO:c;)
se li'a, convertido en una introducci6n al don del Espfritu 12 y a la in-.
• !

1~„ En D. E. Nineham (ed.), Studies in the Gospels: Essays in Memory of


R. H. Lightfoot, 9-35. Mucho de lo que digo aqu{ resume lo que dije en el
volumen dedicado a Llghtfoot, al que remito al lector para fundamentar las
opiniones adoptadas en el' presente estudio. '
12 El «Pentecostes joaneo» de 20,22 no tiene paralelo en los sin6pticos.
Es en cierto sentido una versi6n alternativa del -relato de Hch 2; es· posible
que; de: modo muy general, una tradici6n comun de un acontecimientö recor-
dado, por la lglesfä sea el trasfondo de ambos pasajes. Pero ese acontecimiento
esta ihterpretado de modos- completamente diferentes y no hay ningun contacto
manifiesto entre Juan y Hechos o entre las formas de la tradid6n que · cada
uno„de ellos representa. El concepto del Espfritu que encontramos en este
pasaje: ' difiere · sensiblemente del concepto altamente personal de1 Paraclito, que
152 EL RELATO DE LA PASION

vestidura de los ap6stoles con autoridad en la Iglesia 13 ;" y en


21 el mandato ha sido sustituido por el largo dialogo con Pedro y
el disdpulo (vv. 15-23 ), que equivale en cierto sentido a la misi6n de
los ap6stoles en Jn 20,21b; Mt 28,18-20; Mc 16,15-18; Lc 24,44-49.
Hasta aquf, pues, los fen6menos sugieren que Juan esta utilizan-
do un dep6sito de relatos tradicionales sobre las apariciones de Cristo
resucitado, formado ya en un perfodo muy temprano y utilizado inde-
pendientemente por todos los evangelistas. En la medida en que exis-
ten semejanzas entre las perfcopas joaneas y las sin6pticas, estas no
son tales como para que deban ser explicadas necesariamente por la
teorfa de la dependencia literaria. Es evidente que existe una cierta
afinidad entre el relato de la aparici6n en el Mar de Galilea (Jn 21)
y el relato de la pesca en Lucas (5,1-11), pero tratar de explicar esa
afinidad como si · se debiera a dependencia de un evangelista respecto
al otro significarfa oscurecer el problema mas que aclararlo. En Jn 20,
19-21 y Lc 24,36-43 se da el rasgo comun de que el Sefior resucitado
muestra sus heridas como prueba de su identidad; pero no solo los
terminos empleados son diferentes (en Lucas: '(OE.TE i:O::c; XE"lpac; µou
Kal 1:0uc; TIOOac; µou; en Juan: EOELt;EV Kal Tac; XELpac; Kat TYJV
TIAEUpav aui:otc;), sino que el relato lucano esta mucho mas elabora-
do y tiene un caracter mas apologetico 14 • Si admitieramos dependencia
por una de las dos partes, el que depende del otro deberfa ser Lucas.
Pero la coincidencia en la expresi6n verbal es tan pequefia, que no hay
fundamento suficiente para la hip6tesis de la dependencia literaria.

Nos quedan dos perfcopas que no se adaptan Hcilmente a ningu-


no de los dos tipos que hemos reconocido.
a) EI relato de la duda de Tomas (20,26-29) no pudo ex1stlr
nunca como una unidad independiente, ya que solo se explica a la luz
es la contribuci6n mas espedfica de este evangelista a la pneumatologfa; se
podria argüir que aquf esta usando una traducci6n que habfa llegado hasta el.
Pero el concepto impersonal de espfritu, analogo al aliento (como aqui) o al
viento (como en 3,8) o al agua que fluye (como en 7,38-39) no es quiza me-
nos caracteristico de su pensamiento que 1a idea del Paraclito; la idea de nvEO-
µa como viento o aliento ( d:i'J p KLvouµEvoc;) se remonta a estadios primiti-
vos de pensamiento, pero la combinaci6n de lo aparentemente ingenuo con lo
refinado y sclisticado es un rasgo profundamente marcado del pensamiento
joaneo (cf. Interpretaci6n, 219-232). Sobre la relaci6n entre Jn 20,22 y Hch
2,1-4 existe una aguda e instructiva discusi6n del obispo Casiano (Serge Be-
sobrasoff) en su obra La Pentecote Johannique, aunque su opini6n de que Ti
TjµEpa EKELV'.r] en Jn 20,19 no es el mismo dfa que el indicado por la peri-
copa precedente, sino el gran d!a del retorno del Sefior (cf. 16,26 ), es decir,
de la venida del Espfritu (no la Pascua sino Pentecostes), es una armoniza-
ci6n un tanto rebuscada.
13 Sobre el dicho de 20,23, cf. infra, pp. 347-349.
14 Las frases KCXL A.Eya au-ro'lc;, Etp11vri uµ'lv de Lc 24,36 y Kal Toiho
ElTIWV EOEL~EV aUcOl<; ca<; XElpa.c; Kal TOU<; TI68ac; de Lc 24,40, aunque
estan atestiguadas por ~ BW8 etc., se <lebe muy probablemente a un inten-
to de asimilaci6n con Juan. Queda solo un paralelo, ECITY] EV µfocp aui:wv
(Lucas) y E01:Y] Et<; i:o µfoov (Juan), que, ciertamente, no es una prueba
muy fuerte en favor de la dependencia. Cf. Studies in the Gospels, 16-18.
EL REENCUENTRO 153

del pasaje de conexi6n 20,28-29, el cual presupone a su vez 20,19-23.


Mas aU.n, un tema espedficamente joaneo (el de «ver» o «creer») no
ha sido .introducido en el relato como un mero elemento mas o como
un comentario sobre el, al igual que ocurre en 20,8, sino que domina
todo el contexto. He propuesto en otro lugar que deberfamos recono-
cer aquf una dramatizaci6n (segun la costumbre del autor) del motivo
tradicional de la incredulidad de uno o todos los disdpulos 15 • En
Mc 16,14 Jesus echa en cara la «incredulidad» a «los Once». En
Lc 24,37ss se sienten confusos, inseguros e incredulos (TE't'cxpayµE-
voL ... ÖLcxA.oymµol Ev KcxpÖLC((„. O:mcrTOUV1'0JV) y, despues de un
reproche, sus dudas se desvanecen ante las pruebas aducidas. En
Mt 28,17 se dividen en dos grupos, uno de los cuales tiene dudas
(oi. öE. Eölmcxcrcxv) hasta que el Seiior habla. Juan, al parecer, ha
destacado este contraste entre creencia e incredulidad haciendo a To-
mas el representante de los incredulos y presentandolo como ausente
cuando Cristo se apareci6 a los disdpulos, si bien esta ausencia parece
ser una idea adicional, ya que en la perkopa, que, a mi juicio, se basaba
en una forma de la tradici6n comU.n, oi. µcx0T]TCXL (es decir, los once
fieles) estan presentes, sin ninguna indicaci6n de que falte nadie.
b) EI relato de Marfa Magdalena en el sepulcro (20,11-17) no
se adecua muy bien a ninguno de los dos tipos de unidades tradicio-
nales. Es verdad que no es diffcil reconocer los cinco elementos que
son mas o menos constantes 16 • Aunque la historia esta narrada con
una gran economfa de palabras, tiene rasgos que parecen · conectarla
con el tipo «circunstancial» mas que con el «conciso». No es excep-
cional que el mandato con que, como es habitual, concluye la
perfcopa, este redactado en terminos marcadamente jo'aneos; como he-
mos visto, todos los evangelistas se permiten .una cierta medida de li-
bertad al tratar la secci6n final (E) del esquema. Pero el dialogo entre
Jesus y Marfa no tiene analogfa con ningiin evangelio y da muestras de
una sutileza psicol6gica que es excepcional en estos relatos. Solo pode-
mos decir que, si en esta perkopa subyace una unidad tradicional, esta
ha sido remodelada casi por completo.
En su contenido, aunque no en la forma, el pasaje tiene alguna afi-
nidad con Mt 28,9-10, donde ciertas mujeres se encuentran en el ca-
mino con Cristo resucitado. Los dos verskulos forman una perkopa
completa del tipo «conciso», aunque falta el primer elemento (A), dado
15 En casi todas estas pericopas parece estar implicado un eierte grado
de duda o incertidumbre, aun cuando no este explfcitamente mencionado (cf.
op. cit., 12). El «final largo» de Marcos (probablemente el tratamiento mas
tardfo del tema en el NT) esta invadido por el contraste entre fe e incredu-
lidad; las palabras mo"rE6ELV, d:mcrre.'Lv, 0:-mcrr(a:, aparecen siete veces en
estos pocos versiculos. Podriamos tomar este dato como una indicaci6n del
modo como se utilizaban los relatos de las cristofanfas en la Iglesia primitiva
para. fines pareneticos; la moraleja es: 6 mcrre.6cra:c; crcu9i')cre.-ra:t, 6 ÖE d:mcrri')-
cra:c; Ka:1:0:KpL9i')cre.-rm (Mc 16,16). Tenemos aquf el contexto vital de la tra-
dici6n en algunas de sus fo+mas.
t6 Cf. op. cit., 18.
154 EL RELATO DE LA PASION

que el pasaje, en su forma actual, esta unido al hallazgo de la turnba


vada. EI verskulo 8, que sustituye 1a introducci6n habitual, podtfa
muy bien ser un suplemento .redaccional. Convierte habilmente .· la
abrupta .frase . de Marcos Ecpoßoüvro y6:p en una adecuada frase de
transid6n 17 , que conduce a lo que pudo ser una perkopa origihalmen-
te indep~diente. EI nombre de Marfa Magdalena no se encuentra. en
la perkopa, sino que debemos deducirlo de 28,1; en cualquier caso, el
suyo es el unico nombre ·constante eil. todas las listas de mujeres.
Ademas de esto, hay dos rasgos en la perfcopa mateana que reve-
lan una cierta afinidad con la joanea. En Mt 28,9 las mujeres se abra-
zan a los pies de Jesus mientras se postran ante el{EKpcX-n1aav a:u·roü
'touc:; it6oac:; Kai itpoai:.Kuvr1aav at'.m'.~). Podrfamos presuponer algo
parecido en la expresi6n joanea Mi] µuo OOt'tOU, ya que el impera-
tivo presente en la forma negativa tiene con frecuencia el sentido de
«deja de„.». Pero esto no es seguro 18 • Tanto en Mateo como: el:r Juan
se envfa un mensaje a los «hermanos» de Jesus. Mateo no relata la
transmisi6n del mensaje, pero Juan dice que fue transmitido a lös dis-
dpulos. Sin embargo, en 1a tradici6n que los dos parecen seguir rro
es claro que los «hermanos» sean identicos a los disdpulos. En ningun
sitio, fuera de este pasaje, se llama «hermanos» de Jes_us a los disd-
pulos. En Jn 2,12 d::oi:.Acpo( y µa8TJ'ta( son dos grupos daramente
distintos. En 1a Iglesia primitiva los· d::oi:.A.cpol 'tOÜ Kup(ou, en cuan-
to «parientes del Fundador» (ÖEait6auvOl), formaban un grupo dis-
tinto dcl de los ap6stoles 19 • El miembro mas importante de ese grupo
era Santiago 6 d::oEA.cpoc:; 'tOÜ Kup(ou. Sabemos que Santiago era, con-

11 Los signos de labor redaccional son aqu{ claros. Despues de la inser-


ci6n ·no marcana (28 12-4), Mateo sigue claramente a Mc 16,6-8. Pero en v, 8b
da un nuevo giro a la escena. Marcos dice que las ni.ujeres temblaban y esta-
ban foeta de s(, y tenian tan.to miedo que nu transmitiemn el mensaje (oöf>cvl
oöf>ev Etn:cxv,: !ScpoßoOvro y6:p). Mateo admite que tenfa miede, pero ·este
m1edo, nos dke, estaba meiiclado cun gu:tu (fLE.tO: ip6f'qu Ko:l xo:pfö::), y, cn
vez de huir simplemente ('ltcpuyov), se apresurarqn a cumplir su encargo (EI>pcx-
µov mtO:yyETh.cxL i:oi:c; µcx011i:cx'l<;). Sin embargo, i10 llega a contradecir di-
rectamente a Marcos diciendo que ttmismitieron de hecho el mensaje. Su apre-
surado viaje es interrumpido .por una aparici6n de· Cristo rest!citado, qU:e les
·encomienda un mensaje, no para los disdpulos, sino para sus d:f>EA.cpo(, y tras
esto el relato sigue una Hnea completamente diferente. La· afirmaci6n de que
los guardas del sepulcro dieron su informe y aceptaron un soborno para ex-
tender nn falso rumor «mientras las mujeres estaban de camino» (1topEuoµEvcuv
o:öi:&v), es claramente un rasgo de composici6n artificial. No hay conexi6n
esencial entre 9-10 y 11-15 .• ni entre este pasaje y 16-20, que comienza tan
repentinamente como cualquier perkopa narrativa de la primera parte •.,de los
evangelios. No es il6gico pensar que 9-10 era originalmente tan independien-
te como cada uno de los dos parrafos que siguen. Pudo muy bien co-
menzar (por ejemplo) KCXl l.Bou yuvcxtKE<; nVE<; !Sn:ope6ovro, x·cxl ~h1000c;
um']V"l."T]OEV cxöi:cx'i'.<; K.i:.A.. (cf. el inicio de la perkope de Emails en Lc ,24,13).
11! Cf. Interpretaci6n, 442. ·
19 1 Cor 9,5; Hch 1,14. Si consideramos el · contexto vital de la Iglesia
primitiva, · no parece probable que el grupo bien definido · llamado d:f>EA.cpol
-roO Kup(ou fuera el mismo que el grupo bien delimitado de · los Doce; .en
cualquier caso, los evangelios no dan ninguna indicaci6n de que Jesus .' se · refi-
EL REENCUENTRO 155

siderado uno de los testigos de las apariciones de Cristo resucitado, y,


ciertamente, habfa cambiado su actitud hacia Jesus entre el perfodo
representado por Mc 3,31 y Jn 7 ,3-5 y el reflejado en Hch 1,14; 12,17;
Gai 1,19. No es una conj.etura irrazonable que el relato de la apari-
d6n a Maria Magdalena o a las mujeres pertenece a la misma forma
<le tradici6n que la aparici6n a Santiago, una tradici6n asociada con el
drcµlo de los O:oi:.A.q>o( mas bien que con el drculo de los Doce.
En cualquier caso, parece existir aqui algun contacto entre la tradi-
d6n representada por Mateo y la representada por el cuarto Evange-
lio 20 • Pero no hay el menor motivo para suponer que este contacto
foese literario. En otro lugar he tratado la perkopa joanea con algun
detaUe; permitaseme ahora citar la conclusi6n de ese estudio 21 :
«Este relato no provino. nunca de un dep6sito comun de tradici6n;
tiene una impresionante originalidad. Nos encontramos, al parecer, ante
dos alternativas. 0 se trata de una composid6n libre e imaginativa
basada en la escueta tradici6n de una aparici6n a Marfa Magdalena,
afin a la representada por Mt 28,9-10, o el relato lleg6, a traves de un
canal muy particular, directamente de la fuente, y el narrador estaba
suficientemente .cercano para captar los matices de la experiepcia ori-
ginal. Seria arriesgado dogmatizar. No se puede negar el poder de
.reflejar rasgos psicol6gicos imaginativamente con convincente intuici6n
a un escritor a quien debemos las caracterizaciones maestras de Poncio
Pilato y de la Samaritana. Pero no puedo evitar la impresi6n (no pue-
de .ser mas que una impresi6n) de que esta perkopa posee un algo
indefiniblemente genuino. En cualquier caso esta ahl'. sola. No hay
na<fa' comparable en los evangelios. ~Hay algo comparable a ella en
tod;:i la literatura antigua?
Si repasamos ahora todos los relatos joaneos de apariciones de
Cristo resudtado, parece que hay un derto grado de probabilidad de
que 1a apariencia de una narrad6n continua (al estilo del relato de
la pasi6n hasta el hallazgo de la tumba vada) se debe en gran parte
a la labor de redacd6n del evangelista, y que este tenia ante s1 una
colecd6n de unidades de tradid6n analogas a los «relatos declarato-
rios» y «cuentos» incorporados en las primeras secdones de los evan-
riera a los disdpulos como «mis hermanos» (Mc 3,34-35 no puede entenderse
asf); por el contrario, los disdpulos son «hermanos» unos de otros, pero el es
su «rabbi» (Mt 23,8).
20 Sin embargo, no es la misma historia despues de todo. En Juan, Maria
esta todavia junto al sepulcro cuando se le aparece el Sefior; en Mateo, las mu-
jeres, incluyendo por implicaci6n a Marfa Magdalena, se alejan precipitada-
mente para cumplir su encargo. Si hay algo de verdad en la sugerencia hecha
mas arriba de que Mt 28,9-10 es una unidad truncada cuya introducci6n ha
sido sustituida por una reelaboraci6n de Mc 16,8b, es posible que las dos his-
torias fueran originalmente distintas y que una contara c6mo Maria Magdale-
na vio al Sefior junto al sepulcro y la otra c6mo el Sefior encontr6 a las otras
mujeres despues de que abandonaron el sepulcro. Aun asf, existe contacto entre
las dos, ya que solo aquf se envia un mensaje a los d:öEA.q>o[ en vez de a los
µaerrmL
21 Studies in the Gospels, 18-20.
156 EL RELATO DE LA PASION

gelios. Es obvio que la apatici6n a los siete disdpulos en el Mat de


Galilea (cap. 21) no tiene continuidad con lo que le ptecede, sea que
la adici6n de este apendice al evangelio completo fueta una afiadiduta
del mismo evangelista o la obta de un autot difetente. El episodio de
la duda de Tomas (20,26-29) esta unido al episodio ptecedente de un
modo tan attificial como habil 22 • En 20,19-23 no hay un solo tasgo
que pudieta ptepatat al lectot a espetat algo patecido al episodio de
Tomas; es totalmente completo en si mismo. El comienzo de esta pe-
tkopa: OUOT]<; oov Öt!J(ac; -rft l)µEpc;_x EKELVTI, patece muy ptecisb;
peto enconttamos casi exactamente la misma frase en Mc 4,35, donde
la mayotfa de los ctiticos modernos considetan la conexi6n con ca- er
pfrulo ptecedente de patabolas como labot tedaccional. La frase es
de hecho una de las habituales f6tmulas _vagas de ttansici6n que intto-
duce una nueva petkopa (cf. Mt 13,1; 22,23) 23 , Asi, las conexiones
de la petkopa, tanto la inttoductotia como la conclusiva, son tenues,
y hay razones setias pata considetat dicha petkopa como una uniclad
originalmente independiente. Si tettocedemos ahota, nos encontramos
con una perkopa que ni se explica pot si misma ni ptesenta una forma
completa: la aparici6n a Matfa Magdalena (20,11-18), que tequiete una
introducci6n mas ptecisa que la dada en 20,11. De hecho, tal intto-
ducci6n se encuentta en 20,1. El episodio de los dos disdpulos junto
al sepulcro, completo en si mismo; esta insetto en un pasaje que no
es otra cosa que un telato continuo sobte Matfa Magdalena (los vv. 2-3
sirven de transici6n) 24 • Es dato pot Lc 24,24 que este episodio pudo
ser, y fue, transmitido fueta de su contexto joaneo. Patece, pues, que
nos encontramos ante una sefial mas de labor redaccional .por patte
de nuestro eva11gelista. Si quitamos el episodio de los dos disdpulos,
junto con la conexi6n, ptobablemente redaccional, de 20,2-3, nos que-
da un pasaje que procede con el relato continuo desde el hallazgo de
la tumba vacfa hasta la ptimeta aparici6n de Cristo resucitado. La con-
tinuidad puede set tambien redaccional, peto si -como me siento in-
clinado a pensat- el telato de Matfa Magdalena representa una buena
tradici6n, no conocida pot Lucas y mejot ptesetvada aqui que en Mt 28
(si bien el evangelista la ha tedactado segun su estilo), debi6 de teferir"
se desde el ptincipio a un incidente que ocutti6 :necesariamente en
J erusalen la madrugada del dia de Pascua.
De los ottos episodios, Mt 28,16-20 y Jn 21,1-14 estan situados
en Galilea aparecieron, sin el menor genero de dudas, asf desde la pti-

22 Un interprete literalista se podrfa preguntar: ~fue, entonces, Tomas el


unico de los ap6stoles que no tuvo parte ·en el don del Espfritu y el unko
a quien no se le dio autoridad en la Iglesia, puesto que estaba ausente en esta
ocasi6n · crucial?
23 Es de notar que en el agudo an:ilisis, aunque no del todo convincente,
del obispo Casiano la expresi6n 'tft Ti µE.pc;x EKElVTI no tiene relaci6n con la pe-
ricopa precedente, op. cit., 48-49.
24 La transici6n de 20,10-11 es totalmente· «literaria»: chrfjA.6ov ol'.iv ... o(
µo:STj'tcx[, Mo:p[cx BE ELO'tTJKEt K.'t.A. Cf. 19,24-25: ol µEv oov a'tpcrttw'tcxl
'tO:Ü'to: E'ITOlT]OCXV, ELO'tTJKEOO:V BE K.'t.A.
EL REENCUENTRO 157
mera formaci6n de la tradici6n. Lc 24,13-32 esta situado espedficamen-
te en Emaus y en el camino ·entre esa aldea y Jerusalen. La tradici6n
representada por Lc 24,36-43 y Jn 20,19-21 (ya que los dos son varian-
tes bastante claros de la misma tradici6n) no tiene ninguna localizaci6n
expresa ni en el tiempo ni en el espacio; aunque Lucas la ha colocado en
Jerusah~n el dia de Pascua a1 conectarla con el relato de Emaus, y Juan
la considera tambien situada en J erusalen, pues alli es donde es efectivo
el «miedo de los judfos» (20,19; cf. 7,13; 9,22; 19,38), y (por la po-
sici6n que les ha dado) en la tarde del dia de Pascua. Pero podemos
decir que la tradici6n subyacente al cuarto Evangelio, como contra-
puesta al evangelio en su forma actual, solo conoda, igual que Mateo,
una aparici6n de Cristo resucitado en Jerusalen y, de nuevo igual que
Mateo, otra aparici6n en Galilea, si bien esta no fue utilizada en la
primera redacci6n del evangelio. Sin embargo, dado que tanto Lucas
como Juan han entendido que el incidente comun a los dos (indepen-
dientemente) tuvo lugar en Jerusalen, podemos contentarnos con se-
guir su orientaci6n, aunque con la reserva de que los dos pudieron estar
influenciados en su labor redaccional por un cierto prejuicio en favor
de Jerusalen. El incidente en si mismo pudo haber ocurrido igualmen-
te en Galilea.
En resumen: el testimonio de los pocos pasajes que sugieren a pri-
mera vista que e1 cuarto Evangelio depende literariamente de los otros
en el relato de la pasi6n no es suficiente para probat dicha dependencia.
En cambio, hay raz6n suficiente para pensar que 1a versi6n joanea
representa (con cierta medida posible de «tedacci6n» por parte del
evangelista) una forma independiente de la tradici6n oral comun, que
difiere de las formas subyacentes en Marcos (Mateo) y Lucas, aunque
esta dominada por el mismu esyuema general 25 • Sus evidentes contac-
25 Lo comun a las tres formas de tradici6n es el esquema o modelo ge-
neral (descrito supra, 42-44) y no el residuo que queda despues de eliminar
todas las peculiaridades de cada evangelio. Serfa ilusorio suponer que por me-
dio de este proceso de eliminaci6n podemos llegar a la tradici6n primitiva. De-
bemos suponer que la tradici6n oral que esta detras de los evangelios era des-
de el principio (como otras tradiciones orales) multiple, variada, completa y ni
siquiera necesariamente coherente en los detalles. (~Cuando diversos testigos
de acontecimientos extrafios y momentaneos han dado un informe identico de
la secuencia, sin tener tiempo de comparar y uniformar sus relatos?). Los ele-
mentos peculiares que observamos en cada uno de los evangelios se deben en
parte al desarrollo que estos sufrieron bajo la influencia de motivos detecta-
bles, pero podemos aceptar como cierto que algunas de las peculiaridades son
residuos de una complejidad original que no ha sido aun totalmente armoni-
zada, mas que adiciones posteriores a una uniformidad original. Cf. algunas
observaciones sobre la transmisi6n de poesia medieval en H. J. Chaytor, From
Script to Print (Cambridge 1945), cap. VI, donde habla concretamente de dos
recensiones de 1a Chanson de Roland y de la Storia di Buove y prueba que es
inlitil preguntarse cual de las dos es la mas original. Las condiciones. de trans-
misi6n de las tradiciones cristianas primitivas eran sin duda notablemente di-
ferentes, pero la analogfa es suficientemente amplia como para arrojar luz so-
bre nuestro problema. He ofrecido algunas citas de este capltulo en mi artku-
lo The Beatitudes, en Melanges Bibliques (Hom. a Andre Robert) 404-410.
158 EL RELATO DE LA PASION

tos con la tradici6n judia y la apreciaci6n que hace de la situaci6n an-


terior a la gran rebeli6n del 66 d.C. hacen probable la opini6n de que
esta tradici6n fue formulada, sustancialmente, antes de esa fecha y en
Palestina .. Donde sus datos difieren de los sin6pticos (sea por omisi6n,
complemento o aparente contradicci6n) merecen ser tratados con res-
peto, aunque la decisi6n en favor de una u otra de nuestras fuentes
depende de consideraciones mas amplias que las que hemos tenido aqui
en cuenta. El relato ha sido sometido a la influencia de la teologfa es-
pecificamente joanea solo en unos pocos pasajes (facilmente delimita-
bles) 26 , aunque a veces se haya dado mayor relieve a algunos motivos
apologeticos que aparecen ya en los relatos sin6pticos.

26 Cf. supra, pp. 87-88, 107-108, 132-133, 143, 152-153; Interpretaci6n,


431-437.
II
EL MINISTERIO PUBLICO
1. PRELUDIO DE LA PASION

Los primeros capitulos del evangelio (2-12), que tratan del mm1s-
terio de Jesucristo en Jerusah~n, Galilea y otros lugares, no siguen,
como lo hacen los Ultimos capitulos que acabamos de tratar, una Hnea
continua de relato. El argumento es, sin duda, continuo, y el autor
lo considera como un todo al que contribuye cada estadio sucesivo.
Es, pues, tanto mas significativo que el relato se presente por lo gene-
ral en forma de incidentes separados, entrelazados con frecuencia de
manera tan semejante a la de los sin6pticos que invita a una compara-
ci6n. En esta parte del libro estudiare algunas de las perkopas narra-
tivas para ver si se pueden discernir, tambien aqui, huellas de la tradi-
ci6n que, segun hemos podido fundadamente inferir, se encuentra de-
tras del relato de la pasi6n.
Comenzamos con tres perkopas narrativas que tienen relaciones
mas o menos estrechas con el relato de la pasi6n, bien en raz6n de su
contenido, bien por el lugar que les ha sido asignado en el esquema
de los evangelios. Estas perkopas son: la entrada triunfal, la purifi-
caci6n del templo y la unci6n en Betania.

a) La entrada !t'iunfal (12,12-16)

La perkopa de la entrada no tiene, ni en Juan ni en los sin6pticos,


la forma normal de una unidad de relato, con la apertura y conclusi6n
convencionales. No hay, por tanto, prueba directa de que formase en
algun momento una unidad por si misma, aunque es sin duda posible
que asi fuese.
Marcos cuenta la entrada misma en Jerusalen muy brevemente en
11,8-10. Pero es imposible comenzar con el v. 8, ya que este es con-
tinuaci6n del v. 7, que describe c6mo los disdpulos trajeron «el po-
llino» (TÜV TIC0A.ov). Este dato presupone una noticia previa sobre
«el pollino», que es comunicada en un detallado relato que va del v. 1
al v. 6. Comienza con una frase que describe la topograffa con una
precisi6n mayor que la habitual en Marcos: «Cuando se acercaba a
Jerusalen por Betfage y Betania 1, junto al monte de los Olivos ... ».
1 Se han de leer probablemente los dos nombres, aunque los mss. no esten
totalniente de acuerdo; Betania falta en D 700 y en unos pocos mss. vetero-
latinos, pero esto puede deberse a asimilaci6n con Mateo, donde Betania esta
atestiguada pobremente y es muy probablemente inautentica.
11
162 EL MINISTEJUO PUBLICO

Esta serfa sin duda una extrafia apertura para una unidad de relato
convencional. Es probable que este en fotima conexi6n con los pasajes
precedentes, donde se narra que Jesus estaba «en camino, subiendo a
Jerusalem> (10,32); luego, que lleg6 a Jeric6 (10,46) y, finalmente, que,
«cuando marchaba de Jeric6», euro a un ciego, que «le sigui6 por el
camino» (10,52). Todo esto se presupone en la frase inicial de 11,1,
que en esta conexi6n se hace plenamente inteligible. EI relato se cie-
rra con las aclamaciones de la multitud, y luego se nos hace retroceder
al tema del camino, que termina ahora: «Lleg6 a Jerusalen y entr6
en el templo». Parece, pues, que la intenci6n de Marcos es presentar la
entrada como un episodio -el Ultimo episodio- de un largo viaje que
el ha trazado en diversos estadios, sea .que el relato de tal viaje le
llegara en esta forma 0 que el mismo le diera ese caracter de contic
nuidad 2 •
Juan relata el incidente de la entrada en cuatro (cinco) versi'.culos
(12,12-15.[16]), que incluyen dos pasajes del Antiguo Testamento ci-
tados in extenso. A primera vista, el pasaje se parece mas a una peri-
copa convencional que el de Marcos, ya que esta provisto de introduc-
ci6n y conclusi6n propias y de un comentario, como muchas de las uni-
dades narrativas de los sin6pticos. Pero los comentarios y suplementos
que aparecen en los vv. 16-19 son casi con seguridad fruto de la labor
redaccional del evangelista, cuya intenci6n aparece claramente en ellos 3 •
EI relato no tiene u.na verdadera conclusi6n. La frase inicial no P\irece
tampoco ser un verdadero coinienzo. En su forma actual, une el reläto
con lo que ha acontecido inmediatamente. antes por medio de la iiidi-
caci6n temporal Tft E'Jtaupwv, es decir, al dfa siguiente de la ceqa de
Betania. Pero esto es una f6rmula de Lransici6n usada por el evarigclis-
ta en otros cuatro lugares, en todos los cuales parece tener un carac-
ter un tanto artificial 4 • La frase que sigue, «Al dfa siguiente, la multi-
tud que habfa acudido a la fiesta, al ofr que Jesus estaba llegando a
Jcrusalcn ... », scrfa sin duda suficientemente inteligible sin ulterior
2 He tratado de probar en otro lugar que los «fragmentos de un itinera-
ri0>>. que aparecen de vez en cuando en Marcos pudieron de hecho formar :par-
te de un esquema que servfa de introducci6n al relato de la pasi6n (cf. New
, Testament Studies, 1-11 y tambien infra, pp. 238-239.
3 Cf. Interpretaci6n, 370-371.
4 Tres de ellos son 1,29.35.43 y su fin parece ser articular los estadios de
la exposici6n del tema mas bien que ofrecer una cronologfa continua. El es-
quema es el siguiente: dfa primero: Juan Bautista indica «al que viene» sin
nomhrarle; dfa segundo: Juan identifica «al que viene»; dfa tercero: su testi-
monio tiene por resultado la adhesi6n de los disdpulos a Jesus; dfa cuarto:
la actividad de Juan llega a su fin y Jesus .y sus disdpulos ocupan la escena
(cf. tambien infra, 304-305). Tambien en 6,22 el «dfa siguiente» puede ser un
recurso para mantener separados el relato (6,1-21) y el dialogo subsiguiente
(6,22-59) indicando a la vez su relaci6n mutua. Tfi· EiraupLOv aparece solo un:a
vez en Marcos (11,12), donde algunos criticos han sospechado que se trata .de
un rasgo de la cuidadosa labor redaccional marcana (aunque quiza sin razon
suficiente), y una vez en Mateq (27,62), donde plantea un problema cron;ol6gi-
co. No aparece · en Lucas, pero es frecuente en Hechos, donde siempre parece
tener un sentido realista. ·
PRELUDIO DE LA PASION 163

explicaci6n para unos lectores que conodan las costumbres judfas, peto
parece que su intenci6n es aludir a 11,55, donde se nos dice: «Se acer-
caba 1a Pascua de los judfos y mucha gente del campo subfa .a Jeru-
safün». No es, por tanto, claro .que 1a perkopa de la entrada. llegase
hasta Juan (ni hasta Marcos). como una unidad cornpleta. En ambos
ev;angelios, la perkopa ha sido introducida en un relato mas. largo,
que sin embargo, dista mucho de ser el mismo. En Juan, como en Mar-
cos, Jesus cabalga de Betania a Jerusalen, pero las circunstancias son
diferentes. En Marcos, a juzgar por el texto en sf, el viaje. ha sido
continuo desde un punto situado mas alla de Jeric6, y no se menciona
ninguna parada durante la noche 5 • Al parecer, el grupo se detiene en
Betania solo lo necesario para procurarse una cabalgadura, y iparcha
directamente a Jerusalen, llegando al. recinto del templo entrada ya la
tarde. En Juan, Jesus llega a. Betania el dfa anterior y, tras cenar y
dormir allf, prosigue de nuevo hacia Jerusalen. Serfa diffcil decir cuan-
to hay aquf de labor redaccional. Sin duda la conexi6n (12,9"11), repe-
tida Juego en la otra conexi6n que sigue a la perkopa de la entrada
(12;17-19), esta al servicio de una obvia intenci6n del evangelista. Pero,
al menos, podemos decir lo siguiente: la comparaci6n con Marcos no
nos ayuda lo mas mfnimo a explicar el contexto joaneo del incidente,
y hasta el momento no hay nada que indique que Juan depende de
Maicos. · ·
.En los dos evangelios, el nucleo irreductible de la perkopa misma
es la aclamaci6n wcravva· EUAOYTJl„LEVO<;; ö EpxoµEvoc;; EV 6v6µcrn
Kup(ou, .que los dos evangelistas reproducen en identicos terminos
tomados de los LXX, del Sal 117 ,25 si bien los dos cambian el
cr&)crov ß~ de los LXX, los dos ofrecen la transliteraci6n del hebreo
waqwa 6 • Marcos afiade una aclamaci6n al «teino que viene de nues-
tro padre David», ademas de 1a expresi6n apenas inteligiPle wcrawa
EV ·ro'lc;; uqi(cr-rmc;;. Juan afiaqe a lafrase de Sal 117 una expresi6n que
identifica, «al que viene» con el «tey de Israel». Tambien Lucas tiene
aquf ·ßacr1.AEU<;;, interpolado en la frase del salmo, y se puede. quiza
decir que Mateo ha quedado a medio camino al sustituir «el reino de
nuestro padre David» por «el hijo de David»; pero no hay nada que
indiqrie una dependencia literaria de nuestro Evangelio con. respecto
,· . . -r .!

s · Lucas nienciona una . parada nocturna en Jeric6 con el recaudador de


impuestos del lugar. '
6 El hecho de que los dos evangelistas coincidan freute a los LXX serfa
Uiia •raz6n rimy debil para inferir dependencia literaria. Probabletnetite. la acla-
maci6n fue incorporada desde muy pronto en el uso liturgico, donde habfa una
marcada tendencia a conservar palabras y expresiones hebreas o aratneas; cf.
Did4i:be X,· 6: G>oavva -rct'> Seil> ßau[B. 'O Epx6µevoc; es en sf inismö un
tffulo esteredtipado (cf. Mt 11,3; Heb 10,37), caracterfstico del cuarto evan-
gelisi:a. (6,14; 11,27; 3,31). No parece necesario apartarse de la construcci6n
del hebreo, ·que da el sentido de «que el qtie viene sea bendito con cl nom'
bre de Yahve», es decir, con la f6rmula: «Que el Seiior te bendiga», · ya que
la• expresi6n . l'lli1' cw~ . es· instrumental. Pero a los .lectores· q:istianos po-
drfa :sugetirles el. sentido de_ «Sea alabado como K6ptoc; el que vien<!»; .cf.
elc; övoµa en Mt 10,41-42. · · .,:
164 EL MINISTERIO PUBLICO

a los ottos. BaoLAEUc; wO '1 opaf]A. es un tftulo que solo Juan pone
en boca de los seguidores de Jesus (aqui y en 1,49); Mateo y Marcos
lo empleah solo como burla en labios de sus adversarios. Sin embargo,
nö se 'sigue que haya sido insertado aquf por iniciativa del evangelis-
ta, ya: que el tfrulo ßamA.Euc; esta ya presente en el testimonium de
Zaca:r'fas (al que volveremos enseguida), y ßamA.Euc; 'TOU '1 opaf]A.
suena a un mesianismo mas judfo que cristiano. Es probable que el
cuarto ·evangelista, que se muestra mas sensible que los otros a la
idea de la realeza mesiaruca, haya preservado un titulo primitivo. ·
Ademas de la aclamacion de Sal 117, Juan citä un testimoniitm to-
mado' 'de Zac 9,9, que aparece tambien en Mateo, aunque en un:a tfa-
duccion diferente y en un momento distinto del relato. Marcos (se-
guido aqui por Lucas) no cita a Zacarfas, lo cual no quiere dedt que
la tradicion seguida por el no conodera el testimonio. En cierto senti-
do, su Ienguaje refleja la version de los LXX de Zac 9,9 mas fielniente
que el de Mateo o Juan: estos (siguiendo el hebreo) describen el animal
como un asno (övoc;, Mateo; 6v6:pLov, Juan). Marcos difiere; su 'Tt'C0A.oc;
E<p' öv oöf>Elc; oüm.u av0pc.0'Tt'cuV KEK6:0LKEV es un equivalente bas-
tante exacto del «pollino (rr&A.oc;) nuevo» de los LXX 7 •
Fuera de las. dtas del Antiguo Testamento, hay muy poca seme-
janza entre Juan y los sinopticos. De hecho, difieren en todos los pun-
tos en que es posible diferir al relatar el mismo inddente. En Marcos,
Jesus es aclamado por «los que iban delante y detras», en Juan por
la muhitud que «salio a redbirle»: Marcos describe una escolta, Juan
un gnipo que da la bienvenida. En Marcds la gente echa por tierra
mantos y onßa5ac; 8 cortadas en el campo, en Mateo vestidos y
KA.6:-0ouc; cX'Tt'o "t&v &Evßpcuv, en Juan coge 'Ta ßata 'TWV <!>OLVLKü>V 9,
y, al parcc.cr, no los extiende por el camino, sino qm~ los tiene en la
mano. No s6lo esto, siuu que toda la construccion del relato es· dife-
rente. Marcos (seguido por los ·otros sinopticos) comienza con una re-
laci6n elaborada de como Jes1'is mancM a sus dlsdpulos a traer el 'Tt&A.oc;
y como estos lo trajeron y lo enjaezaron, y como luego la multitud,
animada al parecer por el ejemplo de los disdpulos, echo mantos y
7. Es muy improbable que Marcos entendiese TI&'>A.oc; como algo distilito
de un pollino. Los judfos apenas usaban caballos como cabalgaduras, a no. ser
en el ejercito. Cristo cabalga sobre un caballo solo en cuanto Mesfas guerrero
del apocalipsis, seguido de la caballeda celestial (Ap 19;11-21). . .· ·
8 ~ nßac; parece significar normalmente un fardo de paja u juncos usa-
dos como jergon; aqu1 debemos pensar quiza en haces de estas mismas plan-
tas recogidos en los campos vecinos. .
9 Muchos cdticos han encontrado dificultades en la afirmacion joanea de.
que se utilizaron palmas, basados en que no crecen palmeras. junto a Jerusa-
len. Qui,za sea as1, por cuanto yo se; pero, al parecer, podfan obtenerse faci1·
mente. No solo eran accesibles para las procesiones macabeas, sino que en la
Fiesta de los Tabernacu1os todos estaban obligados a procurarse palmas ( ne~
tl'i'tT;I ,.- K6:A.A.uv0pa <j)OLVLKCUV, Lv 23,40). Se ha de notar que Juan no sugie-
re que se cogieran casualmente ßcxtcx -r&>v q>oLVtKc.:i:V junto al camino, como lo ·
hacen Marcos y. Mateo con c;rLßa&cc; y KA.6:oot -r&>v BEvf>pc.:w, respectivamen•.
te. Las llevaban los peregrinos que habl'.an planeado una ovacion de antemano.
PRELUDIO DE LA PASION 165

on~6:öa~ en el camino. Es una explosi6n espontanea de entusiasmo.


Juan comienza con los peregrinos reunidos en Jerusalen para la Pas-
cua y relata c6mo estos, al ofr que Jesus se acercaba a la ciudad, toma-
ron (primero) ramos de palma y salieron (luego) a su encuentro. Es
una aclamaci6n premeditada. Las palmas sugieren incluso una proce-
si6n triunfal, como la de Judas Macabeo (2 Mac 10,7) y su hermano
Simon (1 Mac 13,51). Ciertamente, es posible armonizar los dos rela-
tos, pero es muy difkil ver c6mo uno pudo ser derivado del otro. En
cualquier caso, a primera vista el relato de Marcos es la historia con-
tada por uno de los que acompafiaron a Jesus, el de Juan es la his-
toria contada por uno de los que estaban en Jerusalen y oyeron de su
llegada 10 • San historias diferentes; no es facil decir cual es mas fide-
digna hist6ricamente, pero tal vez convenga hacer notar que, si es po-
sible que Juan haya convertido en triunfo una demostraci6n esponta-
nea y casi fortuita, es igualmente posible que Marcos, escribiendo en
Roma, tuviera sus razones para amortiguar esta peligrosa imagen del
rey de Israel aclamado mientras entra cabalgando en triunfo en su
capital 11 . Sea esto como sea, todo el que pretenda mantener que el re-
lato joaneo se deriva, de una u otra forma, del marcano debera hacer-
lo por razones aprioristicas, sin ningun fundamento en los mismos tex-
tos. Parece claro que existfan tradiciones diferentes, que no tenfan
nada mas en comun que la aclamaci6n tomada de Sal 11 7 y, muy pro-
bablemente, una referencia a la profeda de Zacarfas, y que describfan
las acciones correspondientes en terminos muy diversos. Si, como es
posible pero de ninguna manera evidente, las das tradiciones ponfan
la entrada en el contexto de un relato mas largo del viaje de Jesus a
Jerusalcn, los itincrarios parecen ser, una vez mas, independientes.

b) La purificaci6n del templo (2,13-22)


La perkopa de la purificaci6n del templo sigue lfneas generalmen-
te paralelas en Juan y en Marcos (seguido aqui de cerca por los otros
sin6pticos). Es esencialmente un telato de acci6n: limpiar el patio del
templo de mercaderes intrusos. En los das, la acci6n esta acompafia"
da por un dicho de Jesus: un dicho diferente en cada uno. El dicho
no es en ninguno de los das una maxima general, interesante en si
misma, en que culminan con frecuencia los «relatos declaratorios»; se
refiere estrictamente a la situaci6n concreta y solo puede entenderse
plenamente en ese contexto; es, pues, parte del relato mismo, mas
bien que un elemento didactico introducido en el relato.
En el relato de la acci6n, las das versiones tienen en comun las
palabras que designan a Jerusalen, el templo, los vendedores, los cam-
bistas 12 , las mesas y las palomas. Mientras en Juan los cambistas estan
10 Sobre el posible significado de esto, cf. infra, p. 250.
11 Cf. tambien supra, pp. 122-124 e infra, 218-222.
tz KoA.A.ußLo-rf]<;, una palabra no clasica (supuestamente de origen semf-
tico) comun en griego helenfstico a partir del s. III a.C. pero Juan usa. tam-
bien KEpµcrrLo<:f]<;, un termino que no parece haberse encontrado hasta el pre-
166 EL · MINISTERIO PUB LI CO

«sentados» (KaS~pc.voL), en Marcos son los vendedores de palömas


los que tienen «asientos» ( Ko:SE.C>pac;}. EI verbo E.Kßc:XA.A.c.Lv aparece
en los.: dos, junto a verbos de sonido semejante: Ka:-rE.o-rpa!JEV en
Marcos, y en d::vE.-rpc.L!JE.V en Juan. Es decir, los rasgos relevantes de la
escena estan descritos en terminos parecidos, lo cual diffcilmente po-
dfa evifarse. La escena descrita es claramente la misma 13 , aunque los
puntos que se ponen de relieve son diferentes. Marcos no dice nada
de los :bueyes y ovejas, que ocupan un amplio puesto en Juan y reque-
rfan quiza el uso del cppayE.A.A.Lov 14, que es tambien peculiar a Juan.
De hecho, Juan explota mejor el dramatismo de la escena, con los ani-
males huyendo entre la gente, las monedas (KE.pµa-ra) desparramadas
por el suelo, y las mesas volcadas. Marcos, por su parte, adviette que
Jesus· no consentia que nadie transportase objetos atravesando por el
templo, sobre lo que Juan no dice nada.
, Mas alin, la medida en que es posible diferir en un esquema tan
simple, Juan y Marcos difieren sensiblemente. Marcos, despues de· ha-
cer ehtrar a Jesus en el recinto del templo, aborda enseguida ·la ac-
ci6n y. la describe escueta y rapidamente. Afiade luego que Jesus se
puso a ensefiar 15 y resurrie su ensefianza en una frase ·cargada de sen-
tido y compuesta casi enteramente por dos citas del Antiguo Testa-
merito. Esta inculcando la moraleja de la acci6n. En Juan el relato se
articula en tres estadios. Primero, describe la escena que se present6
ante Jesus cuando este entr6 en el recinto sagrado: «encontr6 a los
sente fuera del NT y de la literatura influenciada por este. Pero el · verbo
KEpµai:ll;;ELV aparece en un papiro del s. II d.C. y su compuesto Km:aKEp-
µaT(l;;ietv en un papiro del afio 60 d.C. (M.-M.), de manera que la ausencia
del sustantivo es probablemente accidental. Se podrfa defender que Juan estaba
siguiendo una tradici6n que empleaba el termino KEpµaTtmTic; y que la com-
bin6 con Marcos; pero no hay pruebas suficientes.
13 La sugerencia de que el templo fue purificado dos veces es el Ultimo
recurso .de un deseo desesperado de armonizar Marcos y Juan a. toda. costa. La
sola pregunta justificada es si la (unica) purificaci6n debe ser colocada p~onto·
o tarde ·. en el ministerio publico. ··
14 <f>pcxyEA.A.tov es el ladn flagellum, que se aplica al latigo utilizadci ton
el ganado (asf como a otros tipos de latigo ). Aqu{ la oraci6n TE ... Kai deberfa
ser; de a:cuerdo con el uso normal, una oraci6n explicativa de Tiavrac; (cf. Mt
22,10; ayvr,yayov Tiavrac; oOc; EOpov, 1tOVT]p06c; TE KO:L d:ya9o6c;, y otros
muchos ..ejemplos). Puede usarse el masculino cuando en un termino colectivo
estan ccii:nprendidos sustantivos de generos diferentes. As{, ·e1 significado serfa:
<<los ech6 a todos fuera, todos, es decir, ovejas y bueyes» (pero cf. Field, Notes
on the ·.Translation of the N,T„ 85-86, quien rechaza los argumentos de · los
«puristas gramaticales»). En Lc 22,66, To. 1tpea[3uT€ptov ToO- A.aoü d:pXtEpetc;
TE: Ka:l. ypaµµiaTEtc;, el sentido que se pretende (contra el sentido gramatical
normal)· ,seda · «ancianos, sumos sacerdotes y doctores de fa· Ley», ·los tres <~es­
tanienfos» del Saneddn, a no ser que Lucas (no muy bien iriformado scibre. ;fa
Palestina · judfa) creyera que 1tpeaßuT€ptov era sin6nimo de auvf.~ptov y . meh-
cionara solo los dos componentes principales.
15 'Efößa.aK·EV KO:L EAEYEV aöwtc;. Los tiempos vetbales indican que se
alude a un proceso contirtuarlo de ensefianza; la clave·· esta quiza en· la frase
que sigüe a continuaci6n. Aöw'i'.c; se refiere probablemente a la jerarqufa o a
sus· ·r~preserttantes, mas que a los mertaderes que han sido ya expulsados '(cl.
öµ~l<;·•-ite'trölf]l(c'rt'E ... ).'·' · · · ·i :~ ;;c·
PRELUDIO DE LA PASION 167

vendedores de bueyes', ovejas y palomas y a los cambistas instalados».


Luego sigue la acci6n: «hizo un azote · de cördeles y los ech6 a tödos
del ·templo con las ovejas y bueyes». Finalmente; tenemos una alocu-
ci6n .dirigida a los vendedores de palomas: «Quitad eso de ahi; no
con'virtais la casa de mi Padre en uh mercado». Este dicho 'no es un
rriero comentario para indicar la moraleja; forma parte· de la acci6n:
se echa fuera el ganado, se vuelcan las mesas, pero no se pueden echar
palomas enjauladas y serfa brutal volcar sus jaulas; todo lo que •se
puede. hacer es ordenar a los vendedores que se marchen.
· 'L!l acci6n se da pcir terminada, pero se .afiade una nota diciendo
que' lbs 'disdpulos. se acordaron de un pasaje del Antiguo Testamento:
<<El celo por tu ca'sa me consumira» (2,17). No se dice que los disdpu-
los ·Se acordarön del dicho de Jesus, o que lo entendieron por primera
vez ;despues de su resurrecci6n, como en 2,42. Dramaticamente (sea o
no un hecho hist6rico) contemplan aqui con temor la temeraria acci6n
,de su :Maestro, en una situaci6n de manifiesta tensi6n, mientra~ refle-
xion~ que estaba escrito en la Escritura que el Siervo de Dios cae-
rfa vktima de su, celo por el templo.
El significado que cada evangelista atribuy6 al incidente se puede
cqlegir de los pasajes del Antiguo Testamento que se citan o reflejan
eI). ldi:; respectivos evangelios. En Marcos, Jesus cita a Is 56,7 (si-
guierido a los LXX al pie de la letra): 6 o1K6c; µou o1Koc; poaEUxflc;
KAi]0~aE'tai 1tÖ:atv "to'i:c; E0vrnv y combina esta cita con una alusi6n
a Jr 7 ,11: µT] Oiri]Acx:fov AtJO't&v 6 o'LK6c; µou oo EmKEKAT]'tcxt 'tO
ovoµ6: µou E1t' CX:U'tc;'l EKEL E.vcbmov uµ&v. La primera cita proce-
,de ~k un pasaje en que el profeta, seguro de que el gran dfa de la libe-
.rac;i6n esta cerca (TlYYLKEV 'tO ac.n~pL6v µou Ticx:pcx:y(vrnSm), pro-
clama que los extranjeros ( ii~tl-~:if , Ö::AAoyEVEL<;) seran aceptados
en la ,comuni6n con el Dios de Israel y declara que el templo sera en
adelante el centro de una religi6n universal.16 • La cita de Jeremfas per-
tenece a un contexto en que el profeta denuncia la profanaci6n del
templo por parte de los que se creen protegidos por su santidad del
juicio de Dios contra sus perversas acciones. La purificaci6n del tem-
plo. significa, por· tanto, para Marcos el amanecer del dfa en que se
acabara esta profanaci6n y todas las naciones seran atraidas al verda-
dero -culto de Dios.
En Juan, el pasaje de que se acordaron los disdpulos es Sal 68,10.
Este salmo es uno de los mas libremente. usados a la hora de aducir
te,stimonia 17 • En este evangelio nos hemos enconirado ya con una alu-
si6n. al v. 5: ot µLaoÜV'tE<; µE f>wpEav. Pero hay tambien.una ulte-
rior'.'.alusi6n al Antiguo Testamento, parcialmente oculta, en las palac
bras MT] 1tOLELTE 'tOV o1KoV wO mrrp6c; µou o1Kov E.µTiop(ou. La
Hi Mateo y Lucas, al omitir TCcXOlV 'rd'lc; !,:0VECJLV, no han compr~ndid6 el
punto central de la cita: en Marcos · el contraste p.o. esta, entre lugar de orad6n
y lugar de comercio, sino entre la fortaleza de una facci6n' y la. illorada, de: toÖ,a la
humanidad. ·. · · · · ·. · · · · · ' ''·
17 Cf. According to the Scriptures, 58.59 y tam:bien supra, pp. 52, 86-87'. .:
168 EL MINISTERIO PUBLICO

alusi6n es a Zac 14,21. La segunda parte de Zacarfas es una de las


secciones de la Escritura que ha sido utl.lizada libremente para obtener
testimonia 18 • EI ultimo capfrulo describe el Dfa del Sefi.or, cuando «el
Sefior mi Dios vendra y todos los santos con eh> (14,5) 19 • Ese dia
-continua el profeta- Ef,EAEUOE'raL üßcup l:;&v Ef, 'I EpoucraA.Tj µ
(14,8), uno de los pasajes subyacentes en el simbolismo joaneo del
«agua viva», especialmente en 7 ,38 20 • EI verskulo conclusivo del ca-
pfrulo (y del libro) dice: c1~~ rm~-1~ n~n~ l'\~~ i1v ~~P,~ i1~.;;t~ ~'1
N~i1iJ , que, como parecen defender uruinimemente los comentaristas
mas recientes, debe traducirse: «Y ya no habra mercaderes en el tem-
plo del Sefior de los ejercitos aquel dia»; la palabra ~~P.~ se emelea,
aqu1 como en otros pasajes, en el sentido de «mercader». 21 , probable-
mente porque los cananeos o fenicios eran el gran pueblo comer<:iante
del Antiguo Oriente. Es sin6nimo de C,~1i y imo, traducidos los dos
por EµTropoc; en los LXX. En Ez 17 ,4 encontramos el paralelismo
c:7t1 iWf, lt'~ r1~-~~· En Ez 27,3 c~~l'O l'\?~1 es traducido por
•cp EµTropL<:p 'rC.UV A.acuv. Seda, por tanto, correcto traducir Zac 14,21
por oÜK EO'raL EµTropoc; E"tl EV •<7> o'(K<p Kup(ou Trav1:0Kp6:1:0poc;
EV •ft ~µEpc;_x EKELVTI y apareceria as1 clara la afinidad con el pasaje
joaneo, ya que la expresi6n ö OLKO<; 't"OÜ Tra•p6c; µou es el equiva-
lente cristiano de ö OLKO<; Kup(ou TravLOKpa•opoc;. EI evangelista
quiere, al parecer, presentar la expulsi6n de los mercaderes del templo
como un signo de que el Dia del Sefior esta aquL
Tenemos, pues, ante nosotros otro ejemplo de un fen6meno que
hemos observado ya en el relato de la pasi6n: el motivo formativo de
fa perkopa esta indicado por referendas al Antigua Testamento y
estas referencias difieren en los dos evangelios, aunque hayan sido to-
madas de las fuentes comunes de testimnnia. En Marcos, el interes
central del incidente estriba en el contraste entre la profecia del libro
de Isafas, que Jeclata que e1 Lemplo sera «Casa Je utadon para Louos
los pueblos», y la situaci6n actual del mismo, convertido en fortaleza
de una jerarqufa impfa, con la implicaci6n de que la desgracia anuncia-
da por Jeremias es inminente (cf. Mc 13,2). En Juan, el interes se cen-
tra, por una parte, en la solemne purificaci6n del templo como signo
del Dia del Sefior, como lo predijo Zacarfas, y, por otra, en la idea
de las fatales consecuencias del celo como esta descrita en Sal 68:
una predicci6n velada de la pasi6n. EI hecho de que los dos relatos
esten compuestos sobre una combinaci6n ·diferente de testimonios ar-
guye en favor de una formaci6n independiente. Los dos tienen sus rai-
ces en el empleo primitivo de la Escritura para interpretar los aconte-
cimientos de la historia evangelica.
18 Cf; According to the Scriptures, 64-66.
19 Esta profecfa esta reflejada en 1 Tes 3,13.
31 Cf. Interpretaci6n, 349-350. ·
21 Cf. Sof 1,11, donde 1~~~ tl~-?f , en paralelismo con IJI?,~ ·~·rw;f , sig-
nifica claramente «todos los mercaderes».
PRELUDIO DE LA PASION 169

Tanto en Juan como en Marcos, la pericopa de la pul:ificaci6n del


templo es formalmente completa en si misma; pero seda interesante
considerar la continuaci6n en cada uno de ellos. En Marcos el relato
termina formalmente con la frase que resume la ensefianza de Jesus
en termino de profeda (11,17). En este punto se rompe la unidad de
tiempo y lugar, que es esencial a una unidad narrativa tradicional. Los
versiculos 18-19 tienen el caracter de un sumario, con los verbos prin-
cipales en el tiempo de acci6n continua: E~~-rouv, €cpo1300vw, E~E­
TIA~aaovro, E~ETCOpE6ovw. El evangelista esta describiendo, no el
efecto concreto de la purificaci6n del templo, sino la situaci6n en Je-
rusalen durante los dfas inmediatamente precedentes a la detenci6n
de Jesus: las autoridades hostiles pero con miedo a actuar, el pueblo
en un constante estado de asombro, mientras Jesus «solfa salir de la
ciudad» al anochecer. Algunos crfricos de diversas escuelas han sos-
pechado que la labor redaccional de Marcos ha sido especialmente efi-
caz en la composici6n de esta parte de su evangelio, que contiene los
preliminares del relato de la pasi6n; y sin duda parece que aqui ha
habido una cierta dislocaci6n del material. La verdadera continuaci6n
de la pericopa de la purificaci6n es ciertamente 11,27-28, donde las
autoridades interpelan a Jesus en el templo con la pregunta: 'Ev TCo(q:
E~oua(C(: -raO-rcx: TCOLEL<;. Si preguntamos a que se refiere -raO-ra, la
unica respuesta posible parece ser: a la purificaci6n del templo, lo
unico que se puede decir que Jesus ha «hecho» desde su llegada a
Jerusalen. Las autoridades exigen formalmente que se les diga que
autoridad se arroga para realizar tan insolente acci6n. Se rebate la pre-
gunta con una referencia al bautismo de Juan, y Marcos la utiliza para
introducir una larga serie de dialogos de disputa sobre diversos temas,
en la que se pierde de vista el problema concreto que se plante6 con
motivo de la purificaci6n del ternplo.
En Juan, en cambio, las autoridades interpelan a Jesus en aquel
mismo momento con la pregunta: T( OT)flEloV ÖELKVUEL<; ~µ'lv ön
-raO-ra TCOLELc; (cf. el -raO-ra TIOLELC: de Marcos). Podfamos para-
frasear: «En vista de la drastica acci6n que has realizado, muestranos
tus credenciales». La implicaci6n es la misma que en Marcos, pero
Jesus replica aquf con el dicho sobre la destrucci6n del templo que ya
he tratado 22 • Sin duda este dicho era uno de los que «flotabam> sin
contexto. Marcos no pretende saber en que ocasi6n se pronunci6 real-
mente; incluso pone en duda (probablemente una duda innecesaria) su
autenticidad. Juan le ha encontrado un contexto apropiado.
Pero, ~debemos atribuir totalmente este contexto al evangelista?
La interpretaci6n que ha dado del dicho <lebe ponerse ciertamente a
su cuenta 23 • Presupone la equivalencia del «cuerpo» de Cristo con la
Iglesia, que es el «templo» espiritual, y tenemos razones para creer que
esta doble equivalencia se remonta a Pablo. Pero la conexi6n de la
purificaci6n del templo con la muerte y resurrecci6n de Jesus parece
22 Cf. supra, pp. 99-102.
2.1 Cf. Interpretaci6n, 302-304.
170 EL .MINISTERIO PUBLICO

estar presente (en cierto sentido) en la tradici6n conocida por Juan, ya


que aJ el testimonio de Sal 68,10 apunta indirectamente hacia la. pr6-
xima muerte. de Cristo, implicando que esta acci6n en e1 templo sel16
su destino ( que es lo que debemos colegir de Marcos ), y b) e1 inter-
valo de tres dias que se indica .en el dicho sobre e1 templo pertenece
esencialmente a la tradici6n de la resurrecci6n en todas sus formas
( = TÜ 'tpLTrJ r)µEp~). Corno vemos repetidamente, hasta los vuelos
mas atrevidos de la teologia joanea tienen un firme punto de partida
en la tradici6n. Sin embargo, e1 desarrollo ulterior del dialogo, con el
malentendido de los oyentes para dar pie a una clarificaci6n ulterior,
es caracteristico de este evangelista.
En resumen: hay motivos s6lidos para concluir que en este relato
de la purificaci6n del templo Ju:an sigüi6 una forma independiente de
tradici6n, que contenia probablemente la narraci6n y una breve dispu-
ta provocada por ella; la disputa acababa presumibletnente con e1 dicho:
Auaa.TE -rov vo:ov K.'t.A. Marcos teni'.a, con toda probabilidad, una
tradici6n correspondiente de acci6n y dialogo, pero los ha separado en
el curso de la composici6n, y sü forma variante del dicho ha quedado
incorporada al relato de la pasi6n. Es muy improbable que Juan de-
penda aqui de Marcos, mientras ·que la conclusi6n de que estaba traba-
jando sobre su tradici6n preexistente queda confirmada p6r la siguien-
te observaci6n: despues de haber conectado, por motivos de su expo-
sici6n teol6gica, la acci6n hostil de las autoridades con la resurrecci6n
de Lazaro 24 y despues de haber colocado, tambien por razones teol6-
gicas 25 , la purificaci6n del templo al comienzo de las, escenas del minis-
terio publico, ha dejado ver, sin embargo, que era consciente de que
la purificaci6n del templo estaba fuLimamenLe unida con la muerte de
Cristo. Esta conexi6n debfa, pues, estar presente en la tradici6n cono-
cida por el.

c) La unci6n en Betania (12,1-8)

Tanto en Juan como en Marcos, la pericopa de la unci6n forma una


unidad completa en si misma; comienza con una introducci6n que pre-
senta la escena (algo mas completa en Juan que en Marcos) y termina
con un dicho importante de Jesus. Pero no <lebe clasificarse como un
«relato. declaratorio», ya que el dicho conclusivo ( tanto en Marcos
como en Juan) no es una maxima general, sino que solo tiene sentido
en cuanto elemento constitutivo del relato, que es esencialmente un
relato de acci6n. La perkopaha sido colocada diferentemente: en Mar-
cos esta interpolada en el relato de la pasi6n; en Juan precede a 1a
~ntrada triunfaL Pero hay otro pasaje que .debemos tomar en. conside-
raci6n: tambien Lucas tiene un relato sobre una unci6n realizada por

24 Cf. Interpretaci6n, 366-367.


25 Cf. ibid., 302-305.
PRELUDIO DE LA PASION 171

una mujer en un contexto totalmente diferente (7,36-50). EI contacto


existente entre Marcos y Lucas es el minimo posible, pero la perkopa
joanea revela alguna semejanza con cada uno de los otros. En los tres
el esquema fundamental es el mismo: 1) la escena; 2) introduccion de
la mujer; 3) la uncion; 4) un dialogo en que Jesus rebate objecciones.
Sin embargo, el dialogo sigue en Lucas Hneas totalmente diferentes
de las seguidas por las perkopas marcana y joanea, y al establecer una
comparacion con Lucas debemos tener solo en cuenta el incidente en
sf (cf. cuadro 3).
Los tres situan la escena mientras los comensales estaban sentados
a la mesa, pero Marcos y Lucas coinciden, frente a Juan, en dar al
anfitrion el nombre de Simon, aunque para Marcos es un leproso y
para Lucas un fariseo; no tiene apenas importancia el que Marcos y
Lucas empleen el mismo verbo para sentarse a la mesa, Ka'(aKc.'loSat,
y que Juan use O:vaKc.'laSm. Juan coincide con Marcos, freute a Lu-
cas, en situar la fiesta de Betania, y hace notar que era la ciudad de
Lazaro, que estaba entre los comensales, aunque no se nos dice si era
anfitrion o huesped. Su hermana Marta sirve a la mesa (ÖLT] K6va, como
en Lc 10,40). Juan dice que la mujer que desempefia el papel central
es Maria, la otra hermana; en Marcos y Lucas la mujer no lleva nom-
bre. Todos dicen que trajo perfume ( µupov); Juan da el peso ( una
Al'(pa), mientras que los otros mencionan el recipiente, un «vaso»
( O:f._6:ßao'(po<;). Existe alguna divergencia sobre la naturaleza del
µupov. Lucas no lo explica. En Marcos, segun la mayorfa de los mss.
y de las versiones, tenemos la definicion: v6:pöou monK~<; ·rtoAU-
-rc.f._oO<;, pero en vez de la ultima palabra muchos mss., entre ellos
AW y e, emplean el termino 'ltOAU'((µou, y el Codex Bezae omite
toda la frase. En Mateo faltan las palabras v6:pöou 'ITLOLLK~<;, como
ocurre tambien en un minusculo de Marcos, confirmado por un ms. de
la Peshitta. En Juan los mss. son casi unanimes en la lectura µupou
vc:Xpöou monK~<; 'ltOAU'((µou. EI Codex Bezae omite v6:pöou y en
el papiro Bodmer esta palabra ha sido escrita sobre la Hnea. La omi-
sion parece ser accidental, ya que µupou monK~<; es un monstrum.
Pero hay otra posibilidad de que el texto original de Juan, como el
de Mateo, omitiera v6:pöou monK~<; y que se intentara su restau-
racion, aunque quedase imperfecta, en el arquetipo del Codex Bezae
y en el papiro Bodmet: una meta posibilidad. Por otra parte, el 1tOAU-
T(µou de algunos mss. de Marcos ( donde 'ltOAU'(C.AoÜ<; es sin duda
original) parece deberse a asimilacion con Juan y no es imposiple que
tambien las palabras v6:pöou monK~<; de Marcos se deban a asimi-
lacion con Juan y no se encontraran en la copia de Marcos usada por
el autor de Mateo. En una palabra: es probable,. pero no seguro, que
Juan y Marcos coincidieran en el empleo de la .rara palabra 'ITLOLLK~<;,
un termino de sentido incierto, que no aparece en ningun otro lugar
del Nuevo Testamento.
172 EL MINISTERIO PUBLICO

Cuadro 3. Tres relatos de la unci6n hecha por una mu;er


Esquema fundamental: (1) la escena, (2) presentaci6n de la mujer,
(3) la uncion, (4) el dialogo. ·

Mc 14,3-9 Jn 12,1-8 Lc 7,36-50


( 1) Jesus estaba en Beta- Jesus vino a Betania (la Jesus fue invitado a un
nia (en la casa de Simon ciudad de Lazaro); le banquete por un fariseo
el leproso ), a la mesa prepararon · una cena; (llamado Simon, 7,40); en-
(Kcn<XKELµf.vou aüwG) Marta servfa, Lazaro es- tr6 en la casa y se sento
taba a la mesa (Etc; ~v a la mesa (EtoEA.9wv Ka-
EK -r&'>v avaKEtµf.v(o)v. TEKA.CSTJ ... Ka-raKELTm E.v
ouv aü-rcf>) 1 Tft olKC<;:i:)

(2) ~A.eEv yuvi'j i!:xouoa Tj Ma:ptaµ A.aßoGoa: yuvi'j finc; ~v f.v -rft 'ltOAEL
c:XA.6:(3acrcpov µupou v6:p.- A.l-rpav µupou vapf>ou <XµapTQAoc; ... K<Xl KoµC-
ßou 'ltlCTClKfjc; 1 'ltOAUTE- 'ltlOTlKfjc; 'ltOAUTlµou oaoa d:A.aßaa-rpov
A.oGc; 2 µupou ...
( 3) ouv-rplllJ<Xoa TTJV fiA.EtljlEV -rouc; 'lt6f>ac; KA.cxlouoa -ro'lc; f>aKpuotv
d:A.aßacrcpov K<X'l:EXEEV -roG '1 riooG Kal EE,E. JipE;a-ro ßPEXELV -rouc;
aü-roü -rfi c; KEq>aA.fi<; µat;EV T<XL<; 9ptE;lv '1t6f>ac; auwG Kal T<XL<;
au-rfic; TOU<; 'lt6f>a<; 9ptE;lv -rfic; KEq>aA.fic; o:u-
aÜTOÜ -rfic; f.E;f.µaooEv K<XL K<XTE-
<j>LAEl -rouc; '1t6f>ac; aü-roG
K<XL fiAEl<j>EV Tc'i'> µ6p<t>
(4) a) Los espectadores a) Judas murmuraba: a) EI anfitrion murmuraba
murmuraban: füa -rl (aparte): «Si fuera un pro-
etc; i;( fJ am.i>AEl<X aÜTI] -roü-ro -ro µupov oÖK ' feta, sabrfa que clase de
wO [.u'.1poll yf.yovi;;v; E'ltpa9ri Tpla:Koo[QV mujer es»
fJMva-ro yap -roGw -ro Brivap[QV Kal Ef>69TJ b) Jesus replico con una
µupov npa9fivm c'ltavc.J 'ltTQxo"Lc;; parabofa, qrn~ mndujo a un
Briva:plc..w -rpLaKoo[ü>v dialogo con el anfitrion.
Ka:l f>o9fivm ·ro\:c; 'lt'l:(o)- c) Jesus se dirigio a la
xo"Lc; mujer: d:q>E&'>v-ral oou at
b) Jesus replic6: b) Jesus replicaba: <lµo:pTlCXl
a) äq>ETE o:O-rl'Jv. a) äq>E<; O:UTl'JV d) Los espectadores se pre-
c!POt que la molestais? Es- guntaban: «~Quien es este
ta rouy bien lo que ha he- que perdona pecados?»
c;ho corunigo. e) Jesus dijo a la mujer:
TJ 'ltlOTl<; OOU OEa(o)KEV
01:.' 'ltOpEUW Etc; ElpfJVTJV
ß) 'lt6:v-rOTE yap -rouc;
'T['[(o)xouc; i!:XETE K:r .A.
EµE. BE. oo 'ltav-ro-rE
ifXETE
y) a i!:axev E.'ltolriaEv, (3) i'.va: Elc; -riJv Tjµf.pav
'ltpof.A.a:ßEv µup(om To TOU E.v-raq>LaoµoG µou
o&µ6: µou Etc; -rov TTJPfiotl a:ÖT6
E.v-ra:q>La:oµ6v
PRELUDIO DE LA PASION 173

Mc 14,3-9 Jn 12,1-8 Lc 7,36-50


ö) «En cualquier parte del y) [ wuc; rrrUJxouc;
tambien su buena acci6n». yO:p 'ITÜ:vro-rE EXE1:E
este evangelio se recordara µES' f.o:u-rc7w E.µE OE
mundo donde se pregone oü 'ITÜ:vro-rE EXE1:E l 3

1 Omit. D 248, Sir. pesh. (1 ms.).


2 Omit. D.
3 Omit. D; sirosin. E.µE.. .EXE1:E omit. A, pesh. sir.

A partir de este momento, Juan y Marcos difieren sensiblemente.


En Marcos, la mujer quiebra el vaso y derrama el perfume sobre la
cabeza de Jesus. En Juan, le unge los pies y los seca con sus cabe-
llos. Esto da la impresi6n de una versi6n abreviada de la descrip-
ci6n lucana, segun la cual la mujer le lav6 los pies con sus lagrimas
y luego, no antes, aplic6 el perfume. Los terminos empleados por Juan
aparecen todos en el relato, mas largo, de Lucas: O:A.c.(cpc.v, ·rouc; n6-
öac; aörnO, EKµO:ooav, i:al:c; opLE,lv aui:~<;. A partir de este mo-
mento no hay nada en comun entre Lucas y Juan, quien, despues de
una afirmaci6n que falta en los otros dos (que toda la casa se llen6
de la fragancia del perfume), vuelve a establecer contacto con el relato
marcano. Mientras Marcos dice que «algunas personas» (nvE.c;) se in-
dignaron por la acci6n de la mujer, si bien solo en un «aparte» (npoc;
Eaui:ouc;), Juan dice que el que expres6 su desaprobaci6n fue Judas
Isca:riote. Pero el comentario de Juan da la impresi6n de ser una abre-
viaci6n del de Marcos, ya que todas sus palabras, incluso la valoraci6ri
del perfume en 300 denarios, reaparecen en la forma marcana algo
mas larga.
En Marcos, Jesus replica a la crl'.tica con cuatro aforismos: a) una
defensa de la acci6n de la. mujer; b) una maxima que la justifica;
c) una interpretaci6n de la acci6n; d) una declaraci6n de que donde-
quiera que se proclame el evangelio se recordara con admiraci6n la ac~
ci6n de la mujer. EI ultimo no aparece en Juan bajo ninguna forma;
es· probable que no forma:ra parte de la tradici6n que lleg6 hasta Mar-
cos, sino que fuera afiadido por este quiza para explicar por que la
historia esta incluida en el relato de la pasi6n. EI primero y el tercer
aforismo aparecen en Juan formando un unico dicho, pero estan for-
mulados de una forma sustancialmente distinta, como enseguida vere-
mos. EI segundo aforismo aparece en la mayor parte de los mss. de
Juan al final del dialogo.
Mc Jn (T.R.)
'ITavro-rE yO:p Touc; rrrUJxouc; EXE-rE -rouc; rrtUJxouc; yap Tiavro-rE EXELE
µES' EO:UTWV µES' f.au-r&Jv
Ko:l · ö-ro:v SO„T]TS f>6vo:oSE au-rote; EO
'ITOL~OaL
E.µE OE ou 'ITÜ:VT01:E EXELE
174 EL MINISTERIO PUBLICO

La frase falta, sin embargo, en el Codex Bezae y en el siro-sinaitico, y


su segunda parte, E[lE OE ... EXE'l:E, falta en el tardfo uncial /\ y en
la Peshitta. Se insinua de nuevo la posibilidad de que haya tenido lu-
gar alguna asimilacion y de que el segundo aforismo de Marcos no
formara parte del texto original de Juan. En favor de esta opinion
podemos hacer notar: 1) que la combinacion del Codex Bezae y del
siro-sinaitico conserva con frecuencia una forma muy antigua del texto;
2) que las palabras adicionales coinciden en gran parte con el texto
de Mateo, al omitir la expresion marcana Kal Ö'rav 8{A:rp:i:. ouvaoei:.
au-ro'Lc: EO TCOL~OaL, omitida tambien por Mateo; 3) que los plu-
rales EXE'l:E, Eau-rC0v, se acoplan al plural mateano (y marcano)
ä:cpi::-ri:., pero no al singular joaneo ä:cpi:.c:; y 4) que las palabras han sido
afiadidas al final, con una conexion logica no muy clara, en vez de
constituir un paso organico en el razonamiento, como ocurre en Mar-
cos y Mateo. No hay nada conclusivo en estos argumentos, pero en
conjunto, considerando la fuerte tendencia a la asimilacion en nues-
tros mss., parecen constituir una cierta probabilidad de que el aforismo
sobre los pobres no formaba parte del texto original de Juan, en el
cual la respuesta de Jesus consistfa solo en una frase: la relativa a guar-
dar el perfume para el dfa de la sepultura. El texto de Juan no es
totalmente claro en este punto, pero; en cualquier caso, reproduce el
acpni:. au-r~v de Marcos (14,6) convirtiendolo en un singular, como
requiere el texto de Juan, y repite tambien la palabra aislada EV"racpLCX0-
µ6v. Tendremos que examinar en seguida esta frase con mas detalle.
A primera vista parece claro que Juan depende de Marcos como
fuente documenta!, pero no es tan claro como parece, ya que no, es
de ningun modo seguro que los dos evangelios coincidan en el afol!is-
mo sobre los pobres ni en la extrafia palabra monK~C:. Con todo, a
partir de estas coincidencias inciertas, se dan semejanzas importantes
de lenguaje, especialmente en la formulacion de la objecion y en · la
reminiscencia del ä:cpi:.-ri:. au-r~v y del EV1:acpLaoµ6v marcanos; la
semejanza afecta incluso al detalle y no se detiene en una afinidad ge-
neral de esquema.
Adoptemos, pues, provisionalmente la hipotesis de que Juan de-
pende aqui de Marcos. (Corno explicaremos entonces las diferencias
no despreciables que existen entre ellos? Es verdad que algunas de
ellas apenas plantean ningun problema: la cantidad de abreviaciones
en algunos puntos y ampliaciones en otros no excede la medida de lo
que suele ocurrir en pasajes en que la dependencia literaria se con-
sidera cierta (por ejemplo, entre Marcos y Mateo ). La atribucion de
nombres a personajes anonimos es un rasgo frecuente en versiones
secundarias de relatos, aunque es de notar que, si bien se han introdu-
cido los nombres de Maria y de Judas, se ha suprimido el de Simon.
En nuestra hipotesis provisional, podemos explicar los nombres de Ma-
ria y Judas, asf como los de Lazaro y Marta, como desarrollos legen-
darios o bien como debidos a una mejor informacion; pero, podemos
hacer notar que, si el evangelista disponfa de tal informacion, no se ve
PRELUDIO DE LA PASION 175

por que habfa de decidir copiar la obra de un autor peor informado.


De todos modos la hip6tesis comienza a encontrar autenticas dificul-
tades cuando llegamos a la descripci6n de la acci6n de la mujer, que
es, despues de todo, el nucleo de todo el relato. Se pueden aducir ra-
zones de por que Juan habrfa sustituido la acci6n de derramar (K<X"HX-
XEtV) perfume sobre la cabeza por la de ungir (O:A.dipav) los pies;
pero lo extrafio es que aqui, al parecer, reproduce el lenguaje de Lucas
al menos en la misma medida en que reproduce el de Marcos en otros
momentos. Si se afirma que las reminiscencias del lenguaje marcano
prueban la dependencia literaria con respecto a Marcos, se deberia
afirmar tambien que las reminiscencias del lenguaje lucano en este
momento prueban la dependencia literaria con respecto a Lucas. Pero
Lucas esta hablando de una mujer con un pasado deshonroso y todo
el punto del relato depende de la pecaminosidad de su vida pasada,
ahora perdonada. Me resulta muy dificil pensar que Juan, con Lucas
en sus manos (ex hypothesi), aplicara deliberadamente esta descrip-
ci6n a un personaje en cuyo pasado jamas sugiere que hubiere una som-
bra, y la insertase en un relato, derivado de Marcos, cuyo nucleo es
totalmente distinto.
Llegamos ahora al dialogo, en el que hemos observado algunas
semejanzas con Marcos y ninguna con Lucas. EI punto crucial es la
comparaci6n de las dos versiones del aforismo sobre la unci6n del
cuerpo para la sepultura. Marcos dice: rrpotA.o:ßEv µup(om -ro oe0µ6:
µou de; -rov EVTO:<j}Lo:oµ6v. El gesto es una verdadera unci6n para
la sepultura, solo que es «prolepticm>, anticipado. Preguntemonos, pri-
mero, que motivo pudo tener Juan para cambiar esto. Es claro por
el empleo del termino EVTO:<j}Lo:aµ6c; que su intenci6n es asociar de
alguna manera el gesto con la pr6xima muerte y sepultura de Jesus.
Pero segun Juan, el cuerpo de Jesus fue de hecho embalsamado antes
de la sepultura, mientras que segun Marcos la unci6n «proleptica»
fue la unica que tuvo lugar. Esto podria quiza explicar por que Juan
no quiso adoptar las palabras de Marcos. Pero ~con que las sustituy6?
Nuestr11s autoridades no estan de acuerdo, El Textus Receptus, apo-
yado por mss. tan respetables como el Codex Alexandrinus, fam. 1
y fam. 13, dice: äipnE o:ÖT~v· EL<; T~V ~µtpo:v wG EVTO:<j)Lo:aµoG
µou TET~PYJKEV o:ö-r6. Contra esto, B. D. y algunos otros unciales,
apoyados por la mayorfa de los mss. de la Vetus Latina y algunas otras
versiones, ofrecen 1a lectura: CX<j}E<; o:ÖT~V 1'.vo: EL<; T~V ~µtpo:v -roG
EVTO:<j}Lo:oµoG µou TY]p~on o:ö-c6 26 • El Textus Receptus da tin sentido
claro: «Dejala; lo ha guardado para el dia de mi sepultura». La res-
26 La lectura del Sirb-sinaitico, sbwq lh ntr', es traducida por Burkitt
(Evangelion Da-Mepharreshe, ad loc.) «dejala que lo guarde», por Merx (Die
Vier Kanonischen Evangelien, vol. III, ad. loc.) «dejala [que] ella lo guarde»;
pero este ultimo indica que la expresi6n sirfaca podrfa representar igualmente a
aq>E<; a:öi:~v, 1:T]pEL aui:6, es decir, «dejala en paz: lo esta guardando». «Per0>>,
afiade, «.es razonable solo la lectura 1:E1:~pT]J<E, puesto que Marfa ha utilizado
ya el ungüento que habfa conservado hasta ese momento.,., lo que ha derrama-
do no .lo ouede ya guardan>, a lo cual estoy dispuesto a dar mi asentimiento.
176 EL MINISTERIO PUBLJCO

puestit a la pregunta de Judas de por que -no se habia vendido el


perfume en beneficio de los pobres, es que Maria habia guardado el
perfume para usarlo como preparaci6n para la sepultura de Jesus. ·Al
usarlo ahora, seis dias antes del acontecimiento, lo ha aplicado efec-
tivamente para la finalidad a que lo tenia destinado. Esto encajaria
admirablemente en el contexto joaneo, dado el tipo de ironia eniplea-
do habitualmente por este evangelista. Simb6licamente, el dia en que
Maria unge el cuerpo. de Jesus es eI dia de su sepultura.
Sin embargo, si se ha de aplicar la maxima ardua lectio potior, no
hay duda hacia d6nde apunta esta. En efecto, la lectura alternativa es
tan «ardua» que su sentido es bastante oscuro. «Dejala que lo guarde
para el dia de mi sepultura». Este es el sentido aparente. Pero Maria
ha usado ya el perfume y no puede, por tanto, guardarlo para una
ocasi6n futura. La mayoria de los comentaristas dicen que se refiere
al residuo del perfume. Juan no dice, como lo hace Marcos, que Ma-
ria quebr6 el vaso y derram6 el perfume; lo unico que dice es que
lo us6 para ungir los pies; y esto no agotarfa necesariamente una litra
de perfume. Podria quedar lo suficiente para usarlo en otra ocasi6n.
La respuesta, pues, a la pregunta de Judas es que a Maria se le per-
mitira guardar el residuo para el dia de la sepultura de Jesus. Pero la
pregunta; en su forma joanea, dice: «~Por que no se ha vendido ese
perfume y no se ha dado el dinero a los pobres?». De hecho, no se
vendi6 y no es respuesta decir «Dejala que guarde el resto para otra
ocasi6n». Mas aun, eso no es lo que Juan dice. Existe una palabra
griega perfectamente apropiada para designar el «residuo», -eo itEplo-
O'EÜOV, y esta palabra no es extrafia a tmestro evangelista que habla
del «tesidum> de pan despues de la multiplicaci6n llamandolo -ca
1TFrLCTCTFi'><TrrvTrt KAaoµmcx. Pero hoy tncfovfa 11na cfrfic:nltad mas se-
ria. Segiln Juan, el dia de la sepultura de Jesus Nicodemo provey6
no menos de 100 A.ltpO:l de. espedas. EI pequefio tesiduo de la. 'dnka
litra de ,Maria ni se us6 ni foe necesario. Existe, pues, una aparente
incoherencia entre nuestro pasaje, leido en el que parece ser el texto
mejor atestiguado, y Jn 19,39-40. Puedo imaginarme sin dificultad
que el evangelista tomara de alguna foente una afirmaci6n que, aun-
que necesitara ser adaptada a las implicaciones de su relato en otro
lugar, no lo contradice abiertamente, pero me resulta diffcil imaginar
que se saliera de su camino para introducir · tal afirmaci6n a modo de
«Correcci6n» de Marcos. Creo que d uuku mu<lu Je ente11der el pa-
saje en un sentido estrictamente coherente con la clara intenci6n. de
Juan es construyendo TT]p~O'tJ como si fueta i'ETTJf'Y]KUla TI: «D~­
jala que lo. haya conservado». En otras palabras: «Lo ha guardado
para el dia· de mi sepultura; dejala en paz y no te quejes de ~u con-
ducta». Pero serfa una construcci6n bastarite violenta. No puedo, .sin
embargo, dejar de pensar que el escriba o autor que introdujo TET~­
PTJ KEV_ conoda bien la intenci6n del evangelista, a no ser que el
PRELUDIO DE LA PASION 177

T extus Receptus haya conservado por una vez la lectura autentica


coiltra los «mejores» mss. 27 •
Asi, pues, la hip6tesis de que Juan depende aqui directamente de
Marcos, por muy s6lidamente basada que parezca, no es totalmente
satisfactoria como explicaci6n de los hechos. No logra explicar, en
concreto, por que, en un contexto parecido al de Marcos, Juan ha
descrito · 1a acci6n en terminos semejantes a los que emplea Lucas en
un contexto muy diferente. Mas aUn, dicha hip6tesis pretende que
comprendamos, desde la conocida tendencia y punto de vista del cuar-
to evangelista, la sustituci6n de la forma marcana de la respuesta de
Jesus por la forma joanea, y no hemos sido capaces de hacerlo.
Propondre ahora una hip6tesis alternativa, que requerira una dis-
cusi6n preliminar. No es este el Unico pasaje de los evangelios en que
algunos detalles de un relato parecen haber emigrado de una perkopa
a otra. Aducire al respecto dos ejemplos conocidos.
1) Lc 10,25-28, el dialogo con un «jurista» que sirve de intro-
ducci6n a la parabola del buen samaritano. Esta ultima no nos inte-
resa para nuestro cometido. La perkopa comienza con una pregunta
del jurista: «~que tengo que hacer para heredar vida eterna?». La
respuesta se da (por el jurista mismo en respuesta a una pregunta cap-
ciosa) en terminos de los dos mandamientos del amor a Dios y al
pr6jimo. La pregunta parece ser un duplicado de la que plantea un
hombre muy rico en un dialogo marcano (Mc 10,17), y la respuesta un
duplicado de la que aparece en Mc 12,29-30 dirigida a un «escriba»
que propuso una pregunta diferente, a saber: «~Cual es el primer
manda:tniento?». ~Co:tno se han de explicar estos fenomenos? Una
aplicaci6n mecanica de la teorfa de las fuentes documentales dirfa que
Lucas copia la pregunta de Mc 10,17 (copiada ya anteriormente en
su contexto propio) y luego copia la respuesta de Mc 12,29, trasla-
dandola extrafiamente de Jesus a su interlocutor. Esta explicaci6n de
los actos de una persona razonable me parece totalmente increible 28 •
Planteemos ahora el problema desde el principio. Los evangelios nos
hablan de dos preguntas: a) «~Que tengo que hacer para heredar
TI El texto BD podrfa ser aceptable, si se entendiera TilPElV en el sentido
de «conservar en la mente», como crUVt:Y]pe.'i:v (Ev -rft Kcxpf>lc;x) en Lc 2,19.51,
f>lCXTilpe.'lv en Gn 37,11. Atxr:6 podrfa referirse entonces a la acci6n mas bien
que al ungüento. «Maria debe conservar el recuerdo [del ungüento o del uso
que ha hecho de el] para el dfa . en que ella y otros desearfan, pero no po-
dran, ungir el cadaver». Asf, con reservas, D. Daube, The N.T. and Rabbinic
Judaism, 317-320, siguiendo una sugerencia de C.F.D. Moule.
28 EI cuidadoso estudio de la «gran interpolaci6n» lucana, realizado hace
algunos afios por el Oxford Seminar bajo la direcci6n de Sanday, lleg6 a la
conclusi6n de que en toda esta parte del Evangelio no hay ninguna prueba dig-
na de ser tenida en cuenta que demuestre que Lucas dependfa de Marcos para
nada, y su argumento, a mi juicio, no ha sido nunca refutado, al menos en lo
referente a sus conclusiones negativas (d. W. Sanday [ed.], Oxford Studies in
the Synoptic Problem [l911] 29-75). De hecho, pocos cdticos, si hay alguno, de-
fienden hoy dfa en toda su pureza la teorfa de que Lucas depende en este
pasaje directamente de Marcos.
1:2
178 EL MINISTERIO PUBLICO

vida eterna?» y b) «~Cual es el primer mandamiento?». Y nos dan


asimismo dos respuestas: x) que aduce el segundo mandamiento del
decalogo 29 , e y) que combina los dos mandamientos del amor a Dios
y a:l pr6jimo. Marcos tiene dos dialogos sobre estos temas. En el ca-
pitulo 10 combina a y x, en el 12 b e y. Lucas, que sigue simplerrien-
te a Marcos en el primer dialogo y omite el segundo, ofrece en Lc: 10
un dialogo que combina a e y. Mi opini6n es que este tipo de combi-
naci6n cruzada puede ocurrir con mayor facilidad en el curso de la
transmisi6n oral que en la composici6n de fuentes literarias.
2) Mt 9,27-31, la curaci6n de dos ciegos. Este pasaje es en cier-
to sentido un duplicado de Mt 20,29-34, que es tambien un relato
sobre 1a curaci6n de dos ciegos. Pero en todos los demas aspectos,
fuera de la presencia del segundo paciente, corresponde estrechame.nte
al relato marcano de la curaci6n de Bartimeo (10,46-52) y esta firme-
mente establecido en el contexto de ese relato. Apenas se puede dudar
aqui de la dependencia literaria. Pero una teorfa que defendiese que
Mateo copi6 este relato de Marcos en este contexto ( con pequefias
modificaciones) y redact6 a la vez el otro relato de los dos ciegos basan-
dose en la misma fuente, no tendrfa ninguna probabilidad. EI primer
pasaje ( 9 ,27-31) es una pericopa narrativa tipica de forma convencio-
nal, que coincide de hecho mas fielmente con los modelos tradiciona-
les 30 que la pericopa marcana de Bartimeo. Los criticos de las formas
consideran esos modelos como indicadores de la tradici6n oral. Toda
la probabilidad milita en favor de la opini6n que defiende que la peri-
copa de Mt 9,27-31 se form6 independientemente dentro de esa tra-
dici6n.
Podemos ana:lizar el relato de la siguiente manera:
a) dos amigos gritan: 'EA.E.riaov fJµO:~ utE: D.auE(O;
b) Jesus pregunta: nwTEUELE ön ouvaµm TOUTO TIOL~Om; y
ellos responden: Nal KUpLE,
c) toca sus ojos,
d) y dice: Kanx '[~V TILCTTLV uµwv YEVY]8~TC0 uµ'lv,
e) acto seguido se abren sus ojos,
f) Jesus tvc!)pLµ~eri y dice 'OpaTE µY]DEl~ yLvoaKE.Tw.
g) propagan la noticia.
De estos rasgos, a) aparece en el relato marcano de Bartimeo; b) no
tiene paralelo exacto, pero el mismo recurso para obtener la fe apare-
ce en otros relatos, por ejemplo en los relatos marcanos de la hija
de J airo ( 5 ,36) y del nifio epileptico ( 9 ,23) y en el relato joaneo del
hijo de ~aCTL°A.LKO~ (cf. infra, pp. 199-200); c) es un t6pico en relatos
de curaciones y aparece, por ejemplo, en el relato marcano del ciego de
Betsaida (8,22), aunque no en el del ciego Bartimeo, ni en Marcos ni
29 Esta parece ser la intenci6n, aunque la dta de .Mc 10,19 no es comple-
ta. Sin duda, esta no es la ultima respuesta en Marcos, ni tampoco, podriamos
hacer 1lotar, la cita de los dos grandes mandamientos es definitiva en Ll~cas,
30 Prescindiendo del excepcional cambio de escena .en. la mitad del rdat<i~
PRELUDIO DE LA PASION 179

en Mateo; d) vuelve a aparecer en una forma ligeramente diferente,


en Mt 8,13 (el centuri6n), c0c; E'ltLO"t"EUaac; YEVT]0l]"t"C0 aot, pero
no en los otros evangelios, pues Marcos y Lucas prefieren la f6qnu-
la ~ 'ltLITTLc; aou OEOC0KEV OE o semejantes; e) no vuelve a' aparecer
exactamente en la misma forma en otros relatos de curaciones de cie-
gos, pero es una alternativa natural de ä:vaßA.E.TIELV para desqib~r la.
recuperaci6n de la vista (cf. Mt 20,33 y Jn 9,26); f) vuelve a aparecer
en Mc 1,43-44 (el leproso), donde la coincidencia en el len,guaje 'es
sorprendente: E.µßpLµT]a6:µe.voc; au-r0. „ AEYEL au-r0 „Opa µT]~
oe.vl µT]OEV e.i'.'ltnc;; g) vuelve a aparecer tambien en Mc 1,4,5, donde
se emplea de nuevo el verbo ,füacpT]µ(se.Lv. ,.
Observamos aquf la combinaci6n de detalles o rasgos de relaio 'que
en otras partes aparecen en otras combinaciones. La mas sorprendente
es la combinaci6n del grito de ayuda: E.A.E.rioov ui.E. ßauE.(o, que apa-
rece en el relato marcano de Bartimeo, con la E.µfjp(µT]atc; y la malo-
grada prohibici6n de publicidad, que aparece en el relato marcano. del
leproso. Un modo de explicar estos fen6menos setfa decir que 'Mateo
copi6 E.A.E.iJaov ui. E.ßauE.lo de Mc 10,47 y la prohibici6n, con E.µ-
ßpLµO:a9m y Ölacpriµ(C::e.rv, de Mc 1,43-45 (y, sin duda, fos demas
detalles de este, aquel o el otro. pasaje de Marcos). Pero es, ciertameri-
te, inas plausible la hip6tesis de que las diversas combinaciones de
detalles ocurrieron en el estadio ora!l, antes de que la perkopa alcari-
zase la forma relativamente definitiva en que fue escrita. ,
Los ejemplos aducidos pueden ser suficientes. Creo que 'estamos
a:bocados a concebir el proceso de tradici6n oral y · su puesta por 'es-
crito mas o menos de la siguiente manera. Las unidades de tradid6n
que han sido idcntificadas y dcscritas por los crfricos formales se for~
maron -seglin opinan los mismos crfticos'-- en respuesta a las nece-
sidades · de diversas actividades de la Iglesia primitiva, comö las
misiones entre infieles, la instruccion de los conversos y el cuhci de la
comunidad. Pero los materiales de que estaban ccin:ipuestas · existfan
ya, a la manera de un dep6sito inarticulado de recuerdos y reminis"
cencias de las palabras y hechos de Jesus (mezclados, quiza, con las
reflexiones e interpretaciones de sus seguidores) 31 • Fue a partit de
esta tradici6n informe o fluida como cristalizaron las unidades de' re-
lato o ensefianza en las formas que conocemos. En un estadio temprac
no, informe, debemos pensar no en relatos bien distintos, con sus·
rasgos individuales claramente delimitados, como los tenemos en los
evangelios, sino en una mllltitud de rasgos y expresiones recordadas,
con frecuencia separadas y sin contexto, pero con una gran abundan-
cia: de caracterizaci6n. Se recordaba, pot ejemplo (para volver a los
casos que he aducido), que los suplicantes se dirigfan a Jesus con •los
tetminos sorprendentes y quiza comprometedores de E.A.E.riaov ulE.
.ßaue.(ö, que en algunas ocasiones Jesus prohibi6 «severamente» (E.µ-
· 31 Especialmente, reflexiones e interpretaciones provocadas ·por el estudio ·
de. las .escrituras del Antiguo Testamente en su relaci6n con el , ministerio .de
Jesus y, en. particular, con su pasi6n.
180 EL MINISTERIO PUBLICO

{3pLµl']crcq.1Evoc;) a sus pacientes que le hicieran publicidad, que ie


plantearon preguntas como «~cual es el primer mandamiento?» y
«~que tengo que hacer para heredar vida eterna?», y que remitfa a
los que le preguntaban a los mandamientos del decalogo, acentuando
a la vez especialmente los dos mandamientös del amor a Dios y al
pr6jimo. Pero las ocasiones precisas con que estaban asociados estos
rasgos del ministerio publico no eran quiza recordadas siempre, o eran
recordadas diferentemente por diferentes testigo.s; porque la asocia-
ci6n de ideas es un proceso muy personal y con frecuencia afecta a
nuestro recuerdo de los acontecimientos.
Volvamos de esta larga disgresi6n al pasaje del cuarto Evangelio
del que partimos; ofrecere ahora una hip6tesis alternativa para expli-
car los fen6menos de estos tres relatos de unci6n, a saber, que las
variantes surgieron en el curso de la transmisi6n oral y que las combi-
naciones entrecruzadas de diversos rasgos y detalles son incidentales
en el proceso de formar unidades individuales de relato a partir de la
tradici6n primitiva informe. Seglin esta hip6tesis, cada evangelista uti-
liz6 independientemente una forma separada de tradici6n y estas for-
mas coincidlan en parte. En el proceso de incorporar la unidad de tra-
·dici6n en una composici6n escrita, cada evangelista aport6 sin duda
:algo de su propia cosecha, pero la sustancia de la perkopa en cada
una de ·sus tres formas es tradicional.
BI problema no queda totalmente aclarado, pero en mi opini6n
esta hip6tf"sis ~xplka mejor los hechos y deja menos dificultades sin
resolver que la hip6tesis de la dependencia literaria de Juan con res-
pecto a Marcus u Lucus o 11 los do11.
EI tema central es el de un acto de homenaje tributado a Jesus
por nna mujer (cuya identidad era probablemente desconocida a la
comunidad primitiva y ha sido suplida por nuestro evangelista). Una
furmu Je la tradid6n describfa cstc acto r.omo 11n11 ncdon de lavar y
ungir los pies, otra como la acci6n de derramar perfume sobre la ca-
beza. Asociada con este acto estaba la aceptaci6n por parte de Jesus
(contra las crfticas). En una forma, lo acepta como preparaci6n anti-
cipatoria o simb6lica de su cuerpo para la sepultura, en otra simple-
mente como expresi6n de un amor basado en la gratitud por muchos ·
pecados perdonados. En este momento la forma de tradici6n seguida
por Lucus se entremezcla con otro tema: el del fariseo y el pecador
--que en otras formas aparece en otros pasajes de los evangelio8-'-- y
se elabora el relato para poner de relieve este tema, presentando la
acci6n de la mujer en sus tres estadios: el lavatorio, el beso y la un-
ci6n, como compensaci6n sublimada de tres actos de cortesfa debidos
a un huesped ilustre que han sido omitidos por el orgulloso fariseo.
En Juan, el acto esta. descrito esencialmente como en Lucas, pero con
sencillez y sin la misma intencionada elaboraci6n. En Marcos no se
emplea el verbo <mngir» ( a:A.EL<J>ELV), pero la acci6n de la mujer esta
descrita en unos terminos que parecen insinuar la unci6n ritual de
reyes y sacerdotes; cf. 1 Sm 10,l (de Saul): Kat ~A.aßEv ~aµouY)A.
PRELUDIO DE LA PASION 181

TOV cpaKOV TOU E.A.a(ou Kal ETIEXE.EV ETIL T~V Kc:cpaA.~v au-roG, y
de modo parecido 2 Re 9,6 (de Jehu), Ex 29,7 (de Aar6n) 32 • Si
hay en el contexto una insinuaci6n de este tipo, serfa inherente a esta
forma de tradici6n, ya que Marcos no parece ser consciente de ella ni
es probable que la hubiera introducido. En Juan no hay ninglin indi-
cio de tal insinuaci6n, lo cual contradice, en cierto sentido, la teorfa
de que Juan conoda la forma marcana del relato, ya que la idea de
una unci6n, real o sacerdotal, que es a la vez un embalsamamiento de
un difunto, estarfa en consonancia con su concepci6n del rey mesiani-
co cuyo trono es una cruz.
32 El termino propio para expresar esta unci6n es xpkLV, no d:A.Et<J>EtV,
y Marcos es, por tanto, coherente al evitar este segundo termino y emplear
KCCl"CX)(ELV, que es una variante del ETrLXELV asociado con XPlEtV en los tres
pasajes citados.
2. RELATOS DE CURACIONES

Las curaciones de Jesus, que ocupan un lugar tan amplio en d


relato sin6ptico y que tienen tambien su puesto en el resumen tradi-
cional del ministerio en el kerygma de. Heb 10,38, estan debilro~nte
representadas en el cuarto Evangelio. Tres milagros de curaciones, en
Cana, en Bezata y en Siloe, han sido seleccionados por el · evangelista
en raz6n del uso que puede hacer de ellos en la exposici6n de su teo-
logfa. A estos se puede aiiadir el relato de la resurrecci6n de Lazaro,
pero este, si bien tiene claras afinidades con los mi'lagros de curacio-
nes en general, requiere un tratamiento especial. Todos estan 'presen-
tados como OT]µEi:cx 1, es decir, acciones que significan o. simbolizan
verdades doctrinales profundas. Pero esto no responde la pregunta
de si el · evangelista los compuso con esta finalidad o si los tom6 de
los sin6pticos o de otra fuente tradicional. Esta es la pregunta que
debemos tratar de responder ahora.

a) La curaci6n en Bezata (]n 5,1-9)

EI modelo o forma gcncral dcl relato de Bezata, como el de diver-


sas peri'.copas de los evangelios sin6pticos (cf. Cuadro 4), esta deter-
minado por un rasgo comiln a todos ellos: que Jesus actua por inicia-
tiva propia, sin que sea requerido a hacerlo ni por el paciente ni por
sus amigos. La perkopa joanea no se conforma exactamente a ninguna
de las otras, ni estas son identicas entre sf en todos sus puntos, pero
la semejanza general es inconfundible e invita a una comparaci6n de-
tallada.
Si prescindimos por el momento de la puesta en escena (que es
mas elaborada en Juan que en los otros), observamos que todas co-
mienzan con una introducci6n del enfermo y alguna indicaci6n de sus
sintomas o de las circunstancias. En Juan, la naturaleza de la enfer-
medad queda vaga, pero se hace notar su duraci6n. El paciente habfa
estado enfermo treinta y ocho afios, lo mismo que en Lc 13,16 el'
enfermo habfa estado paraHtico dieciocho afios, y lo mismo que de
nuevo, en Mc 5,25 el paciente habfa sufrido doce afios. Sigue un
breve dialogo entre Jesus y su paciente, que prepara el camino a la
palabra de curaci6n. En los casos de hidropesfa y de la mano seca, se

1 El primero y el tercero explkitamente (4,54; 9,16), y es evidente que


la curaci6n de Bezata tiene la misma intenci6n.
Cuadro 4. Relatos de curaciones, Grupo I
Esquema fundamental: 1) La escena, 2) eJ enfermo.y su situaci6n; 3) intervenci6n _de Je.sus, que q1Jmina en una
declaraci6n y/d en una acci6n eurativa, 4) c\lra_ci6n, 5) dectcis (no siempre dentrö de Ja. pericopa).
A. La mujer encorvada B. El hfjo de Ja viuda de C. Curaci6n en Bezata 1 D. La mano seca E. La hidropesfa
Lc 13,10-17) Nain (Lc 7,11-17) (Jn 5,1:8) (Mc 3,1-6) (Lc 14,1-6)

1 Estaba ensefiando en la Entr6 en Nafn, acompa- Habfa una fiesta en Jeru~ Fue a la sinagoga Fue a cenar con un fa-
sinagoga un sabado fiado por discipulos y .salen y Jesus fue a ella. riseo un sabado
otros [Topograffa de Bezata:
concurrencia de invali- (Lo observaban)
dos en la piscina]
2 Kcxl lOou yuv~ TIVEOµa Kcxl loou EE,EKoµU:~E1:0 i'jv OE -rLc; O:vSpwnoc; Ko:t J'\V EKEL O:vSpwnoc; Kcxl toou O:v8pwn6c; nc;
EXOUOCX acrSEVEicxc; 'tESVY'\ KWc; (hijo unico EKEL A,Yj' E'tl'j EXWV EV EE,YjpcxµµEVYjV EXWV i'jv uopwmK6c;
( 18 afios enferma y de una viuda) -rft aaSEVEL<;X O:U'tOU 't~V XELpcx
encorvada.) (asistfa una multitud)
(Observaban para ver si
curarfa en sabado)
3 towv 5,s_ cxu-r11v 6 'I 11- rnwv cxu-r11v 6 KupLoc; -roO-rov lowv 6 'I 11aoOc;
ooOc; Tip00Ecpwv110Ev EonA.cxyxvioS11 KCX'tCXKELµEVOV (y ente-
rados de que estaba asi
desde hada mucho tiem-
Dijo: M~ KACXLE . po) dijo: 80„rn; öyn'Jc; Jesus dijo: "EyELpE Elc;
-ro µfoov
(y detuvo el entierro to- yEvfoSm
cando el ataud) (EI enfermo responde
evasivamente) (Jesus· dijo: "EE,rnnv (Jesus dijo: "EE,rnnv -rc;;i
'tOl<; aaßß·o;OLV aycx. acxßß6:-rcp 8Epo:TIEU-
Sov noLftom K.-r.A..; OCXL; Los que critica-
Los que cri ticaban se ban se callaron)
callaron)
Jesus dijo: 'AnoMA.uam Jesus dijo: Necxv(oKe, Jesus dijo: "EyELpE, Jesus dijo: "EK'tELVOV 1
-rftc; acrSEvElcxc; aou aol A.Eyw, EyEp8'Yj'tl dpov 't~V Kp6:ß~a:t6V 't~V XElPCX
KCXL ETIE811 KEV cxu-rft aou KCXl TIEplTICX'tEL EmAo:ß6µEvoc; tcxocx-ro
-rac; XELpcxc; CXU'tOV KCXL cX'rtEAUOEV
4 ncxpcxxpftµcx avwpSwS11 KCXL cXVEK6:8LOE\I 6 VE- Kcxl EÖ8Ewc; EYEVE'to KCXL EE,{'tELVEV KCXL cXTIE-
Kcxl E56E,cxaEv -rov Kpoc; Kcxl JipE,a-ro uyL~c; 6 avSpwnoc; ... KCX'tEO'tcXSYj i') XElp
8EOV ACXAELV K.'t.A. Era sabado CXU'tOU
(El apxLouv6:ywyoc; cri· (La gente alab6 a Dios y (Los judios cri ticaron a
tic6; Jesus replic6; la se divulg6 Ja noticia) Jesus; sigui6 una con- (Se prepar6 un plan con- (Jesus afiadi6 un argu-
gen te se alegr6) troversia) tra Ja vida de Jesus) mento concluyente)
184 EL MINISTERIO PUBLICO

prepara el camino con una pregunta dirigida a los criticos, cuyo silen-
cio representa una respuesta implfcita. En el caso del hijo de la viuda
de Nafn, Jesus se dirige primero a la madre con unas palabras que
tienen por finalidad, no solo consolar, sino tambien despertar la fe y
la esperanza, µ~ KA.a"LE, y luego toca el feretro, haciendo asi que se
detengan sus portadores y despertando, de nuevo, la esperanza antes
de que se pronuncie la palabra vivificadora. De modo parecido, en el
caso de 1a mano seca la orden, EYELPE EL<; TO µE.crov, tiene por fina-
lidad, no solo llamar la atencion de los criticos, sino tambien desper-
tar 1a esperanza en el enfermo. En nuestra pedcopa de Bezata, 1a alo-
cucion a1 enfermo es mas exigente: 0E.A.Et<; üyt~<; yevE.cr0at; «~Tie­
nes de verdad deseos de alcanzar la salud?». La respuesta del hombre
es una debil excusa 2 , que muestra que su deseo de curacion no es
fuerte. En vista de esto, fa orden siguiente, «Levantate, coge tu cami-
lla y anda», tiene el matiz de una invitacion ulterior a la debil volun-
tad del paciente y de una peticion de cooperacion en la curacion. Esto
aclara, a su vez, el relato de la mano seca, donde la orden, EKTElVOV
T~V XEi:pa, puede entenderse como una peticion analoga para que
el paciente coopere y como un examen de su voluntad de curadon.
Asi tambien en el relato marcano del paralitico, donde la palabra de
curacion es una orden semejante en sus terminos a la de la per!copa
joanea: EYEtpE apov TOV Kp6:ß~a-r6v crou Kd:l ö-n:ayE 3 EL<; TOV
OlKOV crou (Mc 2,11 ).
Se supone con frecuencia que esto es una prueba de que Juan de-
pende de Marcos, lo cual no parece, sin embargo, una conclusion ne-
ci.:saria 4 • Eu las fuuuas mas u 111t!UUS t!Sll!1'l!UÜ1Jadas l!U 4uc l!SLOS re-
latos llegaron hasta los evangelistas, cada caso tenfa su formula apro-
t>iada de curacion. Asi, en el caso de un sordomudo la palabra es
ecpcpo;66; 5, en e1 <le un leprosn ima nr<len <le presentarse a los sacer-
ootes, con o sin la paJabra Ka9ap(00r]TL 6 . F.n los casos fle posesinn,
2 liay m1a nota simultanea de qucja y de autocxculpaci611,", cuyo tono es
un tanto semejante a la petici6n del leproso en Pap. Egerton 2.
3 Mateo (9,5) y Lucas (5,23) emplean la primera vez TCEpLTCCrrEl, como en
Juan, y algunos mss. han introducido esta forma en el lugar correspondiente
de Marcos por asimilaci6n; todos los sin6pticos usan ün:a:yE la segunda vez.
Si Juan tom6 dpov -rov Kpaßcrrr6v aou de Marcos, ,:tom6, en cambio, TCE-
pLn:CcrEl de Mateo o Lucas? No es probable que cambiara ÜTC6:yElv, si tal pa-
labra estaba ante €!, ya que usa este verbo mas frecuentemente que ningiln otro
evangelista.
4 El que los dos hayan usado el termino Kp6:ßCXTicx; significa solamente
que el vocabulario de los primeros cristianos de lengua griega era el de la
koine hablada. No conocfa la norma de Phrynichus: aKfµn:ou<; A.EyE &AA.a
µT] Kp6:ßCXTio<;. Mateo y Lucas, que tenfan modestas aspiraciones literarias,
tienden a sustituir el termino por KAlVT] o KALvff>Lov (aunque Lucas ha dejado
pasar Kp6:ßcrrrcx; en Hch 5,15; 9,33). En otras palabras, lo que hay que ex-
plicar no es por que Marcos y Juan coinciden en el enipleo del termino natu-
ral Kp6:(3a:Tio<;, sino por que Mateo y Lucas lo evitan.
5 Mc 7,34.
6 Mc 1,41.44; Lc 17,14; Pap. Egerton 2.
RELATOS DE CURACIONES 185

la palabra Ef,EA0E es esencial 7 • Cuando se subraya la iniciativa del


paciente, la f6rmula fJ 'lttanc; aou OEOU>KEV OE, o semejantes 8, es
apropiada. Segiln este principio, la f6rmula evidentemente apropiada
en el caso de enfermos que deben permanecer en cama con paralisis
total o parcial es la que encontramos en el relato marcano del paraH-
tico. y en el joaneo de la curaci6n en Bezata, y la podemos considera:r
con cierta probabilidad como parte integrante de la tradici6n, sin ne-
cesidad de suponer dependencia por ninguna de las partes.
El dialogo entre el que cura y el enfermo merece ulterior con-
sideraci6n. Estos breves dialogos estan con frecuencia insertados en
relatos de curaciones de diversos tipos con el fin de poner de relieve
ciertos aspectos de las condiciones en las que, o por medio de las
que, se realiza la curaci6n. Se suele preguntar en ellos sobre el poder
del que cura y sobre su voluntad de curar. Asi, el leproso dice ECxV
8€A.nc; 56vaam (Mc 1,40), el padre del nifio epileptico dice Ei'. n
56vn ßoiJ0riaov (Mc 9,22), y en cada caso el curso del relato no
permite dudar al lectot de que tanto el poder como la voluntad estan
presentes. Pero se pregunta tambien sobre el deseo de curaci6n del
propio enfermo. Los sin6pticos no formulan expHcitamente la pregun-
ta, si bien, como hemos visto, la petici6n de cooperaci6n impHcita en
las 6rdenes, EK'l"Etvov TYJV XEtpa:, dpov -rov Kp6::ßa:nov, '1tOpEu-
0€v-rE<; Emf>E(f,a:-rE E.a:u-rouc; -rote; i.EpEÜatv, equivale a un examen
de la disposici6n del enfermo. EI deseo de curaci6n esta, de hecho,
incluido en lo que se quiere decir por 'lt(anc; 9 • La «fe» de la ·hemo-
rroisa (Mc 5,34 ), de Bartimeo (Mc 10,52), de los amigos del paraH-
tico en el 1-elato matca11u (Mc 2,5) y <le la madre cananea en Mateo
(15,28), se manifiesta en la firme determinaci6n con que piden la cu-
raci6n, sea por ellos mismos sea por medio de sus representantes 10•
Por tanto, la pregnnta: «(Dr:sr:as sf'r r11r11rlo?», f'stil implkita en estos
relatos. Juun In explicita.
La conclusi6n del relato sigue el esquema comun. EI enfermo es
curado y sus acciones no dejan duda sobre la realidad· de la curaci6n.
1 Mc 1,25; 5,8; 9,25.
s Mc 5,34; 10,52; Lc 17,19; Mt 9,29; 8,13.
9 s~ ha de examinar hasta que punto la palabra n:[onc; tiene en los smop-
ticos algo del signifieado del termino hebreö iilioK, del que es en los LXX
el equivalente regular. mioK significa primariamente firmeza, solidez, constan-
cia, y esta cualidad se manifiesta ciertamente en las personas mencionadas aquf
como ejemplo de rr(onc;.
lO Es instructivo el dial.ogo con el padre del nifio epileptico. Este comien-
za preguntando por el poder curativo de Jesus, quien devuelve habilmente la
pregunta al padre, ya que mxvra: Buvcx-ra TCfl itlOTE6ovrL quiere ser -y asf
lo entiende el padre-- un reto a su fe. El padre responde: .m01:E6cu, ßof10EL
µou -rft chctOT(Q:. EI f.X>ii19EL es ahora una petici6n, no directamente de una
manifestaci6n del poder curativo de Jesus, sino de un fortalecimiento de la pro-
pia fe. En la perfcopa de Bezata, lo . que Jesus hace fundainentalmente por
el hombre es despertar su fe entendida como voluntad de curaci6n. No hay
contacto directo entre los dos relatos, pero los dos evangelistas estan hablando
de lo mismo, un tema intrfnseco a la tradici6n en sus diversas formaS.
186 EL MINISTERIO PUBLICO

En este momento se nos dice que el incidente tuvo lugar en ·sabado


y esto conduce a una discusi6n que, seglin el estilo joaneo, culmina en
un mon6logo sobre un tema teol6gico. El dialogo esta conectadö un
tanto · artificialmente con el milagro por medio de la pregunta sobre la
observancia sabatica que este ha suscitado 11 • La artificialidad es un
motivo seriö para creer que Juan no compuso el relato libremente
como introducci6n al dialogo; si 1o hubiera hecho, podrfamos esperar
algo que sugiriera mas naturalmente el tema principal. Es muchö mas
probable que el evangelista utilizara material tradicional y 1o pusiera
al servieio de su finalidad lo mejor que pudo.
En tres de los otros relatos de curaciones pertenecientes a este gru-
po, una curaci6n en sabado suscita una controversia. En los casos de
hidrope!'fa y de la mano seca, toma la forma de un breve dialogo 12
insertado en el relato de la curaci6n y que corresponde formalmente al
dialogö en.tre Jesus y el enfermo en la perkopa de Bezata. En. el caso
de lif mujer paralltica, '1a cutaci6n esta completa y la controversia si-
gue, si bien · en Lucas el hecho de que el dfa era sabado ha sido ya
ihdicado, comö no ocurte en Juan. Existe ademas la ulterior seriiejanza
de que en la perkopa lucana, al igual que en la joanea, la controversia
esta introducida por una alocuci6n de las au):otidades judfas al enfermo
(en Juan) o a los espectadores (en Lucas). Pero la semejanza es super-
ficial. Es· posible que nos encoritretnos aquf ante un e)emplo de defalles
«errantes», en la tradici6n oral (un fen6meno sobre el que he llamado
ya la atend6n) _13 , aunq~e no deja de ser posible (y quiza probable)
que el evangelisfa haya afiadido en este momento Ull detalle (eh Sl
mismo .tradicional) a un relato que lleg6 hasta el sin dicho det~lle y
que haya proporcio11aJo asf una concxi6n artificial con la discusion
teol6gica. que. habrfa pretendido introducir.
Asf, pues, todo d relato, desde la' introducci6n del enfe:t:mo .en el
v. 5 hasta el establecimiento de la realidad de la curaci6n en el v. 9
(con o sin 1a nota 4ue:: sigue: ~v f>c a6:ßßa-rov 6v EKELVTI i:ft fil1Ep<f),
se mueve totalmente dentro del ambiente de relatos tradicionales de
curaciones, como los conocemos ampliamente por los sin6ptic;:os. Sin
embargo, no imita simplemente formas sin6pticas, sino que las des-
arrolla .de un modo personal 14 • En. partic;:ular, el dialogo esta fntima-
mente relacionado con temas intrfnsecos a la tradici6n de relatos de
curaciones y complementa el tratamiento que de dichos temas hacen
los sin6ptiCos, explicitando un punto que estos solo insinuan.
11 .etInterpretaci6n, 320-321 . .
12 Es un dialogo en su intenci6n; los crfricos no dicen nada, pero, su si-
lencio es elocuente, un rasgo que aparece en otros pasajes de forma dial6gica:
Mc 9,34; :Mt 22,46. El efecto .es el mismo cuando los interlocutores respond~n
«no sabenios» (Mc 11,33).
13 Cf. supra, pp. 177.-181. .
14 ,Buhmann es de la misma opini6n, ad loc.: «un relato de milagro y,
mas concretamente,. un ..relato de curaci6n, en el que muchos rasgos · .hacen
pensar en los relatos sin6pticos de curaciones, pero que no procede de, fa, tra-
dici6n sin6ptica».
RELATOS DE CURACIONES 187

Queda por considerar el primer estadio del relato en el que se


describe la escena. Es excepcionalmente largo y elaborado; iriduso des-
pues de corregir el texto con la omisi6n de los vv. 3b-4 del Textus
Receptus, que faltan en casi todas nuestras mejores autoridades y son
considerados universalmente como una glosa interpolada. Si tras el
v. 1 leemos inmediatamente el v. 5, encontramos un paralelo bastante
pr6Ximo de las introducciones a los relatos de la mano seca y de la
mujer paralltica, asf como a otros diversos relatos de curaciones: «Des-
pues de esto habfa una fiesta judfa y Jesus subi6 a Jerusalen; habfa
allf un hombre que llevaba treinta y ocho afios invalido». Sin embargo,
se necesita algo mas para que e1 lector entienda el dialogo entre' Jesus
y el enfermo. EI lector debe saber, al menos, que la escena se situa
al borde de una piscina o estanque (KoAuµß~Spa:), en la que ,el pa-
ciente se ha de sumergir, y que habfa un numero suficiente de irivali-
dos buscando la curaci6n como · para que se diera una lucha por los
puestos (v. 7) 15 • La excusa, «no tengo · a nadie que me meta en la
piscina cuando se mueve el agua y para cuando llego yo, otro se me
ha adelantado», esta tan fntimarriente relacionada con el motivo central
del. relato (fe como voluntad de curaci6n) que no podfa ser omitida
sin perturbar el nucleö de la narraci6n. Parece, pues, que algo, seme-
jante a los vv. 2-3a constituy6 desde el principio parte integratite .del
relato. Incluso los sin6pticos introducen a veces uria perkopa · con
mayor riqueza de detalles que lo habitual, cuando lo requiere el des-
arrollo del relato. Asf, la narraci6n marcana del paralfrico esta intro-
ducida no solo por la afirmaci6n de que Jesus entr6 en Cafarnailn y
de que su vuelta fue advertida por muchos, sino tambien por una
descripci6n de la multitud que llenaba la casa donde estaba Jesus
(Mc 2,1-2), descripci6n que es necesaria para comprender las drasticas
medidas adoptadas por 'los amigos del enfermo, las cuales, a su vez,
confieren un sentido especial a las palabras: «Jesus, ·viendo su fe,
dijo. „ ». De nuevo, el relato lucano de los diez leprosos fiene una
introducci6n topografica excepcionalmente detallada: · «Yendo camino
de Jerusalen, atraves6 entre Samarfa y Galilea y cuando iba a en-
tfar en un pueblo, virueron hacia el diez leprosos» (Lc 17,11-12). Esta
informaci6n ayuda al lector a entender c6mo pudo ocurrir que el grupo
de leprosos fuera en parte ji.Idfo y en parte samaritano; en las fronte-
ras de Samarfa esta · mezcla era mas probable que en cualquier otro
sitio.
No es, pues, ins6lit9 que Juan haya introducido este relatö con
la afirmaci6n de que habfa una piscina rodeada de invalidos que espe-
raban su turno para sumergirse en las aguas curativas, ni hay tampoco
gran dificultad en suponer que este material formara parte de la tra-
dici6n que lleg6 hasta el evangelista. Lo que. sf es diferente, de las
formas de relatos tradicionales que nos son .conocidas por los sin6p:.
15 No es absolutamente necesario que el lector sepa que ·Ia piscina se ali-
mentaba de una fuente intermitente, aunque el. glosista crey6 que sf lo era; .es
un detalle que se podrfa inferir del mismo dialogo. · ·
188 EL MINISTERIO PUBLICO

ticos es la detallada informaci6n topografica que nos comunica en un


estilo casi equivalente al de una gufa: «Hay en Jerusalen, junto a la
Puerta de los Rebaiios, una piscina que los hebreos llaman Bezata 16,
que tiene cinco p6rticos». Algunos autores hau mantenido que el
evangelista invent6 los cinco cnoa( como sfmbolo de los cinco libros
de la Tora. Es posible que su intenci6n fuera hacer de los o-roa(
un simbolo, pero tenemos ahora pruebas que le absuelven de la nece-
sidad de inventarlas 17 • Excavaciones recientes en Jerusalen hau reve-
lado la existencia de una piscina en la cercanfa requerida por el texto,
con restos de una estructura que los excavadores interpretan como
los cimientos de unos p6rticos que rodeaban la piscina y atravesaban
por la mi tad (4 + 1 = 5), dividiendola en una piscina superior y otra
inferior 18 • Dado que es improbable que estas estructuras escaparan a
la destrucci6n en el saqueo de '1a ciudad del afio 70 d.C., parece que
su conocimiento lleg6 al evangelista por tradici6n, a no ser que este
conociera bien la ciudad antes de la catastrofe. Debemos hacer notar,
sin embargo, que este Evangelio da muestras en otros lugares de un
especial interes por la topograHa, al parecer sin una finalidad ulterior.
Debe quedar por el momento en suspenso si esto es una caracteristica
personal . del evangelista, que afect6 el modo de tratar el material, o
si la forma de tradici6n sobre la que trabaj6 era mas rica en detalles
topograficos que la representada por los sin6pticos 19 •

b) La curaci6n en Siloe (9,1-7)

Este relato sirve de nuevo para introducir uno de los dialogos


dramaticos joaneos mas elaborados, que no tiene analogfa con ningun
pasaje de los sin6pticos. Pero la historia en s{ constituye una pericopa
muy semejante a un grupo de relatos sinopticos de curaciones (cf. Cua-
dro 5).
EI relato parece comenzar de improviso: Kal rrapayc..:w df>Ev
ö:vSpc.:mov ... No es, de ningun modo, un comienzo ins6lito para una
unidad tradicional de relato; cf. Mc 1,16: Kal rrapaywv rrapa -ri]v
SaA.aooav '[~<; raA.tA.a(ac; EH:'>EV ... ; 2,14: Kal rrapayc.:>v ELÖEV
AEUELV ... , y, de modo parecido, el inicio de la perkopa de curaci6n
de Mt 9,27: Kal rrcxpayov-rt EKEL9Ev -rc;:> 'Iriooü fJKoA.ouerioav
au-rc;'> 560 -rucpA.oL Es, sin embargo, posible que las palabras conclu-
sivas del capfrulo 8 deban ser conectadas con lo que sigue: «Sali6 del
templo y al pasar ... » 20 (cf. Mc 13,1: Kal EKrropeuoµE.vou o:u-roü EK
16 No nos interesan aqui las numerosas variantes textuales de este ver-
skulo.
11 Cf: J. Jeremias, Die Wiederentdeckung von Bethesda, y para una no-
table confirmaci6n de este dato en el Rollo de Cobre de Qumran, cf. id., «Ex-
pository Times» 71 (1960) 227ss.
18 La segunda es la yemumit ( «pequefio mar») del Rollo.
V9 Cf. infra, pp. 248-249.
20 Se ha hecho notar que si la frase Ka:l Ef,rift„6Ev EK wü lEpoü debe ir
con el precedente 'I:riooüc; BE. EKpuß:ri, deberfamos esperar el orden inverso,
Cuadro 5. Relatos de curaciones, Grupo II
Esquema fundamental: 1) escena (no necesariamente parte imegrante de }a pericopa), 2) el enfermo y su situaci6n, 3) inter-
venci6n de un tercero, 4) la acci6n curativa a) y/o la ceclaraci6n b), 5) cu:raci6n, 6) efectos (no necesariamente parte integrante)

A. La suegra de Simon B. El mundo de :Decapolis C. El ciego de Betsaida D. El ciego de Siloe


(Mc 1,29-31) ,'.Mc 7,31-37) (Mc 8,22-26) (Jn :?,1-7)

1 Salieron de la sinagoga y entra- (March6 del terrltorio de Tiro... (Llegaron a Betsaida) (March6 del templo, 8,59)
ron en casa de Simon y An- y atraves6 la Dedpolis)
dres, con Santiago y Juan
2 La suegra de Simon KO:TEKELTO CJlEpOUOL1: au-r4) KC0•:J>OV KO:L CJlEpOUOLV a:u-r4) wcpMv napaycuv ELOa. O:vSpcunov
TIUpEOOOUOO: µoyLA.O:A.ov wcpMv EK ytvri-rfic;
3 Le informan de ello Le piderr que le imponga las Le piden que le toque Los disdpulos preguntan: Ttc;
manos tjµapTEV;
[La respuesta: JUTE oo-roc;
oÜTE ol yo\'EL\., conduce a
un breve discmso que termina
con: cpwc; ·Et[.i. rnü K6oµou]
4 Jesus a) npooEASQv llYELpEv Jesus a) toc6 sus oidos y len- Jesus a) escup10 en sus ojos y Jesus a) escupi6 en el suelo,
O:UTT'jV KpO:T~OO:O Tfj<; xapoc; gua, rrlltO al cielo y suspito le impuso las manos hizo barro, se Io aplic6 a los
ojos
b) dijo: "Ecpq>o:Sa b) dijo: Er Tl ßAETIEL<;; b) dijo: "Yno:yc v[:j>CXL K.T.A..
(Al no estar completamente cu-
rado, Jesus volvi6 a imponer-
le las manos)
5 Le abandon6 la fiebre Recuper6 el oido y el habla ÖlEßAEljJEV KO:l Ü:TIEKCXTEOTcX81'] O:nfjA.SEv KO:l Evllj!O:TO KO:l
Kal v,aA.Et öpSGic; Kal EvEßA.rnEv -r11 A.auywc; i'jA.SEv ßA.E'ITGW
änav-ra
6 5Ll'JK6vEt o:u·mi:<; Le env~6 a casa
OLEOTElA.o:rn au-roi:c; i'.va µl']- diciendo: M'TJOE Etc; -ri'jv Kwµ11v
f>Evl A.~ycuC1Lv EloO.Snc;
(pero se divulg6 la noticia y fue (Los comentarios de vecinos y
recibideo favorablemente) espectadores provocaron obje-
ciones contra curar en saba-
do, que cond<eron, a su vez,
a otros temas;.
190 EL MINISTERIO PUBLICO

1."0Ü LEpoO AEYEl au'tc{) EL<; 1."WV µa9YJ1."WV ..• ). Tendrfamos, pues,
un paralelo con el comienzo de la curacion de la suegra de Simon: Kal
Eu9uc; EK 't~c; ouvaywy~c; Ef,EA.96v'tE<;„.
En ambos casos, el encuentro es casual, como en los relatos de
nuestro primer grupo. Al igual que en Bezata y en Nain, Jesus «Vio»
a1 paciente. Pero en esta ocasi6n, el «ver» no conduce inmediatamente
a una intervencion activa, sino que se espera 1a iniciativa de un ter-
cero: los disdpulos llaman la atencion de su Maestro sobre el ciego.
Hasta aquf, este relato esta dentro del esquema de los otros que he
incluido en el grupo II (con el cual tiene tambien otros contactos),
si bien la intervencion de los disdpulos en este pasaje tiene una inten-
cion diferente de la de los vecinos del ciego de Betsaida y del sordo-
mudo de Decapolis en Marcos o de aquellos que informaron a Jesus
sobre la enfermedad de 1a suegra de Simon. Es curioso que en otros
lugares donde intervienen los disdpulos su actitud es negativa: segiln
Mateo (15,23), urgfan a su Maestro a que despachase a la madre «ca-
nanea» que les segufa gritando por las calles, y segiln Marcos ( 10, 13)
regafiaban a los padres (au'to'lc;) que pretendfan acercar sus hijos a
Jesus. En el presente relato, la actitud de los disdpulos es natural.
Aprovechan el ejemplo del ciego para formular una pregunta de teo-
logfa especulativa, y esto da pie a un breve dialogo, al que volvere
en seguida. En otros relatos de este grupo no hay un dialogo de este
tipo, si bien, como hemos visto, es un rasgo bastante comun de los
relatos de curaciones.
Despues de las palabras que concluyen el dialogo (9,5), la curaci6n
continua. Corno en el caso del ciego de Betsaida y del sordomudo de
Decapolis, se emplea saliva en 1a cura, si bien no exactamente del
mismu modo. Pero cn cste momento los relatos de Marcos y de Juan
difieren sensiblemente. En Mc 8,23-25, despues de la aplicacion de 1a
saliva, se pregunta a1 ciego si puede ver, y su vista se va recuperando
gradualmente. En el caso del sordomudo (Mc 7,32-35), la operaci6n
con fa saliva va acompafiada de una palabra curativa, Ecpcpaea, pro-
nunciada despues de una pausa durante la cual Jesus levanta la vista
a1 cielo y suspira (con lo cual podemos comparar J n 11,41, donde
Jesus, junto a la tumba de Lazaro, levanta sus ojos al cielo y ora).
Acto seguido, el paciente recobra el habla y el ofdo 21 • En nuestro
pasaje, en cambio, despues de la operacion con la saliva, Jesus ordena
a1 paciente: «Vete y lavate en la piscina de Siloe». El enfermo marcha,
cumple las instrucciones y sale con la vista recuperada. Esto confiere
es decir, sali6 del templo y se escondi6. El argumento tiene su fuerza, pero no
parece concluyente. Visto en conjunto, estoy dispuesto a aceptar con Bultmann
que el verdadero comienzo es Kal 'ltapaycuv d&v.
21 Se ha sugerido a veces que el crre.va:yµ6<; de Mc 7,34 es una expulsi6n
de aliertto a traves de la boca y la nariz con el fin de indicar al enfermo que
imite esta acci6n y ayudarle as! a aclarar las d:Koa[ y «soltar el nudo de su
lengua». Pero todo esto es ajeno al caracter de estos relatos tradicionales. Ha-
brfa que pensar mas bien en la emoci6n que acompafia la curaci6n del lepro,
so en Mc 1,43 y la resurrecci6n de Lazaro en Jn 11,33-38.
RELATOS DE CURACIONES 191

al relato un matiz diferente: se requiere la cooperacion del enfermo.


Su disponibilidad a obedecer la orden de Jesus es un elemento esencial
en la curacion y constituye, de hecho, un criterio de su fe, aunque Juan
no usa este termino. EI hecho de que el enfermo va a Siloe sin la
compafüa (al parecer) de Jesus, apoyado solo en su fe y determinacion,
subraya mas fuertemente su contribucion a su propia recuperacion,
en contraste con el ciego y el sordomudo de Marcos, que permanecen
todo el tiempo pasivos. Corno hemos visto, esta peticion de coopera-
cion por parte del enfermo no es un rasgo espedficamente joaneo.
No solo el enfermo curado en Betsaida, sino tambien el paralitico y el
hombre con la mano seca de Marcos, asi como los leprosos de Marcos
y Lucas, son todos invitados a ejercitar y dar muestras de su fe por
medio de su propia cooperacion. EI paralelo mas cercano de nuestro
pasaje lo encontramos en Lc 17, 11-19, donde los leprosos van a pre-
sentarse a las autoridades sanitarias sin ninguna garantia de su cura-
cion fuera de la palabra de Jesus y de su propia fe.
No hay, sin embargo, ninguna otra pericopa de curacion donde el
lavarse forme parte del proceso de la cura. (Deberemos decir que
Juan. ha introducido este rasgo en un relato que, por lo demas, es una
mera reelaboracion de Marcos, con e1 fin de explotar el simbolismo del
incidente: un ciego que recupera la vista lavandose con agua simboli-
za al converso «iluminado» por e1 bautismo? No cabe duda de que el
evangelista pretende esta interpretacion simbolica. Esto suscita una
pregunta ulterior: (Se ha introducido e1 nombre de Siloe en virtud
de su (aducido) significado etimologico, aTic.a-rcxA.µtvo<;? 22 • La ver-
dadera TITJY~ üocx-roc;, e1 verdadero «Siloe», es Cristo, «enviado» por
el Pa.dre para iluminar al mundo. Este es sin duda el sentido en que
e1 evangelista quiere que sus lectores entiendan todo el episodio -el
relato y e1 dialogo consecutivo 23- , y nosotros oehemos rec:onocerle
este afortunado detalle de erudicion etimol6gica. Pero (deberemos ima-
ginar que ha comenzado con la iJea Je «enviaJo» y 4ue Je esla iJea
ha i1lventado, con la ayuda de la etimologia, un nombre que por suer-
te resulta ser e1 de un lugar real y, aun mas afortunadamente, un
lugar donde era posible lavarse con agua? Nadie podria decir que esto
sea imposible; pero si me resulta imposible pensar que sea probable;
estas afortunadas coincidencias son raras. Tenemos abundantes ejem-
plos del proceso inverso, segun el cual nombres autenticos de lugares
(o personas) reales teciLen una explicacion etimol6gica, teal o iicLicia
(para el caso da lo mismo una que otra), que apunta hacia un signifi-
cado simb6lico. Este es, por ejemplo, uno de los recursos favoritos de
Filon, un escritor con quien nuestro autor tiene mucho en comun. La
22 La derivaci6n del sustantivo IJ-i,rp de la rafz n?w, «enviar», es con-
siderada como posible por los fi16logos, pero · no cierta; al menos como etimo-
logfa popular, la interpretaci6n de IJ-;rp, el nombre de un acueducto subte-
rraneo que da salida a las aguas de un manantial, que en latln se llama emis-
sarium, •es muy natural.
23, Cf. Interpretaci6n, 357.
192 EL MINISTERIO PUBLICO

analogia sugeriria que comenz6 con el nombre de Siloe como dato real
y dio un habil giro a su etimologfa popular para que sirviese a su
finalidad. Si esto es asi, no hay raz6n para pensar que el lavarse (que
esta intrinsecamente asociado con la piscina de Siloe) no fuera parte
integrante del relato que lleg6 al evangelista en la tradici6n. As! como
la forma apropiada de cooperaci6n en el caso del paraHtico es coger
su camilla, y en el del leproso presentarse al sacerdote, asi la acci6n
apropiada en el caso de un ciego es lavarse el barro que Jesus ha co-
locado en sus ojos. No me arriesgarfa a decir que la opini6n alterna-
tiva este excluida, pero creo que la balanza de las probabilidades se
inclina sensiblemente hacia el lado que he indicado.
Si esto es asi, todo el relato (excluyendo por el momento el breve
dialogo insertado en el: vv. 2-5) esta vaciado en un molde tradicional.
No imita directamente ninguna perkopa particular de los evangelios
sin6pticos. Pero combina de un modo pecuHar motivos que aparecen
en diversas perkopas, si bien los combina dentro de un marco que,
e;:n todos los aspectos, sigue modelos tradicionales comunes a los rela-
tos de curaciones. V ale la pena hacer notar que en el curso del largo
dialogo que sigue, el evangelista ha enriquecido la historia con detalles
adicionales: que el enfermo era relativamente joven (era mayor de
edad, pero sus padres vivfan todavfa, 9,18-21), que solfa sentarse pata
mendigar (probablemente, en vista de 8,59b, a la entrada del templo,
como el invalido de Hch · 3 ,2) y que era, por tanto, una persona muy
conocida entre la gente (9,8); pero Juan no se ha tomado la libertad de
introducir estos detalles en la forma tradicional del relato, donde es-
tarfan fuera de contcxto. La discusi6n que sigue es en si misma total-
mente extrafia itl relato y esta conectada con el de un modo que, a
pesar de toda su sutileza y verosimilitud, es evidentemente un artificiu
literario. Hasta el v. 14 no se nos dice que el incidente tuvo lugar en
sabado. No parece que esto fuera un rasgo del relato que constituy6
el punto de partida para el evangelista, como es posible que lo fuera
la- afirmaci6n analoga en el relato de Bezata (5,9) 24 •
Pero nos queda aun por considerar el breve dialogo que forma
parte del relato mismo (9,2-5). Corno hemos visto, la incorporaci6n
de un dialogo en un relato de curaci6n no es en si misma rara, pero
en este ca:so encontramos algunos rasgos peculiares. El aforismo con
que concluye, ö-rcxv E.v -r<t> K6oµcp & cpCZ>c; TOÜ c.lµl K6oµou es una
expresi6n tipicamente joanea de una idea asimismo tipicamente joanea
(cf. 8,12). Al menos esto tiene que ser una contribuci6n del evangelis-
ta. Pero hay tambien otros detalles del lenguaje y pensamiento joa-
neos: las expresiones, i'.vcx cpcxvc.pwen TeX Epycx TOÜ ec.oü, f)µac;
öi::t E.py6:t:e:oem "CcX Epycx ·roü TitµljJcxv-r6c; µi::, son totalmente
joarieas 25 y la antitesis, f)µEpcx-vU~, es connatural a nuestro autor,
24 Cf, supra, p. 186.
25 <l>cxvEpoüv nueve veces en Juan, una en Marcos (y dos en e1 psc;!Udo-
Marcos y nunca en otros lugares de los evangelios. vEpyov vein~nuev":.. v:ec~
en Juan, seis en Mateo, dos en Marcos y dos en Lucas; IE.pycx -rou 0Eou (-rou
RELA TOS DE CURACIONES 193

aunque contrapone mas frecuentemente cp&c; y OKÜ'roc;. Sin embar-


go, este ultimo ejemplo es menos convincente de lo que podrfa pare-
cer. Es verdad que en 13,30, donde e1 evangelista habla de la salida
de Judas Iscariote llegada la noche, la palabra vuf, tiene muy proba-
blemente la intenci6n de sugerir las ideas asociadas con OKÜ-roc; -el
reino de la falsedad, del error y de la irrealidad-, pero esta tambien
dictada por e1 dramatismo de la situaci6n 26 • Hay solo otro lugar don-
de vuelve a aparecer la antitesis ~µE.pa-v6E,: 11, 9-10 27 . Es mi pro-
p6sito tratar este pasaje mas adelante 28 , donde intentare probat que
no hay raz6n para no considerarlo como sustancialmente tradicional,
mas bien que como composici6n del mismo evangelista. En nuestro
pasaje la transici6n del simbolismo del dfa y de la noche en e1 v. 4
al cp&c; i:.[µl 'LOU K6oµou del v. 5 es violenta. En e1 v. 4, e1 termino
«dfa» representa e1 espacio normal de actividad humana en la tierra
y <moche» su terminaci6n ( «El hombre sale a su trabajo y a su labor
hasta e1 atardecet» ). Al parecer, tambien Jesus esta incluido entre los
que deben trabajar mientras es posible e1 trabajo en la tierra, ya que
la muerte aguarda a todos los hombres. En el v. 5, el mismo es la luz
en la que los hombres deben andar y trabajar, y que se acerca a su
ocaso (12,35-36) mientras se avecina su muerte. Parece, pues, que
estos dos verskulos se mueven en dos niveles diferentes. Y parece tam-
bien que, fuera de la pura formulaci6n de la frase, no hay nada espe-
cificamente joaneo en el contenido del v. 4, cuyo caracter es de sabi-
duria proverbial. Podrfamos aducir aqu1 e1 dicho de Rabbi 1 arf6n
(ca. 100 d.C.): «El dfa es corto y hay mucho trabajo que hacer; los
trabajadores son holgazanes y el premio es grande y el sefior de la
casa es exigente», y el de Rabbi Simeon ben Eleazar (ca. 190): «Tra-
baja mientras puedas y te sea posible y este en tu podrer» ( citado por
S.-B. ad loc. ). Los vv. 3-4 pueden, pues, muy bien ser una reelabora-
ci6n en lenguaje joaneo de un material del que el evangelista no es
primariamente responsable.
Consideremos ahora el dialogo (vv. 2-4) segun esta hip6tesis. Co-
mienza, como los dialogos tfpicos de los sin6pticos ( y a diferencia de

'lt<rrp6c;, -roO TIEµtlJavroc;) s6lo en Juan. Se ha de leer l']µäc; OEL f.py6:~rn9m


con ~BDW etc. La lectura f.µE. de AC8 etc. es probablemente una correcci6n,
lo mismo que el l'] µäc; despues de TIE.µ4Javroc; en ~LW. Este ultimo es cla-
ramente imposible en vista dd uso joaneo. La expresi6n «Aquel que me envi6»
es un equivalente regular de «el Padre» y no es sorprendente que Juan vuel-
va a el despues de haber usado i']µäc; la primera vez. 'O TIEµtlJac; µc aparece
veintiseis veces en Juan y nunca en otros lugares de los evangelios.
26 Cf. supra, pp. 66-67.
27 Con 11,9, f.6:v nc; 'ltEpmm:fi f.v -rfi VUK-r(, cf. 12,35, 6 'ltEpma-rc'.0v f.v
-rfi CJKo-rCc;x. La antftesis l']µE.pa-vut; aparece ya en 1 Tes 5,1-8, un pasaje
intimamente relacionado con el catecismo primitivo y con la tradici6n de los
dichos de Jesus (cf. mi articulo The Theaching of Jesus and the Primitive Ca-
techism, en A. J. B. Higgins (ed.), New Testament Studies (Hom. T. W. Man-
son, Manchester 1959). Es cristiano-primitiva mas bien que joanea.
28 Cf. infra, pp. 372-378.

13
194 EL. MINISTERIO PUBLICO

los que son mas caracteristicos del cuarto Evangelio) 29 , con una pre-
gunta dirigida a Jesus. La pregunta que se formula aqui es una pre-
gunta de teodicea: el problema del pecado y del dolor en un caso es-
pecialmente difkil: «~Quien pec6 para que este naciera ciego, el 0
sus padres?». En otros relatos de curaciones se tratan problemas como
la legitimidad de curar en sabado 30 , la conveniencia de extender los
beneficios de la obra de Cristo a los gentiles 31 , la naturaleza y el poder
de la f e 32 y el perd6n de los pecados 33 • Pero en ninguna otra perkopa
de curaci6n, ni en los sin6pticos ni en el cuarto Evangelio, se plantea
un problema de teologfa especulativa. Efectivamente, en ningun otro
lugar da muestras el cuarto evangelista de interes por problemas de
teodicea, un hecho que contradice, por tanto, la opini6n de que este
breve dialogo es su composici6n original. Sin embargo, en los sin6p-
ticos, si consideramos tambien dialogos de estructura semejante fuera
de contextos de curaciones, encontramos al menos uno que trata. un
problema de teodicea: la discusi6n del tragico destino de los galileos
cuya sangre mezcl6 Pilato con sus sacrificios, y de las dieciocho per-
sonas que murieron aplastadas por la torre de Siloe (Lc 13,1-5). Alli
el problema no lo plantean los disdpulos, sino unas personas an6-
nimas (nw~c;) que informan sob:t;e la matanza de los galileos 34 , Jesus
aduce en respuesta el caso paralelo. Alli, como aqui, el problema gira
en torno a la justicia divina que reparte el sufrimiento entre los hom-
bres. En ambos casos, los interlocutores adoptan tacitamente el prin-
cipio ·de que el sufrimiento, bajo la dispensaci6n de una Providencia
justa, debe ser retribuci6n del pecado. La respuesta de Jesus rechaza
en ambos casos el uso de este principio como base de juicios morales:
oux(, A.Eyw 1\t'lv (Lucas), OÜTE oÜToc; ~papTEV OlJTE OL yovc"lc;
auToÜ (Juan). En Lucas, Jesus viene a decir: «el problema de la es-
pecial pecaminosidad de las vfctimas no es de vuestra incumbencia; su
destino os deberfa ensefiar a tomar en serio vuestra propia responsabi-
lidad moral»; en Juan: <~el problema de la pecaminosidad del ciego
no es de vuestra incumbencia; su necesidad invita a vuestra fe en el
poder de Dios a responder a vuestra necesidad, y a vuestra dispo-
nibilidad a hacer uso de las limitadas oportunidades de realizar la
obra de Dios». Podrfamos comparar tambien la discusi6n inserta en
el relato marcano del paralitico (2,1-12). Considerando las creencias del
tiempo, debemos entender que la contemplaci6n de un hombre atri-
bulado sugerfa inmediatamente a los observadores que era un pecador
que se encontraba bajo el juicio de Dios. Jesus corrige esta creencia
afirmando su EE,ouo(a de pcrdonar pecados y confirmandola con un
29 Cf. infra, pp. 318-321.
30 Mc 3,1-6 y, eri especial, Lc 13,10-17; 14,1-6.
31 Mc 7,27-29; Mt 15,24-28.
32 Mc 5,35-36; 9,22-24; Mt 8,5-10; 9,28-29; Jn 4,46-54.
33 Mc 2,5-11.
34 Es verdad que los interlocutores no formulan explkitamente la pregun-
ta, pero debemos, evidenteniente, entender que su noticia la plantea de forma
implkita. Jesus lo interpreta ciertamente en ese sentido.
RELATOS DE CURACIONES 195

acto de curac1on; y este acto es (en expresi6n joanea) una Epyov


TOÜ Swü, pues los crfticos preguntan: T(c; öuva·ral acplEVal aµap-
T(ac; EL µT) Etc; 6 8c6c;. Asf, pues, hasta el v. 3 no encontramos nada
extrafio a la tradici6n como la conocemos por los sin6pticos, a ·excep-
ci6n de la formulaci6n misma: i'.va cpavEpwSft Ta Epya wü 0EoÜ
EV aöT0. Este vocabulario es absolutamente joaneo. Pero la idea
no es de ningiin modo peculiar de Juan. En Lucas, los exorcismos que
Jesus hace son realizados «por el dedo de Dios» (Lc 11,20), en Ma-
teo «por el Espfritu de Dios» (Mt 12,28), y en los dos son signos de
que el reino de Dios ha llegado. Esto es lo que Juan quiere decir con
la manifestaci6n de "[Cx Epya TOÜ ewo.
Con el v. 4 entramos en terreno menos seguro. La repentina intro-
ducci6n de la primera persona del plural, ~µäc; ÖEL Epy6:i:;;Ea8m, tie-
ne paralelos en otros lugares donde el evangelista parece olvidar mo-
mentaneamente que esta relatando (ostensiblemente) lo que Jesus dijo
en una ocasi6n particular del pasado, y habla en el nombre de la
Iglesia contemporanea 35 ; si bien, antes del final de la frase, vuelve
otra vez a la mas normal primera persona del singular: «Tenemos que
hacer las obras de aquel que me envi6». Sin embargo, tambien aquf,
como hemos visto, podrfamos encontrarnos ante una reelaboraci6n
joanea de un dicho gn6mico que tenfa ya su puesto en la tradici6n.
Mi conclusi6n es que, si omitimos la nota etimol6gica del v. 7
y la .frase en primera persona del v. 5, podemos considerar con cierta
confianza la pericopa 9 ,1 (? 8 ,59b )-9, 7 como una unidad tfpica de
relato vaciada en el mismo molde que los relatos sin6pticos, pero con
rasgos independientes que hacen improbable que fuera copiada o imi-
tada de modelos sin6pticos y probable que llegara a Juan indepen-
dientemente. Si esto es asi, debemos suponer que en 3b-4 el evange-
lista ha reelaborado parcialmente en su propio lenguaje un material.
tradicional, como ha hecho en otros lugares. Pero se ha de notar el
contraste entre los versiculos 3-4, donde el lenguaje es joaneo pero
las ideas no son de ningiin modo peculiares de su mentalidad, y el
versiculo 5, que es total y absolutamente joaneo, en pensamiento y
expresion, y que ademas implica un violento cambio de la metafora de
luz y· tinieblas.

c) La curaci6n en Cana (Jn 4,46-54)

La forin.a de esta pericopa esta dictada por el hecho de que na:rra


un caso de curaci6n a distancia, de modo que el dialogo entre Jesus
y el padre que intercede por su hijo ausente constituye un elemento
esencial del relato. Resulta natural compararla con dos relatos de cu-
raciones a distancia de los sin6pticos: el del siervo del centuri6n 36 en
· .:is Asf en 3,11; 4,22; cf. 1,14.16.
· 36 · La parte del relato cömun a Mateo y a Lucas llama al enfermo solo
ita:i:c;. Lucas, al comienzo y a1 fin de la perkopa, usa el termino 5oGA.oc;. Pero
e1 dialogo, que es cori:nin a los dos, parece distinguir al 5oGA.oc; del · ita:i:c;. La
196 EL MINISTERIO PUBLICO

Cafarnaun y el de la hija de la mujer siro-fenicia o cananea en el terri-


torio de Tito (cf. Cuadro 6). De cada uno de ellos tenemos dos ver-
siones: del primero en Mt 8,5-13 y Lc 7,2-10 y del segundo en
Mc 7,24-30 y Mt 15,21-28. Es instructivo examinar las variantes entre
las dos versiones en cada caso. Los relatos, si bien conservan el esque-
ma general, varfan sustancialmente ·en los detalles y en el lenguaje y
solo revelan una gran semejanza verbal en el dialogo incorporado en
el rela to 37 •
La perkopa joanea es formalmente muy semejante al relato de la
hija de la mujer extranjera que ofrece Marcos, al que corresponde paso
a paso (como se puede ver en el cuadro) hasta el estadio final. Aqui
Marcos dice que la madre volvi6 a casa y encontr6 a su hija en la cama
en condiciones normales. Mateo ni siquiera menciona el viaje a casa,
sino que dice sencillamente que la hija recibi6 la salud «desde aque-
lla hota» (0:110 -r~c; wpac; EKELVl"]c;), cuando Jesus pronunci6 las
palabras ycvrie~-rcu OOL c0c; 8E.A.ac;. En Juan, este estadio final se
extiende hasta convertirse en una escena dramatica. El padre va hacia
casa cuando le salen al encuentro sus esclavos, que le dan la buena
nueva de la curaci6n de su hijo. El padre les pregunta cuando comen-
z6 a «sentir la mejorfa» (Koµtµ6-rcpov EOXEV). Ellos replican: «Ayer,
a la una del mediodfa, comenz6 a bajar la fiebre». El padre cae en la
cuenta de que era el momento preciso (EKELVtJ -rfi ci>pa, cf. el 0:110
-r~c; wpac; EKELVl"]c; de Mateo) en que Jesus pronunci6 las palabras
6 ut6c; aou l;fi. La triple repetici6n de estas densas palabras parece
queret subrayar el poder vivificador de la palabra de Cristo y preparar
intenci6n original era probablemente presentarle como hijo del funcionario. De
modo semejante, en Juan los terminos "J"CaL<; y 6t6<; son intercambiables.
37 No es de ningiln modo cierto que el texto original de Mt 15,26-27 fue-
ra tan semejante a Marcos como hacen pensar nuestros mss. La siro-sinafrica lee:
«El le respondi6: No esta bien tomar el pan que los hijos arrojan a los perros.
Ella le dijo: Si, Sefior; tambien los perros comen de los trozos que caen de la
mesa de sus sefiores y viven», A. Merx, ad loc., interpreta el v. 26 como in-
terrogaci6n: «~No es conveniente tomar el pan que los hijos echan a los pe-
rros?», es decir, si los judfos rechazan los beneficios que Cristo ofrece, les esta
sin duda permitido a los gentiles aceptarlos. La mujer replica: «Si; incluso los
perros comen de la mesa de sus sefiores y viven», es decir, no se trata de un
caso de ocasional o excepcional conmiseraci6n: asi como los perros de la casa
tienen derecho al pan necesario de la mesa de su sefior para poder vivir, asi
los gentiles tienen derecho, junto con Israel, a lo necesario para la salvaci6n.
D. S. Margoliouth («Expositot», serie VIII, vol 22, pp. 1-10) propuso tomar el
v. 26 como una aseveraci6n: «Ciertamente uno no se agacharfa para coger las
sobras de los judfos», cf. pseudo-Phocylides, 144: µT)B' äf...f...ou "J"Cap0: Bmi:o<;
EOOU CJKUßaA.wµa i:pa1tE/;T)<;. La mujer replica con un sentimiento de Ho-
mero: i:parcEl;flE<; KUVE<; avf>pwv y(yvovi:'· &yf...at11<; ö' EVEKEV KOµEoUCJlV
ävaKi:E<; (Odisea, XVII, 309-310).
En vista de la fuerte tendencia a la asimilaci6n, debemos tener en cuenta
la posibilidad, o incluso la probabilidad, de que la coincidencia verbal entre
Mateo y Marcos no sea de hecho tan exacta como parece, y no queda ningun
argumento s61ido en favor de la opini6n de que Mateo este aqui reelaborando
a Marcos. Las variaciones pudieron muy bien surgir en la tradici6n oral y los
dos evangelistas estarfan reproduciendo formas diferentes de esa tradici6n.
Cuadro 6. Relatos de curaciones, Grupo III
Esquema fundamental: l) Escena,. 2) petici6n del suplicante, 3) dialogo que comienza con un ruego y termina
con una palabra curativa, 4) curaci6n del enfermo
A. El centuri6n B. El dignatario C. La siro-fenicia
(Mt 8,5-13) (Jn 4,46-54) (Mc 7,24-30)

Vin::i otra vez a Cana March6 hacia el territorio de Tito


1. Entr6 en Cafarnaun
(y trat6 en vano de no llamar la atenci6n)

2. Un centuri6n Un ßo:atAtK6c; Una mujer


a·1 cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaun a) oyendo hablar de el
b) al oir que Jesus habia venido b) cuya hija estaba poseida
se le acerc6 con un ruego c'1 fue a el c) vino y se postr6 a sus pies

3. El ruego: «Mi hijo esta en casa mi.:y EI ruego: i']pC.::n:o: [vo: Ko:To:ßfi El ruego: i']pw-co: O:UTOV
grave» Ko:l tö:ol']Tat o:u-coü -cov ut6v LVO: TO omµ6VLOV EKßO::A.n
(pues estaba para morir)
La respuesta: «1re y lo curare» Jesüs objeta: «Corno no veais signos y pro- Jesus objeta: «No esta bien dar el pan de
digios no creeis» los hijos a los perros».
El suplicante objeta: «No soy digno; di EJ suplicante insiste: «Baja antes de que La suplicante insiste: «Los perros pueden
una palabra: se lo que es la autoridad» muera mi hijo» coger las migas»
Alabanza de la fe del suplicante (elabo- Alabanza -impHcita de la actitud de la su-
rada) que termina con la plicante, füa -cov A.6yov -ccü·wv, que
culmina en
palabra curativa: "YTio:ye· Qc; ETILOTELl- Ui palabra curativa: nopeuou· 6 ul6c; la palabra curativa: "YTio:ye· E.t;eA..f]A.u9ev
ao:c; yev!']Si]-ccu oot aou ~n 'LO Omµ6vLOV

4. EI nifio qued6 curado E.v -cfi wp<;_X EKELVD (Ekborarlo) El nifio san6; EKELVll -cfi wpc;x La mujer march6 y encontr6 a su hija en
(Efecto: Ko:l ETILOTEUOEV o:u-coc; KO:L Ti la cama; el demonio la habia abandonado
OLKLO: O:UTOÜ ÖA!'])
198 EL MINISTERIO PUBLICO

asi el discurso de v. 19ss (cf. v. 21: ö uloc; oüc; 0fAEL l;wo"ITOLEL) 38 •


Pero a este motivo debemos atribuir unicamente la repetici6n. La ex-
presi6n en si misma es muy natural cuando se devuelve 1a salud · a un
enfermo en inminente peligro de muerte; cf. Mc 5,23, en el caso de
la hija de Jairo (la cual, en ese momento, EOXCx"t"UJ<; EXEL): i'.va ow8fi
Kal l;~on. De modo semejante, en 2 Re 8,9~10, Jazael inunda a pre-
guntas a Eliseo: El l;~ooµm EK "t"~<; ö:ppwm(o:c; µau "t"O:U"t"T]<;; y
Eliseo responde: l;wfi l;~an. EI punto tan efectivamente dramatiza-
do es el mismo que el de la concisa conclusi6n de Mateo. Por lo demas,
la versi6n mateana de Ja perkopa de la hija de la mujer extranjera
es menos similar en su forma a1 relato joaneo que a1 marcano.
La versi6n mateana de la perkopa del centuri6n sigue un modelo
semejante; termina de nuevo con la afirmaci6n de que el enfernio re-
cobr6 la salud «en aquella misma hora» (EV "rft wpc;_x EKE(vn, que
esta mas de acuerdo con el EKELVTI LÜ wpc;_x .de Juan que con la con-
clusi6n de la historia gemela en el mismo Mateo: Ö:"ITo "t"~c; wpo:c;
EKELVT]<;). EI dialogo toma aqui, sin embargo, un camino diferente
y se amplfa con material que Lucas ofrece en otros contextos. Lucas,
por su parte, ha extendido la parte introductoria del relato de tal modo
que el conjunto ha quedado alterado. En su versi6n, el centuri6n no
aparece nunca en persona; sus llamativas palabras sobre la autoridad
ejercida por uno que esta el mismo bajo autoridad son simplemente
comunicadas a traves de los amigos qu,e vienen a interceder y son
estos los que a su vuelta encuentran a1 enfermo con la salud recobra-
da. Al parecer, el centuri6n se ha quedado todo el tiempo en casa
para ser testigo de la repentina curaci6n. La historia de Lucas es, de
hecho, una historia diferente basada en el mismo <lialogo y tiene poco
contacto con la perkopa joanea. ·
En Juan, la perkopa termina con una frase que no tiene paralelo
en ninguno de los sin6pticos en ninguna de sus formas, una frase que
relata el resultado ulterior de la curaci6n. Las perkopas sin6pticas
concluyen frecuentemente con la consecuencia del milagro, que con-
siste por lo general en los efectos que el milagro caus6 entre los es-
pectadores: E.0o:µßt'i8TJOO:V, E.E,rnA.~aaovw, E.cpoß~8T]OO:V, E.E,fo"t"T]-
oav, f.()6E,o:(,;ov "t"OV 8EOV 39 , Ef,~A0EV fJ Ö:KO~ au"t"OÜ y expresiones
semejantes 4(), cuando la reacci6n no es hostil. Solo en tres casos hay
una indicaci6n del efecto causado en el enfermo, ademas de la cura-
ci6n misma 41 • La consecuencia en el pasaje actual no tiene paralelos
en los evangelios: E"ITLO"t"EUOEV o:u"t"oc; Ko:l ~ olK(o: o:u"t"oÜ ÖAT]. Pero
38Cf. Interpretaci6n, 319-320.
39Mc 1,27; 7,37; 5,15.42; Mt 15,31; Mc 2,12.
4-0 Mc 1,28; Lc 7,17.
41 Mc 5,18, el endemoniado de Gerasa querfa acompaiiar a Jesus; Mc 10,
52, Bartirneo i'jKoA.o69EL aö-rCii h -rft of>Cli (Lucas aiiade f>of,6:/;;UJV -rov Se6v),
que, sin embargo, no irnplica quiza que se hiciera un «seguidor» en el senti-
do propio; Lc 17,15, el leproso curado volvi6 f>of,6:/;;c.Jv -rov Se6v. Pero estos
casos son poco nurnerosos en el conjunto.
RELATOS DE CURACIONES 199

vöy a dejar por el momento la, consideracion de este detalle para exa-
minar el dialogo entre Jesus y el padre suplicante segiln Juan .
. En cuanto a la forma, es muy semejante al dialogo correspondiente
de la perkopa marcana de la mujer siro-fenicia: el padre pide la ayuda
de Jesus en favor de su hijo enfermo; Jesus hace un reproche; el pa-
dre insiste y Jesus dice: «Vete; tu hijo esta curandose». Pero el
contenido es diferente. En Marcos, el dialogo gira en torno a la conve-
niencia de extender los beneficios de la obra de Cristo a los gentiles.
En Juan, gira en totno a la fe, como el dialogo de la perfcopa del cen-
turion. A la peticion del padre, Jesus replica: EÖ:v µT] 011µe.l:a Kal
TEpata 'LßT]TE ou µT] 1tlO'TEUO'T]TE. Hay que hacer notar a) que el
verbo esta en segunda persona del plural y que, por tanto, el dicho
no es, a1 inenos primariamente, un juicio sobre este hombre concreto,
como se suele suponer; b) que la combinacion 011µe.'i:a Kal TEpma
( ='C~.Jj~10~ l11J'11N ), una expresion tomada del Antigua Testamen-
to, si hien es frecuente en los Hechos y no es rata en las Epfstolas,
aparece en los sinopticos solo en un contexto (en el discurso apö-
caliptico, aplicada a falsos milagros), y en el cuarto Evangelio solo en
este lugar, donde el termino «signo» (O'T]µe.'i:ov) esta pör si mismo
cargado de sentido; c) que en otros lugares de este evangelio se su-
pö:b.e que la fe es la consecuencia normal de «ver signos», sin ningu-
na indicacion de que no deberfa ser asi (cf. 2,23; 3,2; 9,16), aun
cuando esa fe es con frecuencia imperfecta y necesita, para su perfec-
ciori, una comprension mas profunda del significado del 011µe.'i:ov 42 •
Se reprende a los que «ven signos» y, a pesar de todo, no creen (12,37).
Todo esto sugiere que hay un eleniento originariamente no joa-
nco cn cl dialogo. La afirmacion, «Vosotros (es decir, cl publico pa·
lestino) 43 no creeis si no veis signos y p'rodigios», tiene su lugar pro-
pio en el drculo de ideas representadas por la tradicion sinoptica 44,
aunque esta reprocha tambien al publico judfo (como en Juan) el
hecho de no arrepentirse a pesar de haber sido testigos de ouv6:µac; 45 •
Se ha de notar que en la perkopa del centurion, segiln Mateos y Lucas,
Jesus se queja de no haber encontrado en Israel la fe que el desea,
lo cual, aunque no equivale exactamente al reproche de Jn 4,48,
refleja la misma situacion.
Al ofr las palabras de Jesus: «Vete, tu hijo vive», el padre -nos
dice el evangelista- ETILO'TEUO'EV TC[> f...6yU?. En el relato del cen·
turiOn de Mateo y Lucas y en el de la mujer cananea de Mateo (pero
no en el relato paralelo de Marcos, a no ser por implicacion), se ala-
ba la fe del padre o de la madre y se la considera como condicion para
la curacion; pero en cada uno de estos casos la fe precede a la pala-
42 Cf. Interpretaci6n, 302-303, 335-336.
, 43 Nö hay ningiln indicio de que el ßaatA.tK6<; fuera un gentil, de modo
que· el «vosotros», en plural, puede equivaler virtualmente a «Israel» en Mt
8;10:
• 44 Cf. Mt 16,4: yevea 'ltovripa Kal µotxaA.lc; oriµe"i'.ov eml:;ri-rei:; .Mc
9,19: <:'> yevea &mo-roc; ecuc; 'lto-re ... &ve~oµm öµcic;.
45 Mt 11,20-24.
200 EL MINISTERIO PUBLICO

bra curativa de Jesus, que es pronunciada en respuesta a la fe; Mas


aun, el sentido de 1no-rEUElV en Jn 4,50 no es exactamente el mismo
que el de TC(onc; en los paralelos sin6pticos. Corno si quisiera dejar
claro que este es solo el estadio mas elemental de lo que el llaniarfa
«fe», el evangelista dice unicamente que el padre «crey6 lo que
Jesus dijo» (cf. 2,22). La fe en un sentido mas pleno es el resultado
de la curaci6n, como se nos dice en 4,53: ETCLO"t'EUOEV au-roc; Kal f]
olK(a au-roü öA.11. Aun aquf, TClO"t'EUElV no tiene el sentido pleno
que aparece en muchos pasajes de este Evangelio 46 • Las analogfas mas
cercanas a Jn 4,53 se encuentran en Hch 18,8: ETCLO"t'EUOEV -r&> KUPL't>
ouv ÖAct> -rc;'> OLKct> au-roO; 16,34: TCavOlKEL TCETClOLEUK~c; -rc;>
8Ec;'>. Sobre el empleo absoluto de mo-rEUElV en el sentido de «aceptar
el cristianismo», cf. Hch 8,13; 13,12 (en los dos pasajes como resul-
tado de un milagro); 13,48; 17,12. Parece, pues, que nos encontramos
ante una forma de expresi6n acuiiada en el ambiente de la misi6n a los
gentiles como esta se halla descrita en Hch, donde se considera la
adhesi6n de toda la familia a la fe cristiana como resultado satisfac-
torio de la predicaci6n apost6lica y de los «signos y prodigios» que la
acompaiiaban. Cuando se usa el termino mo-rEUElV aplicado a estas
conversiones en familia, es diHcil que la palabra tenga exactamente el
mismo sentido que TCLOLL<; en los sin6pticos o el significado mas pro-
fundo que caracteriza al cuarto Evangelio.
En resumen: hemos encontrado una serie de indicios que sugieren
que el relato del hijo del funcionario real fue tomado de una tradici6n
vaciada en el mismo molde que las tradiciones que sirven de base a
los evangelios sin6pticos, con la medida normal de variaci6n que po-
demos encontrar tambien en estos. Es una opini6n muy comun que
esta perfcopa se refiere al mismo incidente que describen Mateo y Lu-
cas en la perkopa del centuri6n. Las diferencias son evidentes, pero
existen tambien rasgos comunes que podemos presentar de la siguiente
manera: una persona con un cargo civil, residente en Cafarnaun, se
acerca a Jesus para interceder por su nifio enfermo ( = hijo en Juan
y probablemente en Mateo, pero no en Lucas), que esta ausente. Surge
un dialogo sobre .el tema de la fe, en el curso del cual Jesus se queja
de la falta de fe entre su ·publico. Pronuncia luego una palabra que
asegura al padre la curaci6n de su hijo. EI nifio recobra de hecho la
salud, segiln Mateo y Juan (pero no Lucas) en aquel (o desde aquel)
mismo momento 47 • Es posible que los tres evangelistas esten descri-
biendo el mismo incidente en las diferentes formas que el relato habfa
adquirido en el curso de la transmisi6n oral, aunque yo aceptarfa esta
opini6n con mas teservas que en tiempos pasados 48 • Pero aun en esta
46 Cf. Interpretaci6n, 190-194.
47 Mateo describe una · curaci6n instantanea: l6:9T) 6 TCCXt<; EV -rft ~P<;_X
EKElvn. Juan describe una crisis en la enfermedad, en la que un descenso de
1a temperatura indica una mejorfa ( Koµ11>6-ri::pov !!axs:v); lo que ocurriÖ repen-
tinamente (EKELVTI. i:ft ~p<;_X) fue este descenso de la temperatura y no la cura-
ci6n completa.
48 Se podrfa hacer notar que, en lo que se refiere a la forma, la pedcopa
RELATOS DE CURACIONES 201

hip6tesis, es evidente que Juan no esta usando a ninguno de los otros


como fuente. Si comparamos Lucas con Mateo, es claro que, a pesar
de las diferencias sustanciales entre los das, el nucleo de la perkopa,
el dialogo entre Jesus y el centuri6n, provenfa probablemente de una
fuente comlin (a no ser que un evangelista lo copiara del otro). No
hay tal micleo comlin entre los relatos de Juan, por una parte, y de los
sin6pticos, por otra. El interes central del relato sin6ptico estriba en
la notable fe de un gentil, que le lleva a afirmar que la mera palabra
de Jesus, incluso a distancia, bastara para curar a su nifio enfermo, y
el dialogo elabora, no el poder milagroso de la pa1abra, sino la notable
cualidad de la fe del centuri6n, que queda justificada por el resultado.
En Juan, el interes central esta en el. poder vivificador de la palabra
de Cristo. No se dice que el nombre fuera un gentil; este espera que
Jesus venga a su casa, distante varios kil6metros, para curar a su
hijo, sin pensar siquiera en la posibilidad de una curaci6n instantanea
a distancia; su fe, despertada primero por la palabra de Jesus, se hace
solo efectiva en su sentido pleno despues que el resultado ha demos-
trado el poder de la palabra; la elaboraci6n del relato tiene como Un.ico
fin. subrayar este poder. Tratado de este modo, el relato se presta
evidentemente a los fines de la teologfa joanea. Pero la palabra de Je-
sus no es menos poderosa en los relatos sin6pticos: Ta)u90: Kauµ,
VEav(crKE E.yEp0rrn es tan e:ficaz como 6 ui.6c; crou l:fi. Las ideas
que encontramos en la perfcopa joanea pertenecen, como hemos visto,
al drculo tradicional. No hay raz6n para suponer que la teologfa joanea
pröporcionara el motivo formativo. Todos los indicios indican con gran
probabilidad que nos encontramos ante una formaci6n independiente
dentro de la tradici6n oral comun. En vista del empleo de la expresi6n
O"T')µE'la Kal 'tEpa'ta y del tipo de lenguaje empleado en Hch para
describir las conversiones en familia en el curso de la misi6n a los gen-
tiles, podemos sospechar que la tradici6n sobre la que estaba trabajan-
do aqui Juan recibi6 su forma en un ambiente de este tipo y puede
representar un estadio de desarrollo mas tardfo que los principales
estadios de lo tradici6n sin6ptica 49 •

joanea del hijo del funcionario real se parece mas a la de la mujer siro-fenicia
marcana que a la del hijo del centuri6n de Mateo o de Lucas. En todos estos
casos, nos encontramos ante dos posibilidades: un unico incidente (o quiza dia-
logo) ha desarrollado formas diferentes en diferentes ramas de la tradici6n, o
incidentes originalmente distintos se han asimilado entre si ·por trasposici6n
de detalles en el curso de la transmisi6n (d. supra, 177-181). En el presente
pasaje no me atreverfa a elegir dogmaticamente entre estas dos posibilidades.
49 Es significativo que los evangelios sin6pticos, aun cuando fueron escri-
tos en un perfodo en que la misi6n a los gentiles estaba ya muy avanzada,
nunca introducen en el ministerio de Jesus esta idea de conversi6n colectiva
de una familia; y esto vale tanto para Lucas como para los otros, si bien en
Hch el mismo autor alude a estas conversiones como un fen6meno muy cono-
cido. Los sin6pticos, en este punto y en otros, conservan el punto de vista de
la tradici6n primitiva sobre el ministerio, mientras que Juan, al menos aqui,
parece delatar un estadio posterior de su desarrollo. Pero este es el unico caso
en que aparece este rasgo particular.
3. MULTIPLICACION DE LOS PANES Y RELATOS CONTIGUOS

EI sexto capfrulo del evam.gelio segiln Juan tiene como inotivo


central un largo discurso sobre el Pan de Vida, al que el evangelista
ha aiiadido la noticia de que tuvo lugar en la sinagoga de Cafa:rnaun
(6,25-29). Siguen inmediatamente dos dialogos mas breves, cada uno
de ellos con concisas notas introductorias y explicativas ( 60-65 .66-71).
EI conjunto · ha. sido situado en un marco en el que encontramos para-
lelos con dos relatos que son tambien contiguos en Marcos: la multi-
plicaci6n de los panes ( 6,1-13) y la marcha sobre las aguas ( 16-21 ).
Observamos ademas que el segundo de los dialogos breves ( 66-71)
tiene alguna semejanza con la perkopa marcana de la confesi6n en
Cesarea de Filipo (Mc 8,27-30) y que en el curso del dialogo largo
hay un pasaje (6,30) que recuerda la perkopa marcana sobre la peti-
ci6n de un «signo» (Mc 8,11-12). Asi pues, en esta parte relativamente
corta del cuarto Evangelio hay un numero extraordinario de puntos
de contacto con Marcos y todos los paralelos se encuentran en Mc 6 y 8.
En Mc 6, la multiplicaci6n de los panes va seguida inmediatamente
de la inarcha sobre las aguas y en Mc 8 de la petici6n de un «signo»,
que, a su vez, esta seguida, despues de dos perkopas interpuestas,
por la confesi6n de Cesarea de Filipo. Surge la pregunta de si hemos de
explicar estas semejanzas por el uso que Juan hizo de Marcos o si
debemos concluir la existencia de una forma independiente de tradi-
ci6n que, en esta secci6n del Evangelio, corrfa paralela, en una me-
dida mayor que lo ordinario, con la tradici6n utilizada por Marc:os.
Podemos hacer notar que, si llegamos a la primera conclusi6n, ello no
prejuzgarfa la teorfa de una tradici6n no marcana en otras partes del
evangelio. Esta es la unica parte un tanto extensa en el cuarto Evan-
gelio dedicada a la actividad de Jesus en el norte o en Galilea, que
ocupa la mayor parte de Marcos, y no argüira nada en contra d~ la
opini6n de que el .evangelista, siguiendo por lo general una tradici6n
que estaba poco interesada por Galilea, volvi6 a. Marcos para recabar
informaci6n sobre esta fase del ministerio.
Podemos comenzar por los dos pasajes narrativos, analizando pri-
mero el mas breve y sencillo de los dos.
a) La marcha sobre las aguas (Jn 6,16-21; Mc 6,47-53)
La perkopa joanea es mas sucinta: ocupa solo doce lineas (en
Nestle) frente a las dieciseis de Marcos (o veinte, si incluimos el
MULTIPLICACION DE LOS PANES 203

v. 45), que corresponde de hecho a Jn 6,16). Esta, ademas, mas pr6-


xima a ·la forma convencional de una perkopa narrativa tradicional,
con su frase de apertura, wc; OE ÖljJ(a EYEVETO, y su conclusi6n na-
tural, mientras que la perkopa ·marcana esta entrelazada con el relato
precedente y se diluye en comentarios del evangelista. Es, sin embar-
go, dudoso que frases Corno wc; OE 6ljJ(a EYEVETO sean de hecho el
verdadero comienzo de una perkopa indeperidiente. Conectan siempre
un pasaje con un relato precedente de acontecimientos que han teni-
do higar el mismo dfa, conexi6n que puede ser original (como ocurre
probablemente en el relato de la pasi6n, Mc 14,17; 15,42, pero quiza
no en Jn 20,19) o resultado de la composici6n del evangelista 1• Asi
aqui, la frase alude al relato precedente y presupone que el lector co-
noce el curso de los acontecimientos ocurridos en el dfa que ahora
termina.
Si comparamos el lenguaje de las versiones marcana y joanea del
suceso, encontramos que las dos reproducen identicamente las pala:-
bras de Jesus Eyc.0 clµt, µ~ cpo~EloSE, pero, aparte de estas, las
Unicas palabras comunes a las dos son «harca», «embarcar», «atrave-
sar», «mar», «viento» y «remar», con el indispensable 'ltcpl'ltaTELV
E'ltl i:~c; 8aA.6:0011c;, y es difkil concebir c6mo se hubiera podido
relatar el incidente sin estas palabras 2 •
La forma o modelo de la perkopa es sensiblemente diferente en
los dos evangelios, principalmente porque en Juan el incidente esta
narrado desde el punto de vista de los disdpulos, mientras que Mar-
cos lo cuenta por lo general, aunque no siempre, desde el punto .de
vista de Jesus. Marcos nos dice que Jesus, que se habfa quedado solo
en la otra orilla, via a sus discipulos remando con dificultad, y hacia
la cuarta vigilia se acerc6 a ellos con la intenci6n de pasar de largo;
pero cuando estos quedaron sobrecogidos por el panico, les habl6 y
subi6 a bordo. Juan dice que los disdpulos bajaron al mar y embar-
caron y, tras remar unos veinticfuco o treinta estadios (los que reman
1 Mc 1,32, ol!J[ac; f>E: YEVOµEVT)c; ÖTE gf)(JOEV 6 fiA.wc;, introduce una
especie de coda en la serie de acontecimientos que ocurrieron, seg:Un el autor,
en un mismo sabado; 4,35, Kal AEYEL o:ö-ro"lc; EV EKELvtJ -rfi i')µtrx.x Öl!J[ac;
yEvoµEVT] c;, conecta (quiza artificialmente) la perkopa de la pacificaci6n de
la tormenta con la ensefianza junto al lago; 11,11 y 11,19 forman la conclu-
si6n, no el comienzo, de una perl'.copa y. pertenecen a una secci6n del Evange-
lio donde se hace notar con exactitud el paso del tiempo; Mt 14,15, oqilac;
f>E: yEvoµEVT]c;, indica un estadio en el desarrollo de una situaci6n, no su co-
mienzo, al igual que el Kal ol!J[m; yEvoµEVT)c; de Mc 6,47 (nuestro pasaje).
2 EI aparente paralelismo entre 6<; f>E ol!'[a eyEVE"l:O (Juan) y 6qiCac;
yevoµEVT)c; (Marcos) no es tal en realidad, ya que la «noche» aparece en di-
ferentes momentos del relato: en Juan se embarcan 6<; -Öl!'[a eyEVETO, en Mar-
cos Öl!J(ac; yEvoµEVT]c; estan ya a mitad de camino. De modo parecido, aunque
los dos aplican el verbo EetA.av a una intenci6n no realizada, en Marcos se
refiere a la intenci6n de Jesus de pasar de largo, en Juan a la intenci6n de los
disdpulos de subirle a bordo. Estas coincidencias no significan, por tanto, na-
da. Las referencias que acabamos de aducir muestran que estas alusiones a la
llegada de la noche son muy naturales y frecuentes en los evangelios y que
e9EAELV es una de las palabras mas comunes. ·
204 EL MINISTERIO PUBLICO

son conscientes de la distancia, el espectador del paso del tiempo ),


vieron a Jesus que se les acercaba y quedaron espantados de miedo.
El les habl6 y ellos quisieron hacerle subir a bordo, pero la barca al-
canz6 la orilla. EI viaje de los disdpulos ha terminado: por la tarde
embarcaron, a la hora mas oscura de la noche se desat6 la tormenta,
a unos veinticinco o treinta estadios del lugar de embarque :vieron
a Jesus que se acercaba y finalmente alcanzaron la orilla. En Marcos,
el relato del viaje no es tan claro y en realidad no termina, ya que la
frase fnaTIEp6:oavrec; ~A.Sov E.Til tijv yfiv es una mera conexi6n con
la perkopa siguiente.
Mas aun, el tema director del relato difiere en las dos narracio-
nes. En Marcos se trata esencialmente de un relato de milagro y se
cierra, como lo hacen los relatos de milagros, con una expresi6n de
admiraci6n: A.(av EK TIEpLOooü EV E.aui:o"Lc; EE,(o-ravi:o. En Juan
no encontramos un comentario de este tipo. Se ha hecho notar con
frecuencia que en su versi6n el incidente no tuvo por que ser milagroso
en absoluto. La frase crucial, TIEpmai:oüvi:a ETil 'rfic; 0aA.6:ooric;, en
la mayorfa de los contextos significarfa l6gicamente «andar junto al
.mar», es decir, por la playa, lo mismo que el E'ltl i:Jic; yJic; del v. 21
no significa «en tierra», sino «junto a tierra», «a poca distancia de la
costa». De modo parecido, en 21,l E'ltL i:fic; 0aA.6:ooric; se refiere casi
ciertamente a la aparici6n de Jesus junto al mar, no a la situaci6n de
los siete disdpulos en el mar 3 • Podria, por tanto, interpretarse el re-
lato en el sentido de que los disdpulos habfan remado casi toda la
kmgitud del lago cuando vieron a Jesus caminando por la playa (a la que
se estaban ya acercando, aunque no se percataban de ello · por la
oscuridad y la confusi6n), y se dispusieron a recogerlo a bordo, pero
se dieron cuenta de que para entonces la barca habfa alcanzado ya la
orilla. No quiero decir que esta fuera la intenci6n de Juan (6,25);
pero parece claro que el motivo principal no es el de un puro mila-
gro. Tal motivo lo debemos buscar en otros lugares. Lo que cierta-
mente destaca es el 'Eyc.0 Elµt. En la interpretaci6n teol6gica que
Juan ha dado a todo el pasaje, esta f6rmula tiene sin duda una signi-
ficaci6n misteriosa 4 • Pero las palabras mismas no son una interpola-
ci6n joanea. Aparecen en la misma forma en Marcos y podemos muy
bien considerarlas como esenciales a la tradici6n en cualquier forma
que esta pudo adoptar. Es el reconocimiento de Jesus, inesperadamen-
te presente a sus disdpulos en su necesidad, lo que constituye el. ver-
dadero nucleo del relato. No podemos dejar de recordar los relatos
posresurreccionales, donde la O:vayvc.0ptmc; de Cristo resucitado, ·que
se aparece inesperadamente a sus afligidos disdpulos, constituye inva-
3 •EqxxvE.pc.JaEv Ecxui:ov -ro'lc; µaSYJi:a'lc; E'IÜ i:fjc; 9aA.6:aO'T)c; significarfa
16gicamente que los disdpulos le vieron en la playa (como el autor nos dice
a continuaci6n). Si el significado fuera que el Sefior se aparecio a sus di&dpu-
los mientras estos estaban en el mar, deberfamos esperar i:otc; µaSYJi:atc; oriaLv
ETCl i:fjc; SaM:o'aYJc;.
4 Cf. Interpretaci6n, 344-345.
MULTIPLICACION DE LOS PANES 205

riablemente el motivo central. Esto suscita la pregunta de si la pe-


rkopa era en la tradici6n mas primitiva un relato posresurreccional 5'
como se ha sugerido. Hay mucho en favor de esta opini6n. La perko-
pa es ciertamente muy semejante al modelo general de dichos relatos.
Mas ailn~ en Jn 21 encontramos un relato de una aparici6n de Cristo
resucitado a sus disdpulos Eitl 'tfic; 8ai\6:ooric; que tiene algunos pun-
tos de contacto con nuestro presente pasaje. Como aquf, tambien alH
los disdpulos se encuentran en dificultad en el mar. Lo mismo que
aquf, tampoco alH reconocen a Cristo en un primer momento y la
O:vayvci>pLOL<; es la culminaci6n del relato, en el que la exclamaci6n
del disdpulo amado 6 KUpt6c; fonv corresponde al Eyc.u elµt de
nuestro pasaje. La versi6n marcana tiene poca semejanza con los rela-
tos posresurreccionales o con la versi6n joanea del relato de la mar-
cha sobre las aguas. La diferencia formal es evidente. Hasta aquf,
pues, la teorfa de que el relato joaneo esta basado en el marcano ten-
drfa muy poca base textual a su favor.
Pero es necesario tener en cuenta la estrecha relaci6n de esta pe-
rkopa con la de la multiplicaci6n de los panes. Como he hecho notar
mas arriba, en Mc 6 los dos relatos estan entrelazados: el v. 45, que
relata el embarque de los disdpulos, continua en el v. 47, y el v. 46
relata la dispersi6n de la multitud y la ida de Jesus a la montafia, que
constituyen la verdadera conclusi6n del relato de la multiplicaci6n de
los panes. En Juan hay un episodio interpuesto, que estudiaremos
en seguida, y a continuaci6n el primer relato es conectado con la afir-
maci6n de que Jesus se retir6 a la montafia, antes de pasar a la narra-
ci6n del embarque y dar comienzo al segundo relato. Sin embargo,
como hemos visto, la frase Gic; Be ÖljJ(a EYEVe'ro implica una cone-
xi6n con el relato precedente. Hay, pues, dos alternativas bastante
equilibradas: o Juan ha arreglado la secuencia en el proceso de inser-
tar un detalle nuevo (en v. 15) o Marcos ha entrelazado los dos re-
latos para restaurar la continuidad despues de haber omitido algo.
Volveremos pronto a este problema.

b) La multiplicaci6n de los panes (Jn 6,1-14; Mc 6,31-44; 8,1-8)

Hemos de tener aquf en cuenta dos pasajes de Marcos (los dos


reproducidos por Mateo y solo uno por Lucas), que cuentan c6mo
Jesus dio de comer a una gran multitud de gente con una pequefia
cantidad de panes y peces. Los dos difieren en muchos detalles, pero
tienen tanto en comiln que se suele suponer que en el estadio pre-
can6nico existfan dos versiones de la tradici6n y que Marcos ha segui-
do una en el capliulo 6 y otra en el 8. Las razones que tuvo el evan-
gelista para darlas por duplicado y el significado que quiso atribuirles
son temas legftimos de especulaci6n, qrie no nos interesan en este
momento. Pero la existencia de dos formas de tradici6n para el relato
5 Cf. mi artkulo The Appearances of the RJsen Christ, en D. E. Nineham
(ed.), Studies in the Gospels, hom. a R. H. Lightfoot, (Oxford 1955) 23-24. ·
206 EL MINISTERIO PUBLICO

Cuadro 7. La multiplicaci6n de los panes


Mc 8,1-8 Jn 6,1-14 Mc 6,31-44
Escena · Habfa una gran mul- Atraves6 el Mar de Fueron en barca
titud que no tenfa Galilea; le sigui6 Ei.c; EpY]µov i:6Tiov
que comer una multitud; fue Se reunieron muchos y
con sus disdpulos TipofjAeov a:üwuc;
EL<; 1:0 Öpo<;
Jesus Eo'ITA.cxyxv(o911
f.TI' cxüi:o6c;
y se puso a ensefiar

Dialogo Jesus comenz6: Jesus comenz6: Los disdpulos comen-


zaron:
oTIA.cxyxvll,;oµm E.Til TI69Ev d:yopaoUl- EpY]µoc; 6 i:6Tioc;:
i:ov öxA.ov K.i:.A.. µEV dpi:ouc; i'.vcx despidelos.
q>aywotv o?hOL;

Jesus:
B6i:E cxöi:o'lc; öµE'lc;
<J>ayEtV
Disdpulos: Felipe: Disdpulos:
TI69Ev i:oui:ouc; Bu- BlO:KOOLUlV BY]vcx- 1 O:yopaoUlµEv Brivcx-
vf] oEw: l nc; G'JBE p[UlV Ö:p1:0L ouK p(UlV BlaKOOL(i.)V
xopi:O:oext apKOUOLV dpwuc; K.i:.A..
Jesus: Jesus:
TI6oouc; EXE1:E cxp- TI6oouc; EXE'l:E cxp-
-rouc;; i:ou<;;
Disdpulos: Andres: un nifio tiene Disdpulos:
ema [Mateo + 'ITEV1:E dpi:ouc; Kcxl 'ITEV1:E Kcxl Mo
Kal öA.lya txeu- Mo öljlO::ptcx i.x9um; [Lucas +
Blcx] habfa 5.000 lXvBpEc;]
Jesus: Jesus: Jesus
TICXpayyEAAEL O:vcx-1 'ITOLTJOITTE i:ouc; d:v- E'ITE1:CXf,EV cxowi:c;
'ITEOElV 9pC::mouc; d:vO:TIE- cXVCXKAL9fjVCXl K.1: .A.
oEtV
Se reclinaron unos
5.000 ävBpE<;

Acciones A.cxßhlv i:ouc; ema EA.cxßEv oöv i:ouc; A.cxßwv i:ouc; TIEV1:E
sacramen- ä:pi:ouc; [Mateo + äpi:ouc; dpi:ouc; Ka:l i:ouc;
tales. KCXL WUc; LX9Ucxc;] Mo i.x9ucxc;
EllXO:pLai:Tjocxc; i!KA.a:- EOA.6yY]OEV KCXl K<X-
0-EV 1:E KA.cxoEv i:ouc;
· äpwuc; ·
Kcxl EBlBou i:o'lc; µex~ BtEBUlKEV Kcxl EBlBou wi:c;
Srii:cx'lc; cxüi:oG. µcxerii:O:tc;
MULTIPLICACION DE LOS PANES 207
Mc 8,1-8 . Jn 6,1-14 Mc 6,31-44

i'.va: 'lt'ap(x-n9ßoLV 1 rvcx napan9Ciotv


Kal 'TCC:XpE9T]KO:V Tii> TOL<; avaKEtµEVOl<; aöi:oi:c;
öxA.cp oµo[Qc; Kai EK TWV Kal wuc; Mo
Kal Eixov txeuBta: oljJap[(,.)v öoov txeuac;
ÖA(ya ~9EAOV
Kal eöf.io,yfiocxc; aö-
i:a Ei'.'TCEV Kal TaÖ"ta EµEplOEV 'TCCXOLV
napa:n9E.vm

Ka:l i!'.q>cxyov Kal [cf. E<J>O:yei:e EK i:Civ Kai i!'.q>ayov naVTE<;


EXOPT6:o9T]OO:V äpi:Qv Kai EXOP- Kai Exopi:O:oerioa:v
i:O:oHT]TE, 6,26]

Efectos wc; EVETIAl'jo9riocxv,


dijo Jesus:
ouvayayETE TeX TIE-
plOOEUOa:VTO: KAO:O-
µai:a K.T.A.
~ pav neptooeüµcxi:a Llenaron 12 KO<f>LVOL ~pav KAaoµUTQV
KAa:oµmQv E'TCTa con KAaoµai:a: l>cbl>EKO: KO<J>lvwv
onup[l>ac 1 que habfan sobrado TIAT]pwµai:cx Kai
ano i:ßv txeuwv

Notas Habfa unos (cf. supra Civf>pec;. Habfa 5.000 ävl:ipec;


adicio- 4.000 ävl>pec; [Ma- W<; 'TCEVTO:KLoX[ALOl) [Mateo + x(,.)pic;
nale~ teo + XQplc; yu- yuvmKWV Kai
vatKCiv Kal nat- ncxtfö(,.)vJ
l)[Qv]

Dijeron:
oi5T6<; . EoT~V 6:AT]-
9CJc; O 'TCpO<f>TJTTj<; 0
Epx6µevoc;

de la multiplicaci6n de los panes diflcilmente puede ser puesta en duda.


EI problema que ahora se nos plantea es si pudo existir una tercera
forma de tradici6n seguida por Juan.
Este relato no se conforma facilmente a las clasificaciones habitua-
les .de formas literarias · en ninguna de sus tres versiones. Al parecer,
no esta presentado primariamente como un relato de milagro en el
sentido habitual: en ninguna de las dos versiones marcanas encontra-
mos un comentario como «quedaron maravillados», que generalmente
caracteriza estos relatos. En vez de eso, Marcos nos dice que «no com-
prendieron» ( oü ouvflKav €.rrl wi:c; Ö:pTOLc;, Mc 6,52; cf. el parrafo
entero de Mc 8,17-21, que elabora el tema de la falta de ,comprensi6n).
Es decir, se trata del relato de un misterio que requiere penetrar de-
208 . EL MINISTERIO PUBLICO

tras de los hechos patentes. De modo parecido, en Juan es un OTJf.1.EloV,


una acci6n simbolica que apunta hacia algo que transciende el hecho
mismo. Es verdad que para Juan tambien otras acciones de Jesus son
«signos» en este mismo sentido, pero en los sin6pticos solo esta esta
presentada expresamente como un misterio. Observamos ahora que
en Mc 8 la parte central de la perkopa tiene una forma muy semejan-
te a la del relato de las palabras y acciones sacramentales en la ultima
cena, como lo encontramos tanto en Marcos como en Pablo:
1 Cor 11,23-25 Mc 14,22-24 Mc 8,6-8

EA.a:f3Ev äpTOv A.cxf36v Touc:; f:rrra


apTOU<;
KCXL EOXCXPLCYtTJOCX<; EOA.oyi']ocxc:; EÜ)(CXplOTTJOCX<;
EKACXOEV EKACXOEV EKACXOEV
KO:L {!fü.:>KEV a:OTo'lc:; Kcxi fö[Bou TO'lc:;
µa:ST}TCXl<; a:OTOG
(KCXL El'ltEV K.T.A.) (i'.vcx Ticxpo:nS&mv „.)
ci>ocx6-rwc:; TO TIOTTJpLov Kcxl A.cxf3wv Tio-ri'JpLov Kcxl Etxcxv txeuBLcx
µe.Ta To Be.LTivfioa:L öA.lycx
e.oxcxpLoTT]ocxc:; Kcxl e.l>A.oyi']ocxc:; o:OTa
(MyC.>v K.T.A.) EBWKEV a:OTo'lc:; EfaEV KCXL TOUTCX
'1tCXpcxn9EVCXL
KCXL E'ltlOV Et; CXUTOU Kcxl Eq>cxyov Kcxl
TIO:VTE<;. EXOPT6:09TJOCXV.

Es oportuno recordar que en el arte cr1st1ano primitivo ( a partir del


siglo II) el pan y los peces, asi como el pan y el vino, aparecen fre-
cuentemente en el simbolismo eucaristico, y que en el lenguaje velado
del epitafio de Avercio Marcelo en Hierapolis (siglo II) la -rpo<p~ de
los cristianos es descrita como pez, pan y vino:
ntcnLc:; TI6:vTn BE. Tipoftye.
Kcxl TICXpE&r]Ke. Tpoq>iJv TiaVTn, txeuv aTio 'ltl'JYftc:;
TicxµµEye.Sft, Kcx9cxp6v, öv EBpat;cxTO Ticxp9Evoc:; ayvi'],
Kcxl -roG-rov ETIEBWKE q>iA.oLc:; fo9ELV BLO: TICXVT6<;,
otvov XPTJCYtOV Exouocx, Kepcxoµcx BLBoücro: µe.T' d:pTOu. 6

En Mc 6 la semejanza con el relato de la Ultima cena es menos mar-


cada que en Mc 8, pero aparecen tambien alH las expresiones liturgi-
cas esenciales: i\a~<::Jv wuc; ö:pwuc;, EÖAOYTJOEV, Kan~.KAaOEV
E.c>Löou. Volveremos enseguida al relato de Juan.
En las dos perkopas marcanas, la fraccion sacramental del pan esta
introducida por una narraci6n que situa la escena y por un dialogo en-
tre Jesus y sus disdpulos. Mc 8 procede con gran brevedad y el dia-
logo es solo lo suficientemente explicito como para conducir a la. densa
pregunta: no0EV "t'OU"t'OU<; ·OU~OE'ral 'rl<; C5ÖE xop-raOaL Ö:pi:cuv
6 El texto sigue a C. F. Kaufmann, Handbuch der altchristlichen Epigra-
phik, 171.
MULTIPLICACION DE LOS PANES 209

E.n' E.pY]µ(ac;; que, sin duda no por casualidad, recuerda la peticion de


alimento para Israel en el desierto; cf. Ex 16,32, donde se le ordena a
Moises que almacene el mana tva 'löwaLV TOV ö:p-rov öv E.cp6::ynE.
6µE.i:c; E.v -rfi E.p~µ<{). En Mc 6 este material introductorio aparece
en una forma muchb mas extensa, con numerosos detalles adicionales
que no son estrictamente neoesarios para la intencion principal del pa-
saje, aunque sirven para darle fuerza y viveza. En este sentido, la
clasificacion de esta perkopa (si bien no de su duplicado en Mc 8)
entre las Nouvelle o «leyendas» esta justificada. Sin embargo, es una
«leyenda» que implica lo que podriamos llamar con raz6n una recita-
ci6n liturgica.
En Jn 6, la forma de la perkopa ocupa un lugar intermedio entre
la plenitud y elaboracion de Mc 6 y la relativa concision de Mc 8
(cf. Cuadro 7). La puesta en escena no sigue a ninguno de los pasajes
marcanos, pero tiene algunas semejanzas (que consideraremos mas tar-
de) con la versi6n mateana de la segunda multiplicacion de los panes
(Mt 15,29-39). La seccion propiamente comparable de estas perkopas
comienza en todos los casos con los dialogos. En Juan, el dialogo es
iniciado por Jesus, como en Mc 8, y no por los disdpulos, como en
Mc 6. Pero como en Mc 6, y a diferencia de Mc 8, los disdpulos (en
Juan, uno de ellos) calculan el precio de dar de comer a la multitud
en 200 denarios. La pregunta por las provisiones disponibles, que
aparece tanto en Mc 6 como en Mc 8 y que es respondida por los
disdpulos, no se encuentra en Juan, si bien uno de los disdpulos da
espontaenamente la informaci6n. Corno en Mc 6, hay cinco panes y dos
peces, y no siete panes y <<Unos pocos» peces, como en Mc 8; pero
mientras que en Marcos los peces son tx8uE.c; o txeuom, en Juan
son CHjJapLa, y segun este fueron proporcionados por un «muchacho»
(nmoapLOv) que Marcos no conoce. EI 110L~aa-rE. -rouc; O::v8pc011ouc;
O::va11E.CTE.LV de Juan es mas semejante a la formulaci6n de Mc 8,6,
11apayytA.A.E.L -rc;'> ÖX"-ct> O::va11wE.i:v, que a la de Mc 6,39, E.11t-ra-
E:Ev aö-roi:c; avaKAL8~vm, pero ·solo en Mc 6 y en Juan se nos dice
que era un lugar con hierba (~v OE xoprnc; 110A.uc; EV -rc;'> 1:011<{),
Jn 6,10; E.11l -rc{'> xA.wpc{'> XÜPT<{), Mc 6,39). En este momento, Juan
introduce su calculo ~del numero de los participantes, que en las dos
perkopas marcanas aparece al final, aunque Lucas, en el paralelo de
Mc 6, lo ofrece en una nota explicatoria del dialogo (Lc 9,14). El
calculo de J uan es de cinco mil varones y coincide con el de Mc 6
frente a los cuatro mil (el numeral en masculino) de Mc 8.
Llegamos ahora a las acciones sacramentales que en todas nuestras
perkopas forman el nucleo de los relatos. Aqui Juan usa los terminos
«tomar» (A.cxßE.i:v), «repartir» (omoLo6vm) (en vez del «dar» [füo6-
vm] de los dos relatos marcanos y «agradecer» (EuxapLaTE.i:V), este
termino alterna en Mc 8 (y Mc 14) con «bendecir» (E.uA.oyE.lv), mien-
tras que Mc 6 emplea solo «bendecir» (E.ÖA.oyE.i:V). Un tanto sor-
prendentemente, Juan omite el termino «partir» el pan (EKA.aaE.v en
Mc 8,6 y KCXTEKAO:OE.V en Mc 6,41 ). Sin embargo, encontramos en el
14
210 EL MINISTERIO PUBLICO

el termino «fragmentos» (i<A.6:oµa'ta), que en los dos relatos marca-


nos designa-l0s-tr-0zos de pan y que en la Didacbe (IX, 3-4) es el ter-
mino tecnico para designar el pan partido de la Eucaristfa. En Jmtn,
como en Mc 6, no hay una bendicion o accion de gracias separada
sobre los peces, como aparece en Mc 8. La expresion de Juan, oµo(c.:ic;;
EK 'tl'>V Ölj.Jap(c.:iv öoov ~0EA.ov, corresponde funcionalmente a la
de Marcos Kat 'tOuc;; öuo txeuac;; E.µEptoEv Tr6:otv 7 , sin · ninguna
semejanza en el lenguaje. La conclusion de la comida, que en la's dos
perköpas marcadas es expresada por E<payov Kal E.xop't6:o0rioa\I
falta en Juan, que tiene una conclusion diferente; pero la referencia
retrospectiva a1 relato de Jn 6,26, donde Jesus dice a la gente E.cp6:yE:"tt:.
EK 'twv O:p'tc:.:iv Kal E.xop't6:o0ri'tE, prueba que Juan conoda la con-
clusion marcana.
En este momento, las dös perkopas marcanas afiaden, a continua-
cion de la ultima frase citada, que se recogi6 una enorme cantidad
de fragmentos despues de la comida: en Mc 6,43, öc0ÖEKa K6cptv0l;
en Mc 8,8, ETr'tcX oTCup(ÖEc;;. Juan se aparta aqui del modelo comun
del relato. La satisfaccion del hambre del pueblo queda relegada a una
oracion subordinada, c0c;; öE. EVETIA~oerioav 8, y la oracion principal
introduce una orden de Jesus: AEYEL 'tote; µa0ri'ta'lc;; atnoO, ~uva­
y6:yE'tE 'tcX TrEptooE6oav'ta KA6:oµa'ta 'i'.va µ~ n cXTIOATj'tat ..Con
los fragmentos recogidos se llenan doce K6cptvot, como en Mc 6,43,
si bien las expresiones 'tcX TrEptooEuoav'ta KA.6:oµa'ta, öc0ÖEKa ko-
cptvouc;; KAaoµ6:'tc.:>V ä ETIEp(ooEuoav, son semejantes a Mc 8,8,
7 Cf. Lc 22,17: i\6:ße-re -roG-ro Kal füaµep[aa-re etc; Eau-rouc; (referido
al rro-ri]ptov). .
8 EI verbo tµ'll[µ'lti\aaem no se encuentra en ningiin otro lugar del cuar-
to Evangelio. Debemos, pues, cuidarnos de. suponer que la divergencia con res-
pecto al xop-r6:seo9m sin6ptico se <lebe simplemente a la reelaboraci6n · del
evangelista. En los LXX xop-r6:seo9m y tµ'll[µ1tA.ao9o:t son traducciones al-
ternativas de formas de la rafz v:ird. Asf, en Is 44,16, Vf~'.1 „. ?;iil esta tra-
ducido por Ecpayev Kal EVE'llATJ09TJ, mientras que en Sal 80 (81),17, m~r:;i!!:
„. ~P,'~'P~ se convierte en tlj><i>µtoev„ .tx6p-raoev. La promesa divina de
bendiicones futuras que aparece en Sal 36 (37),19, ~Vftr°'. )l:l.~'1 '~'~ , es
traducida por EV TjµEpcXtc; i\tµoG xop-rao9i]oov-rat, la de Sal 131 (132),15,
C!J~ V1~1p~ .;ni·;i~ , por -rouc; 'ltTülXOÜc; aöTiic; xop-r6:oüJ Ö:p-rouc;, pero • en
J1 2,26, J?l:l.tr'l ':il:ll$ ci;i?;:i!!1 , es traducido en los LXX por cp6:yeo9e to9lov-
TE<; Kal Eµ'lli\r,o9T]oeo9e. Estas promesas resuenan en las Bienaventuranzas,
donde Mateo y Lucas dicen xop-rao9i]oov-rm, xop-rao9i]oeo9e. Segiin esto,
en los relatos sin6pticos de la multiplicaci6n de los panes, concebida como un
simbolismo profetico que significa el cumplimiento de esas promesas, el verbo
usado es xop-rao9Jivo:t. Pero se ha de notar que en la liturgia de la Didacbe,
donde el Ki\6:oµa y el -roo-ri']ptov son sfmbolos sacramentales del rcveuµa-rtKi'j
-rpocpi] Te Kal ·'ltOToc; Kal süJi'j alwvto<; dados por Cristo, encontramos µe-ra
TO Eµ'llAT]CJ9]ivm o(hüJc; euxaptOTTJOaTE (X,l). Existen otros puntos de. con-
tacto entre las oraciones de la Didacbe y el cuarto Evangelio (cf. mi artkUl.o
Eucharistie Symbolism in the Fourth Gospel: «Expositor» 8.• serie, vol 2 [1911]
530-546). Es, pues, probable que este ä'lta~ i\ey6µevov en el evangelio se re-
monte a una tradici6n lit&gica diferente de la que subyace en 'os sin6ptjcos;
la diversa selecci6n de los verbos se remontarfa a traducciones diferentes de
testimonia del AT. ·
MULTIPLICACION DE LOS. PANES 211

'T[EpLaaE6µcrra KAaoµO:-rc.w E'T['ta O''T[Up(f>ac;, que a nirtguna :otra


expresi6n de Mc 6.
Consideraremos mas tarde el significado de esta desviacion' del
modelo comun al final de la perkopa. Por el momento, volvamos a
examinar las complejas relaciones de semejanza y desemejanza entre
el relato joaneo y las dos perkopas marcanas. Donde las dos versio-
nes .marcanas difieren, Juan se asemeja por lo general a Mc 6, aunque
existen coincidencias curiosas con Mc 8 frente a Mc 6. La mas im-
portante de ellas es el empleo del termino EÖXapLO'tELV en lugar. de
EÖA.oyEtv. En Mc 6,41 EÖAOYTJO'EV representa al hebreo 1!.::l, y sig-
nifica «pronunci6 la bendicion» (con «Dios» como objeto implkito
del verbo). En Mc 8,7 aparece la misma palabra, pero el objeto di-
recto es «los peces» (representado por aö-r6:), lo cual implica un
cambio de sentido. Ademas, en este contexto, con referencia' al pan,
encontramos EÖXapLo-r~oac;, iritransitivo, en el sentido de «dio gra-
cias» (a Dios, sin duda, por implicaci6n, pero el verbo es usado. ab-
solutamente). Se trata de un uso helenista, sin transfondo biblico 9 ,
que se impuso muy pronto en el lenguaje liturgico cristiano: · aparece
en 1 Cor 11,24 y repetidamente en Didache IX-X. En Juan se encuentra
solo este verbo y es de notar que al referirse retrospectivamente al
incidente emplea la expresi6n «comieron el pan cuando el Sefior pronun-
ci6 la acci6n de gracias ( cöxapLm~aav-roc;)» (Jn 6,23) 10, que podrfa
casi servir de subtftulo a esta perkopa, Ecpayov -rov äp-rov EuxapLa-
~oavrnc; -roü Kup(ou (Jn 6,23 ). EI empleo enfatico de este termi-
no hace que la conexi6n con la tradici6n liturgica sea al menos tan
clara como en Mc 8, aunque, por lo demas, el lenguaje sacramental
destaca incluso menos que en Mc 6, ya que falta el verbo KAÜ:om~
Si quisieramos explicar la versi6n joanea como derivaci6n litera-
ria de Marcos, deberfamos asumir que fueran utilizadas las. dos peri-
copas marcanas, sea porque el Evangelio las cambi6 deliberadamente
sea porque, al seguir a Mc 6, estaba perseguido por recuerdos de Mc 8.
Pero aun nos queda por ver si no habra desviaciones de los. dos mo-
delos marcanos, por omisi6n, adici6n o modi:6.caci6n, que deberfan ex-
plicarse l6gicamente por la utilizaci6n de una fuente distinta de Marcös.
Hemos observado ya la omisi6n de la frase Ecpa)A.ov Kai €xop-r6:a-
8Tjoav, que aparece en las dos perkopas marcanas; podemos prescin"
dir de esta omisi6n, ya que encontramos una clara reminiscencia de
esta frase ( derivada directamente de Marcos o de una fuente · seme-
jante) en el E.cpayE'tE EK -r&v äp-r(,)v Kai E.xop-r6:cr8YJ'tE de. 6,26.
Es quiza bastante mas significativa la ausencia en el relato de toda re-
ferencia al «desierto» (EpT]µoc; 'tO'T[oc;, Mc 6,31.32.35, E.pTjµ(a,
Mc 8,5). Esta omisi6n es ciertamente extrafia, ya que, como hemos
9 Sobre eöxapLcn:et:v cf. W. L. Knox, Same Hellenistic Elements„in Pri-.
mitive Christianity, 3-5. .·· .. ·
10 Las palabras eöxapLcn:i]aa:vroc; -roG 'Kup[ou faltan en D, Syrsin y al-
gunas otras autoridades; es posbile que sean una glosa. Si es asf, algiln ,«edi,
tot» ha querido subrayar un rasgo que era ya prominente en el texto ,original:
212 EL MINISTERIO PUBLICO

visto, en Marcos encontramos una probable referencia indirecta a la


dispensacion del mana EV Tfj E.p~µcp y Juan explicita dicha referencia
en el discurso que sigue al relato ( 6,31 ). Si la fuente que segufa nues-
tro evangelista indicaba que la multiplicacion de los panes tuvo lugar
en el «desiertm>, no es facil pensar que Juan omitiera un indicador tan
valioso del sentido que quiso atribuir al incidente.
A estas «omisiones» podemos contraponer algunos detalles suple-
mentarios. Mientras Marcos habla de los disdpulos como un cuerpo,
Juan asigna sus intervenciones durante el dialogo a individuos concre-
tos: Felipe y Andres. Esta identificacion de los actores en una escena
es con frecuencia, aunque no siempre, un indicio de desarrollo «legen-
dario». Lo mismo cabe decir del TiaLf>6:pLov que tan oportunamente
proporciona los panes y los peces.
La descripcion de los panes como Kpl.8'LVOL (dos veces, 6,9.13)
es asimismo peculiar de Juan. Se suele considerar este rasgo, probable-
mente con ·razon, como una reminiscencia de 2 Re 4,42-44, donde se
nos dice que Eliseo dio de comer a un considerable numero de hom-
bres con una cantidad al par·':!cer inadecuada de pan. Merece la pena
citar la perkopa completa:

Kal av~p f>L~A8EV EK Bm8aapaa0: Kal ~VEYKEV Tipoc; 'LOV


O:vSpQTiov rnü 8:=.oü Tipc.noy:=.vriµ6:n.:iv :=.'(KOOL äprnuc; KpL8tvouc;
Kal mxA.6:8ac;· Kal ELTIEV, A6TE Tc{) A.ac{) Kal E.a8LETc:.:iaav. Kal
:=.l'ITi:.v 6 A.arnupyoc; aörnü, Tl; ;f>c7> ToÜTo E.vc0mov EKaTov
O:v.f>p&v· Kal i:.l'IT:=.v, Aoc; Tw A.ac{) Kal fo0LE.Tc.:>aav, ön T6:f>i:.
A.E.yi:.L KupLOc;, <l>6:yovrm Kat KaTaA.i:.tljJouaLv 11 Kal E<payov Kal
KaTEA.mov Ka'!O: TO PTjµa Kup(ou.

Si este pasaje sirvio de modelo a los evangelistas, debemos suponer


que estaba en la mente de los cuatro o, mas probablemente, que con-
tribuyo a la formacion de la tradicion primitiva que, en formas va-
riantes esta detras de las dos perkopas marcanas. Si esto es asf, debe-
mos preguntarnos si hay algo en los conocidos intereses e intenciones
del cuarto evangelista que explique por que solo el introdujo en un
relato, hipoteticamente tomado de Marcos, el detalle de que los panes
eran de cebada. La ·respuesta es, a mi juicio, que no hay nada que
lo explique. Hasta aquf, parece, pues, mas probable que este rasgo
apareda solo en una forma de tradici6n, a saber, la seguida por Juan
en contraste con los otros tres.
Es aun mas significativa la desviacion de Juan con respecto al mo-
delo sinoptico a1 final de la perkopa. Las dos perkopas marcanas con-
11 KcrraAf.(lj1oumv = "1ti1il, KCX'tEAoL7tOV = ~"11:\1'. Los derivados de la .
ra!z il"l' son traducidos en otros lugares por 7tEpLOOEUELV, 7tEpLaa6c;. En los
evangelios 7tEpLOOEUELV y 7tEp(aaEUµa se aplican a las sobras de pan. Si el
relato de Eliseo y los panes de cebada estaban en la mente de los que forma-
ron Ia tradici6n, estos siguieron el original hebreo o una versi6n diversa de los
LXX, lo cual ha dejadö huellas en los cuatro evangelios.
MULTIPLICACION DE LOS PANES 213

ducen el relato a su conclusi6n natural con la afirmaci6n de que «c.o-


mieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron ( tantos) cestos de •
fragmentos» (como el relato de 2 Re concluye con füpayov Kal Ka-
TEAmov). Juan, como hemos visto, sigue una Hnea distinta al inser-
tar aqu1 una orden formal de Jesus de que recojan las sobras i'.va µ~
'rl a'ltOATl'raL. El principio de que no se debe desperdiciar ningiln
alimento aparece enunciado frecuentemente en fuentes rabfnicas
(cf. S.-B., ad loc.); pero aqu1 tenemos, al parecer, algo mas. En el
v. 27 ßp&'>otc; a'ltoA.A.uµE.vri esta contrastado con ßp&'>atc; µE.vouoa
Elc; l:;c.oriv cxtci>vLOv, y este alimento «que dura» es el que da Cristo.
Parece, pues, que los fragmentos que <leben ser recogidos simbolizan
el pan «que dura» y que no «se pierde». Y en realidad dichos frag-
mentos representan adecuadamente la ßp&'>otc; µE.vouoa, ya que,
aunque el pueblo ha comido hasta saciarse, el pan permanece, y en
mayor cantidad que antes. Es, pues, probable que para Juan el hecho
de que se recogi6 una gran cantidad de sobras es un «signo» ulterior
y no una mera corroboraci6n del milagro 12 • Si esto es as1, podemos
pensar que he reelaborado el material al ser\ricio de sus propias ·ideas
teol6gicas, sustituyendo por esta densa conclusi6n el final que, como
hemos visto, se encontraba probablemente en su fuente, fuera esta
Marcos o una tradici6n independiente.
Hasta aqu1, pues, las desviaciones de Juan con respecto a Marccis
podrfan explicarse, en caso de apuro, sin postular una fuente distinta de
los dos pasajes marcanos; la variaci6n de la conclusi6n se deberfa a mo-
tivos teol6gicos, la introducci6n de Felipe, Andres y el 'ltaLOcXptov
a la conocida tendencia de nuestro autor a identificar los personajes
de sus relatos, y el detalle de los panes de cebada al recuerdo de 2 Re
4,42A4, que pudo ocurrfrsele al redactar de nuevo el relato. Sin em-
bargo, este ultimo detalle puede tener, como hemos visto, otra impli-
caci6n y existen ademas otros puntos que apoyan ligeramente la inde-
pendencia de Juan con respecto a Marcos.
12 Una opini6n mas general es que la recolecci6n de los KAaoµa'tcx sim-
boliza la reuni6n del pueblo de Cristo en la unidad de la lglesia, cf. Jn 17,
11-12: i'.vcx c.:>cnv EV„ .ouBElc; f.f, O:U'tWV anWAE'tO. Esta opini6n puede en-
contrar apoyo en la oraci6n de la Didache nEpl 'toG KA.6:oµa-roc;, IX, 4: &onEp
ijv 'tOU'tO 'tO KAaoµa füEoKopmoµEVOV f.n6:vw 'tWV ÖpEWV K·al oUVCX)(8Ev
EYEVE'tO ev, oö-rw ouvax8fi'tc.J oou 1'j EKKATJOCa: ano 'tWV nEpa'tc.JV 'tfic;
yfic; Elc; UJV ol'jv f3aoLAE~av. La idea es tentadora, especialmente si consi-
deramos los evidentes contactos que existen entre el cuarto Evangelio y la li-
turgia de la Didache. Pero la idea de la unidad no aparece en Jn 6,12-13: los
KA.6:oµa'ta: siguen estando repartidos entre doce cestos (c~uno por cada ap6s-
tol? ), un sfmbolo particularmente desafortunado de la unidad de la Iglesia. Mas
aiin, en la Didache los muchos granos de trigo han sido unidos en un KA.6:oµa,
del que los comunicantes participan en comun; en Juan, despues de la comu-
ni6n del pueblo, sobra un gran numero de KA.6:oµa·m. El simbolismo sigue
una Hnea totalmente diferente del de la Didache. Por esta raz6n, prefiero 1a
interpretaci6n ofrecida arriba, en la cual sigo la sugerencia de D. Daube, The
New Testament and Rabbinic Judaism, 36-46 (sin aceptar necesariamente su
conclusi6n de que «Juan conoda la versi6n sin6ptica y la suya es un desarro-
llo de aquella»).
214 EL MINISTERIO PUBLICO

Pero no hemos considerado todavia la introduccion del relato, que


difiere considerablemente en las diversas versiones. En Mc 8 no hay
tal introduccion; encontramos solo la puesta en escena con la mayor
economia posible de palabras: E.v EKELVCXL<; -rcx"lc; l'JµE.pmc; "llCxALV
noA.A.oO öxA.ou öv1:0c; Kcxl µ~ E.x6v-rwv -r( cpc'xywoLv, asi comienza
el dialogo que conduce directamente al relato de la comida. En Mc 6,
en cambio, encontramos una narracion excepcionalmente larga y deta-
llada, que explica por que Jesus y sus disdpulos estaban en el «de"
sierto» (habfa querido estar a solas retirandose al otro lado del lago)
y como, a pesar de todo, se encontraron rodeados por una gran mul-
titud (habfan descubierto su intendon y se les habian adelantado );
esto explica tambien la difkil situacion de los disdpulos que se en-
cuentran ante una gran masa de gente hambrienta e incapaces de pro-
porcionarles alimento: la razon era que Jesus se habia puesto a «ense-
fiarles durante largo tiempm> (.DLDCxOKELV cxu-rouc; 'TtoAA<'x) y se ha-
bia hecho tarde. Solo entonces comienza la perkopa propiamente tal,
como en Mc 8, con el dialogo. Mateo y Lucas reproducen, de forma
un tanto mas breve, el detallado relato en sus contextos paralelos;
pero en Mt 15, que en el relato mismo de la comida sigue muy de
cerca a Marcos, encontramos una introduccion completamente dife-
rente: Jesus fue a la orilla del mar de Galilea (no atravesandolo en
barca, como en Marcos) y de alH subio de; -ro öpoc;, donde euro a
los enfermos (no los ensefio, como en Marcos). Acto seguido, la pe-
rkopa de la multiplicacion de los panes comienza abruptamente con
el dialogo entre Jesus y sus disdpulos y a partir de este momento Ma-
teo reproduce a Mc 8 casi al pie de la letra.
Juan introduce la perkopa con un pasaje que tiene algunos ligeros
puntos de contacto con Mc 6, pero que es mucho mas semejante a
Mt 15. Podemos presentar las relaciones de los tres pasajes de la
siguiente manera:

Mt 15,29-31 Jn 6,1-5 Mc 6,32-34

1. 6 '!l]OOU<:; ~A9EV rro:pcl: 1. arrfjAeEV 6 'J.11cr0Qc; 1. (aTifjA9ov EV T<ii


Ti'\V 96:Ao:crcro:v Tfjc; m?.po:v Tfjc; 9o:Aacrcr11c; rrAofcp de; Ep11µov
raAlAO:lo:c; Tfjc; raAlAa[ac; TOTIOV)
3. Kal rrpocrfjA9ov auT<ii 2. TJKOAOU9El 5E. auTQ 2. (cruvE.Opo:µov EKEL
OXAOl '!TOAAOL ÖXAoc; TioMc;, Ko:l rrpofiAeov
Kal E9EparrrncrEv ÖTL Eeuiipouv TeX o:ö-rouc;)
·o:ÖTouc; 011 µda ä. Erro (E l Errl
T6V acr9EVOUVTC0V
2. Kal avcxßcl:c; de; TO 3. avfiA9EV de; TO öpoc;
öpoc; EKÜ:9l]TO EKEL 'I1100Gc;
Kal EKEL EKÜ:9l]TO
4. 9E·aoaµEvoc; ÖTL TIOAuc; 4. E15Ev TioAuv oxAov
oxAoc; EPXETal Tipoc;
CXUTOV
MULTIPLICACION DE LOS PANES 215

Es evidente que si Juan tuvo aquf un modelo sin6ptico, no fue Mar-


cos sino Mateo. Prescindiendo de una unica coincidencia verbal de
importancia, observamos que en Juan y en Mt 15 la escena esta si-
tuada en. -ro öpoc; (una colina concreta o la montafia en general), de-
talle que no aparece en ninguna de las perkopas de Marcos, y que en
Juan y en Mt 15 el incidente esta asociado con un ministerio de cura-
ciones, mientras que ninguno de los dos dice nada sobre la ensefianza
del pueblo a que alude Marcos. <'.Debemos, pues, corregir nuestra hi-
p6tesis y decir que el relato joaneo esta tomado de los dos pasajes ma·
teanos mas bien que de los marcanos?. En tal caso, nos habrfamos
quedado todavfa con doscientos denarios entre las manos, ya que en
ninguno de los dos pasajes ofrece Mateo un calculo de lo que costa-
rfa alimentar a la multitud. Deberfamos, pues, postular. la utilizaci6n
de Mateo y Marcos como fuentes. Pero esto me resulta una explica-
ci6n. increfble del metodo de composici6n de nuestro evangelista. Una
hip6tesis mas plausible es que estos rasgos de la t:t;adici6n -el retiro
a, o al otro lado del, mar de Galilea, la llegada de la multitud, la su-
bida a -ro öpoc;, las curaciones en masa-, rasgos todos ellos que apare-
cen a lo largo de los evangelios en diversos contextos 13 , fueron combi-
nados de un modo parcialmente semejante tanto en una tradici6n co-
nocid;i por Mateo com9 en una forma diferente de tradici6n que cons-
titqye el trasfondo de Juan 14 • •

Preguntemonos ahora si hay en Jn 6,1-5 algunos rasgos peculiares


que pudieran derivarse de esta supuesta fuente independiente. La pri-
mera peculiaridad consiste en que solo Juan afirma explicitamente que
la multiplicaci6n de los. panes tuvo lugar 1tEpav. -rilc; 0o:A.6:acrric; -rilc;
ro:A_t.Aa(ac;. Es ve.rdad que en el contexto de Mc 8 la Ultima loca-
lidad mencionada es la Decapolis (7,31), la mayor parte de cuyas ciu-
dades se encontra.ban ~1 este del lago, de lo cual el lector podrfa con-
cluir (precariameute) que la asamblea de los cuatro mil tuvo lugar
en esa regi6n. El cont~xto de Mt 15. nos informa de un viaje desde
e1 territorio de Tiro y Sid6n, 1tapa TI]v 06:A.aaao:v -rilc; ro:A.tA.a(a:c;
Etc; -ro öpoc;, sin ninguna indicaci6n a que orilla del lago se alude. En
Mc 6 la geograffa es confusa. No se nos dice cual fue e1 .punto de partida
(en.,6,32) ni se nos informa tam,poco sobre la direcci6n del viaje, si bien
la marcha al lugar donde se reunieron los cinco mil se hizo -rc;> 1tAOLü>.
Despues de la comida, Jesus envfa a los disdpulos E(c; -ro 1tEpav 1tpoc;
Bri0crato6:, es decir, hacia el este 15 ; sin embargo, llegan a Genesaret, al
oeste. No serfa muy l6gico suponer que la multiplicaci6n de los panes
tuvo lugar en la orilla este. De todos modos, no es tfpico de nuestro
evangelista hacer tan complicados razonamientos. La localizaci6n 1t1~pav

13 Cf. Interpretaci6n, 334.


14 Sobre los rasgos y detalles «errantes» en la tradici6n cf. supra, pp. 177-
181, 200-201.
15 No parece que haya ningtin fundamento s6lido en favor de la opini6n
de que habfa otra Betsaida en la ribera occidental, si bien es verdad que
«Ciudad de Pescadores» es un nombre que pudo existir por duplicado.
216 EL MINISTERIO PUBLICO

1:~<; eo:A.aooric; no forma parte de nuestra perkopa en ninguno de los


sin6pticos. Ni parece tampoco probable que el evangelista la introdu-
jera por su cuenta y riesgo. No tiene ninguna importancia teol6gica 16
ni encaja bien en ninguno de sus esquemas topograficos; de hecho en-
cajan tan mal que los comentaristas, para disculpar la presunta incohe-
rencia del evangelista se ven obligados a hacer drasticos retoques 17 •
Parece, pues, muy probable que la tradici6n conocida por Juan con-
tenfa el dato geografico.
<:'.Contenfa tambien el dato cronol6gico ~v OE Eyyuc; 1:0 Traoxo:
( 6,4 )? Es bastante probable que Juan quisiera sugerir la conexi6n en-
tre la Pascua, «la fiesta de los judios», y la eucaristfa cristiana, que esta
tipificada en la multiplicaci6n de los panes 18 • Pero en el discurso que
sigue no ha explotado para nada el simbolismo pascual: el tipo del
Pan de Vida es el mana EV 'll Ep~µcp (la Pascua, a diferencia de los
Tabernaculos, no era una celebraci6n del «desiertm> ). Esto contrasta
con el uso del simbolismo de la fiesta de los T abernaculos en 7-8 19 .
En 10 ,22 se hace una referencia a la Dedicaci6n ( Jj anukka), pero
los comentaristas no harr podido encontrar ninguna alusi6n convin-
cente al simbolismo de la fiesta en el discurso que sigue. En cuanto
a las referencias a la Pascua, en el relato de la pasi6n constituyen un
dato original de la tradici6n, mientras que la supuesta «primera Pas-
cua» de 2, 13, durante la que fue purificado el templo, se refiere (como
he tratado de dernostrar) con mucha probabilidad a la Pascua de la
pasi6n, ya que la posici6n actual de la perkopa de la purificaci6n del
templo se <lebe al orden en que el evangelista querfa presentar su
gran tema 20 •. Asi, pues, mientras la introducci6n de la fiesta de los
Tabernaculos en el capitulo 7 podria deberse totalmente a considera-
ciones teol6gicas 21 , de ningun otro pasaje se puede afirmar con certeza
que se refiera a una fiesta, si no es el texto que ahora estamos exa-
minando. Por otra parte, esta totalmente en consonancia con el estilo
de nuestro autor encontrar en un dato autenticamente tradicional un
valor simb6lico. Mi conclusi6n es que no hay ninguna objeci6n s6lida
que impida aceptar los datos cronol6gico y geografico como elementos
de la forma independiente de tradici6n con la que Juan trabaj6, si
bien tampoco se puede demostrar, como es l6gico, que tal fuera el
caso. En cuanto a la probabilidad general, debemos decir que la es-

l6 Se suele afirmar generalmente que la duplicaci6n marcana del relato


tiene un motivo teol6gico: la primera multiplicaci6n tiene lugar en la ribera
occidental, territorio judfo, la segunda en la oriental, entre los gentiles: «Pri-
mero a los judfos y luego a los griegos». Es posible que asf sea (aunque ha-
brfa sido mas convincente si Marcos hubiera hecho su geograffa mas compren-
sible); si es asf, es mas sorprendente aun que en Juan, el mas teol6gico de
los evangelistas, no hay ningun indicio de una interpretaci6n similar.
17 Cf. Interpretaci6n, 340-341.
ts Cf. ibid, 334.
19 Cf. ibid, 349-352.
20 Cf. supra, pp. 168-170 y vease Interpretaci6n, 385-386, 447.
21 Pero cf. infra, pp. 245, 323-326.
MULTIPLICACION DE LßS--PANES 217

taci6n de la Pascua es un tiempo en que abunda la hierba 22 , como


Juan indica, y puede haber «verde», como Marcos dice que habfa.
Hasta el momento hemos llegado a la conclusi6n de que, de los
dos relatos contiguos que ahora nos interesan, el de la marcha sobre
las aguas se basa, muy probablemente, en una tradici6n independiente
de los sin6pticos y el de la multiplicaci6n de los panes no es, con una
probabilidad un tanto menor pero todavfa sustancial, una combinaci6n
de Mt 15,29-31; Mc 8,1-10 y Mc 6,34-44 (todos los cuales debieron
de ser utilizados, si suponemos que Juan tom6 el relato de los sin6pti-
cos), sino que se basa tambien en una tradici6n independiente. Debe-
mos preguntarnos ahora si la yuxtaposici6n de los dos relatos tiene
una base tradicional o si Juan dependfa de Marcos, si no en todo el
material de su relato, sf al menos en su conexi6n. La tercera posibili-
dad, a saber, que los dos escritores coincidieron casualmente en la
misma secuencia, no puede tenerse en cuenta 23 •

c) Relaci6n entre la multiplicaci6n de los panes


y el caminar sobre las aguas

Observamos en primer lugar que en las dos perkopas marcanas


la multiplicaci6n de los panes va seguida de un viaje a traves del lago.
En Mc 6,45 (como hemos visto) los disdpulos salen rumbo a Betsai-
da, en la orilla este, pero llegan ( 6,5 3) a Genesaret, en la orilla oeste.
Es probable que el nombre de Betsaida pertenezca a la perkopa de
la multiplicaci6n 24 y que la frase, ÖLarcEp6:oavi:Ec; ETCL i:Tjv y~v
~f...0ov Eie; rEVVT]OapE.i:, que introduce un tfpico «sumario», deba su
posici6n actual a la labor redaccional del evangelista. En Mc 8,10, de
nuevo, la referencia a un viaje es casi ciertamente la conclusi6n de la
perkopa de la multiplicaci6n y no forma parte del «marco». La refe-
rencia a otro viaje Eie; i:o rcE.pav, casi inmediatamente despues, es
sin duda el resultado de la labor redaccional y no ayuda a determinar
22 «Hacia finales de octubre comienza una fuerte precipitaci6n pluvial; a
intel"Valos, durante uno o varios dfas cada vez... Hasta fines de noviembre la
precipitaci6n no es muy abundante, pero aumenta en diciembre, enero y febre·
ro, para comenzar a disminuir en marzo, hasta que hacia mediados de abril ter-
mina practicamente... En mayo las lluvias son raras, y desde entonces hasta oc-
tubre no solo no hay lluvias, sino que raramente se ve una nube en el cielm>
(G. A. Smith, Historical Geography of the Holy Land, 64-65). Parece, pues,
que marzo serfa el tiempo mejor para que se diera abundante hierba, y que la
hierba verde escasearfa mas a partir de finales de abril.
23 Bultmann, ad loc., piensa que los dos relatos han sido tomados de una
fuente en la que estaban asociados; la fuente no es Marcos: «esto aparece claro
especialmente en el relato de la marcha sobre las aguas, que revela en Juan un
estadio mas primitivo de la tradici6n ... ».
24 En Lc 9,10, la escena de la multiplicaci6n de los panes es «una ciudad
llamada Betsaida», no un EpT]µoc; -r6-n:oc;. Sin embargo, esta afirmaci6n encaja
diffcilmente con el v. 12, donde se propone que la multitud encuentre «aloja-
miento y comida» (i'.va Ka-raA.6crc.:iatv Kal EÖpc.:imv Emmncrµ6v) en las al-
deas ·de alrededor. Pero es posible que preserve una reminiscencia de la loca-
lizaci6n oriental de la escena.
218 EL MINISTERIO PUBLICO

la direccion del via1e de 8,10. EI punto de destino esta oculto en la


vox nihili 5aA.µo:vou8cx 25 y quedara desconocido para siempre, a no
ser que estemos dispuestos a aceptar alguna de las inteligentes conje-
turas que aparecen en los mss. de Mc 8,10 y Mt 15,39.
EI viaje que sigue a la multiplicacion de los panes solo esta aso-
ciado con la marcha sobre las aguas en e1 primero de los dos relatos
marcanos. Sin embargo, diflcilmente se podra poner en duda que en
todas las formas subyacentes de tradicion el incidente finalizaba con
una salida de la escena en barca. No es de ningun modo irrazonable
pensar que una tercera forma de tradicion ( tal como la he postulado)
contenfa tambien la misma secuencia.
Examinemos ahora como conectan Marcos y Juan el relato del via-
je con el de la multiplicacion de los panes. En Mc 8,10 encontramos
la escueta noticia de que «despidio a la multitud, luego se embarco con
sus disdpulos y llego a la region de tDalmanutat». Mc 6 nos ofrece
mas informacion. fomediatamente despues de la comida, Jesus «Obli-
go» a sus disdpulos fJvayKcxoEv, ( que se resistfan) a ir por de-
lante de el a Betsaida, al otro lado, mientras el despedfa a la multitud.
Subio entonces de; TO Öpo<; para orar. Lo siguiente que se nos dice
es que los vio en dificultad a causa del viento y el mar, y hacia la
mafiana (ncpl TE-rapn1v cpuA.cxK~v T~<; VUKT6<;) salio para alcan"
zarlos. Podfamos hacer aqui diversas preguntas. ~Pot que esta prisa
en despedir a los disdpulos al otro lado del lago contra la voluntad
de estos? ~Por que se separo Jesus de ellos antes de ordenar a la
:rnultitud que se marchara para retirarse luego a la montafia? Pero
preguntas de este tipo raramente reciben respuesta en los evangelios,
que suelen ignorar nuestra modcrna curiosidad sobre motivaciones y
atenerse a los hechos observables.
Pot Juan sabemos, sin embargo, un poco mas. En primer lugar,
hemos de hacer notar el efecto del milagro en la multitud. Corno he-
mos visto, Marcos no dice nada a este respecto, fuera de que los dis-
dpulos oö ouv~KCXV E.nl TOL<; ä:p-rm<; ( 6,52), lo cual no forma evi-
dentemente parte de la perkopa tomada de la tradicion. Segun Juan,
la gente comento: oi5-r6<; E.onv O::A.riS'w<; 6 npo9~TT]<; 6 E.px6µcvo<;
Et<; TOV K6oµov (6,14). Sabemos por Hch 3,22-23 y 7,37 que en el
pensamiento cristiano primitivo existfa una tendencia que vio un «tes-
timonio» de la mesianidad de Jesus en la promesa de un profeta como
Moises (Dt 18,15). Encontramos una ligera indicacion de lo mismo
en los sinopticos (Mc 9,7 y paralelos). En nuestro presente pasaje
parece dato que el «profeta que ha de venit» es el profeta como Moi-
ses, ya que se nos dice que la gente que aclamo a Jesus como tal cito
25 La mas atrayente de las conjeturas modernas es la basada en que en
algunas formas del arameo la palabra Niii;Jp~r, equivale a Ek; TeX µE.pTJ. El
texto podda, pues, representar el arameo NiJJ;JH~71 Nyl;)p~? , donde una di-
tograHa ha reemplazado el nombre de lugar. Pero las hip6tesis necesarias Nra
explicar tal corrupci6n son precarias y creo que los aramafstas actuales no de-
fienden esta opini6n.
MULTIPLICACION DE LOS PANES 219

el precedente del don del mana (6,31-32). Debemos entender que lo


que les sugiri6 esta idea fue la maravillosa dispensaci6n de alimento a
la multitud hambrienta. Tenemos pruebas suficientes, aunque no exce~
sivas, de que la venida de un profeta figuraba en la expectaci6n popu-
lar del tiempo. No hay, pues, raz6n para pensar que la afirmaci6n de
que la multitud aclam6 a Jesus como el profeta que habfa de venir
no pudo encontrarse en la tradici6n primitiva. Estarfa muy en conso-
nancia con muchas indicaciones de los sin6pticos el que Jesus quisiera
retirarse ante tal aclamaci6n publica. En general, Juan presta muy poca
atenci6n, o ninguna, a la doctrina del «secreto mesianico» que domina
el evangelio de Marcos, pero en nuestro pasaje el tema de evitar las
demostraciones mesianicas publicas aparece en un contexto totalmente
plausible, donde Marcos no hace ninguna alusi6n a el.
Seglin Juan, la gente que aclam6 a Jesus como el profeta que ha-
bia de venir estaba dispuesta a llevar sus ideas a la practica: querfan
cogerle por la fuerza y hacerle rey. Los otros evangelios no dicen
nada a1 prop6sito. Sin embargo, este hecho da una respuesta plausible
alas preguntas que, como hemos visto, el relato marcano deja en sus-
penso en la mente del lector. cPor que se dio Jesus tanta prisa en
apartar a sus disdpulos de la multitud? Porque existfa el peligro de
que fuesen arrastrados a un movimiento de revuelta popular. cPor
. que se resistieron ellos hasta el punto de que tuvo que «obligarles»
a embarcar? Porque estaban demasiado dispuestos a dejarse llevar por
el entusiasmo popular. cPor que se retir6 a la montafia despue~ de
cerciorarse de que la multitud se habfa dispersado? Para .frustrar
cualquier otro intento popular de forzarle a aceptar. Sea, pues, o no
hist6ricamente autentico, el relato de Juan tiene una verosimilitud
dramatica. Mas aun, encaja perfectamente en lo que conocemos sobre
la situaci6n de Palestina y la disposici6n popular de aquel tiempo.
Bajo. e1 procurador Cuspio Fado (ca. 43-44 p.C.), un y6T]<; llamado
Teudas intent6 un levantamiento, 1tpocp~-rTJ<; yap f:A.eyev E.lVaL
prometiendo dividir e1 Jordan, sin duda a modo de «signo» que acre-
ditase su misi6n divina (Josefo, Antiq., XX 97, cf. Hch 5,36). Pocos
afios mas tarde, bajo Felix (ca. 52-60), un numero de impostores -rov
öxA.ov f:'lla0ov afrro'i:<; el<; -r~v EpT]µ(av E'ltE.00at, OE.Lf,E.tV ynp
E:cpaoav Evapyfj -rE.pa-ra Kal OT]µE.'i:a (ibid. XX 167-168). Entre
ellos se encontraba un 4JE.U001tpocp~'l'TJ<; egipcio,. quien, 1tpocp~-rri<;
E.lVat AEYCilV, 1tpocp~-rou 'ltLO'l'lV Eau-rc{'> Em0E.(<;, arras6 consigo
a 30.000 hombres EK -rfj<; EpT]µ(a<; a1 monte de los Olivos para llevar
a cabo un ataque contra Jerusalen, prometiendoles que sus murallas
se derrumbarfan. Su intenci6n, se nos dice, era derrocar a la guarni-
ci6n romana y gobernar a1 pueblo (id., Bell. ]ud., II 261-262; Antiq.,
XX 169-170; cf. Hch 21,38: 6 Aly(mno<; 6 1tpo -rou-rCilv -r&v
~µep&v O:vao-ra-rc:i>oa<; Kal Ef,ayayG.lv E.L<; -r~v E:priµov wu<;
-rE.-rpaKtOXLA(ou<; ävopa<; -r&v OLKap(Cilv). En todos estos relatos
los rasgos relevantes son el profeta, el «signo» y el intento de levanta-
miento popular, todos los cuales vuelven a apai;ecer en el. relato joa-
220 EL MINISTERIO PUBLICO

neo, si bien con una finalidad muy diferente. EI incidente no solo es


dramaticamente convincente en su contexto actual, sino que encaja
liien en su cpoca.
No se nos dice que ninguno de estos lfderes tevoluciönarios preten-
dieta ser «tnesfas», aunque el egipcio tenfa por objeLivu ·roO o~µou
·rupa:vvi::"lv. Josefo emplea intencionadamente el termino peyorativo
·rupa:vvi::"lv, pero el sentido es sencillamente que aspiraba a ser el jefe
del Estado judfo, que es lo que ~~irt-t~-n~rt-t~ significa en los documen-
tos de Qumran 27 • Tampoco Juan dice que el populacho galileo reco-
nociera a Jesus como «mesfas», sino que propusieron que reinase como
ßcxaLA.i::uc;. Para nuestro evangelista 6 TCpocp~-rric; 6 Epxoµi::voc; no
equivale exactamente a 6 XPLO-r6c; (no acepta la identificacion impli-
cita en Hch 3,22-23 y en otros pasajes). Los que reconocen a Jesus
como el profeta puede que dieran un paso acertado, pero, en el senti-
do joaneo, no «Creen em> el. En cambio, los que creen en el le reco-
nocen como Mesfas y, por tanto, como «rey de Israel». Pero el pre-
sente pasaje no se mueve en un plano de alta cristologfa; refleja el
ambiente popular del siglo r, cuando era natural considerar a un pro-
feta avalado por «signos» como un pretendiente a la mesianidad. Los
pasajes de Josefo muestran ( como observan S.-B. ad loc.) «la intima
relacion que existfa en la mente del populacho de las decadas anterio-
res a la destruccion de Jerusalen entre las concepciones del profeta
que habfa de venir y del mesfas liberador; lo mismo se desprende
de Jn 6,14s».
El presente pasaje esta, por tanlu, en la 1nisma lineu que otros
posojes <lel cuarto Evangelio que ponen de relieve lo que podrfamos
llamar el aspecto cuasi-politico de las reivindicaciones hechas en favut
de Jesus, rnmu lu aclamaci6n de rf'y cle TF.rael a la entrncfa <le Jerusa-
len y, sobre todu, el acento en la prctension de realeza en el jnicio
ante Pilato. Al tratar esos pasaies 20 , he ihtentado <le111uslnH quc c11
las circunstandas en q11e vivfan los primeros cristiahos del lmpetio
romano era mucho mas natural atenuar los rasgos aparentemente poli-
ticos, presentes quiza en la tradicion original, que acentuarlos al des-
arrollar una tradicion que originalmente no los contenfa, o casi no los
contenfa, ya que nadie podfa eliminar el hecho de que Jesus fue cruci-
ficado como «rey de los judfos». Si existfa una tradicion de aconte-
cimientos pertenecientes a este perfodo del ministerio que insinuaba
que Jesus estuvo en peligro de ser convertido en el centro o Hder de
un movimiento de revuelta popular por los siempre turbulentos y
descontentos galileos, podemos comprender muy bien por que Mar-
cos suprimi6 este rasgo peligroso a costa de dejar sin explicacion
las acciones de Jesus y sus disdpulos. Me parece mucho mas Heil
26 Cf. H. Montefiore, Revolt in the Desert: «New Testament Studies» 8
(1962) 135-141.
27 La circunspecta frase de Hch 5,36 (sobre Teudas), A.f.ywv Eiva( -rtva
E.au-r6v, oculta, sin duda, "Lina pretensi6n del mismo tipo.
28 Cf. supra, pp. 122-125, 165.
MULTIPLICACION DE LOS PANES 221

explicar la introducci6n de esta insinuaci6n en un relato como el de


Marcos, que no contenia ningun indicio de ella. No puedo reconocer
ninglin motivo teol6gico plausible que explique esta adici6n al relato 29 •
Juan deseaba evidentemente utilizar el relato de la multiplicaci6n de
los panes, con su implicita referencia sacramental, como un «signo»
de la doctrina de Cristo en cuanto Pan de Vida. Para esta finalidad,
el simple y casi liturgico relato de Mc 8 hubiera sido, sin duda, ade-
cuado y suficiente; no se ganaba nada introduciendo en este contexto
la idea de la realeza.

Me permitire, pues, exponer una teoria basada en este y otros tra-


tamientos previos del problema. Corno ya he tratado de demostrar
(cf. supra, pp. 179s), aunque es verdad que las unidades de tradici6n
que los criticos de las f ormas han reconocido en las pericopas de los
evangelios representan formulaciones dictadas por las diversas necesi-
dades y situaciones de la Iglesia primitiva, no hay raz6n suficiente para
suponer que tales formulaciones eran una creaci6n de la nada. Efecti-
vamente, no me parece creible que en menos de treinta afios todo lo
que Jesus habia dicho y hecho fuera olvidado hasta tal punto que sus
seguidores se vieran obligados a inventar historias y dichos para res-
ponder a las nuevas situaciones. Por razones generales de sentido co-
mun, es mas probable que el proceso en que la tradici6n recibi6 sus
diversas formas fuera un proceso de selecci6n de entre· urna amplisima
masa de material 30 • En tal proceso de selecci6n se omitieron muchos
elementos que no eran de utilidad inmediata para los fines practicos
del K~puyµa, füöax~ o culto liturgico. De este modo, categorias
enteras de material desaparecieron totalmente o solo aparecen en nues-
tros evangelios a modo de fragmentos errantes. Los rasgos caracteris-
ticos que nos permiten distinguir diversas formas de tradici6n subya-
centes en los evangelios, se deben en parte a diferentes principios de
de selecci6n seguidos en los distintos ambientes del cristianismo pri-
mitivo.
Creo que hemos encontrado razones para admitir que una de estas
formas de tradici6n subyace en algunas secciones del cuarto Evangelio.
Uno de los rasgos concretos que la caracterizan es la frecuente referen-
cia al aspecto, a primera vista politico, de las reivindicaciones hechas
en favor de Jesus. A mi juicio, tales referencias no son adiciones tar-
dias a la tradici6n, sino fragmentos que han sobrevivido de toda una
gama de hechos recordados en la temprana y aun informe tradici6n
sobre el conflicto en que Jesus encontr6 la muerte. Estos hechos
29 En Interpretaci6n, 344-345, he tratado de deducir la significaci6n teo-
l6gica que el evangelista quiso presentar a sus lectores simbolizada en la se-
cuencia de los acontecimientos, pero creo que, tanto aquf como en otros lu-
gares, ha utilizado como sfmbolos datos que habfan llegado hasta eI por tradi-
ci6n, y no que ha creado los datos partiendo de los sfmbolos.
30 Efectivamente, debemos tomar en serio a nuestro evangelista cuando dice
que seleccion6, de entre un gran numero de relatos no escritos sobre Jesus,
aquellos que eran mas importantes para su finalidad concreta (20,30-31).
222 EL MINISTERIO PUBLICO

encajaban en una situaci6n poHtica de Palestina que pronto perdi6


interes para la misi6n universal de la Iglesia. No solo eso, sino que se
prestaban ademas a malas interpretaciones, de modo que desaparecie-
ron de la tradici6n en casi todas sus formas 31 • Por razones de proba-
bilidad general, en vista del permanente estado de descontento exis-
tente en Palestina, y especialmente en Galilea, durante el perfodo que
nos interesa, podemos muy bien pensar que la misi6n de Jesus, en
la medida en que inclufa una llamada popular a las masas galileas, co-
rri6 el peligro de ser confundida con uno de tantos disturbios poli-
ticos. Juan nos dice que asl'. fue, al menos en un momento del minis-
terio, y continua diciendonos que Jesus evit6 tal confusi6n retirandose
rapidamente a las montafias, mientras que los disdpulos se escaparon
de ella huyendo por la noche a traves del lago con inminente peligro
de naufragio. EI hecho de que el evangelista vuelva a reunir luego a
la peligrosa multitud en la sinagoga de Cafarnaun con el fin de formar
un auditorio para el discurso del Pan de Vida puede atribuirse, muy
probablemente, al interes teol6gico que domina todo el Evaneglio
por encima del puramente hist6rico. Los otros evangelios, siguiendo
una tradici6n que no estaba interesada en las preocupaciones politicas
de una epoca pasada, han consignado la huida, pero han oscurecido
los motivos 32 • Incluso en Juan, toda la crisis ha sido relegada a una
oraci6n subordinada: «Jesus, dandose cuenta de que iban a cogerlo
para proclamarlo rey, se retir6 otra vez al monte, el solo». En el si-
guiente estadio de la tradici6n este detalle desaparecerfa por completo,

31 Poddamos recordar que no hay en los cvangelios ninglin i.ndicio de.


que motivos polfticos tuvieran algo que ver con la muerte de Juan Bautista,
que se debio al rencor de Herodfas; pero Josefo la interpreto (probablemente
con razon) como el resultado del nerviosismo de Antipas por prevenir un pö-
sible movimiento de revuelta: -rroA.u Kpdi:i:ov ftydi:o:t, -rrptv n VE~'l:Epov
Ef, a:ö-roü yEvfo!kn, -rrpoA.a:ßwv ä:VEA.Etv, f] µEi:a:ßoA.fjc; yEvoµEvric; Elc;
-rrp6:yµai:cx Eµ-rrEawv µEi:CXVOELV (Antiq., XVIII 118). Por Lc 13,31 sahellJ.os
incidentalmente que Antipas era hostil tambien hacia Jesus. cCuaJ.es eran las
razones de esta hostilidad? Podemos suponer que falta algo en Mc 6,14 que
podrfa haber aclarado este punto. Se nos dice que Herodes oyo de las activi-
dades de Jesus y dijo: «Juan Bautista ha resucitado de entre los muertos».
Pero (que medidas tomo en el asunto? Como esta actualmente, la afirmacion
no tiene mucho objeto.
32 En los otros evangelios el aspecto cuasi-poll'.tico esta reflejado solo de-
bilmente. En Marcos quiza sea solo la aclamacion aislada como «Hijo de Da-
vid», junto con la acusacion un tanto apagada ante Pilato, lo que insinue este
aspecto. En Mateo, el dtulo «Hijo de David» aparece repetidas veces y el ele-
mento poHtico en la oposicion a Jesus esta reflejado en la leyenda de la hos-
tilidad de Herodes el Grande hacia el niiio-rey de los judfos. Lucas hace ·que
la multitud aclame al rey que viene en la entrada triunfal y probablemente en-
tendio la acusaci6n de föa:ai:pf.q>ELV '1:0 E9Voc;, Ö:VO:OE(ELV 'l:OV A0:6V (23,2.5.)
en un sentido politico, quiza sin razon (cf. supra, p. 126). Mas aun, algunas de las
expresi9nes del Magnificat y del Benedictus tienen un posible tono poHtico.
Todo estö lo ·i'nterpreto como restos de una parte de la tradicion original que
ha quedado casi completamente ahogada en los sinopticos, pero que aparece un,
poco mas claramente en el ctiarto Evangelio.
MULTIPLICACION DE LOS PANES 223

pero 1a forma seguida por Juan habfa cristalizado justo en este estadio
y nuestro evangelista la ha conservado como lleg6 hasta el.

d) La continuaci6n del relato


Si pensamos que es suficientemente probable que en el relato
joaneo de la multiplicaci6n de los panes y en su inmediata consecuen-
cia nos encontramos ante una tradici6n s6lida e independiente, mere-
cerfa la pena preguntarnos si no podremos encontrar otras huellas
ulteriores de tal tradici6n en la continuaci6n del mismo relato.
En primer lugar, 1a segunda perkopa marcana de la multiplicaci6n,
seguida por un viaje a traves del lago, conduce en seguida a otra peri-
copa extremadamente breve y enigmatica en la que los fariseos con-
frontan a Jesus con la petici6n de un «signo», que Jesus rechaza ca-
teg6ricamente (Mc 8,11-12). Nada de esto encontramos en Mc 6, don-
de el relato de la multiplicaci6n y el viaje estan conectados por medio
de un dpico «sumarim> ( 6 ,5 3-56 ), que va seguido, a su vez, de una
contröversia con los fariseos sobre un tema totalmente diferente: la
pureza ritual. No hay, por tanto, pruebas de que la petici6n de un
signo estuviera intrinsecamente asociada en una tradici6n con la multi-
plicaci6n de los panes; la yuxtaposici6n es sin duda el resultado de
la labor redaccional de Marcos. En Mateo, 1a petici6n de un signo
aparece tanto en el contexto marcano como en otro contexto diferente
(12,38-39; 16,1-4). La respuesta dada en ambos lugares difiere de la
que encontramos en Marcos y coincide, en las frases no marcanas fun-
damentales, con la versi6n de Lc 11,29. Podemos concluir con bastan-
te probabilidad que el incidente, en su forma ho marcana, fue trans-
mitido por un canal separado de tradici6n (oral o escrita) y que en
16,1-4 Mateo ha combinado a Marcos con su fuente no marcana. EI
incidente mismo ocupa, pues, un lugar seguro en la tradici6n, pero su
puesto en la secuencia de acontecimientos en los siri6pticos depende
solo de Marcos.
Sin embargo, 1a petici6n de un signo aparece en Juan en el mismo
momento que en Marcos, a saber, despues del viaje a traves del lago
que sigui6 a la multiplicaci6n de los panes. Si Juan sigue aqul'. a Mar-
cos, la explicaci6n es sencilla: despues de combinar Mc 6,34-50 con
Mc 8,1-10, tom6 la continuaci6n del relato de Mc 8,11-12. La formu-
laci6n de la petici6n no es muy semejante en los dos evangelios. La
forma joanea es mas pr6xima a la que encontramos en un contexto
totalmente diferente de Mateo:

Mt 12,38 Jn 6,30
cmEKp(6Tjaav ... Myovm; ' ELTCOV oüv cxü-rc;>
' .ll.LBaaKO:AE, T[ oi5v TCOLEL<; au O•T]'µELoV
6EA.oµEV cmo OOÜ OT)µELoV lf>ELV tvo: 'löcuµEv KO:l TCLITTEUOCUµE.v OOL;
224 EL MINISTERIO PUBLICO

En Juan, los que preguntan citan luego el precedente del mana en


el desierto y, en 1a continuaci6n, la idea del «signm> pasa a segundo
plano. Posiblemente, asl'. como Mt 12,j8 representa quiza una segun<la
forma de la tradici6n, Jn 6,30 podrfa representar una tercera. Pero
no encaja bien con Jn 6,14. Aqui se nos dice que los galileos vieron el
011µ::.fov y aclamaron a Jesus como el profeta que habfa de venir, en
6,30 los mismos galileos piden ver un 011µ::.fov. Entre los dos pasajes
Jesus ha dicho: «No me buscais porque hayais visto 011µEi:a». A pri-
mera vista, hay una contradicci6n, que puede ser superada solo si su-
ponemos un juego, caracteristicamente joaneo, con la palabra 011µcfov,
lo cual implicarfa que hemos de postular una medida considerable de
reelaboraci6n por parte del evangelista. Si hubo una tercera forma de
tradici6n sobre la petici6n de un signo dej6 muy pocas huellas reco-
nocibles de su existencia. El discurso sobre el Pan de Vida (junto con
el dialogo, afiadido, 6,60-65, que es completamente joaneo en ideas y
lenguaje) es una composici6n original, a la que el evangelista ha in-
corpörado las alusiones ocasionales a temas tradicionales, transforman-
doles considerablemente en el proceso 33 •
No ocurre lo mismo con el dialogo que concluye todo el capitulo:
6,66-70. Su centro es la confesi6n de Pedro· ou EL 6 ä:yLo<; -roü 0rnü.
Esta confesi6n suele considerarse como equivalente o contrapartida
de la confesi6n marcana: ou EL 6 XPLOi:6c;, con sus variantes en Ma-
teo y Lucas. ~Deberemos decir que este dialogo se basa en Mc 8,27-30?
Si asi es, ~c6mo explicar el cambio de 6 XPLoi:6c; a 6 ä:yLoc; -roü
0EoÜ? Juan no siente ninguna repugnancia por el titulo de «mesfas».
Todo lo contrario; se explaya en el, lo mismo que en sus implicaciones,
mas que ninglin otro evangelista. Y si tuvo aquf alguna raiuu para
evitar el titulo, ~por qm~ digi6 6 ä:yLOc; -roü 0rnü, un titulo que
este evangelista no emplea en ninguna otra parte? Difkilmente se
pödra pensar que traslad6 deliberadamente la aclamaci6n del ende-
moniado de Mc 1,24 a Pedro, aun admitiendo que existe cierta
semejanza entre el marcano o'[.56: OE i:(c; EL, 6 Ö:yLOc; i:ou 0rnü y e1
joaneo E.yv~KaµEv ön ou EL 6 ä:yLOc; -roü 0rnü. La raz6n que
Pedro da de su adhesi6n a su KUpLOc; es totalmente joanea: Pf}µai:a
~c.u~c; alwv(ou EXEL<; 34 • Este lenguaje es de esperar en cualquier

33 Puede decirse que el discurso tiene un cierto paralelo en el dialogo in-


troducido por el dicho sobre la levadura de Mc 8,14-21, que sigue a la peri-
copa del «signo». Tal dialogo es claramente una composici6n secundaria que
presupone el duplicado del relato de la multiplicaci6n. El tema principal del
dialogo es la estupidez de los disdpulos (OÜTICil voel-re oü5E. ouv(e-re; TIETICil-
pwµevriv exe-re TI]v Kapföav 6µ<7>v; K.-r.A..). Su conexi6n con el dicho de la
levadura es artificial y poco convincente. Todo lo que el diruogo tiene en co-
miin con el discurso joaneo (fuera del lugar que ocupa en la secuencia) es la
idea de que la multiplicaci6n de los panes es un misterio. Abi acaba la seme-
janza. En Juan, es la multitud la que no logra «ver signos», no los disdpulos,
quienes en Marcos öcp9aA.µou<; exov-rE<; oü ß!..ETIOUCJlV. . .
34 Estas palabras no son en absoluto esenciales al razonamiento del dialo-
go, ya que la confesi6n de I>edro esta adecuadamente fundada _sin ellas. Todo
discurre naturalmente: «Desde entonces muchos disdt)ulos se echaron atras y
MULTIPLICACION DE LOS PANES 225

parte del cuarto Evangelio~ Pero fuera de esto, no pare.ce haber nada
peciiliar a la teologfa joanea en toda la perkopa, aun cuando la nota
redaccional aiiadida ( 6,71) haya de atribuirse sin duda a1 evangelista.
EI resto constituye un tipo muy normal de unidad dial6gica. La oca-
si6n esta indicada en una frase introductoria (v. 66): Jesus hace una
pregunta; Pedro responde; Jesus afiade un comentario. La forma es
semejante a la de la perkopa de la confesi6n de Cesarea en Marcos.
EI contenido es semejante en el siguiente sentido; una confesi6n de
fe en Cristo va seguida de una predicci6n de la pasi6n ö; mas exac-
tamente, en Juan de una predicci6n de la traid6n que conducira a
la pasi6n. Pero no hay ninguna reminiscencia del lenguaje marcario
excepto en el nombre de Pedro y, aun aqu1, Juan dice «Simon Pedro».
Examinemos, pues, la perkopa mas detalladamente. Las palabras
iniciales, EK "TOU"tou, no difieren niayormente de otros comienzos
convencionales como µe."ta "TaÜ"ta, ev EKELV<p •c;'l KaLpc;'l, y otros
semejantes, que sirven para conectar vagamente una perkopa con lo
que ha precedido. Segun esta actualmente el texto, esas palabras pa-
recen indicar que el discurso que acaba de terminar era el terminus
a quo y, posiblemente, la raz6n de un extenso movimiento de defecci6n
entre los que hasta entonces habfan seguido a Jesus. Este discurso
( sean cuales sean los elementos tradicionales que hayan sido incorpo-
rados en el) es, como he hecho notar, una composici6n del evangelis-
ta. Pero si la perkopa que estamos estudiando procede de una tradi-
ci6n que no conterua el discurso, las palabras iniciales, EK "TOU"tou, se
referfan quiza originalmente a todo el episodio descrito en los ver-
skulos anteriores del mismo capfrulo, especialmente en el v. 15, po-
siblemente con la petici6n de un signo que pudo haber seguido. Sea
como sea, el hecho es que Juan afirma que, a partir de un cierto mo-
mento en el ministerio de Jesus, un gran numero de seguidores le
abandonaron. La expresi6n 0:TC~A8ov Etc; "tCx ÖTCLOU>, tiene un sabor
semfrico y parece representar una frase aramea como ~11M~~ ~;!~ ,
que denotarfa algo as1 como una retirada_ o un apartamiento. Fue en
esta ocasi6n, segun Juan, cuando Jesus hizo su llamada a los Doce:
µT] Kal 6µe."Lc; HE.A.ne. 6TC6:ynv 35 • Y la confesi6n de Pedro es una
afirmaci6n de su inamovible fidelidad en un momento en que otros
no eran capaces de terminar la carrera. As1 pues, los Doce, si bien
Juan, rio menos que los otros evangelistas, los considera como delibe-
no volvieron mas con €1. Jesus pregunt6 a los Doce: ~Tambien vosotros que-
reis marcharos? Simon Pedro le contest6: Sefior, y ~a quien vamos a acuclir?
Nosotros sabemos que tu eres el Santo de Dios». La situaci6n implfcita es la
que aparece en la pregunta de Juan Bautista: Lu El 6 epxoµEvoc; il ä"AA.ov
npoaöoKwµEv; Pedro tiene la respuesta a esta pregunta: €1 y sus compafieros
no necesitan esperar a otro a quien trasladar su adhesi6n; sahen que su Maes-
tro es 6 epxoµEvoc;.
35 Juan ofrece asf un motivo plausible para la pregunta de Jesus que ob-
tiene la confesi6n de Pedro. Mc 8,27 no ofrece tal mötivo. La perkopa co-
mienza abruptamente y no hay explicaci6n a la pregunta directa: T[va µE
A.E.youaLv ol c'Xv0pc.:>"TCOL EtvaL.
15
226 EL MINISTERIO PUBLICO

radamente elegidos por el mismo Jesus (6,70), aparecen tambien' en


e1 papel de un «resto fiel» de un grupo mucho mas amplio de seguido-
dores. Los otros evangelios no dicen nada de esto, al nienos de manera
expllcita. Sin embargo, quiza queden huellas de este rasgo de 1a tia-
dici6n. En Lc 22,28, Jesus dice a los Doce: uµi::'i:c; Eo'!E ol 5tcxµi::-
µEVT]KO'!Ec; µi::'!' tµoG tv w'i:c; rcetpcxcrµo'i:c; µou. N6tese qu.e no
dice ~vosotros habeis permanecido conmigm>, sino «vosotros sois los
que habeis permanecido conmigm>, en contraste, al parecer, ton otrös
que no lo habfan hecho. Y si estamos dispuestos a tomar en serio la
afirmaci6n de Juan, podrfamos entender mejor otros pasajes de' los
sin6pticos. En especial, las repetidas advertencias sobre e1 «escandali-
zarse» de Jesus o avergonzarse de el o negarle ante los hombres, y
sobre el peligro de volverse atras 36 , adquirirfan mayor validez si se die-
ron casos reales de tal comportamiento, y los crl'.ticos no tendrfan que
suponer que tales dichos son invariablemente una lectura retrospectiva
de la experiencia de la lglesia primitiva 37 • .·
As! pues, al parecer nos encontramos aqu1, lo mismo que en otros
lugares de este Evangelio, ante una perkopa basada en un modelo tra-
dicional, cuyo contenido corresponde, en Hneas generales, a una pe-
rkopa sin6ptica de un modelo semejante, pero que no entrafia el ·mas
leve indicio de haber sido derivada literariamente de ninguno de los
evangelios sin6pticos; una perkopa, que tiene de hecho todos los visos
de proceder de una fuente independiente de tradici6n.
Es al menos una coincidencia sorprendente que este dialogo· se
encuentre en un contexto semejante al de Marcos. Si prescindimos del
largo discurso de 6,25-65 (con el pasaje de conexi6n vv. 22-24 ), 'que
es sin duda una composici6n del evangelista, la secuencia supuesta-
mente tradicional serfa la siguiente: multiplicaci6n de los panes, via-
je [ petici6n de un signo], confesi6n de Pedro, todo ello con parale-
los en Mc 8. Sin embargo, 1a versi6n joanea de la multiplicaci6n.y del
viaje ( que incluye la marcha sobre las aguas) es mas semejante ·a la
versi6n duplicada de Mc 6, mientras que la introducci6n a 1a perkopa
de la multiplicaci6n y la petici6n de un signo ( si este episodio debe
incluirse en la secuencia) son mas pr6ximas a Mateo. No serfa muy
precipitado concluir que la secuencia de los tres ( o quiia cuatro) in-
cidentes estaba ya establecida en la tradici6n primitiva. Marcos la ha
trastocado en cierta medida, en parte a causa de la duplicaci6n del
relato de la multiplicaci6n con el subsiguiente viaje y en parte por la
intrusi6n del dicho sobre la levadura y la curaci6n del ciego de. Bet-
saida. Tambien Juan ha complementado la secuencia con dos detalles
adicionales de considerable importancia: el intento de coger a ··Jesus
para hacerle rey y la defecci6n de .muchos de sus .seguidores. Estos
dos detalles aumentan la verosimilitud del relato en su conjunto, inde-
pendientemente de que tal verosimilitud se derive o no de su fidelidad
Mt 11,6; 13,21; Mc 8,38; Mt 10,33; Lc 9,62, etc.
36
Debo esta sugerencia a W. L. Knox, quien la propuso en una reuni6n
37
de mi seminario en Cambridge.
MULTIPLICACION DE LOS PANES 227

a los hechos hist6ricos. Si tomamos en serio el relato de Juan, podre-


mos entender mejor por que esta parte concreta del ministerio grab6
desde muy pronto la secuencia de los acontecimientos en la memoria
de los seguidores de Jesus: fue un momento de crisis decisiva. La
gran asamblea reunida en torno a Jesus en ·1a orilla oriental del mar
de Galilea, entre la playa y la montafia, represent6 un punto culminan-
te en su popularidad. Pero esta popularidad cambi6 desastrosamente
cuando se intent6 manipular sli misi6n para :fines polfticos. Cuando
Jesus resisti6 firmemente a tal tentativa, separando a sus inmediatos
seguidores de la multitud y retirandose el mismo a 1~ montafias, el
resultado fue una vasta defecci6n, y los Doce emergieron de la crisis
como el resto fiel con el que habfa que comenzar de nuevo.
Todo esto perdi6 mucho de su interes cuando la Iglesia se abri6
a campos mas vastos y emprendi6 nuevas tareas, y gran parte de los
recuerdos que la .tradici6n primitiva habfa preservado sobrevivi6 solo
en. la forma de unidades aisladas de ensefianza y relato, la prirnera con
advertencias ·. contra los inconstantes y alabanzas y promesas para los
fieles, el segundo con noticias sobre las nuevas relaciones que se crea-
ron despues de la crisis entre Jesus y los Doce; por su parte, el relato
de la multiplicaci6n de los j:>anes fue narrado de nuevo en formas que,
dejando a un lado los rasgos susceptibles de ser mal interpretados,
insistfan en el misterio oculto tras el incidente: oö yap ouvfjKCXV Errl
i:o'lc; ä:pi:OLc;. En cierto sentido, Juan representa el estadio mas evo-
lricionado de este desarrollo y expone mas plenamente el significado
misterioso y sacerdotal del incidente. Sin embargo, ha reproducido
tambien, tomandolos de la tradici6n que el conoda, algunos elementos
casi olvidados en el transfondo del relato, que en otro tiempo tuvie-
ron una importancia deci~iva para los seguidores inmediatos de Jesus.
Es esta una hip6tesis que parece explicar al menos los hechos que
s~ despreriden del analisis y comparaci6n de nuestros textos.
4. LA CONVERSION DEL AGUA EN VINO
y LA RESURRECCION DE LAZARO

Nos quedan por tratar dos perkopas narrativas de importancia:


el milagro de la conversi6n del agua en vino y la resurrecci6n de La-
zaro. Ninguna de ellas admite comparaci6n con otras perkopas sin6p-
ticas y, sin embargo, las dos contienen elementos que revelan con-
tactos con la tradici6n que conocemos por los sin6pticos y que hemos
encontrado en otras partes del cuarto Evangelio. Las dos estan satu-
radas de motivos de teologfa joanea en una medida mayor que las
perkopas narrativas que hemos estudiado hasta ahora.

a) La conversi6n del agua en vino (2,1-11)

He tratado en otro lugar 1 la intenci6n de este pasaje, que es pre-


sentar un «signo» por medio del cual, como dice enfaticamente el
autor, Cristo manifest6 su gloria. Se puede colegir su significado de
un estudio del simbolismo empleado, comparandole con su empleo en
otros escritores que revelan alguna afinidad con la mentalidad del
evangelista. Al dar avrl üoo::Toc; OLVOV' Cristo se manifiesta como e1
dador del conocimiento de Dias que es la vida eterna; y el agua esta
expresamente asociada con los ritos judios de purificaci6n: ÖTL 6
v6µoc; ÖLcX Mc.:iuaE.c.:ic; E568Y], ~ xapL<; KO::L ~ aA.~8ao:: ÖLcX , I Y]OOÜ
XpLOToÜ EYEVETO. El buen vino (que es yv&mc; 8rn0) ha sido
guardado Ewe; Ö:pn, es decir, hasta el tiempo de la encarnaci6n del
Logos. Cuando Jesus es invitado a actuar, al principio objeta: oü·n:c.:i
~KEL ~ wpo:: µou. Luego, cuando se ha realizado ya la transformaci6n
del agua en vino, debemos entender que la «hora» ha llegado. El evan-
gelista ha ejemplificado su propia maxima: EPXETCXL wpo:: KO::L vOv
EOTLV. El pasaje tiene, por tanto, un caracter profundamente teol6gico.
Sin embargo, tiene la forma de un relato, semejante, a grandes
rasgos, a la de los relatos tradicionales de milagros. Con todo, ningu-
na otra perkopa narrativa se parece realmente a esta, fuera de la
multiplicaci6n de los panes, especialmente en su versi6n joanea.
Los dos relatos ponen a Jesus en contacto con un grupo de gen-
te ( el ÖXA.oc;/los invitados a la boda); tiene lugar una crisis de esca-
sez (alimento/vino); resulta de ella un dialogo entre Jesus y su inme-
diata compafifa (los µo::8Y]TO::( o Felipe y Andres/su madre), que plan-

1 Cf. Interpretaci6n, 299-302.


LA CONVERSION DEL AGUA EN VINO 229

tean una chwp(a sobre c6mo subsanar la escasez; se mendonan los


recursos disponibles (cinco panes/seis uöp[m); Jesus da una orden
sin aparente relaci6n inmediata con el problema (TIOL~aa'LE i:ouc;
av9pc01tOU<; avaTIECTELV /y:::µ(aa'LE 1:Ü::<; uÖp(a<; ÜÖaLO<;) y, cuan-
do la orden es obedecida, resulta que se ha subsanado la necesidad 2 ;
pero desde este momento los relatos dejan de correr paralelos, ni
siquiera en lineas generales, y la conclusi6n de la perkopa de Cana
no se parece a ninguna otra en los evangelios 3 • Mas aun, existe una
notable diferencia entre los dos relatos: las palabras y acciones sacra-
mentales que son centrales en la perkopa de la multiplicaci6n estan
totalmente ausentes de nuestro pasaje. Difl'.cilmente se podra dudar
que nuestro evangelista pretendfa una referencia eucarfstica 4, pero
no la ha introducido en la forma del relato. Para Juan, y no menos
para los sin6pticos, el punto principal, y el motivo formativo, del re-
lato de la multiplicaci6n de los panes no es el milagro en cuanto tal,
sino el misterio de los panes 5 • Este motivo no ha entrado a formar
parte de la configuraci6n de la perkopa de las bodas de Cana, que
en su forma es pura y simplement~ un relato de milagro, aunque este
deba ser entendido simb6licamente. ·
Es un relato sobre una provisi6n milagrosa de vino. Es este un
motivo popular que aparece en diversas leyendas locales del mundo
griego. En Andros, en la fiesta conocida como Si::oöoa(a, una fuen-
te situada en el templo de Baco manaba vino; pero si se llevaba el
vino fuera de la vista del templo, volvfa a saber a agua 6 • En Teos,
en ciertos momentos determinados, flufa espontaneamente en la ciudad
una fuente de vino, que tenfa, segun se nos dice, un aroma espe-
cial 7 • En Elis, los sacerdotes de Di6niso colocaban tres grnndes jofai-
2 Por tanto, en este relato Juan no ejecuta ni pronuncia la palabra que
produce el milagro. EI milagro ocurre, por asf decirlo, fuera de escena. EI uni-
co paralelo completo es el relato de los leprosos de Lc 17,11-19. Hay varios
relatos en los que la obediencia a la palabra de Jesus es una condici6n del mi-
lagro (cf. supra, pp. 183s, 190), pero en todos ellos hay una acci6n curativa o
un dicho que puede interpretarse como la palabra eficaz por medio de la cual
se realiza el efecto. Nada de esto encontramos aquf. Es de notar que en el
arte cristiano, donde el milagro tiene que ser representado graficamente, Jesus
aparece tocando con su vara magica las tinajas de agua. Esto es una desvia-
ci6n con respecto a los datos evangelicos.
3 Se podrfa decir que existe cierto paralelismo en el hecho de que la rea-
lidad del milagro encuentra verificaci6n en la cantidad de alimento o calidad de
bebida proporcionados. Pero esto es verdad solo en el caso de la versi6n sin6p-
tica de la multiplicaci6n de los panes. En Juan, la recolecci6n de los doce ces-
tos de fragmentos no es una verificaci6n del milagro, sino un ulterior OT]µEi:ov:
cf. supra, p. 213.
4 En el arte primitivo cristiano las seis tinajas de agua son regularmente
la contrapartida de los cinco o siete panes en las alusiones simb6licas a la
Eucaristfa.
s Cf. supra, pp. 205-208.
6 Plinio, Hist. Nat., II, 231, XXXI, 16.
7 Diodoro Sfculo, III, 66. Trf(ot µE.v 'l:EKµi']pwv cpE.poumv l:fjc; nap'
au'l:otc; ye.vE.cre.cuc; 'l:OU 9e.o0 (es decir: li.tovucrou) µE.xpl 'l:OU vOv 'l:ELayµE.-
230 EL MINISTERIO PUBLICO

nas {AE~Y]Tac;) vadas en una sala, las sellaban y, al volve:r al dfa


siguiente, las encontraban llenas de vino 8 • En Haliarto habfa una
fuente en la que habfa sido lavado Di6niso cuando era nifio; su agua
tenfa un color de vino claro y reluciente y un sabor muy dulce 9 .
Las hijas de Anio, rey de Delos, recibieron de Uber (Baco) el poder
de convertir todo en grano, vino y aceite 10 • Estos relatos estan gene-
ralmente (quiza siempre) asociados con Di6niso 11 • Parece contrario
al caracter de la predicaci6n primitiva y de Ja composici6n de los
evangelios que un evangelista cristiano tomara conscientemente una
leyenda dionisiaca y la transfiriera a Jesus, con la implicaci6n de que
«aqui teneis uno mayor que Baco» (como se ha sugerido). Todavia
no habia llegado el tiempo en que los apologistas ·podian establecer
libremente paralelismos entre Cristo y personajes de la mitologia pa-
gana 12 • Pero las leyendas populares olvidan con frecuencia sus orige-
nes y circulan camufladas; en los evangelios podemos encontrar moti-
vos legendarios populares que originalmente eran ajenos al cristia-
nismo e incluso al judaismo. La parabola de Lazaro y el rico Epul6n
(Lc 16,19-31) parece basarse en una leyenda sobre el encuentro de
un rico y un pobre en el mas alla, conocida por fuentes egipcias 13 •
La alusi6n a una moneda sacada de la boca de un pez (Mt 17 ,27) hace
pensar en toda una serie de leyendas semejantes procedentes de los
mas diversos lugares 14 • No se debe, pues, excluir la posibilidad de que
la conversi6n del agua en vino pudiera haber sido adaptada al uso
cristiano sin conocimiento de sus asociaciones paganas.

VOL<; XPOVOL<; EV i:fi 'ITOAEL 'ITl'JYi']V auwµchcuc; EK i:fic; yfic; ol'.vou pEi:v
EUWÖL<:cX 5mq>Epovwc;.
B Pausanias, VI. XXVI. 1-2.
9 Plutarco, Lisandro XXVIII, 4, OlVW'ITOV E'ITLOTLA~El TO xp&Jµa Kal
füa:uyf.c; Kal mE'lv fl5Loi:ov.
10 Ovidio, Metamorfosis, XII, 650ss.
11 Cf. Vürtheiro, The Miracle of the Wine at Dionysos' Advent: «Classical
Quarterly» 14 ( 1920) 92-96, a quien debo las referencias a los pasajes citados
arriba. Bauer, ad loc., aduce tarobien Eurfpides, Bacantes, 706-711, y el him-
no a Baco de Horacio, Od., II, 19, que demuestra que este era un ingrediente
constante del roito dionisiaco. Este ultimo· autor remite tambien a Fil6strato,
Vita Apollonii VI, 20; pero se ha de notar que Apolonio no dice que Apolo
hizo que Castalia roanase vino, sino que pudo haberlo hecho si hubiera que-
rido. No era este el oficio de Apolo. Las leyendas locales citadas arriba son
mas pertinentes a nuestro tema.
12 Por ejemplo, Justina, Apol., I, 21,54; II, 11,69, etc.
13 Cf. J. Jeremias, Die Gleichnisse Jesu (1952) 131 y las referencias da-
das ahL
14 La roas antigua que conozco es el relato de Herodoto sobre el Sello de
Polkrates (III, 40-43 ); la mas reciente apareci6 en e1 «Evening Standard» del
25 de rnayo de 1961: «Toulis Kyriacou, un aldeano chipriota de Xylophagou,
al sur de Chipre, perdi6 su anillo nupcial de oro mientras pescaba. Cinco dfas
mas tarde compr6 pescado en el roercado. Dentro de uno de ellos encontr6 el
anillo» (el mismo relato, sin el moralismo de Herodoto, incluso en el detalle
de m~µ mn l\ EKTn i'] µEpn ! ). EI rootivo ha sido utilizado por Hans Christian
Andersen en «EI Soldadito de Plom0>>.
LA CONVERSION DEL AGUA EN VINO 231

Corno aparece en Jn 2,1-11, el relato tiene todas las caracterfsti-


cas del lenguaje del evangelista: oünc.v ilKEL ·~ &pcx: µou, Kcx:0cxptcr-
µoc; -r&v, I ouöcx:(c.vv 15 , apx~ -r&v O"TjµELC.VV, cpcx:vEpoOv 't~V 56E,cx:v 16 ,
'T[t.q-riö6EtV Etc;, son locuciones con sabor joaneo. EI interes por las
pet[!onas concretas (aquf la madre y el O:pxL-rp(Ki\tvoc;, como Felipe,
Ap.dres y el rrm56:pLOv en el relato de 1a multiplicaci6n) es tambien
un, rasgo joaneo {aunque no es peculiar de este Evangelio), al igual
que la medida precisa del tiempo (-rfi ~µE.p~ -rfi -rp(-rtl) y de la ~an­
tidad. ( O:vO: µE-rp11-rO:c; Mo ~ -rpE'lc;). Pero no nos ha de sorprender
este. grado de «joandsmo», ya que el evangelista raramente deja de
ponersu sello en el material que trata. Hay otros rasgos que. parecen
asodados con la tradici6n anterior. Notemos los siguientes:
.1) EI presupuesto general del relato es que Jesus esta siempre
dispuesto a contribuir al exito de una situaci6n de alegrfa. Esto esta
en consonancia con Mt 11,19 y Lc 7,34, donde se le critica corilo
ö:v0pc.vrroc; cpcx:yoc; Kt:xl otvorr6-r11c;.
2) EI dialogo entre Jesus y su madre sugiere el misnio tipo de
tension familiar que Mc 3,32-35; Lc 2,48-50 y Jn 7,3-5.
3) La idea de que con la venida de Cristo se inaugura un nilevo
orden de cosas, que es el tema predominante de la perkopa joanea, sub-
yate en toda la presentaci6n sin6ptica de su ministerio. No solo eso,
sino que este orden nuevo es comparado en Mc 2,22 con el otvoc;
vE.oc; que hace reventar los odres viejos, y en Lc 5,39 los que no
aceptan la enseiianza de Jesus se parecen a aquellos que, acostumbra-
dos al vino viejo,. no qilieren el nuevo y dicen 6 rrcx:i\moc; XPTJO"T6c;
Eonv. Aqui, en cambio, el O:pxt-rp(Ki\tvoc; a:laba el vino nuevo que
Jesus ha ptopotcionado; es 0 Kai\oc; OLVO<:;, y su sola pena es que
no hubiera sido sacado antes. Nos encontramos claramente dentro de
la misma gama de simbolismo.
4) La ocasi6n en si, un banquete de bodas, no :figura en el rela-
to sin6ptico del ministerio, pero constituye el transfondo de tres pa~
rabolas: la de las bodas del hijo del rey (Mt 22,1-14), la de las diez
virgenes (Mt 25,1-13) y 1a de los criados vigilantes (Lc 12,35-36),
y esta implkita en el dicho parab6lico sobre los ulol wO vuµcp&voc;
(Mc 2,19), que, a su vez, es semejante al dicho sobre el novio y su
amigo de Jn 3,29. En las parabolas mateanas y en 1a lucana, la ima-
gen de la fiesta de bodas pertenece al esquema escatol6gico del sim-
bolismo. En Marcos, comporta (a mi juicio) la idea de una «escatolo-
15 Decir que una .instituci6n o cosfumbre era «de los judfos» es caracte-
ristico de este evangelista (cf. 2,13; 5,1; 6,4; 7,2; 11,55; 19,42). Su interes por
el Ka:8cxptcrµ6c; judfo aparece tambien en 3,25.
16 <l>cxvEpoGv aparece nueve veces en Juan, una en Martos y dos en el
pseudo-Marcos, ninguI).a en Mateo ni. Lucas, y aunque el termino .. B6f,cx es bas-
tante frecuente en todos los evangelios, la idea de la B6f,cx del Logos encarna-
do es peculiar de este evangelista. ·
232 EL MINISTERIO PUBLICO

gfa realizada». De modo parecido, en Juan el «tercer dfa» en que se


celebra la fiesta nupcial es el dfa de la revelaci6n de la gloria de Cristo
en su encarnaci6n. Estamos todavfa dentro de la tradici6n comun.
Esto me lleva a aventurar una sugerencia ulterior: el nucleo tra-
dicional de esta perkopa pudo ser una parabola, en la que, como en
otras parabolas, la escena era una fiesta nupcial. No serfa diflcil ima-
ginar una parabola que comenzase, por ejemplo, de la siguiente · ma-
nera: av8pwTI6~ n~ ETIOLYJOE yaµov, y que condujese al dicho:
au 'lEL~pY]Ka~ 'tOV KaAOV otvov EW~ apn, en el sentido de que
la llegada del reino de Dios con la venida de Cristo es la reali-
dad incomparablemente mejor a la que apuntaba toda la dispensaci6n
de la ley y los profetas (cf. Mt 13,16-17; Lc 10,23-24; Mt 12,41-42;
Lc 11,31-32), una antfresis del 6 TiaA.mo~ XPTJCT't6~ Ea'tLV lucano.
Tal parabola pudo convertirse, con el desarrollo de la tradici6n, en
un incidente del ministerio de Jesus. Segun la opini6n de muchos cri-
ticos, el relato marcano de la higuera maldita (11,12-14.20-25) ha pa-
sado del estado de parabola (como la parabola lucana de la higuera
esteril, 13,6-9; cf. su dicho parab6lico sobre un auKaµLvo~, 17,6) al
de un incidente real. En Mt 17 ,27 podemos quiza sorprender un di-
cho parab6lico casi en el acto de hacer la transici6n. EI relato finaliza
con las palabras: «Ve al lago y echa el anzuelo; coge el primer pez
que pique, abrele la boca y encontraras una moneda; c6gela y pagales
por mi y por ti». Mateo no afiade (como podrfa haberlo hecho)
cXEA8wv OE d3pEV Ka8w~ ELTIEV au-r~. Con toda probabilidad el
dicho es un verdadero Bildwort. La perkopa no es un relato de mila-
gro ni tampoco un relato de acci6n de cualquier tipo; es un «relato
declaratorio». Pero en el siguiente estadio de desarrollo pudo pasar a
ser la relaci6n de un incidente, como ocurre probablemente en la mente
de muchos lectores.
Es posible que el relato de las bodas de Cana tuviera una historia
semejante. Pero esto no pasa de conjetura. Lo unico que podemos de-
cir sin temor a equivocarnos es que, aunque Juan ha presentado el
relato como un CTY]µE'i:ov al servicio de su teologfa y la narraci6n esta
saturada, en mayor medida que otras perkopas que hemos estudiado,
de motivos joaneos que la han transformado probablemente de un
modo que no podemos determinar, revela, sin embargo, rasgos de ha-
berse formado, en un temprano estadio precanonico, en contacto con
la tradicion comun. Con todo, su rasgo central parece ser de origen
no cristiano. Podemos suponer que la asociacion del motivo folklorico
de la provision milagrosa de vino con el Bildwort sobre el buen vino
tuvo lugar en un estadio relativamente tardfo del desarrollo de la
tradicion, pero probablemente antes de que el material llegara a ma-
nos del evangelista, quien lo exploto en raz6n de su valor simb6lico
y lo reintegr6 asi, en un cierto sentido, al estado (de imagen de la
verdad) que la (hipotetica) parabola original tenfa.
b) La resurrecci6n de Lazaro (11,1-44)

La perkopa de la resurrecci6n de Lazaro es unica en d Evangelio


por el modo como combina relato y discurso en un todo inseparable.
Formalmente, es un relato continuo, el mas largo de este Evangelio,
exceptuando el relato de la pasi6n. Es vl'.vido y dramatico, con nume-
rosos detalles que sirven para intensificar el interes y estimular la
imaginaci6n del lector. EI vivo intercambio de dialogo, caracteristico
del estilo del autor, se mantiene constante durante todo el relato.
Corno en otros pasajes, aparecen como interlocutores personas indi-
viduales -Tomas y las dos hermanas, Marta y Maria:--, asi como los
«disdpulos» colectivamente; y <<los judfos» hacen de coro que comenta
la acci6n. Hasta aqui, podrfamos considerar el pasaje como un ejem-
plo peculiarmente perfecto del tipo de perkopa que suele clasificarse
entre las Novellen o «leyendas». Pero un examen mas detallado de-
muestra que el dialogo no es simplemente parte de la tecnica del narra-
dor de historias; lleva casi todo el peso de la intenci6n del autor. Esta
saturado de las ideas distintivas de la teologfa joanea que aparecen
en los discursos y dialogos a lo largo de todo el Evangelio. No solo eso,
sino que toda 1a estructura del relato parece dictada por el empleo
joaneo del simbolismo 17 • Efectivamente, desde otros puntos de vista,
se podrfa considerar igualmente el pasaje como un dialogo didactico
entrelazado con elementos de relato simb6lico. La costumbre mas
frecuente de nuestro autor es contar tina historia y afiadirle (antes
0 despues) un discurso o dialogo que indica el significado que el
autor le quiere dar. En un caso, el de la curaci6n en Siloe, hicimos
notar que en el relato mismo habia sido insertado un dialogo muy bre-
ve como indicador del sentido (9,2-5). Pero en ninguna otra parte
del Evangelio es la unidad de los dos elementos tan completa como
aqui.
Parece, pues, dato que nos encontramos ante una composici6n
muy personal, una obra maestra del arte de su autor. EI problema de
su posible relaci6n con alguna forma pre-joanea de tradici6n es espe-
cialmente difkil, ya. gue todo lo que haya podido ser tomado de otra
fuente ha sido reelaborado segi.ln la peculiaridad del lenguaje y pensa-
miento joaneos 18 •
Ha encontrado una cierta popularidad la opini6n de que este re-
lato es el desarrollo final de una parabola. La parabola lucana de La-
zaro y el rico Epul6n termina con 1a siguiente reflexi6n: «Si no escu-
17 Sobre la significaci6n teol6gica del pasaje cf. Interpretaci6n, 363-368.
18 Notemos entre los rasgos joaneos la identificaci6n de personas conc.retas,
la medida del tiempo y del espacio (dos dfas, cuatro dfas, quince estadios), el
empleo del termino ol 'louBatot. Locuciones con sabor joaneo son: 6irEp -rfjc;
B6t,Tjc; TOU SeoG, !va Bof;ao9fi 0 uloc; TOU 9eo0, irappT]olla, xarpcu fü'
uµäc; 'i'.va: TILOTEUOTJTE, öoa av ahf]otJ TOV 0eov BcbOEl OOl (cf. 16,23), lycb
elµt, elc; TOV alßva (doce veces en Juan, dos en Marcos, una en Mateo y en
Lucas), 6 etc; -rov K6oµov lpx6µevoc;, öijin "n'Jv B6f;av -roG SeoG, tva mo-
-reuoc.:>otv ö-rt 06 µe ÖCTIEOTELA.ac;. • ·
234 EL MINISTERIO PUBLICO

chan a Moises y a los profetas, no le haran caso ni a un muerto que


resucite» (16,31). Se ha sugerido que Juan (o un predecesor suyo)
tom6 la insinuacion y conto una historia en la que un cierto Lazaro
resucit6 de· hecho .entre los muertos y los hombres no le creyeron. La
conjetur~ tiene alguna plausibilidad, pero me resuha imposible pensar
que sea .verdad. La parabola lucana es la unica en los evangelios en
que se da un nombre- propio a un personaje. Los. nombres propios no
son habituales en los .relatos de milagros, aunque encontramos el
de Jairo y el de Bartimeo, En otros tipos de relato, tenemos a. Simon
el Leproso, Simon el Fariseo, Simon de Cirene, Jose de Arimatea, Za-
queo, Cleofas, Marfa y Marta (por no mencionar los miembros del
drculo. mas intimo), todos ellos en los sinopticos. Ninguno de ellos
tenfa que ser nombrado necesariamente; en relatos semejantes basta
con decir av0pc.0rc6c; nc;, yuv~ nc;. Juan es min mas generoso con
los nombres .propios. Sea que tales nombres deban considerarse como
parte integrante de. la tradicion primitiva o como signos de desarrollo
legendario, no hay nada excepcional en la aparicion del nombre de
Lazaro en este pasaje. Es, mas bien, la presencia del nombre en la
parabola lucana la que debe ser explicada 19 • Se darfa una explicacion
suficiente si se dijera que en la tradicion pre-joanea existio un relato
sobte la resurreccion de un tal Lazaro, con la implicacion general de
que este hecho no gano a los hombres a la fe en Cristo. De aqui a
insertar el nombre en la leyenda popular sobre el rico y el pobre que
se encuentran en el mas alla, el paso serfa facil.
Asi, pues, la teorfa del desarrollo a partir. de una parabola o de
un dicho parabolico no nos lleva a identificar la tradicion sobre · la
que pudo trabajar Juan. Comencemos, pues, de nuevo estudiando la
estructura del pasaje.
Comienza y concluye de un modo apropiado para una perkopa de
curacion. Comienza por ~v öE. nc; d:o0c.v&v (cf. Mc 1,23; 3,1), con
la adicion de algunos detalles sobre el paciente (cf. Mc 10,46). Termi-
na, despues de la curacion del enfermo, con una nota sobre el efecto
producido en los espectadores y alguna iridicacion sobre las conse-
cuencias mas remotas (Jn 11,45; cf. Mc 1,27; 2,12; 5,42; 7,37;
Lc 7,16). Esta perkopa, extraordinariamente larga, se parece, pues, en
algunos rasgos a las formas convencionales de las unidades narrativas
tradicionales.
Sin embargo, el intento de entresacar, por escision de porciones
sustanciales de la perkopa como se encuentra actualmente, un relato
simple de la resurreccion de un muerto, como la perkopa lucana del
hijo de la viuda de Nafn (7,11-17) o la version mateana de la resu:trec-
cion de la hija de Jairo (9,18-26), ha encontrado poca aceptacion. Todo
el pasaje, relato y dialogo, esta tan intimamente entrelazado, que su
19 La sugerenda de que, cömo Lazato tiene que llevar los recados de
Abrahan en el otro mundo, recibe por ello el nombre del esdavo de Abrahan
en Gn 15,2 (Eliezer o Eleazar), es mas ingeniosa que conVincente (cf. J. D. M.
Derrett en «New Testament Studies» 7 [1961] 370·375). · '
LA RESURRECCION DE LAZARO 235

desconexion solo deja fragmentos que, si bien, pueden ser manipula-


dos hasta construir una unidad mas o menos tfpica, esto solo se con-
sigue a base de una gran medida de reelaboracion conjetural.. Quiza
en ningun otro lugar de este Evangelio se han demostrado menos con-
vincentes los intentos de analizar la fuente o fuentes escritas subyacen-
tes; y si el evangelista esta siguiendo un relato tradicional con un
modelo :6.jo, ha logrado ocultar sus pistas.
Sin embargo, si prescindimos de la presencia de conceptos joa-
neos, asf como del vocabulario y estilo del evangelista, el pasaje tiene
mas puntos de contacto con las formas sinopticas de tradicion que lo
que podria parecer a primera vista. Nuestro criterio de comparacion
debe ser, no el conciso tipo de perkopa narrativa que Dibelius clasifico
como «paradigma», sino los relatos mas largos y detallados que el
mismo autor llamo Novellen o «leyendas». En concreto, quisiera lla-
mar la atencion sobre dos pericopas de este tipo: la del nifio epi-
leptico (Mc 9,14-27) y la de la hija de Jairo en su version marcana
(5,21-43). En los dos hay muchos detalles del narrador de historias
que no son estrictamente necesarios para conducir el tema principal
de la perkopa; sin embargo, la longitud y plenitud de los relatos no
Se· deben enteramente a la introduccion de tales detalles .
. En el relato del nifio epileptico, la descripcion excepcionalmente
elaborada de los sfntomas, asf como ·Ia intensificacion de la ·ansiedad
cuando el remedio parece por el momento peor que la enfermedad,
pueden sin duda atribuirse al interes del narrador de historias. Pero
hay otros elementos que no quedan suficienteinente explicados de este
modo. EI fracaso inicial, que muestra que ni el padre del nifio ni los
disdpulos tienen la fe necesaria para la curacion, provoca la ira de
Jesus: (;:, YEVEO:: ämawc;, EU><; 1tO't"E itpoc; uµa:c; fooµm; EU><;
it6-rE d:v€E,oµm öµ&iv 20 • Esto no es solo un efecto .dramatico, sino
que introduce el tema de la fe, que se convierte ahora en el tema de
un dialogo muy significativo entre Jesus y el padre del enfermo. EI
dialogo es esencial al progreso de la accion, pero hace tambien que
todo el relato se centre claramente en torno a un tema central de los
evangelios y le confiere una importancia mayor que la de un simple
relato de milagro.
lgualmente, en la version marcana del relato de la hija de Jairo,
podemos distinguir el arte del narrador de historias en rasgos como

20 En contra de las opllliones de algunos criticos, creo que este es uno


de los dichos mas caracterfsticos y convincentes de los evangelios. El mismo
sentitniento de tensi6n parece reflejarse en Lc 12,50: Tiwc; cruvexoµm !lu:ic;
Ö'rou TEf..foSfj, y en Jn 8,25: 'tTJV d:pXTJV Ön KCXL f..cxf..& öµ'i:v, que interpre-
to en el siguiente sentido: «jPensar que estoy hablando con vosotros!» (o:
<«'.Por que estare hablando con vosotros?» ). Cf. Platon, Gorg., 478c: ? Ap' ol'.lv
othu:ic; av 'ITEpl cr&µcx EUBcxtµovfo-rcxwc; ävSpu:irroc; ElT), lropEU6µEvoc;, ft
µT)&E Kaµvu:iv apxfiv ;-b.fjf..ov Ö'rt µT)BE Kaµvu:iv.-Ou yO:p 'tOU'r' fjv EUBcxt-
µovlcx, W<; EcrlKE, KcXKOU d:rrcxf..f..cxyi'j, d:f..f..0: TTJV apxT]v µT)BE K"rfjcrtc;. «La
felicidad consiste, no en liberarse ·de una cosa mala; sino en no tenerla siquiera».
236 EL MINISTERIO PUBLICO

la demora accidental, que produce un intervalo durante el cual la


enfermedad de la nifia llega a una conclusi6n fatal, y la descripci6n
del alboroto de las plafiideras en la casa. Sin embargo, el primero
de estos detalles crea la ocasi6n para que Jesus pronuncie 1a gran
consigna cristiana: µ~ cpo~oü µ6vov 'ltLOTWE, y el segundo ocasiona
el dicho: oÖK ä:m~Havi:.v äA.A.a Ka8i:.6f>EL. Efectivamente, estos dos
dichos no solo constituyen los momentos culminantes del relato en
cuanto creaci6n dramatica, sino que le confieren su significaci6n espe-
cial en cuanto expresi6n del «evangelio de Jesucristm> que Marcos
pretende presentar.
Asf, pues, clasificar estas perkopas como Novellen no es del
todo acertado. Es evidente que tras la forma que. han adoptado en
los evangelios subyace toda una tradici6n del empleo de estos relatos
como medios de instrucci6n cristiana o, quiza, como ilustraciones de
la predicaci6n cristiana, y este empleo ha contribuido en gran manera
a determinar su estructura formal.
Volvamos ahora al relato joaneo. Hay en el muchos detalles dra-
maticos o pintorescos. Encontramos, una vez mas, la demora que hace
que la enfermedad del paciente llegue a una conclusi6n fatal y que
conduce, tras mucho dialogo de estilo peculiarmente joaneo, al tema
de la muerte como suefio (11,11-14). Tenemos luego, en un estilo
muy dramatico, el viaje de Jesus, su llegada cuatro dfas demasiado
tarde (segun parece), su encuentro con las hermanas (que introduce
mucha .teologfa caracterfsticamente joanea en forma de dialogo ), la
escena del duelo, en la que Jesus se ve obligado a participar. La
explosi6n de una fuerte emoci6n, que en el relato matcano esta pro-
vocada por la falta de fe, tiene aquf su paralelo en la afirmaci6n de
que, cuando Jesus vio a todos los acompafiantes llorando (cf. las pla-
fiideras en Marcos), «se conmovi6 interiormente y se inquiet6» (EVE-
ßpLµ~aaTo 21 T{f> 'ltVEuµa'Ll Kal ET6:paf,i:.v E.o:uT6v, expresiones
extremadamente fuertes). Luego, la resistencia a abrir la tumba, in-
dicaci6n de que falta fe, conduce a un dialogo sobre el tema de la
misma, elaborado en un estilo tfpicamente joaneo y mas lleno de
contenido teol6gico que el dialogo correspondiente de Marcos, pero
que, como este, lleva al lector a una de las concepciones centrales
del evangelio 22 •
Estas coincidencias distan mucho de probat o incluso de sugerir
la probabilidad de que Juan este tomando rasgos de Marcos. Pero.
sf sugieren que el relato de Lazaro, por muy marcado que este por
ideas teol6gicas joaneas y por el lenguaje que les es propio, no es una
21 El verbo E.µf3pLµiXo9CXL, que expresa una emoci6n violenta, debi6 de en-
trar muy pronto en la tradici6n evangelica; ademas de en este pasaje (dos ve-
ces), aparece tambien (sin duda independientemente) en Mc 1,43; 14,5; Mt 9,
30 (cf. supra, 178-179); pero no se encuentra en ningiin otro escrito del NT·
fuera de los evangelios.
22 Podrfamos decir que los dialogos de 11,11-16.39-40, y en parte el de
11,7-10, promueven la acci6n del relato, como los de los pasajes marcanos, pero.
que el dialogo mas largo de 11,21-27 es casi un puro comentario teol6gico.
LA RESURRECCION DE LAZARO 237

creac10n aleg6rica original. Pertenece fundamentalmente al mismo ge-


nero que los dos relatos marcanos que hemos estudiado; es una reci-
taci6n dramatica y · didactica, y estas dos cualidades han contribuido
a determinar su forma. Hay razones s6lidas para creer que, como las
pericopas marcanas, se basa en un relato tradicional formado en el
curso de la ensefianza y predicaci6n cristianas y reelaborado luego por
nuestro evangelista para transmitir su mensaje especial. Seria ocioso
tratar de reconstruir el relato en la forma en que pudo ser transmitido
en la tradici6n precan6nica. Juan lo ha reelaborado demasiado pro-
fundamente. Es mas probable que este relato no fuera nunca fijado
en un modelo convencional, sino que permaneciera sujeto a las varia-
ciones de una tradici6n fluida e informe 23 , de la que lo tom6 el evan-
gelista para darle una forma literaria caracteristica, dictada por las
exigencias de su finalidad particular.

23 Cf. supra, pp. 177-181, 221-222.


5. PASAJES DE TRANSICION Y NOTICIAS TOPOGRAFICAS

Nos queda por examinar un elemento ulterior del relato del minis-
terio publico: las conexiones entre una secci6n completa de narraci6n
y la siguiente. Se ha observado desde hace tiempo en los evangelios
sin6pticos que, a lo largo de toda la parte que precede al relato de la
pasi6n, las pericopas separadas estan insertas en un «marcm> cons-
truido mediante pasajes transicionales, los cuales dan al relato una
cierta medida de continuidad y constituyen un fondo general de refe-
rencia. En Mateo y en Lucas, este fondo lla quedado muy oscurecido
por el esfuerzo realizado por los evangelistas para conseguir que el
relato fluya sin interrupciones y que no se noten excesivamente las su-
turas del tejido. En Marcos, donde este esfuerzo ha sido menor, se ha
podido demostrar que el material transicional consta de los siguien-
tes elementos: a) «sumarios generales» (Sammelberichte), que no re-
latan un incidente particular, sino que describen los rasgos generales
de todo un perfodo, largo o breve, en el curso del ministerio. Los
«sumarios generales» son facilmente identificables, a diferencia de las
pericopas que describen incidentes particulares, por el hecho de que
los verbos estan predominantemente en los tiempos de acci6n conti-
nuada o iterativa (presente o imperfecto) en vez del aoristo de acci6n
momentanea. b) Datos topograficos, que indican el campo del minis-
terio en un periodo determinado. No siempre se puede distinguir
facilmente estos datos de la indicaci6n de lugar que ocasionalmente
abre una pericopa, pero ciertamente no pertenecen al relato de un
incidente particular. Han sido llamados «fragmentos de itinerario»
(Bruchstücke eines Itinerars) 1. En otro lugar he tratado de demostrar
que en Marcos los sumarios generales y los fragmentos de itinerario
representan, no menos que las pericopas que enmarcan, material tra-
dicional 2 • EI problema que ahora planteo es si los pasajes transicio-

1 Cf. Karl Ludwig Schmidt, Rahmen der Geschichte Jesu.


2 Cf. The Framework of the Gospel Narrative: «Expository Times» (junio
de 1943 ), reimpreso en New Testament Studies (Manchester 1953 ). Resumien-
do brevemente: trate de demostrar que, si escribimos consecutivamente los pa-
sajes transicionales de Marcos (identificados por los signos caracterlsticos del «su-
mario general» y de las indicaciones topograficas), representarian, sin manipu-
laci6n, una Hnea general continua que cubriria una parte considerable del re-
lato marcano del ministerio. Se podria decir que esto es 16gico si Marcos, al
elaborar el material que habia llegado hasta el en forma fragmentaria, quiso ofre-
cer a sus lectores un relato que pudiera ser lefdo sin interrupci6n. Pero, como
indique, el marco ofrecido (los pasajes transicionales) no encajan bien con los
PASAJES DE TRANSICION 239

nales del cuarto Evangelio revelan, en alguna med.ida, las caractedsti-


cas reconocibles en los de Marcos y si hay razones para supönet que
Juan utiliz6 la trad.ici6n, no solo para el relato de la pasi6n y algunas
perfi;:opas narrativas, sino tambien, en algiln grado, para la informa-
ci6n contenida en los pasajes transicionales.
Algunos de estos pasajes parecen delatar la mano del evangelista
en su lenguaje e ideas y haber sido introducidos con el fin de estable-
cer ·las conexiones necesarias para el desarrollo de su tema doctrinal.
Entre estos incluire los siguientes:
2,23-25, interpuesto entre el relato de la purificaci6n del templo
y el d.ialogo con Nicodemo sobre 1a regeneraci6n. Las expresiones
Trl<ITEUELV Etc; 'tO övoµa, 9Ec.vpELV 'tCx OT)µE'la, y el empleo enfa-
tico de YLVWOKELV y µap'tupE'lv tienen un sabor joaneo, y la afirma-
ci6n final Ey(vc.vaKE.v 'tl ~V EV 't& O:v9pci>TICtJ prepara la penetraci6n
de Jesus en el espfritu de Nicodemo, que aparece en el d.ialogq sucesivo.
Los · tres verskulos representan probablemente la introducci6n del
cuadro8 que habfan de ser erunarcados (las perkopas separadas) y, en algunos
puntos, el esquema que se desprende de los pasajes transicionales no es cohe-
rente con ·la organizaci6n de -las perkopas hecha por el mismo Marcos. Conclufa,
pueJi, que tanto el «marco» como las perkopas llegaron hasta Marcos a traves
de canales tradicionales, probablemente en la forma de un esquema del minis-
terio, pero lo desorganiz6 en parte durante el proceso de composici6n, de
modo que ya no lo podemos reconstruir !ntegramente. Esta 6pini6n no agra-
da naturalmente a quienes creen que los primeros cristianos no pudieron tener
interes alguno por el curso de los acontecimientos ocurridos durante la vida te-
rrena de su Sefior. Esto es algo que realmente ignoro. Sin embargo, pro-
pongo a) que el esquema esta ahi y que es extremadamente improbable que
Marcos lo inventara, dado que sirve tan imperfectamente a su finalidad; b) que
los pasajes kerygmaticos de Hechos, que, en mi opini6n, representan material
primitivo; ofrecen el equeleto minimo de un esquema y revelan; al menos, tan-
to interes por la informaci6n cronol6gica y topografica como para consignar un
ministerio galileo de Jesus, que sigui6 al ministerio de Juan Bautista y prece-
di6 a un viaje a Jerusalen, viaje que tuvo por consecuencia la pasi6n, muerte
y resurrecci6n de Jesus; y c) que el proceso en el desarrollo de la composi-
ci6n de los evangelios (en Mateo y Lucas contrapuestos a Marcos) tiende, no a la
elaboraci6n de este material esquematico, sino a su eliminaci6n en favor de
una organizaci6n mas completa por materias (en Mateo) o de un esquema evi-
dentemente artificial (en Lucas, especialmente la secci6n central); de lo que me
atreverfa a deducir que, cuanto mas cerca nos encontramos de la tradici6n pri-
mitiva, mas visible es el esquema subyacente. Mi articulo ha sido criticado por
D. E. Nineham en Studies in the Gospels (hom. a R. H. Lightfoot), 223-239.
He leido Y considerado cuidadosatnente este artkulo y no me he persuadido a
retirar nada sustancial de la opini6n expuesta. En problemas de este tipo no
es posible aducir pruebas que sean totalmente demostrativas. Me basta con
que mis lectores Jean mi. artkulo y el de Nineham, uno al lado de otro, y
juzguen d6nde esta la mayor probabilidad. Hago notar que en J,T.S. (1958)
23 Nineham tiene un parrafo en el que parece admitir la posibilidad (al me-
nos argumenti gratia) de un esquema como el que yo construi, observando que
«Seda un medio, ignorado hasta el presente por los estudiosos. a traves del cual
la historia, si bien no el testimonio directo de un testigo ocular, ejerci6 control
sobre ese Evangelio», lo cual es una admirable exposici6n de mi opini6n. No es
esencial para mi finalidad actual adoptar una conclusi6n sobre Marcos, si bien
la comparaci6n de Marcos con Juan podrfa ser utiL
240 EL MINISTERIO PUBLICO

evangelista a la perkopa de Nicodemo, mas bien que un pasaje tran-


sicional propiamente dicho (d. 11,55-57).
12,17-19, interpuesto entre la entrada triunfal y el discurso sobre
el sentido de la muerte de Cristo. Encontramos, una vez mas, expre"
siones de sabor joaneo como µap1:upc.'Lv, TCOLELV crriµc.'i:a. Un exa-
men del texto demuestra ademas que este pequefio parrafo ha sido
habilmente compuesto para poner la entrada triunfal en relaci6n con
las ideas de la muerte y resurrecci6n y de la vida a traves de la muerte:
las aclamaciones de la multitud eran el resultado del «testimonio» dado
por los que habfan presenciado la muerte de Lazaro. El pasaje sirve
de hecho para conectar la muerte y resurrecci6n de Lazaro con el tema
de la muerte y resurrecci6n de Cristo, que va a ser expuesto ahora 3 •
La afirmaci6n final, 6 K6oµoc; OTCLOU) aÖToÜ chrip„ec.v, conduce efi-
cazmente a la aparici6n de los «griegos» que buscan a Jesus, que a
su vez, introduce el discurso siguiente. ·
Pero hay otros pasaje~ de transici6n que merecen mayor conside-
raci6n. Aducire los siguientes:
a) 2,12, un pasaje que sirve de transici6n del relato de las hodas
de Cana a la purificaci6n del templo:
µei:a i:oui:o K<rrf.!311 etc; Km1>apvaouµ at'.rroc; Kal ft µi')T,l]p aöwu Kal ot
d:ßeA.q>ol aöwu Kal oi µaSrrral aöi:ou Kal EKEL EµELVav 4 oö iroA.A.ac;
ftµf.pac;.

Este pasaje no tiene relaci6n con ning11n otro tipo de .datos topogra-
ficos y no contribuye nada al desarrollo del relato o del pensamiento
del Evangelio. Cafarnaun no vuelve a ser mencionada hasta 4,46 y en
ese momento no es la residencia de Jesus (que esta en Cana) sino del
f3aOLALK6c; que busca ayuda para su hijo. La pr6xima referencia a
esa ciudad aparece en 6,17, donde es el punto de destino del viaje a
traves del lago. No se dice que Jesus esta realmente en Cafarna)in
hasta 6,24. As! pues, el dato de itinerario: KaTE13rl c.lc; Kacpapvaouµ,
no es evidentemente el producto de un interes particular del evan-
gelista. .
Observamos ahora que en Mt 4,13 hay una afumaci6n similar:
Kai:aA.mci>v T~V Nai:;;apO: EA9ci>v KaT~KTJOEV c.lc; Kacpapvaouµ,
que no procede de Marcos. De modo parecido, Lc 4,31 dice: Kai:f\A.Sc.v
c.lc; Kacpapvaouµ TCOALV T~c; raA.LA.a(ac;. Al parecer, Lucas comien-
za aqui a seguir a Marcos, pero su Ka1:~A.9c.v c.lc; Kacpapvaouµ no
3 Cf. Interpretaci6n, 370-371. Observese el modo como esta compuesto este
pequefio parrafo. El v. 17 es, sustancialmente, un resumen del relato de la re-
surrecci6n de Lazaro: esta ha sido convertida, more Johanneo, en tema de
µapi:up[a: era un OT)µetov en el sentido joaneo (v. 18) y, en cuanto tal, el
verdadero motivo de la aclamaci6n del ßaotA.euc; i:ou '1 opai')A.. El comenta-
rio de los fariseos (v. 19) revela la ironfa caractedstica de Juan. El conjunto
delata la iinpronta de nuestro evangelfäta. ·
4 "Eµetvav es un aoristo, pero el verbo es «lineal» y nci «puntual» por
su misma naturaleza (cf. 11,54 e infra, p. 24/, nota 19).
PASAJES DE TRANSICION 241

puede considerarse como equivalente del Etorrop:::uovTm de; Kcx-


<pcxpvcxo6µ de Marcos, ya que en la perkopa precedente de Lucas
Jesus se encuentra en Nazaret, de modo que su afirmaci6n equivale a
la de Mt 4,13, aunque no es probable que dependa de Mateo. Es
siempre posible que Juan siguiera aqui a Mateo, pero, dado que he-
mos acumulado ya bastantes pruebas de que utiliz6 la tradici6n inde-
pendientemente, parece probable que los tres evangelistas segufan una
tradicion precan6nica en la que se deda que, durante el ministerio
galileo (o parte de el), Jesus fij6 su residencia principal en Cafarnaun,
si bien Juan no ha utilizado ulteriormente ese dato.
b) 3 ,22-23, un pasaje que sirve de transici6n del dialogo con
N;codemo a una perkopa sobre las relaciones entre Jesus y Juan
Bautista:
µnO: TaUTa ~A.8Ev 6 , I riooüc; Kal ot µaerical aöwQ Etc; ci']v , 1ouoa[av
yfjv Kal EKEL ou~TpLf3Ev µn' aÖTwv Kal Ef36:rrnsEv. ~v oE. Kai '1 w6:WYJ<;
f3mrr[swv EV Atvc0v Eyyuc; Tou ~aA.Efµ, ÖTL üoma. rroA.A.a ~v EKEL, Kal
rrapEy[vovTo Kal Ef3arrT[sovw.

Este pasaje revela rasgos muy marcados que lo asocian con los pasajes
transicionales de Marcos. Casi todos los verbos estan en imperfecto:
ÖLETPLßc.v, Eß6:11nl:c.v, ~v ßcxm(l:wv, rrcxpc.yl.vovw, Eßo::rr-rl.l:ovw.
Hay indicaciones topograficas: ~ 'louöa[o:: yfl, Alvciiv Eyyuc; ToO
2:cxA.c.[µ, las cuales, como los «fragmentos d~ itinerario» de Marcos,
no se refieren a incidentes particulares, sino a todo el periodo del
ministerio. No hay fraseologfa peculiarmente joanea. A mi juicio, hay
buenas razones para pensar que Juan esta siguiendo aqui la tradici6n.
c) 4,1-3. El nucleo de estos verskulos es un dato de «itinerario»:
acpft KE.V "[~V , I ouöo::l.o::v KCXL chrftA.8c.v 116:1'.LV c. lc; T~V r O::AlACXLCXV.
Se aiiade a esto el motivo de la marcha 5 : los fariseos habfan oido que
Jesus estaba haciendo y bautizando mas disdpulos que Juan. Sin em-
bargo, esta afirmaci6n es corregida inmediatamente: Jesus no bauti-
zaba personalmente, sino que lo hadan sus disdpulos. Se trata aqui,
al parecer, de un pasaje en el que debemos postular mas de una mano;
un autor no hubiera escrito una afirmaci6n tan confusa por propia ini-
ciativa. Dado que el evangelista ha consignado en. otro lugar, sin nin-
guna reserva aparente, la tradici6n (si tal es) de que Jesus bautizaba
(3,22), debemos suponer que algun otro ha estropeado su frase. Pres-
cindiendo del torpe parentesis, hay otros signos de manipulaci6n re-
daccional. La frase de 4,1-3, incluso quitando el parentesis, es into-
5 Es extrafio encontrar un motivo de este tipo entre el material de «iti-
nerario» que integra el «marc0>> marcano. Asf en Mc 1,14, donde se consigna
un viaje semejante (o ~quiza el mismo?) a Galilea, no encontramos nada mas
que la simple afirmaci6n: «Despues de la detenci6n de Juan, Jesus fue a Ga-
lilea». Pero Mateo la ha cambiado por «cuando Jesus oy6 que Juan habfa sido
arrestado, se retir6 a Galilea» (4,12) que es semejante en la forma a nuestro
presente pasaje: «Cuando Jesus se enter6 de que„. abandon6 Judea y fue a Ga-
Iilea», si bien el motivo es diferente.
16
242 EL MINISTERIO PUBLICO

lerablemente torpe, con sus tres oraciones subordinadas una dentro


de otra ( ~c; E:yvw... ön ~Kouaa:v... ön TIOLE.L ... ) 6 ; la torpeza
aumenta con la yuxtaposici6n de 6 KUpLOc; en una oraci6n y 'I riaoOc;
en la siguiente, referidos al mismo sujeto 7 • Todo esto hace pensar que
el evangelista no esta componiendo libremente, sino que esta utilizan-
do de 1a mejor manera posible el material que lleg6 hasta el. Teniendo
en cuenta una cierta medida de reelaboraci6n, no hay raz6n para no
aceptar el dato de itinerario como precan6nico, que contimia, quiza,
el resumen de este periodo del ministerio de Jesus. Es difkil decir
cuanta informaci6n tradicional ulterior puede esconderse detras de la
reelaboraci6n del autor, pero no serfa quiza una conclusi6n demasiado
precipitada decir que inclufa una afirmaci6n de que la marcha hacia
el norte ocurri6 cuando el exito del trabajo en Judea habfa llamado
la atenci6n de las autoridades. Pudo tambien formar parte de la tra-
dici6n o pudo ser una conclusi6n inteligente del evangelista el hecho
de que Jesus marchara a Galilea porque habfa caido en la cuenta de
esto. De todos modos, la idea de que la marcha a Galilea en este
momento tenfa algo de retirada no es peculiar de Juan ya que Ma-
teo la describe en los siguientes terminos: aVEXWPYJOEV Elc; Tf]V ra:-
ALAO:LO:V (4,12) 8 • Parece probable en conjunto que Mt 4,12 y Jn 4,1-3
representen, si bien indirectamente, una tradici6n sobre la vuelta de
Jesus a Galilea que no esta representada en ningun otro sitio. Tal
tradici6n pudo quedar 9scurecida por el enfasis con que el kerygma
subraya que el nuevo comienzo se hizo en Galilea 9 •

6 La torpeza disminuirfa un poco si tomamos el segundo Öc L como un


ejemplo de ön recitativum, equivalente en la practica a las comillas, y con-
sideramos las palabras '1 riaouc; .. .' I CJÜ:VVY]<; como oratio recta: «Los fariseos
fueron informados: Jesus esta haciendo y bautizando a mas disdpulos que
Juan» (cf. 1,20.32; 3,28; 4,17 y passim). Pero nuestro autor puede escribir me-
jor griego cuando compone libremente.
7 El empleo del titulo KUpLoc; en las partes narrativas pertenece a los es-
tadios mas tardios de los evangelios. No aparece nunca en Marcos o Mateo,
pero es frecuente en Lucas, donde alterna con 'I riaouc;. De modo parecido,
aparece tres veces en Eg. Pap. 2, alternando con '1 riaouc;. En el tardio Evan-
gelio de Pedro es normal. En el cuarto Evangelio KupLoc; aparece en partes na-
rrativas solo en 6,24; 11,2 (ambos pasajes son notas explicativas mas que na-
rraciones propiamente dichas) y en el apendice 21,12.
8 Que Mateo usa O:vaxCJpELV en el sentido de «retirarse», «apartarse», se
desprende de 2,14 (Jose con Maria y el nifio Ü:VEXWPY]OEV EL<; Al'yumov,
ante las amenazas de Herodes), 2,22 (de nuevo Ü:VEXWPY]OEV Elc; 1:Cx µ€pY] cfic;
ra:A.LA.alac; por medio de Arquelao), 12,15 (los fariseos hicieron una conspi-
wc;
raci6n contra Jesus, 6 fl'E , I Y]OOU<; yvouc; [cf. EYVCJ, Jn 4,1] cXVEXWPYJOEV
EKE.leEv), 14,13 (al enterarse de la ejecuci6n de Juan, Ü:VEXWPYJOEV EKEleEv
EV TIAOL~).
9 No se puede decir que Juan tuviera una idea clara o coherente de los
papeles de Galilea y Judea respectivamente. En 2,11 Galilea es la escena de la
O:pxi'] OY)µElCJv, de acuerdo con la f6rmula tradicional apE,O:µEvoc; Ü:Tio cfic;
fa:A.LA.a:lac; (Lc 23,5; Hch 10,37, impHcita tambien en Mateo y Marcos); en
el capitulo 6 es la escena del importante «signo» del pan, as1 como del malo-
grado intento de «hacerle rey», de extensas deserciones y de la confesi6ri de
PASAJES DE TRANSICION 243

d) 4,43-45, interpuesto entre el episodio de la Samaritana y el


segundo milagro de Cana:
µE-ra oE. -rac; Mo ftµEpac; e~fjAeEv EKElSEv Elc; -r~v raA.LA.alav. auwc; yap
, 1riooGc; eµap-r6prioEv ÖTL Tipoqn'J-rric; EV TD tolc,x TiaTplOL nµ~v OUK EXEl.
ÖTE oov 'r'jA.8Ev Elc; T~V raA.tA.a[av EOE~aVTO aUTOV ot faALAafot TICXVTa
EwpaKÜTEc; öaa ETIOL110EV EV '1 EpoaoA.6µ0tc; EV TD EopTi:l" KCXt auTol yc'xp
'r'jA.8ov Elc; T~v EopTi'jv.

Las palabras conclusivas ( desde TIÜ:v-ro: EC0po:K6-r:::c;) parecen ser un


comentario redaccional, como probablemente lo son las palabras ini-
ciales, ya que esta precisa medida del tiempo es caracteristica del cuar-
to Evangelio. EI sentido principal de este pasaje es que Jesus sali6
para Galilea y que alH le acogieron calurosamente. La primera afirma-
ci6n es casi una repetici6n de 4,3b y la coincidencia parcial puede muy
bien ser una sefial de que el episodio de la Samaritana ha sido intro-
ducido en lo que originalmente era un viaje unico y continuo de Judea
a Galilea. La frase Ö-r::: oov ~A.8:::v EI.<; -r~v r o:A.LA.o:(o:v EÖEE,o:vrn
o:u-rov ot ro:A.LAO:Lül no revela signos tipicos de composici6n joanea;
el verbo ÖEXE08o:L ( «tecibir bien, acoger») no aparece en otras par-
tes de este Evangelio. De todos modos, el cufio joaneo no es profundo
en este pasaje. Es quiza mas significativo el hecho de que la afirma-
ci6n de que Jesus fue calurosamente acogido en Galilea no tiene una
finalidad ulterior. No es necesaria para preparar el camino a la cura-
ci6n del hijo del ~O:OLALKO<;, que no presupone una aceptaci6n ge-
neral en Galilea, sino mas bien lo contrario ( 4,48 ). Los galileos no vuel-
ven a aparecer hasta 6,2, donde se nos dice que Jesus fue acompafia-
do por una gran multitud porque «observaban los signos que el hacia»,
sin ninguna sugerencia de que se habfa atraido ya seguidores galileos en
virtud de un ministerio previo en Judea, como se afirma en 4,45. He
tratado de demostrar mas arriba 10 que el capitulo 6 preserva mucho
material tradicional y que la introducci6n ( 6,1-4 ), comparada con los
paralelos sin6pticos, parece ser parte integrante del relato de la mul-
tiplicaci6n de los panes y no un pasaje meramente transicional. EI
presente pasaje manifiesta, en cualquier caso, un punto de vista un
tanto diferente. La parte de el que es ciertamente tradicional es el di-
cho citado en el v. 44, que tiene paralelos en Marcos (seguido por
Mateo) y en Lucas:

Pedro. Sin embargo, no se nos dice nada sobre el «hacer disdpulos» en Ga-
lilea ni que algunos galileos «creyeran» (a excepci6n de la famifia del ßaoL-
AtK6c; de Cafarnaun), aunque maTEUElV se aplica constantemente a gente de
Judea, Samarfa y Transjordania. En 7,1 Galilea es un refugio ante la hosti-
lidad de Judea, asf como, en cierto sentido, en 4,1-3.
10 Cf. supra, pp. 214-215.
244 EL MINISTERIO PUBLICO

Mc 6,4 Jn 4,44 Lc 4,24


oÖK E:anv Tipoqn'p:YJ<; rrpoqii']<Y]<; OUOEL<; TIPO<Jli'J1:YJ<;
anµo<; EV -rfi tfüi;x n:a-rp[fü OEKTO<; EOTlV
Et µi] EV -rfi TICX1: p [fü -rtµi]v oux EXEL E.v -rfi n:a-rp[fü E.au-roO
E.au-roO 11

Observamos aquf una vez mas un fen6meno que nos es ya familiar:


la versi6n joanea de un dicho no sigue de cerca ninguna versi6n si-
n6ptica, sino que en algunos aspectos es mas cercana a uno de los si-
n6pticos y en otros a otro. Aquf Juan coincide con Lucas en la ro-
tunda negaci6n de que un profeta nunca sea aceptado (honrado) en su
ncx-rp[c;, sin ninguna referencia a su condici6n en otras partes, mien-
tras que Mateo y Marcos dicen que un profeta es honrado en todos
los sitios menos en su propia 110:-rp(c;. Por otra parte, Juan coincide
con Mateo y Marcos al hablar del «honot» de que el profeta goza en
todas partes menos en su patria, mientras que Lucas habla de «acep-
taci6n», que tiene quiza un matiz mas modesto que honor. La diferen-
cia real de sentido es despreciable, pero, como en otros casos semejan-
tes, parece menos probable que Juan haya combinado dos versiones
( copiando directamente o recordando vagamente las dos) que no que
Marcos, Lucas y Juan hayan tomado el dicho de formas variantes de
la tradici6n. No estamos por tanto obligados a suponer que el dicho
lleg6 hasta nuestro evangelista inserto en un contexto que correspon-
derfa a Marcos o a Lucas. En Lucas, la 110:-rp(c; es, implkita pero cla-
ramente, «Nazaret, donde habfa sido educado», pero es dudoso que
una ciudad donde uno ha sido educado pero en 1a que no ha nacido
pueda llamarse propiamente su 110:-rp(c;, y Lucas ciertamente crefa
que Jesus habfa nacido en Belen. En Marcos, la 110:-rp(c; no recibe un
nombre, pero el evangelista ha situado el rechazo de Jesus ocurrido
en su 11cnp(c; en un contexto Galileo 12 . No es del todo claro d6nde

11 Mt 13,57, segun el mejor texto (BD9 etc.), lee sencillamente E.v -rfi
Tia-rpffü; otros nzss. leen E.v -rfi Löli;x Tia<pLOl o E.v -rfi TiaTpLOt cx.U-roO. Mateo
usa raramente 'i'.Oto<; en el sentido del pronombre posesivo; Juan lo hace ha-
bitualmente; el posesivo E.au-roO no aparece en el cuarto Evangelio.
12 Es dudoso que Marcos tuviera alguna informaci6n sobre este incidente.
Todo el relato pudo ser creado a partir de un dicho. El dato es que Jesus goz6
de honor en su Tia-rp[<;; Marco lo ha complementado afiadiendo xal E.v -rot<;
ouyyEvEOatv aö-roO xal E.v -rfi OLKL<;X aö-roO. Lleva a Jesus; a su Tiacp[<;
sin intentar identificar el lugar, e introducir a los auyyEVEl<; por medio de
una lista de los aOEA<jlOL -roO KUp[ou (un grupo muy conocido en la Iglesia
primitiva) y algunas hermanas an6nimas. Algunos criticos dan mucha importan-
cia a «escenas ideales» creadas supuestamente por el evangelista como marco
de dichos trdicionales. No creo que existan muchas, pero esta podrfa ser una.
Por otra parte, parece que el relato lucano del incidente ocurrido en la sina-
goga de Nazaret, que no pudo ser creado de ninglin modo a partir de un di-
cho, es completamente independiente de Marcos y, si es asf, tenemos pruebas
adicionales a nuestro favor. Lo que poC:emos tener por cierto es que se sabfa
que Jesus habfa pronunciado este dicho proverbial; de lo cual debemos dedu-
dr necesariamente que refleja su propia experiencia. Sigue siendo oscuro que
PASAJES DE TRANSICION 245

situa Juan 1a Trcx-rp(c; de Jesus. Segun Juan, Jesus fue a Galilea porque
(y6:p) sabfa que en su Ticx-rp(c; un profeta no recibe honor. Si su
Ticx-rp(c; es Galilea, fue alli para huir del tipo de honor que no desea-
ba (por ejemplo, <'.Podrfamos decir, el que le tributaron los galileos
en 6,15?). Pero si es asf, sus esperanzas qu~daron frustradas, ya que
E&E.E,cxv-ro CXUTOV ol ro:A.LACXLOL: al menos fue 0EKT6c; en Galilea.
<'.Es, pues, su Trcx-rp(c; Judea? Si asf es, esto serfa una prueba ulterior
de que el episodio de la Samaritana es una intrusi6n, ya que, en el
estado actual del texto, la referencia mas cercana a Judea se encuen-
tra en 4,3 y el contraste implfcito en 4,44 parecerfa ser entre Samarfa
(donde el profeta habfa recibido honor) y Galilea, lo cual muy pro-
bablemente no es original. Pero como existen otras razones para sos-
pechar que 4,44 continua quiza el itinerario de 4,3, el contraste origi-
nal pudo estar entre Judea y Galilea. Sin embargo, aun asf, no todo
es sencillo, ya que si Judea es 1a Ticx-rp(c; 13 , resulta que el profeta ha-
brfa recibido alH una desconcertante cantidad de honor o, al menos,
de aceptaci6n (4,1). Es verdaderamente diffcil sacar de este pasaje
una impresi6n clara y coherente del sentido que Juan atribuy6 al di-
cho, que -segun estamos casi obligados a suponer- recibi6 de la
tradici6n, en conexi6n con un viaje de Judea a Galilea, y que insert6
aquf sin integrarlo plenamente en su relato. La conclusi6n que yo su-
gerirfa muy provisionalmente es que en 4,1-3.43-45 nos encontramos
ante un fragmento de material de transici6n, que ha quedado muy
oscurecido en el proceso de composici6n de esta parte del Evangelio.
N6tese que contiene el unico reconocimiento claro en este Evangelio
de un ministerio fructuoso en Galilea (excepto en cuanto tal recono-
cimiento este implfcito en la referencia a las multitudes en la intro-
ducci6n al relato de la multiplicaci6n de los panes en 6,2).

e) 7,1-2:
Kal µE-ra -raü-ra TIEpLrna-rEL 6 , 1riooüc; Ev -rft raA.LA.a[i;x. ou yap i'JSEA.Ev
EV -rft '1 oo5o:[i;x TIEpmo:-rEi:v ön Esfiwuv o:u-rov ot '1 ou5o:foL aTCoKTE°Lvm.

Estos versiculos parecen ser un pasaje transicional, con los ver-


bos en tiempos de acci6n continua (TIEPLETICxTEL, T]8EA.Ev, Ei::~-rouv)
y su interes por la topograffa; y quiza lo sea. Pero no constituye, de
hecho, una transici6n apropiada con respecto al capftulo 6, pues Je-
sus esta ya en Galilea. Probablemente el pasaje es el comienzo de
1a perfcopa 7 ,2-9 y ptepara la escena del dialogo, comunicando los dos
datos de informaci6n necesarios para que el lector pueda entender el

incidente concreto (si lo hubo) provoc6 el comentario, a que estadio del minis-
terio correspondfa y cual era el lugar que el llamaba su no::rp[c;.
13 Juan pudo ser consciente de la traduccion sobre el nacimiento de Jesus
en Belen (pero cf. Interpretaci6n, 101-102) o pudo considerar Judea, y en par-
ticular la ciudad santa de Jerusalen, como la verdadera Tio:Tp[c; del Mesfas.
246 EL MINISTERIO PUBLICO

texto: que Jesus estaba en Galilea y que se acercaba la fiesta ·de los
tabernaculos 14 •

f) 10,40-42:
Kal ciTifjA8EV TicXAlV m~pav TOÜ '1 op56:vou Elc; TOV TOTIOV ÖTIOU tjv 'i wav-
VTJ~ 'ro TIPWTOV ßamlt;;wv, Kal eµEVEV EKEL. Kal TIOAAOL tjA.Sov 'Tipoc;
aö-rov Kal EAEyov ön 'Iw6:vvric; µE.v oT]µEtov ETIOLT]<JEV oöfü~v. TI6:vi:a 5€
öoa ELTIEV '1 w6:vvric; TIEpl -roui:ou aA.ri·Sfi tjv. Kal TioA.A.ol ETI[oi:EUoav Etc;
aö-rov E.KE'l.

Estos verskulos forman una transici6n adecuada entre la escena


de la fiesta de la Dedicaci6n en 10,22-39, que termina con la huida
de Jesus del intento de arrestarle en el templo, y el relato de Lazaro,
que presupone que se encuentra a alguna distancia de Judea. Pero
es dudoso que se trate de algo mas que labor redaccional. Las expre-
siones CJT)µEta: 'ITOLEtV, mcri:EUELV El<;, son joaneas y el acento en el
resultado del testimonio de Juan (si bien sin el termino µa:pi;upEtY)
es coherente con la actitud general del evangelista. EI adjetivo O::A.Tj0~c;
es tambien un termino favorito de este evangelista (14 casos) y esta
estrechamente asociado con sus ideas caracterl'.sticas 15 • Sin embargo,
el pasaje describe claramente todo un perfodo de actividad, mas bien
que un incidente particular, y los verbos eµEVEV 16 , EAEyov estan en
el tiempo de acci6n continua. EI dato topografico 'ITEpa:v i:oü '1 op56:-
vou asocia el pasaje con el tfpico material de «marcm>, lo mismo
que 1a referencia a la localidad del primer ministerio de Juan Bautis-
ta, que alude, sin duda, a la «Betania del otro lado del Jordan» de
1,28 17 • Es posible, o ligeramente probable, que nos encontretrios ante
un fragmento de material de «itinerario» tomado de la tradici6n y
reelaborado por el evangelista.

g) 11,54:
ö of.iv' 'Iriooüc; oÖKfat mxppriolc;x TIEptrnO:i:Et E.v w1c; 'Iou5al0tc; aA.A.a
<hfjMEV EKElSEV Elc; TI]v xwpo:v E.yyuc; "rfjc; E.pf]µou, El<; 'E<jlpo:lµ AEyo-
µf.VT]V TI6A.tv, KaKE'l eµEtvev µE-ra i:wv µ0:811-rwv.

Las palabras iniciales tienen un sabor joaneo: mxppT)cr(q; apai;ece


nueve veces en el cuarto Evangelio y solo una en los sin6pticos y
'1 ou5o:foL esta documentado 69 veces en este Evangelio 18 , mientras
· 14 . Buhmann, ad loc., ve aqui un «fragmento tradicional» que constitufa
originalmeyite la introducci6n a un relato de milagro.
15 Aparece en un contexto solo en los sin6pticos (Mc 12,14 = Mt 22,16).
lo As.l la mayorfa de los Mss., pero otros, incluyendo D9 y p 45, leen
~µEtVEv (cf. supra, p. 240, riota 4 y la nota 18). · ·
17 Cf. infra, pp. 258-259.
18 Este autor usa el termino oi. '1 ou5afot imprecisamente. Por 10 gene-
ral significa a) el conjunto del pueblo judfo en cuanto hostiles a Cristo o b) las
autoridades judfas de Jerusalen. A veces es diflcil distinguir entre los das sen-
PASAJES DE TRANSICION 247

que los tres sin6pticos usan el termino solo cuatro veces en total,
si exceptuamos la expresi6n ~aoLA.i:.uc; 'L&v 'I ouöa(C0V. Podrl'.an
ser una nota editorial afiadida en el curso de la composici6n. Pero lo
que sigue tiene las caracterl'.sticas del material de «marco». Describe
todo un periodo y no un incidente particular 19 y el interes topogra-
fico. La ciudad de Efrafn no aparece en ninglin otro lugar del Nuevo
Testamente. La incertidumbre sobre su localizaci6n exacta no contra-
dice de ningun modo la opini6n de que J uan esta reproduciendo aqu1
material tradicional. Mas bien la confirma, ya que un autor que escri-
biera en Efeso a finales del siglo primero difkilmente podrfa ser cons-
ciente o estar interesado en una oscura ciudad de Palestina, y cual-
quier sentido misterioso o simb6lico del nombre esta excluido. A par-
tir del v. 55 el autor esta preparando la escena para los trascenden-
tales incidentes de la inminente Pascua y compone, al parecer, libre-
mente. Pero en el v. 54 hay una probabilidad razonable de que haya
preservado material tradicional.

Propongo, pues, que existen s6lidas razones para aceptar como


tradicionales los siguientes datos que resumen algunos periodos del
ministerio de Jesus, con indicaciones de los lugares donde tales perio-
dos se desarrollaron:
Jesus baj6 a Cafarnaun y se qued6 alH algun tiempo. Despues fue
con sus disdpulos a Judea, donde se qued6 bautizado. Entre tanto
Juan estaba bautizando en En6n junto a Salln, porque habfa alH agua
tidos. Ocasionalmente el termino parece estar usado en un sentido geografico y
significa los habitantes de la proviii.cian de Judea. EI adjetivo '1 ouBai:oc; tiene
un sehtido geografico, como se desprende de 3,22, donde aparece Ti '1 ouf>a[a
yfi; En 11,7 Jesus propone ir etc; i:i'Jv 'louf>a[av. En el v. 8 los disdpulos
se resisten alegando que e~Tj-rouv OE A.L96:cral oi 'louBa"i:OL, donde parecerfa
natl.).!al entender que se resisten a entrar en un territorio cuyos habitantes se
han demostrado peligrosamente hostiles. En 7,1 Jesus no quiere andar ev i:ft
'Jouf>a[<;X, porque oi. 'louBa"i:ol «:16s habitantes de Judea?) le buscan para ma-
tarle. lgualmente ('n nuestro pasaje, 11,54, Jesus no anda ya abiertamente ev
i:ok '1 ouBcxloLc;, que puede naturalmente querer decir «entre los habitantes
de Judea», en otras palabras, en Judea, dado que ahora parte para una regi6n
diferente. Pero como · no sabemos exactamente d6nde estaba Efrain y, por tan~
to, · si estaba o no incluida en la provincia de Judea, es posible que el acento
recaiga sobre mxppY]O[Q:, con el sentido de que «no se mostraba abiertamente
a sus enemigos», _-como lo habfa hecho anteriormente. En cualquier caso, oi
' Louoo"i:o l parecen ser siepipre los enemigos (o enemigos potenciales) de Cris-
to e incluso en el sentido geografico del termino resuena. esta connotaci6n. Es
comprensible que un autor cristiano de finales del siglo r hablara de este modo
de «lo& judfos», especialmente si escribfa en un ambiente gentil; serfa menos
comprensible en el caso de uno (de origen judfo o gentil) que escribiera en
ambiente judfo. Pero es posible que el termino fuera usado en un sentido mas
local en la tradici6n que a veces se · vislumbra.
• 19 La mayor parte de las autoridades leen EµELve.v: el tiempo es el aoris-
to, pero se trata probablemente del aoristo «constativo» y no del tiempo en
acci6n momentanea. En cualquier caso, el. verbo µevElV es por naturaleza «li-
neal» y no «puntual». Sin embargo, otros mss., incluyendo D9 y el papiro 45
Chester Beatty, leen Btei:ptß'ev, pero se debe posiblemente a asimilaci6n con
3,22.
248 EL MINISTERIO PUBLICO

abundante, y la gente segufa acudiendo a el para bautizarse ... Mas


tarde, Jesus march6 de Judea para Galilea, porque, como el mismo
testific6, un profeta no es honrado en su patria. Asi, cuando lleg6 a
Galilea, los galileos le acogieron calurosamente... Pas6 de nuevo al
otro lado del Jordan, al lugar donde Juan habfa bautizado anterior-
mente; se qued6 alli y muchos fueron a el... y de alli march6 a la
regi6n limitrofe con el Desierto, a una ciudad llamada Efrain, donde
se qued6 con sus disdpulos.
Hay aqui pocas huellas de un esbozo coherente del ministerio, como
lo hemos inferido fundadamente ( segun creo) de algunas partes del
«marco» marcano. Sin embargo, este pequefio grupo de pasajes ofrece
motivos para concluir que perteneda originalmente a un unico cuer-
po de tradici6n, el cual, como los «sumarios generales» y los «frag-
mentos de itinerario» marcanos, consignaba en Hneas generales los
principales movimientos de Jesus: a d6nde fue y que hizo alli. Nues-
tro evangelista ha hecho ocasionalmente uso de este material. En gran
parte de su obra prescinde totalmente de las conexiones. EI desarro-
llo l6gico del pensamiento se ha convertido en el interes central. Es,
por tanto, mas sorprendente encontrar aqui y alli estos restos no dige-
ridos de material diferente, que, a mi juicio, podemos considerar con
probabilidad como tradicional. Los nombres no tienen ningun interes
especial en si mismos; no parece haber ninguna raz6n reconocible para
su introducci6n, a no ser el hecho de que habfan sido transmitidos
como parte integrante de una tradici6n hist6rica y como tales habian
sido preservados. La idea de que nombres como En6n junto a Salin y
Efrain fueron introducidos en raz6n de sentidos simb6licos ocultos que
el autor les habrfa atribuido, aunque en un tiempo fueran populares,
es totalmente arbitraria, y todo intento de establecer tales supuestos
sentidos es pura conjetura. Son nombres menos conocidos, pero no mas
cargados de sentidos misteriosos, que el nombre, por ejemplo, de Ca-
farnaun, que aparece en contextos semejantes y es introducido exacta-
mente del mismo modo.
Si estamos, pues, justificados al considerar que los datos topogra-
ficos contenidos en estos pasajes transicionales o de «marco» son res-
tos de una informaci6n s6lida, podemos extender el argumento a nom-
bres de lugar que aparecen en otras partes de Evangelio. Los nombres
de Bezata y Siloe son igualmente partes integrantes de los relatos en
que aparecen y no han sido introducidos simplemente por su sentido
supuestamente simb6lico, aunque una pizca afortunada de erudici6n
(correcta o no) permita al evangelista explotar el sentido etimol6gico
de Siloe para fines simb61icos. No debemos tampoco buscar sentidos
rec6nditos en los nombres de Gabbata, Sicar o Cana. No me estoy
preguntando aqui si, en este o aquel caso, la situaci6n topografica de
un incidente es fiel a los hechos; estoy tratando de demostrar que la
unica opini6n razonable que podemos formarnos sobre todo este ma-
terial topografico es que el evangelista trabajaba sobre informaci6n
recibida; la acept6 como suficientemente fidedigna y le servia ademas
PASAJES DE TRANSICION 249

para satisfacer un interes por estas materias que nuestro autor compar-
tia con otros escritores griegos de su tiempo, por muy impropio de
un evangelista cristiano que tal interes pueda parecer a algunos autores
modernos.
Los nombres de lugar que han sido introducidos merecen alguna
consideracion. A todos los evangelios es comun una cierta gama de
nombres, que, como podemos suponer, pertenecen a la tradicion basi-
ca: el mar de Galilea, el rfo Jordan, el monte de los Olivos, Judea,
Galilea, T ransjordania ( TIEpa:v TOÜ ' 1op56:vou), Cafarnaun, Betsaida,
Jerusalen, Betania y Golgota. Ademas de estos Juan tiene Cana de
Galilea, Tiberiades (y mar de Tiberiades), Samaria (con Lucas), Sicar,
Enon, Salin, Betania de Transjordania, Efrain, Bezata, Siloe ( con Lu-
cas ), Cedron, el Portico de Salomon y Gabbata (Litostroto); tambien,
solo a modo de alusion, Belen. De estos, Tiberiades (mar de Tiberiades)
no es, probablemente, tradicional 20 • Fuera de este, Cana es el unico
lugar de Palestina septentrional conocido por Juan pero no por los
sinopticos. La gran gama de nombres septentrionales que aparecen en
los sinopticos falta, en su gran mayoria, de Juan, incluyendo Genesaret,
Corozain, Decapolis, Cesarea de Filipo, Magadan (Magdala), la region
de los gerasenos (gadarenos, gergesenos), el territorio de Tiro y Sidon,
asi como, en Lucas, Nain, Traconitida, Abilene e Iturea (si bien los
tres ultimos apenas tienen importancia para nuestro objeto ). Por otra
parte, aunque Juan no tiene los nombres judfos de Betfage, Getse-
mani y Emaus (solo en Lucas), menciona los nombres de nueve loca-
lidades de Judea, Samaria y el valle del Jordan que no son conocidas
por los sinopticos. La preponderancia es notable. ~Sera tambien ac-
cidental? Es verdad que la rigurosa seleccion de incidentes realizada
por el evangelista pudo resultar en la exclusion del material «galilem>
conocido por el, pero esto es conjetural. En cualquier caso, su tradi-
cion, por cuanto sabemos, era pobre en material septentrional, mien-
tras que conservaba recuerdos de lugares y sucesos ocurridos en el
sur que no eran conocidos por la tradicion seguida por los sinopticos.
Seria natural concluir que el ambiente en que fue transmitida la
tradicion subyacente en el cuarto Evangelio se encontraba en Jerusa-
len y en el sur, mas bien que en Galilea y en el norte. ~Hay ademas
otros fenomenos en este Evangelio que harian encajar su tradicion
en un ambiente meridional?

zo En 21,1 el mar de Galilea recibe el nombre de i) 86::\aaaa -r~<; TLßE-


pLc'xOo<;, y ~<; TtßEptcl:ooc:; es aiiadido al nombre mas conocido en 6,1. Si
el capftulo 21 es ul:la adici6n escrita por un autor diferente (como es posible,
pero de ningtin modo seguro ), este ultimo podrfa ser responsable tambien de
la adici6n en 6,1. En cualquier caso, ij 86::\aooa 1:~<; TLßEpL6:5·:x; es proba-
blemente la forma mas familiar a un publico helenista. En la literatura extra-
bfblica aparece primero en Estrab6n. EI nombre de Tiberfades, construida por
Antipas como ciudad griega, serfa sin duda mas familiar a un publico griego
que nombres barbaros como Cafarnaun y Betsaida. Es mas probable que el
nombre se deba al evangelista, que escribfa para ese publico, que no a la tra-
dicion.
250 EL MINISTERIO PUBLICO

He llamado ya la atenci6n sobre las ambiguas y confusas referen-


cias a la permanencia de Jesus en Galilea. La relaci6n de su viaje ha-
cia el norte, que parece haber formado parte del material de «itinera-
rim>, ha sido dislocado por la labor redaccional del evangelista y no
ofrece ya un cuadro claro. Segiln Jn 4,1-3, Jesus abandon6 Judea por-
que el exito de su trabajo alH habfa creado una impresi6n desfavorable
en drculos fariseos. Segiln 4,43-44, fue a Galilea porque un profeta
no es honrado en su na-rp(c;, pero no sabemos si su na-rp(c; es Ga-
lilea o Judea. Ninguno de los dos pasajes da a entender que el evan-
gelista considerara el viaje como un comienzo planeado. de su misi6n
en Galilea, que es presentada, mas bien, como un refugio. Este puhto
de vista aparece bastante explicito en 7,1, que, como he dicho, parece
ser la introducci6n a una perkopa mas bien que un elemento del ma-
terial de «itinerario». En cualquier caso, todo el pasaje sugiere que
Galilea ofrece una segura oscuridad, en contraste con Judea que repre-
senta una publicidad peligrosa, aunque posiblemente fructlfera. EI
evangelista no revela tampoco ningun interes por un ministerio gali-
leo en cuanto tal, fuera del unico incidente importante, o serie de
incidentes, relatado en el capftulo 6, que, como he tratado de demos-
trar, habfa sido preservado por mas de una Hnea de tradici6n como
episodio crucial en el ministerio. Pero en Juan, tal incidente apenas
puede ser considerado como un episodio del ministerio galileo. Las
multitudes galileas aparecen y desaparecen de repente y sin prepara-
ci6n. Por lo demas, todo lo que se nos dice sobre Jesus en Galilea es
que los galileos le acogieron porque habfan visto lo que hizo en Jeru-
salen. Es en esta ciudad donde tiene lugar el ministerio realmente
importante. Galilea es, a lo mas, un campo subordinado de trabajo.
Nos encontramos, pues, aquf ante un punto de vista meridional,
asociado con una perspectiva psicol6gicamente metropolitana, en con-
traste con el punto de vista y perspectiva fuertemente galileos que
encontramos en los sin6pticos. No ri:J.e resulta facil atribuir este hecho
a motivos propios de un autor que escribe en Efeso a finales del si-
glo I, ya que a esa distancia de tiempo y lugar las pequefias diferencias,
geogra:ficas o psicol6gicas, entre las regiones de un pafs minusculo
debieron hacerse insignificantes. R. H. Lightfoot demostr6 en Locality
and Doctrine in the Gospels que existfa en la lglesia primitiva una
cierta tensi6n entre las pretensiones de Galilea y las de Jerusalen. Su
interes se limitaba principalmente a los efectos de esta tensi6n en los
relatos de la resurrecci6n de Cristo y en sus consecuencias, pero es
posible que se extendiera a areas mas extensas de ·la tradici6n. La
forma de .tradici6n incorpo~ada en los evangelios ·sin6pticos parece
estar asociada con los Doce, casi todos los cuales, si no todos, eran
galileos. <'.Habfa otro grupo de «testigos» de la tradici6n asociado con
Judea y Jerusalen?
Segiln el cuarto Evangelio tal grupo existfa. Vuelvo a Jn },1-9.
Los hermanos de Jesus dicen: «Vete a Judea para que tus discipulos
vean lo que haces». EI lector endende naturalmente que los µa~h'J-rat
PASAJES DE TRANSICION 251

-se encuentran en Judea. En 4,1, se nos dice que Jesus hizo disdpulos
en Judea: Jose de Arimatea (que para Marcos no es un µa:9rp:~<;) y
d disdpulo que era yvcuo-ro<; -r<t'> apXLEpE'l, ya que no se insinua
ni remotamente que esta persona fuera uno de los Doce 21 • La raz6n
por la que Jesus es instado, sinceramente o con sarcasmo, a abandonar
la oscuridad de provincias es para dar a estos y a Ottos discfpulos ju-
dfos la oportunidad de ver sus «obras». Es totalmente crefule que
·este grupo incluyera, como lo sugiere el cuarto Evangelio, anteriores
.seguidores de Juan Bautista, cuyo campo de trabajo se situaba en el sur.
No encontramos ninguna menci6n de tal grupo en los sin6pticos.
Pero hoy dfa pocos criticos estarfan dispuestos a negar que Jesus visi-
tara la capital o que hiciera disdpulos en Judea antes de la Ultima se-
mana de su vida, por la sola raz6n de que el esquema marcano no
da cabida a esa visita. Juan ofrece material que, como hemos visto, es
probablemente tradicional y que parece estar asociado, en punto de
vista y perspectiva, con Jerusalen y el sur; y, al mismo tiempo, nos
presenta un grupo de personas capaz de ser portadores de tal tradi-
d6n. Creo que podemos concluir fundadamente que fue a traves de
una canal de este tipo como el cuarto evangelista recibi6, directa o
indirectamente, la tradici6n que hemos descubierto en el relato de la
pasi6n, en algunas perkopas de la primera parte del Evangelio y en
algunos pasajes transicionales.
21 Cf. tambien supra, pp 97-99.
III

JUAN BAUTISTA
y
LOS PRIMEROS DISCIPULOS
1. DATOS PRELIMINARES

La parte del cuarto Evangelio dedicada al ministerio de Juan Bau-


tista y a su relacion con el ministerio de Jesus tiene rasgos que la dis-
tinguen claramente del resto de este Evangelio. Lo mismo ocurre con
la presentacion sinoptica del mismo tema. El cuarto evangelista mues-
tra poco interes por la labor del Bautista en si misma 1, incluso menos,
quiza, que Marcos, que ha ofrecido un esbozo de su figura y costum-
bres personales, una breve caracterizacion de su persona y un relato
de su muerte 2 • No encontramos aqui nada del profeta de juicio des-
crito en Mateo y Lucas 3 ni del predicador de justicia cuya etica, te-
rriblemente realista esta ejemplificada en un pasaje de este ultimo
evangelista 4 • Corno era de esperar, el cuarto evangelista no esta inte-
resado en relatar ni el nacimiento y familia ni la muerte del Bautista 5 •
En la medida en que relata algunos incidentes de su vida, su infor-
macion tiene poco contacto con la de los otros evangelios. Esta intere-
sado en el Bautista solo en cuanto precursor y heraldo o, dicho con
sus propias palabras, en cuanto «testigm> del Mesfas. Se explaya en
este aspecto de su mision con mayor amplitud que los demas evange-
lios y hace afirmaciones que van mas alla de cuanto estos nos dicen.
El caracter con que quiere presentar al Bautista esta ya definido
en una afirmacion del Prologo (1,6-8): el hombre llamado Juan, que
fue enviado por Dios, a) no era la luz, sino que b) vino a dar testi-
monio de la Luz, c) para que, por su medio, todos los hombres se
hicieran creyentes. Este triple esquema domina las secciones que tratan
del Bautista. La elaborada seccion titulada «El testimonio de Juan»
esta construida precisamente segun este esquema: a) Juan no es el
Mesfas ni Elfas ni el Profeta, sino solo una voz en el desierto ( 1, 19-27);
b) «da testimonio» de que Jesus es el Cordero de Dios, Hijo de
Dios, el que bautiza con Espfritu Santo (vv. 29-34), y c) como resul-
tado de este testimonio los primeros creyentes son conducidos a Jesus
(vv. 35-37). En la secci6n de 3,22-20, Juan vuelve a aparecer («Yo no
soy el Mesfas») y predice el exito de Jesus a su costa. Esto equivale
a los puntos a) y b), mientras que el punto c) no esta representado
en esta seccion. En el breve resumen de 10,41-42 se nos dice que Juan

1 Con una sorprendente excepci6n, 3,25; sobre este pasaje cf. infra, 284-285.
2 Mc 1,4-6.
3 Mt 3,7-10; Lc 3,7-9; Mt 3,12; Lc 3,17.
4 Lc 3,10-14; cf. tambien Mc 6,18-20.
5 Lc 1,5-24.57-80; Mc 6,17-29; Mt 14,3-12.
256 JUAN BAUTISTA

a) no hizo ningun OY] [J.E 'lov ( que hubiera dado testimonio de una mi-
si6n divina), sino que b) dijo la verdad sobre Jesus, con el resultado
de que c) «muchos creyeron en el».
Parece, pues, daro que la presentaci6n de la misi6n del Bautista
esta dominada por un cierto esquematismo. En este punto se parece
a otras secciones de este Evangelio, en las que, sin embargo, hemos
encontrado razones para pensar que gran parte del material asi esque-
matizado habfa sido tomado por el evangelista de una tradici6n pre-
existente. A veces, hemos encontrado una tradici6n representada tam-
bien en los evangelios sin6pticos, aunque apenas habfa motivos para
creer que hubiera sido tomada directamente de ellos. Otras veces, nos
ha parecido que el cuarto Evangelio esta en contacto con una tradi-
ci6n completamente no sin6ptica que se encontraba ante el evangelista,
en forma oral o escrita. Debemos, pues, preguntarnos si, dentro del
esquema dogmatico segun el cual se presenta la misi6n del Bautista,
podemos distinguir huellas de material tradicional.
Seda conveniente comenzar con una consideraci6n de los datos to-
pograficos. He tratado de probar que las noticias topograficas que apa-
recen en diversas partes del cuarto Evangelio no pueden ser explica-
das razonablemente si no es como fragmentos de informaci6n hist6rica
que el evangelista ha incorp_orado a su obra. El intento de tratarlas
como criptogramas simb6licos fracasa y no hay raz6n para suponer que
estuvieran al servicio de una finalidad secundaria del evangelista o
del lector.
Entre estas noticias topograficas hay tres que se refieren al trabajo
de Juan Bautista:
a) 1,28: -rofrra: EV Bri8a:v(r,x Eyf.vno Trf.pa:v ToO 'I opö6:vou
ÖTCou ~v 6 'I C0Ü:WY]<; ßa:TI'TL{,;C0V. Esta afirmaci6n esta recogida en
b) 10,40: O:it~A.8:::.v 'ITÜ:ALV 'ITEpa:v ToO 'I opö6:vou Elc; TÜV 'TO'ITOV
Ö'ITOU ~V 6 'I C0Ü:VVY]<; 'TO 'ITPQ'TOV ßa:'IT'TL{,;C0V; c) 3,23: ~V ÖE KO:L
'I cuavvric; ßa:m(~C0V EV Alvwv Eyyuc; 'TOU :La:A.dµ, Ö'TL ÖÖO:'TO:
'ITOAAÜ:: ~v EKEL. Si consideramos 10,40 como una mera referencia
retrospectiva a 1,28, tenemos dos afirmaciones distintas relativas a
la escena de la actividad del Bautista en dos periodos diferentes de su
vida. La interpretaci6n mas probable es la que acepta lo que dicen
estas afirmaciones como restos no digeridos de informaci6n concreta.
No se sigue necesariamente que tambien los relatos proceden de la
misma fuente o que merecen la misma credibilidad en cuanto hechos
hist6ricos. Este punto debera ser considerado mas en detalle. Pero
parece que podemos concluir fundadamente que el evangelista tuvo a
su disposici6n alguna fuente de informaci6n sobre Juan Bautista que
no nos es conocida de otro modo. Por tanto, el problema que ahora
se nos plantea es si las afirmaciones que hace del Bautista y su tra-
bajo proceden tambien de esta misma fuente ( o de otra semejante) y
<leben ser aceptadas como dotadas de valor hist6rico. Para respon-
der a esta pregunta deberemos analizar tres pasajes que tratan del
Bautista: 1,19-42; 3,22-30 y 10,40-42.
2. EL TESTIMONIO DE }UAN (1,19-37)

El titulo general, aÜ'Tf] fo-rlv ~ µapcup(a -roO 'IC0c'xvvou 1 (1,19),


aunque formalmente conectado con las frases que siguen inmediata-
mente, en cuanto al contenido cubre todo el pasaje hasta 1,34, que
finaliza apropiadamente con la idea repetida en la conclusi6n µEµap-
-r6pf] Ka. Sin embargo, este pasaje se divide en dos partes distintas
( que corresponden, como hemos visto, a las dos frases del Pr6logo:
OUK ~V EKE'i:voc; 'TO cpwc;, all.II.' tva µap-rup~on TIE.pl 'TOU cpC0-r6c;).
La primera parte, vv. 19-27, consiste en un dialogo entre el Bautista
y una delegaci6n de las autoridades judias de Jerusalen y termina (v. 28)
con una nota adicional que nos dice que esto ocurri6 en Betania al
otro lado del Jordan. La segunda parte, vv. 29-34, consta de dos
declaraciones del Bautista que fueron pronunciadas, segun se nos dice,
el dia siguiente a la visita de la delegaci6n. Asf concluye formalmente
la µap-rup(a, pero la petici6n de la proclamaci6n, '(ÖE. 6 aµvoc; 'TOÜ
8E.c0, en 1,36, indica que el relato contenido en 1,35-37 esta fntima-
mente relacionado con lo precedente y narra el efecto del «testimonio
de Juan» de acuerdo con la frase del Prologo: 't'.va TICxV"TEc; mo-rE6-
oC0oLV ÖL' au-roß.
La estructura del pasaje tiene una semejanza general con otros
esquemas joaneos, ya que consist·e en un dialogo sostenido (19-27),
seguido por un mon6logo (29-34 ), con un breve relato-dialogo (35-39)
a modo de apendice. Si ni los dos dialogos ni el mon6logo son muy
semejantes a composiciones tipicamente joaneas en otras partes del
Evangelio, esto podrfa explicarse por la diferencia del tema. Pero, a
pesar. de todo, es verdad que el cufio joaneo no esta tan profundamen-
te grabado en el material como para hacernos decir en seguida: «Esto

1 Me inclino a sugerir que esta frase es de hecho una oraci6n indepen-


diente que introduce todo eI pasaje. EI «testimonio» mismo comenzarfa asf (nor-
maimente) en asfndeton, con una pr6tasis un tanto compiicada: ÖTE cXTIEOTEL-
A.av ... T[c; EL; Ia ap6dosis es 6:iµoA.6yT]oEv Kal oÜK T]pvi']oa"Lo. EI Kal delante
de 6:iµoA.6yT]OEV puede entenderse como una introducci6n de Ia ap6dosis (se-
gun la expresi6n idiomatica hebrea) o como eiemento intensificador del verbo
( «confes6 reaimente») o en eI sentido de «ambas cosas» ( «confes6 y no neg6» ).
De . este modo, los primeros estadios del interrogatorio son preliminares a Ia
verdadera µap"Lupla, que comienza con µE.ooc; uµ&v ITTi'jKEL (1,26) y conti-
nua en Ia segunda parte. EI tftulo general, aÜTT] EaTtV fi µap"Lup[a TOU
'1 U)awou, es recogido en eI v. 32, Kal Eµap"L6pT]OEV '1 U)aVVT]c;, y todo el
pasaje concluye eficazmente con eI µEµap1'.6pT]Ka de 1,34: «He ahf mi tes-
timonio».
17
258 JUAN BAUTISTA

es obra del evangelista». Por otra parte, las formas tradicionales que
nos son conocidas principalmente por los sin6pticos no estan sino de-
bilmente representadas en este pasaje: En cierto sentido, este pasaje
es sui generis. Pero el esfuerzo por analizar su contenido puede ser
provechoso.

1) Rasgos comunes con los sin6pticos

El «testimonio de Juan» tiene contactos con el relato sin6ptico


del ministerio de Juan Bautista en los siguientes puntos:

a) Cita del testimonium isaiano sobre la «voz del desierto» (1,23)


Los tres sin6pticos introducen su relato sobre el Bautista citando
la profeda de Is 40,3 con las mismas palabras:
<J>WVYJ f3owvroc; EV 'D EPrl µcp,
'EToLµaaan; TYJV 650v Kuplou
EU9E(ac; TWLElLE TeX<; Tp[f3ouc; <XUTOU.

La cita coincide con el texto de los LXX, solo que estos leen -roü
8::.oD ~µ&'>v (en paralelismo con Kuptou) en vez de au-roO. La ver-
si6n joanea es mas breve:
q>wvY] [3owv1:0c; Ev Tfi Epf)µ<{'>,
Eö96vaTE TYJV 650v Kuplou.

Seda l6gico pensar que Juan tom6 la cita de los sin6pticos y la abre-
vi6; pero hemos encontrado pruebas abundantes de que, en sus citas
de testimonia del Antigua Testamento, no dependia de los otros
evangelios ni en cuanto a la elecci6n ni en cuanto a la formulaci6n
de los pasajes aducidos 2 ; y nada nos obliga a pensar que tomara esta
ci ta concreta de ellos 3 .
Los demas evangelistas introducen el testimonium como si fuera
su propio comentario sobre los hechos, usando f6rmulas de cita lige-
ramente diferentes. El cuarto evangelista, en cambio, hace que el mis-
mo Bautista cite a Isaias. A la pregunta: ~u -rtc; EL replica: 'Eyw
cpwv~ ßo&'>v-roc; K.'t.A. Dado que nuestro evangelista esta interesado
(como hemos visto) en presentar a1 Bautista como el «testigo» pot ex-
celencia, es posible que pusiera esta cita en labios de Juan con inten-
ci6n deliberada 4 • Sin embargo, en vista de un pasaje del Manual de
2Cf. supra, pp. 45-59.
3Sobre el modo como esta profeda ha sido tratada en el Nuevo Testa-
mento cf. According to the Scriptures, 39-40, donde he propuesto que el len-
guaje de Jn 11,40 y quiza el de 1,14 puede estar influido por reminiscencias
del contexto isaiano.
4 De igual modo, el descenso de la paloma esta incluido en el «Testimo-
nio de Juan», 1,32-34. Cf. infra, pp. 265-266.
EL TESTIMONIO DE JUAN 259
Disciplina del Mar Muerto, no es de ninglin modo improbable que el
mismo Bautista se hubiera propuesto deliberadamente desempefiar la
funci6n de la «voz»:
«Cuando ocurran estas cosas en la comunidad de Israel, por estas regulacio-
nes se separara de en medio de los h...ombres del error para marcharse al de-
sierto y preparar allf el camino del Sefior, como esta escrito: 'En el desierto
preparad el camino del Sefior, allanad en la estepa una calzada para nuestro
Dios'. Esto se refiere al estudio de la Ley, como lo orden6 por medio de
Moises»s.

Si la comunidad de Qumran se crefa llamada (o crefa que podrfa


ser llamada en el futuro, seglin la interpretacioJJ. que se adopte) a des-
empefiar el papel de la «voz en el desierto», tambien Juan Bautista pudo
creerse llamado a cumplir la misma funci6n, si bien su concepci6n
de tal funci6n iba bastante mas lejos que el mero «estudio de la Ley».
Si es asf, el cuarto evangelista pudo seguir una buena tradici6n al
hacerle citar a Is 40,3 para definit su misi6n, y en este punto pudo ser
mas fiel a los hechos que los sin6pticos.

b) Predicci6n de «el que viene» y bautismo con el Espiritu


(1,26-27.33b)
En los evangelios sin6pticos, dos dichos sobre el Bautista forman
el nucleo del relato de su ministerio en cuanto precursor y heraldo
del Mesfas. Estos dichos estan diversamente incorporados en los di-
versos evangelios.
Marcos ofrece los dos dichos consecutivamente:
ex) EPXE-rcn 6 toxup6-rep6c; µou ÖTC[ow µou
oi'.i OUK elµl LK<XVOc; KUljJcxc; A.Oocn "(QV lµav-rcx -rl.>v UTC05T]µITTUJV auwG.
ß) Eyci> lßaTCnoa uµäc; öoon,
au-ror; 5E. ßaTC"rLOEL uµcx<; EV TCVE6µa-rL ay(ei,:>.

EI segundo de los dichos, como Marcos lo ofrece, es, en su seca for-


ma antitetica, la versi6n mas simple del anuncio del bautismo de es-
pfritu. Una versi6n semejante parece estar tambien subyacente en el
dicho de Hch 1,5, que esta citado de nuevo (como un ?fiµa Kup(ou)
cn Hch 11,16: «Juan bautiz6 con agua, pero vosotros sereis bauti-
zados en Espfritu Santo».
En Mateos y Lucas, las dos predicciones, que en Marcos aparecen
separadas, han sido combinadas en una estructura quiastica, con el
resultado de que los dos miembros de la predicci6n del bautismo de
espfritu han quedado inconexos. La forma mas simple es la lucana:
s La traducci6n sigue a Millar Burrows, The Dead Sea Scrolls, 382. Cf.
J. A. T. Robinson (actualmente obispo de Woolwich), The Baptism of John
and the Qumran Community: «Harvard Theological Review» 50 (1957) 177-179.
260 JUAN BAUTISTA

E.yw µEv üoan ßam(sC0 uµO:c;,


Epxi::rm OE 6 toxup6n:p6c; µou,
oi'i oöK e.tµl lKavoc; A.üom Tov lµavi:a Twv uTIOOYJµ6:TC0V aöi:oü.
aÖTO<; uµO:c; ßO:ITTLOEl EV TIVEUµan ayfcp Kal TIUp( (3,16 ).

Mateo es mas elaborado y su fraseologfa difiere sensiblemente:


E.yw µEv uµO:c; ßam[sC0 E.v üomL 'de; µe.TavoLav,
6 OE 6TI[oC0 µou E.px6µe.voc; loxup6Te.p6c; µou foT(v,
oi'i oÖK dµl lKavoc; Ta uTioÖT'Jµ'ma ßaoTaom·
aÖToc; uµO:c; ßaTI1:LOEl EV rrve.6µan ay[cp Kal TIUp[ (3,11).

En el cuarto Evangelio, la desconexi6n de los dos miembros de la


predicci6n del bautismo de espiritu es todavfa mas marcada:
E.yw ßaTI1:tsC0 E.v üoan·
µfooc; uµwv ITT~KEL öv uµe.'lc; OÜK olöaTe., 6 OTILOC0 µou E.pxoµe.vo-c;,
oi'i OÖK e.lµl E.yw aE,LOc; 'lva AUOC0 aÖToÜ TOV lµavTa TOÜ
61100~ µmoc; ( 1,26-27)

- y luego, despues de un largo intervalo en que se han presentado las


partes mas importantes del «testimonim>-
oi'iT6c; EoTLV 6 ßa'J\TLsWV EV TIVEU[..IJaTl ay[cp (1,33)

La gran distancia entre esta frase y la frase EYW ßa1rdi';;c.v EV


üocxn ha hecho que esta ultima este colocada en una construcci6n sin-
tactica diferente, pero es casi seguro que en la tradici6n mas primitiva
el contraste entre bautismo de agua y bautismo de espiritu estaba expre-
sado en una unica frase antitetica. La gran distancia entre los dos
miembros de la antfresis es con toda probabilidad obra del cuarto
evangelista mismo. Quiza sea posible discernir el motivo si suponemos
que quiso reservarse el dicho sobre el bautismo de espiritu hasta que
se aclarase la condici6n previa para tal bautismo, a saber, el descenso
del Espfritu sobre el mismo Cristo.
Teniendo esto en cuenta, podemos reconocer en el relato joaneo
una semejanza general con el sin6ptico. Pero no sigue coherentemen-
te ninguna de las versiones sin6pticas. Frente a Marcos, que ofrece
las predicciones sobre «el que viene» y sobre el bautismo de espiritu
como dos dichos completos y separados, Juan coincide con Mateo y
Lucas en la fusi6n de las dos, atenuando asi, en una cierta medida,
la fuerza de la antfresis. Coincide ademas con Mateo y Lucas, frente
a Marcos, en el uso del presente ßa11't(i';;c.v en vez del aoristo Eßa11-
nacx. Pot otra parte, Juan no parece conocer las palabras adicionales
Kal 11up( de Mateo y Lucas, sino que coincide con Marcos en la pre-
dicci6n de un bautismo EV TIVEUµan ay(<{) simplemente. En lo re-
ferente a la relaci6n Mateo-Lucas, Juan coincide con Lucas (y Marcos)
al hablar de desatar la correa de las sandalias y no de llevar las san-
dalias (si bien Juan usa el singular t'.moo~µcnoc; frente al plural de
EL TESTIMONlO DE JUAN 261

los otros tres) y no ofrece la adici6n mateana ELc; µE<6:vOLcxV. Por


otra parte, Juan coincide con Mateo, frente a Lucas (y Marcos), al
hacer 6 on(crc.u µou EpxoµEvoc; sujeto de la oraci6n, en vez de usar
el indicativo EPXE<aL como predicado 6 • Usa tambien EV üoan con
Mateo, frente a Lucas y (probablemente) Marcos 7, que emplean el
simple dativo.
Juan se separa de los tres sin6pticos, no solo al distanciar la .frase
sobre el bautismo de espfritu de su frase antitetica y al insertar la sig-
nificativa oraci6n µfooc; 6µ&v 0'1"~KE.l öv uµEi:c; OUK oi'.Oa1:E (sobre
la que hablaremos mas adelante) 8, sino tambien al omitir toda refe-
rencia a 6 tcrxup6<Epoc;, y en otros detalles verbales. EI empleo de
i'.va A.6crc.u en vez del infinitivo A.Ocrat introduce una construcci6n
favorit~ de este autor 9 y puede atribuirse a su mano. Pero el uso de
ä:~t0c; en vez de 1Kav6c; 10 es mas interesante. Ninguno de los dos
adjetivos aparece en ninguna otra parte del cuarto Evangelio. Pero
tenemos una cuarta versi6n del dicho en Hch 13 ,25:
t:pxE-rm µE-r' EµE oo ol>K Elµl lXE,wc; -ro O-n:6&11µa -rwv Tiof>wv Aüam.

Se ha de comparar este texto con la versi6n de Lc 3,16:


EPXE-rm 6 laxup6LEp6c; µou oo ol>K Elµl lKavoc; A.Oam -rov lµ6:v-ra -r&v
OTiof>iTJ µ6:-rcuv a:U-roü.

La existencia de dos versiones del mismo dicho en obras que son


probablemente del mismo autor exige una explicaci6n. Las diferencias
pueden ser, naturalmente, el resultado de una mera inadvertencia. Esto
serfa en todo caso mas plausible que la opini6n de que el autor cambi6
deliberadamente la formulaci6n por motivos desconocidos a nosotros.
Pero la presencia de estos «duplicados» ha resultado ser muy frecuen-
temente la clave para identificar fuentes tambien duplicadas. En nues-
tro caso, la hip6tesis de que el autor de Lucas-Hechos tom6 el dicho,
en su forma de Hch 13,25, de una fuente (oral o escrita) distinta de la
que sigui6 en Lc 3, 16 gana probabilidad cuando observamos que la
primera coincide con la versi6n joanea frente a la de Lc 3,16 en
tres puntos: a) en no mencionar 6 tcrxup6<Epoc;, b) en el empleo
de ä:~toc; en vez de 1Kav6c; y c) en utilizar el singular de 6it60riµa
en vez del plural.
6 Pern un dicho semejante, peculiar de este Evangelio, dice ÖTI[acu µou
EPXEL"a:L O:vi]p K.-r.A.. (1,30), aunque en otro lugar se da una versi6n diferen-
te: 6 ÖTI[ocu µou EPX6µEvoc; EµTipoo9Ev µou yEyovEv (1,15). Cf. infra,
pp. 278-280.
· 7 AD y otros leen EV üf>an, pero esto se debe probablemente a · asimila-
ci6n con Mateo.
s · Cf. infra, pp. 273-275.
9 Cf. infra, 354-356. El griego .de Juan es en este lug,ar mas «vulgar» que
el de los otros evangelistas.
IO "Al;Loc; es sin duda la lectura verdadera, aunque lKav6c; tiene alguna
ligera autoridad en su favor (que incluye; sin embargo, la del papiro Bodmer).
262 JUAN BAUTIST A

El complicado fen6meno de coincidencia y diferencia entre no me-


nos de cinco versiones de la predicci6n del Bautista deja abiertas va-
rias posibilidades. Que el cuarto evangelista conoda a Mateo, Marcos,
Lucas y Hechos, y combin6 sus relatos introduciendo, al mismo tiem-
po, materia propia seria una hip6tesis sin duda posible (aunque impro-
bable) si fuera probable o incluso posible por razones cronol6gicas.
Que bas6 su relato en alguno de nuestros documentos e hizo acciden-
talmente alteraciones que resultaron coincidir con los otros es una
teoria que exige un esfuerzo al menos igual de credulidad. La teoria
mas simple y, sin duda, mas probable es que esta parte de la predi-
caci6n del Bautista, que era de crucial importancia para la Iglesia pri-
mitiva, fue preservada por diversos ramos de la tradici6n y que las
variaciones surgieron en el proceso de la transmisi6n oral. Es, por tan-
to, muy probable que Juan este siguiendo aqu1, independientemente,
una linea especial de la tradic16n. Pudo sin duda tratarla, como es su
costumbre, con una cierta libertad, pero seria arriesgado suponer que
los rasgos importantes de este pasaje que son peculiares del cuarto
Evangelio no son sino adornos del autor sobte el material tomado,
de segunda mano, de los sin6pticos.

c) El Bautista niega ser el Mesias (1,20)

En el dialogo de Jn 1,19-27, la cita de la profeda isaiana sobre la


<iVOZ en el desierto» ha sido puesta en labios del Bautista como respuesta
a la pregunta LU tl<; d. Su primera respuesta es negativa: EYW ouK
dµl 6 XPLOtÜ<;. Cuundo, tras negativas semejantes antf' f'l tfr11 lo de
0

EHas o del Profeta, le vuelven a insistir Tlc; i:.1: responde: 'Eyw cpwvi]
ßoG:ivto<; K.t.A. La predicci6n de «el que viene», cuyas sandalias el
Bautista no merece desatar, aparece tambien como respuesta a una
!Jtegunta: <«:Por quc bautizas si no eres ni el Mesfas ni Elfas ni eJ
Profeta?». De este modo, los fragmentos de material tradicional, que
ya hemos considerado, tienen como transfondo en el cuarto Evangelio
la pregunta sobre la condici6n de Juan Bautista y, especialmente, sobre
su posible reivindicaci6n de la dignidad mesianica.
En Mateo y en Marcos no hay huella alguna de este transfondo,
que, sin embargo, aparece en <los pasajes de los escritos lucanos. En
Lc 3,15s, se nos dice que la gente especulaba sobre Juan µYj1WtE
cxu-roc; :::'(ri 6 XPLOtO<;, y que fu.e esto lo que le llev6 a anunciar la
venida del «mas fuerte». Asimismo en Hch 13,24-25, el esquema his-
t6rico que forma parte de la versi6n del kerygma apost6lico atribuida
a Pablo conduce a la afirmaci6n de que Juan anunci6 la venida del
Salvador con un bautismo de arrepentimiento, y luego continua: c0c;
öE. E11A.r']pou '1 wO:vvric; tOV öp6µov EAi:.yi:.v, T( E.µE. uTiovoi:.hi:.
ElVCXL, OUK i:.(µl E.yw· aA.A.' löou EPXEtCXL µn' E.µE. K.t.A. El primer
problema que debemos considerar es si es probable que estas afirma-
ciones esten basadas en una tradici6n anterior o si reflejan, mas bien,
las preocupaciones teol6gicas y apologeticas del autor.
EL TESTIMONIO DE JUAN 263

En Lucas, la predicci6n de «el que viene» (3,16) sigue bastante de


cerca a Marcos; se podria pensar que el versiculo precedente (3,15)
es una adici6n redaccional que el mismo evangelista ha afiadido a su
material, como lo ha hecho en otros casos. Sin embargo, se suele
afirmar con bastante frecuencia que Lucas utiliz6 una o varias fuentes
ademas de Marcos para su relato del ministerio del Bautista. Ofrece
la proclamaci6n joanea del inminente juicio (3,7-9.17) en unos termi-
nos que no tienen paralelo en Marcos, pero que son tan semejantes
a Mateo que es practicamete cierto que los das estan usando una fuen-
te comun; y, por otra parte, afiade la predicaci6n etica de 3,10-14,
que no tiene paralelo en los demas evangelios, pero que coincide con
la descripci6n que Josefo hace de Juan como predicador moralista
(Antiq. XVIII, 117). Es, pues, posible que la adici6n redaccional de
3,15 se remonte, sustancialmente, a una de las fuentes o ll:neas de tra-
dici6n que Lucas seguia, aunque la formulaci6n deba atribuirse al
evangelista.
En Hch 13,25, he tratado ya de demostrar que la curiosa divergen-
cia con respecto a la versi6n del mismo dicho ofrecida por el mismo
autor en Lc 3,16, hace pensar en el empleo de una fuente separada;
efectivamente, todo el tono del pasaje sobre e1 Bautista en Hch 13 y
su situaci6n en un resumen hist6rico hacen dudar de que e1 autor este
meramente adaptando la tradici6n sin6ptica y sugieren, mas bien, el
probable empleo de una fuente de naturaleza muy diversa de las que
han sido utilizadas en Lc 3. En Hch 13, las palabras que ahora nos
irHeresau espedalmeule -aL[uellas cuu lllle el ßauLisLa uiega su Jig-
nidad mesianica- no tienen nada del cufio «tedaccional» que hemos
observado en e1 pasaje paralelo de Lc 3,15, sino que parecen formar
parte integrante del contexto.
Exisle, µues, uua 1'a:W11aLle vwLaLiliJaJ en favor Je la teoria
que defiende que el autor de Lucas-Hechos se apoyaba en una auto-
ridad tradicional para afirmar que existia, si no una creencia, al menos
si la sospecha de que Juan Bautista pudiera ser el Mesias 11 , y que este
la repudi6 expresamente. Incluso si se aceptara esta posibilidad, no
se seguiria necesariamente que la tradici6n subyacente era primitiva
0 fidedigna, pero si que era mas antigua que e1 periodo de composici6n
de Lucas-Hechos.
Volvamos ahora al cuarto Evangelio. Hemos hecho ya notar que la
forma de la predicci6n de «el que viene» revela algunas semejanzas con
la forma que aparece en Hch 13,25. Fuera de esto, no hay tanta se-
mejanza verbal como para sugerir que Juan dependia literalmente ni
de Lucas ni de Hechos. Las palabras que ahora nos interesan mas en
especial -las relativas a una posible atribuci6n al Bautista de la dig-
nidad mesianica y la negativa de este- no revelan un alto grado de
semejanza en los tres documentos:
11 Podrfa haber una insinuaci6n de una creencia de este tipo en la afir-
maci6n de que algunos, incluyendo a Antipas, imaginaban que Juan habfa re-
sucitado de entre los muertos y hada milagros (Mc 6,14; 8,28).
264 JUAN BAUTIST A

Lc 3,15-16: ßlaA.oyt~oµEvcuv 116:vrcuv ... 'ITEpl -roO '1 cuO:vvou µ1')11ow o:ö-
-roc; ELY] 6 xpw-roc; cX'ITEKp[vmo AEycuv 116:otv 6 , 1CUcXVVY]c;, 'Ey0J µE.v ÜOITTl
ßo:'ITTll;;cu uµO:c;, EPXETCXl 5,e_ 6 toxup6TEpoc; K.T.A.
Hch 13,25: wc; OE E'ITAi')pou 'lcuO:wYjc; TOV opoµov EAEYEV, T[ eµE. U'ITO-
VOEL'CE Elvm oöK Etµl eyw· O:A.A.' toou ilpxnm K.-r.t...
Jn 1,20ss: «Preguntaron} ~u -r[c; EL; KO:L wµoA.6yYjCJEV KO:L OUK i']pvi')oo:-
'[0, 'Ey0J OUK Elµl 6 xpw-r6c;. (Le preguntaron de nuevo y} cX'ITEKp[8Yj o:u-
'[QLc; 6 '1 cuO:vvY]c; A.f.ycuv, 'EyQ ßam[(cu ev üomt i<:.-r.A..

Seria sin duda posible componer el relato mucho mas largo del
cuarto evangelista entresacando algunos de los datos de Lucas-Hechos.
Pero no parece ser este el metodo con que trabajaba Juan. Si, por
otra parte, postularamos una especie de recuerdo generalizado de los
dos documentos, tendrfamos todavia que dar cuenta de algunas difi.-
cultades cronol6gicas, ya que parece que el conjunto Lucas-Hechos
no pudo terminarse mucho antes -si es que se termin6 antes- de
la fecha probable del cuarto Evangelio. La hip6tesis mas simple y, sin
duda, mas probable para explicar los hechos es que el cuarto evange-
lista estaba siguiendo una tradici6n que tenia puntos de contacto con
la tradici6n que hemos debido suponer detras de Lucas y Hechos. No
forma parte de la tradici6n sin6ptica comun.
Contra esta hip6tesis se podrfa objetar que el tema: «No el Me-
sias, sino testigo del Mesias», esta tan integrado en el esquema dogma-
tico fi.jo en que se apoya el relato joaneo del Bautista que hay raz6n
para sospechar que nos encontramos aqui ante un teologumeno mas
bien que ante un fragmento de tradici6n hist6rica. Esto plantea pro-
blemas que consideraremos en detalle mas adelante, pero podemos
hacer notar ya desde ahora dos cosas: a) hasta aqui, la posici6n del
cuarto Evangelio no ha ido mas lejos que la de Lucas-Hechos, y
b) fuera cual fuera la situaci6n en Efeso cuando se escribi6 el Evan-
gelio, las reivindicaciones «mesianicas» que pudieron hacerse en aquel
tiempo y lugar en favor de Juan Bautista hubieran sido hechas mas
enfaticamente y rebatidas mas violentamente cuando el cristianismo
era advenedizo en un terreno ya ocupado por el Bautista y sus disd-
pulos. No es, por tanto, diffcil encontrar un Sitz im Leben primitivo
para una tradici6n como la que he inferido. Es al menos tan probable
que el evangelista confi.riera una formulaci6n dogmatica a un elemento
tradicional de la apologetica cristiana como que todo el relato fuera
el producto de su fecunda imaginaci6n. Mas adelante tendremos que
hablar todavfa del problema de la credibilidad hist6rica de nuestra
hipotetica tradici6n.
d) Descenso de la paloma y aclamaci6n de Jesus como
Hijo de Dias (1,32-34)
Este pasaje corresponde en los sin6pticos a la perkopa que hace
seguir al bautismo de Jesus el relato del descenso del Espfritu y de
una voz del cielo que le declara Hijo de Dios. Sin embargo, las coin-
cidencias verbales son mfnimas: 'tO 'Tt:VEÜ[lO: KO:'ta:ßa:i:vov ~c; 'Tt:EpLo-
'tEpav en Juan, seguido de E[lELVEV E'Tt:' a:Ü't6V, son los terminos
que <leben ser comparados con las expresiones ligeramente diferentes
de los otros evangelios:
Mc 1,10: -ro nvEGµa: eil<; nEpLo-rEpav Ka:-ra:ßa:'i:vov Ei<; a:ö-r6v.
Mt 3,16: 'ITVEܵa: 9Eo0. Ka:-ra:ßa:'i:vov eiloEl TIEpL01:Ep6:v, Epxoµe.vov E'lt'
a:ö-r6v.
Lc 3,22: Ka-ra:ßfjvm -ro nvEuµa: -ro äyLo.v ocuµa:nKcl} Ell'>EL eil<; TIEpLO-
-rEpav En' a:ö-r6v.

Observamos aquf, una vez mas, la coincidencia del cuarto Evangelio


unas veces con uno y otras con otro de los sin6pticos. En 1a descrip-
ci6n del Espfritu coincide con Marcos, empleando simplemente 'tO
'Tt:VEÜ[lO: sin elaboraci6n alguna. Pot otra parte, donde Marcos tiene la
preposici6n c.lc;, Juan coincide con Mateo y Lucas en el empleo de
E'Tt:L, aunque ninguno de estos dos usa el verbo [lEVELV. La afirmaci6n
joanea de que e1 Espfritu baj6 EE, oüpa:voO puede considerarse como
una parafrasis que refleja la descripci6n sin6ptica de c6mo los cielos
(o el cielo) se abrieron (o rasgaron); el cuarto Evangelio coincide con
Lnr.as en e.l emplen cfol singnla.r oöpo:v6c;. Es evirlente que no tene-
mos suficiente material para justificar la c.onclusi6n de que Juan sigue
o no sigue a uno o a todos los sin6pticos. Solo las tres palabras claves,
'Tt:VEÜ[lO:, KO:'ta:ßa:i:vov, 1tEpLo'tc.p6:, aparecen en los cuatro y sin
ellas rlifkilmente se pnrlfa relatar e.l indrlente 12 •
De todos modos, los puntos en que e1 cuarto Evangelio difiere de
los üLJus SüH rnas lla111aLivus L[Ut:! las se111eja.u~as. Avatle la auseucia.
de toda referencia al bautismo de Jesus, el relato del descenso de la
paloma tiene unas · caracterfsticas que son completamente peculiares
a este Evangelio. En Lucas esta presentado como un acontecimiento
«0bjetivo» ( EYEVE'tO„. KCX'ta:ß~vm 'tO 'Tt:VEÜ[lO: 'tO cXyLOV OC.U[lO:-
12 La elecci6n de las palabras no es quiza estrictamente inevitable. En vez
de nEpL01:Ep6:, que significa propiamente un pich6n, no una paloma, aunque se
suele aplicar a esta ultima (.= Hebreo ml'), el evangelista podrfa haber usa-
do -rpuyci>v, que en Fil6n es un sfmbolo del Logos; y en vez de Ka:i:a:ßa:'lvov
(un verbo que en ninguna otra parte se aplica al Espfritu) podrfa haber usado,
posiblemente, n'lmov (cf. Hch 8,16; 10,44; 11,15). Sin embargo, Ka:i:a:ßa:lvELV
se emplea apropiadamente en referencia al descenso de seres celestiales (Ap 10,
1; 20,1 y en los LXX) y no hay raz6n para introducir aquf. un simbolismo
filoniano. La intenci6n parece ser, no comparar al Espfritu con una palom·a
(como lo entendi6 Lucas), sino comparar el descenso del Espfritu con el vuelo
de ima paloma (y solo en esta ocasi6n). La expresi6n Ka-ra:ßcx'lvEtV eil<; '1tEpto-
ttp6:v es una imagen muy apropiada para expresar la venida del Espfritu de
un .modo sin paralelo.
266 JUAN BAUTISTA

nK<t> Ei'.5a); en Mateo y Marcos se nos dice que la paloma fue «vista»
por Jesus y, al parecer, solo por el. En el cuarto Evangelio, Juan
Bautista lo relata como algo que el mismo «Contemplo» (TE8Ea:µm
"[0 TCVEOµa KO:'taßatvov) y, segun parece, solo el, ya que afiade en-
faticamente: Kayw E.c0pa:Ka.
Mas aun, el descenso de la paloma va acompafiado en los sinopti-
cos de una voz del cielo ( bath qol) que declara que Jesus es el Hijo
de Dios. En Marcos y en Lucas, la voz se dirige directamente a Jesus
(au El 6 ut6c; µou ). En Mateo, la tercera persona gramatical sustituye
a la segunda ( o(h6c; EO't Lv 6 u l.6c; µou) y las palabras se han de
entender como si estuvieran dirigidas al Bautista, a los espectadores o
a ambos. En el cuarto Evangelio no hay bath qol: es Juan Bautista
mismo quien aclama a Jesus como Hijo de Dios: Kayw €:c0pa:Ka Kal
µEµapTÖpY]KO: ön o0T6c; Eonv 6 utoc; ToO 8Eo0 13 , expresion que
recuerda la forma mateana del bath qol en el bautismo, asf como el
otro bath qol de la transfiguracion segun los tres sinopticos.
EI resultado de todo esto es que en vez del relato de la instaura-
cion de Jesus como Mesfas ofrecido por los sinopticos, el cuarto Evan-
gelio ofrece un relato de una experiencia profetica de Juan Bautista,
experiencia que le califica para el papel especial que desempefia en
este Evangelio: el de «testigo» de Cristo. Existen, pues, razones para
sospechar que. la presentacion esta influenciada por los presupuestos
dogmaticos del evangelista. Es posible que comenzase con un relato
como el sin6ptico (en clepencfoncia directa de uno o mas sinopticos o
de una tradicion paralela) y lo transformase de acuerdo con su opi-
ni6n sobre 1a fuuduu <lel DauLisLa. Pm otra parte, si fucra probable
por otras razones que poseyera una ttadici6n distinta sobre el BauLisLa
inrlepenclif~nt~ de los sin6pticos, tendrfamos que dejar abierta la posi-
bilidad de que tal tradicion presentara quiza al Bautista, el Ultimo en
la sucesicSh ptofetica, reivindkandu uua exveriencia ai1aloga a las de
los profetas del Antigua Testamento: la audicion de la palabra divina
y la vision que la confirma. Sin embargo, si no se puede probat la
probabilidad dt; la hipotesis de tal tradicion con otras razones, no se
podra utilizar este pasaje para confirmarla.

2) Rasgos peculiares del cuarto Evangelio

Hemos agotado todo el material ofrecido bajo el tfrulo «El testi-


monio de Juan» que tiene algo importante en comun con los sinopti-
cos. Por lo demas, lo unico que podemos decir es que en algunos pun-
tos existen semejanzas puramente formales.
13 En N , :P 5, algunos minusculos, algunos mss. veterolatinos y veterosi-
rfacos (Cur.), la lectura es 6 EKAEK'l'oc; wü Seoü, una expresi6n que i10 se
encuentra en ninguna otra parte de los evangelios, pero cf. Lc 9,35 (9 1):
Oi.~h6c; äcrnv 6 ut6c; µou 6 EKAEK1'6<; ( N B etc.: EKAEA.eyµEvoc;); 23,35: 6
XPtcrt6c; 'l'OU SeoG 6 EKAEK1'6<; (con algunas variantes). Estas variantes en los
mss. tienen probablemente detras de si toda una historia de tradici6n oral.
EL TESTIMONIO DE JUAN 267

En primer lugar, la discusi6n sobre la identidad o pos1c10n oficial


de Juan Bautista en Jn 1,21-23 tiene alguna similitud con la discusi6n
sobre la identidad o posici6n o:ficial de Jesus en Mc 8,28-29 y parale-
los. La similitud puede ser presentada de la siguiente manera:
Evangelios sin6pticos Cuarto Evangelio
Jesus no es Juan no es
Juan redivivo el Mesfas
Elias Elias
un profeta el Profeta
Jesus es Juan es
el Mesfas cpwvi'] [3owvroc;

La semejanza no es muy grande, pero es quiza mayor que la que existe


entre Mc 8,28-29 y cualquier otro pasaje joaneo en que se discuten las
pretensiones · mesiiinicas de Jesus (7 ,12.26-27 .31.40-41 ). En cualquier
caso, este es un modo su:ficientemente natural de conducir a la afirma-
ci6n que constituye el punto principal: que Jesus es el Mesfas o que
Juan Bautista cumple la profeda de Isafas. Pero se podrfa decir, quiza,
que el paralelo formal refleja la concepci6n de que la misi6n y fun-
ci6n de los dos son, en cierto modo, analogas, aunque estiin tambien
en contraste, y que tal concepci6n esta igualmente presente en otros
lugares y es un rasgo claro de la tradici6n primitiva.
En segundo lugar, la pregunta hecha al Bautista, TL oov ßmn:(-
~ELc;, recuenla u11 vuc.::u la pregunta for111ulada a Jesus cn Mc 11,28 y
paralelos: 'Ev 110(\( 8(,oua(a -raO-ra 110Lc.'i:c;. En los dos casos el
reto brota naturalmente de la situaci6n presunta y la misma situaci6n
dicta la forma. Pero quiza valga la pena observar que en e1 contexto
de Mc 11,28-33 csta expresumente indicada la analogfa entre los mi-
nisterios de Jesus y de Juan. La analogia (limitada, como toda analo-
gia) tiene sin duda rafces en hechos hist6ricos.
En tcrccr lugar, cn 1,32 cl rclato dd desccnso de lu pulomu upare
ce en una forma que recuerda el lenguaje de las visiones profeticas
del Antiguo Testamento 14, el cual tiene un paralelo neotestamentario
en Lc 10,18, donde Jesus dice: Eec.wpouv TOV aa-ravav wc; aa-rpa-
11~V EK TOU oupavoO 11E.OOVTa. De modo parecido, en este pasaje
dice el Bautista: TE.8Eaµm TO 11vc.Oµa Ka-raßa'i:vov wc; 11E.pLOTE.pav
8(, oupavoO. No hay otro ejemplo de visi6n profetica en el cuarto
Evangelio 15 • La implicaci6n es que tanto Jesus como Juan son consi-
l4 Uno de los signos distintivos de un profeta es tener experiencias visio-
narias y poder afirmar «Yo vi». Asi Miqueas ben Yimla en 1 Re 22,17-23, Is
6,1; Jr 1,11-14; Ez 1,4ss; Am 9,1 y passim en el AT. El verbo mas frecuen-
te es 6piiv, löEl:v, pero en Daniel (LXX y Teodoci6n) 8EwpELV es habitual.
15 La visi6n de Dios, en un sentido que Juan comparte parcialmente con
el misticismo helenista, es naturalmente algo muy distinto (cf. I nterpretaci6n,
174-176). Hay referencias a visiones consignadas en e1 AT en 1,51 y 8,56, pero
se trata de nuevo de algo diferente, lo mismo que la «Vision» que estos dos
pasajes preven. Juan, como los sin6pticos, conoce la audici6n de la voz del
268 JUAN BAUTIST A

derados figuras profeticas, sin excluir naturalmente el «mas que pro-


feta» en el caso de Juan (Mt 11,9) y, a fortiori, en el de Jesus.
Fuera de estos tres puntos, no puedo encontrar ningun pasaje en
esta parte del cuarto Evangelio que estamos considerando ahora, que
revele una afinidad formal con la tradici6n sin6ptica. Nos encontra-
mos ante material exclusivamente joaneo. Debemos examinar ahora
algunos de sus rasgos mas relevantes, preguntandonos hasta que punto
los hemos de considerar creaci6n del cuarto evangelista mismo, con
sus conocidas y marcadas tendencias, y hasta que punto pueden pre-
servar rasgos de una tradici6n mas antigua.

a) Una delegaci6n de ]erusalen interroga al Bautista (1,19ss)


Tambien la tradici6n sin6ptica del ministerio de Jesus conoce in-
tervenciones de este tipo por parte de las autoridades judfas, si bien
no a esta escala 16 • Es sin duda posible que el evangelista haya cons-
truido una «escena ideal» para introducir la negaci6n de toda preten-
si6n mesianica por parte de Juan y la afirmaci6n de la reivindicaci6n
de Jesus. Por otra parte, si el autor estuviera componiendo libremen-
te, podrfamos esperar de el su costumbre habitual de dar el nombre
de los lideres de la oposici6n judfa. En 8,13; 9,13; 11,46 y 12,19
estos son cpaptaafot en 12,10 y 19,21 apxu::pEL<;. En 7,32 y 18,3,
apXtEpEL<; Kai cpaptcrafot envfan U1U]pE1:at para ejecutar el arresto
y en 19,6 los O::pxtEpEL<; Kai 611ripti:m actuan juntos. En ningun
otro lugar, fuera de nuestro pasaje, habla el evangelista de tEpEL<; o
de J\EUEli:at, y mucho menos de «sacerdotes y levitas» actuando de
comun acuerdo. Y estos dos rasgos del ministerio no figuran tampoco
en los otros evangelios, a no ser que incluyamos entre los casos a
Lc 10,30-32, donde un sacerdote y un levita son personajes indepen-
dientes de la parabola.
Se ha sugerido que la menci6n de «sacerdotes y levitas» es una
reminiscencia literaria del Antiguo Testamento. Si c·onsideramos el
pasaje como composici6n libre de un autor efesio de ca. el afio 100 de
nuestra era, esta serfa sin duda la explicaci6n mas plausible, si bien
no explicarfa aun adecuadamente por que la combinaci6n de esas dos
categorfas aparece aqui y no en otros lugares del Evangelio. Sin em-
bargo, si estaba trabajando sobre una tradici6n que se remontaba a un
periodo (antes del 70 d.C.) cuando este doble ministerio funcionaba
todavfa en Jerusalen, todo se hace claro 17 •
cielo (bath qol) (12,28), que en el pensamiento judfo tardfo equivale, en un
eierte sentido, a la palabra del Sefior dirigida a los profetas.
16 EI interrogatorio de Juan por parte de representantes de diversas cla-.
ses que aparece en Lc 3,10-14 no es analogo a nuestro presente pasaje.
17 La instituci6n del doble ministerio recibe gran importancia en los textos.
de Qumran. No solo eran «sacerdotes y levitas» el centro de la disciplina re-
ligiosa de la comunidad qumranica, sino que se les asigna un papel de gran
importancia y solemnidad. en la futura «Guerra entre los Hijos de la Luz y·
los Hijos de· las Tinieblas» (al parecer un equivalente del escatol6gico «Arma-
EL TESTIMONIO DE JUAN 269

En 1,25 aparecen los mas conocidos cpa:pLOa:LoL. La lectura es


dudosa. El textus receptus lee Ka:l o[ cXTIEO'ta:AµEvoL ~oa:v EK -rwv
cpa:pLoa:twv, es decir, «los que habfan sido enviados (a saber, los sacer-
dotes y levitas del v. 19) pertenedan a la secta de los fariseos». Pero
NAB etc. omiten Ol y probablemente es esta la lectura que se ha de
aceptar. En este caso el significado es: «Tambien algunos 18 fariseos
habfan sido enviados» o «y algunos fariseos habian sido enviados»,
es decir, entre los delegados mencionados en e1 v. 19 no habfa solo
sacerdotes y levitas, sino tambien fariseos, o, ademas de la delegaci6n
de sacerdotes y levitas, hubo otra segunda delegaci6n de fariseos. En-
tendamos como entendamos la frase, el empleo del termino cpa:pLoa:'loL
en este pasaje no parece ser exactamente el mismo que en otras partes
del Evangelio. En 7,32.45; 11,47 y 18,3, los fariseos parecen ser un
organismo corporativo de autoridad administrativa, colateral a la je-
rarquia, con la que se unen ocasionalmente para convocar una reuni6n
del sanedrfn. En el capitulo 9, los «fariseos» actuan como tribunal
religioso, dotado de poder para excomulgar ( EE,Eßo:A.ov o:u-rov f.E,w,
9 ,34 ). Este dato no parece ser hist6rico. Los fariseos formaban una
secta o partido organizado en asociaciones voluntarias ( qaburot), que
evidentemente tenian poderes disciplinares sobre sus propias sinago-
gas donde los miembros de las haburot tenian una mayoria capaz de
determinar sus ·decisiones. Pero, ~unque sus representantes en el sane-
drfn podian ejercer en el un influjo preponderante en algunas ocasio-
nes, en cuanto cuerpo no eran un 6rgano de autoridad constitucional.
Asi'., pues, el evangelista parece haber interpretado mal la situaci6n 19 •
Sin embargo, en nuestro pasaje, los fariseos son miembros de una de-
legaci6n de sacerdotes y levitas 20 o miembros de una segunda delega-
geddon» ). Se creia que el ministerio sectario de «sacerdotes y levitas» de Qum-
ran tenia sanci6n profetica. «Los que son fieles a ella (la alianza), estan des-
tinados a la vida eterna y toda la gloria humana les pertenece; ya que Dios la
estableci6 para ellos por medio del profeta Ezequiel diciendo: «Los sacerdotes y
levitas y los hijos de Sadoc, que cuidaron de mi santuario ... , me ofreceran
grasa y sangre» [Ez 44,15]. Los sacerdotes son la cautividad de Israel que mar-
charon de la tierra de Juda y los levitas son los que se les unieron, asf como
los hijos de Sadoc son los elegidos de Israel» (Documenta de Damasco = Frag-
ments of a Zadokite Work en Charles, Apocrypha and Pseudepigrapha, V-VI.
La traducci6n sigue a Millar Burrows, The Dead Sea Scrolls, 352). Sin embar·
go, los sacerdotes y levitas que interrogaron a Juan Bautista pertenedan a la
instituci6n jerosolimitana, que los sectarios paredan repudiar (Comentario a
lviiqueas ad 1,6). Seda, pues, temerario ver aquf un contacto entre el cuarto
Evangelio y Qumran. EI interes que nuestro evangelista demuestra por el mi-
nisterio levf tico podrfa explicarse si la tradici6n que el segufa tenfa en su
transfondo algun tipo de asociaci6n con drculos sacerdotales.
18 Sobre este empleo del genitivo partitivo con EK cf. 16,17: d11a:v EK
-rwv µ0:811-rwv o:ö-rou 11poc; O:A.A.i']A.ouc;.
19 Pudo confundir a los ypa:µµo:-rE"lc; oficiales, que formaban un «esta-
mento» del sanedrfn, con la asociaci6n voluntaria de los fariseos. Probablemen-
te, casi todos los ypa:µµa:-rE"lc; compartfan las opiniones farisaicas, aunque cier-
tamente no todos.
20 Sabemos que habfa sacerdotes fariseos en aquel tiempo y, sin duda,
habfa tambien levitas que pertenedan a ese grupo.
270 JUAN BAUTISTA

ci6n, en los dos casos enviados · por «los judfos» (con lo que e1 evan-
gelista alude, como tantas veces, a las autoridades judias), y no actuan
por propia iniciativa. Mas aun, al parecer, existe una diferencia entre
las preguntas hechas por los sacerdotes y levitas y las formuladas por
fos fariseos. La delegaci6n oficial, en cuanto tal, se limita a obtener
del Bautista una negativa de pretensiones peligrosas; sus miembros
fariseos (0 la delegaci6n farisea) quieren examinar mas profundamente
la base te6rica de su bautismo 21 . Nada de estö es incongruente con
lo que conocemos sobre la situaci6n de aquel tiempo. En este pasaje
el evangelista parece estar siguiendo una tradici6n bien informada.

b) El Bautista niega ser Elias (1,21)


Hemos considerado ya el modelo que domina el interrogatorio del
Bautista. A la pregunta inicial LU ·de; EL, el Bautista responde con
una negativa de cualquier tipo de pretensi6n de naturaleza mesia-
nica. No habia habido hasta entonces ninguna insinuaci6n de tal con-
dici6n. El rechazo espontaneo de tal idea delata sin duda el verdadero
interes que la escena tenia para el evangelista: dejar claro que Juan
no es el Mesias, sino el testigo del Mesfas. Pero los interrogadores
vuelven a la carga con una insinuaci6n propia: T( oi3v; au 'HA.c.(o:c;
EL . A esto Juan responde con una rotunda negativa: ÜÖK c.tµL En
Marcos implkitamente (9,13, cf. con Mt 17,11) y en Mateo explkita-
mente (11,14), se declara que Juan es 'HA.c.(o:c; ö µE.A.A.cuv EpxrnSm.
Lucas no llega a lrncet esta idet'1tificaci6n cxprcsu: Juun ira delante
del Sefior EV 'TtVEuµo:n KO:L ouvaµEL 'HA.c.(o:. Esto parecerfa indicar
que Juan es e1 sucesor de Elias, mas que EHas redivivo, un sucesor
de Eliseo, que recibi6 una porci6n doble de su espfritu, de modo que
el pueblo deda: 'E'Tto:VO:'TtE'TtO:U'TCXL 'TO 'TtVEܵo: 'HA.c.(ou E'Ttl 'EA.EL-
oo:'lE (2 Re 2,9.15). La misi6n del Bautista esta definida en terminos
tomados claramente de la descripci6n malaquiana de la vuelta de
«Elias el Tcsbita»: f.mo'TpEljJCXL Ko:pölo:c;; 1TO:TE.pcuv ETil 'TEKVO:
(Lc 1,17; Mal 4,4-5; 3,23-24) 22 • Si tenemos en cuenta estos pasajes,
nos resultara inesperado el enfatico rechazo del titulo de Elias para
el Bautista por parte de nuestro evangelista 23 •
21 De modo parecido, en los sin6pticos los apxtEpEtc; Kal ypaµµcrrEt<;
Kal TipEaßuTEpOL, es decir, miembros oficiales del sanedrfn, interpelan a Je-
sus sobre el tema de la autoridad (Mc 11,27), mientras que son los cpaptaafot
o ypaµµcrrEic; (Tii>v cpaptaa:Lü>V) (Mc 2,16; 7,5, etc.) los que le plantean
preguntas sobre el comportamiento, especialmente en la forma !1 ta Tl. .. ; (Mc
2,18; 7,5; cf. T[ ßa:rrrll,;Etc;; aquf).
22 Quiza la diferencia entre Elfas redivido y un profeta poseido por el
espfritu de Elfas y realizando la misi6n de Elias no era muy clara.
23 Estrictamente hablando, es una negaci6n de que el mismo Bautista reivin-
dicase o aceptase el tftulo, pero es improbable que una tradici6n que conser-
vaba esta negativa hubiera afirmado, que Juan era, a pesar de todo, Elias el
precursot. Seda posible que la negativa a identificar a Juan Bautista con Elias
estuviera conectada con la omisi6n de toda referencia al bautismo de Jesus,
que parece haber sido aceptado en el kerygma primitivo como la <mnci6n» del
EL TESTIMONIO DE JUAN 271

No parece que este dictado por su esquema dogmatico. Segiln este,


bastarfa con que Juan no fuera el Mesfas; no es necesario negar que
fuera Elfas (ni en el sentido mateano ni en el lucano ). Efectivamente,
en otros pasajes de este Evangelio, el Bautista desempefia funciones
que pertenecen propiamente a Elfas en cuanto precursor del Mesfas.
La finalidad de su misi6n es i'.vo: q>o:vEp(i.)9fi -r<{> 'Iopo:~A. (1,31). De
modo parecido, el judio Trif6n dice en el Dialogo de Justino que el
Mesfas permanecera desconocido µE.xpt<; ä:v EA9wv 'HA.(o:c; XPLO"rJ
o:U'Tov Ko:l q>a:vEpov Tio:aL TIOL~on (Dial. c. Tryph., 8). Yen Jn 5,35
el Bautista es descrito como ö A.uxvoc; 24 ö Km6µEvoc; Ko:l q>o:(VQV,
palabras que parecen reflejar claramente la descripci6n de Elias hist6-
rico en Eclo 48,1: Ö:VEa'TT] 'HA.(ac; Tipoq>~'TT]<; ~<; TIÜp Ko:l Ö A.6yoc;
aö-roü ~<; A.aµTia<; EKa(no, (op cit., 110). No parece, pues, que el
evangelista pudiera tener objecion teologica alguna contra la opinion
corriente de que Juan Bautista era Elfas, que aparece de hecho impH-
cita en otras partes de su Evangelio„ y el rechazo de esa opinion en
1,21 difkilmente puede atribuirse a las conocidas tendencias teolo-
gicas dcl autor. .
La postura general de los sinopticos es el resultado de la asi.mila-
cion de las profedas de Mal 3,1 (Ef,o:TioO'TEAAQ -rov äyyEA.ov K.'T.A.),
Mal 4,4 (3,23) (Ö:TIOO'TEAAQ uµ'lv 'HAELO:V 'TOV 9EOßl'TT]V K.'T.A.)
e Is 40,3 ( q>QV~ ßo&v-roc; K.'T .A..), asimilacion que condujo a la fu-
si6n de estas tres figuras. Ha habido una evoluci6n doctrinal en todo
ello. EI cuarto Evangelio, solo en !'!Ste punto, parece reflejar un esta-
dio en el que esta asimilaciort no habfa tenido lugar todavfa y en el
que se crefa que el Bautista desempefiaba el papel de la «voz del de-
siertm> y d.el «mensajerm> ( .3 ,28 ), pero no e1 de F.lfas en c1rnnto precnr-
sor. En otros pasajes, el evahgelista parece adoptar la opinion que se
habfa hechu cu111W:1 <le 4ue el Bautista <lesempefiaba tambien el papel <le
Elfas (en el sentido definido por Eclo y por los maestros judios cono
cidos por Justino). Hay, pues, razones s61idas para concluir que en
1,21 cl cvangclista csta siguicndo una tradicion indcpcndicntc, quc,
por lo demas, nos era desconocida.

c) El Mesias desconocido (1,26)

Volvamos ahora a la doble predicci6n que forma el nucleo comun


de las presentaciones joanea y sinoptica. Hemos considerado ya la ver-
Mesfas (Hch 10,38). Esta omisi6n tiene probablemente un significado teol6gico,
pero no comporta el rechazo de la opini6n de que Juan fuera Elias, ya que en
otros aspectos cumple esa funci6n. Los sin6pticos no asocian la acci6n de Juan
al bautizar a Jesus con Elfas; este esta asociado con otras ideas (la conversi6n
de Israel, Lc 1,17, la d:rcoKo:ramcxmc;, Mc 9,12, la irrupci6n del reino de los
cielos, Mt 11,12-14), y no se puede decir que estas ideas fueran incoherentes
con la teologfa joanea, si bien ~l cuarto Evangelio emplea una terminologfa di-
ferente. ·
24 'O A.uxvoc;, con articulo definido, parece implicar una referencia a una
imagen conocida, como, por ejemplo, la de Eclo, y consecuentemente a una per-
sona a la que se aplic6 originalmente dicha imagen.
272 JUAN BAUTISTA

s1on joanea en lo que tiene de paralela con los sin6pticos. Pero en


un aspecto es ilnica: se afirma que el que «viene» esta ya presente de
inc6gnito. La versi6n mas conveniente, para hacer una comparaci6n es
la de Mateo:
Mt 3,11 Jn 1,26-27
Ö ÖTI[ocu µou epxoµevoc; µfooc; uµwv OTTJKEl öv uµe'Lc; CUK ol'.öme,
toxup6Tep6c; µou foi:(v, ö ÖTI[Ocu µou epx6µev0oc;,
oi3 oüK elµl lKavoc; oi3 oÖK elµl ä:f,lO<;
i:O:: uTioßfJ µa:i:a: [3a:oi:6:om 1va: A.6ocu a:üwG i:ov tµ6:VTa: wG
(En Lucas: A.Gom i:ov tµ6:vi:a: uTioßfJµmoc;.
TWV U'll:Oßl'jµCxTCUV a:ÖTOU.)

Al parecer, 6 ö11(ac.v µou E.px6µcvoc; esta tratado aqui, en los dos


evangelios, como un titulo fijo, que identifica a la persona aludida. En
Jn 1,26, podrfa considerarse como sujeto directo del verbo «esta»
( aTr'JKEL), o, quiza mejor, como aposici6n al sujeto implicito del mismo
verbo, conte11i<lo en el antecedcntc del relativo «a · quiem> (Öv). En
cualquiera de los dös casos, mientras Mateo dice que «el que viene» es
«mas fuerte» que el Bautista, el cuarto evangelista afirma que esta
ya presente aunque no se le conozca 25 •
Podemos considerar primero si es probable que esta frase haya sido
dictada pör motivos derivados de 1a teologfa joanea. Que los hombres
no «coriocierom> a Cristo durante su ministerio terreno es una idea
que vuelve a aparecer en otros lugar"es del cuarto Evangelio. En 7,27-28
los habitantes de JerusaMn pretenden conocer todo lo referente a Je-
sus; este acepta la pretensi6n a un nivel ordinario, pei:o afiade: «El
que me envi6 es verdadero a el y no lo conoceis, pero yo si le co-
nozco»; las implicaciohes de estas palabras avarecen claras mas tarde
en la misma serie rfo dific:ursos, 8,19,, donde Jesus dice: ÜÜTE E.µE
o'(f>crrE oÜ-rE -rov 11m:E.pa µou· El E.µE. ft5ELTE Kat -rov 11a-rE.pa
µuu üv i!Dc.LTE. Es datu que el ~~conocimicnto» de que aqui se habla
es la yv&mc; 0Eo0, que es tambien uni6n con Dios. No «conöcer»
a Jesus, en este sentido, es la äyvOLa del Logos divino, la cual es ti-
nieblas y muerte. En 1,26, el «conocimiento» de que carecen los ju-
dfos es algo mas sencillo: no reconocen el verdadero caracter del Me-
sfas que esta entre ellos. La idea esta asociada, no con la teologfa
25 Hemos hecho ya notar que ha habido una cierta medida de reelabora'
ci6n redaccional en este pasaje, que ha debilitado la andtesis entre bautismö
de agua y bautismo de espfritu. Podrfamos restaurar la ·antfresis en una . de
las siguientes formas: «Yo bautizo con agua; eI que esta, desconocido; en me"
dio de vosotros bautizara con Espfritm> o «Yo bautizo con agua'; el que vie-
ne despues de m:l (cuyas sandalias no soy digno de desatar) bautizara con :Es-
pfritu». Es posible que se hayan combinado dos versiones diferentes del mismo
dicho. Que versiones variantes de un dicho tan importante fueran transmiti-
das por la tradici6n no es de ningun modo sorprendente y el cuarto evangelista'
pudo conocer mas de una tradici6n y combinarlas. ·Pero cualquier intento de
restaurarlas. no pasa de ser conjetural. Sobre ö Ö'll:[ocu µou epxoµevoc; cf .. in-·
fra, pp. 277-279. · · ·
EL TESTIMONIO DE JUAN 273

espedfica de Juan, sino con la creencia judfa en el Mesfas desconocido


u oculto. Hemos' hecho ya notar el pasaje en que Justino hace decir
al judfo Trif6n que, a su juicio, XpLcrT6c;, EL Ka:l YEYEVT]Tm Kal EOTL
rrou, äyvwcrT6c; EO"Tl Kal oufü~ auT6c; TIC0 E.aUTOV ETILO"TaTm
oÜÖE EXEL 56vaµ(v TLVa, µE.xplc; ä:v Ei\.00.lv 'Hi\.(ac; XPLO"'[l auToV
Kal cpavEpov rrcxcrL rrot~crn (Dial. c. Tryph., 8). De modo parecido, en
otro pasaje del mismo Dialogo el autor cita la opini6n de los ÖLÖacrKa-
i\.oL «maestros» judfos que sostienen que el Mesfas no ha venido todavfa
EL ÖE Kal EATJAU0E.vm i\.E.youmv, ou YLVWO"KETm öc; EaTLV, ai\.i\.'
ÖTav Eµcpav~c; Kal EvöoE,oc; yE.VYJTm, TOTE yvwcr0~crETm öc;
EO"TLV (op. cit., 110). Es difkil resistir la conclusi6n de que detras
de Jn 1,26 se ocultan ideas de este tipo 26 • Seg6n 1,31, la finalidad
de la misi6n de Juan es revelar la identidad del Mesfas desconocido.
Desde el momento en que su identidad sea asf revelada, Jesus no sera
ya (en ese sentido) el Mesfas desconocido. Tan pronto como su minis-
terio comience, sera ( en palabras de Justino) Eµcpav~c; Kal Evf>oE,oc;,
ya que E<j>avE.pwcrEv T~V ME,av aÖTOÜ (2,11 ), si bien en el sentido
mas profundo «joaneo» permanecera desconocido, incluso para sus
disdpulos (14,9), hasta que se revele finalmente su gloria en su muer-
te y resurrecci6n. No hay, pues, motivo para atribuir esta frase adi-
cional a intereses teol6gicos caracterfsticos del cuarto Evangelio. Hay
s6lidas razones en favor de su derivaci6n de una tradici6n anterior.
Se ha de notar que el dicho µfooc; uµ&v O"T~KEL öv uµEt:c; OUK
o'(f>aTE no implica la identificaci6n de el que «viene» con un individuo
espedfirn; afürna sulu la cu11vkdu11 J.el Dauti&la de que el Mesfas esta
26 Söbte divetsas formas de la doctrina del Mesfas desconud<lu u urnllu
d. S. Muwim:kd, Ile thut Cometb, J04-J08; E. Stauffer, Ag11ostos Ch1·istos, cn
Davies y Dauve (ed.), The Background of the N.T. and its Eschatology, 287-
291. Staufü:1 llama la aLeudUn soLre la expresi6n de Justi110 ECT'rl 'TtOU, ,~csta
en alguna parte». Se especulaba mucho sobre d6nde podria estar escondido e1
Mesfas: en Roma, en el lejano norte o en el paral'.so terrenal. (EI Bautista -se-
giln Jn 1,26- dio una respuesta diferente: el Mesfas desconocido esta ahora
eri· Palestina, µf.aoc; uµCi>v). EI dialogo de Justina parece ser el primer testi-
monio datable de esta creencia. Pero es muy probable que tal creencia se des-
arrollara en e1 judal'.smo despues de que e1 cristianismo pretendi6 que Jesus,
hasta entonces desconocido, habl'.a sido ungido por e1 Bautista para la funci6n
mesianica e identific6 a este ultimo con Elias (aunque Stauffer puede muy
bien estar en lo eierte al derivar la otra parte de la afirmaci6n de Justina
-que el Mesfas no se conoce a sl'. mismo- de fuentes gn6sticas). La idea
aparece en diversos pasajes del Talmud y Targum. Seglin Midr.ash Echa 1,50, e1
Mesfas Menahem, hljo de Ezequfas (d. supra p. 111, nota 22), naci6 el dfa de la
destrucci6n del temple y fue enseguida llevado por vientos y tormentas a un
lugar desconocido. Si, como se suele suponer, este Menahem es el Manaimos
de Josefo (a pesar del anacronismo), la historia nos hace remontarnos a una
idea corriente en el siglo 1, ya que es muy improbable que se siguiera atribu-
yendo la condici6n «mesiamca» a este rebelde mucho mas tarde del fracaso de
su intento. En cualquier caso, Stauffer tiene sin duda raz6n al decir que la
confesi6n petrina de Jesus como Mesfas implica que Pedro compartfa la. creen-
cia de que el Mesfas podria encontrarse ya en la tierra de modo humilde y
desconocido. A partir del momento de Ja confesi6n, el y los demas disdpulos
esperan el momento en que su Maestro se haga eµq>cxvTjc; K<Xl evBot:oc; ( ... EV
Tft Mt:n aou, Mc 10,37).
18
274 JUAN BAUTISTA

esperando el momento para revelarse, no en Roma, no en el lejano


norte, no en el paraiso terrenal, mucho menos en el cielo, sino en Pa-
lestina, desconocida entre las multitudes.

d) El Cordero de Dios (1,29. 36)


La segunda parte del «testimonio de Juan», l,29ss, va mas alla
que la primera al identificar expresamente a Jesus con la augusta
figura a que e1 Bautista ha aludido implkitamente con 6 Ö'TtLOU> µou
EpxoµEvoc;;. En parte, como hemos visto, la identificaci6n se hace en
terminos comunes al cuarto Evangelio y a los sin6pticos. Jesus es el
Hijo de Dios que, despues de ser investido del Espfritu Santo, admi-
nistra el bautismo de espfritu prefigurado por el bautismo de agua
de Juan. Pero en 1,29 se introduce un nuevo tl'.tulo que no tiene pa-
ralclo cn los sin6pticos: 6 ä:µvoc;; 'l'OÜ erno. El tl'.tulo es tan extrafio
al cuarto Evangelio (fuera del presente pasaje) como a los otros. No
hay, por tanto, 11.inguna probabilidad a primera vista de que nos en-
contremos ante un elemento de pura teologfa joanea. Los comenta-
ristas distan mucho de estar de acuerdo sobre el sentido en que se ha
de entender d:µv6c;;. El termino ha sido interpretado como una alu-
si6n al cordero pascual o al cordero del sacrificio por el pecado .o .al
O:µv6c;; con que se compara al Siervo en la version de los LXX de
Is 53,7 o, incluso, como una traducci6n err6nea de un original arameo
N~;t:) con el significado de «siervo» o, finalmente, como una alusi6n
al cordero astado de la apocaHptica judfa y cristfana, q11e es el slm-
bolo del jefe mesianico del pueblo de Dios 27 • EI hecho mismo de esta
gran divergencia de opiniones demuestra que la conexiori del. tl'.tulo
con conocidas categorfas cristol6gicas joaneas no es en absoluto clara
ni simple. EI autor vio, sin duda, el tl'.tulo en relaci6n organica con
todo su esquema teol6gico, pero hemos perdido quiza la clave de esta
relaci6n. Lo unico que podemos decir con certeza es que lo considera-
ba un tl'.tulo mesianico, ya que Andres, al ofr decir al Bautista ~'H'>E
6 ä:µvoc;; 'l'OÜ erno, va a decir a su hermano: Eup~Ka:µEv 'l'OV µEo-
o(a:v. Cada comentarista creera que su interpretaci6n concreta del
sentido de O:µv6c;; es la que mejor se adapta a la cristologfa del autor.
Es decir, supuesto el termino O:µv6c;;, podrfamos pensar que queda
dato el modo como sirvi6 a la finalidad teol6gica del autor; pero es
muy difl'.cil ver c6mo pudo ser derivado de concepciones joaneas. De-
bemos concluir, al parecer, que el evangelista no invent6 personalmente
el tl'.tulo, sino que lo totn6 de alguna fuente de tradici6n mas antigua.
He hecho notar en otro lugar 28 que en el proemio a su Evangelio el
autor quiso presentar las ideas mesianicas tradicionales como un fun-
damento de creencias admitidas sobre el que construir su edificio
teol6gico, y parece claro que 6 O:µvoc;; 'l'OÜ 8EoÜ <lebe ser incluido
entre ellas, aun cuando nos falten testimonios en favor de un empleo
Z1 Cf. Interpretaci6n, 235-242.
28 Cf. ibid, 233.
EL TESTIMONIO DE JUAN 275

mas antiguo del tfrulo. Podriamos hacer notar que, si la clave del ti-
tulo esta en que contiene una referencia a Is 5 3, 7, debi6 de surgir en
un ambiente helenistico (judeo-helenistico ), donde el Antigua Testamen-
to se lefa en griego, ya que «cordero» (O:µv6c;) no es una traducci6n
exacta del hebreo r,Mi, «oveja». Cualquiera de la:s otras cuatro inter-
pretaciones que he mencionado serfa posible en un ambiente judio no
helenizado y, desde luego, en un dicho autentico de Juan Bautista.
En cualquier caso, parece claro que nos encontramos aqui ante ma-
terial prejoaneo.
La oraci6n adicional, 6 cx't'.pc.:>v 't~V aµap'tLCXV 'tOU K6oµou, pue-
de ser una glosa doctrinal aiiadida por el evangelista al titulo tradi-
cional 6 O:µvoc; 'tOU erno. Sin embargo, no se deriva fadlmente
de la teologia general del cuarto Evangelio, que no ofrece ningun pa-
ralelo. La expresi6n cx'(pav aµcxp't(cxc; aparece en 1 Jn 3,5, pero no
es seguro que se deba aceptar la epistola como testimonio de la teo-
logfa clel evangelista 29 • En si misma, la expresi6n tiene un caracter
bfulico. Si d:µv6c; querfa sugerir el cordero del sacrificio, por el pecado
(o al Siervo doliente en cuanto sacrificio personal por el pecado ),
cx't'.pc.:>v aµcxp'tLCXV significarfa «el que perdona la culpa» (cf. 1 Sm
15,25: cxpov ö~ 'to aµ6:pn1µ6: µou, 1 Sm 25,28: cxpov ö~ 'to
O:v6µ11µcx 'tf]c; öoOA.l]c; oou), una idea que en otros lugares se ex-
presa por medio de la lA.cxoµ6c; de 1 Jn 2,2; 4,10. Si (como he tra-
tado de demostrar en otro lugar) O:µv6c; alude al cordero astado como
sl'.mbolo mesianico, cx'(pc.:>v aµcxp'tLCXV significarfa «el que anula el
pecado» (como cxl'.pE.tV 'l6: v6µtµo:, 1 Mc 3,29 o;'lpe.tv öv2Löoc;,
Sal 151,7), una funci6n del Mesfas en la apocaliptica judfa 30 •
Ninguna de oestas dos ideas es ~n ahsoluto caracteristica del cuar-
to Evangelio; la idea de expiaci6n esta notablemente ausente y
la obta de Ctisto esta presenta<la prde1e11temente cn terminos m1fo
positivos que la anulaci6n de pecados (la donaci6n de luz y vida, etc.).
No parece, pues, existir ninguna raz6n verdadera contra el empleo
de toda la expresi6n 6 aµvoc; wO 8rn0 6 cx'(pc.:>v 't~V aµcxp'tLCXV
'toO K6oµou por parte de Juan Bautista o de un relato tradicional de
su predicaci6n.

e) Oowc; ~v öv c:L110v (1,15.30)


EI titulo 6 O:µvoc; wO 8rn0 ha sido introducido en 1,29 sin pre-
paraci6n y sin indicaci6n alguna de que alude a una declaraci6n pre-
via del Bautista. En el siguiente verskulo, este explica que se esta
29 Cf. mi comentario a las epfstolas joaneas, paginas XLVII-LVI. Se ha
de notar que a'lpELV aµcxpi:~cxc; no es lo mismo que 'CX'lpELV aµcxpi:[cxv. La pri-
mera expresi6n se refiere a acciones pecaminosas (incluyendo palabras, pensa-
mientos, etc.), la segunda a una condici6n pecaminosa. Aunque, como creo, el
autor de la epfstola fuera un discfpulo del evangelista, no es seguro que en-
tendiera aquf la expresi6n 6 cx'lpwv i:Yjv aµcxpi:[cxv 1:00 K6aµou en el sentido
que le dio su maestro.
30 Cf. Interpretaci6n, 241-242.
276 JUAN BAUTISTA

refiriendo de hecho a una persona de la que ya ha habladö: o~h6c,;


EOLLV UTIEP oü EYW ELTIOV, '01tLOU> µou EPXE1:0:L c:Xvi]p oc,; Eµ-
1tpoo9E.v µou yE.yovi:.v, ön 1tpc7n6c,; µou ~v. Sin embargo; sin tra-
talnos de descubrir d6nde o cuando se supone que el Bautista ha hecho
esta declaraci6n, . nuestra busqueda sera vana. En el Pr6logo se cita
el mismo. dicho (en una formulaci6n ligeramente diferente) como si
hubiera sido pronunciado con anterioridad: oü-roc,; ~v ov E.foov, ·o
ÖTI(ou:> µou EpxoµEvoc,; EµTipoo8E.v µou yE.yovEv, ö-rL npc7>-r6c,;
µou ~v. Dado que el Pr6logo es una anticipaci6n de lo que se va
a decir en el Evangelio, podemos quiza pensar que 1,15 anticipa
lo que se va a relatar en su secuencia cronol6gica en 1,30. Pero inclu-
so asi no se nos dice directamente cuando pronunci6 el Bautista el
dicho en cuesti6n. Tenemos solo su auto-referencia, ofrecida en dos
formas ligeramente diferentes.
Sera conveniente considerar ahora un ulterior ejemplo de auto-
referencia. En 3,28, el Bautista recuerda otra vez a su auditorio lo
que ha dicho previamente. Hay aqui dos afirmaciones y, dado que las
dos estan introducidas por ön debemos considerarlas como declara-
ciones separadas: a) oÖK Elµl EYW 6 XPLO-r6c;, b) cXTIE.01:aAµE.voc,;
Elµl Ep1tpoo8Ev EKE(vou. La primera de ellas puede muy bien ser
una referencia retrospectiva a 1,20, donde, en respuesta a la pregunta
~u -r(c; EL; el Bautista dice: 'Eyw ouK Elµl 6 XPLO-r6c;. Pero la se-
gunda afirmaci6n no aparece directamente en ninguna parte.
Tenemos, pues, ante nosotros dos afirmaciones que, seglin el evan-
gelista, el Bautista dijo haber pronunciado y de las cuales solo una
aparece expresada directamente en este Evangelio. Lo primero que
se nos ocurre pensar es que estas afirmaciones se encontraban en alg(m
documento o tradici6n relativa al Bautista, que era conocida por el
evangelista o por sus lectores o por ambos. La segunda de estas afir-
maciones, cXTIE01:a:A.µE.voc; Ei.µl EµTipoo8Ev EKE.lvou (es decir, -roü
XPLO"tou), refleja la profeda de Mal 3,1, espedalmente como la citan
Mt 11,10 y Lc 7,27: t5ou aTioo-rE.A.A.u:> -rov ayyEA.6v µou 1tpo 1tp0-
o<..01wu oou, oc; K0:1:0:0KE.UcXOE.L 1:~V 656v crou EµTipoo8E.v oou 31 •
31 Los LXX, que siguen aqui de cerca al hebreo, leen: töou ~l;,aitoITTEAAU)
i:ov <'XyyeA.6v µou, Kai EmßA.Eqie-rm öMv irpo itpocrwirou µou. Segtin la
cita Mc 1,2, la expresion irpü irpoowirou ha cambiado de lugar, de modo que
califica a d:irooi:EAAU), y el pronombre ha cambiado de la primera a la segunda
persona. Seglin la cita Mt 11,10, la expresion calificativa conserva su puesto al
final de la primera oracion, pero una traduccion alternativa del hebreo '1~7 ,
con cambio de persona, !:'µitpooSEV oou, vuelve a aparecer en el lugar que le
corresponde al final de la segunda oracion. Juan da lo esencial de la profeda,
sin reproducir el paralelismo: aTIEITTCXAµEVO<; elµl !:'µirpooS~V €KE[VOU (lo
mismo que, al citar a Is 40,3 en 1,23, ha eliminado la repeticion). Pero se ha
de notar que ha adoptado el mateano !:'µirpooSev (en vez del irpo irpoowirou
de los LXX), pero lo ha hecho (por implicacion) calificar a aTIOOTEAAU). No
serfa sorprendente que una traduccion diversa de los LXX fuera conocida en
drculos cristianos y que Mateo la combinara con la forma de los LXX. De
i:riodo parecido, en 12,40 Juan cita a Is 6,9-10 en una versi6n diversa de los
LXX, conocida, al parecer, tambien por Pablo. (cf. According to the Scriptures,
37-39).
EL TESTIMONIO DE JUAN 277

Tenemos pruebas suficientes de que esta profeda, junto con la de


Is 40,3, perteneda al dep6sito primitivo de testimonia. En Mc 1,2-3,
las dos profecias han sido combinadas. Segun Jn 1,23, el Bautista mis-
mo afirm6 cumplir la profeda de la «voz en el desierto» y he tratado
de demostrar que existe una razonable probabilidad de que dicha pro-
feda estaba ya presente en una tradici6n prejoanea. Jn 3,28 parece
implicar que el Bautista habia aplicado, segun la tradici6n, la otra
profeda sobre «el mensajero» a su propia misi6n. ~No seria posible
que nos encontraramos aqui ante una reminiscencia ulterior de la mis-
ma tradici6n? En cualquier caso, se podria decir que la f6rmula de
autorreferencia de 3,28 afecta a las dos proposiciones, una de las cua-
les, dado que coincide con Lc 3,15-16 y Hch 13,25, merece ser acep-
tada como material tradicional y la otra, que alude a un conocido ·
testimonium, es, asimismo, al menos en ese sentido, tradicional. Esto
confirma la primera sospecha de que el dicho citado en 1,15.30 es tra-
dicional.
Sin embargo, si estamos en lo cierto al traducir la expresi6n rrp&-
-r6c; µou ~V por «existfa antes que yo» (cf. 15,18: E.µf. rrplhov uµl)v
[lE[lLOY]KEV, «me odiaron a mi antes de que te odiasen a ti» ), la alu-
si6n a la doctrina joanea del Logos preexistente (cf. 8,58: rrplv
'AßpaO:µ YEVE08CXL E.y0.l dµ() excluye con cierta probabilidad que
al menos esta frase procediera de una tradici6n de dichos de Juan Bau-
tista, aunque seguiria siendo posible que el evangelista la hubiera afia-
dido, como interpretad6n teol6gir.a, a 1m dicho tradicion::il dF F:;;tr: tipn.
Prescindiendo, pues, por el momento de la frase conclusiva, pode-
mos analizar e1 resto del dicho citado. La clave es sin duda la antitesis
<~detras-delante» ( cm(crc.u-Eµrrpocr8Ev). Estos terminos son correlati-
vos y tiene originalmente un sentido local. Desarrollan luego un sen-
tido temporal secundario: «despues» y «antes». Pero no hay ningun
caso de estos sentidos temporales en el Nuevo Testamento 32 , a no
ser que se encuentren en los dos pasajes que ahora estamos consideran-
do, con los pasajes paralelos de los otros evangelios: Mc 1,7 y Mt 3,11.
En la profeda de Mal 3,1, como la citan Mt 11,10 y Lc 7,27, Eµ-
rrpocr0E.v crou repres~nta (cort un cambio de personal) el hebreo ~~~;
(LXX npo rrpocrwrrou µou) y significa probablemente «delante • d~
mi», como un heraldo o mensajero va por delante de una persona de
importancia; y lo mismo cabe decir de Jn 3,28, que alude a la misma
profecia: arrco"rcxA.µE.voc; c.tµl Eµrrpocr8c.v E.Kc.(vou: «He sido en-
viado por delante de el» (no, en sentido temporal, «COillO SU precur-
sor»); exactamente igual que en J n 10 ,4 el pastor marcha delante de
su rebafio: Eµnpocrec.:v cxö-r&v rropc.6c.-rm Kcxl -rO: rrp6ßcx-rcx. cxt".n0
32 En Flp 3,13, TeX orr[ow significa el pasado y TeX i::µrrpoo8ev el futuro,
pero la metafora espacial esta claramente viva: el corredor tiene ya a sus es-
paldas la carrera hecha y mira a lo que le queda aun por correr. Cuando los
terminos estan empleados en un sentido relativamente temporal, el sentido es
el coritrario del que tienen en Flp 3,13: orr(ow significa «mas tarde» en el
tiempo, i::µrrpoo9i;v «antes».
278 JUAN BAUTISTA

aKoAouSE'L. Sin embargo, este simple sentido local no encaja en


Jn 1,15.30. Aquf se requiere un sentido un tanto diferente, que,. sin
embargo, se puede derivar facilmente del sentido local: «figurar an-
tes». Este sentido no esta documentado en el Nuevo Testamento, pero
no es raro en el griego profano 33 ; cf. tambien Gn 48,20: E8YJKEV i:ov
'Ecppatµ EµTrpoa8Ev 1:00 Mavaaa~. El sentido es que a Efrain se
le da precedencia con respecto a Manases, a pesar de ser mas joven.
Asf, en 1,15 6 ÖTC(OC0 µou EpxoµEvoc; EµTrpoafü~.v µou yf..yovEv
significarfa: «el que viene detras de mf es mas importante que yo»,
que no es, quiza, sino otro modo de expresar la idea representada
mas pintorescamente por las palabras: «el que viene detras de mf,
cuyas correas no soy digno de desatar» ( 1,27 ).
Pero esto no responde aun a la pregunta: <:'.en que sentido esta
Jesus «detras» de Juan Bautista? Se supone generalmente que se trata
de un «detras» en el tiempo, es decir, que aparece en la escena de
la historia despues de Juan; y en las formas sin6pticas del dicho del
Bautista esta interpretaci6n parece natural. Pero si es asf, nos encon-
tramos aquf ante una antfresis imperfecta: ÖTCLOC0, «detras» en el
tiempo, EµTipoaSEv, «antes» en categorfa. Es sin duda posible que
se trate de un juego de palabras; pcro 110 se puede tomar a la ligera
el hecho de que de 35 testimonios de ÖTILOC0 en el Nuevo Testamento
no hay ninguno (fuera del dicho del Bautista que estamos considerando,
en sus diversas formas) que tenga este sentido temporal. '0TCLO'C0 con
genitivo se usa constantemente en referencia a los seguidores o adic-
tos de una pcrsona 34 • En especial, la frase EPXEOSaL ÖTC(aw i:woc;
( y_ue le11e111us ay_u1) t:~ la expl'esi611 corricntc pat•a dcsignar 1a adhe
si6n a la causa de una persona, generalmente en referencia a los dis-
dpulos en cuanto «seguidores» de Jesus 35 • La expresi6n de Jn 1,30,
OTClOu) 1.mu E!pXETat O:vi]p ( «detras de mi viene un hombre» ), se
interpreta casi ciertamente en cualquier otro contexto como «hay uno
que tne sigue», es decir, entre mii.t Jisdpulos o seguidores. F.s vcrdad
que tal interpretaci6n serfa algo menos natural cuando se usa la ex-
presi6n 6 ÖTILOC0 µou EpxoµEvoc; (Jn 1,15; Mt 3,11), aunque inclu~
so en este caso el sentido «uno de mis seguidores» serfa posible, ya
que el artk:ulu m11 el participio ii.o equivale ncccsariamcnte a nuestro'
artkulo definido. Si nos preguntamos cual es mas probablemente. la
33 Ejemplos de Platon y Dem6stenes en Arndt-Gingrich, Greek-English Le- •
xicon of the New Testament. .
' 34 Hch 5 37; aitEa1:l]OEV A.a&IJ ÖTILOU> aöi:oG (Judas de Galilea); 20,30: '
ditocncciv i:obc; µa911i:O:c; öirlow E.oui:&v (maestros hereticos); Lc 21,8: µYi
iropeu9fji:e 01tLOü>· aui:&v (falsos mesfas); 1 Tim 5,15; el:;ei:paTIT)oav 01tl<Jü>
i:oG <J<X'tavO:. Mc 8,33: ömxye Öit(ow µou ::Eai:avO:, es excepcional; cf. mi
artkulo en J.T.S. 5 (1934) 246-247.
35 Asf f>eüi:e öitlow .µou, Mt 4,19; Mc 1,17: ditfjA.0ov öirlow o:öi:oG, Mc
1,20: Öit[Oü> µou eA.0e'lv, Mt 16,24; Mc 8,34; Lc 9,23; EI TL<; 0EA.et 01tL<Jü>
µou Epxeo9m, 14,27; öonc; oö f3aoi:6:l:;et i:ov oi:o:upov o:öi:oG Kal EPXETat
öitlow µou, Jn 12,19: ö K6oµoc; öirlow cxöi:oG &mjA.9ev. En otras partes de
Juan encontramos la expresi6n el<; i:O: öit[ow (6,66; 18,6), que tiene evidente,
mente un sentido local.
EL TESTIMONIO DE JUAN 279

versi6n tradicional, la de 1,15 o la de 1,30, podrfamos decir al menos


que · 1;30 se encuentra, como es natural, en un fragmento de rela-
to, mientras que 1,15 esta inserto en una afirmaci6n formalmente teo-
l6gica.
Si es Hcito suponer que el evangelista recibi6 ese dicho de la tra-
dici6n, es posible que le hubiera conferido la direcci6n teol6gica desea-
da afiadiendo una frase que dijera que esta precedencia en categorfa
o posici6n era la consecuencia adecuada, mas aiin, inevitable de la pre-
existencia de Cristo. Sin embargo, es tambien posible que las palabras
11pl'rr6c; µou fiv, fuera cual fuera el sentido metaflsico que el evan-
gelista pudo encontrar en ellas, tenfan originalmente un sentido mas
simple. npc7rroc; tiene con frecuencia el sentido de «primero en cate-
gorfa», «Superior»; de este modo, 11pc7)'r6c; µou puede muy bien sig-
nificar «mi superior» y fiv podrfa ser, no el verbo «existir», sino
simplemente la c6pula. Se podria entender el tiempo pasado como un
caso del conocido giro idiomatico en el que el verbo expresa «un hecho
que es y si-empre ha sido el mismo» (L. y S. 1927, 489a), como, en
especial, en la f6rnmla aristotelica TÜ TL fiv dvm, cmplcada para ex-
presar la naturaleza esencial de las cosas; o «un hecho que el que
habla o escribe acaba de reconocer como tal, despues de que habia
sido negado, ignorado o no entendidm> (Goodwin, Moods and Tenses
of the Greek Verb [1889] 13). El Bautista ha caido ahora en la cuen-
ta (podemos suponer) de que hay un hombre entre sus seguidores
(ordaw µou EPXcTaL O:v~p) que es y ha sido siempre esencialmente
Superior a el y reconoce asi que le debe dar la precedencia. Podemos
traducir, segun esto, «Hay uno entre mis seguidores que ha tomado
la precedencia sobre mi, porque es y siempre hfl sicfo f$~ndalmente
superior a mi».
No me atreveria a defender esta interpretacion de la frase ·1tpCn:6c,
[.LOÜ fiv mas que como tma verdac1ern pnsihilicfacl, pero sf opinada
seriamente que en las palabras 611(aw µou EPXETat O:v~p nos es-
tamos tetnohtahdo a un estadio de la tra<liciuu 4ue esLa muy debilmen-
te representado en otras partes de los evangelios y que nuestro evan-
gelista ha reproducido un rasgo de esta temprana tradici6.n, ni direc-
tamente, sino indirectamente por medio del recurso a la auto-referen-
cia, a saber, que Jesus fue contado en algun momento entre los segui-
dores adictos de Juan Bautista. Si, como relatan los sin6pticos, Jesus
recibi6 el bautismo de manos del Bautista, ~que podria ser mas na-
tural que esto? Era de esperar que este hecho quedara oscurecido en
el desarrollo de la tradici6n de la lglesia.

Hemos examinado ya el resto del «testimonio de Juah» (1,31-34).


Hemos visto que reproduce algunos rasgos del relato sin6ptico del
bautismo de Jesus, en dependencia de los sin6pticos o, mas probable-
mente, de alguna forma paralela de tradici6n, pero que se separa sen-
siblemente de ese relato, especialmente al omitir toda referencia al
bautismo mismo; al presentar el descenso de la paloma como una ex-
280 JUAN BAUTISTA

periencia v1s10naria del Bautista (narrada de una forma comparable


con las visiones profeticas del Antigua Testamento y con la vision de
Jesus en Lc 10,18); y, finalmente, al atribuir la aclamacion de Jesus
como Hijo de Dios al Bautista en vez de a una voz del cielo. Todo
esto encaja con la insistencia del evangelista en que el Bautista apa-
recio en la escena de la historia como el testigo por excelencia de la
dignidad mesianica de Jesus y solo en esa categoria. Segun esto, mien-
tras que el evangelista parece definit la funcion del Bautista en termi-
nos de la doctrina judia, atestiguada en Justina, que presentaba a Elias
como el Precursor, solo le permite desempefiar una parte de la mision
de Elias, la de identificar al Mesfas (lvo: cpo:vc.pw8fj c0 '1 apo:~A.) y
no la de ungirle. En 1,21, se nos dice que el Bautista rechazo el papel
de Elias, que aqui, como en otras partes del Nuevo Testamento, se
le asigna. En este punto, nuestro pasaje se aproxima mas a lo que,
al parecer, era normal en las creencias cristianas primitivas que la tra-
dicion representada por 1,21; pero, por otra parte, se aparta del pa-
saje kerygmatico de Hch 10,38, el cual, retlejando probablemente creen-
cias corrientes, acepta el hautisrno Je Jes1'is corno su «undon» para fo
funcion mesianica. Podemos probablemente detectar aqui la mano del
evangelista, que modifica la tradicion especial que habfa llegado hasta
el, pero sin conformarla a la posicion representada por los sinopticos.
Sin embargo, hay poco, despues de todo, en el «testimonio de
Juan» que sea exclusiva o caracteristicamente joaneo en un sentido
doctrinal. Es especialmente sorprendente que, aunque el evangelista ha
indicado en el Pr6logo que el «horubre ehviado por Dios» data testi-
monio de la luz, el «testimonio de Tuan» no contenga ninguna re-
ferencia a Cristo como luz, ni a su «gloria», ni a su poder para ejer-
cer las prerrogativas divinas de Kp(aLc; y l:;wo11o(Y]OL<;, y, si hay una
referencia a la eficacia salvifica de su muerte ( e11 1,29 ), 110 este expre-
sada en termi11os joaneos 36 . Par otra parte, es posible reconocer algu-
11os motivos apologeticos o co11troversiales que pudieron influenciar la
tradicion antes de que esta alcanzara a 11uestro eva11gelista.
Este analisis del «testimonio de Juan» ha puesto de manifiesto que
en la primera parte, vv. 19-27 -la parte asociada con el dato tradi-
cional de que Juan bautizaba e11 Betania al otro lado del Jordan
(v. 28)- hay muy poco o nada que pueda atribuirse a las especiales
opiniones del evangelista. Todo puede ser relacio11ado con cree11cias o
practicas judias del siglo I, si 110 fuera por la sugerencia de que Jua11
era tenido por un posible candidato al mesianismo, que puede remo11-
tarse a una tradicion cristiana primitiva fuera del cuarto Evangelio.
Al menos en un punto parece contradecir la postura reflejada en otras
partes de este mismo Evangelio, a saber, el rechazo por parte de Juan
36 Dado que el Espfritu es l;cuonotouv (6,63) y regenera (3,5) y es tam-
bien el agente del juicio (16,Scll), podemos ver facilmente c6mo el concepto de
bautismo de espfritu pudo conducir a estas dos doctrinas espedficamente joa·
neas, pero el concepto mismo y la expresi6n ßOOTILl;Elv EV nvEuµcxn O:ylct"J
son comunes a Juan y a los sin6pticos y son sin duda primitivos.
EL TESTIMONIO DE JUAN 281

de su identificaci6n con Elias. En la segunda parte, vv. 29-34, hay


pruebas de material tradicional subyacente en la presentaci6n joanea,
pero encontramos tambien huellas de una reelaboraci6n de este mate-
rial al servicio de la doctrina joanea. No deja quiza de tener interes
que la diferencia en este punto entre las dos partes coincida con el
cambio de dialogo a mon6logo.

3) El efecto del testimonio de Juan (1,35-37; 10,40-42)

Los verskulos que siguen al «testimonio de Juan», 1,35-37, repre-


aentan la transici6n a una serie ulterior de «testimonios», que ocupan
el resto del capftulo. Si los miramos como un simple relato de un
acontecimiento real, surgen diversas preguntas. 2Por que, por ejern-
plo, era necesario que el Bautista repitiese su testimonio «el dfa si-
guiente»? 2A que auditorio se dirigfa, entonces, la solemne declara-
ci6n de 1,29? 2No estaba presente ninguno de sus disdpulos en aquel
momento? 0, si estaban presentes, 2no les impresion6 la declaraci6n?
Estas preguntas ponen de manifiesto la artificialidad de la composi-
ci6n. Pero si pensamos que estos verskulos pretenden continuar la
presentaci6n de la misi6n del Bautista, en los mismos terminos de
1,6-8, todo se aclara. Despues de decir que Juan vino «a dar testimo-
nio de la luz», el evangelista pasa a mostrar c6mo comenz6 a cumplir-
se la intenci6n de su testimonio: «que todos se hicieran creyentes por
su medio». Para esto, vuelve a presentar una nueva escena, haciendo
notar que dos de los disdpulos de Juan se encontraban presentes para
escuchar su testimonio ( 1,35). Luego repite el solemne anuncio: "1 OE
6 aµvoc;; TOU 0Eo0, aiiadiendo de nuevo, para mayor enfasis, que
dos de sus disdpulos le oyeron y que, como consecuencia directa,.
~ KoA.06e11aav <0 , I 11000. Esta ultima frase, aunque en la situaci6n
dramatica tiene el sentido perfectamente simple y apropiado de que
acompaiiaron a Jesus a su morada, difkilmente pudo escribirse sin al
menos una referencia indirecta al denso sentido que tal expresi6n com-
portaba en el lenguaje de la Iglesia primitiva: se hicieron sus seguido-
res. La frase es una culminaci6n adecuada de un pasaje que habla de
la obtenci6n de disdpulos (cf. Mc 1,18; 2,14 y, de modo parecido,
O:nrp,eov c'm(aw aurnO, Mc 1,20). La perkopa deberfa terminar aquL
EI evangelista ha aclarado su tema de que el testimonio de Juan llev6
a los hombres a creer en Cristo. Sin embargo, la perkopa continua en
1,38-39 con un detalle dramatico que conduce a un nuevo relato. Des-
pues de 1,3 7, el relato de la misi6n del Bautista se difumina y se nos
cuenta la adhesi6n de varios disdpulos a Jesus. Examinaremos este
pasaje mas adelante 37 • Por el momento hacemos notar que la mano re-
dactora del evangelista es tan evidente en la composici6n de la perkopa
1,3 5- 37 que no podemos discernir ninguna forma tradicional subyacen-
te, aunque esto no equivalga a negar la posibilidad de que el evange-

37 Cf. infra, pp. 304-313.


282 JUAN BAUTISTA

lista tuviera acceso a algun tipo de informaci6n en base a la cual


pudo componer el pasaje.
Sin embargo, para completar el tema del testimonio de Juan y
Je sus resultados en el Evangelio ( tratado ya brevemente, supra pag.
246 ), en el que el evangelista alude a los persistentes efectos de tal
testimonio en la regi6n donde el Bautista habfa desarrollado su pri-
mera actividad (10,40-42). El verskulo de apertura, Kai aTiilA.8c:v
'ITEpcxv 1:0G 'I opöc:Xvou c:l.c; TOV TOTiov ÖTiou ~v '1 wc:Xvvric; TO Tipw-
Tov ßcxTI-r(Z:wv Kcxl E[J.EVEV EKEL, tiene algunos rasgos del material
tradicional, que, cömo hemos propuesto antes, parece conservar una
tradici6n primitiva: pretende ofrecer parte de un itinerario de Jesus
y resumir un perfodo de su actividad ( con el verbo E[J.EVEV, apropia-
Jamente, en el tiempo de acci6n continua). La alusi6n al «lugar don-
de Juan solla bautizar en otro tiempo» parece ser una referencia re-
trospectiva a 1,28, Bri8cxv(cx TIEpcxv rnu '1 opöc:Xvou ÖTiou ~v
'1 wavvric; ßcxTIT(l:wv. En este ultimo caso la noticia es «redac-
donal», aunque el nombre de lugar sea tradicional. En vv. 41-42 hay
algunos rasgos que sugieren la intervenci6n redaccional del evangelis-
ta (cf. supra, 255s). Mas aun, como he hecho notar, todo el pasaje en-
·caja muy bien en el esquema dogmatico presentado en 1,6-8. Sea cual
sea la autoridad que tenfa el evangelista para hacer las afirmaciones
que hace, debi6 reelaborar su material de tal manera en vv. 41-42
que no dej6 ninguna huella de fuente tradicional alguna. A lo mas,
podriamos asignar con alguna probabilidad a una tradici6n precan6ni-
ca la afirmaci6n de que en un periodo de su ministerio Jesus trabaj6
en el distrito de Transjordania, que habia sido la escena de la prime-
rn ::ic-tivic-lad del Bautista. Es probable que edificara sobre el fundamen-
to que habia echado su predecesor' pero la afirmaci6n de que su exito
-eu e~e lugat 5e debi6 al tcstimonio de Juun pudo proceder de infor-
maci6n fehaciente o puede ser simplemente una conclusi6n inteligen-
te del evangelista.
3. JuAN EN EN6N JUNTO A SALfN (3,22-30)

El mejor modo de entender todo el pasaje de 3,22-36 (como he tra-


tado de demostrar en otro lugar) 1 es considerarlo como un apendice
explicativo del dialogo con Nicodemo y del discurso que se desarrolla
.a partir de el. Los vv. 31-36 son, en gran parte, una recapitulaci6n
de las ideas que aparecen en 3,1-21, con algunos puntos adicionales.
Los vv. 22-30 parecen formar grupo aparte e interrumpir la linea de
razonamiento; tanto es asf qne mnchos cdticos han propuesto diversas
reorganizaciones. Pero he tratado de demostrar que la confrontaci6n
de Juan con Jesus, <ld bauLismo <le Juan con el bautismo de Cristo
(es decir, en la intenci6n del evangelista, con cl sacramento eclesial del
bautismo ), proporciona una conexi6n esencial en el argumcnto. Sigue,
si embargo, siendo valida 1a observaci6n de que los vv. 22-30 forman
una unidad en sl. mismos y contrastan en forma, estilo y lenguaje con
lo que precede y sigue. A primera vista, la opini6n de que el evange-
lista esta componiendo aqui basandose en material preexistente es tan.
digna de consideraci6n en este pasaje como en cualquier otro.
Sin !"mhare;o, si arn1lizamos cfotalladamente los vv. 22-30, vereroos
que ni siquicra cstc breve pasaje es del todo homogeneo. Parece haber
huellas de la labor redaccional del evangelista tanto dentro de el como
en su conexiün con el cohtexto. Sera conveniente analizarlo verskulu
por verskulo.

3,22: este verskulo parece pertenecer a la categorfa de «fragmen-


tos de itinerario» semejantes a los que en Marcos forman parte del
«marco» del relato (cf. supra, 238-246). Algunos de ellos, al menos,
parecen derivarse de una tradici6n precan6nica, y este podria ser uno
de esos 2 • Consigna lac6nicamente un periodo de actividad: los das
verbos, ÖLE'tptßc.v y Eß6:'Ttn(,;c.v, estan en el tiempo de acci6n repe-
tida o continuada. Durante este periodo -nos dice el evangelista-
J esus desarrol16 su actividad en Judea.
3,23: este verskulo es una de las noticias topograficas que apare-
cen de vez en cuando en este Evangelio y que (como he tratado de
probar) pueden explicarse con mucha probabilidad como fragmentos
de material tradicional. Establece la localidad de la actividad del Bau-
tista. durante todo un periodo de su ministerio 3 • Debemos suponer
Interpretaci6n, 309-312.
Cf. supra, p. 241.
3 Cf. ibid.
284 JUAN BAUTISTA

que Juan abandon6 en algun momento Betania al otro lado del Jordan
y comenz6 a trabajar en En6n junto a Salin.
3 ,24: es una nota redaccional que indica que el periodo aludido
fue anterior a 1a detenci6n del Bautista por Antipas, segun nos la
relatan Mc 6,17-18 y (quiza independientemente) Lc 3,19-20, as1 como
Josefo, Antiq., XVIII 119. Es claro que el Bautista estaba en liber-
tad durante el periodo indicado, pero el evangelista tiene evidente-
mente presentes en su mente a posibles lectores que podrfan encon-
trar dificultades en esta versi6n, ya que conodan un relato del minis-
terio de Jesus que comenzaba despues del encarcelamiento del Bautis-
ta. Tal es el relato que encontramos en Mc 1,14. Es, pues, posible
que el evangelista este «corrigiendo» a Marcos. Pero no era solo Mar-
cos el que presenta el ministerio de Jesus µaO: TO ßO::-n:naµo: ö
EKf]puE,cv 'Iw6::wr1c; que comenzaba en Galilea (Hch 10,37). Es po-
sible que nuestro autor este corrigiendo una opini6n muy extendida
de acuerdo con una informaci6n que el consideraba mejor. En cual-
quier caso, la nota fue probablemente insertada para justificar la cone-
xi6n de las dos afitmaciones: que Jesus estaba trabajando cn Judca
y que Juan estaba trabajando igualmente en En6n junto a Salin, como
si ambas cosas fueran contemporaneas.
3 ,25: este verskulo es una afirmaci6n totalmente separada del con-
texto sobre una controversia entre «algunos discipulos de Juan» 4 y
unos «judios» o «un judio» 5 • El tema de la discusi6n es la «purifica-
cion». Para los fines teol6gicos del autor, es probable que esta refe-
renda a la Ko:8o:pL<J'µ6<; (cf. 2,6) sirviera de indicaci6n de que el
bautismo de Juan era de naturaleza comparable con los preceptos
rituales de los judfos, en contraste con el bautismo regenf'.taonr oe Ja
Iglesia. Pero es muy improbable que la inventara deliberadamente
con esta intenci6n. Lo curioso es que no conduce a na<la. Pur analogfa
con otros pasajes de los evangelios, deberiamos esperar que esta refe-
rencia a una discusi6n condujera a un dialogo sobre el tema expuesto
en ella. Pero en este caso el dialogo que sigue trata de un tcma total-
4 La construcci6n gramatical no es muy clara. Seda posible construir EYE-
VETO EK TC2iv µa9T]T<'2>v '1 wavvou con EK en el sentido de su origen: «una
disputa fue suscitada por los disdpulos de Juan»; pero en vista del empleo que
nuestro autor hace del EK partitivo en otros lugares, serfa mejor entenderlo co-
mo equivalente a l;~TT]OLc; µa9T]T<'2>V T[vwv = <mna disputa de algunos disd-
pulos de Juan con unos judios (o un judio)».
s El texto es dudoso. El plural 'I ouoalwv leido por ~ ,e, fam. 13, ver-
siones latinas y el sirfaco curetoniano, ha sido confirmado recientemente por el
papiro Bodmet ( p 66 ), que, datado por expertos en paleograffa en ca. 200 p.C.
o al comienzo del siglo III, es nuestro ms. mas antiguo de una secci6n sustan-
cial del cuarto Evangelio. El singular '1 ouoa[ou aparece en ABW y otros un-
ciales, asi como en un corredor de ~. Las autoridades parecen apoyar el plu-
ral. Pero el singular serfa tan raro y «judios», sin ninguna determinaci6n ulte-
rior, aparecen tan frecuentemente mencionados como interlocutores, que su «Co-
rrecci6n» por los escribas se podrfa explicar fäcilmente. Decir que se deberfa
esperar TLv6c; con el singular y quiza el articulo con el plural es una objeci6n
de doble filo. La correcci6n propuesta T<'2>v 'I rioou en vez de 'I ouoa[ou, si
bien ingeniosa, es arbitraria e innecesaria.
JUAN EN ENON 285

mente diferente. Da la irnpresi6n de que 3,25 es un resto de una in-


troducci6n a un dialogo que no ha sido conservado. No parece tener
ninguna conexion con la rdad6n ~ntr<> d ministerio de Juan Bautista
y el movimiento cristiano de que aquel fue el preludio, sino solo con
im reluciuu cuu lm; prueticiw judfas dcl ticmpo. Este hccho co11trasta
extrafiarnente con la tendei:icia general de este evangelista, cuyo inte-
res por el Bautista, generalmente hablando, se lirnita a su funci6n de
«testigo». Efectivamente, esta breve nota tiene todo el aspecto de ser
un resto superviviente, casi unico en el Nuevo Testamento, de una
tradici6n interesada por el trabajo de Juan Bautista en cuanto refor-
mador dentro del judaisrno y no meramente en cuanto subsidiario del
cristianisrno 6 • Por esta raz6n, rne inclinarfa a concederle un alto grado
de valor hist6rico, dentro de sus limites. Si nos es licito suponer que
los «judios» ( o «judio») que discuten en 3 ,25 estan relacionados en
alguna rnanera con sectas corno la comunidad de Qumran, con su gran
intc:rcs por las puri:ficacioncs, una discusi6n con los &t:guiJutes Ji;;: ullo
que practicaba una forma diferente de Ka8apLoµ6c; encajarfa muy
bien en el lugur y tiernpo a quc sc asigna cl incidente.
3,26-30: este pasaje forma una perkopa cornpleta con mnc:hrn; cfo
los indicios que caracterizan los «relatos declaratorios» de los otros
cvungelios. Se hacc una prcgunla (uu <lireclamente, pero sf claramen-
te implidta) (v. 26). EI Bautista rcplica con un aforismo (v. 27) y una
parabola (v. 29), a la que se afiade un ulterior aforismo (v. 30), que
aplica 1a purabola y rc3pondc a la prcgunta implfrita. Pero hay hudlas
de reelaboraci6n redaccional.
Para comenzar, en el v. 28 parece que el evangelista (como he su-
gerido supra, 275-277 ha tomado de la tradici6n un dicho atribuido
al Bautista y un testimonuim del Antiguo Testamento y los ha inser-
LaJu ayui por medio del recurso a la auto-teferencia, con la intenci6n
de hacer mas explfcito el sentido de la respuesta de Juan. La labor
redaccional es patente; sin embargo, el material parece ser tradicional.
En el v. 27 tenemos un aforisrno expresado en lenguaje marcada-
mente joaneo y con el estilo criptico y oracular caracteristico de este
autor. El sentido no es del todo claro. ~Con:fiesa el Bautista que tie-
ne su propio modesto don de Dios y no puede esperar que su exito
supere ciertos Hmites? ~O esta diciendo que el creciente exito de
Jesus no deberfa provocar la envidia, ya que no es el resultado de
ninglin tipo de auto-engrandecimiento, sino el signo de la aceptaci6n
de lo que Dios ha dispuesto? En cualquier caso, tanto las ideas corno
el lenguaje apuntan hacia una composici6n del evangelista, mas bien
que hacia una fuente tradicional.
6 Otro fragmento de tal tradici6n podrfa estar contenido en Lc 3,10-14.
Los dichos que aparecen en Mt 3,7-10 y Lc 3,7-9 estaban sin duda orientados
originalmente hacia una situaci6n dentro del judafsmo, pero han sido conser-
vados en la tradici6n cristiana porque fueron puestos en relaci6n con la crisis
provocada por la aparici6n de Jesus y sus consecuencias.
286 JUAN BAUTISTA

La parabola (v. 29) es mucho mas semejante a formas tradic1ona-


les que nos son conocidas por los evangelios sin6pticos. Solo la Ulti-
ma frase de 3,29, que es una especie de indicaci6n de la moraleja y
no forma necesariamente parte original de la parabola, tiene el claro
cufio de la paternidad joanea: CXÜ"r11 oov fJ xcxpa fJ E.µYj TIETIAr'\-
pcuTCXL 7 Jncluso asf, tesuena en ella la expresi6n xap9: X<XLpEL de la
frase precedente y esta no es peculiar de Juan 8 • EI evangelista tiene
una cierta predilecci6n por el empleo del termino «voz» ( <pU)vft) 9 ,
aplicado al habla humana, y especialmente por la expresi6n cpcuvflc;
(cpcuvftv) aKOUELV w. Se puede pensar que esta predilecci6n se refleja
en el lenguaje de la parabola, aunque no se emplee la mencionada ex-
presi6n. No es del todo claro por que el amigo del novio haya de ale-
grarse especialmente al ofr al novio; es quiza mas facil comprender
por que Juan Bautista (en la aplicaci6.n de la parabola) deba alegrarse
al ofr a Jesus. Pero estos rasgos joaneos (si tales son) no pasan quiza
de ser el resultado de esa pequefia medida de reelaboraci6n que hemos
observado en otros lugares y la parabola puede muy bien ser .tra-
<licional.
La mayor parte de las parabolas transmitidas por la tradici6n es
atribuida a Jesus. Esta, aunque semejante en estilo, es atribuida a
Juan Bautista. En los evangelios sin6pticos, el Bautista pronuncia di-
chos parab61icos, aunque no parabolas en el sentido estricto. Describe
a «el que viene» como a un segador que aparece con el bieldo ,en su
mano y separa la paja del trigo, almacenando este y quemando aque-
lla (Mt 3,12; Lc 3,17). Esta es una imagen autentica tomada de la
vidu ordinaria y no exige alegorizad6n; no tenemos que decir que
representa el bieldo o que realidades estan simbolizadas por la aito-
0ft K11 y el itÜp cfoj)Eo"l:OV 11 • Una imagen subsidiaria es la del amo
del huerto o del olivar (ya que como amo nos lo debemos imaginar)
que decide cortar los arboles que no producen fruto y esta ya con el
hacha a la rafz (Mt 3,10; Lc 3,9). No hay raz6n para no aceptar estos
dichos como palabras autenticas del BaulisLa y no son esencialmente
diferentes ni de otros dichos parab6licos atribuidos a Jesus ni de la
parabola que ahora estamos considerando. Ni parece tampoco haber
raz6n para pensar que la tradici6n que contenfa los dichos parab6licos.
7 Cf. Jn 15,11; 16,24; 17,13, imitados quiza por 1 Jn 1,4; 2 Jn 12.
8 El dativo de la misma raiz del verbo, que intensifica el sentido de este
como en Lc 22,15; Hch 5,28; Sant 5,17 y en citas del AT), no aparece en nin-
guna otra parte del cuarto Evangelio. 9cxvai:cp d:ito9vtlaKElV de 18,32 no es
un ejemplo del mismo fen6meno. La expresi6n xafX?; xa[pElV no aparece en
ninguna otra parte del NT, a no ser que incluyamos 1 Tes 3,9; cf. tambien_
1 Pe 1,8.
9 Esta predilecci6n es compartida, en grado menor, por Lucas, pero la pa-
labra es rara en los otros evangelios, excepto en expresiones como <t>cuvft µE-
yaA.n.
1.0 Nueve veces en Jn, ninguna en los sin6pticos, excepto citas del AT.
11 Un fuego mantenido siempre encendido es un rasgo muy apropiado de-
esas operaciones agdcolas. Todo agricultor se siente orgulloso de que su hogue
ra se demuestre äaßEmov.
JUAN EN ENON 287

de Mt 3 y Lc 3 no pudo ser tambien la conclusi6n de la parabola del


novio y del amigo del novio. Es verdad que no se puede excluir la_
posibilidad de que esta estaba originalmente incluida como una para-
bola de Jesus, ya que tenemos evidencia de un intercambio de dichos
entre Jesus y Juan 12 ; pero a1 menos para cuando el aforismo del
v. 30 fue conectado con ella, la atribuci6n a Juan estaba ya fijada y
no tenemos otra indicaci6n que nos pueda guiar.
Ademas, el v. 30 es el tipo de aforismo que en los sin6pticos no
raramente cumple la funci6n de aplicar una parabola o un dicho pa-
rab6lico 13 • E igualmente, el v. 26, en el que se plantea (implfcita-
mente) la pregunta, es una frase introductoria bastante semejante en
su forma a1 tipo de introducciones que encontramos en los evangelios.
sin6pticos. Solo la oraci6n relativa cp au µcµa:p•6pTJKO:<;, que insis-
te, segun el estilo de nuestro autor, en el tema de la µa:p•up(a: y que
sirve de referencia retrospectiva a 1,29-34, puede ser considerada_
como un rasgo de composici6n. A partir del v. 31 tenemos, segiln
todos los indicios, pura teologfa joanea y el contraste en forma y es-
tilo con los vv. 22-30 es marcado.

Este analisis confirma la impresi6n que el pasaje produce a prime-


ra vista, a saber, que se trata de una composici6n basada en materiales
al menos en parte preexistentes. Sin pretender demasiada precisi6n en
la demarcaci6n de los lfmites, podemos estar razonablemente seguros.
de no equivocarnos a1 mirar como tradidonal~s los signi~ntes elemen-
tos: a) eI fragmento de itinerario (v. 22), b) la noticia topografica
(v. 23), c) la discusi6n con lo~ juufus (u cuu uu juufu) (v. 25), d) la
parabofa ( v. 29) ecompaffada de algiln tipo de introducci6n y aplica-
ci6n. Es naturalmente posible que la parabola fuera transmitida, como
al parecer ocurri6 con algunas parabolas sin6pticas, como un dicho
independiente sin introducci6n ni aplicaci6n, pero toda la perfcopa
contenida en vv. 26-30 es tan semejante a la familiar forma sin6ptica
en que una parabola recibe su propio contexto (y tan diferente del
estilo habitual de este evangelista) que invita a la conclusi6n de que
se trata de un elemento tradicional mas 0 menos reelaborado en er
proceso de composici6n. Tomemos, a modo de experimento, como nu-
cleo probable de todo el pasaje el siguiente esquema general:
12 Cf. infra, pp. 331-332.
13 Pot ejemplo Mc 2,17b: OUK fjA.Hov KcxAEaaL OtKa[ouc; O:A.A.O: aµap-
TCilAoU<;, Mt 22,14: "n:oA./...o[ Eiotv KAlJ.TOl öA.l:yot 5E. EKAEKTO[, Mt 6,24: oö
56vao9E 9Ei;> 5ouA.E6Elv Kal µaµCilvq:, Lc 16,8: ot utol -roü a:t&voc; K.1!.A.,
16,10: 6 mo-roc; EV eA.ax[o-rcp Kal EV 'ITOAAi;> K.i:l.A.. En este ultimo caso no
es en absoluto claro que el aforismo, aunque empleado para inculcar la mora-
leja de la parabola, surja realmente de ella. En los ejemplos que siguen, el afo-
rismo aparece tambien en contextos no parab6licos y podrfa muy bien no ha·
ber estado originalmente conectado con la parabola corresporidiente: Mt 20,15
(cf. 19,30); Mt 25,29 = Lc 19,26 (cf. Mc 4,25 y paralelos). Tambien en nues-
tro caso la parabola y el aforismo pudieron muy bien haber sido transmitidos:
por separado en la tradici6n mas primitiva. -
288 JUAN BAUTISTA

Se acercaron algunos a el (Juan) y le dijeron: «Rabbi, 1'.öE oi.'h"oc;


ßaTI'TLSEl». Juan respondi6: «El que se va a casar es el novio; e1 ami-
go del novio, que esta junto a el y le escucha, se alegra al ofr su voz».
Es esta una tipica pericopa parabolica, como se puede ver si la
comparamos con los otros evangelios, por ejemplo con Mc 2,18, don-
<le, de hecho, existe una cierta semejanza en las imagenes empleadas:
Algunos se acercaron a el (Jesus) y le dijeron: «Los disdpulos de
Juan y los disdpulos de 10s fariseos ayunan; ~por que razon tus dis-
dpulos no ayunan?». Jesus respondi6: «(Es que pueden ayunar los
.amigos del novio mientras duran las bodas?».
Los criticos y comentaristas no pueden determinar con exactitud
·cuanto de lo que sigue en Marcos a modo de aplicacion del dicho es
parte original de la pericopa; lo mismo ocurre en el contexto joaneo.
Pero si reflexionamos sobre el supuesto .nucleo, veremos en seguida
que no pudo existir por separado. El lector debe saber a quien alude
d oÜTo<; y se necesita algo que indique a que se refiere el '(o:: oÜToc;
ßam:(sEL. As1, pues, para poder entender e1 dialogo parece indispen-
sable la informacion dada en los vv. 22-2.3, que debio ser transmiti-
<la con e1 nucleo.
Si nos fijamos ahora en la analogfa con perkopas parab6licas de
los sinopticos, esta parabola pudo ir o no acompafiada de una «mora-
leja» o «aplicacion». En su estado actual, parece ofrecernos dos posi-
bilidades de aplicacion (como Lc 16,8-12 nos ofrece cuatro posibili-
dades): a) el Bautista se alegra al ofr del exito de Jesus, aun cuando
haga sombra a su propio trabajo, al igual que el «amigm> se alegrn
de poder servir al novio; b) Cris to debe (segun disposici6n de la Pro-
videncia) avanzar y el Bautista retroceder. La pritnera posibilidad pa-
rece brotar mas naturalmente de la parabola misma, pero, como hemos
visto, esta expresada en un lenguaje sospechosamente «joaneo». La
segunda no emplea vocabulario joaneo y, en cuanto a forma y lenguaje,
podria ser tradicional 14 •
Si consideramos la parabola en s1 misma, pudo ser pronunciada
sin referencia directa a Jesus. Las imagenes del novio y del amigo del
novio podrfan formar una pareja como las del amo y su esclavo, de-
masiado humilde incluso para quitarle las sandalias, con referencia,
no a la relaci6n historica entre Jesus y Juan Bautista, sino a la relacion
ideal del Mesfas con su precursor. Sin embargo, e1 aforismo EKELVOV
DEI: cxöE,6:vav E[lE öE. E.A.anoGo8m parece aludir necesariamente
1'4 Los verbos aöE,avEtV y EAarroüv no aparecen en ninguna otra parte
del cuarto Evangelio. El primero es frecuente en casi todos los escritos del NT.
E1 segundo aparece solo en una cita del AT (Heb 2,7.9). Los dos son palabras
bfölicas .. Su empleo en contextos judeo-helenisticos y el uso de terminos corres-
pondientes en el hebreo rabfoico, · en antitesis, estan ampliamente ilustrados por
Schlatter, Der Evangelist Johannes, 109. No es necesario suponer (con Bauer,
ad loc:) que el lenguaje del presente pasaje depende del empleo helenistico de
las palabras aplicadas al creciente y menguante de los cuerpos celestes, si bien
es probable que el evangelista fuera consciente de este matiz adicional (y muy
i!propiado) de sentido.
JUAN EN ENON 289

a una petsona determinada contrapuesta al Bautista; pero si el aforis-


mo fue transmitido originalmente sin conexi6n con la parabola (de·
acuerdo con algunas analogfas sin6pticas), no implicarfa necesariamente
que Jesus era el Mesfas. Si nos preguntamos, como problema inmedia-
to, no que dijo de hecho el Bautista, sino que fue lo transmitido por
la tradici6n que lleg6 hasta el evangelista, parece muy probable que
1a parabola con el aforismo EKE'Lvov ÖEL K.-r.A.. estaba ya incoroorada
en un relato sobre un perfodo de los ministerios de Jesus y del Bau-
tista, cuando estos estaban desarrollando su actividad contemporanea-
mente y en lugares no muy distantes uno de otro.
Si es as{, este relato incluirfa la a:6.rmaci6n de que durante este
perfodo Jesus, al igual que Juan, solfa administrar el bautismo. Nada
en el Nuevo Testamento nos prepara para escuchar tal afirmaci6n. De
hecho, parece haber creado alguna dificultad a1 autor de 4,2, fuera
este quien fuera, ya que, despues de la afirmaci6n de que los fari-
seos oyeron Ö'rl 'l T]OOÜ<; TIAE(ovo:c, p<X8T]'r0:<; TIOLEL Kal ßaTI-rLZ:EL
fl 'l U>cXWT]<;, afiadi6 un parentesis explicando que se trataba de una
informaci6n inexacta. Los disdpulos de Jesus sf bautizaban, pero no
su Maestro, como no fuera en el s,entido de que qui facit per alium
facit per se. Si el parentesis es obra- del mismo evangelista, podrfamos
concluir sin temor a equivocarnos que tom6 la afirmaci6n de 3,22.26
de una fuente anterior. Pero resulta difkil creer que un escritor haga
una a:6.rmad6n para contradecirla acto seguido, destrozando asf irre-
mediablemente su frase. Parece que, a1 · menos aqu{, debemos admitir
la mano de un ulterior redactor, que desaprobaba la idea de que Jesus
fucra (por asf dccirlo) un scgundo Bautista. En tal caso, el evangelis-
ta serl'a ple1rn111e11Le responsable de esta afirmaci6n un tanto sorpren
dente. Estarfa sin duda en consonancia con su actitud general presen-
tar a Jesus, no recibiendo el bautismo de Juan, sino administrandolo
el mismo, en cuanto debemos pensar que el Logos encarnado estaba
siempre activo y nunca meramente pasivo. Mas aun, he sugerido en
otro lugar que, en el desarrollo de este gran tema, el pasaje de 3,22-36
tiene la finalidad (entre otras) de explicar el sentido de la regeneraci6n
Ef, üöa-roc; Kal TIVEuµo:-roc; en relaci6n con la obra de Cristo y, en
especial, de conectar los conceptos de üöcup y 'ITVEܵo: por medio de
la idea del bautismo (del bautismo de la Iglesia, en contraposici6n al
de Juan, que era solo Ef, üöo:wc;). EI agente de tal bautismo es el
mismo Cristo. EI lector sabe ya que Cristo es 6 ßo:TI-rtC:cuv EV TIVEU-
µo:n cX)ßL<p. Que su bautismo (el bautismo de la Iglesia) es tambien
E.v üöan aparece dramaticamente en la imagen de Jesus que adminis-
tra personalmente el rito junto a1 -y en contraposici6n al- bautismo
de Juan. Pienso que esta es una explicaci6n probable de la intenci6n
que tuvo el evangelista a1 situar la perkopa de 3,26-30, junto con el
material introductorio de los vv. 22-24, en este preciso momento,
donde se suele pensar que interrumpe 1a conexi6n entre lo que prece-
de y 1o que sigue. Se podrfa objetar que, si la idea de que Jesus
administr6 el bautismo tiene este fuerte interes teol6gico, dicha idea
19
290 JUAN BAUTISTA

puede tener una base teol6gica y no hist6rica. Pero si el argumento


que he propuesto en favor de la dependencia de este pasaje con res-
pecto a una tradici6n precan6nica es valido, la afirmaci6n tres veces
repetida de que Jesus bautizaba debe ser aceptada como parte inte-
grante de la tradici6n 15 • A mi juicio, el evangelista, en este como en
otros pasajes, tom6 un elemento de la tradici6n que habfa llegado
hasta el y lo explot6 teol6gicamente. Si iba en contra de algunas creen-
cias o prejuicios existentes en la lglesia (como parecerfa implicar 4,2),
esto no harfa sino confirmar que la perfcopa se basaba en hechos his-
t6ricos.
Mas adelante tratare el problema del valor hist6rico del relato de
la obra de Juan Bautista en el cuarto Evangelio. Nuestro analisis del
pasaje sobre Juan en En6n junto a Salin ha dado los siguientes resul-
tados: el pasaje tiene pocos rasgos que lo asocien con la caracterfsti-
ca teologfa joanea y comparativamente pocas huellas del lenguaje o
estilo de este evangelista. La forma de este pasaje es, en conjunto,
sorprendentemente distinta de las formas habituales del cuarto Evan-
gelio y, por otra parte, revela, prescindiendo de alguna medida de
reelaboraci6n redaccional en e1 curso de la composici6n, una rara se-
mej anza con formas tradicionales que nos son conocidas por los sin6p-
ticos: por una parte, con los «sumarios generales» y material de «iti-
nerario» que en Marcos sirven para formar el «marcm> del relato;
por otra, con perfcopas que tienen e1 caracter de «telatos declaratorios».
Por estas razones es muy probable que estemos aqui en contacto con
una tradici6n precan6nica.
15 Seda posible suponer que en 4,2 las palabras Kal ßa1rr(sEL fueron in-
terpoladas y que en 3,22 Eß6:mtl:Ev sustituy6 a EBff>a:oKEV u otro verbo de
parecido sentido, pero en 3,26 oÖTOc; ßam(sEL es indispensable.
4. EL BAuTISTA EN EL cuARTO EvANGELIO
Y EN LOS SIN6PTICOS

El analisis precedente nos ha llevado a la conclusi6n de que, al


relatar el ministerio de Juan Bautista y su relaci6n con el ministerio
de Jesus, el evangelista ha utilizado abundantemente material que
lleg6 hasta el en .forma tradicional. Parte de este material coincide
con e1 que nos es cönocido por los evangelios sin6pticos, pero no hay
raz6n suficiente para suponer que estos sirvieron de fuentes a nuestro
autor. La tradici6n que este sigui6 transmitfa sin duda mas informa-
ci6n que la que quiso incluir en su relato. Hemos observado a1 menos
un ligero indicio del tipo de material que ha excluido: la curiosa no-
ticia sobre una controversia con judfos: Tic.pl Ka8apLcrµo0 (3,25) 1 •
Parece que en otro pasaje, 8,39-41, existen restos de una ensefianza
atribuida a1 Bautista en Mt 3,9 y Lc 3,8, si bien tal ensefianza ha sido
incluida por nuestro evangelista en un discurso de Jesus 2 • Estos dos
restos parecen haber pertenecido originalmente a un cuerpo de mate-
rial relativo a la labot de Juan en cuanto reformador dentro del judafs-
mo 3 • Nuestro evangelista no esta interesado por ese aspecto de su
labor. Lo que nos ha dado es el resultado de un proceso de rigurosa
selecci6n, gobernado por su declarada intenci6n de presentar al Bautis-
ta como el gran testigo de Cristo. Para llevar a cabo esta intenci6n,
ha reelaborado (como hemos encontrado razones para pensar) su ma-
terial en una medida difkil de determinar con precisi6n, pero, en. todo
caso, no suficiente como para oscurecer por completo su caracter tra-
dicional. Hay sorprendentemente pocos elementos en los pasajes rele-
vantes que lleven la impronta clara de la tan caracterfstica teologfa
joanea y quiza ninguno que haga pensar en una veta helenistica. Por
otra parte, hemos observado diversos puntos de evidente contacto con
situaciones, practicas, mentalidad y vocabulario judfos, dpicos del si-
glo 1 4. Todo ello nos induce a pensar que nos encontramos ante algo
mas que una construcci6n de la imaginaci6n para fines dogmaticos y
que hemos de considerar esta secci6n del Evangelio como una repro-

1 Cf. supra, pp. 284-285.


2 Cf. mi artkulo Ä l'arriere-plan d'un dialogue johannique: «Revue d'His-
toire et de Philosophie religieuses» 1 (1957) 330-332.
3 Estos son los unicos lugares donde es en absoluto plausible sugerir que
nuestro evangelista dependfa de una tradici6n formada en una comunidad «bau-
tista».
4 Cf. supra, pp. 259, 270-274.
292 JUAN BAUTISTA

duccion -qmza un tanto libre- de una tradicion con contenido


autenticamente historico.
EI cuadro que nos ofrece el evangelista es, en conjunto, claro y
coherente. Comparado con el cuadro sinoptico, encontramos en el algu-
nos elementos basicos comunes, pero el resultado final es muy dife-
rente.
Es comun a los cuatro evangelios la afirmacion de que Juan Bau-
tista apareci6 en el papel de «la voz en el desierto», descrito por 1a pro-
feda isaiana que todos ellos ci tan ( Is 40 ,3). Segun el cuarto evangelis-
ta, fue el mismo Bautista el que reivindic6 para s1 este papel. Esto
puede o no ser verdad, pero es en s1 mismo perfectamente crdble en
vista de la gran importancia que, como hoy sabemos, fue atribuida a
esta profeda por el judaismo sectario de aquel tiempo. Esto implica
que el Bautista se present6 como el heraldo de una inminente inter-
vencion divina en los asuntos humanos. Otro modo de describir . su
mision, comun a todos los evangelios, se basa en la profecfa de Ma-
laqufas sobre «el mensajero» (Mal 3,1-4). EI pensamiento cristiano pri-
mitivo identific6 esta figura profetica con la de <<Elias el Tesbita»,
procedente del mismo libro (Mal 4,4 [3,23] ). Esta identificacion no
parece haber sido atribuida al mismo Bautista por la tradicion subya-
cente en el cuarto Evangelio, ya que en el locus classicus Juan rechaza
enfaticamente el papel de Elias (1,21). Tambien en los otros evange-
lios se puede discernir una cierta vacilacion o ambigüedad en la doc-
trina de Elias el precursor, aunque parece haberse fijado definitivamen-
tc antcs de quc sc cscribicra cl cuarto Evangelio. E5 probable que
debamos aceptar Jn 1,21 como un resto de una tradicion anterior y
fehaciente, segun la cual Juan Bautista rechaz6 este papel, si bien mas
tarde e1 pensamiento cristiano se lo asigno definitivamente.
Es tambien terreno comun a todos que en el curso de sus predic-
ciones sobre la inminente intervenci6n divina el Bautista habl6 _de
«uno que habia de vemr». Dos ramas de la tradicion nos dicen que e1
Bautista manifesto un sentimiento de Ja ahrumadora supetioridad de
esta augusta figura diciendo, con una metafora casera, que no era dig-
no de ser su lacayo. Su propio bautismo de agua era a la vez signo,
preparacion y contraste de un bautismo con el Espfritu Santo que el
que habia de venir iba a administrar. En vista de las ideas sobre e1
bautismo y el Espfritu Santo atestiguadas en los Documentos del Mar
Muerto 5 , no · hay por que abrigar serias dudas sobre la historicidad
de este punto cardinal de las predicciones del Bautista.
Hasta aqu1 nos movemos en terreno razonab1emente seguro. Lle-
gamos ahora a la primera diferencia sustancial entre el cuarto Evan-
gelio y los sinopticos. Segun el primero, el Bautista no solo predijo la
venida de uno que bautizaria con el Espfritu Santo; declar6 tambien
que esa persona estaba ya presente pero era desconocida. Tenemos
suficientes pruebas de que la idea de un Mesias desconocido era eo-
5 Por ejemplo, en el Manual de Disciplina; cf. Miliar Burrows, Manual
of Discipline, 373.376.
EL BAUTISTA EN JN Y EN LOS SINOPTICOS 293

rriente, en varias formas; en el siglo I. Que el mismo Bautista era de


esta opinion esta necesariamente presupuesto por la pregunta que, se-
glin Mt 11,2 y Lc 7,19, el mismo formulo, ya que dificilmente pudo
creer que Jesus era el que habfa de venir, si no estaba cönvencido de
que alguien que se movfa pör la escena contemporanea era el Mesfas
de incognito. La sencilla meta:fora que emplea para subrayar la supe-
rioridad del que habfa de venir presupolie casi que se concebfa a sf
mismo en esta relacion de incuestionable subordinacion con algiln con-
temporaneo a quien esperaba encontrar cara a cara y que, por 1o tan-
to, debfa encontrarse en aquel momento a poca distancia y listo para
ser descubierto. Que creyo que su propia mision habfa sido destinada
(por disposicion divina) para hacer ese descubrimiento a su debido
tiempo y que, entre tanto, tambien el debfa permanecer ignorado (1,31)
es totalmente crefble dadas las circunstancias.
Podemos, pues, aceptar del cuarto Evangelio que Juan Bautista
no solo proclamo la inminente venida del Mesfas, sino que declar6
tambien que en aquel momento estaba presente pero desconocido y .
que podrfa ser descubierto en cualquier momento. Si este. era su
mensaje, y no solo una repe#cion mas de' la antigua promesa de que
el Mesfas iba a aparecer en un futuro, incluso en un foturo cercano,
se explicarfa en gran parte el inmenso revuelo que evidentemente cau-
so su predicacion.
Pero el cuarto Evangelio dice ademas que llego el dfa en que Juan
identifico de hecho a «el que viene» y declar6 que era Jesus: aO'l'O<; ~v
öv elTI:OV. Es esle cl momento cn quc el Bautista se encuentra mas
cerca de dar a «el que viene>) el titulo de Mesfas (que tanto aqu1 como
en los sin6pticos .parece quererse evitar). 'O ä:p.voc; -roO 0i:.o0 es uti
tftulo totalmente extrafio a la teologfa joanea y el evangelista lo iden-
tifica con MEcrcr(ac; ( 1,36.41 ). Esta identificaci6n expresa de Jesus
con el Mesfas no tiene paralelo en los sin6pticos y es difkilmente re-
conciliable con sus datos. Sin embargo, esta subrayada por nuestro
evangelista mediante la afirmaci6n de que las palabras „ J.5E 6 ä:p.voc;
-roO 0c.o0 fueron las que condujeron a Jesus sus primeros disdpulos.
Volvere en seguida a este problema, pero entre tanto sera conveniente
considerar otro punto-en que el cuarto Evangelio parece diferir de los
sin6pticös.
El cuarto Evangelio afirma que existi6 un perfodo durante el cual
Jesus y Juan Bautista trabajaron simultaneamente. Los sin6pticos no
parecen dar cabida, a primera vista, a tal perfodo de ministerio para-
lelo. Sin embargo, algo del genero parece desprenderse de la parabola
de ·los nifios en la plaza y del dicho que la aplica a la situaci6n del
momento (Mt 11,16-19; Lc 7,31-35). Los sin6pticos presentan al pu·
blico jud1o observando y comentando el contrastante comportamiento
de Jesus y de Juan Bautista. Las frases relativas a los dos son riguro-
samente paralelas:
294 JUAN BAUTIST A

i'jA.8Ev •I wO:vv.T]c; ... Kai A.E.youatv .. .


i'jA.8Ev 6 uloc; rnu ä:v8pcilTiou ... Kai A.E.youatv 6.. .

La implicaci6n es que la gente tiene ante sf a dos personas comprome-


tidas en actividades comparables y co111e11tan hostilmente sobre los
dos, aunque por razones diferentes. No creo que se le podria ocurrir
a ningun lector entender el pasaje en relaci6n con algo que no fuera
la actividad contemporanea de ambos, si no se encontrara en un con-
texto que parece indicar lo contrario. Pero la mayoria de los criticos
estan actualmente de acuerdo en que el discurso en que el pasaje ha
sido incorporado, tanto en la versi6n larga de Mateo como en la corta
de Lucas, es una recopilaci6n de perkopas originalmente separadas.
No hay, por tanto, raz6n para no aceptar la parabola, junto con su
aplicaci6n 7 , en su sentido inmediato, es decir, como prueba de que
la tradici6n subyacente en los evangelios sin6pticos, no menos que la
que se encuentra detras del cuarto Evangelio, sabfa de un perfodo en
que Jesus y Juan trabajaron simultaneamente 8 •

El pasaje en cuesti6n no nos dice en que estadio del mm1sterio


de Jesus se supone que se hideron estos comentatios y comparaciones,
o d6nde se encontraba el en ese momento. Mateo y Lucas han situado
d pasaje en el contexto del ministerio galileo, despues de la detenci6n
de Juan, pero esto es evidentemente inex.acto. No hay nada intrfosc-
co a la perkopa que apunte a Galilea mas que a Judea. Es verdad que
la ocasi6n en que se dice que Jesus se junt6 con «publicanos y peca-
dores », Mc 2, 13-1 7, enca ja mas na tut almen te en Galilea, pero no se
ha de pensar que esta practica se limitaba a una regi6n o perfodo 9 •
No hay, por tanto., ninguna dificultad real en aceptar los datos del
cuarto Evangelio: que antes de que el Bautista fuera encarcelado, mien-
tras trabajaba en En6n. junto a Salin, tambien Jesus estaba trabajando
en Judea y que su trabajo alH termin6 con un viaje a Galilea. No
6 Asi Mateo; Lucas usa el verbo en perfecto, EAi'jA.u8Ev, sin diferencia de
sentido. EI aoristo de Mateo debe referirse a acontecimientos del pasado inme-
diato y no del pasado «hist6rico» (cf. Mat 10,34, Mc 2,17, Lc 12,49; 19,10).
En vez de (A.E.youatv) Lucas emplea AEYE'LE, confiriendo al dicho una inme-
diatez min mayor.
7 Este parece un caso claro en que la «aplicaci6m> forma parte integrante
de la tradici6n que transmiti6 la parabola; cf. Las parabolas del Reino (Cristian-
dad, Madrid 1974) 34-38. 113.
8 En Mc 2,18 no es daro si los «disdpulos de Juan» son seguidores de un
maestro aun en activo o un grupo que, despues de perder a su Hder por en-
carcelamiento o muerte, sigue todavia la norma de vida que aquel habia esta-
blecido. Pero en un aspecto el pasaje es analogo al que estamos estudiando:
gente no mencionada por su nombre lleva informaci6n entre los dos Hderes sin
que estos entren personalmente en contacto. Es sin duda verdad que en otros
pasajes Jesus alude al ministerio del Bautista como algo ya completo y pasado:
Mc 11,29-30; Mt 11,12 y quiza 11,7-11. Nadie pone en duda que Jesus con-
tinu6 trabajando alglin tiempo despues de que Juan habia desaparecido de la
escena.
9 Lucas conoce al menos un caso en Judea (19,1-10).
EL BAUTISTA EN JN Y EN LOS SINOPTICOS 295
tenemos quiza suficientes datos para decir si la raz6n de la partida
fue, como afirma el cuarto Evangelio, la inoportuna atenci6n de los
«fariseos» a su creciente exito o, como se desprende de los sin6pticos,
la detenci6n del Bautista. Las dos razones pudieron desempefiar un
papel: la hostilidad de Antipas hacia Juan y la hostilidad de los «fa-
riseos» hacia Jesus. Quiza hubiera tambien otras razones. Las mas de
las veces hay mas de una raz6n para un importante. cambio en los
planes.
Durante el perfodo en cuesti6n, dice nuestro autor, Jesus, al igual
que Juan, administraba el bautismo. He sugerido algunas · razones para
pensar que este dato era un elemento de la tradici6n que lleg6 hasta
el y no un reflejo de su propia teologfa. Es una afirmaci6n sorprenden-
te, que un antiguo «redactor» de los evangelios se sinti6 obligado a
corregir. Los reslimenes convencionales de la actividad de Jesus hablan
de su ensefianza y curaciones o, en el cuarto Evangelio, de ensefiar y
«hacer signos». Solo aqui se nos dice que bautizaba. Para la mentali-
dad de la Iglesia primitiva, en cuanto podemos detectarla detras de
nuestros <locumentos, la sugcrencia de que Jesus se situ6 en algiln
rnomento al rnismo nivel que Juan -incluso al mismo nivel aparente-
resultarfa molesta. Es mas probable que nos encontremos ante un res-
to no digerido de informaci6n autentica. Encajarfa con el resto de
nuestros datos si supieramos que en los primeros momentos, cuando
se le podrfa considerar un seguidor del Bautista (posiblemente incluso
por Juan mismo, si se acepta la traducci6n que he propuesto para
Jn 1,30), Jesus estaba comprometido en una misi6n esencialmente
semejante a la del Bautista. Era un estadio provisional y preparatorio.
En publicaciones recientes sobre el problema de si Jesus pretendi6 o
no ser el Mesfas, se ha sugerido con frecuencia que, durante su vida
terrena, no era sino «Mesfas designado» y que actu6 como su propio
precursor; A mi juicio, esta teorfa violenta demasiado los datos de los
evangelios. Pero creo que esto es precisamente lo que Jesus estuvo
haciendo en el perfodo a que alude Jn 3,22-30: estaba actuando como
su propio precursor. Su tiempo {como podfa haberlo expresado nues-
tro evangelista) no habfa llegado aun. Sin embargo, cuando las auto-
ridades judfas comenzaron a fijarse hostilmente en su comportamiento
y cuando (posiblemente, inmediatamente despues) la labor de su pre-
cursor fue interrumpida violentamente, la hora son6. Fue entonces
cuando Jesus fue a Galilea, anunciando, dice Marcos, its.itf...~pc.u-rm
6 Kmpo<; Kai TlYYLKEV ~ ßaOlf...c.(a -roO 0c.o0. Esto darfa una se-
cuencia inteligible y explicarfa por que en el kerygma el motivo de
«comenzando desde Galilea» es tan constante. Este motivo era tam-
bien coriocido, evidentemente, por el cuarto evangelista, que consigna
que fue en Galilea donde la apxiJ miµs.lc.uv manifest6 por primera
vez la gloria de Cristo. Fuera cual fuera la labor preparatoria que habfa
sido ya realizada, la marcha de Jesus hacia el norte, a Galilea, fue
el comienzo de los acontecimientos en los que los primeros creyentes,
296 JUAN BAUTISTA

ensefiados por el mismo Jesus, reconocieron la venida del reino de


Dios, los dfas del Mesfas.

Volvamos ahora a Juan Bautista. Cuando cay6 en la cuenta de que


Jesus estaba duplicando su propio ministerio y haciendolo con ·tal
exito que prometfa oscurecer su propio trabajo, (cmil fue su reacci6n?
Seg6n Jn 3,22-30, acept6 la situaci6n como dispuesta por Dios {Öd)
y se alegr6 de que Jesus creciera mientras su propia causa menguaba,
utilizando una parabola sobre el novio y el amigo del novio. El evan-
gelista lo entendi6 sin duda en el sentido de que Juan crefa que Jesus
era el Mesfas. Asf lo ha hecho entender en dos lugares donde hay
raz6n para suponer alguna adici6n al material tradicional: a) la frase
4> ou µEµapT6pT)Kac; {3,26), que remite al lector al «testimonio de
Juan» en 1,29-34 y b) la doble cita de lo que el Bautista habfa .dicho
anteriormente en 3,28. Podemos considerar esta auto-referencia como
un recurso para introducir algo que el evangelista quiere que sus lec-
tores tengan presente al leer los verskulos que siguen. Esta diciendo:
«Tened presente, primero, que Juan Bautista, como os he dicho, neg6
expresamente que fuera el Mesfas (1,21) y, segundo, que su ministerio,
como todos los cristianos sahen muy bien, fue el cumplimiento de la
profecfa de Malaqufas sobre «el mensajero» enviado por delante para
preparar el camino del Sefiot>>. EI lector que esta asf preparado vera
inevitablemente en el novio de la parabola un criptograma del Mesfas
y en el EKELVOV ÖEL aöE,6:vELv del siguiente aforismo una afirmaci6n
profetica de que el Mesfas <lebe ir por delante victorioso. Pero sin la
indicaci6n de 3,28, ni la parabola ni el aforismo equivalen necesaria-
mente a una declaraci6n expresa de la mesianidad de Jesus {cf. supra,
288-290 ). Los dos podrian entenderse en d sentido de que el Hautis-
ta r~mnocin ~n J~si]s a otro h~raldo, mA"s efirnr., de la inminente inter-
venci6n divina. (Por que no pudo, por ejemplo, asignar a Jesus en
aquel momento el papel de Elfas, que habfa rechazado para sf?
Podemos recordar ahora una perkopa sin6ptica {Mt ll,2-6;
Lc 7,18-23) que presupone una situaci6n en cierto sentido semejante a
la de Jn 3,22-30. Jesus y Juan no estan en contacto directo, pero el
segundo puede recibir informaci6n sobre lo que Jesus esta haciendo
('ITEpl 'll:6:VTC0V TOUTC0V, dice Lucas, TeX f.pya wü XPLOTOÜ, dice
Mateo ), y mensajeros van y vienen de uno a otro. Las informaciones
que ha recibido le hacen preguntarse si no sera Jesus el que ha de
venir, de quien el mismo ha hablado. Seda facil entender esto como
el estadio siguiente al representado por Jn 3,29-30. Segiln Mateo,
Juan estaba entonces en la carcel, pero las palabras EV '(Q ÖEO[lC0'tT]-
p(cp no tienen paralelo en Lucas y pröbablemente no pe;tenecen a la
fuente comun que estan siguiendo; pueden no ser sino una deducci6n
inteligente de Mateo a partir de la a:6.rmad6n que ha reproducido
siguiendo a Marcos (Mt 4,12-17; Mc 1,14) de que Jesus comenz6 su
ministerio en Galilea despues de la detenci6n de Juan. Es, pues, po-
sible que Juan estuviera aun en libertad cuando envi6 su mensaje;
EL BAUTIST A EN JN Y EN LOS SINOPTICOS 297

nos encontrarfamos entonces en una situaci6n · semejante a la de


Jn 3,22-30 10 • Pero si es asi, la reconstrucci6n que he propuesto para
combinar los datos del cuarto Evangelio con los de los sin6pticos cae
por tierra, ya que es esencial a la pericopa que estamos considerando
que los milagros que anuncian la era mesianica esten ya en curso.
Pertenece, por tanto, a un perfodo posterior al «comienzo de los sig-
nos» en Galilea, despues de la proclamaci6n del reino de Dios, y no
puede colocarse, sin apartarnos demasiado de los textos, en el estadio
preparatorio o provisional del ministerio de Jesus. Juan estaba ahora
en la carcel y Jesus se habfa marchado a Galilea.
Sin embargo, la sugerencia de que la pregunta au El 6 E.pxoµcvoc;;
representa un estadio posterior en el desarrollo de las ideas del Bau-
tista al representado por Jn 3,22-30 es todavfa posible. Seglin esta
opini6n, Mt 11,2-6 no estarfa en contradicci6n con Jn 3,22-30, pero
si contradirfa las afirmaciones explicitas de Jn 1,29-34, donde el Bau-
tista, antes de que hubiera comem:ado el ministerio cle Jesus e inme-
diatamente despues de la ocasi6n que debemos necesariamente identi-
ficar con su bautismo segun lo rn11signa11 . los sinÜJJLicos, identifica
expresamente a Jesus con «aquel de quien hable», · con el que bautiza
con Espiritu Santo, con el Hijo de Dios, con el Cordero de Dios, en
otras palabras, con el Mesfas. La dificultad de aceptar esta afirmaci6n
y de conceder al mismo tiempo a los sin6pticos el grado de credibi-
lidad que, en terminos generales, parecen merecer, estriba no solo
en el silencio de estos sobre tal «testimonio de Juam>. La dificultad
va mas lejos. Segun Mt 11,11, Juan Bautista, aunque profeta y mas
que profeta, aunque mas grande que cualquier nacido de mujer, no
esla Lo<lavfa «eu el reiuu <le Dius». Eslat en e1 reino, tl":cibirlo, re-
cibir a Cristo, confesarle, son conceptos, si no identicos, al menos tan
intimamente relacionados que no se puede decir que uno que confiesa
a Cristo este fuera del reino de Dios. Y sin embargo, Juan esta fuera.
Es decir, que o nunca confes6 a Cristo o, despues de confesarle, de-
cay6 de su fe. Se ha sugerido a veces la segunda hip6tesis para conci-
liar la discrepancia de nuestras fuentes. Juan -se dice- pudo haber
vacilado por decepci6n de sus esperanzas de acci6n drastica por parte
del Mesfas o, simplemente, por la depresi6n natural de un hombre
frustrado y encarcelado. Esta hip6tesis podrfa encontrar apoyo en el
dicho con que termina la respuesta a su pregunta en Mt 11,6 y
Lc 7,23: µaK6:pt6c; fonv öc; E.O::v µ~ aKavöaA.to8ft E.v E.µoL EI
verbo aKavöaA.(sEo8aL se emplea frecuentemente con el sentido im-
plicito de apostatar de la fe o de la lealtad. EI dicho puede, por
tanto, implicar que el Bautista ha apostatado o que esta en grave pe-
ligro de hacerlo. Si lo primero es verdad, se puede decir correctamen-

10 Podrfamos preguntarnos si a Juan, encarcelado en la fortaleza de Ma-


queronte porque Antipas juzgaba su influencia politicamente peligrosa (Josefo,
Antiq., XVIII, 118), se le permitfa comunicarse libremente con sus seguido-
res y enviar mensajes a posibles c6mplices del exterior.
298 JUAN BAUTISTA

te que esta fuera del reino de Dios; si lo segundo, tal afirmaci6n no


·serfa tan correcta.
Esto no es una lectura imposible entre lineas. Pero es extrafio que
no haya en ningiln otro pasaje de los sin6pticos ningiln indicio de que
Juan confesara alguna vez a Cristo, si bien, sin saber esto, difkilmen-
te podrfa esperarse que el lector adivinara el sentido que ahora hemos
propuesto para Mt 11,6 y Lc 7,23. Hay, s1, un pasaje que podrfa in-
terpretarse como si implicara que Juan crefa personalmente, desde el
principio, que Jesus era el Mesfas. En el relato mateano, Juan sabe ya
antes de bautizar a Jesus que este es, al menos espiritualmente, supe-
rior a el y, despues del bautismo, la voz del cielo proclama: Oi5-r6c;
EO'rlV ö ul6c; µou ö ö:yain'j'r6c;. La voz se dirige, por tanto, no a
Jesus, sino, al parecer, al Bautista, y puede, por lo mismo, suponerse
que este ultimo conoda 1a verdad desde este momento. Pero no hay
ninguna indicacion de que comunicara su conocimiento a ningiln otro.
El relato de Mateo difiere aun sensiblemente del que nos ofrece el
cuarto Evangelio, donde Juan ve la vision del descenso de la Paloma
(y, si queremos leer entre lineas, oye la voz), cuenta la vision y repite
los terminos del bath qol: Oi5-r6c; Eo'rlV ö uloc; wO SwO.
Se podrfa sugerir que Juan hizo esta manifestacion solo a unos
pocos fntimos y que estos (por 1a razon que fuera) no la divulgaron.
De hecho, solo de dos disdpulos se nos dice que oyeron hablar a
Juan, y 1a implicacion de 3,26 y 10,41 (que su testimonio fue amplia-
mente divulgado) y de 5,33-35 (que era conocido por los «judfos»)
puede ser descattada como una generalizad6n re<lacciu11al. Sin embar-
go, es dudoso que una comunicacion hecha a unos pocos fuera llamada
µap1:up(o: por este evangelista. Si le tomamos por la palabra, uno
de los que oyo hablar a Juan fue Andres, quien corrio a contar el
'Secretu a su l1emm110 Si111611 Pedro. No hay cicrtamcntc ningiln indicio
en los sinopticos de que estos dos hermanos supieran que Jesus era
el Mesfas cuando abandonaron sus redes y le siguieron. Ni tampoco,
cuando los disdpulos preguntaron perplejos tras la tormenta en el
lago: Tlc; ä:pa oo-r6c; fonv (Mc 4,41) 11 , parece que Simon y An-
dres se sintieron .menos perplejos que los demas. Y la escena de Ce-
sarea de Filipo (Mc 8,27-30) perderfa gran parte de su fuerza drama-
tica si Pedro hubiera sabido desde siempre que Jesus era el Mesfas u.
Y mucho menos se podrfa justificar la adicion mateana a esa escena:
oapf, Kal at:µa OÖK Ö:'ltEKCx)1.Ul\JEV OOL (Mt 16,17), si hubiera sido
11 Se podrfa objetar que Mateo (8,27) ha cambiado la frase en noTO:'J{O<;
~cn:tv oiSi:o<;; porque suponfa que, aunque Pedro (y otros) sabfa ya que Jesus
era (o iba a ser) el Mesfas, la reciente experiencia abrfa nuevas perspectivas
sobre la naturrueza y origen del Mesfas, que iban mas alla de cuanto pudieran
haber imaginado. Pero tal sutileza esta fuera de contexto.
12 Sin embargo, no darfa demasiada importancia a esto. La verdad real-
mente nueva e importante comunicada en esta pericopa no es que Jesus es el
Mesfas, sino que el Mesfas debe sufrir, y la escena tendda todavfa importancia
para Pedro si este habfa abrigado la creencia de que Jesus era el Mesfas en el
sentido popular. Jesus le hace confesar esto con el fin de desengaiiarle. Asf
Marcos, pero no Maten
EL BAUTISTA EN JN Y EN LOS SINOPTICOS 299

el mismo hermano de Pedro el que le habfa hecho la revelaci6n en.


base a algo que habfa dicho Juan Bautista.

No; no puedo encontrar ningiln modo razonable de conciliar la


discrepancia de nuestras fuentes. Debemos elegir entre el cuarto Evan-
gelio y los sin6pticos. Si nos preguntamos ahora hasta que punto es
posible que los diversos relatos hayan sido influidos por tendencias
doctrinales, se podrfa decir que la doctrina marcana del «secreto me-
siamco» ha pesado desproporcionadamente sobre los sin6pticos. Pero
se podrfa decir con mucha mayor plausibilidad que el cuarto evangelis-
ta esta profundamente comprometido con la opini6n de que el «testi-
monio de Juan» tenfa un lugar importante en 1a apologetica cristiana
y que se puede, por tanto, esperar que haya explotado al maximo cual-
quier elemento de su tradici6n que confirme esa opini6n.
El locus classicus de la doctrina joanea sobre la µa:p-rup(a: es la
segunda parte del gran diScurso que sigue a los dos «signos» que
demuestran el poder de la Palabra vivificadora (5,31~47). En la pri-
mera parte del discutso, Jesus parece haber presentado un tipo de
evidencia que es inadmisible en un tribunal j udicial, porque es el tes-
timonio de una persona en favor de s1 misma. Pasa a decir que posee
pruebas independientes que corroboran su testimonio. En primer lugar,
ah1 esta el testimonio de Juan, la «lampara encendida y resplandecien-
te», a cuya luz se alegraron por un tiempo los judfos. Pero --conti-
nua el discurso- ese es, despues de todo, un mero testimonio huma-
no; el testimonio final es el del mismo Dios. Esta escrito, por una par-
te, en las Escrituras y, por otra, en las mismas <~obras~~ de Cristo
Los ju<lius 110 creen potque, no teniendo la palabra en sus corazones,
no pueden comprender 1a palabra de Dios en las Escrlturas y, no es-
tando dispuestos a «venir a» Cristo, no ven el verdadero signi:6.cado
de lo que hace.
Diflcilmente podremos equivocarnos a1 ver aqu{ un reflejo de la
experiencia de los misioneros cristianos. Estos basaban su apologetica,
en parte, en la obra auto-probativa de Cristo y, en parte, en las escri-
turas del Antiguo Testamento interpretadas de nuevo. Por ambos
capfrulos encontraban con frecuencia una disposici6n obstinada contra
la fe, pero descubrieron que los que tenfan la palabra de Dios en su
coraz6n («los hijos dispersos de Dios» de Jn 11,52) y que estaban
dispuestos a «venir a» Cristo, abriendose a su impacto en ellos, reci-
bfan la verdad. No sera necesario indicar c6mo los evangelios, el joa-
neo igual que los sin6pticos, llevan a cabo este esquema. Presentan
las i!.pya: -roO XPtOTOÜ (que incluyen sus sufrimientos) y las ponen
en relaci6n con el patrimonio profetico de Israel por medio del empleo
de testimonia. Pero el tercer elemento de la µa:p-rup(a: como lo en-
tiende. el cuarto evangelista es empleado por los sin6pticos solo en
un grado limitado. EI Bautista -nos dicen- anunci6 la inminen.te
venida del Mesfas. En cuanto «voz en el desierto», en cuanto «mensa-
jero» en cuanto Elias el precursor, prepar6 la escena en que Jesus entr6
300 JUAN BAUTISTA

proclamando el reino de Dias; y fue el agente (aunque, qmza, un


agente inconsciente) por medio del cual Jesus fue introducido oficial-
mente a su funci6n mesianica. Finalmente, al preguntar au El 6
Epx6µi::voc;; abri6 el camino a la verdadera interpretaci6n de los
epya TOÜ XPLOTOÜ. En este sentido, Juan fue un testigo de la me-
sianidad de Jesus 13• Hasta aqui, terreno comun. El cuarto evangelis-
ta va mas alla: el Bautista no solo debe preparar, como un segundo
Merlin, el peligroso trono para el Galahad que va a venir, sino que
debe tambien indicar, sin lugar a duda, quien sera su ocupante.
He aqui, pues, c6mo pudieron desarrollarse los materiales· tradi-
cionales. En el pasaje titulado «El testimonio de Juan», no hay nada,
hasta 1,27, que no este en fundamental armonfa con los sin6pticos. En
1,29-34, el evangelista ha tomado algunos elementos de la tradici6n y
los ha vertido en afirmaciones directas de la mesianidad de Jesus (como
quiza no lo fueran originalmente). La frase operativa es Oo-r6c; Eonv
UTIEP oo Eyw ELTIOV, que aplica a la persona que ahora esta ante el
Bautista todo lo que este habfa dicho sobre el Mesfas venidero o sobre
cl Mcsfas presente pero desconocido. De nuevo, la descripci6n del des-
censo de la Paloma, con la solemne afirmaci6n de que Jesus es el Hijo
de Dios, profundamente arraigada en las dos partes de la tradici6n,
es puesta en boca del Bautista y se convierte asi en parte de su testi-
monio. Unicamente la declaraci6n "1 öc. 6 ä:µvoc; -roO 8c.o0 queda sin
paralelo. Es casi seguro que el tfrulo procede de una tradici6n pre-
joanea. Es, sin embargo, posible que, como algunos otros apelativos
(6 laxup6'tEp6t; µuu, ö o·ntcrw µou E.px6µi:.voc; 00 OUK E.Lµl
ö:E,wc; K.-r.A.., y las imagenes sin6pticas del leiiador con su hacha y
rld mrent~rlor c.on su bieldo ), la tradicion la aplicara a una figura ideal
del futuro y que la forma en que aparece actualmente este de hecho
guLemaua put la 1uL1ka oo-r6c; EO'lW öv cfoov.
~En que Sitz im Leben hemos de suponer que tuvo lugar este
desarrollo? La respuesta a esta pregunta dependera, en parte, de la
importancia que atribuyamos a la supuesta existencia de una comunidad
de seguidores de Juan Bautista, que funcion6 como rival poderoso de
la Iglesia cristiana en su misi6n a los gentiles del mundo helenista
hacia finales del siglo I. Si suponemos una comunidad de este tipo, en
ella tenemos nuestro Sitz im Leben. Existfan sin duda muchas co-
munidades y sectas de diversos tipos que practicaban purificaciones y
bautismos (la comunidad de Qumran es una de ellas). Pero, por cuan-
to puedo ver, no hay pruebas suficientes ni de que supusieran un se-
rio desaffo a la misi6n cristiana ni de que consideraran a Juan Bautista
como su fundador o reivindicaran para el las dignidades que el Nuevo
Testamento atribuye a Cristo 14 • A mi juicio, debemos mirar en otra
direcci6n un tanto diferente.
13 El modo como se utilizaba el «testimonio de Juan» en la apologetica
cristiana esta bien ilustrado en Hch 13,24-25.
14 Basar una teorfa sobre ·el testimonio de la <movela clementina», tardfa_
y heretica, equivale a construir una casa sobre arena.
EL BAUTISTA EN JN Y EN LOS SINOPTICOS 301

Hay algo extrafio en el modo como en 5,32-36 el evangelista res-


tringe su estima del testimonio de Juan, que ha sido introducido como
un argumento ad hominem y se dirige a quienes habfan enviado a
preguntar sobre Jesus y habfan recibido su respuesta. En 1,19-27,
esas personas son los representantes oficiales del judaismo (suficiente-
mente designados en 5,16 como ol 'Iouöalüt). En terminos del pu-
blico real del evangelista, pueden representar a cualesquiera judios or-
todoxos. Para ellos el testimonio de Juan deberfa tener peso. Sin em-
bargo, la influencia del Bautista en el judaismo habfa sido solo tempo-
ral (npoc; wpav). Mas aun, Cristo no pide un testimonio humano
{5,34 ); tiene un testimonio µdL;w 1:00 'I wO:vvou (5,36). (Que otra
·cosa significa esto sino que, para el tiempo en que escribio el evan-
gelista, la apelacion al testimonio de Juan no tenfa ya peso? Habfa
valido solo temporalmente y de cara a un publico concreto. En vista
de esto, es dudoso que debamos hacer al evangelista el unico 0 inclu-
so · el mayor responsable de la reorientacion de la tradicion. Como
hemos visto, los pasajes relativos al Bautista estan llenos de elementos
aparcntcmente tradicionales; hay pocos elementos caracterfoticamente
joaneos identificables como tales. Da la impresion de que el proceso
de desarrollo estaba ya en curso antes de que la tradicion alcanzara
al evangelista, si bien esle lu ha lleva<lo a un esLauio nuevo y conclu-
sivo.
Si nos prcguntamos de nucvo cual es e1 tema principali encontra-
remos quiza la clave en 1,20: c0µ0A.6y11oi::v Kal ouK ~pvi]oa1:0, a
lo que se aiiade: GiµoA.6y11m:v 5n 'Eyci) OÖK Elµl 6 XfJLO"'t6C,:. F.s
este un modo muy peculiar de expresar lo que se quiere. La expresi6n
ouK i::1µ( representa una forma de lenguaje que en griego se llama
propiamente Ö:pVY]OLc;, negativa o negacion. Un escritor griego habrfa
naturalmente dicho: ~pv~aaTo A.i§ywv ÜÖK :::tpf. Y, de hecho, esta
es la forma que nuestro evangelista mismo utiliza al relatar la <<nega-
cion» de Pedro: ~pv~oaw Kal ürri::v OuK i::l.µ( ( 18,25). En vista
del profundo significado que tienen los terminos 6µoA.oyEtV y
O:pvi::fo8at en el. vocabulario del Nuevo Testamento 15 , la expresi6n
de Jn 1,20 significarfa inevitablemente para cualquier lector cristiano
de aquel tiempo: «Confeso a Cristo y no le neg6». En otras palabras,
el evangelista esta queriendo decir que el Bautista fue el primer «con-
fesor» cristiano, en contraste con la opinion representada por los si-
nopticos de que no estaba «en el Reino de Dios». Ha sido la opinion
joanea la que ha prevalecido e influido la liturgia y el calendario de la
lglesia.
Asi, pues, el Bautista no esta tratado como un rival que debe ser
citado para aducir pruebas en favor de Cristo. Es reivindicado como
l5 Por ejemplo, Mt 10,32-33 = Lc 12,8-9 (el pasaje fundamental); 1 Jn
2,22-23 (y cf. mi nota ad loc. en el Moffatt Commentary); cf. 2 Tim 2,12-13;
oµoA.oyE'lv en Jn 9,22 es confesar a Cristo, O:pvf:Lo9m en 18,25-27 es negar-
le. Las palabras se hacen casi tecnicas: oµoA.oyELV, Rom 10,9-10; 1 Tim 6,12;
Heb 4,14; d:pvE'i:a9m, Hch 3,13-14; 1 Tim 5,8; Ap 2,13; 3,8; Jds 4,2; 2 Pe 2,1.
302 JUAN BAUTISTA

uno de los adictos a Cristo. EI Sitz im Leben que hemos de colegir


es una situaci6n en la que se deseaba que las personas que habfan se-
guido al Bautista fueran consideradas como miembros adoptivos de
la lglesia. Tal situaci6n parece estar indicada, y precisamente para
Efeso, la patria de este Evangelio, en Hch 18,24-19,7. Es un pasaje
enigmatico, al que se le ha hecho soportar un gran edificio de cons-
trucciones conjeturales. Pero, segun el, ni Apolo ni los doce µa:Brrrcx(
son tratados como conversos de una secta rival. En cuanto seguidores
del Bautista, son ya, en cierto sentido, cristianos (ya que µa:Srrra:(,
empleado absolutamente, nunca significa otra cosa en el Nuevo Tes-
tamento ), aunque su cristianismo es, en algunos aspectos, incompleto.
Con este tipo de personas podrfa ser eficaz poner como ejemplo a su
antiguo maestro: «confes6 a Cristo y no le neg6», c0µ0A.6y11oc.v Kcxl
ouK i)pv~ocxw, y ellos <leben hacer lo mismo. Si el pasaje de Hechos
tiene alguna importancia en cuanto indicador de lo que ocurri6 con
los seguidores que quedaban de Juan Bautista, sugiere, no llue conti-
nuaron una vigorosa misi6n en oposici6n a la Iglesia, sino que (en
cuanto no permanecieron dentro de la grey judfa) fueron absorbidos
por la lglesia cristiana; y esto es, con toda probabilidad, la verdad.
Apolo y los doce µcx811'Lcx( habfan seguido personalmente al Bautista.
EI encuentro de Pablo con ellos debe datarse hacia el 55-57 p.C. Mas
tarde, el numero de estas personas debi6 de bajar rapidamente. Pro-
pongo que esta fecha marca un Hmite aproximado para el perfodo al
que podemos asignar el principal desarrollo de la tradici6n seguida
aqu1 por el cuarto evangelista. A mi juicio, no puede haber duda ra-
zonable de que estu trudici6n contenfa material muy primitivo, pero,.
antes de que llegara hasta nuestro evangelista, habfa sufrido un des-
arrollo en el ambiente indicado.

Asi, pues, ~gue medida de verdad hist6rica, si alguna, podemos


conceder a la afirmaci6n del cuarto evangelista de que Juan Bautista
dio testimonio en favor de la Jglesia? Los siguientes puntos parecen
hist6ricos:
a) Su predicaci6n, que recogfa y agudizaba ideas que estaban
en el aire en aquel tiempo, logr6 convencer a muchos de que era in-
minente una intervenci6n divina, y su empleo del rito del bautismo dio
expresi6n concreta a tal convicci6n.
b) Coloc6 la figura ideal del Mesfas en el mismo centro de la in-
minente crisis 16 • Difundi6 asi una atm6sfera en la que se esperaba
activamente la aparici6n de una personalidad mesianica.
c) Fue mas alla y declar6 que el Mesfas estaba ya µE.ooc; 6µ6v,
aunque de inc6gnito, intensificando as1 la expectaci6n.
16 A diferencia de otras concepciones, como las de Qumr:in, con las que,
en algunos aspectos, tenia alguna afinidad.
EL BAUTISTA EN JN Y EN LOS SINOPTICOS 303

d) Jesus, que, como se sabia, habia sido bautizado por Juan y


era uno de sus seguidores, comenz6 pronto una misi6n por su cuenta,
paralela a la de Juan, pero que en poco tiempo result6 mas eficaz.
e) Juan, al oirlo, reconoci6 que Jesus era superior a el, acogi6
con gusto su exito, predijo que su labor debia quedar ahora oscurecida
por la de Jesus y sugiri6 eventualmente que Jesus podria ser el que
habia de venir, e1 Mesias, sin llegar, al parecer, a una convicci6n firme
de que asi era.
f) Algunos, probablemente muchos, de los que habian recibido
el bautismo de Juan y eran, en algun sentido, sus disdpulos, se hicie-
ron seguidores de Jesus. No tenian la impresi6n de que con ello esta-
ban desertando de su antiguo maestro, sino que creian seguir el curso
natural que les habia sido indicado tanto por la actitud personal del
Bautista como por la l6gica de los acontecimientos, especialmente
cuando Juan fue encarcelado y mas tarde ejecutado.
g) Estos disdpulos, primero de Juan y luego de Jesus, llegaron
pronto a la convicci6n de que Jesus era realmente e1 Mesias del que
habia hablado Juan y se adhiriero.n a el como conclusi6n 16gica del
proceso que Juan habia iniciado.
No seria desacertado describir todo el proceso con las palabras
del Pr6logo: Q(hoc; ~A.8E.v Etc; µapwp(av l'.va µapwp~on TIE.pl
-roü cpC0-r6c;, 1'.va TicXVL:E.<; TIL01:E.UOC00LV ,f)l' au-roü. Pues Juan Bau-
tista hizo algunas grandes afirmaciones sobre la revelaci6n de Dios a
los hombres y sobre la persona a traves <le la cual habfa <le lrncetse
la revelaci6n, que prepararon a la gente para que reconociera el ver-
dadero caracter de Jesus y que, al final, condujeron a los hombres a
creer en el. Podemos considerar como cuadro dramatico o simb6lico
dcl proccso total cl rclato de quc Juan aclam6 cxprc:>a y cxplicitamcn
te a Jesus como Mesfas ('l5E 6 aµvoc; -roü 8rnü) y que uno de sus
disdpulos, al oir estas palabras cont6 a los otros: E.Up~KaµEv -rov
[.LE.Oo(o:v.
5. Los PRIMEROS DIScIPULOS ( 1,3 5-51)

Hemos visto que este pasaje se propone (en los vv. 35-37) expli-
car que fue el «testimonio» de Juan lo que condujo a los hombres a
creer en Jesus. Sin embargo, el tratamiento directo de este. tema esta
ya agotado a1 final del v. 37, donde las palabras f)KoA.ouerioav i:(f>
'I T]OOÜ constituyen 1a conclusi6n apropiada de una perkopa de este
tipo, si bien los efectos del testimonio persisten en una especie de
reacci6n en cadena: Andres es llevado a Cristo por Juan, Felipe por
Andres (? ), y Natanael por Felipe. Pero, de hecho, el interes se ha
desplazado ya a otro tema. La finalidad principal del pnsnje, 11 pnrtir
dcl v. 40, es desplegar una serie de «testimonios» suplementarios
a los de Juan, dispuestos de tal modo que diversns personas,
citadas como testigos, atribuyen a Jesus, una tras otra, varios titulos
honorificos: Andres le llama Mesias, Felipe le describe como aquel en
quien se cumplen la Ley y los Profetas, Natanael le aclatna. r.omo
Hijo de Dios y Rey de Israel. EI pasaje va desarrollandose hasta al-
canzar su culinihaci6h cuahdo Jesus mismo recoge el tema y, eri ter-
minos misteriosos, habla de angeles que suben y bajan para servir al
Hijo del Hombre, completando as1 la serie de dtulos mesianicos con
la adici6n del unico que en todos los evangelios es empleado solo por
Jesus. Esta declaraci6n, como he demostrado en otro lugar 1, esta re-
lacionada, a un nivel profundo, con toda la teologfa joan~a. Consti-
tuye, pues; una prueba de 1a intervenci6n del evangelistfl ~n la r.ompo-
sici6n de este pasaje.
Sin embargo, es dudoso que todo el material sea homogeneo. EI
tema del «testimonio» esta entremezclado con otro: el de la adhesi6n
de determinadas pcrsonas a Jesus en cnlidnd de disdpulos. Desde este
punto de vista, el pasaje es, en cierto sentido, el equivalente de las
perkopas de los sin6pticos que consignan la «llamada» de los disdpu-
lm;, si bien con una difotflnda. En lm evangelios sin6ptkos, Jc>sus
elige espontaneamente a sus disdpulos y les asigna tareas espedficas.
Los pescadores son llamados de sus redes para que le sigan y se con-
viertan en pescadores de hombres; el publicano es invitado a abando-
nar su banco de impuestos 2 • La iniciativa parte completamente de Je-
1 Interpretaci6n, 248-253.
2 Mc 1,16-20, 2,4: con paralelos en Mateo y Lucas. En Mc 10,21-22, la llamada
Ö:KoA.o69EL µot no encuentra respuesta; en Lc 9,59, la respuesta es dudosa.
En Mt 8,19 y Lc 9,57, encontramos el unico caso en los sin6pticos (a no ser
que incluyamos al endemoniado de Gerasa, Mc 5,18) de un hombre que se
LOS PRIMEROS DISCIPULOS 305

sus; los hombres responden. No podemos suponer que el cuarto evan-


gelista quiso apartarse de este modo de entender la situacion. Efec-
tivamente, el cuarto Evarigelio dice, mas enfaticamente que cualquiera
de los otros: Oux uµe'lc; µE E.E,EAEE,ao8E ä.A.A.' E.yc0 E.E,EAEE,6:µ11v
uµäc; Kal E811Ka uµäc; (15,16, cf. 6,70)~ Seda natural esperar que
cualquier relato de este evangelista sobre la adhesion de los disdpulos,
subrayarfa la libre iniciativa de Jesus. Pero los relatos de 1,35-51 no
hacen nada de esto. Solo una de las cinco personas mencionadas es
«llamada», con las conocidas palabras, , AKoA.o68EL µOL. De los otros,
<los buscan a Jesus en virtud del «testimonio de Juan» y dos son pre-
sentados a el por amigos 3 • La iniciativa la toman los mismos disdpu-
los o sus patrocinadores. Asf, pues, aunque hay solidas razones para
encontrar un motivo doctrinal para la presentacion de estos «testimo-
nios» y aunque en todos ellos aparece claramente la teologfa joanea,
hay otros elementos en los relatos que no pueden derivarse tan facil-
mente de motivos joaneos y podemos preguntarnos legftimamente si
tales elementos procedfan de una tradicion precanonica.
En primer lugar, hagamos algunas cortsideraciones generales. El
cuarto Evangelio, al igual que los otros, sabe que Jesus tenfa un cuer-
po de disdpulos, entre los cuales habfa doce que formaban un grupo
mas fntimo. No da ninguna lista de nombres, como hacen los otros,
cuyas listas no son, con todo, unanimes 4 • De los nombres que cono-
cemos por otras listas, el cuarto Evangelio tiene a Simon Pedro, An-
dres, Felipe, Tomas, Judas Iscariote, en comun con Mateo y Mim-:os,
y otro Judas, en comlin con Lucas. El apendice menciona tambien a
los hijos de Zebedeo, que aparecen en ottas listas (pero no aquf),
como Santiago y Juan. Ademas, este Evangelio da el nombre de Na-
tllnllf.'l, rJnf' (lll mc>nos sf'gi1n d llp~nrlin~) pare.ce estar contado entre los
Doce, pero no es conocido por los sinopticos. Lo primero que logi-
camente se nos ocurre es que este evangelista sigue una lista que se
aparta de otras tradicionales en el mismo grado en que las tres listas
de los sinopticos (y la cuarta de Hechos) di:fieren entre sf.
Prescindiendo de las listas formales, Marcos y Mateo consignan las
ocasiones en que cinco disdpulos mencionados por su nombre se ad-
hirieron a Jesus. Los nombres dados no coinciden exactamente. Los
dos dan los nombres de Pedro, Andres 5, Santiago y Juan; ademas,
uno da el de Levf y el otro el de Mateo, descritos los dos como publi-
canos. De modo parecido, el cuarto Evangelio relata la adhesion de
cinco personas, de las que cuatro son mencionadas por su nombre:
ofrece espontaneamente para ser discfpulo (en el sentido restringido} y la res-
puesta de Jesus no es alentadora.
3 Si en 1,43 los verbos f]SE:A.T]crEv y EÖp(crKEl tienen como sujeto a An-
dres (como es probable}, tambien Felipe es presentado la primera vez por un
amigo antes de ser «llamado» por Jesus.
4 La lista de los Once en Hch 1,13 es identica, excepto en el orden, a
la lista de los Doce en Lc 6,14-16, .sin Judas Iscariote.
s Lucas omite a Andres (cf. 5,1-11), reduciendo asi el grupo a cuatro.
20
306 JUAN BAUTISTA

Andres, Pedro, Felipe y Natanael. El quinto es an6nimo 6 • Este acuer-


do en un grupo de cinco puede ser fortuito; es muy improbable que
se derivara · de los sin6pticos. Podrfa quiza conservar un recuerdo de
una tradici6n comun que deda que Jesus cömenz6 con cinco disdpu-
los. De hecho, parece existir una huella de una tradici6n de este tipo
en una fuente judfa. Una baraita en Bab. Sanh. 44 dice: «Nuestros ra-
binos ensefiaron: Jesus tuvo cinco disdpulos: Mattai, Naqai, Netser,
Buni y Toda» 7 • De estos nombres, parece razonable identificar a ~Nl'1t:!
con el Ma't8afoc; de los evangelios y a nim con el 8aooafoc; de
Marcos 8, probablemente no conocido por los otros evangelios, aunque
en Mt 10,3 algunos mss. leen ese nombre, otros Lebe (AEßßa'Lo<;)
(? = Awt de Marcos) y otros combinan los dos como AEßßa'Loc; o
E1tlKAYJ08Elc; 8aooafoc;. Este curioso elemento de la tradici6n judfa
hace menos probable que la aparici6n de un grupo de cinco en Juan
y en los sin6pticos sea mera coincidencia. Es, de hecho, una conclu-
si6n un tanto probable que, asf como la tradici6n dominante afirmaba
la existencia de un grupo de doce, sin ponerse totalmente de acuerdo
en cuanto a sus nombres, otras ramas de 1a tradici6n hablaban de un
grupo anterior de cinco, sin ponerse tampoco de acuerdo en una lista
uniforme de nombres.
De los cinco nombres, dos son comunes a Juan y a los si116pticos
(Andres y Simon Pedro), pero el orden de precedencia difiere. En
todas las listas sin6pticas de los Doce, Simon Pedro aparece en primer
lugar. En Marcos y Lucas, Andres ocupa el segundo puesto, pero en
Mateo y en Hch 1,13 ha baja<lu al cuarlo lugar, mientras que Santia-
go y Juan han subido al segundo y tetcet puesto tespectivatnente, con
Sai:J.tiago tomando la precedencia en Mateo y Juan en Hechos. En
J n 1 ,40-41 , Anrlr~s tknf': prf':r.f':clenda sohre su hermano. Hay otra li:is-
ta de disdpulos en la que Andres aparece tambien a la cabeza: la de
Papfas, quien, en un pasaje muy citado conservado por Eusebio
(H.E. III 39 .4 ), enumera a aquellos «disdpulos del Sefiot>> cuyos di-
6 La suposici6n de que el an6nimo es Juan hijo de Zebecieo es totalmente
gratuita; no hay tampoco ninguna raz6n vfüda para identificar a este disdpulo
an6nimo con el disdpulo an6nimo de 18,15, que era yvwcrroc; -rCl> d:pXlEpE'l,
ni con el disdpulo, tambien an6nimo, öv T]yO:na ö 'I 1100Gc;. El argumento de
que los personajes an6nimos de un relato pueden ser identificados unos con
otros o con el autor es muy singular.
7 Esta baraita sigue inmediatamente a la otra que dice que Jesus fue eje-
cutado la vfspera de la Pascua (cf. supra, p. 110). La continuaci6n es un relato
fantastico que cuenta c6mo los cinco fueron condenados a muerte, pero pare-
ce que el lenguaje arameo y los agudos juegos de palabras son sefiales de su
origen tardfo (amorita) asf Klausner, Jesus of Nazareth, 28-29).
8 Los intentos de identificar los otros tres nombres son temerarios. Hay
una baraita (Taanith 20a) que dice que Buni era el verdadero nombre de una
persona llamada Naqdimon ben Gorion. Pero identificar al Buni de Sanh. 44
con Naqdimon ben Gorion, deducir que aparece mencionado en el cuarto Evan-.
gelio como Nicodemo y hacer asi'. sitio para eJ. entre los disdpulos es demasia-
da especulaci6n. No hay nada que asocie al millonario de Jerusalen, Naqdimon
ben Gorion, con el rabbf de Jn 3,1.
LOS PRIMEROS DISCIPULOS 307

chos aprendi6 cuidadosamente de la tradici6n oral: TL 'AvöpE.cx:c; fl


TL nE.Tpoc; ELTIEV, fl TL <l>LALTITIO<;, fl TL 80JµO:c; fl , I Ü:KCiJßoc;, fl TL
'I CiJÜ:VVTJ<; fl Mcx:T8cx:'loc;, fl nc; ETEpoc; T&v KUpLou µcx:8TJT&V. Te-
nemos, pues, aqui una lista de siete, con Andres firmemente estable-
cido en el primer puesto. Papias de Hierapolis habla en nombre de la
Iglesia de Asia, que incluia, sin duda, a la Iglesia de Efeso, la presun-
ta patria del cuarto Evangelio. Podriamos ver aqui un indicio de que
en Efeso Andres gozaba de una cierta prioridad. Esta situaci6n esta
reflejada en el pasaje que estamos estudiando, donde Andres es men-
cionado el primero de los cinco primeros disdpulos.
Comenzando, pues, por Andres, llegamos a Pedro y luego a Fe-
lipe; de nuevo aqui el orden es el de Papfas, aunque en los sin6pticos
este disdpulo no se encuentra entre los cinco primeros que se adhirie-
ron a Jesus y su nombre no ocupa un lugar superior al quinto en la
lista de los Doce. Que Felipe gozaba de grau estima en la Iglesia de
Asia lo sabemos por Policarpo, obispo de Efeso durante el reino de
C6modo, que es citado por Eusebio (H.E. V 24.2) cuando enumera
los µEy6:A.cx: OTOLXELCX: que murieron en aquella provincia, y el pri-
mero entre ellos aparece <l>LALTITIOV T&v 5c05EKCX: anoaTOACiJV, öc;
KE KOL[-LT]TCX:L E.v 'l Epcx:n6A.a 9 • Todo esto inclina ciertamente a pen-
sar que nos encontramos ante una tradici6n propia de Efeso, en la
que la opini6n adoptada sobre las relaciones entre los Doce no coin-
cidfa exactamente con la que prevaleci6 en otras partes. Puede ser
esta la raz6n de que nuestro evangelista haya concedido una derta
prominencia a Andres y Felipe en otrns rlos h1gares (6,5-8; 12,20-22),
aunque e11 el segundo pasajc (12,20 22) es natural que sean los dos
disdpulos de nombre griego los que presenten a los griegos que bus-
caban informaci6n.
En cualquier caso, tenemos bastantes indicios que sugieren que el
cuarto evangelista trabaj6 sobre una tradici6n acerca de los primeros
seguidores de Jesus independiente de la de los sin6pticos y que algu-
nos. elementos de esa tradici6n fueron incorporados en el «capitulo
de testimoni0>>, si bien este capitulo, en su forma final, tiene sefiales
claras de composici6n artificial. Examinemos ahora el pasaje con mas
detalle.
El pasaje que tenemos ante nosotros esta compuesto ( tras los
versfculos que 1o conectan con el pasaje precedente) por dos perfcopas
separadas, que el evangelista, mediante una habil labor redaccional,
ha entrelazado en un relato continuo. Sin embargo, cada pericopa tiene
su interes propio y una forma correspondiente.

9 Se ha considerado la posibilidad de una confusi6n entre Felipe ;el ap6s-


tol y Felipe el diacono. (Tenfan los dos hijas notables? 0 (Serfa posible que
el mismo Felipe entrara a formar parte de las dos listas: la de los siete y la
de los doce?
1) El nombre de Pedro (1,40-42)

El nucleo de esta .pequefia perkopa esta en el v. 42, donde Jesus


itnpotle a Sitnotl el notnbte de Cefas = Pedro. EI encue11tro eiltre los
dos ha sido arreglado por Andres, quien, despues de informar a su
hermano de que ha encontrado al Mesfas, lo conduce a Jesus para
presentarselo. EI versiculo inicial (v. 40) conecta este pasaje con el
precedente al identificar a Andres con uno de los dos disdpulos de
Juan que han sido mencionados previamente sin nombre. Es posible
que se trate de una adici6n redaccional hecha en el proceso de compo-
sici6n. Pasamös, pues, enseguida al dicho de Jesus que constituye el
nucle~ de la perkopa: LU El L (µwv 6 ui.oc; > I wavvou· au KAT]0~crn
Kricpac;.
Que una de las :6.guras mas importantes de la Iglesia primitiva,
cuyo nombre propio era Simon, era tambien conocido por «Cefas»
( N\)~~ ) en arameo o por m~-rpoc; en griego es uno de los hechos mas
:6.rmemente documentados del Nuevo Testamento. Pablo, que le co-
noda bicn, lc llama Kricpäc; ocho vcccs y nt-rpoc; dos. En los He"
chos de los Apostoles es generalmente nE-rpoc;, a veces L (µwv o
LLµ(,,)V na-rpoc; (L. 6 ETILKaA.ouµsvoc; n.), una vcz LUµsc0v 10,
nunca Kricpäc;. En los evangelios sinopticos se le designa habitual-
mente como nE-rpoc;, a veces :Elµc.:>V, raramente '.:rlµwv m~.-rpoc;.
(L. 6 AEy6µio:voc; n.) nunca KTjcpfö;, JT..lan usa Lfµwv nE-rpm;; die-
cisiete veces, simplemente nfapoc; quince veces. Solo en el preseme
contexto, prescindiendo de ru1 pasaje del apendice (21,15-17), emplea
L L[J.C0V y en ambos contextos se afiade un patronllnico. Mas aun, solo
en el presente pasaje usa el evangelista KricpO:c;, que, por lo demas,
no aparece fuera de las epfstolas paulinas, pero es ciertamente primi-
tivo. N11estro pasaje contrasta claramente con el empleo joaneo hahi-
tual, lo cual invita a preguntarse si no sera posible que nuestro evan-
gelista este reproduciendo, sin alteraci6n, un elemento de la tradicion
que habfa llegado hasta el, oralmente 0 por escrito.
Se nos dice aquf que Jesus, cuando Andres le present6 a su her-
mano Simon (llamado anticipadamente L (µwv nE-rpoc;), dirigiendose
a el formalmente por nombre y patronfmico como «Simon hijo de
Juan», afiadio: · LU KAT]8~crn Kricpäc;. Corno ayuda a los lectores
de habla griega, el evangelista afiade la nota: ö EpµT]VEUETat nE-
-rpoc;. La implicacion es que el conocido nombre de Cefas o Pedro 11
le fue impuesto a Simon por Jesus.
Hay un paralelo parcial en Mt 16,17-18: MaKapLOc; EL, L(µwv
BapLG:>Vä„. Kayci> BE OOL AEYW ÖTL LU El nE-rpoc;. La implica-
10 2uµEwv ni~i:po<; en 2 Pe 1,1 podrfa ser un arcafsmo deliberado. La
primera epfstola emplea el simple nEi:po<;, que era habitual entre los cristia-
nos de habla griega.
11 No se trata de un nombre propiamente tal, ni en arameo ni en griego,
sino de un sobrenombre descriptivo (cf. 0. Cullmann, Peter, Disciple, Apostle,
Martyr, 18-20).
LOS PRIMEROS DISCIPULOS 309

cion de este pasaje, como en Juan (aunque no tan claramente), es que


Jesus impuso a Simon el nombre por el que luego se le conoceria.
Que esto fue asi es afirmado tambien, explkitamente, por Marcos
(3,16) y, despues de el, por Lucas (6,14), aunque ninguno de
estos relata una escena que pueda ser consi<lera<la como la imposici6n
misma del nombre. Frente a ellos, Mateo y Juan coinciden en la des-
cripcion de tal escena. EI contexto es completamente diferente en los
evangelios, pero tienen en comun a) que Jesus se dirige a Pedro por
nombre y patronimico, hecho unico en los evangelios canonicos (si
exceptuamos Jn 21,15-17), y b) la imposicion de un sobrenombre
descriptivo. Pero en los dos puntos se dan diferencias caracteristicas.
a) Mateo da el patronimico como «hijo de Jonas» (BapLUlVCX).
Juan como «hijo de Juan» (uloc; 'lUl6:vvou) 12 • Seglin el mss. 366, en
una nota marginal a Mt 16,17, To 'IouöaTK6v (entendido general-
mente como el Evangelio segun los Hebreos) leia ulE. 'lUl6:vvo (sie en
vez de 'l UlcXVVOU) en el lugar correspondiente. De modo semejante,
segun la traduccion latina de Origenes (In Matt., ad XIX, 16ss), el
Evangelio segun los Hebreos tenfa una version peculiar del dialogo
con el joven rico, consignado en esa pericopa de Mateo, que termina-
ba con las palabras: «et conversus dixit Simoni discipulo suo sedenti
apud, se, 'Simon filii ] oanne 13, facilius est camelum intrare per fora-
men acus quam divitem in regnum caelorum'». Es claro, pues, que en
un contexto totalmente separado del que estamos considerando el
patronimico «hijo de Juan» esta documentado independientemente.
No podemos, por tanto, atribuir la forma que aparece en Jn 1,42 a la
reelaboracion del texto de Mateo hecha por el evangelista; es mas
probable que existiera una Hnea separada de tradicion utilizada tanto
por el cuarto Evangelio como por el Evangelio segun los Hebreos,
scglin la cual cl padrc de Simon Pedro no sc llamaba J onas sino
Juan 14 •
b) Es de notar quc Juan ofrccc la forma aramea del nombte,
Kricpcxc; = N~~~, que no aparece en ninguna otra parte de los evan-
12 Asf NB*LW 33, etc. ABBL6. leen 'I c,:yva, quiza por asimilaci6n con
Matco.
13 «Hijo de «Joanna», al parecer (cf. Lc 8,3); pero el empleo de matroni-
micos es muy raro ( 6 uioc; 1:ij<; Map[ac; cn Mc 6,3, si es esta la verdadera
lectura, es una excepci6n l6gica). Dado que 366 parece garantizar la lectura
utoc; 'JwO:vvou para el Evangclio segtin los Hebreos, es probable que Lam-
bien aqui el griego tuviera uiE '1 w6:.vvou. ~O deberemos conjeturar una forma
hlbrida Joannas, '1 wavvfö;?
14 No nos interesa ahora responder a la pregunta de si 'I wvfö:; era una
alternativa posible de grecizar e1 hebreo WJlii;: S.-B. ad Mt 16,17 parecen ir
demasiado lejos al negar (basados en Dalman) que existen pruebas de que Ba-
pLwva era una «abreviatura» de H01'-'1i!. En 1 Cr 26,3, el hebreo lee Hom;
y el cod. B de los LXX '1 wvac; (A '1 QVCX). De nuevo, en Esd. 10,6 el hebreo
lee HOlii; l"li!rr'? , que B (1 Esd 9,1) traduce por 1:0 1i:ao1:0cp6ptov 'J QVCX
(A '1 Q'CXv6:v). La forma '1 Qvav, que aparece con cierta frecuencia en mss. de
los LXX representando a 1101' o H01'1; , puede quiza considerarse como una
especie de forma transicional.
310 JUAN BAUTISTA

gelios. No cabe duda que este era el nombre por el que los cnstianos
de lengua aramea conocfan al apostol en los primeros dias, como de-
muestra el testimonio de las epfstolas paulinas. No se ha de suponer
que Juan tomara el dicho de Mateo y que, despues de traducir su
nt-rpoc; por KY]cpO:c;, lo volviera a traducir para sus lectores griegos.
Solo una tradicion alternativa, del genero que fuera, puede explicar
razonablemente la version joanea. Y debio tratarse de una tradicion
en arameo o muy estrechamente relacionada con la tradicion aramea de
los primeros dfas de la Iglesia.
Podemos sacar la conclusion, con el mas alto grado de probabi-
lidad posible en este terreno, de que Mateo y Juan representan tradi-
ciones divergentes e independientes en lo que respecta al nombre de
Pedro. Que estas das tradiciones estaban estrechamente relacionadas
Se desprende de la sorprendente semejanza de forma ( OU EL, el USO
de patronfmico, e1 nombre o apelativo KY]cpO:c; = nt-rpoc;) que se ocul-
ta tras las diferencias. La pregunta sobre cual de los dos, Mateo o Juan,
se acerca mas a la forma primitiva puede recibir solo una respuesta
conjetural, pero serfa dificil sostener que Mateo es claramente mas
primitivo que Juan.
Surge ahora la pregunta de si, no solo el dicho de Jesus, sino tam-
bien las demas afirmaciones que aquf se hacen tienen algun funda-
mento en la tradicion, a saber, que Pedro fue presentado a Jesus por
Sl.l h~rmano Andres y que este,, y no Pedro, fue e1 primer disdpulo
que confeso a Jesus como Mesfas. Ambas afirmaciones reivindican para
Andres el primer vueslu e11L1e los Docc, pucsto quc normalmente 5e
asigna a Pedro, no solo eh los sin6ptkos, siuu La111Lien en e1 cuarto
Evangelio. En Juan, no menos que en los otros, Pedro actua como
portavoz de los demas, especialmente en e1 pasaje que corresponde
a la pericopa de Cesarea de Filipo de los sinopticos. Si en algunos
pasajes el primado de Pedro parece disminuir al quedar compartido
por una segunda persona, no es Andres, sino el disdpulo amado quien
comparte el honor 15 • No hay, por tanto, ningun motivo obvio que
pudiera mover al evangelista a transferir el merito de la primera con-
fesi6n mesianica de Pedro a su hermano, sin que algo en sus fuentes
le autorizase a hacerlo. Hemos visto que existfa una tendencia en la
Iglesia de Asia a hacer avanzar a Andres. Mas aun, Papfas habla de
su interes por aprender de la tradicion oral «lo que habfa .dicho An-
dres». Papfas pudo ser, como äice Eusebio, 116:vu oµLKpo<; -rfi OLa-
vo(c;,x, y nosotros mismos podemos ver que su griego es descuidado
y oscuro, pero no hay razon para impugnar su honradez. Corria, pues,
en Asia durante el siglo II una tradicion oral que, al menos, pretendfa
remontarse a Andres. Es muy posible que nos encontremos aquf
ante la influencia de una tradicion de este tipo, la consideremos o no
crefble.
15 Cf. 0. Cullmann, op. cit., 27-30.
2) La llamada de Felipe ( 1,43-44)
Esta pequefia perkopa es semejante, en la forma, a los relatos
sobre la ~ocaci6n de los disdpulos en los evarigelios sin6pticos (cf. es-
pecialmente Mc 2,14 ). Muy posiblemente fue modelada en esos rela-
tos o vaciada independientemente en el mismo molde. La unica carac-
teristica que habla en favor de la hip6tesis de una tradici6n indepen-
diente es la nota adicional: fjv ÖE ö <l>(A.LTiitoc; Ö:ito Brieamöa EK
Tfl<; 1tOAEWc; 'Avöpfou Kal nf:rpou (de nuevo «Andres y Pedro»,
hacemos notar, y no «Pedro y Andres», como hubieran dicho los si-
n6pticos). Es diHcil dar un motivo que hubiera podido inducir al evan-
gelista a inventar esta afumaci6n o incluso un motivo para que la hu-
biera incluido en absoluto, si no es el interes por. lo que crefa ser un
hecho hist6rico 16 • La afirmaci6n no pudo tampoco derivarse de los
sin6pticos, que han hecho pensar a casi todos los lectores que la ciu-
dad natal de Pedro y Andres era Cafarnaun. En cualquier caso, vivfan
en una casa de esta ciudad, con la suegra de Pedro, mientras Jesus
trabajaba alli, segt]n Mc 1,29-31. Y, aunque los sin6pticos mencionan
repetidamente Betsaida, especialmente como escena de varios öuv6:-
µac; (Mt 11,21; Mc 8,22; Lc 9,10), no hay ningun indicio de que al-
guno de los disdpulos fuera natural de ese lugar. Una vez mas, como
en el caso de otros datos topograficos que aparecen en este Evangelio,
parece razonable tomar la afirmaci6n en su sentido inmediato, a saber,
como una informaci6n que habfa llegado hasta el evangelista, proce-
<leule <le Ulla fuente quc cl consideruba digna de credito 17 . Sera qniza
oportuno recordar una vez mas que Felipe ocupaba un puesto especial
en · la estima de la lglesia de Asia y que Papias ofrece pruebas Je
16 La afirmaci6n de que Felipe era compaisano de Andres y Pedro parece
qµerer explicar por que aparece en la escena inmediatamente despues. Esto se-
ria mas natural si tomamos como sujetos de los verbos i']6f.AT]CJEV y eup(aKEl
no it Jesus, sino a Andres, lo cual tenderfa a confirmar la lectura Trpßi:ov en
l,4L Lo primero que l:üzo Andres fue hmc.ar a su hermano; luego, antes de
partir para Galilea, su regi6n natal, encontr6 a su compaisano Felipe. Debemos
entender, pues, que, despues de encontrarle, este le llev6 a Jesus,. como habfa
hecho con Pedro. Hay, pues, suficientes motivos para las palabras ~K i:fic; TrO-
A.tc.:ic; 'A. KCXl n., pero no una raz6n especial para introducir el nombre de
Bet8aida, a no ser que el evangelista creyera que esta era de hecho la Tr6A.tc:;
en cuesti6n; como probablemente tenfa razones para creer.
J 7. En 12,21 se aduce otra vez el hecho de que Felipe procedfa de Betsai-
da; en ese pasaje se afirma claramente, como esta quiza impHcito en 1,44, que
Betsaida perteneda a Galilea. La Betsaida que construy6 el tetrarca Filipo y
a la que puso por nombre Julias estaba en Gaulinitida, al este del Jordan y
del Mar de Galilea (Josefo, Antiq„ XVIII, 28; B.J., II, 168). Pero esta regi6n
pudo' ser, administrativamente, parte de Galilea; en cualquier caso, parece que
eXisda una cierta imprecisi6n de terminologfa en estas partes: Judas de Gama-
la . (Antiq„ XVIII, 4) recibfa indiferentemente el nombre de fcxuA.av[i:J]c;
(ibid.) y de fcxA.tA.a:i:oc; (ibid. 23). No hay pruebas suficientes de una ciudad
con ese nombre en la ribera occidental. Es comprensible que persistiera el
pombre antiguo · entre los habitantes del lugar despues de la refundaci6n. Pero
un escritor posterior, sin lazos que lo ligasen a la tradici6n, escribirfa proba-
blemente '1 ouA.t6:c:;, como casi siempre hace Josefo.
312 JUAN BAUTISTA

que una tradici6n oral que pretendia derivar de Felipe corria por
aquella provincia en el siglo II. Es, pues, posible que nos encontremos
de nuevo en la Hnea de transmisi6n que :finalmente lleg6 hasta Pa-
pias. Sin embargo, si bien la llnea de transmisi6n era asiatica, la tra~
dici6n dificilmente se form6 alli, ya que demuestra interes por 1a to-
pografia palestina.

3) Dialogo con Natanael (1,45-51)

EI nucleo de esta perkopa se encuentra en la confesi6n de Nata-


nael: 'Pcxf3f3d, au et 6 uloc; rnO 8co0, au BcxmA.cuc; d rnO 'la-
pcxr'JA., con la respuesta de Jesus, que lleva la serie de titulos mesiac
nicos a su conclusi6p. y culminaci6n con el «Hijo del Hombre» ( 49-51 ).
Todo ello va precedido de un dialogo de ins6lita forma, en el que
Jesus hace una observaci6n, no a, sino sobre Natanael (Ticpl cxl.rroO),
y este, al parecer oyendolo por caso, pregunta: n68cv flc YLVWa-
Kac;. A esLa pregunla Jesus responde enigtnaticamente: «Antes de
que te llamara Felipe, te vi bajo la higuera» 18 • Segun parece, esta
prueba del conocimiento que Jesus tenia de el provoca la confesi6n
de Natanael. Pero todavia no hemos encontrado un comienzo proba-
ble de la perkopa, ya que las palabras docv 6 '1 riaoOc; Epx6µcvov
Tipoc; cxt'.rr6v dejan todavia muchas preguntas en suspenso. EI versku-
lo introductorio (v. 45) expone la situaci6n y da, al mismo tiempo,
una oportunidad para expresar una vez mas la idea mesianica: Jesus
Fs aquel öv f.ypatj!FV Mc.)ua~<; EV •Q VO[.tcg Kcxl ot Tipocp~i:m.
Sin embargo, este verskulo no sigue la forma regular de este tipo de
perkopa, ya que rompe la unidad de tiempo y lugar que le es carac-
teristica, pues evidentemente el lugar donde .Felipe «encuentra» a Na-
tanael no es el lugar donde Jesils sF Fnr1wntra rnn Fl M~s m:in, esta
transici6n ha sido ideada para continuar la «teacci6n en cadena» ini-
ciatla pur el «testimonio de Juan» y cabe, por tanto, la sospecha de
que sea producto de la lahor red<01cdon<1l del evangefüta. Asi, pues,
la perkopa es, al menos, excepcional en la estructura y no encaja fa-
cilmente en los modelos normales. Si detras de ella se oculta material
tradicional, este ha sido reelaborado profundamente. En su estado ac-
tual, tiene rasgos bastante claros de apologetica cristiana. Cuando el
predicador cristiano declara que Cristo es el cumplimiento de 1a Ley
y los Profetas, choca con la objeci6n de que un hombre de Nazaret
(o de cualquier otro sitio de Galilea, 7,52) esta descali:ficado para tal
18 De entre los diversos intentos que se han hecho para interpretar el
significado de «ver debajo de la higuera», el mas convincente, a mi juicio, es
el propuesto por C. F. D. Moule .en «Journal of Theological Studies» (nova
series) 5 (1954) 210-211. Remite a Susana, vv. 51-59, don<le Daniel pone a
prueba a los <los testigos preguntandoles, por separado, 'Ym'J i:[ OEvopov ELOEc;
aöi:o6c;; La divergencia de sus respuestas pone de manifiesto la falsedad de
sus acusaciones. Que la pregunta <<c'.Bajo que arbol?» era relativamente corrien-
te en relacion con interrogatorios judiciales se desprende de algunos pasajes del
tratado Sanhedrin que Moule cita siguiendo a D. Daube.
LOS PRIMEROS DISCIPULOS 313

misi6n 19 • La respuesta es una invitaci6n a «venir y ver», que equiva-


le, de hecho, a una invitaci6n dirigida al lector a que contemple el
cuadro de las Epyo: -roO XPLITToO, que el evangelista ha presentado.
En ellas podra ver la uni6n entre cielo y tierra prefigurada en la visi6n
de la escala de Jacob. Sea o no Natanael un personaje hist6rico w, este
dialogo aparece como un representante del «verdadero israelita sin
doblez». Tal «israelita», por ser EK -rfic; Ö:AY]8Eto:c;, es una de las
personas destinadas al reino de Cristo (18,37) y, en este sentido, con-
fiesa a Jesus como Bo:aLAEuc; -roO '1 apo:~A..
Si algo de todo lo dicho es valido, podemos seguir preguntandonos
a que auditorio se dirige esta apologetica. Es claro que no se sale
de los limites del pensamiento judfo. Presenta a Jesus como el rey de
Israel y el cumplimiento de la Ley y los Profetas. EI disdpulo llama-
do es Ö:AY]H&'>c; '1 apO:Y]AL'tY]<;. Los temas subsidiarios ---el prejuicio
contra los galileos y el proverbial UTCO -r~v auK~V- pertenecen a un
ambiente judio y apenas serfan inteligibles a un auditorio helenista.
Incluso la sublime doctrina en que culmina, si bien pudiera ser una
adici611 del evangelista, esta expresada e11 termi11os de interpretado-
nes rabfnicas de Gn 28,12, que no serfan validas para un lector de
los LXX 21 • Parccc, pucs, quc debemos concluir que el Sitz im Leben
original donde se form6 este dialogo (que ha sido mtroducido redac-
cionalmente en el actual contexto) es la misi6n cristiana en controversia
con la oposici6n judfa. Nos podrfa dar una clave para entender el
tipo de pensamiento judeocristiano que el evangelista tom6 como pun-
to de partida para su .aventura teol6gica. Pero tiene muy pocos visos
de representar una tradicion historica.
19 La descripci6n: '1 riooGv ulov -roG '1 ü>m')q>, -rov chro Nat;apE-r («Je-
s11s hf"n-Jns~, C]llf" f"R nf" NR7.Rtf"h)), hRrf" mny imptnhRhlf", f"ll rnznn nf" ~ll fntmR,
1a implicaci6n de una referencia al «Mesfas de Jose» como aquel en quien se
cumple la profeda, como han sugerido algunos. La fecha en que aparece este
Mesfas y su origen son oscuros (cf. Mowinckel, He that Cometh, 289.291), pero
parece claro que Natanael no tiene idea de que se se le este hablando de un
«ben-Jose» en ese sentido; esta pensando claramente en una persona conocida,
como era habitual, por nombre y patronfmico, y el hecho de que esa persona
sea de Nazaret hace improbable que fuera de importancia. Es sin duda mas
probable que una referencia despectiva al origen galileo de Jesus pertenezca
a una tradici6n primitiva palestina que no a un desarrollo tardfo.
20 El nombre Natanael puede proceder, por cuanto sabemos, de la tradi-
ci6n, pero en este contexto el personaje es una dramatis persona simb6lica. No
hay raz6n para no darle el patronfmico Bcxp9oA.oµafoc; e identificarlo con la
persona que lleva ese mismo patronfmico y que aparece en listas de los Doce;
pero, una vez mas, no hay tampoco ninguna raz6n especial para hacerlo.
21 Cf. Interpretaci6n, 249-250.
SEGUNDA PARTE

LOS DICHOS
I

DISCURSO Y DIALOGO
EN EL CUARTO EVANGELIO

Es evidente que la presentaci6n de la ensefianza de Jesus en el


cuarto Evangelio di:fiere notablemente, en forma y estilo, de la que
nos ofrecen los evangelios sin6pticos. En el cuarto Evangelio la ense-
fianza esta presentada principalmente en una serie de largos discursos
bien elaborados, compuestos de dialogo y mon6logo, con una ten-
dencia a hacer que el dialogo conduzca al mon6logo para analizar en
este mas plenamente 0 exponer con mayor detalle el tema deseado 1•
Es verdad que en los evangelios sin6pticos encontramos tambien unos
pocos mon6logos de una cierta longitud, pero un analisis critico lleva
a la conclusi6n casi cierta de que son, en general, e1 resultado de un
proceso recfa.cdonal en e1 que se han combinado perkopas original-
mente separadas, sea simplemente hilvanandolas unas con otras sea
colocandolas en un marco que les impone desde fuera una cierta uni-.
dad 2 • Los mon6logos mas largos que son, a la vez, unidades comple-
tas en sf mismas son probablemente las parabolas mejor elaboradas,
como la del hijo pr6digo o la del juicio final, mal llamada de las ove-
jas y los cabritos. Pero la comparaci6n de este material con los dis-
cursos joancos no hacc sino resaltar mas la diversidad fundamental.
Tampoco la composici6n de estos Ultimos revela una gran semejanza
con los procesos redaccionales que han producido pasajes como el ser-
m6n de 1a montafia o el discurso escatol6gico de Mc 13 y paralelos.
Es verdad que existen unos pocos ejemplos aparentes de secuencias de
dichos parecidas a las que subyacen en el relato sin6ptico de la ense-
fianza de Jesus (como veremos mas adelante) 3, pocas veces, sf algu-
na, se prestan los discursos joaneos a ser analizados en perkopas sepa-
radas como las de los sin6pticos. Debemos concluir que el cuarto
evangelista segufa un principio radicalmente distinto de composici6n.
Una comparaci6n de diversas formas de dialogo podrfa acercarnos
algo a una definici6n del metodo con que Juan presenta la ensefianza 4 •
1 Cf. Interpretaci6n, 400-401.
2 Mc 9,33-50 es un pasaje en que dichos originalmente separados han sido
-conectados por medio de repetidos Stichworte. En Mt 7,6-27 y 10,32-42 la co-
nexi6n no es mucho mas organica. En Mt 5,17-48, dichos que una compara-
·ci6n con los otros evangelios demuestra que tuvieron una existencia indepen-
·diente han recibid0 una cierta unidad al ser agrupados en un mismo tema: el
>Conttaste entre la ley antigua y la nueva. En Mc 13,14-27 dichos que apare-
·cen, en parte, en diferentes contextos han sido hechos encajar en un modelo
tomado de la apocaliptica. No es necesario aducir mas ejemplos.
3 Cf. infra, pp. 385-401.
4 He tratado la forma dial6gica en los evangelios en mi artkulo The Dia-
Jogue Form in the Gospels: «Bulletin of the John Rylands Library» 37 (1954).
Seeclones de ese articulo han sido reproducidas en estas paginas, con la auto-
318 LOS DICHOS

En los evangelios sin6pticos abundan los dialogos; de hecho, el dialo-


go es una de sus formas mas caracterfsticas. Martin Albertz, en su
libro Die Synoptischen Streitgespräche, publicado hace ya algun tiem-
po ( 1921) pero que sigue siendo el estudio mas util sobre este tema,
reuni6 diecisiete «dialogos polemicos» y analiz6 la forma en que han
sido enmarcados. Sus observaciones son tambien aplicables en gran
medida a los dialogos que podemos llamar didacticos mas bien que
polemicos. Observa el autor que tales dialogos se presentan como pe-
quefias unidades completas, de estilo extremadamente conciso y con
limites bien demarcados. No hay en ellos descripciones pintorescas,
raramente encontramos intentos de caracterizaci6n y ningun indicio de
motivaci6n ni matizaciones psicol6gicas o emocionales que vayan mas
alla de lo mas elemental. EI modelo normal consiste en a) una breve
indicaci6n de la ocasi6n, b) un intercambio de intervenciones y res-
puestas que no exceden, normalmente, una o dos frases y que nunca
contienen mas de tres intervenciones por interlocutor (con frecuen-
cia menos ), y c), a veces, no siempre, una afirmaci6n que resume el
cfccto producido. Cusi siempre, el dialogo comienza con tmn pregunta
u objeci6n dirigida a Jesus, que ocasiona su declaraci6n sobre el tema
en cuesti6n. Excepcionalmente toma el la iniciativa. En todo caso, el
dialogo esta construido de forma que la declaraci6n de Jesus destaca
del conjunto con la maxima claridad, con el fin de que quede nftida-
mente grabada en la memoria del oyente o del lector. Albertz compa-
ra el modelo de dialogo as1 descrito con ejemplos de dialogos tomados
de fuentes judfas y demuestra q.ue la furnm es se111ejar1te a la quc sir"
vi6 de medio para transmitir las declaraciones de rabinos contem-
poraneos.
Volvamos ahora al cuarto Evangelio, donde el empleo del dialogo
esta aun ma8 geuetalizaJu y sigue m1 mctodo mucho man elaborado.
Se emplea el dialogo, como en los sin6pticos, para presentar la ense-
fianza de Jesus, para exponer su sentido y para explicarlo en contraste
con otras opiniones. Asf como los dialogos sin6pticos conducen con
frecuencia a una serie de dichos ulteriores de Jesus que desarrollan
temas identicos o parecidos, asl'. tambien en Juan el dialogo introduce
regularmente un discurso pronunciado a modo de mon6logo. Hasta
aqui, la semejanza es grande. Pero a partir de aqui, la diversidad de
forma es notable.
En Juan, echamos de menos, por lo general, la brevedad y conci-
si6n en que insisten los crfricos de las formas. Aquellos rasgos cuya
ausencia es considerada por Albertz y otros como caracteristica de la
forma dial6gica de los sin6pticos, estan a menudo presentes en el cuar-
to Evangelio. Son frecuentes las indicaciones de tiempo y lugar: un
dialogo tiene lugar en Jerusalen, en el templo, junto al gazofilazio,
en el p6rtico de Salom6n; o en la sinagoga de Cafarnaun; o en una
ciudad de Samarfa llamada Sicar, junto a la propiedad que Jacob dio.
rizaci6n del bibliotecario. Las partes que tratan de los dialogos sin6pticos han.
sido solo resumidas aquL
DISCURSO Y DIALOGO 319

a su hijo Jose, donde se encontraba el pozo de Jacob. Un dialogo


se desarrolla durante la fiesta de los Tabernaculos, Otto el ultimo dia
de la misma fiesta, otto en invierno durante la Dedicaci6n. La carac-
terizaci6n de los personajes, que es ligera en los sin6pticos, destaca a
veces sorprendentemente en Juan: la mujer samaritana junto al pozo
y Poncio Pilato son estudios completos de caracteres que no se pare-
cen a nada de lo que encontramos en los sin6pticos, e incluso las ca-
racterizaciones esbozadas mas ligeramente, como las del sumo sacer-
dote Caifas ( 11,49-50 ), el mendigo ciego acosado por el tribunal
(9,24-34), el ap6stol Tomas, con su extrafia pero convincente mezcla
de pesimismo e impulsividad (11,16; 20,24-25.28), y otros, son mas
ricas que cualquiera de las de los sin6pticos, excepto, quiza, el cua-
dro lucano ( 10 ,38-42) de Marta y Maria (cuyos caracteres aparecen
tambien claros en el cuarto Evangelio).
Si nos fijamos mas directamente en cuestiones de forma, obser-
vamos que, mientras en los sin6pticos es excepcional que Jesus co-
mience un dialogo 5 y lo regular es que sea iniciado por un intelocutor,
cn cl cuarto Evangelio ocurre lo contrario 6 . Un dialogo comienza
aqui con frecuencia con una declaraci6n oracular de Jesus. EI interlo-
cutor da una respuesta que indica o total incomprensi6n o un burdo
malentendido. A veces Jesus replica con un reptoche, pero siempre
la falta de comprensi6n le brinda una oportunidad de explicar el dicho
enigmatico o de hac~r ptogresar su pensamiento. El papel del inter-
locutor raramente va mas alla. Esta alli para entender mal y dar asi
5 En los evangelios sin6pticos, los dialogos iniciados por personas que se
acercan a Jesus con preguntas u objeciones son los siguientes (incluyendo unos
pocos tan brcvcs quc podrfan gcr clagificados como <~apotcgmasi> ): Mc 2,lG.18.
24; Mt 12,10 (pero en las pericopas similares de Mc 3,1-6; Lc 6,9; 14,1-5 es
Jesus quicn lrncc la prcgunta); Mc 3,22; 7,1.5; 8,11; Mt 17,24; Mc 9,38; Lc
10,25.40; 13,1.14.23.31; 16,14; 17,20; Mc 10,2.17.35; 11,28; 12,14.18-19.28. En
los siguientes pasajes es Jesus quien toma Ja iniciativa: Lc 4,21 (pero en el
pasaje semejante de Mc 6,1-6 la conversaci6n se abre con un comentario del
auditorio; sin embargo, en los dos evangelios se trata evidentemente de un caso
especial); Mc 8,15.27; 9,33; Lc 14,3 (cf. Mc 3,4); Mc 12,35. En Mc 10,14 Ja
iniciativa de Jesus es solo aparente, ya que los disdpulos, al reprender a los
que han trafdo a los nifi.os, son los que abren realmente la conversaci6n.
6 En Juan el dialogo es con frecuencia tan continuo que no es facil deter-
minar cuando comienza un dialogo particular, pero en los siguientes pasajes es
claro que una declaraci6n de Jesus inicia el coloquio o, al menos, la lleva por
un nuevo camino: 3,3 (ya que la convencional cortesfa de Nicodemo no con-
duce a nada); 4,7.10; 5,17 (6 19); 6,26 (ya que, una vez mas, la banal pre-
gunta rr6TE wOE yf.yova:c;; no conduce a nada); 7,16.37; 8,12.21.31; 9,39; 13,
31; 14,1-3; 16,16. Estos casos cubren los dialogos dpicos joaneos. El unico dia-
logo sin6ptico que se acerca en algun grade al tipo joaneo es Mc 8,15ss, que
comienza con una palabra enigmatica de Jesus sobre la levadura. Pero su se-
mejanza con el modelo joaneo es limitada. Se suele afirmar que es una com-
posici6n tardfa (cf. infra, 330s). Hay algunos lugares donde la iniciativa la to-
man otros: 3,26; 4,31; 7,3; 9,2; 10,24; 13,6 (que, sin embargo, es claramente
un caso especial); 12,21-22 (mas aparente que real). De estos casos, 3,26; 4,31;
7,3; 9,2 y 10,24 se acercan en algun modo al modelo sin6ptico y justifican la
pregunta de si no tendremos aquf restos de formas prejoaneas (cf. supra, pp.
101, 192-195, 285-287 e infra, 323-327.
320 LOS DICHOS

una oportunidad para que el tema avance. Raramente se puede decir


que aporte una contribucion positiva, a no ser dentro del marco de la
tfpica ironfa joanea, como cuando «los judfos», creyendo estar echan-
do por tierra las pretensiones de Jesus, le sacan a relucir en la disputa
las doctrinas ortodoxas de que el Mesfas debe ser de origen descono-
cido y de que debe «permanecer para siempre», cuando en realidad,
para el evangelista, estan corroborando verdades .cardinales sobre la
naturaleza y destino de Cristo (8,27-29; 12,34-36). En los dialogos
sinopticos se induce generalmente al interlocutor a que aporte- una
contribucion a la discusion: los fariseos y herodianos sacan un dena-
rio y confirman el hecho de que lleva la efigie. y la inscripcion del
Cesar (Mc 12,16); el joven rico se abre a la declaracion final de Jesus
al afirmar que ha guardado todos los mandamientos ( que, como todos
los judfos sabfan, llevaban a la vida de la Edad Venidera) (Mc 10,20).
Pedro es capaz de responder a la pregunta objetiva de si el lmperio
romano recauda impuestos de sus propios ciudadanos o de los extran-
jeros, lo cual da pie a Jesus para que formule el principio general:
ä:payE EAEU9Epot ELOLV ot utot (Mt 17,24-27). Por lo general, la
respuesta que Jesus da a los que le preguntan en los dialogos sinop-
ticos sirven para animarles o provocarles a responder a sus propias
preguntas. No asf en el cuarto Evangelio. Es verdad que todo el
Evangelio interpela al lector, con frecuencia por medio de la ironfa,
la paradoja o el lenguaje enigmatico, para que escarbe mas a ·fondo,
pero no son las dramatis personae las que le preceden con el ejemplo.
Por lo general, el papel de estas es pasivo y sirven solo de contraste.
Las diferencias formales que hemos observado no pueden expli-
<:ars~ acfocirn.cfam~nt~ ciic:iendo que, mientras que los sin6pticos <;on-
servan muchos rasgos de la tradicion oral, el cuarto Evangelio es una
mrnµusiciuu uuLaLleweuLe liLeuuia. E&Lo e:; vel'dad 7 ; pero los dialo·
gos joaneos tfpicos no pueden derivarse, por mucha manipulacion lite-
raria que se suponga, del modelo sinoptico. Debemos, pues, ttatar de
buscar en otra parte paralelos que iluminen el origen y las afinidades
de la forma joanea.
En el mundo helenfstico habfa una larga tradicion del empleo del
dialogo como vehfculo de la ensefianza filosofica y religiosa. EI gran
modelo era Platon, cuyos dialogos socraticos eran clasicos. Otros es-
critores siguieron su iniciativa. Se cree que las obras «exotericas»
de Aristoteles fueron escritas en forma de dialogo. Parece ser que por
algtin tiempo el dialogo se eclipso parcialmente y fue reemplazado
por la diatribe, que tiene asimismo algunos rasgos dialogicos. Pero es
dudoso que · los dialogos filosoficos desaparecieran nunca por comple-
to. De todos modos, parece que el interes por esta forma volvio a
despertarse poco antes o despues del comienzo de la era cristiana. Los
dialogos latinos de Ciceron estaban inspirados en modelos griegos
(especialmente en el niismo Platon, seglin parece). Plutarco, cuyo pe-
..
7 Aunque, como veremos, la tradici6n oral no ha quedado totalmente bo-
rrada en Juan.
DISCURSO Y DIALOGO 321

riodo de actividad coincide con la composicion del cuarto Evangelio,


nos ha dejado algunos dialogos. Un poco mas tarde se situan los bri-
llantes dialogos satiricos de Luciano de Samosata. Parece ser que entre
Plutarco y Luciano aparecen los primeros dialogos hermeticos, que no
eran, probablemente, los primeros en su genero. Los hermetistas, cuya
filosoffa debfa mucho a Platon, se inspiraron sin duda en el ejemplo
de este para exponer sus doctrinas en forma de dialogo. Es verdad
que. sus obras no pueden compararse con los dialogos socraticos mas
antiguos: les falta la viveza, la caracterizaci6n dramatica y la realista
interacci6n de diversas mentes, que son propios de estos. Pero no siem-
pre se pueden encontrar estas cualidades en el mismo Platon. En algu-
nos de sus dialogos tardfos, el coloquio apenas pasa de ser un recurso
para introducir largos mon6logos. En el Timeo, por ejemplo, introdu-
duce un largo discurso de Timeo el Locriano sobre cosmologfa; y el
Timeo era «la Biblia del platonismo tardio» y, al parecer, ejercio mas
influjo en el hermctismo quc cualquier otro diulogo platonico.
Ahora bien, los dialogos hermeticos revelan algunos rasgos como
los que hemos observado en los del cuarto Evangelio en contraste con
los sinopticos. Es verdad que en un punto no son comparables: les
falta la viva caracterizacion que, como hemos visto, distingue el cuar-
to Evangelio de los sinopticos; Asclepio y Tat, los habituales recep-
tores de la revelacion hermetica, no son sino marionetas. En cambio,
Juan, que no puede rivalizar con el mejor Platon en este punto, puede
cum_pararse con cualquier otro dialogo dcl mismo ticmpo. LoB herme
tistas no ofrecen tampoco la informacion de tiempo y lugar que da a
Jmm nna impresi6n de realismo. Sin embargo, el modelo general es
con frecuencia sorprendentemente parecido. Encontramos tambien aqu1
la dedarad611 ucular ud maesliU, yue el alumr10 110 cnticndc 0 cn
tiende mal y que, como en Juan, a veces ocasiona un reproche, pero
invariablemente conduce a una ulterior explicacion del tema. EI inter-
locutor desempefia un papel esencialmente pasivo; sus intervenciones
no hacen sino dar una oportunidad al maestro para que desarrolle su
pensamiento. Tanto en Juan como en los Hermetica el alumno (u opo-
nente) parece a veces casi anormalmente estupido.
Citemos algunos · ejemplos tomados casi al azar: en el dialogo
«Sobre la Mente Universal» (nEpl NoO KotvoO) Hermes instruye
a Tat:
«Nunca ha habido ni hay ni habra en el mundo algo muerto ...
La falta de vida es corrupcion y la corrupcion es destruccion; (como
podra ser destruida una parte cualquiera de algo incorruptible?
-Pero, padre (replica Tat) (ilO mueren los seres vivientes en el mun-
do y, sin embargo, son partes de el? -Calla, hijo mio (Eucp~µ11aov,
6 TEKvov). Te dejas engafiar por el mero termino con que se designa
el fen6meno. Los seres vivientes, hijo mfo, no mueren, sino que, en
cuanto cuerpos compuestos, se disuelven, y la disolucion no es la muer-
21
322 LOS DICHOS

te, sino la separaoon de una mezcla en sus partes integrantes» (C.H.


XII 15ss) 8 •
En el dialogo llamado «El Cuenc0>> ( Kpm:~ p ), Hermes ha habla-
do sobre el camino hada el conodmiento (yve0mc;), que es perfecci6n.
Tat ha manifestado su deseo de ser iniciado en la yvwmc;. Hermes
replica:
«Hijo mio, si no odias primero tu cuerpo, no podras amarte a ti
mismo; pero si te amas a ti mismo poseeras la raz6n, y si posees la
raz6n participaras en el conocimiento. -~Que quiere decir eso, pa-
dre? -Hijo mio, es imposible estar preocupado por cosas mortales
e inmortales al mismo tiempo. Las cosas que existen son de dos clases,
corp6reas e incorp6reas, mortales e inmortales, y la elecci6n entre
ambas esta abierta al que quiera elegir„.» (C.H. IV 6) 9 •
De nuevo, en «La Llave de Hermes» ('EpµoO TpLoµc.y[oi:ou
KA.c.[c;), Hermes acaba de describir a Asclepio la naturaleza de la vi-
si6n beatifica y afiade:
«Es imposible, hijo mio, que un alma sea divinizada mientras esta
en un cuerpo humano. -~Divinizada, padte? (exclama Asclepio)
~Que quiere Jecir eso? -To<la alma separada, hijo mio, esta sujeLa
a cambio. -'--~Separada? ~Que significa eso? -~No me has ol'.do de-
cir (replica Hermes) en mis Discursos Generacionales (EV i:o'i:c; rc.vL-
KOLc;) que todas nuestras almas proceden de una unica Alma? „. »
(Y sigue una larga explicaci6n de este tema). (C.H. X 6-7) 10 •
Por poner un ejemplo mas, el importante dialogo De Regeneratio-
ne (nc.pl riO:ALYYEVE.OLO:<:;), que, incidentalmente, tiene puntos nota-
8 Tat esta confuso a causa de la ambigüedad de los terminos VEKpOTTJ<;,
q>Sopci:: y debe aprender que cX'IToA.E.oSm no es sin6nimo de cX'IToSvtjoKELV,
verbo que no significa sino fücx:A.6e.o9at. De modo parecido, en Jn 11,23 Mar-
ta no logra comprender que quiere decir Jesus con avaoTT]OETCX:t y su malen-
teridido conduce a la definici6n precisa que sigue. En Jn 14,21-22 el verbo
Eµq>cx:v(t;e.Lv debe ser reinterpretado y la admiraci6n de Jesus da la oportuni·
dad de hacerlo. En Jn 8,22; 13,33 y 14,2 se entienden tambien mal los verbos
t'mci::ye.tv, Tiope.ue.oScx:t, tanto por los judios de Jerusalen como, mas tarde, por
los disdpulos, y en todos los casos el malentendido conduce a una definici6n
mas precisa y densa de la idea.
9 Las expresiones o&µcx: µLoe.'i:v, oe.auTov q>LAELV dejan a Tat perplejo:
la idea de que uno puede amarse a si mismo y odiar, a la vez, el propio cuer-
po se presenta como contradictoria a una inteligencia ingenua. La perplejidad
de Tat da a Hermes la oportunidad de explicar en detalle su doctrina sobre
la inmaterialidad, mas aun, la divinidad del propio ser del hombre. De modo
un tanto semejante, en Jn 6,41 Jesus dice EYG Elµt 6 apTo<; 6 KaTaßO:<;
EK TOÜ oupavoü y, asi como Tat pregunta nfoc; TCX:ÜTa A.E.yac;; tambien los
judios preguntan n&c; vüv A.,E.ye.t ÖTt 'EK TOÜ oupavoü KaT·aßE.ßTJKa; De
nuevo, en 8,32 Jesus dice: Ti aA.T]Se.ta EAwSe.pwoe.t öµO:c;. Los judios objetan:
ouoe.vl OEOOUAEUKaµe.v 'ITWVTE' 'ITW<; ou A.Eye.tc; ÖTL 'EA.e.6He.pol ye.vT]oe.oHe..
En todos los casos la pregunta conduce a un desarrollo importante de la idea.
10 Asclepio esta perplejo ante el sentido de los terminos cX'ITo9e.w9fjvm,
ÖLatpETfjc;: To cX'IT09e.w9fjvm n&c; A.E.yac;, & Tici::Te.p; n&c; 'ITcXALV foatpE-
TTjc;; De modo parecido, en Jn 16,16 los disdpulos no comprenden la afirma-
ci6n: µtKpov Kal OUKETL Se.wpe.hE. µe., Kal Tici::ALV µLKpov Kal oljJe.oSE. µe.
K.T.A. Toüw Tl fonv ö A.E.ye.L TO µtKpov; preguntan.
DISCURSO Y DIALOGO 323

bles de contacto con el pensamiento del cuarto Evangelio, comienza con


Tat que recuerda a Hermes que en sus Discursos Generacionales enun-
ci6 la maxima: µriöE.va: Mva:o8m ow8~vm 11po T~<:; TI<XALYYE-
v::.ota:c;, y pide una aclaraci6n. Hermes emprende enlonces una expo-
sid6n detallada de la doctrina de la regeneraci6n, que conduce a la
iniciaci6n (o regeneraci6n) de Tat (C.H. XIII 1) 11 •
Es, pues, claro que en el cuarto Evangelio y en los dialogos her-
meticos vige el mismo principio formativo, por muy diferente que
sea el contenido. Al parecer, el evangelista ha vaciado su material en
moldes basados en modelos helenisticos corrientes de ensefianza filo-
s6fica y religiosa 12 , en vez de seguir formas, de origen judio, represen-
tadas en los sin6pticos. Se ha de aceptar el tipico dialogo joaneo como
una creaci6n literaria original que debe, en lo que a la forma se refie-
re, poco o nada a la tradici6n cristiana primitiva. Esto no prejuzga el
problema sobre la fuente del material que fue moldeado para formar
esta creaci6n literaria. Sobre este problema hablaremos mas adelante.
Pero antes sera conveniente considerar algunos ejemplos de dialogo
modelados segun formas mas o menos cercanas a las de los sinopticos.
Estos ejemplos son tanto mas significativos cuanto que estan en con-
traste con el estilo personal de este evangelista.
Ilay principalmente cinco dialogos quc entran en este apartado.
De estos, el primero (A), 3-25-30, tiene a Juan Bautista y no a Jesus
como principal interlocutor; lo hemos tratado mas arriba 13 • EI segun-
do (B), 6,67-70, es, en cierto sentido, paralelo a la perkopa de la con-
fesi6n de Pedro en Cesarea de Filipo de los sin6pticos y ha sido
tratado en relacion con los fragmentos de relato H; tambien hemos
considerado ya (C), el pequefio dialogo inserto en el relato de la cu-
raci6n de Siloe, 9,2-5 15 . Consideremos ahora los oltos dos.

]n 7,Jss. Dialogo de Jcsus con stts «hennanon> (D)


Es este un pasaje totalmente caractetistico del cuarto evanp;elista,
en lenguaje, estilo e ideas. Sin embargo, el modelo general del dialogo
es semejante al de Lc 13,31ss: la advertencia de los fariseos. El para-
lelismo puede ser presentado de la manera siguiente:
11 En terminos parecidos Jesus dice a Nicodemo: EÜ:V µi'J nc; yEVVY]8fi
avw8Ev, oö 56vm:m lOf.LV TTJV ßo:mAE.[av TOU 8rn0, (3,3). Nicodemo en-
tiende la idea en un sentido crudamente literal: µT] ÖUVo:Tat EL<; TTJV KOLA[o:v
-rftc; µrJTpoc; o:ÖTou Öf.UTE.pov f.LOEA8ELV KO:l YEVVYJHfivm; De modo seme-
jante Tat: ayvol.'>, Ci TpLoµE.yLOTf., EE, o\'.o:c; µi'Jcpo:c; av8pwTioc; EyEvvi'J8Y),
OTiopd:c; ÖE Tio[o:c;. (Si, como se suele pensar, hay influencia cristiana en este ,,
dialogo, no deja por ello de ser un buen ejemplo del fäcil intercambio de mo-
delos entre las dos escuelas). Este crudo literalismo se encuentra repetidamente
en los dialogos joaneos: 4,11.15.33; 6,34.52; 9,39-40. Los interlocutores son do-
tados constantemente de una mentalidad materialista.
12 (Hay alguna prueba de que Juan pudo aprender este metodo de pre-
sentar la ensefianza religiosa en Qumran? No conozco ninguna.
13 Cf. supra, pp. 284-290.
14 Cf. supra, pp. 224-226.
1s Cf. supra, pp. 192-195.
324 LOS DICHOS

Juan Lucas
Se acercan ElTIOV Tipoc; aÖTOV ol Ö:OEAcpol rcpoa~A.96:v TlVE<; TQV cpa-
a Jesus aÖTOU pLaa(cuv MyoVTE<; auTCi)
Le brindan µETaß~SL EVTEU9Ev Km u11a- El;EA.9E Kal TIOpE6ou EVTEu9Ev
un consejo yE Etc; Ti]v '1 ouoalav
Aducen una ouoElc; yap n lv Kpum0 ön 'Hpworic; eE./\a aE ä:rcoK-
razon 110LE'l. . . TElVaL
Jesus rechaza A.E.yEL o:uTo'lc; 6 '111aouc; lyw Kai. EITIEv auTO'lc;, toou
el consejo OUK ä:vaßalvcu de; Ti]V EKß6:A.A.cu omµ6v~a K.'r.A.
EopTi]v TaUT.T]V ...
Aduce una öTL o tµoc; Kmpoc; oö11cu ÖTL oÖK lvoE.xETm Tipocpi]TT]V
razon TIETIAijpcuTm ä:110A.fo8m El;cu '1 Epouaa-
A.i'] µ

Lo semejante no es solo el esquema general. Tambien el contenido es


similar en algunos aspcctos. En los dos pasajes Jesus rechaza un inten-
to de dictar su curso de acci6n segun criterios de consideraciones pru-
denciales. En los dos afirma, no sin una cierta aspereza, su indepeh-
dencia y libertad soberana para elegir su curso, sujeto a una provi-
dencia que ordena el tiempo (6 E[lO<; KCXLp6c;) y el lugar ( OÖK EE,w
'I EpouoaA.fJ µ) del gran encuentro. En los dos hay una insinuaci6n
de la culminaci6n inminente (TIETIA.fjpwTCXL-TEAELOÜ[lCXL) 16 • Mas aun,
en los dos hay una cierta ambigüedad sobre los motivos de los inter-
locutores. ~~Hermanos» y fariseos ofrecen, al parecer, un aviso o ad-
vertencia amistosa, pero la respuesta arroja una sombra de ·duda sobre
la auLenticidad de su amistad (Juan dicc cxprermmente que los 11.her-
manos» no crefan). FiualmeuLe, lus Jos pasajes estan asociados, cn
cierto modo, con la marcha de Galilea 17 hacia Jerusalen (o Judea).
Donde la semejanza de la forma fundamental se combina con el
claro empleo de los mismos motivos, resulta dificil no pensar que
Juan se esta remontando a la tradici6n comun. Se ha de notar que
la marcha de Galilea hacia Jerusalen pareci6 tener, desde los prime-
ros estadios, un significado especial en el relato evangelico 18 • Y sin
embargo, el motivo y finalidad de este viaje permanecen en gran par-
16 Si hubiera alguna razon para sugerir que Juan depende de Lucas en este
pasaje, se podrfa objetar que T.EAELOUV, que aparece solo en este lugar de
Lucas, es uno de los grandes terminos teologicos joaneos (4,34; 5,36; 17,4.23;
solo una vez en el sentido de «cumplimiento» de la Escritura: 19,28); Juan no
habrfa tenido. por tanto, motivo alguno para cambiarlo en TIA:Y]pouv, un verbo
.,. que Juan emplea ocho veces hablando del «cumplimientm> de una palabra pro-
fetica, una vez en el sentido de «llenar» un espacio y cuatro veces en relacion
con xap6: o A.61111, pero nunca aplicado a la consumacion de un perfodo o en
un sentido teologico denso.
17 En Juan la introduccion (7,1) deja claro que el lugar a que se alude
es Galilea. En Lucas la topografia es vaga, pero de la evidencia interna se des-
prende que la escena tiene lugar en alguna parte de los dominios de Antipas,
es decir, en Galilea o en Transjordania. Juan indica expresamente cual es el
destino del viaje, Lucas lo hace mas crfpticamente.
18 Cf. Interpretaci6n, 385-386.
DISCURSO Y DIALOGO 325

te oscuros. Con el estan asociados diversos incidentes. Marcos, con su


organizacion de pericopas en el capitulo 7, ha sugerido que fue el
resultado de un conflicto con los fariseos (EKEL8Ev f>E. c:Xvao-rac;
c:X-rc~i\.0c.v c.lc; -ra ÖpLa Tupou 7 ,24 ). Y de nuevo, la organizacion del
capitulo 8 sugiere que un viaje precipitado a traves del lago (desde
un. lugar cuyo nombre se oculta tras la vox nihili Äai\.µavou06:) fue
motivado por otro con:ilicto cuando Jesus rechazo rotundamente la
peticion de un «signo» (8,11-13.22). Despues de este momento, Mar-
cos nunca lleva a Jesus a Galilea, si no es de incognito (9,30), y
cuando Jesus marcha definitivamente :f'ara el sur, no se da ninguna
raz6n o motivo (Kai EKEL0Ev c:Xvao-rac; Epxc.-rm c.lc; -ra ÖpLa -r~c;
'Iouoa(ac; Kai 'ltEpav "[QU 'lop56:vou, 10,1). Nos toca a nosotros de-
ducir el motivo a partir de la proximidad de diversas predicciones de
rechazo, sufrimientos y muerte que le esperan en Jerusalen (cuyo
nombre aparece solo en 10,33, pero esta implicito en la referencia a
los «estamentos» que componen el sanedrin en 8,51; cf. tambien
9,30-31; 10,39.45). Lucas (9,31) explicita lo que esta implicito cn
Marcos. ToC!o esto es, al parecer, labor redaccional del evangelista y
solo podemos conjeturar hasta que punto se basa en informaci6n pre-
existente. Pero lo que si parece que podemos decir fundadamente es
que la tradicion conserv6 el recuerdo de un momento critico y decisi-
vo, cuya gravedad qued6 reflejada en un gran nllinero de anecdotas
formadas por temas que estaban relacionados, de uno u otro modo,
con el abandono de Galilea en cuanto campo de trabajo (como retiro,
huida o tactica planeudu de antemano) o con t1m1 marcha hacia Jeru-
salen (conectada o no directamente con el abandono de Galilea). Al-
gunas de estas anecdotas llO parecefl estar relm:iu11aJas COll lo quc po-
drfamos llamar los presupuestos principales del relato. Asi, por ejem-
plo, la narraci6n de la advntr:nda de los fariseos, que contiene varios
rasgos inesperados. La dificultad que criticos y comentaristas han en-
contrado en hacerla encajar eh un relato fluiuu y cohere11te dcl minis-
terio p11hlico, no nos impide aceptarla como un resto de recuerdos
autenticos; mas bien, nos anima a hacerlo. En mi opini6n, lo mismo
se puede decir del relato joaneo de los «hermanos». Los c:Xoc.i\.<1>ol
-roO Kup(ou, que eran muy conocidos en la Iglesia primitiva como un
cuerpo compacto de «parientes del Fundador», solo aparecen enig-
maticamente en los evangelios. Su intervencion en Mc 3,31-35 es tan
ambigua 19 como la de Jn 7. Pero la frialdad de Jesus hacia sus inme-
diatos parientes, implicita en Mc 3,34-35, debe ser aceptada co)Jlo
parte integrante de la tradici6n 20 • Es cierto, por otra parte, que los
aoc.i\.<1>0( pertenedan a1 grupo de creyentes de los primeros dfas de
la lglesia. Es tambien cierto que Santiago, 6 c:Xoc.i\.<1>oc; wO Kup(ou,

19 La construcci6n de la oraci6n depende en gran parte de la respuesta a


dos preguntas: a) c'.esta Mc 3,21 tan intimamente relacionado con los vv. 31-35
que podemos identificar ol TCcxp' cxüi:oo con f] m'ji:T]p Kal ol af>EAq>o(? y
b) <'.cual es el sujeto de ifA.Eyov?
20 Cf. History and the Gospel, 95-96.
326 LOS DICHOS

estaba entre los que eran citados por la forma mas antigua del kerygma
como testigos de la resurrecci6n (1 Cor 15,7 y cf. Gal 1,19). Segun
Mt 28,10 y Jn 20,17 21 , a los O:öi:.A.cpo( de Jesus se les envicS un men-
saje anunciando la resurreccicSn, y este hecho podria estar relacionado
con la aparicicSn a Santiago, ya que no veo ninguna razcSn para que los
O:öi:.A.cpo( de esos pasajes no sean las mismas personas a las que se
aplica normalmente el termino. En una palabra, los O:öi:.A.cpo[ de Jesus
son figuras bien establecidas en la tradicicSn primitiva, si bien el relato
evangelico no define claramente su posicicSn. Es probable que esta pe-
rkopa de Juan, con tantos puntos de contacto con otros elementos
de la tradicicSn que podemos razonablemente considerar primitivos,
procediera del depcSsito comun, aunque el evangelista la ha redactado
en su propio estilo para convertirla en introduccicSn de una de sus
mas elaboradas composiciones: la secuencia de dialogos polemicos
contenida en los capitulos 7-8 22 •

]n 4,31-34. Dialogo de Jesus con sus discipulos sobre el tema de!


alimentn (R)

Este breve dialogo parece una unidad completa en si misma, se-


mejante en algunos puntos al modelo sincSptico 23 . No tiene ninguna
conexicSn intrinseca ni con el dialogo precedente con la samaritana
ni con la secuencia de dichos que sigue 24 • La verosimilitud dramatica
se debe al talento con que el autor emplea una tecnica favorita 25 • Al
tejer el pequefio dialogo en el tejido principul del «Libro de Signos»,
ha conseguido una transicicSn del tema del «agua viva» al de la ßp6mc;
µE.voUO'O:: E.l<:; l:G)~V o::lG'.JVLOV en 6,"l. /ss. Pero en el capitulo 6 Cnsto
es el que da el verdadero !3pwOLc;, como en 4,10 el es quien da el
mk.1r ~r.w, .mientras q1.1F. aqui Jesus es qi.tien se alimenta de la ~rf.'1mr,
flv uµi:.l:c; OUK oföcxTE., que no es en absoluto lo mismo. Podemos,
pues, tratar fundadamente 4,31-34 como una perkopa separada.
En cuanto tal, se asemeja al modelo sin6ptico, ya que comienza
con una pregunta de los disdpulos a su maestro y concluye, despues
21 Se ha de notar que Juan expresa este mensaje en los siguientes termi 0
nos: O:vo:ßo:[vw Tipoc; Tov TIO:TE.po:. Esto responde claramente al ouK O:vo:-
ßo:[vw de 7,8 y establece la identidad (en la intenci6n del evangelista) de los
0:5EA.q>o( en los dos pasajes. Cf. mi contribuci6n a Studies in the Gospels (hom.
a R. H. Lightfoot), editado por Nineham, pagina 19.
22 Cf. Interpretation, 351-352.
23 Si consideramos las palabras EV T0 µETo:/';6 como una conexi6n redac-
cional, el comienzo: i']pc0Twv o:ÖTÜV ot µo:Hrp:o:(, no serfa mucho mas abrupto
que i']pc0To: 5.f. nc; o:uTov TCiiv cpo:ptcro:(wv (Lc 7,36), Ko:l 2rr11pc0Twv o:uTov
A.E.yovcEc; (Mc 9,11, donde la pregunta no tiene relaci6n intrlnseca con lo que
precede), ECJ>ll O:UTc;'> 6 , 1wavvric; (Mc 9,38), TOTE rrpocrEA.9c0v 6 nE.Tpoc; ELTIEV
o:uT<i) (Mt 18,21), ELTIEV oE. Ttc; EK TOÜ oxAou o:uTC{'> (Lc 12,13) o incluso
Tiapfjao:v 5E. TlVEc; EV O:UT0 T0 Ko:tp0 aTio:yyE.AAOVTEc; O:UT({'> (Lc 13,1, ya
·que la expresi6n EV o:uT0 T0 KO:tp0 es cvidentemente redaccional y no aclara
nada).
24 Cf. infra, pp. 387-396.
2s Cf. Interpretaci6n, 315-316, 357-358.
DISCURSO Y DIALOGO 327

de unintercambio de una sola frase pot cada interlocutor, con un dicho


de Jesus. Pot otra parte, tiene algunas de las caracterfsticas esenciales
a la forma joanea de dialogo, ya que es Jesus el primero que pronuncia
un 'dicho oracular: E.yw ßpwaLV EX(j) cpayELV ~V uµei:<; OÖK oi'.ßa-rE,
que sus interlocutores endenden mal ( 11f] nc; ilVEYKEV aö-rc;'> cpa-
YELV}, y luego explica su . sentido. Mas aun, el lenguaje, tva ...
TEAELc0CT0) athoO -ro E:pyov lleva la impronta joanea.
Si pasamos ahora de la forma al contenido, el tema del dialogo
es simple: se confronta a Jesus con un recuerdo de sus necesidades
corporales o, para decirlo mas generalmente, con las exigencias de su
condicion humana. Replica en terminos de «sublimaci6n»: hay otro
«alimento» distinto del que se ve a primera vista. Este tema aparece
eri otras partes. En Mc 3,31-35, una pericopa que tiene una cierta
semejanza superficial de forma con Jn 4,31-34, Jesus es confrontado
con las exigencias de los lazos familiares, otro caso de exigencias de
la condici6n humana. Responde con una pregunta: Tl<; fonv fJ µf]-r11p
µou Kal ol ä:ßEA.cpot µou; Sin aguardar una respuesta de sus inter-
lod1tores, pasa a <~sublimar» la idea de las relaciones familiares, como
en Jn 4,34 «sublima» la idea del alimento. Y se ha de notar que en
los dos casos la «sublimaci6n» se expresa en terminos de la voluntad
de Dios (Ö<; ä:v 1tOLf]an -ro 0E.A.11µa -roO 0rn0, o~hoc; Ö::OEA.cp6c;
µou Kal aoEA.cp~ Kal µT]-r11p fo-rtv, cf. E.µov ßpwµ6: ianv 'Lva
TIOLW 1:0 eE.A.11µa -roO itE.µljJav-r6c; µE).
Pero hay otra pericopa sin6ptka, totalmente distinta en la forma,
cuyo contenido es aun mas cercano al cfol pasaje joaneo que estamos
considerando, a saber, el relato de la tentadon en Mt 4,1-4 y Lc 4,1"4.
Se nos dice ahi que Jesus sinti6 hambre, lo tnistno que (implkitameu-
te) cuando los disdpulos le ofrecieron pan 26 • Se le invita a satisfacer
su hambre por medio de un poder sobrenatural, como en Juan es
invitado a hacerlo con el pan que han comprado. La respuesta es ex-
presada en terminos tomados del Antiguo Testamento: oÖK E.rr' äp-r<{)
µ6v<{) C,:i]aE-rm ö äv0pÜITIO<;, ö::A.A.' E.rrl rravTl Pi]µan E.Krrop-Euo-
µf:v<{) OLO: a-r6µa-roc; 0rn0. EI sentido que sin duda se pretende (fue-
ra cual fuera 1a intenci6n del hebreo de Dt 8,3) es que la verdadera
vida del hombre se alimenta de la obediencia a los mandamientos de
Dios; pues las tentaciones son esencialmente una prueba de la obedien-
cia. En otras palabras, se alimenta de la practica de la voluntad de
Dios, como lo expresa Juan. Encontramos en los dos pasajes exacta-
26 La propuesta de que e1 dialogo joaneo quiere transmitir el sentido de
que Cristo, en cuanto ser eclesial en la tierra, no requiere alimento corpo-
ral :im tiene fundamento. Su petici6n de algo de beber en 4,7 no es mas «dra-
matica» que el cansancio que le indujo a sentarse junto al pozo y las lagrimas
junto a la tumba de Lazaro · o su sed en la cruz son igualmente incomprensibles
desde una perspectiva doceta. Es la paradoja tfpicamente joanea que aquel .que
en su condici6n humana (aO:pE:,} se cansaba de andar y sentfa sed por el calor
era, a la vez, el que renovaba la vida y daba el agua viva. El estado de animo
que hace que la entrega a la voluntad divina deje en segundo plano el hom-
bre, es un estado de :inimo realmente humano, tanto aqu{ como en el relato
de la tentaci6n. ·
328 LOS DICHOS

mente la misma sublimaci6n de 1a idea de alimento. No se ha de


pensar en una dependencia directa, pero una perkopa que expresa un
pensamiento tan cercano a1 de los sin6pticos y que revela analogfas
con las formas sin6pticas 27 merece sin duda ser aceptada como proce-
dente de una tradici6n comun, si bien Juan la ha marcado con su cuiio.
Podemos aiiadir otros dos pasajes que tienen rasgos semejantes a
los de los sin6pticos, aunque 1a forma resultante no es tan parecida.
Jn 9,38-41. Dialogo con los fariseos sobre la ceguera (F)
Tenemos aquf un breve dialogo que revela casi la misma conci~ion
epigramatica de muchos dialogos sin6pticos. En 1a estructura de esta
parte del Evangelio desempefia una funci6n importante de conexion 28
entre la escena del juicio de 9,13-34 y la Trapoq.i(cx: del Pastor y del
ladr6n que sigue; pero parece ser una unidad completa en sf misina y
pudo muy bien ser transmitida independientemente de su contexto
actual como una perkopa separada. Su modelo es mas joaneo que si-
n6ptico. Comienza con una declaraci6n oracular de Jesus: Etc; Kp(µcx:
E.yw 1:.k; Tov K6oµov i:oOi:ov ~A.Sov, 'i'.va ot µ~ j3A.E.Trov-rEc; ßA.E-
TrU>OLV Kai o[ f3A.E.TroVTEc; -rucpA.ol yE.vwvrm. A esto los interlocuto-
res responden con lo que, a1 parecer, es 1a petici6n habitual de una
aclaracion, pero que, en realidad, quiere ser una protesta: µ~ Kcx:l
~µEtc; -rucpA.o( EoµEv; Jesus replica en unos terminos que tienen un
cierto sabor joaneo, pero cuyo contenido nu es ciertamente peculiar
de Juan: Et wcpA.ol ft-rE OUK äv ELXETE aµap-r(cx:v· vOv ÖE AEYETE
ÖTL BM.rcoµEv· ~ aµcx:p-rlcx t°Jp(.)v [_LEVEL, La expresi6n aµap-r(av
FXHV es peculiar del cuarto Evangclio y de 1 Jn entre los escritos
del Nucvu Tcstamento (J11 15,24; 1 Jn 1,7) y µeve.LV es una palabra
a 1a que nuestro evangelista esta muy apegado 30 •
A pesar de todo esto, hay ciertos rasgos que parecen asociar esta
pericopa con 1a tradici6n subyacente en los sin6pticos. La declaraci6n
inicial tiene caracterfsticas muy parecidas a, por ejemplo, Lc 12,49:
TrÜp ftA.Sov f3aA.EtV Em -r~v y~v, frase que queda explicada luego por
la predicci6n de divisiones dentro de las familias. Estas divisiones tie-
nen el caracter de Kp(OLc; en el sentido joaneo, que t:omporta siempre
una idea de «discriminaci6n» 31 • La protesta de los fariseos, con su
27 Hay una analogfa menos importante en Mc 8,14ss, que, como hemos
visto, es quiza el unico dialogo sin6ptico que se aproxima, en un grado impor-
tante, a la forma joanea. Aqui es la ausencia de pan, no su ofrecimiento, lo
que da pie a un dicho oracular que los interlocutores entienden mal. ·El pan ·
sugiere levadura y esta se toma como simbolo de un mal influjo. Pero la re-
laci6n del dicho oracular con su ocasi6n y la explicaci6n ofrecida son artificia-
les y poco convincentes. Se suele considerar generalmente este pasaje como' se-
cundario y heterogeneo.
28 Cf. Interpretaci6n, 358-359.
29 Cf. infra, 381-383.
30 MlvELV aparece cuarenta veces y frecuentemente en sentido teol6gico .den-
so, cotno aqui, frente a una docena de veces en el conjunto de los evangelios
sin6pticos.
31 Cf. Interpretaci6n, 215-216.
DISCURSO Y DIALOGO 329

insinuada auto-exculpaci6n, puede compararse con la protesta de los


voµLKO( en Lc 11,45: 5Lö6:aKaA.E, -ra:O-rcx A.f..y(J)V Kai ~µB:c; 6f3p(-
l,;El<;, o incluso con la pregunta del VOllLK6c; que querfa ÖLKO:L&ao:L
E.au-r6v en Lc 10,29. Mas aun, la «cegueta» de los fariseos no s6lo es
criticada frecuentemente en Mateo (15,14; 23,16.17.19.24.26), sino
tambien y sobre todo en el dicho parab6lico sobre el ciego que gufa
al ciego, que pertenece al estrato mas primitivo de los evangelios si-
n6pticos (Mt 15,14; Lc 6,39). La parabola de la mota y la viga
(Mt 7,3-5; Lc 6,41-42), tomada tambien de la muy primitiva tradici6n
subyacente en Mateo y Lucas, estigmatiza a los «hip6critas» que, como
los fariseos de nuestro pasaje, pretenden tener una vista muy aguda
y no ven lo mas evidente, porque no quieren ver. La situaci6n de esta
parabola, tanto en Mateo como en Lucas, pone tal ceguera voluntaria
bajo la amenaza del juicio (µYj Kp(vETE i'.va µYj Kpt8fi-rE). Que la ve-
nida de Cristo trae ceguera mental al obstinado esta enfaticamente
afirmado en Mc 4,12: EKE(VoLc; öE -ro'lc; Ef,0) EV TIO:paßoA.atc; TI6:v-ra
y(vETO:L i'.va f-1A.E.TI:oV'tE<; f3A.brt(J)OLV Kai µYj i'.ö(J)OLV. Juan coincide
con Marcos en el empleo de i'.va (micntras que Mateo mitiga la decla-
raci6n hasta convertirla en Ö'tL ßA.E.TI:oV'tE<; ou ßA.tTI:ouaLv). Esta.
aparente reminiscencia del lenguaje marcano no ha de ser atribuida a.
dependencia. Juan se remonta a una versi6n diversa de los LXX de
Is 6,9-10, texto que es dLauu uirectaine11te Cll 12,40 32 • Parccc, pucs,
que, si bien cl dialogo cn su estado actual lleva la impronta joanea,
se remonta a una tradici6n comiln que surge a la superficie, en formas
variantes, en los evangelios sin6pticos.

Jn 3,1.-3. Dialogo con Nicodemo (G)

Solo las palabras iniciales de este dialogo revelan una derta seme-
janza con el comienzo del dialogo sobre el pago del tributo eu Mc 12,14
y un paralelismo aun mas estrecho con la versi6n del mismo dialogo
en el Papiro Egerton 2.
Juan Pap. Eg. 2 Marcos
paß IM füM:aKaAE 'IT)aOÜ fü56:aKaAE
oU'>c:xµev ön cXiro oi'.f>aµev Öi:L O:ito 9eoü ol'.f>aµev ön O:A.TJiJc; er
9eoü
EAT)A.u9ac; BLBO:crKaA.oc; EA.f]A.u6ac; Kal oÖ µEAEl aot
itepl oöf>ev6c;
oöf>elc; yO::p Mvcrrm ä yap au 1tOlELV O:AA.' Eit' d:AiT)6E[a:c; TTJV
i:aÜi:a: i:a OTJµEla 6Mv i:oü 9eoü
EaV µTj D O 9Eoc; µapi:upe'i: füt>aaKE lC:
1t0LELV ä au 1tOLELC: uitep i:ouc; itpo~f]i:a:c;
flE1:' aÖi:oÜ it6:vi:a<;

32 Cf. According to the Scriptures, 36-39. ·


330 LOS DICHOS

En lo que sigue los tres pasajes divergen completamente 33 • En Juan


el cortes comienzo no conduce (contra lo que se nos habfa hecho es-
perar) a una pregunta, sino que Jesus ( more johanneo) profiere abrup-
tamente un dicho oracular, que constituye el tema de un dialogo de
naturaleza completamente distinta de la de los sin6pticos.
Es tentador suponer que tenemos aqu1 un exiguo resto de un dia-
logo de forma sin6ptica, que el evangelista pudo tomar de los sin6pti-
cos para utilizarlo como exordio a una discusi6n que querfa introducir.
El tema de la pregunta que falta y del dialogo perdido a que esta
pudo conducir ofrecerfa un terreno abonado para conjeturas poco con-
vincentes e inutiles. Es mas probable que el modo cortes 34 de dirigirse
a Jesus y el rechazo (o, al menos, no reconocimiento) por parte de
este fuesen rasgos constantes de la tradici6n dial6gica en e1 estadio
oral, que representaba muy probablemente un fen6meno hist6rico y
que podfa aparecer independientemente en diversos contextos. Si es
asi, dcberfamos reconocer aqui una prueba ulterior, aunque debil, de
que el cuarto evangelista estaba en contacto con la tradici6n oral co-
mun en una de sus ramas.

De los siete pasajes aducidos, cuatro (B,C,D,E) apuntan direc-


tamente a un contacto con las formas primitivas de tradici6n, dos
{F,G) lo hacen algo mas remotamente, pero con gran probabilidad.
EI restante (A), a pesar de algunos rasgos problematicos, tiene tam-
bien, con toda probabilidad, ral'.ces tradidonales. En tocfos f'stos c:a-
sos, la semejanza formal con los dialogos sin6pticos hada probable
ya a priori que pudieran teuer alguna base cotm\.n eh 1a tradici6n. De-
bemos volver ahora a los dialogos joaneos que no tienen esta seme-
janza formal con los c1f' los sinnptirns y ver si se puede descubrir al-
guna huella de material tradicional en forma totalmente no tradicio-
nales. Es te6ncamente posible que Juan conociera los dialogos de tipo
~inoptko y los remoldeara deliberadamente,. o que tuviera a su dis-
posici6n una tradici6n todavfa en estado parcialmente fluido, aun no
totalmente cristalizada en formas fijas, que podfa ser manejada por el
a voluntad. Hay algunos indicios en favor de esta segunda posibilidad.
Nos encontramos con temas que estan tratados por los evangelios si-
n6pticos en formas caracteristicas de estas obras y que aparecen en
33 Sobre la relaci6n de los tres pasajes entre si cf. mi libro New Testament
Studies, 36-40. Sin embargo, estoy menos seguro que entonces de que el pasaje
de Pap. Eg. 2 dependa directamente del cuarto Evangelio en vista de la nota-
ble diferencia con respecto a la forma joanea y de la referencia a la superiori-
dad de Jesus con respecto a los profetas, que hace pensar mas bien en el
Evangelio segun los Hebreos. Si bien creo que en el primer fragmento de Pap.
Eg. 2 hay una cita directa del cuarto Evangelio, ahora pienso que el fragmento
lleguido es una versi6n diferente de una tradici6n comun (como es evidente por
llU propio material).
34 La captatio benevolentiae es un elemento tipico de la ret6rica clasica;
un claro ejemplo es Hch 24,2-3; 26,2-3. EI 5,LflaoKCXAE aycx8E de Mc 10,17
tiene el mismo sentido y Jesus lo rechaza igual que en nuestro pasaje.
DISCURSO Y DIALOGO 331

el cuarto Evangelio en formas notablemente diferentes, que, sin em-


bargo, sugieren una tradici6n comun subyacente en los dos.
Por ejemplo, en Mc 8,11-21 hay un dialogo que comienza con la
petici6n de un signo y el rechazo del mismo, y que conduce, median-
te un enigmaLico dicho sobre la levadura, a una referencia a la mul-
tiplicaci6n de los panes; esta construido de tal forma que sugiere algo
misterioso en torno a el; el dialogo termina con el reproche: OÖTl:W
OUVLE'tE; Mateo reproduce la petici6n y el rechazo del signo no solo
en un pasaje paralelo a Marcos ( 16,1-4 ), sino tambien en un contexto
diferente (12,38-39). En este ultimo contexto no tiene ninguna rela-
ci6n con el misterio de los panes, pero conduce a una alusi6n criptica
a los «tres dfas» entre la muerte y la resurrecci6n del Hijo de hombre.
Ahora bien, tambien Juan consigna la petici6n de un signo en dos
contextos diferentes. En 6,30, esta asociada con el relato de la mul-
tiplicaci6n de los panes 35 y con el misterio del pan en un dialogo
que tamhiPn ::ilmle a la muerte de Cristo y a su ÜL!JwOLc; (6,51.62).
En 2,18 esta asociada con la purificaci6n del templo y conduce al di-
cho: AUOO:'tE TOV vcxov 'tOU'tOV KCXL E.v -rpwlv Y]µC.pmc; cycpw
cxu-r6v (de nuevo los «trcs dfas»); cstc dicho, dice Juan, se referfa a
la muerte y resurrecci6n de Cristo. No puedo crccr quc Juan tuviera
ante si estos pasajes en Mateo y Marcos y los «descosiera» deliberada-
mente con el fin de tejer el material en un tejido diferente. Sin em-
bargo, es claro que estaba trabajando con material que tambien los
otros evangelistas posefan. La explicaci6n mas probable es, al parecer,
que los tres evangelistas ( o, si se prefiere, sus fuentes inmediatas) te-
nfan antf' sl trnr1irionf's f111ir1::is e informes, en las que estaban ya mez-
clados cl rccucrdo y la rcflcxi6n, y que cada una formulaba el material
en su propio estilo.
De nuevo, el dialogo de 8,31-58 puede muy bien ser cons1derado
un locus classicus de la teologfa joanea 36 • Parece reflejar controversias
intraeclesiales entre cristianos gentiles y judios y arguye, en algunos
momentos, desde premisas que hacen pensar en las maximas de la filo-
soHa estoica 37 • Pero mantiene su unidad a base de repetidas referen-
cias a Abrahan ( que por lo demas no aparece en este Evangelio) y se
pueden detectar, ciertamente en un momento y quiza tambien en algu-
nos otros puntos, reminiscencias de argumentos y especulaciones judfas
sobre el patriarca 38 • En un lugar nos encontramos subitamente ante

35 Cf. supra, pp. 223-224.


36 El lector encontrara un tratamiento mas completo de este pasaje en mi
artfculo A l'arriere-plan d'un dzalogue johannique: «Revue d'Histoire et de
Philosophie Religieuses» 1 (1957) 5-17.
3? rvworn8E -rfiv O:f..Tj8rnxv Kal ~ af..Tj8ELa EAEU8EpWOEl uµi:Xc; = µ6-
voc; 6 oocpoc; EAEU8Epoc;. nac; 6 "TWLWV -rTiv aµap-r[av öoOMc; .Eonv =
oÖÖElc; aµap-rÜ:VC0V EAEU8Ep6c; EOHV. Para testimonios estoicos de estas ma-
ximas cf. Wetstein y Bauer ad loc. Era de esperar (cf. S.-B. ad loc.) que estas
maximas fueran adoptadas por los rabinos judfos ( en el sentido de que la li-
bertad viene a traves del conocimiento de la Tara).
38 Ciertamente en 8,36 y cf. S.-B. en el comentario a este pasaje.
332 LOS DICHOS

expresiones que recuerdan otros pasajes de los evangelios sin6pticos. Los


judfos con quienes discute Jesus rechazan su oferta de la verdad libe-
radora basados en que, siendo on€pµa 'Aßpo:6:µ, poseen una liber-
tad inalienable: 6 no:-r~p ~µwv 'Aßpo:6:µ E.onv, repiten. Jesus re-
plica; d TCl(Va rnG 'Aß:pcx6:µ. S.o-rij, -rO: fipyo: wiJ 'Aßpa:av TiniFITf.,
(ya que TIOLELTE es probablemente imperativo). Esto hace pensar en
el dicho de Juan Bautista: TIOL~OO:TE Kapnov ä:E,tov T~<; µnavo(o:c;,
KO:l µ~ o6E,YjTE A.€yav EV EO:UTOL<;, na-r€po: EXO[J.EV TOV 'Aßpo:6:µ
(Mt 3,8-9 y, con diferencias insignificantes, Lc 3,8). Que palabras
atribuidas a Juan Bautista por un evangelio son atribuidas por otro
a Jesus es un fenume11u que pode111os observar incluso dcntro de los.
mismos sin6pticos, y no hay nada sorprendente en que nuestro evan-
gelista haya asignado a Jesus palabras que Mateo y Lucas asignan al
Bautista. La tradici6n cristiana mas primitiva contenia dichos de Juan
y de Jesus y no siempre los distinguio claramente 39 • Seria muy extra-
fio que Juan no tuviera ninguna relaci6n con el pasaje tan cercano de
Mt 3,8-9. Pero no seria menos extrafio que nuestro autor, con Mateo
ai1Le sus ojos, tomara dclibcradamente las pa1abras del Bautista y se
las atribuyeru a Jesus. Es mas razonable suponer que tanto Matern>
como Juan utilizaron la tradici6n primitiva.
Mas aun, el siguiente paso en el razonamiento es la pretensiuu
de los judfos de ser, no solo hijos de Abrahan, sino hijos de Dios:
EVCX no:tEpa gxop:::v -rov flc:6v (el giro cle la frase e~ d. mismo que
el de Mt 3,9, 'ltCXTEpo: EXO[J.EV -rov 'Aßpa6:µ). En Mt 23,9 leemos:
11'.0:TEpa µ.~ KC:X:Ai;:Ol]TE 6µ6Jv ETil T~<; y~c;;· Etc;; y6:p EaTLV uµCi>v
6 mx-r~p 6 oöp6:vtoc;. Esto encaja bastantc mal en el pasuje mateano,
En cl v. 8 sc prohibe a los disdpulos que sc dejen llamar «rahhi», ya
que solo Cristo es su 0L06:0KO:Aü<;. En el V. 10 se les prohibe que se
dejen llamar K0:0YJYTJT~<;, ya que solo Jesus es su KCX0YJYTJT~<;. Pa-
rece tratarse de dos duplicados, en los que el titulo judio «tabbf» al-
terna con el griego K0:0YJYT]T~<;. Pero el v. 9 no prohibe a los disd-
pulos que se dejen llamar «padre», lo cual habria sido coherente con
los versiculos 8 y 10 (al parecer, los maestros judios eran llamados a
veces «abba» ). Sino que les prohibe que llamen a otro «padre».
~Quien es el padre terrestre a quien no deben dar ese nombre? Hay
una baraita que dice: «Nadie llama 'padre' a nadie si no es a los tres»
(es decir, Abrahan, Isaac y Jacob) 40 • No serfa quiza una conjetura
demasiado descabellada pensar que el dicho de Mt 23,9 querfa decir:
«No llameis a ningun ser terrestre 'padre' -ni siquiera a Abrahan-,
pues todos teneis un unico Padre en el cielo». Esto se moverfa en el
mismo plano que Mt 3,8-9. Si es asi, Jn 8,39-42 seria una reminiscen-
39 ME-ra:voEhE t)yytKEV yO:p fi ßa:cnAE[a: K.-r.A.: Juan en Mt 3,2, Je-
sus en Mc 1,1. rEvvf]µa:nx E.xt5vwv: Juan en Mt 3,7, Jesus en Mt 23,3.3.
Bultmann va quiza demasiado lejos al decir (Geschichte der synoptischen Tra-
dition, 123) que la atribuci6n de dichos a Juan en vez de a Jesus es «pura ca-
sualidad», pero la distinci6n no era ciertametne absoluta en la tradici6n pri-
mitiva.
40 Berakho·t, 16b, citado por S.-B. ad loc.
DISCURSO Y DIALOGO 333

da de la misma tradici6n. Los judios han comenzado con la preten-


si6n de que Abrahan es su padre. Luego cambian de posici6n y, en el
sentido de Mt 23,9 (en su intenci6n original), no llaman a ninglin ser
terrestre su padre, puesto que tienen un unico Padre, Dios. Esta pre-
tcnsi6n es rechnzada con las mismas razones que antes: los hijos de
Abrahan hacen las obras de Abrahan; los hijos de Dios hacen las obras
de Dios. En cualquier caso, parece que Ja mente de nuestro evangelista
se esta moviendo aqui entre ideas que estaban representadas en la
tradici6n mas primitiva y, si hay algo de verdad en Ia conjetura que
he aventurado, habrfa recibido esa tradici6n en un sentido, y en un
contexto, mas original que el que Mateo le ha dado.
Tomemos otro ejemplo de un tipo bastante diferente: en Jn 7,23-24
Jesus se defi.ende de la acusaci6n de violar el sabado curando: Si se
drcuncida a un hombre en sabado para no quebrantar Ia Ley de Moises,
~OS indignais COOIDigo porque en sabado le di Ia salud a Ull hombre
entero? (öA.ov äv9pwTiov öyLfi E'ltOLTJ<1a)». ;.Por que öA.ov ä:v0pw-
'ltoV? La clave se encuentra en diversos pasajes de los escritos rabini-
cos citados por Stm:k-ßillerbeck ad loc. y ad Mt 12,10. EI mas nota-
ble es quiza el pasaje de Mekilta 109b, sobre Ex 31,13, que reproduce
un <lialugo entre algunos rabinos, dialogo que por incluir a Eliezet
ben Azariah y Aquiba no puede datarse m~s tarde deI 100 p.C. Se
formula la pregunta: ~Con que pasaje pe la Escritura se puede detnos-
trar que salvar una vida humana ( fd~~ m~') supera el sabado? Se
citan varias opinioncs. La respuesta de Rabbi Eliezer era: «Si la cir-
cuncisi6n, quc afecta solo a uno de los miembros corpotales rld hom-
bre, supera el sabado, ~cuanto mas se ha de aplicar esto a su cuerpo
entero?». En Jn 7 ,2:; se indica claramente un argumento <le ese Livo.
Pero ademas, Ia misma pregunta aparece en Mc 3,4: «~Esta permitido
en sabado salvar una vida (l!Juxi]v o&am)?» y en Mt 12,10: «~Esta
permitido en sabado curar (Elc.pa:'ltc.Üam)?» (en estos pasajes q>uxi]v
a&am y 0cpa:Tic0am son cquivalentes de td~~ mF' ). De .nuevo,
en el mismo pasaje de Mekilta Rabbi Jose el Galileo (ca. 110 p.C.)
dice: «EI sabado te ha sido dado a ti y no tu al sabado». El dicho de
Mc 2,27, -ro oO:ßßa:1:0v cna -rov äv8'pwTiov EYEVE1:0 Ka:l oux 6
ä:vSpwTio<; ö La -ro craßßa:wv, esta evidentemente moldeado en el
mismo patr6n que la maxima de R. Jose, que, en una u otra forma,
era ya probablemente corriente antes de el. Parece ser una conclusi6n
justifi.cada que existfa una halaka cristiana sobre el sabado, basada en
discusiones paralelas a las documentadas en las escuelas rabinicas 41 •
Y lo importante (para lo que ahora nos interesa) es que elementos de
esta halaka aparecen tanto en diversos pasajes de Marcos y Mateo
como en Juan. Se ha de excluir que Juan dependa aqui de uno de los
dos; es dificil resistir a la conclusi6n de que detras de los tres se
oculta una tradici6n comtin. EI Sitz im Leben de tal tradici6n debi6
41 No encuentro ninglin motivo razonable para negar que tal halaka se re-
monte al mismo Jesus, pero este problema no nos interesa ahora.
334 LOS DICHOS

de encontrarse en un ambiente judio como el de la Iglesia primitiva Y~


con toda probabilidad, en un perfodo temprano. Una vez que la lgle-
sia, para entonces principalmente gentil, habfa cesado de tener relado-
nes con la sinagoga, discusiones de este tipo no se mantendrfan en
'' vida y dejarfa solo huellas aisladas, incorporadas en los evangelios. En
Jn 7,23 la huella superviviente es un argumento que apenas es inte-
ligible fuera del contexto judfo.
Finalmente, hay pasajes en que el cuarto Evangelio parece hacerse
eco del lenguaje de la oraci6n dominical:
Mt 6,9-13 Jn
nai:sp ... cXyl0:0'9ft-rc.:i TO C5voµ6: 17,11: nfu"sp äytE TIJPTJO'OV
O'OU cxö-rouc; EV -rc;'> öv6µcrd aou
rov äpTOV fJµßv TOV ETrlOUallOV 6,32s: ö 'lt'cxTijp µou fö5c.:iatv öµiv
Mc; fiµi:v aftµEpov -rov äp-rov EK -roü oöpcxvoü
-rov dA.Tj9tv6v
puaat fiµäc; &ito TOÜ 'lt'OVTJpOÜ 17,15: 'lvcx TTJpftanc; aÖT·ouc; EK
TOÜ TIOVI'] poÜ

Estos pasajes parecen presuponer un tratamiento homiletico de diver-


sas peticiones de la oraci6n: en la santidad del nombre del Padre se
encuentra 1a mas fuerte protecci6n de los creyentes; el Padre del cie-
lo, a quien oran para obtener Ö:p'toc; ETILOUOLoc;, responde a su ora-
ci6n con el don del Ö:p'toc; ai\.Y]8Lv6c; y 1 mientras los creyentes estan,
por su disposici6n, aU.n en el mundo, responde a su oraci6n de libera-
ci6n del mal que huy en el. EEi difkil creer que estas coincidencias sean
pura111e11te fortuitas. No se objetara, crco yo, quc Juan tuvo quc
aprender su Padrenuestro del Evangelio segU.n Mateo. La oraci6n per-
teneda a la tradici6n lirurgica de la lglesia desde el periodo mas tem-
prano y es de ah1 de donde la han tomado tanto Mateo como Juan
(as1 como Lucas).
En vista de todo esto, parece que existe fondamento s6lido para
suponer que, incluso al11 donde Juan tiene todos los visos de estar
componiendo libremente, existe, al menos algunas veces, una tradid6n
mas antigua subyacente. Con esta suposici6n, pasemos ahora a exami-
nar algunos pasajes donde parece posible concluir el empleo de tal
tradici6n.
II

DICHOS COMUNES A ]UAN


Y A LOS SINOPTICOS

Podemos comenzar con algunos dichos que son comunes a Juan y


a los sin6pticos, es decir, con pasajes que, tanto en la forma como en
el contenido, son identicos o muy semejantes, aunque difieran en las
palabras. Hemos de tener siempre presente la pregunta de si las dife-
rencias verbales son de tal indole que sugieren una reelaboraci6n joa-
nea del material que nuestro evangelista tom6 de los otros evangelios
o si pueden explicarse mejor por medio de la hip6tesis de variacio-
nes dentro de una tradici6n oral comun. Los dichos en cuesti6n son,
por lo general, los que revelan una forma sucinta y aforistica, que los
convierte en una unidad completa en sf mismos.
Hemos hecho ya notar dos de estos dichos en relaci6n con las pe-
ricopas narrativas: Jn 2,19, A.uoaTE TOV vaov K.T.A.. 1, y 4,44, el
profeta en su TiaTpk; 2 . Sobre el primero pareda posible concluir, con
el mas alto grado de probabilidad alcanzable en estas materias, que
habia sido tomado independientemente de una rama separada de la
tradici6n comun; en cuanto al segundo, pareda justificada la misma
conclusi6n, si bien con menor grado de probabilidad. Pasemos ahora
a otros ejemplos en que los dichos estan insertos en discursos o dia-
logos 3 .

1) Jn 13,16:
ÜÖK fonv ßoOA.oc; µEl~wv Tou Kup[ou aÖTou
oußE: cX'TCOOTOAOc; µcl~wv TOU m:µtjJmnoc; aUTOV.

Este dicho tiene paralelos parciales en los sin6pticos. El mas cercano


es Mt 10,24-25, segun la lectura de la mayoria de los mss.:
ÜÖK EoTLV µo:8TJTT]c; uTCE:p TOV ßtM:oKaA.ov
oöß,E: ßouA.oc; uTCEp Tov K6ptov auToü.
apKETOV T<{) µa8'1Fn i'.va YEVY]TaL wc; 6 füßcrnKaA.oc; aÖTOU
Kal 6 ßouA.oc; wc; 6 KUptoc; aÖTOu.

Sin embargo, el ms. veterolatino k y el siro-sinaitico (una combina-


ci6n formidable) omiten las palabras oöoE: ooOA.oc; ... KUplOV aÖ'toO 4 ,
1 Cf. supra, pp. 99-102.
2 Cf. supra, pp. 244-245.
3 Las siguientes paginas (335-349) son en gran parte una reproducci6n de
un articulo aparecido en «New Testament Studies» 2 (1955).
4 No trato aqui el problema de cual es 1a lectura que representa el texto
original de Mateo. Si la mas breve es la original, las palabras oußE: oouA.oc; ...
336 LOS DICHOS

reduciendo asi el primer «pareado» a una unica orac10n y toda la


«Cuarteta» a un «terceto». En Lucas tenemos un unico «pareado» que
combina un miembro de cada uno de los dos «pareados» del texto
largo de Mateo:
ouK Ecn:tv µaarrn'Jc; 6TCep -rov 5tf>aoKaA.ov,
KITTTJPTLOµEvoc; fül TCCX<; EITTat wc; 6 5tf>aoKaA.oc; aUTOU.

Podemos presentar asi la situaci6n: tenemos ante nosotros cuatro


diferentes formaciones: a) un «pareado» que viene a decir sencilla-
mente: «Un disdpulo no. es superior a su maestro; a lo mas, puede
llegar a igualarle» (Lucas); b) un «terceto», en el que la primera
Hnea es identica a la primera Hnea de a) y en el que a esta sigue un
«pareado» cuya segunda oraci6n, sobre el esclavo y el sefior, es parale-
la de la: segunda oraci6n de a), sobre el disdpulo y el maestro (Ma-
teo en la versi6n de k y siro-sinaitica); c) una «cuarteta>>, en la que
el segundo «pareado» es c.omo en h) y el primer «pareado>> tiene
tambien su paralelo en b) aunque con la afiadidura de la relaci6n ·es-
clavo-sefior a la de disdpulu-111aesltu (MaLeo, te:x:tus t"eceplus); y d) un
«pareado», en el que la primera Hnea equivale a la segunda Hnea de
c) y la segunda Hnea, en vez de hablar de disdpulo y maestro, habla
de ap6stol y mitente (Juan).
Dado que la forma joanea no tiene nada directamente en comun
ni con a) ni con b), solo el texto largo de Mateo puede ser tenido
en cuenta como posible fuente de Juan. Si lo consideramos realmente
:l:uente de Juan, tendremos que explicar tres cambios: a) la otnisi6n'
del segundo «p::itF::irlm>; ~) fa smtitndon rle µaerrr~c; por Ö:TI6ai:oA.oc:;
y de 6 ötö6:aKcxA.or.; por 6 TIE[.ltjJac;;, con una inversi6n del orden;
y y) la sustituci6n de (ÖTIEP con acusativo) por «mayor que» (µE(su:>v
con genitivo). Este ultimo cambio no tiehe tnayot itnporrancia. Los
LXX emplean alternativamente el comparativo del adjetivo o ÖTIEP
con acusativo para traducir expresiones hebreas como l~ ~~i.l, i~ ~i
Asi, pues, . las diferencias entre Juan y Mateo en este . detalle
gramatical pueden muy bien remontarse a tradm;:ciones diferentes de
un original arameo o, dado que Juan no usa mucho ÖTIEp con acusa-
tivo, sino que esta muy inclinado a locuciones cön µe(C',:wv, serfa po-
sible que el mismo fuera responsable del cambio,
En cuanto a a), la omisi6n del segundo «pareado», lo unico que
podemos decir es que la idea de que un esclavo sea como su sefior y
se contente con esto, sin esperar ser en ningiln modo superior a el,
no parece incongruente con un evangelista que, por una parte,. situa
el dicho inmediatamente despues de que los Doce han recibido 1a se-
guridad de que hacen bien en llamar a Jesus K6ptoc;, ya que. eso. es
K6ptov o::uwO pudieron ser introducidas para completar el equilihrio 'sintac-
tico, o porque la idea esta impHcita en la segunda oraci6n del segundo «parea-
do», o por asimilaci6n con Juan. Pero es posible que el texto largo sea · el 'ori-
ginal y, · si Juan tuvo un modelo sin6ptico, este debi6 ser el texto largo de
Mateo. · · ·
DICH OS COMUNES A JN Y A LOS SINOPTICOS 337

lo que su Maestro es, y al mismo tiempo, han sido exhortados a seguir


su ejemplo (13,13-15), y que, por otra, cita mas adelante (15,20) el
presente dicho como advertencia a los disdpulos para que no esperen
un destino mejor que el de su Maestro.
<'.Que se puede entonces decir de ß), el cambio de µcx0ri-r~c; por
O:n6o-roA.oc;, con la sustituci6n correlativa de 6 f>LÖcXOKaA.oc; por
6 nE.µqim;? Se podrfa decir que, dado que ÖLÖcXOKaA.oc; y Kupwc;
(en ese orden) son los tfrulos que el evangelista acaba de decir que
Jesus acepta de sus seguidores, Juan conoda el «pareado» de Mateo,
que tiene los mismos titulos en el mismo orden. Pero si es asf, no re-
sulta facil comprender por que ha eliminado la relaci6n disdpulo-
maestro del «pareado» de Mateo y ha puesto, en cambio, la de ap6stol-
mitente. <'.Habra que decir que quiso subrayar aquf el nuevo carac-
ter de los Doce en cuanto enviados responsables de Cristo mas bien
que simples disdpulos? Y sin embargo, en todos estos capitulos el
evangelista sigue llamandolos µa0ri-rat (excepto una vez que les llama
ot .öc.00EKCX, 20,24 ). Mas aun, a'rC6o-roA.oc; no es un termino joaneo;
este es el unico lugar del cuarto Evangelio en que aparece. Ma0ri~c;,
«disdpulo», se encuentra 78 veces en el curso del Evangelio. Pare-
ce, pues, improbable que el evangelista, despues de encontrar en
su foente un dicho en el que se empleaba su palabra favorita µa0ri-r~c;,
la cambiara deliberadamente por una palabra que no emplea en nin-
guna otra parte. En el contexto de 13,12-20, donde se subraya que
Cristo es ambas cosas: ÖLÖcXOKaA.oc; y K6pt0c;, la forma larga matea-
na del dicho parecerfa la mas apropiada. y, sin embargo, si Jm1n 1a
conoci6, In descart6.
Concluyo que no se puede em:oHLrat una razon convincente cn
las conocidas tendencias de este autor que explique las alteraciones
que debi6 hacer si Jn 13,16 depende de Mt 10,24-25, excepto, quiza,
la pequefl.a <<Corre<.:ciOH» gnunatical de UTrEp con acusativo por [.H=f (,r,W
con genitivo. Pot otra parte, se podrfan explicar, no solo las diferen-
cias entre Mateo y Lucas y quiza incluso la lectura variante de Mateo,
si asumieramos que este dicho circulaba oralmente en formas varian-
tes y que el paralelismo de esclavo•sefior/ ap6stol-mitente, por una
parte, y de disdpulo-maestro/esclavo-sefior, por otra, qued6 estable-
cido en un estadio primitivo de la tradici6n 5, mientras que una tercera
forma mas simple de la tradici6n oral: «Un disdpulo no es superior a
5 Cf. Mt 7,9-10 y Lc 11,11-12, donde se ha de leer el texto breve de Lu-
cas con B, 440, algunos mss, veterolatinos y el sirosinaitico. Aqui, como en el
dicho que estamos discutiendo, se contraponen tres pares:· a) pan y piedras,
b) pez y culebra, c) huevo y escorpi6n, de los que Mateo tiene a) y b ), y Lucas
b) y c). El intento de explicar estos fen6menos por medio de una teoda de
dependencia literaria, de Lucas con respecto a Mateo o de los dos con respecto
a «Q», no es convincente. La explicaci6n mas probable es que la tradici6n oral
transmiti6 un «pareado» con paralelismo antitetico y ramas diferentes de esta.
tradici6ri hicieron brotar diversos pares (El texto "del Chester-Beatty, que ofre·
ce pez y culebra, pan y escorpi6n, es probablemente una ·simple equivocaci6n).
22
338 LOS DICHOS

su maestro; a lo mas, puede llegar a igualarle», fue recogida por Lu-


ca11 y pudo, quizu, iniluem:iur d lexlU breve de Mareo.

2) Jn 12,25:
·o <j>LAWV 'Il'jV ljJUXllV o:ÖTou
Ö:TIOAAUEL CXV'I~V,
Krxl ö t11nmv 'l11v 1J1uxr1v 'CXÖ'lou
ev "0 K6oµcp 'tOl.'.l't<p
El<; i:;cuT]v a:lc0vtov
<j>UAa~EL a:(n~v.

Podemos encontrar dichos equivalentes a este en cinco pasajes de los


evangelios si116pticos. Podemos reducirlos a tres formas tipicas:
A. „ Oe; yap Ec:Xv 9EA.fi 'l-/jv ljJuxi'Jv <:xli'lou ol'>om
Ö:TIOAEaE l O:U't~V,
ö ö' äv choA.Eon 'll'jv ljJuxl')v o:uwO
EVEKEV ...

Esta forma es comun a Mc 8,35 y Lc 9,24, con ligeras variac1ones.


Despues de EVEKEV Lucas tiene E[J.OÜ. Marcos, segun una formidable
combinaci6n Je auluridades (entre las que se encuentran el papyto
Chester-Beatty, el Codex Bezae y el siro-sinafrico), lee TOO EÖaylyE-
/...(ou o, segun la mayorfa de las autoridades, EVEKEV E.µoO Kat ToO
söayyi:./...(ou, que es posiblemcntc una lectura compuesta. Fuera de
esto, la unica diferencia entre Marcos y Lucas es que este ultimo
lee 001:0<; OWOEL aÖTYJV en la ultima oraci6n.
B. "o Eupwv 'l-/jv ljJuxT]v o:öwG
r1·1wA.t.uu cxfrL {J v,
Ka:l ö ä:TioA.foa:c; 'l-/jv ljJuxT]v a:öwQ
EVEKEV eµoG
EUp~OEL CXV't~V.

Esta forma se encuentra en Mt 10,39. Las palabras EVEKEV E.µoO y


c.6pfJoa en la ultima oraci6n (pero no c.6pc:.0v en la primera) aparecen
tambien en Mt 16,25, quese conforma, por lo demas, a Mc 8,35 y que
<lebe probablemente ser considerado como una combinaci6n de dos
dichos. B es la forma caracteristicamente mateana.
c. "Oe; Ec:Xv i:;Y]'t~on 'l-/jv ljJuxT]v a:uwQ TIEpmol~oa:o9m
Ö:TIOAEaE L CXU't~V'
KC:Xl öc; EcXV Ö:TIOAEaEL
i:;cuoyo~OEL a:u't~V.

Esta forma se encuentra en Lc 17 ,3 3. Es la forma caracteristicamente


lucana, si bien no ha dejado huella en la otra forma del dicho que
aparece en Lucas, la cual, como hemos visto, sigue de cerca a Marcos.
DICH OS COMUNES A JN Y A LOS SINOPTICOS 339

Se ha de notar que donde Lucas escribe independientemente de Mar-


cos no tiene la oraci6n con EVEKEV.
Si comparamos ahora las tres formas sin6pticas del dicho, observa-
mos que el nucleo comun a todas es un coso simple de paralelismo
antitetico con miembros equilibrados, cada uno con su pr6tasis y ap6-
dosis. En la forma C no hay ninglin material adicional que perturbe
esta estructura antitetica. En las formas A y B (asi como en la forma
joanea) hay una oraci6n explicativa o restrictiva que perturba el equi-
librio del conjunto. Poderrios prescindir por el momento de estas ora-
ciones restrictivas con el fin de estudiar mas de cerca el nucleo comun
del dicho. En las diversas formas sin6pticas los terminos de la antite-
sis son los siguientes:
A. ociii:,;Etv-d:noA.A.6vm en los dos miembros,
B. EÖpE'lv-d:noA.A.6va:t en los dos miembros,
c. nEpl11:otE'lo8m-O:noA.A.6va:t en el primer miembro,
i:,;o:ioyovE'lv-O:noA.A.6vm en el segundo miembro.

El termino comun a todas es chr6A.A.6vm, un verbo que tiene dos sen-


tidos: a) «perdet» (primariamente en detrimento del sujeto o agen-
te) y b) «destruir», «estropear», «matar» (primariamente en detrimen-
to del objeto ). En el sentido a), el termino antitetico natural es Eup(o-
KELV (cf. Lc 15,24). Sin embargo, si nos preguntamos en que sentido
hemos de entender la expresi6n «encontrar la t!JUX~» en la pr6tasis
del primer miembro, no es Heil dar una respuesta clara, si bien en
la ap6dosis del scgundo miembro el sentido es mas claro. Pero cXTl'OA-
A.uvcn en el seuLiuu u) pueJe Lener ta111bi61 como contrario unu pu
labra con el significado de «guardar», «preservar» y este sentido pue-
de expresarse por medio del verbo 061'.:ELV. Y, sin embargo, el verbo
061'.:av es tambien empleado por los LXX como una de las traduc-
ciones del hifil de n~n; y asi las versiones sirfacas traducen aqui
061'.:av por el afel de lJ,y'. Podemos, pues, entender 061'.:ELv como
la antitesis de cXTtoA.A.uvm en el sentido b): «hacer vivm> en contra-
posici6n a «destruir», «matar». Parece, pues, que la forma A emplea
los terminos con una cierta imprecisi6n o ambigüedad de sentido, muy
propia de una declaraci6n oracular. En la forma C parecerfa que la in-
tenci6n es dar el sentido de «hacer vivo» univocamente, al menos en
la ap6dosis del segundo miembro, al emplear el verbo l'.:woyovE'i:V,
mientras que en la pr6tasis del primer miembro encontramos el me-
nos pintoresco TtEpL'ITOLELa8m, que comprende los sentidos de «rei-
vindicar para uno», «guardar o preservar para uno» (y en el segundo
sentido es sin6nimo de 061'.:av). Los terminos TIEPLTIOLE'i:a8m, sCi>o-
yovE'i:v tienen un sabor literario 6 que no esta en consonancia con el
vocabulario, generalmente simple, de la tradici6n mas antigua de los
dichos (en la medida en que esta puede aun ser reconocida en .el ele-
mento comun de los evangelios ). Podrfan muy bien representar una
6 No se encuentran en el NT, salvo en Lc y en las cartas pastorales;
340 LOS DICHOS

reelaboraci6n de la forma A, en la que se ha sustituido el mas simple


a&am por estos terminos mas literarios. Si, sin embargo, atribuimos
esta reelaboraci6n al tercer evangelista y · suponemos que ha seguido a
Marcos o a Mateo, deberfamos explicar por que omiti6 la oraci6n res-
trictiva que estos dos evangelios insertan en el segundo miembro, si
bien con terminos ligeramente diferentes. Aunque no podemos hacer
otra cosa que conjeturar, parece bastante mas probable que la tradi-
ci6n subyacente en C, como la encontramos en Lucas (pero, sin duda,
con cr&oaL o un verbo semejante en vez de las expresiones mas so-
fisticadas de Lucas), ofreda el paralelismo antitetico simple con un
ritmo ininterrumpido y que las formas A y B representan adicfones
exegeticas -EVEKEV 1:00 i:uayyi:A.(ou en A y EVEKEV E.µöG en B-'.-,
introducidas para explicitar la presuposici6n implkita de que la per-
dida voluntaria de la lJ.'UX~ tiene por motivo la devoci6n a Cristo (o
al evangelio) y no (por asf decitlo) meta temeridad sin base moral.
En una palabra, aunque serfa posible explicar las formas variantes por
medio de una teorfa de dependencia literaria, las pruebas en favor de
tal dependencia no son de ningiln modo convincentes, y se pueden
entender bastante mas facilmente los fen6menos si suponemos que la
tradici6n oral subyacente en los evangelios sin6pticos habfa desarro-
llado ya variaciones antes de que se fijara nada por escrito.
Volvamos ahora al cuarto Evangelio. Observamos aquf, en primer
lugar, que falta la oraci6n restrictiva que aparece en las ·formas sin6p-
ticas A y B; y luego, que ha sido introducida una oraci6n restrictiva
diferente o, mas bien, dos oraciones explicativas, una que explica la
pr6tasis del segundo miembro y otra su ap6dosis: la perdida volunta-
ria de lä 4Juxr'1 es una perdida <<en este mundo» y 1a correspondiente
promesa se refiere a «la vida eterna». Esto es, incluso mas claramente
que la oraci6n restrictiva de las formas A y B, una adici6n exegetka.
Su lenguaje es caracterfsticamente joaneo: no solo es la palabra KOO-
µui; unas cuatro veces mas frecuente en el cuärto Evangelio que en
los otros tres evangelios juntos, sino que la expresi6n 6 K6crµoc;
o~hoc; es peculiar del cuarto Evangelio, en el cual aparece once veces,
mientras que t,;w~ alciivwc; es mas de dos veces mas frecuente en este
Evangelio que en los tres sin6pticos. A primera vista, todo esto da la
impresi6n de labor redaccional del evangelista, lo mismo que las ora-
ciones con EVEKEV de Mateo y Marcos pueden ser explicaciones re-
daccionales de estos.
Si prescindimos de estas oraciones restrictivas, nos encontramos
con un puro paralelismo antitetico de un tipo casi identico a1 que
subyace en la forma C o en las formas A y B. sin las oraciones con
EVEKEV. De hecho es muy semejante a la forma B: en ambas, las
expresiones mas sencillas 6 cpLA.&v ... 6 µLcr&v, 6 i:üpwv„. 6 Ö:Tio-
A.f:.crac; tienen una cierta limpieza en comparaci6n con las pesadas
expresiones compuestas de las otras. En cuanto a1 sentido, 6 cpLA.&v
-r~v ljJUX~V es ciertamente menos oscuro que 6 i:üpwv T~V ljJUX~V.
Es un modo mas conciso de decir lo que dicen Marcos -Öc; E.O:v Sf:.A.n
DICH OS COMUNES A JN Y A LOS SINOPTICOS 341

'li)v ~uxfiv cxu'loO al'>am y Lucas: ö~ E.Cxv sT)'l~on 'li)v qiuxfiv


cxöwu 11EpmoL~acxa8m-. De modo parecido, 6 l.Hal'>v 'li)v qiuxfiv
CXÖ'loU expresa, con el menor numero posible de palabras, el sentido
pretendido por la frase Ö~ CXv cX110AEa!1 ( 0 cX110AEaCX~) 'li)V l\JUXY)V
CXÖ'lo0, que no deja claro (si prescindimos de la oraci6n con EVEKEV)
que 1a «perdida» o «malogro» en cuesti6n es voluntario e intencional.
Se trata de una «perdida» que implica una distancia ante si mismo y
que puede, por tanto, ser aptamente descrita hiperb6licamente como
«odio». En una pah1bra, la versi6n joanea del dicho es mas semejante,
en la forma, a Mateo, mas cercana, en el sentido, a Marcos y Lucas,
pero superfor a todos ellos en la combinaci6n de elegancia y claridad.
Si tomamos como 'hip6tesis de trabajo que Juan estaba utilizando a los
sin6pticos como fuentes, serfa dificil decir cual de ellos fue su punto
de partida. ~Comenz6 con Marcos y Lucas para llegar a esta limpia
parafrasis y, al hacerlo, consigui6 accidentalmente un modelo identico
al de MaLeo? ~O comenz6 con Matco e hizo la no muy Heil transi-
ci6n de EÖpe'lv}a110A.A.6vcx:L a cpLA.e'lv/µLaE'Lv? (Se comprenderfa la
omisi6n de la oraci6n con EVEKEV; Juan no emplea esta preposicion,
como tampoco usa el termino EucxyyE.A.Lov). ~O debemos suponer que
estudi6 y compar6 las dos formas, o las tres, y redact6 de nuevo todo
el dicho a su estilo?
~Hasta que punto es el lenguaje tan joaneo como para sugerir un
proceso tan profundo de reelaboraci6n? EI verbo 0:110A.A.6vm, que es
coristante en todas las formas sin6pticas del dicho, aparece en la ap6-
dosis del primer miembro del dicho joaneo, pero Juan emplea el pre-
sente &:110A.A.0E.L, mientras que las otras ver8ioues usau d fuLu10 0:110-
A.E.aa 1• Esto estarfa sin duda en consonancia con el enfasis que Juan
pone en el jukio y F:n la virla eterna como rea:lidades presentes aqui y
ahora, pero el presente es gn6mico mas bien que temporal, ya que
su. correlativo en la apodosis del segundo miembtu es e1 futuro cpu
A.6:E,EL, EI verbo cpuA.6:aaELV, que aqui es un equivalente de awt:av,
11EpmotE'i:a8cx:L, en el sentido de «preservar», aparece tres veces en
Juan, una en Mateo, dos en Marcos y seis en Lucas. No es, por tanto,
una palabra «joanea». Los terminos cpLAELV, flLOELV son «joaneos» en
el sentido de que los dos son mas frecuentes en Juan que en ninguno
de los otros 8 y de que la antftesis cptA.E'i:v/µtaE'Lv, que aparece en
Jn 15,18-19 ademas de en este pasaje, no se encuentra en los sin6p-
ticos, en los que la antftesis es aycmcxv-µtoELV (Mt 5,43; 6,24;
Lc 16,13).
7 Quiza valga la pena observar que, si el dicho fue transmitido primero en
arameo (que era ciertamente la lengua de la tradici6n mas primitiva), la dife-
rencia de. tiempo pudo no ser reconocible; en las versiones siriacas cXTIOAEOEL
y aTioA.A.uEL reciben la misma traducci6n: nwbdyh.
8 <l>LA.E'lv: cinco veces en Mateo, una en Marcos, dos en Lucas, trece en.
Juan; µLOe.'lv: cinco veces en Mateo, una en Marcos, siete en Lucas, doce
en Juan. Pero <jlLAE.LV no es «joanem> en el sentido de que sea su termino fa-
vorito para «amar»; por el contrario, emplea O:yaTiiiv treinta y cinco veces,
casi tres veces mas que <P LAE.Lv.
342 LOS DICHOS

Mas aun, la antitesis cpLA.E'Lv-µLOELV se encuentra en un pasaje de


los Hermetica que ( tenida cuenta de la diferencia de mentalidad) re-
vela una cierta semejanza con el dicho que estamos considerando: EcXV
[-LYJ 11pc7rrov 'tO owµa oou [-LLO~onc;, OEaU'tOV cpLA~om ou ouvaom
(C.H. IV 6, citado supra, p. 322) 9 • (Debemos decir, pues, que Juan ha
vuelto a redactar el dicho bajo el influjo de locuciones helenisticas? Es
posible; pero, por otra parte, la antitesis «amar-odiat» es en si misma
natural, simple y universal; y, sobre todo, es biblica, aun cuando los
LXX, como los sin6pticos, prefieren ayamxv a cpLAE'lv 10 • Es, ade-
mas, caracteristico del lenguaje del Antiguo Testamento emplear aya-
mxv-µwE'Lv en relaci6n con elecciones morales 11 , asi como usar [-LLOELV
hiperb6licamente 12 • Este empleo hiperb6lico esta reflejado en el Nuevo
Testamento. En Lc 14,26 se ordena a todo el que desee ser disdpulo
de Jesus que «odie» a su padre, madre, mujer e hijos. EI sentido pre-
tendido esta sin duda comunicado con unf\ inmediatez mas prosaica
en el paralelo mateano de 10 ,3 7, donde el seguidor de Jesus no debe
amar a su padre, madre, hijo o hija mas que a su Maestro 13 ; pero la
9 Cf. C.H. VII, 2, donde se describe al cuerpo como «el ladr6n dentro de
tu casa, que te odia por medio de las cosas que ama y te envidia por medio
de las cosas que odia» (TÜV fü' G'iv <jllAEl µtcrOÜVTa Kal Ot' WV µtoEt
qi8ovoüvTa). EI sentido parece ser que el cuerpo ama el placer mundano y
cosas del genero y asi es hostil al «yo» real, mientras que odia lo que es eter-
no y asi envidia al «YO» real la posesi6n de lo que realmente vale.
10 He contado mas de veinte pasajes de los LXX donde O:yaw5:v y µtoEtV
aparerf'n f'n antftf'sis, frt>nte a s6ln r1ns q1w f'mplf'an IJllAFl'v: Gn 37,4; F.rl 1,R.
Pero en el primero de estos dos O:yaTiav ha sido usado en el verskulo ante·
tinr (V. 1) sin nifrrf'nria nf' Sf'ntinn y rnmn trannrrif\n nf'l mismn verhn he-
bteo (:J.i1N ). Podrfamos afiadir qiüza Prov. 8,13 con 17, donde de nuevo <JltAEi:v
y O:yanav aparecen (los dos = :J.i1N) contrapuestos a µtaELV.
11 Pot ejemplo, Sal 44,R: fjya'TH]oa<:; f>LKm'oo6vT]v Kal EµloT]o<X<:; O;vo-
µ(av; Am 5,15: µEµtofjK,aµEv Ta rcovT]pO:, Kal i'jyarcfjKaµEv TÜ:: KaA.O:;
Zac 8,17: ÖpKov i.j.tEuofj [..LTJ O;yo:rcB:u;, ot6n 't<XÜ'to; 'lt6:vro: E[.dOT]OO:, f..f.yF.1.
K6poc;. Conectadas con este empleo «etico» de O:yanO:v y µtoEtv encontra-
mas expresiones como ''amarse (odiarse) a uno mismo (a su alnia)''i por ejem.
plo, Sal 10,5: 6 O:yo:rcO:v aO•LK(av µtaEl. TTJV Eau1:0ü tµuxi'Jv; Prov 16,3: 6
-r11pßv EAE.yxouc; O:yo:rc~ tµuxi']v at'.noü; 19,5: 6 KTwµEvoc; qip6VTJO'Lv
O:ya-rrq: EauT6v. EI sentido de estas expresiones no es exactamente el mismo
que el de Jn 12,25, pero ilustran c6mo podfan acufiarse expresiones del genero.
12 Por ejemplo, cuando se dice que una persona «ama» a una esposa y
«odia» a otra, el sentido puede ser simplemente que prefiere una a la otra. Asi,
en Dt 21,15-17 encontramos disposiciones legales relativas a i'] i'jyaitT]µEVT] y
i'] µtoouµEVT] respectivamente; en Gn 29,30-33 tenemos un caso espedfico: Ra-
quel es la esposa «amada» y Lfa la «0diada» (µLoEhat), pero esto es parafra-
seado en i'jyarc110Ev 'Paxi']A. µO:A.A.ov T\ AE(av. De modo parecido, en Mt 6,
24 y Lc 16,13 no es verdad que el esclavo de dos sefiores debera necesariamen-
te «odiar» a uno de ellos ( en nuestro sentido de la palabra «odiar>> ); TOV Eva
µtofjOEL KO:L TOV ETEpov O:yarcfjOEL significa unicamente que preferia a .uno
de los dos.
13 La diferencia entre el EL nc; oö µtoE'i: TÜV rcaTEpa de Lucas y el 6
<jltA.ßv TCO:TEpa 6rcE.p E.µE de Mateo es precisamente la que existe entre Gn
29,31: µtoEhm AE1o: y Gn 29,30: i'jyarc110Ev 'P•axi']A.. µO:A.A.ov T\ AE(av.
Hay una diferencia en las palabras y quiza en el tono emocional, pero no en
la sustancia.
DICH OS COMUNES A JN Y A LOS SINOPTICOS 343

forma lucana, con su desafiante hiperbole, es ciertamente mas origi-


nal o, en otras palabras, mas cercana a la tradici6n primitiva. Ahora
bien, en este mismo pasaje de Lucas se exige al disdpulo «odiat» su
propia vida. La expresi6n µLOELV -r~v f:au-roü ljJUX~V esta empleada
aqui con identico sentido que en Juan. No se ha de suponer que Juan
dependa de. Lc 14,26. Se sigue mas bien que, en esta parte esencial
del dicho que estamos considerando, Juan se encuentra totalmente
dentro de las ideas y del lenguaje de la tradici6n primitiva. Es posible
que haya sustituido un ayarrB:v original por el menos blblico y apa-
rentemente menos tradicional <j>LAELV, aunque no se ve el motivo de
la sustituci6n, ya que, generalmente, Juan prefiere ayarrB:v. No hay
nada contra la opini6n de que el «pareado», simple, rfrmico y auten-
ticamente biblico como es en su lenguaje, fuera transmitido por la
tradici6n en terminos fundamentalmente identicos a los conservados en
J n 12 ,25 ( sin las oraciones restrictivas).
Propongo, pues, que la hip6tesis menos dificil para explicar la se-
mejanza y desemejanza, no solo entre Juan y los sin6pticos, sino tam-
bien entre los mismos sin6pticos, es que este dicho tan fundamental
se encontraba en muchas ramas separadas de la tradici6n oral y que
las variaciones pertenecen a su historia preliteraria y se <leben, posi-
blemente, a intentos divergentes de traducir el arameo en que fue
transmitido en un comienzo.
3) Jn 13,20:
'O A.aµß6:vwv O:v nva TrEµljJw
E[J.E )l.alJ.ßc'x:vi:t,
6 os 6µi /i.o:[.Lß6:vc.)v
A.aµß6:vEt -rov -n:i\.µ1.j.1o:v-r6: [.lC.

Este dicho tiene un paralelo inconfundible en Mt 10,40:


'O OEX6µi:vo<; 6µ.ac;
EµE. ÖEXE-rat,
Kal 6 EµE oi:xoµEvoc;
ÖEXE-rat i:ov O:rrooi:E[A.avi:6: µE.

Aunque el vocabulario difiere, el sentido es el mismo y la estructura


de los pasajes muy semejante. En los dos tenemos dos miembros en
paralelismo, cada uno con su pr6tasis y ap6dosis. La forma joanea es
ret6ricamente mas elegante, con dos breves oraciones intermedias en-
cerradas por otras dos mas largas, y todas ellas con el mismo verbo.
El equilibrio de oraciones es perfecto y el modo como en todas ellas
resuenan las palabras es muy logrado.
Pero la perfecci6n ret6rica no comporta necesariamente una de-
cisi6n en favor de la relativa originalidad de una de las dos formas.
Si suponemos que Juan depende aqui de Mateo, tendremos que expli-
car tres alteraciones: a) la sustituci6n del verbo ÖEXE08aL µor A.aµ-
[36:vELv, b) el cambio de arroo-rE.A.A.ELV por rrE.µrrELV y c) la sus-
tituci6n del espedfico uµCi:c; por la frase indefinida Ü:V TLVa TIEµljJW.
344 LOS DICHOS

a) Es verdad que Juan tiene predilecci6n por el verbo A.aµß6:-


VELV, que aparece 44 veces en este Evangelio frente a un unico caso
de Mxrnem, aunque solo aqui y en 5,43 (y quiza en 1,12) se aplica
A.aµß6:VELV a la «tecepcion» de Cristo o de sus emisarios por parte
de la gente a la que se dirige su mision. Por otra parte, este es pre-
cisamente el sentido de OEXE08m en el unico pasaje en que se en-
cuentra ( 4,45), de modo que no parece que el evangelista tuviera
objeciones insuperables contra esta palabra que le pudieron llevar a
cambiar la presunta fuente mateana.
b) Juan emplea TIEµTIELV 32 veces (en el presente, aoristo y fu-
turo) y 0::1100TEAAELv 28 veces (solo en perfecto y aoristo). En el
locus classicus sobre la mision de los Doce se emplean los dos ver-
bos: Ka8'wc; a11foTaAKEV µc 0 TiaT~p Kayw TIEµTiw uµO:c; (20,21).
No se puede, pues, descubrir otro motivo para cambiar el verbo de
Mateo en este lugar que no sea la simple eufonfa.
c) Un cambio de lo espedfico por lo general (de uµO:c; por O:v
nva) estarfa en contradiccion con la tendencia dominante en el dis-
curs~ de despedida, donde encontramos repetidamente dichos que en
la primera parte del Evangelio tenfan una forma general o indefinida
y que ahora estan aplicados espedficamente a los disdpulos 14 •
Pero para enfocar correctamente este problema, debemos tener en
cuenta una gama mas amplia de fenomenos. En primer lugar, los tres
aforismos sobre la «acogida» que en Mateo siguen al dicho que esta-
1110s cuusi<leramlo ahma estan to<los expresados en terminos genera-
les 0 indefinidos: 0 ocxoµc.voc; 11pocp~n1v, 0 oc.x6µc.voc; OLKaLOV,
öc; EcXV TIOTL~YJ E:va TWV µLKpc'0v TOUTWV. Todos ellos, especialmen-
te el ultimo, son (en este aspecto) de un tipo mas semejante a Jn 13,20
que a Mt 10,40.
Mas aun, en Marcos y Lucas el segundo rniernhro del parnlelisrno,
como lo encontramos en Juan y Mateo, aparece asociado con un pri-
mer miembro dif eren te:

Mc 9,37 Lc 9,48
"Oe; O:v €v -rwv TimOlcuv -rou-rcuv "Oe; ECxV oE.t;rp:m TOUTOV TO
OEC,YJTCXl TICXLOtOV
ETIL -rC{'l 6v6µ:cx-r[ µou ETIL -rC{'l 6v6µmi µou
Eµe oE.xnm, Eµe oE.xE-rm,
Kal Be; O:v Eµe OEXYJTm KO:L öc; av EµE OEXYJTCXl
OUK EµE oE.xnm
aA.A.a -rov aTioa-rEiA.aVTO: µE.

14 Cf. Interpretaci6n, 397-399. Y n6tese que en el contexto de nuestro di-


cho se subraya especialmente que esta dirigido a los disdpulos en cuanto ta-
les. Todo el discurso comienza con 6µEl:c; ljJCUVELTE µE 'O oto6:aKo:Aoc;, Kal
'O Kupwc; y la relaci6n asi establecida condiciona todo lo que sigue. Sin em-
bargo, las dos proposiciones OUK EaTLV ooOA.oc; µEiscuv K.T.A. y 6 A.aµßa-
vcuv äv nva TIEµljJcu K.T.A. destacan como afirmaciones generales, que presu-
ponen, como intentare demostrar, una forma tradicional.
DICH OS COMUNES A JN Y A LOS SINOPTICOS 345

Aqui la forma marcana tiene el mismo grado de generalidad que


Mt 10,42, mientras que la lucana es aparentemerite espedfica, pero
4uiere sin duda dccir, como lo expresa Mateo en F.StF. c:ontexto. EV
nmö(ov TOLoOi:o (Mt 18,5, donde falta el segundo miembro del «pa-
reado» ). La relaci6n entre el dicho reptoducido en Man.:us y Lucas y
el que aparece en Mateo y Juan es oscura, pero no parece que una
simple teorfa de la dependncia de Mateo con respecto a Marcos (o de
Marcos con respecto a Mateo) sea del todo convincente. Parece mas
probable que los elementos de estos dichos fueron conservados en
diversas combinaciones por la tradici6n oral 15 y, si es asi, podrfamos
atribuir las variaciones entre Mateo y Juan, asi como entre los mismos
sin6pticos a esta misma tradici6n.
Para completar nuestra resefia de pasajes pertinentes, hemos de
tener en cuenta un dicho que ocupa en Lucas un lugar correspondiente
a Mt 10,40-42, a saber la conclusi6n de la misi6n de los setenta y dos
(Lc 10,16):
u0 cXKOUC.UV öµl.'>v
E[.IOÖ rlKPUEL,
Kal 0 d:0ETG.'>V uµfö;
eµE d:BcTc'l,
Ö f>E E.µe d:0ETWV
d:0ETEL 'tOV cX'TCOO'tElAaV'tcX µE.

Aqui, como en el texto mas hreve de Mt 10,24-25, tenemos un «terce-


to». La primera oraci6n corresponde (en la forma, si bien no en el
vocabulariu) al primer micmbro del «pureaJo» de Mt 10,40, pero falta
el segundo miembro. Lo que sigue en Lucas es exactarnente paralelo,
en la forma, con Mt 10,40, en cuanto a los dos miembros, pero en el
sentido es la negaci6n correlativa a la afirrnaci6n positiva de Mateo y
Juan. Mas aun, la Ultima oraci6n es semejante (en forma y sentido,
aunque no en vocabulario) a Jn 15,23:
·o E.µe µLawv
Kal 'tOV 'TCa'tEpa µou µLOEl.

En vista de todo esto, serfa ocioso comenzar una investigad6n sobre


las razones o motivos que han podido llevar a Lucas, a copiar a Ma-
teo (o Q), a cambiar ÖEXO[J.EVoc; por cXKOUWV, a omitir el segundo
rniembro del «pareado» de Mateo y a compensar esta omisi6n afia-
diendo ( ~por propia iniciativa?) todo el dicho de Mateo al reves; y
seria igualmente ocioso preguntarse por que Juan ( en la hip6tesis de
que copiara a Lucas) cambi6 0:0ETEt por [J.LOEt y omiti6 el primer
miembro del paralelismo. Es sin duda mas probable, desde todos los
puntos de vista, que la tradici6n oral subyacente en todos nuestros
15 He explicado supra, pp. 177-180, hasta que punto la combinaci6n de cle-
mentos tradicionales puede explicar, tambien en los relatos, diferencias que, con
frecuencia, han sido atribuidas a un «redactor» que trabajaba sobre una fuen-
te escrita.
346 LOS DICHOS

documentos escritos contenfa un numero de dichos' sobre el importan-


te tema de la misi6n de los ap6stoles al mundo y que, dado que estos
dichos fueron transmitidos a traves de un numero considerable de ca-
nales diversos (ya que ninguna rama de 1a tradici6n los podfa igno-
rar), las posibilidades de variaci6n eran asimismo numerosas, especial-
mente si suponemos un tronco arameo comun, que harfa brotar ramas
divergentes en cuanto se intentara traducirlo al griego.
Es posible que existan aun otras huellas de esta tradici6n multi-
forme de la misi6n de los ap6stoles. Es de notar que los dichos o
OEXOflEVO<; uµO:c; E.µE. OEXETm, 0 cXKOUCUV 6µ<7>v E.µoO cXKOUEl
estan colocados al final de una secuencia que comienza por: 'IOou
(E.yw) cXTIOITTEAACU uµO:c; (Mt 10,16; Lc 10,3). EI hecho de que los
ap6stoles son «enviados» por el mismo Cristo justifica la afirmaci6n
espedfica de que «EI que os recibe (escucha) a vosotros me recibe
{escucha) a mi», en vez de un indefinido ä:v TLVO: TIEµlj.Jcu. Pero para
justificar la afirmaci6n ulterior de q11e recibir a los ap6stoles equivale
en ultimo termino a recibir al mismo Dios y que su rechazo significa
cl rcchazo de Dios, se ha de ptesupuner algo mas, que es precisamente
lo que ofrece Juan en la expresi6n:
Ka9w~ aTIEOTaAKEV µe 6 naT~p
Kayw TIEµm.u uµfä; (20,21).

Podrfamos reunir todos estos di~hos en una unica afirmaci6n glo-


bal que sonarfa as!:
a) Corno el Padre me envio yn nR Fnvfn
b) Quien recibe (escucha) a vofiotrnfi me recibe (esrncha) a mf
(a quien yo envfo)
c) Quien me recibe (escuchn) n ml'. rccibc al quc mc cnvi6
d) Quien rechaza (odia) a vosotros me rechaza (odia) a ml'.
e) Quien me rechaza (odia) a ml'. rechaza (odia) al Padre
(que me envi6)

No quiero decir que una de las tradiciones, oral o escrita, contuviera


de hecho todo esto, pero los diversos dichos se implican o presuponen
redprocamente y forman un todo completo que puede ser analizado
del modo siguiente: de los varios artkulos de esta afirmaci6n, a) apa-
rece en Juan (solo 1a ap6dosis en Mateo y Lucas), b) en Mateo, Lucas
y Juan, c) en Mateo, Marcos, Lucas y Juan, d) solo en Lucas 16 y
e) en Lucas y Juan. Mi conclusi6n es que cualquier intento de expli-
car estos fen6menos mediante una teorfa de dependencia literaria es
infructuoso. La hip6tesis de que los evangelistas utilizaron ramas dife-
rentes de una tradici6n oral comun y que el lenguaje que emplean,
dentro de una forma o modelo que permanece bastante constante, es-
taba condicionado en gran medida por variaciones en la misma tradi-
16 Esta insinuado en Jn 15,18ss, donde se cita como confirmaci6n el di-
cho: oÖK fonv 5oGAoc; µe({,;c.uv ToG Kup(ou aöTOG.
DICH OS COMUNES A JN Y A LOS SINOPTICOS 347

c10n, me parece la hip6tesis que mejor explica los hechos. Volvamos,


pues, a nuestra pregunta de si Juan copi6 de los sin6pticos o si de-
tras del cuarto Evangelio se oculta una rama especial de la tradici6n
comiln: despues de todo lo dicho parece que, al menos en este lugar,
el dicho que Juan reproduce a) tiene rasgos especiales de forma y len-
guaje cuya explicaci6n necesaria o incluso mejor no es la «reelabora-
don» de una fuente literaria y b) pertenece, en sustancia y sentido, al
mismo cuerpo de ensefianza que encontramos en los sin6pticos, y es
sumamente probable que las versiones joanea y sin6ptica fueran toma-
das del mismo dep6sito de tradici6n a traves de canales independientes.

4) Jn 20,23:
"Av TLVCilV Ö::<JlfiTE -rac; aµap-r[cxc;,
Ö::<JlECilVTCXL cxö-rotc;·
äv TLVCilV Tipa-rfiTE,
KEKp&l"T]VTCXl.

EI dicho aparece en Juan como uu a]Jendice de la solcmnc mmon


de los ap6stoles: Ka8wc; Ö:Tifo-raf....KE.v µi:. 6 Tia-r~p KÖ:yw TIE.µm0
uµäc;. Corresponde, en cierto sentido, al dicho que forma parte de
las «regulaciones eclesiales» de Mt 18,18:
"Oaa: eav f>i']O'Y]TE ETIL -rfic; yfic;
EO'TCXl f>Ef>EµEvcx ev oöpcxvQ,
Ka:l öocx ec::w MaTJ-rE eTil -rfic; yfic;
ECJTCXl A.EA.uµEvcx ev oöpav<i'>.

Casi las mismas palabras, con el cambio del plutal en singular, apart:-
cen en el rlkho rlirigklo a Pedro en Mt 16,19. Se ha solido a:firmar
con frecuencia que Juan ha adaptado el texto mateano a lectores gen-
tiles para quienes la expresi6n «atar» y «desatar» resultarfa oscura.
Parece que la forma joanea es una buena versi6n de ·1a mateana, al
menos en su aspecto. Los terminos öi:.l:v, AUE.LV representan induda-
blemente a los arameos il;l~ y ~1t(i, y a los hebreos iC~ y i~r:i0
(como en Josefo, B.]. I 111 estos mismos terminos estan representados
por /....uelV Kai öi:.crµi:.l:v) 17 • En la literatura rabfnica estos terminos
parecen cubrir dos formas distintas del ejercicio de la autoridad en
la sinagoga. Su significado mas corriente es «prohibir» y «permitir»
respectivamente; pero pueden emplearse tambien en referencia a la
imposici6n y supresi6n de la excomuni6n, en cuyo caso significan
«excomulgar» y «teadmitir a la comunion» respectivamente. El dicho
joaneo parece contemplar el caso de una persona que, por encontrarse
en estado de pecado, esta en ese momento fuera de la comuni6n de
la Iglesia 18 • «Perdonar» su pecado equivale a admitirlo a la comu-
11 Cf. S.-B. ad Mt 16,19.
18 Puede quedar abierta la pregunta de si se concibe a tal persona como a
un pagano que se convierte y. solicita la admisi6n en la Iglesia o como a un
348 LOS DICHOS

mon, idea que puede expresarse por medio de A.6av, N4~, i~J;ii'.f,
«Retener» su pecado es prolongar su exclusi6n y, aunque esto no es
exactamente lo mismo que ÖELV, iC~, iC~, no esta tampoco muy
lejos de este sentido. Parece, pues, posible que se pudo emplear aµa:p-
na:c:; ö:cpu~.va:L, Kp<rrELV como parafrasis de expresiones arameas que
resultarfan totalmente ininteligibles a oidos griegos y no mucho mas
inteligibles al ser traducidas por AUELV y ÖELV. Sin embargo, si atribui-
mos esta parafrasis. al cuarto evangelista ( que se supone que tenfa a
Mateo ante sus ojos y que lo estaba «reelaborando» libremente),
chocamos con la dificultad de que las expresiones Ö:cpu~VCXL aµa:p-r(a:c:;
y itp<rrELV no se encuentran nunca en. el cuarto Evangelio fuera de
este pasaje. Se podrfa sugerir la posibilidad de que, dado que las «re-
gulaciones eclesiales» de Mt 18,15-20 comienzan con preceptos rela-
tivos a la excomuni6n (EO'tW OOL WOTIEP 6 E8VLKO<::; Kai 6 'tEAWV11<::;)
y readmisi6n (EKEpörioa:c; 'tOV Ö:5EA.cp6v) de un miembro pecador
de la EKKAT]O(a: y conducen a la pregunta sobre la ä:cpEmc:; aµa:pn&v
( 18,21), un lcctor atcnto pudo concluir que «atan> y «desatar» JeLfan
ser interpretados en terminos de perd6n y pudo tomar el termino
Ö:cpLEVO:l aµa:p't(a:c:; del contexto. Pero esto parece un tanto rebusca-
do y, por lo demas, no explica el empleo de KpO:'tELV, que (como
demuestra Strack-Billerbeck) no corresponderfa exactamente a ÖELV
sino probablemente a expresiones como it;i~ l'11.l1P, (Sal 130, 3;
LXX ita:pO:'tT]pE'lv ö:voµ(a:c:;). En una palabra, el intento de derivar
Jn 20,23 de Mt 18,18 fracasa. Es improbable que sea una invenci6n
librc dcl eva11gelista, ya que conlie11e Jus JJalaLtas yue eu el serfau
&rro:E, A.ty6µtvo:. Parece, pues, que estatnos obligados a postular una
forma alternativa de tradici6n, relativa a 1a autoridad confiada por eI
Sefior a los ap6stoles, que serfa semejante, aunque no identica, a la
tradici6n seguida por Mateo y que habrfa sido utilizada independiente-
mente por el cuarto evangelista.
Asi, pues, para estos cuatro casos que merecen ser clasificados como
«casos privilegiados» se puede sacar la conclusi6n, con el maximo grado
de probabilidad alcanzable en estas materias, de que Juan no depende
de los sin6pticos, sino que transmite independientemente una forma
especial de tradici6n oral comun. Examinaremos ahora algunos dichos
ulteriores en los que, de nuevo, la forma y el contenido son tan se-
mejantes en Juan y en los sin6pticos que apuntan hacia una deriva-
ci6n de una tradici6n comtin, aunque las pruebas en favor de una uti-

cristiano que ha pecado contra la ley cristiana y solicita el perd6n. La segunda


nos parece la interpretaci6n mas natural, pero algunas autoridades patristicas
interpretaron el «poder de las llaves» de Mt 16,19 en relaci6n con la admisi6n
o rechazo de candidatos a la iniciaci6n y en ese caso la autoridad de «atar» y
«desatar» significarfa autoridad de rechazar y admitir. En cualquier caso, el
precepto. de Jn 20,23 no entra en vigor cuando se contempla la excomuni6n de
un pecador (cf. 1 Cor 5,3-5), sino cuando una persona se encuentra fuera de
la comuni6n y comienza a considerarse su admisi6n (o readmisi6n).
DICH OS COMUNES A JN Y A LOS SINOPTICOS 349

1izaci6n independiente de tal tradici6n no son quiza tan fuertes como


en los primeros cuatro casos.
5) Jn 16,23-24; 14,13-14. Dichos sobre la oraci6n y su respuesta.
Los dos pasajes contienen dichos en forma aforistica:
A. 16,23-24: a) äv Tl ahi]Ol']'rE -rov rra-rf.pa OWOEL uµ'i:v EV -r0 öv6µm[ µou.
b) ahEhE Kal A.f]µtjJrnSE.
B. 14,13-14: a) Ö-rL av ahf]Ol']'rE EV -r0 öv6µm[ µou -roO-ro 'TCOLl']OCil.
b) M:v 'rL ahf]crri-rf. µe. EV -r0 öv6µa-r[ µou Eyc0 rroti]crCil.

Hay una variante de A a) en 15,16, donde aparece en la forma de


una oraci6n final: (E8l']KO: uµfö;) l'.va: ön O:v O:L'rYJOl']'rE. TOV 'TCO:TEpa:
EV -rct> 6v6µa:-r( µou öct> uµ'Lv 19 •
T odos estos dichos aparecen insertos en la estructura del discurso
de despedida, aunque conservan la forma aforistica. Los evangelios
sin6pticos tienen aforismos paralelos en contextos muy diversos. Pa-
ralelo con el mas sencillo de los dichos joaneos (A a)) es Mt 7,7
(Lc 11,9): O:L'rE.LTE. Ka:l öoBi]oi:.-rm uµ'Lv. Son semejantes tanto en la
forma como en el contenido; la unica diferencia es que, mientras los
sin6pticos emplean el pasivo impersonal de ÖLÖ6va:L («dar»), Juan
usa la voz media de A.a:µßavav ( «recibir» ). Son equivalentes reales,
ya que los verbos ÖLÖ6va:.L y A.a:µß6:vav son correlativos 20 • En Ma-
teo y Lucas el dicho aparece como un miembro de un «terceto» ( 'Pe-
did ... buscad ... llamad'), del que no hay huellas en Juan. No es nece-
sario suponer que este desintegr6 deliberadamente el pasaje sin6ptico
que tenfa ante los ojos, con e1 fiu Je utilizar Ul1 unico aforismo pura
su finalidad. EI dicho pudo muy bien circular separadamente, asi como,
quiza, en combinadones diterentes 11 , en diversas ±ormas de la tra-
dici6n.
l9 Tenemos aquf un claro ejemplo, en un caso perfectamente simple, de
c6mo dicho~ transmitinm; por 1a trac1id6n como aforisrnos completos son entre-
tejidos por este evangelista en el tejido de su composici6n. Cuando se convier-
te i.inn proposki6n rRtf'!Jnrirn f'n 11rn;1 oraci6n final dependiente, ha comenzado
el proceso que es llevado hasta sus ultimas consecuencias en la composici6n de
los discursos joaneos.
20 Es muy posible que nos encontremos ante traducciones variantes de un
original arameo. En arameo se expresa con frecuencia la idea del pasivo por
medio del verbo activo en la tercera persona del plural usada impersonalmen-
te. Esto puede traducirse al griego o a), literal pero ambiguamente, por la ter-
cera persona del plural, como en Lc 6,38: µf.-rpov KaA.6v„ .öwcroumv El<; -rov
K6A.nov 6µ&v s.ignifica sencillamente: «medida buena„. se os echara en vues-
tra falda»; el agente real es Dios; cf. Lc 12,20: -ra6T[] -rft vuK-rl -ri']v
ljJuxi'iv crou O:nat-roOmv O:n6 crou. Solo Dios puede exigir de uno el alma;
b) por medio del pasivo, como aquf öo8f]crnaL, pero esta construcci6n resul-
ta extrafia en griego si no se expresa el sujeto; o c) por medio del activo del
verbo correlativo, como aquf A.t']µlj!Ecr8E, que es el modo mas idiomatico de
traducirlo al griego. M:is aun, dado que el imperativo en la pr6tasis de una
oraci6n condicional es una locuci6n bien establecida tanto en griego como en
hebteo y arameo, al-re.he. Kal öo9i]cre.-rm uµ'i:v puede muy bien representar
el mismo original que EcXV a'l-rt']crr]'rE öwcrEL 6µ'i:v (cf. supra, pp. 100-101).
21 Un paralelo del segundo miembro del «tercet0>> sin6ptico se encuentra
en una combinaci6n diferente del Oxyrhynchus Papyri 654 (= Gospel of Tho-
.350 LOS DICHOS

Algunos Ottos paralelos son mas significativos. Con A a) cf. Mt


21,22: Tiav-ra öoa ö:v ah~ori-rE EV -rft 1tpoowxft mo-rEuov-rE<:;.
A.~µqirn0E (Mc 11,24: "ltcXV'ta öcra 1tpOOEUXE00E Ka( ahEto0E
"ltlcr'tEUE'tE ön EA.aßnE Kal fo-rm 6µ"i:v) 22 • En la forma las frases
son muy semejantes. En el contenido son fundamentalmente identicas.
En el lenguaje difieren: Juan emplea aqui ÖLÖ6vm y Mateo A.aµ!3a-
VELV, invittiendo la diferenda que existfo entre Jn 14,14 y Mt 7,7.
Evidentemente la elecci6n de un verbo mas bien que otro no es ca-
ractetfstica de ninguno de los dos evangelistas, sino una cuesti6n indi-
ferente. A~µlj.JE00E es algo mas natural en griego que el impersonal
f>a0~oc-rm 6µ"i:v, pero cuai1do se dispone de un sujtco (Ö 'lta't~p,
sobreentendido del -rov "Jta'tEpa de la pr6tasis) el activo 5c0oa 6µ"i:v
es al menos igualmente natural. La existencia en Juan de un objeto
personal del verbo al-rE"i:v -el mismo objeto que en Mateo queda
sobreentendido_,.. es una divergencia de menor importancia. Mas im-
pottante es la adici6n de una difetente oraci6n restrictiva: en Mateo
se promete una respuesta a la oraci6n con tal que esta se haga: con fe
(mcrTEUOV'tEc;;); en Jn 16,2.3 la respuesta se dara «en el nombre» de
Cristo, y en loti otroti treG patiajeti joaneoG (14,1.3.14; 15,16) la ora
ci6n se ha de hacer «en el nombre» de Cristo. A primera vista, esto
da laimpresi6n de un desarrollo tfpicamente joaneo; pero no es claro
que Juan se este saliendo de la gama de ideas dentro de la que se
mueven los sin6pticos. En Mt 18,19 encontramos de nuevo una pro-
mesa de respuesta a la oraci6n, que tiene una cierta semejanza limita-
da, en forma y lenguaje, con los dichos q11e e.stamos consic-lerando: ECxV
560 ouµcpc.uvijac.uaLv.,. 'Tte.p( mxv-roc; 1tp6:yµcx-roc; oo äacv ah"~­
owv-rm, yEv~oE-rm au-rote;; TiapO: 'tOÜ Tia-rp6c;; µau. Aqui la con-
dici6n bajo la que se hace la promesa es el acuerdo sobre lo pedido, y
no la fe (como en Mt 21,22) ni pedir en el nombre de Cristo (como
en Juan). Pero el pasaje continua (Mt 18,20): oo yap ELOLV Mo l)
-rpE"i:c;; ouvriyµEvoL Elc;; -ro Eµov övoµa EKEL Elµl EV µfocp aö-r&v.
La conjunci6n yO:p indica que esta frase es la fundamentaci6n de la
precedente: la unanimidad en la oraci6n garantiza una respuesta porque
Cristo esta en medio de aquellos que estan unidos «en su nombre»; y
de aqui a la idea de que su oraci6n misma se hace «en el nombre»
de Cristo hay solo un paso. Donde Juan se aparta realmente del punto
de vista representado por los sin6pticos es en aquellos pasajes en que
habla de la oraci6n como dirigida a Cristo mas bien que al Padre
(B b)) y de Cristo mismo, y no del Padre, como dador de lo que se
mas, editado por Guillamont y otros, logion 2): µTj -n:a:uo6:o9c.l 6 l,;rrrwv Ec.l<;
äv aöpn.
22 n LO"TEUE'LE ... Kal i!O'LO'.l 6 µt V ha de ser probablemente interpretado como
una oraci6n condicional con imperativo en la pr6tasis (cf. nota 20 de este ca-
pitulo): «Si creeis .... sera vuestro». Pero Marcos usa la atrevida paradoja: «cteed
que lo habeis conseguido y sera vuestro». La paradoja no aparece ni en Mateo
ni en Juan, pero vuelve a aparecer en 1 Jn 5,14s: E.av ol'.ooµEV Ön aKOUEl
i']µ&v 6 E.av ahC:,µa0cx, oIBa:µav öi:t -gxoµav i:a a:hrrµma. Impll'.citamente
se hace depender esto de la fe y de una fe alc; i:o övoµa: wD utou wü Saoü.
DICHOS COMUNES A JN Y A LOS SINOPTICOS 351

pide (B a, b). Parece que aqui hemos pasado del terreno tradicional
del que parte el evangelista a su contribuci6n teol6gica personal.
Es claro que tras estos pasajes del cuarto Evangelio se oculta una
tradici6n que es tambien comun a los sin6pticos. Parece que los fe-
n6menos se podrfan explicar mediante la hip6tesis de que Juan tenfa
a Mateo ante sus ojos, pero la evidencia no impone esta conclusi6n.
La libre variaci6n entre los verbos ~hö6vm y A.aµßav::.tv y el modo
como el lenguaje y las ideas presentes en dos pasajes diferentes de
Mateo se unen en Juan inclinan la balanza en favor de una utiliza-
ci6n independiente del material tradicional.

6) Jn 1,43; 21,22; 12,26. Dichos sobre el seguimiento de Cristo.


La llamada a «seguir» a Cristo es tan fundamental en el conjunto
del cuadro evangelico de su ministerio que su presencia resulta natu~
ral en cualquier forma de la tradici6n, y es obvio que la expresi6n
aKoA.o68et µot aparezca tanto en Juan como en los sin6pticos, aun-
que curiosamente las personas a que se dirige la llamada en el cuarto
Evangelio -Felipe (1,43) y Pedro (21,22)-- no son las mismas que
las de los otros evangelios: el publicano {Mc 2,14 y paralelos) y dos
personas an6nimas que no responden (Mc 20,21 y paralelos; Mt 8,21-22
= Lc 9,59). Este hecho serfa algo mas natural si la tradici6n de 1a lla-
mada de los disdpulos hubiera llegado a Juan a traves de un canal
diferente.
De bastante mayor importancia es la presencia del verbo «seguir»
( aKoA.ou8::.'i:v) en un dicho que esta concebido como una regla de vida
cristiana:
Jn 12,26: EW Eµo[ ·nc; Blai<ovfi Eµol d:KoA.ouSehc..:>.
Mt 16,24: et -nc; 9EAEL oit[crw µou EA.Sei:v ... d:KoA.ouSeb:w µOL.
(y lo mismo, con ligeras modificaciones, en Marcos y Lucas).

Tanto en Juan como en los sin6pticos el dicho es un elemento de un


conjunto mas amplio, pero su estructura esencial es la misma en todos.
El sentido es que todo discipulado que merezca ese nombre debe
entrafiar el «seguimiento» de Cristo de modo eminente. Los sin6pti-
cos definen este sentido por medio del contexto en que el dicho apa-
rece y de una frase (que he omitido arriba): cXTiapVT]O'Cxo8w E.au'tov
Kal apa•w 'tOV o'taupov aÖ'tOÜ. Juan lo define tambien con ayuda.
del contexto, que habla primero de la «glorificaci6m> de Cristo (su muer-
te en la cruz), luego de la muerte del grano sembrado y termina con
el equivalente de la öraci6n de Jesus en Getsemani (cf. supra pp. 81-83 ).
De modo parecido, en 13,36-37 el «seguimiento» de Cristo esta rela-
cionado con su muerte. El sentido es, por tanto, el mismo en los dos:
aKoA.ou8::.('tw µot (E.µol cXKOAou8::.('tw) significa: «haced lo que yo
hago y corred los riesgos que yo corro». En las dos versiones estas
palabras forman la ap6dosis de una frase, cuyas pr6tasis difieren. EI
352 LOS DICHOS

sentido pretendido por los sin6pticos parece ser: «Si alguien desea
acompafiarme en mis viajes (~en mi ultimo viaje a Jerusalen?) debe
seguirme». En Juan es: «Si alguien desea servirme el unico modo de
hacerlo es seguirme». El verbo 5LaKOVELV no aparece en el cuarto
Evangelio fuera de este verskulo, excepto en un sentido literal de
servir a la mesa (12,2; cf. 2,5, donde los 5L6:KOVOL son los sirvien-
tes) 23 • No es, por tanto, muy probable que Juan haya introducido por
propia iniciativa este verbo al reelaborar un dicho tomado de los
sin6pticos. Es mas probable que este dicho tan fundamental fuera
transmitido por mas de un canal. En las dos formas se dirige sin duda
a la Iglesia, que esta llamada a sufrir por Cristo en el mundo, pero
en ambas se remonta al ministerio hist6rico de Jesus. Si es posible de-
tectar alguna diferencia, esta es que f:>LCXKOVELV es mas facilmente
aplicable a la situaci6n de los cristianos en el mundo que ÖTILO(i) µou
E.A.0ELV, y, si es asi, la forma de tradici6n que se oculta tras el cuarto
Evangelio delata quiza un Sitz im Leben algo mas alejado de la situa-
ci6n hist6rica original en la vida de Jesus.

7) a) Jn 13,17:
Et -rcxfrra o'ff>a-rE, µaK6:pwl EITTE E.av
TIOlfjTE aÖ-ra.

Cf. Lc 11,28:
MaK6:ptot ol d:Kouov-rEc; -rov A.6yov
TOÜ 9EOÜ Kal <J>UA.6:oaov-rEc;.

Los macatistnos o bienaventuranzas son numerosos en Matco y


Lucas, aunque Marcos no tiene ninguno. En Juan hay solo dos y este
es uno de ellos. Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que el ma-
carismo era una de las formas caracteristicas en que fue transmitida la
ensefianza de Jesus y que la transmisi6n se realiz6 casi ciertamente a
traves de mas de un canal de tradici6n. En cuanto. al sentido, este ma-
carismo joaneo es muy semejante al arriba citado de Lucas. Un maca-
rismo similar, en forma parab6lica, aparece en Mt 24-46 (Lc 12,43):
MaK6:ptoc; ö BouA.oc; EKE"lvoc; öv E.Aewv ö K6pwc; aöi:;oü
Eupftoa oö-rc.uc; TIOtoGv-ra (es decir, como el Kuptoc; le ha mandado).

En cuanto al sentido, podemos comparar tambien Mt 7,24 (Lc 6,47), don-


de se describe a la persona öonc; d:KoUEL µou -rouc; A.6youc; Kal TIOLEL
au-raue; como a un constructor prudente cuya casa resisti6 los ataques
de la tormenta (y que, en este respecto, puede considerarse µaK6:pLOc;).
Su contrario, el que oye y no obedece, esta descrito en otros terminos
por Lc 12,47: 6 yvouc; -ro 0E.A.riµa wO Kup(ou aö-roO Kal µ~ ...

23 Mientras que los sin6pticos lo usan tambien en el sentido sublimado


(Mc 10,45 y paralclos).
DICH OS COMUNES A JN Y A LOS SINOPTICOS 353

1TOL~oo:c;. Asi, el significativo vocabulario de la forma joanea del dicho,


«sabet» 0 «Conocet» (ELOEVO:l 0 yvwvo:L), 1TOLELV, µo:KapLOc;, se
encuentra tambien en dichos de sentido semejante en los sin6pticos
si bien estos terminos no aparecen nunca juntos en un unico dicho.
Nos encontramos claramente ante una idea fundamental a la tradici6n
de·la enseiianza de Jesus, que encontr6 expresi6n en diversas formas 24 •
Los datos no nos permiten afirmar con certeza si el macarismo de Juan
procede de reminiscencias de los otros evangelios o de una corriente
independiente de la tradici6n, pero al menos no hay pruebas claras de
dependencia literaria y es significativo que existan contactos entre el
pasaje joaneo y los diversos pasajes sin6pticos, que son distintos en-
tre si.

b) Jn 20,29:
MaKO:ptoL ol µTj LOÜVTE<; Kal mo·m.JoavrEc;.

Aclmco aqui el otro macarismo joaneo. No tiene paralelo sin6ptico y


es tan caracterfstico de la doctrina de i;;ste .Evangelio 25 que setfa ra-
zonable considerarlo como acuiiaci6n del evangelista. Sin embargo, si
bien no tiene un paralelo sin6ptico propiamente tal, existe un dicho
con el que su pensamiento parece estar intimamente relacionado:
Mt 13,16: 'Yµ&v OE µaKO:pLOL ot 6cp6aA.µol ön [31'.f:n:oumv.
Lc 10,23: MaKO:pLOL ol 6cpHaA.µol ot [3AETIOV1:E<; a [3AETif.Tf..

Tenem6s aqi.i1 tm rn::wMisrno relativo· a·los cjue ven; Juan parece decir:
,,No, bcnditos los que no ven, pern tienen fe». Por tanto, e1 Sitz im
Leben del dicho joaneo es la situaci6n de la Iglesia despues de la re-
surrecci6n (cf. 1 Pe 1,8: üv uuK l56V'tE~ O:yo:rra'LE), mientras que fa
forma sin6ptica tiene solo sentido en el contexto del ministerio hist6-
rico de Jesus.
Podrfamos muy bien pensar que el evangelista tenfa ante si el
dicho reproducido en Mateo y Lucas, fuera que lo encontrase en esos
escritos o en otro lugar. Pero quiza hay algo mas que decir. EI ma,
carismo de Juan va precedido casi inmediatamente de otro dicho:
Jn 20,27: MT] y[vou cXTILOTO<; aA.A.a m01:6c;.

Estos adjetivos no aparecen en ninguna otra parte del cuarto Evan-


gelio. Por otra parte, en Mateo y Lucas hay una parabola que trata de
la diferencia del m01:6c; y del ä:m01:oc; (Mt 24,45-51; Lc 12,42-46;
solo Lucas usa el adjetivo ä:mococ;, pero el contraste con el moc6c;
24 Semejante a esta es la maxima de Jn 14,23: f.O:v nc; ayarr~ µE -rov
A.6yov µou TI] PiiOE t, donde el lenguaje (ayaw:xv aplicado a la relacicSn en-
tre disdpulo y maestro y A.6yov Tr]pELV) es totalmente joaneo, pero el senti-
miento es semejante al expresado (negativamente) en Lc 6,46: -r[ µE KaA.Ei:TE
K6pLE K6ptE Kal oö TIOlEhE a A.E.yCiJ.
25 Cf. Interpretaci6n, 192-193.
Z3
354 LOS DICHOS

esta implicito en Mateo). Un dicho como el de Juan 20,27 pudo muy


bien haber sido la «moraleja» de una parabola de este tipo, igual que
(en el contexto inmediato: Mt 24,44; Lc 12,40) la maxima Ka:l ~µf::t<;
YlVEcr0E E'roLµoL constituye la «moraleja» de la parabola sobre el
duefio despreocupado que deja entrar ladrones en su casa. Mas aun, hay
pasajes en los sin6pticos en los que Jesus echa en cara a sus disdpulos
su falta de fe: Mc 4,40: Tl OELAOl EOTE oÜTw<;; rr&c; oÖK EXETE
itlcrnv; Mt 14,31: 6A.Ly6mcrTE El<; Tl E.5lcrTa:cra:c;. Tambien en este ·
caso, el dicho joaneo hubiera sido el modo mas simple y conciso de
expresar la idea.
Parece, pues, que podemos concluir que en 20,27 Juan ha repro-
ducido un dicho que, en una u otra forma, pero nunca de un modo
tan conciso como aquf, estaba profundamente arraigado en ei relato
evangelico y que en 20,29 1o ha hecho girar en la direcci6n de su teo-
logfa y ha acufiado un macarismo segiln los modelos tradicionales. No
es posible decidir si el dicho de 20,27 procedfa de reminiscencias de
pasajes sin6pticos o de una tradici6n independiente.

8) Jn 12,47:
OUK rp.„9ov i'.va KplVCil TOV K6oµov
(1),),' i'.va owow TOV K6oµov.

Cf. Lc 9,56 (algunos mss. y versinnes): 26

ö yap ulo<; wü d:v9pwnou ol>K ~A.9ev 4Juxac; d:v9p~mwv


d:noA.foat d:A,f....C,., owoo;t,

·Hay una sorprendehte coincidencia entre es tos pasajes en la forma


y en el sentido general, a pesar de las diferencias verbales. La alter-
nancia entre «Hijo de hombre» y la primera persona del singular :es
tan frecuente en los evangelios que no necesita aclaraci6n. La forma de
aclaraci6n, ~A.9ov con el infinitivo de finalidad o una oraci6n equiva-
lente con i'.va, es una de las formas mas generalmente establecidas para
la transmisi6n de dichos de Jesus. Valdra la pena aducir algunos ejem-
plos tomados de los sin6pticos, del cuarto Evangelio y de los ap6crifos
(el Evangelio segiln los egipcios, el Evangelio ebionita y el «evangelio
desconocido» del Papiro Egerton 2).

26 Asf (con ligeras variantes) K, M, n, e, 1, 13, etc„ algunos mss. vete-


rolatinos y de la Vulgata, sirfacos (cur„ pesh„ hcl.), Cipriano. No nos interesa
ahora si el pasaje es autentico en el sentido de que formaba parte del texto
lucano. como sali6 de la mano del autor. Con toda probabilidad, entr6 en el
texto (fuera cual fuera el estadio) a partir de una tradici6n oral flotante y es
un testimonio autentico de la forma y contenido de esta. Otras «interpretacio-
nes» tenfan sin duda una fuente semejante, c,:omo la inserci6n del Codex Bezae
en Lc 6,5 sobre ·el hombre que trabaj6 en sabado, por no hablar de la perfcopa
de la adultera en algunos mss. de Juan y de Lucas.
DICH OS COMUNES A JN Y A LOS SINOPTICOS 355

Lc 19,10: TjA:HEv 6 uloc; -roO O:v9pcimou (r11:fiom Kal o&'Jom -ro O:noA.cuMc; 21
Lc 12,49: rrOp TjA.9ov ßqA.E'lv E.rrl TTJV yfjv.
Mt 10,35: TjA.9ov f>Lxaom äv9pcurrov Ka-ra -rou rra-rpoc; aihoO.
Jn 10,10: E.y6 TjA.9ov tva Z:c.ui']v E'xcuotv 2s
Jn 12,46: cp&'ic; EL<; -rov K6oµov E.A.T]A.uea 'lva rrcxc; 6 mo-rEucuv de; E.µE. E.v -rfi
OKO'lLQ µTj µELV[l.
Ev. Ebion.: Tj/\9ov Kma/\Oom -rac; 9uo[ac;.
Ev. Aegypt.: Tj/\9ov KaTaAUOCXL Ta f'pya -rfjc; HriA.Elac;.
Mt 5,17: µT] voµtori-rE Ö'lt TjA.9ov KmaA.Oom -rov v6µov fl -rouc; rrpocp~-rac;.
Mt 10,34a: µT] voµ[orp:E ön i'j A.9ov ßaA.E'i:v dpi']vriv E.rrl -ri']v yfjv 29
Pap. Eg. 2: µT] OOKElTE ön i'jA.9ov Km,riyopfjoCXL uµ&'Jv rrpoc; TOV rrmf.pa
µou 30.
Mc 2,17: ouK i'jA.9ov KaA.fom OtKofouc; O:A.A.a O:µap-rcuA.ouc; (y paralelos).
Mc 10,45: 6 utoc; -rau c:Xv9pc0rrou ouK TjA:9Ev 5taKovri9fivm &.A.A.O:
OtaKovfjom (y paralelos).
Mt 10,34b: ouK i'jA.9ov ßaA.E'lv ELpi']vriv &.A.A.O: µO:xmpav.
Jn 12,47: ou y<'xp TjA.9ov 'lva Kp[vcu TOV K6oµov aAACT i'.va owocu TOV
Koaµov.
Lc 9,56: 6 yap uioc; -rou &.vepwrrou ouK i'jAHEv t!Juxac; &.vepwrrcuv
&.rro"-Eom &.A.A.O: cr&'Jom.

Los cinco ultimos pasajes, cuatro tomados de los sin6pticos y uno del
cuarto Evangelio, coinciden en la forma OUK ~A.eov ... aA.A.&., que es-
taba evidentemente bien establecida en varias ramas de la tradici6n.
Juan parece haber redactado aqui un dicho tradicional en sus propios
terminos: Kp(vELv y K6op.oc; son dos de sus palabras favoritas. EI
dicho reelaborado mas a fondo en 3 ,17: ou yO:p cXTIEo'lELAEV o 0e6<:
'lov utov slc; i:ov KOO[.lOV 1'.vo: Kplvn Tov K6aµov, &.'AA.' tvo: oC08fi
o K6oµoc; öt' au'loÜ. En cste contexto el dicho aparece como patt~
i,
ü Este dicho ttene un contenido set:rteja1ue a Lc 9,)6, peru uifiete uota-
blemente en la forma. No hay la mas minima raz6n para suponer que 9,56 se
deriva de 19,10.
28 Juan prefiere la construcci6n con tva, pero le gusta reforzarla con la
adici6n de de; -rou-ro o algo semejante: 18,37: ·de; -rou-ro E.A.T]A.u9a de; -rov
K6oµov i'.vo: µap-rupijoc.u -rft aA.riHE[Q; 9,39: EL<; Kp[µa E.y6 EL<; TOV KOO-
µov -roO-rov i'jA.9ov i'.vo: ot µT] ßA.E.rroV'lE<; ßA.E.rrcuotv K.T.A.. De modo seme-
jante, hablando de Juan Bautista: 1,7: TjA.9Ev de; µapwp[o:v i'.va µapwpi]on
TIEpl -rou cpcu-r6c;. ·La construcci6n EPXEo9m con infinitivo la usa solo una
vez: 4,7: EPXETCXL yuvi'] EK -rfjc; :Laµcxpixxc; av'LAfjoat Ü5U)p. En esta pre-
ferencia por la construccioh con Yvu: a expe11sas ud iuflnitivo, asf como cn al"
gunos otros rasgos del lenguaje, Juan preanuncia el desarrollo hacia el griego
moderno mas que ningun otro autor del NT (cf. Geldart, The Modern Greek
Language, apendice I sobre el griego los Evangelios de Juan y Lucas, paginas
179,188).
29 En el paralelo Lucas dice: 50KEhE ön Elpi']vriv rrapEyEv6µriv oouvm
E.v -rfi yfi; (12,51).
30 · Esto parece ser una modificaci6n de Jn 5,45: µTi 5oKEhE ÖTL E.y6 Ka-
-rriyopijocu uµwv Tipoc:; TOV 'TraTf.pa. La forma ap6crifa es ciertamente secun-
daria, ya que i'jA.Hov implicarfa «he venido a este mundo», pero nadie pensa-
da que la acusaci6n de los judios increyentes ante el trono de Dias tenfa lu-
gar «en este mundo». N6tese, con todo, cuan fäcilmente pasa el autor a la
forma habitual E'pxrnem con infinitivo.
356 LOS DICHOS

integrante de una exposicion elaborada de la teologfa espedficamente


joanea, pero en vista de Jn 12,47 y del paralelo lucano estamos justi-
ficados a ver aqui un elemento del fondamento tradicional de tal teo-
logfa. La dependencia de Juan con respecto a Lucas es menos probable
que la derivacion de la tradicion oral. En cualquier caso, nos encontra-
mos una vez mas ante un ejemplo instructivo de como nuestro evan-
gelista entreteje un dicho tradicional en el tejido de su propia com-
posicion.

9) Jn 3,18:
·o TILO'lEUWV de; aU'lOV ou Kp[vELaL
6 µi'] TILO'lEUWV T]B11 KEKpl'laL.

Cf. [Mc] 16,16:


·o TILO'lEUoac; ( Kal ßaitno8Elc;) owS~OELaL,
6 B,E. O:moT~oac; KacaKptS~oETaL.

He tratado de demostrar en otro lugar 31 que el «final largo» de Marcos


se deriva, en parte, de Mateo y Lucas y, en parte, se basa en una tra-
dicion no escrita, que no revela signos claros de derivacion a partir
de Juan, aunque no se puede negar categoricamente esta ultima posi-
bilidad. Parece claro que los pasajes arriba citados son variantes de un
mismo dicho, sea cual sea su relacion redproca. En el sentido son
practicamente identicos y estan moldeados en la misma forma. En
cuando al lenguaje, Jn 3,18 revela rasgos claramente joaneos. EI ver-
bo «juzgar» (Kp(vELV) es frecuente en el cuarto Evangelio y representa
una de sus ideas mas caracteristicas, que esta expresada aqui compen-
diosamente: que el juicio «escatologico» del mundo se hace presente
en el ministerio de Jesucristo (~ÖY] KEKPL'WL) y se realiza mediante
las diversas respuestas de los hombres a ese ministerio (KEKprrcXL Ön
µ~ TIETILOTEUKEV K.T.A.) 32 • En Juan «juzgar» (Kp(vav) puede tener
el sentido de «condenar» (KCXTCXKp(vav), que no aparece nunca en
el texto autentico de Marcos, pero que aqui ha sido empleado por el
pseudo-Marcos. EI dicho esta, por tanto, en consonancia con otros
que hemos examinado, donde la semejanza o identidad de forma corre
paralela con diferencias caracteristicas de lenguaje. Es improbable que
Juan lo tomara directamente del pseudo-Marcos; es posible que el
pseudo-Marcos lo tomara de Juan. Si es asi, tendrfamos un caso claro
en el que la doctrina joanea de un juicio historico de la humanidad ha
sido convertida en una prediccion del juicio venidero. Pero parece
probable que ambos escritores estan siguiendo una tradicion corriente,
tanto mas cuanto que el dicho que estamos considerando esta conec-
tado en el pseudo-Marcos con lo que podrfamos llamar un relato este-
31 Cf. mi contribuci6n The Appearances of the Risen Christ, en D. E. Ni-
neham (ed.), Studies in the Gospels (hom. a R. H. Lightfoot), 31-32.
32 Cf. Interpretaci6n, 215-216.
DICH OS COMUNES A JN Y A LOS SINOPTICOS 357

reotipado · de una aparici6n de Cristo resucitado que termina con la


misi6n de los ap6stoles M. No serfa quiza demasiado :l:antastico encon-
trar huellas de esta trarlidon en d contexto de Jn 3,18. El relato
«estereotipado» de esta aparici6n en Juan se encuentra en 20,19-23,
dondc hc hechu yu llüllll rnntactos C:Ol1 divcr303 clcmrmtrni rl~ ln. tro.
dici6n sin6ptica 34 • En Jn 20,19-23 la misi6n de los ap6stoles esta ex-
prcsada en los siguientes terminos: Kaflc:1C; cXTIEOTO::AKEV µE 6 'Tto::TT)p
Kayc0 nE.µm.u uµac;. La misi6n de los ap6stoles es la contrapartida
de la misi6n de Cristo. En [Mc] 16,16, la misi6n de los ap6stoles al
mundo es el preludio del juicio «escatol6gico» de los hombres. En
Jn 3,18, la misi6n de Cristo al mundo es la ocasi6n del juicio «hist6-
rico» de los hombres. Hay un paralelo real entre [Mcl 16,15-16:
nopw0E.v•E<; ti~ t'OV K6crµov tb-cu:vux Kc.puE,aTE ... 6 moTe.uoo::c;
ow9f]oE.TO::L, 6 öE. O:moTf]oo::c; KaTo::KpL8f]onm, y Jri 3,17-18:
O:nfoTHAEv 6 8to<; 'tOV ulov Elc; "tOV K6oµov ... 1'.vo:: owOfi 6 K6o-
µoc; ... 6 'Ttl0"1"EUWV de; O::U1"0V oÖ Kp(vnm, 6 µ1l 'Ttl01"EUC0V fl5YJ
KEKp:>LTO::L. No serfa de ningun modo anormal que Juan 'situara un
dicho que normalmente estaba asociado con la aparici6n posresurrec-
dunal Je Cristo end contcxto de su minfoterio 35 •

10) Jn 3,3:
, Aµi']v, qµi']v Myw OOL, M:v µ~ TLc; YEWYJ9fi. avwHEV ou OUVaLCXl
lös"lv ·rt'1v f;kxr:n/..E(o:v wfl flpnfl .

.3,5:
'Aµi']v, O:µfiv A.f.yw 00.L E.av µi'] TLc; YEVVYJ8fl Ef, ööa-roc; KCXl
'ltVEuµm:oc; ou Mvm:CXL EloEA9E"lv de; TTJV f:>txoLA.Etcxv wü 9rnü,

Cf. Mt 18,3:
'AµTjv. Myw uµ"lv, ECXV µi'] OTpCXCj>fjTE KCXl YEVY]09E wc; TeX TICXLOlcx
ou µi'] dof.A.9Y]TE de; TTJV ßcxmf...E[cxv T&'iv oöpcxv&'iv.

Este pasaje contiene una de las doctrinas mas caracteristicamente


joaneas, que no est:i representada en los evangelios sin6pticos ni en
ninguna otra parte del Nuevo Testamento excepto en 1 Pe 1,3.23 y,
quiza, en Sant 1,18. No tiene antecedentes en el Antiguo Testamento
ni tampoco analogfa convincente en el pensamiento judfo contempora-
neo 36 • Por otra parte, sus semejanzas con el pensamiento helenistico
son claras 37 • Y, sin embargo, el dicho se asemeja extraordinariamente
en su forma a Mt 18,3, incluso en la f6rmula introductoria · 0:µ1lv
33 Cf. Studies in the Gospels, 11-13.
34 Cf. supra, pp. 151-153.
35 Cf. Interpretaci6n, 398-399.
36 Cf. S.-B. ad loc.
37 Cf. Interpretaci6n; 305-309; vease tambien mi comentario a · las epis.to-
las de Juan, 67-69.74-77.
358 LOS DICHOS

(d:µT]v) A.E.yw OOL (uµ'lv). Mas aun, este es el tinico pasaje en que
Juan usa la expresi6n ~ ßam'"A.E(a 'tOÜ 0c.o0, que es tan frecuente en
los sin6pticos. La explicaci6n 16gica serfa que Juan ha tomado el afo-
rismo de Mateo y lo ha adaptado a sus propias finalidades; y esta
podrfa ser una verdadera explicaci6n en este caso concreto. Sin embar-
go, hay algunos rasgos que nos podrfan hacer pensar. En primer lugat,
Mt 18,3 usa la expresi6n ~ ß.am'"A.c.(a 't&v oöpav&v, que aparece
a1 menos 33 veces en el pri:mer Evangelio, mientras que ~ ßam'"A.c.(a
TOÜ 0c.o0 no esta documentado mas de cuatro 38 • En Marcos y Lucas
esta segunda expresi6n es la normal. Sin embargo, si Juan sigui6 a
uno de los sin6pticos, este debi6 ser Mateo, ya que los paralelos par-
ciales de este dicho en Marcos y Lucas 39 difieren notablemente tanto
de Juan como de Mateo. Mas aun, mientras la expresi6n c.lac.'"A.0c.'lv
c.lc; -ri]v ßaaL'"A.c.(av aparece seis veces en Mateo, este evangelista no
emplea nunca la expresi6n löc.'lv 'tTJV ßaaL'"A.c.(av 40 , que aparece en
Juan como alternativa. Resulta, pues, una vez mas, como en algunos
otros casos, que, si Juan dependfa de alguno en absoluto, tuvo que
tener dos o mas evangelios arlle sus ojos. Dauo que hemos encontrado
razones s6lidas para pensar que tenfa acceso a un cuerpo alternativo
de tradici6n, tambien este dicho pudo llegar hasta el en una forma
muy semejante, pero no identica, a la que lleg6 hasta Mateo. Pero en
este caso los datos no avalan una conclusi6n segura. De todos modos,
Juan esta construyendo sobre tradici6n anterior, sea que llegara hasta
el oralmente o a traves de otros evangelios. Es con todo improbable
que su doctrina de la regeneraci6n se desarrollara directamente a par-
tir de este dicho 41 •

11) Jn 10,15:
ywciiaKEL µe 6 n:a-rt'Jp Kd:yw yLvciiaKw -rov n:a-rEpa.

Este dicho, que en su contexto pertenece a1 nucleo central de la


teologfa joanea 42 , es sin embargo semejante, tanto en forma como en
38 En Mt 19,24 hay lecturas variantes, asi como tambien en otros pasa-
jes esporadicos.
39 Mc 10,15; Lc 18,17.
40 El uso de l5ei:v es probablemente un semitismo y representa el hebreo
mti con el amplio sentido de «experimentar»; de modo semejante Jn 3,36
dice ÖljJETaL l;;wl')v y Lc 2,26 l5ei:v Savawv; Lc 2,30 tiene elf>ov -ro aw-rl'J~
pLOV (reflejando a Is 40,5, citado en Lc 3,6). Marcos (9,1) dice EW<; av Hiwmv
i:t'Jv ßacnA.e(av -roO SeoO EAT]AU8ui:av EV f>uvaµEL, pero la oraci6n adicional
de participio cambia un poco el sentido de! verbo.
41 Excepto en el sentido de. que la alusi6n a n:aLf>la, entendido como d:p-
'rLYEWTJ1:a ~pE<J>Tl (1 Pe 2,2, con una referencia indirecta, quiza, al dicho ra-
binico: «El proselito es como un nifio recien nacido»), ofreda un punto de
contacto para la doctrina del nuevo nacimiento. Pero el verdadero transfondo
de esa doctrina, tanto en el pensamiento cristiano primitivo como en el entor-
no mas amplio, es diferente; cf. Interpretation, loc. cit.
42 Sobre el puesto que ocupa la idea del «conocimiento» de Dios eh la teo-
logfa joanea cf. Interpretaci6n, 160-177. Sobre sus afinidades helenisticas cf. el
DICH OS COMUNES A JN Y A LOS SINOPTICOS 359

contenido, a un dicho que aparece en Mateo y Lucas en vetsiones


ligeramente diferentes, que, segiln el texto considerado por la mayoria
de los crfricos conio el mejor atestiguado, ofrecen la siguiente lectura:
Mt 11,27 Lc 10,22
ol)f>El<; EinyLvwcrKEL -r6v ul6v oöf>Ei<; yLvci>crKEL -rC<; E.crnv 6 ul6<;
El µi'] ircx-ri']p, El µi'] 6 TCa:TTJp,
oöBE. -r6v ircx-rE.pa: TL<; E.myLvci>crKEL Ka:l i:[<; EITTLV 6 ira:-ri']p
El µT] 6 ul6<; El µT] 6 ut6<;

En los dos evangelios los mss. ofrecen lecturas variantes, con una: cierta
medida de asimilaci6n entre las dos. Mas ailn, escritores primitivos
citan frecuentemente el dicho en terminos que no coinciden exacta-
mente con el texto de ninguno de los manuscritos 43 • No es este el
lugar de tratar los complicados problemas textuales que se plantean.
Pero todo hace pensar que las variantes no se deben siempre a simple
corrupci6n de los mss., sino que son prueba de que el aforismo, ·al
igual que otros dichos importantes y fundamentales, fue transmitido
a traves de canales diferentes de la tradici6n y de que las variantes
verbales surgieron en el curso de la transmisi6n oral, sin llegar a des-
truir la forma ni a alterar el sentido general. Si es asi'., no es necesario
dar una explicaci6n de las semejanzas y diferencias entre Juan y los
sin6pticos a base de una teorfa de dependencia literaria. Ciertamente,
Juan ha puesto el aforismo en un contexto que le cönfi.ere un espe-
cial sabor teol6gico. Pero incluso en la versi6n sin6ptica ha sido con-
siderado como curiosamente «joaneo» -ha sido llamado «un meteo-
rito del cielo joaneo»-, muy patecido a cotno en Jn 3,3 la expresi6n,
singular en Juan, «el Reino de Dios» nos ha pareddo casi un elemen-
to d~ miit~riiil «sinnptkm> ~n d rnarto Evangelio. Los dos juntos
pueden aclarar aptamente el tema que ha ido surgiendo cada vez con
mayor claridad en esta investigadon: que detr:is de Juan y de Im:
sin6pticos se oculta un cuerpo s6lido de tradici6n comun, utilizado
diversamente por los diversos evangelistas. En cualquier caso, el dicho
que estamos considerando ahora pertenece a la forma mas primitiva
de tradici6n en que podamos . esperar entrar, ya que nos es posible
seguir su pista hasta el perfodo anterior a la formacion de la fuente
tratamiento clasico en Norden, Agnostos Theos. Quisiera hacer notar de paso
que la idea del «conocimkntm> en la literatura de Qumran, supuesto anteceden-
te directo de la doctrina joanea, pertenece a una mentalidad notablemente di-
ferente (cf. W. D. Davies, Knowledge in the Dead Sea Scrolls and Matthew
11,25-30: «Harvard Theological Review» 46 [1953], publicado de nuevo en
Christian Origins and Judaism [Darton, 1962]).
43 Las diferencias mas llamativas son el empleo de eyvc.> en vez de ( E.m) y L-
vci>crKEL y la trasposici6n de las oraciones. La mayor parte de los comentaristas
han tratado el problema textual (un resumen util en McNeile ad Mt 11,27 y
valioso material en la discusi6n de Merx ad loc.; · cf. tambien Norden, op. cit.,
277-308), generalmente con la intenci6n de fijar el texto original de los evan-
gelios can6nicos. Para lo que ahora nos interesa las variantes textuales son im-
portantes mas bien en cuanto pruebas de variaciones en la tradici6n.
360 LOS DICHOS

comun (oral o escrita) a Mateo y Lucas (Q); y el examen de. los textos
sugiere que, antes de que fuera puesto por escrito, habfa desarrollado
ya formas variantes, tres de las cuales aparecen independientemente
en Mateo, Lucas y Juo.n, mientror. qm~ otrn::. sc cnrncntr;m cn vcrsio-
nes antiguas y en citas patrfsticas. Corno en el caso de otros dichos
que hemos estudiado, Juan lia enLtelejiJu a4ui habilmeuLe material
tradicional en el tejido de su discurso, pero sin llegar a transformarlo
hasta hacerlo irreconocible 44 •
Afiado ahora dos dichos en los que la forma aforistica esta ausente
u oculta en uno de los evangelios, pero que revelan una semejanza tan
sorprendente que parece probable inferir una tradici6n comun.

12) Jn 17,2:
"EowKa<; aö-rc;'i (es decir, -rc;'J ulc;'J) EE.ouo(av 'ITcXOYJ<; oapK6<;.

Cf. Mt 28, 18:


'Eo6811 µoL TI:cXoa EE.ouo(a EV oöpav<?> Kal ETI:l -rfic; yfi<;.

En el cuarto Evangelio este dicho forma parte de un pasaje en e1 que


las peculiaridades joa11eas de pellSamienlo y lenguaje son especialmenLe
patentes 45 • La' expresi6n Kcx80.)c:; EOWK<X<; cxu-c<{'> E.E,oucr(cxv TI6:crqc;
cro:pK6c; recuerda la conclusion del h1mno de Poimandres (C.H. 1 :JL):
KcxElc0c; TiapE.bwKcxc; a6-c0 (es decir, -c0 'Av9pc0TI~) -c~v ·mxcrav
E.E,ouo(cxv. Lo primero que se nos ocurre es que nos encontramos
aqu1 ante un fragmento de composici6n joanea. Sin enibargo, sus se-
meja11zas co11 d pasaje mateano son mapifieslas 411 • ~DeLeremos, pues,
decir que Juan ha vuelto a escribir la frase tomada de Mateo en el
lenguaje que le es comun con los autores helenfsticos? Quiza si; sin
e111bargo, hay ciertos detalles que nos deberfan hacer pensar. 'EI em-
pleo de oapE, como sustantivo colectivo con el significado de «huma-
nidad» 47 no aparece en ninguna otra parte ni del mismo cuarto Evan-
44 Sobre el transfondo general de este dicho cf. W. L. Knox, Sources of
the Synoptic Gospels II, 140-141, con quien estoy totalmente de acuerdo.
45 En 17,1-5 encontramos EA.i']A.u8e.v i'j &pa, ooE,a~ELV (cuatro veces),
~wij alwVLo<;, yLvwoKELV 8e.6v, O:A.Y]8Lv6c;, Epyov -re.A.e.LoOrv, asi como ö
5E:5wKa<; aö"Lc;'i, una expresi6n que, en formas diversas, aparece en varios
contextos, con una ambigüedad quiza deliberada; cf. 6,37.39; 10,29; 17,11.12.24.
Todos eslus µasajes Lie11e11 Ull fuel'le sauu1· juaueu.
46 Es verdad que la forma no es identica, ya que el verbo pasivo ha sido
sustituido por la segunda persona · del activo, como lo exige el contexto, pero
la diferencia no es fundamental y los <los pasajes son muy semejantes en cuan-
to al sentido. No se puede sostener la opini6n de que el joaneo EOwKa<; aÖ'LClJ
EE,ouo(av 'ITcXOY]<; oapK6<; es el equivalente del 'ITcXV'La: [.l!OL TI:ape.06811 6110
-roß 11'a"Lp6c; µou de los sin6pticos (Mt 11,27; Lc 10,22); la TI:apaooot<; del
dicho sin6ptico se refiere a la revelaci6n de la verdad, no a la delegaci6n de
autoridad.
47 A veces incluye tambien la creaci6n animal, por ejemplo en Gn 7,15-16;
8,17.
DICH OS COMUNES A JN Y A LOS SINOPTICOS 361

gelio 48 ni de los escritos heleni'.sticos con los que Juan tiene. una cierta
afinidad. Es de hecho exclusivamente biblica 49 y la expresi6n rraoa:
o6:pE, es muy frecuente en los LXX como traducci6n de 1~~-,f .
De los ocho casos del Nuevo Testamento cinco son citas del Antiguo
Por tanto, la locuci6h es rara en todos los autores del Nuevo Testamen-
to que resulta sorprendente 50, especialmente en un autor conio Juan.
La expresi6n EE,ouo(a: rr6:011c; oa:pK6c; no se encuentra en el Antiguo
Testamento. La mas parecida aparece en la parte del libro de Daniel
cuyo original hebreo ha desaparecido: Bel y el Drag6n, 5 (segiln LXX
y Teodocion): TOV ( lµ>vca:) 8EOV TOV KTLOGXVTCX: TOV oupa:vov KCX:l
.-r~v yflv Kal Exov-ra: rr6:011c; aa:pKoc; KUpE(av. EI termino KupE(a:
( tambien KUpLELCX: y Kup(a:) es sin6nimo de EE,ouo(a: ( «potestad» ).
En Dn 11,3.4(5) traduce 'rdOO; fuera del libro de Daniel el termi-
no i1,rd00 recibe frecuent~~e~te la traducci6n de EE,ouo(a: 51 • Por
tanto; ia' ~ferencia entre «potestad» (EE,ouo(a:) y «soberanfa» (Ku-
pEla:) no es sustancial. La frase entera «le ha sido dada potestad»
(Eö68TJ EE,ouo(a) se encuentra en la versi6n de los LXX de Dn 7,14,
donde se describe la investidura del Hijo de Hombre: EM8TJ a:u-r:Ct>
EE,ouo(a: q~?f) Kal nµ~ ßa:atALK~, Kal rr6:v-ra -r:O: Eev11 -r~c;
y~c; Ka-rO: YEVTJ KCX:L m:Xoa o6E,a a:ö-r:Ct> A.a:-r:pEuouaa:· KCX:L ri
EE,ouo(a au-roO EE,ouo(a a:lc.0vLOc;. La versi6n de Tcodocion dice:
CX:UT0 Ef>68TJ YJ apx~ Kal 11 nµ~ KCX:L 11 ßa:OLAELO:, Kal rr6:VTE<; ot
A.a:ol cpuA.a:l Kal yA.&oom .oouA.Euooumv a:u-r:ct>· 11 Ef,ouo(a: a:u-roO
EE,ouo(a: a:lc.0vwc;. Sc acepta genera:lmente que detras de esta escena
de la entronizaci6n del Hijo de hombre sobre los anitnal.es se ocultan
muchos elementos tomados del simbolismo de la creaci6n y que la
soberanfa entregada a1 Hombre es el · cumplimiento Je la concesi6n
de soberanfa sobre los seres creados que en Gn 1,28 (cf. Sal 8,7-8)
forma parte del relato de la creaci6n y que se repite luego en la alianza
con Noe despues del Diluvio (Gn 9,1-17) (un pasaje en el que la ex-
presi6n rrcxoa o6:pE,, en .su sentido mas amplio, se repite como un
estribillo ). Estos pasajes de Gn son una de las fuentes del mito del
"Av8pcurroc; celeste que .aparece en Poimandres 52 •
Desde esta perspectiva, acerquemonos ahora de nuevo a Jri 17,2-
Podemos decir que la frase EOCUKac; a:ö-r:c$ EE,ouo(av rr6:0YJ<; oa:pK6c;
es un compendio, en un lenguaje totalmente biblico, de la visi6n de
48 Cuando Juan quiere decir «humanidad» usa K6aµoc; (3,16; 4,42; 8,26,
etc.), aunque en otros pasajes el mismo termino tiene un sentido peyorativo.
49 Es decir, se encuentra solo en traducciones de documentos hebreos (o
arameos) o en escritos influenciados por estos.
so Solo en Mc 13,20 (Mt 24,22) y 1. Cor 1,29, aparte de. nuestro presence
pasaje, esta usado pol: autores del NT inqependientemente del AT, y ambos pa-
sajes son imitaciones bastante claras del lenguaje veterotestamentario.
51 Fuera de Daniel y 2 Mac 8,35, el.Unico caso de i<upe(cx en los LXX es
Is 40,10, gonde 1; n?~b 1))i! es parafraseado por ö ßpCX)(CCilv µe-rO: ·Kup(a<;.
52 Sobre la .relacion enre el Gn y Poimandres cf. mi libro, The· Bible and
the Creeks, 145-169. '
362 LOS DICHOS

la enttonizaci6n del Hijo de hombre en Dn 7 53 • Se admite general-


mente que este pasaje ejerci6 un influjo e.n el Nuevo Testamento. Su
lenguaje ha dejado una profunda impronta en la tradici6n evangelica 54 ,
incluyendo. el texto fundamental de Mc 14,62. Segun esto, Juan esta
aquf en estrecho contacto con los elementos mas centrales y primitivos
de la tradici6n. La forma mateana del dicho esta asociada con la mis-
ma tradici6n, sin que exista necesariamente una dependencia directa
con respecto a Juan. Su empleo de «cielo y tierra» en vez del 'ltcxaa
a6:pC: de Juan puede ser una reminiscencia de Mt 11,25: K6pLE i:oO
oupavoO Kal "t~<; y~<; 55.

13) Jn 5,30:
ou l;;rrrß i:o 901.11µ0: i:o tµ6v,
aA.A.0: i:o 9EA.l]µcx i:oO 1IEµlj>cxvr6c; µE.

6,38:
( Kcxi:cxßEßl] Kcx crno -roQ ou pcxvoQ)
uux i'.va: TCOLW i:o 9E.A.:qµa: i:o tµ6v,
aA.A.0: i:o 9EA.l] µex i:oO 1IEµlJlcxvi:6c; µE.

Cf. Lc 22,42:
µTj i:o 9EA.l]µ6: µou <XA.A.O: i:o oov ytvfo9w.

En los otros cvangelios sin6pticos la forma es difere1"1te. Mc 14,36


dice: ou "tL Eyc0 8EA.c...:> ä.AA.a "tL a6. Mt 26,39 dice, de modo pareci-
do: oux <:0<; €.yc0 EIEAU:> aA.A.' <:0<; a6, pero lo hace continuar en V. 42:
YEVT]0~"tc...:> "tO 0EA.T]µ6: .aou, que puede ser un eco de su versi6n de
1a oraci6n dominical. Es claro que la versi6n joanea es mas semejante
a la de Lucas que lo que esta es a las otras versiones sin6pticas, y la
semejanza entre las dos es inconfundible, aun cuando lo que es una
oraci6n en Lucas, en Juan es una declaraci6n. Es posible, pero impro-
bable, que una de· es·tas dos versiones se derive de la otra. No es
tampoco facil de decidir cual es la mas original, si la oraci6n o la decla-
raci6n. Pero no hay motivos para poder dudar de que nos encontra-
mos aquf ante un elemento del nucleo central de la tradici6n 56 • Una
53 rniocx oapf; es un equivalente perfecto de TCaV1:Ec; OL ACXOL q>uA.C'l KO:L
y A.ßoocxt. · ·
S4 Cf. mi libro According to the Scriptures, 67-70.
55 Dado que se suele sostener que Juan «subraya la cristologfa», no sera
quiza impertinente observar que aquf, mientras Mateo asigna a Cristo la sobe-
ranfa en el cielo y en la tierra, Juai:J. habla solo de soberanfa sobre el genero
humano. EI autor no pretendfa naturalmente limitar su soberanfa, lo cual hace
min mas cierto que no pudo tener ante sf la forma mateana. ·
56 Es instructivo observar que la misma concepci6n . fundamental aparece
en otras partes del NT de formas muy diversas. Asf, en Heb 10,5-9 queda
confirmada con la cita de un testimonium de Sal 39,7-9; en Rom 15,3 por una
cita de Sal 68,10 (donde d hecho mismo de que el testimonium es un tanto
rebuscado demuestra que la idea no se derivaba de la Escritura, sino de una
DICHOS COMUNES A JN· Y A LOS SINOPTICOS 363

comparaci6n con Jn 17,2 muestra c6mo material identico podfa cam-


biar de forma en el curso de la transmisi6n. Aqui es Juan quien ofrece
el dicho en la forma de una declaraci6n 57 ; en 17,2, en cambio; es una
declaraci6n en los sin6pticos y parte de una oraci6n en Juan. Este
hecho puede servir de advertencia de que, aunque debemos dar 'gran
importancia a la identificaci6n de las formas en cuanto gufas del fun-
damento tradicional de los dichos consignados, puede haber muchos
pasajes donde nos falta esta gufa y en los que, sin embargo, es proba-
ble un fundamento tradicional comtin.
Afiadire, finalmente, un dicho, unico en el cuarto Evangelio, que,
en cuimto a la forma, solo tiene un paralelo un tanto remoto en los
sin6pticos, con un sentido analogo mas bien que identico, pero que no
carece de importancia para nuestros fines.

14) Jn 3,8:
-ro TCVEܵa ÖTCOU 0eAEl TCVEl,
Kal 'TTJV cpr..:ivi'jv aÖ-roÜ d:KOUEL<;,
dA.A.' oÖK off>ac;
rc60Ev EPXE-rm Kal rcoü 6rcayEL.

Cf. Mc 4,27:
6 orc6poc; ßA.aa-r~ Kal µT]KUVE-rat
Qc; OUK olßEV au-r6c;
m'.i-roµa-tn f] yfi KaprcocpopEi.

La semejanza subyacente de modelo apareceta aun mas clara Si llUS


tomamos la libertad de cambiar el orden de dos frases de Marcos:
Marcos Juan
aö-roµ<XTT] fi yfi KaprcocpopE"L -ro TCVEܵa ÖTCOU 0€.AEl TCVEl,
Qc; OUK oU'>·EV au-r6c; <J.)...f...' ouK off>ar:; ...

EI pasaje marcano forma parte de una parabola; el joaneo puede ser


descrito acertadamente como un dicho parab6lico. EI sentimiento de
los dos es identico: un maravillado reconocimiento de la espontanei-
dad de los procesos naturales 58 y de su inescrutabilidad para la mente
tradici6n que buscaba confirmaci6n en la Escritura). Cf. lo dicho sobre el la-
vatorio de los pies supra, pp. 72-76. Cuando un rasgo esta grabado en los escritos
del NT tan profunda, amplia y diversamente, tenemos razones s6lidas para creer
que es hist6rico en el sentido pleno.
57 Y n6tese que en 6,38 la declaraci6n esta modelada en un patr6n anruo-
go al tipo tradicional TjA.0ov-'lva, aunque el verbo K·a-raßE.ß'ilKa es puramen-
te joaneo.
58 nveüµa en esta oraci6n debe ser entendido en su sentido griego pri-
mario = di']p KLvouµEvoc;, es decir, viento. Pero cuando una palabra se mue-
ve, como ocurre con TCVEܵa, a traves de un proceso de continua variaci6n, en
un amplio campo semantico, dos significados, que para nosotros pueden ser muy
364 LOS DICHOS

humana. Queda excluido cualquier tipo de dependencia mcitua; (pero


no son tan profundamente semejantes que podriamos pensar que los
dos proceden, no solo del mismo dep6sito comun de la tradici6ri, sino
originalmente de -Ia misma mente? Juan, segiln su costumbre, ha uti-
lizado el aforismo al servicio de una de sus doctrinas mas caracterfsti-
cas, del mismo modo como, en el mismo contexto, ha utilizado otro.
dicho sobre la entrada en el Reino de Dios.
dispares, pueden estar presentes en la mente del autor y Juan .. no era tan cons-
ciente como nosotros de la abrupta transici6n del significado de «viento» al
de «espfriti:t» (cf. Interpretad6n, 219-222.
III

FORMAS PARABOLICAS

La parabola, que en sus diversas formas es tan prominente en los


evangelios sin6pticos y tan caracterfstica de la ensefianza de Jesus, no
esta sino debilmente representada en el cuarto Evangelio. EI. empleo
<le simbolos permanente para expresar ciertas ideas absttactas -luz,
.agua, pan, etc.- pertenece a un modo de pensar diferente del que
-observa realfsticamente la naturaleza y 1a vida. humana que son la
fuente del material de las parabolas sin6pticas 1• Hemos hecho. notar
un ejemplo de un dicho parab61ico comparahle con los c1~ los sinop-
ticos: TO TrVEܵa ÖTCOU 9EAEL TrVEl K.T.A.· (3,8). Sin embargo, no
serfa j.usto decir que en el cuarto Evangelio no se encuentran parabo-
las, a no ser que restrinjamos el termino a aquellos pasajes en que
el material utilizado para ilustrar o comparar aparece en un relato
continuo, con el empleo de tiempos hist6ricos (el sembrador, 1a gran
fiesta y el hijo pr6digo). Estos pasajes pueden ser, quiza, el tipo cla-
sico de parabola evangelica. Pero no existen razones s6lidas para res-
tringir el termino tan rigurosamente. Se puede tambien aplicar a aque-
llm; casos en quc la comparaci6n o analogfa vicnc sugcrida por la
descripci6n de una unica escena, con el empleo de tiempos primarios
(como los nifios en la plaza), o en los que se insinua un incidente t1-
pico o constantc de la cxpcricncia humana por· m.edio de m1a orad611
compuesta con ö-rav o ETr6:v en la pr6tasis (el demonio que vuelve o
la forma marcana del grano de mostaza) o por medio de una oraci6n
condicional con EL o E.6:v en la pr6tasis (la forma mateana de 1a
oveja perdida) 2 • Estas formas son esencialmente parab6licas, no menos
que 1a forma narrativa, y parabolas de este tipo no estan del todo
ausentes del cuarto Evangelio.

1) Jn 12,24: EI grano de trigo.


'Eav µT] 6 K6KKOc; "tOU Ol"tOU
rcrnwv i=.t<; TT]v yfiv d:rco66:vn,
cxö-roc; µ6voc; µf.va·
tav f>E d:rco66:vn,
TIOAUV KCXpTIOV cpEpEl.

1 Cf. Interpretaci6n, 143-152.


2 Cf. Las Parabolas del Reino (Cristiandad, Madrid 1974) 25-27.
366 LOS DICHOS

Tenemos aqu1 una descripci6n de un fen6meno natural tan cons-


tantemente repetido que puede ser presentado en la forma de una
«secuencia invariable» (lo que popularmente se llama una «ley de la
naturaleza» ): «Si ocurre A, ocurre B». El empleo de la forma hipo-
tetica para describir fen6menos de este tipo no es raro en los sin6p-
tico, por ejemplo:
Mt 5,13 3: EO:v -ro ä.A.m:, µ0.)paveft ...
c:tc; oöf>Ev taxua.
Mc 3,24: EO:v ßaoLA.Ela E<p' fouTrJV µc:pLo6ft,
oö Mva-rm o-ra6fivm i'] ßamA.c:la EKELVTJ.

En el segundo pasaje sigue una ulterior oraci6n hipotetica, pero no


hace sino repetir la misma «ley» en terminos de una familia en vez
de un reino.
En la forma mateana de la parabola de la oveja perdida (18,12-13)
encontramos oraciones hipoteticas repetidas que conducen el tema, por
estadios, a una conclusi6n:
'Eav yEVT]-ra[ -rLVL dv6pc0rccp hmov rcp6ßma Kal rcA.avTJSft €v ff,
aö-rwv, oöxl nopc:u6Elc; i:;T]TEL -ro rcA.avc0µc:vov;
Kal Eav YEVTJ'l:aL c:upc:'Lv 'aö-r6,
dµTiv Af:.yQ uµ'Lv ÖTL xaipEt ETI' o:ö-r<t> K.T.A. 4

En otros casos las oraciones hipoteticas repetidas pueden hacer des-


tacar un contraste en vez de continuar un unico proceso 5 .
Asf Mt 6,22-23:
'EO:v fi 6 6cp6aA.µ6c; oou ci:nA.oOc;,
öA.ov TO owµO: oou <P(.,)TELVOV i!.o-rm'
Eav f>E 6 ocpeo:A.µ6c; aou rcovripoc; t'i,
öA.ov TO owµO: oou OKITTElVOV EOTCCL 6.

3 Parece que la versi6n mateana (y menos claramente la lucana) ofrece la


verdadera ap6dosis, aünque la frase intermedia: EV -r[vL ci:AL08~oE-rat; (= Mc
9 ,50: EV TLVL aÖTo dp-ruoETE;) es una ap6dosis de otro tipo.
4 La forma lucana de estas parabolas sustituye las oraciones con EÜ:V por
participios (i!.xcuv, drcoA.Eoac;, Eupc0v), consiguiendo asi un relato mas con-
tinuo, que, sin embargo, al ser narrado en tiempos primarios y no hist6ricos,
produce la impresi6n de algo que ocurre repetida o habitualmente y no de algo
que ocurri6 una vez. Pero, evidentemente, Ja diferencia no tiene mayor im-
portancia.
5 En la parabola de los siervos fieles e infieles (Mt 24,45-51; Lc 12,42-46)
el primer miembro de la ant!tesis ha perdido su forma condicional, pero el
segundo miembro vuelve a lo normal:. Eav ÖE c:'lrcn 6 öoOA.oc; EKE'Lvoc; K.-r.A..
6 El caracter autenticamente parab6lico de este pasaje esta algo oscureci-
do por algunos comentaristas que toman como clave del sentido el empleo de
la expresi6n 6cp8o:A.µo<; nowip6c; ( = ).') 1'i1 ) en el sentido de envidia. No
cabe duda de que Eav 6 6cp6aA.µ6c; oou ·rrow1poc; EL puede significar «si eres
envidioso» (cf. Mt 20,15), .pero entonces «tu cuerpo quedara a oscuras» no cons-
tituye una verdadera ap6dosis; la envidia oscurece la mente, no el cuerpo. Ni
parece tampoco haber fundamento alguno para dar a Eav 6 6cp8aA.µ6c; oou
ci:nA.oOc; !'j el sentido de «Si eres generoso» (aun cuando, en algunos pasajes,
FORMAS PARABOLICAS 367

Formalmente este pasaje es muy semejante a Jn 12,24. Las imagenes


que Juan emplea aqui estan dentro de la gama utilizada por los sin6p-
ticos. Si Juan habla de un KOKKoc; oh:ou, los sin6pticos hablan de un
KOKKoc; OLVcXTIEwc;, y el joaneo TIE.aG:>v Etc; T.~V y~v puede no ser
mas fJnf' ntrn mnrln rlf' rlFsnihir Fl fenomeno de la siembra que Marcos
describe como: ÖT.av aitapfj ETIL -rtjc; ytjc;, Mateo como: A.a[~G:>v
EO'ITEIPEV EV T.ct) ayp<;'> m'noü, y Li.1cas como: "ArrBc:w E'BrrAFV Fir,
K~TIOV E.au-roü 7 • La unica expresi6n que parece tener un sabor tipi-
camente joaneo es el importante aö-roc; µ6voc; µE.va (cf. el empleo
pregnante de µ6voc; en Jn 8,16.29; 16,32).
En las cuatro parabolas aducidas aqui con10 paralelos parciales to-
mados de los sin6pticos, es instructivo observar los diferentes modos
de hacer la aplicaci6n. En Mt 5,13 la clave de la parabola de la sal
esta en las palabras introductorias: uµc'lc; EOTE TO ä:A.ac; -r~c; y~c;.
En Mc 3,26 las parabolas del reino dividido y de la familia dividida
reciben una aplicaci6n explicita en una tercera frase paralela: EL 6
LO:To:vO:c; d:vfon1 füp' E.o:uT.ov, f:µcploe11 Kai ou Mva-rm a-r~vm.
En Mateo 18,14 la parabola de la oveja perdida va acompafiada de
una moraleja: «Asf, no eG voluntnd de vueGtro Pudre en el cielo que
perezca ninguno de estos pequefios». Lucas ( 15,7) le- da una moraleja
totalmente diferente (hecho que prueba que ninguna de las dos «mo-
ralejas» era estrictamente inseparable de la parabola en la historia
de su transmisi6n). En Mt 6,23 la parabola del ojo tiene una especie
de «apendice» que pretende, al parecer, sugerir su aplicaci6n, pero
que, de hecho, no va mas alla de las imagenes corporales de la misma
pataLola; lu 111üm10 ocurre con el «npendiLe» ligerumente diforente de
Lc 11,35, elaborado en el versiculo siguiente.
Juan no ha provisto su parabola del grano de trigo con una «mo-
raleja» explfcita. En esto se parece a todo un grupo de parabolas si-
n6pticas 6• Pero va inmediatatnente seguida del dkho: 6 cpLA.wv ·n'1v
4JUX~V aö-roü cXTIOAAUEL aÖT.~V K.T.A. y el evangelista quiere evi-
dentemente que se entienda la parabola en ese sentido. La yuxtaposi-
ci6n de un dicho no parab6lico pero directamente pertinente como
clave de la interpretaci6n es un recurso utilizado tambien por los si-
n6pticos. Corno ejemplos podemos aducir Mc 4,22, que sigue a la bre-
ve parabola de la lampara (que en Mt 5,15-16 recibe una aplicaci6n
el contexto pueda dar a aTIA.oOc; una connotaci6n de generosidad). Parece que
el pasaje es una verdadera parabola: «Si tu vista es sencilla (por ejetnplo, no
astigmatica ), todo tu cuerpo estara ilutninado, pero si tu vista esta enferma,
todo tu cuerpo estara a oscuras». La observaci6n de que un defecto en la vis-
ta afecta a todas las actividades normales del cuerpo hutnano es exacta ( si bien
la costumbre hebrea de tratar las partes del cuerpo como si desempefiaran in-
dividualmente, e incluso independientemente, las funciones asociadas con ellas
na condicionado los terminos en que se presenta el cuadro total: el ojo, a tra
ves del cual somos conscientes de la luz, se ha convertido el mismo en fuente
de luz). Es una «ley de la naturaleza» y se invita al oyente a que Ja aplique
al terreno de la experiencia etica.
7 N6tese que TIEOELV puede emplearse como pasivo de [3aA.E'lv_
8 Cf. Parables of the Kingdom (Nisbet 1961) 14-19; (Collins 1961) 23-27.
368 LOS DICHOS

explkita, mientras que en Lc 11,33-35 su yuxtaposici6n junto a la


parabola del ojo puede queret ser una clave de las dos) 9 ; Lc 11,5-10,
donde el dicho: «Pedid y recibireis ... » esta afiadido, sin comentario,
a la parabola del amigo inoportuno; quiza Lc 12,47-48, donde a un
dicho parab6lico sobre esclavos se afiade una maxima general: nav-rl
0 E.068Y] rroA.6, TIOAU ~Y]T~8~CJETaL nap' auTOO K.T.A. El dicho
que en el pasaje joaneo que estamos estudiando esta afiadido a la pa-
rabola del grano de trigo, aparece tambien en los sin6pticos 10 •
Parece, pues, que nos encontramos ante una perkopa, que en la
forma, en la naturaleza de sus imagenes y en todo el modo como ha
sido presentada (fuera de las palabras sospechosamertte joaneas: µ6voc;
µE.vi::t), esta estrechamente asociada con la tradici6n de ensefianza
parab6lica que conocemos por los sin6pticos. Difkilmente pudo deri-
varse de una de las parabolas sin6pticas, pero si pudo proceder del
mismo dep6sito tradicional. Es innegable que encaja en la teologia
joanea; es tambien verdad q11e va ma.s alla de lo que ertcontramos, ex-
plkitainente, en los sin6pticos. Sin embargo, su asociaci6n con el dicho
sobre «amar» y «odiar» la prupia tjJUX~, que es tan sin6ptico como
joaneo, es completamente natural y convincente. El pasaje plantea,
pues, la pregutna que debemos tener siempre presente en nuestra in-
vestigaci6n: <1_se ha de aceptar como maxima absoluta que siempre que
enconi:remos en el cuarto Evangelio una doctrina que va mas alla de
los sin6pticos la debemos necesariamente atribuir al evangelista y ne-
garsek a la tradici6n anterior? Y si esta suposici6n resulta ser una
petitio principii, ~hay alguna raz6n en absoluto, aparte de esa misma
suposici6n, para no ar.eptar CJllf' 11n pasrije mmo ~ste, que, segun todas
sus upuriencius formales, pertenece a la tradici6n comun y enlaza muy
naturalmente con partes de esa misma ttadici6n como la conocemos
por los sin6pticos, representa un elemento de la tradici6n ran pl'imiLi-
vo y autentico como cualquier otro que los sin6pticos contienen, si
bien por la raz6n que sea estos no lo han recogido en sus evangelios?

2) Jn 16,21. Los dolöres de parto.


'H yuvi'j ÖTav TLKTlJ
AU1UT]V EXEL,
Ön ~A8EV TJ wpa au-r~c;·
ÖTav 5,f:: yEvvijcrtJ -ro irmolov
OUKETL µVT][l!OVEUEL T~c; 8A.ltµEwc; OL<X -ri']v xap6:v,
ÖTL EyEvvi]8T] O:v8pwiroc; El<; -rov K6crµov.

Teriemos aqui una composici6n bien equilibrada formalmente, con


dos miembros formados de pr6tasis y ap6dosis, con una oraci6n cau-
sal afiadida a cada uno de ellos, y cada miembro con la forma: «Cuando
ocurre A, ocurre B, porque ha ocurrido C». La estructura es analoga
9 Los tres evangelistas parecen haber entendido esta parabola en tres sen-
tidos diferentes.
10 Cf. tambien supra 338-343.
FORMAS PARABOLICAS 369

a la de la parabola del grano de trigo. Corno esta, la presente parabola


describe una situaci6n recurrente en la experiencia humana; pero,
mientras Jn 12,24 trata del tipo de secuencia invariable que llamamos
«ley» de la naturaleza y los dos miembros presentan posibilidades
contrapuestas de antecedente y consecuente ,expresadas por medio de
oraciones condicionales con «Si» ( E.6:v), Jn 16,21 presenta dos estadios
sucesivos de una situaci6n determinada y las pr6tasis son oraciones
temporales con «cuando» ( Ö'l:o:v),
El pasaje tiene un paralelo formal bastante cercano en la parabola
lucana del hombre fuerte (Lc 11,21-22) 11 •
<'0-rav 6 toxupoc; 12 Ka9wTIA.wµEvoc; cpuA.O:oon -ri'jv EauwO aüA.f]v,
Ev Elpfivn fonv -ra l'.mapxov-ra aü-roO
ETICxV 5E. toxup6n:poc; aü-roO ETIEA.9wv VLKf]on au-rov,
-ri'jv TiavoTIA[av aü-roO a'(pa ... Kal -ra oKOA.a a:ü-roO 5Lafü5wmv 13,

Existe un paralelo parcial en la parabola marcana de la semilla


que crece en secreto (4,26-29). Aqui la construcci6n es hibrida y la
oraci6n temporal, que pudo ser originalmente: «Cuando un hombre
siembra su semilla ... », ha sido sustituida por la f6rmula: «El Reino
de Dios es como ... », con irreparable perjuicio de la gramatica. Pero
en lo que debi6 ser el segundo miembro vuelve a aparecer la forma
regular:
ÖTaV 5E. Tiapa5oL 6 KO:pTI6c;
Eü8uc; d:'!roo-rcA.A.cL -ro 5pETiavov,
ÖTL TiapfoTT]KEV 6 9EpLoµ6c;.

Podemos considerar la perkopa marcana como los restos de una estruc-


tura regular de la que la parabola joanea que estamos estudiando es
un ejemplo completo.
Es, pues, claro que, en cuanto a la forma, esta parabola encaja
perfectamcntc cn una serie de parabolas que estan bien represent:1flas
en los sin6pticos. En cuanto al lenguaje, podemos reconocer algunos
rasgos aparentemente joaneos.
a) Aurrri («tristeza») es una palabra que aparece solo una vez
en los sin6pticos y cuatro veces en Juan, pero, como las cuatro se en-
cuentran en este contexto (si aceptamos 16,6 como parte del contex-
to), no podemos afirmar con certeza quien es responsable de su empleo:
el evangelista o la tradici6n.
b) La frase ~A.8cv (f.A.Yj868EL, flKa, Epxnm) ~ <'0po: tiene
un fuerte sabor joaneo (2,4; 5,25.28; 7,30; 8,20; 12,23; 13,1; 16,2.
11 La parabola correspondiente en Mc 3,27 es formalmente muy diferente.
12 N6tese ö toxup6c;, como Ti yuvf], aplicado a una figura tl'.pica, que
nosotros traducimos por «Un hombre fuerte» y «una mujer».
13 Lucas ha dado una forma semejante a la parabola del ojo cömo luz del
cuerp 0, al ;i;iplea; Ö'rav„ .bi:av f>E,. donde Mateo, con mayor propiedad 16gica,
0

usa Eav ... Eav f>E.


24
370 LOS DICHOS

4.21.25.32; 17,1). En los sin6pticos ~KEL (~YYLKEV) ~ wpcx se en-


cuentra solo en un pasaje, Mc 14,41; Mt 26,45. Especialmente caracte-
ristica de este Evangelio es la expresi6n: ~ wpcx µou, cxt'.rrnu, que
designa la «hora» predeterminada en que Cristo sera «elevado» o «glo-
rificadm> y su obra quedara «consumada». La expresi6n ~ wpcx CXLJT~C,
de 16,21 evoca inevitablemente (y, sin duda, intencionadamente) a
la mente del lector las referencias a la «hora» fatidica que recorren el
Evangelio como un estribillo. Si ~ <'0pcx cxt'.n:~c; foera una expresi6n
griega corriente para referirse al momento crucial del parto ( como
ocurre a veces en nuestras lenguas modernas con expresiones pareci-
das ), seria posible suponer que el empleo teol6gico procedia de ahi,
pero no he podido encontrar prueba alguna de que tal fuera el caso 14 •
De hecho, el empleo joaneo de <'0pcx con genitivo personal de pose-
si6n es suficientemente raro como para hacernos pensar que su frecuen-
te empleo por este autor constituye una peculiaridad estill:stica 15 •
c) La expresi6n :::tc; -rov K6oµov aparece 14 veces en el cuarto
Evangelio. La expresi6n exacta no se encuentra en los sin6pticos, pero
en Mc 14,9 tcnemos :::tc; öA.ov -rov K6oµov y en Mc 16,15: c.lc; TÜV
K6.oµov cXTICXVTCX 16 • Desde el punto de vista lingüistico, el pasaje tie-
ne, por tanto, un sabor marcadamente joaneo.
Corno muchas parabolas de los sin6pticos, la parabola de los dolo-
res de parto esta provista de una conclusi6n que la aplica a la situa-
ci6n de los oyentes:

14 En griego profano la wpo: de una mujer es la lozania de su juventud,


por ejemplo, Esquilo, Suplzcantes 996-997: uµac; ö' Errmvw ... wpo:v EXouoa:c;
·trrvf>' En:(o"CpEmüV ßpowl:<:;, y asi tambifo Fil6n, De Spec. Leg. l, .103:
(yuvaLKo:c;) rrrnpo:Ku(o:c; T~V LOlO:V wpo:v.
1" Häy s6lo un caso en el NT fuera del cuarto Evangelio: Lc 22,53: ccÜnJ
fonv uµ&v Tj wpo:, No he encontrado ning11n f'.jf'.mplo ni en los LXX ni en
Filon (aunque el T~V lfüav wpo:v en De Spec. Leg., loc. cit. podrfa implicar
un genitivo) ni tampoco L. y S. ofrecen ejemplm. F.n P1At6n, l.ritias 113 .D:
Etc; d:v5poc; wpo:v TjKOUOT]c; T~c; KOpT]c;, el genitivo es solo una excepci6n
aparente, ya que d:v5poc; wpo: equivale al muy habitual. yaµou wpo:. EI ge-
nitivo es casi invariablemente un genitivo de cosa, como en el NT wpo: TIEl-
po:oµou (Ap 3,10), Kp(oc:cuc; (Ap 18,10, donde seria tambien posible interpre-
tar wpo:-Kp(oc:cuc; como expresion unitaria con genitivo personal: «en su ~ora­
de-juicim> ). Cf. Pap. Eg. 2: OUTICU EAT]MHc:t o:ÖTOO Ti wpo: T~c; n:o:po:ö6oc:cuc;.
16 En los pasajes marcano y pseudo-marcano la expresion se aplica a la ac-
tividad misionera universal. Un empleo un tanto semejante se encuentra en Jn
8,26 ä: tjKOUOO: rro:p' o:ö-roO TO:UTO: AO:AW c:lc; 'rOV K6oµov, y aun mas pa-
recido en 1 Jn 4,1; 2 Jn 7. En otros lugares del cuarto Evangelio la expresi6n
se aplica a la entrada en la escena humana; en 18,37, EA~Au8cx c:k; -rov K6o-
µov esta en paralelismo con yc:yE.vvriµm, y el empleo en el presente pasaje,
Eyc:v~8T] c:lc; -rov K6oµov, esta en la misma Hnea. Corresponde a la expre-
sion hebrea equivalente de los . escritos rabinicos ( o?l).'il il~::t ). Para completar
las citas, afiado C[ue en el resto" del NT la expresion a'parece solo en L Jn 4,9
(aplicada a la «mision» de Cristo, como Jn 3,17; 17,18); 1 Tim 1,15; Heb 10,5
(a la entrada de Cristo en la escena humana); 1 Tim 6,7 (al nacimientö) y
Rom 5,12 (a la aparici6n del pecado entre los hombres). La expresi6n es,,-por
tanto, fuertemente joanea, aunque no exclusiva de el.
FORMAS PARABOLICAS 371

Kal üµei:c; oov vGv µE.v AUTITJV exe-re,


'TtcXAlV BE Öt!Joµm üµä:c; Kal xo:pf]ae-rm üµ&'iv Ti KO:pfüa,
KO:L TY]V xo:pc:Xv üµ&'iv oußelc; al'.pEl O:q» üµ&'iv.

Los sin6pticos no tienen una forma regular para aplicar las parabolas,
pero el metodo seguido aqu1 no carece de paralelos: la repetici6n de
la idea central de la parabola (posiblemente, como aqu1, con las mis-
mas palabras o con terminos semejantes), trasladada de los personajes
del relato a los oyentes (a veces, como aqu1, con el empleo del pro-
nombre enfatico). Aqu1 tenemos:
ATJ'ITT]V EXEl, contestado por AU'ITT]V EXE1:E
füO: -ri']v xap6:v, contestado por XOPTJCTE1:m uµWV TJ Kapfüo:.

Cf. Mc 13,34-35:
EVETE[Aa-ro 1'.va yp11yopft/yp11yopti:-re oov .

.Mt 24,43-44:
El ft BEl 0 OLKOBEO'Tt6TY]<;, EYPTJY6PT]'CTEV av/füO: 1:00-ro Kal üµEi:c;„.

Lc 14,31-33:
-r[c; ßamA.e6c;„.ouxt Ka0laac; Tip&'i-rov ~ouA.e6ae-rm Et Buva-r6c; fo-rlV;
oö-rwc; oov 'TtCX<; Ef, uµ&'iv.„oö Mva-rm ELVa[ µou µae11-rf],c;.

Lc 17,9-10:
µi'] EXEl xaplV -r4'> BoGA.cp; / o(hcuc; Kal uµEi:c; AEYE1:E CSu qoüA.ol
axpcfo[ eaµev.

No es necesario 'multiplicar los ejemplos. Es ,daro que la aplicaci6n


que encontramos en este pasaje no difiere esencialmente del uso si-
n6ptico. Es verdad que aqui se ha extendido la forma mas que en
algunos de nuestros casos tipicos, pero 1o mismo ocurre en algunos
de los ejemplos sin6pticos.
Pasemos ahora de 1a forma al contenido. Observamos, en primer
lugar, que hay una alusi6n velada a un pasaje del Antiguo Testrunen-
to que nos proporciona una dave para comprender el contexto general
en que se ha de entender la parabola: Is 66,7-17. En este pasaje Je-
rusalen es una madre «en dolores de parto» ( w5(vouoa:) que. da a
luz un hijo (v. 7); sigue luego un grito de alegrfa: c.öcpp6:v0rrn ·IEp,ou-
oa:A.~µ... xaprrrc. ö:µa: a:öi:ft xa:p~ rr6:vi:c.c; ol ö:ya:m7>V1:E,<;
a:öi:~v ... Ötf'E08E KO:L xa:p~OE'l:a:L ri Ka:p5la öµwv (v. 14). De
modo parecido, en la parabola de la semilla que crece en'.: se~feto
(Mc 4,29) hay una alusi6n a Jl 3,13, en la de la semilla 'de mostaza
(Mc ~,32) a Ez 17,23 y.en la misma parabola de Mt 13,32a Dn4,9ss
(Teodocion), por no hablar del claro eco de Is 5,1-2 en Mc :12,l,
372 LOS DICHOS

como introducci6n a la parabola de los malos labradores. A la luz de


esta alusi6n a Is 66, nuestro presente pasaje debe entenderse dentro
del contexto general de las tribulaciones del pueblo de Dios y de la
alegrfa que produce SU salvacion; el KCTL uµc:t:c; pone en escena a los
mismos disdpulos. Aparte de esto, no se ha de intentar una interpre-
taci6n de los detalles de la parabola, como, por ejemplo, identificar
a la madre o al hijo. En los sin6pticos, el termino wöt:vc:c; («dolores
de parto») se aplica a la tribulaci6n escatol6gica que precedera la ve-
nida del Hijo del Hombre (Mc 13,8 = n~ro~-,~ 1,~n Si esta ).
parabola hubiera aparecido, por ejemplo en M~t~o'. ··~e pcid~fa interpre-
tar la alegrfa «porque ha nacido un hombre en este mundo» en el
sentido de la alegrfa de los fieles por la segunda venida del Sefior.
Estarfa en total consonancia con la actitud general del cuarto evange-
lista interpretar los dolores y alegrfas mesianicos en espera de la sal-
vaci6n final del pueblo de Dios en terminos de la pasi6n y resurrec-
ci6n de Cristo 17 • En esta medida debemos reconocer la mano del evan-
gelista, que ha entretejido la parabola, con su aplicaci6n, en un pasaje
en que las palabras claves -AU11ll, xo:p6:, ÖljJE08o.L- se repiten una
y otra vez. Sin embargo, esta trabajando, al parecer, con material per-
tenecienle a la tradicion comun, tanto en raz6n de su forma como
de su fundamento veterotestamentario, y lo esta reinterpretando (y,
en cierto sentido, reelaborando) de acuerdo con sus propias tendenc
cias teol6gicas. Si estas tendencias han de ser atribuidas totalmente al
evangelista mismo o si la Hnea de tradici6n que esta siguiendo le dio
ya un punto de partida es un prohlerna que no dehe ser resnelto
precipitadamente 18 •
3) Jn 11,9-10. EI que anda en la noche.
Ouxt 5c05EKa 6pal Eiotv -r~c; i']µE.pa<;;
t<'xv nc; TIEpLTia-rft f.v i:ft i']µE.pc:;x, ou TipooKo'ITLEL,
ÖTL i:o cpwc; i:ou K6oµou -roui:ou ßAETIEl.
tav 5f. <Lc; TIEpLTiaTft EV 'D VUKT[, TipOOKO'ITcEL,
öcL eo cpwc; ol>K fonv tv ,aucct>.

Este dicho, incorporado en el dialogo introductorio a la resurrec-


ci6n de Lazaro, tiene un cierto caracter parabolico. Consta de dos
elemenros: a) una pregunra rer6rica, y b) una esrrucrura antitetica
de dos oraciones condicionales que se equilibran mutuamente.
a) La pregunta ret6rica es un rasgo constante de la tradici6n de
los dichos de Jesus. Parabolas o dichos parab6licos estan frecuentec
mente introducidos por una pregunta o incluso modelados en forma
de pregunta 19 • Los mas intimamente relacionados con el pasaje que
17 Cf. Interpretaci6n, 396-397.
1s Cf. mas sobre este punto infra, p. 424.
19 Cf. Mt 18,12 (cl uµl:v 501<Ei:;); 21,28-31; Mc 12,9; Lc 10,36; Mt 7,9-
11 (par. Lc 11,11-13); 24,45 (par. Lc 12,42); Lc 17,7-9; 14,28.31; 15,4.8; Mt
7,3 (par. Lc 6,41); Lc 12,57, etc.
FORMAS PARABOLICAS 373

estamos considerando son los casos de preguntas ret6ricas en que


estas se emplean como un modo mas enfatico de presentar una afir-
maci6n o una negaci6n, segiln los casos. As1, en la parabola del hom-
bre fuerte, Mateo pregunta: TI&'>c; ßuvcxi:cx( nc; e.loe.A.8e.l:v ... , es de-
cir, «nadie puede», como lo expresa Marcos oö öuvcxi:cxt oöße.(c;. En
la parabola de la lampara bajo el celem1n, Marcos usa la pregunta re-
t6rica: µr')n Epxe.i:m 6 A.uxvoc;; donde los otros dos emplean la
negaci6n categ6rica. En el dicho parab6lico sobre los amigos del no-
vio (Mc 2,19 y paralelos) los tres emplean la pregunta ret6rica con
µr'J («~acaso ... ?»). Por su parte, la pregunta ret6rica con oö («no») se
emplea como afirmaci6n enfatica. En la parabola de la oveja perdida,
Mateo dice: ouxl O:q>dc; i:a EVE.vr'JKovi:cx EVVECX... i',)]1:E.L 1:0 'TtACX-
vcbµe.vov; es decir, evidentemente que lo hara. En el dicho lucano
sobre abrevar el ganado en sabado (no exactamente parab6lico, sino
anal6gico) encontramos: EKcxoi:oc; 6 µ&v i:<{) ocxßßc:hcp oö A.6e.t i:ov
ßoüv. Es este el tipo de pregunta ret6rica que encontramos en Jn 11,9.
Es un recurso para llamar la atenci6n sobre un hecho elemental e
innegable que los oyentes estan invitados a considcrar. En cuanto a1
tema, el aforismo es cercano al dicho de Jn 9,4: ~µac; ße.l: epy6:se.o-
em i:a Epycx i:oü TIEµtjJcxvi:6c; µe. E:cuc; ~µE.pcx eonv· itpxe.i:m vuE,
öi:e. oöße.lc; ßuvcxi:CXL epy6:se.o8'CXL. Aqui'., sin embargo, los terminos
~µE.pcx y vuE, son intencionadamente simb6licos; en nuestro caso, el
dicho es autenticamente parab61ico y describe, en terminos corrientes,
un fen6meno observado, dejando la aplicaci6n a los oyentes. En cuan-
to tal, se conforma al estilo de la tradici6n sin6ptica, mientras que
Ju 9,4 t.ldala el estilo cuasi·alcg6rico caracter1stico del cuarto evan-
gelista.
b) La segunda parte del dicho tiene nna forma muy semejante.
por una parte, a la patabola del grano de trigo (Jn 12,24 ), donde en-
contramos, como aqu1, oraciones condicionales en antfresis equilibra-
da. (e6:v ... e6:v ... ), y, por otra, a la parabola de los dolores de parto
(Jn 16,21), donde encontramos oraciones antiteticas introducidas por
«cuando» (öi:cxv ), y una oraci6n explicativa con (porque» (ön) a:fia-
dida a cada miembro. Se puede ilustrar la forma con paralelos de
los sin6pticos que ya hemos aducido al tratar esos pasajes (supra
pp. 365-372).
El dicho parece ser, en lo sustancial, una verdadera parabola, que
describe, en terminos corrientes, un hecho de la experiencia general:
el que anda de dfa, anda seguro; el que anda de noche, tropieza con
los obstaculos que no ve. Solo en las oraciones adicionales con ön
es posible detectar una insinuaci6n de elementos aleg6ricos. La califi-
caci6n de la luz del dfa como q>&c; i:oü K6oµou i:oui:ou podi:fa suge-
rir que se ha de interpretar la parabola en relaci6n con el q>l'>c; O:A.11-
8tv6v, que no es «de este mundo». ·o K6oµoc; oöi:oc; es una expre-
si6n joanea, que aparece de nuevo en 8,23; 9,39; 12,25.31; 13,1;
16,11; 18,36. No se encuentra en los sin6pticos. La luz que el que
.374 LOS DICHOS

anda de noche no tiene E.v au-r<{) 20 puede quiza entenderse mas facil-
mente como referencia a la «luz interiot» que al cpwc,; -roD K6crµou
-rourou, que figura en la parabola. Sin embargo, Juan no dice en
otras partes que alguien tenga la luz divina «en» si mismo. En 12,35,
-ro cpwc,; E.v öµ'lv E.cr-r(v, la preposici6n E.v significa «entre» y toda
la frase · alude a la Palabra encarnada que se mueve en la escena hu-
mana, como en 1,14 EOK~VWOEV E.v T]µ'lv. Por otra parte, Mateo
( 6j2.3) y Lucas ( 11,.35) emplean la expresi6n -ro cpwc,; -ro E.v croL
Estos Ultimos pasajes han comparado el cuerpo con una habitaci6n
iluminada por una Iampara. Si la Iampara es clara, toda la habitaci6n
queda invadida de luz. Si la lampara. no arde bien, la luz que hay en
la habitaci6n apenas si es mas clara que las tinieblas. Lo mismo oci.I-
rre con el cuerpo y el ojo, que es la Iampara. La expresi6n -ro cpwc,;
-ro E.v cro( pudo surgir de la misma comparaci6n. Pero para una psico-
logfa ingenua, la comparaci6n podrfa quiza ser mas que una meta
analogfa; se concibe el cuerpo como iluminado por el ojo y, por tanto,
hay luz «en» el ojo en un sentido literal. No hay raz6n para no. en;
tenderla expresi6n TO cpwc,; OUK EOTLV E.v au-r<{) de riuestro prese)lte
pasaje en un sentido semejante: literalmente.
Las expresiones 1tEpma-rE'lv, E.v -rfi T]µtp~, E.v -rfi VUK-r( pare~en
reflejar 8,12; 12,.35: 1tEpma-rE'lv E.v -rfi crKo-r(~. La expresi6n corres-
pondiente: 1tEpmaTELV E.v. -r<{) cpw-r(, no aparece en e1 cuarto Evan-
gdio, pero es empleada en 1 Jn 1,7 en antitesis con 1tEpma-r;E'lv E.v :r(i)
cr~6n:L. En estos pasajes caracteristicamente joaneos, cpwc,; y OKOT()~
(crKo-r(a) son inconfundiblemente simb6licos y 1tEpma-rE'lv, tier;ie ~l
sentido secundario de «comportarse» (representando el h!'!bteo · 1ii~
como en Pablo passim y solo una vez en los evangelios sin6pticos
(Mc 7,5). En nuestro presente pasaje puede muy bien tener su senti-
do riatural de «andat», como en los demas sitios en que aparete en
el · cua,fto Evangelio (excepto en 8,12 y 12,.35) y en los sin6ptiCo~.
Mas aun, mientras «andar en la luz» compörta una insinuaci6n fo;rrt~~
<fiata: _d~ un sentido «espiritual», en virtud del empleo constant,e d,e
<PC><; cötno simbolo religioso, «andar de dfa» es umi expresi6n pet-;
foctaß\ente natural; que no alude necesaridmente a nada ajeriö a ·la
experi~ncia comun. ' ''
Finalm~nte, el verbo 1tpocrK61tTELV («tropezar») rio se enCl)entra'
en el cuarto Evangelio fuera del presente contexto; en carµbio„ apa~·
rece en Mt 7,27, asi como, en una cita Hel ·Antiguo Testamento; en
Mt 4,6 '(Lc 4,11).
Patece, pues, que e1 matiz joaneo no es muy profurido. y no haj,
apenas riiz6n para considerar este dicho como composid6n 'del mismö
evangelista. Tanto' la pregunta introductorfa como la breve parabola
tieneh 1a forma normal y son, en 1o sustancial; autenticamente pafa-
b6licas (y. no
'
aleg6ricas). Queda por considerar .
e1 contexto de la peri~OJ?a:
; ·,

· 20 Dd y algunos mss. sahfdicos leen EV a&tfi (es decir: EV -rft vuKtl), ~o


cuill evitatfa una locuci6n · no joanea.
FORMAS PARABOLICAS 375

E11 la situaci611 dramatica e11 que se encue11tra, el dicho es u11a


rcspuesta a la protesta de los discipulos co11tra la i11te11ci6n expresa
de Jesus de meter su cabeza e11 la boca del le611 volvie11do a Judea,
donde su viJa habia estado poco ticmpo atras cn peligro: 'PcxßßEt,
vOv E~~1:0UV OE AL96:am OL , 1OUÖCXLOL, KCXL n6:A.LV u116:yac;
EKEL 21 • En respuesta, Jesus les recuerda que el dia tie11e doce horas.
Esto puede querer decir «solo doce horas» o «110 me11os de doce ho-
ras». El sentido prete11dido puede quiza aparecer claro si comparamos
este pasaje con Lc 13,14, do11de el O::pxLouv6:ywyoc; protesta contra
las curaciones e11 sabado en los siguientes termi11os: €E, ~µtpm dolv
Ev al:r; hFI E.py6:/:;Eo9m: hny seis dfas laborables en la semana, tiem-
po mas que suficie11te para co11sultar a U11 medico sin violar el sabado.
Quiza el sentido de nuesLro pasaje sea se111eja11te: hay docc horas la-
borables e11 el dia (horas e11 las que, segu11 J11 9,4, ÖE°L E.py6:i:;w8m),
tiempo mas que suficie11te para hacer lo que hay que hacer sin ne-
cesidad de invadir las horas de la noche (cuando ouÖElc; ·ÖUVCXTCXL E.p-
ycx~Eo8m). Jesus tiene asig11ado su dfa de trabajo -su vida Lene-
nri- y puede enfrentarse a los peligros de Tudea sin riesgo de con-
secue11cias inmediatas fatales, ya que a{m 110 ha su11aJu la doceava
hora (su wpo: no ha llegado todavfa). Esta es pura doctrina joanea
y, hasta aqui, el <lichu encaja en la situaci6n dramatini <'n qne se
encuentra. Que de hechu puede encajar tambien en una situaci6n
historica de la vida de Jesus lo sugiere u11a comparaci611 con un pasaje
de Lucas (13,31-33), donde Jesus, a<lverLiJo de los peligros quc corrc
su vida -110 e11 Judea, como aqui, si110 e11 los domi11ios de Herodes:
C~>i lilea o Transjordania-, replica que su i11tenci6n es co11ti11uar su
trabajo normal, si11 tener en cuenLa esos peligros, ya quc su vic1a esta
«encantada» mientras no se complete su obra e11 Jerusalen: TU TPLT[1
TEküoOµm. Este pasaje 110 es ciertame11te la fue11te de J11 11,9;
esta construido dcsdc u11 pu11to de vfota difere11te; pero proporcio11a
u11a prueba i11dependiente e11 favor de U11 estadio e11 el mi11isterio
ese11cialme11te semeja11te al C011tetnplado en la perkopa joa11ea 22 .
Si11 embargo, al pasar del dicho i11troductorio a la pequefia para-
bola que sigue, la co11exi611 de las ideas 110 es ta11 clara. Pareceria que
es Jesus mismo el que «cami11a de dia», e11 co11traposici6n a los judfos
(al parecer) que «cami11a11 de 11oche» o, en los termi11os de 8,12, «Ca-
mi11a11 e11 ti11ieblas». Pero e11 8,12 Jesus mismo es la luz. Es u11 brus-
co cambio de image11es prese11tarlo tambie11 «cami11a11do en la luz».
Es ver<la<l que el empleo joaneo pcrmitc u11a cierta flexibilidad e11
esta's expresiones. Asi, mie11tras e11 8,12 Cristo mismo es la luz, e11
1,4 (segu11 la co11strucci611 mas probable del pasaje) la luz esta «e11»
la Palabra. En 1 J11 1,5-7 leemos, primero, que Dios es 1uz, luego que
21 La situaci6n es, en cierto sentido, analoga a la de Mt 16,22-23, donde
Jesus ha manifestado su intenci6n de ir a Jerusah~n y ha anunciado su muer-
te en esa ciudad, y Pedro replica: "IA.Ec0c; aoL, K6ptE' ou µt'] €a·ra:L aOL Tou·ro.
Sobre el significado del pasaje en el desarrollo del tema teol6gico del evange-
lio ,cf. Interpretaci6n, 366-367.
22. Cf. tambien supra, pp. 323-326.
376 LOS DICHOS

110 hay tinieblas «el1» el y, finalmente, que esta «en» la luz: pero el
lenguaje de la epfstola es generalmente mas impreciso que el del Evan-
gelio. No es imposible, en terminos del empleo joaneo, aplicar la pa-
rabola en el sentido que el contexto parece imponer, a saber, que
Jesus es el que camina de dfa y no tropieza. Entonces, se habra de
tomar TipooKOTITELV ( «tropezat») no en el sentido de falta moral (ya
que este autor dificilmente insinuarfa una idea de este genero, ni si-
quiera para negarla), sino en el sentido fisico, como en el relato de
la tentaci6n (Mt 4,6; Lc 4,11). Pero resulta difkil creer que la pa-
rabola fuera acufiada originalmente con este sentido. La conexi6n
puede ser artificial y el dicho pudo existir independientemente de este
contexto.
Es probable que el evangelista, al incorporar esta pequefia perko-
pa en su relato de los estadios finales dd ministerio de Jesus, qui-
siera darle tambien una aplicaci6n mas amplia para los cristianos que,
como su Maestro, pudieran encontrarse en peligro de persecucion. Esto
resulta mas probable si comparamos este pasaje con 9,4: c'iµO:c; ÖEL
2py6:sw8m Ta !:'.pya TOÜ TIE.µyiav-r6c; µc cwc; Y]µE.pa Eo'llV. A
primera vista, es Jesus quien <lebe «manifestar las obras de Dios» cu-
rando al ciego, pero la significativa primera persona del plural da a
entender que el evangelista esta pensando tambien en el deber de los
cristianos en el mundo de «realizar las obras de Dios». Asf, tambien
aquf, son los seguidores de Cristo los que reciben la garantfo de que,
mientras «caminen de dfa» o «caminen en la luz» -o, en el lenguaje
Je 15,6-10, mientras «permanezcan en» Cristo y «guarden sus manda-
mientos»-, no moriran hasta que su obra este completa. Solo si le
son infieles, si «caminan cn las tinieblas» o «caminan de noche» su
dfa de trabajo se acabara; tropezaran inutilmente el resto de su vida
Lerrena ( <<Nunca contehtos, seguros de s1 cada mafiana» ). .En este
contexto, el verbo TipooKOTITELV podrfa tener una fuerza especial.
Segun 1 Pe 2,8, los infieles ( = los que andan en tinieblas o de noche,
en terminos joaneos» 7rpooK6TITOUOLV -r<{) 'A6yCf:>. Dado que el texto
se basa en el testimonium de Is 8,14 (cf. Rom 9,32-33), podemos su-
poner razonablemente que es patrimonio comun y no peculiar de «Pe-
dro». En Rom 14,21 se aplica TipooKOTITELV a la falta moral de un
cristiano. Mas aun, en los LXX TIPOOKOTITELV es sin6nimo de OKav-
öa'A(sEo8m y Tip6oKoµµa de oKO:v.öa'Aov 23 • Asi, el presente pasaje,
si se aplica a los cristianos en temor de persecuciones, estarfa en con-
sonancia con las advertencias contra «escandalizarse» cuando surge la
aflicci6n o persecuci6n Ölc'x -rov 'A6yov (Mc 4,17, cf. Mt 24,9-10;
Mc 14,27; Mt 26,31; Jn 16,1). EI ejemplo mas destacado de un

23 npoaKOTITELV y OKav5aAl~ea6m se emplean indiferentemente para


traducir i,rt;:;i~ , rcp6aKoµµa y GK6:v5aA.ov para traducir rz'j?.1~ . En la versi6n
cristiana primitiva de Is 8,14 (que difiere de los LXX y es mas cercana al he-
breo) rcp6aKoµµa: y oK6:v5aA.ov se emplean en paralelismo (oK6:v5aA.ov repre-
sentando a i,1e':;i~ y rcp6oKoµµa a :i~n Cf. According to the Scriptures, 41-43.
FORMAS PARABOLICAS 377

seguidor de Cristo que se «escandaliz6» (en este sentido) es, para este
evangelista, Judas Iscariote; y este, se nos dice, sali6 a la noche ( 13,30'7•
Asl'., pues, si entendemos el dicho como una referencia a los cris-
tianos en el mundo, es posible hacer justicia, sin violencia, a todos
los terminos de la parabola en un sentido traslaticio: dar a los ter-
minos TIEpma-ri::i:v y TipocrK6TI-rav sentido cuasi-tecnico de «com-
portarse» y «pecar», tratar «dl'.a» y <<noche» como sl'.mbolos de «luz»
y «tinieblas» espirituales e interpretar las «doce horas» como el dia
de la oportunidad para servir a Cristo en este mundo. Asi entendido,
el dicho podria tener su Sitz im Leben en la situaci6n de la misi6n
cristiana realizada entre persecuciones. Fue sin duda en relaci6n con
esta situaci6n donde el dicho de Mt 10,23 encontr6 su puesto en la
tradici6n: ö-rav C'>Lc.0KWOLV uµa:c; EV -rft TIOAEL -ra:u-rn cpi::uyi::-re ::olc;
-rl'jv E.-rEpav· ä:µTjv yO:p AEYW uµi:v, oö µTj 'tEAEaT]'tE -rO:c; TIOAEL<;
-roO ' I crpa:TJA. Ewe; E:A.en 6 uloc; -roO ä:ve pc.0Tiou. Fuera cual fuera
la intenci6n original de este dicho, el misionero cristiano primitivo lo
debi6 entender en el sentido siguiente: «Toma la persecuci6n como
un signo de que debes marchar a otro sitio; despues Je todo, no
hay demasiado tiempo para cubrir todo el campo» 24 • Por otra parte,
Jn 11,9 podfa interpretarse, como alusi6n a la misma situaci6n, en el
sentido de que «Hay suficiente tiempo; lo unico que te debe preocupar
es la infidelidad a Cristo (andar de noche, como Judas); haz frente a
la persecucion».
Se podrfa dudar, sin embargo, de qn~ esta fuera la intenci6n ori-
ginal de la parabola, ya que, tomada en si misma, no insinua para
nada la idea de persecudon; tal idea se <leLe solo al contcxto joaneo.
Es probable que la aplicad6n al misionero cristiano que se encuentra
perseguido sea secundaria. Lo mejor que podemos hacer es aceptar
la parabola como si fuera, al igual que muchas parabolas sin6pticas,
una llamada a la experienda y sentido comun, que pretendl'.a hacer
que los oyentes cayeran en la cuenta de su propia situad6n. Corno ocu-
rre frecuentemente con las parabolas, el aguij6n esta en la cola. Los
oyentes deben reconocer que la difkil situaci6n del que ande de noche
es su propia situaci6n o, al menos, la situaci6n difkil que les ame-
naza. Siendo las horas del dia suficientemente largas para las necesi-
dades del hombre i que esrupido es vagabundear por la noche y correr
el riesgo de tropezar! La gama de imagenes es semejante a la de las
parabolas del ojo como lampara y del ciego que gufa al ciego. No
existe ninglin pasaje sin6ptico que pudiera servir de fuente, pero no
hay raz6n para afirmar que la parabola no pudo ser tomada del dep6-
sito comun de la tradici6n; y es mas probable que este fuera su ori-
24 Pablo trabajaba ciertamente seglin este principio, al mcnos hasta su
ministerio efesino. Seglin el relato de Hechos, se solia retirar ante la persecu-
ci6n y comenzaba de nuevo en otro centro, y parece que interpret6. este mar-
char de un lugar a otro comö un requisito de la necesidad de cubrir todo el
terreno posible {por ejemplo, Rom 15,22-24; 2 Cor 10,16), ya que 6 KO:tpoc;
ouvEOTOIAµEvoc; Emlv.
378 LOS DICHOS

,gen y no que se deba a composicion del evangelista, ya que no se pres-


ta muy bien al USO que este quiere hacer de ella.

4) Jn 8,35. Esclavo e hijo:


'O öoOA.oc; ou µEvEL Ev <fi otK[<;x Etc; -rov atwva·
6 utoc; µEVEL de; -rov atwva.

Este «pareado» se encuentra en una discusion muy elaborada en-


tre Jesus y algunos judios de quienes se dice que «le habfan creido»
(8,31) 25 • Su actitud en la discusion dificilmente encaja con la de «cre-
yentes» en el sentido habitual de este Evangelio. Parece que el evan-
gelista esta pensando en cristianos de extraccion judfa que continua-
ban insistiendo en sus privilegios como «miembros natos» de la co-
munidad mesianica frente a proselitos gentiles. De hecho, la discusion
toca las mismas cuestiones que las que aparecen en el debate de Pablo
con cristianos «judaizantcs», cspccialmcntc cn la carta a los Galatas:
libertad y esclavitud; hijos de Abrahan e hijos de Dios. Estos cris-
tianos estan aptamente representados por los '1 ouöcx'loL o111EmOTEU-
KOTE<; cxuTQ de nuestro pasaje. Son «creyentes», y sin embargo pre-
tenden ser inviolablemente libres en virtud de su descendencia de
Abrahan y, en cuanto israelitas, tener a Dias por Padre. La respuesta
a tal pretension es que ningun pecador es libre (v. 34); solo el Hijo,
·que «quita el pecadm> (Jn 1,29), puede hacerles libres, sean gentiles
o judios (v. 36). En cuanto a la descendencia de Abrahan,, esta nö sig-
nifica nada fuera de la semejanza etica con Abrahan. Los interlocu-
tores demuestran con su conducta que su paternidad es mucho menos
estimable (vv. 41.44). EI Sitz im Leben de este tipo de discusiones
lia de buscarse no tanto en la situacion de Palestina durante el minis-
teri6 de Jesus como en las controversias que conocemos por las cartas
<le . Pablo y que continuaron agitando por algun tiempo a la Iglesia
<lel mundo greco-romano. Esto queda confirmado por el matiz fuer-
temente helenistico del lenguaje y de las ideas. Las declaraciones «la
verdad os hara libres» y «quien comete pecado es un esclavo» 26 son
maximas estoicas 27 •
Sin embargo, el aforismo dcl v. j) no cncaja muy bien cn esta
discusi6n. En el v. 36 6 u(6c; es claramente Cristo, quien ensefia la
verdad que hace libres (vv. 31-32) y cuya palabra «no cabe en la ca-
Leza» ( ou xwp::.'i:) de esos descendientes naturales de Abrahan ( orrep-
µcx 'Aßpcxaµ) que niegan su paternidad con sus acciones. Pero solo

25 Sobre este dialogo cf. supra, pp. 331-333 y mi articulo Li: l'arriere-plan d 0un
dialogue johannique: «Revue d'Histoire et de Philosophie Religieuses» 1 (1957)
5-17.
26 näc; 6 TIOLWV -rTjv O:µapT[av öoOA.oc; fonv: lease as1, probablemente,
con Db, siro-sina1tico, Clem. Alex. Cf. Epicteto II, 1,23: ouÖElc; O:µapT6:vcuv
:EA.E68Ep6c; fonv. La adici6n de las palabras T~<; O:µcxpT[ac:; puede debers~ a
una reminiscencia de Rom 6,17.20.
27 Cf. supra, p. 331, nota 37.
FORMAS PARABOLICAS 379

un giro bastante torpe hace que esto continue la idea del v. 35. Si
:se .ha de tomar la oraci6n 6 utoc; µE.vEL Elc; 'rOV o:l&vo: como una afu-
maci6n cristol6gica, que es lo que el evangelista probablemente pre-
tendfa (cf. 12,34), no constituye una antftesis muy vigorosa de la
afumaci6n 6 öoOA.oc; oö µE.vEL E.v 'rfi olJ<(ct Elc; 'rOV o:l&vo: ni tam-
poco una premisa plausible del argumento que sigue: E.Cxv oov 6 utoc;
uµäc; EAEU8Epwon ÖV'rCU<; EAEU0Ep0l fow8E. Podemos, por tan-
to, plantearnos la pregunta de si el «pareado» no serfa originalmente
independiente de su contexto actual.
Esta en perfecta consonancia con las parabolas sin6pticas intro-
.ducir las figuras tipicas de la vida ordinaria como 6 ooOA.oc;, 6 ut6c;.
Tenemos, as1, 6 OLKOOEOTIO'rT]<; (Lc 12,39; Mt 24,43; Lc 13,25), 6
toxup6c; (Mc 3,27), O OTIE(pcuv (Mc 4,3 ); cf. 1:0 TIVEܵcx 1:0 cXKa-
Haprnv (Mt 12,43; Lc 11,24), 6 A.uxvoc; (Mc 4,21), ~ ouKfj
{Mc 13,28). En estos casos un escritor de habla castellana emplearfa
mas naturalmente el artkulo indefinido. As!, nuestro pasaje deberfa
traducirse: «Un esclavo no es un miembro permanehte de la familia;
un hijo lo es» 28 • Muchas parabolas aluden al contraste entre dos figu-
ras tipicas de este genero: dos constructores (Mt 7,24-27; Lc 6,47-49),
dos hijos (Mt 21,28-31), dos deudores (Lc 7,41-42), dos esclavos
(Mt 18,23-34), fariseo y publicano (Lc 18,9-14), rico y mendigo
{Lc 16,19-31), esclavo instruido e ignorante (Lc 12,47-48), etc. Se
pu~de elaborar el contraste mas o menos extensamente; en ni:nguna
parabola sin6ptica es tan breve como aqui; pero la sustancia de la
parabola esta claramente contenida en esas dos bteves frases. Corno
snrlf: nmrrir, las dos figuras estan contrapuestas en cuanto a una
unica caracteristica: aqul'., el hijo es por nf:ff:\.ho de nadmiento un
miembro permanente de la OLKL<X, mientras que el esclavo niantiene
su · ·posidon ptovisionaltnente, a volunta<l <le ·su a1no. La exptesi6n
Elc;' ·'rOV o:t&Yvo: es muy · frecuente en este evangelista, aunque' n6 le
·es peculiar; se presta a la interpretaci6n teol6gica (aleg6rica) de la
parabola, pero en Sl misma no tiene pot que significar mas que «per-
petuamente», «permanentemente» 29 • Tenemos, pues, una verdadera pa-
rabola que llama la atenci6n sobre un rasgo familia:r de la vida social 30 •
Si nos preguntamos c6mo quiso el evangelista que se aplicase, dos
pasajes de los evangelios nos daran una orientaci6n. En Lc 15,31 el
padre de la parabola di!;:e al hijo que no ha marchado de casa: TE.Kvov,
· i8 Cuando una parabola tiene la forma de un relato desarrollado m~s o
menos elaboradamente, .encontramos generalmente expresiones como av6pc.:m:6c;
'Tt<;, pero en la. forma mas concisa, el Gleichnis, que se acerca en mayor o
menor grado a1 Bildwort, el articulo definido generico es .habitual.
. (29 Moulton y Milligan citan algunos ejemplos: Ön:Cilc; 'rtA.oui:i'Jonc; Eie;
cxl~vcx (papiro del siglo u), EUEPYE'TTJV yEyov6i:cx 1:00 Bi']µou n:poc; 'TOV
cxl&lvcx (inscripci6n del. siglo r a.C.). Con una particula negativa signific;a sim-
plemente «nunca», por ejemplo, 1 Cor 8,13: oö µT] qi6:yCil i<pEcx .Elc;,..i:ov
cxl&lvcx; Mc ll,14: [Jl)'.]KE'Tt Elc; i:ov cxl&lvcx EK aoü µ'TjÖElc; Kcxpn:ov cp6:yoL.
30 - De modo pareci<;lo Bultmann ad loc.: «EI v .. .35 parece haber sido ori-
ginalmente un Bildwort». ·
380 LOS DICHOS

au 1tcXV'TO'tE. µET' EµoO El. En Mt 17 ,25-26 tenemos un breve dialo-


go ocasionado por una petici6n de tributo que Pedro presenta a Je-
sus. Este pregunta: «~De quien recaudan los reyes terrenos, tributo
e impuesto? » cXTIO "[QV ui&'>v auT&'>V ~ cXTIO "[QV O:A.A.oTp(wv; Pedro
responde: 'Ano T&'>v O:A.A.oTp(wv. Y de aqui Jesus saca la conclusi6n:
"Apa yE: EAEU0Epo( ELOLV ol uioL La «moraleja» parece ser que
Jesus y sus disdpulos, siendo como son hijos del rey celestial 31
(cf Mt 5,9.45; Lc 6,35; 20,36), poseen en principio la libertad del
temple que es su OLKO<; (Mt 12,4; 21,13) y no deben pagar impuesto
para su manutenci6n (en principio, pero en la practica Jesus da ins-
trucciones para que se pague el tributo por el y por Pedro). Ninguno
de estos pasajes nos da una clave directa para interpretar la intenci6n
original de la parabola que ahora nos interesa, pero sugieren que, si
aplicamos la figura del hijo que tiene un puesto inalienable en la olK(cx
a la relaci6n existente entre Dios y el hombre, nos estamos movien-
do dentro de la gama de ideas asociadas con las parabolas sin6pticas.
En estas es mucho mas frecuente la figura del öoOA.oc; y su KUpLO<; 32 ,
presentada en una gran variedad de relaciones concretas que se pueden
observar en la vida real. En diversas parabolas encontramos a un es-
clavo que, por una u otra raz6n, ou µEVEL EV TTI olK(~: el esclavo
que debe ser vendido para pagar una deuda (Mt 18,25), el «siervo
inutil» que es expulsado sumariamente fuera de casa (Mt 25,30), el
esclavo (un olKov6µoc; segun Lucas) que se comport6 mal durante
la ausencia de su amo y que fue «extirpado» 33 (Mt 24,50-51; Lc 12,46)
y quiza aquel otro ohrnv6µoc; que fue cxpulsado por dilapidar la
propiedad de su amo e, incapaz de trabajar y demasiado orgulloso
para mendigar, decidi6 ganarse la vida a base de astucia (Lc 16,1-8).
No se ha de buscar en cada caso un exacto equivalente «aleg6rico»,
pero nunca esta muy lejos la idea de que, si Israel o sus gobernantes
defraudan la confianza puesta en ellos, perderan su puesto de servi-
dores de Dios.
De cstc modo, la parabola dcl csclavo y el hijo, aunque no corres ·
ponde exactamente a nada de los sin6pticos y ciertamente no pudo
derivarse de ellos, resulta inteligible dentro de la gama de ideas aso-
ciadas con las parabolas sin6pticas, sin aludir necesariamente a ideas
3l Es verdad que a Dias no se le llama expresamente «rey» en los evan-
gelios; evidentemente no: la expresi6n N'l-'!t''1 N.1'11.:ii;i;:i se invent6 con el fin
de evitar la alusi6n directa. Pero el «tey de carne y sangre» es un personaje
comun de las parabolas rabinicas para ilustrar c6mo Dias actua con los hombres.
32 Sobre la tensi6n entre las ideas de Israel como «siervo» (esclavo) e «hijo»
de Yahve cf. D. Daube, The New Testament and R.abbinic Judaism, 272-278.
33 A1xowµf]crE1 aöi:ov Kal i:o µEpoc; aöwG µEi:a i:&v 6:TI1crw>v 9f]crEL
(Lucas). Despues de que uno ha sido «dicotomizado» no tiene mucho sentido
considerarlo como infiel ( el «hip6critas» de Mateo puede ser un rasgo de ale-
gorizaci6n). Posiblemente fllxoi:oµf]c'JEL representa un equivalente arameo del
hebreo m.:i usado en el sentido habitual del Pentateuco, por ejemplo, Lv 17,
lOss. Se han propuesto otras sugerencias (cf. Torrey, Our Translated Gospels,
155; Jeremias, Die Gleichnisse Jesu, 44-45). En cualquier caso, no se puede
decir que el esclavo destituido µEVELV EV i:ft olK[c;x.
FORMAS PARABOLICAS 381

espedficamente joaneas. Parece probable que el evangelista la tom6


del dep6sito comun de la tradici6n y la utiliz6 para sus propios fines,
no sin alguna violencia.
5) Jn 10,1-5. EI pastor, el ladr6n y el guarda.
El pasaje esta expresamente descrito como una TicxpoLµ[cx ( 10,6 ).
El termino equivale al sin6ptico Ticxpcxf.>oA.~. Son traducciones alter-
nativas del hebreo ?~~ y del arameo 11?1'1~ 34 ; tenemos aqui, no una
distinci6n de genero;, Tsino una indicaci6~ Tulterior de que Juan se
remonta a la tradici6n aramea primitiva a traves de una diferente tra-
ducci6n griega 35 • Podemos decir, por tanto, que Jn 10,1-5 es la unica
pericopa de este Evangelio que es explicitamente presentada como una
parabola. Pero ~es una parabola en el sentido sin6ptico o es una ale-
gorfa? Si leemos todo el pasaje como una unidad, se trata sin duda
de una alegorfa, y generalmente leemos los versiculos iniciales a la
luz de la elaboraci6n subsiguiente ( como, sin duda, quiso el evangelis-
ta que los leyeramos). Pero se ha hecho notar que la alegorizaci6n
comienza solo despues del v. 6 y que no hay nada en la TicxpoLµ[cx
misma, es decir en vv. 1-5, que tenga el caracter de alegorfa. Remito
aqui al lector a un articulo de J. A. T. Robinson (actualmente obispo
de Woolwich), The Parable of John 10,1-5: «Zeitschrift für neutes-
tamentliche Wissenschaft» 46 (1955) 233-240, que <lebe ser consul-
tado 36 • Su conclusi6n me parece, en lineas generales, aceptable y se-
guire la linea general de su estudio del texto, sin por eso estar necesa-
riarnenLe Je acuet<lo en los Jetalles.
EI autor encuentra 1a clave para la recta interpretaci6n del pasaje
en el descubrimiento de que en los vv. 1-5 tenemos los restos de dos
parabolas que han sido fundidas en una, con lo cual se ha destruido
parcialmente la forma original de ambas. La primera (A) termina con
las palabras: TOUT~ 6 Hupwpoc; d:vo(ya (v. 3a). EI resto, vv. 3b-5,
forma una segunda parabola (B), cuyo comienzo posiblemente se ha
perdido.
En B tenemos dos personajes contrapuestos: el pastor y el O:A.-
A6TpLoc;. Podemos comparar, en las parabolas sin6pticas, al fariseo y
al publicano (Lc 18,9-14), al siervo fiele infiel (Mt 24,45-51; Lc 12,
42-46) o a los dos constructores (Mt 7,24-27; Lc 6,47-49). En A los
caracteres contrapuestos son el pastor y el ladr6n, pero hay un tercer
personaje cuyo comportamiento con los otros acentua el contraste.
Podemos comparar al padre y sus dos hijos en las parabolas de los dos
hijos (Mt 21,28-31) y del hijo pr6digo (Lc 15,11-32). Asi, pues, aun-
que no se puede citar ningun paralelo exacto en los sin6pticos, es cla-
ro que los elementos generales de la estructura son semejantes. Mas
34 Los «proverbios» de Salom6n, rib1:itt: '':irr'~ son 'T!apoLµtm ~ oA.oµwv-
-roc; en Prov 1,1, pero en 1 Re 4,28 son -impaßoA.al.
35 Cf. supra, pp. 70,71; 130, nota 1; 349, nota 20.
36 Reproducido ahora en Twelve New Testament Studies (S.C.M. Press
1962).
382 LOS DICHOS

aun, los principales personajes de la napmµlcx: aparecen tambien en


las parabolas sin6pticas.
EI pastor con su rebafio aparece en la parabola resumida e inserta
en el cuadro mateano del Juicio Final (25,32) 37 y en la comparaci6n
de los galileos con un rebafio abandonado (Mt 9,36) 38 , asi'. como (an6-
nimo) en la parabola de la oveja perdida (Mt 18,12-13; Lc 15,4-7) 39 •
En todos estos pasajes, el joaneo al igual que los sin6pticos, la rela-
ci6n entre pastor y rebafio esta descrita en terminos realistas: en Juan
el pastor controla los movimientos de su rebafio, al igual que en
Mateo coloca a las ovejas y cabritos en sus puestos correspondientes.
Asf como en Juan conoce individualmente a sus ovejas (Kcrr' övoµa) 40,
asf tambien en los sin6pticos cuida de ellas individualmente y no pier-
de de vista a ninguna de ellas en un rebafio de den. En Juan, la
contrapartida del cuidado del pastor es el importante terror del re-
bafio ante la presencia de un extrafio; en Mt 9,36 es el penoso esta-
do de las ovejas que no tienen ningiln pastor. Todos estos detalles
pertenecen a la misma escena realista de la vida pastoril en Palestina.
En A, cl pastor esta en contraste con el ladr6n. EI guarda da paso
al primero, pero (aunque no se dice expli'.citamente) excluye al segun-
do, quien, por consiguiente, debe saltar la tapia. EI «guarda» (8upc.u-
p6c;) aparece tambien en la parabola marcana de los siervos vigilantes
(Mc 13 ,34 ). Aquf, su deber es estar despierto hasta que llegue su
amo, a una hora desconocida de la noche, con el fin (implkitof de
dejarle enttar. En la correspondiente parabola lucana este detalle ha
sido explicitado: todos los siervos deben aguardar a su amo i'.va EA86v-
wc; Kat Kpouaavroc; Eu8E.wc; avo(f,c.uaLV auTC{) ( 12,36 ). Las re-
laciones del 8upc.vp6<; con el amo, en un caso, y con el pastor, en el
otro, son estrechamente analogas. EI KAETITY]<;; es. un personaje de la
pequefia parabula 4ue eu ML 24,43-44 y Lc. 12,39·40 acompafia a otra
pi:irabola sobre los siervos que aguardan a su amo. EI punto de. esta
parabola es que el ladr6n viene inesperadamente; e1 guarda es culpa-
blc porquc no cstaba prcparado. En Juan no se insinua siquiera que
el eopc.up6c;; no haya cumplido su deber. EI contraste esta simple-
-n, Con frecuencia se suele llamar equivocadamente a todo el pasaje (25,
31-46) la «Paiabola de los cordero.s y los cabritos», pero el unico elemeni:o
verdaderamente patab6lico en €! es el v. 32.
38 El empleo del lenguaje parab6lico en los pasajes en que el evangelista
escribe personalmente es tan raro que es justo conjeturar que la expresi6n f]crav
Eal<UAµEVOL KO:L EpLµµEvoL ci>crel '1tp6ßcrra µi] exovra TIOLµEVO: pudc> ser
transmitida por la tradici6n como parte de un Herrnwort. Es en todo caso no:
table que refleja a Ez 34,5 y que este capl'.tulo de Ezequiel esta subyacente en
gran parte de la explicaci6n aleg6rica de la parabola de Jn 10,7-18 (cf. Inter-
pretaci6n, 358-360. .
39 No se <lebe del todo a confusi6n de ideas el que, desde el comienzo de
la tradici6n cristiana, se identifique al Buen Pastor con la .figura qU:e · lleva, un:
cordero a hombros, que .procede de la parabola de la oveja perdida.
40 La expresi6n Kttl;' öv6µa significa «indi:vidualip.ente» o · «Una por u,na»;·
cf. mi comentario a las epfstolas jdaneas, aa 3 · Jn 15 y los ejetri,tilos aJH '!:ita-
dos. No esta, por tanto,' implicado necesatiamente que el pastor diera un hom-
bre a cada una de las ovejas de su rebafio. .:·· .,
FORMAS PARABOLICAS 383-

mente entre el pastor que tiene derecho a entrar y el ladr6n que entra
sin derecho a hacerlo. Todo el acento recae sobre el hecho de que
el 8upc.vp6c; admite al que entra legitimamente (1:06T~ O:vo(yEL) 41 .
En las dos parabolas, como en las de los sin6pticos, las dramatis
personae actuan segiln su caracter. No hay ningiln rasgo poco natural
que sugiera en ningiln momento que la alegorfa haya influido en eI
cuadro. Hay s6lidas razones para creer que el material fue tomado del
mismo dep6sito de tradici6n que las parabolas sin6pticas. En lo que
sigue, 10,7-18, el evangelista lo ha explotado al servicio de sus pro--
pios :fines.
6) Jn 3,29. EI novio y el amigo del novio.
'O exwv -ri']v v6µcp:riv vuµcploc; Em[v· 6 M cp[A.oc; -roü vuµcp[ou 6 EOTrJKWc;
Kai CXKOÖU>V aÖTOÜ xap~ xa[pEL Ota TTJV cpc.:>vTJV TOÜi VUµcp[ou.

Hemos tratado ya la parabola en su contexto (cf. supra, pp. 286ss)_


La aducimos ahora como ejemplo ulterior de formas parab6licas en.
el cuarto Evangelio, si bien aqui aparece como un dicho del Bautista.
y no de Jesus. Aunque no conesponde exactamente al modelo de nin-
guna parabola sin6ptica, parece pertenecer al mismo genero. Es una
imagen de la vida real, que no requiere necesariamente interpretaci6n..
41 EI obispo de Woolwich (op. cit„ 237) ha propuesto una «aplicaci6n»,
a. mi juicio, nueva: «Mientras el esta con ellos, las autoridades tienen una Ul-
tima· oportunidad de desempefiar su oficio de guardianes de la casa de Israel. ..
de reconocer y admitir al duefio de la casa de lsrael» .. Creo que esta interpre-
taci6n' es fundamentalmente acertada. Seglin el pdricipio de que las parabolas
se tefetfan primariamente a una situaci6n contemporanea (d. Las l'arabo-
las del Reino, capftulos 4-5), la relacion entre pastor y guarda deberfa tener-
u:t;la an:alogfa en la situaci6n del ministerio de Jesus, como, por. ejemplö, la
relaci6n entre los labradores perversos y su amo o su heredero, y entre los
siervos a quienes · se les . habfa confiado dineto y su amo ausente que vuelve
a .pedir cuentas. Estas parabolas presentan uria relaci6n deteriorada: los' arren-
datarios que debfan .haber ·pagado. su renta . en especie han asesinado ;aL ·herec.
dero; el .siervo qüe debfa haber investido e1 di:tierö en favor de su ainci · lo ha„
enterrado. Implican una condena de las autoridades judfas que han defrauda-
do · la ·confianza püesta · en ellas. Las parabolas ·.de los siervos vigilantes presen-
tan urta relaci6n semejante, ·sin decidir si el amo sera bien o mal recibido; de-
jan abierta la pregunta· de si las autoridades estaran o no a la altura de la
situaci6n. La parabola joanea expresa la relaci6n positivamente, como. 'un. neto·
a las :autoridades para que actuen cömo evidentemente <leben.· Es fäcil co!'lver-
tirla .en una forma copiun a di:versas parabolas sirt6pticas: [T[ uµ'lv ßoi<E'l;
E!bi; eA.Sn 9 i:rOLµf]v, ouxl] 1:06-rcp 6 8upc:up0c; d:vo[yEL; Li r.espuesta es~
evidentemente: «Si es · digno de .su catgo, naturalmente que le abrira». Enton~
ces: ~que harfais vosotros? Esto agüdizarfa la parabofa y la colocadit en 'la mis-
ma Hnea que el gran conjunto de las parabolas sin6pticas. No me satisface
tanto la aplicaci6n que el obispo hace del KAETITT]c;. Su rastreo de la figura·
en 1 Tes, los sin6pticos y el Apocalipsis es, sin duda, agudo e instructivo. Pero
en todos esos casos, el punto principal es que el ladr6n llega inesperada e im-
previsiblemente. No hay la mas remota insinuaci6n de esto en Jn 10,1. Mas
aun, la figura del KAETITT)c; no es en este caso sino un elemento de contraste-
con el TIOLµ~v, cuya admisi6n por parte del 8upc:up6c; constituye el terila prin--
cipal, aunque el evangelista explota naturalmente el tema del KAETITT]c; en Ja.
alegorfa.
384 LOS DICHOS

aleg6rica 42 • El cpC\oc; rnO vuµcp(ou es probablemente el funcionario


llamado r~~1rt'. Cl:. Sanh. 3,5: «El amigo y el ehemigo (estan des-
califü:ados para actuar como jueces o testigos ). ~A qtiien se considera
amigo? Al paraninfo ( r~~1rt/ )». El sentido parece ser que el prota-
gonista de una boda no es el «padrino» sino el mismo novio; el pa-
drino se alegra de poder servir al novio. El cuadro es realista y no
es necesario insistir en los detalles, por ejemplo, en quien es la novia.
Por lo que respecta al lenguaje, hay poco en el pasaje que pueda dela-
tar la mano del evangelista y la parabola, situada como esta en un con-
texto que parece contener muchos detalles tradicionales, lleva proba-
blemente el cuiio autenticamente tradicional.

En resumen: si bien el metodo de emplear el simbolismo en el


cuarto Evangelio es caracteristicu <lel aulot y llamativamente diferente
del de los evangelios sin6pticos, hemos encontrado seis pasajes 43 que
destacan del resto por sus difetendas con el tipo habirual joaneo y su
semejanza con pasajes de los sin6pticos. Son autenticamente parab6li-
cos y no aleg6ricos; en forma, contcnido e inLenci6n, con frecuencia
incluso en vocabulario, a pesar del grado de reelaboraci6n que debemos
estar preparados a esperar de - nuestro evangelista, tienen su puesto
naLural en la familia a la que pertenecen las parabolas sin6pticas. Sin
embargo, en ningilli caso hay 1a mas remota probabilidad cfo que hayan
sido derivados de fuentes sinopticai;. Parece, pues, probable en el
mas alto grado que, al menos para partes de la enseiianza de Jesus,
Juan utiliz6 independientemente la tradici6n comun y pritnitiva y que
consei:vo vuliosos elementos de la misma ignorados por los sin6pticos.
42 · Asf Bultmann ad loc.: «Se trata de un autentico dicho parab6lico, no
de una alegorfa».
4.l 0, mas bien, siete. Despues de escribir este capl'.tulo, he encontrado otta
parabola joanea que habfa pasado por alto. En Jn 5,19-20a (hasta ... cn"J1:o<;
11'.0(EL) tenemos una descripci6n perfectamente realista de un hijo que aprende
la profesi6n de su padre. El hijo no obra por propia iniciativa; observa c6mo
trabaja su padre y realiza cada operaci6n como lo hace su padre. El afectuoso
padre enseiia a su hijo todos los secretos de su profesi6n. Hasta aquf no hay
una sola expresi6n que no sea apropiada para describir una situaci6n de la vida
real. EI pasaje es una verdadera parabola. En los versfculos que siguen (20b-
30) se interpreta y aplica de modo aleg6rico, en una exposici6n clasica de cris-
tologfa joanea: la profesi6n del Padre celestial es Kp[vetv KCX:l ~<pOTCOlELV y
el Hijo encarnado lleva fielmente a cabo el trabajo del Padre. Los fen6menos
son muy semejantes a los que hemos observado en 10,1-18 (cf. supra, pp. 381ss).
He tratado el pasaje en mi artkulo Une pa11abole cachee dans le quatrieme
Evangile: «Revue d'Histoire et de Philosophie Religieuses» 2-3 (1962) 107-115.
IV
SECUENCIAS DE DICHOS

Hemos observado ya que los discursos joaneos estan construidos


por lo general segiln un modelo caracteristico que no tiene paralelo
en los evangelios sin6pticos. Es, por tanto, muy significativo que exis-
tan unas pocas secuencias de dichos que se acercan a1 modelo sin6pti-
co y que contrastan con el joaneo. Tal es el caso de las secuencias de
4,31-38; 12,20-26 y 13,1-20. Pero antes de examinar estos textos,
sera conveniente considerar algunas secuencias sin6pticas. Aduzcamos
como ejemplos tfpicos las siguientes.
Mc 9,33-50. El pasaje comienza con una breve descripci6n de una
situaci6n que prepara la escena para un dialogo coh los disdpulus y
culmina en un dicho importante de Jesus (vv. 3-3-37). A esto se ·afia-
de, primero, otro dialogo breve (vv. 38AO) y, luego, tres dichos sepa-
rados, que tienen una conexi6n mfnima con los dialogps. precedentes o
entre sf (vv. 41.42.43-48); y la secuencia se diluye finalmente en una
serie de frases sueltas. ·
Lc 11,14-28. El pasaje comienza con una breve descripci6n de una
situaci6n, en este caso un milagro de exorcismo con su efecto en los
espectadores. Sigue un dialogo polemico (vv. 15-20), una parabola
(vv; 21-22), un dicho separado (v. 23), otra parabola (vv. 24-26) y un
breve dialogo ( o, mas biFn, lln «apotegma~> ), que lleva la secuencia
a sti conclusi6n con una declaraci6n en la forma de un macarismo
(vv. 27-28).
Lc 12,13-34. El pasaje comienza con una pregunta dirigida a Jesus
p-or un extrafio y la respuesta de aquel. Sigue luego una declaraci6n
(v. 15); mas adelante una parabola (vv. 16-21) y finahnente unas
palabras de Jesus en forma casi poetica (vv. 22-31); la secuencia ter-
mina con dos dichos separados (vv. 32.33-34).
No cabe duda de que la organizaci6n de estas secuencias es, en
parte, obra de los diversos evangelistas, pero una comparaci6n entre
ellas sugiere que algo del genero existfa ya en la tradici6n precan6nica
y que en Marcos y Lucas estamos mas cerca del primer esquema, mien-
tras que en Mateo nos encontramos ante un esfuerzo mas sofisticado·
por conseguir mayor perfecci6n l6gica o ret6rica 1• Parece haber s6li-
1 W. L. 'Knox, en su ob~il p6stuma The Sources df the Synoptic Gospels,
defiende convincentemente qlie hay pruebas de la existencia de tales secuencias
de dichos en la tradici6n precan6nica y que Lucas (si bien lös modifica edito-
rialmente) ha conservado su caracter general mejor que Mateo. Piensa qi.Ie es-
tas secuencias existieron por .escrito, como· «folletos» para uso äe ·maestros· cris;
tianos y evangelistas, antes de que fueran utilizadas por los evangelistas can6-
nicos (cf. especialmente op. cit. vol. II, 45-83). Fuera como fuera; podemos
25
386 LOS DICHOS

das razones para suponer que la tradici6n comun no solo contenfa


unidades separadas -aforismos, parabolas, dialogos, etc.-, sino tam-
bien secuencias rudimentarias, que, en algunos casos, han penetrado
(aunque con modificaciones) en los evangelios escritos. Si se acepta
esto, merecera la pena comparar las tres secuencias que he hecho no-
tar en el cuarto Evangelio.
1) Comencemos con Jn 12,20-26. La secuencia se abre (como en
Lc 12,13-34) con unos extranjeros que se acercan -unos griegos que
quieren encontrarse con Jesus por recomendaci6n de Felipe y An-
dres- y un dicho que Jesus pronuncia como respuesta (vv. 20-23).
EI dicho: EA~AUßEV ~ G:ipo: LVO: ßof,o:a0ft 6 uloc; 1:00 av8pC:)'ltoU,
lleva claramente la impronta joanea. Sigue una parabola, el grano de
trigo (v. 24), luego el aforismo: 6 cptA.<7>v T~V ljJUX~V K.T.A. (v. 25),
y finalmente un segundo aforismo: Eav Eµo( nc; ßto:Kovft Eµol
cXKOAOU8E(Tw(v. 26a). No es seguro si v. 26b: Ö1tOU Etµl EYW EKEL
Ko:l 6 ßt6:Kovoc; 6 Eµoc; EOTo:t, debe ser considerado como suple-
mento de v. 26a o como un dicho separado; la idea es semejante
a la de 14,3 y puede ser de acufiaci6n joanea, pero, por otra parte,
su inserci6n en 12,26 puede ser tradicional (especialmente en raz6n
de la palabra no joanea ßt6:Kovoc;) y la repetici6n en 14,3 obra del
evangelista. En cualquier caso, v. 26c: EÜ::v nc; Eµot Öto:Kovft nµ~­
OEt a:ÖTOV 6 1tCXT~p, parece un aforismo independiente, con el termi-
no no joaneo ßta:KOVELV 2 , muy en consonancia con Mt 10,32: 1täc;
öanc; 6µoA.oy~aEt EV Eµol Eµ1tpoa8EV T<7>v av8pc01tWV, 6µ0A.o-
yr1crc.:> Kd:yQ ~V au't"C?> E'.µ1tpoa8Ev TOÜ 1ta:Tp6c; µou TOÜ EV oöpa-
vo"Lc;. Despues del v. 26 Ja sec:uenda pkrcfo mnt11rto con el modelo
sinoptiro, si bien el contenido de los vv. 27-28 (un equivalente de lu
oraci6n sin6ptica de Jesus -en Getsemanl) tiene ciertamente una base
LtaJiduual 3• Pero hasra el final del v. 26 la analogia con las secuen-
cias sin6pticas es clara. He tratado ya la parabola y los dos dichos que
siguen 4 y he demostrado que hay razones para creer que fueron to-
mados de la tradici6n, como posiblemente es tambien el caso de 26c.
~Era tradicional tambien la secuencia?
En Mc 8,34-9,1 tenemos una breve secuencia que incluye paralelos
(o paralelos parciales) con los dichos de Jn 12,25.26a, aunque en orden
inverso, y tambien un dicho que parece ser un miembro de un «parea-
do» que ha sido conservado por Mt 10,32-33; y hemos visto que este
Ultimo comparte el mismo espfritu de Jn 12,26c. Si es improbable
suponer que estos «folletos» escritos representarian una practica anterior de
ensefianza oral.
2 Sobre Bl6:Kovoc;, BtaKovElv, cf. supra, pp. 351-352.
3 Cf. supra, pp. 81-83. Buhmann, ad loc., indica que Ja presencia de öxA.oc;
en el v. 29 es incoherente con la situaci6n impHcita en los vv. 20-22, donde
Jesus esta tan alejado que los que quieren una entrevista deben acercarse a el
a traves de dos de los Doce. Hay un caso muy parecido en Mc 8,34, donde el
öxA.oc; aparece de repente en una escena en que, ex hypothesi, Jesus y sus
disdpulos estan solos (v. 27).
4 Cf. supra, pp. 365-368.
SECUENCIAS DE DICH OS 387

( como he sugerido mas arriba) que J uan tomara los dichos separados
de los sinopticos, es tambien improbable que toda la secuencia fuera
tomada de ellos; y sin embargo, tiene una evidente afinidad con
Mc 8,34-9,1. La conclusion mas probable es que Juan esta siguiendo
(y «redactando») una secuencia tradicional.
2) Jn 13,1-20. Este pasaje comienza con un relato que ha sido
elaborado evidentemente en interes de la teologfa joanea, pero que,
como he tratado de demostrar, tiene profundas rakes en la tradicion 5 •
Conduce (cf. Mc 9,33-37) a un dialogo con los disdpulos que culmina
en un dicho (v. 15). Siguen tres aforismos, el tercero de ellos en la
forma de un macarismo (cf. Lc 11,28) (vv. 16-17). Los dos verskulos
restantes tienen rasgos que delatan la intervencion del evahgelista,
pero su nucleo es un testimonium de Sal 40,10, que debe ser tradicio-
nal 6 . La secuencia se cierra con un dicho: 6 A.cxµßavwv äv nvcx
nE.µtpw K.-r.A.. (v. 20). Una vez mas es clara la analogfa con las se-
cuencias de los sin6pticos. Una vez mas, tambien, dos de los dichos _
tienen paralelos en los sin6pticos y han sido tomados ( como he trata-
do de demostrar) de la tradicion 7 • ~Era tradicional tambien la se-
cuencia?
En este caso no hay posibilidad alguna de que hubiera sido toma-
da directamente de los otros evangelios; no existe ninguna secuen-
cia en los sin6pticos tan 1ntimamente relacionada con esta como
Mc 8,34-9,1 esta con Jn 12,24-26. El dicho ouK fonv &oüA.oc; µE(C,:wv
K.T.A. tiene un paralelo en una de las secuencias que Mateo ha afia-
dido al discurso de la misi6n de los Doce ( que es, a su vez, una com-
pilaci6n) (Mt 10,2~), y el dicho 6 A.CX[.tß&w.w ö:v TIVa TIE[lljJQ K.T.A.
tiene un paralelo en lo que parece haber sido (originalmente) una
pequefia secuencia totalmente independiente, afiadida al final de ese
mismo discurso (10,40). Tambien el paralelo lucano: 6 A.cxµßO:vwv
K.T.A. aparece en un apendice del discurso de la misi6n, pero en
compafiia de dichos muy diferentes; y el paralelo lucano de OUK
EOTLV &oüA.oc; µE[C,:wv K.-r.A.. aparece en el Gran Sermon (6,40). Es
sin duda posible adoptar la opini6n de que nuestro evangelista, que
conoda los evangelios sin6pticos, imit6 deliberadamente la organiza-
ci6n de los dichos 8 que encontro en ellos y seleccion6 uno de aqui y
otro de alla para insertarlos en una secuencia propia, con toda la li-
bertad y flexibilidad de conexi6n que hemos observado en los otros
evangelios. Pero (no es mas probable que los dichos llegaran hasta el
ya agrupados y que el evangelista reprodujera el agrupamiento con la
misma medida de labor redaccional que observamos en casos seme-
jantes de los sin6pticos?

s Cf. supra, pp. 71-75.


6 Cf. supra, pp. 50-51.
7 Cf. supra, pp. 335-338, 342-347.
8 Digo «imito», porque este no es, en cualquier caso, su metodo personal
de presentar la ensefianza de Jesus.
388 LOS DICHOS

3) La tercera secuencia, 4,31-38, requiere y merece un examen


mas detallado. Tenemos aqui, en primer lugar (como en Mc 9,33-37),
una breve descripcion de una situacion que conduce a un dialogo con
los discipulos, el cual culmina en un dicho de Jesus: tµov ßpl:>µo:
tanv 'l'.vo: TIOLl:> 1:0 8E.A.riµo: 1:00 TIE[.lljJO:V1:6<; µ::. Ko:l 1:EA.ac0aw TO
E:pyov o:ÖTOU (v. 34) 9 • Siguen tres dichos, que podemos designar con
tres titulos: a) los campos maduros para la siega, b) el segador recibe
su paga, c) uno siembra y otro siega. La conexion es vaga, ( como en
las secuencias sinopticas), pero todos los dichos estan unidos por el
tema general de la cosecha. La conexion entre el dialogo introductorio
y los dichos sobre la cosecha dista mucho de ser clara. A lo mas,
podemos descubrir una conexion si suponemos que en el v. 37 6
aTIE(pwv es Jesus, quien, al hablar con la samaritana, ha sembrado
la cosecha que ahora han de recoger los disdpulos, y que este es el
E:pyov que debe llevar a cabo. Este es el curso que pudo seguir la
mente del evangelista, pero dificilmente puede ser intrinseco al mate-
rial. Tampoco el breve dialogo sobre el ßpl:>µo: esta muy claramente
relacionado con la discusion precedente con la samaritana, aunque Ja
idea de la bebida, en un caso, y de la comida, en el otro, proporciona
una asociacion de ideas bastante natural. Pero, incluso a este nivel,
la transicion a la siguiente serie de ideas no es Heil, ya que la asocia-
cion de la idea de comer, por una parte, y las de sembrar y segar, por
otra, es un tanto remota. En una palabra, lo que primero nos viene
a la mente es que nos encontramos aqui ante una pequefia secuencia
compacta, semejante a las de los evangelios sinopticos, originalmente
independiente del discurso principal, aunque conectada con el por el
mismo evangelista.
En algunos aspectos, el pasaje es mas semejante al material sinop-
tico que al resto del cuarto Evangelio. El s1mbohsmo agricola que lo
invade es tan raro en el cuarto Evangelio como frecuente en los sinop-
ticos y esta tratado mas al estilo de los dichos parabolicos de estos
que lo habitual en Juan. Las palabras claves son casi todos terminos
que aparecen en los otros evangelios: CTTidpav, 8::.p(~av y 8EpLaµ6<;,
xwpo: en el sentido de «Campo», CTUVÜ:yELV COffiO termino agricola,
KOTIO<; y KomO:v, [.lLCT86<;, 6cp8o:A.µou<; E-rco:(pav. De estos, solo el
ultimo se encuentra en otras partes del cuarto Evangelio. De entre
otros terminos significativos, (O::A.Yj8Lv6<;) es casi exclusivamente joaneo
y aparece solo una vez en los sinopticos frente a diez veces en Juan;
::.l<; ~w~v o:l6vLoV, aunque se encuentra una vez en Mateo, es ca-
racteristicamente joaneo; 8::.0:a8m es una palabra favorita de Juan,
si bien no es rara en los sinopticos 10 • Es poco significativo que 6µou
no aparezca de hecho en los sinopticos (si bien se encuentra en He-
chos) mientras que Juan lo usa tres veces, como tampoco es signifi-
9 Sobre 4,31-34 cf. supra, pp. 326-328, donde he tratado de probar que el
pequefio dialogo tenfa unii base tradicional.
IO Seis veces en Juan, cuiltro en Mateo, tres en Lucas y dos en el final
espurio de Marcos.
SECUENCIAS DE DICH OS 389

cativo que i.öou, tan iterativamente frecuente en los sin6pticos, se


encuentre solo tres veces en Juan fuera de este contexto, uria de las
cuales es una cita del Antiguo Testamento 11 •
Asf pues, la medida en que el lenguaje de nuestro pasaje tiene un
matiz caracterfsticamente joaneo es pequefia y no confirma la teorfa
de que nos encoiltramos aquf ante una composici6n libre de nuestro
evangelista. Serfa una hip6tesis razonable suponer que esta utilizando
material que habfa Ilegado hasta el de uno u otro modö y que lo
esta reelaborando ligeramente en el proceso de incorporarlo a su obra.
En vista de las afinidades sin6pticas en imagenes y vocabulario; e§
natural preguntarse, ei1 primer lugar, si la fuente que esta utilizando
el evangelista no se encontrara en los mismos sin6ptlcos. EI tema
geheral, a saber, la relaci6n entre siembra y cosecha, esta ciertamente
presente en varios pasajes sin6pticos, especialmente en las parabolas
del sembrador, de la semilla que crece en secreto y de la cizafia. El
tema del trabajo y el salario esta presente en la parabola de los tra-
bajadores de la vifia y en la parabola lucana del amo y el esclavd, asi
cönio en el Bildwort: äE,Loc; 6 Epy6:1:flc; 1:00 µLa9o0 CXÖ'loÜ
(Lc 10,7) u. Pero en ninguno de estos casos, a pesar de la similaridad
de tema y, en parte, de vocabulario, existe una semejanza tan gtande
que sugiera dependencia literaria.
En Lc 10,1-3 (cf. Mt 9,37-10,5) las ideas de la cosecha pronta
para ser segada y la misi6n de los disdpulos estan asociadas del mis-
mo modo que aqul'.:

Lucas Juan
ö µE.v Sepioµoc; 'l'CoA.6<; 0e6:ocxoee -rc'x:c; xwpcxc; Ö'tl A.ELlKO:l FlnLV
oi. BE. Epycrrm oA.[ycn TCpo<; 0epLoµ6v
rnoL> d:rroo-rfäA.eu öµfö; ~yciJ Ö:'TCEcrTELAO: uµCic; 0epU::eLV.

Sin embargo, la comparaci6ri de los dos pasajes casi paralelos sir-


ve pata demostrar cuan pequefia es la ~emeja1i.za autcntica quc cxistc
en la formaci6n de los dichos respectivos, a pesar de la inevitable pre-
sencia de ciertos termirtos en pasajes que tratan de temas identicos
o muy semejantes. No se puede descartar la teorfa de que el cuarto
11 EI töoö 6 CXvepc.moc; de Pilato es muy diferente del empleo conven~
cional de rnou en los sinopticos, que esta representado solo en un lugar de
Juan (fuera de la tita de Zacarfas en 12,15), a saber, 16,32. '1 ßoö Myw uµ'Lv
no aparece en los sinopticos, aunque encontramos tflou TCpoelp11Kcx en Mt 24,
25 (y, como lectura alternativa, Mc 13,23) e tflou el'l'Cov en Mt 28,7.
u Pero parece probable que la versi6n mateana, con su -rfjc; tpocpfic; en
vez de -rou · µLo0ou, representa mejor el sentido original del dicho. En cualquier
caso, Pablo del:lio de entenderlo asl. cuando la parafrasea para ordenar que los
rnisioneros ·<leben EK -rou eüa;yyeA.[ou l;fjv. Y en el contexto sinoptico se tra-
ta de «cornida y alojamiertto», no de remuneracion. Sigue, sin embargo, en pie
que Lucas conocfa probablemente una forma de la tradicion que hablaba de
«salariös», ya que µLo06c; no es un terrnino lucano, pues aparei:e solo (fuera
del presente pasaje) en 6,23 (Mt 5,12) 35, mientras que Mateo lo usai diez
veces.
390 LOS DICHOS

evangelista ha reflexionado sobre todo el cuerpo de dichos y parabo-


las relativos al tema de la cosecha, como los encontr6 en los evange-
lios anteriores al suyo, y ha reproducido su contenido orientandolos
hacia su punto de vista teol6gico. Sin embargo, esta teorfa serfa mas
plausible si la semejanza fuera mayor o menor de lo que en realidad
es. Porque lo que tenemos no es ni un fragmento caracterfstico de
composici6n joanea ni una obvia imitaci6n de modelos sin6pticos,
sino algo diferente de ambas cosas: dichos de un caracter muy indivi-
dual vaciados en un molde que, como se puede demostrar, revela ana-
logfas con 1a tradici6n sin6ptica; dichos que, en cuanto a su forma
y contenido, pueden encontrarse en cualquiera de los otros evangelios,
pero que, de hecho, no tienen paralelo cercano en ninguno de ellos.
Se puede decir que el pasaje que estamos considerando (4,35-48)
consta primariamente de tres dichos.
a) «Levantad vuestros ojos y mirad los campos y vereis que es-
tan blancos y prontos para la siega».
b) «EI segador esta ya cobrando su salario y recogiendo la cose-
icha Lpara la vida eterna] de modo que sembrador y segador podran
alegrarse juntos».
c) «Os he enviado a segar donde no trabajasteis; otros trabaja-
ron y vosotros habeis entrado en su trabajo».

Es posible leer estos dichos uno tras otro, como si continuaran el


mismo tema; pero, si los analizamos mas de cerca, no es claro que
esten todos al mismo nivel. En a) se invita a los disdpulos a que ob-
serven que la cosecha esta lista para la siega, pero esta no ha comen-
zado aun. En b) nos encontramos en plena siega, si es que no esta
ya terminando, porqlle los segadnrf's rFcihf'n s11 salario F.n r:) ya no
se invita simplemente a los disdpulos a que observen la situaci6n;
ahora son ellos mismos los segadores; han sido ya enviados a la sie-
ga y han participado en el trabajo (ä:itE.a-rEtA.o:, ELOEATJA.68o:-rE). Por
tanto, los tres dichos no presentan, despues de todo, un unico cuadro
daro, y surge la sospecha de que aqui, como en tantos pasajes de
los sin6pticos, nos encontramos ante una colecci6n de dichos original-
mente independientes, conectados por asociaci6n de ideas mas que por
un desarrollo l6gico del pensamiento. Comencemos examinandolos uno
por uno.
Los dichos a) y b) estan introducidos. de un modo peculiar. Cada
uno de ellos aparece como respuesta a una afümaci6n citada (ÖµEtc;
AEYETE, 6 A.6yoc; E.anv Ö:AT]8tv6c;). En el v. 37 es claro que el
A.6yoc;; Ö:AT)8tv6c;: «Uno siembra, otro siega», es un refran 13 • Se
trata de un dicho que parece estar tambien reflejado en Mt 25,24 (sin
duda independientemente): OKAT)p6c;; EL ävHpc.moc; 8Ep(l;;C0V Öitou
oÖK EOitELpo:c; (de modo parecido en Lc 19,21). Los comentaristas
suelen citar paralelos de fuentes biblicas y profanas; el proverbio es,
13 Asf tambien Buhmann, ad loc.
SECUENCIAS DE DICH OS 391

efectivamente, muy conocido. El punto de la cita en este pasaje es


destacar claramente la verdad de que, en este caso particular ( E.v
-roUTC;_) ), se ha cumplido el proverbio de un modo especial: no en
el sentido de que un enemigo se apropia de la cosecha por la que
tanto ha trabajado el labrador (como en algunos pasajes del Antiguo
Testamento ), ni de que el capitalista avaro se aprovecha del trabajo
ajeno (como en Mt 25,24), sino de que los discfpulos, al emprender
su misi6n, encuentran: que se ha garantizado el exito a base de mucho
trabajo preparatorio realizado por sus predecesores.
En el v. 35 no es tan claro que implica la expresi6n uµi:.l:c; A.f:.yt.-
-ri:.. Si tomamos la segunda persona del plural a la letra, Jesus estaria
comentando una observaci6n hecha por los discfpulos. Me parece to-
talmente increible que se deba entender como una observaci6n banal
sobre la estaci6n del afio ( como lo han hecho muchos comentaristas
deseosos de descubrir datos para un calendario del ministerio de Je-
sus); tales observaciones no encontraron cabida en la tradici6n evan-
gelica. Es mas plausible que el pasaje este presentando un comentario
de los discfpulos, en terminos figurados, sobre el aplazamiento de sus
esperanzas. Si preguntamos que fue lo que, en ese caso, sugiri6 la
imagen de la siega, la respuesta podria ser que los discfpulos tenian en
la mente el dep6sito comun de si'.mbolos escatol6gicos. Pero parece
mas probable que se trate, como en el v. 37, de un dicho entonces
corriente y que la segunda persona del plural sea generica y no espe-
dfica 14 • Es verdad que no parece posible tratar de encontrar directa-
mente Lal Jichu en nuesttas foe11tes ni queda tampoco claro a que
intervalo alude el -rnp6:µ11voc;. Es tentador escribir la frase como si
fuera un trimetro yambico (un tanto aproximado) con un pie inicial
de tres breves 15 :
l.JUV U-- u-U V-

ETl TE! Tp6:µ11 !voc; 6 ! 8Epto ! µoc; !'.p !XE.Tm

Una frase de este tipo pudo correr en ambiente helenistico como un


proverbio popular. Pero (en que sentido? Al parecer, el c6mputo tra-
dicional griego del intervalo entre siembra y siega era de seis meses,
no cuatro (desde la puesta de las Pleyades hasta su salida). La antigua
sugerencia de Wetstein es atractiva; segun este autor, el proverbio
se aplica cuando brota el primer verdor y el labrador comienza a calcu-
lar su futura cosecha, pero se acuerda (o le recuerdan) de que pueden
ocurrir muchas cosas en cuatro meses, como si se dijera: No te hagas
demasiadas ilusiones». Wetstein cita muchos pasajes que contienen
esta misma idea, pero ninguno de ellos habla de un perfodo de cuatro
meses.
Sin embargo, si la prosodia de la frase da un verso griego que no
es imposible, su sintaxis es propiamente semitica mas que griega. Es
14 Asf. tambien Buhmann, ad loc.
15 Omitiendo el innecesario f.onv. Se podrfa conseguir un verso parecido
omitiendo simplemente el inicial ETl, pero este vocablo parece necesario para
el sentido.
392 LOS DICHOS

verdad que Moulton (Grammar of N.T. Creek, vol. I, 69-70) defien-


de que esta construcci6n no era imposible en la KoLv~ vulgar. Pero
no he podido encontrar ningun otro ejemplo (aunque pueda haberlos).
Cuu w<lu, la cuusLmcdon es bastante frecuente en los LXX 16 al rra-
ducir literalmente un tipo de frase que es completamente natural y
p·ropia en hebreo. El dicho puede, por tanto, ser de origen hebreo y
su forma casi poetica, fortuita 17 • En este caso, su sentido seria el
obvio: «Cuatro meses de siembra a siega», ya que esto corresponde
bastante exactamente con la norma rabinica de que el tiempo de Ja
siembra termina a mediados de Kislev y la siega comienza a media-
dos de Nisan 18 • Es posible que esta norma hubiera sido incorporada
en un dicho popular como el que encontramos aqui, si bien no nos
es posible aducir ningun paralelo.
En los evangelios sin6pticos existen al menos dos casos en que
la cita de una maxima popular, calificada expresamente como tal, for-
ma parte de un dicho de Jesus. En Lc 4,23, Jesus dice a la asamblea
de la sinagoga de Nazaret: navrwc; EpÜtE µoL 't~V 1tO:po:ßoA.11v
'tO:V1YJV, 'l 0::1p~ 0c.p6:Tl:EUO'QV OE<Xll10V. Fstn intrnrlnrf' im htt>ve
discurso cuyo contenido es que (en contra de la maxima popular) el
medico envfado por Dios tiene, las mas de las veces, la misi6n de
curar a extrafios, como Elfas fue enviado a Sarepta y Eliseo al sirio
Naaman. Se piensa evidenteme11te que la TiapaßoA.~ es un dicho
corriente y se la pone en boca de los oyentes de Jesus. Si el oµ::o'i:<;
AEYE'tE de Jn 4,35 pone un dicho popular en boca de los disdpulos
para que Jesus lo pueda corregir, el paralelo formal con Lc 4,L.J es
esttecho.
EI otro ejemplo es la pericopa sobre los signos del tiempo, que
aparece, en formas divergentes, en Mt 16,2-3, DW8 etc. (no en ~ B);
y cn Lc 12,54-56. En las Jos fomias se Ltala Je Jidius cunieules d-
tados en la f6rmula A.~')IE'tE, En esL<:: casu Jesus acepla d Jid1u cu111u
16 Por ejemplo, Jos 1,11: ETl TpEL<; i']µEpCXl Kal uµEL<; ÖlaßalvE.TE; Gn
40,13: ETL TpE'lc; i'jµEpm Kal µvrioS~oETm <Papaw T~<; O:px~c; oou; Jon
3,4: ETL TpE'lc;. (o lease -rrnoapaKoVTa) i']µEpm Ka!l NtvEui'] KaTaoTpacp~oE­
Tm, y de modö parecido en Ex 17,4; Sal 36,10; Os 1,4; Is 10,25; 21,16 y
Jr 28,33, cuyo contenido es bastante semejante a nuestro pasaje: ETL µtKpov
Kal J1E;EL 6 O:µT]TÜ<; aÖT~<;. Juan vuelve a emplear esta construcci6n en 14,
19:· ETL µtKpov Kal 6 K6oµoc; µE oöK,ETt 6EcupE'l, y sin el ETL en 16,16-17.
Es uno de sus numerosos semitismos. No aparece en otras partes del NT fue-
ra de Heb 10,37, que es una confusa combinaci6n de dos pasajes veterotesta-
mentarios cuya sintaxis es a duras penas correcta, de modo que el resultado es
una parodia de la ldcuci6n hebrea hecha por uno que evidentemente no la com-
.prendi6. No hay por tanto, ninguna raz6n, desde el punto de vista lingüistico,
para pensar que el evangelista no pudo acufiar personalmente la expresi6n, pero
tampoco la hay para decir que no pudo encontrarse en una tradici6n original-
mente ·aramea.
17 Corno lo son, sin duda, los trimetros casi yambicos de Mc 4,24 (par: Mt
7,2): EV 4i µETp<:p µETpElTE µETpT]S~OETCXl, Reh 23,5: apxoVTa TOU A.aoG
oou OUK EpEL<; KaK&c;, Heb 12,14: oi3 xwplc; oö5d<; ÖtJ:IETcXl TOV KUptov,
el 'hexametro de Heb 12,n (fextus receptus); K6::l Tpoxüxc; opSO:<; 'TTOL~O'CTTE
tote; TI'oolv uµwv, y probablemente otros. . . .
18 Sobre los pasajes pertinentes cf. S.-B. ad loc.
SECUENCIAS DE DICH OS 393

acertado a su propio. nivel, pero manifiesta su extrafieza ante el hecho


de que tales expertos en prop6sticos del tiempo sean ciegos ante por-
tentos mas profundos. Podemos comparar el pasaje joaneo con la
versi6n mas breve, 1a mateana, de la perkopa:

Mateo · Juan
oljJ[ac; YEVOµEVY]c;
AEYE'LE oux uµE'lc; A.E.yE'LE
Eöofo:, "E'LL 'LE'Lpaµ11v6c; Eo'LLV
rruppa~a yap 6 oöpo:v6c; Ko:l o BEpwµoc; EPXE'LCXL;
To µE.v n:p6oC0Tiov 'LOU oöpavou En:apmE 'Louc; 6cp6af..µouc; uµCilv
yLvwoKE'LE ÖlaKplvav KaL 6EcX00:06E 'LcXc; xwpo:c;
Ta of. 011µEl:o: -r&v Kmp&v ön AEUKo:f EioLv n:poc; 6Epwµ6v.
oö o6vo:o6E.

Formalmente, los pasajcs coinciden en la cita de un dicho corriente l9'


con el fin de que pueda ser corregido o sustituido por un juicio mas
profundo. En cuanto al contenido, coinciden en que, en los <los casos,
el dicho citado. hace referencia a fen6menos naturales ( el tiempo, el
'crecimfento de Ias mieses) y en que el dicho que lo sustituye es ana-
l6gico (hacer conversos, los «signos de los tiempos» ). La relaci6n entre
los dos se detiene ahi y no hay posibilidad de derivaci6n mutua. Sin
embargo, los pasajes joaneo y sin6ptico estan vaciados en el mismo
molde.
Se ha de notar que, mientras que en los pasajes de Lucas y Juan
se emplea este tipo de afirmatiou pata estabkccr una compuraci6n y
contraste entre dos puntos de vista, lo mismu se .[Juede conscguir
mediante el t>mpl<'.o de la forma dial6gica, en la que se introduce a un
interlocutor para que exprese su opini6n sobre un punto de vista y
Jesus responde con un dicho que ex.[Jresa d punto de vistu contrario.
Asi, en Lc 14,15 un oyente exclama (en lo que podrian ser terminos
casi proverbiales): Mcm6:pLOc; öanc; cp6:yE'CCXL apLOV EV -rft ßo::aL-
AELC('. '(OU e:::oO y Jesus replica con una parabola que situa la diesta»
escatol6gica bajo una luz un tanto diferente. Evidentemente, esta
idea podria haber sido presentada igualmente en una forma mas pa-
recida a Jn 4,35: «~No decis: Dichoso quien come pan en el reino
de Dios? Pero yo os digo„ .». 0, a su vez, el dicho joaneo podria ha-
ber tenido la forma: «Los c,lisdpulos dijeron: "E-rL 'LE'Cp6:µrivoc;
K.'l.A. y Jesus respondi6: 'E116:po::-rE wuc; ocp8o::A.µo6c; K.'l.A.». Las
dos formas pueden ser empleadas alternativamente para conseguir eI
mismo fin 20 y quiza sean ambas igualmente connaturales a · la tradi-
ci6n.
19 Ü, menos probablemente, una opini6n Sostertida por los oyentes.
20 De modo parecido, se puede comparar el metodo de la diatribe, en que
el orador pone palabras en · boca de un interlocutor imagirtario (E'(rcoL · ·av 'LLC:;,
o expresiones semejantes), con el metodo del dialogo filos6fico, en· el que los
interlocutores aparecen en persona.
394 LOS DICHOS

Mas difkil serfa encontrar un paralelo formal, incluso aproximado,


del otro dicho (v. 37). La expresi6n 6 A.6yoc; fonv Ö:AT)9tv6c; no se
parece en nada a los sin6pticos. Recuerda el maToc; 6 A.6yoc; y el
äv9pc.0mvoc; 6 A.6yoc; 21 de las epistolas pastorales. Wetstein cita nu-
merosos paralelos tomados de autores profanos griegos y latinos. Pode-
mos atribuir con cierta con:6anza la f6rmula introductoria de la cita al
evangelista mas bien que a la tradici6n. No serfa Heil encontrar otro
caso en que Jeuss cita expresamente un dicho corriente y lo acepta
como verdadero a su nivel con el fin de reinterpretarlo directamente en
un plano mas profundo; sin embargo, la suposici6n de que los hom-
bres acruan de hecho seglin maximas que son validas a su nivel y
de que tales maximas pueden aplicarse con sorprendente efecto a
la esfera espiritual 0 etica es el presupuesto de muchas parabolas 22 •
Esta expresado en la pregunta: Tl äcp' ECXUTWV oö Kp(vi:.Ti:. 'TO fö-
KCXLOV; que en Lc 12,57 introduce la parabola de aquel que se re-
concilia con su adversario antes de presentarse al juez. Esta impli-
cito siempre que Jesus cuenta un relato parab61ico y pregunta: n
5oKEL aOL; o cuanclo no se formula explicitamente la pregunta, pero
esta latente en el relato. Desde un punto de vista, podrfamos consi-
derar la maxima: Ö:AAoc; EaTLV 6 O'Tt:ElpU)V Kcxl Ö:AAoc; 6 Si:.p((,:0.)v,
como una parabola condensada o implicita, como muchos de los
Bildwörter de los evangelios sin6pticos 2.3. No es dificil imaginar el
tipo de relato en que pudo haber sido dramatizada la maxima, si
pensamos en parabolas como las de la cizafia y de los trabajadores de
la vifia. EI v. 38 scrfa entonces la ~~aplicad6m> de la parabola, analogo
a dichos como los de Lc 17,9; 16,8; Mc 13,35-36; Mt 24,44; 25,13.
Mirando asi, e1 dicho: «Üs he enviado a recoger una cosecha por la
que no habeis trabajado; otros trabajaron y vosotros habeis entrado
en su trabajm,, coincide con lo que es probablemente la forma man
primitiva de aplicaci6n de las parabolas evangelicas en que no es una
proposici6n universal, sino una aplicaci6n a personas concretas en
su sitm1.d6n partknlar 24 .
Pero debemos considerar mas detalladamente la forma de esta
proposici6n. Los crfticos de las formas han reconocido una clase de
«dichos en primera persona» 25 • Dado que el verbo Ö:TIEOTCXLAcx esta en
la primera persori.a del singular, el dicho cumple con un requisito para
ser admitido ·en esta clase: es semejante a Mt 10,16a (Lc 10,3 ); Mc 1,17;
Lc 10,19-20. Corno estos, habla de una relaci6n entre Jesus y sus
disdpulos y es, por tanto, un «dicho en segunda persona» no menos
que un «dicho en primera persona»; si adoptamos este principio de
21 As! D y algunos mss. latinos en 1 Tim 3,1, probablemente con raz6n.
22 Cf. Parables of the Kingdom (Nisbet 1961) 9-11; (Collins 1961) 19-21.
23 Cf. Las Parabolas del Reino (Cristiandad, Madrid 1974) 25-26.
24 Sobre las parabolas y su aplicaci6n cf. Las Parabolas del Reino, 34-39.
llOss.
25 Cf. R. Bultmann, Geschichte der synoptischen Tradition, 161-176. Las
opiniones de Bultmann sobre los Ich-worte son en gran parte subjetivas y ar-
bitrarias.
SECUENCIAS DE DICH OS 395

dasificaci6n, el v. 38b es simplemente un «dicho en segunda persona


del plural». Dichos de forma similar relativos a la situaci6n, misi6n o
destino de los disdpulos no son en absoluto raros en los sin6pticos
{si bien son mas numerosos en el cuarto Evangelio) y estan caracteri-
zados por la misma mezcla de expresiones figuradas y directas que en-
contramos aquf: Si::p(l:EtV es una expresi6n totalmente figurada, pero
Komäv, K6voc; son terminos igualmente apropiados para describir
el trabajo agrkola y el trabajo de evangelizaci6n (cf. Gal 4,11; Flp
2,16 y passim en Pablo). Comparemos los dichos siguientes 26 :
Lc 10,3 (Mt 10,16): chtOOTEAACil uµäc; 6c; dpvo:c; EV µfocp AUKCilV.
Mc 1,17: TIOlTJOCil uµäc; yevfoSm O:A.te'lc; av9pc.0rcc.:>v.
(Lc 5,10: cXTIO TOU vGv av9pc.0rcou<; fon ~c.:>yp&v).
Lc 10,23s (Mt 13,16s): µo:Kaptot ol Ö<(>So:Aµol ol ßMrcovi:ec; ä: ßMrcei:e K.-r.A..
Lc 22,28: uµe'lc; EOTE ol ßto:µeµEVT]K6TE<; µei:' EµoG EV -rote; TIElpo:oµotc; µou.
Mt 5,13: uµet<; EoTE TO äA.o:<; i:Ji<; yJic;.
Mt 5,14: uµe'l<; EOTE TO <(>&<; TOÜ K6oµou.
Lc 22,31: U>ou ö oo:i:o:vä<; Et:!lTTJOo:TO uµä<; TOÜ OlVlcXOo:l uµäc; 6c; TOV OlTOV.

Ninguno de estos dichos tiene una forma exactamente igual a la de


Jn 4,38; ninguno de ellos pudo servir de modelo a este Ultimo; sin
embargo, sf demuestran que los «dichos en segunda persona del plural»
estan firmemente arraigados en la tradici6n y que comparten todos una
derta perspectiva y espfritu comiln que los caracterizan como una
clase reconocible, en la cual ·encaja perfectamente el dicho joaneo, si
bien su contenido e intenci6n no son idcnticos con nada de lo que
podamos encontrar en los sin6pticos.
Parece, pues, que este tercer dicho de nuestra secuencia, aun
cuando no tiene ninglin paralelo formal estrecho en los otros evange-
lios (contrariamente a lo que ocurrfa con el primero de la serie), tie-
ne, sin embargo, sutiles contactos con las formas sin6pticas, que hacen
crefble que tuviera un origen tradicional.

No podemos hablar con la misma confianza del dicho b). En su


estado actual, · 1a expresi6n joanea: i::tc; C:wiJv a:k.0vtov, lo descalifica
de la categorfa de declaraciones autenticamente patab6licas y la ex-
presi6n: «para que se alegren juntos» ('lva: 6µoü xa(pn, donde 6µoü
es peculiar de Juan, si bien este detalle puede ser fortuito) es muy
pr6xima a referencias a la alegria de los disdpulos como las que en-
contramos en 14,28; 16,22; 20,20 (el verbo); 15,11; 16,20-27; 17,13
(el sustantivo xap6:). Podemos considerar toda la frase como un co-
mentario ulterior del evangelista sobre el dicho del v. 35. Sin embar-
go, la situaci6.n presupuesta no es precisamente la misma (como ya he
hecho notar): en el v. 35 los campos estan listos para la siega, en el
26 He incluido aqui s61o afirmaciones relativas a los disdpulos en su si-
tuaci6n hist6rica, omitiendo tanto predicciones escatol6gicas sobre su destino
futuro, que estan a otro nivel, como el extenso conjunto de preceptos para
su comportamiento.
396 LOS DICHOS

v. 36 estamos en pleno proceso de siega (o, quiza, la siega ha termi-


naqo), La frase no es, pues, un comentario muy adecuado al v. 35.
Por otra parte, si prescindimos de la expresi6n Eie; C:w~v alc0vwv,
(en cuanto tomentario exegetico; cf. 12,25), el v. 36 podrfa ser la
descripci6n de una situaci6n · t1pica de la vida real, muy en conso1ian-
cia con el espfritu de las parabolas sin6pticas: el agricultor ha encon-
trado agosteros para la siega; estos, tras realizat su trabajo, reciben
su salario y todos los trabajadores, hayan sido o no contratados para
la siega, ·participan en la alegrfa general. EI espfritu del dicho serfa
el mismo que en Sal 125,5: ot OTCE(povrcc; EV .o6:Kpuow EV O:yaA.-
ALcXOEL 9EplOÜOLV; la ilnica diferencia serfa que en nuestro caso. el
trabajo de la siembra y la satisfacci6n de 1a siega, que en el s~lm9 son
serttidos .pot las mismas personas, estan repartidos entre sembrador
y segadör como petsonajes distintos. La idea de «la alegrfa de ·la
siega» es, en todo caso, muy natur.al y muy biblica, y se nia:ntiene
por __ sf :mla, sin el apoyo de la ·concepci6n e'spedficatnehte joanea de
la al~grfa de 1os äisdpttlOs por la reuni6n con su Sefior. :· ' ·
Seglin esta opini6n, el v. 36 habrfa sido originalmente, no la con-
secuencia del v. 35, como aparece en Juan, sino una descripci6n pa-
ralela de una situaci6n esencialmente identica desde uh punto de vista
ligeramente diferente. Las expresiones: AEUKa( ELOLV ( at x&pm)
Trpoc; 9EpLaµ6v y T]ori 6 9Ep(C:wv A.aµß6:va i:ov µLa96v corres-
.pohdedaJJ al marcano Eu9uc; aTCoai:E.AA.EL i:o opE.TCavov ön TCapE.o-
1:YJKEV 6 9EpLaµ6c; (Mc 4,29) y, con imagenes diferentes, al lucano
f}öq E-rmµ6: fonv (Lc 14,17). La tradidon p:dml:tiva pudo muy bien
conservar un dicho como este; como en el caso de las parabolas sin6p-
ticas, no es ner.esario q11e pree11ntemos qm~ sienifir.an los diversos
elementos de la descripci6n: quien ·es el sembrador, quien el segador
y cufil su µL006c;.

EI resultado de esta larga discusi6n es, a mi JUlClO, una probabi-


lidad notable de que esta secuencia de dichos, que forma una perkopa
compacta inserta en un largo episodio de caracter diferente, fue to-
mada de una fuente tradicional que, aunque no era identica con la
tradid6n subyacente en los evangelios sin6pticos, tenfa afinidades su-
tiles pero reales con ella. Si aceptamos esta hip6tesis, merecera 1a
pena buscar el Sitz im Leben de tal tradici6n. En el puesto que ac-
tualtnente ocupa en el cuarto Evangelio, el contexto es sin duda el
de 1a Iglesia misionera comprometida en el · trabajo de evangelizaci6n
del mundo (simbolizado, en el dialogo principal, por la poblaci6n
e:i:cttanjera de Samarfa). Se ha pröpuesto con frecuencia que el relato
del ininisterio de Jesus en Samarfa, adoptado y elaborado aquf por
el cuarto evangelista, recibi6 su pfimera .forma en conexi6n con la
evangelizaci6n de ese distrito consignada en Hch 8. Es posible que
asf. fuera; pero, en cualquier caso; no existe ninguna conexi6n nece-
saria entre el ·pasaje · que estamos considerando y el episodio samari-
tano; ni Hch 8 proporciona un contexto plausible para estos dichos.
SECUENCIAS DE DICH OS 397

Cada uno de ellos puede mantenerse independientemente en un con-


texto propio.

a) EI dicho: «Mirad los campos: estan maduros para la siega»


·es, en cuanto al contenido, identico con el dicho sinoptico: «La mies
es en verdad abundante», si bien no es probable que uno se derivara
del otro. Sin embargo, si tomamos el v. 35 cömo un todo, veremos
que difiere de Mt 9,37 (Lc 10,2) en que contrapone explicitamente la
afirmacion de que la mies esta lista con la · creencia prevalente de que
dista mucho de estar lista, pues hay que esperar min un periodo lic
mitado (y quiza calculable). Ertcontramos un tratamiento igualmente
polemico del tema en Lc 17,20. Los fariseos piden una prediccion
de cuando se puede esperar que venga el reino de Dios. Jesus replica
(parafraseando): <~La venida del reino de Dios no es un acontecimien-
to que se puede determinar a base de observacion ( como los astrono-
mos determinan, mediante la observacion, cuando deben aparecer los
cuerpos celestes en sus estaciones); nunca podreis decir: «Mira, ahi
est:b 0 «miralo alli». Porque el reino de Dios esta EVTÜc; uµC>v>~.
Sea. cual sea la interpretacion acertada de esta expresion enigmatica 27 ,
ciertamente connota que el reino de Dios es, en alglin sentido, una
realidad presente y se opone a la creencia de que su venida es un acon-
tecimiento futuro, cuya fecha se podrfa llegar a predecir. A pesar de
las diferencias de detalle con el dicho joaneo, el contenido esencial
y el espfritu de los dos dichos son los mismos.
~Cual es, pues, la siLuaci6n en que era ncccsario afirmar esta con
viccion en contraste con las creencias dominantes? ~Era la situacion
contemplada, por ejemplo, en 2 Pe 3,4, cuando la gente se pregunta-
ba, melancolica o ironicamente, «~Donde esta la promesa de su ve-
nida?». Quiza; la respuesta que aqui se da, por muy diferente que sea
de 1a del pseudo-Pedro, serfa bastante apropiada: ni dentro de «mil
afios» ni tampoco dentro de «un dia», sino ahora es el tiempo en
que se esta segando la cosecha del SEfior. 0, qni7.a, pudo ser una si-
tuacion muy anterior, cuando la Iglesia primitiva aguardaba la re-
union de los elegidos para la segunda venida de Cristo, que -seglin
se suponfa- ocurrirfa pronto, y necesitaba ser alentada a acometer
la tarea de la evangelizacion sin demora. Es posible que en esta situa-
cion, mientras unos citaban el dicho: «No terminareis las ciudades de
27 Cf. mi comentario sobre el pasaje en Parables of the Kingdom (Nisbet
1961) 62-63; (Collins 1961) 64-65. Ahora me inclino en favor de la interpre-
taci6n propuesta por C. H. Roberts en «Harvard Theological Review» 41
( 1948) 1-8. EI autor esta de acuerdo en que la traducci6n «entre vosotros» no
tiene ninguna base, pero remite a pasajes que hacen pensar que el sentido de
Evroc; uµCiiv puede ser «a vuestro alcance» o «al alcance de vuestra manm>.
Esto darfa un sentido excelente. La venida del reino de Dios, lejos de ser un
acontecimiento remoto, es una realidad presente aqu1 y ahora. No hay que
«buscarlo» (rcapaTr]pi:.'lv) sino «recibirlo» (5Ef,acr8m -ri'jv ßaCTLA.c.(av -roü Sc.oü
wc; rcmOCov). En cualquier caso, EV-roc; uµwv EO'LLV es una afirmaci6n hecha
en presente, e interpretarla en el sentido de «el reino de Dios estara pronto
entre vosotros», como es la moda, es violentar el lenguaje.
398 LOS DICHOS

Israel antes de que el Hiijo del Hombre venga» o, en terminos mas


generales, se acordaban de que 6 Kmpoc; aüvEaTaAflEVO<; E.aT(v,
otros adudan el dicho de nuestro pasaje.
Sin embargo, hay muchos dichos en los sinopticos que parecen in-
dicar un contexto aun mas apropiado en el mismo ministerio de Je-
sus: dichos que declaran, en terminos diferentes y mediante muy di-
versos tipos de simbolismo, que la tan esperada crisis ha llegado por
fin: 'ITETIA.tjpcu'tm 6 Katp6c;. Hay demasiado de ellos y su natura-
leza es demasiado variada 28 para suponer con probabilidad que todos.
fueran acufiados por la lglesia primitiva en un perfodo en que era
necesario afirmar que la venida del Sefior no se podfa retrasar .mucho.
Por el contrario, hay razones solidas para pensar que muchos dichos.
y parabolas, que originalmente implicaban la inmediatez de la crisis.
escatologica, han quedado suavizados hasta convertirse en una pro-
mesa, o amenaza, de su inminente proximidad 29 • EI anuncio de que
la venida del reino de Dios habfa comenzado ya durante el ministerio
de Jesus, de que el banquete mesianico estaba ya preparado (Lc 14,17 ),
de que la mies del mundo aguardaba a los segadores (Mt 9,37) era
lo bastante sorprendente como para provocar escepticismo y duda por
parte de adversarios y amigos. Es en s! mismo probable que fuera
afirmado a veces en contraste explkito con la creencia corriente, si
bien ning6n dicho sinoptico, fuera de Lc 17 ,20, lo atestigua. Solo
Juan, al parecer, ha conservado un dicho que pone de relieve lo que
esta impllcito en los otros evangelios, y hay razones solidas para pen-
sar que tal dicho encaja ciertamente en una situacion del ministerio
historico de Jesus.

b) EI segundo dicho, como fue entendido en su contexto actual


por los lectores del tiempo, transmitirfa un mensaje oportuno para
los que esperaban demasiado ansiosamente una crisis futura. EI evan-
gelista les indica el exito de la mision gentil y les asegura: «Esta es
la mies del mundo: el Sefior sembro la semilla, nosotros, sus segui-
dores, estamos segando su cosecha y nuestro «salario» no lo recibi-
remos solo «en el cielm>: aqu! y ahora podemos participar en la ale-
grfa de nuestro Sefior>>.
Sin embargo, hemos encontrado razones serias para pensar que
tenemos aqu! una autentica parabola, ligeramente adaptada al servicio
de una interpretacion «alegorica». SegD.n los principios generales de
la interpretaci6n de parabolas, no es necesario que preguntemos que
significan 6 aTidpcuv, 6 8Ep((,;cuv y flLa96c;. Todos estos detalles con-
tribuyen a la descripcion de un unico cuadro: el del momento en que
el trabajo del afio ha llegado a su fin y todos los que han tomado par-
te en el _.:._incluso en aquellos estadios en que el trabajo pareda im-
productivo-- comparten el alegre sentimiento del esfuerzo recompen-
sado, cuando el empefio y la esperanza vacilante se han convertido
28 Cf. Las Parabolas del Reino (Cristiandad, Madrid 1974) 50-57.
29 Cf. Las Parabolas del Reino, 148-160.
SECUENCIAS DE DICH OS 399

en realidad. En este sentido, el dicho encajaria perfectamente en el


perfodo dcl ministcrio de Jesus cuando asocio a sus disdpulos a su
obra. Seglin Mateo y Lucas, se lamento de la escasez de trabajadores
para hacer fre11Le a uua cusecha iuespera<lameuLe gtau<le. Euviu, en-
tonc.cR, a l\118 dfacfpnloR 1 JoR c:uaJes voJvieron emodonadoR c:on eJ exi-
to de su misiun: U1tEaTpapav µETCx xapä:c; (Lc 10,17). El <licho
de Jn 4,36 encajaria maravillosamente en esta situacion: «Si, ale-
gremonos; la cosecha esta en plena marcha».

c) En el tercer dicho, la distincion entre sembrador y segador,


que, como he sugerido, en el v. 36 es meramente accidental al cua-
dro general, constituye el centro vital. Se aplicaria bastante bien a la
situaci6n de la Iglesia en el tiempo del evangelista. El exito de los mi-
sioneros cristianos en el mundo gentil era una ilustracion excepcional
de la maxima: «Uno siembra, otro siega». El trabajo preparatorio
habia sido realizado no solo por Pablo y otros pioneros, que tenfan
detras e1 trabajo del mismo Cristo y de sus inmediatos disdpulos,
i;ino tamhi~n por mc>dio dc> las sinagogas de la Diaspora. Y este evan-
gelista, que estaba convenddo de que existian «hijos' de Dios dis-
persos» por todo el mundo y de que Cristo tenia que hacer entrar
a ,~otras ovcjas~, quc no cran del rebafio judfo, tendrfa tambien pre-
sente la verdad de que la Palabra eterna habia sido sembrada en los
corazones de los hombreH antes de que estos oycran la prcdicacion
del evangelio. La siembra esLaba ya hecha; los misioneros ctistia-
nos segaban las mieses. Debia recordar siempre que cualquier exito
que consiguieran se debfa solo en una pequefia parte a sus propios
esfuerzos; otros han trabajado, ellos recogen el fruto de sus traba-
jos. Leido asi, el aoristo cX1tECTTELAa aludiria a una accion en el pa-
sado --el encargo hecho originalmente a la lglesia (representado en
este Evangelio pur 20,21)- y el perfecto ELCTE.AT]AUO'a-rE. a una acti-
vidad en el pasado que continua en el presente (el modo de accion
«puntilineal» ).
Con todo, nos podrfamos preguntar si no pudo existir un Sitz
im Leben adecuado de este dicho en una situacion anterior. He tra-
tado de demostrar que, aunque no hay un paralelo obvio o preciso
en los evangelios sinopticos, este dicho revela una correspondencia
natural con formas tradicionales. En los sinopticos, las parabolas y
dichos parabolicos reciben con cierta frecuencia un giro que los adap-
ta a la situaci6n de la historia de la Iglesia primitiva; sin embargo,
si los examinamos detalladamente, se puede demostrar que pertene-
dan originalmente a una situacion del ministerio de Jesus 30 • ~Pode­
mos encontrar una situacion .de este tipo para nuestro dicho? Debe
tratarse de una situacion en la que Jesus ha asociado ya a sus disdpu-
los a su obra, puesto que el aoristo cX1tEOTELAa es necesarfamente
retrospectivo (en contraposicion al cX1too-rE.A.A.cu de Jn 20,21), mien-
30 Cf. Las parabolas del Reino, capftulos IV y V y, para un tratamiento
completo, J. Jeremfas, Die Gleichnisse Jesu (2 1952) especialmente 16-81.
400 LOS DICHOS

tras que el perfecto ELOEA11A60ai:E implica que el trabajo continua,


Se ha de aceptar como uno de los elementos seguros de la tradicion
primaria el hecho de que en un momento de su ministerio Jesus en-
vio a sus disdpulos a predicar o, alternativamente, que, · durante un
perfodo, tales misiones formaban parte de su estrategia. EI dicho que
estamos considerando ahora encajai:fa bien en cualquier momento
despues de la primera mision. Pero la pregunta que hemos de respon-
der es: si los disdpulos son los segadores, (.quienes son los sembra-
dores? Parece que, en cuanto predecesores en el trabajo, solo los
profetas pueden ser tenidos en cuenta, oi rrpocp~i:m oi. rrpo üµl'>v
dice Mt 5,12 (Lc 6,23) 31 • En este. ultimo pasaje los profetas son
el modelo de la presentacion que los disdpulos deberan sufrir por leal-
tad a Cristo. En Mt 13,17 (Lc 10,24) se dice que los profetas de-
searon ver lo que estan viendo ahora los disdpulos. Y en nuestro pa-
saje, los disdpulos, que estan en la sucesion profetica de sufrimientos
por la buena causa y que poseen la realidad de lo que los profetas
poseyeron solo en esperanza, son tambien sucesores de los profetas
en su trabajo; y aqui tambien, mientras los profetas conocieron solo
la esperanza (la siembra), los disdpulos experimentan el cumplimien-
to (la siega): Juan completa una trfada.

La tradicion de la mision de los disdpulos atrajo hacia sf un nu-


mero · de dichos que la lglesia recordaba y conservaba porque . era
consciente de que tenfan una acuciante importancia para su propia
labor misioncra en el mundo. EI «discurso de la mision» sinoptico,
tanto en su forma mateana como lucana ( a ·pesar de sus diferencias.
sustanciales ), es ev1dentemente una compilaci6n de dichos que pudie-
ro.n ser pronunciados en una gran variedad de ocasiories. Si los dichos
joaneos de 4,35-38 hubieran sido incorporados a los <]llf' hiin rt>nninn
los sinopticos, los podrfamos leer como parte del discurso sin impre-
si6n alguna de incoherencia. Hagamos el experimento:
«(.No deds vosotros: Todavfa cuatro meses para la siega? Pue.s
yo os digo: levantad vuestros ojos y contemplad los campos como estan
madu:ros para la siega. La mies es abundante, pero los obreros po~
cos: Rogad al Sefior de la mies que envfe obreros a su mies. Id, yo
os envfo como corderos entre lobos„. Volvieron contentos diciendo:
Sefior, hasta los demonios se sometfan a nosotros en tu nombre. EI.
respondio: EI segador esta ya cobrando su salario de modo que seni-
brador y segador se alegran juntos. Pero no os alegreis de que los
espiritus se os sometan; alegraos mas bien de que vuestros nombr~s
estan escritos en el cielo. Uno siembra, otro siega; yo os envie a segar
una cosecha en la que no trabajasteis. Ottos trabajaron y vosotros
habeis entrado en su trabajo».
Podemos concluir confiadamente que estos dichos han sido toma-
dos del mismo deposito de tradici6n que los dichos similares de los
31 Quiz:i debedamos decir «los profetas hasta Juan» (cf. Lc 16,16).
SECUENCIAS DE DIC H OS 401

sin6pticos, si bien a traves de un canal diferente, y que pertenecen,


en Hneas generales, a la misma situaci6n del ministerio de Jesus. Juan
no parece ser consciente de la misi6n de los disdpulos en cuanto acon-
tecimiento hist6rico o, al menos, no esta interesado en ella; para el
hay solo una «misi6n»: el envfo final de 20,21. Pero, a pesar de todo,
ha tomado de la tradici6n comun algunos dichos que presuponen esa
misi6n, con lo cual confirma, incidental e independientemente, el re-
lato sin6ptico de que Jesus asoci6 sus disdpulos a su propia obta al
enviarlos a proclamar su mensaje al publico general.
V

PREDICCIONES

Los evangelios sin6pticos contienen un cuerpo considerable de


dichos en forma de predicciones de acontecimientos futuros, al estilo
de la profeda veterotestamentaria o de la apocaliptica judfa. En su
estado actual, algunos de ellos parecen hacer referencia a aconteci-
mientos que eran inminentes cuando los dichos fueron presuntamente
pronunciados, como el' destino del mismo Jesus, su traici6n por parte
de Judas, su negaci6n por Pedro, su abandono por parte de los Doce,
su pasi6n y su muerte. Otros parecen tener una perspectiva mas am-
plia, aunque se mantienen todavfa dentro de un marco hist6rico limi-
tado, como el asedio y toma de Jerusalen, la destrucci6n del templo,
la misi6n de la Iglesia a Israel y a los gentiles y la creciente inten-
sidad de la persecuci6n. Ottos desaffan, al parecer, todo intento de
colocarlos en una secuencia hist6rica inteligible y comparten el sabor
fantastico de la apocaliptica, como la inaudita tribulaci6n final, el de-
rrumbamiento del universo astral y la venida del Hijo del Hombre so-
bre las nubes. Ciertamente, no es f:icil determinar en cada caso en cual
de estas tres clases de predicciones se ha de colocar un dicho concteto:
asi pur ejemplu, si la tesLamacion Jel Lemplo ha Je considerarse como
la consecuencia hist6rica de su destrucci6n ,Pot los ejercitos de. Roma
o como un componente de la gran cX'ITOKO:TO:OTO:OL<; 'ITcXVTWV, o inclu-
so de otro modo distinto 1, y si la predicci6n de la entronizaci6n del
Hijo del Hombre a la derecha de Dios y de su venida con las nubcs
alude a realidades trans-hist6ricas o a un acontecimiento de un futuro
relativamente remoto , 0 ( como parecerfa desprenderse del cm' ä:pn
de Mateo y del cX'ITO TOÜ vüv de Lucas) si se refiere, mediante un sim-
bolismo criptico, a sucesos contempor:ineos o inminentes en el plano
hist6rico 2 •
Para lo que ahora nos interesa no es necesario decidir estas cues-
tiones, pero sera conveniente tenerlas presentes al considerar las pre-
dicciones del cuarto Evangelio. Estas son mucho menos numerosas
que las de los sin6pticos.
,. Faltan anuncios de desastres publicos y de
1 . Cf. Parables of the Kingdom (Nisbet 1961) 42-45, 53-55; (Collins 1961)
47-50. 56-58.
2 He tratado este punto en Parables of the Kingdom (Nisbet 1961) 68-84;
(Collins 1961) 69-83. Afirmo ahora mas enfaticamente la opini6n que propone
en la. primera edici6n de ese libro, a saber, que asi como en Daniel la victoria
del Hijo del Hombre es un simbolo visionario de un acontecimiento estricta-
mente hist6rico que se crefa inminente -la victoria de los judfos sobre el im-
perio seleucida-, asi en Mc 14,62 el mismo simbolo representa un aconteci-
miento inminente: la muerte y resurrecci6n de Jesus, concebida como su vin-
dicaci6n (cf. tambien J. A. T. Robinson, Jesus and His Coming, [1957]).
404 LOS DICHOS

catastrofes c6smicas. El unico acontecimierito futuro descrito con ras-


gos parecidos a los apocall:pticos es la resurrecci6n general de los
muertos, que esta predicha en terminos semejantes a los de la tradi-
ci6n judfa (excepto en que la llamada a resucitar proviene del mismo
Cristo) 3 (5,28-29). En ningun lugar de los sin6pticos se enuncia ex-
plkitamente esta doctrina, si bien esta impHcita en la escena del juicio
de Mt 25,31-46 y quiza en algunos otros pocos dichos. Las prediccio-
nes joaneas, a excepci6n de las que aluden claramente a acontecimien~
tos inminentes -la tradici6n de Judas, el abandono de los disdpu-
los y la negaci6n de Pedro, asf como la misma crucifixi6n de Jesus-:,
se dividen en dos grupos principales: 1) predicciones de 1a vuelta de
Cristo despues de su muerte (que corresponden, en Hneas genera1e's,
a las predicciones sin6pticas de su resurrecci6n y venida en gloria)
y 2) anuncios del destino futuro de sus seguidores. Comencemos por
el segundo grupo.

1) Los disdpulos y su futuro

En los evangelios sin6pticos hay un cuerpo amplio y bien elabo-


tado de predicciones relativas al porvenir de los seguidores de Jesus
despues de su muerte y resurreccion. Estan recogidas principalmente
en el «discurso de la misi6n» de Mt y en el «discurso escatol6gico» de
Mc 13 y paralelos. Se les predice que seran llevados a juicio, primero
ante tribunales eclesiasticos judfos y luego ante tribunales civiles.
El juicio terminara a veces con la pena de muerte. Pero les dara
la oportunidad de «dar testimonio» eficaz, para lo cual gozaran de la
ayu<la <lel füpfritu (o <le Crh;to mismo ). Entretanto, la propagaci6n
del evangelio ira progresando 1 hasta que se haya proclamado a todo
el mw1do. Entonces, la persecuci6n crecera en intensidad, habra apos-
lasfas y traiciones internas y la ruptura de los lazos familiares con-
ducira a la anarqufa general de la tribulaci6n final, que, sin embargo,
sera superada por los que aguanten hasta el hn. A partir de aquf, las
predicciones transcienden los Hmites de la historia imaginable y que-
dan absorbidos por las fantasfas apocaHpticas. Todo esto esta elabo-
rado en considerable detalle. La sospecha de que algunos de estos
detalles son ex eventu no carece de fundamento.
· 3 . Hay dos pasajes que, a primera vista, pueden presentar un cierto sabor
apocaHptico y que han sido interpretados ·como si afodiesen a acontecimientos
futuros posteriores a la muerte de Cristo: 1,51, que habla de los cielos abier-
tos y de angeles que suben y bajan, y 6,62, que habla .de la visi6n de Cristo
que asciende. Pero un examen mas detallado muestra que el primero, con su
referencia a Gn 28,12, no tiene nada que ver con visiones apocaHpticas de fu-
turo; debe ser interpretado en relaci6n · con el ministerio encarnado del Logos
(cf. Interpretation, 228. 245-246); .y la av6:ßcxcrtc; de 6,62 se refiere a todo el
proceso que com1enza con .la ·pasi6n y muerte de Cristo y se consuma en su
resurrecci6n y en el don del Espfritu (el proceso que en otros pasajes esta
<lescrito con los verbos ulpcu6fivat, Bot;cxcr6fivm; cf. Interpretaci6n, 248-251,
440A42). .
PREDICCIONES 405

Las predicciones correspondientes del cuarto Evangelio estan con-


tenidas en el discurso de despedida. Comparativamente, tienen pro-
porciones modestas. Hay algunas que aluden tan claramente a la vida
interior del cristiano que es imposible ponerlas en relaci6n con un
acontecimiento concreto 4 : despues de la marcha de Cristo los disd-
pulos aprenderan a rezar en su nombre ( 16,26 ), tendran el «conoci-
miento» que es uni6n con Dios ( 14 ,20) y que les hara «vivir» en
el sentido pleno, y, finalmente, Cristo les llevara a donde el esta
(14,3) y les resucitara a la vida el ultimo dfa 6,39). Todo esto es ajeno
a la perspectiva sin6ptica y esta tan en consonancia con la teologfa
joanea que puede ser atribuido probablemente al evangelista, sea cual
sea el nucleo de tradici6n anterior, ahora irreconocible, que este con-
tenido en ello. Solo en un punto tiene el cuadro joaneo de la vida
cristiana despues de la resurrecci6n y vuelta de Cristo (es decir, de
la vida interior de la Iglesia) contacto con las predicciones sin6pticas:
en la promesa de la ayuda del Espiritu Santo. Pero trataremos de ello
despues de que hayamos considerado las pocas predicciones joaneas
que parecen apuntar a rasgos concretos de la esccna hist6rica.
En primer lugar, los disdpulos seran objeto de odio y persecu-
ci6n. En este punto, la terminologfa es de un caracter muy general:
µLoE'lv, ÖLWKELV, 9A.'lqnc;;, cXTIOKTELVELV, Öla TO övoµa. Todos estos
terminos son comunes a Juan y a los sin6pticos, como se podra ver por
el siguiente cuadro:

a) Jn 15,18: 6 K6oµo<; 6µ0:<; Mc 13,13: foe.o8E µLoouµEvoL 6rco


[l lr!FI m'.xvrwv
T.r r,,n: µo:KO:ptol foi:E öi:o;v
µLoT'JocuoLv 6µB:c; ot avepcurcoL

EI presente verbal de Juan quiere evidentemente aludir a un perfodo


que en la situaci6n dramatica es futuro, si bien para el evangelista y
sus lectores es presente. En el contexto joaneo la simple afirmaci6n
esta elaborada teol6gicamente: el mundo odia a los disdpulos porque
estos no son EK TOU K6aµou, sino que han sido sacados del mundo
por Cristo. EI prototipo de este odio es el odio contra el mismo Cris-
to. Este ultimo punto tiene un cierto contacto con un rasgo de las
predicciones sin6pticas: Mt 10,25: Et TOV olKobEOTIOLY]V Bi:.i:.A.i;;i:.~o6A.
ETIEK6:A.i:.aav, TI6a~ µö:A.A.ov wuc;; olKLaKouc;; aöwu. Esto queda
ilustrado por un dichb proverbial: «El esclavo no es mayor que su
amo», que reaparece a su debido tiempo en Jn 15,20.

b) Jn 15,20: 6µ0:<; OLwi:,ouoLv Lc 21,12: E.mßo:A.oOoLv E<f 6µ0:<; i:ac;


XE'lpa:<; o:ui:&'iv Ko:l füwi:,ouOLv
Mt 5,ll: µo:K6:pLOL EoTE ÖTO:V OVEL-
OLOCUOLV 6µB:c; Ko:l oLwi:,cuoLv

4 Sobre el significado de estos dichos cf. C. F. D. Moule, The Birth of


the New Testament (Black 1962) 98.
406 LOS DICHOS

En Juan este dicho es Otto ejemplo de la maxima «El esclavo es igual


a su amm>: Et EµE EölwE,cxv Kal uµac; füc0E,oumv, a lo que sigue
un ejemplo ulterior: Et -rov A6yov µou E-r~prioav [per impossibile! ],
Kal TOV uµE.-rcpov TYJP~OOUOLV, que va mas alla de lo implicado
por los sin6pticos.

c) Jn 16,33: gv i:Cf> K6oµG:l Mt 24,9: napa5wooUC1LV uµB:c; EL<;


8A.'i:ljJLV EXETE 8f-.Llj>LV
(presente en sentido futuro,
como arriba)

Cf. Mt 13,21: ycvoµE.vric; 8A[ljJEwc; ~ ÖLwyµoO Öla -rov A6yov.


En otros pasajes de los sin6pticos 8ALljJL<; designa la tribulaci6n final
anterior al fin del mundo.

d) Jn 16,2: EPXETat wpa m'ic; Mt 24,9: napa5wooUC1LV uµB:c; EL<;


Ö Cc11:0K1:ELVa<; uµac; 56:/;"[1 8ALlj>LV Kal Cc11:0K1:EVOÜC1LV uµfö;,
Ka-rpE[av npooqn~pELV i:Q Kal EC1E08E µtoo6µEVOL
8Ecj) (combinando los tres terminos:
OtWKElV, 8A.tlj>L<;, Cc11:0K1:ElVELV)

La idea de que los perseguidores realizan su detestable trabajo como


si fuera una obra piadosa puede probablemente reflejar la experien-
cia de la lglesia primitiva, pero el anuncio del martirio parece estar
firmemente enraizado en la tradici6n. Cf. Lc 21,16: 8cxva-rc0ooumv
E.E, üµwv Kal EoE08E µLoo6µEVOL UTIO TICxVTWV, y e1 dicho comun
(mn varifidont's insignificantes) a Mateo y a Lucas: [-L~ q.ioßsl:a8i::.
<XTIO TW\/ cXTIOKTf.\/VO\ITC0V TO crwµa (Mt 10,28; Lc 12,4).

e) Jn 15,21: i:aüi:o: mxvi:a (es Mc 13,13 (y paralelos en Mt y Lc):


decir, todo lo que implica EC1Eo8E µtoo6µEvot uno n6:vi:cuv
el odio y la persecuci6n) Öla 1:0 ovoµ6: µou.
11:0l~OOUC1LV El<; uµfä; 5,LÜ:
1:0 ovoµ6: µou.

EI modo como estos cuatro terminos aparecen en varias permuta-


ciones y combinaciones confirmaria la opini6n de que e1 cuarto evan-
gelista se basaba en recuerdos de los evangelios sin6pticos, pero seria
mas natural pensar que pertenecen a un nucleo de tradici6n comun
a todo y elaborado por cada uno segun su tendencia personal (por
los sin6pticos a la luz de la experiencia de la lglesia perseguida, por
Juan seglin sus intereses teol6gicos).
Aparte de estas predicciones muy generales de odio, persecuci6n
y martirio por el Nombre, Juan tiene un rasgo peculiar: la exclusi6n
de la sinagoga: cXTIOOUvayc0youc; TIOL~OOUOL\/ uµac; ( 16,2). La pa-
labra cXTioouv6:ywyoc; no se encuentra en los otros evangelios y de
hecho es peculiar de Juan entre los escritores del N.uevo Testamento.
Pero el mismo sentido se pretende probablemente en Lc 6,22: µa-
PREDICCIONES 407

KapLO( Eo'tE ö-rav µLO·~ac.:>oLv uµac; oi äv8pc.:>'ITOL Kal ö-rav


acpop(o(J)OLV öµö:c;. Esta excluida toda dependencia de Juan con res-
pecto a Lucas, pero parece que, en la tradici6n seguida por ambos, se
prededa a los disdpulos un futuro de excomuni6n de la sinagoga. En
otros lugares de los sin6pticos, los seguidores de Cristo seran condu-
cidos a las sinagogas (Lc 21,12) o a los tribunales judfos (ouvE.f>pLa:
Mc 13,9; Mt 10,7 y seran azotados en las sinagogas (:::tc; ouvay(,)yac;
oap~orn8E: Mc 13,9; EV -ra'i:c; ouvay(,)ya'i:c; au-r&'>v µaonyc.0-
00UOLV öµö:c;: Mt 10,17). Tenemos ejemplos de este procedimiento
en la lglesia primitiva (Hch 4,5ss; 5,21ss.40; 2 Cor 11,24), pero no
parece, por cuanto podemos deducir de los textos, que ni los doce ni
Pablo ni ninglin otro cristiano judfo se consideraban excluidos de la
comunidad judfa o del culto de la sinagoga. Sin embargo, debemos
concluir, segun parece, que esta perspectiva de exclusi6n que amena-
zaba a los cristianos de origen judfo debi6 entrar bastante pronto
en la tradici6n subyacente, al menos, en Lucas y Juan. Este Ultimo
crefa de hecho que la amenaza de excomuni6n era una realidad y que
fue llevada a la practica incluso durante el ministerio hist6rico de
Jesus (Jn 9,22.34; 12,42). Quiza no tengamos suficiente evidencia
para decidir si esto es o no una retrotracci6n de condiciones posterio-
res, pero 16,2 implica, mas bien, que la exclusi6n no amenazaba a
los seguidores de Cristo durante su ministerio, sino que se dejarfa sen-
tir en las persecuciones que iban a seguir a su muerte.
Pasemos ahora a otro punto. En las predicciones sin6pticas de per-
secuci6n, la detenci6n y juicio de los cristianos son oportunidades de
«testimonio» y se les promete que, al darlo, recibiran la ayuda del
Espfritu Santo. Las expresiones empleadas varfan considerablemente,
como se podra ver por el siguiente cuadro:

A. Mt 10,17-20 B. Mc 13,9-11
(Los cristianos seran llevados a juicio) (Los cristianos seran llevados a juicio)
s::l<; µapTUplOV CXUTOL<; KCXL TOL<; e8- d<; µapT6pLOv cxöw'l<; ... Kat ÖTcxv
VEOLV. ÖTav f>f. 1Tapa5WCJlV Oµä<; äycucnv OµCX<; TCCXpcxfü!)QvrE<; µT]
µT] µepLµvf]o:rii:e TCW<; 11 Tl A.cxA.ft- rrpoµeptµvföe T{ A.a/...fto.11TE, d:A.A.' o
CH]TE' oö yO:p üµe'l<; EaTE oi. A.cx- EO:v ooSfi üµ'lv EV EKELV!] 'TI &pq.
A.oüvrE<; a/...A.0: '[Q 1TVEܵcx TOU wfüo A.aA.e'LTe· oö yap EOTE üµe'l<;
TCmpo<; üµ&v To A.cxA.oüv EV üµ'lv. oi. A.cxA.oüvrE<; &A.A.a To TCVeüµa To
äyLOV.

C. Lc 12,11-12 D. Lc 21,13-15
(Sin menci6n de µcxpT6pLOV) ÖTcxv cX"TtoßftoEText üµ'lv d<; µapT6pLOV.
f>E. doq>EpcuoLv oµä<; E'Ttl Ta<; ou- BETE oöv EV TCXL<; KC:Xpf>lm<; oµ&v
vaycuya<; KCXL TeX<; apxa<; KCXL TeX<; µTj TCpoµEAETCXV ÜTCOAOYTJ8fivm·
E~ouolcx<; µTj µEpLµvf]m']TE TCW<; 11 Eycii yap f>Wocu oµ'lv OT6µcx K<Xl
Tl cX'TtOAOYTtOTJ08E 11 TL El'TtTJTE' '[Q OO<jl(CXV fj OU f>UVl'jOOVTO:t cXVTlOTfj-
yap äyLOV TCVEܵcx. füM:~EL oµä<; Vat 11 Ü.VTEl'TtELV lX'TtavrE<; oi. &vrt
EV aÖTTI 'TI &pQ. ä: f>E'l dTCELV. KELµEVOl oµtv.
408 LOS DICHOS

EI mero hecho de que 'Lucas reproduzca dos versiones sensible-


mente diferentes de lo que sustancialmente es el mismo dicho demues-
tra que ilos encontramos ante formas precan6nicas variantes de la
misma tradici6n. Mas mm, hay razones s6lidas para creer que en
10,17-42, o al menos en algunas partes de esta secci6n, Mateo esta
siguiendo una tradici6n independiente de Mc 13. Estamos justificados
a concluir que la llamada dirigida a los cristianos a <<dar testimonio»
de Cristo eil los tribunales de justicia y la promesa de que recibiran
ayuda en ese momento estaban tan profundamente enraizadas en la
tradici6n oral que aparedan en diversas ramas de tal tradici6n en for-
mas ligeramente diferentes.
Observamos ahora que en Juan hay huellas de la misma secuencia
de ideas. En 15,18ss, despues de un largo pasaje sobre odio y perse-
cuci6n (El 6 K6oµoc; uµac; µLOEL, YLVWOKE"tE ön E.µE. 1tplhov
uµl'>v µcµLOTJKEV ... EL E.µE. E5l0.)E,a:v Kal uµac; OLC0E,ouoLV ... µE-
µLo~KO:OLV Ka:l E.µE. Ka:l -rov 'ltO:"tEpa: µou ... ), encontramos un tex-
to que emplea terminos parecidos a los que hemos observado en los
cuatro pasajes sin6pticos: "tO 'ltVEuµa,... µa:pwp~OEL Kal uµdc;
µa:p-rupEhE. Se puede decir que esta forma de afirmaci6n combina
las ideas de A y B, por una parte (que el Espfritu hablara por los dis-
dpulos ), y la de C, por otra (que el Espfritu les enseiiara lo que han
de decir) 5; en ambos casos, la persecuci6n a que los disdpulos estan
sometidos les da la oportunidad de «dar testimonio». EI discurso joa-
neo prosigue luego con los temas de la excomuni6n y el martirio,
que, como hemos visto, estan intimamente relacionados en la tradi-
d6n con los temas del testimonio y del Espfritu. Es verdad, natural
mente, que todos estos tcmas han sido claborados de Uli modo espe-
dficamente joaneo; especialmente, el Espfritu recibe el titulo de TI:a:-
p6:KAY)'r0<;, que, con toda probabilidad, es una contribuci6n original
del evangelista. Pero es un tfrulo que describe exactamente la funci6n
del Espfritu en los pasajes sin6pticos, la de aconsejar y defender, fun-
ci6n que esta elaborada en el · pasaje marcadamente joaneo que sigue
(16,8-11). Aqui el Espfritu desempeiia el papel de «abogado»: inte-
rroga a1 adversario y expone la falsedad de sus pretensiones ( EAEyE,EL
-rov K6oµov). S6lo que ahora parece que la Iglesia ha pasado a la
ofensiva y el Espfritu es el fiscal. Los juicios de los cristianos ante
tribunales judfos y paganos se han convertido en una escena de jui-
cio en la que las partes son el mundo y la Iglesia con el Espititu San-
to por abogado. Todo este pasaje constituye uno de los ejemplos mas
impresionantes de la exposici6n joanea de ideas teol6gicas, pero tiene
como centro una secuencia de temas relacionados, punto tras punto,
con secuencias similares de los sin6pticos, aunque nunca tan intima-
mente como para hacer de la dependencia literaria la hip6tesis mas
probable. Corno hemos visto, hay razones s6lidas para creer que los
5 EI punto de vista representado por D tiene un paralelo un tanto . re-
moto en la aparente equiparaci6n de la venida del Paraclito con el retorno del
mismo Cristo (Jn 14,16-18).
PREDICCIONES 409

mismos sinopticos han utilizado formas variantes de la tradicion oral


que cubria los mismos temas. Es una conclusion muy probable que
Juan conoda otra de estas formas variantes de la tradicion.
Si aceptamos esta hipotesis, podemos preguntarnos si hay algu-
nos indicios que apunten hacia el Sitz im Leben en que tales dichos
pudieron recibir la forma en que fueron transmitidos. En los sinopti-
cos es bastante claro que (sean cuales sean los dichos originales que
se puedan encontrar en la base) las predicciones presuponen aconteci-
mientos y condiciones que pertenecen al periodo entre la muerte de
Cristo y la Guerra Judia: especialmente, el vigoroso avance de la mi-
sion gentil y los juicios de confesores y martires cristianos ante tribu-
nales tanto romanos como judios. En el cuarto Evangelio, a los segui-
dores de Cristo se les amenaza con la excomunion de la sinagoga, una
amenaza que solo podia ser tal para cristianos judios. Estos pueden
tener que afrontar el martirio, pero se trata claramente de un martirio
a manos de sus correligionarios judios, ya que los perseguidores creen
estar haciendo un servicio a Dios. No hay ninguna referencia a per-
secuciones por parte de las autoridades paganas. Es verdad que hay
una controversia a gran escala entre la Iglesia y «el mundo», pero
aqui la Iglesia esta a la ofensiva. Solo en este sentido se puede decir
que ·hay una referencia a la mision gentil, tal como la encontramos
en las predicciones sinopticas. Esto no se debe ciertamente a que nues-
tro evangelista no estuviera interesado en el atractivo universal del
evangelio: creia que habia ovejas del rebaiio de Cristo que debian ser
reunidas, las cuales no pertenedah al redil judio, y que uno <le lus
efectos de la muerte de Cristo seria la reunion de los hijos dispersos
de Dias y 1a atraccion de toda la humanidad a eI. Mas min, el cuarto
evangelista demuestra especial interes por la evangelizacion de los sa-
maritanos, comu reptesenLantes del mundo gentil. Si la tradicion que
siguio hubiera contenido predicciones como las de Mc 13,10; Mt 24,14
y Lc 24,47 (combinada con el tema del testimonio: v. 48) o manda-
micntos como los de Mt 28,19, no pareoe haber motivo para que las
hubiera omitido. Los argumentos e silentio son notablemente preca-
rios, pero es razonable decir que no hay nada que sugiera que la
tradicion seguida por el cuarto evangelista en las predicciones del
futuro de los disdpulos se formo en un ambiente distinto del de la
comunidad judeo-cristiana, absorbida en la tarea de dar testimonio
ante sus correligionarios judfos y horrorizada, despues del martirio,
por la exclusion de la mancomunidad de Israel. Este pareceria ser un
Sitz im Leben.

2) La muerte de Cristo y su consecuencia

EI cuarto Evangelio, lo mismo que los otros, contiene prediccio-


nes de la muerte de Jesus y de sus consecuencias, pero estan vaciadas
en moldes diferentes. Se encuentran en los discursos de despedida.
410 LOS DICHOS

La primera parte de los discursos, el gran dialogo que va de 13 ,31


.a 14 ,31, esta invadida y dominada por el tema de la partida y de la
vuelta. Este tema esta presentado en lenguaje caracteristicamente joa-
neo y entretejido con ideas especificamente joaneas. En ninguna otra
parte es quiza mas dificil establecer una relaci6n directa entre Juan
y los sin6pticos. En ninguna otra parte hay menos fundamento para
deducir una dependencia literaria. Sin embargo, puede merecer la pena
intentar una comparaci6n. Para ello sera necesario analizar primero
las predicciones sin6pticas.
Estas se dividen en dos grupos. EI primero esta formulado en ter-
minos de muerte y resurrecci6n al tercer dia o despues de tres dias;
el segundo en terminos apocallpticos de la venida del Hijo de hom-
bre al final de los tiempos. As1, en Mc 8,31 y paralelos tenemos la
secuencia: sufrimientos, muerte, resurrecci6n; pero en Mc 8,38 se
nos habla de la venida del Hijo de hombre ( ö-rav EA.8n EV -rfi ö6E,n;
Mt 16,27 es mas expllcito: µtA.A.a 0 utoc; 1:00 av8pwTIOU Epxrn-
8m EV Tfi ö6E,n ). De nuevo, en Mc 10 ,34 y paralelos encontramos
la misma secuencia: sufrimientos, muerte, resurrecci6n; pero en
Mc 10,37 los hijos de Zebedeo piden lugares de honor EV -rfi ME,n oou
(en vez de lo cual Mt 20,21 dice: EV -rfi ßaoLAELCC: oou); nada del
pasaje precedente ha preparado al lector para la firme pero inexplica-
ble suposici6n de que Cristo sera entronizado en gloria. Se nos ha
dicho solo que resucitara de nuevo. Esto es aun mas sorprendente
si consideramos que en el contexto inmediato del v. 37 hay una alu-
si6n velada pero inconfundible a la muerte de Jesus ( su (/.caliz~, y
"<'<bautismm> del v. 39) y ninguna alusi6n a su resurrecci6n. En nin-
guno de los pasajes que predicen la resurrecci6.n hay referenda alguna
a 1a parusia y, a la inversa, en las predicciones de la venida del Hijo
de hombre no hay ninguna referencia a la resurreccion (cf., ademas
de los pasajes ya citados, Mc 13,26.35; Mt 25,31, etc.). Esto es especial-
mente llamativo en Mc 14,62 (y el paralelo de Mateo ), donde Jesus,
con la perspectiva de una muerte inmediata, no habla de resurrecci6n,
sino de la venida con nubes.
No hay, pues, ningun pasaje en que las predicciones sin6pticas
sigan la secuencia: sufrimientos, muerte, resurrecci6n, parusia. Hasta
aqu1, estos fen6menos estarfan en consonancia con la opini6n de que
Jesus habl6 en terminos vagos y generales, sugerentes mas bien que
precisos, empleando diversas imagenes, al referirse a una renovaci6n de
la vida y de la actividad en un plano superior despues de la muerte,
y que estos terminos fueron entendidos unas veces como referidos a
un retorno de la tumba a los suyos y a una restauraci6n de la comu-
ni6n con ellos en la tierra y otras se aplicaron a una consumaci6n
final mas alla de la historia; es decir, que la resurrecci6n y la parusia
so.n, en estas predicciones, aspectos diferentes de la misma realidad 6 •
Esta opini6n podria encontrar confirmaci6n en el hecho de que
algunos terminos y simbolos parecen estar usados unas veces en pasa-
6 Cf. Parables of the Kingdom (Nisbet 1961) 74-77 (Collins 1961) 74-76.
PREDICCIONES 411

jes relativos y a la resurrecci6n y otras en textos referentes a la paru-


sia. Asi, Cristo sera «visto» vivo despues de la muerte. En Mc 16,6-7
esto esta asociado con la resurrecci6n: TjyE.p0fJ... Tipoayu uµä:<; el<;
'TTJV rai\.Li\.a(av· EKEL aÖTOV Ö4Jrn0E. En Mc 14,62 esta puesto en
relaci6n con la parusia: Ö4Jrn0'e TOV ulov TOU av0pc.0TIOU ... Epx6-
µevov µeTO: TC0V Veq>ei\.&v TOU oupavoü• Öl!JOVTaL TOV ulov 'TOU
av0pi:.0TIOU EPXO[lEVOV EV Veq>Ei\.m<; µna 5uvaµec.:><; 'TtOAA~<; Kai
f>6E,fJ<;.
De modo parecido, los disdpulos «comeran y beberan» con Cris-
to despues de 1a muerte de este. En Lc 22,28-30, ÖlaTt0eµm uµ'lv ...
i'.va E:o0YJTE Kal TitVfJTE ETil T~<; TpaTIEsYJ<; µou EV 'Tfi ßaoLAEL\X
µou, esta asociada con la parusia (implkita en el termino ßaoLi\.eta).
Mateo (que no habla aquf de comer y beber a la mesa de Cristo) situa
la escena explkitamente EV Tfi 'TtaALYYEVEO(\X (19,28). Por otra par-
te; en Hch 10,41, Pedro dice: ouvecpayoµev Kal ouveTI(oµev auTCl>
µe'TO: TO avaoT~vm auTov EK VeKpC0v. Hay una cierta equivalencia
entre EV Tft ßaOLAEl\X y µeTcX TO avaoT~VaL. En Mt 26,29' al
dar 1a copa a los disdpulos, Jesus habla del dfa ÖTav aÖTo TI(Vc.:>
µe0' uµC0v KaLVOV EV Tft ßaoLAEl\X 'TOU 'TtaTp6<; µou, es decir,
un dfa mas alla de 1a historia. Pero en Ap 3,20 Cristo glorificado
dice: EoTYJKa brl TTJV 06pav ... ECxV n<; ... avo(f,n TTJV 06pav ...
Öemvi]oc.:> µe'T' auTou, Kal auTo<; µn' Eµou. Es 'decir, la comen-
salidad de Cristo y sus disdpulos no se sima en el perfodo limitado
que sigue a la resurrecci6n ni en la TiaALYYEVEO(a o «dfa del Hijo
de hombre», sit10 que perte11ece a la experier1da continua de la Iglc-
sia en la tierra. y esto es tanto mas llamativo cuanto que este libro
es totalmente apocallptko y que la expresion «a la puerta» es en
Mc 13,29 una expresi6n que designa la proximidad de la parusia.
Una vez mas, en Mc 13,27 uno de los rasgos de la venida del Hijo
de hombre es la reuni6n de los elegidos: Emouvaf,EL 1:0u<; EKAEK-
TOU<;. De modo semejante, en 2 Tes 2,1 la Emouvayc.:>y~ de los cris-
tianos es un elemento de la Tiapoua[a TOÜ Kup(ou. Pero en Mt 18,20
la Iglesia terrena se constituye alH oo elOLV 560 ~ Tpe'l<; OUVYJY[lEVOL
el<; TO Eµov övoµa, porque ahl encontraran la presencia del Sefior,
que esta «con ellos» (µe0' uµC0v), no al final de los tiempos, sino
durante todo el perfodo EU><; T~<; OUVTEAE(a<; 1:00 ai.C0vo<;. Segiln
esto, el termino «reunion» ( Emouvayc.:>y~) designa tanto la reuni6n
final de los elegidos como las asambleas regulares de una comunidad
local (Heb 10,25) reunidas «en el nombre del Sefior Jesus» (1 Cor 5,4) 7 •
Finalmente, incluso la investidura de Cristo con soberanfa universal,
que generalmente esta asociada con su venida al final de los tiempos
(por ejemplo, Mt 25,31; 13,41), puede aparecer relacionada con su
resurrecci6n. As!, en Mt 28 el anuncio (v. 7) TjyE.p0YJ Ö:'Tto TC0v VE-

7 En Jn ll,52 la reuni6n de los hijos de Dios (!va Kal i:a 1:EKVa. 1:00
8EOÜ i:a förnKopmoµtva ouvayayn Eie; Ev) esta directamente conectada
con la muerte de Jesus. Se podrfa inferir una conexi6n semejante en 10,15-17,
aunque no es muy explkita.
412 LOS DICHOS

Kp&v Kal U'>ou 'Ttpo6::yEL 6µ6:c; Elc; T~V raA.LA.a(a.v· EKEL a.ÖTOV
ÖljJE09E, repetido luego como si lo hubiera pronunciado el mismo Je-
sus (v. 10): i'.va. cX'TtEA9C.UOLV EL<:; T~V raA.LA.a.(av KcXKEL µE ÖljJOVTa.L,
conduce a una escena en la que Jesus es investido de toda autoridad
en el cielo y en la tierra (vv .16-18). Se trata, de hecho, de una escena
de parusia, pero descrita en terminos de resurrecci6n, sin ninglin ras-
go apocall'.ptico: catastrofes c6smicas, luz sobrenatural (ö6E;a.), nubes,
angeles' etc.
Los pasajes arriba citados proceden de los evangelios y de otros
escritos primitivos; los dos grupos muestran igualmente que la mente
de la Iglesia oscilaba entre -o empleaba indiferentemente- dos
modos de concebir o, a1 menos, de presentar la verdad de la victoria
de Cristo sobre la muerte. Por una parte, se la concebfa como una res-
tauraci6n de la comuni6n entre Cristo y sus seguidores en un plano
teneno, por otra, en terminos de la OUVTEAELa TOÜ al&voc;. Estas
dos mentalidades estan reflejadas en formas variantes de predicci6n de
los evangelios sin6pticos. Es una hip6tesis razonable pensar que las
diferencias de la transmisi6n, que las hizo mas explkitas y precisas,
y que las declaraciones originales de Jesus, que fueron el punto de
partida de la tradicion, eran relativamente imprecisas e indiferenciadas.
Al volver ahora al cuarto Evangelio, lo primero que observamos
es que no resuena en el el lenguaje de las predicciones sin6pticas. Fal-
tan las palabras claves de los pasajes de resurrecci6n: 'Tta9E'lv, Ö:TI:OK-
TELVELV, (crTaupoOv), ä:va.crT~vm, E.yEp9Tjvm. Lo mismo ocurre con
la palabra TI:a.poucr(a y, aunque se usa libremente el termino EPXE0-
9m, esta disociado del simbolismo apocall'.ptico que lo acompaiia en
los sin6pticos: no se mencionan para nada las nubes, los angeles o un
trono; y la ö6E;a. que ya no representa un esplendor visible, cuasi-
ffsico, sino una idea profundamente teol6gica 8, no es objeto de pre-
dicci6n: Cristo esta ya glorificado. Hay incluso una cierta polemica
contra la idea de la parusia en cuanto acontecimiento c6smico: Cristo
no se manifestara a1 mundo, sino a los suyos ( 14,22); una vez que haya
abandonado el mundo para ir al Padre, el mundo ya no le vera (14,9),
en contraste con Mc 13,26: TOTE ÖljJOVTa.L Tov ui.ov TOÜ ä:v9pc.0'Ttou
E.pxoµEvov 9 • EI evangelista parece haber querido ofrecer una radical
s Cf. Interpretaci6n, 213-215.
9En el lamento por Jerusalen, Mt 23,37-39; Lc 13,34-35, Jesus declara:
oö µT] t&rrrE. µe d:rc' lipn Ecuc; dv ELTIJT]1:E" EöA.oy11µE.voc; ö Epx6µevoc; EV
6v6µcrn KUp[ou. En sv contexto lucano se podrfa interpretar como un anun-
cio de las aclamaciones con ocasi6n de la entrada triunfal en Jerusalen, pero
en el contexto mateano la entrada ha tenido ya lugar y parece imponerse una
interpretaci6n del dicho (en la intenci6n del evangelista) como predicci6n apo-
caHptica de una segunda venida a Jerusalen. En tal caso, ofrecerfa un parale-
lo parcial de Jn 14,19: ~n µLKpov Kai ö K6oµoc; µE oOKEn 0ecupei:, y po-
drfa quiza tener un transfondo tradicional comun. Pero, mientras el pasaje ma-
teano predice (si este es el sentido del dicho) una desaparici6n temporal de
Cristo con respecto a los no creyentes, que ira seguida (como se implica en la
oraci6n Ecuc; äv ... ) de su reaparici6n, Juan parece negar que los no creyentes
le volveran a ver; pues en contraste con la declaraci6n de los disdpulos: µLKpov
PREDICCIONES 413

reinterpretaci6n de las ideas escatol6gicas corrientes en la Iglesia de


su tiempo y que nos son conocidas en parte por los sin6pticos. Asl,
todo el cuerpo de predicciones ha sido remoldeado en terminos de teo-
logfa joanea. El concepto regulador es el de la partida y retorrto de
Cristo. Este «va al Padre» ('l'Cpoc; -rov 'l'Ca-rf.pcx 'l'Copc.6oµm: 14,12)
y «volvera otra vez» ( mxA.tv Epxoµm: 14,3 ). Pero la «venida» no
es la de una escatologfa tradicional: es una vuelta a los disdpulos que
por un tiempo han quedado «huerfanos»: OUK ä:cp~oc.u uµO:c; öpcpa-
vo6c;, Epxoµa:t 'l'Cpoc; uµO:c; (14,18). Todo el proceso esta, pues,
contemplado desde el punto de vista de los disdpulos (y del mismo
Cristo) y no desde el punto de vista de la historia mundana.
Sin embargo, el tema de «ir y volvet» no es totalmente ajeno a los
sin6pticos, aunque en. estos no constituye el marco de predicciones ·di-
rectas sobre la muerte de Cristo y sus consecuencias. Hay parabolas
que hablan de un amo que parte, dejando a sus siervos, y que luego
vuelve de 'nuevo. Los terminos usados son, en Mc 13,34-35, Ö:'fCOÖT]-
µoc;/Epxc.-rm, en Mt 25,14-19, Ö:'fCOÖl]µc7>v/Epxc.-rcxt, en Lc 19,12-15,
E'l'Copc.60l]/E'l'Ca:Vc.A.0c0v. En Juan los correlativos son: 'l'Copc.6oµcxt
(Ö'l'Cayc.u)/Epxoµa:t. Fuera cual fuera el punto de referencia original
de estas parabolas, su forma actual ha sido claramente remoldeada para
poder identificar al amo que parte y vuelve con el mismo Cristo. Se
pueden detectar estadios en este proceso de identificaci6n. Asi, en
Mc 13,35 la pregunta es: 'fC6-rE 6 K6ptoc; -rfjc; olK(cxc; EPXE"tcxt; pero
en la breve alusi6n a esta parabola en Mt 24,42 la pregunta es: "ltOL<;_X
f)µE.pi;_x 6 KUpLOc; uµc7>v EPXE"t<XL, De nuevo, en Mt 25,14ss se cuen-
ta la parabola de los talentos como si fuera un mero relato, sin indica-
ci6n explicita de la aplicaci6n que se desea darle, aunque la intenci6n
del evangelista queda suficientemente clara al situarla en un grupo de
parabolas y dichos que ilustran la naturaleza de la parusza futura y
al conectarla directamente con la advertencia: «Velad, porque no sa-
beis ni el dia ni la hora» (25,13 ). Implkitamente, los siervos de la
parabola son los disdpulos de Cristo y este es el amo que parte de
viaje para luego volver. Lucas ha indicado esta. misma intenci6n de un
modo diferente. Nos dice que Jesus cont6 la parabola porque la gerite
pensaba que el reino de Dios era inminente ( 19, 11); y ha ampliado
el simple äv0pc.u'l'Coc; Ö:1tOÖT]µc7>v hasta convertirlo en una afirmaci6n:
äv0pv.m6c; nc; c.öyc.vi]c; E'l'COpc.601'] c.lc; xwpav µaKpav A.af3c.i:v
Kal oÜKETl 9c.cupc.hE µc., que esta equilibrada con la promesa: 'TtCxALV µtKpov
Kal Ölj>Ecr9E µc., la declaraci6n a los no creyentes no contiene esa promesa (cf.
la declaraci6n: Ö'TtOU eyw l'.m6:ycu uµc.'lc; 00 Mvacr9E EA9ELV, dirigida sin
restricci6n a los «iudfos», 7,34; 8,21; 13,33, pero matizada, al ser dirigida a
los disdpulos, por la promesa: d:KoA.ou9i']crc.tc; BE Ü<YrEpov, 13,36). Esta en
consonancia con la misma tendencia el que la profeda de Zac 12,10, que en
Ap 1,7 esta aplicada a la parusia, en Jn 19,37 se afirme haber sido cumplida
t'!n la .crucifixi6n. Sin duda, Cristo sera «visto» en un cierto sentido el Ultimo
Dfa, cuando llame a los muertos, buenos y malos, de sus tumbas (5,28), pero
el· evangelista no parece querer admitir que Cristo sera visto por «el mundo»,
mientras este no crea, en un foturo previsible. Esto difiere de la opini6n de
los sin6pticos.
414 LOS DICHOS

Eau-r0 ßaOLAE(av Kai UTioo-rpE.t!Jm. La intenci6n aleg6rica es pa-


tente: el reino de Dios no aparecera inmediatamente; por el contra-
rio, Jesus debe hacer un largo viaje para recibir su reino; luego vol-
vera como rey (E'ITO:VEA8'ELV A.o:ß6v-ro: -r~v ßaOLAE(o:). Comenzando
con parabolas que, por su misma naturaleza, son sugerentes mas bien
que precisas y que son susceptibles de mas de una interpretaci6n, los
sin6pticos nos ofrecen predicciones no muy veladas de la parusia. La
simple idea que se encuentra en la raiz de todo ello es la de «ir
y volver». Encontramos la misma idea de Juan, tratado aqui no como
una predicci6n simb6lica de 1a parusia, sino como la aproximaci6n mas
cercana posible a la verdad esencial sobre la muerte de Cristo: es una
separaci6n temporal de los disdpulos que ira seguida de una reuni6n.
Asf es tambien en los sin6pticos; pero el caracter de la situaci6n como
la concibe Juan es notablemente diferente. En los sin6pticos los sier-
vos (los disdpulos o, mas propiamente, la Iglesia) esperan la vuelta
del Maestro con un cierto temor (cpoßEp6: nc; EKÖOX~ KpLOEc.:><;,
como dice Heb 10,27). En Juan la marcha del Seiior constituye una
gran triste7.a para los disdpulos y su vuelta no produce sino alegrfa.
Podemos atribuir confiadamente la elaboraci6n del tema al evangelis-
ta, al igual que la elaboraci6n del mismo tema en los sin6pticos
puede atribuirse a los evangelistas o, quiza, al drculo mas general en
que se configur6 su material. Pero el tema comun subyace en ambos.
No es justo decir ni que se referfa «originalmente» a la parusia y que
fue reintepretado por Juan ni que aludfa «originalmente» a la resurrec-
ci6n y fue transferido por los sin6pticos a la parusfa. EI punto de
partida serfa probablemente una declaraci6n oracular de Jesus que
pretendfa comunicar, quiza en terminos figlJ.rados, la seguridad de que
su muerte significaba solo una separaci6n temporal y que irfa seguida
de una restauraci6n de las rclacioncs con sus seguidores para pe:rma-
nente satisfacci6n de estos. Algunos vieron el cumplimiento en la
resurrecci6n, otros aguardaban la consumaci6n en la ouv-rf.A.Eta -roO
a:twvoc:;, y los dichos tradicionales recibieron divcrsas formas scgun
estas diversas interpretaciones. Se podrfa aiiadir que, aunque Juan
considera claramente la resurrecci6n de Cristo como su prometido re-
torno, el lenguaje que utiliza no conecta casi nunca la idea de la
vuelta con 1a resurrecci6n tan unfvocamente que no sea posible otra
interpretaci6n 10• Gran parte de todo ello es mas sugerente que preci-
so, y mas pr6ximo, quiza, de lo que se podrfa imaginar al caracter
general de la tradici6n mas antigua, a pesar de cualquier reelaboraci6n.

EI tema de la partida y la vuelta, que ha dominado el dialogo de


13,31-14,31, no aparece para nada en el capfrulo 15 ni en el 16
hasta despues del v. 4. Mas aun, este largo mon6logo, que se centra
en 1a vida de los cristianos despues de la resurrecci6n del Seiior y que
incluye predicciones de persecuci6n para ellos (que ya hemos consi-

10 Cf. Interpretaci6n, 395-397.


PREDICCIONES 415

derado), alude solo indirectamente a la muerte de Cristo (15,13). En


16,5 vuelve a aparecer el tema anterior con las palabras: vOv ÖTICxYUJ
1tpoc;; -rov irE.µtpav-ra µE, y verbos de «ir» (Ö:1tEA0~'.lv, iropw0fjvm)
( 16,7), que indican que se quiere llevar de nuevo al lector a la idea
de la muerte de Cristo, si bien co.n la notable diferencia de que no
se nos habla ya de su vuelta sino de la venida del Paraclito. En 16,10
la idea de la partida de Cristo esta asociada con la de su desaparici6n
de la escena humana: irpoc;; -rov 1taLEpa öirayUJ Kai oÖKE"tl 0EUJ-
pehE. µE. Y en 16,16 se reanuda brevemente el dialogo, despues del
largo mon6logo, con el caracterfstico dicho oracular: µLKpov Kai
oöKE.n 0EUJpE'l-rE. µE Ka:i iraA.Lv µLKpov Ka:i ÖLJ.lrn0E. µE. Los ver-
bos de «ver» predominan en los verskulos siguientes.
Hemos observado ya que tambien los sin6pticos contienen pre-
dicciones de que Cristo sera «visto» despues de su muerte. En Mc 16,7
el «ver» esta asociado con la resurrecci6n, en Mc 13,26 y Mt 16,28
con la parusia. En Juan el lenguaje empleado podia referirse en sf
inismo a cualquiera de las dos. La alusi6n a los dolores de parto en
16,21 podria ser interpretada como referida a las wölvEc;; o 1i,.;itr
tl~~r.ri,~, que aparecen en el Discurso Escatol6gico (Mc 13,3). P~ro
la alegrfa de la madre por el nacimiento de su hijo quiere claramente·
sugerir la alegrfa de los disdpulos por la vuelta del Sefior resucitado
(cf. 20,20) 11 • Esto queda confirmado por 14,21-22, donde Cristo se
«manifestata» (Eµcpa:v(oUJ Eµa:u-r6v) a sus seguidores, hecho que es.
explicado en terminos de su continua presencia con el creyente ( 14,23 ).
Se ha de notar que en 14,17 las dos proposiciones: µu(pov Ka:L
oö 0EUJpEhE. µE K.-r).... y ÖTiayUJ irpoc;; -rov Tia:-rE.pa: 12 (que po-
drfan implicar su correlativo 1tcXALV iipxoµm) han sido yuxtapuestas:
como declaraciones cdpticas u oraculares que requieren explicaci6n.
Esto serfa muy natural si el evangelista conoda una tradici6n que
transmitfa tales declaraciones ambiguas y era consciente de que reci-
bfan diversas interpretaciones. Su intenci6n es evidentemente fijar su
sentido en cuanto predicciones de la muerte y resurrecci6n de Cristo·
y no de una aparici6n apocalfptica al final de los tiempos. He tratado
de demostrar mas arriba que se pueden explicar razonablemente algu-
nos fen6menos de los evangelios sin6pticos mediante la hip6tesis de
que la tradici6n mas antigua contenfa predicciones en terminos vagos.
y genericos de la muerte de Jesus y de una vida y actividad renovadas
despues de su muerte, y de que estas predicciones fueron explicitadas.
en el curso del desarrollo de la tradici6n y se bifurcaron asf en dos di-
11 Cf. supra, pp. 368-372; Interpretaci6n, 397.
12 . A9 y el textus receptus leen las palabras ÖTL un:6:yw n:p<'><; TOV mrrE.pa
despues de C5t1>Ea8cf. µE en el v. 16; pero tales palabras no estan documentadas
en N BDW y otros textos mejores. Parecen haber sido insertadas por escribas
que suponfan que el v. 17 no hace sino repetir el v. 16, sin caer en la cuenta
de que la intenci6n del evangelista era resumir en una unica afirmaci6n los dos
modos de considerar la muerte de Cristo: como desaparici6n en 16,16 y como
partida en 13,31-14,31.
416 LOS DICHOS

recciones: predicciones de la resurrecci6n y de la parusia. Podemos


ver ahora que tambien el cuarto Evangelio contiene dichos oraculares
del mismo caracter ambiguo: «Me marcho y volvere» y «No me vereis
pnr nn ti~mpo, peto tne volveteis a vet». Las dos metaforas emplea<las
-partida y retorno, desaparici6n y reaparici6n- son lo mas simple
p11sihlt: y, pm st:r :sugt:1't:ULt::s !mb uleJ.l que explkitas, iiwitan a darlcs
un sentido mas espedfico, como de hecho parece que ocurri6 en las
vatias fotma:> de jJredicci6n que e11c011ttal'.l.1os en los sin6pticos. Si la
tradici6n transmiti6 un dicho como ÜTCaycu Ka:l TCcXALV Epxo[-Lm;
serfa facil comprender por que algunas parabolas que hablaban de una
marcha y un retorno -aunque no fuese este su rasgo dominante-
fueron aplicadas a la vuelta de Cristo despues de su muerte; y si la
tradici6n transmitfa un dicho como µLKpov Ka:l ouKETL 9EcupE'LTE
µE Ka:l · TCCxALV µLKp<'>v Ka:l ÖljJE09€. µE, serfa natural preguntarse
en que sentido alent6 Jesus a sus disdpulos a que esperasen verle de
nuevo; e igualmente natural que se dieran diferentes respuestas a
csta prcgunta a la luz de la subsiguiente experiencia y reflexi6n y que
tales respuestas entrasen a formar parte de diversas ramas de la
tradici6n. En una palabra, en mi opinion Juan se esta remontando
aquf a una forma muy primitiva de la tradici6n y la esta tomando
como punto <le pattida de su profunda reinterpretaci6n teol6gica; mas
aun, es probable que los dichos oraculares que consigna representen
autenticamente, en el conteni<lu si no en palabtas, lo que Jesus dijo
<le ht;!d1u a sus disdpulos y que se acerquen mas a cllu quc las prcdic-
ciones mas elaboradas y detalladas que nos ofrecen los sin6pticos.
RESUMEN Y CONCLUSION

Los. argumentos que hemos presentado nos han llevado a la con-


clusi6n de que tras el cuarto Evangelio subyace una antigua tradici6n
independiente de los otros evangelios, que merece ser considerada
seriamente en cuanto contribuci6n a nuestro conocimiertto de los
hechos hist6ricos relativos a Jesucristo. A mi juicio, tal conclusi6n
goza de un alto grado de probabilidad (la certeza es difkilmente al-
canzable en estas materias). Al valorar la evidencia en algunos puntos,
he tratado de distinguir diversos grados de probabilidad. Pero se ha
de notar que los argumentos son de convergencia y se apoyan red-
procamente. Naturalmente, una acumulaci6n de nieras posibilidades
no puede alcanzar nunca mas que una posibilidad final y la acumula-
ci6n. de probabilidades marginales nö tiene mucho l:nas valör. Pero si
se puede demostrar que los fen6menos que en un lugar apuntan hada
un modesto grado de probabilidad estan estrechamente relacionados o
sön i:J.otablemente analogos a fen6menos de otros pasajes en que el
grado de probabilidad es alto 1 el nivel resultante de probabilidad se
eleva; y en una estructura tan intimamente interrelacionada, incluso
las meras posibilidades pucden ndquirir (a veces) un asrwrtn cfüerente.
Mi intencloh ha sido construfr una estructura de este genero, npoyada,
en ~gunos puntos cruciales, por una evidencia que, a mi entender,
justifica conclusiones del mas alto grado de probabilidad alcanzable en
estas matetias, y entrelazada pm w1 sistema de correspondencias re-
dprocas. Sin duda, en este o aquel punto la fuerza del. argumento
puede quedar debilitada, pero creo que la estructura total constituye
una prueba formidable en favor de las conclusiones que he presen-
tado.
Se podrfa atacar el argumento si se adoptara una de las siguientes
hip6tesis: 1) que nuestro evangelista tenfa ante. sus ojos a Mateo,
Marcos, Lucas y quiza Hechos 1 y que hizo un mosaico de todos ellos.
Esta hip6tesis es demasiado improbable para defenderla seriamente,
si bien algunos autores que hablan vagamente de una dependencia de
J uan. con respecto a los sin6pticos dai:J. la impresi6.n de estar implicado
algo de este tipo; 2) que se habfa familiarizado tan !ntimamente con
los evangelios anteriores a el (y quiza con Hechos) que, mientras com-
ponfa su obra, le venian espontaneamente a la mente recuerdos de todos
ellos. No encuentro ninglln modo de refutar esta segunda hip6tesis,

1 Cf. supra, pp. 90, 94-96, 101-103, 215, 260-264, 265, 343-347, etc.
27
418 RESUMEN Y CONCLUSION

pero hay algunas consideraciones que militan en contra de ella. La


critica actual tiende a reducir el intervalo entre la fecha de compo-
sici6n de Mateo y Lucas y la de la composici6n del cuarto Evangelio.
Se tiende a colocar la primera mas cerca del final del siglo I -hacia
el 85 para Lucas, el 90 para Hechos y dificilmente antes para Mateo----,-,
mientras que el descubrimiento del papiro Rylands Gk. 457 y el pa-
piro Egerton 2 ha convencido a casi todos los criticos que una fecha
mas tardfa del 120 para el cuarto Evangelio es practicamente imposi-
ble y que una fecha no lejana al 100 -mas bien antes que despues-
es razonable. De este modo, si bien es posible en absoluto que nuestro
evangelista tuviera ante sus ojos copias de los otros evangelios cuan~
do escribi6 el suyo, parece improbable que hubiera un solo centro
cristiano donde, en el corto tiempo a partir de su publicaci6n, los tres
evangelios sin6pticos hubiera obtenido, todos ellos, una aceptaci6n tal
que serfa natural que un autor utilizase los tres como fuentes de igual
valor, y todavfa mas improbable que esta aceptaci6n hubiera durado
el tiempo suficiente como para que dicho autor se hubiera impregna-
do tan profundamente de ellos como lo requiere esta hip6tesis.
Mi presupuesto a lo largo de todo el libro ha sido que la tradici6n
que estamos tratando de detectar era una tradici6n oral. Que cual-
quier informaci6n autentica sobre Jesus debi6 de ser transmitida al
principio oralmente no admite duda y todas las publicaciones recien-
tes tienden a subrayar tanto la importancia como la persistencia •de
la tradici6n oral. Es siempre posible que algunas de sus partes fueran
escritas a muJu Je memuranda,- tales fuentes escritas pueden haberse
interpuesto entre la tradici6n estrictamente oral y el cuarto Evangelio.
Si es asi, no me conciernen ahora; lo que estoy tratando de descubrir
es d6nde, si en alguna parte, da muestras la obra acabada de la exis-
tencia y de la naturaleza de la tradici6n oral de la que, directamente o
traves de memoranda escritos, el Evangelio depende.

Suponiendo, pues, que detras de cstc Evangelio se oculta una tra-


dici6n precan6nica, ~que podemos decir de su naturaleza?
1 ) Revela contactos con una tradici6n aramea original tal como
debemos necesariamente suponerla para cualquier tradici6n que pre~
tenda remontarse a los comienzos del cristianismo, ya que no cabe
duda razonable de que Jesus utiliz6 esta lengua y que sus disdpulos
personales debieron tambien usarla al transmitir sus dichos y al con-
tar relatos sobre el. En este punto debemos ser circunspectos al pre-
sentar el argumento. EI mismo evangelista hablaba tambien proba-
blemente el arameo; en cualquier caso, se pueden detectar huellas ·de
idiotismos arameos casi en todo el Evangelio. Por tanto, la meta
presencia de «semitismos» no es en si misma una indicaci6n de una
tradici6n subyacente. Pero alli donde los pasajes de Juan son dara-
mente paralelos o estan muy intimamente relacionados con los pa-
sajes de los sin6pticos y Juan introduce terminos arameos que no se
encuentran en los otros, el hecho es significativo. Asi, mientras que
RESUMEN Y CONCLUSION 419

los otros hablan de XpLa-r6c; y Ot~-rpoc;, solo Juan clice Mc.aa(ac; y


Kr]q>äc;. Emplea tambien diferentes palabras griegas para traducir
terminos arameos que debieron ser comunes a el y a los otros, por
ejemplo TrapOLµ(a para N?z;i9, mientras qrie los sin6pticos usan
mxpaßoA.fJ 2 ; aapf, para N1~~' donde estos utilizan a&lµa 3 • Em-
plean el semitismo E.v-rc.60c.v Ko:l E.v-rc.00c.v para traducir «a cada
lado», mientras que los otros, en un pasaje estrictarn.ente paralelo,
usan el perfecto giro griego EK 5c.f,L&lv ... E.E, apLOTE.pßv 4 • De modo
parecido, las diferencias entre la versi6n joanea y las sin6pticas de lo
que evidentemente es el mismo dicho pueden a veces remontarse a
traducciones divergentes de un mismo original. As!, E.O:v o:hfJCJr]TE.
A.fJµtprn0c., äv Tl o:hfJaYJTE. 5c:.0aE.L öµ'Lv y O:LTE.LTE. KO:L 5o8'fJaE.To:L
öµ'Lv pueden muy bien ser traducciones alternativas de una expresi6n
identica 5•
2) Hay algunos rasgos en la tradici6n joanea precan6nica que
parecen apuntar hacia un ambiente judfo (judeo-cristiano).
a) Hay alusiones a creencias judfas bien documentadas, especial-
mente a la creencia de que el Mesfas permanecerfa desconocido hasta
que Elias lo identificase 6 y la creencia de que el sumo sacerdote, iure
dignitatis, posefa el dori de profeda 7 ; hay tambien expresiones que
parecen tener sentido solo en un ambiente judfo, por ejemplo el cu-
rioso ÖTIO T~V auK~V c.l56v ac. 8 • ·

b) Hay puntos de contacto con la tradici6n judfa. La fecha de


la crucifixi6n, TrapaaKE.U~ TOU TrcXO)(a = n!;l~tf .::l"11;, difiere de
la dataci6n sin6ptica, pero coincide con la del tratadÖ Sanhedrln 9 •
Los cargos aducidos contra Jesus en este tratado parecen ser los mis-
mos que se presuponen en el relato del interrogatorio ante e1 sumo
sacerdote10 • La afirmaci6n de que en aquel tiempo (ca. 30 d.C.) el
Sarihedrfn no tenfa el poder de imponer la pena de muerte -una
afirmaci6n cuyo significado y validez ha constituido el tema de mu-
chas disputas- esta, en todo caso, contenida en el cuartci Evangelio y
en el tratado Sanhedrin 11 • Tambien la tradici6n judfa de que Jesus
tuvo cinco disdpulos tiene uri curioso paralelo (difkilmente acciden-
tal) en el relato joaneo de la adhesi6n de cinco disdpulos y no mas
(si bien se presupcine, como es natural, la existencia de un cuerpo de
doce) 12 •

2 Cf. supra, p. 381. 3 Cf. supra, pp. 71-72. 4 Cf. supra, p. 130.
s Cf. supra, pp. 348, 350. 6 Cf. supra, p. 271.
7 Aunque es posible que la pericopa sobre la profeda de Caifas no forme
parte. del cuerpo general de la tradici6n, delata el ambiente en que Juan re-
cab6 su informaci6n (cf. supra, p. 38).
s Cf. supra, p. 312. 9 Cf. supra, p. 119-120.
10 Cf. supra, p. 105. 11 Cf. supra, p. 116. 12 Cf. supra, pp. · 305-306.
420 RESUMEN Y CONCLUSION

La discusi6n sobre el sabado de J n 7 ,22-24, tomada junto con


discusiones semejantes de los sin6pticos, parece apuntar hacia una pri-
mitiva halaka cristiana sobre el mismo tema, semejante a las halakas
rabinicas 13 , y dificilmente se puede suponer que tuvo su origen en un
ambiente distinto del judeo-cristiano. Las predicciones de persecuci6n
para los disdpulos consideran la exclusi6n de la sinagoga como el
destino mas terrible (semejante a la misma muerte) y este castigo no
podia intimidar a nadie que no perteneciera a una comunidad judeo-
cristiana 14 • Se debe, pues, suponer una tradici6n de este tipo en cuan-
to transmisora de, al menos, esta parte de la tradici6n.
3) Hay indicios que apuntan hacia un determinado contexto geo-
grafi.co y cronol6gico de la tradici6n. Esta daba nombres indigenas
(hebreos o arameos) de lugares 15 , de los que el evangelista ha pro-
porcionado, a veces, el equivalente griego (Gabatta, i\t86ocpcucov;
G6lgota, Kpcxv(ou TOTio<;) en atenci6n a sus lectores. Parece que la
tradici6n estaba bien informada sobre la topografia de J erusalen y de
Palestina meridional y quiza peor informada sobre el norte 16 • Este
aparente interes por la capital y el sur va acompafiado de una cierta
perspectiva metropolitana, incluso de un prejuicio, que es mas proba-
blemente intrfnseco a esta rama particular de la tradici6n que no im-
portado por un evangelista que escribia fuera de Palestina en una epo-
ca posterior 17 • Tambien debemos atribuir casi ciertamente a la misma
tradici6n la notable conciencia de la situaci6n polf tica que existia en
Judea en el medio siglo anterior a la explosi6n de la gran rebeli6n y
que habia desaparecido totalmente en cualquiera de las fechas a las
que se puede asignar razonablemente el cuarto Evangelio 18 •
Por tanto, la tradici6n basica sobre la que trabaj6 el evangelista
se form6 (al parecer) en un ambiente judeo-cristiano que estaba toda-
via en contacto con la sinagoga, en Palestina, en una fecha relativa-
mente temprana, en todo caso anterior a la rebeli6n del 66 p.C. Casi
todo el material que hemos estudiado encajaria en tal ambiente. Sin
embargo, en algunos lugares hay huellas de un desarrollo que tuvo
lugar o en una fecha mas tardia o fuera de Palestina, o ambas cosas.
Es dificil hablar aqui sin riesgo de error, ya que debemos tener en
cuenta la elaboraci6n del material tradicional por parte del evangelista,
que, segun todas las apariencias, fue considerable. Pero han aparecido
al menos dos puntos en que el desarrollo parece haber tenido lugar
antes de la reelaboraci6n: a) en el relato de la curaci6n en Cana la
referencia a la conversi6n de toda la familia parece reflejar la experien-
cia de la misi6n gentil como la encontramos descrita en Hch19 ; y

13 Cf. supra, pp. 333-334. 14 Cf. supra, p. 409.


l5 EI nombre de Tiberfades aparece en 6,1.23; 21,1, pero casi ciertamen-
te no formaba parte del material tradicional.
16 Cf. supra, pp. 248-249. 17 Cf. supra, pp. 249-250.
18 Cf. supra, p. 129. 19 Cf. supra, p. 200.
RESUMEN Y CONCLUSION 421

b) eI «Testimonio de Juan», aunque esta bien arraigado en las creen-


cias y practicas judfas del siglo primero y solo tiene huellas muy lige-
ras de ia teologfa espedficamente joanea -y estas muy aislables-,
parecc reflejar una situaci6n como la descrita en Hch 18,24-19,7 en
referencia a Efeso, la probable patria de este Evangelio 20 • Sin embar-
go, una vez dicho esto, es aun mas notable lo poco que los relatos tra-
dicionales han quedado afectados por influencias tardias no palesti-
nas, y cuanto se ha filtrado, incluso en lo relativo a la ensefianza,
donde podemos reconocer la atm6sfera autentica del cristianismo pa-
lestino primitivo.
4) La relaci6n entre nuestra tradici6n precan6nica y la subya-
cente en los sin6pticos ha sido objeto de constante consideraci6.n a lo
largo de todo el libro. Sera conveniente reunir aqu1 algunos de los
puntos que han aparecido.
a) Las formas de tradici6n oral, tanto narrativas como didacti-
r.as, que la cr1tica formal reconoce en los sin6pticos, vuelven a apare-
:er tambien en Juan. Al parecer, una de las formas mas primitivas es
ia que puede ser descrita, en terminos generales, como acci6n-dialogo-
declaraci6n. Hay al menos un caso claro en el que Juan ha conservado
esta secuencia primitiva y Marcos la ha desintegrado en el curso de la
composici6n, a saber, la purificaci6n del templo con la controversia y
los dichos que siguen 21 • Es posible que existan otros casos.
b) Si organizamos las unidades tradicionales de relato y ense~
fianza de acuerdo con su forma y contenido, hay unidades joaneas que
encajan limpiamente en las series sin6pticas y a veces les proporcio-
mm una adici6n o un complemento. As!, podemos organizar las pa-
rabolas sin6pticas, segun su forma, en una serie que revelarfa varia-
dones continuas dentro de un esquema general, y al menos tres
parabolas joaneas -el grano de trigo, el que viaja de noche y los
dolores de parto- encuentran su puesto natural dentro de la serie:
ninguna de ellas revela una identidad formal exacta con ningun si-
n6ptico, pero cada una proporciona un ejemplo ulterior de la gama
de variaci6n dentro de un esquema comuri 22 • Tambien los dichos. so-
bre la siega de Jn 4,34-38 encajan perfectamente en la relativamente
extensa serie de dichos asociados con la misi6n de los disdpulos en
los evangelios sin6pticos y probablemente arrojan una nueva luz so-
bre este episodio del ministerio 23 • Asimismo (y aqu1 la afinidad afecta
al contenido mas bien que a la forma), la relaci6n entre los disdpulos
y sus predecesores los profetas esta descrita en los dichos sin6pticos
que hablan de los sufrimientos que son el destino de ambos y del
cumplimiento de las aspiraciones profeticas en la experiencia de los
disdpulos; el dicho joaneo, Ö:AAOL KcKomaKCXOLV KCXL uµct<;; cl<;;

20 Cf. supra, pp. 300-302. 21 Cf. supra, pp. 168-170.


22 Cf. supra, pp. 365-378. 23 Cf. supra, p. 400. ·
422 RESUMEN Y CONCLUSION

TOV K6nov o:ÖT&'>v c.loEAY]A69o:Tc., si lo he comprendido bien, com-


pleta la trfada 24 •
Algo parecido ocurre con las unidades narrativas; los tres relatos
de curaciones tienen, como he demostrado, su puesto natural, .desde
el punto de vista formal, dentro de la serie sin6ptica: cada uno encaja
en el modelo de un grupo particular, no en virtud de una identidad
exacta, sino en cuanto ejemplo ulterior de variaci6n continua dentro
del esquema general 25 • No solo esto; si miramos mas alla de la mera
fotma, en la curaci6n de Bezata la pregunta: 8EAc.Lc; öyt~c; yc.vfo9m,
hace pensar en el EcXV 9EAIJ<; ouvo:om de Mc 1,40 lo cual recuerda
a su vez el Ei'. Tl ouvn de Mc 9,23 con su respuesta; de hecho, Juan
viene a colmar una laguna que los sin6pticos han dejado en la discu-
si6n sobre los factores implicados en los milagros de curaciones: el
poder y la voluntad del que cura y la voluntad del enfermo 26 •
c) Hay lugares en que la tradici6n joanea parece completar la
sin6ptica mediante la aclaraci6n de algunos puntos oscuros. Por ejem-
plo, el relato marcano de la confesi6n de Pedro comienza con una
pregunta abrupta: Tlvo: µc. A.Eyoumv ot äv9p0J1tOL c.lvm. No se
indica ningtin motivo u ocasi6n especial para tal pregunta. En el re-
lato joaneo de la confesi6n las extensas deserciones conducen natural-
mente a la pregunta: M~ Ko:l öµc.l:c; 9EAETE önayELv, para la que la
confesi6n petrina de lealtad constituye una respuesta igualmente na-
tural. Mas aun, este detalle de la .defecci6n de algunos disdpulos ex-
plicarfa las esporadicas referencias que encontramos en los sin6pticos
al peligro de echarse atras, sin necesidad de aducir las experiencias
posteriores cfo la Te;l~sia hf'ljn lf'I p~rsc>rudon 27 • Tambien el relato mar-
cano de la multiplicaci6n de los panes y su continuaci6n dejan al lec-
tor con algunas preguntas a las que no responde el evangelista. EI
relato joaneo de un intento de levantamiento deja todo daro 28 • Hay
otros casos en que el relato joaneo parece mas perspicuo que el sin6p-
tico y es, al menos, plausible. Pero siempre es posible que esto se
deba al modo de relatar de nuestro inteligente autor. Sin embargo, al
menos en los .dos casos citados hay s6lidas razones para creer que esta
siguiendo una tradici6n mas completa.
5) Siempre que se intente determinar el contenido y el alcance
de nuestra supuesta tradici6n, hay que tener presente a) que puede
existir material autenticamente tradicional que ha sido absorbido tan
completamente en la composici6n joanea que no es ya posible reco-
nocerlo con los metodos aquf empleados y b) que. no se ha de supo-
ner que el evangelista haya reproducido toda la tradici6n que le era
conocida. De hecho, da claras muestras de que ha seleccionado algu-
nos elementos de entre un amplio material que tenfa a su di~posici6n
24 Cf. supra, p. 400.
25 Cf. cuadros 6, p. 197; 7, p. 206; y pp. 183, 189.
26 Cf. supra, p. 185. 21 Cf. supra, p. 224.
28 Cf. supra, pp. 218-220.
RESUMEN Y CONCLUSION 423

y' de que este material era primariamente narrativo (se interesaba por
los oriµEl:a presenciados por los disdpulos: 20,30). Asi, pues, cual-
quier intento de descripci6n del contenido de la tradici6n prejoanea
debe entenderse en el sentido de «al menos esto» y no «esto y nada
mas».
Con esta condici6n, propongo ahora un resumen de lo que tra-
dici6n que estamos buscando contenfa probablemente; mencionare solo
los puntos de mayor relieve.
a) Contenfa un relato mas completo del ministerio de Juan Bau-
tista que los que encontramos en los otros evangelios; inclufa su labor
como reformador dentro del judaismo, si bien este punto ha dejado
s6lo huellas debiles, aunque valiosas, en nuestro Evangelio. La rela-
ci6n entre el ministerio de Juan y las creencias judfas del siglo prime-
ro esta indicada convincentemente (dentro de los llmites del interes
del autor) y se nos da a entender, mas claramente que lo que podrfa-
mos deducir de los sin6pticos solos, por que fue tan importante el
ministerio de Juan en la preparaci6n del camino para el de Jesus.
b) La tradici6n contenfa tambien testimonios explkitos por par-
te del Bautista de la dignidad mesianica de Jesus, pero tales testi-
monios pudieron desarrollarse, como he indicado, en un ambiente algo
posterior, si bien todavfa anterior a la fecha de composici6n del Evan-
gelio.
c) Transmitfa un relato crdble de un ministerio anterior de Je-
sus en Palestina meridional, un ministerio paralelo al <le Juan, yue
inclufa, como el de este, la administraci6n del rito bautismal. Ofreda
tambien un relato de las relaciones entre Jesus y el Bautista durante
este perfodo del ministerio y una relaci6n de las circunstancias en
que termin6, pero esto ha quedado algo oscurecido en la composici6n
del Evangelio. Sin embargo, su afirmaci6n de que los disdpulos del
Bautista se pasaron a Jesus tiene un cierto grado de probabilidad.
d) Conte.nfa, como la tradici6n sin6ptica, un relato de la labor
curativa de Jesus, pero nuestro autor ha utilizado muy poco de este
elemento al componer su Evangelio; lo suficiente, sin embargo, para
hacernos entender que esta labor no se limitaba ni a Galilea ni al sur .
. e) Conservaba bastante informaci6n topografica, que indicaba al
menos algunos pasos en el itinerario de Jesus y algunas escenas de su
trabajo, especialmente en Palestina meridional y Transjordania, zonas
que. habfan sido practicamente ignoradas por los sin6pticos.
f) Deda probablemente mas sobre el ministerio galileo de lo
que nuestro autor nos ha dado a entender, si bien estaba casi cierta-
mente menos interesado por Galilea que los sin6pticos. En cualquier
caso, conservaba un relato completo y llamativo de los incidentes con
que, al parecer, termin6 el ministerio galileo, incluyendo un intento
de levantamiento mesianico, que provoc6 una peligrosa situaci6n, se-
guido de una extensa deserci6n de seguidores y de una declaraci6n
424 RESUMEN Y CONCLUSION

de lealtad por parte de los Doce, los cuales aparecen asf en calidad de
«testo fiel».
g) La tradici6n prejoanea tenfa un relato completo y detallado
de la pasi6n y de los incidentes que la precedieron inmediatamente.
EI relato propiamente tal de la pasi6n esta construido sobre el pri-
mitivo esquema comun a todos los evangelios y representa un tercer
desarrollo del mismo junto con las formas subyacentes en Marcos (y
Mateo) y en Lucas. En muchos puntos completa a los sin6pticos o se
desvfa de ellos de modo importante. Subraya especialmente (en contra
de las otras versiones de la tradici6n) el aspecto polfrico del conflicto
en que Jesus encontr6 su muerte.
h) En cuanto a los dichos de Jesus, el contenido de la tradi-
ci6n es mas diHcilmente definible, dado que gran parte de la ensefian-
za contenida en el cuarto Evangelio ha sido entrelazada en formas li-
terarias que son creaci6n original del evangelista. Pero es claro que
este tenfa a su disposici6n un cuerpo de dichos tradicionales, parabo-
las y dialogos, transmitidos por separado o en secuencias formales,
que habfan sido tomados del mismo dep6sito general que los de los
sin6pticos que tratan de temas parecidos o identicos. Al menos en lo
que se refiere a un grupo de dichos, las predicciones de 1a vuelta de
Cristo, la tradici6n seguida por nuestro evangelista parece remontarse
a un estadio claramente mas primitivo que el representado por los
otros evangelios. Si nos preguntamos ademas cuanto de la ensefianza
de Jesus contenida en el cuarto Evangelio -en los casos en que no
puede ser controlada por medio de una comparaci6n con los sin6pti~
cos- pudo tener una fuente o base tradicional, no podremos respon-
der facilmente a la pregunta. Pero hay algunos puntos que tienen
relaci6n con ella:

1) Hemos encontrado material, estrechamente relacionado con la


tradici6n sin6ptica, que esta tan profundamente incrustado en algu-
nos de los discursos y dialogos joaneos que da la impresi6n de ser
inseparable del tema de que forman parte. Es imposible decir si exis-
ten tambien otros elementos tradicionales que no son identificables
por comparaci6n con los sin6pticos y que pueden encontrarse incrus-
tados de un modo semejante. Al examinar paralelos con los dichos
sin6pticos nos hemos sentido a veces en el mismo centro de la teolo-
gfa joanea. Quiza el ejemplo mas sorprendente, aunque de ninglin
modo el unico, es el dicho sobre el conocimiento redproco del Padre
y del Hijo. La idea es central en 1a teologfa joanea, pero el dicho
fue transmitido en uno de los estratos mas primitivos de la tradici6n,
a saber, el que subyace en Mateo y Lucas 29 • Si estos evangelistas no
hubieran incluido este unico dicho aislado, nunca habrfamos sospecha-
do que tenfamos ante nosotros algo que no fuera un teologlimeno
puramente joaneo.
29 Cf. supr.a, pp. 358-360 y, para otros ejemplos, 353-354, 360-362, 412-413.
RESUMEN Y CONCLUSION 425
2) Los pasajes que no dudarfamos un momento en reconocer
como joaneos en su doctrina, sin paralelos sin6pticos, tienen a veces
formas puramente tradicionales. No parece haber raz6n para dudar
que en estos casos Juan encontr6 en la tradici6n un punto de partida
para la elaboraci6n de su teologfa distintiva. Este es, por ejemplo, el
caso de la parabola del grano de trigo 30 y del dicho parab6lico sobre
el viento 31 • Es muy posible que existan otros casos en los que la for-
ma original ha quedado tan· disfrazada que no puede ser reconocida
y en los que, sin embargo, hay una base tradicional.

Estos ejemplos no permiten sacar conclusiones positivas, pero sir-


ven de advertencia para que no supongamos precipitadamente que
nada del cuarto Evangelio que no pueda ser corroborado por los si-
n6pticos merece ser tenido por parte de una tradici6n primitiva de
los dichos de Jesus. Esta tradici6n era probablemente mas multifor-
me de lo que podemos suponer y el hecho de que un elemento sus-
tancial de la relaci6n joanea de la ensefianza puede remontarse con
gran probabilidad a fuentes tradicionales hace pensar que dependfa
mas de la informaci6n recibida de lo que podrfa parecer' si bien des-
arrol16 su tradici6n de modos nuevos y originales. Pero no veo por
ahora modo de identificar mas material tradicional en el cuarto Evan-
gelio, alH donde nos falta la comparaci6n con los otros evangelios, sin
conceder demasiado valor a impresiones subjetivas.
Esto no quiere decir que tales impresiones carezcan por completo
de importancia para la soluci6n del problema. Por el contrario, en la .
valoraci6n e interpretaci6n ultimas de los datos creo que las impre-
siones subjetivas, si son el resultado de una reflexi6n prolongada, pa-
ciente y comprensiva del material, pueden desempefiar un papel valio-
so y quiza indispensable. Pero en este libro he querido que la investi-
gaci6n critica e hist6rica fuera tan objetiva como lo permite la naturaleza
del material. ~Que hemos ganado de hecho si se aceptan las conclu-
siones aquf propuestas? Si se admite que el primer paso hacia el co-
nocimiento de los hechos relativos a Jesus es recuperar la tradici6n
que sobre el transmitieron sus seguidores -lo mas cercana posible
a su estado original, habida cuenta de su rica y a veces desconcertante
diversidad-, la comparaci6n de diferentes formas de la tradici6n
puede tener el mas alto valor. Nos permite ganar una visi6n, por
asf decirlo, estereosc6pica de los hechos, desde diversas perspectivas.
La forma de tradici6n recabada del cuarto Evangelio (si se aceptan las
conclusiones expuestas) puede ser comparada con otras formas, corro-
borandolas o completandolas, corrigiendolas o dejandose corregir por
ellas, quiza integrandose finalmente en ellas hasta formar un cuadro·
coherente de los hechos como estos fueron transmitidos por los pri-
meros testigos.

30 Cf. supra, pp. 368-372.


31 Cf. supra, pp. 363-364.
426 RESUMEN Y CONCLUSION

Naturalmente no hemos llegado con esto al final del camino. Para


que podamos alcanzar una cierta medida de juicio hist6rico objetivo
(relativamente objetivo, como todos los juicios de este tipo <leben ser),
la tradici6n, contemplada lo mas claramente posible, <lebe situarse en
su ambiente hist6rico total, utilizando todos los datos de que dispo-
nemos. Nuestro conocimiento de este ambiente -de las circunstan-
cias externas y de lo que habia dentro de las mentes humanas- esta
recibiendo actualmente un grato incremento gracias al material re-
cientemente descubierto y al intenso estudio del perfodo desde diver-
sos puntos de vista. La empresa de caminar hacia una concepci6n cla-
ra y bien fundada de los hechos hist6ricos en que se basa nuestra
religi6n es una empresa prometedora y el derrotismo que prevaleci6
por algun tiempo esta con raz6n comenzando a dar paso a una .mas
esperanzadora reanudaci6n de la «busqueda del Jesus hist6ricm>. No
ha sido mi prop6sito acometer estas tareas mas amplias en este libro,
que solo pretende esclarecer una fuente particular de datos con el fin
de hacer que nos ayude, como espero, a alcanzar el gran objetivo de
nuestros estudios.
INDEX LOCORUM

I. IN SCRIPTVRIS VETERIS TESTAMENT! ET APOCRYPHIS

Genesis Jueces
1,28: 361 9,54: 143
7,15-16: 360
8,17: 360 1 Samuel
9,1-17: 361
12,3: 140 10,1: 180
15,2: 234 15,25: 275
28,12: 313, 404 25,28: 275
29,30: 342
29,30-33: 342
29,31: 342 2 Samuel
37,3: 342 2,13: 130
37,4: 342
37,11: 177
40,13: 392 1 Reyes
48,20: 278
4,28: 381
Exodo 22,17-23: 267

10,29: 109 2 Reyes


12,22: 132
12,46: 47, 56, 139 2,9-15: 270
16,32: 209 4,42-44: 212, 213
17,4: 392 8,9-10: 198
24,8: 45, 46 9,6: 181
31,13: 335
1 Cr6nicas
Levitico
10,4: 143
4,3: 104 26,3: 309
17,lOss: 380
23,40: 164
2 Cr6nicas
Numeros 18,31: 126
9,12: 56, 139
22,24: 130
Esdras
Deuteronomio 5,43: 101
8,3: 327 9,1: 309
10,6 309
13: 105
13,6: 105
13,7: 105 Nehemias
18,1.5: 218
21,15-17: 342 5,10: 97

Josue Salmos
1,11: 392 2: 126, 127
8,22: 130 8,7-8: 361
22,13: 104 10,5: 342
428 INDEX LOCORVM

10,10: 54 109,7: 100


21: 55 115,4: 80
21,2: 46, 48, 55, 61 117: 163, 164, 165
21,7: 52, 61 117,25: 163
21,8: 46, 47, 48, 61, 86 125,5: 396
21,9: 46, 48, 61 130,3: 348
21,13.: 61 131,15: 210
21,17: 61, 143
21,19: 46, 47, 48, 54, 60, 61, 131 Proverbios
21,21-22: 61
21,25: 82 1,1: 381
26,5.6: 88 8,13: 342
26,12: 46, 48, 88 8,17: 342
30,6: 47 16,3: 342
30,14: 37, 48 19,5: 342
33: 139, 141
33,9.ll.13-17b.19: 57 Eclesiastes
33,21: 47, 48, 56, 139, 140
34: 52 3,8: 342
34,4: 88
34,11: 46, 48, 88 Eclesiastico
34,16: 52, 88
34,19: 47, 48 48,1: 271
34,21: 139
36,10: 392 ]udit
36,19: 210
37,11: 51 14,11: 85
37,12: 46, 47, 48, 137
39,7-9: 362 Oseas
39,15; 88
39,19: 52 1,4: 392
40; 66 10,8; 47, 48
40,10: 45 . 47, 48., 50., 51, 65, 387 11,1: 60
41: 83
41,3: 55 Am6s
41,4: 82
41,6: 46, 48, 51, 52, 82 4,9; 79
41J: 47, 4~ 51, 65, 81 5,15: 342
41,9: 82 9,1: 267
41,12: 46, 48, 52 9,9: 64
42,5: 46, 48, 52
44,8: 342 ]oel
68: 52, 55, 56, 86
68,3: 61 2,26: 210
68,4: 61,86 3,13: 371
68,5: 47, 48, 52, 61
68,10: 52, 61, 74, 86, 167, 169, 362 ]onas
68,22: 46, 47, 48, 52, 55, 61, 86, 132
68,26: 52, 86 3,4: 392
76,17-20: 61
80,17: 210 Sofonias
87,9: 47, 48, 98, 135, 137
87,19: 98 1,11: 168
106,29: 61
108,8: 86 Zacarias
108,25: 86
109: 100 8,17: 342
109,1: 46, 47, 48, 100 9,14: 59, 140, 141
INDEX LOCORVM 429

'9,9: 54, 60, 70, 132, 164 Jeremias


9,11: 45, 46, 48
11,12-13: 46, 48 1,11-14: 267
11,13: 141 7,11: 167
12,10: 47, 48, 58, 139, 140, 141, 143, 28,33: 392
413 32,1-17: 80
12,10-14: 140 38,31: 47, 48
13,7: 46, 48, 69, 70 38,34: 46, 48
13,8-9: 64 44,10: 143
14,5: 168
14,8: 168 Epistola de Jeremias
14,21: 168
71: 80
Malaquias
2,8: 46, 48 Ezequiel
3,1: 271, 276, 277 1,4s~.: 267
3,1-4: 292 17,4: 168
3,23-24: 270 17,23: 371
4,4: 271, 292 27,3: 168
4,4-5: 270
34,5: 382
44,15: 269
Isaias
5,1-2: 371 Daniel
6,1: 267
6,9-10: 70, 276, 329 4,9ss: 371
8,14: 70, 376 7: 100, 362
10,25: 392 7,9-14: 100
ll.J-9: 61 7,13: 46, 48, 100, 140
21,16: 392 7,14: .J61
40,3: 70, 258, 259, 271, 276, 292 11,3: 361
40,5: 358 11,4: 361
40,10: 361 11,5: .J61
44,16: 210 11,41: 46, 48, 70.
50,4-9: 53 12,2: 46, 48
50,6: 46, 47, 48, 53, 103, 112 13,36: 79
50,7: 53 13,51: 79
50,10: 53 13,51-59: 312
51,17-23: 80 13,58: 79
52,13-53,13: 54
53,7: 274, 275
53,7-8: 114 1 Macabeos
53,11: 45, 46, 48
53,12: 47, 48, 64 13,51: 165
56,7: 167
66: 372 2 Macabeos
66,7: 371
66,7-17: 371 8,35: 361
66,14: 371 10,7: 165
430 INDEX LOCORVM

II. IN SCRIPTVRIS NOVI TESTAMENT!

Mateo 9,5: 184


9,18-26: 234
2,14: 242 9,27: 188
2,22: 242 9,27-31: 178
3: 287 9,28-29: 194
3,2: 332 9,29: 185
3,7: 332 9,30: 236
3,7-10: 255, 285 9,36: 382
3,8-9: 332 9,37: 397, 398
3,9: 291, 332 9,37-10,5: 389
3,10: 286, 332 10: 404
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INDEX LOCORVM 431
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432 INDEX LOCORVM

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7„"i: 185
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L. / ,39: 46 2,16: 270, 319
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INDEX LOCORVM 433
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28
434 INDEX LOCORVM

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INDEX LOCORVM 435

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15,41'>: 147 6,14-16: 305
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16~1.'>: 370 6,47: 352
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7,16: 234
Lz1cas 7,17: 198
7,18-:.!): 296
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3,17: 64, 255, 263, 286 9,48: 73, 344
28*
436 INDEX LOCORVM

9,51: 53 12,50: 235


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9,59: 304, 351 12,57: 372, 394
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10,3: 346, 394s 13,10-17: 183, 194
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12,39-40: 382 17,12: 75
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12,47: 352 17,33: 338
12,47-48: 368, 379 18,9-14: 379, 381
12,49: 296, 328, 355 18,17: 358
INDEX LOCORVM 437

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19,10: 296, 355 23,34-35: 47
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19,12-15: 413 23,36: 47
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22,13: 65 24,37ss: 153
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22,15: 286 24,44-49: 152
22,15-20: 63 24,47: 409
22,17: 210
22,19: 71 Juan
22,20: 47, 76
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22,28-30: 65, 411 1,16: 25, 195
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22,42: 81, 362 1,23: 59, 70, 258, 276, 277
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23,4: 110, 126 1,31: 271, 273, 293
23,5: 126, 222, 242 1,31-32: 378
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23,14-15: 126 1,32-34: 258, 265
23,18-23: 109 1,33: 142, 259, 260
23,22: 110 1,34: 123, 257
438 INDEX LOCORVM

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1,35-39: 257 3,26-30: 285, 287, 289
1,35-40: 28 3,28: 242, 271, 276, 277, 296
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1,37: 281, 304 3,31: 163
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3,25: 231, 255, 284, 285, 287, 291 5,28: 369, 413
INDEX LOCORVM 439
5,28-29: 404 6,47: 205
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5,35: 142, 271 . 6,62: 331, 404
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5,37: 142 6,66: 225, 278
5,38: 142 6,66-70: 224
5,43: 344 . 6,66-71: 202
5,45: 355 6,70: 225, 305
5,46: 142 6,71: 225
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.6,15: 205 7,23-24: 333
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6,46: 205 8,31: 319, 377
440 INDEX LOCORVM

8,31-32: 378 10,29: 360


8,31-58: 331 10,33-36: 102
8,32: 322 10)4: 60
-8,34: 378 10,36; 123
8,35: 378 10,38-42: 319
8,36: 331, 378 10,40: 256
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8,41: 378 10,41-42: 255, 282
8,42: 142 11,1: 162
8,44: 142, 378 11,1-44: 233
8,56: 267 11,2: 99, 242
8,58: 277 11,7: 247
8,59: 107, 192 11,7-10: 236
9,1-7: 188, 189, 195 11,8: 247
9,2: 319 11,9: 373, 375, 377
9,2-5: 192, 233, 323 11,9-10: 193, 372
9,3-7: 139 11,10: 53, 67
9,4: 375, 377, 378 11,11-14: 236
11,11-16: 236
9,4-5: 138 11,16: 319
9,5: 190
11,21-27: 236
9,8: 192 11,23: 322
9,9: 142 11,27: 123, 163
9,11: 142 11,29: 142
9,12: 142 11,33-38: 190
'9,13: 268 11,35: 56
'9,13-34: 328 11,39-40: 236
9,14: 192 11,40: 258
'9,16: 182, 199 11,41: 190
9,18-21: 192 11,45: 234
9,22: 157, 301, 407 11,46: 268
9,24-34: 319 11,47: 269
9,25: 142 11,47-50: 38
9,26: 179 11,47-53: 38, 40, 42
9,34: 269, 407 11,49-50: 319
9,35: 123 11,52: 299, 411
9,36-37: 142 11,53: 40
9,38-41: 328 11,54: 240, 246, 247
9,39: 319, 355, 373 11,55: 163, 231
9,39-40: 323 11,55-57: 240
10,1: 142, 383 12: 81
10,1-5: 381 12,1-8: 42, 170, 172s
10,1-18: 384 12,2: 73, 352
10,4: 277 12,9-11: 163
10,6: 381 12,10: 268
10,7-18: 382s 12,12-15: 162
10,10: 355 12,12-16: 158
10,14-18: 38 12,13: 59
10,15: 87, 358 12,14-15: 54
10,15-17: 411 12,15: 59, 70, 389
10,16: 53 12,16: 162
10,17-18: 81, 87 12,16-19: 162
10,22: 216 12,17-19: 163, 240
10,22-38: 102 12.19: 268, 278
10,22-39: 246 12,20-22: 307
10,24: 102, 319 12,20-26: 385s
10,24-25: 102 12,21: 311
INDEX LOCORVM 441
12,21-22: 319 14,9: 271, 412
12,23: 369 14,12: 413
12,24: 365, 367, 369, 373 14,13: 350
12,24-46: 387 14,13-14: 349
12,25: 338, 342, 343, 373, 386, 395 14,14: 350
12,26: 351, 386 14,16-18: 408
12,27: 51, 82 14,17: 415
12,27-28: 81, 84 14,18: 413
12,27-29: 92 14,19: 392, 412
12,27-30: 138 14,20: 405
12,28: 268 14,21: 142
12,31: 373 14,21-22: 322, 415
12,32: 38 14,22: 412
12,34: 379 14,23: 353, 415
12,34-36: 320 14,26: 142
12,35: 374 14,28: 395
12,35-36: 53, 138, 193 14,30-31: 84
12,37: 199 14,31: 80, 83, 84
12,37-50: 39 15,1-16,4: 414
12,38: 60 15,6-10: 376
12,40: 59, 70, 276, 329 15,11: 286, 395
12,42: 407 15,13: 414
12,46: 355 15,16: 305, 349, 350
12,47: 354ss 15,18: 67, 277, 405
12,48: 142 15,18ss: 346, 408
13,1: 369, 373 15,18-19: 341
13,1-4: 39, 41 15,20: 337' 405
13,1-20: 385, 387 15,21: 406
13,4-15: 72 15,23: 345
13,4-17: 74 15,24: 328
13,4-20: 72 15,25: 47, 52, 86, 88
13,6: 319 15,26: 142
13,12-20: 337 16,1: 69s, 376
13,13-15: 337 16,2: 369, 406s
13,15: 74 16,4: 370
13,16: 335, 337 16,5: 415
13,17: 352 16,6: 369
13,18: 47, 50, 54 16,7: 415
13,20: 343s 16,8: 142
13,21: 47, 51, 81 . 16,8-11: 280, 408
13,21-30: 65 16,10: 415
13,23: 99 16,11: 373
13,25: 142 16,13: 142
13,26: 71, 142 16,14: 142
13,26s: 41 16,16: 319, 369, 415
13,30: 142, 193, 377 16,16-17: 394
13,31: 67, 319 16,17: 269
13,31-14,31: 410, 414s 16,20-27: 395
13,33: 322, 413 16,21: 368ss, 373, 415
' 13,36: 413 16,22: 67, 395
13,36-37: 351 16,23: 233, 350
13,36-38: 67 16,23-24: 349
13,37: 68, 91 16,24: 286
13,38: 68 16,25: 370
14,1: 51 16,26: 152, 405
14,1-3: 319 16,30-32: 69
14,2: 322 16,32: 67, 70, 367, 370, 389
14,3: 67, 386, 405, 413 16,33: 406
~-~,: ß
442 INDEX LOCORVM

17,1: 370 19,10-12: 123


17,1-5: 360 19,11: 116
17,2: 360, 361, 363 19,12: 107
17,3: 395 19,13: 117, 128
17,4: 81, 133, 324 19,13-14: 128
17,11: 360 19,14: 119
17,11-12: 213 19,15: 107
17,12: 87, 360 19,17: 134
17,13: 286 19,17-37: 130
17,18: 370 19,19: 130
17,19: 81 19,19-21: 131
17,23: 324 19,21: 142, 268
17,24: 360 19,21-22: 139
18: 70 19,23-24: 131
18,2: 79, 86 19,24: 47, 54
18,3: 268s 19,24-25: 156
18,3-13: 84 19,25: 135
18,4: 87 19,26-27: 139
18,4-9: 70 19,27: 141
18,5: 87 19,28: 47, 86, 133, 326
18,6: 62, 87s 278 19,28-29: 55
18,7: 87 19,29: 47. 52
18,8: 70 19,30: 133
18,9: 87, 107 19,31-37: 139
18,10: 68, 89 19,32-37: 141
18,11: 80, 90 19,34: 143
18,12: 85 19,35: 25
18,12-14: 99-106 19,36: 47. 56, 58
18;13: 104s 19,37: 140, 413
18,13-14: 38 19,38: 157
18,15: 28, 91, 97, 306 19,38"42: 146
18,16: 97 i 19,39-40: 176
18,17: 142 19,42: 231
18,18: 94 20,1: 146, 156
18,19: 104 20,1-10: 148
18,19-24: 99-106 20,2-3: 156
18,22: 52s 20,8: 153
18,24: 104 20,10-11: 156
18,25: 94, 142, 301 20,11: 156
18,25-27: 94, 301 20,11-17: 153
18,26: 91, 97 20,11-18: 156
18,28: 119, 121 20,11-21,23: 150
18,28-19,16: 106 20,15: 142
18,30-31: 107 20,16: 142
18,31-32: 115 20,17: 328
18,32: 107, 286 20,19: 152, 157, 203
18,33-38: 131 20,19-21: 151s, 156
18,36: 373 20,19-23: 152, 156, 357
18,37: 53, 313, 355, 370 20,20: 395, 415
18,38: 110 20,21: 152, 346, 399, 401
18,39-40: 107 20,22: 151s
19,1: 47, 52s, 111 20,23: 152, 349s
19,3: 47. 52s, 111 20,24: 337
19,4: 110 20,24-25: 319
19,6: 110. 115, 268 20,26-29: 152, 156
19,6-7: 107 20,27: 353s
19,7: 123. 138 20,28: 319
19,9-11: 114, 131 20,28-29: 152
INDEX LOCORVM 443

20,29: 353s 13,25: 261, 263s, 277


20,30: 423 13,48: 200
20,30-31: 221 15,15-16: 64
20,31: 123, 138 16,34: 200
21: 152, 205 17,7: 124
21,1: 204, 249, 420 17,12: 200
21,1-14: 151, 156 18,8: 200
21,12: 242 18,24-19,7: 302, 421
21,15-17: 308s 20,30: 278
21,15-23: 152 21,38: 219
21,22: 351 22,24: 113
21,23: 23 23,5: 392
21,24: 23 24,2-3: 331
26,2-3: 331
Hechos de los Ap6stoles
1,5: 259 Romanos
1,13: 305s
1,14: 154s 3,10-18: 52
1,16: 86 5,12: 370
1,20: 52 6,17: 378
2: 151 6,20: 378
2,1-4: 152 9,32-33: 376
2,23: 45, 125 9,33: 70
3,2: 192 10,9-10: 301
3,13-14: 301 12,10: 74
3,22-23: 218, 220 13,1: 117
4,5ss: 407 14,1-3: 75
4,6: 104 14,5: 75
4,13: 27 14,21: 376
4,:ö-26: 126 15,2-3: 74
5,1-11: 62 15,3: 52, 86, 362
'.>,l'.>: 184 15,7: 75
5,21ss: 407 15,12: 61
5,28: 286 15,22-24: 377
5,36: 219s
5,37: 278
5,40: 407 1 Corintios
6,7: 98
6,14: 101 1,29: 361
7,37: 218 5,3-5: 348
8: 396 5,4: 411
8,13: 200 5,7: 119
8,16: 265 8,13: 379
8,32: 114 9,5: 154
9,33: 184 11,20: 76
10,37: 242, 284 11,23-25: 208
10,38: 271, 280 11,23-26: 63, 71
10,41: 411 11,24: 71, 211
10,44: 265 11,25: 80
11,15: 265 15,3-5: 150
11,16: 259 15,7: 325
12,3: 91
12,17: 91, 155
13: 263 . 2 Corintios
13,9-11: 62
13,12: 200 10,16: 377
13,24-25: 262, 300 11,24: 407
444 INDEX LOCORVM

Galatas 5,7-8: 82
10,5: 370
1,19: 155, 325 10,5-9: 88, 362
3,1: 124 10,25: 411
4,11: 395 10,27: 414
5,13: 74 10,37: 163, 392
12,13: 392
Efesios 12,14: 392
4,32-5,2: 74 Santiago
5,21: 74
5,2lss: 74 1,18: 357
5,25: 74 5,17: 286

Filipenses 1 Pedro
2: 74 1,3: 357
2,1~11: 74 1,8: 286, 353
2,6-11: 73 1,23: 357
2,16: 395 2,2: 358
3,13: 277 2,3: 57
4,5: 57 2,8: 70, 376
2,22-24: 114
Colosenses 3,10-12: 57
5,5: 74
3,12-13: 74
2 Pedro
1 Tesalonicenses
1,1: 308
2,15: 124 2,1: 301
3,9: 286 3,4: 397
3,13: 168
5,1-8: 193
1 Juan
2 T esalonicenses 1,4: 25, 286
1,5-7: 375
2,l: 411 1,7: 328, 374
2,8: 62
2,2: 275
2,22-23: 95, 301
1 Timoteo 3,5: 275
4,1: 370
1,15: 370
3,1: 394 4,10: 275
5,8: 301 5,14s: 350
5,15: 278
6,12: 301 2 ]uan
7: 370
2 Timoteo 12: 286
2,12-13: 301
3 ]uan
Hebreos 15: 382
2,7: 288
2,9: 288 Judas
4,14: 301
5,7: 83 4,2: 301
INDEX LOCORVM 445
Apocalipsis 10,1: 265
14,10: 80
1,7: 58, 140, 413 16,19: 80
2,13: 301 18,10: 370
3,8: 301 19,11-21: 164
3,10: 370 20,1: 265
3,20: 411 22,16: 61
5,5: 61

III. IN LIBRIS VETERVM CHRISTIANORVM

Apolinar de Hierapolis Iren eo


Liber de Paschate: 120 Adversus Haereses
II,33,3: 22
Agustin III,1,2: 22, 36
De Civitate Dei XIX,6: 113 III,3,4: 23
IV,42,2: 19
IV,47: 19
Didacbe
IX,3-4: 210 Justino Martir
IX,4: 213 Apologetico
IX,6: 163
IX-X: 211 I,21,54: 230
X,1: 210 II,11,69: 230

Dialogus cum Tryphone


Epifanio
Panarium II,I,50(III): 24 8: 271, 273
110: 271
Eusebio Origenes
Historia Eclesiastica In Matt., ad XIX,16ss: 309
III,23,6: 23
III,39,4: 306 Papiro
V,5-6: 120 Egerton 2: 184, 242, 329, 330, 354,
V,20,5: 23 355, 370, 418
V,24,1-7: 120 Oxyrhynchus 654: 349
V,24,2: 307 Rylands Greek 457: 418
V,24,16: 120
VI,14,7: 16 Thomas, Gospel of 2: 349

IV. IN LIBRIS IVDAICIS

Talmud de Babilonia Textos de Qumran


Berakhot, 16b: 332 Comeniario a Miqueas: 269
Sanhedrin Documenta de Damasco
43b: 105, 119, 125, 126, 140 (= Zadokite work): 269
44: 306 «Guerra entre los Hijos de la luz y
98b: 111 los Hijos de las Tinieblas»: 268
99a: 111
Taanith 20a: 306 Manual de Disciplina: 258, 292
446 INDEX LOCORVM

Josefo II,56: 111


Antiquitates II,117: 115
II,168: 311
VIII,17: 79 II,172: 128
XIV,159: 111 II,172-174: 123
XIV,415: 111 II,261-262: 219
XIV,42lss: 111 II,301: 118
XVII,271: 111 II,433ss: 111
XVIII,4: 311 VI,123-129: 111
XVIII,4-23: 111 VI,126: 115
XVIII,28: 311
XVIII,34: 105 Vita
XVIII,35: 104 21: 111
XVIII,57-59: 123 193-194: 104
XVIII,89: 129
XVIII,95: 104 Mekilta 109b: 333
XVIII,117: 263
XVIII,118: 222, 297 Midrash Echa 1,50: 273
XVIII,119: 284
XX,97: 219 Mishnah
XX,167-168: 219 Sanhedrin 3,5: 384
XX,169-170: 219
XX,198: 105
Fil6n
De Bello Judaico De Specialibus Legibus I,103: 370
Legatio ad Gaium 299: 118
I,111: 347
I,204: 111 Phocylides (pseudo ), 144: 196

V. IN LIBRIS ETHNICIS

Diodoro Sfrulo X,6-7: 322


XII,15ss: 322
III,66: 229 XIII,1: 323

Epitecto Herodoto
Dissertationes II,1,23: 378 III,40-43: 230
Esquilo Homero
Suplicantes 996-997: 370 I!iada V,45-46: 143
Odisea XVII,309-310: 196
Eurfpides
Bacantes 706-711: 230 Horacio
Odas II,19: 230
Fil6strato
Vita Apollonii VI,20: 230 Luciano
Alexander, 10: 92
Hermetica Piscator, 2: 111
Corpus Hermeticum
I,32: 360 Orientis Graeci Inscriptiones
IV,6: 322, 342
VII,2: 342 5,677: 101
INDEX LOCORVM 447
Ovidio Plinio
Historia Naturalis
Metamorfosis XII,650ss: 230
II,231: 229
Pausanias XXXI,16: 229

VI. XXVI,1-2: 230 Plutarco

Platon Lisandro XXVIII,4: 230

Critias 113 D: 370


Gorgias 418 C: 235
INDEX NOMINVM

Albertz, M.: 318 Hipolito: 22


Albright, W. F.: 118 Homero: 14, 97, 143, 196
Andersen, H. C.: 230 Hoskyns, E. C.: 16
Aquiba (Rabbi): 26, 333
Aquila: 58 Ireneo: 19, 22ss
Aristoteles, 320
Arndt, W. F.: 123 Jaubert, A.: 121
Jeremias, J.: 71, 121, 188, 230, 380,
Bacon, B. W.: 24 399
Barrett, C. K.: 20, 24 Jones, A. H. M.: 106
Bauer, W.: 230, 288, 331 Jorge el Pecador: 24
Benoit: P.: 118 Jose el Galileo (Rabbi): 333
Besobrasoff, S.: 154, 158 Josue ben Cananias (Rabbi): 26
Billerbeck, P.: 38, 116, 121, 195, 215, Juster, J.: 118
309, 331, 332, 347, 348, 357, 392 Justina Martir: 24, 271, 273
Bultmann, R.: 72, 186, 217, 246, 332,
379, 384, 386, 390s, 395 Kaufmann, C. F.: 208
Burkitt, F. C.: 175 Kfausner: 306
Burrows, M.: 259, 269, 292 Knox, W. L.: 27, 78, 105, 211, 226,
Buxtorf, J.: 139 360, 385
Casiano, obispo: cf. Besobrasoff, S. Lightfoot, R. H.: 17, 205, 250, 326,
Clemente de Alejandrfa: 16, 23 356
Cullmann, 0.: 308, 310 Lindars, B.: 55
Loewe, H.: 117
Chadwick, H. M. y N. W.: 17 Luciano de Samosata: 92, 111, 321
Charles, R. H.: 271
Chaytor, H. J.: 157 McNeile, A. H.: 359
Cl1wubulm, D.: 121 Margoliouth, D. S.: 196
Merx, A.: 175, 196, 359
Danielou, J.: 121 Milligan, G.: 117, 379
Daube, D.: 27, 89, 177, 213, 312, 380 Mingana, A.: 25
Davey, r. N.: 16
Davidson, A. B.: 100 Montefiore, H.: 220
Davies, W. n.: 359 Moulc, C. F. D.; 177, 312, 405
Demostenes: 278 Moulton, J. H.: 117, 379, 391
Derrett, J. D. M.: 234 Mowinckel, S.: 273, 311

Eliezer ben Azarfas (Rabbi): 26 Nineham, D. E.: 149, 151, 205, 239,
Eliezer ben Hircano (Rabbi): 26 356
Norden, E.: 359
Felipe de Sido: 24
Field, F.: 166 Papfas: 18, 24, 307
Filon: 118, 191, 370 Platon: 28, 235, 278, 320s
Plutarco: 135, 232, 320s
Gamaliel II: 26 Polibio: 135
Gardner-Smith, P.: 20 Policarpo: 23s 120, 307
Gayo de Roma: 24
Geldart, E. M.: 355 Reicke, B.: 38
Gingrich, F. W.: 123 Roberts, C. H.: 397
Goodwin, W. W.: 101, 279 Robinson, J. A. T.: 259, 381, 403
Grant, F. C.: 27
Sanday, W.: 177
Harrison, P. N.: 24 Schlatter, A.: 288
Higgins, A. J. B.: 193 Schmidt, K. L.: 238
450 INDEX NOMINVM

Schmittlein, R.: 143s Te6filo de Antioquia: 22


Schweitzer, A.: 14 Torrey, C. C.: 121, 382
Sherwin-White, A. N.: 106
Simon ben Eleazar (Rabbi): 195 Unnik, W. C. van: 38
Smtih, G. A.: 217 Vincent, L. H.: 118
Stauffer, E.: 273 Vürtheim, J.: 230
Strack, H. L.: 38, 116, 195, 215, 309,
331, 332, 333, 347, 348, 357, 392 Wendland, P.: 18
Westcott, B. F.: 25, 26, 119
Wetstein, J. J.: 107, 331, 391
Tacito, 13 Winter, P.: 106
Tarf6n (Rabbi): 195 Woolwich, obispo de: d. Robinson,
Teodocion: 58, 140, 361, 371 J. A. T.

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