bella en tu abandono, La calle aturdidora en torno de mí aullaba. se diría una sierpe que danza alta, fina, de luto dolor majestuoso, en el extremo de un bastón. una mujer pasó que con gesto fastuoso recogía las blondas que su andar balanceaba. Bajo el fardo de tu pereza tu cabeza de niño Ágil y noble, con sus piernas de escultura. se balancea con la molicie Por mi parte bebí, como un loco crispado de un joven elefante. en su pupila, cielo de huracán preñado, placer mortal y a un tiempo fascinante dulzura. Y tu cuerpo se inclina y se estira cual un fino navío ¡Un relámpago…y noche! Fugitiva beldad que rola bordeando y sumerge cuya mirada me ha vuelto de golpe renacer. sus vergas en el agua. ¿No he de volver a verte sino en la eternidad?
Como un oleaje engrosado por la fusión
¡Lejos de aquí! ¡O muy tarde! ¡O jamás ha de ser! Pues donde voy no sabes, yo ignoro adónde huiste. de los glaciares rugientes, ¡Tú, a quien yo hubiese amado, tú, que lo comprendiste! cuando el agua de tu boca sube al borde de tus dientes,
La serpiente que danza yo creo beber un vino de Bohemia
amargo y vencedor, ¡Cómo me agrada ver, querida indolente, ¡Un cielo líquido que esparce de tu cuerpo tan bello, estrellas en mi corazón! como una estofa vacilante, reverberar la piel!
Sobre tu cabellera profunda,
de acres perfumes, mar oloroso y vagabundo de olas azules y sombrías,
cual un navío que se despierta
al viento matutino, mi alma soñadora apareja para un horizonte lejano.
Tus ojos, en los que no se revela
nada dulce ni amargo, son dos joyas frías en las que se mezcla el oro con el hierro.