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Poemas Salvadoreños

Poema El Nido de Alfredo Espino.

Es porque un pajarito de la montaña ha hecho,


en el hueco de un árbol, su nido matinal,
que el árbol amanece con música en el pecho,
como que si tuviera corazón musical.

Si el dulce pajarito por entre el hueco asoma,


para beber rocío, para beber aroma,
el árbol de la sierra me da la sensación
de que se le ha salido, cantando, el corazón

Poema Árbol De Fuego de Alfredo Espino

Son tan vivos los rubores


de tus flores, raro amigo,
que yo a tus flores les digo:
“Corazones hechos flores”.

Y a pensar a veces llego:


Si este árbol labios se hiciera…
¡ah, cuánto beso naciera
de tantos labios de fuego…!

Amigo: qué lindos trajes


te ha regalado el Señor;
te prefirió con su amor
vistiendo de celajes…

Qué bueno el cielo contigo,


árbol de la tierra mía…
Con el alma te bendigo,
porque me das tu poesía…

Bajo un jardín de celajes,


al verte estuve creyendo
que ya el sol se estaba hundiendo
adentro de tus ramajes.
Poema Después De La Lluvia de Alfredo Espino

Por las floridas barrancas


Pasó anoche el aguacero
Y amaneció el limonero
Llorando estrellitas blancas.

Andan perdidos cencerros


Entre frescos yerbazales,
Y pasan las invernales
Neblinas, borrando cerros.

Espejo de Claudia Lars

Miré a la dulce niña del pasado


con piel ansiosa y con el ojo puro,
dibujando su forma contra el muro
donde el amor la había equivocado.

Era yo misma... cuerpo ya olvidado,


gesto de ayer y corazón seguro;
simple inocencia en el afán oscuro
y secreto del canto inaugurado.

Estaba allí, casual y sensitiva,


dueña del dardo y la manzana viva
en trémula quietud y extraño aliento.

Toqué su falda de vergel y danza,


entré en el corazón de la esperanza,
y recogí el engaño del momento.
Canción Que Te Hizo Dormir de Claudia Lars

La noche del mundo:


¡qué largos cabellos!
Los suelta en la torre,
la torre del viento.

La peina en el valle,
los trenza en el cerro,
los abre en las ramas
frías del almendro.

¡La noche del mundo:


qué oscuro su cuerpo!
En él transforman
las cosas del suelo:
el lirio descalzo
se calza de acero;
el loro se vuelve
piedra de silencio;
la errante neblina,
ángel medio ciego;
y el naranjo en flor,
un oso de hielo.

La noche del mundo:


¡qué nombre de sueño,
qué barca volante,
qué tiempo sin tiempo!
Poema A Gabriela Mistral de Claudia Lars

Una rosa de angustias -mar y viento-


y la estrella que gime en tierra oscura;
una secreta herida de ternura
y el camino interior del pensamiento.

Tu nombre fijo, tu divino intento,


la suelta voz que llega, larga y pura;
este compás de sangre, que asegura
tus cantos recogidos en mi acento.

Dulce don invisible para el día


de la flor y la erguida melodía,
con el pájaro leve y la campana.

Lo diste sin saber, pero se advierte


que te sigue, imantado hasta la muerte,
el paso fiel de tu pequeña hermana.

LA ARMONIA, DAVIS ESCOBAR GALINDO

La armonía es un río transitable.


Cada aurora embarcamos
corriente abajo, en ceremonia inédita.

No recordamos nunca
las estaciones en las que paramos
ayer o antes de ayer o antes de siempre.
En el viaje que a diario se repite

en una barca nunca vista.


Y aunque escribamos cotidianamente
las minuciosas obras del trayecto,
mañana la aventura será virgen.
Poema Quezaltepe de Alfredo Espino
La noche fue dantesca... En medio del mutismo
rompió de pronto el retumbar de un trueno...
Tropel de potros que rompiera el freno
y se lanzara, indómito, al abismo...

Un pálido fulgor de cataclismo,


al cielo que antes se mostró sereno,
siniestramente iluminó de lleno,
como si el cielo se incendiara él mismo...

Entre mil convulsiones de montaña


se abrió la roja y palpitante entraña
en esa amarga noche de penuria...

Y desde el cráter en la abierta herida


brotó la ardiente lava enfurecida
como un boa incendiando de lujuria.

El salvador será, Roque Dalton

El Salvador será un lindo


y (sin exagerar) serio país
cuando la clase obrera y el campesinado
lo fertilicen lo peinen lo talqueen
le curen la goma histórica
lo adecenten lo reconstituyan
y lo echen a andar.

El problema es que hoy El Salvador


tiene como mil puyas y cien mil desniveles
quinimil callos y algunas postemillas
cánceres cáscaras caspas shuquedades
llagas fracturas tembladeras tufos.

Habrá que darle un poco de machete


lija torno aguarrás penicilina
baños de asiento besos pólvora.
Poema Dormiremos Aquí de Hugo Lindo

Dormiremos aquí
donde la hormiga
acumula su sórdida riqueza.

Aquí, donde el verano no se atreve


a hincar la azada
ni a plantar la flecha.

Aquí donde el festón de las raíces


se agazapa y enreda.

Dormiremos.
Donde el agua inefable del invierno
se filtra,
leve, queda,
hasta mojar los párpados
y la sonrisa yerta.

Aquí,
taller sombrío en que se forjan
las cosechas.

Dormiremos aquí.
Cerrad la puerta.
El ojo de agua Salvador Salazar Arrué

Entre cañas,
entre yerbas,
abrazando furtivo la paloma del cielo...

Escondido,
tembloroso,
ambicioso,
lúbrico...

Agua pechuga;
agua pluma;
agua...

¡Ladrón de luz, niño malo,


devuelve al aire
la mensajera luminosa,
la mensajera de amor,
la cristófora-colomba
que escondes contra el pecho!

La brisa - SALVADOR SALAZAR ARRUÉ

Sopla la caña de la brisa leve


y hay la melodía que se irisa;
se danza con la dicha de la brisa
y hay dicha en la hoja que se mueve.

Al soplo de esta música en “crechendo”


la espiga ensaya un ritmo trascendente
aprendido en la fuga de la fuente
y se sabe fugar, permaneciendo...

Sobre el juncal que cimbra con delicia,


ondulando la luz, en su caricia
despierta melodías olvidadas

y se mueven sus manos angelinas,


que interpretan llanuras y colinas,
con prisa de palomas desaladas.
VI LA TIERRA DESCALZA, DAVID ESCOBAR GALINDO

Vi la tierra descalza
y quise descalzarme yo también.
Oí el agua desnuda
y quise desnudarme yo también.

Sentí el aire indefenso


y quise estar inerme yo también.
Me habló el fuego en lo oscuro
y quise hallarme solo yo también.

Entonces escuché gemir al semejante


y busqué convertirme en los cuatro elementos
para la redención de ese gemido.

TREN DE LA NOCHE, DAVID ESCOBAR GALINDO

Suena el tren en la noche


— ¿llamando a quién, a quiénes?— ,
el tren abajo, en los cañaverales,
como una larga serie de pañuelos llorados;
y su llamar se junta al fuego de los perros,
sofocando las luces pequeñas y amarillas,
llamándonos, llamándonos,

Porque nosotros, madre, nos iremos en él,


con la canasta virgen y la hermanita enferma
y un envoltorio de pañales
como dormidas mariposas,

y el tren no espera, no, no espera nunca,


y por eso corremos entre el polvo nocturno
como fieles y nítidas luciérnagas...
POR NOMADAS CAMINOS, DAVID ESCOBAR GALINDO

Por nómadas caminos secundarios


se llega siempre al sur, piedras abajo,
hasta encontrar los rastros del origen.

En estas tierras bajas se aglomeran


vestigios de extraviados manantiales,
basureros gemelos del crepúsculo,
serenas maquinarias desterradas,
y también las familias de los dioses
que como enjambres fértiles
siguen goteando miel
por las truncas proezas del enigma.

Promesa, MANLIO ARGUETA

Juro no alzar la voz. No sublevarme.


No decir la verdad cuando nos duela.
Ofrecer la mejilla cada vez
que me ofendan. A los pobres
daré limosnas. Comeré pan duro
para ser bueno con todos.

Sólo dinero (pues no tengo nada)


no habré de repartir... Después morir
tranquilamente libre de pecados,
de bronconeumonía o de un callo
en el pie
o de un catarro en el alma.
Poema Temor imaginado
de Manlio Argueta

Me da miedo quererte, por eso me conformo


con dibujar tu nombre con mi miel y mis ojos,
navegar en las ondas de tu cuerpo de mar.

Me da miedo llamarte. Cada palabra tuya


a la distancia son tus labios que vuelan
y tu celo que tiembla al ritmo de mi cuerpo.

Me da miedo la música de tu voz en el aire


y perderme en el tiempo sin tiempo del temor.

Me da miedo el encuentro de tu sangre y mi sangre,


no poder traducir el lenguaje distinto
de tus actos que vuelan en la flor y las aves.

Sólo tu ofrenda libre me repone del miedo


para vencer lo real de tu asombro desnudo
que al tacto de mis manos es piel imaginada.

CAÑAL EN FLOR, ALFREDO ESPINO

Eran mares los cañales


que yo contemplaba un día
(mi barca de fantasía
bogaba sobre esos mares).
El cañal no se enguirnalda
como los mares, de espumas;
sus flores más bien son plumas
sobre espadas de esmeralda...

Los vientos-niños perversos-


bajan desde las montañas,
y se oyen entre las cañas
como deshojando versos...

Mientras el hombre es infiel,


tan buenos son los cañales,
porque teniendo puñales,
se dejan robar la miel...

Y que triste la molienda


aunque vuela por la hacienda
de la alegría el tropel,
porque destrozan entrañas
los trapiches y las cañas...
¡Vierten lágrimas de miel!

UN RANCHO UN LUCERO, ALFREDO ESPINO

¿Un día ?¡primero Dios!?


has de quererme un poquito.
Yo levantaré el ranchito
en que vivamos los dos.

¿Qué más pedir? Con tu amor,


mi rancho, un árbol, un perro,
y enfrente el cielo y el cerro
y el cafetalito en flor...

Y entre aroma de saúcos,


un zenzontle que cantará
y una poza que copiará
pajaritos y bejucos.

Lo que los pobres queremos,


lo que los pobres amamos,
eso que tanto adoramos
porque es lo que no tenemos...

Con sólo eso, vida mía;


con sólo eso:
con mi verso, con tu beso,
lo demás nos sobraría...
Porque no hay nada mejor
que un monte, un rancho, un lucero,
cuando se tiene un "Te quiero"
y huele a sendas en flor...

Poema Cara y cruz


- de Claudia Lars

Alta visión de un sueño sin espina,


honda visión en realidad clavada;
ansia de vuelo en recta que se empina,
miedo del paso en curva accidentada.

Rosa de sombra, rosa matutina,


una caída y otra levantada;
ángeles invisibles en la esquina
donde el presente cambia de jornada.

Marca el momento signo de la altura:


brote de carne limpia y sangre pura
en renovado campo de infinito...

Y en promesa inefable y verdadera


-Gabriel de anunciaciones y de espera-
un mundo sin cadenas y sin grito.

Poema Sirena de Claudia Lars

Va sobre espuma alzada, casi en vuelo,


sin rozar el navío ni la roca
y la distancia abierta la provoca
un doloroso afán de agua y de cielo.
El canto suelto, desflecado el pelo,
de la tierra inocente, grave y loca;
encendidos los sueños y en la boca
la extraña sangre de una flor de hielo.
No es el tritón quien le transforma el pecho,
ni el querubín se inflama entre sus labios
para beber después llanto deshecho.

Un hombre, nada más… Con brazos sabios


la tiende sobre el peso de la tierra
y allí se arrastra dulcemente en guerra

Poema Sonetos Del Arcángel


de Claudia Lars

Amor, eres radiante como el día


y como el agua transparente y puro;
vienes de la más clara lejanía
como un panal de sol, rico y maduro.
Por ti el silencio cambia en armonía
su angustia singular, su anillo oscuro,
y anuncian resplandores del futuro
el vuelo de una azul pajarería.

Y yo, que siento ante la luz la viva


atracción que domina y que cautiva
al mirasol girante y empinado;
busco tu claridad de maravilla
y en lo solar, como una flor sencilla,
define el corazón forma y estado.
Poema Sueño de Claudia Lars

Fui por el aire, tras la luz caída,


pisando signos y colores planos
y llevaba, desnuda, entre las manos,
la flor de ayer, alzando nueva vida.

Una paloma leve y abstraída


buscó la espiga de celestes granos
y en caminos profundos y lejanos
quedó mi propia forma detenida.

Derribadas murallas, botadura


de un nuevo corazón a la dulzura
y el miedo y el amor cruzando espadas.

A la deriva un ¡ay!... de no sé dónde,


y la muerte, impasible, que se esconde
en reflejo de caras olvidadas.

LA PALABRA ES UN PETALO
DAVID ESCOBAR GALINDO

La palabra es un pétalo
que el viento desprendió de la magnolia.
En el árbol, la flor
sigue estando completa,
porque la herida es invisible.

El pétalo que vuela solitario


al volar se convierte en otros pétalos,
y así en la levedad del cielo abierto
se dispersan magnolias incontables.
Y la magnolia original asume
la pasión de la víctima.
Poema Ascensión
¡Dos alas!... ¿Quién tuviera dos alas para el vuelo?
Esta tarde, en la cumbre, casi las he tenido.
Desde aquí veo el mar, tan azul, tan dormido,
que, si no fuera un mar, ¡Bien sería otro cielo...

Cumbres, divinas cumbres, excelsos miradores...


¡Que pequeños los hombres! No llegan los rumores
de allá abajo, del cieno; ni el grito horripilante
con que aúlla el deseo, ni el clamor desbordante
de las malas pasiones... Lo rastrero no sube:
ésta cumbre es el reino del pájaro y la nube...

Aquí he visto una cosa muy dulce y extraña,


como es la de haber visto llorando una montaña...
el agua brota lenta, y en su remanso brilla la luz;
un ternerito viene, y luego se arrodilla
al borde del estanque, y al doblar la testuz,
por beber agua limpia, bebe agua y bebe luz...

Y luego se oye un ruido por lomas y floresta,


como si una tormenta rodara por la cuesta:
animales que vienen con una fiebre extraña
a beberse las lágrimas que llora la montaña.

Va llegando la noche. Ya no se mira el mar.


Y que asco y que tristeza comenzar a bajar...

(¡Quién tuviera dos alas, dos alas para un vuelo!


Esta tarde, en la cumbre, casi las he tenido,
con el loco deseo de haberlas extendido
¡Sobre aquel mar dormido que parecía un cielo!)

Un río entre verdores se pierde a mis espaldas,


como un hilo de plata que enhebrara esmeraldas...

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