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Unidad nro. 1:
El Derecho Penal:
El Derecho Penal como ordenamiento o conjunto de normas: como sección del ordenamiento
jurídico de un Estado en la que se establecen las conductas prohibidas y las consecuencias de
su incumplimiento, surge como una derivación de la vigencia de los principios constitucionales
de legalidad (art. 18 C.N) y de reserva (art. 19 C.N), de modo tal que sólo aquello que aparece
como definido como delito es preocupación del derecho penal.
El derecho penal como instrumento de control social: se entiende por control social el
conjunto de instituciones, estrategias y sanciones que pretenden promover y garantizar el
sometimiento del individuo a los modelos y normas comunitarias.
La convivencia social del hombre hace que surjan una serie de controles que tienen como
objetivo regular su coexistencia. Se conforma un “orden social” en donde se procura mantener
un equilibrio a través de pautas de comportamiento elaboradas por los distintos estamentos
que componen la sociedad que cumplen el rol de control social de carácter informal.
Cuando el conflicto asume particular gravedad y su solución escapa a las instancias de los
distintos controles sociales informales, entra en escena otra clase de ordenamiento, esta vez
de carácter jurídico que a través de sus distintas ramas se impone también como un
instrumento de control, en el que el derecho penal tendrá mayor o menos protagonismo
según el modelo de Estado que se adopte:
Principio de reserva: significa que no puede haber delito ni pena si no hay tina conducta que
afecte bienes jurídicos.
Principio de lesividad: exige que en todo delito haya un bien jurídico lesionado. Esta exigencia
es una limitación al poder punitivo.
Principio de culpabilidad:
Principio de racionalidad: está siempre presente en el Derecho penal dado que impone que la
pena se adecue a la gravedad y a la circunstancia del delito cometido.
Principio de la mínima intervención: el Derecho penal debe aplicarse como última ratio, es
decir, es el último recurso al que el ordenamiento jurídico tiene que recurrir de forma tal que,
si hay otro medio menos agresivo que el Derecho penal para resolver el conflicto, debe
aplicarse el menos agresivo.
La criminología crítica cuyo objeto de estudio será lo que denomina agencias de poder con
capacidad de criminalización. Se sostiene que hay una “cifra negra” de delitos no investigados
que demuestra la selectividad estructurada en las esferas del poder que pone en tela de juicio
la eficacia del sistema penal ya que no es aplicable a todos sino que selecciona para su
aplicación a los desposeídos de poder, a los marginados.
La política criminal es parte de la política general del Estado. Es preciso que el Estado planee
los objetivos políticos respecto del fenómeno criminal y disponga las medidas para su logro. Se
cumple una función de guía y control al legislador en la toma de decisiones sobre problemas
de criminalidad.
La política criminal es aquella disciplina que trata de determinar con arreglo a criterios técnicos
y políticos, las conductas que deben ser objeto de criminalización, los medios que se estimen
como adecuados para una eficaz prevención del delito y las metas propuestas en la ejecución
de las penas.
Las relaciones entre el derecho penal, la criminología y la política criminal son necesarias.
Muñoz Conde sostiene que a la criminología le interesan los factores de la criminalidad y de la
criminalización. Al derecho penal, su imputación a un individuo a efecto de hacerlo
responsable conforme a un esquema o estructura cuyos presupuestos establece la ley penal
positiva. A la política criminal, los criterios a tener en cuenta a la hora de adoptar decisiones
respecto del fenómeno criminal.
Concepciones del Derecho Penal: de hecho y de autor: las teorías legitimantes de la pena (del
poder punitivo) son teorías del derecho penal, de modo que su clasificación puede
reordenarse desde cualquiera de sus consecuencias, pudiendo hacerse desde la esencia del
delito, en razón de las diferentes concepciones de la relación del delito con el autor.
• Para unos el delito es una fracción o lesión jurídica, para otros es el signo o síntoma de
una inferioridad moral, biológica o psicológica.
• Para los primeros, el desvalor se agota en el acto mismo (lesión), para los segundos, el
acto es solo una lente que permite ver una característica del autor en la que se
deposita el desvalor.
De hecho: concibe al delito como un conflicto que produce una lesión jurídica, provocado por
un acto humano como decisión autónoma de un ente responsable (persona) al que se le puede
reprochar.
• Para los espiritualistas tiene naturaleza moral y, por ende, se trata de una versión
secularizada de un estado de pecado jurídico.
• Para los otros de naturaleza y, por ende, se trata de un estado peligroso.
La Dogmática penal: método empleado por el penalista para conocer al derecho positivo. Con
la actividad dogmática se trata de averiguar el contenido de las normas penales, cuales son los
presupuestos que deben darse para que entre en juego un tipo penal, que es lo que distingue
los hechos punibles de los impunes, de conocer, en definitiva que es lo que la ley quiere
castigar y cómo quiere hacerlo.
La función del derecho penal: ¿Por qué debe haber derecho penal? La discusión se mantiene
por la prioridad que cabe asignar en la consideración del ilícito al disvalor: de acción o de
resultado.
Zaffaroni: es necesario diferenciar el objeto del derecho a disponer del objeto, siendo el
último lo que es verdaderamente tutelado por el orden jurídico.
Mir Puig: para que un bien jurídico sea penalmente tutelado deben exigirse dos condiciones:
suficiente importancia social y necesidad de protección por el derecho penal.
La utilidad del bien jurídico en un Estado de Derecho, cabe esperar que cumpla dos funciones:
• Una función de política criminal de límite al poder punitivo del Estado. Este sólo podrá
dictar normas penales en función de la protección de bienes jurídicos, no de
sentimientos o valores ético-sociales.
• Una función de interpretación y aplicación de la ley penal ya que la interpretación de
la norma ha de hacerse a partir del bien jurídico que tiende a proteger.
El derecho penal como tutela de valores ético-sociales: fomenta el respeto a los bienes
jurídicos, esto es, una labor o función pedagógica que tiende a estimular el buen
comportamiento ciudadano.
Partiendo de que la valoración de la acción humana puede ser analizada según el resultado
que origina (desvalor de resultado) o según el sentido de la actividad (desvalor de acto),
Welzel dice que el Derecho Penal quiere proteger antes que nada determinados bienes vitales
de la comunidad como la integridad del Estado, la vida, la salud, la libertad, la propiedad
(bienes jurídicos), de ahí las consecuencias que acarrea (el desvalor del resultado). La
protección de bienes jurídicos la cumple en cuanto prohíbe y castiga las acciones encaminadas
a la lesión.
Unidad nro. 2:
• Costumbre: la admisión, por parte de un grupo social, de una serie de reglas o pautas
de comportamiento da lugar a lo que se conoce como costumbre o derecho
consuetudinario en donde su obligatoriedad carece un acto de reconocimiento jurídico
formal. Solo puede ser fuente mediata o secundaria, pero nunca con la jerarquía de
fuente inmediata que le corresponde sólo a la ley.
• Jurisprudencia: en nuestro sistema los fallos de los tribunales no son fuente inmediata
del derecho penal por carecer de efecto vinculante. Desde el juez de más modesta
competencia hasta el más encumbrado Tribunal, la función jurisdiccional es
independiente de los criterios sentados por otros y no puede imponerse al juez
ninguna forma de terminad de entender la ley que aplica, toda vez que las sentencias
tienen fuerza obligatoria únicamente en el caso concreto.
Concepto de fuente: surtidor al que debe acudirse para descubrir el origen de la legislación. En
el caso del Derecho Penal, la doctrina reconoce dos clases de “fuentes”:
• Norma penal: una norma jurídica que refuerza su poder en orientar y disciplinar las
conductas humanas mediante una coacción para el infractor.
• Ley penal: es un juicio hipotético que establece la voluntad del Estado de aplicar una
sanción si se produce determinada conducta humana. Cuando el súbdito realiza esta
conducta a la cual se aplica por el Estado, es claro que no ha infringido la ley penal,
• El presupuesto de hecho.
• La consecuencia o sanción.
Como juicio de valoración: desde un punto de vista objetivo como valoración (desvalorización)
de aquellas conductas que lesionan o ponen en peligro un bien jurídico, pues el sentido de la
existencia de la norma es la protección de intereses jurídicamente relevantes, y desde un
punto de vista subjetivo como una regla o imperativo de determinación, orientado a los
ciudadanos o súbditos de la ley.
Art. 206: será reprimido con prisión de UNO a SEIS meses el que violare las reglas establecidas
por las leyes de policía sanitaria animal.
Las leyes no siempre se dican con la suficiente claridad sino que, por el contrario, sucede con
frecuencia que sus preceptos son vagos, ambiguos u oscuros. Aun en el caso de que los
términos de la ley sean suficientemente claros, puede suceder que le paso del tiempo o el
devenir de ciertos patrones culturales, doten al precepto de una significación imprecisa o
desactualizada.
Clases de interpretación:
• Autentica: es la que realiza el mismo órgano que la sancionó, ya sea en el mismo acto
mediante disposiciones aclaratorias o mediante una ley posterior.
• Doctrinaria: es la que realizan los tratadistas y estudiosos del derecho. Su importancia
es relativa ya que carecen en absoluto de poder vinculante.
• Judicial: es la que llevan a cabo los órganos jurisdiccionales y que si bien tiene validez
para el caso concreto, su importancia es superior a la doctrinaria ya que las decisiones
de los tribunales superiores configuran lo que se denomina doctrina legal, cuya
vulneración por los órganos inferiores habilita los recursos extraordinarios.
• Declarativa: aquella que supone paridad con la literal, es decir, coincidente con el
lenguaje común.
• Restrictiva: cuando se le otorga al precepto un ámbito más restrictivo del que brinda
el sentido común de los términos empleados.
• Extensiva: cuando se atribuye al precepto un mayor alcance de lo que expresa el texto
al comprobarse que su literalidad no regula taxativamente hipótesis que
implícitamente están comprendidas.
La analogía: consiste en la aplicación de la ley a los casos no previstos en ella, pero semejante
a los contemplados. Mediante esta técnica se trata de determinar una voluntad no existente
en la ley que el legislador habría previsto si hubiera podido tener en cuenta el caso a juzgar.
Si el juez está vinculado al orden jurídico, y no sólo al orden legal, la aplicación de la ley no se
puede desentender de la significación que la misma tenga de los valores fundamentales del
orden jurídico, particularmente de la justicia.
Por ello, ante la necesidad de coexistencia de la obligación de aplicar la ley y la del respecto a
los valores del orden jurídico, es preciso según Bacigalupo encontrar un punto de
razonamiento que brindará la interpretación de la ley, que se tornará tanto inevitable como
Unidad nro. 3:
Breve reseña sobre los orígenes y formas de aparición de la pena en la antigüedad: la sanción
penal reconoce como origen remoto a la reacción producida o respuesta dada ante lo que era
considerado una grave a las pautas de convivencia grupales, y que tenía por básica finalidad la
venganza al acto de agresión. Su función era esencialmente reparatoria.
En una etapa posterior surgió la composición, que permitía el reemplazo de las sanciones
propias del sistema taliónico, por una suma de dinero o de bienes que debía ser aceptado por
el afectado, a cambio de la renuncia al derecho a la venganza.
Acarreaba la confiscación de los bienes del exiliado. La amnistía era la forma de poner fin al
exilio dispuesto como sanción, fundamentalmente en orden a delitos políticos.
El ostracismo consistía en el destierro temporal, por diez años, de aquellas personas que
pudieran representar un peligro para la organización social y política del pueblo ateniense.
Los primeros gobiernos patrios surgidos luego de la Revolución de 1810 tenían preocupaciones
más urgentes que el dictado de un cuerpo de leyes por lo que siguieron rigiendo las leyes de la
Corona Española, a excepción de algunas disposiciones aisladas instrumentadas a través de
reglamentos, decretos y bandos dictados por las distintas autoridades que se sucedieron hasta
la organización institucional del país.
En cuanto a las normas dictadas por las autoridades nacionales entre 1810 y 1820, son de
distinto significado: unos tienen una motivación exclusiva o predominante ideológica, en
cambio otras son soluciones empíricas para problemas concretos de la vida real.
Ley n°12 (30/11/1854), autorizaba al Poder Ejecutivo a nombrar una comisión de jurisconsultos
que tendría a su cargo la redacción de los códigos nacionales.
Las primeras leyes que abren el camino a la codificación fueron promulgadas el 14/09/1863 y
llevan los números 48,49 y 50, siendo la ley 49 la más importante de todas pues si bien no se
trataba de un código, se contemplaban los delitos de competencia federal. Esta ley rigió hasta
la entrada en vigencia del código penal en 1922, pues el código penal de 1886 quedó limitado
a los delitos ordinarios.
Notas características del texto de 1922: las principales reformas se referían a la extensión de
la libertad condicional a menos de tres años de reclusión o prisión, a la autorización para
amortizar la multa mediante la prestación de trabajo libre, a la inclusión de la miseria o la
dificultad de ganarse el sustento entre las circunstancias a evaluar en la mensuración de penas
divisibles, a la incorporación del homicidio emocional y del llamado aborto sentimental.
Proyectos de reforma:
El afán de Carrara por el logro de una ciencia hecha a imagen y semejanza con las matemáticas
lo llevan a utilizar el método deductivo por el que a partir de un axioma se deducen los
restantes enunciados.
Su noción del delito como ente jurídico: el delito es una infracción que cosiste en la violación
de un derecho, según fuere la especie de derecho agredido, se distinguirán los delitos, entre sí,
por su cualidad, y según fuera su importancia relativa, se los diferenciará en su cantidad, de la
noción de delito se derivan la legitimidad y los límites de la represión, porque todo derecho
debe tener la facultad de defenderse, luego, debe conminarse la aplicación de un mal a los que
violaren el derecho.
El principio del libre albedrío, esto es, la facultad que tiene el hombre de decirse por el bien o
por el mal, y libremente optar por este último, está también presente en su misma definición
del delito y que da fundamento a la imputabilidad moral, a su vez, presupuesto indispensable
de la responsabilidad
Unidad nro. 4:
En este orden de ideas, diremos que estamos frente a un “delito” cuando se haya comprobado
que se trata de una conducta humana que se encuentra descripta como prohibida o mandada
en un dispositivo legal, que no se encuentra amparada por el resto del ordenamiento jurídico y
que le puede ser reprochada al agente, esto es, que se trate de una acción, típica, antijurídica y
culpable.
El delito sería la acción prevista legalmente y amenazada con una pena, o sea un acción
punible, lo que si bien resulta lógico como derivación del principio de legalidad
Los niveles analíticos de la teoría del delito: acción, tipo, antijuricidad y culpabilidad.
Tipo: tienen cabida todos aquellos elementos que fundamentan el contenido material de
injusto, siendo definido como el conjunto de todos los presupuestos materiales que
condicionan la aplicación de una pena.
Antijuricidad: es una valoración: el derecho señala una acción como mala. Puedo conocer un
desvalor y no comprenderlo por no compartirlo para otro una acción puede ser mala y para mi
buena. Se supone que el ladrón no comprendió el desvalor de su acto lesivo de la propiedad
ajena, porque de lo contrario no lo hubiese cometido.
Culpabilidad: es el tercer carácter específico del delito, consistente en un juicio que permite
vincular en forma personalizada el injusto a su autor y, de este modo, operar como el principal
indicador que, desde la teoría del delito condiciona el paso y la magnitud de poder punitivo
que puede ejercerse sobre éste, es decir, si puede reprocharse el injusto al autor y, por ende,
si puede imponerse pena y hasta qué medida según el grado de ese reproche.
El modelo noekantiano: mientras para Kant la investigación había tenido por objeto las
categorías del ser, esta nueva corriente de pensamiento procura hallar las categorías de todos
ser, esta nueva corriente de pensamiento procura hallar las categorías de todos los contenidos
del pensar: junto a las categorías del ser, aparecen las del valor. Las del Derecho, proceden en
sentido valorativo.
La consecuencia de esta manera de pensar es que los conceptos jurídicos no tenían porqué
coincidir con los conceptos de las ciencias naturales.
La acción dejó de ser el sustento teórico de todo el sistema como era concebido por el
causalismo naturalista.
El tipo dejó de ser considerado como algo netamente objetivo y descriptivo, para admitir en su
seno elementos normativos y elementos subjetivos distintos del dolo.
Finalismo:
Welzel considera que la visión neokantiana supone un alejamiento de la realidad, pues hay
estructuras lógico-objetivas que no pueden ser desatendidos por el legislador pues no admiten
su reconducción a valoraciones, pero sus esfuerzos no se dirigieron simplemente a enmendar
las fallas del causalismo, sino que buscó dotar al derecho penal de un nuevo sistema de la
teoría del delito que estuviera sustentado no en la causalidad, sino en la finalidad.
La acción deja de ser un comportamiento voluntario carente de contenido, para tener una
perspectiva ontológica: por ser inconcebible una conducta humana sin voluntad, y la voluntad
sin finalidad, la conducta requerirá siempre una finalidad.
Roxin: parte de la premisa de que la dogmática es una herramienta para resolver problemas,
resultando imprescindible acudir a la política criminal que debe impregnar todas las categorías
del sistema de la teoría del delito.
El sistema jurídico penal, debe estar orientado a los fines del derecho penal, que no son sino
los fines de la política criminal.
Cada una de las categorías de la teoría del delito cumple funciones político-criminales y son
variables.
En este orden de ideas, es necesario llevar a término la unidad sistemática del derecho penal y
la política criminal en el seno de la teoría del delito, por lo que tipicidad, la antijuridicad y la
culpabilidad deben contemplarse, desarrollarse y sistematizarse desde el principio a partir de
su función político-criminal.
Jakobs: emprende la tarea de una (re)normativización de los conceptos y orienta sus estudios
a una profundización de la concepción funcionalista del sistema. En esta concepción, un sujeto
no es aquel que puede ocasionar o impedir un suceso, sino aquel que puede ser responsable
por éste, con lo que queda claro que se centra la atención en el sistema social, subordinado a
su buen funcionamiento cualquier valoración ética, política, individual o colectiva y en donde
el sujeto al que se dirige el derecho se “construye” en función de la tarea asignada al derecho
penal.
Los elementos ontológicos pertenecen al mundo del ser, de la realidad, mientras que los
normativos correspondan al ámbito de las normas y, por tanto, del deber ser y de lo
axiológico.
Para saber si un concepto o elemento utilizado por el derecho es ontológico, basta con
conocimientos empíricos, del mundo real, o con conocimientos lógicos, mientras que si es
normativo, para entenderlo es preciso conocer sus definiciones, valoraciones y exigencias del
correspondiente sector de normas: éticas, religiosas, sociales, técnicas, jurídicas, etc.
Debe entenderse por “acción” en el derecho penal como un concepto de conducta ajustado a
la condición de manifestación de la realidad, esto es, como exteriorización de la voluntad de
un ser humano, no sólo porque ha quedado atrás la criminalización del hacer de los animales o
los sucesos de la naturaleza, sino porque en un derecho penal de acto escapan a su
incumbencia los pensamientos o los deseos.
Según éste, el legislador está vinculado por realidad ónticas preexistentes que no puede
ignorar en su regulación.
La voluntad es el factor de dirección que configura el suceder causal externo y lo convierte, por
tanto, en una acción dirigida finalmente, y esto es un dato del ser, de la realidad que no puede
ser ignorado ni modificado por el legislador.
Según este, la acción es una manifestación de la personalidad, de lo que cabe entenderse que
sea una manifestación de la personalidad supone que se le puede atribuir al hombre como
centro anímico-espiritual de actuación, es decir, que la conducta esté sometida al control del
yo, a la instancia conductora anímica-espiritual del ser humano, lo que no ocurre en los casos
en que los efectos parten de la esfera puramente corporal, somática, material o animal del
hombre.
El funcionalismo sistemático: Jakobs, sobre la base de una total normativización del derecho
penal, entiende que la acción es un concepto relativo, es decir, no hay acción en sí, sino sólo
acciones determinadas en cada caso mediante efectos externos evitables del sujeto. Según
Jakobs, en la determinación del concepto de acción no se trata solo de imputar su acción a un
sujeto, sino que al establecer el concepto de acción se determina simultáneamente lo que es
un sujeto y lo que es su acción.
• Debe ser lo suficientemente amplio que permita cumplir con las diferentes etapas
limitativas del proceso imputativo.
• Y no ser tan amplio que su contenido importe considerar acción a lo que no es
conducta humana voluntaria.
A. El que no haya podido en el momento del hecho, ya sea por insuficiencia de sus
facultades, por alteraciones morbosas de las mismas o por su estado de inconsciencia,
error o ignorancia de hecho no imputable, comprender la criminalidad del acto o
dirigir sus acciones.
B. El que obrare violentando por fuerza física irresistible o amenazas de sufrir un mal por
evitar otro mayor inminente a que ha sido extraño.
Cuando se da un caso de exclusión de acción no sólo se excluye la punibilidad sino que sus
efectos serán más amplios:
A. Nos exime de analizar los otros elementos del delito que afirman el injusto, con lo que
se excluye la responsabilidad civil derivada del hecho.
B. En caso de falta de acción no se deriva ninguna atribución de responsabilidad.
C. Por no ser acción, los movimientos peligrosos para bienes jurídicos no constituyen
“agresión” que habilite la legítima defensa (art. 34, inc. 6), siendo admisible
únicamente el estado de necesidad justificante (art. 34, inc. 3).
D. No cabe considerar instigador, sino autor a quien se vale de un involuntable para
lesionar un bien jurídico.
Unidad nro. 5
• Instrumento legal: creado exclusivamente por una ley, dictada válidamente conforme
el procedimiento previsto a tal efecto.
• Lógicamente necesario: en la medida que su consideración resulta previa al análisis de
antijuricidad y culpabilidad de la conducta.
• Predominantemente descriptivo: dada la posibilidad de que concurran en el tipo
elementos normativos y descriptivos, los primeros son eventuales, mientras que los
últimos siempre aparecen en la estructura de la figura penal.
El tipo capta todo ese supuesto de hecho fáctico, concreto y particular, dado en el mundo real.
Por eso, es preferible mantener la palabra tipo para la fórmula legal abstracta y llamar pragma
a lo particular y concreto. El pragma es la conducta realmente realizada, pero con su resultado
y sus circunstancias.
Tipicidad: como característica que asume la conducta como resultado del juicio y juicio
mediante el cual se establece la tipicidad.
Breve reseña de la evolución de la teoría del tipo: apareció en la dogmática jurídico-penal por
obra de Ernst von Beling en 1906 y desde entonces mucho se ha discutido acerca de su
naturaleza y de sus relaciones con los otros niveles o momentos analíticos del delito.
• Su naturaleza: unos pretendieron que era objetiva y otros que abarcaba datos
subjetivos en diferente medida.
• Su relación con la antijuricidad: unos pensaron que no tenía ninguna relación, otros
que revelaba un indicio de antijuricidad y otros que era directamente la ratio essendi
de ésta.
• Su relación con la culpabilidad: unos creen que debe sostenerse un tipo de
culpabilidad y otros la niegan.
Función: definir semánticamente las conductas prohibidas cuya realización, dada su gravedad,
tiene prevista una sanción penal. La operatividad de la citada función de garantía guarda
directa relación con los principios fundamentales de la ley previa, irretroactividad de la ley en
perjuicio del imputado, y prohibición de la analogía en materia penal.
Art. 79: se aplicará reclusión o prisión de ocho a veinticinco años, al que matare a otro,
siempre que en este Código no se estableciere otra pena. Tipo cerrado.
Art. 84: será reprimido con prisión de uno a cinco años e inhabilitación especial, en su caso,
por cinco a diez años el que por imprudencia, negligencia, impericia en su arte o profesión o
inobservancia de los reglamentos o de los deberes a su cargo causare a otro la muerte.
• Dolosos: aquellos en los que las conductas responden a un curso causal dominado por
el agente.
• Imprudentes: aquellas conductas que derivan en la producción de un resultado
entendido como dañoso, por haber sido realizadas con una falta de cuidado en la
disposición final del sujeto.
Art. 162: será reprimido con prisión de un mes a dos años, el que se apoderare ilegítimamente
de una cosa mueble, total o parcialmente ajena. Tipo doloso.
Art. 94: se impondrá prisión de un mes a tres años o multa de mil a quince mil pesos e
inhabilitación especial por uno a cuatro años, el que por imprudencia o negligencia, por
impericia en su arte o profesión, o por inobservancia de los reglamentos o deberes a su cargo,
causare a otro un daño en el cuerpo o en la salud.
• Activos:
• Omisivos: prohíbe la realización de otra conducta que la descripta en el tipo. Se trata
de “no hacer lo que se debe hacer”.
Art. 108: será reprimido con multa de setecientos cincuenta pesos a doce mil quinientos pesos
el que encontrando perdido o desamparado a un menor de diez años o a una persona herida o
inválida o amenazada de un peligro cualquiera, omitiere prestarle el auxilio necesario, cuando
pudiere hacerlo sin riesgo personal o no diere aviso inmediatamente a la autoridad. Tipo
omisivo
Art. 200: será reprimido con reclusión o prisión de tres a diez años y multa de pesos diez mil a
pesos doscientos mil, el que envenenare, adulterare o falsificare de un modo peligroso para la
salud, aguas potables o sustancias alimenticias o medicinales destinadas al uso público o al
consumo de una colectividad de personas. Tipo activo.
Art. 203: cuando alguno de los hechos previstos en los artículos anteriores fuere cometido por
imprudencia, negligencia, impericia en su arte o profesión o por inobservancia de los deberes a
su cargo, se impondrá de pesos cinco mil a pesos cien mil, si tuviere como resultado
enfermedad o muerte se aplicará prisión de seis meses a cinco años. Tipo activo.
Tipo objetivo: comprobar que se ha producido objetivamente que la ley ha descripto como
prohibida o mandada, para lo cual es preciso cotejar si el hecho bajo análisis reúne los
elementos que requiere la prescripción legal.
Elementos indispensables:
Sujeto activo: autor de la conducta típica. En estos casos, sujeto activo del delito puede ser
cualquiera, dando lugar a lo que se denominan delitos comunes. Puede ocurrir que la ley
requiere determinada para ser sujeto activo de un delito, estos son delitos especiales propios y
delitos especiales impropios.
• Delitos especiales propios: son aquellos en que el círculo de autores está restringido a
lo indicado en el texto legal.
• Delitos especiales impropios: son aquellos que pueden ser cometidos por cualquiera,
pero si son cometidos por una persona que reúne determinada condición o cualidad,
se castigan más severamente.
Acción: constituye el núcleo del tipo y es descrita generalmente por su verbo. Cuando el tipo
exige para su configuración la producción de un resultado, entendido como modificación
producida en el mundo exterior estamos frente a los delitos de resultado, en cambio cuando el
tipo se satisface con la sola acción, estamos ante los delitos de mera actividad.
Bien jurídico: a través del tipo penal se seleccionan aquellos comportamientos que afecten
gravemente los intereses o valores que se estiman trascendentes en un grupo social. El bien
jurídico es la clave que permite descubrir la naturaleza del tipo, dándole sentido y
fundamento.
No hay que confundir el bien jurídico con el objeto de la acción, que es aquello sobre lo que
recae directamente la acción típica.
Titular del bien jurídico es el sujeto pasivo del delito y aunque regularmente concurre tal
condición con la de sujeto pasivo de la conducta criminal, pero puede ocurrir que tales
cualidades no coincidan.
Tipo subjetivo: comprende el contenido de la voluntad que rige la acción, que según su
intensidad puede ser dolosa o culposa. A la parte subjetiva de los delitos dolosos corresponde
todo aquello que pertenece a la dirección de voluntad del autor y a su conocimiento de los
elementos objetivos del tipo. En su virtud, la parte subjetiva se compone en todo caso del
dolo, y, en ocasiones, de los elementos subjetivos distintos del dolo.
Elementos:
Clases:
Hay otros tipos en los que hay hipertrofia del tipo subjetivo, es decir, que requiere algo más
que el querer el resultado típico. Como el querer del dolo se agota en este querer, todo
requerimiento del tipo subjetivo diferente del dolo, en estos tipos asimétricos, es un elemento
subjetivo del tipo distinto del dolo.
• Ultrafinalidades: tipos en los que se exige que la finalidad tenga una particular
dirección que exceda el tipo objetivo. Son los tipos que exigen un para, con el fin de,
con el propósito de, etc.
• Elementos del ánimo: actitudes o expectativas del agente que acompañan su acción y
que se manifiestan objetivamente de alguna manera o que, al menos, con
incompatibles con la ausencia de ciertos datos objetivos.
Los elementos subjetivos del tipo distintos del dolo que asumen la forma de elementos del
ánimo dan lugar a los delitos de tendencia, caracterizados porque la voluntad de la acción
asume una modalidad particular, que no se exterioriza en forma completa.
Unidad nro. 6:
Teoría de la equivalencia de las condiciones o “conditio sine qua son”: según esta teoría, toda
condición del resultado, por secundaria, alejada o indirecta que sea, es causa del mismo y por
tanto, a los efectos causales todas las condiciones tienen el mismo valor, es decir, son
equivalentes.
Teoría de la causalidad adecuada: según esta teoría, únicamente se tiene como causante
aquella conducta que de acuerdo con la experiencia general de la vida, ostenta una tendencia
general hacia el logro del resultado típico, se trata de conductas que aumentan la probabilidad
del mismo, en consecuencia, las condiciones que solamente por azar han colaborado al logro
del resultado, son consideradas jurídicamente irrelevantes.
Así, al afirmar que causa no es cualquier condición del resultado sino aquella adecuada a ese
resultado, permite eliminar del concepto de causalidad los cursos extravagantes o
extraordinarios y evita el regreso al infinito a que conduce la conditio.
Según la teoría de la relevancia, es causa del resultado en derecho penal, toda condición que
no puede ser suprimida mentalmente sin que al mismo tiempo desaparezca el resultado, pero
además se deberá verificar si tal condición es relevante en el juicio de tipicidad.
Origen: corresponde a Claus Roxin el desarrollo de una serie de reglas de solución para un
grupo de casos en los cuales, a partir del fin de la norma penal, se deducen criterios que
permiten eliminar ya en el tipo objetivo, comportamientos que son irrelevantes para el
derecho penal.
Realización del riesgo imputable en el resultado: el resultado debe ser consecuencia del riesgo
jurídicamente desaprobado creado por el autor. Si es consecuencia de la realización de otro
riesgo distinto, el resultado no puede serle imputado objetivamente al autor.
Para la imputación objetiva es preciso además que el resultado concretamente causado encaje
en el fin de protección o evitación de la norma, es decir, que coincida con el tipo de causación
de resultados que precisamente pretende evitar la norma prohibitiva directa o la norma de
cuidado infringida.
En el error de tipo el autor no sabe lo que hace, en el error de prohibición sabe lo que hace
pero desconoce que su comportamiento está prohibido por el derecho.
Si el dolo requiere el conocimiento de los elementos del tipo objetivo, cuando falta ese
conocimiento por error o ignorancia, estaremos ante un error de tipo y el efecto que producirá
será la eliminación del dolo. Y como el dolo se aloja en la faz subjetiva del tipo, su
consecuencia será la atipicidad de la conducta si el yerro es invencible o insalvable. En el caso
de que el error sea vencible es posible castigar por delito culposo siempre que tal modalidad
esté prevista legalmente.
El error se considerará inevitable o invencible cuando el sujeto por más cuidado que adopte en
el caso concreto nunca podría haberlo advertido. Ej: art. 183 CP.
Error sobre los elementos normativos: el error de derecho es el que recae sobre la existencia
de una prohibición penal o de una disposición justificante o exculpante que, con arreglo a lo
normado en el art. 20 del CC derogado, es irrelevante a los fines del art. 34, inc. 1 del CP pues
el derecho se presume conocido.
Error en el golpe: se trate de casos en los que existe una desviación del curso causal, en los
que el autor dirige su actividad contra un objeto determinado, pero como consecuencia de una
ejecución deficiente, la acción recae sobre otro objeto de la misma especie.
“Dolus generalis”: se trata de los supuestos en que el resultado se atrasa o adelanta respecto
de lo planeado por el agente.
Unidad nro. 7:
Entre el desvalor de la acción y el desvalor del resultado en los delitos culposos tiene que darse
una relación interna: el resultado tiene que haberse producido como consecuencia de la
inobservancia del cuidado objetivamente debido y tiene que ser, además, uno de los que
trataba de evitar la norma de cuidado infringida.
Estructura:
• El tipo doloso: exige distinguir entre tipo objetivo y subjetivo. Esto significa que para la
configuración del tipo doloso debe existir coincidencia entre la finalidad perseguida
por el autor y el resultado prohibido.
• El tipo culposo: no hay coincidencia entre la finalidad perseguida por el autor y la
dirección final prohibida, por lo que la doctrina entiende que en el ilícito culposo o
imprudente carece de sentido la distinción entre tipo objetivo y subjetivo,
manteniéndose sólo por razones didácticas.
Ej: en el homicidio doloso del autor de matar a un ser humano está desaprobado
jurídicamente, en tanto que en el homicidio culposo lo desaprobado será la producción de
idéntico resultado guiado por una finalidad lícita.
Postura subjetiva: ante la falta de justicia a que conduce la postura subjetiva, otro sector de la
doctrina plantea la consideración de la capacidad individual, nivel de conocimiento,
previsibilidad y experiencia del sujeto al tiempo de delimitar el cuidado que le era exigible al
autor.
El resultado y su función en la configuración del ilícito: el fundamento principal del ilícito será
el desvalor de acción, pero no se desprecia al desvalor de resultado ya que en caso de faltar el
resultado de lesión o de peligro de bienes jurídicos, no resulta factible imputar la comisión del
delito imprudente.
En nuestro CP no está previsto un delito de imprudencia del cual se pueda inferir a la par de
cada delito doloso otro culposo. La tipicidad culposa sólo existirá en aquellos casos en que
expresamente así se prevea en la parte especial de dicho cuerpo normativo.
Lo prohibido no será la acción sino que en el desarrollo de la acción y por inobservancia del
deber de cuidado se ha producido el resultado lesivo.
Por ello se dice que los tipos culposos son abiertos, ya que la acción prohibida no puede ser
individualizada en forma precisa y estricta en el texto de la ley. Resultaría imposible la
previsión legal de todas las conductas que violen el deber objetivo de cuidado y causen un
Los arts. 84 y 94 del CP al aludir a que será penado aquel que por imprudencia, negligencia,
impericia en su arte o profesión o inobservancia de los reglamentos o deberes a su cargo,
causare a otro la muerte o daño en el cuerpo o en la salud.
Mientras el negligente no hace algo que la prudencia aconseja hacer, el imprudente realiza
algo que las reglas de la prudencia aconsejan no hacer.
Negligencia: aparece como una actitud omisiva, contrapuesta a la diligencia. Puede tener
origen en el funcionamiento defectuoso de la memoria y la asociación, de tal manera que no
surjan recuerdos que activen la atención.
Impericia: es la actuación inexperta o inidónea en una tarea que requiere una especial
destreza. Una exigencia mayor se formula a quien se dedica a una labor que entraña riesgo y
que, por ende, debe ser desarrollada con especial habilidad.
Tipo omisivo:
La carencia de una definición legal respecto de lo que debe entenderse por omisión hizo que la
doctrina lo abordara desde la construcción teórica que, como lo ha puesto de manifiesto
Serrano Piedecasas, se ha llevado a cabo a través de la utilización de dos metodologías
diferentes: la ontológica y la axiológica.
Para Welzel desde un punto de vista ontológico no es en sí misma una acción, sino que por
estar referida necesariamente a una acción consistirá en la omisión de una acción
determinada. La omisión no significa un mero no hacer nada, sino un no hacer una acción
posible subordinada al poder final del hecho de una persona concreta. En consecuencia, el
La capacidad de obrar como posibilidad de evitación: en estos casos, para poder atribuir
responsabilidad es preciso afirmar que el autor hubiese podido evitar el resultado lesivo con la
realización de la conducta ordenada.
El tema tiene directa relación con la exigencia de la relación de causalidad en los delitos
omisivos. Según Mir Puig, tras una larga como infructuosa discusión acerca de si en los tipos
omisivos es requerida o no una efectiva relación de causalidad, la doctrina ha llegado a la
conclusión de que lo decisivo en la comisión por omisión (omisión impropia) no es la existencia
efectiva de una relación causal entre la omisión y el resultado, sino sólo la virtualidad causal de
la acción que hubiera debido realizarse para evitarlo.
En este sentido debe tenerse en cuenta la diferencia que existe entre los tipos activos y los
omisivos. En los primeros, la imputación objetiva del resultado presupone inexcusablemente
que exista relación causal material entre al acción y el resultado, pues sin relación de
causalidad, o sin estar ésta comprobada, ya no se discute si se imputa jurídicamente ese
resultado, en cambio, en los delitos de omisión impropia no hay causalidad material entre la
conducta omisiva y el resultado, pero sí imputación objetiva de éste a la omisión conforme a
criterios estrictamente normativos.
El tipo objetivo del delito de acción exige la seguridad de que el comportamiento activo haya
causado el resultado, en tanto que en el tipo omisivo lo más que puede decirse es que la
realización de la acción ordenada habría evitado el resultado con una probabilidad rayana en la
seguridad.
• La ley: los deberes legales de proteger activamente un bien jurídico pueden suponer,
en determinados casos, dependiendo de la relación entre el obligado y el bien jurídico
o del obligado con la fuente de peligro, una posición de garantía. Ej: deberes y
obligaciones derivados de la patria potestad.
• El contrato: la aceptación contractual de un deber puede determinar también el
surgimiento de una posición de garante por la estrecha vinculación entre el sujeto y el
bien jurídico que supone las relaciones contractuales, cuyo contenido esencial atribuye
a una de las partes una relación de confianza, con deberes de protección, custodia o
vigilancia. Ej: guía de montaña, instructor de buceo, guardavidas de un natatorio.
• La conducta precedente (injerencia): hay situaciones en que el resultado típico se
produce como consecuencia de una conducta no dolosa anterior del sujeto que obliga
a evitar su agravación. La doctrina se ha manifestado por la necesidad de imponer
ciertas limitaciones a partir de la exigencia de tres requisitos para que surja la
injerencia una posición de garante: en primer lugar, el hecho precedente solamente
fundamenta la responsabilidad en el caso que el peligro sea inmediato y adecuado
para producir el resultado típico. En segundo lugar, el comportamiento previo debe
haber sido objetivamente contrario a deber. Por último, se debe tener en cuenta las
convicciones jurídico-sociales, sino que además, debe hacer imposible la intervención
de la víctima o de otros dispuestos a protegerlo. De no establecerse ciertos límites
para esta fuente de posición de garante se corre el riesgo de extender la atribución de
autoría dolosa a límites inaceptables.
De todos modos no habrá de pensarse de que los tipos omisivos impropios no regulados
expresamente en la ley autoricen una arbitraria creación del derecho por parte de los jueces
que puedan conducir a institutos manifiestamente írritos a la Constitución como la analogía ya
que, como dice Welzel, el derecho brinda al juez puntos de referencia típicos para la
elaboración de las características objetivas del autor de la omisión como es la posición de
garante desde la cual aquel sujeto que esté ligado al bien jurídico amenazado por una relación
de vida estrecha, lo coloca como tutor de su integridad.
Delitos de omisión propios (o de omisión pura): derivación directa del principio de legalidad,
los delitos de omisión propios aparecen expresamente tipificados y si bien su ejemplo
paradigmático, la omisión de auxilio (art. 108 CP) se trata de un delito común, es decir que
puede ser cometido por cualquiera que se encuentre en la situación prevista, hay casos en que
el legislador ha calificado a su autor tornándolo en un delito especial como son los supuestos
contemplados en los arts. 248 último supuesto, 274 y 277 inc. D del CP.
Mir Puig: en todo delito de omisión pura se describe una situación típica, en la que se omite
una determinada acción, pese a que el sujeto podía haberla realizado. En consecuencia, los
elementos que estructuran el tipo objetivo de omisión pura son:
La situación típica está constituida por la situación de necesidad elemental de una persona con
la que se “encuentra” el sujeto pasivo. La conducta delictiva se describe en la ley con la
expresión “omitiere prestarle el auxilio necesario”, con lo que se quiere significar que el autor
no desplegó la conducta debida, o sea, no realizó la acción ordenada. Finalmente, la ley
condiciona el deber de socorro a que el autor “pudiere hacerlo sin riesgo personal”, esto es, el
autor de be tener capacidad de obrar, de realizar esa acción”.
Delitos de omisión impropia (o de comisión omisión): la estructura del tipo objetivo en los
delitos de omisión impropia es la misma que en los omisivos propios, pero complementados
con la presencia de particularidades que le otorgan identidad, a saber: en cuanto al primer
elemento, en la omisión impropia la situación típica generadora del deber de obrar no siempre
aparece descripta expresamente por la ley ya que puede limitarse a describir la causación del
resultado, y así, sólo indica el bien jurídico que debe preservarse, el peligro respecto del cual
se lo protege y, en su caso, algún otro factor, de modo que lo que falte debe completarse
conforme a sentido.
Además, en esta modalidad omisiva para que el resultado pueda ser atribuido al agente debe
encontrarse en posición de garante lo que implica una limitación del círculo de autoría pues es
de la esencia de la omisión impropia que no todo omitente sea autor, y en posibilidad de
evitación del resultado lesivo. Ej: arts. 143, incs. 1 y 6, art. 144 quáter incs. 1, 2 y 3 y el art. 106
(primera parte) del CP.
Unidad nro. 8:
De acuerdo con el principio que enuncia que “todo lo que no está prohibido, está permitido”
(art. 19 CN), el sistema de prohibiciones es taxativo, cerrado, insusceptible de ser ampliado por
otras vías (analogía por ej), salvo las previstas en la propia ley. Y que en el contexto de
conductas expresamente vedadas, existen supuestos que tiene justificación, que se
encuentran permitidos, y que no resultan antijurídicos.
Exclusión de la antijuridicidad: Grad zu Dohna enuncia la teoría del fin, según la cal no es
antijurídica la acción que constituye un medio adecuado para alcanzar el fin de la convivencia
que el estado regula.
Parte de la doctrina moderna propone una clasificación, entre las causas de justificación del
resultado y causas de justificación (sólo) de la acción, agrupándose entre las primeras a las
tradicionales legítima defensa, cumplimiento de un deber, ejercicio de un derecho, u
obediencia debida a órdenes conformes a Derecho, que resultan excluyentes del desvalor del
resultado.
Pero en el caso de las causas de justificación sólo de la acción, subsiste el contenido disvalioso
del resultado, la conducta no es jurídicamente desaprobada, considerando como tal, vgr. El
estado de necesidad, o las causas de justificación supralegales.
Legítima defensa: Hegel la entendió como la afirmación de un derecho, convicción que parte
de considerar la negación del delito, y de tener en cuenta que el delito importa la negación de
un derecho, de ello se seguiría que la legítima defensa sería la negación de un derecho,
resultando que negación de negación deviene en una afirmación.
Fundamento: está dado en que nadie se ve obligado a soportar lo injusto, si bien autores como
Donna sostienen que existe una doble fundamentación: la defensa de un bien jurídico y la
defensa del orden jurídico.
Bienes defendibles: pueden ser tanto propios como los de terceros (incs. 6 y 7, art. 34).
Requisitos legales:
Agresión ilegítima: debe tratarse de una conducta, quedando descartados los actos de los
animales, como hechos de la naturaleza. Tampoco se admite la legítima defensa por ausencia
de conducta respecto del hipnotizado, el sonámbulo o el que sufre fuerza física irresistible.
La agresión debe ser actual o inminente, no bastando la mera voluntad. Y dicha inminencia
puede persistir hasta tanto sea factible la protección o reposición de la situación al estado
anterior.
El CP admite la legítima defensa expresamente, al prever que la legítima defensa puede darse
tanto para evitar como para repeler la agresión.
Necesidad racional del medio empleado: apunta a la necesidad de una adecuada proporción o
medida entre la modalidad de agresión y la forma de defensa: parece exagerado justificar la
defensa contra quien ha preferido insultos, mediante el disparo a quemarropa con armas de
grueso calibre.
Falta de provocación suficiente por parte del que se defiende: la provocación suficiente tiene
por efecto hacer cesar al presupuesto esencial de la legítima defensa, debe ser anterior a la
agresión, y ejecutada por el titular del bien jurídico comprometido en el caso, asimismo, es
necesario que sea previsible el desencadenamiento de la conducta que motivaría el supuesto
acto de defensa.
Legítima defensa de terceros: el inc. 7 del art. 34 extiende el tipo permisivo de legítima
defensa a la defensa de terceros: “el que obrare en defensa de la persona o derechos de otro,
siempre que concurran las circunstancias a) y b) del inciso anterior y caso de haber precedido
provocación suficiente por parte del agredido, la de que no haya participado en ella el tercero
defensor”.
Estado de necesidad: no es punible quien causare un mal por evitar otro mayor inminente a
que ha sido extraño (art. 34, inc. 3) o “estado de necesidad justificante”.
Difiere el estado de necesidad de la legítima defensa, en que el “mal” que integra el tipo
permisivo, puede provenir tanto de una conducta humana, como de un hecho de la
naturaleza.
En el supuesto tratado, el agente no debe estar obligado a soportar el riesgo, pues en tal caso
no concurre el necesario presupuesto de ajenidad.
Cerezo Mir agrega que es requisito necesario que el daño que se ocasiona no afecte la
dignidad de la persona.
El cumplimiento de un deber tiene relación con las obligaciones impuestas al sujeto teniendo
en cuenta circunstancias particulares, a diferencia de aquellas que resultan propias de un
cargo público (art. 243 CP).
La razón de ser de esta disposición, radica en que no cabe interpretar que el legislador ha
emitido mandatos contradictorios, de manera tal que el individuo quede expuesto, en una
situación determinada, a incumplir con alguno de ellos.
El ejercicio del derecho debe ser legítimo, esto es, excluyente de todo abuso o exceso (art. 35
CP) que lo desnaturalicen como tal. El tratamiento del ejercicio de una autoridad ha sido
subsumido al del ejercicio de un derecho, pero, el imperio o supremacía de una persona sobre
otra que resulta inherente a esta causa de justificación, no reconoce el mismo origen que los
restantes ejercicios de derecho o cargo antes mencionados.
El ejercicio de un cargo exige que se trate de un cargo público, esto es, derivado de elección
popular o de nombramiento de autoridad competente (art. 77). Ej: actuación de los auxiliares
de justicia en el secuestro y retención de bienes, ordenados por la autoridad judicial, del delito
de hurto o en la detención y encierro de un imputado en una causa determinada y con los
debidos recaudos legales.
Requisitos:
Capacidad: es un requisito esencial para la validez del consentimiento. Por ello, las
legislaciones de cada país fijan edades límites, según el grado de comprensión que requiera la
clase de acto de que se trate.
Teniendo en cuenta que se halla en juego la supresión de la tutela de un bien jurídico que,
como regla, el ordenamiento penal tiende a tutelar, sería tentativamente adecuado proponer
que la determinación de la mayoría de edad constituya un límite meramente ordenatorio, para
mantener siempre latente la posibilidad de verificar la comprensión imprescindible con que
debe contar la persona que presta el consentimiento.
Libre voluntad: en la órbita penal, el elemento “libertad” adquiere tan esencial significación,
requiriendo que el acuerdo prestado esté desprovisto de toda coacción física, moral y/o
psíquica, como así también de engaño y error que afecten a la cantidad y calidad de
menoscabo, del objeto de la acción.
Cualquier vicio que afecte a la libertad para decidir, torna inválido el consentimiento prestado,
y con ello, ineficaz su eventual efecto sobre la acción presuntamente delictiva.
Cabe señalar que, dado el carácter esencialmente revocable del consentimiento, el mismo
debe mantenerse hasta el mismo momento de la consumación del presunto delito.
El individuo que vive en comunidad, conviviendo con sus semejantes, inevitablemente realiza
acciones que exceden su privacidad, influyendo de una u otra manera a integrantes del grupo
social. Ello es parte del “riesgo permitido”, y es entendido como inherente a la configuración
social.
Consentimiento presunto: aquellos supuestos en los cuales el autor del hecho presuntamente
delictivo actúa con la creencia de hacerlo en interés de la víctima, con la certeza de que, de
haber podido expresarse, lo habría hecho consintiendo el modo de obrar en cuestión.
Mezger: afirma que supone un juicio de probabilidad, objetivo, del Juez, que expresa que el
supuesto lesionado, si hubiera poseído un personal, consentido en la acción.
El exceso en las justificantes: aquellos supuestos en los que se verifica un exceso en los límites
impuestos por la ley, por la autoridad o por la necesidad (art. 35), estableciéndose para tales
casos “la pena fijada para el delito por culpa o imprudencia”.
Los autores discrepan en cuanto a la naturaleza típica de tales conductas: mientras que para
algunos son culposas, para otros resultan ser dolosas aunque con menor contenido de culpa, o
conductas dolosas con menor contenido de antijuridicidad.
Unidad nro. 9:
Un injusto para ser punible debe ser pasible de reproche y sólo será reprochable cuando al
autor le era exigible actuar de un modo distinto a como lo hizo.
Breve reseña de la evolución según las distintas corrientes del saber penal:
Si la culpabilidad es entendida como un juicio de valor, una de las características de los valores
es su polaridad: entre su plenitud absoluta y su ausencia total es factible la graduación. Ello así,
cuando el legislador establece el marco abstracto de punibilidad en cada tipo penal,
corresponde al juez la graduación de la pena en correspondencia a la mayor o menor
culpabilidad.
Welzel sostiene que no es necesario que el autor pueda reconocer el hecho como contrario a
la ley o, en general, como punible, ni es suficiente la conciencia de perpetrar una simple
moralidad, sino que el autor tiene que poder reconocer que su hecho es una transgresión de
aquellas normas sociales que son indispensables para la vida en común.
Para que esta captación del disvalor de la conducta sea real y no presunta, la ley requiere que
el sujeto esté en condiciones de poder captar el carácter criminal de su acto.
• La responsabilidad del agente por el delito cometido será dolosa (dolo directo) cuando
la inimputabilidad en el momento de la ejecución o consumación haya sido pre-
ordenada o procurada con la finalidad de facilitar la comisión del hecho o de
procurarse una excusa.
• Será también dolosa (dolo eventual) cuando sea contraída de modo intencional (con el
propósito de lograrla pero sin pre-ordenación).
• De modo imprudente cuando el autor previó la posibilidad de cometer el delito,
ratificando tal posibilidad.
• Será culposa en caso contrario o cuando no hubo previsión del resultado.
Zaffaroni considera que con tal razonamiento se produce un verdadero problema de tipicidad.
Ello así porque si basta con que el sujeto sea imputable (culpable) en el momento de la acción,
lo que se anticipa al momento de la acción de procurarse la inculpabilidad no es sólo la
culpabilidad sino la misma tipicidad.
En otras palabras: se pretende reprochar un injusto típico con la culpabilidad de una conducta
atípica de colocarse en inculpabilidad y, de este modo, atribuir como dolo lo que no es más
que un elemento de ánimo.
• Error de tipo: se refiere al desconocimiento de los elementos que forman parte del
tipo objetivo y que pueden ser fácticos o normativos, teniendo como efecto la
eliminación del dolo, restando únicamente la posibilidad de atribución de culpa en
caso de que tal modalidad esté legalmente prevista.
El estado de necesidad exculpante: cuando un sujeto lesiona un bien jurídico ante la amenaza
de sufrir un mal grave e inminente existe falta de libertad por reducción del ámbito de
autodeterminación: si de las circunstancias del caso se demuestra que no podía
razonablemente exigirse otra conducta conforme a derecho, aunque el acto sea en sí injusto,
se elimina el reproche de culpabilidad.
a) Las fobias: son una subespecie de las neurosis con una etiología particular. Su base
consiste en un estado emotivo (angustia) y que pueden ser de dos tipos: fobias
comunes (miedo exagerado a la noche, a la soledad, la muerte, las serpientes, etc), las
fobias ocasionales como la agorafobia (sensación de angustia ante espacios anchos y
despejados como campos, playas, etc) o claustrofobia (sensación de angustia en
lugares cerrados como ascensores, gabinetes, etc).
b) El miedo: alteración de la capacidad de decisión, provocada por el recelo o la
aprensión que el sujeto alberga intelectivamente frente a un factor que deriva de la
posibilidad de acaecimiento de un evento negativo. Si bien no se requiere que alcance
a ser un cuadro de pánico o terror, debe reunir suficiente intensidad para trastornar la
esfera volitiva.
a) El que no haya podido en el momento del hecho, ya sea por insuficiencia de sus
facultades, por alteraciones morbosas de las mismas o por un estado de inconsciencia,
error o ignorancia de hecho no imputable, comprender la criminalidad del acto o
dirigir sus acciones.
b) El que obrare violentado por fuerza física irresistible o amenazas de sufrir un mal grave
e inminente.
c) El que causare un mal por evitar otro mayor inminente a que ha sido extraño.
d) El que obrare en cumplimiento de un deber o en el legítimo ejercicio de su derecho,
autoridad o cargo.
e) El que obrare en virtud de obediencia debida.
f) El que obrare en defensa propia o de sus derechos, siempre que concurrieren las
siguientes circunstancias: agresión ilegítima, necesidad racional del medio empleado
El iter criminis: desde el momento en que una persona decide la comisión de un delito hasta el
agotamiento de la faena criminal ocurre un proceso, en parte mental y en parte físico. Sólo se
ocupa de la etapa externa ya que por imperio del principio “los pensamientos no pueden ser
castigados” la voluntad que no se manifiesta exteriormente escapa al ius puniendi.
Etapas:
• Interna:
• Externa:
Art. 42: El que con el fin de cometer un delito determinado comienza su ejecución, pero no lo
consuma por circunstancias ajenas a su voluntad, sufrirá las penas determinadas en el artículo
44.
La tentativa: todos aquellos actos ejecutivos llevados a cabo por el agente con miras al delito
propuesto.
Teoría formal-objetiva: el argumento de esta teoría consiste en: hay tentativa cuando se
comienza a ejecutar el “núcleo del tipo”. Así, habrá tentativa de homicidio cuando se comienza
a matar a un hombre, habrá tentativa de hurto, cuando se comienza a realizar el
apoderamiento ilegítimo de cosa mueble, etc.
Zaffaroni dice que esta teoría se mantiene en el plano de lo objetivo en cuanto parte de la
consideración de la conducta típica particular, introduciendo un elemento individualizador,
como es el plan del autor, pero que por su naturaleza es susceptible de ser valorado por un
tercero en cuanto a la determinación de la “proximidad inmediata” a la realización típica.
Tipo objetivo:
Tipo subjetivo: no difiere en nada del tipo subjetivo del delito consumado, es decir, el dolo y
los elementos subjetivos distintos del dolo que se requieren en el delito consumado son
también exigidos en el delito tentado.
• Tentativa acabada: cuando el autor realizó todo cuanto estaba a su alcance pero el
resultado no se produce por motivos ajenos a su voluntad.
• Tentativa inacabada: tiene lugar cuando hay interrupción de la conducta quedando sin
ejecutarse todos los actos.
Art. 44: La pena que correspondería al agente, si hubiere consumado el delito, se disminuirá
de un tercio a la mitad.
Si la pena fuere de reclusión perpetua, la pena de tentativa será prisión de quince a veinte
años.
Si la pena fuese de prisión perpetua, la de tentativa será prisión de diez a quince años.
Ejemplos:
• El que quiere hurtar un vehículo tratando de abrir la puerta introduciendo una llave
correspondiente a un candado.
• El que quiere incendiar la casa de su vecino encendiendo un pequeño fuego contra una
sólida pared de hormigón.
• El que quiere hurtar indumentaria de una vidriera a través de un pequeño orificio.
• El que quiere viajar en subterráneo con una tarjeta magnética ya utilizada.
Supuestos próximos que no son tentativa inidónea: La tentativa irreal y el delito imaginario.
• La tentativa irreal: cuando la ineficiencia del curso causal proyectado es tan burda o
grosera que no genere siquiera una mínima perturbación en el bien jurídico.
• El delito imaginario: el agente que quiere realizar y realiza una conducta que no está
penalmente prohibida por la ley penal. Se ha dicho que el delito putativo es un caso de
error de prohibición al revés, ya que, en el error de prohibición el autor hace algo
ignorando que está prohibido o creyendo que está autorizado, en el delito putativo el
autor hace algo creyendo que está reprimido por la ley.
El desistimiento:
Art. 43: El autor de tentativa no estará sujeto a pena cuando desistiere voluntariamente del
delito.
Como caso de tentativa idónea: algunos autores lo definen como un caso de tentativa simple o
idónea.
Como caso de delito imposible: partiendo del principio de que la razón por la que se castiga la
tentativa idónea es única y exclusivamente que la conducta en cuestión causa peligro a un bien
jurídico, lo que no ocurre cuando se han adoptado los recaudos para que se frustre el
propósito criminal, otro sector doctrinal considera que el hecho resultante de una celada o
trama en que cae el autor queda reducido a un caso de tentativa inidónea o delito imposible.
Toma de posición: en primer lugar, no es procedente fijar una solución a priori, sino que habrá
de estar al supuesto de hecho concreto y al tipo de delito a que induce el agente provocador.
Sentado lo anterior, la solución que se adopte dependerá de la fórmula que se adopte para
juzgar la idoneidad o inodeidad de la tentativa y del criterio de distinción entre la tentativa
inidónea y la llamada tentativa “irreal”.
El juicio de idoneidad del curso causal debe hacerse en el momento de iniciarse la conducta de
tentativa y conforme al plan del autor, es decir, será un juicio ex ante, ya que desde la
perspectiva ex post, toda tentativa es inidónea.
Muñoz Sanchez lo define como aquel que provoca a otro a la comisión de un delito con el fin
de que el autor provocado sea castigado, precisamente a causa de ese hecho, sin que tenga
voluntad de consumación del delito y poniendo para ello las medidas necesarias.
a) Punición del agente provocador: para un sector de la doctrina, los fines perseguidos
por el agente provocador son irrelevantes a los efectos de su responsabilidad penal.
b) No punibilidad del agente provocador en caso de delito imposible: hay quienes se
inclinan por la no punición del agente provocador sólo en caso de que debido a las
medidas tomadas por el mismo para evitar la lesión o puesta en peligro del bien
jurídico, torna baldía la actividad del instigado. Si por el contrario, el hecho se ha
consumado o queda en grado de tentativa idónea, responderá penalmente.
c) No punibilidad del agente provocador por falta de dolo (atipicidad): ausencia del
elemento subjetivo de la instigación, es decir, falta el dolo y como este presupuesto
integra el tipo, la conducta del incitador es atípica.
La ley faculta al juez a disponer que agentes de las fuerzas de seguridad en actividad se
infiltren en organizaciones delictivas y eventualmente participen en la realización de alguno de
los hechos previstos en las normas aludidas, siempre que no exista otra forma de obtener la
información necesaria a los fines de prevenir y reprimir los delitos contemplados.
• Extensivo: es autor todo el que interviene en el proceso causal que acaba con la
producción de un hecho típico y que por tanto sólo la existencia de preceptos que
describen determinadas formas de intervención hace que las mismas salgan del
ámbito de la autoría para entrar en la participación.
• Restrictivo: solo a algunos de los que concurren al delito pueden considerárselos
autores. Resulta preferible por dos puntos fundamentales: el reconocimiento de la
accesoriedad de la participación y la adecuación a la realidad de las cosas, realidad que
el legislador debe respetar ya que los conceptos de autor, instigador y complicidad son
reales y su regulación podrá hacerse en mayor o menor amplitud, pero nunca negarse.
Clases de autoría:
• Autoría directa: es quien ejecuta por sí mismo la acción típica, aquel cuya conducta es
subsumible, sin más, en el tipo. La autoría directa puede asumir dos modalidades:
individual (cuando la realización del suceso está en manos de una sola persona) y
paralela, concominante o conjunta (cuando varios sujetos sin ponerse de acuerdo
tienen el dominio del hecho por dominio de la acción).
• Autoría inmediata se configura cuando un sujeto utiliza a otra persona como
instrumento para llevar a cabo la realización del delito. Será autor aunque no
intervenga en forma directa en el suceso por dominar el hecho al valerse del error o de
la coacción que padece el ejecutor directo.
• El error: son los casos en que el realizador material se encuentra incurso en error de
tipo o de prohibición. En el primer supuesto, el sujeto instrumentado actúa sin
conocimiento de la situación y ello se ha provocado o es aprovechado por el “hombre
de atrás”. El segundo supuesto se da cuando alguien provoca o aprovecha la creencia
en otra persona de que el hecho no lesiona ningún bien jurídico penalmente
protegido, o le hace creer fundamentalmente que tiene derecho a realizar el hecho.
• La coacción: será autor mediato quien se sirve para la comisión de un delito de un
tercero que actúa sin libertad por coacción o miedo insuperable.
• Inimputabilidad: la utilización de un inimputable puede basarse en la previa
provocación intencional de la inimputabilidad por parte del “hombre de atrás” o
suponer un aprovechamiento de una inimputabilidad ya existente en la persona
instrumentada.
La autoría mediata a través de aparatos de poder organizados: Roxin entiende que en los
casos de aquel que domina una estructura organizada de poder en función de la cual se
cometen delitos, ese aparato funciona sin que sea decisiva la persona individual de quien
ejecuta, pues éstos son intercambiables, no siendo siquiera necesario que el hombre de atrás
los conozca y puede confiar en que se cumplirán las instrucciones, pues aunque alguno de los
ejecutores no cumpla con su cometido, inmediatamente otro ocupará su lugar, es decir, los
ejecutores son sólo “ruedas” intercambiables en el engranaje del aparato de poder. En opinión
de éste autor, este tipo de organizaciones tienen dos manifestaciones típicas:
• Aquella en la que los mismos que ostentan el poder estatal, dominan las
organizaciones subordinadas a ellos para la comisión de delitos.
• Hechos que se cometen en el marco de movimientos clandestinos, organizaciones
secretas, criminalidad organizada, etc.
Coautoría: será coautor aquel que reuniendo las cualidades personales para ser autor,
concierta con otros una decisión común tendiente a la comisión de un delito.
• Coautoría alternativa: dos o más sujetos se ponen de acuerdo para cometer un delito,
repartiéndose los papeles de manera que uno u otro realizará la acción típica según se
presenten en la realidad las circunstancias que en el momento de planificar la
actuación son sólo una eventualidad.
• Dolo: el partícipe debe acceder dolosamente al injusto también doloso de otro. Con
esta afirmación se descarta la posibilidad de participación imprudente sea en injusto
doloso como culposo.
• Accesoriedad: por ser un fenómeno de naturaleza accesoria, la participación sólo será
posible en tanto se cuente con un hecho de otro al cual se aporta y que haya tenido
comienzo de ejecución. De allí que resulte factible la participación en la tentativa pues
la participación comienza a ser típica cuando el hecho principal comienza a ser típico,
es decir, cuando el autor del hecho principal comienza la ejecución.
Complicidad:
• Primaria: caracterizada por la calidad indispensable que tiene el aporte que realiza el
cómplice primario y que no tiene el dominio del hecho, lo que lo diferencia del
coautor. Zaffaroni: para ser cómplice primario es necesario no ser autor.
• Secundaria:
Regulación legal:
Art. 45: Los que tomasen parte en la ejecución del hecho o prestasen al autor o autores un
auxilio o cooperación sin los cuales no habría podido cometerse, tendrán la pena establecida
para el delito. En la misma pena establecida incurrirán los que hubiesen determinado
directamente a otro a cometerlo.
Art. 46: Los que cooperen de cualquier otro modo a la ejecución del hecho y los que presten
una ayuda posterior cumpliendo promesas anteriores al mismo, serán reprimidos con la pena
correspondiente al delito, disminuida de un tercio a la mitad.
Si la pena fuere de reclusión perpetua, se aplicará reclusión de quince a veinte años y si fuere
de prisión perpetua, se aplicará prisión de diez a quince años.
Instigación o inducción: instigador es aquel que sin tener el dominio del hecho, determina a
otro a cometer un delito.
Hay que tener en cuenta que si bien para que se configure la instigación es preciso un contacto
psíquico entre el inductor y el autor, las dudas surgen acerca de la entidad de ese nexo
psíquico. En nuestro derecho, la solución la brinda la misma ley que, para cualquier caso de
determinación exige que la misma sea hecha “directamente”, que no implica excluir la
“instigación en cadena”, sino excluir como idóneos para la instigación de los medios indirectos
como las incitaciones sutiles, las tentaciones o las sugerencias veladas.
Diferencia con el autor mediato: si bien el autor mediato no tiene el control de los hechos,
éste es responsable indirectamente por aprovecharse del error o coacción de quien realiza la
acción típica, en cambio, el instigador requiere de una concreta relación psicológica con el
autor, quien es el que quien decide y tiene el dominio del hecho típico.
El exceso del instigado: puede ocurrir que el autor vaya más allá de lo que el instigador
pretendía colaborar, ya sea porque comete un hecho más grave que el indicado por el
instigador o porque ejecuta una acción delictiva adicional de la que ha sido objeto de
instigación.
Art. 48: Las relaciones, circunstancias y calidades personales, cuyo efecto sea disminuir o
excluir la penalidad, no tendrán influencia sino respecto al autor o cómplice a quienes
correspondan. Tampoco tendrán influencia aquellas cuyo efecto sea agravar la penalidad,
salvo el caso en que fueren conocidas por el partícipe.
Unidad y pluralidad de delitos: cuando un sujeto desarrolla una conducta que se adecua a la
descripción de un tipo delictivo en tanto no se encuentre justificada y le sea reprochable su no
motivación en la norma, diremos que corresponde imponerle una sanción. Ahora bien, puede
ocurrir que un mismo sujeto desarrolle varios comportamientos censurables penalmente.
En este orden de ideas, si uno de los aspectos fundamentales para la aplicación de una sanción
es determinar qué conductas penalmente reprochables desarrolló un sujeto, las reglas
No será la unidad o pluralidad de resultados lo que nos indicará si nos encontramos ante una
unidad o una pluralidad de encuadramientos, sino ello se determinará según la actividad final
desplegada por el sujeto que no es sino un hecho humano voluntario.
El vocablo “hecho” a que se refiere el código penal debe ser equiparado a “conducta humana”.
Concurso ideal o formal: se representa cada vez que con una sola conducta se incurre en
varios tipos penales, es decir, conducta única y tipicidad plural.
Art. 54: Cuando un hecho cayere bajo más de una sanción penal, se aplicará solamente la que
fijare pena mayor.
• Teoría del medio-fin: para Carrara, lo que hay que determinar es si ante la violación de
varios derechos, el autor tuvo varios fines independientes uno del otro o bien
perseguía un solo fin y para alcanzarlo se valía de otros delitos. En el primer caso
habría varios hechos y en el segundo sería considerado como un solo hecho.
• Teoría de la unidad de acción: lo que se imputa a un sujeto son sus acciones, así,
cuando no hay más que una acción no puede haber más de una imputación, aunque
esa sola y misma acción caiga bajo más de una descripción legal. Conforme a esta
teoría los casos que para la teoría carrariana eran un solo hecho con encuadres
múltiples, en tanto no sean una sola acción serán casos de concurso real. En la
concurrencia ideal hay un solo delito, pues hay una sola conducta, sólo que el mismo
se compone de una conducta pluralmente típica.
• Teoría de la unidad de hecho: según el profesor Nuñez, un hecho alude a la unidad de
lo que el delincuente ha realizado o hecho en el mundo real. Este concepto natural de
hecho no será equivalente a una acción, pues un hecho único puede comprender más
de un acto que de por sí ya se adecue a un tipo penal. En definitiva, lo que habrá que
determinar para saber si estamos ante un caso de concurso ideal o de concurso real
será saber si hay pluralidad de resultados pues ello nos indicará que el sujeto ha
realizado uno o varios hechos.
Concurso real o material: será una pluralidad de acciones desvaloradas que generan una
multiplicidad de delitos. En otras palabras: cada vez que con multiplicidad de conductas se
lesionen más de un bien jurídico y cuyo juzgamiento deba hacerse en una única sentencia
estaremos en presencia de un concurso real de hecho punibles.
Sin embargo, esta suma no podrá exceder de cincuenta años de reclusión o prisión.
Diferencia con el concurso ideal: la diferencia entre ambas situaciones concursales dependerá
del concepto de “hecho” que se maneje y de la noción de “unidad de hecho” que se adopte.
Para Pessoa la distinción entre concurso ideal y real de delitos se construye así: en los casos de
concurso ideal, los tipos penales que convergen sobre el hecho tienen entre sí una especial
conexión de comunidad típica, y funcionan como círculos independientes.
Consecuencias jurídicas:
Si las penas son de distinta naturaleza, la pena mayor será la de naturaleza más grave, según el
orden del art. 5 del CP.
Éste se da cuando, a pesar de que a primera vista son varios los tipos bajo los cuales se
subsume el hecho, en virtud de diversas relaciones existentes entre ellos, sólo uno, que
desplaza al otro u otros, resulta aplicable, por ser el que más particularizadamente contempla
la totalidad de las modalidades del hecho, de allí que se lo pueda definir como el conjunto de
relaciones entre ciertos tipos penales que determina la aplicación al caso de uno de ellos y el
desplazamiento del otro u otros.
a) Principio de especialidad: cuando se relacionan dos tipos penales en que uno de ellos
describe una conducta de manera más detallada que el otro, por aplicación del
principio de especialidad, el tipo específico desplaza al genérico.
b) Principio de consunción: la relación de consunción es la que se establece entre los
tipos cuando uno encierra al otro, pero no porque lo abarque conceptualmente, sino
porque consume el contenido material de su prohibición. Comprende aquellas
situaciones en las cuales la ley, expresa o tácitamente, da por sentado que, cuando se
aplica determinado tipo de delito, por él han de entenderse consumidas otras fases de
la acción realmente sucedidas y punibles conforme al mismo o a distinto tipo. Ello
sucede cuando las figuras tienen una relación de menos a más, o de parte a todo, o de
imperfección a perfección, o de medio o de fin cuando conceptualmente la una es
presupuesto de la otra.
c) Principio de subsidiariedad: este principio consiste en que, cuando una ley o
disposición legal tiene carácter subsidiario respecto de otra, la aplicabilidad de esta
excluye la aplicación de aquella. Una ley tiene carácter subsidiario respecto de otra
principal, cuando ambas describen grados o estadios diversos de la violación del
mismo bien jurídico, de modo que el descrito por la disposición subsidiaria, por ser
menos grave que el descrito por la principal, queda absorbido por ésta.
Diferencia entre el concurso aparente de tipos con el concurso real y el concurso ideal:
• Con el concurso real: en el concurso real delitos hay varios hechos independientes que
concurren sin que exista entre ellos ninguna conexidad entre sus espacios típicos, en
tanto que en el concurso aparente hay un solo hecho que “aparenta” incurrir en
distintas figuras típicas al superponerse los espacios típicos, lo que determina que se
aplique un solo tipo penal y se descarten los restantes.
• Con el concurso ideal: en el concurso ideal, ninguno de los tipos que convergen sobre
el hecho lo comprende integralmente, sino que cada uno aprehende ciertos aspectos
del mismo y habrá relación concursal puestos que los tipos concurrentes no se
excluyen entre sí. En el concurso aparente, de los tipos que concurren “uno”
aprehende la “totalidad” de la conducta y excluye la aplicación de los restantes.
Elementos:
a) Pluralidad de conductas típicas: deben concurrir varias conductas, cada una de las
cuales individualmente considerada ha de constituir delito. Esto quiere decir que
aunque no independientes, los hechos que concurren deben tener autonomía, de
manera tal que cada uno de ellos por sí mismo, agote el ámbito típico de la figura
llamada a concurrir.
Diferencia entre el delito continuado con el concurso aparente de tipos, con el concurso
ideal y con el concurso real:
• Con el concurso aparente de tipos: si el delito continuado se presenta cuando hay una
pluralidad de actos que conforman una unidad delictiva, en el concurso aparente hay
una conducta que pareciera encuadrarse en varios tipos pero sólo uno lo aprehende
integralmente y por lo tanto se aplica únicamente ese tipo penal.
• Con el concurso ideal: en el concurso ideal de delitos hay “dependencia” entre los
tipos penales en juego que convergen sobre una conducta, en el delito continuado hay
varias conductas dependientes entre sí que son objeto de una valoración jurídica
unitaria que conduce a que hay un solo tipo legal en juego.
• Con el concurso real: en el curso real hay pluralidad de conductas independientes, en
tanto que en el delito continuado hay dependencia entre las varias conductas
concurrentes.
Unificación de penas:
Regulación legal:
Art. 58: Las reglas precedentes se aplicaran también en el caso en que después de una
condena pronunciada por sentencia firme se deba juzgar a la misma persona que esté
cumpliendo pena por otro hecho distinto, o cuando se hubieren dictado dos o más sentencias
firmes con violación de dichas reglas. Corresponderá al juez que haya aplicado la pena mayor
dictar, a pedido de parte, su única sentencia, sin alterar las declaraciones de hechos
contenidas en las otras.
Cuando por cualquier causa la justicia federal, en autos en que ella haya intervenido, no pueda
aplicar esta regla, lo hará la justicia ordinaria nacional o provincial que conoció de la infracción
penal, según sea el caso.
Teoría de la pena:
La sanción penal:
Donna menciona a diversos fundamentos de la pena dados por la doctrina entre ellos:
Zaffaroni sostiene que, en realidad se trata de una falacia evaluar la posibilidad de desterrar
por completo las conductas delictivas del seno social. Por ello, corresponde atenerse a la idea
de su reducción a límites tolerables.
Es conveniente reafirmar que, sea cual fuere la teoría de aplicación, el Estado carece de
legitimidad para intervenir sobre el individuo, si éste no comete un hecho delictivo previo.
Exigencias constitucionales:
Art. 18 (CN): Ningún habitante de la Nación puede ser penado sin juicio previo fundado en ley
anterior al hecho del proceso, ni juzgado por comisiones especiales, o sacado de los jueces
designados por la ley antes del hecho de la causa. Nadie puede ser obligado a declarar contra
sí mismo; ni arrestado sino en virtud de orden escrita de autoridad competente. Es inviolable
la defensa en juicio de la persona y de los derechos. El domicilio es inviolable, como también la
correspondencia epistolar y los papeles privados; y una ley determinará en qué casos y con
qué justificativos podrá procederse a su allanamiento y ocupación. Quedan abolidos para
siempre la pena de muerte por causas políticas, toda especie de tormento y los azotes. Las
cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos
detenidos en ellas, y toda medida que a pretexto de precaución conduzca a mortificarlos más
allá de lo que aquélla exija, hará responsable al juez que la autorice.
Las teorías de la pena: tienen por objeto de estudio determinar cuándo una pena es legítima.
Para ello debe dar respuesta a tres interrogantes básicos:
El retribucionismo: sus representantes más conocidos son Kant y Hegel. El concepto básico
radica en que la pena es un fin en sí mismo, consistiendo en un castigo merecido por quien ha
infringido la norma.
Según esta posición, toda pauta de justicia requiere la imposición de pena, ello, aún cuando
resulte inútil y contraproducente.
Se sostiene que la pena pensada como represalia, constituye un castigo impuesto al autor y
deviene en una reacción que endurece el sistema.
Se sostiene que si se avala la perspectiva que enfoca el castigo a la inconducta realizada, sin
proyección a la solución global de la problemática delictual, ninguna política criminal es
posible.
La prevención general positiva y negativa: estas teorías utilizan a la pena como instrumento
de motivación, tratándose de un medio para obtener fines superiores al mero castigo.
La teoría de la Prevención especial sostiene que la pena es coacción contra la voluntad del
delincuente, con la finalidad de evitar la reincidencia.
Existe una coerción indirecta, mediata, y/o psicológica, tendiente a generar una abstención de
delinquir en la persona del delincuente.
La teoría de la Prevención General parte de la premisa de que el principal objetivo del Estado
es crear condiciones para convivencia, de acuerdo a las normas de Derecho. Si bien las
instituciones jurídicas deben ser coactivas, teniendo en cuenta que la coacción física resulta
insuficiente, debe operar también una acción psicológica de carácter general, previa a la
comisión del delito, que inhiba el impulso a cometer la acción. Dicha inhibición previa, debe
guardar correlato con la efectiva aplicación de la sanción legal, pues en caso contrario el
mensaje dirigido a la comunidad quedaría vacío de contenido.
La vertiente positiva de esta postura, procura afianzar los valores éticos y morales de la
sociedad, reafirmando su confianza en el sistema social, como modo de evitar la comisión de
delitos. La prevención general negativa tiende a lograr esos mismos efectos, a través de la
amenaza o temor que provoca en la población la imposición de penas a quienes han cometido
delitos.
Las soluciones de la unión o mixtas: Claus Roxin ha impulsado esta teoría, según la cual la
pena tendrá distintos efectos de acuerdo con la etapa o momento en que se la tenga en
cuenta.
En la instancia legislativa, esto es, al turno de su consagración legal en abstracto, como sanción
a una determinada conducta descripta, su efecto o finalidad preeminente será la prevención
negativa.
Art. 5: Las penas que este Código establece son las siguientes: reclusión, prisión, multa e
inhabilitación.
Semejanzas y diferencias:
• Absoluta: importa la privación del empleo o cargo público que ejercía el penado, la
privación del derecho electoral, la incapacidad para obtener cargos, empleos y
comisiones públicas y la suspensión del goce de toda jubilación, pensión o retiro, civil o
militar. Puede ser impuesta como pena principal o como accesoria.
• Especial: conlleva la privación del empleo, cargo, profesión o derecho sobre que
recayere y la incapacidad para obtener otro del mismo género durante la codena. La
inhabilitación especial para derechos políticos producirá la incapacidad de ejercer
durante la condena aquellos sobre que recayere.
Art. 20: La inhabilitación especial producirá la privación del empleo, cargo, profesión o
derecho sobre que recayere y la incapacidad para obtener otro del mismo género durante la
condena.
Art. 22 bis: Si el hecho ha sido cometido con ánimo de lucro, podrá agregarse a la pena
privativa de libertad una multa, aun cuando no esté especialmente prevista o lo esté sólo en
forma alternativa con aquella. Cuando no esté prevista, la multa no podrá exceder de noventa
mil pesos.
• Principales: son que pueden imponerse solas, autónomamente. Son las que el
ordenamiento jurídico señala como correspondientes a cada delito. Se las clasifica
como principales porque pueden ir acompañadas de penas accesorias. Ej: reclusión,
prisión, multa o inhabilitación.
• Accesorias: no se encuentran especialmente previstas para supuestos en particular y
son impuestas conjuntamente con la pena principal que corresponda al delito de que
se trate. Ej: la inhabilitación absoluta, el decomiso, la reclusión por tiempo
indeterminado, etc.
Art. 40: En las penas divisibles por razón de tiempo o de cantidad, los tribunales fijarán la
condenación de acuerdo con las circunstancias atenuantes o agravantes particulares a cada
caso y de conformidad a las reglas del artículo siguiente.
Las agravantes genéricas (arts. 227 ter, 41 bis, 41 ter, 41 quáter, 41 quinquies CP).
Art. 227 ter: El máximo de la pena establecida para cualquier delito será aumentado en un
medio, cuando la acción contribuya a poner en peligro la vigencia de la Constitución Nacional.
Esta disposición no será aplicable cuando las circunstancias mencionadas en ella se encuentren
contempladas como elemento constitutivo o calificante del delito de que se trate.
Art. 41 bis: Cuando alguno de los delitos previstos en este Código se cometiera con violencia o
intimidación contra las personas mediante el empleo de un arma de fuego la escala penal
prevista para el delito de que se trate se elevará en un tercio en su mínimo y en su máximo, sin
que ésta pueda exceder el máximo legal de la especie de pena que corresponda.
Art. 41 ter: Las escalas penales podrán reducirse a las de la tentativa respecto de los partícipes
o autores por algún delito de los detallados a continuación en este artículo, cuando durante la
sustanciación del proceso del que sean parte, brinden información o datos precisos,
comprobables y verosímiles.
c) Todos los casos en los que sea aplicable el artículo 41 quinquies del Código Penal;
d) Delitos previstos en los artículos 125, 125 bis, 126, 127 y 128 del Código Penal;
e) Delitos previstos en los artículos 142 bis, 142 ter y 170 del Código Penal;
f) Delitos previstos en los artículos 145 bis y 145 ter del Código Penal;
g) Delitos cometidos en los términos de los artículos 210 y 210 bis del Código Penal;
h) Delitos previstos en los capítulos VI, VII, VIII, IX, IX bis y X del título XI y en el inciso 5 del
artículo 174, del Código Penal;
i) Delitos previstos en el título XIII, del libro segundo, del Código Penal.
Para la procedencia de este beneficio será necesario que los datos o información aportada
contribuyan a evitar o impedir el comienzo, la permanencia o consumación de un delito;
esclarecer el hecho objeto de investigación u otros conexos; revelar la identidad o el paradero
de autores, coautores, instigadores o partícipes de estos hechos investigados o de otros
conexos; proporcionar datos suficientes que permitan un significativo avance de la
investigación o el paradero de víctimas privadas de su libertad; averiguar el destino de los
instrumentos, bienes, efectos, productos o ganancias del delito; o indicar las fuentes de
financiamiento de organizaciones criminales involucradas en la comisión de los delitos
previstos en el presente artículo.
Cuando el delito atribuido al imputado estuviere reprimido con prisión y/o reclusión perpetua,
la pena sólo podrá reducirse hasta los quince (15) años de prisión.
Art. 41 quater: Cuando alguno de los delitos previstos en este Código sea cometido con la
intervención de menores de dieciocho años de edad, la escala penal correspondiente se
Art. 41 quinquies: Cuando alguno de los delitos previstos en este Código hubiere sido
cometido con la finalidad de aterrorizar a la población u obligar a las autoridades públicas
nacionales o gobiernos extranjeros o agentes de una organización internacional a realizar un
acto o abstenerse de hacerlo, la escala se incrementará en el doble del mínimo y el máximo.
Las agravantes previstas en este artículo no se aplicarán cuando el o los hechos de que se
traten tuvieren lugar en ocasión del ejercicio de derechos humanos y/o sociales o de cualquier
otro derecho constitucional.
En los supuestos que se decida la absolución del imputado por insuficiencia de facultades o
alteración morbosa de las mismas, también podrá ordenarse la reclusión en establecimiento
adecuado hasta la comprobación de que han desaparecido las circunstancias que lo tornaban
“peligroso”.
“Las acciones penales son las formas jurídicas mediante las cuales se excita el deber del Estado
de aplicar la sanción establecida por la ley al partícipe de un hecho típico y penalmente
antijurídico. Se trata de los modos a través de los cuales se pretenden el ejercicio de la fuerza
represiva del Estado”.
Para el sector mayoritario de la doctrina, tal naturaleza es material ya que siendo la acción
penal un poder absolutamente limitado en su contenido por las figuras jurídicas delictivas, se
hace necesario distinguir algunas condiciones y formas bajo las cuales la potestad punitiva es
entregada a los órganos que la han de hacer efectiva. Estas normas penales contienen
autolimitaciones de la pretensión punitiva, fijándole distintos modos de nacimiento y
extinción.
Otro sector sustenta la naturaleza netamente procesal de la regulación contenida por los
artículos 71 a 76 del CP.
• Indivisibilidad: alcanza a todos los que hayan participado de un delito sin distinciones
ni excepciones.
• Irrevocabilidad: una vez ejercida debe continuarse en su ejercicio hasta tanto se
obtenga una resolución que ponga fin al proceso.
• Indisponibilidad: su titular no se encuentra habilitado a transferirla.
Art. 71: Sin perjuicio de las reglas de disponibilidad de la acción penal previstas en la
legislación procesal, deberán iniciarse de oficio todas las acciones penales, con excepción de
las siguientes:
Acción dependiente de instancia privada: el art. 72 prevé los supuestos de delitos, en los que
la acción penal que de ellos nace, depende de que el damnificado la inste, es decir, la
promueva, para que la persecución estatal se inicie. Son acciones procesales penales públicas
que se hallan sujetas a una condición: la denuncia del agraviado o su representante.
El mismo artículo establece que en los casos de este artículo, no se procederá a formar causa
sino por acusación o denuncia del agraviado, de su tutor, guardador o representantes legales.
Sin embargo se procederá de oficio cuando el delito fuere cometido por el contrario un menor
que no tenga padres, tutor ni guardador, o que lo fuera por uno de sus ascendientes, tutor o
guardador.
Art. 72: Son acciones dependientes de instancia privada las que nacen de los siguientes delitos:
1. Los previstos en los artículos 119, 120 y 130 del Código Penal cuando no resultare la
muerte de la persona ofendida o lesiones de las mencionadas en el artículo 91.
2. Lesiones leves, sean dolosas o culposas.
3. Impedimento de contacto de los hijos menores con sus padres no convivientes.
En los casos de este artículo, no se procederá a formar causa sino por acusación o denuncia del
agraviado, de su autor, guardador o representantes legales. Sin embargo, se procederá de
oficio:
En el supuesto en que la víctima sea capaz de hecho y de derecho, ella será la única habilitada
a instar la acción, sin que pueda ser suplida su voluntad por otro. En el supuesto que no lo sea,
el orden de prelación en la actuación de las otras personas enumeradas en el artículo será
dado por el Código Procesal aplicable.
Acciones privadas: en los casos enumerados por el art. 73, atento la naturaleza de los
intereses tutelados por la ley, es que se reserva a la exclusiva voluntad del ofendido por el
delito la decisión de poner en movimiento la acción, mantenerla en su ejercicio o desistir de la
misma.
Solo se procederá a formar causa por querella o denuncia promovida por agraviada, quedando
reservado a los respectivo códigos procesales la regulación de su instrumentación.
La acción privada está sujeta al principio de divisibilidad real conforme al cual el agraviado
decide la promoción de la acción sin que el Estado pueda en forma alguna suplir su voluntad,
pudiendo libremente optar por las infracciones que desee formar causa, de igual forma basta
la mera renuncia de la víctima para producir la extinción de la acción penal. Asimismo el
querellante está facultado para promover la acción sólo respecto a alguno de los autores del
delito.
Art. 73: Son acciones privadas las que nacen de los siguientes delitos:
1. Calumnias e injurias.
2. Violación de secretos, salvo en los casos de los artículos 154 y 157.
3. Concurrencia desleal, prevista en el artículo 159.
4. Incumplimiento de los deberes de asistencia familiar, cuando la víctima fuere el
cónyuge.
Asimismo, son acciones privadas las que de conformidad con lo dispuesto por las leyes
procesales correspondientes, surgen de la conversión de la acción pública en privada o de la
prosecución de la acción pública en privada o de la prosecución de la acción penal por parte de
la víctima.
La acción por calumnia e injuria, podrá ser ejercitada solo por el ofendido y después de su
muerte por el cónyuge, hijos, nietos o padres o sobrevivientes.
1. Por la muerte del imputado: el fallecimiento del imputado tiene como consecuencia
inmediata la extinción de la acción penal, siendo una consecuencia del principio de la
personalidad de la pena. Ante su naturaleza personal no beneficia a los demás
partícipes del ilícito ni perjudica a los herederos del fallecido.
2. Por la amnistía: esta causal de extinción de la acción es inminentemente política y su
fundamento se inspira en la comparación de males. Con la amnistía se produce un
daño, pero se evita uno mayor. La amnistía debe ser general, total, de orden público,
irrenunciable e irrevocable. Se amnistían hechos, no personas. La amnistía beneficia a
quienes se encuentran sometidos a proceso, quienes aún no lo han sido, como así
también a aquellos contra los que se dictó sentencia condenatoria firme.
3. Por la prescripción: el paso del tiempo sin actividad procesal persecutoria hace
presumir el desinterés en ejercitar la pretensión punitiva, de allí que excedido el plazo
estimado por el legislador para esa actividad se establece indefectiblemente la
cesación de toda posibilidad de persecución penal. Tiene razón de ser en el peligro de
que el inocente no pueda defenderse adecuadamente por el retardado ejercicio de la
acción penal, en tanto el transcurso del tiempo conspira contra una eficaz
reconstrucción del hecho investigado, a la vez que contra la obtención de elementos
de convicción necesarios para una eventual condena contra el autor.
4. Por la renuncia del agraviado, respecto de los delitos de acción privada.
5. Por aplicación de un criterio de oportunidad, de conformidad con lo previsto en las
leyes procesales correspondientes.
6. Por conciliación o reparación integral del perjuicio, de conformidad con lo previsto en
las leyes procesales correspondientes.
7. Por el cumplimiento de las condiciones establecidas para la suspensión del proceso a
prueba, de conformidad con lo previsto en este Código y las leyes procesales
correspondientes.
La incorporación de este instrumento obedeció a razones de política criminal por las cuales se
buscaba como objetivos principales el otorgar una salida alternativa del poder penal a los
incursos en delitos de acción pública amenazados con pena privativa de libertad que carecen
de antecedentes registrables y que, por las particularidades del caso, podían cumplir con el fin
de resocialización de la pena, así como facilitar la descomprensión de los órganos
jurisdiccionales que ante el cúmulo de asuntos en trámite, impedía tener una agenda de
debates mediantemente acelerada y acorde con los principios que nutren el ordenamiento
procesal.
La admisibilidad formal del beneficio estará supeditada a la voluntad expresa del imputado por
dos razones fundamentales:
• Porque todo implicado en un delito tiene el derecho constitucional a ser juzgado (art.
18 CN).
• Porque uno de los requisitos de procedibilidad es que el imputado ofrecerá reparar el
daño en la medida de lo posible (art. 76 bis, 3er párrafo CP) y resulta ilógico que otro
no sea él mismo pueda comprometerse en tal sentido.
• Cumplir con las reglas de conducta fijadas conforme a las previsiones del art. 27 bis del
CP.
• Hacer efectiva la reparación ofrecida y aceptada por la víctima.
• No cometer nuevo delito.
Art. 26: En los casos de primera condena a pena de prisión que no exceda de tres años, será
facultad de los tribunales disponer en el mismo pronunciamiento que se deje en suspenso el
cumplimiento de la pena. Esta decisión deberá ser fundada, bajo sanción de nulidad, en la
personalidad moral del condenado, su actitud posterior al delito, los motivos que lo
impulsaron a delinquir, la naturaleza del hecho y las demás circunstancias que demuestren la
inconveniencia de aplicar efectivamente la privación de libertad. El tribunal requerirá las
informaciones pertinentes para formar criterio, pudiendo las partes aportar también la prueba
útil a tal efecto.
Igual facultad tendrán los tribunales en los casos de concurso de delitos si la pena impuesta al
reo no excediese los tres años de prisión.
Condiciones: la condición es que no se cometa un nuevo delito dentro de los cuatro años
subsiguientes a la condena. Durante ese tiempo la pena queda suspendida y la condena
impuesta en forma condicional, transcurrido ese plazo, la pena desaparece y la condena
también, produciéndose la desaparición de la pena como consecuencia de la desaparición de
la condena
Art. 27: La condenación se tendrá como no pronunciada si dentro del término de cuatro años,
contados a partir de la fecha de la sentencia firme, el condenado no cometiere un nuevo
delito. Si cometiere un nuevo delito, sufrirá la pena impuesta en la primera condenación y la
que le correspondiere por el segundo delito, conforme con lo dispuesto sobre acumulación de
penas.
La suspensión podrá ser acordada por segunda vez si el nuevo delito ha sido cometido después
de haber transcurrido ocho años a partir de la fecha de la primera condena firme. Este plazo se
elevará a diez años, si ambos delitos fueran dolosos.
Las reglas podrán ser modificadas por el Tribunal según resulte conveniente al caso.
Si el condenado no cumpliere con alguna regla, el Tribunal podrá disponer que no se compute
como plazo de cumplimiento todo o parte del tiempo transcurrido hasta ese momento. Si el
condenado persistiere o reiterare el incumplimiento, el Tribunal podrá revocar la
La reincidencia: la vida anterior del sujeto, desde el punto de vista de la prevención especial
será esencial para fundar un juicio sobre su peligrosidad o efectos desocializadores de la pena.
Es un agravante de la responsabilidad criminal, aplicado al reo que reincide en cometer
un delito análogo a aquel por el que ya ha sido condenado. La falta de atención de la sociedad
hacia el criminal lo hace repetir el delito.
Régimen legal:
Art. 50: Habrá reincidencia siempre que quien hubiera cumplido, total o parcialmente, pena
privativa de libertad impuesta por un tribunal del país cometiere un nuevo delito punible
también con esa clase de pena.
No dará lugar a reincidencia la pena cumplida por delitos políticos, los previstos
exclusivamente en el Código de Justicia Militar, los amnistiados o los cometidos por menores
de dieciocho años de edad. La pena sufrida no se tendrá en cuenta a los efectos de la
reincidencia cuando desde su cumplimiento hubiera transcurrido un término igual a aquél por
la que fuera impuesta, que nunca excederá de diez ni será inferior a cinco años.
Efectos: le quita al condenado la posibilidad de pedir la libertad condicional al cumplir los dos
tercios de la pena y, por ende, debe cumplir en prisión la totalidad de la sanción privativa de la
libertad que se le impuso.
En el caso "Simón" la Corte declaró inconstitucionales las leyes de obediencia debida y punto
final, cambiando el criterio establecido en el falllo "Camps" del año 1987 que había establecido
su constitucionalidad.
Como consecuencia de esta decisión, ya no existen obstáculos legales para que tengan lugar
los juicios contra los responsables a las violaciones a los derechos humanos cometidas durante
la última dictadura militar.
HECHOS:
Una persona formuló una querella por el secuestro de su hijo, su nuera y su nieta durante la
dictadura militar, argumentando que un militar retirado y su esposa tenían en su poder a la
menor.
A raíz de ello, se decretó el procesamiento con prisión preventiva del militar retirado por
crímenes contra la humanidad.
Contra esa resolución la defensa interpuso recurso extraordinario, que fue denegado y motivó
la presentación de un recurso de queja.
DECISION DE LA CORTE:
Por eso, afirmó que las leyes eran inconstitucionales, en tanto los referidos tratados gozan de
jerarquía constitucional (artículo 75, inciso 22 de la Constitución Nacional).
Asimismo, declaró la validez de la ley por la cual el Poder Legislativo había declarado
insanablemente nulas las leyes de obediencia debida y punto final, porque su sentido había
sido, justamente, el de intentar dar cumplimiento a los tratados constitucionales en materia de
derechos humanos por medio de la eliminación de todo aquello que pudiera aparecer como un
obstáculo para que la justicia argentina investigue debidamente los hechos alcanzados por
dichas leyes.
Finalmente, resolvió declarar de ningún efecto las leyes de obediencia debida y punto final y
cualquier acto fundado en ellas que se oponga al juzgamiento y eventual condena de los
responsables u obstaculice las investigaciones llevadas a cabo por crímenes de lesa humanidad
(voto de los jueces Petracchi, Boggiano, Maqueda, Zaffaroni, Highton de Nolasco, Lorenzetti y
argibay - éstos últimos seis hicieron su propio voto.
El Dr. Fayt consideró que no existía ningún argumento basado en el derecho internacional que
justificara que la Corte cambiara el criterio establecido en el fallo “Camps” y resolviera ahora
en contra de la constitucionalidad de las leyes de obediencia debida y punto final. Afirmó que
la aplicación retroactiva de la "Convención sobre Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra
y de los Crímemes de Lesa Humanidad" y la de la "Convención Interamericana sobre
Desaparición Forzada de Personas" resultaban inaplicables en el derecho argentino porque el
artículo 27 de la Constitución Nacional establece que los tratados deben ajustarse y guardar
conformidad con los principios de derecho público establecidos en la Constitución, en este
caso, la prohibición de aplicación retroactiva de la ley penal que establece el principio de
legalidad.
ACUERDO
En la ciudad de La Plata, a los 29 días del mes de agosto del año dos mil catorce, se reúnen en
Acuerdo Ordinario los señores Jueces de la Sala Sexta del Tribunal de Casación Penal de la
provincia de Buenos Aires, doctores Horacio Daniel Piombo y Ricardo R. Maidana, bajo la
presidencia del segundo de los nombrados, para resolver en la causa N° 58.758, “Rodríguez,
ANTECEDENTES
Contra dicho pronunciamiento, el Defensor Oficial, Dr. Daniel Oscar Surgen, interpuso el
recurso de casación que luce a fs. 76/104 de las presentes actuaciones.
Hallándose la causa en estado de dictar sentencia, la Sala VI del Tribunal dispuso plantear y
resolver las siguientes:
CUESTIONES
Habiendo sido deducido el recurso por quien se encuentra legitimado, en debido tiempo y
contra una sentencia definitiva de juicio oral en materia criminal, se encuentran reunidos los
recaudos formales y satisfacen los requisitos de admisibilidad previstos legalmente (arts. 18
CN; 8.2.h CADH; 14.5 PIDCyP; 20 inc. 1, 450 1er párrafo, 451 y 454 inc. 1 del C.P.P.).
Adhiero al voto de mi colega preopinante en igual sentido y por los mismos fundamentos.
La Defensora Adjunta de Casación, Dra. Susana Edith De Seta, apoya la pretensión de su colega
de la instancia, se remitie a sus argumentos y requiere la absolución del acusado por aplicación
del in dubio pro reo, a efectos de preservar el debido proceso (fs. 116/118).
Fijadas las bases del recurso, debe resaltarse que con independencia de la garantía procesal
que conduce a la exigencia de la necesidad de la doble conformidad judicial para ejecutar la
pena si el condenado lo requiere, la circunstancia de ponerse en juego otra garantía como la
del juicio público, única base de la condena, determina que, en el caso de no haberse
observado el debate, no es posible controlar la valoración de la prueba practicada en el
transcurso de la audiencia si el Tribunal diera cuenta circunstanciada de su empleo, para tener
por acreditado cualquiera de los extremos de la imputación (cf. C.S.J.N., C. 1757. XL, “Recurso
de hecho. Casal, Matías Eugenio y otro s/ robo simple en grado de tentativa –causa Nº 1681-”,
del 20/09/2005).
Los arts. 8.2.h CADH y 14.5 PIDCyP exigen la revisión de todo aquello que no esté
exclusivamente reservado a los jueces presentes en el debate, no sólo porque cancelaría el
principio de publicidad (arts. 8.5 CADH y 14.1 PIDCyP), sino porque directamente no lo
conocen, o sea, que a su respecto rige un límite real de conocimiento, un obstáculo fáctico,
impuesto por la naturaleza de las cosas, y que debe apreciarse en cada caso, con lo que, no
existe una incompatibilidad entre oralidad y revisión amplia en casación, ambos son
consistentes en la medida en que no se exagere el resultado de la inmediación.
Limitados de tal modo los motivos de agravio consignados por el impugnante, el conocimiento
del proceso se circunscribirá a los que fueran expuestos -art. 434 y cc. del CPP.
Así las cosas, corresponde ingresar en el examen del remedio intentado, adelantando que el
recurso no habrá de prosperar.
La calificación jurídica puede ser modificada durante el proceso por el órgano acusador o por
el juzgador, sin que ello atente contra el derecho de defensa, cuando se mantengan sin
variación los mismos hechos y se observen las garantías procesales previstas en la ley para
llevar a cabo la nueva calificación. Es decir que el llamado “principio de coherencia o de
correlación entre acusación y sentencia” implica que ésta última puede versar únicamente
sobre hechos o circunstancias contemplados en la acusación (Corte IDH, Íd.).
Este principio, en consecuencia, se ve lesionado por todo lo que en la sentencia signifique una
sorpresa para quien se defiende, es decir, aquello sobre lo cual el imputado y su defensor no
hayan podido expedirse y esta pauta hermenéutica decide en los casos concretos, toda vez
que la infinita riqueza de elementos que cada uno de ellos contiene impide una definición a
priori en términos abstractos (cf. Maier, Julio, B. J., Derecho Procesal Penal. Fundamentos, t. I,
Del Puerto, Buenos Aires, 2004, 2da. ed., p. 568).
En términos generales, esta regla no se extiende a la subsunción legal de los hechos bajo
conceptos jurídicos, dado que lo que interesa es el acontecimiento histórico imputado, como
situación de vida ya sucedida (acción u omisión), que se pone a cargo de alguien como
protagonista, del cual la sentencia no se puede apartar porque su misión es, precisamente,
decidir sobre él (cf. Maier, op. cit., p. 569).
Desde esta óptica, entonces, se impone examinar el caso de autos, en el que se advierte que
en todas las instancias del proceso Jorge Daniel Rodríguez fue acusado de ser el autor
penalmente responsable del delito de abuso sexual con acceso carnal en contra de N. N. B.; y,
a su vez, esa imputación fue circunscripta en tiempo y espacio.
En efecto, tal como destacó el tribunal, desde la primera hora de esta investigación, conforme
las exigencias legales, el representante de la vindicta pública efectuó una intimación previa,
comprensible, detallada y con un encuadre legal determinado, indicando en lo que hace al
objeto del motivo de agravio que el acto criminal se había desarrollado “…a la fuerza, con
violencia física…” (fs. 44, 64vta.).
Más aún, con relación al cuestionamiento particular del concepto de violencia, el Agente Fiscal
en su alegato de cierre no solo encuadró el accionar del inculpado bajo los términos
tradicionales, esto es, que inculpado accedió carnalmente y en forma violenta con su miembro
viril en la cavidad vaginal de la damnificada provocando lesiones en la pared vaginal que
derivaron en hemorragias, lo que conlleva implícito –tal como describieron los juzgadores a fs.
64vta.- la utilización de una fuerza suficiente que sea capaz de anular la voluntad de la víctima
para ejecutar el acto, que le ocasionó el daño que puso en riesgo la vida de la nombrada. Sino
que, además, reclamó al A Quo la valoración del caso en un contexto de violencia de género
con cita del art. 5 de la Ley N° 26.485 y de los arts. 1 y 2 de la Convención Interamericana para
prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer con jerarquía constitucional, que se
encargó de probar a lo largo del debate (fs. 35/38vta.).
Ante dicha situación, pese a las precisiones otorgadas por el acusador público, una vez cedida
la palabra a la defensa expresó que a su pupilo nunca se le explicó en qué consistió el
elemento normativo y, por tanto, en esa oportunidad procesal requirió la nulidad de todo lo
actuado.
Por ello, entiendo que mal puede pretenderse ahora la anulación de lo resuelto alegando que
la imputación en los términos de los cargos formulados redundó en una afectación de sus
derechos, cuándo de las constancias del legajo surge con prístina claridad que el defensor tuvo
a su disposición la posibilidad de producir pruebas y reencauzar la discusión, y no sólo no
propuso nuevos elementos sino que omitió expedirse invocando la imposibilidad de ejercer su
función, pese a las precisiones y argumentos brindados por la contraparte.
Habiéndose determinado, entonces, que se trató de una intimación acabada, que fue
debidamente comunicada al justiciable y que las chances de la parte interesada de resistir la
imputación se vieron únicamente acotadas por su propia decisión, estimo que no puede
tenerse por acreditada una violación de la garantía de defensa.
En este punto, debe indicarse que el estándar probatorio de un proceso penal como el
presente exigen la aplicación de dos instrumentos internacionales con jerarquía constitucional
—la Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la
mujer, “Belem Do Pará”, y la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de
Discriminación contra la Mujer “CEDAW”, así como de la Ley N° 26.485 destinada a la
protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres y la Ley
provincial N° 12.569.
En los citados instrumentos los Estados partes se han comprometido a “Modificar los patrones
socioculturales de conducta de hombres y mujeres, con miras a alcanzar la eliminación de los
prejuicios y las prácticas consuetudinarias y de cualquier otra índole que estén basados en (…)
funciones estereotipadas de hombres y mujeres” (cf. art. 5 de la CEDAW).
En ese marco, los sentenciantes valoraron el testimonio prestado por la damnificada, que
evaluado en el cuadro probatorio integral formó su convicción sobre los hechos objeto de
proceso.
Los principios que rigen el procedimiento penal restan toda centralidad a los cuestionamientos
de la defensa referidos a los dichos de B. en sede policial, en atención a que la nombrada
prestó su versión de los hechos en la audiencia y pudo ser objeto de un amplio contralor por la
parte en esa oportunidad del proceso.
En este punto, debe señalarse que no es posible concebir un derecho penal moderno sin
contemplar los derechos de las víctimas y, en particular, frente a la violencia de género, la
Al respecto, resulta de interés destacar que en casos donde los hechos delictivos por su
especial modo de comisión no puedan ser corroborados por otros medios, la deposición de la
damnificada no debe ser soslayada o descalificada, dado que ello constituiría una forma de
violencia institucional contraria a los parámetros internacionales.
Más aún, la Corte Interamericana reconoció que sus dichos constituyen un elemento
probatorio fundamental en esta especie de procesos (v. Corte IDH, caso Fernández Ortega y
otros. Vs. México, sentencia de 30 de agosto de 2010, serie C No. 215 y caso Rosendo Cantú y
otra Vs. México, sentencia de 31 de agosto de 2010, serie C No. 216, cf. párr. 100 y 89
respectivamente).
El valor de esta clase de testimonios frente a violaciones de derechos humanos, a su vez, tuvo
a su vez un amplio desarrollo en la jurisprudencia del máximo tribunal, que sostuvo que: “…la
declaración testimonial es un medio de prueba que se privilegia frente a modos particulares de
ejecución en los que deliberadamente se borran las huellas, o bien se trata de delitos que no
dejen rastros de su perpetración, o se cometen al amparo de la privacidad. En tales supuestos a
los testigos se los llama necesarios.” (Fallos 309: 319).
Habida cuenta el sistema probatorio consagrado por el Código de Procedimientos (art. 210,
373 del C.P.P.), no existen formas previstas en la ley para acreditar el hecho
delictuoso, procurando afianzar la búsqueda de la verdad como objeto del proceso.
A su vez, los daños que se produjeron en el cuerpo de B. como consecuencia de la acción del
inculpado, que implicaron la intervención quirúrgica y el riesgo que corrió la vida de la
nombrada, se constituyen como el elemento objetivo que da cuenta del grado de violencia
Ahora bien, respecto al supuesto consentimiento que el impugnante aduce que brindó B. al
tiempo del hecho, cuando refirió “…hacelo de una vez y dejame dormir…”, si bien en apariencia
las meras palabras parecen otorgar la anuencia que excluiría la aplicación de la figura penal,
sus expresiones deben ser evaluadas en el contexto determinado del caso en estudio.
La presunta aquiescencia derivada del “débito conyugal” que alega el recurrente ha sido
enfáticamente condenada por el tribunal interamericano, por considerar que este tipo de
caracterizaciones y prejuicios, evoca la falsa dicotomía entre esfera pública y privada según la
cual a la justicia penal no le correspondería inmiscuirse en los “asuntos de pareja” (v. Corte
IDH, caso “Campo Algodonero”, Íd.).
En esta instancia, resulta imperioso poner en evidencia que el recurso de casación aquí
analizado revela concepciones estereotipadas que el estado argentino se ha comprometido a
erradicar. En consecuencia, la postura adoptada por el defensor intenta minimizar una historia
precedente y círculo de violencia hacia la mujer –tanto físico como verbal- que no solo fue
sobradamente probado en el debate oral y público, por los testigos que acudieron ante el
tribunal, sino que edifican el resultado anunciado del acontecimiento criminal que es objeto de
este proceso.
Sin embargo, es sabido que el consentimiento debe evaluarse atendiendo a las circunstancias
del caso en concreto. En efecto, la damnificada fue categórica en todas sus deposiciones
respecto de la negativa ante el deseo del encausado (fs. 46vta. y 53). Más aún, en su
deposición frente al A Quo dio cuenta de que los actos sexuales eran forzados y,
concretamente, que en esa oportunidad se encargó de trasmitirle a Rodríguez que la estaba
lastimando (fs. 53vta.).
La Corte Penal Internacional tiene dicho que la intimidación, las amenazas, la extorsión y
diferentes formas de provocar temor puede tener los mismos resultados que el empleo de la
fuerza. En este entendimiento, se ha sostenido que para que se configure la violación basta
con que “…[se coloque] a la víctima en una situación de temor razonable de que ella o una
tercera persona sean sujetas a violencia, detención, coacción u opresión psicológica…” (TPIY,
“Prosecutor v. Anto Furundzija”, 10 de diciembre de 1998, IT-95-17/1-T, párr. 174).
Por ello, a juicio del suscripto, asiste razón a los magistrados cuando refieren que los dichos de
B. no pueden analizarse de manera aislada y que los antecedentes reseñados, así como la
negativa de la nombrada, cercenaron la libertad del acto sexual practicado, prueba de ello –
asimismo- constituyen los daños que el accionar del encartado provocó en el cuerpo a la
damnificada.
Este tipo de problemáticas, por sus peculiaridades, si bien no eliminan la capacidad de decidir
de las víctimas, exigen a la judicatura un análisis pormenorizado y más riguroso de los hechos.
En cuanto a los resultados que arrojó el informe psicológico realizado en el encartado, merece
advertirse que los juzgadores han dispuesto la aplicación del mínimo legal de la pena de la
subsunción legal efectuada.
Por lo que, en definitiva, propongo al Acuerdo que se rechace, por improcedente, el recurso de
casación articulado contra la sentencia del Tribunal en lo Criminal N° 1 del Departamento
Judicial Necochea por el Defensor Oficial, Dr. Daniel Oscar Surgen, con costas (arts. 75 inc. 22
CN en relación con los arts. 8.2.h y 8.5 CADH, 14.1 y 14.5 PIDCyP, la Convención
Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer con jerarquía
constitucional, “Belem Do Pará”, y la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de
Discriminación contra la Mujer “CEDAW”; 5, 29 inc. 3°, 40, 41 y 119, 3° párrafo, del CP, Ley N°
26.485, Ley provincial N° 12.569 y 20 inc. 1, 106, 205, 209, 210, 233, 366, 371, 373, 375, 450,
451, 454 inc. 1, 456, 459, 460 a contrario sensu, 463, 530 y 531 CPP).
Así lo voto.
Adhiero al voto de mi colega preopinante en igual sentido y por los mismos fundamentos.
Es mi voto.
SENTENCIA
I.- DECLARAR ADMISIBLE la impugnación interpuesta por el Defensor Oficial, Dr. Daniel Oscar
Surgen.
II.- RECHAZAR, por improcedente, el recurso de casación articulado en favor de Jorge Daniel
Rodríguez, con costas.
Voces:
Tribunal: Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos AiresSup. Corte Bs. As.
Fecha: 24/05/1983
Partes: Otalepo, Luis A. y otras
Publicado en: JA 1984-II-155;
Cita Online: 70026599
Sumarios:
1 . El ministerio público, en el procedimiento penal, no es el abogado de una parte ni el
representante del Estado, sino el órgano de la ley que obra, no en interés de persona
determinada, sino en interés de todos y especialmente en el de la ley y que procura la
aplicación justa de ésta en defensa de la sociedad.
2 . El ministerio público fiscal es un sujeto imparcial de la relación procesal, ya que es un
órgano del Estado que hace valer una pretensión del mismo como interés de derecho público
superior, pudiendo recurrir en favor del procesado.
3 . El ministerio fiscal es uno solo, dividido por razones de jurisdicción o jerarquía en sus
componentes o representantes, de donde resulta que en caso de disparidad de opiniones
entre estos distintos representantes, ya con relación a la acción deducida o a los recursos
interpuestos, debe privar siempre el de mayor jerarquía.
Texto Completo:
OPINION DEL PROCURADOR DE LA CORTE.
Por su parte, el fiscal de la Cámara, al contestar los indicados agravios y a pesar de no haber
sido deducido recurso fiscal, plantea una cuestión no abordada por las partes en el proceso,
cual es la incomunicabilidad de la agravante del vínculo que une a la instigadora o partícipe
con la víctima, respecto a la autora material del hecho. Ello lo lleva a entender que todos los
intervinientes en el hecho son responsables de homicidio simple, calificación que -
procesalmente- estima acogible desde que se trataría de un caso de consulta (art. 309 Ver
Texto CPP.).
3. La Cámara de Apelación de Mar del Plata a través de su sala 1ª, admite que la causa
entre en consulta respecto a la imputada García, desestima las articulaciones de los defensores
de los otros procesados y del fiscal de las Cámaras y confirma en todas sus partes la sentencia
de 1ª instancia.
4. El titular del ministerio público fiscal ante la alzada interpone a f. 199 recurso de
inaplicabilidad de ley contra dicho pronunciamiento alegando el quebrantamiento del art. 48
Ver Texto CPen. y su doctrina, al haberse denegado el encuadramiento legal del hecho que
propiciara ante la Cámara.
Al señalar su interés para recurrir, el fiscal expresa que "no obstante que los procesados se
benefician si el presente recurso prospera, igual existe interés para este ministerio público en
la correcta aplicación de las normas penales. El fiscal no acude en este caso en defensa de los
procesados sino de la ley". Añade que ". . .de ninguna manera se puede considerar como límite
del interés fiscal el fijado por el art. 342 Ver Texto CPP. porque el precepto se refiere sólo al
supuesto en que el ministerio público recurra en perjuicio del imputado, caso que no es el de
autos. Indica que el tema fue introducido en ocasión de contestar los agravios de la defensa
cuestión procedente no sólo por aquéllo del 'tantum apellatum cuantum devollutum'es
inadmisible en materia penal (la defensa no se agravió por este asunto), sino porque la Cámara
de Mar del Plata pudo entrar al caso por vía del recurso de consulta (arts. 309 Ver Texto y ss.
CPP.) que abre todas las posibilidades".
Por lo expuesto, y sin dejar de encomiar el celo puesto en su tarea por el fiscal de las
Cámaras de Mar del Plata, opino que corresponde declarar mal concedido el recurso de
inaplicabilidad de ley interpuesto a f. 199.- Oscar M. Aguilar.
1ª.- ¿Se encuentra bien concedido el recurso de inaplicabilidad de ley deducido por el fiscal
de Cámaras?
En el presente caso la causa llega al tribunal por impulso procesal único del fiscal de
Cámaras, desde que los imputados y sus defensores no hicieron uso del derecho que les
acuerda la ley procesal en el art. 341 Ver Texto . Se limitó el defensor de Otalepo a interponer
el recurso extraordinario que prevé el art. 14 Ver Texto ley 48 (1) para ante la Corte Suprema
de la Nación.
Esa tesis ha sido receptada desde 1956 en el citado tribunal siendo el primer antecedente
en ese aspecto, que varió la jurisprudencia del mismo que anteriormente entendía que el fiscal
no podía recurrir en favor del procesado, la causa resuelta por la sala 1ª LS II, f. 640, 1956, en
la que se dijo que el representante del ministerio publico debe ser un sujeto imparcial de la
relación jurídico procesal y, por tanto, su misión es la aplicación justa de la ley, y, en su caso,
de la pena en defensa de la sociedad que representa.
Posteriormente, la sala 3ª del tribunal mencionado, integrada por los Dres. Gaspar Campos
y Jorge Ballesteros, con fecha 04/12/1958 resolvió un proceso sentando la misma doctrina.
Por ello al ejercitar en ese proceso la pretensión punitiva no lo hace con miras a la mayor
satisfacción de una parte ofendida en sus derechos, sino con el fin de obtener el más exacto
cumplimiento de la ley, cuya observancia está obligado a vigilar y cuya aplicación equivocada o
injusta, ya en beneficio, ya en perjuicio del imputado, le causa consecuentemente un agravio al
que puede y debe buscar reparación mediante los recursos pertinentes (conf. A y S 1962-I-
306).
Por su parte la doctrina más autorizada vernácula y foránea están contestes en la tesis que
se ha receptado jurisprudencialmente.
Así Manzini enseña en su "Tratado de Derecho Procesal Penal", t. 5, p. 29: ". . .como el
Ministerio Público tiene siempre interés en la exacta aplicación de la ley, se le debe reconocer
el derecho de impugnación por ese interés y en relación a cuestiones de derecho, aunque las
consecuencias de la impugnación puedan ceder en favor del imputado. Quien está encargado
de vigilar por la exacta observancia de la ley no puede estar obligado a dejar pasar errores de
derecho sólo porque el corregirlos llevaría ventaja a un imputado".
Nuestra doctirna, desde antiguo se nutre del mismo pensamiento. Ya en 1928, Carlos
Ayarragaray en su obra "El ministerio público" aclara que la misión del citado ministerio en el
proceso penal no reviste carácter individual, sino objetivo y jurídico, no unilateral o parcial,
sino generalizado (conf. p. 225).
El procurador general de la Corte, si bien al ser oído a f. 229, se manifiesta conteste con la
idea de que el ministerio público fiscal puede recurrir a favor del imputado, sostiene que en el
caso, el fiscal de Cámaras no se encuentra legitimado para hacerlo pues no puede apelar de los
puntos que le han sido resueltos favorablemente según lo dispone el art. 350 Ver Texto CPP., y
ello así resulta, a su modo de ver, ante la inexistencia de recurso fiscal en 1ª instancia
originaria. Sostiene que lo contrario implicaría quebrar los principios de unidad y solidaridad
que caracterizan la institución. Afirma que el reexamen oficioso de condenas extremadamente
graves no es susceptible de ser impugnado mediante recursos extraordinarios por aquellas
partes que no apelaron la sentencia de 1ª instancia, pues el consentimiento de tal fallo ha
cortado la cadena impugnativa.
En el caso traído a examen de este tribunal, la postura del fiscal de Cámaras que introduce
la cuestión al contestar agravios motiva la intervención de la Cámara por vía de consulta, como
se pone de resalto en la memoria de f. 234. A favor de la facultad-prerrogativa del fiscal de
Cámaras, en el caso se impone lo dicho sobre la naturaleza jurídica del órgano requirente
como sujeto imparcial de la relación procesal y la doctrina que emerge de las causas Ac.
28.079, Kelm, 11/08/1981, en DJBA 122-61; P. 29.083, Andrade, 07/09/1982.
En la última de las cuales se dijo por voto del Dr. Peña Guzmán: ". . .en el fuero penal rigen
otros principios derivados del orden publico constitucional que permiten modificar una
sentencia en sentido favorable al acusado, a pesar de que no se hayan concretado agravios al
recurrir, porque se limitaría sin una disposición expresa la posibilidad de hacer justicia,
aplicando correctamente la ley. No puede impedirse que los magistrados lleguen a la verdad
de los hechos y a la justa aplicación del derecho. Es tan grave condenar a un inocente como
penar a un culpable con una pena mayor que la fijada para el delito cometido. Resulta así
evidente que debe descartarse una interpretación legal que arribe a esos resultados (DJBA
122-61). En caso de un pedido de un mínimo de pena por un defensor ineficaz ningún tribunal
en justicia podría condenar si advierte, por ejemplo, que el hecho atribuido al procesado no
configura delito alguno. Por una exigencia técnica formal se habría impuesto, en ese caso, una
pena a quien no cometió delito alguno, en franca vulneración del principio constitucional del
'nullum crimen nulla pena sine lege', que debe privar sobre cualquier ley".
Por ello y porque el ministerio fiscal es uno solo, dividido por razones de jurisdicción o
Los Dres. Peña Guzmán, Gnecco, Larran y Gambier Ballesteros, por los mismos
fundamentos, votaron la cuestión previa también por la afirmativa.
La Cámara Penal de Mar del Plata tiene por acreditado que Delia H. Silva, estando próxima
a dar a luz, decide desprenderse del bebé y, para ello, conviene con su concubino Otalepo y
con la vecina María P. García que una vez que naciera la criatura, la misma sería eliminada.
Tanto Otalepo como la García prestan su conformidad. La García asiste a la parturienta
mientras Otalepo efectúa un pozo en los fondos de la finca. Como la criatura llora,
inmediatamente luego de ser desprendida de la madre -quien con una tijera, se corta el
cordón umbilical- la Silva le dice a su vecina que lo envuelva con el claro propósito de ahogarlo.
Asiente la García y así envuelto se lo lleva a Otalepo quien lo entierra. Sigue diciendo el
tribunal que la criatura nació con vida y fue ahogada. Señala el tribunal sentenciador que el
concierto previo al nacimiento, la ayuda prestada durante el parto y la posterior actuación de
Otalepo y García, con la conformidad de la madre llevan a la conclusión de que los tres deben
responder por homicilio calificado (art. 80 inc. 1 Ver Texto CPen.) habida cuenta que la madre
determinó a Otalepo y la García que mataran a su hijo y aquéllos así lo hicieron sabiendo la
relación entre víctima e instigadora.
Es decir, que la Cámara condena a la García como autora, a Otalepo como partícipe
primario y a la Silva (madre de la víctima) como instigadora, extendiendo el vínculo de la
instigadora con la víctima a los actuantes.
A favor de ello sostiene el recurrente que las causas que agravan la penalidad se comunican
al partícipe, y luego de preguntarse por qué el legislador menciona al autor y al cómplice en el
Arguye que lo que fija el sistema penal aplicable es el hecho, el delito, punto de partida
para fijar el tipo penal que corresponde. A su juicio el fallo atacado parte, para esa fijación de
un hecho accesorio, lo que resulta contrario a la letra de la ley y a los principios generales del
derecho.
Welzel enseña, "Derecho Penal alemán", p. 175,: "La instigación y la complicidad participan
de la naturaleza delictiva del hecho principal".
A favor de la normativa del art. 356 Ver Texto CPP., estimo que por confesión se encuentra
acreditado el homicidio cometido por María P. García, la complicidad de Luis A. Otalepo en los
términos del art. 45 Ver Texto CPen., y la culpabilidad de Delia H. Silva, a título de instigadora
en el hecho motivo de este proceso. Son de aplicación las normas contenidas en los arts. 45
Ver Texto y 79 Ver Texto CPen. para todos.
Para graduar la sanción en orden a lo establecido en los arts. 40 Ver Texto y 41 Ver Texto
CPen. computo como atenuante para García y Otalepo el buen concepto que goza y su falta de
antecedentes y como agravantes para los tres procesados, la extrema peligrosidad demostrada
en el hecho, y para Silva el antecedente que registra, todo lo cual me lleva a propiciar les sean
impuestas las penas requeridas por el fiscal de Cámaras, esto es: 18 años de prisión para
García; 22 años de igual pena para Otalepo y 25 años también de prisión para Silva y accesorias
legales para todos los nombrados.
Así lo voto.
Los Dres. Peña Guzmán, Gnecco, Larran y Gambier Ballesteros, por los mismos
fundamentos, votaron también por la afirmativa.
Por lo expuesto en el acuerdo que antecede, oído el procurador general, se hace lugar al
recurso extraordinario interpuesto y casándose la sentencia impugnada (art. 356 Ver Texto
CPP.) se reduce la pena impuesta a Luis A. Otalepo a 22 años de prisión, a María P. García a 18
años de igual pena y a Delia H. Silva a 25 años de prisión y accesorias legales para todos los
nombrados (arts. 79 Ver Texto , 45 Ver Texto , 40 Ver Texto y 41 Ver Texto , CPen.).-
Godofredo L. Baudón.- Gerardo P. Guzmán.- Emilio P. Gnecco.- Francisco M. Larran.- Alfredo G.
Ballesteros. (Sec.: Alfredo Jofré).
NOTAS:
(1) ALJA (1853-1958) 1-14 - (2) JA 1960-I-380 - (3) JA 52-842.
Voces: Delitos contra las personas ~ Homicidio ~ Figuras agravadas ~ Alevosía
Tribunal: Tribunal de Casación Penal de Buenos Aires, sala IIITrib. Casación Penal Bs. As.,sala 3ª
Fecha: 13/07/2010
Partes: O., M. G.
Cita Online: 70063224
Texto Completo:
La Plata, julio 13 de 2010.
Cuestiones:
Primera: ¿Son procedentes los recursos de casación interpuestos?
Segunda: ¿Qué pronunciamiento corresponde dictar?
A la primera cuestión, el Dr. Borinsky dijo:
Primero. Justicia Provincial
Corresponde desestimar el agravio que trae la defensa de D. respecto a la nulidad de la
sentencia por incompetencia del órgano que la dictó, siendo una cuestión resuelta conforme
surge de las actuaciones referenciadas en el veredicto (ver en copia fs. 43 vta), que con clara
muestra de insuficiencia recursiva el impugnante reedita sin hacerse cargo de las
argumentaciones vertidas en el mismo.
Como bien lo consigna el tribunal, la justicia ordinaria provincial acepta la competencia, sin
que en dicho momento, ni posteriormente, la impugnante hiciera algún tipo de
cuestionamiento.
Por otro lado, como también lo estima, más allá de lo prescripto en el art. 3 inc. 5 Ver Texto
, de la Ley 48, la Corte Suprema de Justicia de la Nación establece la jurisdicción provincial
cuando del conocimiento prioritario de los tribunales federales lo actuado revele inequívoca y
fehacientemente que los hechos tienen estricta motivación particular y que, además, no existe
posibilidad de que resulte afectada, directa o indirectamente, la seguridad del Estado Nacional
o de alguna de sus instituciones (COMPO00247 del 27-XII-90 "Combal, Fernando A. s/
secuestro extorsivo Ver Texto ", entre otros).
Sin más sobre el tema.
Segundo. Cauce desestimatorio transitan los motivos levantados por la denunciada
violación al principio de congruencia, desde que su finalidad es impedir que una persona sea
condenada en base a una construcción fáctica diversa de la que fue objeto de imputación, para
asegurar la garantía de defensa, y evitar que el imputado se lo condene por un hecho que no
tuvo en cuenta (cfr. Alfredo Vélez Mariconde "Derecho Procesal Penal", editorial Marcos
Lerner, Buenos Aires, 1982, Tomo II páginas 236 y siguientes).
Se respeta la defensa en juicio, cuando media correlación sobre los hechos entre la
acusación y la sentencia -como sucede en el caso-, que agrego sobreabundando no se refiere a
AR/JUR/23/1953
Nacional
Bulog, Jorge
Bulog, Jorge
CALUMNIA
El doctor
Munilla Lacasa
dijo:
El doctor
Oderigo
dijo:
El doctor
Cantadore Van Straat
dijo:
Comparto los claros fundamentos que informan la conclusión a que arriba el doctor
Oderigo. En consecuencia, adhiero a los mismos y voto en idéntico sentido.
El doctor
Sagasta
dijo:
El doctor
Beruti
dijo:
Estimo que la solución que para el interrogante planteado propone el doctor Munilla
Lacasa en el voto inicial de este acuerdo, es la que mejor consulta el interés procesal.
Claro está que no cabe afirmar que de este modo se alcance el ideal de una completa
armonía entre las disposiciones del código y la de la ley reformatoria 13.569, la cual no
sería posible, toda vez que el legislador ha descuidado, sin duda alguna, proveer a la
necesaria coordinación entre uno y otro de ambos preceptos, pero creo que con ello
se satisfacen, en lo posible, las exigencias de una discreta política represiva, que no
parece puedan ni deban perjudicarse por una excesiva preocupación de tecnicismo
formal.
En mi sentir, puede aceptarse que la calumnia (y me refiero al caso en que es
producida ante la autoridad competente, único que se encuentra en el campo de
nuestro problema) y la falsa denuncia son dos delitos diferenciables, como lo son en
nuestra ley, el hurto y el robo, no obstante que en todo robo se halla ínsito el hurto, tal
como ocurre, exactamente, en el supuesto de la calumnia, que lleva en sí la falsa
denuncia, de la que se distingue por un elemento material específico que a ella se
incorpora, o sea, por la imputación del delito a cierta y determinada persona, la que
constituye el "agregado" "Plus", si así quiere llamársele, que transporta la conducta a
otro ámbito delictual.
Por lo expuesto y por las razones a mi juicio convincentes, aducidas por el doctor
Munilla Lacasa, voto en el sentido de que la calumnia y la falsa denuncia se excluyen,
recíprocamente.
El doctor
Vera Ocampo
dijo:
La mera confrontación de los textos legales correspondientes a los arts. 109 y 245 del
cód. penal, pone de relieve (de manera concluyente) la distinta composición de las dos
figuras de delito reprimido por cada uno de ellos que excluye en forma definitiva a mi
juicio, el planteamiento y discusión de la posible existencia de un concurso aparente
de leyes dada la ausencia absoluta de relación entre las figuras. La calumnia según la
define el art. 109, es la falsa imputación de un delito que dé lugar a la acción pública y
tutela el bien jurídico del honor de las personas, en tanto que la figura creada por el
actual art. 245 del cód. penal (ley 13.569), consiste en la falsa denuncia de un delito
ante la autoridad competente y protege a la administración pública, en particular, a la
administración de justicia. Tan notoriamente distinta es la acción de imputar o atribuir
falsamente un delito a determinada persona, de la acción de denunciar falsamente o
dar noticia falsa de un delito a la autoridad pertinente, que esas dos formas de
conducta se presentan conceptualmente indiferentes y se realizan con absoluta
independencia la una de la otra. Aclaramos, sin embargo, adelantándonos a contestar
una fácil objeción, que la exigencia de falsedad que aparece como condición necesaria
de ambas figuras, no autoriza a referirse recíprocamente y menos aun a reconocer
afinidad entre ellas, porque es forzoso advertir que se trata sólo de una calidad
El doctor
Soldani
dijo:
El doctor
Santa Coloma
dijo:
El doctor
Malbrán
dijo:
Por el mérito que ofrece el acuerdo que precede, se resuelve que los delitos de
calumnia y falsa denuncia, involucrados en un hecho único se excluyen
recíprocamente. —
Mario A. Oderigo
.—
Antonio L. Beruti
.—
Jacinto A. Malbrán
.—
Horacio Vera Ocampo
.—
Francisco Santa Coloma
.—
Gregorio A. Soldani
.—
Raúl Munilla Lacasa
.—
Práxedes M. Sagasta
.—
Oscar J. Cantadore Van Street
.
conformidad con lo dispuesto en el Acuerdo 2078, que deberá observarse el siguiente orden
de votación: doctores Soria, Kogan, Roncoroni, Negri, Genoud, se reúnen los señores jueces
ANTECEDENTES
del Departamento Judicial de La Plata por la que se condenó a J. A. B. a la pena de doce años
de prisión, accesorias legales y costas como autor responsable del delito de homicidio en
resolución recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley, que fuera declarado admisible por
presentada la memoria que autoriza el art. 487 del Código Procesal Penal y hallándose la causa
CUESTION
VOTACION
condenó a J. A. B. a la pena de doce años de prisión, accesorias legales y costas como autor
responsable del delito de homicidio en concurso real con tentativa de homicidio (fs. 65/75 del
legajo respectivo).
Casación Penal interpuso recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley (fs. 110/115 vta. del
legajo cit.).
de los arts. 45 y 79 del Código Penal y de doctrina legal de esta Suprema Corte que cita y
Derechos Humanos; 14.2 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos; XXV de la
Americana sobre Derechos Humanos; 33.1 de las Reglas Mínimas del Proceso Penal -Reglas de
Constitución nacional antes citados; 1º, 210 y 373 del Código Procesal Penal (cfr. t.o., ley
11.922).
fueron tres (según el informe balístico de los proyectiles extraídos de la autopsia)", habiendo
impactado uno en la cavidad pelviana -siendo el que causara el óbito, según el informe de
autopsia de fs. 117/119 vta., correspondiendo al proyectil calibre .32 largo-; otro en el muslo
correspondiendo también el proyectil al calibre .22 largo-, sin haberse podido determinar con
posterior juicio realizado al coimputado G. B. , según constancias de la causa 92.279 que trae a
colación- "quién de los dos [...] efectuó el disparo", no debió concluirse entonces que los dos la
Penal, pues -a su entender- "al no poder explicar [el tribunal] quién realizó el disparo mortal,
subjetiva en acciones conjuntas...» haciendo uso de una teoría sobre la autoría que no
delictiva. Tras afirmar que la coautoría "presupone una decisión común al hecho y la ejecución
de la misma mediante división del trabajo" (fs. 113 vta.), concluyó que en el caso "ambos
tuvieron en sus manos el dominio del hecho en forma paralela", en tanto "[a]mbos podían
avanzar o detener su curso" (fs. cit.), por lo cual no hubo "reparto de la ejecución de la acción
A su entender, "[s]ólo el autor del disparo del revólver calibre .32 [fue] autor
de homicidio" (fs. cit.). De modo tal que ante la imposibilidad -afirmada por el recurrente- de
determinar quién tuvo el revólver que ocasionó la muerte, por aplicación del beneficio de la
duda, debió optarse por la solución más beneficiosa a su defendido, esto es, que en todo caso
fue él quien disparó el revólver calibre .22. En consecuencia, ha reclamado la subsunción legal
de la conducta de J. B. en el delito de lesiones graves, en los términos del art. 90 del Código
Penal, sobre la base de que no tuvo "dolo de matar, sino sólo de lesion[ar], ya que los disparos
izquierdo y muslo izquierdo)" (fs. 114 y vta.). A la par, peticionó -en subsidio- la aplicación de la
receptados.
según la cual el procesado J. B. no intervino como autor, coautor, ni mediante ninguna otra
(fs. 347 del expediente principal y fs. 29/35 del legajo recursivo -en especial, fs. 34-).
que debió otorgársele a ese aporte. Este extremo, ante la ausencia de agravio en esta
instancia, devino firme. Sin embargo, negó en todo momento haber realizado algún aporte en
afirmó que tampoco podría endilgársele ninguna otra forma de intervención. Rematando esa
el recurso extraordinario traído a estudio son sustancialmente diversos de los agravios llevados
instancia -en especial por efecto del resultado de la pericia de fs. 165/166 ponderada por el a
reconocido que su asistido también efectuó disparos contra R. C. , pero sin atribuirle «dolo
homicida». Ya no reniega de la atribución de autoría, sino tan sólo de que el aporte fuera en
resultado mortal. En ese contexto debe enmarcarse la solicitud de cambio de calificación legal
propiciada en los términos del art. 90 del Código Penal. No obstante, a todo evento, también
Así las cosas, los embates del impugnante -a la luz del giro argumental
introducido en esta etapa revisora- por intempestivos, devienen inaudibles (art. 451, C.P.P.
cit.; cfr. doctr. causas P. 76.382, sent. del 28-VIII-2002; P. 76.453, sent. del 13-VIII-2003, entre
por el propio impugnante, en cuanto sostuvo que al menos debe considerarse que J. B. disparó
con el revólver calibre .22 -fs. 114-) y la existencia de un acuerdo común -también aceptado
por el recurrente a fs. 138 del memorial-), los reclamos relativos a la modalidad autoral, no
pueden prosperar.
los diversos aportes al hecho llevados a cabo por distintas personas, permitiendo imputar a
cada uno de los intervinientes la parte de los otros (cfr. por muchos, Stratenwerth, Derecho
sencillo distinguir si tal o cual modalidad de aporte objetivo atribuye realmente el dominio del
hecho, a fin de imputar coejecución o simplemente otra forma de cooperación. Sin embargo,
hay consenso generalizado en afirmar la coautoría cuando quien ejecuta junto con otro u otros
el evento criminoso lo hace en virtud de un acuerdo previo por el cual cada uno conoce la
hecho no es dominado por uno de los intervinientes, sino por el conjunto o «colectivo».
Importa, pues, el despliegue de una parte del suceso típico en combinación con el aporte de
los otros. Por ello, rige en la coautoría la imputación recíproca de todas las contribuciones al
suceso que tienen lugar en el marco del común acuerdo (cfr. Jescheck, Tratado de Derecho
casatoria.
ambos sobre aquélla con voluntad homicida -tal como quedó acreditado en autos, más allá del
lugar en el que finalmente quedaron alojados los proyectiles- fue considerado por el a quo, sin
lugar a dudas, un hecho con un sentido unitario (cfr. Welzel, Derecho penal alemán, 3ª ed.
accesoria), que -de haberse configurado- obstaculizaría cualquier tipo de influencia del hecho
acuerdo previo o, al menos, conocimiento de cada uno de los intervinientes de la acción del
otro (fs. 138 cit.), ha quedado desprovista de la más mínima posibilidad de éxito.
Los señores jueces doctores Kogan, Roncoroni, Negri y Genoud, por los
mismos fundamentos del señor Juez doctor Soria, votaron la cuestión planteada también por
la negativa.
SENTENCIA