Tenemos que el derecho penal es “el conjunto de normas jurídicas, de derecho
público interno, que definen los delitos y señalan las penas o medidas de seguridad aplicables para lograr la permanencia del orden social”. Se divide en dos: la parte general y la parte especial. La parte especial se ocupa del estudio de los delitos y las penas o medidas de seguridad que se determinan para los mismos, mientras que la parte general comprende la teoría de la ley, la teoría del delito, la teoría del delincuente y la teoría de las penas y medidas de seguridad. Independientemente de que una conducta esté establecida como delito en una norma penal, se requerirá de la teoría del delito para determinar, en el caso concreto, si tal conducta integra o no un delito. En un caso viéndolo más material se entendería como “el derecho penal tendría por objeto la protección de bienes jurídicos elementales tanto para el individuo como para la sociedad. En este sentido, funcionaría como un instrumento de control para mantener el orden social.” Principios del derecho penal: Principio de legalidad. El principio de legalidad establece que toda conducta punible desde el punto de vista penal mediante una sanción jurídica debe estar recogido en una norma escrita para que los ciudadanos conozcan qué conducta está prohibida y cuáles son los castigos recogidos por la ley. Presunción de inocencia. Se trata de un principio fundamental del derecho penal. Técnicamente se le conoce como una presunción iuris tantum, que da cabida a pruebas en contra. Esto significa que desde un primer momento se asume que la persona acusada es inocente, y para que se dictamine que no lo es se tendrán que presentar pruebas en contra de peso. Principio de irretroactividad. Establece la imposibilidad de que el derecho penal pueda tener consecuencias sobre hechos que ocurrieron en el pasado. Principio de igualdad. El derecho penal recoge distintos tipos de delitos y las diferentes penas en función del hecho y su gravedad, y esa es la única clasificación y diferenciación que debe establecer. Este principio tiene la misión de garantizar que no exista diferencia alguna en el trato hacia el acusado ni la pena aplicada. Principio de proporcionalidad. En derecho penal, los diferentes tipos de delitos cuentan con su correspondiente pena y esa es la base que permite a los jueces aplicar los castigos correspondientes. Por lo tanto, el derecho penal recoge varios tipos de delitos que han sido tipificados como actitudes negligentes y establece las correspondientes penas en caso de que se dictamine al término del proceso judicial la culpabilidad del acusado.
Teoría del delito:
La teoría del delito se convierte en uno de los instrumentos jurídicos más importantes para los operadores del nuevo sistema de justicia penal, y aunque se encuentra contemplada a nivel normativo en la reforma de justicia penal. La teoría del delito es una rama de la criminología y del derecho penal que estudia y analiza las características, estructuras y causas que hacen que un comportamiento sea considerado como delictivo, y las posibles sanciones que pueden aplicarse en respuesta a dicho comportamiento. Esta teoría se enfoca en entender la naturaleza del delito y sus elementos, como el tipo objetivo (lo que se hace), el tipo subjetivo (la intención de hacerlo), y la antijuridicidad (la contradicción del hecho con el ordenamiento jurídico). Dentro de la teoría del delito existen diferentes enfoques, como: Clásico: Se centra en el acto y en el autor del delito. Requiere que haya un sujeto que haya realizado un hecho prohibido con conocimiento y voluntad. Es el más aceptado y es la base de los códigos penales. Neoclásico: Se introduce el concepto de imputabilidad, o la capacidad de una persona para ser responsable de sus actos. Se diferencia del clásico al considerar que la imputabilidad depende del estado mental del autor, incluyendo elementos como el grado de inteligencia y el control de la voluntad. Funcionalista: Plantea que el delito es una función necesaria para el buen funcionamiento de la sociedad, ya que la normativa se renueva y adapta gracias a la detección y sanción de conductas nocivas. Este enfoque da mayor importancia a la conducta y a su función en el sistema social. Estructuralista: Señala que el delito es una categoría social que surge como resultado de la estructura de poder de una sociedad. La delincuencia es una forma de resistencia a la dominación y al control, y el castigo es una forma de mantener esa dominación. Crítico: Enfatiza la importancia de la desigualdad social y del poder en la definición de lo que es un delito y en la determinación de qué es lo que debe castigarse. Dicho de otra manera, plantea que el sistema penal es selectivo y que muchas veces protege a ciertos grupos a costa de otros. Cabe destacar que estos enfoques no son mutuamente excluyentes y pueden combinarse para ofrecer una comprensión más completa del fenómeno delictivo. La estructura más eficaz para el estudio dogmático de los casos penales deriva de la teoría pentatónica de cinco elementos; según esta podemos definir el delito como una conducta o hecho, típico, antijurídico, culpable y punible con su respectivo aspecto negativo. Conducta o hecho En la teoría del delito, la conducta o hecho es uno de los elementos que se consideran para determinar si una acción constituye o no un delito. La conducta, también llamada acción u omisión, es la manifestación de la voluntad humana que se manifiesta a través de una actividad (hacer algo) o una abstención (no hacer algo), y que puede ser física o psicológica. La conducta es un elemento fundamental en la teoría del delito porque se considera que una conducta no puede ser delictiva si no es voluntaria, es decir, si la persona no tiene el control sobre sus actos o si está incapacitada para comprender el carácter ilícito de sus actos. Por ejemplo, una persona con trastorno mental grave puede no ser culpable de un delito si se prueba que no tenía control sobre sus acciones cuando cometió el delito. La conducta también es importante para determinar la existencia de una infracción penal porque, en general, para que se considere que un delito ha sido cometido, se requiere que se haya llevado a cabo una conducta que esté tipificada en la ley penal y que haya causado un resultado dañoso o peligroso. Es importante destacar que la conducta no se refiere solo a la acción física de cometer un delito, sino que también puede incluir conductas de omisión, es decir, no hacer algo que se tiene la obligación de hacer. Por ejemplo, no prestar ayuda a una persona que se encuentra en peligro cuando se tiene la capacidad de hacerlo podría ser considerado un delito de omisión.