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¿Qué cambios tuvo el Perú entre fines del siglo XIX y la actual década?

Por lo
menos menciona dos cambios. Explique su respuesta y fundamente con algunos
datos.

I. CAMBIOS EN LA PROPIEDAD DE LA TIERRA.


Dos escenarios principales: el régimen de latifundios y haciendas heredada de la
gran propiedad colonial y régimen de minifundios de propiedad personal, teniendo
como puente a la reforma agraria del gobierno de las fuerzas armadas.
La reforma agraria pretendió mantener la productividad tomando como base a las
cooperativas (CAP y SAIS) pero la escasa organización técnica no lo permitieron.
Este fracaso inició un proceso de parcelación y conversión al minifundio tomando
como beneficiarios a las unidades familiares provenientes de las CAP y SAIS.

En este primer escenario Basadre cita a Oswaldo Gonzáles Tafur y su libro “La
Agricultura Peruana: Problemas y Posibilidades (Lima, 1964)” que al año 1961 el
1,4% de propietarios poseían el 62,8% de tierra cultivable en unidades de 75
hectáreas a más, arrojando un total de 1 130 400 hectáreas. El 98,6% restante era
propietario del 37,2% de tierra cultivable. Se trataba de 669 000 hectáreas divididas
en parcelas de entre 2,5 a 75 hectáreas. Ambos grupos de tierras evidenciaban una
gran escasez de tierra dedicada a la agricultura del país.

El autor citado, comenta Basadre, refería la diferencia técnica y de calidad de la


tierra, la que se podía constatar en el nivel de productividad.

Por su parte, para el segundo escenario, el de las cooperativas originadas en la


reforma agraria, Eguren arroja un dato interesante al mencionar que el total
expropiado fue de 9 millones de hectáreas provenientes de 15 826 fundos, es decir,
6 millones de hectáreas más que los datos que mostró Gonzáles Tafur, una cifra
notablemente mayor. Habría que investigar si el total de la tierra expropiada era
efectivamente idónea para actividades agrícolas-ganaderas. Cabe señalar que la
reforma agraria arremetió un duro golpe contra la clase terrateniente, a nivel
económico, social y político.

Como tercer escenario, estamos observando actualmente un nuevo proceso de


concentración de enormes extensiones de tierras hacia las grandes corporaciones,
principalmente en la costa. Este cambio se ha permitido, entre otros, desde la
adquisición de antiguos minifundios cuyos propietarios, sin acceso a conocimiento
técnico, de mercado o crediticio, han optado por vender o alquilar su propiedad en
vista de no contar con herramientas suficientes para rentabilizar su parcela. Otro
modo de aumentar la concentración de la tierra en pocas manos en los primeros
veinte años del presente siglo, proviene de las políticas públicas que lo hacen
posible. Obras públicas con tierras adjudicadas a privados como Chavimochic,
Olmos y Chinecas, así como la eliminación del límite de la posesión de extensión de
tierras en las normas vigentes son claros ejemplos. Según el Censo Agropecuario de
2012, existen aproximadamente más de 10 empresas en la costa peruana que
superan las 70 mil hectáreas en propiedad, dedicadas a actividades de agro-
exportación o de gran industria, en desmedro de la agricultura doméstica que
abastece al mercado local. Una de estas empresas es el Grupo Gloria, quien
administra 79 728 hectáreas, una extensión mayor a la de algunas regiones del país.
Este escenario aún está encaminado en su proceso y evolución.

Fuentes:

1. Basadre, Jorge. Historia de la República del Perú Tomo XVI (1822-1933). Sexta
Edición. Capítulo II: El dinero y la propiedad.
2. Eguren, Fernando. Reforma Agraria y Desarrollo Rural en el Perú. CEPES.
3. Revista Otra Mirada. El regreso del latifundio en el Perú. 21/02/2015.

II. CAMBIOS EN LA ESTRUCTURA SOCIAL.


Basadre, apoyándose con el texto de José Clavero “El Tesoro del Perú” (Lima, 1898)
refiere hasta cinco segmentos según fortuna ubicándose en el año 1894. Dista
mucho de acercarse a un estudio exhaustivo de la población según clases sociales
pero brinda una idea general: No contabiliza a ningún millonario pero si a 1 725 ricos
(se asume, cabezas de familias); 2 000 acomodados, 500 000 mendigos y 345 000
trabajadores (no especifica de qué sectores). La guerra con Chile había minado las
fortunas y la población. Pero era mayoritario el esquema de clases sociales que se
deduce del capítulo de Basadre: aristocracia terrateniente, aristocracia urbana,
comerciantes, obreros y servidumbre.

Todos estos segmentos estaban vinculados en un período de transición que


comprometía a una buena parte de la burguesía terrateniente a una urbana semi-
feudal con enclaves agrícolas en la costa y asientos mineros en los andes. Esta
burguesía urbana iba en contraposición al caudillismo militar post-guerra y terminó
arrebatándole el predominio, consolidándose en una nueva clase aristocrática que
introdujo nuevos modelos de negocios en la industria local, industria de extracción,
industria de exportación y servicios como la banca. La aristocracia terrateniente soltó
buena cuota de poder ante esta burguesía urbana. Su influencia política no iba más
allá de las fronteras de sus latifundios.

Los nuevos modelos de negocio de la burguesía urbana, impulsados por la guerra


europea de 1914 recibieron un espaldarazo de capital proveniente del azúcar, el
algodón y el caucho. Ello recaló en la repotenciación de sus industrias y servicios.
Por consecuencia de este brote industrial, la clase obrera y la pequeña burguesía
fortalecen su presencia durante gran parte de la primera mitad del siglo XX. El
conflicto a nivel social y político desde estas clases hacia las clases gobernantes fue
un común denominador, añadiendo a éste, nuevos discursos políticos.

Sin bien es cierto, los trabajadores burocráticos, o si se quiere ser más amable, de
gestión de información, existían desde la administración colonial, es en los años 50 y
60 del siglo XX, cuando empiezan a superar en número a la clase obrera. De ahí se
acuñó la palabra “empleado”, tanto para el público como para el privado. Siendo
numerosos, no llevaron consigo el discurso de la reivindicación social como sí lo
mantuvieron (y mantienen) los obreros, ya que el acceso a cargos con mayores
requisitos les permitieron llegar a ingresos mayores, los que diluían la necesidad de
confrontación social.

A fines del siglo pasado, la movilización social se extiende a todas las clases
sociales, con remanentes y últimos bastiones en las familias descendientes de las
aristocracias de inicios de dicho siglo. Para el siglo XXI, la estructura social del país,
producto de la mencionada movilización social, ha recibido nuevos miembros en las
élites dominantes. Grupos corporativos locales y extranjeros, en colusión con
políticas gubernamentales manejadas a su antojo, son ahora quienes controlan el
aparato estatal. Una nueva clase social corporativa que mantiene las costumbres de
las antiguas clases aristocráticas encabeza la pirámide social. Le sigue una
contenida clase media compuesta por pequeños burgueses propietarios de terrenos,
empresarios independientes de capital individual y/o trabajadores especializados sin
propiedad con poca o nula influencia social y política. Este grupo contiene una
característica: el negocio o emprendimiento no sobrepasa los 60 meses de
existencia, además de un gran porcentaje de subempleabilidad, siendo de hasta
más de 55% entre los años 1980 y 1990
Al fondo de la carreta, los empleados de servicios generales, que ofrecen solo mano
de obra o de producción de información cotidiana, han reducido sus niveles de
ingreso y abundan tanto en “services” como de forma independiente. Y ésta parece
ser la proyección para los próximos 10 años, mientras la automatización va
eliminando las condiciones de existencia de algunas de estas clases.

Fuentes:

1. Basadre, Jorge. Historia de la República del Perú Tomo XVI (1822-1933). Sexta
Edición. Capítulo IV: La estructura social.
2. Nunura, Juan; Flores, Edgar. El Empleo en el Perú. Ministerio del Trabajo y
Promoción del Empleo. Lima, 2001.
3. Jiménez, Féliz; Iguiñiz, Javier. La economía peruana del último medio siglo. Ensayos
de interpretación. Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. Lima, 2010.

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