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La Pareja del Rey Vampiro



Un Romance Paranormal





T.S. Ryder



Índice
Capítulo Uno – Adam
Capítulo Dos – Wanda
Capítulo Tres – Adam
Capítulo Cuatro – Wanda
Capítulo Cinco – Adam
Capítulo Seis – Wanda
Capítulo Siete – Adam
Capítulo Ocho – Wanda
Capítulo Nueve – Adam
Capítulo Diez – Wanda
Capítulo Once – Adam
Capítulo Doce – Wanda
Sobre T.S. Ryder
Más libros de T.S. Ryder


Capítulo Uno – Adam

¿Por qué todo el mundo en este planeta era tan estúpido?
Adam arrojó a un lado la carta de Lord Grey solicitando una prórroga en
sus impuestos anuales. Cada año preguntaba lo mismo, y cada año recibía la
misma respuesta. No. Adam no era el tipo de rey que dejaba que las deudas de la
gente se acumularan después de que tuvieron un tiempo razonable para pagar. Si
Grey no podía pagar los impuestos de sus vastas tierras, entonces era obviamente
irresponsable con su dinero, y debían quitarle esas tierras.
Sin embargo, Grey no era el único poniendo a prueba la paciencia del rey.
Había una epidemia de sarampión a pequeña escala propagándose por todo el
reino, afectando en su mayoría a los niños humanos. Ya había diez casos en los
cuales los niños quedaron ciegos por la enfermedad. Él proporcionó vacunas
gratis para todos; esto no debía estar pasando. La política de Adam era
asegurarse de que los humanos estuviesen lo más saludables posible. Esto no era,
como algunos sospechaban, un método para mantener las reservas de sangre lo
más elevadas posible, sino porque eran humanos, ¡y merecían estar sanos!
Y luego estaban las drogas. Los vampiros estaban haciéndose adictos a la
heroína y la cocaína, e insistiendo en que sus donantes de sangre consumieran
esas cosas también, lo que dejaba a los humanos en condiciones terribles. A
pesar de que él lo prohibió, la práctica persistía caprichosamente. Aún peor,
había escuchado que su propio hermano estaba empezando a consumir también.
Adam no quería castigar a Christopher, pero si esto era cierto, iba a tener que
hacer algo al respecto. No podía tener a su propia familia violando la ley sin
consecuencias.
La puerta de su estudio se abrió de golpe. Adam se paró de un salto, listo
para gruñirle a quien fuera que se atreviera a molestarlo para que se fuera. Se
tragó su ira cuando una pequeña mujer de pelo blanco irrumpió en el estudio.
Usualmente, su madre Lena era gentil y de voz suave, pero él podía ver su
propio lado violento en ella, mientras ella azotaba ambas manos sobre su
escritorio de madera petrificada.
— Adam, ha habido muchas cosas que has hecho a través de los años con
las cuales no he estado de acuerdo, ¿pero esto? Te crie mejor que esto. Te crie
para tener noción del bien y del mal, y para tratar a las mujeres con respeto.
Adam frunció el ceño. Acomodó los papeles de su escritorio, tratando de
descifrar por qué estaba enojada. Él podría ser el rey y el vampiro más poderoso
del mundo, pero su madre y su hermano eran las únicas personas que habían
estado con él desde el principio. Cuando las cosas estaban peor que nunca, su
madre era la única que podía evitar que destruyera pueblos enteros en busca de
sus enemigos, la única que lo sacaba de la desquiciada furia de batalla que a
menudo se apoderaba de él. Si ella estaba así de enojada, debía ser por algo más
grande que los idiotas que puso en los calabozos por destrozar su coche favorito.
— No sé a qué te estás refiriendo, Madre — dijo eventualmente.
— Tú no . . . — mostró sus largos y delicados colmillos.
Adam había visto esos colmillos destripar hombres del doble del tamaño
de su madre. Sus manos apretaron el borde del escritorio, sus ojos verde marino
estaban encendidos por la furia.
— ¿Cómo te atreves? Sabes que los humanos no son objetos para ser
comprados y vendidos. Tienes leyes en contra de este tipo de cosas, ¿y ahora tú
mismo participas en esto?
Adam entrecerró sus ojos.
— Los humanos tienen los mismos derechos que los vampiros. Esa fue tu
decisión, tu decreto. Ese es el mínimo de decencia que se debe esperar. Si vas a
empezar con el tráfico de humanos, vas a tener una rebelión en tus manos, y yo
estaré a la cabeza.
— ¿Tráfico de humanos? — Las propias manos de Adam se contrajeron.
¿Cómo podía acusarlo de algo tan atroz? — No estoy haciendo tal cosa. ¿Cómo
puedes siquiera pensar que lo haría? Como tu lo has dicho, tú me criaste. Me
enseñaste mejor que eso. Yo nunca podría . . .
— ¿Entonces por qué Jonas, esa excusa de vampiro, está aquí con una chica
humana como pago de sus deudas? — Lena sostuvo su mirada, desafiante —. ¡La
pobrecita parece estar muerta de miedo!
— ¿Jonas? — gruñó Adam. Le debía más de cien mil dólares. Una miseria
en comparación con la reserva de Adam, pero una deuda al fin —. No sé qué está
diciendo, pero no voy a tomar humanos de él. Mucho menos para pagar su
deuda.
Lena lo miró fijamente por un momento más.
— Él está aquí ahora, esperando por ti.
Rechinando sus dientes tan fuertemente que pensó que podrían quebrarse,
Adam salió a zancadas de la oficina. Su madre se apuró detrás de él. ¿Qué estaba
tramando Jonas ahora? Era una excusa de vampiro, consistentemente viviendo
más allá de sus posibilidades. Había convencido a Adam de que le prestara el
dinero como parte de un programa para un comedor de beneficencia para los
humanos menos afortunados, pero había sido un colosal y estúpido error. Adam
estaba investigando si Jonas en realidad había invertido algo de dinero en el
comedor. En caso contrario, al vampiro lo encerrarían por fraude.
Entró rápidamente a la habitación donde el lastimoso vampiro esperaba.
Era un amplio espacio donde sus visitantes frecuentemente esperaban antes de
ser llevados a su estudio. El piso estaba alfombrado en colores neutros, y había
fotos de humanos famosos en los muros para recordarles a los vampiros que no
tenían el monopolio en ser geniales. Una máquina dispensadora de sangre se
situaba al final de la sala junto con una máquina de café y un bebedero de agua.
Jonas y su humana estaban sentados en las mullidas sillas cercanas a la
chimenea, tres guardias estaban a su alrededor. Adam corrió hacia ellos, pero se
detuvo en seco cuando vio a la humana a su lado. Lena había dicho que la
humana parecía aterrorizada, pero esta chica parecía cualquier cosa menos eso.
Unos furiosos ojos marrones sobresalían de una pálida cara mientras largos
rizos castaños caían sobre sus hombros. Usaba un vestido sin tirantes que iba
hasta la mitad del muslo y abrazaba sus curvas. Su mirada la recorrió de arriba
abajo, antes de volver a la realidad cuando la chica se paró de un salto y le
escupió directamente en el ojo.
Adam rugió de furia. ¿Cómo se atrevía? Pero ella, en lugar de
acobardarse, tomó un bolígrafo de la pequeña mesa que estaba a su lado y la
sostuvo como un arma. Un bolígrafo. Adam entrecerró sus ojos, pero su rabieta
ya había disminuido lentamente para cuando Lena se puso en medio de él y la
joven mujer humana. Los guardias se habían tensado, pero lo estaban mirando
para ver qué debían hacer.
El rey les hizo un gesto para que retrocedieran. Miró fijamente a la
humana por un momento más antes de volverse a Jonas, quien estaba mirando a
la chica con las fosas nasales ensanchadas y ambos colmillos visibles. El otro
vampiro empalideció cuando Adam lo tomó del cuello y lo zamarreó.
— ¿Qué está pasando aquí, Jonas? ¿Quién es esta chica y por qué la trajiste
aquí?
— Su majestad, su nombre es Wanda Olsen — tartamudeó Jonas —. Tiene
veintidós años, y tiene sangre O-negativa.
El vampiro más pequeño tenía ese aroma dulzón que siempre acompañaba
a los vampiros que habían consumido heroína. Adam arrugó su nariz. Asqueroso.
Sus pupilas estaban dilatadas, sus ojos rojos, y su temblor probablemente no era
sólo de miedo. ¿El vampiro se atrevía a enfrentar al rey estando drogado? Adam
sabía que las drogas hacían que la gente hiciera cosas estúpidas, pero
esto . . . esto era excesivo.
Al parecer, la investigación de fraude tenía que volverse de abuso de
drogas también. Esto era inaceptable.
— ¿Por qué está ella aquí? — Adam acercó la cabeza hacia la chica,
Wanda.
— He tratado por años de hacer que ella se comporte, pero continúa
escapándose — se quejó Jonas, retorciéndose en el agarre de Adam —. Pensé que
quizás podrías disfrutarla. Sólo necesito un poco más de tiempo para juntar el
dinero que te debo.
— Asqueroso desperdicio de aire — murmuró Lena, con sus brazos
envolviendo de manera protectora a la humana, que se tensó.
— Déjame ir — dijo Wanda — o te sacaré un ojo. Sé cómo hacerlo también.
Ustedes los vampiros son sólo un montón de cobardes con dientes extravagantes.
Lena parecía perpleja, pero bajó sus brazos.
— ¿Ves lo que digo? — Jonas asintió rápidamente — . Pero tiene una sangre
valiosa, y sólo precisa una mano dura que la guíe.
Wanda cerró sus manos. Era una bola de rabia de un metro cincuenta, eso
era seguro. Adam no podía evitar sentirse atraído por ella. Ella tenía todas las
desventajas posibles en esta situación, y sin embargo, no daba señales de darse
por vencida. No había muchos vampiros que se atrevieran a verlo así, menos aún
una frágil y delicada humana.
— Adam — dijo Lena drásticamente — . ¿Te estás olvidando de lo que
acabamos de discutir?
— Claro que no, Madre. — Se volvió hacia Jonas — . Los humanos son sus
propios seres autónomos. ¿Intentar venderle uno al rey? Tú eres más estúpido de
lo que pareces. Ahora, voy a tener que multarte por al menos un cuarto de
millón, dinero que irá a la parte perjudicada.
Surgió sudor de la frente de Jonas.
— Pe-pero ella es sólo una humana.
— Tal vez lo aumente a medio millón — dijo Adam fríamente — . Mientras
tanto, pasarás la noche en la prisión. Y dejaré a Wanda decidir qué otros castigos
merece tu asqueroso comportamiento.
Adam le hizo un gesto a sus guardias para que se llevaran a ese lastimoso
desperdicio de espacio, y miró fríamente al vampiro mientras era arrastrado
fuera de la sala.
Jonas se retorcía —. ¡Pero es una virgen! Eso tiene que valer algo,
¿verdad?
La puerta se cerró de un golpe, dejándolos solos.
— No lo soy — replicó Wanda de inmediato — . Y si te atreves a acercarte a
mí, voy a –
— No lo hará — le aseguró Lena.
Ahora que Jonas estaba lejos y esperando el castigo, parecía mucho más
calmada. Se estaba dejando en evidencia su lado amable al quitarse el cárdigan y
ponerlo sobre los hombros de Wanda.
— No te preocupes, ese vampiro enfermo y perverso nunca más se va a
acercar a ti. Y en cuanto a Adam, que está aquí, ni siquiera soñaría en mantenerte
aquí, ¿no es verdad? Tú la enviarás a su casa.
Adam miró fijamente a Wanda a los ojos y vislumbró la primera señal de
miedo en ellos. Se le frunció el ceño. ¿Por qué debería estar asustada ahora que
le estaban asegurando que nada le pasaría?
— Debería quedarse un par de días — dijo él.
— ¡Adam! — El tono de Lena era cortante.
— ¿Qué? Iba a decir que debería quedarse para dar su testimonio en contra
de Jonas, para que se pueda decidir un castigo apropiado.
Lena puso las manos en sus caderas.
— Ella está parada aquí mismo. Dile a ella, no a mí, cuáles son tus ideas.
Adam puso los ojos en blanco.
— Madre . . .
Un resoplido lo interrumpió. Los ojos de Wanda brillaban mientras le
sonreía de manera burlona.
— ¿Un verdadero hijito de mamá, eso eres? Era de imaginarse. Un gran
vampiro como tú—
Ella se sobresaltó cuando Adam gruñó desde lo profundo de su garganta.
Había un límite de lo que podía soportar, y su paciencia ya se estaba agotando.
Sin embargo, no le gustaba verla asustada, por lo que respiró hondo para
calmarse a sí mismo.
— Encuéntrale una habitación para pasar un par de días — ordenó — . Y
asegúrate de que tenga todo lo que quiere.
Se dio media vuelta y desapareció de la sala. Pero a pesar de que intentó
regresar sus pensamientos a una solución para el brote de sarampión, se dio
cuenta de que no podía parar de pensar en Wanda. Con agallas, sin miedo de
defenderse a sí misma, y para colmo, muy atractiva. Quizás la mujer perfecta
para él.
Su madre y otros lo habían estado presionando por un buen rato para que
se casara. Wanda Olsen claramente no tenía miedo de decir lo que pensaba;
necesitaba eso en cualquier mujer que se sentara en el trono con él. La decisión
sería de ella, por supuesto, pero una vez que él presentara sus argumentos, ella
no le diría que no a las riquezas que tenía para ofrecer. Esperaría un par de días
antes de acercarse a ella, pero finalmente había encontrado a su Reina.
Capítulo Dos – Wanda

Wanda no sabía qué pensar mientras la mujer de cabello blanco se la
llevaba lejos del rey. La adrenalina aún corría por su cuerpo, pero estaba más
confundida que otra cosa. Jonas le dijo que el rey le cortaría la cabeza si ella lo
desafiaba. Eso pasaría tarde o temprano. Ella no era el tipo de persona que se
echaba atrás ante una pelea, entonces decidió terminar con eso de una vez.
Y sin embargo, Adam parecía más enojado con Jonas que con ella, a pesar
del hecho de que fue ella quien le escupió en la cara. No era en absoluto lo que
ella esperaba.
Sólo se alegraba de que no la presionó en cuanto a si era virgen o no. Lo
era – no era como si hubiera tenido la oportunidad de estar con un hombre
humano. Las relaciones con vampiros estaban estrictamente prohibidas en la
casa de Jonas. Esa era una cosa que podía decir a su favor. Él se aseguraba de
que ninguna de las chicas fuera abusada sexualmente. No que eso compensara
todo lo demás.
—Esta habitación tendrá que ser suficiente por ahora— dijo la vieja
vampiresa abriendo una puerta. —Es un estudio destinado al servicio, pero no
hay nada más disponible por el momento.
Wanda pasó por la puerta con cautela. La habitación era más grande que el
que ella compartía con las otras dos chicas de su edad en la casa de Jonas. Tenía
una cama matrimonial en un lado, el sofá en el medio de la habitación, y una
cocina pequeña en el muro del fondo. El centro estaba completamente libre, con
lugar para un sofá, una mesa pequeña y espacio de sobra. Wanda calculaba que
podía dar una vuelta de carro completa allí. Miró hacia la puerta y sonrió cuando
vio un cerrojo. Bien. No tendría que trancarla con una silla.
La vampiresa miró alrededor de la habitación.
—Esto tendrá que ser suficiente. ¿Tienes un celular?
Wanda negó con la cabeza en silencio.
—Te conseguiré uno, entonces. Mi nombre es Lena y si me necesitas, todo
lo que tienes que hacer es llamarme. Hablando de llamar, ¿tienes el número de
tus padres, u otros amigos o familia para asegurarme de que sepan que estás
bien?
A Wanda se le estrujó el corazón y el estómago se le hizo un nudo.
Sacudió su cabeza rápidamente.
—No. No tengo amigos, y ni siquiera sé quiénes son mis padres. Jonas me
recogió de la calle cuando yo tenía dieciséis. Viví allí toda mi vida.
La mirada de Lena se suavizó. ¿Ella sabía que Wanda estaba mintiendo? Si
lo sabía, no daba ninguna señal de ello.
—Entiendo. Bueno, con el dinero que recibirás de Jonas por sus horribles
acciones, serás capaz de establecerte muy bien. Haré que te envíen comida y un
mapa del palacio. Eres libre de ir a donde quieras.
—Gracias —dijo Wanda nerviosa. ¿Qué esperaban a cambio de esta
amabilidad? Nadie hacía nada sin esperar algo a cambio.
—No hay de qué, querida. Ahora, me imagino que este día ha sido un
difícil calvario. Intenta descansar.
Wanda cerró la puerta mientras Lena se alejaba. Se dio vuelta hacia el
pequeño estudio y frunció el ceño. Con todos los guardias alrededor, no podría
simplemente salir caminando del palacio. Oh, bueno. Tendría que encontrar la
forma de escapar tarde o temprano. Siempre lo hacía.
Con un respiro, se dejó caer en la cama y suspiró. El colchón era suave
como una nube. Abrazaba su cuerpo, haciéndola gemir. Podría quedarse
acostada ahí por siempre y no levantarse. El sueño se apoderó de ella.
La mirada del rey vampiro se le vino a la memoria. Esa mirada calculadora
la hacía estremecer, pero no de miedo como ella hubiese esperado en otro
momento. Había algo más . . . No estaba segura de qué. Había escuchado
historias sobre él. Él aterrorizaba a la mayoría de los vampiros que ella había
conocido, y entendió por qué después de verlo.
Pero al mismo tiempo, no podía evitar preguntarse qué lo habría hecho ser
así, y si habría un corazón latiendo debajo esa mirada intensa.
***
Varios días pasaron sin incidente alguno. Wanda pasó los primeros días en
su habitación, pero cuando eso se hizo muy aburrido, comenzó a explorar
tentativamente. Lo mejor que encontró fue una biblioteca en el cuarto piso, y de
ahí en adelante, pasó la mayor parte de su tiempo allí. Había encontrado unas
planillas para lectura básica y matemáticas, y estaba intentando avanzar con
ellas.
Aprender era algo que a Wanda siempre le había encantado. No había
podido ir a la escuela desde que era joven, ya que estaba muy ocupada cuidando
a sus padres. Cuando ellos la entregaron a Jonas, él había prometido que ella
aprendería cosas nuevas. Lectura y matemáticas no estaban en la lista. Cómo
pesar y medir drogas sí, pero no mucho más.
Ella estaba en la biblioteca cuando el rey la encontró de nuevo. Wanda
había sentido su presencia antes de verlo, y tuvo que luchar para no asustarse
cuando caminó directamente hacia ella dando zancadas. En cambio, ella le lanzó
una mirada crítica. Era tan fuerte que parecía que era capaz de doblar acero. Su
rostro tenía una mandíbula fuerte, pómulos angulares, y ojos grises como nubes
de tormenta. El resto de él eran ángulos fuertes también, no ayudaba a la imagen
dura el traje negro que usaba.
—Pasas demasiado tiempo en el gimnasio— le dijo ella.
—¿Abdominales de piedra? Por favor. ¿No dirías que estás sobrecompensando
demasiado? —
Adam se paró a unos centímetros de ella. Él entrecerró los ojos y pudo
sentir el aliento de Wanda en su garganta. Pero él no mostraba ninguna otra señal
de enojo. De hecho, después de un minuto, mostró una amplia sonrisa.
—No tienes miedo de decir lo que piensas.
Bueno, ese no era el caso en absoluto, pero Wanda no iba a admitir que su
bravuconería era lo que le impedía que se orinara de miedo. Ella siempre tuvo
miedo de Jonas, y él era un debilucho minúsculo comparado a este tipo. Y él era
el rey. Él podía hacer lo que quisiera – matarla, mutilarla – y nadie la defendería.
Bueno, excepto su madre, pero Lena no parecía tener mucho control sobre su
hijo.
—Si me disculpas, estaba leyendo —dijo Wanda, juntando todo el desdén
que podía mientras le sudaban las palmas de las manos. Para su desesperación,
en cambio, Adam se sentó en el sofá a su lado. Ella cerró su libro para esconder
el hecho de que era para niños y lo miró fijamente.
—¿Qué es lo que quieres?
—Varias cosas. La primera es saber cómo te gustaría recibir
tu compensación de Jonas. ¿Dinero? ¿Tierras? ¿Acciones de inversión?
¿De verdad le iban a dar dinero? Wanda frunció el ceño. ¿Traficar
humanos era realmente ilegal? Por la forma en la que actuaba Jonas, pensó que
era normal entre vampiros.
—Eh . . . una cuenta de ahorros libre de impuestos.
—¿Y qué otros castigos piensas que serían apropiados para él? —la mirada
de Adam estaba fija en la suya.
¿Esto era una especie de prueba? ¿Un desafío para ver qué tan rebelde ella
era ante el amo de los vampiros que los gobernaba? Wanda lo dudaba. Si ella
pudiera salirse con la suya, hubiera elegido encerrarlo para siempre y darle sus
tierras a las mujeres que estaban prisioneras trabajando como mulas de drogas.
Pero Adam tenía que saber de ellas, ¿verdad? No es como si fuera un gran
secreto.
Mejor conformarse y no causar olas. Wanda no quería que se detuviera
esta muestra de generosidad.
—No creo que nada más sea necesario. Después de todo, aún estaría
viviendo en las calles si no fuera por él.
La frase familiar le sabía amarga, pero Wanda intentó que no se notara.
—Mmm. —Adam frunció el ceño—. Mi madre no querrá que se quede
sólo en eso, pero si estás segura . . .
—Lo estoy —dijo firmemente Wanda. No tenía sentido pedir más.
El rey asintió.
—Muy bien. Entonces tendrá sus multas. Voy a liberarlo bajo fianza,
esperando un juicio más formal.
Ella abrió su boca para contarle sobre las otras chicas que tenía Jonas, pero
la cerró nuevamente. A los vampiros no les importaban los humanos. Esto era un
espectáculo. Jonas recibiría una multa y eso era todo.
—¿Qué tal te estás adaptando a la vida aquí? —le preguntó Adam, con una
sonrisa incómoda en su cara.
—Eh . . . es genial, creo. Podrías alojar decenas de familias aquí.
—Lo hago. La mayoría de mi personal consiste de familias mixtas de
humanos-vampiros. Es muy común para un vampiro casarse con un humano.
Hay incluso niños nacidos de estas uniones, aunque no son muchos.
Wow, ¿eso era posible?
—¿Acaso nacen muertos? Sabes, ya ustedes son muertos vivientes.
—Nunca he muerto en mi vida.
La mirada de él recorrió su cuerpo como la primera vez que la vio. Wanda
se estremeció, pero esta no era como la mirada lasciva de Jonas. Ese vampiro
siempre la veía como si fuera mercancía. Adam la miraba como si estuviera
tratando de decidir algo. Él asintió, pues aparentemente le gustaba lo que veía.
Wanda se mordió el labio. Siendo sincera, a ella también le gustaba lo que
veía en él. Maldita suerte la suya, el hombre que parecía concordar con la
imagen de como su hombre debería lucir era un maldito vampiro. Eso rompía el
trato.
Ya había tenido demasiado que ver con vampiros en su vida, muchas
gracias.
—Te encuentro muy revitalizante, Wanda —dijo él a modo de
conversación. Él movió su mano como si fuera a ponerla en su rodilla, pero en
cambio la reposó entre ellos.
—No hay mucha gente que me conteste así, y me parece que
ocasionalmente necesito alguien que lo haga. También creo que sería muy
entretenido ver la impotencia y la rabia de los otros vampiros cuando les hables a
ellos como me hablas a mí.
Él se rio, pero a Wanda no le pareció tan gracioso. Su corazón se detuvo.
Podía decirle adiós a recibir el dinero y a librarse de esa situación. Él estaba
planeando mantenerla prisionera también. No podía ser peor que Jonas, ¿o acaso
podía? Al menos ya no sería una mula de drogas . . .
—Pues, he decidido que me casaré contigo.
El rostro de Wanda palideció. Olvida lo último, esto era peor. Mucho peor.
Wanda se paró de salto y se alejó del rey.
—¡No!
Adam levantó una ceja.
—No, no voy a casarme contigo. ¡Tampoco puedes obligarme! Prefiero
sacarme los ojos y . . . —Wanda se interrumpió a sí misma. ¿Y si él decidía
hacerle lo que ella “prefería” hacer? Ella se mordió la mejilla interior mientras
que el rey se levantaba, y su corazón latía fuertemente.
—No pretendo obligarte a que te cases conmigo.
—¿Entonces cuál es el tema con el «voy a casarme contigo» que acabas de
decir?
—Era una propuesta.
Wanda frunció el ceño. ¿Estaba hablando en serio?
—Sonó más como una exigencia. Si vas a proponerme matrimonio, tienes
que cortejarme antes.
El rey vampiro tomó su mano entre las suyas y se la besó. El gesto la
sorprendió, y le hizo cosquillear la piel donde los labios de él tocaron su mano.
—Estoy ansioso por cortejarte, entonces. Como he dicho, eres muy
revitalizante, Wanda Olsen. Sin embargo, realmente creo que aceptarás casarte
conmigo al final. Sería beneficioso para los dos.
Wanda sacó su mano de un tirón y entrecerró los ojos.
—No puedes obligarme a quedarme aquí. Encontraré una manera de
escapar. Siempre lo hago.
Los ojos de Adam se oscurecieron.
—¿Siempre?
Ella no respondió al reto. Después de un momento, el rey buscó en su
bolsillo y sacó un fajo de dinero. Wanda quedó boquiabierta al mismo tiempo
que él se lo colocaba en la mano. Todos billetes de cien. Debía haber un par de
miles de dólares ahí. Sintió que se desvanecía.
—Esto será suficiente para un par de semanas, al menos hasta que llegue el
dinero que te debe Jonas —dijo él—. No eres una prisionera aquí, Wanda. Eres
libre de irte cuando gustes.
Él se fue sin decir otra palabra. Wanda miró el dinero que estaba en su
mano, y la cabeza le daba vueltas. ¿Estaba hablando en serio? Él acababa de
darle todo ese dinero y . . . ella se podía marchar. Wanda sabía vivir en las calles
– ya lo había hecho. Esa suma de dinero podía durarle meses. El libro se deslizó
de su mano y le echó un vistazo.
No tenía acceso a ese tipo de libros en la calle. No tenía batas de baño
lujosas o suficientes baños de espuma en los cuales sumergirse. Tal vez podriá
quedarse un par de días más . . . ¿Qué daño haría?
Capítulo Tres – Adam

Adam firmó rápidamente el último de los gastos para el baile que estaba
planeando para presentar a Wanda ante la corte de vampiros. Había sido idea de
su madre. Él hubiera preferido mantener todo con un perfil bajo hasta que
Wanda se comprometiera con él, pero Lena era insistente. Ella estaba eufórica
con su decisión de casarse, aunque le advirtió que si intentaba forzar a Wanda
para aceptar, haría de su vida un infierno.
Y Adam no iba a arriesgarse a ver lo que eso significaba.
El rey frunció el ceño. Wanda había estado con ellos por una semana y aún
no mostraba señales de ablandamiento hacia él. Él le había comprado diamantes,
nuevo vestuario, le dio un auto y la había llevado a varios restaurantes elegantes.
Pero ella claramente aún no podía confiar en sus intenciones. ¿Qué más
precisaba hacer?
—¡Hola, Señor cara de gruñón!
El rey cerró sus ojos y reprimió un gruñido. Cuando pudo controlarse,
levantó la vista para ver a su hermano parado en la entrada. Christopher se
parecía más a Lena que a su padre, pero no había heredado su disposición
desinteresada.
Y ahora estaba de vuelta. Adam se paró, estudiándolo cuidadosamente.
Había rumores de que había empezado a consumir drogas, pero no había ningún
signo visible. Bien. Su hermano tenía algo de sentido común, entonces.
—Pensé que estabas en Cabo.
—Lo estaba. —Christopher se encogió de hombros—. Me aburrí, entonces
decidí volver. Sé que a nosotros los vampiros no nos afecta la luz solar, pero tuve
que retomar la vida nocturna sólo para no tostarme.
Adam entrecerró los ojos.
—Regresaste porque escuchaste sobre Wanda.
—Me conoces muy bien, hermano. —Christopher sonrió al tiempo que se
apoyaba en el escritorio de Adam—. ¿Está buena? Escuché que estaba buena.
Un poco rellenita, pero . . .
—Mantente alejado de ella.
Christopher se tomó el corazón y asumió una expresión de ofensa.
—¿Qué? ¿Ni siquiera se me permite decirle hola a mi futura cuñada?
¿Tienes tan poca confianza en tu relación? – espera. No te has acostado con ella
aún, ¿cierto?
Adam gruñó. Su hermano era molesto en el mejor de los casos, pero en
esta situación, había preguntas que el rey no quería que siquiera se le cruzaran
por la cabeza. Se paró y puso su dedo en la cara de Christopher, intentando lucir
de lo más intimidante. La mayoría de la gente se hubiera asustado alejándose de
él. Christopher sólo sonrío burlonamente.
—No lo has hecho. ¿Qué, ella exige primero ser reina? —Christopher bajó
la voz—. ¿Te tiene dominado?
—Lo digo en serio. Mantente alejado de ella.
—¿Temes que pueda robártela, Adam? No te preocupes. No estoy
buscando otra amiguita humana. Se ponen muy serias demasiado rápido.
Además, en Cabo conocí a una mujer Tlahuelpocmimi genial y creo que tengo
una oportunidad real de . . .
Antes de que Adam pudiera decirle a su hermano que se guardara su vida
sexual para sí mismo, la puerta detrás de ellos se abrió de un golpe. Rebotó
contra el muro, dejando sin duda una marca, y Wanda entró dando zancadas. Sus
ojos grises entrecerrados, y el maquillaje que tenía parecía como si hubiera
metido la mano en sombra de ojos y labial y se lo hubiera esparcido por la cara.
Una prenda de seda negra colgaba de su mano. Detrás de ella estaban varios de
los sirvientes que él había asignado para ayudarla a prepararse para el baile que
él organizaba esa noche. Todos ellos parecían aterrorizados.
—¿Qué es esto? —dijo Wanda furiosa, sosteniendo la prenda negra.
Adam le echó un vistazo. Una estructura en espiral de acero con el frente y
la espalda atirantados para personalizar el ajuste.
—Un corsé.
—¿Y por qué me pones en un corsé para bailar? ¿Quieres que me desmaye
porque no puedo respirar? ¿O quizás quieres que mis órganos internos se
desplacen por la presión?
Él soltó un gran suspiro. Sinceramente. La gente ya no conocía la historia
de estas cosas.
—Este no es un corsé de la época victoriana. Está diseñado para sostener
tu espalda y tus senos de mejor forma que los sostenes modernos. Estarás más
cómoda después de horas de bailar con eso en lugar de –
Él pudo atrapar la prenda antes de que lo golpeara en la cara. El rey
pestañeó, sorprendido, mientras Wanda, cuyas manos apretadas temblaban, lo
fulminaba con la mirada. Había una mancha enrojecida en lo que se veía de la
palma de su mano. Así que ella se había hecho eso en la cara a propósito Qué
raro.
—Si sostiene tan bien la espalda, ¡entonces úsalo tú!
Una de las sirvientas jadeó. Ella tomó a Wanda del brazo, empujándola
hacia atrás, y abrió su boca para decir algo. Adam levantó una mano,
impidiéndole hablar. A pesar de que su mirada estaba fija en Wanda, él podía ver
cómo todos los demás en la habitación se tensaban. Christopher se colocó justo
al lado, entre ellos, como si estuviera preparándose para ponerse en el medio.
El miedo evidente en ellos sólo hacía que Adam se enfureciera. ¿Acaso
pensaban qué él podría lastimarla? Ella sólo estaba diciendo lo que pensaba. No
era como si lo hubiera atacado con un cuchillo. Sí, él había matado cientos de
personas con su furia desquiciada, pero eso había sido en la batalla. Nunca hubo
un momento en su vida donde atacara a alguien a menos que pusiera su vida o la
de otras personas en riesgo, y sin embargo, todos esperaban que perdiera los
estribos.
Era agotador, y las expectativas estaban empujándolo constantemente para
hacer justamente eso.
Incluso Wanda se asustó cuando él se acercó a ella, alimentándose de la
energía de la habitación, sin duda. Pero él no dejó que eso le molestara; en
cambio, tomó la pequeña mano de ella en su enorme mano y la alejó de las
sirvientas. Él no iba a ser capaz de tranquilizarla con todo el mundo mirando,
esperando que él se volviera loco.
—Todos pueden irse —dijo él, sin mirarlos.
Christopher fue el único en dudar.
—Adam . . .
—¿Alguna vez me viste lastimar una persona por solo decir lo que piensa?
Su hermano negó con la cabeza sin decir palabra alguna. Aún parecía
dudoso, pero dejó el estudio, cerrando la puerta detrás de él. Adam sacudió su
cabeza al mismo tiempo que dejaba el corsé sobre el escritorio. ¿Qué podía hacer
para que la gente no le temiera, sin perder el control de su reino?
—No voy a usar esa cosa —dijo Wanda.
—Cualquier otra persona ya hubiera aceptado usarla. No
entiendo por qué me temen tanto.
Wanda entrecerró los ojos.
—Estás bromeando, ¿cierto? Tienes el cuerpo como de Goliat, y haces una
cosa como de furia abrasadora cuando te enojas. Es como que en tus ojos se
desata el infierno. Y eso simplemente se irradia de ti. Es raro.
Adam suspiró.
—Pero tú no me tienes miedo, ¿o sí?
—¿Sinceramente? Me aterrorizas. —Él se sobresaltó, pero Wanda pareció
no darse cuenta—. Cuando Jonas me trajo aquí, esperaba que fueras a matarme.
Sólo quería que pasara más temprano que tarde. Estaba cansada de tener miedo.
Las manos de Adam se tensaron.
—¿Y aún piensas que te mataré por desafiarme?
Wanda lo observó por un minuto antes de negar con la cabeza. —
No me parece. Pero, ¿quién sabe? Sólo soy una humana. Tú eres un vampiro. Lo
que piense o quiera no importa. Vas a hacerme usar ese corsé de todas formas.
—¿No importa? —Adam resistió el impulso de atravesar el muro con su
puño—. ¿Qué te hizo Jonas? Puedo hacer que lo cuelguen y . . .
Ella empalideció y se alejó dando un paso.
Adam tragó saliva.
—¿Estoy haciendo lo de la furia de nuevo?
—Sí.
Él se pasó una mano por el cabello y se apretó el puente de la nariz.
—Cuando estés lista para compartir qué pasó con Jonas . . . Estaré listo
para escuchar. Mientras tanto, no voy a hacerte usar el corsé. Pero . . .
Levantó la vista para ver su reacción. Ella se veía nerviosa, pero no
aterrorizada. Bien.
—Si aceptas usarlo, te daré mil dólares ahora y otros mil mañana en la
mañana. Y si no te gusta, nunca más te pediré que uses uno de nuevo.
Wanda abrió grande los ojos.
—¿Estás hablando en serio?
—Sí.
—Bueno, entonces . . . de acuerdo. Bien. Usaré el estúpido corsé. Dos mil
dólares – no es cambio chico.
Lo era para él, pero no iba a decírselo. Con una sonrisa, él levantó el corsé
del piso y le hizo un gesto a Wanda para que se diera vuelta. Ella lo hizo,
suspirando suavemente cuando él la envolvió en la tela de satín. Adam ató la
prenda para que quedara ajustada pero no demasiado apretada, y luego puso las
manos en su cintura. Wanda se inclinó ante su toque, suspirando un poco.
—¿Y, bien? ¿Está tan mal? ¿Aún puedes respirar?
—Por ahora —protesto Wanda—. Pero no sé si podré bailar toda la noche
en esto.
—Bueno, sólo bailarás conmigo, de cualquier forma.
La humana se liberó de sus manos.
—¿Disculpa?
¿Acaso él no lo había dicho bien?
—Tú sólo bailarás conmigo. Es una costumbre de vampiros, para cuando
los futuros esposos . . .
—Nunca dije que me casaría contigo —Sus manos se tensaron de nuevo
—. Voy a bailar con quien yo quiera bailar. Tal vez no baile en absoluto contigo.
Tal vez bailaré y coquetearé con todos menos contigo. Tal vez, incluso, vaya con
alguien a su habitación. Tal vez tu hermano. Es atractivo. Atractivo como estrella
de cine. Y no me parece el tipo de hombre que va a decirme qué puedo y qué no
puedo hacer.
—No irás a ningún lado con mi hermano.
—¡Lo haré si quiero!
Él no entendía a esta mujer. Era aguerrida y obstinada, pero sin duda había
algo debajo de la superficie que él no podía ver. Ella misma le dijo que estaba
aterrorizada de él. Mientras eso en particular lo preocupaba, la negación de ella a
demostrarlo era admirable. ¿O no lo era? ¿Realmente estaba diciéndole lo que
pensaba, o estaba sobrecompensando por su miedo?
¿Él debería presionarla con el asunto para descubrirlo? ¿O debería
olvidarlo y dejar que ella venga él por sí misma?
—Se supone que esto es una fiesta de compromiso —le recordó—. No vas
a ir a la habitación de nadie, excepto la tuya, y nadie más que tú entrará allí. Sólo
vas a bailar conmigo y . . .
Por segunda vez, la puerta se abrió de un golpe. Esta ocasión, en vez de
una humana furiosa entrando, era su madre. Él se tensó. Sus ojos estaban
ardiendo. Ella se colocó entre Wanda y Adam, y el rey finalmente entendió la
«furia abrasante» de la que Wanda hablaba. Y ella tenía razón. Si Lena –
pequeña, de apariencia delicada– podía parecer así de intimidante con eso, sólo
podía imaginarse cómo sería en él con su altura y complexión.
—Ella no es tu posesión, y no voy a permitir que mi hijo trate de esta
manera a una mujer —dijo Lena, apuntándole con un dedo—. Ella no aceptó ser
tu esposa. Esto no es una fiesta de compromiso. Es sólo una fiesta. Tienes la
cabeza en cualquier parte, y más vale que te la acomodes antes de que lo haga
yo. ¿Entendido?
—Madre, yo . . .
Lena lo ignoró. Se volvió hacia Wanda, la envolvió con su brazo en forma
protectora y llevó a la humana afuera. Adam las vio irse sacudiendo su cabeza.
Bueno, realmente se había lucido esta vez, ¿no es cierto?
Capítulo Cuatro – Wanda

Había esculturas de hielo esparcidas por todo el salón. Estaban talladas
majestuosamente, con tal detalle que Wanda deseó que estuvieran en
congeladores en lugar de estar al aire libre donde se derretirían. Ella podía ver
las finas venas en las alas de los cisnes, y los ojos cristalinos de las pequeñas
hadas brillando con vida y picardía. Hermoso.
El salón por sí solo era una vista magnífica. Era lo suficientemente grande
para albergar una docena de aviones jumbo, con enormes candelabros colgando
del techo. El piso estaba cubierto de hermosos mosaicos de mármol rojo, negro y
verde, y los pilares que sostenían el techo abovedado estaban tallados como
árboles.
Cuando Wanda entró al salón de baile, vio a Adam alejarse de la gente con
la que estaba hablando y dirigirse hacia ella. Su insistencia en que ella sólo
bailara con él porque era su fiesta de compromiso le vino a la cabeza y frunció el
ceño. Él no había estado haciendo mucho por cortejarla. Sólo le compraba cosas.
Además de su dinero, no le había dado ninguna otra razón para que se casara con
él. Ella se volvió hacia el hombre más cercano, tomó su mano y lo arrastró a la
pista de baile. El hombre se rio, pero no protestó.
Adam, desafortunadamente, estaba en lo correcto sobre el corsé. Después
de unas horas bailando con varios hombres le dolían los pies, pero el corsé le
daba a su espalda el soporte que precisaba para seguir. Normalmente, a esta
altura sentiría un pellizco entre sus omóplatos, pero el corsé distribuía el peso de
su pecho de manera más pareja que un sostén, por lo que no había tal pellizco.
Era casi medianoche cuando Christopher la robó de su actual compañero y
la llevó a la pista de baile.
—Hola —le dijo con una sonrisa—. No nos han presentado correctamente.
Soy Christopher, el hermano de Adam.
—Lo sé. Hola. —Wanda lo miró con recelo. Tenía una apariencia más
suave que Adam, pero eso no significaba que ella confiara en él.
¿Iba a intentar convencerla de que se casara con Adam? El rey no había
hablado del tema desde la propuesta original –si podía llamarse de esa forma–
pero ella sabía que aún estaba en su cabeza. Él también le había dado todo el
dinero que Jonas debía pagarle, y estaba comenzando a preguntarse si quizás
había un lado más blando en los vampiros . . . y quizás pudiera confiar en el rey
lo suficiente para decirle lo que estaba haciendo realmente Jonas en su mansión.
El matrimonio, sin embargo, estaba completamente fuera de discusión.
—Debo decir que me sorprendí hoy cuando entraste a la carga en el
estudio de Adam. No creo que nadie excepto Madre haya hecho eso antes.
Sabes . . . —Christopher bajó su cabeza más cerca de ella y agregó en un susurro
— mi hermano hace que todo el mundo se muera de miedo. Él no siempre
entiende el porqué, pero la mayoría de estas personas se acuerda de las guerras.
—¿Guerras?
Christopher asintió.
—No siempre tuvimos este próspero reino. Hace un par de cientos de años,
un montón de diferentes grupos supernaturales se juntaron y decidieron
eliminarnos. Hicieron un buen trabajo en ello. Nuestros números no han vuelto a
ser los mismos aún. Esa es la razon por la que ves tantos vampiros casándose
con humanos. Madre ha estado persiguiendo a Adam para que se consiga una
esposa desde hace siglos.
Entonces era por eso que el rey quería casarse con ella. Para quitarse a su
madre de encima.
—Pero Adam, él se puso a cargo de un ejército y salió contra nuestros
enemigos. Lo llamaban El portador de sangre. Se corrió la voz sobre el vampiro
Goliat con una sed de sangre nunca antes vista. La gente pensaba que él había
hecho un pacto con el diablo para darle su fuerza. Muchos aún lo creen.
Wanda resopló.
—No me creo eso.
—¿Que él era un gran guerrero o qué hizo un pacto con el
diablo?
—El diablo. —Wanda miró a Adam, que estaba parado al otro lado del
salón, mirando a todo el mundo. Se veía tan fuera de lugar e incómodo que de
hecho su corazón sufría por él. —No me parece el tipo que se endeudaría con
nadie. En todo caso, él hubiera atrapado al diablo y lo hubiera obligado a darle
poderes a cambio de su libertad.
Christopher se rio, llamando la atención del rey. Wanda miró para otro
lado rápidamente.
—¿Y qué hay de ti? —preguntó su compañero vampiro—. ¿Qué sientes
por él? ¿Es el hombre de tus sueños o una forma conveniente de conseguir
dinero gratis? Sin juzgar —agregó rápidamente.
—Ninguna. Estamos jugando un jueguito genial, pero estoy segura de que
Adam se cansará pronto.
¿Y entonces a dónde iría? ¿Qué haría? Wanda intentó no pensar en ello.
Tenía un montón de dinero ahora – no terminaría en las calles de nuevo. Se
conseguiría un pequeño lugar y volvería a estudiar. ¿Y después qué? No tenía
ningún sueño para el futuro.
—Un juego, ¿eh? No estoy seguro de que Adam piense que es un juego.
Nunca lo había visto así.
Wanda puso los ojos en blanco.
—Seguro. Sí, en más de trescientos años nunca conoció una chica como
yo. Como si yo fuera algo especial.
Christopher arqueó una ceja.
—No dije que nunca hubiese conocido a una chica como tú. Dije que
nunca lo había visto así antes. Pero ahora que lo dices, diría que eres bastante
única. Todo el mundo es único de alguna forma, pero creo que eres la primera
chica que conozco que comparte el problema de ira con Adam.
—¿Qué problema de ira? Nunca lo he visto siquiera levantar un dedo.
Bueno, además de cuando apenas lo conocí, pero eso es diferente. —Wanda se
alejó de él—. Terminé de bailar. Gracias.
Se apresuró para alejarse del hermano del rey. La conversación no
terminaba de gustarle. ¿Estaba Adam enviando a su hermano para averiguar
exactamente qué pensaba de él? No parecía el tipo de hombre que jugara juegos
así. Cuando quería que ella hiciera algo, usualmente arrojaba dinero al
asunto . . . ¿Era esa su forma de cortejarla? ¿Esperar que a ella le gustara tanto el
dinero como para quedarse?
¿Por qué la eligió para casarse, de cualquier forma? Ella no era nada
especial. Jonas se aseguró de que ella lo supiera. Tal vez esa era la pregunta que
tenía que hacer. ¿Y si no le gustaba la respuesta? Bueno, entonces no había nada
que la mantuviera allí. Nada en absoluto. Si lo estaban presionando para casarse,
¿por qué no poner un anuncio en el periódico y elegir una de los cientos de
aplicantes?
Lena la arrinconó cerca de la ponchera.
—No te conviene beber ese, querida. Tiene un poco de plasma.
Wanda arrugó su nariz y dejó el vaso del cual casi había bebido.
—¿Qué hay con ustedes los vampiros y que a todo tienen que ponerle sangre?
—¿Qué hay con los humanos y el chocolate? —Lena sonrió mientras daba
un sorbo a su bebida—. Ahora, has estado aquí por unas semanas. ¿Estás
quedándote porque quieres o porque le temes a Adam?
Wanda reprimió un suspiro.
—Me dijo que podía irme cuando yo quiera. Pero sigue dándome dinero
para que me quede. Me gusta el dinero. Me quedaré hasta que alguno de los dos
se aburra.
Lena asintió. Le echó un vistazo a los bailarines, y Wanda pidió una bebida
que no tuviera sangre o productos derivados de sangre. Sus extremidades
comenzaban a sentirse pesadas; quizás era hora de terminar la noche y volver a
la cama . . .
—Encontré a tus padres.
Wanda quedó dura, y sentía que el corazón se le subía a la garganta. La
bilis revolvía su estómago y la sangre se drenaba de su cara. Se sostuvo de la
mesa mientras se tambaleaba.
—Tú . . . —ella tomó un respiro profundo—. No tenías derecho. ¡Eso es
asunto mío!
Un fuerte brazo la tomó por la cintura, empujándola contra un torso firme.
Wanda respiró el olor de Adam y su mareo se disipó. Lena estaba parada,
mirándola con ojos compasivos. ¿De cuánto se había enterado?
—¿Todo está bien aquí? —preguntó el rey, su voz grave tenía un tono de
preocupación.
¿Lena le habría dicho de lo que se había enterado? ¿Acaso él le estaba
dando todo ese dinero porque sentía lástima por ella? Pensar en que él supiera de
su pasado hizo que Wanda se sintiera mareada de nuevo, pero se obligó a sí
misma a pararse derecha. Por más que le hubiera encantado hundirse en él y
dejar que la sostuviera, ella había aprendido hace mucho tiempo que debía
pararse sobre sus dos pies.
Lena miró a su hijo.
—De hecho . . .
—Todo está bien —interrumpió Wanda, mirando furiosa a Lena.
Lo último que quería era que la gente le tuviera lástima. Bueno, quizás no
era lo último, pero estaba bien arriba en la lista. Dejó su bebida y tomó la mano
de Adam, arrastrándolo a la pista de baile antes de que Lena pudiera mencionar a
sus padres de nuevo.
¿Mi pasado volvió para atormentarme? ¿Alguna vez podré liberarme?
—Ah, ¿entonces vas a bailar conmigo? —dijo Adam.
—A no ser que no quieras, y en ese caso me voy a la cama —respondió
Wanda, mirando aún a Lena.
Adam la envolvió en sus brazos.
—No, a menos que me lleves contigo.
Wanda suprimió un jadeo mientras que se libraba de él. Sus ojos se
abrieron cuando lo miró fijamente.
—¿Estás hablando en serio?
Él se inclinó hacia adelante, mirando su boca. El corazón de Wanda se
salía de su pecho, congelado. Cuando sus labios apenas se estaban rozando,
Adam se pausó. La miró a los ojos y ella a él. ¿Qué estaba esperando? ¿Su
permiso? O . . .
Ella acortó la distancia entre ellos. Él la tomó firmemente, acercándola.
Los ojos de Wanda se cerraron, siguiéndolo. Hasta ahí llegó el aburrimiento de él
por ella . . . Ella profundizó el beso, sin hacerle caso a su audiencia. Era mejor
que cualquier cosa que hubiese esperado.
Quizás había un motivo para casarse con el rey vampiro después de todo.
Capítulo Cinco – Adam

Adam sonrió mientras Wanda ponía la cabeza en su hombro. Estaba
amaneciendo en el este, bañando la tierra en la luz plateada-dorada. Él había sido
el único en bailar con la pequeña humana desde la medianoche. Ciertamente
había aprendido una lección importante de todo esto: exigirle algo a Wanda no
iba a funcionar, especialmente cuando él ignoraba el contexto. Tenía que
asegurarse de preguntarle todo, porque de otra forma, ella haría lo opuesto,
quisiera o no.
Cuando llegaron a su puerta, ella golpeó sus pies, haciendo que él la
bajara, y bostezó.
—No vas a entrar a mi habitación, amigo.
Adam sonrió. Él estaba energizado después del baile y los besos frecuentes
que él y Wanda compartieron mientras bailaban juntos. Todos iban a estar
hablando de eso por un buen tiempo. A él le hubiese encantado llevar las cosas
un poco más lejos y pasar todo el día en la habitación de ella. Sin embargo, su
humana estaba claramente exhausta.
Él refregó sus labios contra su frente y asintió. —Te veré luego, entonces.
Wanda le sonrió somnolienta, y lo saludó mientras entraba a su pequeño
estudio-apartamento. Adam realmente deseaba acompañarla. Pronto, se prometió
a sí mismo. Tan pronto como pueda decirme a qué le teme tanto.
Él aún precisaba hablar con su madre sobre qué le había dicho para que
Wanda luciera tan asustada durante el baile, pero por el momento se dirigió a su
oficina. Tarareó para sí mismo, sintiéndose ligero como una nube. Wanda
empezaba a confiar en él, y él se daba cuenta de que le gustaba pasar tiempo con
ella. Él había estado pensando que el matrimonio sería sólo una conveniencia,
pero para como estaban ocurriendo las cosas, lo iba a disfrutar.
Su humor se oscureció rápidamente mientras se acercaba a su oficina. La
comadreja llorona, Jonas, estaba parada al final del corredor, hablando con
Christopher. Adam recién había liberado al vampiro de los calabozos, en parte
porque Wanda aún se negaba a darle un castigo. Sin embargo, él simplemente
debía irse.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Adam, con un tono fuerte, cuando
estuvo más cerca.
Jonas saltó y se estremeció.
—Majestad. Yo no . . . Ejem. Sólo estaba hablando con su hermano. Tenía
la esperanza de quizás tener una audiencia con usted.
—¿Sobre qué?
—La humana. Wanda. Reconozco que lo que hice fue horrible.
Desafortunadamente no estaba en mis cabales y mi juicio no era el mejor.
Jonas se rio, como si lo que había dicho fuera gracioso. Adam entrecerró
sus ojos y esperó a que llegara a la parte relevante. El otro vampiro palideció.
—Eh . . . De cualquier manera, creo que debo llevarla de nuevo conmigo
para devolverla a su familia.
—Wanda no irá a ningún lado contigo. Sal de mi palacio antes de que haga
que te pongan de nuevo en los calabozos.
—Pero, su majestad . . .
—Ahora.
Adam miraba furioso a Jonas mientras este se alejaba, y luego se volvió
hacia Christopher. Su hermano parecía aburrido.
—¿De qué estaban hablando ustedes dos?
—Nada. —Christopher se echó atrás cuando Adam se cruzó de brazos—.
OK, quizás le deba algo de dinero . . .
—¡Christopher! —Adam lo tomó del brazo y lo empujó dentro de su
oficina. Cerró la puerta de un golpe.
—¿Le debes dinero a ese patético gusano?
Christopher se movía de un lado al otro, y se encogió de hombros.
—Sólo un poco. Diez mil.
Adam resistió el impulso de tomar a su hermano y sacudirlo. De todas las
cosas estúpidas . . .
—¿Y cuando estuviste en Cabo? ¿Estabas drogándote ahí también?
—¿Drogando? ¿De qué estás hablando?
—¡Has estado comprándole drogas a él!
Christopher sacudió su cabeza.
—No. Nunca. No soy un drogadicto, Adam. Sí, me ofreció una vez, pero
no lo ha vuelto a hacer desde que lo amenacé con hacer una redada sorpresa en
su casa. Pero hace un par de meses fuimos a un casino del cual él era propietario,
y quizás yo estaba teniendo una mala racha. Pero vamos, diez mil no es tanto.
Sólo estoy en un pequeño aprieto inesperado. Si me prestas el dinero, te lo
devolveré. Sabes que lo haré. Siempre lo hago.
Adam aún fruncía el ceño, pero asintió. Lo último que quería era que su
familia estuviera en deuda con Jonas; de ninguna manera. Pero escuchar que
había dejado en paz a Christopher después de que lo amenazara con una redada
en su casa . . . Es poco probable, pero quizás una redada valga la pena.
Mientras tanto, la deuda de su hermano debía ser pagada.
—Me pagarás para fin de año —le advirtió el rey a su hermano —.
¿Entendido?
—Sí. Ni siquiera lo hubiera dicho, excepto, pues . . . —Christopher no
parecía más cómodo a pesar de que su problema había sido resuelto—. Pero,
oye, ¿no deberías hablar con Wanda sobre regresar con sus padres? Esa es una
decisión que ella debe tomar.
—Él le dijo que yo iba a matarla —dijo Adam cortante—. Él la aterroriza.
Este hombre no va a acercarse a ella nunca más.
***
Un par de días pasaron sin que sucediera nada excepcional, excepto el
hecho de que Wanda cenaba con él todas las noches. Hablaban hasta bien
entrada la noche. Él descubrió que ella no había terminado la escuela primaria e
inmediatamente contrató un tutor privado para ella. Ella estaba claramente
avergonzada de su falta de educación, hasta que le dijo que él tenía 268 años
cuando aprendió a leer.
La encontró en la biblioteca un día, devolviendo una pila de libros que él
le había sugerido el día anterior. Eran todos libros con capítulos fáciles de leer,
pero aún eran de sus historias favoritas.
—Oye —la saludó, agachándose para darle un beso. Ella se paró en las
puntas de sus pies para acortar la distancia entre ellos—. ¿Ya estás
devolviéndolos? Me imagino que no pudiste con ellos, ¿eh?
Las mejillas de Wanda se ruborizaron y sacudió su cabeza.
—No exactamente. Me quedé despierta toda la noche de ayer y los leí
todos. Sólo estaba buscando otra pila. Tengo una lista de libros que son de un
curso qus supera mis habilidades actuales, y me imagino que lucharé con ellos.
Así avanzaré más rápido en lugar de quedarme cómoda en mi nivel actual.
Adam sonrió. Para él era sorprendente la facilidad con la que Wanda
provocaba esta reacción. Su sola presencia lo calmaba, algo que no sabía cómo
tomar. Una parte de él le decía que no debía apoyarse en ella para estabilizar su
humor, pero, por otro lado, era porque le gustaba mucho estar cerca de ella. Era
fácil olvidarse de sí mismo con ella.
—Déjame ver tu lista. —Ella se la entregó. Adam le echó un vistazo—.
Hmm . . . sabes, tengo un par de estos en mi biblioteca privada.
Ella abrió grande los ojos.
—¿También tienes una biblioteca privada?
Adam sonrió.
—Sí. Esta biblioteca es para que cualquiera pueda poner sus sucias manos
en los libros. Tengo mis propios ejemplares para que la gente no los lea mientras
comen y pongan sus dedos llenos de queso en mis preciados libros. Vamos.
Él tomó su mano y se la llevó de la biblioteca. Su pequeña mano se sentía
tan bien en la suya, apretando también la de él; cálida y reconfortante. El alegre
brillo de los ojos de ella hizo que su corazón diera un vuelco. Era tan hermosa,
tan llena de vida y con tantas ganas de aprender todo lo que mundo tenía para
ofrecer. Él era un vampiro afortunado por haberla conocido – afortunado de que
ella le hubiera escupido en la cara cuando se conocieron. Así fue como todo
comenzó, después de todo.
Llegaron rápido a su biblioteca privada. Era una habitación bastante
grande con una chimenea en un muro, un ventanal en el otro y los otros dos
recubiertos de estantes. Estaba alfombrado en un amarillo pálido y decorado con
muebles estilo victoriano.
—Wow —soltó Wanda cuando entraron—. ¿Todos estos libros son tuyos?
Adam asintió.
—Eres libre de llevarte y leer cualquiera de ellos, siempre y cuando
prometas no leerlos mientras comes, en el baño o en la tina.
—Lo prometo. —Wanda pasó sus dedos por los lomos, con brillo en sus
ojos—. El señor de los anillos. Está en mi lista.
—Esas son las copias de la primera edición.
—¡Cállate! —Wanda se quedó mirándolo—. ¿De verdad?
Adam sonrió
—De verdad. Y aquí están Las crónicas de narnia y 20,000 leguas de viaje
submarino—.
—Wow.
Él la observaba mientras ella continuaba. Su mente divagaba volviendo a
la mañana después del baile. ¿Él se había equivocado echando a Jonas sin
siquiera consultarle? Adam pensaba que sabía lo que era mejor para ella, pero
Jonas la había sacado de las calles. ¿Acaso ella no merecía el derecho de decidir
por sí misma si reunirse con su familia o no?
—Wanda . . . —Ella se volvió hacia él con una sonrisa—. Sabes que eres
libre de marcharte cuando quieras, ¿verdad? No eres una prisionera.
—Sí. Lo sé.
Él miró brevemente a sus zapatos.
—El otro día pasó Jonas por aquí. Él . . . él quería llevarte de vuelta con tu
familia—.
Él no esperaba que ella palideciera. Ella se reclinó contra el muro,
abriendo más los ojos.
—¿Acaso tú . . . acaso tú me enviarás de nuevo con ellos?

Capítulo Seis – Wanda

Cada célula de su cuerpo parecía paralizada. Estaba tan cómoda allí que
parecía que nunca se iría. Pero, ¿y si Adam ya se había aburrido de ella? Ella
nunca había besado a nadie. ¿Qué tal si él decidía que sus labios no tenían nada
de especial, qué ella no tenía nada de especial, y que no la quería más?
Ella no podía regresar. No con la gente que la había vendido por cocaína.
¿Lena le había dicho que había encontrado a sus padres? ¿Acaso él quería que
ella le diera respuestas sobre ellos? ¿Y qué quería Jonas con ella? Él siempre le
había dicho que no valía los problemas que causaba. Si ella volvía, él la mataría.
Él le había dejado en claro que no tenía ningún reparo en ello. Se le revolvió el
estómago.
Adam le apartó el cabello de la cara y corrió sus dedos por su cuello.
Cuando llegó a su clavícula, ella deseaba un poco, y otro poco temía que él
bajara su escote revelando las cicatrices que Jonas le había dejado. Ella se
mordió el labio, temblando. Él retiró la mano.
—Te dije que eras libre de marcharte cuando quisieras —dijo él; su voz
era suave en comparación a lo esperado en un hombre tan enorme—. Eso
también significa que puedes quedarte por el tiempo que quieras. No voy a
obligarte a hacer nada que no quieras, Wanda. Pero . . .
—No debería haber un pero —lo interrumpió ella, sacudiendo su cabeza.
—Pero —continuó firmemente— me gustaría que me dijeras por qué estás
tan asustada de él. Jonas nunca te tendrá de nuevo. Y tus padres . . .
—No tengo padres.
Adam abrió su boca para hablar, pero antes de que pudiera continuar, sonó
su celular. Wanda suspiró aliviada. Sí, las cosas estaban progresando entre ellos,
pero ella aún no estaba lista para compartir esa parte de su pasado. Quizás estaba
siendo ridícula, pero si la gente que supuestamente la amaba podía
abandonarla . . . él podría hacerlo también, y ella no iba a revelarle su pasado
hasta que no estuviera segura de que eso no pasaría.
—Es mi madre —protestó el rey—. Necesita que firme algo. Siéntete libre
de tomar cualquier libro que quieras—.
Wanda asintió tiesa. Adam dudó, luego se acercó. Como siempre, él
mantenía un pequeño espacio entre los dos para que ella se acercara. ¿Cómo
sabía hacer eso? Ella no lo sabía. Después de que él se fue, ella se sumergió en
una silla y se tapó la cara con las manos. Tenía que decirle – quería decirle.
Sobre sus padres, y todo lo que sabía que Jonas estaba haciendo.
Sólo que no sabía cómo.
***
Más tarde ese día, Wanda se estiraba en su cama vistiendo nada más que
una sonrisa mientras consumía con entusiasmo una nueva historia. Estaba tan
absorbida en la historia que no fue hasta que Adam dijo su nombre cuando se dio
cuenta que él estaba afuera, tocando la puerta. Wanda dejó el libro y rápidamente
se puso una bata antes de atenderlo.
—Te perdiste la cena —dijo Adam, sosteniendo un plato de comida—.
¿Estás enojada conmigo?
Las mejillas de Wanda se ruborizaron.
—No. Empecé a leer después de tomar una ducha y . . . bueno, me distraje.
—Bueno. O quizás no es bueno. Tal vez te enojes conmigo pronto.
Necesitamos hablar. —Su mirada la recorrió de arriba abajo y frunció el ceño—.
Quizás debas vestirte primero.
Wanda creía saber sobre qué quería hablar y negó con su cabeza. Si ella
necesitaba un escape, decirle que debía vestirse sería una buena excusa. Lo que
no esperaba era que Adam entrara en su habitación cerrando la puerta detrás de
él.
Wanda se cruzó de brazos, entrecerrando los ojos mientras lo miraba.
—Estás siendo muy grosero.
—Necesito saber qué hizo Jonas para que le temieras tanto. Y qué hicieron
tus padres. Madre me ha dicho que parecía que ibas a desmayarte cuando te dijo
que los encontró. Necesitas decirme la verdad, Wanda. No te abandonaron en la
calle cuando eras una niña, ¿verdad?
—No es asunto tuyo.
—Quizás no, pero esta cosa con Jonas sí lo es. Wanda, si te hizo algo . . .
Ella no podía hablar de esto, no en ese momento. Desesperada por hacer
que dejara de preguntarle al respecto, ella tiró sus brazos sobre él, rodeando su
cuello y lo besó. Adam la siguió, y Wanda mantenía su ventaja. Ella hizo
contacto corporal total con él, empujando su lengua en su boca. Adam la
apretaba con fuerza, también besándola. Él la levantó y la cargó rápidamente a la
cama. Cuando él la sentó, Wanda echó mano al nudo de la bata.
Adam la tomó de la muñeca, deteniéndola. Él sacudió la cabeza, con los
ojos brillando.
—No nací ayer, querida. Sé cuando alguien está tratando de cambiar de
tema. ¿Por qué no te vistes?
Ella frunció el ceño.
—Si no puedes manejar que esté desnuda, entonces vete.
El vampiro se encogió de hombros. La levantó de nuevo, arropándola con
un brazo, y tiró las sábanas. Se metió con ella y Wanda sonrió. Tal vez su plan
funcionaba después de todo. Pero no la besó de nuevo, sólo puso sus brazos
alrededor de ella y la acercó para que su cabeza quedara en el pecho de él. Su
piel era fresca, pero no fría, y el suave golpe de un latido venía del interior.
—¿Tienes latidos?
—Sí. Todos los vampiros los tienen. Bueno, al menos este tipo de vampiro.
Hay diferentes tipos . . . como los perros. Yo sería un San Bernardo, pero hay
pitbulls, de Pomerania, perros del infierno . . . todo tipo.
Quizás esta fuera su distracción . . .
—¿Cuántos tipos?
—Muchos. —Se quedó callado por un momento—. Yo nací humano. Mi
padre . . . Mi padre era un hombre malvado que quería lastimar a mi madre.
Cuando yo tenía quince, lo maté. Pero ella lo amaba, y no creo que ella
realmente me haya perdonado por eso.
Wanda escuchaba su respiración estable, aguantando la suya propia. Ella
sabía que a Adam le gustaba mantener las cosas en privado, y el corazón de ella
latía fuerte. Si él le estaba confiando esto . . . ¿era su manera de decir que ella
podía confiarle a él su propio pasado turbio?
—Un vampiro me convirtió a mí, a Christopher y a Madre al mismo
tiempo para pelear su guerra contra el ejército de las cruzadas por él. Yo . . . yo
era su mejor guerrero. No puedo acordarme de cuánta gente maté en esa primera
guerra, y luego, después de la siguiente, dije basta y lo maté . . . Siempre había
otra guerra. Siempre más sangre que derramar. Christopher . . . él nunca fue un
soldado. Él tenía una esposa, hijos. Vivió más que todos ellos, y sus nietos, y sus
bisnietos, hasta que no quisieron saber más nada de él. ¿Y Madre? Cuando me
mira, todo lo que ve son las vidas que he tomado.
—Pero era en la guerra, no tenías otra opción.
—Quizás. O quizás era la cosa más fácil de hacer. Han dicho que yo hice
un pacto con el diablo, sabes. A veces pienso que debo de haberlo hecho.
Wanda se estremeció.
Adam acarició su cabello con suavidad.
—Me he olvidado de lo que es ser humano. Me he olvidado lo que es ser
suave. Necesito alguien que no me tema para ponerme en mi lugar, aún si le
asusta. Necesito alguien que pueda evitar que yo me convierta en el diablo.
Su voz estaba cargada de emoción, y Wanda se estremeció de nuevo. Él
estaba desnudando su alma ante ella, pero ella no sabía si podría hacer lo mismo.
Había pasado tanto tiempo luchando ante cualquier sentimiento o recuerdo que
la debilitara. Ella puso su cara en su pecho.
—La primera vez que me escapé tenía cinco años —soltó ella—. Viví en
las calles por tres meses antes de que la policía me encontrara y me llevara a mi
casa. Mis padres inventaron una historia de que yo estaba quedándome con mi
abuela, pero ellos no se habían dado cuenta de que yo no estaba.
Las manos de él eran suaves mientras le acariciaban la espalda,
alentándola a seguir.
—La siguiente vez fue cuando tenía once. Mi madre se dio cuenta cuando
no limpié la casa. Luego, cuando tenía dieciséis, me escapé de nuevo. Esa vez
me encontró Jonas. Él me regresó a mis padres, y ellos estaban drogados fuera
de sí. Él les prometió un suministro regular de drogas a cambio de quedarse
conmigo. Ellos aceptaron. Me escapé de él una vez para regresar con mis padres.
Ellos me enviaron de regreso.
Los brazos de Adam temblaron. Ella esperaba que él dijera algo, pero él
permanecía callado. Mordiendo su labio, Wanda levantó la vista. La profunda
repulsión en su rostro hizo que ella se echara atrás, alejándose de él.
—¿Adam?
—Tengo que irme —dijo bruscamente—. Tengo . . . tengo que irme.
Prácticamente se escapó. Wanda quedó en la habitación, sola, con el
horrible sentimiento de vacío apoderándose de ella. Ahora que él lo sabía, no la
quería. Nadie la quería.
Ella colapsó en las almohadas y se echó a llorar.
Capítulo Siete – Adam

El costal de boxeo que le había costado a Adam más de cuatro mil dólares
se abrió en dos por las costuras luego del quinto golpe. Volaron por el aire arena
y relleno, esparciéndose por el piso. El rey gruñó, arrancando toda la bolsa del
techo. Las cadenas se rompieron como ligas de hule, y gritó cuando lo arrojó al
otro lado del la habitación. No había suficientes cosas en ese estúpido gimnasio
que pudieran soportar su ira sin ser destruidas. Tal vez debería mudarse a África
donde pudiera pelear con un elefante cuando estaba con ese humor.
Lo cual era por qué todo el mundo le temía.
Jadeando, Adam se secó la frente. El sonido de alguien aclarándose la
garganta llamó su atención al otro lado de la habitación. Lena estaba parada en la
entrada, sacudiendo su cabeza al ver el desastre del gimnasio. Sus músculos
estaban tensos, pero ella no se echó hacia atrás cuando él caminó al bebedero
cerca de la puerta.
—¿Tú y Wanda tuvieron una pelea?
Adam gruñó.
—¿Por qué asumes eso?
—Porque cuando pasé frente a su habitación hace un rato, la escuché
llorando.
A Adam se le apretó el corazón. Ella probablemente pensaba que él estaba
asqueado de ella, o algo así. La verdad era que él había sentido demasiada ira
cuando ella le contó lo que le hicieron sus padres. Él sabía que no iba a ser capaz
de controlarse, y no quería que esa agresión tomara una dirección equivocada.
Sin embargo, podía entender por qué ella podía haber entendido otra cosa.
—¿Qué pasó? —lo presionó su madre.
—Me contó que sus padres la vendieron a Jonas por drogas. Estaba tan
enojado. No podía quedarme sin explotar.
Lena suspiró.
—¿Y tú simplemente te alejaste?
—¿Qué otra cosa podía hacer?
—Mira, fue una sorpresa y tú eres . . . bueno, tú enfrentas las cosas de una
forma diferente. Pero antepusiste tu enojo a su dolor.
Adam se estremeció a pesar del tono gentil de su madre. Él no estaba
acostumbrado a tener que anteponer a nadie a sus propias necesidades. Pateó el
piso.
—Si me hubiera quedado, hubiera jurado destruirlos y eso sólo la hubiera
asustado.
Lena asintió.
—Eso es verdad. Y probablemente ella no quiera tener que convencerte de
dejar de lado tus fantasías de venganza.
—¿Entonces qué hago?
—Pues, viniste aquí para descargar tu ira, eso es un buen comienzo —dijo
Lena.
—Tú dijiste que estaba anteponiendo mi ira a su dolor.
Lena sonrió.
—Sí, eso es verdad, pero hagamos esto paso a paso. Tú no quieres
asustarla, eso es bueno. ¿Estás más calmado ahora? — Cuando él asintió, ella
continuó—. Entonces necesitas regresar con Wanda. Abrázala, déjala llorar.
Asegúrale que es valiosa y que eso no se mide en términos de dinero.
Dile . . . dile un par de cosas positivas de su personalidad. Dile tres o cuatro
cosas, tampoco exageres porque puede parecer falso.
La mente de Adam releyó todas las instrucciones. Él se había enfrentado a
ejércitos enteros, pero no eran tan intimidantes como esto. Las palabras no eran
su fuerte. Él decía lo que quería decir y lo que estaba en su cabeza, y cuando
surgían problemas se enfrentaba a ellos. Los problemas con Wanda, en cambio,
no eran del tipo al que pudiera darle dinero o golpearlos hasta que se sometieran.
—¿Qué pasa si ella no quiere verme? —le preguntó, sintiéndose
extrañamente indefenso, como si hubiera entrado en la guarida del hombre lobo
sin protección.
—Entonces discúlpate por marcharte, asegúrale que no fue por ella, y vete
si no te quiere ahí. —Lena lo abrazó—. Mi hijo grande y fuerte. Permítete ser
vulnerable con ella.
Adam suspiró. Eso parecía ser demasiado, pero Wanda lo valía. No podía
imaginar cómo sería su vida sin ella. Él volvería a ser la persona miserable que
era antes, y no era lo que quería.
Se dirigió a la habitación de Wanda, ensayando en su cabeza una y otra vez
lo que quería decirle. No hubo respuesta cuando tocó la puerta, entonces se
asomó. Wanda estaba acostada en la cama, respirando profundo, su postura
torcida. Durmiendo. Con un suspiro, el rey entró. El rostro de Wanda tenía
marcas de lágrimas, y de vez en cuando se sacudía como si estuviera llorando en
sus sueños. A él se le partía el corazón. ¿Cómo podía arreglar esto?
—¿Wanda?
Ella hizo un ruido con la garganta, pero no se despertó. Adam la miró
dormir un momento. Estaba acostada, enrollada en sí misma en posición fetal,
una mano detrás de su cuello, y la otra tomando las sábanas. Como
protegiéndose. Adam sentía cómo su enojo comenzaba a volver, pero lo obligó a
retroceder. Se acercó para apartarle el pelo de la cara.
La mano de Wanda se extendió, abofeteándolo. Ella se sacudió, gritando
con una voz ronca adormilada. Adam dio un salto hacia atrás, con sus manos en
alto mientras ella venía hacia él con sus puños. Cuando ella vio que era él, se
detuvo y pestañeó como un búho.
—¿Adam?
—Hola. No quería despertarte.
—¿Por qué estás en mi habitación? —Wanda bostezó y lo fulminó con la
mirada—. ¿Viniste aquí para verme dormir? Eso es aterrador.
Adam titubeó.
—Lo siento. ¿Quieres qué me vaya?
Ella negó con su cabeza y apartó las sábanas. Adam se acercó despacio,
asegurándose de que fuera una invitación, y se metió en la cama junto a ella. Ella
se acurrucó junto a él, encajándose debajo de su brazo. El rey suspiró aliviado,
agradecido de ver que no había arruinado completamente su relación con ella.
—Lamento haberme ido antes —dijo él—. Es solo que . . . escuchar cómo
fuiste tratada por tu propia familia me hizo sentir mucha ira.
Wanda se estremeció.
—Que tú te fueras me lastimó más.
Él titubeó de nuevo, y sus brazos la estrecharon.
—Lo siento. No quería hacerlo. —Se pausó—. Puedo hacer que arresten a
tus padres si es lo que quieres.
—No. Preferiría verlos en rehabilitación. Realmente no tienen una vida
propia – sólo las drogas. Puede que los odie por lo que hicieron, pero quizás
hubiera sido diferente si hubieran estado limpios. No lo sé. Quizás nada hubiera
cambiado. —Ella se acercó más a él—. En cambio, Jonas . . . yo no era la única
chica que él tenía.
¿Había más como Wanda en sus garras, aterrorizadas? Adam luchó para
mantener la calma. ¡Él debería saber de algo como esto! ¿Por qué nadie dijo
nada? ¿Por qué Wanda no lo había hecho? Sin embargo, él se mantuvo en
silencio, acariciando sus brazos suavemente, esperando poder consolarla.
—Él nos usaba para transportar sus drogas en el país. A donde fuera que él
quisiera enviarlas, enviaba a una de nosotras, chicas a las que nadie extrañaría.
—Su voz tomó un dejo amargo—. Él nos mantenía encerradas a menos que
estuviéramos en una misión. Me escapé muchísimas veces, pero él siempre me
atrapaba. La última vez, me mordió el cuello. Pensé que iba a matarme, pero
sólo me mordió y me dejó sangrar. No intenté escaparme más después de eso.
Adam dio un vistazo cuando ella se bajó el escote. Las cicatrices de los
dientes perforando la piel eran claras, una medialuna con los caninos hundidos
profundamente. Él había intentado mantener su cabeza nivelada mientras los
clavaba. ¿Qué más había hecho este monstruo?
—Él nunca nos tocó —soltó Wanda, adivinando sus pensamientos—. Él
nunca . . . abusó de nosotras. Nunca.
—Eso no hace menos terrible lo que ha hecho. Lamento que hayas tenido
que pasar por eso.
—Quería decirte lo que él era. Pero estaba muy asustada de que fueras
como él.
Él la besó en la coronilla, queriendo consolarla sin saber cómo hacerlo.
—Todo lo que él hizo es inmoral e ilegal. Lo arrestaré de inmediato.
Los brazos de Wanda lo estrecharon fuerte.
—No me dejes. Sé que es egoísta y que deberías ir ya mismo a ponerlo en
prisión. Pero no quiero estar sola. No ahora. ¿Por favor?
Adam se tranquilizó a su lado de nuevo.
—Me quedaré contigo.
—Gracias.
Él acarició su cabello mientras estaban acostados en silencio. Sus
emociones estaban hechas un torbellino, pero siempre volvían a Wanda. Él
quería – necesitaba – proteger a Wanda. Lo que fuera que pasara de ese
momento en adelante, él la defendería. Jonas sería arrestado y pasaría el resto de
su vida en prisión. Sus propiedades serían tasadas por la corona y vendidas,
siendo las ganancias distribuidas entre las humanas que retenía ilegalmente. Y
todos los otros vampiros que supieran lo que él estaba haciendo y lo apoyaban lo
acompañarán en la prisión.
Sin embargo, por el momento se quedaría con Wanda, asegurándose de
que estuviera bien.
Capítulo Ocho – Wanda

Un rayo de luz colándose entre las cortinas despertó a Wanda a la mañana
siguiente. Se reflejaba en una cacerola en la cocina, impactando directamente en
sus ojos. Normalmente se hubiera dado vuelta, intentado volver a dormir, pero
esta mañana tenía algo duro como una piedra enrollado alrededor de ella,
evitando que se moviera. Ella se levantó apoyándose en su codo.
Adam aún usaba su típico traje negro, pero en algún momento de la noche
se había sacado la chaqueta y la corbata. Su camisa de vestir estaba
desabotonada a la mitad, revelando un pedazo de piel lampiña. Wanda pasó sus
dedos por ella, asombrada por lo suave de la piel sobre los fuertes músculos.
Los ojos de él se abrieron de golpe y le sonrió. Su corazón se detuvo por
un momento. Él era tan diferente a como ella esperaba que fuera el rey de los
vampiros. Tan diferente a como esperaba que fuera cualquier vampiro. Sí, era un
hombre duro, pero su dureza era él mismo intentado protegerse de su pasado
oscuro, más que otra cosa. Él era un hombre que nunca se había permitido amar.
Un hombre que le temía al amor, como ella.
—Buenos días —susurró él, apartándole el cabello de la cara—. ¿Te
sientes mejor?
—Sí. Se siente bien haberte dicho la verdad finalmente.
Ella colocó su mentón en el pecho de él, evaluándolo. La primera vez que
él le dio dos mil dólares y le dijo que era libre de marcharse si era lo que quería,
ella no sabía cómo podría creerle. Ahora, sin embargo, sabía que él era sincero.
Él no hubiera intentado detenerla. Un hombre que le propuso matrimonio y dijo
que estaba bien si le decía que no. ¿Tenía tanta confianza en sí mismo, o eso era
parte de su miedo también?
Y luego se dio cuenta. Ella podía hacer cualquier cosa que quisiera. Él no
tenía expectativas. Él no iba a obligarla a quedarse, no iba a obligarla a meterse
en la cama con él. Ni siquiera estaba pidiendo algo más.
Ella se alzó, levantándose hacia sus labios. Adam la besó de nuevo sin
mostrar intenciones sexuales, pero ella quería más que eso. Con un sonido
gutural se abalanzó sobre él, se montó sobre sus caderas y lo besó más fuerte.
Con un gemido, él se separó los labios, pero antes de que ella pudiera clamar
victoria, él tenía su lengua en la boca de ella. Luchaban por supremacía, el calor
aumentaba en todo su cuerpo.
En su interior crecía una sensación de opresión y Wanda se movía de atrás
para adelante, tratando de satisfacer el deseo que crecía dentro de ella. Adam
gimió, y ella repitió la acción. Las manos de él se aferraron a su cadera,
empujando firmemente. A ella le gustaba la presión que creaban y le gustó aún
más cuando la empezó a mecer de atrás hacia delante de una forma que hacía
que en su sangre estallaran fuegos artificiales.
Adam se retiró abruptamente, haciéndola sentir desbalanceada. Wanda
jadeó, mirándolo de una forma cuestionadora. ¿Acaso no la deseaba?
—¿Estás segura de que esto es lo que quieres? —preguntó él—. ¿No estás
haciendo esto porque piensas que tienes que hacerlo o por qué piensas que
deberías?
Con una risa, Wanda negó con la cabeza.
—No. Esto es lo que quiero, Adam. Lo que he querido hace mucho
tiempo, pero tenía mucho miedo de iniciarlo.
—Bueno. Me alegro. Pero si quieres que me detenga, sólo dímelo. —Él le
apartó el pelo detrás de la oreja y la besó de nuevo—. Dímelo.
—Lo haré —le prometió ella, antes de lanzarse encima de él nuevamente.
Esta vez estaban en un frenesí todavía mayor que en su primer
acercamiento. Wanda le dio todo. No se reprimió cuando echó mano a los
botones de su camisa de vestir y luego a la hebilla del cinturón. Adam le arrancó
el camisón de los hombros, besándola encarnizadamente, y luego se movió hacia
abajo para venerar sus senos. A ella se le erizó la piel, y ondas de placer la
recorrían entera.
Con un jadeo, ella se arqueó hacia él, amando la sensación de su boca
donde nadie la había besado antes. Hundió sus dedos en el cabello de él,
empujándolo más cerca. Él gruñó en lo profundo de su garganta, las vibraciones
repercutían en el cuerpo de ella, y Wanda dejó escapar un suspiro de placer. El
aire parecía calentarse, o quizás era sólo ella. Un firme nudo se formó en su
interior, deseando ser liberado.
Adam la levantó, cambiando la posición para quedar él arrodillado, y
volvió a su boca. La besó apasionadamente, pasando a su cuello, raspándole la
garganta con sus colmillos. Un dejo de miedo corrió por su espalda, pero ella lo
ignoró. Adam nunca la lastimaría. Nunca.
Él pasó una mano entre sus muslos, separándolos, y se dirigió a su
objetivo. Todo el cuerpo de Wanda se sacudió cuando él empezó a trazar
pequeños círculos con su dedo pulgar, deslizando un dedo en ella. Ella lo apretó,
gimiendo mientras que el placer y la opresión crecían. Era más poderoso que
cualquier cosa que ella jamás hubiera experimentado antes. Su respiración se
entrecortaba, sus ojos se ponían en blanco. Ella no quería que terminara jamás,
pero estaba dando vueltas fuera de control y el miedo volvió a aparecer. El rostro
de Adam estaba enterrado en su cuello y ella intentó sacarlo. Él no se inmutó.
—Detente —jadeó ella—. Detente.
Adam se congeló. Se apartó, apoyándose en sus codos sobre ella. Sus ojos
grises estaban teñidos de preocupación.
—¿Te lastimé?
Wanda negó con la cabeza. Tenía las mejillas ruborizadas y sus ojos
ardían.
—Yo sólo . . . no sé. Necesitaba parar. Lo lamento.
El rey se estiró a su lado y la envolvió abrazándola tiernamente.
—No lo lamentes. No tienes nada de qué lamentarte. Dijiste que querías
detenerlo, entonces se detiene. No precisas explicar nada.
Wanda lloriqueó, sintiéndose aún avergonzada.
—Me gustaba. Bueno, no creo que me gustara que besaras mi cuello, pero
me gustó todo lo demás. No sé por qué . . .
—Shh. Está bien. No precisas un motivo.
—Gracias. Por entender.
Se quedaron acostados juntos, acurrucados por un momento más. El miedo
irracional desapareció, como también lo hizo la vergüenza de Wanda. En
cambio, ella estaba rebosando de gratitud y acarició los brazos de Adam. Saberse
al mando la ayudaba mucho. Tal vez si ella estaba arriba, en lugar de aprisionada
debajo de él. O tal vez cuando él estaba en su cuello, le recordaba a cuando
Jonas la mordió . . .
La puerta se abrió de un golpe. Wanda dio un grito y se cubrió. Lena
irrumpió en la habitación, sus ojos ardiendo con la luz del infierno. Bueno,
claramente de ahí era de donde lo sacaba Adam. El rey gigante saltó de la cama
– afortunadamente aún estaba usando un calzón – y comenzó a decir algo. Nunca
tuvo oportunidad. Lena lo abofeteó con fuerza en el rostro. El golpe resonó en el
aire. Wanda suspiró asombrada, llevándose las manos a su boca.
—¿Cómo te atreves? —Gritó Lena—. ¿Cómo te atreves?
Lo abofeteó de nuevo. Wanda miraba con los ojos bien abiertos, apretando
las sábanas contra su pecho. Estaba tan conmocionada con lo que estaba pasando
delante de sus ojos que ni siquiera percibía su estado de desnudez. ¿Qué había
hecho Adam?
—Esto no es consolarla, Adam —gritó Lena, tomando un libro de la mesa
de luz y golpeándolo con él.
Adam tomó una almohada y amortiguó sus golpes, alejándose de ella.
Wanda quería interponerse entre ellos, pero no parecía una buena idea. Lena lo
golpeó fuerte, haciendo que el lomo del libro se rompiera.
—¿Cómo te atreves a hacerle esto a ella? ¿Aprovechándote de ella cuando
está emocionalmente vulnerable?
Un momento . . . Lena estaba hablando de ella. Wanda quedó boquiabierta.
—¡Él no se aprovechó de mí!
—Puedo ver lo que sucedió.
—No, no puedes. Yo comencé las cosas. —Wanda se colocó entre ellos
levantando una mano, mientras con la otra mantenía la sábana apretada contra su
pecho—. Yo empecé, y luego cuando quise que se detuviera, Adam lo hizo. Ni
siquiera me pidió una explicación. Simplemente se detuvo.
Lena quedó paralizada. Ella miró fijo a Wanda por un momento y luego se
volvió a Adam. Él miraba a su madre con cautela, sosteniendo aún la almohada
como escudo. Las mejillas de Lena se ruborizaron un poco, y en su rostro
apareció una expresión de mortificación. Soltó el libro y se llevó ambas manos a
la boca.
—Oh . . . lo siento. Lo siento mucho. Debí haber sabido que tú eres mejor
que eso. Pensé lo peor de mi propio hijo. —Se estremeció—. Sucede que
justamente pasé frente a la habitación y puede oler . . .
El rostro de Wanda se encendió como un semáforo. ¿Podía oler eso desde
el pasillo? ¡Vampiros! Levantó las sábanas un poco más alto.
—Bueno, pero no debió haber irrumpido en mi habitación de todas formas.
Si yo quería estar con Adam, es asunto nuestro, no suyo.
Lena asintió con la cabeza.
—Lo siento mucho.
—Madre, quizás debas esperar afuera para que Wanda y yo podamos
vestirnos.
La voz de Adam tenía un dejo de dureza, a pesar de que su expresión no
dijera nada. Quizás eso era peor que el enojo.
Lena titubeó.
—Sí . . . sí, claro. Lo siento.
Ella se dirigió a la puerta, pero antes de llegar, Christopher entró a la
habitación. Wanda murmuró unas palabras en voz baja. ¿Acaso esta familia no
tenía sentido de límites personales? ¿Cuál era su fijación con entrar sin tocar a la
puerta antes? El vampiro más joven la miró brevemente, pero su falta de ropa no
provocó alguna reacción. Se veía tenso y preocupado. Sus cutículas estaban tan
destrozadas que sus dedos estaban ensangrentados.
—Adam, tengo que hablar contigo.
—Puede esperar —respondió Adam cortante—. Primero tengo que discutir
límites con nuestra madre. Y aparentemente contigo. Vete. Wanda y yo . . .
—Esto no puede esperar —interrumpió Christopher. Apretó sus manos—.
Esto es importante. Estoy en graves problemas. Graves, graves problemas. Debí
habértelo dicho antes, pero yo . . . yo preciso ayuda.
Lena puso su mano en el brazo de su hijo más joven. —¿Ayuda con qué?

Él pareció indeciso por un momento, luego negó con la cabeza con
determinación.
—No puedo decirte. No ahora. Adam, por favor. Te necesito.
Wanda miró al rey. Christopher realmente parecía ser sincero, pero ella no
lo conocía lo suficiente como para saberlo. Adam entrecerró los ojos, pero luego
de unos minutos que se alargaron agonizantemente, asintió.
—Espérame en mi estudio. Estaré allí enseguida.
El rostro de Christopher se tiñó de alivio. Miró a Wanda de nuevo antes de
volverse en sus talones y marcharse. Lena lo siguió afuera, como si fuera a
insistirle para que le dijera lo que estaba pasando, Wanda no sabía. Se volvió
hacia Adam, que quedó con una expresión preocupada después de que su familia
se fuera.
—Oye —Ella le tocó la mano—. ¿De qué se trata?
—No lo sé. Pero será mejor que lo averigüe. —Se vistió rápidamente y le
dio un beso breve en los labios—. Te veré más
tarde.

Capítulo Nueve – Adam

Christopher estaba solo en su estudio cuando Adam entró. Bien.
Por mucho que amara a su madre, era claro que Christopher no iba a
hablar a menos que estuviesen a solas. Esto le ahorró la molestia de tener que
intentar que Lena se fuera para que su hermano pudiera decir qué lo tenía en
graves problemas.
Cerrando la puerta detrás de él, Adam se enfrentó a Christopher con el
ceño fruncido. Su hermano parecía ansioso. Su piel estaba más pálida de lo
común, con grandes círculos oscuros debajo de sus ojos y un tinte un poco
amarillento para su complexión. Si los vampiros pudieran enfermarse, Adam
hubiera pensado que su hermano tenía la peste. Tal vez estaba preocupado. O
había mentido, y estaba consumiendo drogas.
—¿De qué se trata esto, Christopher?
—¿Recuerdas que hablamos sobre mi deuda de dinero con
Jonas?
Esto no comenzaba bien.
—Por supuesto.
—Pues . . . ¿recuerdas que te dije que no tenía nada que ver con drogas?
Adam se petrificó. Sus ojos se encendieron.
Christopher se estremeció mientras miraba a su hermano.
—No estoy consumiendo drogas. No soy tan estúpido. Pero mi deuda con
Jonas es un poco más profunda de lo que te dije. Le debo casi quinientos mil. Lo
sé, soy un idiota, pero me ofreció una forma de pagarle sin implicarte. Me pidió
que le trajera algo de heroína desde Cabo. Pero . . . el cargamento fue destruido.
Casi dos millones de dólares en precio de venta en la calle.
Adam cerró los puños. Respiró hondo, tratando de mantenerse bajo
control, pero estaba perdiendo esa batalla rápidamente. ¿En qué estaba pensando
su hermano? Christopher no era tonto – al menos Adam no pensaba que lo fuera
hasta ahora.
—Él dijo que Wanda sabe cosas sobre su operación. Cosas que harían que
lo pusieran en prisión. Me amenazó con venir detrás de mí si tú hacías algo. No
sé qué voy a hacer. Sé que nada de lo que diga impedirá que vayas detrás de él si
está involucrado en las drogas, o si le hizo algo a Wanda, pero tiene que haber
una forma de dejarme fuera del asunto. Al menos déjame pagar . . .
—¿Dejarte fuera del asunto? —Adam explotó. Azotó el escritorio con sus
dos manos—. Contrabandeaste drogas con un valor de dos millones de dólares
en mi reino, ¿y esperas que te deje fuera del asunto?
—Adam . . .
—Tienes suerte de que no te tire en los calabozos ahora mismo. ¿Cómo
pudiste ser tan estúpido e imprudente? ¿Qué ganas tú de todo esto? Te he
salvado una y otra vez. ¿Qué te hizo pensar que unos estúpidos quinientos mil
dólares iban a hacer la diferencia? Te los hubiera dado. Pero ahora, no sólo tú
eres un criminal, sino que me has puesto en un compromiso.
Christopher rechinó sus dientes.
—Lo sé. Y lo lamento.
—¿Lo lamentas? Lamentarlo no lo soluciona. —Adam respiró hondo para
calmarse a sí mismo—. Jonas está haciendo más que sólo traficar drogas, que de
por sí ya es malo. Está comprando chicas de los padres y las tiene como
esclavas.
El rostro pálido de su hermano palideció aún más. Tragó saliva y abrió su
boca, pero Adam no quería escuchar sus excusas.
—Voy a organizar una redada, arrestarlo a él y a sus vampiros, y liberaré a
esas humanas. Y quiero que estés listo para testificar en su contra. Quizás pueda
alivianar tu sentencia si lo haces, pero de todos modos irás a prisión.
—Lo sé. Lo sé, está bien. Iré a prisión. —Las manos de Christopher
temblaron—. Iré. Testificaré en su contra, e iré a la prisión sin quejarme. Saldré
en las noticias y diré que lo merezco y que apoyo tu decisión de procesarme.
Pero por favor. Por favor, dame el dinero para pagarle primero.
Adam entrecerró los ojos.
—¡Por favor!
—No. —Adam señaló la puerta—. Puedes ir tú mismo a los calabozos, o
haré que suba alguien a arrestarte.
Christopher lo miró por un largo momento, su expresión pasó de
incredulidad a aceptación. Sus hombros se encorvaron mientras se dirigía a la
puerta. Allí, miró hacia atrás.
—Lo lamento, Adam. De verdad lo lamento.
—No es hora de lamentarlo.
El rey se volvió hacia la ventana, ignorando a su hermano. La rabia se
apoderaba de él, pero él la obligó a desaparecer. Christopher hizo su elección y
ahora iba a tener que vivir con las consecuencias. Iba a romper el corazón de
Lena, pero no podía hacer excepciones. Ni siquiera por su hermano menor. Si
comenzaba a hacerlo, todo por lo que había luchado tan duro comenzaría a
desmoronarse.
Una vez que logró estar bajo control, regresó a la habitación de Wanda. La
puerta estaba abierta, y Wanda y Lena estaban dentro. Adam dudó,
preguntándose si debía decirle a su madre lo que había ocurrido o si debía
esperar.
No, no podía esperar. Ella merecía escucharlo de él, no de otra persona.
—Madre. Necesito decirte algo.
Lena se volvió a verlo. Cuando vio su expresión, ella palideció.
—¿Es sobre Christopher?
—Él se ha . . . metido en problemas. Le debe a Jonas dos millones de
dólares por perder un cargamento de heroína. Voy a tener que arrestarlo. Pero
antes, iré por Jonas.
Su madre se tambaleó, pero Wanda fue hacia él, con sus brazos en el aire.
Él acepto con gusto el abrazo. Poner a Christopher en prisión . . . no era una
tarea que le causara gracia. Mientras tanto, tenía que concentrarse en Jonas. El
vampiro se había salido con la suya por demasiado tiempo.
—Lamento lo de tu hermano —le susurró ella.
Adam suspiró.
—Yo también. Pero lo hecho, hecho está. Sólo hubiera deseado que
hubiese acudido a mí en lugar de . . . pero tengo que irme. Cuanto antes ponga a
Jonas detrás de los barrotes, mejor.
Wanda asintió, aunque parecía reacia a soltarlo.
—Vuelve a casa pronto.
Él le acarició la barbilla con un dedo.
—Lo haré.
***
No fue hasta que él estaba en su camioneta blindada, dirigiéndose con una
docena de sus mejores soldados a arrestar a Jonas, que el primer indicio de duda
se hizo presente en su mente. La insistencia de Christopher para pagarle al otro
vampiro antes de arrestarlo era extraña. Más extraño aún era cómo parecía que él
no había estado durmiendo ni bebiendo. Tenía que estar sucediendo algo más.
¿Si no, por qué Christopher estaría tan desesperado?
Adam frunció el ceño. ¿Había dejado que su ira decidiera por él de nuevo?
Sacó el celular de su bolsillo y llamó a Christopher rápidamente. Él no
respondió. Adam dudaba si realmente se entregaría para ser arrestado, pero era
igual de probable que no quisiera hablar con su hermano mayor en ese momento.
El rey llamó a Lena en cambio.
—¿Está todo bien? —preguntó ella, en un tono de preocupación.
—Sí. Estamos saliendo en este momento. —Adam miró por la ventana
mientras que el césped extenso e inmaculado del palacio se perdía ante las
primeras casas. Tomaría una hora llegar a la propiedad de Jonas. Tal vez eso le
daría tiempo al otro vampiro para desaparecer, pero no el tiempo suficiente para
esconder toda la evidencia.
—Necesito que hables con Christopher.
Él pudo percibir la duda en la voz de Lena cuando ella habló. —
¿Sobre qué?
—De por qué hizo lo que hizo. No puedo evitar pensar que hay algo en la
historia además de lo que me contó . . . de lo que le permití
contarme.
—Está bien. Hablaré con él.
—Gracias.
Adam colgó y se reclinó en el asiento. Lo que fuera que Christopher
estuviera atravesando iba a tener que esperar, pero con suerte, Lena podía
acercarse a él.
Quizás había una forma de proteger a su hermano después de todo.

Capítulo Diez – Wanda

El corazón de Wanda latía apresuradamente mientras corría por los pasillos
del palacio. Acababa de recibir una llamada de Christopher, diciéndole que fuera
a encontrarse con él en el garaje. Algo le había sucedido a Adam, y la necesitaba
de inmediato. Le vinieron a la cabeza imágenes de Adam herido, sangrando,
Jonas riendo sobre su cuerpo moribundo. Una parte de ella quería correr y
esconderse, pretender que todo iba a estar bien. Pero no iba a conseguir más
información hasta que llegara a él.
El hermano del rey la esperaba en la entrada del garaje. Caminando en
círculos, claramente preocupado por el bienestar de Adam. El miedo se apoderó
de Wanda y se apresuró hacia él, tomando su mano cuando estuvo lo
suficientemente cerca.
—¿Qué es? —demandó ella—. ¿Qué sucedió?
—Adam está bien —le aseguró Christopher. Él la tomó del codo y la llevó
hacia un auto—. Sólo ha habido un . . . acontecimiento. Pero va a estar bien. Él
va a estar bien.
Sus afirmaciones no calmaban los nervios de Wanda. Probablemente
porque sonaba como si estuviera tratando de convencerse a sí mismo. Se apuró
para colocarse en el asiento de acompañante de un elegante Chevrolet,
golpeando el piso ansiosamente con los pies mientras esperaba por Christopher.
Él sostenía el celular en su oído mientras rodeaba el coche, pero ella no podía
escuchar lo que decía.
—Ponte el cinturón —le dijo mientras se sentaba detrás del volante.
Wanda esperaba que él comenzara a hablar cuando salieron del garaje,
pero él estaba en silencio, sus nudillos estaban blancos en el volante, con su
mirada hacia adelante. Estaba tan nervioso . . . claramente algo horrible le
sucedido pasado a Adam. ¿Por qué no le decía la verdad?
—¿Qué sucedió? —preguntó Wanda eventualmente, incapaz de aguantar
mucho tiempo más.
—Dijiste que Adam me necesitaba.
—Sí. Lo hice. No creo que entiendas lo profundo de lo que él siente por ti,
Wanda. No creo que ni él mismo sepa todo lo que siente por ti. —Christopher se
encogió de hombros—. No lo había visto así antes. Tan preocupado por alguien
que no fuera él mismo.
—Entonces no lo conoces —replicó Wanda—. Todo lo que ha hecho, lo ha
hecho por otras personas. Quiere que la gente esté a sana y salva, y que no
tengan que matar como él tuvo que hacerlo.
Christopher gruñó. Él la miró. Había una expresión en sus ojos . . . ¿culpa?
Wanda se retorcía las manos en el regazo. ¿De qué se sentía culpable?
—Lo siento —dijo él—. Sé que tú no mereces esto. Nada de esto, Pero si
Adam ha hecho todo por los demás, entonces creo que soy yo el que hace todo
por sí mismo. No hay otra forma. Si sólo me hubiera dado el dinero . . . —Se
interrumpió a sí mismo y sacudió su cabeza—. Pero claro que no lo hizo. Quizás
si le hubiera dicho la verdad. Pero si hubiera hecho eso . . .
—¿De qué estás hablando? —preguntó Wanda. El miedo le hacía
cosquillear las yemas de sus dedos, pero se negó a dejar que eso la intimidara—.
¿A dónde estás llevándome realmente?
Christopher permaneció callado un largo rato. Suspiró.
—¿Cuando estuviste con Jonas, conociste a una chica llamada Melissa?
—¿Melissa?
Wanda la conocía. Era una belleza de piel oscura que Jonas reservaba para
sus misiones especiales. Justo antes de que llevaran a Wanda con Adam, había
rumores de que tenía un novio fuera de la casa. Algo que Jonas prohibía
estrictamente.
—¿Po-por qué preguntas por ella?
—Porque la conocí en Cabo y nosotros . . . nosotros nos enamoramos.
Jonas accedió a liberarla si yo podía entregarle un montón de drogas, pero fallé.
Ahora el precio por la libertad de Melissa es de dos millones de dólares. O algo
que valga aún más.
El temor que ya se propagaba en el cuerpo de Wanda se solidificó,
apretándola por dentro hasta que se sintió aplastada. No podía respirar. Sabía a
dónde estaba yendo.
—Te refieres a mí. Porque Adam . . . porque conmigo, Jonas puede
negociar . . . chantajear. Va a usarme en contra de Adam.
—Si no te entrego, Jonas matará a Melissa.
—Adam está en camino a casa de Jonas ahora. No puedes . . .
—Nosotros planeamos eso. Desde que Jonas te entregó a Adam, ha estado
esperando que Adam viniera por él. De verdad lo siento.
—No —chilló Wanda.
¿Qué le haría Jonas para llegar a Adam? ¿De qué le servía una rehén si él
la entregaba de nuevo? Ella sería separada de Adam para siempre y
permanecería en las garras de Jonas . . . El solo pensarlo le revolvió el estómago.
Cuando ella pensaba que ya se había liberado de esa bestia. Pero ahora parecía
que no había escapatoria.
—Tengo que proteger a la mujer que amo.
—Tiene que haber otra solución. Por favor, Christopher. No hagas esto.
Christopher tragó saliva.
—Él no va a lastimarte. No le sirves de nada muerta. ¿Pero Melissa? Si no
hago lo que dice, la matará. No puedo vivir con eso.
—¿Y qué hay de Adam? —le preguntó ella—. ¿Qué hay de él?
—Sé que me matará por esto. Pero Melissa lo vale. Por favor, trata de
entender. La amo. No he amado a nadie desde que perdí a mi esposa cuando era
humano. No puedo dejar que otra persona que amo muera por mi culpa.
Ella se arrancó el cinturón. Si no podía escaparse, saltaría del auto.
Christopher vio lo que estaba haciendo y la tomó firmemente de la muñeca. Ella
intentó zafarse, pero el agarre era muy fuerte. Cuando destrabó la puerta,
Christopher la tiró hacia él, jalándola hacia su regazo, con un brazo tomándola
por la cintura.
—¡No! —chilló Wanda, tratando de dar un tirón al volante. Aun sólo con
una mano, Christopher era demasiado fuerte.
—Por favor, tú no sabes lo que él me hará.
—No te lastimará. No es suicida, y si te lastima, tiene todas las de perder
frente a Adam.
Wanda metió sus dedos en los ojos de Christopher. Él la tiró de nuevo en
su asiento, luego la tomó del cuello y la lanzó al asiento de atrás. Las manos de
ella se estrellaron contra el vidrio y gritó. Ante sus ojos aparecían manchas
negras. Los cerrojos atrás no eran accesibles; ella intentó volver al frente, pero
Christopher tiró un brazo y la detuvo.
—Él va a tenerte de nuevo, de una u otra forma —murmuró él, aún
sonando como si intentara convencerse a sí mismo.
—Él te salvará. Dile . . . dile que lo lamento.
—No haré nada por ti —dijo Wanda firmemente—. Egoísta, horrible . . .
—Estoy haciéndolo por Melissa. ¿Y qué hay de ti? Si le hubieras dicho a
Adam de las otras chicas que Jonas tenía prisioneras antes, ¡podría haberse
ocupado de esto hace mucho tiempo! ¿Me dices egoísta por tratar de salvar a la
mujer que amo? ¿Qué hay de ti, que escapaste de sus garras y luego no hiciste
nada para detenerlo?
Wanda se paralizó. Todas sus excusas se revoloteaban en su mente, pero al
final, no podía hacer nada para negarlo. Ella había sido egoísta, horriblemente
egoísta. Era su culpa que esas chicas aún estuvieran en las garras de Jonas. Sí, le
había dicho a Adam sobre ellas, pero sólo después de semanas de ser libre.
¿Cuántas de ellas habrían rezado que ella regresara a salvarlas?
Permaneció sentada atrás por el resto del viaje. Ella quería suplicar, o
negociar, o hacer un plan para encontrar una forma para que Christopher pudiera
salvar a Melissa sin entregarla a ella, pero nada de lo que pensaba funcionaría.
Aunque si se le ocurriera un plan, estaba segura de que Christopher no la
escucharía. Estaba demasiado enfocado en salvar a Melissa. Cualquier
desviación en el plan dado por Jonas la pondría en peligro.
Cuando se detuvieron en el garaje de una casa enorme de dos pisos, en el
extremo de la ciudad opuesto al palacio, encontraron a Jonas esperándolos con
casi una docena de guardias. Wanda casi vomitó. Esto era a lo que ella le temía
más que a nada, y estaba sucediendo. Su corazón palpitaba, le temblaban las
manos, y cada célula de su cuerpo parecía estar paralizada. Ni siquiera peleó
contra Christopher cuando la arrastró fuera del coche y la entregó a Jonas.
El agarre familiar que lastimaba hizo que Wanda lloriqueara. Ella quería
golpearlo o escupirle, pero sus instintos de supervivencia se apoderaron de ella,
y no podía hacer más que estar parada allí, mirándolo.
Jonas le sonrió.
—Finalmente, tengo algo que puedo usar en contra de Su Alteza Real.
¿Quién diría que una pequeña humana patética podría hacerlo?
—Él va a matarte —soltó Wanda, finalmente encontrando su voz—. Adam
va a despedazarte, y cuando termine, no habrá ni siquiera un cuerpo que
encontrar.
Jonas se rio. En otro momento, la hubiera golpeado por atreverse a
contestarle, pero él sabía que llevaba las de ganar. Wanda intentó soltarse, pero
no tuvo éxito. Él la tomó del cuello y le bajó el escote, revelando las cicatrices
que le había dejado.
—Siempre me perteneciste —susurró él—. Y siempre lo harás. Mi marca
siempre estará ahí.
—¿Dónde está Melissa? —demandó Christopher.
Jonas lo miró despectivamente e hizo un gesto detrás de él. Dos de los
guardias salieron del garaje por una puerta hacia la casa principal, y regresaron
con Melissa aprisionada entre ellos. Sus ojos demostraban su miedo, pero no se
veía tan mal. Cuando los guardias la soltaron, corrió hacia los brazos de
Christopher. Cuando vio a Wanda, se paralizó.
—¿Qué has hecho?
—¿Somos libres para marcharnos? —preguntó Christopher, rodeándola
con sus brazos.
Jonas asintió.
Melissa se alejó un poco.
—¿Qué has hecho?
Christopher ignoró la pregunta, levantándola y corriendo hacia el auto.
Wanda los vio marcharse silenciosamente. El pavor se apoderó de ella, pero trató
de reprimirlo poco a poco, enfocándose en su situación. ¿Jonas quería usarla en
contra de Adam? Bueno, entonces tenía que encontrar una manera de que eso no
sucediera. Ella siempre fue capaz de escaparse. No importaba dónde la pusieran,
ella se salía. Iba a encontrar la forma de volver a Adam.
Y Jonas pagaría por lo que había hecho.
Capítulo Once – Adam

La casa de Jonas estaba completamente vacía. Adam y sus hombres la
registraron por casi una hora y no encontraron nada. Por el estado de las cosas,
parecía que estaba vacía desde hacía casi dos semanas.
Esto era más que un aviso confidencial de alguien. Esto estaba planeado.
Jonas esperaba que él viniera y se adelantó para asegurarse de no ser atrapado.
La frustración y la ira se apoderaron de Adam, pero no podía negar que fue
superado en inteligencia esta vez. De todas maneras, el testimonio de Wanda no
era en vano. Igual metería a Jonas en prisión con todos los cargos.
—Quiero una orden de búsqueda para Jonas y todos sus asociados —
ordenó mientras dejaban la casa—. Quiero encontrar a ese vampiro.
Se tiró dentro del vehículo, rechinando los dientes. ¿A dónde llevó las
drogas y las chicas? No había salido de la ciudad después de su arresto; Adam lo
había visto por ahí.
Debí haberlo mantenido en los calabozos, pensó amargamente. Nunca
debí liberarlo bajo fianza.
Sonó su celular. Adam lo revisó; era un mensaje de texto de Christopher.
El corazón de Adam se detuvo. Todo lo que decía era, Él la tiene. Ve solo, y una
dirección, pero eso era suficiente. ¿Christopher enviando una demanda de
secuestro? Jonas debía tenerlos a los dos y estaba utilizando el teléfono de
Christopher.
Ve solo.
Adam gruñó en voz baja. Si Jonas tenía a Wanda y a su hermano . . . él
tenía que hacer lo que le decía. No podía perderlos. Se metió el celular en el
bolsillo y cerró sus ojos mientras el vehículo se alejaba de la casa de Jonas. Si
así era como tenía que ser, pues así sería. Pero la pregunta permanecía: ¿qué
quería Jonas? Tenía que ser algo más que sólo no ir a prisión. ¿Dinero? ¿Poder?
¿Libertad para continuar vendiendo sus drogas?
No importaba. Adam exhaló. Muy pronto lo sabría.
***
Jonas tenía una sonrisa arrogante y fanfarrona en su rostro cuando Adam
entró en la casa a la que fue enviado. Dio un respiro profundo y olió el distintivo
perfume que le gustaba usar a Wanda. La ira inundó su pecho y quería atacar en
el momento. Fulminó con la mirada a Jonas, haciéndole vacilar su sonrisa.
—¿Dónde está Wanda?
—A salvo —Jonas se alzó—. Con el resto de mis chicas.
Adam gruñó.
—Asqueroso pervertido.
—¿Pervertido? Les doy trabajo, alojamiento, comida. Estaban todas
viviendo en las calles cuando las encontré. Y ciertamente no me metí
sexualmente con ellas, o permití que otros hombres las
tocaran —Jonas parecía realmente ofendido—. No soy un pervertido.
—¿Qué es lo que quieres?
A Adam no le importaba lo que el pervertido reclamaba. Si le hubiera dado
la oportunidad, le habría arrancado la cabeza al otro vampiro.
Jonas sonrió, de nuevo en control.
—Bueno, lo que quería desde el comienzo . . . me imaginé que podía
provocar tu ira, para que hicieras algo imperdonable para volver al público en tu
contra, pero aparentemente tu temperamento era una exageración. Pero lo que
quiero es que renuncies a ser el rey. Quiero que me entregues la corona.
Adam se rio, demasiado sorprendido para tomarlo en serio.
—¿Y por qué haría eso?
—Públicamente, porque soy un astuto hombre de negocios y puedo hacer
reflotar nuestra economía en problemas. Extraoficialmente . . . porque mataré a
Wanda y a mis otras empleadas humanas si no lo haces.
En ese momento Adam no quería otra cosa que arrancarle la cabeza a
Jonas. Comenzó a caminar al frente con un gruñido en sus labios, pero logró
contenerse. Jonas probablemente había dejado órdenes de matar a las chicas si
algo le pasaba a él. Por más ganas que tuviera de matarlo, Adam no podía
arriesgarse.
—Nadie va a aceptar eso. Si lo intentas, tendrás una guerra civil en tus
manos en muy poco tiempo.
Jonas se encogió de hombros.
—Si no haces lo que digo, entonces tendrás a una Wanda muerta en tus
manos. ¿Cuál prefieres arriesgar?
Adam gruñó de nuevo. Respiró hondo y asintió a regañadientes. Por
primera vez en lo que parecía una eternidad, tenía a alguien que no le temía, que
lo miraba y sabía quién era él, en lugar del rey-demonio que se presumía. No
podía dejar que le pasara algo a ella.
—¿Y mi hermano? —presionó él—. Tú lo liberarás de . . .
—¿Liberarlo? —gritó Jonas—. ¿Piensas que es mi prisionero? No. Él fue
quien me entregó a la chica en primer lugar.
A Adam se le helaron las venas. ¿Christopher lo había traicionado? ¡No!
¡No podía ser! Christopher nunca haría eso. Abrió la boca para decirle a Jonas
que estaba mintiendo, pero antes de que pudiera hacerlo, las puertas que daban a
la habitación se abrieron de un golpe. Wanda, seguida por media docena de
chicas armadas con objetos, desde cuchillos de cocina hasta agujas de tejer,
entraron a la sala.
—No te pertenecemos —gritó ella. Sus ojos pudieron ver a Adam y abrió
grande los ojos—. Adam, ¡mátalo! ¡Mátalo ahora!
Todas las chicas soltaron gritos salvajes y atacaron a los vampiros con sus
lastimosas armas. Jonas soltó un sofocado aullido, su rostro reflejaba su
sorpresa. Un vampiro tomó a una de las chicas que tenía la aguja de tejer y
Wanda le clavó su cuchillo de carne en el brazo. Mientras él aullaba, la chica de
la aguja lo apuñaló con su arma en el ojo. El vampiro se tambaleó mientras la
sangre volaba por el aire.
Adam saltó a unirse en la lucha. Las chicas cortaban y apuñalaban con
todas sus fuerzas, pero los vampiros eran mucho más fuertes. Su ataque inicial
había derramado sangre, pero las cosas se daban vuelta rápidamente.
Jonas gruñó y se abalanzó hacia Wanda. La visión de Adam se nubló de
color rojo. Con un rugido, se arrancó el traje de un tirón, liberando su rango de
acción. Estaba sobre Jonas antes de que los otros vampiros supieran qué los
había golpeado. Rodilla al estómago, codo en la nuca. Jonas cayó. Adam se
volvió hacia el próximo vampiro.
Todo el ruido de fondo parecía lejano. El ritmo cardíaco de Adam se
mantenía estable y parejo, la ira y la furia se disipaban mientras metódicamente
tomaba a un vampiro primero, luego al siguiente. Puño a los riñones. Tomó un
cuchillo de una de las chicas. Lo utilizó para abrir a un vampiro por las costillas.
Próximo atacante. Tomó su cabeza, y la azotó contra el muro. Se torció
prolijamente mientras el vampiro caía. El próximo, aguja de tejer bajo las
costillas. El vampiro usó a una chica como escudo. Le rompió ambos brazos al
vampiro, esperó a que la chica se soltara, abrió la garganta del vampiro.
Cuando cayó el último vampiro, Adam volvió a sí mismo. Miró fijamente
la masacre como si estuviera despertando de un sueño. La bilis le llegó a la
garganta y sus manos comenzaron a temblar.
—No —susurró él.
El sabor a sangre en su boca era fuerte. La desquiciada furia de sangre no
se había apoderado de él desde la última batalla en la que había estado. Él no
quería ser esto . . . esta máquina despiadada de matanza: la bestia que usaba su
ira y temperamento para vencer a sus enemigos cuando quizás pudiera ser
resuelto pacíficamente . . .
Una mano se apoyó en su brazo. Adam dio un salto, luego bajó la mirada
para ver a Wanda. Sus ojos parecían dos platillos, pero aún envolvió sus brazos
alrededor de él y lo sujetó fuerte. Él también la abrazó, sacudiendo los hombros.
Las otras chicas lo miraban con sorpresa y miedo, pero no estaban
escondiéndose de él.
—Lo siento —dijo él—. Lo siento.
—¿Por qué? —dijo una de ellas, en voz baja—. Tú nos salvaste.
Adam pestañeó. Miró a su alrededor de nuevo. Algunos de los vampiros
aullaban de dolor y mutilación, pero no estaban muertos. ¿No los había matado a
todos? Sus brazos se cerraron alrededor de Wanda. Ella estaba allí. No tenía ni
un rasguño. Las otras chicas lucían deterioradas, pero él no había lastimado a
ninguna de ellas. Los otros vampiros habían atacado, pero él las había protegido.
El rey tragó saliva.
—Yo . . . no lastimé a ninguna de ustedes.
—No. —Wanda se tapó el rostro con las manos—. Tú nos salvaste.
El alivió lo inundó. Con un llanto que era mitad triunfante, mitad
sollozante, la envolvió con sus brazos de nuevo. Él no era una máquina
despiadada de matanza. No siempre lastimaba a aquellos que amaba. Lágrimas
inesperadas llenaron los ojos de Wanda mientras se aferraba a él. Él no era lo
que siempre había temido – y era hora de dejar el pasado atrás y seguir hacia
adelante . . . hacia el futuro.
Capítulo Doce – Wanda

Varias semanas después de que Jonas fuera derrotado de una vez y para
siempre, Wanda estaba afuera, batallando entusiasmadamente con un ejemplar
de Harry Potter, cuando un coche se detuvo frente al palacio. Christopher y
Melissa salieron del mismo. Wanda se enderezó, boquiabierta. No había ni rastro
del hermano del rey desde aquel día. Él se veía mejor descansado que cuando los
había visto entonces, pero tenía un rostro serio. Melissa aferrada a su mano
mientras se dirigían hacia adentro.
Wanda se paró de un salto. Adam había sido terriblemente herido por las
acciones de Christopher, y ahora estaba de regreso. ¿Qué quería? ¿Acaso
pensaba que podía salirse de esta impunemente? Con los labios fruncidos y las
manos apretadas, entró detrás de ellos. Christopher caminaba rápido, y a Wanda
le faltaba el aliento cuando los alcanzó – justo frente a la oficina de Adam.
—¿Qué crees que estás haciendo? —Wanda murmuró al mismo tiempo
que un llanto de felicidad provenía de la oficina.
Entraron al estudio y Lena se abalanzó hacia Christopher. Lo abrazó
fuertemente. Wanda los eludió y se paró junto a Adam. El rey estaba
completamente paralizado, en su rostro se mezclaban ira y dolor. Él le tendió la
mano a Wanda y ella la tomó, apretando suavemente.
Ella le frunció el ceño a Christopher. ¿No había hecho suficiente? ¿Por qué
volver para poner a Adam en esta posición?
—Adam —dijo tieso Christopher. Él paso al lado de su madre, soltando la
mano de Melissa—. Sé que lo que hice fue . . . estoy aquí para entregarme.
Aceptaré cualquier sentencia que me dictes. Pero quiero que sepas que lo haría
de nuevo. Amo a Melissa, y tenía que salvarla sin importar las consecuencias.
Lamento haber puesto a Wanda en peligro, pero . . .
Adam levantó su mano, silenciando a su hermano. Se paró despacio, aún
tomado de la mano de Wanda. Ella la apretó de nuevo, pero no tenía idea de que
iría a hacer él.
—Adam, él es tu hermano —dijo Lena—. Tu hermano.
Adam no le respondió. Rodeó el escritorio, soltando la mano de ella sólo
cuando no podían estirar más sus brazos. La tensión se sentía en el aire mientras
se aproximaba a su hermano. Christopher temblaba, pero se mantenía derecho y
alto. Tragó saliva y asintió, claramente esperando a que Adam le hiciera algo
horrible.
El rey puso las manos en los hombros de su hermano.
—Christopher, estaba tan preocupado por ti.
Tiró de él para abrazarlo. Christopher abrió grandes los ojos, con cara de
asombro. Adam se aferraba a él como si nunca fuera a soltarlo. Lena sonreía.
Wanda fruncía el ceño, pero después de un momento, asintió. Tal vez
Christopher lo había traicionado y sería castigado por ello, pero Adam aún
amaba a su hermano. El dolor ya había sido suficiente. Era tiempo de comenzar
a sanar.
—Podías haberme dicho —le dijo él—. Te hubiera dado el dinero.
Christopher sollozó, con los ojos brillando con lágrimas.
—No creía que te importara.
Adam se estremeció ante eso.
—Y ese fue mi error. Nunca debí haber sido tan frío como para que tú
pensaras eso. Voy a tener que procesarte, lo sabes. Pero bajo las circunstancias,
creo que el juez será compasivo. —Soltó a su hermano y le sonrió a Melissa—.
¿Y cuánto tiempo tiene que pasar antes de que tenga una sobrina o un
sobrino?
Era una pregunta un poco entrometida, pensó Wanda, pero Melissa
respondió con una pequeña sonrisa.
—Seis meses.
Lena aplaudió.
—¡Voy a ser abuela! Oh, esto es tan emocionante. Tenemos que celebrarlo
ahora. Vamos. —Se enganchó a Melissa por el brazo—. Tienes que contarme
todo sobre ti. Acompáñanos, Christopher. Tenemos mucho de qué hablar.
Wanda reprimió un resoplido. Los siguió hacia la puerta, pero Adam había
regresado a su escritorio. Lo miró inundada por un sentimiento de calor, y trancó
la puerta. Adam se dio cuenta y la miró con una media sonrisa en su rostro.
—Tiene suerte de tener un hermano como tú —dijo ella—. Alguien cálido
y sensible.
Adam resopló.
—¿Yo, sensible?
—Sí. —Wanda se dirigió hacia el escritorio y se sentó sobre él. Ella apoyó
sus pies sobre los muslos de Adam—. Lo eres. ¿Y sabes qué? Verte ser tan
sensible . . . realmente me excita.
Los ojos de Adam se oscurecieron mientras su sonrisa se agrandaba. Puso
sus manos debajo de las piernas de ella.
—Oh, ¿en serio?
—Mmmm. En serio.
Él deslizó una mano debajo de su falda, con sus dedos largos recorriendo
sus muslos gentilmente. Se inclinó hacia adelante, besándola entre sus senos, y
envolviendo su mano alrededor de su muslo. Wanda se permitió cerrar los ojos y
gimió suavemente. La boca de Adam se levantó hasta su boca, y Wanda le pasó
los brazos alrededor del cuello.
Él arrastró una mano sobre el escritorio, tirando todo lo que había. Sus
intenciones eran obvias, y Wanda se rio alegremente junto con él. Levantó sus
caderas para que él pudiera retirar su ropa interior, todo con una sonrisa enorme.
Ella nunca había sido tan feliz en su vida.
Habían estado durmiendo en la misma cama, desnudos, desde que la salvó
de Jonas, y las cosas habían subido de temperatura bastante. Pero no habían
llegado hasta el final. Ahora, sin embargo, Wanda no se reprimía nada. Ella echó
mano al cinturón de Adam al mismo tiempo que le sacaba el pantalón, mientras
él le abría la camisa a ella, empujando su sostén fuera de su camino.
Mientras él tomaba un pezón y luego el otro en su boca, Wanda gemía.
Ella abrazó su cadera con sus rodillas y dejó escapar una risa jadeando.
—Me encanta esto —dijo ella, buscándolo con su mano. Él gimió mientras
ella comenzaba a moverse, usando los trucos aprendidos en las últimas semanas
—. Me encanta tu boca en mi piel y me encanta saber lo que te gusta.
Una de las manos de él jaló su ropa interior; ella pausó sus movimientos
para ayudarlo a sacársela, luego retomó su trabajo.
—Y me encanta cuando tú te estremeces y arqueas tu espalda cuando hago
esto.
Él trazó un círculo con su pulgar, provocando que ella hiciera lo que él
predijo. Ella movió los ojos rápidamente mientras seguía dándole placer a él,
gimiendo mientras los movimientos de él se estrechaban más. Nudos calientes y
apretados la llenaban, enviándole temblores por todo el cuerpo. Un gruñido bajo
vibraba de la garganta de Adam; estaban ambos tan cerca.
Él le sonrió y levantó una ceja.
—Quieres que yo . . .
—Sí —Ella se rio alegremente—. Sí, te deseo.
Él le dio un ardiente beso en la boca y comenzó a entrar en ella despacio.
Oleadas de placer la recorrieron, su boca abriéndose en un jadeo silencioso.
Había una leve sensación de incomodidad de ser estirada demasiado, pero se
sentía tan bien que no quería que parara. Adam comenzó a moverse, tan
suavemente al principio, pero pronto aumentó la velocidad.
La cabeza de Wanda echada hacia atrás. Ella gritaba cada vez que se
juntaban, sus manos aferrándose a las de él, sus piernas alrededor de sus caderas,
empujándolo más profundo. Adam sonrió, besando sus labios delicadamente.
Los nudos se apretaron aún más, fuego recorría su cuerpo. Los movimientos de
Adam fueron más duros, más rápidos, y ella gritaba mientras que los nudos
explotaban, enviando oleada tras oleada tras oleada, recorriéndola entera. Adam
gruño al unísono con sus movimientos, antes de colapsar sobre ella.
Ella paseó con sus dedos por el sudor del cuerpo de él, y un suspiro de
placer se escapó de su garganta.
—Wow. Eso fue mejor de lo que esperaba.
—¿Mejor? Bien. —Adam se apoyó en sus codos para verla—. Pero puede
ser aun mejor que eso.
Wanda gimió de sólo pensarlo, apretándose contra él.
—¿De verdad? Bueno, quizás podamos quedarnos en este nivel por un
tiempo. Continúa dándome algo a lo que aspirar.
Adam se rio.
—Oh, ¿en serio?
—En serio.
Su mirada era cálida, como si fuera calcada del rostro de ella. Él la besó de
nuevo.
—Te amo, lo sabes —le susurró.
—Lo sé. —Ella le pasó los dedos por el cabello—. Te amo también.

*****


FIN




¡Gracias por leer! Espero que hayas disfrutado del libro tanto como a mí me
gustó escribirlo. Por favor considera dejarme una opinión honesta en Amazon.
¡Significaría mucho para mí!


T.S. Ryder

Sobre T.S. Ryder


Si te encantan los vampiros y los cambiaformas, eres mi chica. Me gusta lo
paranormal… y me encanta escribir historias paranormales. Me esfuerzo mucho
para darles vida a bestias y a hombres calientes (preferiblemente ambos :) para
ti.

Me encanta escribir historias sobre machos alfa atractivos y protectores y las
mujeres fuertes que aman. Mis historias son muy eróticas y también están llenas
de acción.

Así que relájate, ponte cómoda, sírvete una taza de chocolate caliente o té,
apriétate la faja y prepárate para la calentura. ¡Espero que disfrutes!

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