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Milagro Gabriel Evans

EL NEÓFITO DEL VAMPIRO


Pasiones nocturnas 02

El neófito del

vampiro
pasiones nocturnas 2

Milagro Gabriel Evans

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EL NEÓFITO DEL VAMPIRO
Pasiones nocturnas 02

El neófito del vampiro


Derechos e-Book Milagro Gabriel Evans
para nueva Editora Digital.
Arte y Diseño de portada:
Minessa Nessa© Minessa Nessa Art&Photography - Ctrl FanFics
Todos los derechos reservados
©Edición Noviembre, 2014
@2014-11-29

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EL NEÓFITO DEL VAMPIRO
Pasiones nocturnas 02

ADVERTENCIA DE CONTENIDO

Esta novela contiene escenas de sexo explícito entre personajes

de un mismo sexo: Hombre-Hombre.

Si alguien no está de acuerdo con esta temática

aconsejo no leer el contenido de este archivo.

ES SOLO PARA MAYORES DE 18 AÑOS

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Pasiones nocturnas 02

Dedicado a…

Gracias a todos aquellos que compran mis libros, ustedes me


dan una excusa para seguir escribiendo y fingir que esto es un
trabajo…

Es difícil llamar trabajo a algo que se hace con tanto placer.

Un agradecimiento a los seguidores que desde distintos medios


me envían sus comentarios, sin ustedes, nada de esto hubiera
sido posible.

No puedo olvidar a Minessa Nessa

que es quién con su arte nos embellece las portadas.

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Pasiones nocturnas 02

Sinopsis

Corre la época de la Gran Guerra, Europa se estremece por


la crueldad humana.
Mientras unos luchan en el frente, otros tratan de sobrevivir
en las grandes ciudades y en los campos… corren días oscuros,
donde cualquier cosa es posible, menos conseguir alimento,
medicinas o alguna manera honrada de ganar dinero.
Dimitry es un chico pelirrojo, un joven luchador, que trata
de sacar adelante a su madre trabajando en un cabaret donde
cosas misteriosas ocurren, no se puede pensar en nada honesto
al entrar a ese mundo de jazz, humo de cigarro y de amor que se
compra… y se vende.
Gregorius es un vampiro cansado de su larga existencia que
si no fuera por su hijo Dante, ya se habría entregado al fuego del
sol desde hace siglos.
Dimitry y Gregorius están destinados a conocerse, y
chocan; uno es camarero y el otro un cliente acaudalado. Con
solo encontrar sus miradas, comienzan un juego de estira y afloje.
Dimitry tiene miedo de aceptar que es gay, Gregorius vive
aferrado al recuerdo de su esposa muerta muchos siglos
después.
¿Qué historia puede escribirse a partir de dos soledades
que se encuentran?
Desesperación y hastío bebiendo de la misma copa.

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Pasiones nocturnas 02

Capítulo 1

Es de noche, como la ha sido para mí desde hace siglos. Las estrellas brillan en lo

alto del cielo y la brisa nocturna mueve la tela de mi gabardina negra. El sombrero

acomodado de medio lado y un cigarro en la boca, me acompañan. Cosa necesaria en

este año de 1940 si deseas pasar sin llamar demasiado la atención.

La molesta sensación en mi garganta me recuerda que pronto me será imposible

negarme a la alimentación. El solo hecho de beber de un cuerpo tibio, en lugar de

excitarme como le ocurre a otros vampiros, me asquea. Es increíble como a pesar de

los años la sigo extrañando tanto que mis brazos duelen al ser conscientes de que

nunca más la tendré conmigo.

—¡Señor! —una mujer enfundada en un vestido, de esas que usan las damas para

bailar Charleston en los clubes nocturnos, me habla apenas doblé la esquina—

¿Necesita compañía…?

—No, señora —recalqué mis palabras con un leve movimiento de cabeza. Como

esta mujer, hay muchas por esta ciudad, en los últimos dos años han aumentado tanto

como los niños hambrientos. Si esta guerra dura un poco más el mundo entero se

vendrá abajo.

Un automóvil negro, un elegante mercedes, se detuvo justo en la esquina que yo

acababa de dejar. La mujer joven subió apenas después de intercambiar algunas

palabras con el chofer, para luego perderse entre las calles de la ciudad complaciente

de los pecados que se viven bajo sus faldas.

Mi caminar por la ciudad no tenía un rumbo fijo, simplemente quería estirar las

piernas, fingir que era otro humano más hundido en la desesperanza que da el ver

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Pasiones nocturnas 02

cómo Gran Bretaña sufre en carne propia los bombardeos de los enemigos. En una o

dos semanas mi hijo y yo nos trasladaremos a América, el viejo mundo no soportará

durante mucho tiempo y no me apetece acabar bajo la autoridad de Adolfo.

Unas cuantas calles más y logré llegar a uno de esos lugares donde las cosas

definitivamente no son lo que parecen. Al acercarme, el portero me observa de arriba

abajo, quizás extrañado de que un hombre con mi porte y mi ropa de calidad ande

deambulando por su propio pie a esas horas de la noche. No lo puedo culpar, la ciudad

se ha vuelto un lugar peligroso, si no te mata un bombardeo, lo hará algún hambriento

desesperado por algo de dinero para alimentar a su familia, eso sin contar a los

maleantes que, desde tiempos inmemoriales, han existido en este mundo.

Con un leve movimiento de cabeza, se retira y me deja libre la entrada. Una vez

pasada la puerta, el pesado olor a tabaco satura el aire confundiendo mis finos

sentidos. La música de un grupo en vivo hace bailar a la gente que habla y ríe como si

todo fuera vino y rosas, como si la destrucción de ciudades enteras solo fuera un

cuento para asustar a niños traviesos.

Un joven mesero llega hasta mí vestido con una camisa blanca y corbatín, me

sonríe aunque el gesto no llega a sus ojos. Algo en él llama mi atención lo suficiente

como para darle una segunda mirada. Es demasiado bien parecido para ser un

hombre, tiene el cabello rojo recogido en una coleta corta, los ojos tristes y una manera

de moverse pausada. Al darse la vuelta para guiarme a mi mesa, descubro que su

esbelta espalda termina en un culo redondito y respingón.

—Yo seré su mesero —la voz suave me llega clara a pesar de la música bailable

que llena el lugar—, espero que esta mesa sea de su gusto.

Una de las grandes cosas que tiene el dinero es que te asegura siempre un buen

lugar, me imagino que hasta en el infierno eso ha de hacer alguna diferencia. Había

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Pasiones nocturnas 02

venido en varias ocasiones a beber unas copas y a conseguir alguna dama dispuesta a

compartir su tiempo conmigo.

—No te había visto aquí antes —no pude evitar comentarle a mi mesero.

El joven esperó que me pusiera cómodo en la silla, abriendo la cartilla del menú

la puso frente a mí.

—Tengo apenas una semana de estar aquí.

—Es extraño que un muchacho joven como tú no esté defendiendo su país —

comenté sin ningún espíritu patrio, era simple curiosidad. El país que llamé mío

alguna vez, ni siquiera existe más que como leyenda.

—No tengo la salud necesaria para ser un soldado —su pálida piel se tiñó de un

adorable sonrojo—. Tengo pulmones débiles.

La sed que resecaba mi garganta me exigió alimento.

—¿Cómo te llamas? —quise saber.

—Dimitry —esperé que me dijera su apellido, pero esto nunca sucedió—. Puedo

recomendarle un buen vino —su voz adquirió un tono profesional, que tengo que

admitir, no me agradó— Es de una cava que apenas logró salvarse del último

bombardeo y su dueño nos la vendió al restaurant antes de marcharse.

Con cierta parsimonia le dije lo que deseaba, una copa de buen vino nunca está

demás. Vi como el joven se alejaba en busca de lo que ordené, su culo oculto bajo las

telas del pantalón se movía a un ritmo que me pareció provocador. Una

desacostumbrada sonrisa se adueñó de mi cara, ese mocoso sin duda era uno de esos

pajaritos que revoloteaban en la cama de hombres adinerados. Aunque esta generación

lo niegue a muerte, muchos de los respetables ciudadanos masculinos disfrutan de las

gracias de un buen culo apretado. Llaman a esos chicos dispuestos mariquitas o cosas

peores, eso justo después de dejar su semen bien enterrado hasta el alma en ellos.

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Pasiones nocturnas 02

Dirigiendo una mirada aburrida, veo como hombres y mujeres se divierten en el

centro de la pista de baile, un jazz dulzón invitaba a los cuerpos a moverse, yo encendí

mi segundo cigarrillo desde que había llegado allí. No es que a mi cuerpo inmortal le

haga falta la nicotina, pero al menos me entretiene en las largas horas sin nada

interesante que hacer.

—Si desea algo más —la voz del mesero llamó mi atención.

—Deja la botella —le ordené. Los ojos del joven eran una mezcla curiosa entre

gris y verde, todo dependía del ángulo en que le diera la luz.

—¿Supongo que sabe cuánto cuesta? —el chico no pudo contenerse en preguntar.

—Puedo permitírmelo —le sonreí sin planearlo. El gesto fue hecho sin mostrar

mis dientes, ya que la sed estaba causando que mis colmillos salieran de mis encías en

toda su gloria.

—Lo siento —trató de disculparse, su sonrojo era adorable, la piel de su rostro

tomaba el mismo color que el de su cabello— yo no quise poner en duda el que usted…

—Tranquilo —aún a mí mismo me pareció extraño que me preocupara por el

bienestar de este humano, por lo general evitaba tener contacto amistoso con criaturas

perecederas— sé que en estos tiempos de crisis ya nadie tiene para derrochar.

El muchacho me mostró sus blancos y parejos dientes en una sonrisa apenada.

—Usted es muy amable —se encogió de hombros—, espero seguir viéndolo por

aquí.

Sin darme tiempo para decir nada, el joven pelirrojo de mirada triste navegó

entre las mesas, su culo respingón me hizo pensar que tal vez había cosas de las que

me estaba perdiendo. Una trompeta ronca rasgó el aire, me recordó el gemido de un

amante al llegar al cielo acompañado de su pareja. Apuré la copa de vino, esto me hizo

sentir más solo que nunca.

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Pasiones nocturnas 02

Los vampiros somos seres extraños. No lo digo solo por la necesidad de beber

sangre, la inmortalidad o el temor bien fundado a la luz del sol, sino por nuestras

manías. La botella de vino se fue vaciando, copa tras copa, el líquido carmesí recorrió

mi garganta aumentando mi sed. Una dama de cuerpo esbelto, piel color chocolate,

ojos negros como la noche que me da resguardo, todo acompañado de una voz sensual,

me trajo viejos recuerdos. Su canción hablaba de un amor triste, rasgado por la

indiferencia y el miedo, de una partida a la guerra y de una mujer que eternamente

esperaba. ¿Cómo pretenden levantar el ánimo de sus congéneres con letras así?

—¿Desea cigarros, señor? —una cigarrera se me acercó con la bandeja con

cajetillas.

El busto que parecía saltar del escote fue lo primero que noté de la joven, pero

fue la imagen del dulce camarero la que me hizo suspirar realmente.

—Deme una caja del más caro que tenga y un encendedor.

Los ojos aburridos de la chica se abrieron embelesados al ver los billetes que puse

como propina justo en el valle entre sus senos.

—Averigua dónde vive y a qué hora termina su turno ese camarero de allí —

señalé con un movimiento disimulado el lugar donde el pelirrojo servía mesas—. Si lo

haces antes de que me marche, te daré el doble.

—Como usted guste, señor —respondió de una manera bien ensayada.

Cuando menos, era lo suficientemente inteligente como para saber que algo era

de su entera conveniencia. La mayoría de personas, aun los que trabajaban en cabaret

de mala muerte, señalan con el dedo a quien se relaciona con su mismo sexo. En los

burdeles eran putos mal pagados y maltratados por ser hombres y por ende

aguantaban lo que viniera; olvidando que también eran seres humanos.

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Apenas pasaron unos minutos cuando llegó mi camarero, una fina arruguita

entre sus cejas me dejó saber que algo no le tenía para nada contento.

—¿Desea que le traiga algo para cenar? —sus palabras, aunque corteses, carecían

de esa delicada deferencia que antes me dedicara.

Estuve tentado a decirle que él sería mi cena ideal, el mejor de los vinos debía ser

aquello que recorría sus venas e hinchaba su corazón latido a latido.

—Algo de conversación estaría bien —señalé la silla vacía frente a mí.

Los ojos grises parecieron confundidos, durante una respiración o dos guardó

silencio.

—No sirvo de esa manera —los labios carnosos formaron una línea terca.

Una carcajada como no podía recordar haber tenido antes, brotó de mi pecho

hasta desbordarse en mi boca.

—De seguro tienes sangre irlandesa —comenté cuando logré calmarme— esa

enciende como yesca.

—Si hubiera tenido padre —se enderezó tanto como su pequeña estatura se lo

permitió— tal vez podría darle alguna razón, pero de seguro él era un tipo como usted,

que piensa que todo tiene precio, hasta la dignidad de una persona.

De inmediato mi buen humor se esfumó.

—No quise ofenderte, mocoso —yo había nacido en una época donde los

plebeyos conocían su lugar. Hay viejas costumbres que no pueden perderse

fácilmente—, así que vete a atender a otros clientes y déjame solo con mi botella, que

bastante cara me ha costado como para no tomarla con gusto.

El chiquillo se giró furioso, de no ser por mi vista vampírica quizás hubiera

pasado por alto el brillo de lágrimas que vi en esos ojos gris verdoso. Caminando entre

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las mesas nuevamente, él me dejó solo, la única diferencia es que esta vez me sentía

como un auténtico imbécil.

La joven cigarrera llegó cuando ya estaba pensando en marcharme cansado de

que el diablillo de cabello rojo me ignorara, a mí, a Gregorius Kaelo.

Entregándome un papelillo doblado, me dedicó un guiño mientras masticaba

chicle de una manera que pretendía ser sensual.

—Al jefe le gusta que si algún negocio se realiza en su cabaret, él tenga parte de

las ganancias. —Entregándome una nueva caja de cigarros agregó—: Si no quiere

meter al chico en problemas debe de ser discreto.

Como pago a sus servicios le entregué una buena propina, cosa que hizo sonreír

al tipo gordo que nos vigilaba desde una de las mesas cerca del escenario. Al parecer

la cigarrera tenía razón, esa sabandija tenía puesta la marca de la avaricia en su frente,

de la misma manera que Caín tuvo la suya.

La chica se marchó contoneando las caderas, aceptando con aires de aburrimiento

los pellizcos y nalgadas de los que se llaman a sí mismos caballeros. Tomando mi

sombrero me lo acomodé sobre la cabeza, arropándome en mi gabardina me enfrenté

a otra noche más en esa vieja ciudad. El papelito que la cigarrera me había entregado

seguía firmemente custodiado en la palma de mi mano cerrada. No había caminado

más de dos cuadras cuando bajo la luz de una farola, leí su contenido.

Harto de vagar pensé en marchar hacia mi mansión. En unas cuantas noches más,

sería nuestra despedida, el nuevo mundo nos esperaba a mi hijo y a mí. Dejando de

lado el paseo, noté como mi cuerpo me advertía de la pronta llegada del amanecer, era

hora de beber algo antes de irme a dormir.

Según el papelito que me había entregado la mujer, el joven pelirrojo vivía en una

mala zona de la ciudad, de seguro ya debía ir camino a su departamento. El solo pensar

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en probarlo hizo que mis colmillos emergieran y la sed volviera a patearme la boca del

estómago, quizás… beber un poco de sangre ardiente ayudaría con mi mal genio de

esa noche.

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Capítulo 2

Escondido en el baño de empleados, como el dueño de este cabaret llamaba a este

agujero entre la cocina y el infierno, me miré en el espejo. El chico que me observaba

en la imagen tenía los ojos grandes y una expresión de susto en el rostro que si no fuera

se trataba de mí, me habría dado risa.

El golpe en la puerta me sacó de mis lamentaciones, al parecer se me necesitaba

nuevamente en el salón. Un miedo nacido de la ansiedad se anudó en mi estómago, si

salía de este escondrijo tendría que enfrentarme con su mirada oscura otra vez.

Sabiendo que no tenía otra opción, lavé mi cara con el agua fría que salía del grifo,

tomé aire y me preparé para lo inevitable. De todos modos no era como que pudiera

dejar este empleo, por culpa de la maldita guerra no había mucho trabajo decente que

te diera para comer tres veces al día.

—El pedido de la mesa nueve ya está listo —me gritó una de las mujeres que

trabajaba en la cocina— apenas le sirvas, ven por la sopa de la diez.

Tomando aire comencé con la carrera contra reloj, esta noche el cabaret estaba

lleno, la bella Lola cantaba hoy, era su debut y al parecer a muchos les gustaba lo

suficiente como para dejar aquí sus ahorros. Con una bandeja en cada mano me fui

primero a servir el pedido de un par de hombres que por su ropa y maneras parecían

ser de la naciente mafia de la ciudad. Al servirles los platos guardaron silencio, no era

tan tonto como para quedarme allí más de lo necesario.

Con cuidado de no chocar con las parejas que se dirigían a la pista de baile, logré

servir los platos de la otra bandeja que llevaba. En todo momento sentí la mirada

oscura del extraño hombre que solo bebía copa a copa el contenido de la puta botella

de vino más cara que había en existencia.

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Es increíble lo motivante que el miedo puede llegar a ser, la noche fue pasando y

logré no dedicarle más de una o dos miradas al guapo caballero que desde la esquina

no dejaba de seguirme con la mirada. Soy un hombre, no debería hacer que me sudaran

las manos y tiemble mi pulso, tengo miedo de que todo esto sean ideas mías. En esta

época donde todos están asustados, la desesperación hace que las personas hagan

cosas estúpidas de las que luego se arrepienten.

Estaba terminando de servirle a una pareja de amantes, que ocultos desde su

mesa donde la luz de las lámparas casi no llegaba, se creían a salvo de las inclemencias

de la realidad, cuando me atreví a verlo nuevamente. El extraño hombre hablaba por

segunda vez con Ana. La conocía desde poco menos de una semana, pero según

escuché tenía una caja registradora bajo su falda. Sin poder evitarlo sentí celos, la idea

llegó como una gran roca de cantera cayendo sobre mi cabeza. ¿Quién era yo para

pensar que ese hombre era de mi propiedad?

Mis pies se movieron solos hasta llegar a donde estaba el hombre, el miedo se

había ido al diablo y ahora estaba enojado más allá de lo que la lógica dictaría. Le

pregunté si deseaba algo, al hacerlo sentí cómo sus ojos oscuros le daban un lento

recorrido a mi cuerpo. La tentación fue grande, me empujó hacia ese desconocido que

no dejaba de estudiarme como si fuera la cartilla del menú.

Si alguien me preguntara, no sé ni qué le dije cuando él me habló. Ese hombre

me confundía. En mi mente no dejaba de martillar la idea de: soy un hombre. A un

hombre no se le seca la garganta cuando otro se le insinúa.

Esta noche se me hará eterna.

Para colmo de males, Lola no deja de cantar esa melodía triste que te hace querer

envolverte en los brazos de alguien para llorar.

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Pasiones nocturnas 02

Las parejas en la pista de baile se pegaban una a la otra de manera que ni el aire

circulaba entre ellas; el humo del cigarro, la música dulzona, la tenue luz de las

lámparas, todo se confabulaba para hacerme sentir más solo que nunca. Ni el recuerdo

de mi madre que me esperaba en casa era suficiente para darme ánimos esa noche.

Solo rezo para que las horas pasen volando.

Por el rabillo del ojo observé cómo el extraño hombre se disponía a marcharse.

Un impulso me hizo querer ir hasta él y tomarlo del brazo y suplicarle que me llevara

lejos de ahí, que me mostrara aunque sea por una noche, eso de lo que todos hablan

como si fuera lo más increíble que te ha pasado en la vida. Estaba por dejar el trapo

con que estaba limpiando la barra, sucia de tanta cerveza regada y babas de borrachos

inconscientes, pero el miedo nuevamente me detuvo. Para hombres como yo hay un

nombre, sé lo que soy, aunque nunca haya actuado en consecuencia con lo que deseo.

Le veo marcharse, como quien ve a su última oportunidad partir mar adentro en

un viejo barco. Trato de convencerme de que todo son ideas mías, un hombre como

ese debe de tener una esposa e hijos en casa, un perro moviendo la cola en la entrada

y hasta una cerca blanca limitando su propiedad. Aunque he escuchado rumores de

hombres que bajo los efectos del alcohol se meten mano uno a otro, no creo que este

sea de esos. Se ha bebido una botella entera y camina con la espalda recta, los hombros

derechos y el paso firme, es demasiado hombre como para jugar de este lado.

—¡Apúrate! —me grita el barman. No lo puedo culpar, todos estamos cansados

y no falta mucho para el amanecer. Lo peor de todo es que no puedo dejar de pensar

en esos ojos negros, en esas manos grandes que sostenían una copa rebosante de vino

tinto. Me pregunto cómo se sentirá enredar los dedos en ese cabello negro, soltar la

coleta baja con la que ata su cabello y hundir mi nariz en él.

Desde la cocina se escuchan algunas maldiciones dignas de un marinero de la

naval, los clientes se han ido y todos terminamos a la carrera los últimos detalles antes

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Pasiones nocturnas 02

de marcharnos. El sonido de la puerta de salida al cerrarse a mi espalda me hace

respirar aliviado, metiendo las manos en los bolsillos de mi abrigo trato de apurar el

paso por entre esas calles vacías. En unas dos horas la luz del amanecer llenara de vida

a la ciudad, mi madre pronto despertará, solo espero que hoy su salud sea mejor que

la de ayer.

Es todavía de madrugada, todo está en silencio, de no ser por uno o dos borrachos

que andan dando tumbos buscan donde dormir, podría uno pensar fácilmente que ese

es el último habitante en la tierra. Encogiéndome dentro del abrigo trato de

mantenerme caliente, aunque no estamos en invierno. En la madrugada, la

temperatura son bajas en esta ciudad. Mirando al cielo trato de calcular si va a llover

o no… pescar un resfriado es lo último que necesito en estos días.

El sonido de un auto me hace apurar el paso, nadie decente transita a estas horas

de la noche. Lo único que quiero es regresar a casa y ver como esta mi madre, estos

últimos días la fiebre no le deja más que por breves lapsos de tiempo.

Como si el universo se burlara de mí, un auto se detiene justo al lado de la acera.

Poniendo todo mi empeño en ignorarlo sigo mi camino, a menos de dos horas del

amanecer ni las prostitutas se refugian en las esquinas. Conforme camino el automóvil

se mueve al mismo paso que el mío. Trato de imaginar qué tipo de persona conduciría

en estos tiempos un vehículo de lujo como ese; ninguna idea me tranquiliza.

—Sube y te llevo a tu casa —me habla un hombre desde el interior del coche.

Sin poder evitarlo me detengo de golpe, reconozco esa voz perfectamente.

—¿Es usted? —No se puede pedir que sea coherente cuando el hombre que ha

invadido mis pensamientos esta noche está allí.

—Sube —el tono en que me habla no me deja lugar para negaciones.

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Al ver que tardo en reaccionar el hombre abre la puerta y sale del automóvil. De

pie, allí, en la soledad de la calle, me doy cuenta que es un hombre alto, mucho más

alto que yo.

—Vivo algo lejos —balbuceo como un tonto—, a dos cuadras de aquí está mi

parada de autobús.

En lugar de retirarse enfadado, lo que hace es dar un paso más cerca, invadiendo

mi espacio vital.

—Si ofrezco llevarte —su voz tiene un tono bajo, tan profundo como los abismos

del mar—, estoy dispuesto a dar un largo paseo.

Cuando las personas hablan de mariposas en el estómago, de sentir que falta el

aire y el corazón se desboca, siempre había pensado que solo eran estúpidas

exageraciones. En buena hora me vengo a dar cuenta de que se quedaron cortos con la

descripción.

—Es solo que no quiero molestar —estoy seguro que estoy sonrojado, el ardor en

mi rostro no puede ser otra cosa. Con el dorso de su mano grande toca mi mejilla, lo

que hace que mis traidoras rodillas quieran doblarse al no sostener mi peso— ¿Qué

pretende usted de mí? —logro preguntar dando un paso atrás. Estoy seguro que de

seguir allí con él tan cerca mío, voy a acabar haciendo alguna estupidez.

—Todavía no lo sé —me habla sin delatar ninguna emoción, sus ojos negros son

imposibles de leer.

—Es mejor que me vaya a casa —bajo el rostro para que él no vea el cúmulo de

emociones que ahogan mi alma.

Su mano toma la mía, es un hombre acostumbrado a ser obedecido, eso resalta a

la vista.

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—Compláceme —me susurra al oído causando que un escalofrío recorra mi

espina dorsal. ¿Cómo negarme? En silencio ruego a cualquier Dios que esté dispuesto

a escuchar que me ayude a no caer de cabeza en el vacío. El olor de su colonia, una que

no puedo identificar, el tono de su voz, la mano grande que sostiene la mía… no logro

recordar una razón para negarme.

—Ni siquiera sé su nombre —mi voz tiembla.

El hombre acaricia el dorso de mi mano con el dedo índice con movimientos

circulares que hacen que mi vientre se encoja.

—Gregorius Kaelo —me responde, como si su nombre fuera un conjuro me hace

caer en su hechizo. Es un hombre extraño.

—Está bien —sonrío tratando de disimular mi miedo—. Tengo que regresar a

casa antes del amanecer, mi madre es una mujer enferma y necesita cuidados.

El hombre más alto me observa, siento que él es un depredador y yo su

desprevenida presa.

—Entonces es mejor que subas ya —me abre la puerta en clara invitación.

Yo subo, eso es lo que hago. El hombre da la vuelta y se sienta del lado del

conductor, juro que jamás había estado sentado sobre asientos de cuero legítimo, de

seguro es el legendario trabajo de los italianos.

—¿Dónde vives? —me pregunta mientras el motor ronronea respondiendo al

encendido.

Respiro profundo, en ese momento me doy cuenta que había dejado de respirar.

Le doy mi dirección, solo espero no me haga bajar después de saber que tendrá que

cruzar la ciudad. Él no parece molestarse después de escuchar mi explicación.

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Pasiones nocturnas 02

—Trabajas lejos de tu casa —habla el hombre mientras sigue conduciendo por las

calles desiertas—. En caso de bombardeo…

—Lo sé —me encojo de hombros—, todos dependemos de la suerte en estos días.

Él asiente, nadie es ajeno a las amenazas del alemán con ínfulas de Dios. En los

últimos dos años las cosas se han deteriorado mucho: no hay trabajos, la comida

escasea, cuesta un mundo conseguir tela para hacer ropa, el metal, todo va a parar a la

milicia. Son pocos los privilegiados que se jactan de tener dinero para malgastar.

—¿Vives con tu madre? —pregunta el señor Kaelo dedicándome una mirada

enigmática— ¿Qué edad tienes?

Me muerdo los labios, nervioso.

—Acabo de cumplir los dieciocho —no quiero parecer un niño perdido.

—Me dijiste que no tienes padre —continuó el extraño hombre como si decir

aquello fuera pan diario en una época donde una mujer soltera con un hijo a cuestas

es casi una blasfemia—. Eso quiere decir que tú la cuidas solo.

—Es mi deber —traté de no dejar ver que por primera vez en mucho tiempo

siento que el sacrificio de mi madre al tenerme tal vez no fue un error tan grande.

—Es mucha responsabilidad —en la frente del señor Kaelo se dibuja una arruga

entre sus cejas—, deberías estar estudiando y no trabajando en cabaret de dudosa

reputación.

La risa que se me escapó no es de alegría. La vida es una broma y a veces no

queda más remedio que reírse de ella.

—Yo soy como muchos en esta ciudad, al menos yo pude conseguir un trabajo

que paga lo suficiente para no morir de hambre.

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Pasiones nocturnas 02

El hombre sentado junto a mí solo asintió en silencio. Al cabo de unos minutos,

habló:

—Creo que ya estamos llegando —al ver hacia afuera me di cuenta que un coche

es mucho más rápido que el autobús, ya estábamos a unas cuantas cuadras de mi

departamento.

—Gracias —le dije cuando aparcaba en la cera frente al maltrecho edificio. Con

suerte los aviones bombarderos pensarían que este ya había sido víctima de la metralla

y le dejarían tranquilo.

El hombre bajó del coche cuando ya estaba yo con los pies en la calle.

—Ten una buena noche —dijo sacando algo de dinero de su billetera y me los

puso en la mano.

En lugar de agradecer el gesto, sentí como si aquello fuera una ofensa, como si él

me tratara como a Ana. Yo soy un maldito hombre, puede que no me sintiera atraído

por las mujeres, que fuera otro hombre el que me hiciera trastabillar, pero de allí a ser

el mantenido de un tipo con trajecito de niño rico, eso jamás.

—Le agradezco su gesto —traté de ser lo más educado que pude—, pero usted

me confunde… no me puede entregar un dinero que no he ganado.

La mirada oscura del hombre me observó detenidamente sin apartar la vista de

la mía, era como un soldado buscando el punto débil de su enemigo.

—Un hombre con su madre enferma no debe despreciar la ayuda que se le ofrece.

Sin saber que hacer o qué decir, me di la vuelta y le dejé allí solo en la acera. A

estas horas de la madrugada ni los maleantes están despiertos.

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EL NEÓFITO DEL VAMPIRO
Pasiones nocturnas 02

Capítulo 3

Una vez más el mocoso impertinente se marchaba, de no ser porque la luz del sol

ya amenazaba por irrumpir entre las nubes, de seguro le habría dado cacería. Mi hijo

me espera en la mansión, quedamos en vernos allí, había liberado a su último esclavo

hacía algunas décadas, últimamente siento que necesita alguien fijo a quién dedicar su

tiempo.

Subí al automóvil, no deseaba perder el tiempo; el amanecer pronto llegaría

trayendo consigo el peligro de los rayos del sol. Aprovechando que mi enfurruñado

pasajero se había quedado atrás, decidí probar si el motor de este auto era tan rápido

como el vendedor insistió que era. No tardé más que unos minutos, mis reflejos

superiores a los de un humano me llevaron a las puertas de la mansión a una velocidad

de vértigo.

El refugio que conformaba esa construcción era del más puro estilo gótico. Y no,

no la construí yo, hasta para un vampiro era demasiado lúgubre. Dejé mi coche en el

garaje, al entrar me cercioré de que todas las ventanas estuvieran selladas.

Era hora de ir a mi estudio, esperar a mi hijo solía llevar mucho de mi tiempo.

Al entrar lo encontré sentado en el sillón de mi escritorio, los tobillos cruzados sobre

la fina madera de caoba bien pulida.

—Más te vale que no le hayas hecho ninguna rayadura —le advertí. Realmente

me gustaba ese viejo mueble.

La sonrisa de comemierda de Dante era legendaria.

—No te preocupes, padre… según escuché, en menos de un mes, todo esto será

ceniza.

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Pasiones nocturnas 02

Me hubiera gustado tener algo que rebatir al respecto, pero la verdad es que a

cómo iban las cosas no había otro posible resultado. Europa se destruiría a sí misma

en esta gran guerra, como si con la primera no hubiera sido suficiente.

—¿Todo está listo para el traslado? —Le pregunté mientras caminaba hacia mi

lugar detrás del escritorio.

Mi hijo podía ser algo cabeza dura, pero no era ningún idiota, al menos no uno

del todo, así que al ver que me acercaba, en un ágil movimiento se puso de pie.

—He alquilado un barco completo —se encaminó hacia el pequeño bar que había

en la esquina—, fue algo difícil por culpa de tanta escaramuza. Viajar en mar abierto

tiene cierto peligro.

Sin decir nada esperé a ver como mi hijo se servía algo de whisky, yo suelo

preferir el vino tinto. Somos familia, lo único que nos queda a ambos. Obligado por las

circunstancias acabé convirtiendo a mi propia descendencia en un caminante de la

noche. En ese tiempo librábamos una guerra que en su momento nos pareció digna de

lucharse, ahora pasados los siglos, puedo decir que nada valió la pena si el precio era

perder a casi todos mis hijos y a su madre.

—¿Otra vez está relamiéndote en viejas heridas, padre? —su voz me llegó fuerte

y clara. Él cree comprender, pero era joven cuando lo convertí, para estas alturas estoy

seguro que nunca sabrá lo que es amar tanto a alguien como la amé a ella.

—Metete en tus propios asuntos —traté de silenciarle, es difícil que te digan la

verdad a la cara.

—Jolahus dice que viajará con nosotros —decidió cambiar de tema.

—Recuérdale que si desea llevar algo consigo debe llevarlo al puerto un día antes

que embarquemos.

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EL NEÓFITO DEL VAMPIRO
Pasiones nocturnas 02

Ese vampiro alocado no me molestaba, era de esos para los que la vida era una

fiesta eterna. Quién lo convirtió fue un vampiro que fue su amante. Es curioso como

para los humanos todo lleva tanto trámite cuando no viven más que un siglo. Para los

caminantes de la noche todo se reduce a un cuerpo más una cama, eso es todo lo que

se necesita para pasar un buen rato.

—Se lo advertí —los dientes blancos de mi hijo se mostraron en una sonrisa—

pero dijo que viajando conmigo no pretendía usar mucha ropa.

Llevando mi mano a mi frente trate de recordarme que a los vampiros no suele

dolernos la cabeza.

—Ahórrate los detalles.

La carcajada relajada de mi hijo me dio envidia, me gustaría tener esa capacidad

de cambiar de amante con la misma facilidad que cambiaba de zapatos.

—¿Bebiste algo antes de regresar? —todo rastro de sonrisa se borró de sus labios.

La imagen de mi capricho pelirrojo llegó a mi mente perfectamente bien

dibujada, la tristeza en sus ojos grises lo hacía ver aún más hermoso.

—Mañana lo haré.

—Cuidado con eso, padre —con un vaso lleno del líquido dorado, caminó hasta

quedar frente a mi escritorio—. En estos días muchos de los nuestros se están

convirtiendo en “condenados”… al parecer la desesperación se contagia.

—Lo tomaré en cuenta —mi malhumor era característico cuando la sed cruzaba

los límites de lo manejable—. Por ahora dormiré el día.

Sentándose en la silla frente mío, se cruzó sus piernas en un gesto relajado.

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Pasiones nocturnas 02

—Ya quiero marcharme de aquí… en estas tierras no hay nada para nosotros… a

Jolahus se le ha metido entre ceja y ceja que tiene que cruzar el mar, esta tan

desesperado por ello que hasta podría sentirme celoso.

No pude evitar reírme, la amistad de mi hijo con ese tal Jolahus me recuerda a

los niños que jugaban en mi castillo, en un momento eran enemigos acérrimos y

minutos después eran aliados probados.

—Tu madre descansará bien donde está —aunque es duro hablar de esas cosas,

no deja de ser necesario—. En esas montañas ni los animales salvajes se atreven a subir

tan alto.

—Lo que nosotros llamábamos hogar para ellos no es más que zonas agrestes —

La tristeza en sus ojos me dio esperanza que él todavía era capaz de sentir algo por su

madre—. Ella descansará bien allí. Las ruinas de nuestro viejo castillo la protegerán.

Poniéndome de pie me dirigí a la puerta.

—América es nuestro destino.

En mi habitación todo estaba embalado, listo para el traslado, solo mi cama se

mantenía entera. Cansado de una manera que los mortales no podrían entender, la luz

del sol que bañaba el mundo exterior, me consumía en una pequeña muerte.

Extrañamente mi último pensamiento antes de dormir no fue dedicado a mi esposa,

sino a un pelirrojo de ojos tristes que invadió la conciencia que minuto a minuto se

apagaba.

Un fuerte ruido en la puerta me despertó, por lo general soy el primero en

levantarme al caer la noche. Al sentarme en la cama descubrí que no me había

desvestido antes de acostarme.

—¡Ya voy! —Grite molesto. Tenía que buscar pronto a algún donante de sangre,

el dolor en mi garganta me lo recordó apenas desperté.

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Pasiones nocturnas 02

—Tenemos que salir —la voz de mi hijo carecía de su característico tono

chulesco—. En cualquier momento tendremos visitas.

Eso hizo que saliera de la cama, poniéndome los zapatos me dirigí al baño,

necesitaba refrescarme y cambiarme la ropa antes de ver quienes nos honraban con su

visita.

Al salir de mi habitación me dirigí directamente a la escalera, apenas pisar el

último escalón vi a mi hijo, la espada en la funda atada a su espalda, dos armas de

fuego a sus costados. Orgulloso sonreí, mi hijo era un vampiro temido, mi digno

descendiente.

—¿Quién viene? —pregunté apenas llegar a su lado. Dependía de la visita el

arma que convocaría.

—Dos brujas —se encogió de hombros como si tal cosa no fuera digna de un

segundo pensamiento.

—¿En esta ciudad? —En ese momento supe que tendríamos problemas. Esas

criaturas no se muestran al menos que tengan una buena razón. Para los vampiros su

sangre es invaluable, ya que potencian habilidades. Mi hijo y yo tenemos ciertas

ventajas sobre los demás vampiros, ya que a una bruja con la que hicimos un pacto nos

concedió el don de su sangre voluntariamente.

Con la certeza de que aquello era inevitable, abrí las pesadas puertas de la

mansión. Para nosotros, este lujoso edificio no era más que un gran mausoleo donde

nos refugiábamos del sol. Fuera, el cielo nocturno estaba plagado de estrellas, mi hijo

me seguía resguardando mi espalda.

Frente a los intrincados hierros que conformaban la reja que nos separaba de la

calle, estaban las figuras de dos mujeres vestidas como cualquier hija de vecino. Una

parecía una señora entrada en los cincuenta, falda negra plisada de paletones, una

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Pasiones nocturnas 02

blusa color crema y un abrigo de botones abierto al frente, era la viva imagen de ama

de casa actual. La joven junto a ella, llevaba el cabello recogido, su rostro no denotaba

más de veinte años. De seguro se trataba de maestra y discípula.

Con un movimiento de la mano de mi hijo, la pesada reja chilló al abrirse.

—Bienvenidas —hice una leve inclinación de cabeza en señal de mutuo respeto.

Ella respondió con una sonrisa que dejó ver unos parejos y blancos dientes.

—El gran Gregorius Kaelo —luego refiriéndose a mi hijo, agregó— y el temido

Dante Kaelo.

Mi hijo, además de mi heredero había sido mi general, así que sabía cómo

comportarse en tales circunstancias. Él era de los que preferían la espada a la

diplomacia, pero si era necesario podía mantener su prolija boca cerrada.

—Señora —sonrió dejando ver sus colmillos—. Señorita.

La más joven de las brujas se sonrojó al ver la zalamería de mi hijo, solo esperaba

que no le diera por seducir brujas. La ira de una hechicera despechada era legendaria,

nadie en su sano juicio querría tener a una de esas criaturas tras sus huesos con sed de

venganza.

—¿No nos invita a pasar? —la mayor de las brujas nos miraba con expresión

beatífica. No había vivido tantos años por ser estúpido, así que no me dejé engañar por

las meras apariencias.

—Creo que lo más justo sería, mi querida señora —le respondí con la galantería

propia de cuando era aún humano—, que usted nos compartiera los nombres de

ambas.

La sonrisa de las mujeres se borró.

—Me parece justo —aceptó— Mi nombre es Darakne y ella mi pupila, Arayme.

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Pasiones nocturnas 02

Los verdaderos nombres eran algo sagrado que una bruja no acostumbraba

compartir, ya que esto le daba cierto poder a quién lo conocía.

En respuesta me aparté del camino, el portón abierto fue clara muestra de mis

intenciones.

—Darakne y Arayme, sean bienvenidas a nuestra humilde morada.

Con paso lento llegamos hasta la entrada de la mansión.

—Por razones notorias —conversé con la mayor de las brujas—, tengo un vino

viejo que quizás le resulte reconfortante.

—Esa es una de las ventajas de vivir tantos siglos —la conversación transcurría

relajada— se te olvida algo en alguna esquina y luego se convierte en un objeto

invaluable.

La más joven de las brujas, Arayme caminaba detrás de la mujer, sus grandes

ojos curiosos parecían querer abarcar todo en una sola mirada. En realidad no podía

culparla, la vieja mansión era un museo en sí misma, era realmente una lástima tener

que dejar tantas cosas hermosas para que fueran destruidas por algún bombardeo

indiscriminado.

—Pónganse cómodas —invité a las damas para que se sentaran en uno de los

sillones que todavía no estaban acomodados para la mudanza—. Disculpen la falta de

modales, pero realmente me sorprende la visita de ustedes.

La mayor de las brujas se tomó su tiempo antes de responder, su semblante se

tornó severo.

—Desde que se supo que ustedes dos abandonarían la ciudad, algunos

indeseables se han propuesto venir hasta aquí. Habrá luchas territoriales, lo que traerá

consigo a los cazadores humanos. Eso nunca deja nada bueno.

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Pasiones nocturnas 02

Con el rabillo del ojo observé como la mandíbula de mi hijo se tensaba, en ese

leve movimiento, imperceptible para alguien que no le conociera, supe que él le daba

la razón a Darakne.

—¿Qué propone? —pregunté a la dama. Una mujer con la inteligencia que

denotaba sus ojos tranquilos, no era las que se presentaban a la casa de un vampiro

solo para tomar el té.

—Mis hermanas que viven en Alemania y otros países ocupados, están siendo

perseguidas —enderezándome en la silla ella tuvo toda mi atención—. El joven Adolfo

conoce más del submundo de lo que muchos de nosotros creíamos posible.

—Solo nos falta que este alborotador se convierta en otro cazador —me crucé

de brazos. Las cosas se estaban tornando algo complicadas.

Mientras la mayor de las brujas hablaba, Arayme le dedicaba miraditas

interesadas a mi hijo. Dante estaba demasiado concentrado en las palabras de la otra

bruja como para tomarle atención a una párvula.

—¿Desea algo de vino? —interrumpió mi hijo. Aún con todas esas armas

encima, el muchacho podía ser todo un caballero

—Si no es mucha molestia —la dama sonrió—. Creo que las malas noticias es

mejor bajarlas con algo de buen vino.

—¿Y usted, señorita? —le preguntó a la más joven.

—Sírvale lo mismo —respondió Darakne sin darle tiempo a la chica de dar su

opinión—, es bueno que adquiera el gusto.

Pacientemente esperé que las copas del viejo vino estuvieran en las manos de

las damas. Ambas mujeres bebieron despacio del preciado líquido.

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Capítulo 4

—Es un excelente vino —dijo Darakne al terminar el contenido de su copa.

Una ventaja de ser inmortal es que tienes tiempo de sobra para perder, así que

dejé que los minutos pasaran. Al terminar las mujeres se dedicaron una rápida mirada,

como si una decisión hubiera sido tomada en la silenciosa conversación, ella comenzó

a hablar nuevamente— Ellos no nos persiguen para matarnos— una sonrisa irónica se

dibujó en su rostro— al parecer nos quieren para usarnos como una arma en la guerra.

La expresión en el rostro de mi hijo fue de franca sorpresa, las dos mujeres solo

asintieron y yo… yo no sabía muy bien qué pensar. Poniéndome de pie ya no me

molesté en ocultar mi preocupación, ahora era yo el que necesitaba algo para bajar la

noticia. Era como si los más grandes temores de los ciudadanos de la noche se

materializaran frente a mis ojos.

—¿Tienen certeza de nuestra existencia? —Decidí ir justo al punto.

—Ellos nos buscan —habló por primera vez la bruja más joven— pero todavía

no tienen seguridad de nada… Ese hombre, Adolfo, se deja llevar por historias, por

relatos antiguos, tiene unos deseos desesperados por creer. Él no solo quiere a Europa,

él también persigue la inmortalidad.

La mayor de las brujas se puso de pie, llegando hasta el lugar donde yo me servía

la copa de vino, me habló dejando saber lo impactada que estaba por todo ese asunto—

Atrapó a dos brujas, las hermanas de esta jovencita. Ellas murieron sin dejarle saber

qué eran… En algún momento nos va a descubrir. Hasta ahora lo que hace no es más

que prueba y error.

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Pasiones nocturnas 02

—Pero cuando tenga certeza… —para estas alturas ya me sentía viejo, no creí que

llegara la noche en que algo me sorprendiera. Por lo que escuchaba de labios de esa

mujer, me había equivocado terriblemente.

—A lo que he venido —puso la copa vacía sobre la barra del pequeño bar que

había entre nosotros— es a pedirte que nos preste esta casa. Es una edificación antigua,

viejos hechizos la protegen, quiero traer aquí a mi aquelarre. La excusa será que

vinimos aquí como voluntarios para ayudar en la confección de equipo para los

soldados que luchan en el frente.

Dante seguía de pie, la joven hechicera mantenía la mirada dirigida al piso de

mármol, de seguro le gustaba mi hijo.

—¿Qué ganaremos con todo esto? —Con las brujas era mejor dejar las cosas en

claro.

—Enviaremos a una bruja a tu hogar en el Nuevo Mundo, ella asegurará la

propiedad de manera que sea prácticamente inexpugnable.

Cruzándome de brazos le dediqué una mirada desconfiada.

—¿Por qué no marcharte con tu aquelarre a América? —La increpé— ¿por qué

quedarse en este lado del mundo?

La mirada de la bruja se endureció.

—Tenemos nuestras razones… así que piénsalo bien… un pacto con nosotros te

sería beneficioso. Eres Gregorius Kaelo, no eres conocido por ser un tonto.

—Mi hijo y yo analizaremos la propuesta, déjanos tu número de teléfono y te

informaremos cuál fue nuestra decisión —le aclaré.

La dama enderezó su espalda, no había que engañarse por su constitución

pequeña y delicada. Era una mujer poderosa, podía sentirlo. Aunque de las dos, la más

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Pasiones nocturnas 02

joven era quién más me preocupaba, era como si su magia fuera inexistente. Solo los

más poderosos son capaces de ocultarse a ese nivel, no creía que esa bruja perdiera el

tiempo con alguien que no estuviera a su altura.

—Eres de las pocas personas en este mundo que son capaces de rechazar un pacto

con las brujas —la dama no parecía contenta.

Me encogí de hombros, sé que no era un acto muy maduro de mi parte, pero no

había más.

—No me estoy negando —le dije—, lo que ocurre es que me tomo muy en serio

toda esta situación.

El humor de la bruja pareció aplacarse un poco.

—Será como dices… esperaremos una respuesta, solo pido que no llegue

demasiado tarde.

La mayor fue hasta la más joven, que aún se encontraba sentada en el sillón—

Creo que todo lo que tenía que hablarse, ya se habló— le dijo a la muchacha— Es hora

de irnos.

La joven se puso de pie en silencio, al parecer era tímida o era de las escasas

mujeres que había en el mundo que no le gustaba malgastar palabras.

—Acompáñalas a la salida —le ordené a Dante.

—Señora, señorita —les guió en busca de la puerta.

—Señor Dante —la más joven se volvió para encarar a mi hijo—, en América

encontrará una parte de usted que está perdida. Sólo debe esperar, sin buscar lo

encontrará.

Mi hijo estaba por abrir su gran bocota, lo conocía lo suficiente para saber lo que

pensaba del don de la clarividencia, así que mejor lo interrumpí.

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—Le agradecemos sus palabras… yo también espero que sus buenos augurios se

cumplan.

—Es hora de irnos —le recordó la bruja mayor a Arayme. La chica solo asintió y

siguió su camino como si nada.

Al salir ambas mujeres me di cuenta de lo tenso que estaba cuando un peso en

mis hombros se alivianó. Muchos de mi especie temen a los hombres lobo, yo en

cambio sé de lo que son capaces las brujas. Aunque Darakne no lo dijo, sé que su mayor

temor estaba en que un traidor se aliara a ese tal Adolfo, magia negra y un

megalómano no era buena combinación.

—¿Qué piensas de todo este asunto? —La voz de mi hijo me sacó de mis

pensamientos. Mirando la noche a través del ventanal, me dio cierta melancolía lo que

se perdería en un futuro.

Tomando aire me aparte del cristal para mirar a la cara a mi hijo.

—Todo lo que de alguna manera está vivo —le recordé— puede morir.

Él asintió con un leve movimiento de cabeza.

—Eso me lo has dicho muchas veces.

—Y no deja de ser verdad —buscando otra copa de vino me acerqué al pequeño

bar—. Lo mejor que podemos hacer es aliarnos con las brujas, darles esta mansión y

desearles suerte. Nuestros planes de marchar a América siguen en pie.

Los puños cubiertos por guantes negros se apretaron tan fuerte que pensé se

haría daño.

—¿Me vas a decir que crees en esas patrañas de las brujas? Lo mejor que podemos

hacer es ir a Alemania y mostrarle a ese ingenuo humano lo que ocurre cuando juegas

con lo que no debes.

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El sonido del líquido al caer en mi copa fue lo único que se escuchó por algunos

segundos, mi hijo era algo terco, por decir poco.

—Sé lo que hago —le reté— gracias a eso seguimos vivos… yo he aprendido de

mis errores, errores que me hicieron perder a mi familia. No estoy dispuesto a arriesgar

lo único que me queda por algo que otros pueden solucionar.

—No me gusta esto, padre —dio un paso hasta donde me encontraba—. Somos

guerreros…

Puse la copa ya vacía sobre la barra del bar, la sed lograba que mi garganta

doliera.

—Tú, mi querido hijo, eres de los ingenuos que creen que las brujas son de tomar

en broma —me reí al ver la cara de consternación de Dante—. Puedo jurarte que

Adolfo firmó su sentencia en el momento que una bruja dejó de respirar por su causa.

Por eso les dejaré esta mansión, tengo una idea de por qué están tan interesadas en

quedarse dentro de estas paredes.

—A veces realmente no te entiendo, padre —Dante se sirvió otra copa de licor.

—¿Recuerdas a la joven que se suicidó en Alemania, la muy amiga de Adolfo? —

sonreí como quién se sabe ganador antes de comenzar la lucha— Según se dice era

amante de Adolfo… y si no me equivoco, era nieta de Darakne. Si ese hombre sabe

algo de la existencia de los sobrenaturales, fue por causa de una mujer enamorada.

La copa que Dante dirigía a su boca, quedó en el camino.

—¡Mierda! —Fueron sus sabias palabras ante lo escuchado— Ahora te entiendo,

es mejor dar espacio. Esto va a reventar y a ponerse feo…

Mi sonrisa fue un gesto cansado.

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—Dejado claro este asunto, seguiremos con nuestros planes iníciales. No hay

ninguna razón para cambiarlos.

Dante terminó de beber su vino.

—Está bien… por ahora iré a buscar a Jolahus. Tenemos unos asuntos que

arreglar antes de tomar el barco.

Le vi marchar, este chico era mi constante preocupación. Lo había convertido

demasiado joven, su infancia fue una lucha junto a mí. Estábamos en guerra, a la

muerte de su madre y hermanos, decidí que mi hijo moriría en el campo de batalla y

no degollado sobre su cama al dormir. Con esa consigna mi muchacho se hizo adulto,

ahora era un hombre cínico, tozudo, un guerrero que en tiempos de paz podría

convertirse en un peligro para sí mismo y los demás.

La sed me recordó que debía buscar de quien beber, el vino era bueno mientras

pasaba por la garganta, aunque después el ardor solo aumentaba. Recordando al

bonito pelirrojo, decidí que era bueno idea ir a ver cómo iban las cosas, beber de su

sangre me tentaba. Desechando esa idea decidí que si algo me llamaba con tanta

fuerza, es que debía evitarlo con la misma insistencia. Por el momento iría a buscar un

donante que no amenazara con traerme problemas que no deseaba.

Al salir de la mansión, la noche me abrazó con sus largos brazos teñidos de

misterio y oscuridad. Mi hijo prefiere usar esa máquina del demonio, como los

humanos más sensatos llaman a las motocicletas, yo por mi parte prefiero una

reconfortante caminata. Vestido de negro, mi cabello oscuro peinado en una coleta

baja, un sombrero que oculta mis ojos y mi gabardina larga, todo esto me hace parecer

una sombra más.

Lo que yo llamo caminata, los humanos apenas si pueden notar como una

mancha borrosa que parece estar allí para luego desaparecer. Esta noche la sed guiaba

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mis pasos, soy una bestia de cacería, mi presa me espera en algún recoveco de la

ciudad. Mi hijo caza guiado por la lujuria, yo lo hago por la necesidad, así que busco a

alguien que se merezca una mala experiencia.

Unas cuantas calles y logré escuchar a una mujer pidiendo ayuda, por la zona de

donde viene sé que se trata de alguna de esas damas que venden sus amores al mejor

postor en las esquinas. Aligerando mi paso en segundos llegué hasta el lugar. Un tipo

robusto trataba de asfixiar a una chica menuda, apenas si tendría los dieciocho años,

estaba por morir.

—La niña ha dicho que no —mi voz era calma, casi aburrida. Esto lo había visto

muchas veces, era triste ver cómo la gente se recicla, la misma cosa con diferente cara.

—Esto no es asunto tuyo —el tipo sonrió dirigiéndome una mirada prepotente—

mejor vete a comprar vino caro y déjame a mí con mi diversión.

Algunos humanos son idiotas, así de simple. Acercándome deje que percibiera el

peligro en el que se encontraba. El callejón estaba oscuro, el olor a basura y otros

desechos acompañado por el sonido del llanto de la chica hacía parecer aquello como

la antesala del infierno.

—Déjala ir —ordené.

El hombre la soltó, la joven cayó inconsciente sobre el pavimento. Sabía que

estaba viva por qué su corazón aún latía.

—Eso te ha ganado una muerte rápida —sonreí mostrándole mis afilados

colmillos.

—Voy a partirte el cuello —el tipo era el típico borracho con más músculos que

cerebro.

La verdad es que no quería perder el tiempo, ese hombre estaba muerto y no

hacía falta alargar el trámite.

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—Nos vemos en el infierno —le dije a manera de despedida.

Su sangre calmó mi sed, justo cuando estaba en el límite, me retiré. El sonido del

cuello al partirse fue música para mis oídos. Ese hombre no volvería a lastimar a nadie.

Un vampiro siempre debía cuidarse de no beber ese último aliento, eso aumentaba la

fortaleza, pero con el tiempo consumía como cualquier otra droga a los mortales. Es lo

primero que se le advierte a un neófito recién convertido.

Saciada mi bestia interior, una segunda necesidad se adueñó de mí, una que tenía

más que ver con la estupidez humana que con la beligerancia de mi raza. En fin, unos

ojos tristes se adueñaron de mis pensamientos, mi cuerpo entero vibraba de necesidad,

era un cazador en busca de su presa. La joven estaba tirada contra el sucio pavimento

del callejón, un cadáver al lado suyo, usualmente soy muy cuidadoso, pero esta noche

no estoy de humor para los detalles.

En la oscuridad de la noche me muevo, soy una exhalación. Mi caminar no es

humano, me deslizo como los recuerdos en la conciencia de un moribundo. El cabaret

está abierto, el mismo matón de cuerpo grande y mirada cansina me mira desde la

puerta de entrada. Es curioso como en tiempos de guerra los más beneficiados son

estos lugares de perdición, dónde durante algunas horas las personas viven la fantasía

de qué todo está bien.

Con una leve inclinación de cabeza saludo al gorila, que abre la puerta para mí

sin detenerse a darme una segunda mirada. El lugar se ve justo como lo recordaba, un

cabaret con mesas desperdigadas alrededor de una pista de baile, al frente un escenario

de donde una banda en vivo acompaña la voz de una bella dama, dando la excusa

perfecta para bailar. Un camarero llega hasta mí. Lastimosamente no es mi pelirrojo

de mirada triste.

Un prevé intercambio de palabras y me guía hasta una mesa en el fondo. Una

lamparita como centro de mesa aunado a la poca luz que irradiaban las luces del techo

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Pasiones nocturnas 02

le daba al lugar la intimidad necesaria. El humo del cigarrillo enturbia el aire, un jazz

que nunca pasaba de moda hacía que las parejas se movieran a su ritmo.

Vacié la primera copa de whisky, el calor del alcohol bajó por mi garganta. Soy

un ser inmortal, el tiempo para mí no es más que la sucesión de días de sueño profundo

y noches de cacería. Encendiendo un cigarro inhalé el tabaco, exhalando bocanadas de

humo fumé mi impaciencia.

La joven cigarrera llegó justo como la vez pasada, sus caderas redondeadas se

mecían como los barcos en altamar, los pechos como dos duraznos maduros se

asomaban por un escote simplemente indecente.

—Señor —su saludo iba acompañado de una sonrisa ambiciosa, de seguro no

olvidaba como mis billetes se acomodaban bien en el valle entre sus senos.

—¿Dónde está el mesero de cabello rojo? —Le pregunté sabiendo que esa mujer

entendía perfectamente tras qué andaba yo.

La sonrisa en su rostro se cayó como un trasto viejo contra el frío piso.

—No vino hoy —en su respuesta, el nerviosismo era latente.

—¿Cuándo regresará? —Insistí. La copa entre mis manos crujió al ceder a la

presión que ejercían mis dedos.

—Le ruego que no me pregunte más —los ojos de la chica se desviaban de cuando

en vez hasta una de las esquinas del salón.

Pude sentir como mis ojos se convirtieron en dos pozos oscuros.

—Puedo jurarte que si tu jefe puede lastimarte —le dejé en claro—, yo puedo

hacerte un daño que va más allá de lo físico.

El cuerpo entero de la chica tembló.

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—Solo sé que el jefe lo golpeó fuerte en la cara y lo envió a casa… le dijo que tenía

que estar listo para mañana en la noche.

—¿Listo, para qué? —Mi voz calma solo presagiaba tempestades.

—Yo soy solo una cigarrera —trató de sonreír—. No puedo saberlo todo.

Extendiendo mis labios sonreí sin mostrar mis dientes.

—Sé que te gusta el dinero —le seduje como el demonio que era—. Bien es cierto

que puedo lastimarte, pero también es verdad que puedo convertirte en una mujer rica

si me conviene hacer negocios contigo.

La chica se inclinó, poniendo a escasos centímetros su busto turgente.

—¿Algo que valga la pena? —ronroneó junto a mi oído.

Sintiéndome observado, supe que el dueño del cabaret no apartaba los ojos de su

cigarrera. Mi ropa cara, mis aires de señor con dinero para gastar, todo esto solo

excitaba la codicia del hombre. Tal vez hubiera sido inteligente que pensara que yo era

un policía metiendo sus narices a donde no le llaman… aunque si se analiza bien, en

estos tiempos nadie está para meterse con otra cosa que no sea la gran guerra.

Dándole una nalgada a la chica, puse una jugosa propina con mi otra mano en su

escote.

—Quiero saber todo referente al camarero pelirrojo.

—Como usted ordene —dijo mientras me dejaba una cajetilla de cigarros sobre

la mesa.

Si alguien me preguntará por qué tanta necedad con el chico, no podría

responderle. Mi corazón murió junto a mi esposa, mi lealtad está empeñada con mi

hijo. Sé lo que soy: un vampiro sin alma que deambula en la noche. El temor de qué

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Pasiones nocturnas 02

Dante se pierda así mismo y se convierta en un “maldito”, es lo único que hace que no

me haya entregado al fuego del sol hace tanto tiempo.

Bebo unas cuantas copas, hoy no estoy de humor para vino, la bebida dorada es

lo que me acompaña lo suficiente para marcharme de allí sin que nadie sospeche de

mis verdaderas intenciones.

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Capítulo 5

Lo vi marcharse, su automóvil dobló la esquina, perdiéndose de mi campo de

visión. Se había ido. Esa no podía ser la estúpida razón por la que por mi mejilla una

gota de algo salado se escurriera hasta caer al duro pavimento. Ni siquiera yo podía

ser tan patético. Recordando que tenía una madre y que esta estaba convaleciente en

cama, me decidí a subir las interminables escaleras hasta el tercer piso. El puto ascensor

estaba dañado desde hace meses y no veía pista de que lo fueran a arreglar en un

futuro cercano, más valía agradecer el ejercicio extra.

Con un dolor de pies torturante llegué hasta la puerta del departamento que

compartía con mi progenitora. Al abrir descubrí el mismo profundo silencio de

siempre, por la ventana se colaba la luz molesta de la lámpara de la calle.

Mi hogar era tan grande como una caja de zapatos. Un dormitorio que le dejé a

mi madre, yo dormía en un catre en la sala. En una esquina la cocina, una mesa

pequeña que había visto tiempos mejores, colocada junto al fregadero. Las cortinas

remendadas que nos regaló una vecina, y algo de comida en una alacena cuyas puertas

ya no podía recordar que cantidad de veces las había tenido que reparar. En eso se

resumía lo que yo llamaba hogar.

—Hijo… ¿Eres tú? —escuché la voz cansada de mi madre.

—Sí, soy yo —limpiando mi cara con la manga de mi camisa intenté darme

ánimos. Estaba cansado, hasta el alma me pesaba, no había hueso de mi cuerpo que no

doliera. El que pensara que trabajar de mesero era un trabajito cómodo, no sabía lo que

era servir mesas durante toda la noche, eso sin contar a los clientes que se querían

pasar de listos.

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—Quiero verte —me dijo mi madre desde el dormitorio. Ella siempre insistía en

pasarme a revisión. Como si yo fuera un adolescente que llega de una noche de juerga.

A decir verdad no sé lo que es eso, primero porque era demasiado joven y ahora

porque no tengo tiempo ni para ser un niño malo.

—Voy madre —me solté el cabello para reacomodarlo nuevamente en la coleta

baja. No quería que ella me regañara por andar hecho un desorden.

Tomando el pomo de la puerta la abrí, dentro estaba mi madre acostada sobre la

cama en la que jamás había tenido un esposo. A mis ojos ella era una santa, una madre

soltera que engaño a todos diciéndole que era viuda, que se alejó de todo lo que

conocía para que yo pudiera nacer sin sentirme fruto de un pecado. Todavía recuerdo

cuando me dijo la verdad, yo le pedí que no me dijera el nombre de ese infeliz, para

mí, solo ella era mi familia.

Nuestra promesa había sido “Juntos contra el mundo”, ahora ella me

abandonaría en cualquier momento.

—Hola, mamá —le hablé en susurros— ¿Cómo has pasado la noche?

Un ataque de tos retrasó la respuesta.

—Bien, hijo —su voz estaba ronca— ¿Cómo te ha ido en el trabajo?

El menudo cuerpo estaba acostado, durante la noche la tos era violenta, durante

el día le daba algo de tregua.

—Te prepararé un té —le ofrecí. Ella me sonrió en respuesta, su valentía era lo

que me daba ánimos para continuar. Cuando ella se marche de mi lado no sé lo que

haré.

Antes de salir del dormitorio le acomodé las almohadas, luego salí para ir a la

esquina que hacía las veces de cocina. Haría algo de comer para ella y para mí. Al abrir

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Pasiones nocturnas 02

la alacena me di cuenta de que pronto debía ir a hacer la compra, lástima que los pocos

billetes que había en mi bolsillo no fuera suficiente.

Preparé un poco de té caliente, unas tostadas y huevos revueltos, allí se fue lo

último que quedaba de los suministros. Al revisar el botiquín noté que de la medicina

de mamá no me quedaba más que dos dosis. El puto dueño del cabaret no me pagaría

hasta el fin de semana próximo. Sentado junto a mi madre en la cama la acompañé

para asegurarme que desayunara.

Con la certeza que no había nada que yo pudiera hacer en ese momento, la dejé

dormida otra vez y me fui al colchón que había extendido en la sala. Dormiría algunas

horas, luego pensaría en lo que tenía que hacer para evitar que mi pequeña familia

muriera de hambre.

Esa noche soñé con él, con el apuesto hombre que vestido de negro me vigilaba

desde su mesa en la esquina. Era un sueño tan vivido, podía sentir su mirada

recorriendo mi cuerpo por sobre mi uniforme de camarero. Al mirarlo a la cara vi que

la negrura de sus ojos era total, al sonreírme pude ver que sus colmillos eran como los

de un felino. Con un grito desperté, el cuerpo bañado en un sudor pegajoso, la

respiración acelerada. Era como si mi alma le llamara, una locura tan solo el pensarlo.

El reloj de la pared marcaba las doce de día, era hora de prepararle algo de comer

a mi madre. En el refrigerador había un poco de leche, un envase con jugo de naranja

y un huevo. El pan se había acabado con el desayuno junto con las ideas que tenía de

preparar algo para comer. En ocasiones como esta quién podía culpar a las mujeres

que en las esquinas vendían algo más que sus cuerpos o esos que guiados por el

hambre robaban carteras en el metro.

Golpeando mi cabeza contra la puerta del refrigerador quise llorar, gritar mi

frustración, pero eso solo alertaría a mi madre. La proposición de mi jefe, la misma que

me asqueó hasta lo innombrable, ahora comenzaba a parecer mi única oportunidad

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para darle algo de comodidad a mi madre en sus últimos días. Yo trabajo, me esfuerzo,

pero apenas si gano para comprar las medicinas, pagar el alquiler de este nido de ratas

y con suerte comer toda la quincena. Maldita fuera mi suerte.

—Hijo —la voz de mi madre me dejó saber que ella estaba despierta.

—¿Necesitas algo? —Traté de darle algo de normalidad a mi voz— Estoy

preparando el almuerzo.

—Deberías haber dormido un poco más —me habló nuevamente desde el

dormitorio. Su voz cada día perdía fuerza al igual que el resto de su cuerpo.

—Acabo de descubrir que se me olvidó comprar algo de pan —traté de

convencerme a mí mismo que eso era verdad— Iré a comprar. En un momento regreso.

Soy un cobarde, no hace falta que alguien venga a decírmelo. No puedo ver a la

cara a mi madre y mentirle. Sólo espero que la venta del anillo de graduación dé para

comprar algunas cosas. En tiempos de guerra el dinero le falta a todos, sobra quién

venda hasta su sangre.

El día transcurre entre atender a mi madre, hacer algo de limpieza y dormitar. Es

algo loco, pero espero la noche como una medida de escape, al menos entre las

sombras todos los gatos pardos son negros. Quizás si tengo suerte él esté allí, el extraño

hombre que camina en mis sueños.

Mi madre ha quedado lo más cómoda que se puede en su cama, cada vez que

salgo de casa tengo miedo de no encontrarla con vida al regresar. La noche ha llegado

nuevamente en toda su gloria. El cabaret me espera con sus clientes, el humo de cigarro

y la voz del jazz.

El guardia que protege la entrada trasera me sonríe burlón al verme llegar

encogido en mi viejo abrigo y con el sombrero calado hasta las orejas. Tal vez él sabe

lo que me propuso su jefe, al fin y al cabo todos esos siempre andan en lo mismo. De

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pronto el pasillo se me hizo demasiado largo, demasiado estrecho, la mano pesada en

mi hombro me hizo volverme para ver de quién se trataba.

—El jefe dice que subas a su oficina —me dijo uno de los tipos que hacían las

veces de guardaespaldas, aunque en realidad eran “los manos sucias del jefe”

—Voy a cambiarme al vestidor —le dije levantando la bolsa que traía en la mano

izquierda.

—El jefe dijo, ahora —me sonrió mostrando unos dientes amarillos. El tipo daba

miedo.

Tragando grueso me decidí a obedecer, mi jefe ni por asomo es una buena

persona, de eso nadie tenía duda.

—Hola, muchacho —mi jefe me esperaba sentado tras su escritorio atestado de

hojas sueltas sin ningún orden aparente.

—Me dijeron que me buscaba —encorvé la espalda. Deseaba estar en cualquier

otro sitio menos allí.

—Quería saber que pensaste de la propuesta que te hice ayer —Vestido con traje

entero, lentes en sus ojitos redondos, trataba de dar la imagen de un honesto hombre

de negocios. Nada más lejos de la verdad.

Tragando fuerte traté de controlar el temblor que amenazaba con sacudir mi

cuerpo.

—No he tenido tiempo suficiente para pensarlo —traté de inventarme una

excusa. Una cosa era estar en un momento de desesperación, otra muy distinta era

pensar las cosas en frío.

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El fuerte golpe en la mesa me hizo dar un salto dentro de mi propia piel. Mi jefe

estaba furioso, de pie me miraba como si estuviera a punto de golpearme, agradecí en

silencio que el escritorio nos separara. Su cuerpo regordete parecía temblar.

—¿Quién crees que soy? —Su voz era afilada como una navaja de barbero— Ayer

te dije que te daría una oportunidad para que tu madre tuviera suficiente dinero para

sus medicinas… ¿Y así es como me pagas todas las molestias que me he tomado para

ayudarte?

—Señor —levanto mis manos en forma defensiva. Estoy temblando. Sé que

afuera, dos tipos grandes esperan una orden del jefe para venir a por mí— Yo solo le

pido esta noche —trato de ganar tiempo.

Él vuelve a sentarse, por un momento me atrevo a pensar que me he salvado de

esta. Pronto me doy cuenta de lo equivocado que estaba.

—Toma esto —me tira unos cuantos billetes sobre el escritorio—. Dale mis

saludos a tu madre.

Luchando contra el temblor de mis manos tomo el dinero, por experiencia sé que

mi jefe no se toma a bien los desprecios.

—Se los daré —le respondo— por ahora iré a trabajar.

La sonrisa del hombre raya en lo siniestro.

—No creas que me he olvidado de tu desplante —sin hacerles ninguna señal

entran dos tipos grandes como torres—. Llévenselo al callejón… quiero que recuerde

que no soy juguete de nadie.

Trato de soltarme, pero soy un chico delgado y pequeño, no hay punto en luchar

cuando los que me toman de los brazos son tan grandes como unos malditos osos.

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—¿Lo quiere como para que pueda venir a trabajar mañana? —le preguntaron al

jefe como si hablaran de una entrega de pan o algo así.

—No lo maltraten demasiado —se encogió de hombros— Solo quiero que tenga

claro que no soy su madre.

Me arrastran por los pasillos, todos me ven forcejear pidiendo ayuda pero nadie

hace nada, es más, parece como si no me vieran en realidad.

—¡Putos cobardes! —Les grito a todo pulmón. Ellos pueden matarme y a nadie

parece importarle.

El golpe sobre el duro pavimento del callejón me saca el aire de los pulmones.

Una mano grande me toma por el brazo poniéndome de pie nuevamente, mientras el

otro hombre me golpea con tanta fuerza el rostro que, por un momento, chispas de luz

se ven tras mis parpados. De lo último que soy consciente es de una patada que hace

crujir mis costillas.

Si ha pasado una hora, o semanas enteras, no puedo decirlo. Al despertar siento

que todo el cuerpo me duele como si un tren de carga me hubiera pasado por encima.

La mejilla derecha arde, de seguro se hinchará horrible, es una suerte que no me falte

ningún diente. Cuando trato de incorporarme las costillas me hacen gritar de dolor,

como mínimo tengo una quebrada.

El maullido de un gato me hace abrir los ojos otra vez, el dolor ha dimitido lo

suficiente hasta convertirse en una molestia constante. La luna brilla en lo alto del cielo,

puedo verla claramente asomarse por entre los edificios. El callejón va a ser mi tumba

si no logro levantarme pronto. Con gran esfuerzo, sosteniéndome de un contenedor

de basura cercano, me pongo de pie con dificultad. Mi sombrero está desaparecido, mi

abrigo tiene manchas de sangre, mechones de cabello rojo me rozan la mejilla dolorida,

ahora parezco un vago.

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Las putas ganas de llorar me humedecen los ojos, soy un hombre y no puedo

darme ese lujo. Quién me vea pensará que soy algún borracho que ya terminó su faena

con la mitad de los bares de la ciudad. La tentación de dejarme caer en alguna esquina

para no levantarme más, es tan grande que está a punto de superarme.

Sin saber muy bien cómo, logro salir del callejón, sosteniendo mí peso contra la

pared del edificio. Respiro hondo para lograr recuperar la calma. Tengo que regresar

al lado de mi madre, ella me espera.

—¿Qué diablos te pasó? —Una voz conocida me hace levantar mi cabeza.

—¿Usted? —Mi rostro se tiñe de vergüenza. Es el extraño otra vez.

—Gregorius Kaelo —me dice poniendo un dedo bajo mi mandíbula,

obligándome a levantar el rostro— ¿Qué pasó? —repite su primera pregunta.

Como el estúpido que soy, me arrojo a sus brazos. Hoy más que nunca necesito

la efímera sensación de seguridad, sentir que estoy donde debo de estar, al menos por

unos minutos. Sé que mi abrigo está sucio, que huelo a todo aquello que se arroja a los

callejones, voy a ensuciar su camisa blanca adornada por una corbata de seda, a él no

parece importarle.

Sus brazos fuertes me rodean, los clientes que entran al cabaret nos dedican

miradas disimuladas, él no me suelta.

—¿Qué te pasó? —me insiste hablándome contra el oído.

El recuerdo de mi jefe me hace recuperar la cordura.

—Me asaltaron —sosteniéndome de su gabardina lucho por no dar con mi

humanidad al suelo.

—Mientes —me separó de su cuerpo lo suficiente como para estudiar mi rostro

que de seguro ya comenzaba a amoratarse.

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—No puedo decirlo —dejé de luchar, estaba tan cansado.

—Te llevaré a tu casa —me ofreció.

El saber que mi madre estaba en casa me hizo sentir enfermo, no quería ni

imaginar en lo que pensaría ella al verme en tan mal estado.

—Necesito lavarme la cara —le dije sin ser dueño de mis cinco sentidos. Entre el

aroma de la colonia fina del señor Kaelo y el shock de lo que me hicieron esos tipos,

no podía pensar con claridad.

—Si no quieres irte a tu casa puedo llevarte a algún hotel —ofreció como todo un

caballero, lástima que yo no fuera una dama.

—Sólo necesito un momento para reponerme —Apoyándome en el pecho de mi

misterioso extraño, trate de recuperar algo de dignidad.

Como si mi cuerpo solo estuviera esperando el extraño gesto, apenas sentí que

mis pies no tocaban el suelo y mi cabeza era apoyada contra un hombro vestido de

traje caro, perdí la noción de donde estaba y de sí estaba vivo o muerto.

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Capítulo 6

El chico quedó inconsciente en mis brazos, su peso es tan liviano que me

preocupo. A simple vista se ve delgado, pero al sostenerlo me di cuenta que era solo

piel y huesos. Vigilando que nadie nos estuviera mirando, le llevé lejos de la entrada

del Club. Una vez en el callejón hice uso de una habilidad que no me gusta mucho

usar, ya que no es algo propio de mi naturaleza vampírica, fue el obsequio de una

bruja a cambio de otro favor concedido. Teniendo una idea exacta de donde esta mí

automóvil en el garaje de la mansión, le pudo materializar justo a un lado del callejón,

quería que el joven mortal estuviera cómodo mientras revisaba sus heridas.

Usando una de mis garras extendidas rompí el abrigo, para darme cuenta de que

los golpes eran peor de lo que pensaba podían ser. Al más simple roce el chico gemía

en su inconsciencia, lo más probable es que tuviera costillas rotas. La idea de que

alguien hubiera lastimado tanto a un hombre que no llegaba ni al metro setenta,

realmente me molestó hasta el punto de hacerme difícil concentrar en lo que hacía.

Sin necesidad de mirarme en un espejo sabía que mis ojos tenían que tener un

peligroso tono rojo. El demonio que hay en mí desea sangre de una manera oscura y

siniestra, siendo algo que en este momento sé que va más allá de la imperiosa

necesidad de la alimentación, tiene más que ver con la venganza.

—Será mejor que te lleve a un médico —le hablo aunque sé que mi hermoso

pelirrojo no es capaz de escucharme— Estarás bien.

Las calles oscuras a estas horas de la madrugada están desiertas, lo que hace

mucho más fácil la conducción ya que no hay humanos molestos que se asusten al ver

pasar a mi Mercedes como a una exhalación. Al llegar a emergencias lo bajo del auto

en brazos, apenas llego, los encargados parecen estar más deseosos de averiguar si yo

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tuve algo que ver con el estado del chico que en ayudarlo. Es una suerte que conozca

la llave que abre todas las puertas, en menos de media hora Dimitry está en una

habitación privada recibiendo la mejor atención. El dinero no me importa, no cuando

realmente no lo necesito para sobrevivir, así que no le hago muchos números al hecho

de que estoy haciendo todo esto por un meserito de cabaret.

Me niego a quedarme a velar el sueño del chico acostado en la cama del hospital.

Ya he pagado la cuenta por adelantado, he hecho una donación al centro médico, no

hay nada más que pueda hacer por él. La pronta llegada del amanecer marca el límite

para que yo regrese a la mansión.

Al salir a la calle encuentro mi auto donde le dejé, la noche todavía reina aunque

su período pronto terminará, es hora de que haga algunas diligencias. Con el paso de

los años he aprendido que si quieres saber que ocurre realmente en la calle, lo primero

que hay que hacer es comprar una botella de licor barato y luego intercambiarla por

información con esas almas en pena que pululan por las calles. En menos de cuarenta

minutos sé exactamente quién golpeo a mi tímido pelirrojo, solo necesito averiguar el

por qué.

Cuando la luz del sol se deja ver como un puñal de luz en el horizonte, me

encuentro llegando a la mansión. Sus puertas al cerrarse, tras dejarme pasar, me hacen

respirar tranquilo nuevamente. Dentro, todo anuncia que esto será abandonado en

unos días: los muebles cubiertos con sábanas blancas, las cosas de mayor valor que no

viajarán con nosotros ya fueron guardadas en el sótano, lo demás está en la bodega del

puerto, listo para ser embarcado. Las brujas ocuparán el lugar apenas nos marchemos,

tambores de guerra resuenan en toda Europa.

Al cerrar los ojos y concentrarme me doy cuenta que mi hijo no ha llegado

todavía, de seguro esta con Jolahus metido en algún lugar de mala muerte. Realmente

me gustaría que esa extraña relación que tienen se acabara, a veces son amantes, en

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otras simplemente amigos y la mayoría de las veces, dos conocidos que se evitan

adrede. Espero que nuestro cambio a América sea bueno para nosotros, que nos dé

una razón para vivir, temo que en cualquier momento nos convirtamos en piedra por

la constancia del hastió.

El movimiento de la cortina al ser mecida por la brisa que entra por la ventana

aún abierta, me recuerda las manos de mi amada esposa… Cuánto ha pasado desde

que ella mecía a mis hijos en su regazo mientras yo afilaba las espadas para la batalla

que me traería gloria y un futuro prometedor para mi pueblo. Los humanos son

idiotas, el hecho de convertirme en lo que soy ahora solo acaba probándolo. Vendí mi

humanidad y la de mi hijo por un puñado de tierra estéril perdida en la historia,

dejando tirado en el proceso todo aquello por lo que sí valía la pena vivir.

Es increíble como el dolor de una pérdida perdura tantos siglos, esa es la

maldición de los vampiros: las emociones se graban a fuego en nosotros,

convirtiéndose a la larga en nuestro infierno personal. Al dejarme caer de rodillas

sobre el duro suelo de mármol, es el recuerdo del mesero de cabaret quién ocupa mi

mente. Su cabello rojo desperdigado sobre la almohada blanca de hospital, su piel de

porcelana herida y amoratada, sus lágrimas desesperadas al sostenerse de mí como si

yo fuera su tabla de salvación. Por primera vez en siglos, vuelvo a tener miedo.

El sonido del pesado cortinaje al correrse me deja claro que el amanecer es

inminente, que los primeros rayos de luz ya tocan los altos edificios en la ciudad, que

los humanos comienzan con su nuevo día. Levantándome sobre mis piernas me niego

a seguir así, un vampiro que cae en la desesperación acaba convertido en un “maldito”,

no quiero darle a mi hijo el trabajo de tener que matarme. Es hora de que tome el

control nuevamente sobre las cosas importantes: Ya ayudé lo suficiente a ese pelirrojo

de ojos tristes, no le veré más. Cada quién su camino, en unos cuantos años será solo

polvo en alguna tumba, ese es su destino, no el mío.

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Dirigiéndome al estudio lucho contra la tendencia natural que me causa la

llegada del día, mi cuerpo me exige el descanso, pero antes hay cosas que debo atender.

El teléfono aún está conectado, colocado sobre una mesilla en la esquina, mi magnífico

escritorio ya está en la bodega del puerto listo para acompañarme en mi nueva

aventura.

—¡Hola! —es la voz de Darakne quién responde al teléfono después del tercer

timbrazo.

—He pensado tu propuesta —no hay necesidad de gastar en palabras

innecesarias—. Mi mansión estará a tu disposición apenas nos marchemos.

Una sonrisa se escucha al fondo, al parecer mi respuesta era ansiosamente

esperada.

—Nuestro aquelarre reconoce que te debemos un pago.

Me lo pienso por unos segundos.

—Lo que quiero no creo que puedas concedérmelo.

—Habla —me pide la bruja en un tono que hace que se me ericen los bellos del

cuerpo.

—Quiero que me des una garantía de que ni mi hijo ni yo nos convertiremos en

“malditos” —en un buen día jamás le habría dicho esto, no habría puesto en palabras

mi mayor temor.

El silencio en la línea se extendió unos segundos que me parecieron eternos, mis

oídos vampíricos pudieron distinguir los indicios de una conversación acallada desde

el otro lado de la línea.

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Pasiones nocturnas 02

—Señor Gregorius —su voz era pausada cuando por fin me habló, como si aún

no estuviera muy segura de lo que me iba a decir—, su garantía ya le ha sido revelada,

su hijo llegará conocer la suya en América.

Una risa amarga escapa de mi garganta, en una mañana como esta no necesitaba

más brumas.

—Habla claro —le exijo aunque sé que ellas nunca dicen más de lo que desean.

—Es lo que hay —ella tampoco parece muy feliz— en cuanto al futuro, lo que se

puede ver… es como una encrucijada donde está en posibilidad de tomar cualquier

camino y todos llevan a futuros diferentes.

—Eso no ayuda —me encojo de hombros aunque sé que ella no puede ver el

gesto.

—Puedo decirle algo más.

Darakne parece animada ante esa posibilidad.

—De todo lo que usted ha empacado para llevarse a América, está olvidando

algo importante, algo que no puede quedar… debe de llevarlo consigo…

Sabiendo de antemano que eso era todo lo que podría sacarle a esa bruja

tramposa, doy por terminada la conversación, necesito descansar. Estoy por dirigirme

a mi habitación cuando el teléfono vuelve a sonar. Con la esperanza de que la bruja

supiera algo más y me llamaba para decírmelo, logro llegar el aparato antes de que

suene una vez más.

—¡Padre! —La voz de mi hijo no parece tan despreocupada como siempre —

Tenemos un puto problema.

—¿Dónde estás? —La sola idea de que Dante este herido cuando ya la luz del

día baña esta parte del mundo es suficiente para alterarme.

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—Estoy con Jolahus —me informa como el general que alguna vez dirigió mis

ejércitos—, él está herido. Lucho contra un vampiro, un “no muerto”.

—¿Lo mataron? —pregunto, no me gusta la idea de que una de esas cosas

deambule por esta ciudad cuando Dimitry camina de noche al salir de su trabajo.

—Sí —algo en su respuesta no me tranquiliza—, el problema es que este chico

es un vampiro recién convertido, no puede tener más de un par de meses.

—Eso quiere decir que su creador le dejó a su suerte —eso en sí mismo era algo

realmente fuera de lo común—. Hay que encontrar al malnacido y darle el mismo fin

que al “no muerto”.

—Me temo padre que esto es más complicado —casi podía imaginar a mi hijo

jalándose las greñas, el chico prefería cortar cabezas antes de caer en sutilezas—, esta

noche hemos matado a cinco, todo apunta a que los enemigos de la brujas están

jugando con lo que no deben.

—¿Estas tratando de decirme que tienen a un vampiro que convierte a neófitos

y luego los tiran a la ciudad para que maten sin control? —el sonido del plástico al

resquebrajarse me advirtió que era mejor que no apretara tanto el aparato— Esto no es

posible.

—No creo que sean los nazis —aclaró Dante— pero sí creo que es alguien que

trabaja para ellos.

—Tienes razón —logro captar por donde va en tren de pensamiento de mi

hijo— siempre hay traidores… con suerte el alto mando no sepa de estos experimentos.

—Fue lo primero que pensé —casi me parecía verlo encoger los hombros

fastidiado—, esto llegará a ser un problema.

—Esta noche trae a tu amante —le ordeno— tendremos que salir de cacería…

antes de marcharnos de esta ciudad quiero dejar este problema resuelto.

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—Creí entender que no te interesaba mucho lo que ocurriera en este lado del

mundo —su tono burlón me comenzó a fastidiar— ¿Hay algo que yo deba saber,

padre?

La imagen de un pelirrojo pequeño siendo atacado por “no muertos”,

desgarrado por sus colmillos hizo que algo en mi pecho se encogiera, temo que mi

corazón este comenzando a despertar y las consecuencias de esto no son algo que

quiera repetir. Colgando el teléfono deseé arrojarlo contra la pared, pero recordé que

es uno de los pocos que todavía estaban conectados en la mansión, así que dejé el

darme el gusto para otro día.

Fastidiado caí en la cuenta que por ahora no había mucho que yo pudiera hacer,

lo único que quedaba era dormir para reponer fuerzas. Esta noche correría la sangre.

Si tan solo los vampiros tuviéramos mejores relaciones con otras criaturas oscuras que

pueden caminar en el día, las cosas serían más fáciles. Los lobos serían muy útiles,

lástima que después de tantos siglos solo se haya pasado del odio a la desconfianza.

En mi dormitorio me esperaba la cama. Un baño rápido y a dormir. Mientras la

luz del sol bañara esta parte del mundo nuestras batallas quedan suspendidas, es la

hora de que los humanos luchen las suyas.

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Capítulo 7

—¡Joven! —una voz de mujer me hizo abrir los ojos. Había una mano suave que

me acariciaba la mejilla— Veo que ya está despierto, el doctor querrá saberlo de

inmediato.

—¿Dónde estoy? —Le pregunté a nadie, porque la chica vestida de enfermera

había salido de la habitación. El conocimiento de qué demonios estaba pasando hizo

que mi sangre se helara y mi corazón se saltara uno o dos latidos. Estaba en un hospital,

y por lo que podía ver, estaba en una de esas inmensamente caras habitaciones

privadas de las que sólo había oído hablar.

—No se agite, por favor —la misma joven llegaba ahora en compañía de un

hombre vestido de blanco.

—Aquí hay alguna especie de error —traté de incorporarme de la cama.

—Tranquilo —la palma de la mano abierta se posó en mi pecho y me empujó

levemente hasta que yo quedé nuevamente sobre la cama—. Tiene dos costillas rotas,

perdió un poco de sangre por laceraciones múltiples, posiblemente se encuentre

bastante dolorido, así que es mejor que se lo tome con calma.

Le miré sin saber qué demonios pasaba.

—Debe de haber un error —quise explicarle— yo no tengo para pagar esto.

El médico me dedicó una sonrisa algo benevolente, en sus cuarenta años parecía

de esos hombres que han visto lo suficiente como para no extrañarse de nada.

—El caballero que lo trajo —me aclaró mientras ojeaba una tabla con

documentos— se hizo cargo de los gastos.

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Pasiones nocturnas 02

—¿El señor Kaelo? —extrañamente mi corazón dio un vuelco con la sola

mención.

Los ojos del doctor dejaron de prestarle a tensión a las hojas prensadas en la tabla

para dedicarme una sonrisa enigmática.

—Un hombre curioso —me habló tentándome a compartir información— pagó

en efectivo una cantidad suficiente para reconstruirlo a usted nuevo si fuera necesario.

—Entonces es mejor que me vaya —traté de sentarme otra vez—, no quiero

hacerle perder más dinero al señor Kaelo.

La mano en mi pecho me obligó nuevamente a acostarme.

—Su benefactor dijo que lo que sobrara del pago hecho lo aportaría como una

donación para el hospital —la sonrisa del hombre se amplió en su cara—. Hemos

atendido el parto de una joven que no podría pagar la factura, con lo que el señor Kaelo

donó, hasta podrá quedarse internada unos días en el hospital.

Me alegró ver en el brillo de los ojos del doctor honesta satisfacción por el trabajo

hecho, es bueno notar que todavía quedaba gente buena en el mundo.

—¿Cuándo podré irme? —le pregunté recordando a mi madre que estaba sola en

casa.

—Le daré un último chequeo y podrá marcharse en la tarde —al ver el reloj de la

pared vi que ya pasaba de las diez de la mañana.

—Tengo a mi madre sola en casa —traté de convencerlo— ella es una mujer

enferma y me necesita para que la ayude.

El doctor me dedicó una mirada evaluadora.

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Pasiones nocturnas 02

—Haré las cosas lo más rápido que pueda —luego hablando con la enfermera,

agregó—: llene los documentos para que pueda firmarlos —le entrego la tablilla con

los documentos a la mujer.

—¿Y entonces…? — insistí.

—Revisaré los resultados de sus exámenes —me explicó— y si todo está como

debe, le daré la salida de inmediato.

Esta vez me relajé sobre la cómoda cama de hospital, es increíble lo que puede

hacer el dinero. Cuando mi madre estuvo internada, gasté hasta los ahorros que ella

tenía guardados para mi universidad, las cosas llegaron hasta el punto de tener que

vivir en un departamento pequeño mientras yo trabajaba en dos turnos. El trabajo en

el cabaret pagaba bien, fue una suerte para mí el encontrarlo en una época donde no

había mucho para escoger.

No había pasado mucho tiempo cuando la misma enfermera que vi al despertar

entró tratando de no hacer ruido. Al ver que yo estaba despierto, me dio la noticia de

que podía marcharme cuando quisiera.

Ahora era mi turno de levantarme y salir de allí lo más rápido que pudiera. Decir

que me dolió hasta el alma cuando traté de sentarme, fue poco. Con la ayuda de la

enfermera logré acomodarme sobre mi trasero, tener costillas quebradas es una de las

cosas más dolorosas por las que alguien puede pasar, ni siquiera pueden enyesarse los

huesos de esa parte del cuerpo.

—¿Quiere que llamemos a alguien? —La enfermera parecía genuinamente

preocupada.

Sentado sobre la cama bajé la mirada, mi cabello suelto caía cubriéndome el

rostro, era difícil decirle a alguien que parecía salida de un cuento de hadas que existe

personas que no tienen a nadie que cuide de ellos.

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Pasiones nocturnas 02

—No —me encogí de hombros fingiendo indiferencia— no quiero preocupar a

mi madre con algo sin importancia.

—Puede vestirse con esto —me entregó un pantalón de mezclilla, una camisa y

un abrigo—. No sé preocupe, yo le ayudaré.

Quise decirle que podía solo, pero la verdad era que me dolía hasta respirar.

—Gracias —le agradecí al ver su actitud profesional al tratar con mi cuerpo lleno

de magulladuras y raspones.

Cuando el último de mis zapatos fue colocado en mis pies, dejé salir un suspiro

de alivio.

—Creo que ya podré irme —le dediqué una sonrisa aliviada a la enfermera.

—Espere un momento —me indicó—, regresaré con lo que falta para que pueda

marcharse.

—Está bien —acepté sabiendo que no tenía otra opción.

Lo que trajo la enfermera con ella me hizo abrir los ojos con algo de espanto, ella

empujaba una silla de ruedas.

—Esto no es necesario —estaba comenzando a sentirme frustrado.

La chica vestida de blanco simplemente se encogió de hombros.

—Es política del hospital —como si adivinara cual era mi preocupación, agregó—

: el hospital también llamó un taxi. Todo ya fue pagado de antemano.

Con renuencia me apoyé en el hombro de la enfermera, la joven era más fuerte

de lo que parecía, porque sin mucha dificultad me ayudó a acomodarme en la silla de

ruedas. Mientras era llevado hasta la salida, pude observar los amplios pasillos bien

iluminados y a las enfermeras que caminaban de un lado a otro como si fuera el

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EL NEÓFITO DEL VAMPIRO
Pasiones nocturnas 02

mecanismo de un reloj bien engrasado, nada parecido con el lugar donde mi madre

había recibido atención médica la última vez.

La luz del exterior me hizo achinar los ojos, era mediodía, el sol reinaba en lo alto

del cielo. Como la enfermera me había indicado, un taxi esperaba por mí junto a la

acera. El viaje fue tranquilo, los sedantes que me dieron para el dolor me hacían sentir

como en una nube. Al bajar del taxi fui directo a mi apartamento, tenía solo unas pocas

horas para ver cómo estaba mi madre, descansar un poco y regresar otra vez al lugar

donde casi logran matarme.

Al entrar a mi departamento, me extrañó el aroma a comida que inundaba el

pequeño lugar. Mi madre estaba sentada en una silla de ruedas frente a la maltrecha

mesita del comedor.

—¿De dónde sacaste eso? —le señalé la silla sin poder disimular mi sorpresa. Un

brillo que hace tiempo no veía en sus ojos hizo que mi corazón se contrajera.

—El mensajero me dijo que él hombre al que salvaste de un asalto anoche estaba

tan agradecido que envió este regalo. Se encogió de hombros dejándome ver lo

delgados y frágiles que eran bajo su camisón—. Creo que esto es poco pago por haber

arriesgado la vida de mi hijo —sus palabras me dejaron ver que ella era mi madre, la

misma mujer enérgica de siempre.

—Mamá —en una palabra resumía tantas cosas—, estoy bien —sé que ella no me

creyó, pero ese era un pacto entre los dos. Ambos sufríamos a nuestra manera, ella en

su enfermedad y yo en mi desesperación. Ella moría ante mis ojos día a día y no podía

hacer nada para ayudarla. ¿Quién dijo que la guerra solo se peleaba en el frente? Todos

sufríamos por ella de una u otra manera, ya sea por el miedo a los bombardeos, por la

falta de suministros médicos o por el poco dinero que se podía conseguir de una

manera honrada.

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Pasiones nocturnas 02

El resto del día pasó en lo que dura un suspiro, el frescor de la brisa de la tarde

anunciaba la pronta llegada de la noche. La tos de mi madre se dejaba escuchar desde

la recámara, los medicamentos solo retrasaban lo inevitable, sus pulmones están tan

débiles que apenas si podían soportar mantenerla con vida. Desde la ventana que

estaba sobre el lavado, podía ver como la ciudad se tornaba gris mientras las luces del

alumbrado público comenzaban a encenderse. Quitando el jabón al último plato, me

quedé allí de pie observando el lento avance de las tinieblas.

El paisaje sin brillo reavivó mi tristeza, los medicamentos me tenían soñoliento,

la verdad era que solo quería acostarme junto a mi madre y no levantarme más de allí.

Dejar que la muerte llegara y nos llevara lejos parecía en ocasiones la mejor idea. Un

nuevo ataque de tos me obligó a darle otra dosis más de medicamento, busqué en la

alacena y encontré una botella que hoy esta para estrenar.

Cumplidas mis tareas voy al baño, allí me atrevo a quitarme la camisa ante el

espejo mohoso. Esa cosa manchada en las esquinas había estado pegada a esa pared

desde antes que nosotros nos mudáramos. Sólo dios sabía lo que había visto en tantos

años. Aunque hay que admitir que lo que yo veo me ha dejado nuevamente con ganas

de llorar, es una suerte el que con el tiempo uno a prenda a tragarse las lágrimas. La

misma suerte con que hoy cuando me presente en el cabaret, mi jefe me mate de una

vez por todas.

Unos fuertes golpes en la puerta me hicieron despertar de mis cavilaciones,

recomponiendo la camisa oculto las magulladuras a ojos curiosos. La verdad es que

no tenía idea de quién podría visitarnos a esas horas de la tarde, no éramos

precisamente los vecinos más sociables del edificio. Lo que encuentro al abrir la puerta

me deja helado: dos agentes de policía vestidos de civiles, de eso no cabía duda.

—¿Se encuentra el señor Dimitry Ávalos? —preguntó el más grande de los tipos

que vestido de traje se veía totalmente fuera de lugar en ese pasillo estrecho.

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—Depende de quién lo busque —podía ser de baja estatura y estar más golpeado

que saco de boxeo, pero también podía ser un chulo idiota cuando quería.

—No te hagas el gracioso —me advirtió el tipo bajito de bigotes largos como una

morsa— Si nos haces perder el tiempo…

—Sigan buscando —les dije estando a punto de pegarles la puerta en las narices.

El tipo alto fue más rápido y puso su pie para evitar que la cerrara.

—Según la descripción es de estatura pequeña —leía de una libreta que sacó de

dentro de su saco— cabello rojo, ojos verdes, pecas en la nariz, de contextura delgada,

de tez blanca, pero lo que no dice en ninguna parte es que sea un estúpido que quiera

pasar a la sombra una semana.

—¿Son policías? —Quise pasar por tonto. A esos tipos les gustaba sentirse

dueños de la situación.

—Según nuestras placas —ambos me mostraron la identificación que llevaban

dentro de sus billeteras— pero si le preguntas a los últimos que se negaron a

cooperar… pues ellos te dirán otra cosa.

En el departamento de “Matones sin cerebro” esos polis no llegaban a la liga de

los tipos que le cuidaban la espalda a mi jefe.

—Soy ese Dimitry que buscan —me encogí de hombros como si aquello no

tuviera la menor importancia.

Un nuevo ataque de tos de mi madre hizo que mis molestas visitas quisieran

asomarse dentro del apartamento.

—¿Hay alguien más contigo? —me preguntó el más alto mientras sacaba el arma

que escondía bajo el saco.

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Pasiones nocturnas 02

—Solo mi madre —esta vez no intenté disimular mi preocupación— ella está

muy enferma.

El alto me tomó del brazo y me hizo salir al pasillo.

—Si no quieres que importunemos a tu madre quiero que comiences a hablar —

me amenazó el que tenía los bigotes de morsa.

Con un movimiento brusco liberé mi brazo, lo que hizo que mis costillas dolieran

como el infierno, recostándome a la pared tomé aire para evitar desmallarme.

—Pregunten de una maldita vez —les exigí; no estaba seguro de cuando tardaría

antes de caer sobre mis rodillas.

—¿Conoces a estos tipos? —me preguntó el más bajito cuando prácticamente me

estampaba en la cara las fotografías de los dos matones que mi jefe tenía contratados.

—Los he visto un par de veces —no quise dar mayores detalles.

—Según dicen fueron ellos los que te hicieron ese cambio de imagen —se burló

de mis moretones el de bigotes de morsa.

Lo mejor que se podía hacer en un caso como ese era guardar silencio, por lo

general ellos mismos se respondían sus propias preguntas si uno tenía la suficiente

paciencia para esperar por ellas.

—Al parecer esta mañana los encontraron muertos de una fea manera —allí fue

donde me mostraron un segundo juego de fotos, ambas gargantas estaban rasgadas

como si fuera el trabajo de las garras de algún animal furioso. Como era de esperarse

vomité justo en sus zapatos lustrosos.

Cuando desperté lo hice porque la señora del final del pasillo me limpiaba el

rostro con paños húmedos para hacerme reaccionar. Por el nuevo dolor en el lado

izquierdo de mi rostro, supe que uno de esos policías imbéciles me había golpeado.

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Tal vez con eso se convencieran de que yo no tendría ni la fuerza ni la habilidad

suficientes como para matar a dos hombres robustos de esa manera. No es una forma

muy cómoda de demostrar tu inocencia, pero al menos es efectiva.

Como era de esperarse esa noche no me presenté a trabajar, que se fueran todos

al cuerno, solo un milagro me podría levantar de mi cómoda mortaja sobre el viejo

colchón que hacía las veces de cama para mí. Un tiro en el pecho sería lo siguiente que

mi jefe me daría, al menos quería estar descansado para cuando eso sucediera, o quién

sabe, tal vez tendría suerte y me topara con uno de esos asesinos que deambulaban

por la noche en la ciudad.

Un sueño, porque estoy seguro que eso era, unos ojos negros como la más oscura

noche me miraban desde lo profundo de las tinieblas. Lo más natural, aunque se

tratase del producto de mis fantasías, sería que tuviera miedo ante esa criatura que no

podía ser más que un demonio o algo peor, pero no fue así. Mi único deseo era

levantarme de ese viejo colchón para buscarle, pero una mano helada se posó justo en

medio de mi pecho obligándome a recostar.

—Gregorius —mi voz le llamó en un tono que no me reconocí a mí mismo.

Sonaba tan necesitado que aún en sueños me sentí avergonzado.

—Ven conmigo —la voz de mi misterioso hombre me habló, no podía ver su

rostro pero sabía que era él, mi salvación o mi condena.

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Capítulo 8

Mi despertar fue violento, me senté de golpe con el cuerpo bañado en sudor. La

voz de mi pelirrojo me despertó. Enviando todo al diablo convoqué mi ropa con solo

pensar en el lugar donde le había puesto, visité el baño solo para vestirme y lavarme

la cara. La idea de ir de cacería pasó a un segundo plano, ni siquiera me molesté en

cerciorarme de si mi hijo ya estaba en la mansión. Mi único pensamiento era ir en busca

de Dimitry, él me necesitaba. Una pequeña voz en mi mente me recordó la decisión

tomada de no verle más, la envié al infierno tan rápido como llegó.

El sonido de los cortinajes de metal anunciaba que ya la luz del sol nos había

dejado el camino libre a las criaturas de la noche. Sin molestarme en buscar mi

automóvil me moví con la rapidez de un pensamiento, necesitaba ver que él estuviera

bien. En ningún momento me detuve a pensar cómo era que sabía exactamente a

donde buscar. Simplemente seguí mi instinto, que me llevó hasta las puertas de su

derruido edificio.

Entrar fue fácil, ese edificio era un lugar público, el problema estaría en los

departamentos y en qué tan suyos los consideraran sus dueños. Pasando uno a uno

llegué hasta la puerta de madera pintada de un azul desteñido, detrás de esa molesta

superficie estaba Dimitry, lo sabía con certeza.

Estaba por tocar cuando lo sentí, era el característico olor de la sangre. A pesar

de la oscuridad que reinaba en el pasillo pude notar unas pequeñas gotas sobre el piso

frente a la puerta, eran de Dimitry. Allí fue justo donde mi nosferatus perdió la calma,

apenas conteniendo mi fuerza arranqué la puerta de sus bisagras, para mi sorpresa

pude entrar al departamento con la misma facilidad que se deambula por las calles.

No estaba vedada para mí.

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Pasiones nocturnas 02

Sin necesidad de encender ninguna luz vi a Dimitry tirado en el piso, su rostro

pálido y sus labios sonrosados entreabiertos en busca de aire.

—¿Quién está allí? —la voz cansada de una mujer se escuchó desde la habitación.

De seguro era la madre de Dimitry, el chico la mencionaba tanto que era difícil olvidar

su existencia.

—Soy Gregorius Kaelo —me presenté mientras me arrodillaba junto al cuerpo de

mi pelirrojo—. Encontré a su hijo en el piso, estoy tratando de ver qué le sucede.

De inmediato fui consciente de mi error.

—¿Qué le hizo a mi hijo? —la escuché gritar o lo que suponía era un grito para

ella— ¡Auxilio!

Ignorándola tomé en brazos a Dimitry y lo acosté sobre un colchón donde parecía

que él solía dormir. Lo puse sobre las sábanas revueltas. Se veía tan abandonado, tan

vulnerable que la decisión de no ocuparme más de él me pareció la más grande de las

injusticias.

—¿Qué hace aquí? —la voz entrecortada del chico me hizo sonreír al ver que ya

abría los ojos.

—Venía a ver si tu madre recibió mi silla de ruedas —el tener tantos siglos sobre

los hombros te hace buen mentiroso.

—¡Auxilio! —la voz de la mujer insistía— ¡Alguien socorra a mi hijo!

—Es mamá —trató de incorporarse—. Tengo que decirle que estoy bien.

—Yo se lo diré —no sé en qué momento acabé revuelto en toda ese drama

familiar—. No te preocupes —le dediqué un guiño travieso—, soy bueno con las

damas.

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Pasiones nocturnas 02

—Con ella no va a poder —me devolvió una sonrisa algo adolorida—, no importa

que tan bien parecido sea usted.

—¡Es que a nadie le importa! —Un ataque de tos nos dejó saber que era mejor no

retrasar las explicaciones a la mujer— Mi hijo necesita ayuda.

—Si su hijo me encuentra atractivo —bromeé mientras me ponía de pie—, tal vez

tenga suerte con la madre.

Después de unos minutos, muchas preguntas y no pocas amenazas de parte de

ella, logré convencerla al fin de que Dimitry solo había tenido un desmayo; que él

necesitaba descansar. Al salir de ese dormitorio, juró que me sentí igual de aliviado

que cuando uno sale vivo de una batalla que creía la última.

—Se lo advertí —su sonrisa fue débil, me recordó a una vela que se apaga—, mi

madre es algo terca cuando quiere.

Sentándome junto a él, en el colchón, pude ver como sus párpados luchaban para

no cerrarse.

—Descansa —le acaricié la mejilla con suavidad, se veía como si en cualquier

momento fuera a quebrarse—. Me encargaré de todo ahora.

En ocasiones un mortal hace tonterías que le marcan la vida, los inmortales no es

que sean más estúpidos, es que tienen más años para coleccionar errores. Por mucho

tiempo he evitado verme metido en enredos, ahora estaba pensando seriamente en lo

que iba a hacer con esa molesta mujer y ese chico pelirrojo. Si los problemas avisaran

su pronta llegada estaríamos a millas de distancia, lástima que las cosas no funcionen

así… Heme aquí, un vampiro que es tan viejo como el tiempo, confundido ante

sentimientos que creía imposibles de vivir a estas alturas de su existencia.

Algo cansado de pensar me puse de pie, fui nuevamente a la habitación de la

madre del pelirrojo y le expliqué que su hijo dormía sobre la colchoneta en la sala. Ella

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no parecía del todo muy contenta con mi presencia, pero al menos dejó de armar

escándalo por ello. La mortal no parecía que iba durar mucho tiempo más entre los

vivos, sólo por eso valía la pena tenerle ciertas consideraciones.

Dejando a la mujer arropada, porque sí, la muy ladina me hizo acomodarla en la

cama, alcanzarle su agua, me obligó a darle su dosis de medicina y se quejó porque yo

no parecía muy contento de ser su enfermera esa noche. Juro que esa mujer lo hacía a

propósito para tener de qué quejarse de mí ante su hijo, respiré aliviado cuando pude

cerrar la puerta y dejar a esa arpía allí encerrada. Era increíble como esa insoportable

mujer podía ser la madre de un chico tan lindo como el que dormitaba sobre la vieja

colchoneta en el piso de la sala.

Sin poder evitarlo me arrodillé junto a Dimitry, su rojo cabello estaba extendido

sobre la almohada, sus labios entreabiertos aspiraban y exhalaban en un ritmo

acompasado, el corazón latía recordándome que por esas venas corría la sangre que

todavía no había probado. Doblando la espalda acerqué mi rostro hasta pegar mis

labios a su cuello de gacela, en sus dieciocho, Dimitry era un bocado digno de reyes.

Como si el mismo universo conspirara en nuestra contra, en ese momento mi

pelirrojo dejó salir un suspiro, me gustó pensar que era por la cercanía de mis colmillos

a su delicada piel. Mis manos acostumbradas a sostener la espada recorrieron con

delicadeza su dorso oculto bajo las matas.

El leve gruñido que dejó salir cuando lo estreché con algo más de fuerza, me

recordó lo herido que estaba. Sé que no debe de hacerse, se lo he repetido a mi hijo

hasta el cansancio, en ese momento olvide el porqué de dicho consejo. Apartándome

del cuerpo dormido, extendí uno de mis brazos, desnudando la muñeca hice una

pequeña herida con una de mis garras extendidas. De la herida brotó una pequeña

cantidad de sangre, la misma que dejé cayera justo en los labios entreabiertos de mi

pelirrojo.

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Si deseara enlazarlo a mí, marcarlo como mi propiedad, debía primero

alimentarme de él y luego darle de mi sangre, cosa que no hice. Así que esperaba que

esto le ayudara a reponerse de sus heridas con la lentitud suficiente para que no

llamara la atención, pero que a la vez no acabara ligado a mí en condición servil.

Esperando ver el resultado inmediato de lo que había hecho, observé los cambios

que ocurrirían. Tal vez necesitara algo más de sangre para ayudarle a recuperarse. Bajo

la débil luz de la lámpara del techo contemplé como los moretones tomaban un leve

tono verde claro; la herida en su labio se cerraba por completo. Sin necesidad de ver

dentro de su carne, supe que sus costillas estarían sanas hasta el punto en que le

dolerían sin ser algo incapacitante. Otra dosis más y no tendría la más mínima muestra

del ataque sufrido, pero eso llevaría a tener que responder muchas preguntas que no

deseaba enfrentar.

Dimitry es demasiado hermoso, con esa idea me puse de pie, tomando el saco

que había puesto sobre el sillón, me decidí a salir de allí. Ahora que me había

asegurado de que todo estuviera bien, era tiempo de ver quién estaba rondando mi

territorio, que no dejaría de serlo hasta el mismo día en que subiera al barco para dejar

estas tierras. Dándole una última mirada a la pequeña caja de cigarros que era ese

departamento, me decidí a dejarlo de una vez por todas.

Fuera del edificio la noche todavía era joven, apenas puse un pie fuera del

desvencijado inmueble, me encontré con mi hijo que me esperaba recostado a su

motocicleta. La cara de comemierda lo decía todo.

—Tenemos que ir a hacer algunas preguntas —le dije sin darle tiempo a abrir su

gran y molesta bocota.

—Noté que estabas algo apurado —me dijo sin borrar esa molesta sonrisa de su

rostro—, así que adelanté algo del trabajo.

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Pasiones nocturnas 02

De pie frente a mi hijo me crucé de brazos.

—¿Qué hiciste?

—Tengo un nombre —se encogió de hombros— al parecer un humano está

comerciando chicos jóvenes, los vende a alguien importante, alguien que paga en

efectivo billete sobre billete. Una vez vendidos nadie los vuelve a ver.

Sin poderlo evitar pensé en Dimitry que dormía en el piso sobre un viejo colchón.

—¿Alguien que conozca?

—Digamos que es alguien que conoce a tu pelirrojo —me señaló con un leve

movimiento de cabeza al edificio de donde acababa de salir— todo señala al dueño del

cabaret donde te has metido las últimas noches.

—Espero que no estés vigilando a tu viejo padre —me encontré defendiéndome

a mí mismo.

Dante me dedicó una larga mirada.

—Me preocupo, padre… eso es todo.

Me hubiera gustado decirle que no necesitaba de su vigilancia, pero la verdad es

que después de lo que hice al sanar a Dimitry ya no me sentía en capacidad para negar

mi recién adquirida habilidad de cometer estupideces.

—Vamos por nuestro asunto —le dije sin querer entrar en discusiones, después

de todo mi hijo me conocía demasiado bien.

La motocicleta de Dante ronroneó al ser encendida. En ocasiones era molesto

notar como se había cambiado al noble caballo por semejante aparato, yo por mi parte

decidí seguirle a pie oculto entre las sombras de la noche. No tardé mucho en llegar

hasta la parte de atrás del cabaret donde acostumbraba trabajar Dimitry, ya o me

aseguraría de que esa relación laboral fuera asunto del pasado.

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Pasiones nocturnas 02

El sonido de la motocicleta de mi hijo al parquearse junto a la acera me dejó claro

que había llegado el momento de ver a qué nos enfrentábamos.

—Es mejor que ocultes esa cosa —le dije señalando a la motocicleta.

En respuesta Dante se encogió de hombros y la colocó detrás de un gran

contenedor de basura.

—¿Mejor? —me pareció gracioso verlo molesto por el trato que le había tenido

que dar a su preciada joya.

Antes de que pudiera decirle a mi amado hijo que podía hacer con su mal humor,

escuché como la puerta de servicio del cabaret se abría. Como si fuéramos un solo ser,

mi hijo y yo nos ocultamos entre las sombras del callejón.

Un chico vestido con el uniforme de mesero salía del local acompañado por un

tipo tan grande como una montaña, apenas poner un pie sobre la acera cuando llegó

un automóvil que de seguro había vivido las glorias de la primera guerra.

El chico no parecía haber cumplido más de veinte años.

—Yo no he dicho que sí —liberó su brazo del agarre del tipo que le sujetaba

demasiado fuerte de la manga de la camisa— solo dije que lo pensaría.

—Firmaste —el tipo se encogió de hombros—. Eso es lo que importa.

—Pero no para esto —trató de entrar por donde había salido, en ese momento ya

el vehículo abría la puerta del pasajero.

Un tipo tan rubio que más parecía alvino salió del vehículo.

—¿Algún problema? —pregunto al ver como el más joven era sujetado con fuerza

por parte de hombre más grande.

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Pasiones nocturnas 02

—Este maricón de mierda se está acobardando en el último momento —le explico

al alvino que estaba demasiado bien vestido como para viajar en la lata de sardinas de

donde había bajado.

—¿Ya firmó? —pregunto ignorando por completo la lucha del chico.

—Todo está en orden —sonrió sin soltar su agarre sobre el cuerpo bajito que se

retorcía tratando de liberarse—. Puede revisar el documento usted mismo.

Dirigiendo su mirada al chico, habló:

—Le darás un gran servicio a la humanidad —tomando el papel que le entregaba

el matón, revisó que todo estuviera en orden.

—¿A qué se refiere?

La voz del chico tembló, al parecer todo su espíritu de lucha se había ido al diablo

ante la mirada del tipo que parecía una estatua de mármol.

—Deja esto en manos de los hombres adultos —le respondió como si el dirigirle

la palabra fuera todo un acto de altruismo—, por ahora solo tranquilízate.

Como si sus palabras fueran alguna señal, el tipo grande colocó un pañuelo, que

por el olor que despedía no era otra cosa más que alguna droga para dormir.

Mi hijo y yo esperamos. Sin necesidad de palabras, supe que él pensaba lo mismo:

había que averiguar a donde llevarían al muchacho. Luego habría que saldar cuentas

con el humano, si el informante de Dante no estaba equivocado, esta era la pista

correcta para saber de una vez por todas qué estaba sucediendo en mi ciudad.

El chico fue puesto en el asiento de atrás con la delicadeza que se le puedo ofrecer

a un saco de papas. Luego el alvino subió al asiento del conductor. El chofer apestaba

a miedo, aunque lo sabía disimular bastante bien. No hacía falta ser un genio como

para saber que bien podría tratarse de dos militares de carrera por la manera en que

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Pasiones nocturnas 02

hablaban y se movían. El acento alemán era casi imperceptible para oídos no

acostumbrados a las sutilezas, para mí era bastante claro que nos habíamos encontrado

con los conocidos de las brujas.

—¿Qué hacemos? —interrogó Dante apenas el callejón quedó vacío nuevamente.

—Yo me ocuparé de seguir al vehículo —señalé el lugar por donde se habían

marchado los secuestradores—. Tú ocúpate de averiguar qué pasa allí dentro.

Dante simplemente asintió con un movimiento de cabeza. Mi hijo era bueno para

sacarle la verdad a golpes a la gente. No siento ninguna pena por el pobre desgraciado

que iba a ser interrogado. Por ahora me preocuparé por ver que será del chico. La idea

de que pudo haber sido mi Dimitry me asustaba más de lo que me gustaría admitir.

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Pasiones nocturnas 02

Capítulo 9

Estoy soñando, eso lo sé con certeza. Mi dormir es tan profundo que me asusta,

trato de abrir los ojos, mover algún musculo pero no logro ningún resultado. Un

líquido tibio entra por mi garganta su sabor es una mezcla entre ferroso y dulce, así es

como deberían saber los vinos finos, esos que no podrías comprar con tu sueldo de un

semestre.

Trago el líquido dulce que pasa por mi garganta y calienta mi estómago. Mi

cuerpo le recibe con ansias, puedo sentir como cada fibra de mi ser lo absorbe hasta

hacer que forme parte de mi sistema. La imagen de una flor al abrirse llena mi mente,

así parece que mi cuerpo reacciona ante la fina bebida que me reconforta.

—No… —me quejo cuando por mi boca abierta no fluye más de ese elipsis

delicioso—. Más… —exijo.

—Descansa —me ordena la voz del señor Kaelo, podría reconocerla en cualquier

parte. Sin preguntarme el por qué, obedezco con tanta premura que a mí mismo me

toma por sorpresa.

La orden recibida me hace caer en la inconciencia nuevamente, no sé cuántas

horas han pasado desde que me quedé dormido, lo único que tengo claro es que

todavía estoy acostado sobre mi viejo colchón. Al tratar de abrir los ojos soy consciente

del grado de cansancio que tiene mi cuerpo. Lo que me ha despertado ha sido un calor

sofocante que me nace desde adentro.

En un estado entre la vigilia y el sueño me dejo llevar nuevamente por Morfeo.

Soy un hombre, las imágenes que pasan por mi cabeza hacen eco en mi cuerpo, estoy

delirando, tal vez. Siento las manos grandes de un hombre recorrerme el cuerpo, está

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Pasiones nocturnas 02

demasiado oscuro para ver quién me seduce tan dulcemente. Unos labios tibios

recorren mi cuello, insinuando caricias que en realidad no me está dando.

Estoy perdido, soy un maldito hombre y no debería estar soñando estas cosas.

No es que niegue lo que soy, ser un puto maricón no es cosa de levantarse en la mañana

y decir: “de hoy en adelante renuncio a las vaginas”; es más bien cuestión de no tener

opción para decidir sobre eso.

Tengo que aceptar que no es una mujer quién me estruja el cuerpo, en mi sueño,

es un hombre. Esto lo sé porque sus manos son firmes, su boca aunque delicada me

roza con cierta maldad que solo encuentras en otro hombre; el cuerpo pesado sobre él

mío me dice que este no es un chico inocente y delicado como yo. Sin poder evitarlo

dejo escapar un gemido, la entrada que está donde termina mi espalda se contrae

ansiosa, deseo ser penetrado hasta el fondo, eso me enloquece.

Sueño, eso es lo que hago, pero es tan vivido que casi puedo sentir la presión de

algo duro en mi culo sin realmente penetrarme. Siento como casi me besa sin hacerlo,

como me estruja sin tocarme donde yo realmente quiero, el calor que nace de mi

interior me quema sin que pueda hacer algo para mitigarlo. Estoy a su merced, amo

mi indefensión bajo su peso, el saberme dominado por ese hombre hace que esté a

punto de llegar a un dulce orgasmo que sé, consumirá mi alma en el proceso.

Despierto de pronto, mis ojos se abren a la luz de la mañana. Soñar es una mierda,

es como si Morfeo fuera un hijo de puta sádico que le gusta dejar a los pobres

soñadores en la mejor parte de su sueño justo antes de dejarlos despertar. Me

incorporo, extrañamente lo único que siento es una pequeña molestia en mis costillas,

la que me recuerda que las tengo rotas.

Sosteniéndome del brazo del sillón me pongo de pie, estoy mejor de lo que

pensaba que estaría. No es que tenga una amplia experiencia en roturas de huesos,

pero estoy seguro que hoy tendría que doler todavía más que ayer por la culpa del

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Pasiones nocturnas 02

delicado trato que me dieron los polis. Encogiéndome de hombros desecho tantas

preguntas, cuando tienes que resolver cosas triviales como qué comerás hoy o a dónde

dormirás mañana, no hay tiempo para complicarse con detalles superfluos.

Al abrir la alacena la encuentro llena como desde hace un año no lo está,

sorprendido la cierro y voy al refrigerador para encontrarla igual de rebosante, todo

esto no tiene otro nombre más que Gregorius Kaelo. Arrugando el ceño le doy una

mirada crítica a mi pequeño departamento, la pintura de las paredes esta desnuda ya

que el papel tapiz desapareció desde hace tiempo, los muebles se nota que son de

segunda y hasta de tercera mano, la televisión se descompuso hace un mes y no creo

que pueda pagar para arreglarla pronto, soy digno de caridad por mucho que quiera

negarlo ante mí mismo.

La idea de que el señor Kaelo le haya dado una silla de ruedas a mi mamá o que

surta la despensa, sólo me hace sentir un fracaso aún mayor de lo que soy. El hombre

me vio ayer cuando estaba tan herido que no tenía voluntad ni para arrastrarme hasta

el colchón. Sólo Dios sabe lo que pensará de mí. Lo peor de todo es que yo no pienso

en él como un hombre debe de hacerlo respecto a otro, lo deseo de una manera tan

carnal que duele.

Sé que mi madre despertará pronto, así que es mejor que le haga algo de café.

Supuestamente no debería beberlo por su estado de salud, pero ella dice que si de

todos modos no se va a curar, prefiere darse esos gustos. Me duele escucharla hablar

así, pero al mirarla a los ojos sé que ella no ha partido de este mundo porque se

preocupa por mí, ella no quiere dejarme solo. Cómo decirle que no me verá con esposa

e hijos, me niego a engañar a una pobre mujer y arrastrarla a una vida junto a un

hombre que no la deseará más que como una amiga.

Al entrar a la habitación, no la encontré tan bien como ayer, hoy la veo decaída.

Desayuna sin muchas ganas y se niega a sentarse en la silla de ruedas. Los ataques de

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tos aumentan con cada día que pasa, en ocasiones temo que no pueda recuperar el

ritmo de su respiración nuevamente. Por primera vez en días llega el amanecer sin que

sienta que estoy desfalleciendo de sueño, eso me alegra y me preocupa por partes

iguales. Necesito el empleo en el cabaret, sólo espero que mi jefe no envié a sus

matones a terminar el trabajo apenas me vea entrar al local.

Llevo tantos días trabajando de noche y durmiendo de día que casi parezco un

vampiro de una de esas revistas que se venden en el puesto de periódicos. Después de

ayudar a mi madre con sus asuntos la dejo acostada sobre las sábanas limpias. Espero

que se duerma antes de salir de mi departamento, quiero sentir la tibieza del sol sobre

la piel.

En la calle el sol brilla sobre las cabezas de los transeúntes que se dirigen a sus

trabajos, al menos los que tienen la suerte de tenerlo. La ciudad ha pasado una noche

más sin volver a sufrir un bombardeo, una sensación de falsa seguridad hace que todos

pensemos que la guerra ocurre en otro planeta, que sus consecuencias las sufre otra

gente.

Sin tener realmente un lugar a donde desee ir, llego hasta el puesto de periódicos.

Pago por uno y lo llevo bajo el brazo, se me antoja sentarme en una banca en el parque

a tomar el sol mientras leo. Al abrirlo lo primero que veo es el encabezado, por un

momento no sé si aquello será una especie de broma.

“MASACRE EN LAS BODEGAS DEL ESTE”

Las fotografías de la policía acordonando la zona le dan un aire de realismo que

es para espantar a cualquiera. Según se puede ver en las fotos, están cargando al menos

diez cuerpos en bolsas de la morgue. Sin perder el tiempo busco dentro del tabloide

que fue lo que pasó. Lo que dice me deja aún más impactado, al parecer alguien había

estado matando y torturando a chicos jóvenes. El único sobreviviente estaba afectado

sicológicamente, ya que según fuentes extraoficiales, este solo hablaba de muertos que

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caminaban, de vampiros y de un tipo que quería desangrarlo para alimentar a sus

criaturas.

Quitando la vista de las páginas, observo a mí alrededor. El sol brilla radiante;

las madres juegan con sus niños pequeños en el parque; una pareja de estudiantes se

roban besos bajo un árbol frondoso mientras comparten un helado… al ver esto quién

puede pensar en toda la maldad que se arrastra por el mundo.

Tomando valor regresé a mi lectura, al parecer algunos de los cuerpos eran de

los que mantenían a los chicos encerrados en el lugar. Las conjeturas iban y venían sin

sacar nada en claro, alguien había atacado las bodegas matando a los secuestradores,

aunque la policía señalaba a quién lo hubiera hecho como a otro criminal más. Yo diría

que quién los haya exterminado de este mundo debería ser catalogado como héroe.

Lo peor de leer ese tipo de noticias era que yo era uno más de los pobres

desgraciados que trabajan en la noche, hora en que esos locos rondan las calles.

Realmente esperaba evitar toparme con uno de esos asesinos, tengo que cuidar a mi

madre, no tengo tiempo como para ser secuestrado.

Dejando el periódico sobre la banca ya no quise seguir leyendo. Lo mejor era

llamar a mi jefe por teléfono, necesitaba saber con qué puedo contar y con qué no,

necesitaba trabajar para pagar el alquiler de este mes. Revisando los alrededores vi en

una de las esquinas del parque el lugar donde estaban los teléfonos públicos. En la

vida hay cosas que hay que hacer y darle muchas vueltas al asunto no hace más que

complicar las cosas. En el reloj que había afuera de una de las tiendas vi que ya se

acerca la hora de almorzar, así que supongo que mi jefe debe de haber llegado a su

oficina.

Frente al teléfono público tomé aire, realmente me da miedo lo que puede

resultar de todo esto. El timbre suena por tres veces, estoy por darme por vencido

cuando escucho la voz del jefe desde el otro lado de la línea

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—Soy Dimitry —me presenté a mí mismo— lo llamo solo para saber si todavía

tengo el empleo.

La risa del hombre tiene ese matiz cruel que me eriza los bellos del cuerpo.

—Claro que sí —parece contento—, solo que quiero que firmes el contrato hoy

mismo, tengo clientes que tienen que ser atendidos y no quiero sorpresas.

—Me gustaría saber mejor de que trata todo ese asunto antes de firmar —es una

súplica más que una exigencia.

—¿Otra vez con eso? —Casi me parece verlo levantar su obeso cuerpo del

escritorio, el sonido del golpe me dice que agredió al escritorio con fuerza.

—No puede culparme —me doy valor recordándome a mí mismo que estoy en

un parque lleno de gente en pleno día y él está a dos kilómetros de allí.

Escucho el característico sonido de la silla del escritorio al ceder por el peso extra

del hombre.

—Mira, muchacho —Su tono ahora es conciliador—. Tengo clientes importantes

que tienen que ser atendidos y quieren que todos los meseros firmen un acuerdo de

confidencialidad, además de comprometerse a cumplir algunos de sus caprichos… Es

todo.

Me tomo un segundo o dos para pensar, si pierdo el empleo no tendré donde

vivir al fin de mes. La paga que promete es casi el doble de lo que ahora me paga, lo

único que tengo que hacer es aguantarle las mañas a un grupo de viejos pervertidos,

ya que mi jefe me aseguró que no es prostitución.

—Está bien —acepto a pesar de una voz que me dice que estoy cometiendo un

error—. Iré esta noche a firmar… de todos modos quisiera saber si me pagará estos

días que no he trabajado.

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Pasiones nocturnas 02

—No hay problema —Esa fue la frase que realmente me asustó—. Ven esta noche

y te tendré el cheque de lo que hasta ahora te debo.

—Bien —le dije esperando sonar más seguro de lo que en realidad me sentía—

nos vemos esta noche en su oficina.

Al colgar el auricular en su base, me sentí aliviado. El jefe es una persona

peligrosa, hablar con él sin terminar en el fondo de un barranco es todo un éxito, mírese

por donde se mire. El camino al departamento me supo pesado, solo Dios sabía que

sería de mí después de esta noche, por ahora debía preocuparme por hacerle el

almuerzo a mi madre, una cosa a la vez era lo mejor para no terminar loco.

Estaba a menos de una calle para llegar a mi departamento cuando vi el

automóvil que acostumbraban a conducir los polis de investigación. Por lo visto los

tipos andaban tras algo por que le estaban haciendo preguntas a una las muchachas

que durante la noche se vendía en una de las esquinas. En ese momento deseé haber

traído mi viejo sombrero, al menos con él hubiera escondido mi característico cabello

rojo.

Los tipos eran tan buenos en su trabajo que pase a sus espaldas sin que me vieran,

estoy seguro que de haberme encontrado habría pasado otra vez por sus delicados

puños. Una vez dentro de mí edificio decidí encargarme de la limpieza, luego fui a

hablar con la vecina que vivía hasta el final de pasillo para que se encargara de mi

madre en caso de que no pudiera regresar a tiempo el día siguiente.

Después de terminar todos mis previstos del día, me asomé por la ventana que

da a la calle principal, desde allí pude ver que el automóvil sin marcas de la policía ya

no estaba allí. Por pura curiosidad encendí la radio, si voy a tener que salir a trabajar

esta noche al menos quiero saber si la policía logré averiguar algo de la famosa

“Masacre de las bodegas”.

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Pasiones nocturnas 02

Mientras tomaba un baño, escuché al locutor que no dejaba de hablar acerca de

cómo los agentes del orden estaban investigando exhaustivamente por toda la ciudad,

tratando de capturar a los criminales detrás de toda la carnicería en las bodegas. Como

supuse, la policía estaba igual que la noche anterior, como el perro que persigue su

cola sin lograr más que hacer el ridículo.

Me vestí, tomé mi billetera y la coloqué en la bolsa de atrás del pantalón, una

camisa, un abrigo de cuello alto, era todo lo que necesitaba para enfrentar la noche que

me esperaba, o al menos eso quería pensar.

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Capítulo 10

El cielo nocturno estaba despejado, una brisa fresca bailaba entre los edificios

haciendo que mi abrigo se moviera a su ritmo. Oculto entre las sombras vigilo, como

una animal al asecho, el lugar donde vive Dimitry. Lo he visto desde donde estoy de

pie, en la parte más alta del edificio vecino y por más que al dormir en la mañana me

prometí por milésima vez dejar de buscar al pelirrojo de ojos tristes, no lo logro.

Apenas desperté al comenzar la noche, él fue mi primer pensamiento, la manera

melancólica de su sonrisa, el cabello de color sangre, lo bien que se sentía cuando buscó

protección en mis brazos al sentirse herido. Al abrir mis ojos sentí que era a él a quién

debería mirar junto a mí en la cama.

Como un cobarde, estoy escondido, observándole desde lo alto del edificio que

hay frente a donde él vive, le vi por la ventana mientras atendía a la madre, le vigilé

mientras se preparaba para ir a trabajar nuevamente a ese cabaret de mala muerte.

Anoche descubrimos el botadero donde escondían los cadáveres de los chicos que

según mi hijo y yo, están usando para alimentar “no muertos”. El humano alvino logró

escapar como lo haría cualquier rata escurridiza, ninguno de los matones que vigilaba

el lugar sabía nada de lo que allí ocurría.

Ahora mi pelirrojo de mirada triste va justo al lugar de donde partieron esos

chicos antes de encontrar una muerte segura. Sin poderlo evitar le miro cruzar la calle

enfundado en ese viejo abrigo, el sombrero que cubre su cabeza me impide mirar su

cabello, la palidez de su piel me llama como el canto de una sirena. Le deseo, sé que si

llegara a probar su sangre le perdería el gusto a cualquier otra que no fuera la de él.

Está de pie a la orilla de la acera, su mirada gris busca algo, como si supiera que

alguien le vigila desde las sombras. Me pregunto qué diría si supiera quién soy, estoy

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seguro que correría asustado a las montañas. Cansado de estar escondido, uso las

escaleras de incendios para llegar en cuestión de segundos al suelo, arreglando el

sombrero sobre mi cabeza. Tengo una pinta de chulo que ni mi hijo la logra.

—¿Al trabajo? —le pregunto al caminar junto a él.

Dimitry se da la vuelta, sus ojos verdes se dilatan tras el susto, sus manos pálidas

se aprietan contra su pecho.

—Usted —deja escapar una sonrisa ruborizada—. ¿Qué hace por aquí a estas

horas?

Mirando de un lado a otro como si buscara a algún asaltante, me advierte:

—Esta zona de la ciudad no es segura para caballeros como usted.

Mis colmillos tienen para este momento un largo mayor del natural, mi garganta

está seca solo de pensar en ellos encajados en la delicada piel de su cuello, me cuesta

concentrarme en lo que debo responder

—Puedo defenderme solo —repuse mientras acomodo mi sombrero para dejarle

ver mis ojos negros.

—Son tiempos difíciles —trata de convencerme—. No sé si lo ha escuchado, pero

todos hablan de los asesinatos en las bodegas del este. La policía está haciendo

preguntas a todo el que se encuentra.

—Y tú sigues trabajando en la noche —trato de que mi voz no advierta el

reproche.

El desvía su vista de mí para mirar a los carros que pasan por la calle, las farolas

alumbran y las personas caminan con paso apresurado, como si temieran permanecer

mucho tiempo en esas calles al caer la noche.

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—No tengo otra opción —se encoge de hombros—, si no me presento a trabajar,

mi jefe me despedirá.

—Conviértete en mi amante —sin conectar la boca con el cerebro le hago caso a

lo que se endurece en mi cadera— puedo darte lo que necesites.

Las personas caminan esquivando a dos molestos hombres que, de pie, en medio

de la acera, parecen gozar de todo el tiempo del mundo.

—Está bromeando ¿verdad? —fue lo que dijo al cabo de unos segundos.

Era mi momento de retractarme, dejar salir una carcajada y seguir mi camino

como si jamás hubiera hablado de eso, pero sé que es demasiado tarde.

—Partiré en unos días para América —le digo tentándolo como el demonio que

soy— será un secreto entre los dos.

Desviando la vista a la calle, fue como si hasta ese momento Dimitry fuera

consciente del tipo de conversación que estábamos teniendo justo en mitad de la acera.

—No puede estarme diciendo esto —sus ojos expresaban una mezcla entre

sorpresa y miedo.

—Vamos a hablar a un lugar más tranquilo —le propongo tomándolo del brazo—

. Hay un café en el centro donde el ambiente es propicio para tratar nuestro asunto.

Estoy seguro que Dimitry no estaba en sus cinco sentidos cuando lo llevé del

brazo por entre las calles. La gente al pasar nos miraba con extrañeza, pero nadie se

atrevía a decir nada al respecto. Tuve que caminar a su ritmo, podía escuchar como su

corazón latía al compás de un pájaro asustado; sus manos estaban frías al tacto. Ese era

su momento de debilidad, y pensaba aprovecharme plenamente de él.

Estábamos a unas cuantas calles cuando me fue imposible poder resistir más a la

tentación, soy un vampiro así que no hay vergüenza en caer en los bajos instintos. Sin

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darle tiempo a protestar hale su brazo hasta entrar a un reducido callejón entre una

florería cerrada a estas horas y una librería cuyo dueño terminaba de poner los

candados apenas.

—¿Qué hace? —alcanzó apenas a preguntarme cuando lo empujé contra la pared,

sus ojos verdes me parecieron los de un cachorro encandilado por los faros de un

vehículo.

—Lo que tuve que haber hecho desde la primera vez que te vi —con esas justas

palabras, metí mi rodilla entre sus piernas obligándolo a sentarse sobre mi muslo—.

Eres mío, mocoso.

Él abrió la boca para protestar, sus manos intentaron apartarme, sosteniéndome

por los hombros, cosa inútil. Aprovechando que aquellos labios suaves se separaban,

tomé por asalto esa boca que me tentaba. Mis colmillos estaban extendidos, así que

tuve que tener cuidado de no lastimarlo más de lo necesario.

En un principio su cuerpo estaba tenso, luchaba como un valiente contra mí,

jamás he tomado a un amante en contra de su voluntad, no pienso comenzar ahora.

Usualmente soy hombre de mujeres, pero desde que conocí a Dimitry he pensado

seriamente que me estoy perdiendo de algo bueno. Aunque el joven que se revuelve

entre mis brazos para que lo suelte, es un muchacho, pienso que hay algunos

principios básicos acerca de seducir que no cambian mucho en uno u otro caso.

—Por favor —me suplica en un tono de voz cómplice—, no haga esto.

Dejo en paz su boca para mirarle a los ojos, la luz en aquel callejón es casi nula,

la farola fue rota por algún vagabundo hace algún tiempo.

—Déjate llevar —le pido poniendo mis labios sobre su oreja—. Será algo entre

nosotros… nuestro secreto.

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Mis palabras parecen surtir el efecto deseado, su rendición esta tan cerca que casi

puedo saborearla.

—Tengo miedo.

Me responde humillando la mirada.

—No hay nada por lo que debas temer —le di una lamida a su cuello, me encanta

el aroma natural de su piel—. Yo me ocuparé de todo.

Dimitry no parecía muy convencido, pero su cuerpo decía que estaba totalmente

de acuerdo. Buscando su boca nuevamente, lo besé, esta vez él cooperó activamente.

Su lengua tímida buscó la mía, sus gemidos era lastimeros, una mezcla entre el placer

que yo le proporcionaba y el dolor de una conciencia acusadora. Metiendo mis manos

bajo su abrigo, rebasé las telas de la camisa que ocultaba la tibieza de una piel sensible.

—Alguien nos verá.

Advirtió mi pelirrojo mientras disfrutaba de lo que yo le estaba haciendo al

recorrer la piel de su dorso con mis manos.

Mis colmillos estaban demasiado alargados, paré el beso ya que el chico

comenzaba a recorrerlos con su lengua causando que estuviera a punto de violarlo

contra la pared.

—Está oscuro —le hablé en susurros—, pero si lo quieres, puedo llevarte a donde

podamos terminar esto.

Dimitry estaba sentado sobre mi muslo, su culo redondo encajaba perfecto donde

estaba, llevé mi mano izquierda hasta su sexo sobre el pantalón y comencé a acariciarlo

con lentas pasadas.

—Llévame —me suplicó. Algo en su mirada me dijo que esta era la noche para

tomarlo, que si la dejaba pasar jamás tendría otra oportunidad.

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—Ven —le dije mientras lo liberaba. Su pequeño cuerpo temblaba, en sus

dieciocho años era demasiado inocente comparado con mis siglos de vida. Juntos

salimos del callejón, lo tomé de la mano para guiarlo por la calle, a estas horas de la

noche todavía quedaban personas haciendo algunas compras antes de retirarse a sus

hogares.

—Soñé contigo —me dijo. Sus ojos miraban a cualquier lugar menos a mi cara.

—¿Qué soñaste? —le pregunté mientras lo llevaba a uno de los hoteles más caros

de la ciudad, estaba justo en el centro de la parte comercial.

—Con esto —se encogió de hombros.

Sin poderlo evitar, sonreí. Dimitry estaba asustado, era un chico demasiado joven

viviendo la vida de un adulto al hacerse cargo de su madre. Esta noche este chico

aprendería lo que era adueñarse de la atención de una criatura nacida de la oscuridad.

—Llegamos —le mostré el edificio donde pernotaríamos durante algunas horas.

—¿Allí? —en su dulce rostro mil preguntas se reflejaban.

—Es lo menos que puedo ofrecerte —le hablé mientras colocaba mi mano abierta

en la parte baja de su espalda, obligándolo a entrar.

Dentro del edificio el lujo era la regla: gruesas alfombras sobre el piso, muebles

de madera labrada en delicadas curvas, una lámpara de araña enorme suspendida del

techo. La hermosa mujer que atendía en la recepción me dedicó una sonrisa coqueta al

verme llegar, para los ojos humanos era un hombre joven que no llegaba a los treinta

años, vestido con la elegancia que da el dinero, dejaba que ellos creyeran lo que les

placiera.

Dimitry se veía un tanto fuera de lugar entre tanta opulencia, estoy seguro que

la encargada de la recepción iba a hacer notar este punto justo antes de que yo pusiera

una buena cantidad de dinero en efectivo sobre el mostrador.

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Pasiones nocturnas 02

—Quiero su mejor habitación —le hablé con total naturalidad.

La joven desvió la mirada hacia Dimitry; quien pareció encogerse ante la

reprobatoria de la chica.

—¿Y el joven?

—Es mi primo que viene del campo —le di una excusa para aplacar la política

del hotel—. Le prometí a su madre que le ayudaría a instalarse.

—Será un placer atenderle —esta vez se dirigió hacia mí con esa desenvoltura de

una mujer que sabe cuánto vale.

—Con la habitación bastará —le sonreí tratando de consolarla en su decepción.

La recepcionista me entregó las llaves, las tomé para dirigirme junto a Dimitry

hasta el ascensor, realmente no estaba de humor para lidiar con mortales despechadas,

en este momento mi única preocupación es el joven que me acompaña.

El chico se veía nervioso, parecía un gato en fiesta de perros, era interesante ver

como a sus ojos el mundo era un lugar nuevo. Al cerrarse la puerta quedamos los dos

solos con el encargado del elevador, realmente desee en ese momento que ese odioso

tipo estuviera en la luna cuando menos. Los hermosos ojos grises tenían destellos

verdes cuando me miraba como buscando apoyo, mordiendo su labio inferior trataba

de consolarse a sí mismo. Tengo que admitir que el controlador del ascensor hizo su

trabajo sin inmutarse ante la rara escena, de seguro no era la primera vez que veía algo

como aquello.

En el pasillo estábamos solos, la tentación de arrojarlo contra una pared y hacerlo

mío sin tanto trámite estaba a punto de rebasarme.

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Capítulo 11

El miedo que sentía no tenía punto de comparación, era un temor que no tenía

nada que ver con la preservación de la vida, era más bien como la inseguridad nacida

de enfrentar lo que no se conoce. En el pasillo vacío me tomó de la mano prácticamente

arrastrándome hasta que llegamos frente a una puerta cerrada.

—Hemos llegado.

Antes de usar la llave para abrir se volvió para mirarme a los ojos. En ese

momento mi miedo se fue de un modo casi violento, si habría de aprender lo que era

ser hombre en brazos de otro hombre, con él debía de ser.

—Jamás he hecho algo como esto —de alguna extraña manera creí que era

necesario decirlo. Si el señor Kaelo pensaba que esto sería ir al punto de una vez, estaba

muy equivocado. Estoy tan asustado que cualquier cosa me hará correr como un niño

pequeño, o peor aún, vomitar en sus zapatos.

—Lo sé —su sonrisa era llanamente maliciosa—. Eso lo hará más interesante.

Juró que si en ese momento no salí corriendo, ya no habría cuando. Ese hombre

que aparentaba no tener más de treinta años, me miraba de una forma predadora. En

mis dieciocho años estoy seguro de que mordí más de lo que podía tragar.

—Habrá esa puerta —le ordené sin preocuparme mucho de sí era adecuado o no

mi tono de mando—, si me da tiempo para pensarlo, yo…

Su mano en mi nuca me tomó por la coleta con que sujetaba mi cabello, me acercó

a su boca y me besó de una manera que en un principio me dejó petrificado, pero luego

sin poderlo evitar le correspondí con la misma desesperación. Tal vez fue suerte, tal

vez fue que estábamos en el último piso donde estaban las habitaciones más caras que

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Pasiones nocturnas 02

se encontraban en ese hotel, ya que nadie interrumpió esos segundos que se me

hicieron eternos.

El sonido de la puerta al abrirse me hizo separarme de sus labios. Al mirar me di

cuenta que el muy desgraciado mientras me volaba los sesos con semejante beso, abría

la puerta con total tranquilidad.

—Una vez que entres conmigo a esta habitación —sus palabras estaban teñidas

de deseo—, ya no habrá marcha atrás… serás mío…

Acepté la mano que se me ofrecía, él me envolvió en un gesto que dijo mucho sin

pronunciar palabra.

—Yo quiero —fue lo único que se me ocurrió decir.

Su mano se situó en la parte baja de mi espalda, justo donde comienza la

curvatura de mi trasero, animándome a entrar me dio un ligero empujoncito. Como

un dócil cordero entré sin saber exactamente qué pasaría conmigo entre esas cuatro

paredes.

No soy una persona que se considere a sí mismo como valiente, pero sé que el

estar aquí debe de darme algunos puntos en mi haber. El hombre que me trajo aquí

está de pie en medio de una habitación que es por mucho más grande que todo mi

apartamento, desviando la vista trato de entender en qué demonios estaba pensando

al aceptar todo este asunto.

—Ven —me ordena extendiendo su mano—, siéntate junto a mí.

Tomo su mano, sus ojos negros me miran con detenimiento, sin poderlo evitar

he caído en su hechizo. Las dudas van y vienen dejándome en un estado de agitación

en el que apenas si me reconozco. Sentándome junto a él en el espacioso sillón, espero

ver cuál será su siguiente movimiento.

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Pasiones nocturnas 02

—¿Alguna vez has besado a un hombre? —sus dedos largos y delgados

envuelven los míos.

Es demasiado intenso para sostenerle la vista, mirando la fina alfombra tomo mi

tiempo para responder.

—Solo con usted —la respuesta apenas si sale de mi boca.

Los dedos del señor Kaelo sostienen mi barbilla obligándome a mirarlo a los ojos.

—Me alegra que sea así —se encoge de hombros dentro de su ropa cara—, soy

un hombre de otro tiempo, donde el estrenar a un amante tiene un significado.

No puedo evitar sonreír.

—Usted es apenas unos años mayor que yo.

Su sonrisa era profunda, su solo sonido hizo que mis mejillas se tiñeran de rojo.

—Las apariencias engañan —me dijo acercando sus labios a los míos—, pero creo

que tú disfrutaras de la experiencia que he ganado con el tiempo.

El beso comenzó como un roce apenas, las alas de una mariposa que acaricia el

viento. Quería más, acerqué mi boca a la suya, quería sentirlo con la misma

desesperación que un náufrago busca la orilla.

Sus labios contra los míos formaron una sonrisa.

—Eres tan hermoso —me dijo—, tú inocencia me quema.

Yo no quería plática, lo que deseaba era a él, dentro de mí.

—Enséñame —le ordené sin pudor alguno.

En respuesta, la mano que no sostenía la mía me tomó por la coleta con que

peinaba mi cabello, halándome me acercó hasta él de una manera tan de hombre, que

hizo que me calentara hasta el punto de dejar de recordar cómo me llamaba.

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Pasiones nocturnas 02

Sus labios se abrieron cubriendo los míos, su lengua tibia rozó mis dientes

pidiendo la entrada, sin pensarlo siquiera le dejé tomar de mí lo que deseara. Es un

hombre intenso, de esos que debe de amar y odiar de la misma avasallante manera.

Sabiéndome conquistado, me dejé dominar.

Las manos grandes del hombre tomaron la orilla de mi abrigo y apartándose de

mi boca me lo sacó de un solo tirón.

—Te deseo —logró pronunciar justo antes de comenzar a lamer mi cuello. La

sensación hizo que olvidara respirar, el pequeño mordisco que no llegó a romper mi

piel me hizo regresar a la realidad—. Quiero que esto sea en la cama —él se apartó de

mí, poniéndose de pie me ofreció su mano de una manera casi poética.

—Yo… —dudé ante todo lo que conllevaba su propuesta— no puedo creer que

esté a punto de…

Sin retirar su mano extendida me tentó como la serpiente a Eva.

—Estás aquí —su voz era una caricia en mis oídos—, tú decisión está tomada.

Me levanté lentamente, tomando su mano, me sostuve a él, confiando en que me

llevaría por el camino que estaba destinado a transitar. El frío del aire acondicionado

traspasaba fácilmente el tejido de mi camisa desgastada por el constante lavado,

ignorando el temblor de mi cuerpo acepté su propuesta.

El camino a la cama estuvo lleno de besos que evitaba que pudiera pensar

claramente, sus manos acariciaban mi espalda sin llegar a tocar mi trasero, era un juego

de ofrecer sin dar más que roces e insinuaciones.

Al abrir la puerta que daba al dormitorio llegamos ante una cama enorme con

doseles, aquello era magnifico.

—Es hermoso —salió el comentario antes de que pensara en ello realmente.

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Pasiones nocturnas 02

—Se verá más hermoso contigo desnudo sobre esas mantas de seda roja —habló

con sus labios pegados a mi cuello, al parecer tenía un fetiche jugando con la piel

sensible bajo mi oreja.

Un escalofrío recorrió mi piel que ya ardía, si tan solo supiera más de estas cosas

podría corresponder a sus juegos.

—Hazme el amor —le supliqué mientras inclinaba mi cabeza para dejarle más

espacio para que jugara.

—Espera —se apartó de mí dando dos pasos atrás. Ante su escrutinio me crucé

de brazos como si con ese simple movimiento me protegiera a mí mismo. Al verlo allí,

sus ojos tan negros como lo profundo de la noche, su porte de hombre que se cree

dueño del mundo, su ropa cara de diseñador, hasta el tono de su voz, nos hacía tan

diferentes como el sol de la luna.

Sin mediar explicación se quitó su saco y lo arrojó sobre una silla cercana, le

siguió la corbata y luego la camisa, dejándome ver un dorso de músculos tonificados

sin caer en exageraciones, el señor Gregorius era un hombre imposible de ignorar.

—Quítate la camisa —me ordenó mientras se sentaba sobre la cama—, quiero ver

que escondes.

Un terrible sonrojo cubrió mi cara, con esa pose de hombre de mundo me hizo

pensar en esos reyes antiguos para quienes las mujeres de su harén bailaban buscando

favores entre sus brazos. Una fuerza que estaba más allá de mi entendimiento me hizo

seguirle el juego. Enderezando la espalda decidí mostrarle lo que tenía, poco o

mucho… eso sería lo que tendría a su disposición.

La camisa fue a dar contra la alfombra, poco me importó que se arrugara. La

delgada camiseta que llevaba debajo transparentaba el rosado de mis tetillas, estoy

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Pasiones nocturnas 02

seguro de eso, porque pude notar como por una milésima de segundo los ojos negros

que me miraban dejaron notar cierto brillo de interés.

—Eres más hermoso de lo que imaginé —comentó el señor Gregorius, aunque su

rostro continuaba con esa expresión de control que me animaba a ver hasta qué punto

mi señor podía seguir actuando de ese modo.

—Ven aquí —sus palabras no dejaban lugar a replicas—, híncate sobre la

alfombra, justo en medio de mis rodillas.

Le obedecí, sobre mis rodillas me encontré entre sus piernas. Él sentado y yo allí

sin atreverme a tocarlo. Estaba asustado, no entendía que era lo que el señor Kaelo

quería de mí.

—Pon tus manos sobre mis muslos —me indicaba con la misma paciencia que se

le tiene a un niño pequeño—, ahora levanta la cabeza y ofréceme tu boca.

Le obedecí con la confianza que no se le da a cualquiera. El señor Kaelo tomó la

liga que ataba mi cabello y la haló hasta dejar suelto las hebras rojas que cayeron sobre

mis delgados hombros. Tomando mi boca me besó, prácticamente fui devorado por el

hambre que aquel hombre me profesaba. Un temblor me recorrió el cuerpo hasta

recoger la sangre suficiente para que mi pene bajo el pantalón comenzara a humedecer

la tela que le cubría.

—Mío —fue más un gruñido que palabras lo que salía de su boca. Un hombre

como Gregorius me creía lo suficiente como para calentarse por mí. Ese pensamiento

hizo que un valor que no conocía me hiciera apretar mis manos sobre sus mulos duros

recorriéndolos de la rodilla hasta la cadera.

—Así es, mi demonio pelirrojo —se apartó de mi boca para luego seguir jugando

con mi cuello—. Toca, que por esta noche yo seré tuyo y tú serás mío.

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Pasiones nocturnas 02

Sus palabras me hicieron apartarme, sentándome sobre mis tobillos le miré como

quién despierta de un sueño.

—Qué así sea —respondí la pregunta que sin palabras me formulaba. De todos

modos era iluso esperar algo diferente, en estos tiempos más vale tomar lo que se

ofrece, aunque luego tenga uno que arrepentirse de todo corazón por ello. El beso se

renovó con nuevos ánimos, las manos grandes del señor Kaelo recorrían mi dorso

dejando huellas de fuego sobre mi piel.

—Quiero probar si esas tetillas son tan tiernas como se ven —Me haló hasta que

mi pecho quedó justo a la altura de su boca. Por sobre la tela de mi camiseta comenzó

a chupar hasta transparentar lo poco que esta encubría—. Eres delicioso— susurro

dándome ligeros mordisquitos en una y otra tetilla.

Sé que soy un hombre, nadie tiene que explicármelo, pero no pude evitar gemir

por las caricias que me atormentan. Sólo espero que las paredes de este dormitorio

estén insonorizadas, porque, por más que intento, no puedo dejar de dar grititos al

sentir como su boca juega con mi sensible piel. Si ya con eso no es como para volverse

loco, mi pene se está ahogando en líquido preseminal dentro de mi ropa interior.

El sonido de la tela de mi camiseta al rasgarse me hace darme cuenta que esta fue

destrozada y que ahora cuelga de mis hombros sin tener otro punto de unión.

—Contigo las cosas sólo mejoran —terminó por quitarme los trozos de la

camiseta—, no puedo imaginarme lo que será cuando este dentro tuyo.

La imagen mental que invadió mis sentidos me hizo gemir necesitado. Ante el

hombre que todavía estaba vestido de la cintura para abajo, dejé que los pantalones

fueran a adornar la alfombra junto con mi camisa. La ropa interior blanca tenía una

mancha de humedad que dejaba ver claramente las formas de mi sexo y testículos.

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Pasiones nocturnas 02

—Trae eso hasta aquí —señaló con un movimiento de cabeza justo el sitio en mis

caderas. Sin pensarlo mucho di los pasos necesarios para llegar frente a mi señor

Kaelo—. Déjame probarte.

Tuve que sostenerme de sus anchos hombros, fueron sus manos las que situadas

bajo mi trasero me sostuvieron para no dar con mi humanidad en el suelo. Él, sentado

como rey y señor sobre la cama, lamía mi sexo por sobre la tela de algodón de mi ropa

interior. De pie entre sus piernas abiertas era como una ofrenda pagana a algún dios

libertino.

—Ya no puedo —mis palabras fueron una súplica.

Con los dientes rompió mi ropa interior, no sé cómo lo hizo, pero lo que quedaba

de la prenda estaba ahora haciendo cúmulo junto con el resto de mis ropas. La boca de

mi señor se abrió y engulló todo mi pene erecto hasta que pude sentir como este llegaba

hasta el fondo de su garganta. Mi grito se escuchó hasta en lo profundo del infierno

mientras descargaba chorro tras chorro de semen, no recuerdo que en ninguna de mis

masturbaciones hubiera sentido algo ni cercano a esto.

Sin fuerzas me dejé caer, fueron los brazos fuertes del señor Gregorius los que

me hicieron sentar con las piernas abiertas sobre el regazo de mi torturador.

—Perdón —apenas logré articular palabra— no pude evitar que…

—Silencio —me dio un ligero beso en mi boca entre abierta que buscaba llevar

oxígeno a los pulmones—, no ha pasado nada que yo no quisiera… la noche todavía

es joven, queda mucho placer por mostrarte.

Mi frente estaba posada sobre su hombro, todavía me sentía como en una nube,

es difícil procesar tantas cosas juntas. La sensación de humedad en mi pene me

recordaba donde este había estado, ese recuerdo comenzó lentamente a hacer que me

excitara nuevamente.

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Pasiones nocturnas 02

Tratando con todas mis fuerzas de ser valiente, le miré a los ojos.

—¿Qué más quieres mostrarme?

La sonrisa aterciopelada hizo que mi corazón se saltara uno o dos latidos.

—Ponte de pie nuevamente —me indicó mientras él mismo se ponía también

sobre sus dos piernas—. Ahora quiero que te acuestes sobre la cama… deseo ver cómo

te ves cuando te ofreces tan hermosamente.

Una cosa es cuando estás en tus cinco sentidos y otra muy diferente es encontrase

en el momento en que en lo único puedes pensar es en un pene enterrado hasta el

fondo de tus entrañas. Caminando hasta la cama, soy consciente que moví el trasero

algo exageradamente. Quiero que él me miré, que aunque sea por una única noche, el

señor Gregorius no me olvide tan fácilmente.

—Acomódate con la espalda contra el colchón —hablo mientras dejaba que sus

pantalones resbalaran por sus piernas—, quiero ver qué tanto interés tienes en mí.

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Pasiones nocturnas 02

Capítulo 12

¿Quién podría resistir algo tan dulce y sexy como el chico pelirrojo que me

miraba con sus grandes ojos grises? Le dejé recorrerme con su mirada, sus mejillas

estaban encendidas, sus manos trataban de cubrir su interesado sexo. Lo vi tragar su

nerviosismo, podía estar asustado ante lo desconocido, pero esta noche el chico

descubría los placeres que se ocultaban en las horas oscuras.

Tomando el control remoto que había sobre la pequeña mesita que estaba junto

a la cama, atenué las luces del dormitorio hasta que estas alumbraron con la misma

intensidad de las velas. Sin quererlo la recordé a ella, a mi amada.

—Creo que es mejor si yo… —trató cubrir su desnudez con la seda de la cama,

en ese momento me di cuenta que le había abandonado, por un momento mi mente

me recordó que una vez amé y qué tanto duele cuando uno pierde el sujeto de su amor.

—Estas justo donde debes de estar —subí a la cama hasta situarme sobre mi

víctima, tan cerca y sin tocarnos realmente.

Los ojos grises de sempiterna mirada triste esta vez tenía un brillo que no supe

identificar, las manos que antes cubrían un sexo ahora estaban sobre mis hombros,

exigiendo sin palabras un mayor contacto. Por pura maldad roce mi dureza contra la

suya, el mínimo contacto hizo que Dimitry dejara salir un gemido lastimero.

—Se siente tan bien —dijo mientras arqueaba la espalda buscando un segundo

roce.

—Tú inocencia es deliciosa —el demonio que habita en mí estaba complacido,

estaba por recibir una ofrenda virgen para que fuera tomada. Besé esa boca sedienta

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Pasiones nocturnas 02

que me esperaba abriéndose a mí como una flor, luego bajé por su cuello hasta atacar

nuevamente las tetillas endurecidas por mis constantes jugueteos.

—Se siente tan bien —gimió más que hablar. Mi recorrido llegaba justo al

ombligo haciéndolo temblar de anticipación. Era algo nuevo para mí el poder explorar

con mis manos un pecho plano hasta llegar a la uve que formaba la unión de las

caderas con los muslos. Los soniditos desesperados que salían de su dulce boca cuando

mordisqueaba la piel cerca de su pene erecto, era música para mis oídos.

—Veamos que tan bien sabes —le advertí antes de pasar mi lengua por su dureza

en un solo movimiento. El cuerpo entero de Dimitry tembló, una suerte para mí que

no fuera del tipo compasivo, realmente me gustaba ver como mi chico se retorcía

tratando de escapar de la intensidad de las sensaciones.

—Esto no es correcto —para este momento el muy ladino me tomaba por el

cabello exigiendo que metiera más de su pene en mi garganta. Como buen soberano,

atendí las exigencias de mi pueblo. Era un juego perverso el lamer, dejar que sintiera

el filo de mis colmillos sin romperlo, luego tragar el pene erecto hasta llevarlo hasta el

fondo de mi garganta. Esta vez sería una tortura lenta, ya lo había dejado descargarse

en mi garganta antes, era hora de jugar un poco con mi comida.

Después de un buen rato de estar en ese mete y saca, decidí que ya era hora de

ponerle orden a ese chico. Unas lamidas más, algo de succión, el resultado fue el

esperado, mi pelirrojo comenzó a gemir como un animal en celo mientras descargaba

chorro tras chorro dentro de mi boca. Me tragué todo, hasta la última gota.

Dimitry era un muñeco desmadejado sobre la cama, las piernas abiertas y la

boquita rosa que buscaba oxígeno en bocanadas lentas. Me arrodillé entre sus piernas,

su timidez se había esfumado junto con sus fuerzas, mi pelirrojo estaba exhausto.

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Pasiones nocturnas 02

—Ya te has divertido —le dije mientras separaba todavía más sus rodillas para

colocarme entre ellas—, es hora de que lo haga yo.

Tomando una cabecera la coloqué bajo su cadera, Dimitry se dejó hacer como un

chico bueno. Con mi presa justo donde la quería, dediqué tiempo a observar. Su cabello

rojo estaba suelto sobre la almohada, su rostro con lindas pequitas sobre la nariz,

estaba sonrojado de una manera adorable, la piel color crema se veía suave cubierta

por pequeñas gotitas de sudor, sobre sus caderas su pene que ya comenzaba a ponerse

duro ante mi interés.

—¿Qué vas a hacer conmigo? —la sonrisa perezosa de mi pelirrojo me tomó por

sorpresa cuando dirigí la mirada nuevamente a su rostro.

—¿Quieres esto? —le pregunté mientras acariciaba mi propio miembro.

—No quiero terminar esta noche sin saber lo qué se siente —me retó mientras

levantaba la cadera invitándome a algo más.

Es increíble que bajo tanta timidez y tanta inseguridad mi pelirrojo sea toda una

fierecita, casi tengo miedo de imaginar en lo que se convertirá cuando adquiera algo

de experiencia. Dejando mi propio pene comienzo a jugar con el suyo, me encanta

notar como de sensible es, como tiembla cada vez que le toco.

Por esta noche dejaré los recuerdos, mañana de seguro sentiré todo el peso de

haber traicionado a mi esposa, porque para mí ella siguen viva al igual que la imagen

de mis hijos cuando con sus gritos y carreras parecían echar abajo mi castillo. Me he

acostado con muchas mujeres, pero es con Dimitry con quién me he sentido en casa al

estar entre sus piernas.

Con cada una de mis caricias le veo gemir, mis dedos manchados con aceite

aromático, despacio, uno a uno, han ido dilatado la entrada virginal. En silencio, solo

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Pasiones nocturnas 02

dejando escuchar nuestras respiraciones pesadas, dejo de jugar con mis dedos y su

culo, para comenzar a penetrarlo con algo que nos hará gozar a los dos.

—Me duele —susurra contra mi oreja. Estamos tan juntos que formamos un solo

ser.

—Sé valiente —le respondo llenando su boca de besos—, cuando tú cuerpo se

acostumbre sólo sentirás placer.

En un movimiento contundente entro por completo en sus entrañas. Su grito toca

una parte de mí que hasta hace unos días creía muerta. Sé que ahora él está entre el

dolor y el placer, sus uñas se clavan en mis hombros tratando de vengarse por lo que

le estoy haciendo. Me complace ver como su valentía está latente dentro de él, en pocos

minutos lo encuentro levantando sus caderas, envolviendo sus piernas alrededor de

mi cintura en busca de mayor contacto.

La cama se queja por nuestro acoplamiento que para este momento ya nada tiene

de delicado, yo le doy y él me recibe como todo un hombre. Ambos nos dejamos llevar,

el tiempo pasa, disfruto hundiéndome en su carne, su culo apretado me recibe

llevándome a la locura.

No podría alejarme de su lado ni aunque así lo quisiera, las piernas torneadas de

Dimitry me rodean la cintura impidiéndome hacer otra cosa que no sea penetrarlo.

Gemimos juntos, el muerde mi hombro con fuerza haciendo sangre con sus dientes

romos, yo hundo mis colmillos en su cuello probando el fluido vital que hincha de sus

venas. He tenido sexo antes, pero tengo que reconocer que nada tan intenso, dentro de

Dimitry se está en la gloria.

El culo apretado de mi amante me exprime al venirse con fuerza mojando mi

pecho, yo en respuesta riego sus entrañas con mi semen. Las piernas que me oprimían

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Pasiones nocturnas 02

se relajan, al apartarme quedando de rodillas entre sus piernas, me doy cuenta que él

se ha quedado dormido.

La realidad de lo ocurrido cae sobre mí como una montaña de ladrillos, estoy

desnudo todavía entre las piernas del humano con el que he tenido sexo. Mi cabello

negro está húmedo, mechones se pegan a mi rostro. En un movimiento cansino los

aparto. En mi boca puedo sentir la dulzura ferrosa de la sangre del muchacho que

inconsciente descansa sobre la cama. No puedo quedarme aquí, siento que las paredes

del lujoso dormitorio me aprisionan, soy una bestia apresada por su propia conciencia.

Bajo de la cama dispuesto a tomar una ducha, vestirme y salir de allí lo más

rápido que pueda, pero al tener el pomo de la puerta en la mano, me doy la vuelta para

mirarlo a él, aún sucio por los fluidos que compartimos. Maldiciendo mi capacidad de

cometer estupidez tras estupidez, abandono la idea de una retirada rápida.

Una vez en el baño humedezco una toalla con agua tibia, en la habitación Dimitry

duerme como un ángel caído sobre la cama. Con cuidado de no despertarlo paso la

tela por su dorso, en ese momento veo claramente las múltiples mordidas que le hice

al calor del sexo, su sabor aún lo llevo en la boca. De todas las heridas es en su cuello

donde encuentro la peor, la que chorro a chorro me dio de beber. Evitando queden

cicatrices, uso mi saliva para que sanen sin dejar prueba de lo que hice.

Terminado el trabajo, trato de no pensar en las consecuencias de lo que ha pasado

entre nosotros, en unos días tomaré un barco que me llevará al nuevo mundo y todo

esto no será más que otro recuerdo que se amontona en mis siglos de vida. Con una

delicadeza que ni yo mismo me conocía, limpio todo rastro de sudor, semen y sangre,

el color de las mantas ayuda a mi causa.

Antes de irme quiero dejarle vestido, me molesta la idea de qué los de servicio a

la habitación entren y lo encuentre en toda su desnuda belleza. En uno de los roperos

de la habitación, en la gaveta de la izquierda, encuentro la ropa que proporciona ese

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Pasiones nocturnas 02

tipo de hoteles. Tomo el pantalón del piyama, con toda la sutiliza de la que un vampiro

es capaz, le visto evitando despertarlo.

Apartándome unos pasos de la cama observo por última vez aquello que dejaré

para siempre. Mañana, justo después del amanecer en la cuenta de banco del chico se

depositará una suma de dinero que le ayudará a vivir algunos meses sin preocuparse

por tener que presentarse al cabaret. Espero que con eso mi puta conciencia me deje

en paz por algún tiempo.

Es hora de marcharme, vestido y con el saco en la mano, me retiro. El sonido de

la puerta al cerrarse me dice que ya solo me queda un camino, seguir hacia delante. El

pasillo alfombrado me lleva hasta el elevador, en cada paso que doy siento que una

parte de mí se desgarra, conozco la sensación y me niego a dejarme gobernar por ella

nuevamente.

En la recepción dejo la cuenta pagada, Dimitry podrá quedarse hasta dos días si

así lo desea. Fuera en la calle, la luna tiene dos terceras partes de su recorrido hecho,

en menos de dos horas llegará el amanecer. Mi regreso a la mansión no tarda más que

unos cuantos minutos, hoy no estoy de humor para lidiar con humanos y sus

necedades.

Contra el cielo nocturno la mansión se recorta como un baluarte, el refugio que

protege a mi hijo y a mí de la luz del sol. Ante sus puertas, caigo de rodillas, soy un

guerrero de mil batallas que esta noche ha perdido una que ni siquiera debió luchar.

Mis manos tocan las gradas de granito, mis rodillas dobladas, el vacío de mi corazón

reflejado en mi rostro, no debería doler tanto el dejar a un humano, uno que solo tengo

días de haber conocido.

Me niego a que mi hijo me encuentre así, tomando fuerzas de mi orgullo de

hombre me pongo en pie, abro la puerta sabiendo que esta noche como tantas otras

nadie me espera allí. La pesada puerta se cierra a mi espalda, dentro ya todo está

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Pasiones nocturnas 02

almacenado, solo una mesita pequeña y el teléfono es lo único que queda a la vista.

Las brujas al venir deberán escoger que harán con lo que quedé en la bodega.

Un fuerte golpe en la puerta me hacen salir de mi auto flagelamiento metal.

Invocando una espada, la catana que duerme en mi habitación llega hasta mi mano

lista para ser usada. Creo que alguien me dará una excusa para desquitar con alguien

mi miseria. Deseando que sea un enemigo capaz de causarme mucho daño, abro la

puerta de golpe, la noche fuera es total.

Bajando los escalones siento una presencia conocida — ¿Arayme? — pregunto a

la sombra encapuchada que trata de esconderse tras uno de los árboles del jardín.

—Soy yo —la chica menuda sale a descubierto, el cabello que llevaba en un moño

la primera vez que le vi, ahora lucía desordenado, sus ojos de niña tenían una

expresión asustada que me hizo pensar que en el reino de las sombras las cosas estaban

peor de lo que pensaba.

—¿Qué buscas en medio de la noche? —Enfundé mi catana para no asustarla más

de lo que parecía estar— No es seguro andar por allí sola y menos presentarse a la

mansión de un vampiro.

—Vengo a darle información que no es seguro reciba por otros medios —se

acercó hasta quedar bajo la luz de la lámpara que estaba sobre la puerta de entrada—

Mi maestra Darakne murió a plena luz del día, cuando unos hombres armados

entraron a nuestro hotel. Al parecer nos han estado siguiendo, sabían el momento

exacto para hacer lo que hicieron.

Tomé a la joven de la muñeca y prácticamente la arrastré dentro de la mansión.

—¿Dónde están las demás? —le pregunté al cerrar la puerta tras nosotros. El

sonido del seguro al cerrarse me dio cierta tranquilidad.

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Pasiones nocturnas 02

—Mataron a nuestra maestra Darakne y se llevaron a una de las brujas que recién

llegó durante la mañana —la que haría el contacto con el gobierno para que nos dejaran

entrar como voluntarias en la confección de uniformes para los soldados.

—¿Y te dejaron escapar así de fácil? —la joven en ese momento calló en la cuenta

de lo que mi pregunta implicaba.

—Nos han estado siguiendo —tomo aire con dificultad, por un momento pensé

que iba a desmayarse.

—Calma —le pedí mientras evaluaba las posibilidades—. Te quedarás de ahora

en adelante en la mansión.

—Ellos atacarán a la luz del día —me advirtió—, no es seguro quedarse aquí…

De seguro saben de este lugar.

—Probablemente —estuve de acuerdo— será mejor que vengas al sótano.

Tomándola del brazo la guíe sin perder tiempo hasta la parte de atrás de la lujosa

escalera que había en el recibidor. Esa escalera era la que llevaba a los pisos superiores,

aunque bajo esta había una entrada escondida que daba a un pasillo angosto que

apenas si permitiría el paso de un hombre adulto a la vez.

—Si van a quedarse con esta mansión —le explique a la joven bruja—, deberán

conocer ciertas ventajas estructurales que tendrán al vivir aquí.

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Capítulo 13

Desperté de la manera que me había imaginado que sería, solo. Al sentarme sentí

un fuerte dolor en mi pobre trasero, recordar los jugueteos de la noche anterior hizo

que un profundo sonrojo tiñera mis mejillas. La parte baja de mi cuerpo estaba cubierta

por un piyama de algodón, mi dorso estaba desnudo. Pasando las manos por mi piel

me di cuenta de lo sensible que había quedado. Me extrañé al notar como gotas de

agua mojaban el piyama que llevaba.

Negándome a sentir pena de mí mismo, soy un hombre y sabía lo que hacía al

aceptar venir hasta esta habitación de hotel, me puse de pie sosteniéndome de uno de

los postes de la gran cama de tres plazas. La humedad en mi cara no paraba, gruesas

gotas emanaban de mis ojos, la soledad es un amante vengativo, cuando le dejas para

luego regresar, se ensaña clavándote sus garras hasta el alma.

La ropa que traía puesta al llegar al hotel, estaba arrugada como si algún animal

la hubiera masticado para luego regurgitarla sobre la alfombra. No me importó, la

tomé para ir con ella a la puerta que supuse era la del baño. La puta humedad en mis

ojos apenas si me permitía ver, para colmo unos sollozos salían de mi pecho

haciéndome sentir patético.

Me quité el pijama y lo tiré en el piso del baño, con la pequeña fortuna que de

seguro pagó el señor Gregorius más les valía que recogieran mi desorden sin rechistar.

Trate por todos los medios de no mirar al espejo que cubría toda una pared, pero me

fue imposible. La lamentable imagen que me devolvió, hizo que llorara de un modo

aún más desconsolado, estaba solo, realmente solo y esa verdad me dolía. Mi madre

no viviría durante mucho tiempo más, cuando la muerte le llegará, yo no tendría por

qué seguir en este mundo.

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Pasiones nocturnas 02

Los mechones rojos de mi cabello estaban enmarañados, mis labios se veían

hinchados por tanto beso recibido apenas unas horas antes. De pie allí, pude ver mi

cuerpo de hombre que apenas si comenzaba a madurar, a mis dieciocho años era

demasiado delgaducho, excesivamente pálido, para colmo tenía unas aniñadas pecas

en la nariz que me hacían ver delicado. Odio tanto ser quién soy.

Con la clara intención de lavar mi tristeza bajo el agua de la ducha, dejé que el

líquido caliente lavara de mí su aroma, su tacto, tantos putos besos que no podría

olvidar. No quiero arrepentirme de lo que hice con él, es solo que ahora duele

demasiado.

—Gregorius —le llamé dejándome caer de culo sobre el piso de la ducha. El agua

golpeaba mi cabeza y recorría mi piel desnuda.

—Gregorius.

Le llamé con la insistencia de un niño perdido en el centro de la ciudad.

—Gregorius.

Grité su nombre sabiendo que él no regresaría.

El tiempo pasó, lo sé porque mi piel se arruga bajo el agua, y el agua caliente está

tomando una tonalidad roja. Me seco con la toalla, es tiempo de seguir con mi vida y

dejar las cosas de niño atrás. Tengo que ir al apartamento junto a mi madre, debo de

conseguir un nuevo trabajo y ver cómo demonios voy a hacer para pagar las cuentas

de este mes. Sé que el señor Gregorius prometió dejar dinero para mí, pero no quiero

llevarme otra decepción. Mi madre siempre dice que un hombre es capaz de decir

cualquier cosa con tal de tener lo que desea.

Salí por la puerta de enfrente del hotel, era tan temprano que nadie rondaba por

el vestíbulo. El guarda de seguridad no me quitó la vista de encima hasta que salí por

la puerta principal. Puedo entender su actitud, imagino que no todos los días sale

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EL NEÓFITO DEL VAMPIRO
Pasiones nocturnas 02

alguien vestido como si algún animal salvaje le hubiera revolcado por todo el piso de

mármol. Al meter la mano en mi bolsillo encontré mi billetera, tal vez tendría suficiente

para pagar un taxi.

Juro que casi caigo de espaldas al ver lo que traía encima, Mi billetera tenía varios

billetes grandes, con eso podría pagar el alquiler e ir a hacer mercado. Sé que debería

sentirme como una puta, pero saber que mi madre tendrá asegurada su comodidad

por este mes, me tranquiliza lo suficiente para agradecerle en silencio al señor Kaelo.

Mi maldita conciencia no me daría de comer, eso era todo y debía de aceptarlo.

Después de un rato de estar insistiendo logré que un taxi se detuviera junto a la

acera donde yo estaba. El camino a mi departamento fue triste, durante esa noche supe

que había conocido lo más parecido a la felicidad. Ya de nada valdría seguir buscando.

Con suerte la ciudad caería esta noche bajo bombardeo y tantas preocupaciones

quedarían enterradas por toneladas de escombros. Gregorius me había mencionado

que en pocos días se marcharía de este continente. Al menos espero que él logre ser

feliz.

Al bajar del taxi sentí una extraña opresión en el pecho, un mal presentimiento

me embargó apenas puse un pie sobre el pavimento. El sol despuntaba en el alba, la

calidez de sus rayos acariciaba los edificios dándole un aspecto menos duro a la mole

de edificios. Nada de esto me tranquilizaba.

El sonido del motor del taxi al alejarse me hizo volver a la realidad, era mejor

subir hasta mi apartamento y luego pensar en qué era lo que ocurría. Las escaleras

interminables me esperaban, por lo general era aburrido subirlas, pero con cierto dolor

al final de la espalda era algo divertido si se veía desde fuera. El pasillo de mi piso

estaba a oscuras, al parecer los tres bombillos que todavía daban luz, se dieron por

vencidos abandonándonos a las tinieblas.

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EL NEÓFITO DEL VAMPIRO
Pasiones nocturnas 02

La sensación opresiva en el pecho continuaba, empeorando a cada momento, un

sabor a miedo se instaló en mi boca. Frente a la puerta de mi apartamento descubrí

que el llavín estaba roto, con solo poner la mano en la madera esta se abrió sin

problema. El señor Kaelo había arreglado el daño que había en las bisagras, según él

me había mostrado con solo darle un leve empujón se zafaban del marco. No era

posible que el llavín se dañara otra vez cuando recién fue reparado.

Hay momentos en la vida que lo obvio es tan terrible que el cerebro lucha por

negarlo hasta el punto de hacernos ciegos a lo evidente. El temblor en mi mano delató

lo asustado que estaba, pero debía entrar y ver que mi madre estuviera bien. La puerta

se abrió de par en par, un grito de horror escapó de mi garganta. El apartamento

completo estaba destrozado, la puerta que daba al cuarto de mamá estaba partida en

dos.

—¡Dios mío! —grité sin poderme controlar— Alguien llame a la policía— Sin

detenerme a pensar que tal vez el que había invadido mi casa todavía estuviera allí,

corrí hasta el lugar donde dormía mamá.

La mujer mayor que vive al final del pasillo llegó al escuchar mis gritos, tras ella

dos hombres que se notaba que recién llegaban a sus casas del trabajo en la fundidora.

Sobre la cama el cuerpo de mi madre estaba acostado, una gran mancha de sangre en

su pecho, la palidez de su rostro no dejaba lugar a dudas acerca de lo que había

sucedido. Manos grandes trataron de tomarme de mis finos brazos, con una fuerza

que no me conocía a mí mismo les empujé para ir con ella a la cama. Lo demás está

todo borroso para mí.

La policía llegó, las sirenas rasgaban la paz de la mañana, los paramédicos le

dieron una última revisión al cuerpo de mi madre mientras yo luchaba por liberarme

de los uniformados que me esposaban para llevarme lejos de ella. Se necesitó de tres

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EL NEÓFITO DEL VAMPIRO
Pasiones nocturnas 02

policías para que lograran meterme en la patrulla, hasta que un paramédico me inyectó

algo en el brazo, fue que pudieron conmigo.

Cuando reaccioné nuevamente, estaba esposado, sentado frente a una fría mesa

de metal donde tenía apoyada la cabeza. Es increíble como al despertar en el hotel, mi

mayor preocupación fue averiguar cómo hacer para que no se me notara al caminar el

uso que le dio el señor Kaelo a mi trasero. Una risa amarga escapó de mí. Me estaba

volviendo loco, eso debía de ser, nada era real, todo era producto de la imaginación de

un loco.

—Me alegra que encuentre esto gracioso —un policía construido como el tronco

de un árbol entró por la única puerta que había en ese recinto de tres por tres metros

cuadrados.

—¿Cuándo podré ver a mi madre? —me senté derecho dándole la cara. Gruesas

lágrimas caían por mi rostro, no quería llorar, eso sería admitir que todo era real.

—Supongo que en el funeral —el tipo se sentó en la silla que había del otro lado

de la mesa.

—Ella está bien —sonreía aunque de mis ojos la humedad no paraba de salir—

ella me está esperando… debe de estar preocupada porque no he llegado… tengo que

llamarla.

La mirada dura del policía pareció suavizarse.

—¿Dónde estuviste anoche? —su tono era profesional, ya no había reproche en

él.

Me alegré que cambiáramos de tema, cualquier cosa era mejor que hablar de mi

madre en ese momento.

—Con un amigo —me encogí de hombros— en un hotel en el centro.

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Pasiones nocturnas 02

El tipo me dio una larga mirada, como evaluando todo lo que implicaba lo que le

estaba diciendo el chico pelirrojo de mirada perdida.

—¿Puedes dar un número para que su “amigo” venga a corroborar lo que dice?

—su mirada no dejó mi rostro, aunque yo para ese momento miraba la superficie

oxidada de la mesa.

—Él no vendrá —me encojo de hombros—, me dijo que se irá a América.

—Trato de ayudarte, muchacho —los gruesos brazos se cruzaron sobre su

pecho—. Eres sospechoso.

—Ella es lo único que tengo en la vida —la luz de la lámpara que colgaba del

techo le daba una luz mortecina al cuarto de interrogatorio.

—¿En qué hotel estuvo a noche? —siguió con sus preguntas.

—En el Disten —hablé con el ánimo de un autómata, las lágrimas no dejaban de

mojar mi arrugada camisa—. Es el que está cerca a del parlamento —este lugar no tiene

ventanas, es como un féretro. Fuera puede ser medio día, pero aquí es como si la luz

del día no existiera.

El policía apunto los datos de la hora y número de habitación.

—Esto será fácil de confirmar —dejando la libretilla con los apuntes sobre la mesa

me dedicó una mirada evaluadora, estoy seguro que si ya no hubiera sobrepasado el

límite de mis nervios, eso acabaría por doblegarme.

—Ya no importa —me encogí de hombros. Las mejillas no dejan de estar

húmedas, mi camisa se sentía fría por tantas lágrimas recogidas sobre ella, en ese

momento que me importa si me condenaban a muerte. Soy un puto marica que le dio

el culo a un hombre al que no volverá a ver, para empeorarlo todo, con una madre que

tuvo la bendición de morirse antes de saberlo.

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Pasiones nocturnas 02

El detective seguía con sus preguntas, pero no le escuché, su voz es un eco lejano.

El ruido de la puerta me anuncia que no estamos solos, un policía uniformado me toma

del brazo y me arrastra fuera del cuarto de interrogatorios. Antes de salir los dos

hombres intercambian palabras, el agarre sobre mi brazo ahora es menos doloroso

hasta convertirse en una mano que me sostiene.

En medio de mi sopor apenas si me doy cuenta por donde me llevan, al final del

último pasillo hay una celda pequeña. Una cama y algo que debe ser lo que se usa para

las necesidades fisiológicas, no se ve que otro detenido la ocupe. Me siento en la cama,

el sonido del metal al chocar deja claro que estoy encerrado, como si yo tuviera el

ánimo de escapar.

Enroscado en la cama pienso que es bueno que no tenga a nadie que se preocupe

por lo que me suceda, no quiero hablar, no quiero explicar, solo deseo quedarme aquí

como las piedras. Duele tanto que no soy capaz de llorar más, cierro mis ojos, mi único

deseo es dormir y no despertar. Quizás por fin Dios se apiade de mí y cumpla mi deseo,

la muerte sería un dulce descanso.

Supongo que ha pasado algún tiempo, no lo sé en realidad, todo a mí alrededor

me es indiferente. Dos policías uniformados entran.

—Pagaron tu fianza —me dice uno de ellos—, al parecer el juez piensa que no

eres un sospechoso de prioridad.

Poco me importa, no soy capaz de reaccionar. Uno de los recién llegados me toma

del brazo y me obliga a levantarme, el movimiento no es brusco aunque si efectivo.

Sobre mis dos piernas soy obligado a caminar fuera de allí. Contrario a lo que podría

suponer, no me llevan a la parte de enfrente del edificio, me sacan por la puerta que

da a la parte de atrás.

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EL NEÓFITO DEL VAMPIRO
Pasiones nocturnas 02

—Aquí está el chico —habla uno de los policías al tipo vestido de traje que está

de pie junto a un automóvil negro—, si de verdad quiere ayudarle sáquelo de la

ciudad, los periódicos no deja de decir que mató a su propia madre.

Al levantar la vista del pavimento vi por primera vez al extraño, era un tipo alto,

de cabello tan rubio que era blanco, su piel de una palidez nada normal, los dedos

largos sostenían una bolsa de papel.

—Les agradezco mucho que me ayudaran a sacar a mi amigo de allí sin tanto

circo —les entregó la bolsa de papel—. Esta es solo una muestra de mi agradecimiento.

Si olvidan todo esto les daré más al final del mes.

Sin ceremonia fui introducido a la parte de atrás del carro negro, los policías y el

hombre se dieron la mano en señal de acuerdo. De tener alguna capacidad de sentir

algo, estoy seguro que este sería el momento ideal para demostrar pánico. Observando

la noche a través de la ventana del vehículo en movimiento, estoy seguro que mi jefe

está detrás de todo esto. El solo pensarlo hace que me hierva la sangre, pero este fuego

se disipa tan pronto se enciende, ¿qué puedo hacer yo contra ese hombre?

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Pasiones nocturnas 02

Capítulo 1414

Arayme caminó conmigo hasta la parte de atrás de la escalera principal que

conectaba el primer piso con la segunda planta. Tocando una de los paneles de la pared

de madera labrada, hice que la estructura cediera dejando libre la entrada a otra

escalera, una que se hundía en el piso de la primera planta.

—Es un pasaje secreto —los ojos de la joven bruja se veían animados por primera

vez desde que había llegado frente a mi mansión.

—Sígueme —le indiqué guiando el camino. Invocando un candelabro iluminé los

escalones, no sé qué tanto puede ver en la noche la bruja a mi espalda, así que no quiero

que se rompa el cuello por no ver dónde camina.

Una vez llegados a lo que tendría que ser el sótano, le mostré un gran salón

amueblado de elegancia que no tenía nada que envidiar a lo que se encontraba en el

piso superior.

—¿Qué es este lugar? —preguntó la joven mientras recorría con su mirada los

recovecos del salón. Al encender las luces todo aquello pudo ser observado en todo su

esplender.

—Es donde tus hermanas pueden resguardarse para hacer sus rituales sin

preocuparse por ojos curiosos —le expliqué haciendo desaparecer de mi mano el

candelabro—, es mejor que las escaleras que llevan hasta aquí no tengan iluminación,

deben tomarse su tiempo para recordar la cantidad de escalones para que nadie

tropiece. La idea es que si alguien llegara a seguirlas por la escalera se tropiece y le sea

muy difícil llegar hasta aquí sin que ustedes se enteren.

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Pasiones nocturnas 02

La joven caminó hasta quedar al centro del salón, con su delicada mano recorrió

la fina madera de la mesa de veinte plazas.

—Será difícil ser tomadas por sorpresa estando aquí.

En su mirada pude leer su plan de venganza, las brujas no son criaturas a las que

uno deba molestar si no está seguro de querer pagar el precio con sangre.

—Puedes tomar posesión desde hoy mismo —le dije—. Mi hijo y yo ocuparemos

nuestras habitaciones hasta que llegue el momento de partir mar adentro.

—¿Está seguro? —Su semblante pálido de niña asustada ahora tenía un deje

cruel— nosotras no llegaremos aquí en son de paz.

Mi sonrisa era amplia, mostrando mis colmillos.

—Soy un vampiro —le expliqué— no soy de los que se asustan con un poco de

sangre.

—Será algo más que sangre —su pequeño cuerpo estaba erguido en toda su

altura—. Nuestra venganza será recordada.

Las imágenes de lo que vi en esa vieja bodega no dejaba lugar a dudas de que

quién quiera que estuviera detrás de todo este asunto se merecía un final como el que

ella planeaba.

—Sé que no decepcionarán.

Sentándome en una de las sillas que estaba alrededor de la gran mesa, agregué:

—Será mejor que los mortales tengan claro que hay cosas con las que no se juega.

—Los hombres que llegaron por nosotras al hotel sabían exactamente cómo

actuar —se sentó en otra de las sillas—. Darakne se negaba a aceptar que esta traición

fue de alguien muy cercano al aquelarre. Yo actuaré como si nuestros enemigos lo

supieran todo.

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Pasiones nocturnas 02

—Es lo mejor —estuve de acuerdo—. Subestimar al enemigo siempre es la

antesala a la derrota.

Una lenta sonrisa se formó en los labios de la joven.

—Puedo jurarte que bajo mi dirección ese error no se cometerá dos veces.

El cansancio del día pesaba sobre mis huesos, era hora de marcharme a mis

aposentos.

—Dejó la mansión en tus manos —le ofrezco mientras me pongo de pie—, solo

te pido que respetes mi habitación y la de mi hijo.

Ella imitó mi acción, su cuerpo esbelto me recordó al de esas jóvenes guerreras

que luchaban junto a sus amantes en el campo de batalla, solo un tonto las tomaría por

inofensivas dejándose llevar por la visión de su cuerpo menudo.

—Avisaré a mis hermanas. Mañana al llegar la noche estaremos aquí para tomar

posesión.

La escolté a la salida de la mansión, la vi perderse entre la negrura de la noche,

en silencio le deseé suerte. Al menos su presencia me había distraído del dolor que

partía mi pecho. Con la esperanza que el dormir del día me alejara de Dimitry de una

vez por todas, me recluí en mi habitación.

Desperté, al hacerlo me di cuenta que mi corazón latía desbocado, mis músculos

estuvieron tensos como si se prepararan para la batalla. Algo andaba mal, no había

que ser adivino para saberlo, lo único que quedaba por saber era qué pasaba ahora.

Levantándome de la cama me puse de pie, pasando los dedos por mi cabello traté

de despejar mi mente. Una urgencia se alojaba bajo mi piel, un miedo como desde hace

siglos no sentía me taladraba el alma, tenía que salir de allí, correr, buscar.

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Pasiones nocturnas 02

Conteniendo mis impulsos, los cuales no tenía ni puta idea de dónde venían, por

qué mi nosferatus se estaba volviendo loco dentro de mí. Entré al baño, me desnudé.

Bajo la ducha lavé mi piel buscando aliviar en algo la tensión de mis músculos, después

de unos minutos me di por vencido. El sonido del cortinaje de metal al despejar las

ventanas me hizo reaccionar, esta noche tenía muchas cosas que resolver.

Vestido de negro, guantes del mismo color, botas altas hasta la mitad de mi

muslo, tenía sed de sangre y no necesariamente para la alimentación. Mi fiel catana

descansaba sobre el pedestal donde la acostumbraba colocar, ella esperaba por mí para

que juntos nos bañáramos en sangre.

—Te invocaré cuando sea tiempo —le dije tocando el filo con mis dedos, una gota

de sangre decoró su lustroso brillo.

Lo primero que debía de hacer era buscar a mi hijo, en momentos como estos

Jolahus era una verdadera molestia, se llevaba a mi hijo en sus correrías cuando yo

más lo necesitaba en la mansión.

Apenas bajar las escaleras centrales encontré a mi hijo que apenas llegaba,

Jolahus le seguía a su espalda, tenía el cabello rubio alborotado

—Padre, hay noticias —me dijo con voz tensa.

—Entren —les ordené. Jolahus se veía tan cansado como mi hijo—. ¿Qué noticias

me traen?

Jolahus dio un paso al frente, tenía una palidez pronunciada.

—El hombre que vendía los chicos en el cabaret está muerto.

Terminando de bajar las escaleras llegué a un metro de los dos vampiros—

¿Ustedes lo hicieron?

Mi hijo habló esta vez:

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—Lo tenía pensado —se encogió de hombros—, pero alguien se nos adelantó.

—Su obeso cuerpo lo encontraron en uno de los contenedores que hay en el

callejón tras su negocio —habló Jolahus mientras dejaba caer su cuerpo cansado sobre

una de las pocas sillas que había en el salón—. Al parecer quién está dirigiendo todo

esto se va a marchar pronto de la ciudad y no quiere dejar cabos sueltos.

Una sensación de vacío me hizo trastabillar.

—Padre —me llamó mi hijo—. ¿Te encuentras bien?

—Te ordeno que busques a Dimitry en su casa —le hablé sin importarme lo

extraño de mi tono—. Yo iré al cabaret.

Jolahus se puso de pie.

—Acompañaré a Dante.

—No —le dije convocando la gabardina que descansaba sobre una de las sillas

que estaban en mi dormitorio—. Te quedarás aquí a esperar a las brujas y les explicarás

la situación.

—¿Las brujas? —Esta vez mi hijo dejó de verme como si me estuviera volviendo

loco.

—Ellas vendrán esta noche a tomar posesión de la mansión —le expliqué—. Ayer

fueron atacadas y su matriarca murió, una de las brujas fue capturada. Arayme las

lidera ahora.

—Esa chica es extraña —habló mi hijo—, es más de lo que a simple vista parece.

—Por eso es mejor tenerlas de nuestro lado —advertí—, de allí que Jolahus se

encargará de ponerlas cómodas y ayudar en su protección, de ser necesario.

El rubio impertinente arrugó el ceño, pero antes que lograra decir algo mi hijo le

dedicó una mirada severa.

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—Él nos ayudará.

Jolahus asintió a regañadientes.

—Cuenten con eso.

Dante y yo salimos de la mansión, cada uno tenía algo que hacer. Antes de subirse

a la moto, me dedicó una mirada desconcertada.

—¿El pelirrojo viajará con nosotros a América?

Su pregunta me detuvo en seco.

—No —fue mi respuesta antes de ir a buscar mi automóvil al garaje. El sonido

del motor de la motocicleta al marcharse me dijo que por algunas horas estaría a salvo

del escrutinio de mi hijo.

El mercedes negro arrancó apenas darle llave, la potencia de su motor hizo que

la sangre circulara por mis venas. Era la hora de averiguar de una vez por todas qué

era lo que estaba sucediendo en mi ciudad. Al aparcar frente al cabaret noté que las

cosas no estaban como de costumbre. El gorila que siempre custodiaba la entrada con

un aire de autosuficiencia, esta vez se veía francamente nervioso, recorría con la vista

a cada momento la calle, como si temiera que un asaltante invisible viniera por él.

Dentro el local no se encontraba tan lleno como de costumbre, la cantante

endulzaba el oído con una canción triste que llenaba el aire de recuerdos cadenciosos.

Esperé ver a los camareros temerosos, así que me sorprendió ver que algunos lucían

una sonrisa complacida. Por lo visto la muerte de su jefe fue más un alivio que una

preocupación.

Ana, la joven cigarrera lucía un golpe en la mejilla, el cual había disimulado con

mucho maquillaje. Apenas verme sentado en la mesa de siempre fue hasta donde me

encontraba.

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Pasiones nocturnas 02

—¿El trato sigue en pie? —me mostró la bandeja con cigarros, su sonrisa coqueta

no reflejaba la seriedad de sus palabras. Uno de los encargados de seguridad ni

siquiera pestañeaba al observarnos desde un lado del escenario.

—Más que nunca —le respondí dejando unos billetes entre sus senos—. ¿A qué

hora puedes encontrarte conmigo?

En respuesta ella me entregó una cajetilla de cigarros.

—¿De verdad será suficiente para que pueda marcharme de aquí y no regresar

jamás?

—Traeré el dinero en efectivo y te dejaré mi auto —tomo la mano que me

extiende la cajetilla y la beso—. Haz que valga la pena lo que te voy a pagar.

Ella dejó salir una risilla y recuperó su mano.

—Yo valgo demasiado, señor —me dedica un guiño mientras se aleja de mí. Los

hombres de las mesas cercanas se ríen ante el comentario, para ojos poco versados

aquello no es más que sexo de cabaret.

Bebo algunas copas, fumo de la cajetilla que la cigarrera me acaba de vender.

Dejó pasar una hora antes de salir de allí, una joven mujer me acompaña, ella sube al

vehículo conmigo. Unas cuantas calles más adelante la dejo en una esquina, pagándole

por una noche completa. La única condición es que no regrese a ese cabaret hasta

mañana.

Una vez solo extiendo el papel doblado que hay dentro, la chica me dice el lugar

exacto donde nos encontraremos. Conozco ese lugar al que ella hace mención. Sin

perder más tiempo me dirijo hasta allí, si todo va de acuerdo al plan, hoy saldré de

algunas dudas.

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Capítulo 15

Al despertar lo hago dentro de una jaula. Es tan pequeña que no puedo ponerme

de pie, apenas logro sentarme sin pegar la cabeza a los barrotes de la parte de arriba.

Lo peor de todo es que no estoy solo, ya que si lo estuviera esto sería un caso aislado,

algo que tal vez se solucione medianamente fácil. Malas noticias, hay otras diez

personas en sus propios encierros. Mujeres tanto como hombres, la única similitud que

noto es que ninguno de nosotros tiene apariencia de tener más de veinte años.

—¿Qué demonios pasa? —grita una chica que acaba de despertar— ¿Dónde

estoy?

Los otros al igual que yo lucen desconcertados, nadie entiende qué hacemos

dentro de lo que parece una bodega abandonada. En ese momento soy consciente de

que la situación es peor de lo que parece.

—Esto es una maldita bodega —comenta sin mucho entusiasmo un joven de tez

oscura.

Los demás no nos atrevemos a articular palabra, apuesto a que todos escuchamos

en la radio o leímos en los periódicos lo que ocurrió en una bodega al lado este de la

ciudad.

—Van a matarnos —rompe el silencio nuevamente una joven que no debe de

tener más de quince años—. La policía nos encontrará cuando nuestros cuerpos se

estén pudriendo.

La poca luz en la bodega no me deja ver claramente sus rostros, solo puedo

distinguir los cuerpos metidos en las jaulas acomodados de una manera tan incómoda

como lo estoy yo.

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EL NEÓFITO DEL VAMPIRO
Pasiones nocturnas 02

—Calma —trato de que en mi voz no se lea lo apremiante de la situación— quizás

solo nos secuestraron para ponernos a trabajar en algún lado como esclavos… o algo

así.

—No seas idiota —un joven de figura robusta habló por primera vez desde una

de las jaulas del fondo—. No hables de lo que no sabes.

Una de las chicas gatea hasta quedar con el rostro pegado a los barrotes.

—¿Desde hace cuánto estás aquí?

—El suficiente como para saber que nos pasará —los hombros anchos del chico

se encogieron en un gesto desinteresado— morir en la calle o aquí, será lo mismo.

—¿A qué te refieres? —Me encontré preguntando.

—Esta gente está loca —hablo nuevamente el joven—. Convierten en monstruos

a la gente para luego soltarlos en la ciudad. Es una especie de experimento a algo así.

De allí en adelante preferí no hacer más preguntas, es increíble como hace

algunas horas pensaba que tener un corazón roto era mi mayor problema, para luego

descubrir lo equivocado que estaba. Sentado en mi jaula los escuché llorar, maldecir,

pedir auxilio… la verdad… no tengo una razón para querer seguir viviendo.

Después de unas horas mis compañeros de desgracia dejan de hablar, ahora

todos estábamos en una tensa espera. La verdad no sé cuántas horas han pasado, solo

puedo decir que cada hueso del cuerpo me duele. Lo peor de todo es que mi

maltratado trasero se queja al estar sentado sobre una superficie dura, al menos no

moriré virgen. Trate de sonreír ante lo desesperado de la idea, peor hubiera sido dejar

este mundo sin salir de dudas acerca de qué tan terrible es la sodomía.

Largas horas pasaron sin que hubiera ningún cambio, hasta que dentro de una

de las jaulas cubiertas con pesadas telas negras, comenzó a escucharse el sonido de

cadenas y gruñidos para nada humanos.

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Pasiones nocturnas 02

Las jaulas estaban alineadas, la que estaba cubierta descansaba sobre una especie

de tarima desde donde se podía ver desde todos los ángulos de la bodega. No soy del

tipo curioso, más bien soy de los que creen que por lo general la curiosidad es la que

acaba matando al gato. Estoy seguro de no querer saber lo que hay allí escondido.

Como si se convocara una maldición o algo así, las luces del techo de la bodega

se encienden de golpe, maltratando mi vista. Lo que sea que hay oculto en la jaula se

pone eufórico, gruñe, golpea y hace que esta se contoneé peligrando volcarse.

—¡Dios!

La más joven de las mujeres comienza a llorar.

—¡Sáquenme de aquí!... ¡Ayudaaaa!

Nuestro misterioso acompañante golpea con más fuerza los barrotes, los

gruñidos hielan la sangre, todos nos situamos al fondo de nuestros encierros, nadie

quiere que esa cosa se escape de allí.

—Tenemos que salir de aquí —un joven de cabello rubio da la genial idea.

La carcajada del chico de color me es molesta.

—¡Qué buena idea! —Se burla— ahora solo dinos cómo hacerlo y te seguimos.

La verdad es que no quiero discutir, vivir tus últimas horas peleando con

desconocidos por meras estupideces no es la manera en que quiero pasarlas. Prefiero

cerrar los ojos y recordar, las imágenes del cuerpo de mi madre ensangrentado me

hace jadear. No es eso en lo que quiero pensar. El dolor que tenía en suspensión

regresa, gruesas lágrimas escapan de mi ojos al caer en la cuenta de cuál es mi

situación. Nadie me espera, nadie me busca, a la única persona a quién le importaba

está en la morgue esperando saber quién se hará responsable del sepelio.

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Pasiones nocturnas 02

Limpiando la humedad con la manga de la camisa me niego a seguir como alma

en pena, pronto todo esto terminará. No niego que tengo miedo de morir, pero la idea

de seguir vivo me aterroriza aún más. Si alguno de mis compañeros de desgracia nota

mi estado de ánimo, finge no verlo.

El tiempo pasa lento, juro que no he vivido un día más largo que este, todos los

demás secuestrados han pasado desde la negación, la histeria, puntos de violencia

hasta llegar al pesado silencio. Solo hay una chica que no despierta, ha estado tirada

sobre el fondo de la jaula sin siquiera moverse. Creo que está viva, me parece ver el

suave movimiento de su respiración. Apenas logro verle la espalda delgada, se nota

que es de baja estatura.

—Alguien viene —me surra la joven de grandes ojos cafés que esta junto a mi

jaula. Ella me recuerda a un conejito nervioso.

Sin darme tiempo a responderle nada a mi vecina, escucho el sonido pesado de

una puerta de metal al abrirse. Un automóvil que me es conocido entra despacio, es el

mismo que vi antes de caer inconsciente. El miedo muerde mi estómago, tengo la

seguridad de que nada de esto será agradable para nosotros.

Fingiendo dormir recuesto mi cabeza a los barrotes, con el rabillo del ojo observo

cuál es la situación. Dos hombres altos terminan de cerrar la puerta de metal,

dejándonos nuevamente ocultos al exterior.

—Este será nuestro último intento en esta ciudad —escuché la voz del hombre

que estaba dentro del automóvil— estoy seguro que esta vez lo lograremos.

—Señor Adler —llama la atención un hombre bajito de cabeza calva, el cual entra

por una puerta lateral—. Tenemos a la bruja. Ella es clave. Pronto podremos manejar

un ejército de criaturas a nuestra voluntad.

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Pasiones nocturnas 02

El hombre que estaba dentro del automóvil sale trayendo consigo un cúmulo de

carpetas.

—Nos enviaron nuevos datos —coloco los papeles sobre una mesa de metal—, al

parecer el “jefe” desea resultados lo más pronto posible.

—¿Quiénes son ustedes? —el chico rubio fue el primero en atreverse a hablar—

¿Qué quieren de nosotros?

—Creo que la idea de cortarles la lengua me parece cada vez más tentadora—

una sonrisa cruel se dibujó en el rostro del hombre alto, el que era tan rubio que más

parecía una estatua de mármol.

—Todavía estamos a tiempo —por el acento alemán del tipo bajito supongo que

es un nazi. Lo que sea que estén haciendo en este país debe de ser lo suficientemente

malo como para para asustarse.

En respuesta a la amenaza implícita, todos guardamos silencio. Ese fue el

momento justo que la criatura que estaba en la jaula se le ocurrió continuar con sus

exigencias.

Los guardias que eran casi tan grandes como los guarda espaldas de mi jefe,

desenfundaron sus armas listas para descargarlas sobre la cosa oculta tras las telas.

—Al parecer tiene hambre —La expresión de crueldad que reflejaban los ojitos

redondos del hombre bajito, hizo que se me cerrara la garganta.

—Destápenlo —ordenó el llamado Adler—, quiero que conozca a los cautivos

antes de tener un acercamiento más personal.

La joven que dormía despertó en ese momento, el cabello rubio continuaba atado

en una trenza. Sin despeinarse un pelo se veía extraña, tan compuesta mientras todos

tiritábamos de miedo. Los ojos de la mujer era de un curioso color agua marina, la piel

tenía un bronceado que no era acostumbrado en las personas nacidas en esta ciudad.

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—Cuida lo que haces —habló en un tono tranquilo— hay cosas con las que no se

juega. Las consecuencias pueden ir más allá de lo que imaginas.

El tipo albino caminó hasta la zona donde nos encontrábamos encerrados, lo vi

ponerse de cuclillas frente a la jaula donde estaba la chica

—¿Quién va a detenerme? —Se mofo de las amenazas— Me dijeron mis hombres

que acabar con tu jefa fue más fácil que aplastar moscas.

—Pon tu fe en eso —le respondió la joven sin inmutarse en lo más mínimo.

El hombre se puso de pie en un movimiento violento.

—Tengo aquí alimento para mi engendro —enumeró sus proezas—, tengo a una

bruja y a la puta de uno de los caminantes de la noche más poderosos que existen…

los que no saben con quien se meten, son otros.

Dándole la espalda a la zona de las jaulas fue hasta donde sus hombres esperaban

la confirmación para quitar las telas que ocultaban el contenido.

—Háganlo ya.

Lo que había dentro hizo que dos de las chicas gritaran histéricas, el rubio que

hasta ahora había sido bastante bocazas se quedó mudo. El muchacho de piel oscura

no pudo evitar dar un respingo. Las reacciones eran entendibles, jamás pensé que algo

así pudiera existir. El desagradable olor que confundí con el de una rata muerta

provenía de esa jaula.

La cosa, al notar que ahora tenía buena vista de lo que ocurría en la bodega, se

puso de pie dentro de su encierro ya que contaba con más espacio que el resto de

nosotros. Medía un metro noventa de alto, la piel tenía la coloración grisácea de las

cosas muertas, el cabello que antes debía ser tan claro como el del albino, se veía caer

sin vida hasta los hombros. La piel del rostro estaba pegado a los huesos, de entre los

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Pasiones nocturnas 02

labios resecos emergían unos colmillos antinaturales teñidos de un amarillo sucio. El

color azul de los ojos era tan opaco que casi parecía blanco.

La criatura se sostuvo de los barrotes, los dedos largos y resecos mostraban unas

garras afiladas como las de un oso. Al abrir la boca lo único que salió de allí fue un

gruñido animal, era como un cadáver que se negaba a podrirse en la tumba.

—¿Qué demonios es eso? —el rubio bocazas por fin recuperó la voz.

El albino parecía complacido por la pregunta.

—Eso, mi querido niño —dejó de revisar los papeles que tenía sobre la mesa de

metal— es ni más ni menos que un vampiro.

Sabiendo que era tonto fingirme dormido, levanté la cabeza para ver qué tanta

verdad había en las palabras del hombre.

—Los vampiros no existen —pude hablar para mi propia sorpresa.

La carcajada del más bajito de cabeza calva fue bastante ofensiva.

—Lo dice alguien que folla con uno… le diste el culo y no sabías lo que era.

Todos los demás cautivos me dirigieron miradas de reproche, he pasado de ser

compañero de desgracia a un maricón de mierda. Solo la joven rubia me miró con

cierto respeto.

—“No te avergüences” —escuché su voz en mi cabeza al mirar directo a sus

ojos—, “ser el amante de alguien como el señor Gregorius Kaelo es un honor por el

que muchos matarían”.

Quise preguntar qué demonios hacía en mi mente, cuando la vi hacer un leve

movimiento negativo con la cabeza, dejándome claro que esa era una ventaja que no

debíamos revelar. Tenía muchas preguntas, decir que el señor Gregorius compartía la

misma naturaleza con esa cosa, era una blasfemia en sí misma.

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Pasiones nocturnas 02

—“Él no es como tu señor” —siguió explicándome— “él es una víctima de estos

hombres, ese joven es ahora un maldito, un no muerto“

En respuesta solo bajé la vista al piso y luego miré al techo, diciendo que sí

entendía lo que ella me decía. Lo más raro era que era cierto, el señor Gregorius no era

un ser humano normal, eso yo podría decirlo desde el momento que mis ojos se

encontraron con los suyos en el cabaret. Una razón más para que él no me tomara en

serio, él lo había dejado bien en claro, todo sería cosa de una noche y nada más.

—Es hora de alimentarlo —habló el más bajito de los secuestradores—. Traigan

primero a ese rubiecito.

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Pasiones nocturnas 02

Capítulo 16

Lo que tuve que esperar no fue mucho, al parecer la chica estaba tan desesperada

por el dinero como yo por la información. Un taxi parqueó delante de donde estaba mi

auto, las largas piernas y los tacones altos que tocaron el pavimento me dejaron claro

que mi cita estaba a tiempo.

Después de un breve intercambio entre la mujer y el taxista, este último se

marchó perdiéndose calle arriba.

Al salir de mi auto, Ana sonrió al verme.

—Temía que todo fuera una mala broma.

—Me tomo mis promesas muy en serio —le quise dejar claro—. No espero menos

de usted.

—Podemos hablar en otra parte —acomodó su abrigo procurando más calor—

no estoy segura si me siguieron o no. Después de la muerte del jefe todos están muy

nerviosos.

—Suba conmigo al auto —la invité mientras abría la puerta del pasajero.

Ella pareció pensárselo un poco.

—Tengo que estar loca —hizo un movimiento de negación con la cabeza—, solo

espero no haber escapado de la sartén para acabar cayendo al fuego.

—Supongo que la vida es una apuesta —me encojo de hombros.

—Está bien —aceptó subiendo al lado del pasajero.

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Pasiones nocturnas 02

Aunque por dentro la desesperación me carcome, actúo con la tranquilidad de

un hombre que se sabe ganador de esa tirada. Sin apurar el paso llego hasta el lado del

conductor, subiendo al automóvil cierro la puerta.

—Daremos vueltas por la ciudad mientras hablamos —le advierto mientras

arranco el motor.

—Es mejor —busca dentro de su bolso. Sabiendo lo que ella necesita, le entrego

un cigarro, el que ella agradece con una sonrisa nerviosa.

No es tan tarde, pero las últimas noticias de los macabros asesinatos en la ciudad

hace que la gente busque donde refugiarse temprano, el tránsito en las calles es

bastante despejado tomando en cuenta la hora.

—Mi jefe estaba haciendo algo muy sucio— se animó a hablar después de darle

varias aspiraciones a su cigarro.

—De eso sé algo —la animo a continuar.

—Un hombre alto, tan blanco que no parece natural en una persona, lo llegó a

buscar hace no menos de un mes —dejo salir el aire lentamente, buscando en el cigarro

el valor que le faltaba—, varios de nuestros camareros jóvenes comenzaron a

desaparecer siendo cambiados por otros chicos. Hubo quienes le preguntaron qué

pasaba, pero lo único que obtuvieron fue un paseo al fondo del río con varios tiros en

el pecho. Lo más loco de todo era que los chicos tenían que firmar un contrato, eso lo

sé porque uno de los guardias me lo comentó mientras yo le daba ciertos masajes con

mi boca.

El rojo en un semáforo me hizo detener unos minutos.

—¿Sabes que quería con Dimitry? —quise ir al punto que más me interesaba.

Por un momento la joven se entretuvo viendo por los retrovisores, ella realmente

tenía miedo.

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Pasiones nocturnas 02

—Júreme que me ayudará como lo prometió —la desesperación era latente en

cada palabra.

—Delo por un hecho —le reafirmé.

—En el momento que salí del cabaret me convertí en carne muerta… si ellos me

atrapan —le dio una última fumada a lo que quedaba del cigarro—. Fue por lo que

supe que iban a hacer con el chico que ahora estoy aquí. Como el jefe no pudo atraparlo

tomó a otro de los camareros, un chiquillo que llegó apenas hace dos días a trabajar

con nosotros.

—Habla claro —le ordené. El semáforo cambio de color permitiéndome

continuar con el recorrido.

La joven se notó aliviada al sentirnos en movimiento.

—El tipo de yeso llegó a donde el jefe la noche anterior. Yo lo estaba esperando

para hacerle un trabajito por el que me pagaba de cuando en vez… usted entiende —

se encogió de hombros— de esos que se hacen bajo el escritorio.

—¿Ellos la vieron? —me estaba comenzando a dar cuenta de la suerte que había

tenido de que esta avispada chica fuera mi informante.

—Puedo ser rubia —sonrió con orgullo—. Pero no soy idiota por mucho que

algunos hombres lo crean —se tomó su tiempo antes de continuar—. Apenas escuché

que venía con compañía, me escondí bajo la mesa donde suele poner el licor fino que

le gusta beber. El largo mantel de seda impidió que me descubrieran.

—De seguro de no haberlo hecho, usted estaría muerta para este momento —le

doy cuerda a su ego. Por experiencia sé que eso funciona en las mujeres.

—La verdad yo también lo creo —tiró por la ventana lo que quedó del cigarro—

. Lo que escuché quedará grabado para siempre en mi memoria… En realidad no sé si

creerlo o no, de lo único que estoy segura es que lo que ellos hacen raya en la locura.

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Pasiones nocturnas 02

—¿En qué estaban metidos? —La conversación se estaba alargando demasiado

para mi gusto.

—Mi jefe se alió a unos tipos que investigan algo para los nazis —un escalofrío

recorrió el cuerpo delgado—. Al parecer buscan el cómo volverse inmortales.

Era el momento de fingir diversión, así que deje salir una risa aburrida.

—¿Nazis aquí?

—Sé lo que escuché —la chica parecía molesta—. Mi jefe hace firmar a los chicos

un contrato que el hombre de yeso le entrega, al parecer tiene una maldición que

permite que ellos puedan usarlos para alimentar a una criatura que se alimenta de la

vida de los chicos… Supongo que son los muchachos que encontraron en la bodega al

este de la ciudad.

—Lo que dices es grave —detengo el coche en una esquina del parque.

—El jefe cobró por Dimitry —desvió la vista para observar a través del cristal de

la ventana del choche—. El problema fue que el chico no había firmado el contrato. El

jefe estaba demasiado seguro que el camarero no le pondría objeción, con lo de la

enfermedad de su madre era una presa fácil.

—¿Dónde está Dimitry ahora? —Mis colmillos emergieron de mis encías, la sola

mención del camarero en una conversación como esta era suficiente para ponerme

nervioso.

—Cuando el hombre de yeso se marchó —la chica leyó mi enfado mal

disimulado—, el jefe ordenó que mataran a la madre del chico y a él lo trajeran aunque

fuera a rastras.

—¿Es todo lo que sabes? —Le pregunté mientras ponía mi mano en la manija de

la puerta.

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—Debe de encontrar al chico —su mano se puso sobre la mía que sostenía el

volante—. Para este momento, el hombre de yeso debe de saber que pagó por nada y

va a querer recuperar su inversión.

Sabiendo que no hay nada más aquí para mí, abro la puerta y salgo del auto.

—Le dejó mí automóvil, en el asiento de atrás esta una maleta con el dinero en

efectivo.

—¿Quiere que le deje en alguna parte? —la joven preguntó preocupada.

—Salga de la ciudad —le ordené antes de marcharme.

—Eso haré —sin bajarse del carro ella se cambió al lado del conductor.

Antes que la chica se pierda entre las calles de la ciudad, yo comencé mi

recorrido. Ahora entiendo esa horrible sensación que sentí al despertar, Dimitry corre

peligro en más de una forma. Sé que me prometí no volver a intervenir en su vida,

pero me es imposible cumplir tal consigna.

Al llegar a su edificio veo la motocicleta de mi hijo que me espera, al entrar lo

encuentro en el vestíbulo.

—¿Él está arriba?

—No, padre —su rostro esta tan serio que por un momento siento como si el

mundo estuviera por colapsarse—. Mataron a la madre de Dimitry, el chico la encontró

muerta esta mañana.

—¿Dónde está él? —insisto, por ahora esa es mi prioridad.

—Se lo llevaron detenido —me informa Dante.

Juntos caminamos fuero de la ruinosa construcción.

—No entiendo qué clase de imbécil tomaría a ese chico como sospechoso… el

mocoso vivía para cuidar a esa dama.

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Dante sube a la motocicleta.

—Llamé a la estación de policía —por su tono supe que había dejado lo peor para

lo último—. Ellos dicen que lo dejaron en libertad durante el día… vine hasta aquí a

buscarlo y él no está por ninguna parte.

—Preguntaré a los vecinos —hago ademán de regresar dentro.

— Es perder el tiempo —se explica mi hijo—, le pregunté a los dueños de los

departamentos de junto y me dijeron que no han sabido nada del chico desde que se

lo llevó la policía en la mañana.

—Nos haremos cargo de los gastos del entierro —trato de aclarar mis

pensamientos pasando los dedos por mi cabello de una manera refleja—, llamaré al

contador para que gire el dinero necesario para esos gastos.

—Es lo correcto —estuvo de acuerdo Dante.

—Por ahora buscaré información entre los vagabundos que pululan cerca de la

estación de policía.

El lograr mantener la calma es clave para lograr algún resultado en todo este

asunto.

—Si logro enterarme de algo llamaré a la mansión —me da la idea Dante—

Jolahus será nuestro enlace.

—Eso si las brujas no lo maldijeron antes —me encojo de hombros.

—Con la suerte que tiene ese puto —sonríe mi hijo de manera maliciosa— de

seguro lo están usando para alguno de esos conjuros que requieren una orgía.

Contrario a mi mejor juicio me encuentro riendo de su ocurrencia.

—Imagino que si no existe tal cosa, él la propondrá de todos modos.

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—Es un hecho —afirma mientras se pone el casco—. No olvides llamar a la

mansión para mantenernos informados.

Sin perder el tiempo me dirijo en dirección contraria a la de Dante, no es

momento de perder el tiempo. Después de dos horas la información que obtengo es

justo la que no quería recibir. El vagabundo toma la botella de licor como si fuera su

tabla de salvación. Como si muriera de sed se la lleva a la boca empinando su

contenido, bebiéndolo a grandes tragos.

Era hora de buscar un teléfono, solo esperaba que las noticias que Dante me

tuviera fueran mejores que las mías. En la esquina encontré un teléfono público,

después de tres timbrazos alguien levantó el auricular.

—¿Mi hijo ha llamado? —No estoy de humor para saludos innecesarios.

—Acaba de colgar —la voz de Jolahus no suena tan molestamente animada como

siempre—, dijo que regresará a la mansión, que tiene noticias que nos dará todos.

—En unos minutos llegaré allí —le informo. Una parte de mí desea reírse, es

bueno ver que ese vampiro libertino aprendió que las brujas no son mujeres de tomarse

a broma.

Dejando de lado los infortunios de Jolahus, veo que el reloj de la catedral marca

las doce de la noche, el tiempo se nos acaba, esa certeza me corroe desde adentro. Las

ganas de reír se borran de mi tan rápido como las palabras al viento. El recuerdo de la

perdida de mi amada esposa llega aumentando mi ansiedad, los “si tan solo hubiera”

se repiten en mi memoria sin parar.

La mansión se vislumbra estando todavía a unas calles de distancia, como una

sombra recorro el camino hasta llegar a la entrada. Apenas cruzo la reja, noto como la

magia es tan poderosa que se siente crepitar contra la piel, un poderoso hechizo de

protección recubre toda la propiedad.

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Apenas me acerco a la puerta, esta se abre dejando libre la entrada. La casa ahora

está controlada en su totalidad por las brujas. Lo primero que veo en el recibidor es a

Jolahus sentado en una silla contra la pared, el rubio no se ve muy feliz que digamos.

—¿Mi hijo ya regresó? —Es lo primero que le pregunto al verlo.

—No tarda —me explica, en sus ojos leo un enfado que va más allá de las

palabras.

—¿Qué paso con las brujas? —le pregunto temiendo lo peor, las conozco lo

suficiente como para saber que si este vampiro trato de tomarlas por tontas, ella le

hicieron saber lo equivocado que estaba.

—No son más que unas charlatanas —se puso de pie—. Ellas dicen conocer el

futuro y en realidad no saben nada.

Cuando pasa a mi lado lo tomo por el hombro, deteniendo su paso.

—Ellas ven atisbos del futuro, el pasado es lo único que está escrito.

—Me voy —sus ojos miraban hacia la puerta—, quizás algún día nos volvamos a

ver.

Soltando al chico lo deje libre.

—¿Qué te dijeron?

—No se lo diga a Dante —en sus ojos leo escrita la más profunda desesperación—

. Él será quién tenga que matarme dentro de algunos años. Será en su espada donde

mi vida termine.

—Te dije que son atisbos lo que ellas ven —camino delante suyo impidiéndole

salga por la puerta—, no tomes decisiones basado en algo que todavía no pasa.

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—Debo marcharme —se niega a mirarme a los ojos nuevamente—, dígale que le

deseo suerte. Qué nuestros caminos se separan ahora, que jamás volverán a cruzarse

en los mismos términos.

—Dices tonterías —le reto nuevamente.

—En lo profundo de mi alma —toca el centro de su pecho—, sé que ellas tienen

razón.

Fui soberano de un pueblo olvidado, luche cientos de batallas, por eso puedo

discernir que hay luchas que están perdidas desde antes de comenzar a enfrentarlas.

—Le daré tu mensaje a Dante —le prometo mientras lo veo perderse en la

negrura de la noche.

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Capítulo 17

Cerré los ojos tan fuerte que comencé a ver chispas, abrazando mi cuerpo con

fuerza traté de contener dentro de mí un grito desesperado. El chico fue arrastrado por

tres hombres enormes hasta llegar frente a la jaula de la criatura que salivaba al ver a

su presa acercarse. Por más que el joven suplicó los guardias fingieron no oírle.

El sonido de las rejas al abrirse, los gritos de terror que le siguieron se meten por

los oídos por más que intenté acallarlos; vibran en la piel y se pegan a la conciencia

como la mala hierba a los muros abandonados. El chico gritó por algunos minutos más,

hasta que estos se convirtieron en gemidos lastimeros, llegando a extinguirse poco a

poco. Sin necesidad de abrir mis ojos supe que él estaba muerto.

—“Respira” —la voz en mi cabeza volvió a escucharse—. “No olvides respirar”

— Esta muerto —gemí más que hablar— él está muerto.

—“Tranquilízate” —La voz de la joven insistía— “Soy una bruja, por eso ellos

me tienen aquí” —Algo parecido a una sonrisa se escuchó dentro de mi mente, no

puedo creer que ella sonría en un momento como este— “Así que pide algo que

quieras y cuando salga de aquí me aseguraré de qué se cumpla”

Sin poderlo evitar abro los ojos para mirarla a ella, en su mirada no se lee el

miedo, lo que veo es la más pura determinación que alguna vez pueda encontrar en

ser vivo alguno.

—Quiero que todos ellos mueran de la misma manera que murió ese chico —

desviando la vista veo como la criatura clavó sus colmillos tan profundo que

prácticamente le arrancó la garganta. El cuerpo sin vida fue arrojado a un lado de la

jaula esperando la siguiente víctima.

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Pasiones nocturnas 02

En un momento como este sería adecuado llorar, pero no puedo. La maldad en

este mundo es tan grande que me asusta a un nivel difícil de comprender. Desearía

encerrarme entre cuatro paredes y no salir jamás, si con eso evito volver a ver algo

como esto.

—Trae a ese del fondo —escucho como el hombre alvino pide que el joven de piel

oscura sea llevado hasta la criatura que todavía parece tener hambre.

—Solo te aseguras un final doloroso —la voz de la que se hace llamar a sí misma

como bruja, es tan calma que se puede adivinar la terrible tormenta que se esconde

tras ella.

—Pronto te llegará el turno —el tipo bajito habla mientras no deja de escribir los

datos en una tablilla con papeles—. Pronto la criatura estará lista para soportar la

sangre de una bruja como tú. Claro que si conoces una manera más rápida, soy todo

oído.

—El tiempo se acaba —afirmó la bruja— puedo ver tu sangre esparcida en el

suelo—. Sus ojos parecían mirar más allá de lo evidente— El hechizo que protege a

Adler se está diluyendo, matar a una bruja y reconocer en voz alta que fue bajo su

orden revocó el juramento.

Esta vez las palabras surtieron efecto en el alvino.

—¡Cállate, maldita bruja! —con el puño cerrado golpeó la mesa de metal sobre la

que estaba revisando papeles que se veían a punto de deshacerse de la antigüedad que

se cargaban.

—En el momento que todo el color desaparezca de tu cuerpo —la sonrisa en la

chica era para crisparle los nervios a cualquiera—. Te desharás como un puñado de

arena.

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Pasiones nocturnas 02

—Eso no es posible —el hombre gritó tan fuerte que hasta los guardias dejaron

de forcejear con el chico que arrastraban.

—Lo sabes —el triunfo bailaba en cada palabra—. Ahora ya no podrás recibir

ayuda de ninguna bruja. Te maldijeron al matar a Darakne.

—Dénselo a la criatura —ese era un hombre desesperado realizando acciones

desesperadas.

En poco tiempo también la voz del joven se apagó para siempre, esos hombres

estaban totalmente locos. ¿Es que acaso no les quedaba nada de humanidad? Al menos

esa criatura hace lo que hace por instinto, pero ellos. ¿Qué excusa tenían?

—¿Los matarás a todos? —preguntó la bruja.

—Los que sean necesarios —las palabras sonaron como una condena en mis

oídos.

—Usemos ahora a la puta del vampiro —habló el alvino volviendo la

concentración a los documentos que estudiaba. Nadie que no hubiera visto la furiosa

reacción, podría imaginar que ese imperturbable hombre hubiera actuado así.

Los guardias caminaron hasta mi jaula. Tuve deseos de gritar, de pedir ayuda,

pero de qué valía, nadie podría ayudarme ni querría hacerlo. Como un cordero al

matadero dejé que me llevaran con ellos.

Al ver cómo me acercaban hasta la jaula, la criatura olfateó el aire. No sé qué

encontró en mi aroma, lo único que puedo decir es que se volvió loca. Las cadenas que

sostenían a la criatura al piso de la jaula se tensaron hasta romperse. Como ya uno de

los guardias había abierto la puerta, lo demás… fue historia.

Lo que sea que fuera ese ser, se me abalanzó encima. Al poner mis manos para

proteger mi garganta, fueron estos los que resultaron lastimados. La mordida fue la

cosa más dolorosa que he sentido en toda mi vida, ni siquiera podía compararla con lo

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EL NEÓFITO DEL VAMPIRO
Pasiones nocturnas 02

que sentí al quebrar mis costillas. Los sonidos de gritos y disparos se confundían con

los gruñidos de la bestia que bebía de la sangre que brotaba de mi herida.

Este es mi fin, no hay nada que me separe de ello.

—Gregorius —le llamé aunque sé que de seguro ya debe de estar navegando a

América. Moriré y él ni siquiera lo sabrá, solo espero que en algún momento de su vida

me recuerde.

—Tenemos que irnos —escuché la voz del alvino—. Alguien invadió el perímetro

de defensa.

—¡Dimitry! —estoy por perder el conocimiento, las imágenes a mi alrededor se

vuelven borrosas, como en cámara lenta el monstruo es arrancado de mí. Apenas si

puedo distinguir como los jóvenes en las jaulas son sacrificados por los disparos de

uno de los guardias, al parecer están decididos a no dejar cabos sueltos.

Tirado sobre el piso estoy en medio de un charco de sangre, la humedad moja mi

costado, la vena en mi brazo no deja de manar sangre caliente. Lucho por mantener

mis ojos abiertos, a mi alrededor todo se mueve como en cámara lenta, escucho como

se rompen cosas, gruñidos y gritos. Solo espero que la mujer, la bruja, logré salir de

esto sana y salva. En sus ojos pude ver que no sentía repulsión, me miraba como una

madre ve a un hijo del cual se siente orgullosa. A ella no le importó que yo fuera un

puto maricón enamorado de un vampiro, de un hombre en todo el sentido de la

palabra.

—No te atrevas a morirte —la voz de un hombre me da órdenes como si el estar

nadando en mi propia sangre fuera cosa de mi gusto.

—Gregorius.

Con un hilo de voz le llamo

—Gregorius.

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EL NEÓFITO DEL VAMPIRO
Pasiones nocturnas 02

Es lo único que me importa. Quiero morir llevando su recuerdo en mi mente: mi

primer y único amante.

—Tenía que ser un puto mortal —escuché que el tipo que me levantaba del piso

maldecía molesto—. Mi padre y sus gustos.

—No quiero —balbuceo—. Déjeme aquí… Quiero que deje de doler.

Por fin estoy tan cerca de ir con mi madre, y alguien quiere detener lo que la

criatura hambrienta comenzó. ¿Es que ni siquiera puedo morir en paz? La idea me hizo

sonreír, hay gente con una suerte tan retorcida que ni partir de este mundo tiene

derecho sin pasar por tanto drama.

—¡Aquí esta! —El tipo que me carga en brazos le grita a alguien más— Está muy

mal herido.

—Dimitry —es la voz de Gregorius—. Estoy aquí… quédate conmigo, no me

dejes solo.

Me hundo lentamente en aguas tranquilas, mi cuerpo pesa tanto que me sumerjo

lentamente, pero el escuchar la voz del señor Kaelo me hace recuperar los deseos de

emerger nuevamente. Una sensación de tibieza invade mi cuerpo, sin abrir los ojos, sin

verlo, sé que son sus brazos los que me envuelven. Como ese lunático se atreve a

llamarlo vampiro como a ese monstruo que tenía encerrado en la jaula, si en nada se

parece a mi señor.

—No sé si me perdonaras —le escucho susurrar contra mi oído— pero no puedo

perderte.

Mis labios fríos son besados, buscando mayor intimidad abro la boca esperando

su invasión, voy a morir en los brazos de mi amante. En cambio, un líquido tibió y

dulce, llena mi boca. Tengo tanta sed que lo trago sin preocuparme por saber de qué

se trata.

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Pasiones nocturnas 02

—Padre —la voz del hombre que me encontró en primer lugar se escucha

preocupada— no puedes salvarlo si no lo conviertes… su pulso es tan débil que pronto

lo perderás. No hay tiempo como para estúpidas caballerosidades.

—Dimitry —la voz del señor Gregorius se escucha algo quebrada— ¿Aceptas

quedarte junto a mí y servirme por toda la eternidad, ser mi neófito y jurarme fidelidad

sirviendo a mi casa con tu vida de ser necesario?

La verdad sea dicha, no entendí realmente ni la mitad de lo que el señor Kaelo

decía, de lo único que tengo seguridad es de prometerme quedarme junto a él

eternamente

—Acepto —pronuncio con gran esfuerzo.

—Entonces bebe de lo que voy a darte —sus labios rozan los míos en un rápido

beso.

Con cuidado él abre mi boca, otra vez el líquido espeso entra en mí, calmando la

terrible sed que quema mi garganta. Tengo sed, todo el cuerpo se tensa y solo deseo

seguir bebiendo de ese néctar que llena mis tejidos de energía. Todavía no tengo

fuerzas para abrir mis ojos, estoy sanando de dentro hacia a fuera.

En lo que dura un latido todo cambia. Mi cuerpo convulsiona tan violentamente

que entre los dos hombres que me rodean deben de sostenerme. Grito hasta que siento

que voy a quedar mudo por el esfuerzo en mis cuerdas vocales. Duele, es algo terrible,

es como si cada célula de mi ser fuera destruida para recomponerse nuevamente.

De seguro estoy muerto, no puede haber otra explicación, estoy acostado sobre

una superficie mullida, me rodea una tibieza reconfortante, me siento tan a gusto que

no tengo el mínimo interés de despertar. Dormir sobre una nueve es placentero, se

mece de un lado a otro como los barcos en alta mar.

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Pasiones nocturnas 02

—Despierta —escucho la voz del señor Gregorius que me llama—, quiero saber

cómo te sientes.

En ese momento soy consciente de varias cosas, esto es una cama, la tibieza que

me rodea son de unos brazos fuertes que me abrazan, y la deliciosa sensación de

confort me la da el estar acostado sobre un dorso desnudo al que mi olfato encuentra

conocido.

—¡Señor Gregorius! —chillo sentándome sobre la cama, al ver que estoy tan

desnudo como un niño al nacer me cubro con las mantas hasta el cuello. Gran error,

porque acabo quitando lo que cubre el resto del cuerpo del hombre acostado a mi lado.

—Eres aún más hermoso —sus manos fuertes toman la manta y la quita de mis

manos, tirándola sobre el piso de la habitación—, no pensé que eso pudiera ser posible.

Embeleso, casi una expresión boba, es lo que tiene el señor Kaelo en su rostro y

me llena de curiosidad. Al bajar la mirada descubro que no me queda ni una sola

cicatriz en la piel, ya no soy un chico raquítico, ahora puedo ser llamado esbelto.

Revisando mi brazo descubro que no queda la más mínima prueba del mordisco que

esa cosa me dio.

Olvidando que estoy desnudo corro a ponerme de pie frente a un espejo de

cuerpo entero que hay cerca del diván. Puedo reconocer mi imagen en el espejo, sé que

soy yo, pero a la vez no lo soy. Mis ojos son de un verde apacible, mi cabello rojo es

una melena espesa que me acaricia los hombros, los huesos que antes se asomaban

bajo mi piel ahora están cubiertos de musculo.

El picor en mi nalga me hace dar un respingo, el señor Kaelo me ha dado una

palmada.

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EL NEÓFITO DEL VAMPIRO
Pasiones nocturnas 02

—Y esto no pensé que se pudiera ponerse mejor de lo que ya estaba —ronroneó

contra mi oreja—, pero este culo es la cosa más bella que mis ojos verán de aquí a la

eternidad.

Ahora no había tiempo para timideces, dándome la vuelta le miro de frente. Mi

piel es sensible al tocar la suya.

—¿Qué soy? —le pregunto. Necesito saber— no quiero convertirme en una cosa

como la que había en esa bodega.

Las manos grandes de mi señor apretaron las redondeces de mi culo, mi pene se

rozó con el de él enviando una descarga en todo mi cuerpo.

—Eres el neófito de un vampiro —sus palabras fueron susurradas entre beso y

beso sobre mi cuello—, yo soy tu maestro y señor. Cuando llegues a tus cincuenta años

podrás escoger si te quedas en mi aquelarre o te marchas de mi lado.

Mis manos se sostienen de sus brazos, de mis dedos unas finas garras se clavan

en su piel.

—No me deje —le suplico— usted no me abandone —sin poderlo evitar

comienzo a temblar, una sensación de no poder respirar evita que el aire llegue a mis

pulmones—. Yo le juro que le serviré, lo que usted quiera pero no me deje solo.

Los brazos de mi señor me envuelven obligándome a pegar mi mejilla contra su

pecho.

—Calma, bebé —besa mi cabello—, te quedarás tanto tiempo como quieras.

Sus palabras llegan a mis oídos, sus manos me sostienen evitando me estrelle

contra el piso, lentamente recupero el ritmo de mi corazón, mis pulmones vuelven a

recibir el preciado oxígeno.

Un fuerte golpe en la puerta llama nuestra atención.

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EL NEÓFITO DEL VAMPIRO
Pasiones nocturnas 02

—¡Padre! —la voz del hombre que me rescató del monstruo se escucha tras la

puerta cerrada— ¿Todo está bien?

—Todo está bien, hijo —su voz adquiere un tono que jamás usa conmigo—.

Pronto te presentaré al neófito como es debido.

—Lo esperaremos —se explica— la noche es tranquila como para estar en la

cubierta.

—Allí estaremos —termina la conversación mi señor Gregorius.

—¿Hijo? —me encuentro preguntando— ¿Estás casado? —me alejo de sus

brazos, envolviéndome con mis propios brazos trato de no dejarme arrastrar por el

miedo a perderlo.

—Lo estuve —llega a la orilla de la cama, toma del suelo la manta que antes tiró,

luego la pone sobre mis hombros adivinando mi incomodidad.

—No entiendo —hablo aunque sea para rellenar el silencio que sin aviso llena los

espacios. En los ojos del hombre frente a mí adivino una gran tristeza.

—Ven —me extiende la mano, una que no dudo en tomar—. Es una historia

larga, por ahora solo te diré que tuve esposa e hijos, pero que ellos ya no están en el

reino de los vivos.

—¿Cómo fue? —nos sentamos a la orilla de la cama. Él desnudo y yo evitando a

toda costa mirar todo lo que hay bajo su cuello hasta llegar al nido que forman sus

caderas.

—Te lo diré —me sonríe justo antes de robarme un beso—, tendremos muchas

noches donde compartiremos largas conversaciones.

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EL NEÓFITO DEL VAMPIRO
Pasiones nocturnas 02

—¿Conversar? —Estoy seguro que él entendió el sentido exacto en que hice esa

pregunta. Al ver su cara divertida no pude más que sonrojarme de una manera

imposible para cualquier otra persona.

—Conversaremos —encoge sus anchos hombros desnudos— entre otras cosas.

De pronto mis labios se sienten secos.

—Tengo sed —con mi mano derecha envuelvo mi cuello—. Duele.

—Tranquilo, bebé —me sonríe de una manera beatífica que realmente me asusta

en lugar de darme calma—. Primero te presentaré como es debido, luego te daré de

tomar lo que necesitas.

Luego de vestirnos salimos al exterior. El señor Gregorius tuvo que sostenerme

para que no saliera corriendo a la cubierta. Estaba en un barco.

—¿Vamos a América? —susurré más que hablar, al acercarnos vi a un vampiro

tan alto como mi señor. Estoy seguro que ese ser podría acabar conmigo sin sudar una

gota.

—Las brujas me dijeron que estaba olvidando empacar algo muy importante —

tomándome del brazo me obligó a caminar más cerca de donde estaba el otro

hombre—. Justo a tiempo me di cuenta que era a ti a quien debía traer conmigo al

Nuevo Mundo.

—Así que este es el nuevo vampiro —la manera en que me miró me hizo que

sentir tan pequeño como una rata—. Al menos es bonito, porque no le veo madera de

guerrero ni en contra de las cucarachas de la bodega de este barco.

—Déjalo en paz, Dante —la voz de mí señor no dejaba lugar a réplicas.

—Mejor preséntame como es debido —su sonrisa me dejó ver unos colmillos

largos y filosos que me hicieron temblar.

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EL NEÓFITO DEL VAMPIRO
Pasiones nocturnas 02

Dirigiéndose a mí, explicó:

—Este desesperante vampiro es mi hijo, Dante —aunque su tono era molesto, en

sus ojos pude observar el brillo del orgullo al hablar de su descendencia— si te molesta,

aunque sea un poco, ven y dímelo.

El vampiro llamado Dante se cruzó de brazos y se recostó en la baranda, en su

expresión se leía el mensaje de “mejor ni pienses en ir de chismoso”. Sin poderlo evitar

trague fuerte, sería inmensamente feliz si Gregorius hubiera dejado a ese desgraciado

en Inglaterra. No hacía falta ser un adivino para saber que no la tendría fácil, pero por

estar con mi señor Kaelo todo sacrificio sería poco.

—¿Dónde está la bruja? —preguntó mi señor Gregorius dando por terminado el

duelo de miradas que Dante insistía en tener y en el que yo no quería participar.

—Aquí estoy —la chica rubia que fue mi apoyo durante nuestro cautiverio estaba

con vida.

Su sonrisa complacida me dejó saber que todo estaría bien.

Esta noche comienza una nueva vida para mí, cuando la guerra termine el señor

Gregorius me prometió llevarme a visitar la tumba de mi madre. Para mi tranquilidad

me mostró fotografías del bello mausoleo donde reposan sus restos. Le pagó al

encargado para que le deje flores de mi parte todas las semanas.

Mientras mi señor y su hijo hablan con la bruja, me alejo para ver como el barco

forma una estela al navegar. En el cielo las estrellas brillan en toda su gloria, el aroma

del mar llena mis pulmones, mi cabello suelto se mece con la brisa marina. Por primera

vez en años me siento feliz, la sensación es tan extraña que tuve que reflexionar por un

rato para entender que era ese calorcito que me entibiaba el pecho.

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Pasiones nocturnas 02

Décadas después…
después…

Dimitry estaba terminando de revisar que el sistema de los cortinajes de metal

funcionara a la perfección, cuando escucho acercarse al cachorro de lobo que Dante

había rescatado de los “no muertos”.

—¿Qué pasa, bonito?

El dulce cachorrito pegó las orejas al cráneo y miró al pelirrojo con una expresión

tan lastimera que era como para enternecer al corazón más duro.

—¿Otra vez se pusieron a hacer sus cosas donde los pudieras encontrar?

El joven lobo respondió afirmativamente moviendo la cabeza de arriba hacia

abajo— Voy a hablar con el señor Gregorius —dejó el destornillador sobre una mesita

cercana, esa cortina tenía un tornillo que hacía un ruido horrible cuando se desplegaba.

Un sonidito feliz se escuchó salir del cambia-formas lobo, nadie sabía

exactamente la razón, pero el chico se negaba a tomar su forma humana. Una hechicera

amiga de Gregorius le había examinado, al final solo había dicho que él cambiaría a su

otra naturaleza cuando se sintiera preparado. Así que todos decidieron cuidarlo, era

miembro honorario del aquelarre, el adolescente que alegraba la mansión con sus

travesuras. Era un lobo dulce, cariñoso como un osito de felpa, en ocasiones el señor

Kaelo insistía en que lo estaban malcriando en demasía.

Al llegar hasta la primera planta de la mansión, se encaminaron hasta las puertas

del estudio donde el patriarca del aquelarre atendía sus asuntos. Ahora no había

necesidad de salir de casa para atender los negocios, la tecnología moderna era muy

útil para criaturas que huyen de la luz del sol. Con la mano toco suavemente la puerta,

anunciando su presencia.

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—Entra —la voz del patriarca hizo que el corazón del pelirrojo se saltara uno o

dos latidos. Acomodando su camisa bajo el abrigo, ajustando el cuello, luego de revisar

que sus pantalones estuvieran perfectamente acomodados a su cadera, se atrevió a

abrir la puerta.

La sonrisa que el siempre serio señor Kaelo le dedicó, hizo que se le calentara el

corazón.

—Necesito hablar con usted, señor —quiso darle a su voz el tono serio que

ameritaba la ocasión.

—Pónganse cómodos —señaló las dos sillas frente a su escritorio.

El vampiro y el lobo se sentaron donde se les había indicado.

—Dario vino a darme la queja de que Dante y el recién convertido no deja de

aparearse sobre cualquier superficie plana que encuentran en la mansión.

El lobezno arrugo la nariz peluda al escuchar el dichoso nombrecito que le habían

puesto al llegar a la mansión. A veces pensaba que lo escogieron así de feo a propósito

para molestarlo.

—Creo que es mejor que tratemos este asunto a solas —algo en la mirada de su

señor hizo que Dimitry tragara en seco.

Las orejas de Dario se pusieron en alerta, un gruñido de molestia se dejó

escuchar. Si su fino olfato no lo engañaba, ese par de vampiros iba a hacer lo mismo

que Dante estaba haciendo con el otro en el tercer piso. Ya debía de saberlo, la verdad

es que tenía que aceptar que siempre que olfateara ese aroma, debía salir de allí como

alma que lleva el diablo. Todavía no entendía esas ganas de aparearse que les daba a

los adultos, era algo realmente molesto.

Levantando la cola Dario saltó de la silla, con su mejor caminar ofendido salió

del estudio, escuchar la puerta cerrarse tras él, no fue ninguna sorpresa. Al menos esos

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Pasiones nocturnas 02

dos eran discretos, no como ese par de calentones que estaba dando gritos dos pisos

arriba. La opción de jugar en el jardín le era cada vez más tentadora.

—Dimitry —lo llamó el mayor de los vampiros—. Ven aquí.

Hacía cincuenta años Gregorius lo había convertido, en realidad el que había

comenzado el proceso fue un no muerto, pero para él su único maestro era el señor

Kaelo. Aunque de este juego ya tenían algunos años, para el más joven siempre era

motivo de sonrojos y nervios.

—Debo ver que Dario esté bien. —Se mordió los labios nervioso.

—Obedece —el tono no dejaba lugar a remilgos.

El más joven dejó salir el aire lentamente, caminando sin mucho apuro rodeó el

escritorio hasta quedar de pie junto a su señor.

—Aquí estoy —susurró.

—Desnúdate, amor —el señor Kaelo corrió la silla hacia atrás dejando más

espacio entre él y el escritorio.

—¿Aquí? —chilló de un modo poco masculino.

—Ahora —los ojos negros escudriñaban el cuerpo eternamente joven de Dimitry.

Después de ser convertido tenía la apariencia de un saludable chico de veintitantos, si

antes era hermoso, ahora era arrebatador en su tímido sonrojo. Con una sonrisa

libidinosa en la cara, el patriarca espero ser obedecido, por experiencia sabía que

Dimitry era tímido cuando estaba en frío, pero si se calentaba lo suficiente, era un

descarado en toda regla.

—No me hagas esperar.

El vampiro más joven comenzó por quitarse el abrigo, tirándolo sobre la silla

donde antes estuvo sentado. Estaba avergonzado, después de tantos años todavía le

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daba vergüenza que alguien supiera que eran él y el patriarca. Desde la llegada de un

nuevo vampiro a la mansión, Dimitry comenzó a darse cuenta que los tiempos

cambiaban, que ahora ser gay no era algo tan terrible, solo otra manera de vida.

—Eres hermoso —la voz de Gregorius era dos octavas más baja. Algo dentro del

pelirrojo comenzaba a encenderse, se sentía orgulloso de ver como su señor se excitaba

con solo verlo desabotonarse la camisa—. Apúrate, quiero ver ese dulce cuerpo tuyo.

Sin importar si sus mejillas peligraban incendiarse, dejó que la camisa se deslizar

por sus hombros hasta ir a acompañar al resto de su ropa a la silla.

—¿Así está bien, señor? —la sonrisa tímida en el rostro del vampiro era adorable.

—Lo haces maravillosamente —le felicitó mientras sus brazos cruzados se

mantenían en su sitio—. Ahora quiero ver lo que escondes bajo la tela de ese pantalón.

En respuesta Dimitry cerró sus ojos mientras se bajaba la cremallera del pantalón.

—Abre los ojos —quiso hacer cumplir su voluntad—, no me niegues ver el fuego

en ese bonito verde bosque.

El más joven obedeció, solo para encontrarse que el negro en los ojos de su

amante era total, el nosferatos estaba cerca de la superficie, iba a hacer tomado de la

manera dura en esta ocasión. La idea lo hizo relamerse de gusto.

—Quítatelos de una buena vez —exigió al ver que el chico se tardaba demasiado

en deshacerse de tanta tela estorbosa.

Dimitry dejó que los pantalones cayeran hasta sus tobillos, dejando ver un pene

que ya exudaba líquido pre-seminal, unos testículos coquetos, acompañados de unas

piernas bien torneadas: era todo una delicia para la vista.

—Siéntate en el escritorio.

El vampiro amaba cuando su señor le hablaba de esa manera.

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—Apoya los pies en los descansabrazos de mi silla.

—Señor Kaelo, yo no creo —trató de excusarse al caer en la cuenta de qué

pensaba hacerle Gregorius. Aunque la puerta del despacho estaba cerrada, temía que

alguien pudiera descubrirlos en una posición tan comprometedora.

—Eres mío —le recordó el mayor de los dos—, eso es algo que todos saben.

Además, solo un ingenuo pensaría que mortal o inmortal, dejaría ir a una belleza como

tú sin meterle mano de vez en cuando.

Dimitry abrió su boquita rosa, luego la volvió a cerrar, todavía no se

acostumbraba a ese lado malicioso de su señor y patriarca— Soy suyo— acató a

responder. Sabiendo que no tenía otra, obedeció a regañadientes.

Gregorius vio atentamente, sin perder detalle, como sumisamente Dimitry se

sentaba en el escritorio, luego avergonzado a más no poder, puso un pie en cada reposa

brazos, quedando él con una maravillosa vista de los atributos que solo eran para su

deleite.

—Acaríciate a ti mismo —se recostó en el respaldar de su sillón. Ahora si se sentía

como un rey en su castillo.

Los ojos verdes tomaron un color grisáceo, las mejillas estaba tan encendidas que

de seguro exudarían sangre en cualquier momento. Aunque moría por culpa de la

timidez, el chico era lo suficientemente decidido para seguir las ideas morbosas de su

señor y maestro.

El patriarca observó como una temblorosa mano tomaba la bonita erección,

masajeándola de arriba abajo.

—Ahora toca los testículos como te lo hago yo cuando vienes a mi cama.

Un gemido lastimero comenzó a salir del pecho del más joven, con una mano

acariciaba su pene y con la otra se apretaba los testículos.

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—Tóqueme, mi señor —en ese momento Dimitry envió a pasear sus

inseguridades. Necesitaba a un hombre que pudiera llenar su cuerpo, y lo necesitaba

ahora. Gregorius era justo ese hombre que hacía que su culo palpitara de gusto.

—Mi pequeño descarado —la carcajada de Gregorius estaba llena de deseo—,

voy a tomarte tan fuerte que me sentirás durante días.

Dimitry ya no quería juegos previos, así que si quería ser penetrado, tenía que

tomar cartas en el asunto personalmente. Bajando sus piernas de la silla de su patriarca,

decidió ponerse de rodillas sobre la alfombra. Sin pedir segunda opinión ni permiso,

abrió la cremallera del pantalón del vampiro mayor. Abriendo la boca engullo toda

esa carne dura hasta llevarlo al fondo de su garganta y tragarlo.

Ahora fue el turno de Gregorius de gemir. Estaba siendo prácticamente violado

por un pelirrojo tan caliente como un conejo en temporada de celo. Llevando su mano

hasta la cabeza que se hundía sobre su cadera, soltó la liga que sostenía la sedosa

melena roja. La escena no podía ser más erótica, el cabello rojo cayendo un poco más

abajo de los hombros, la perfecta piel pálida de una espalda esbelta, un culo respingón

al final de esta.

Apartando al atrevido de su pobre pene que peligraba con derramarse en

cualquier momento, hizo que el chico se incorporara para darle un beso de esos que

son para que dos prácticamente se coman mutuamente. Dimitry estaba demasiado

caliente para remilgos. Con sus pequeñas y filosas garras desbarató el traje de mil

dólares que llevaba su señor, lo único que deseaba era sentir piel contra piel desnuda.

Gregorius había caído víctima de su propio juego, levantando en vilo a Dimitry

lo acostó sobre el escritorio. La portátil se estrelló contra el suelo, el teléfono corrió la

misma suerte, ahora su único objetivo era estar dentro de su amante lo más pronto

posible.

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El más joven abrió las piernas envolviendo las caderas desnudas de su señor,

exigiendo sin palabras que un pene duro como barra de acero invadiera su carne. El

patriarca estaba dispuesto a ser él quién llenara esa necesidad en el vampiro bajo él.

—Esto va a ser sucio y rápido, bebé —le advirtió justo antes de penetrar de una

sola estocada el manjar que se le ofrecía. Su neófito era la mejor cosa que le había

pasado en la vida, desde la muerte de su amada esposa no se había sentido tan en casa

como lo hacía al estar con Dimitry.

El grito de Dimitry se escuchó por toda la mansión, las filosas garras aruñaron la

espalda del poderoso vampiro. Los amantes jugaban rudo y les encantaba. El pelirrojo

apretaba con sus piernas la cintura estrecha del hombre sobre él, Gregorius penetraba

sin descanso golpeando justo el punto dulce de su amante.

—Te amo —gritaba entre estocada y estocada recibida— no sabes cuánto te amo.

—Lo dices solo porque te lo hago rico —se mofó el patriarca sin perder el ritmo—

. Pero no te preocupes, puto y todo yo te amo.

Gruñidos, gemidos y grititos de placer saturaban el aire en el estudio, el sexo

entre ambos era su secreto, o al menos eso pensaba Dimitry. Los colmillos extendidos

de Gregorius penetraron la piel del cuello de su sumiso, el otro respondió mordiendo

la unión entre el cuello y el hombro. El orgasmo llegó como una avalancha sobre

ambos, dejándolos extenuados sobre el escritorio.

—¿Crees que ellos nos escucharon? —preguntó todavía con el pene de Gregorius

dentro de su ano.

El patriarca empujo otra vez el miembro que ya se comenzaba a poner duro

nuevamente, logrando que el más joven gimiera por la caricia a su próstata.

—No creo, amor —mintió descaradamente—. Este es nuestro secreto.

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—Entonces hagámoslo otra vez —propuso empujando a Gregorius sobre la

silla—. Esto del empalamiento me gusta —compartió su opinión dejándose caer sobre

la erección del otro vampiro.

—Juega todo lo que quieras —tomo de las caderas a Dimitry. Este hizo el culo

para atrás arqueando la espalda, de manera que su amante pudiera apreciar lo delgado

de su cintura y lo redondito de su culo.

—No terminaré de agradecer por mi impulso de entrar esa noche al cabaret —

besó tiernamente los labios hinchados de tanto besar— ¿Te quedarás siendo mi neófito

eternamente?

Al cumplir cincuenta años, ya Dimitry podría marcharse sin que Gregorius se

sintiera responsable por él.

—Me quedaré con usted, mi señor —le dedicó una de sus sonrisas radiantes—

Le recuerdo, patriarca del Aquelarre Kaelo, que usted prometió quedarse conmigo

eternamente.

—Lo cumpliré solo si el señorito comienza a mover el culo de una buena vez —

el golpe en uno de sus glúteos lo hizo dar un saltito—. Así está mejor, solo hazlo más

seguido y con algo de ritmo.

Dimitry, en ocasiones como esa, realmente quería golpear con algo pesado a

Gregorius, era increíble cómo este era capaz de acabar con un momento romántico de

una manera tan sanguinaria. Lo curioso del caso, es que después hablaba de su hijo

que era todo un bruto, si de alguien tuvo que haber heredado ese geniecito de come

mierda que se cargaba su descendiente.

Al sentir otra palmada en su pobre trasero, decidió que lo mejor sería discutir

más tarde, cuando estuviera más alejado de esa manita pesada que tenía su maestro

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vampiro. Para gusto de ambos, Dimitry siguió el juego de metérselo y sacárselo,

llevándolos a la dulce locura.

¿Fin?

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Palabras de la autora

Empiezo libro nuevo en estos días, el 3° de esta serie: “El lobo quiere su propio

vampiro”, así que si alguno tiene alguna idea loca, puede decírmela… quizás se tome

en cuenta para el siguiente libro, o mejor todavía, me servirán para que yo también

pueda divertirme leyendo.

Esperen la siguiente entrega… el lobito dejará de ser un niño y se convertirá en

un joven consentido que tendrá que cazar a su propio vampiro. Si David y Dimitry

tienen cada uno el suyo… ¿Por qué él no puede conseguirse uno para sí mismo?

Si desean comunicarse conmigo pueden hacerlo,


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