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SEROPOSITIVO
Si algo nos identifica a las personas con el resto de seres vivos es la necesidad y la tendencia a
agruparnos. En particular, los humanos sublimamos ese acto de supervivencia a algo mayor,
creando sociedades regidas por una cultura y unos patrones comportamentales. Aristóteles
fue uno de los filósofos que más investigó sobre el acto de asociamiento, afirmando que la
primera institución que formamos las personas es la familia. No sólo formamos familias,
también entablamos amistades, compañeros de trabajo y formamos negocios a pequeña o
gran escala. Necesitamos tener vínculos para sobrevivir, y más allá de esto, para tener calidad
de vida e ir mejorándola. Por supuesto que las personas, si disponemos de los suficientes
recursos personales a groso modo, somos autosuficientes, de hecho la propia palabra lo dice:
suficiente. Esa suficiencia es relativa para cada uno de nosotros. Cierto es que hay pilares
básicos sobre los que las personas y agrupaciones se sostienen, como tener un techo, alimento
y buena salud. Con ello sobrevives, pero, ¿a qué precio y de qué manera?
Esa es la cuestión. El ser humano es social por naturaleza y necesita estar en mayor o menor
contacto con más personas (excepto en patologías determinadas o personalidades de carácter
esquizoide). Es por ello por lo que se habla de recursos personales e interpersonales. Los
primeros son de y para nosotros, los segundos son de nosotros, para nosotros, y para los que
nos rodean. Es en esta retroalimentación positiva donde reside la utilidad de las relaciones
interpersonales: aportamos y nos aportan.
“Se denomina Serofobia al estigma y discriminación, basado en un miedo irracional, hacia las
personas con VIH, negando cualquier tipo de acercamiento a las personas que padecen esta
enfermedad. Este miedo no tiene ninguna justificación científica en base al riesgo de
transmisión del VIH a terceros.” (ONG Imaginamas, 2014)
Durante los últimos años se ha avanzado mucho con respecto al estigma de la transmisión.
Que quede claro, INDETECTABLE=INTRANSMISIBLE, pero aún así, sigue habiendo rechazo. ¿A
qué se debe? Algunos afirman que es por ignorancia, otros por miedo, por odio, y un servidor
piensa que es por un conglomerado de variables, como el género, la cultura y la educación
sexual. “Existe una clara diferenciación de género en el discurso explícito sobre el sexo en
general y sobre las Infecciones de Transmisión Sexual (ITS) en particular. Se dan diferencias
significativas de percepción y conocimientos entre el mundo rural y urbano. Persisten gran
cantidad de prejuicios, estereotipos y fobia al contagio. Interpretación y conclusiones: el
machismo influye en las relaciones sexuales en cuanto a la utilización de métodos de
protección. La cultura tradicional dificulta hablar abiertamente de la sexualidad en las familias
y entre iguales. Las prácticas de riesgo no se producen tanto por falta de información como sí
por la escasa concienciación entre los jóvenes.” (Pérez-Pérez, I., Morón-Marchena, J.A. y
Cobos-Sanchiz, D., 2015).
Este rechazo no se queda en “petit comité” sino que nos lo encontramos en facetas de nuestra
vida de vital importancia, como nuestros trabajos o nuestros estudios, donde además tenemos
que socializar con muchas personas, pudiendo haber problemas y dificultades por parte de la
persona que nos discrimina. A día de hoy el marco jurídico sobre el VIH da protección y
solución ante las posibles injusticias que puedan ocurrir, pero la parte personal queda
expuesta, y corre de parte de la propia persona el saber cómo recibir esa información de
rechazo y cómo reaccionar ante ella.
Sea como sea, el objetivo principal del artículo no es averiguar a qué se debe este rechazo,
sino saber cómo lidiar con él. Así que aquí puedes leer unos tips que nos sirven en momentos
de rechazo y exclusión:
Bibliografia
Remor, E. (2002) Apoyo social y calidad de vida en la infección por el VIH, Aten Primaria 2002.
julio-agosto. 30 (3): 143-149
Solano Acuña, A.S. (2006), Entre carne y palabra: la sexualidad juvenil y el riesgo de infección
por VIH/Sida, Cuaderno de antropología Nº16, 81-96
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