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La Loba del cerro del Tezontle.

Cuentan que hace muchos años, cuando todavía no estaba poblado el cerro del
Tezontle y solamente existían unas cuantas chozas en las faldas del mismo,
también había algunas cuevas, donde vivían los menesterosos, los pobres más
pobres.

En una de estas humildes chocitas, vivía una muchacha muy bonita, que se
llamaba Blanca, vivía sola porque era huérfana y no tenía hermanos, ni familiares.
Se dedicaba a lavar y planchar ajeno. Uno de esos días la vio un hacendado de
nombre Joaquín, que pasaba por ahí en su caballo, ya era un hombre mayor y
casado, sin embargo, se encaprichó con ella y tanto insistió, hasta que la
convenció, ya que ella se encontraba muy sola, le compró algunos muebles,
arregló su casita, hasta dejó de lavar ajeno, porque él no quería que lo hiciera.
Con el tiempo, ella le tomó cariño, aprecio y sobre todo lo respetaba mucho.

Al cabo de un tiempo, Blanca resultó embarazada y tuvo un niño, el hombre


estaba feliz, porque a pesar de que era casado no había tenido hijos. Todos los
días la visitaba y siempre le traía algún regalo para ella o para el niño, al año
siguiente nació una niña, los dos estaban muy bonitos y Blanca era muy feliz, pero
el diablo no duerme y la esposa de don Joaquín se enteró que su marido tenía una
mujer en las faldas del cerro, por el barrio de Zapotlán, le armó un escándalo, él
no lo negó y le dijo:

-A ti no te falta nada, a ella no la voy a dejar porque tiene los hijos que tú no me
pudiste dar.

- ¡Te vas a arrepentir! ¡Te lo juro! -respondió ella

Desde ese día, empezó a maquinar de qué forma vengarse de su marido y de la


joven. Le dijeron que había una hechicera en la cueva del chivo y que era muy
buena para hacer brujería, la esposa fue y le contó todo a la bruja, ésta le dio un
polvo y le dijo que tenía que rociarlo sobre la comida de su rival para que hiciera
efecto, ante eso, la mujer se dedicó a espiar a Blanca para saber dónde compraba
la comida y se enteró de que por las noches a la joven le gustaba comprar
enchiladas, habló con la enchilad era y mediante una gran cantidad de dinero,
logró que ésta le rociara el polvo como si fuera queso en las enchiladas de su
rival.

Esa noche la pobre mujer, sin saber lo que le esperaba, compró enchiladas y se
las fue a comer a su casa, para no dejar a los niños solitos, al poco tiempo, Blanca
se empezó a sentir muy mal, hasta que ya no fue dueña de sus actos, su cuerpo
sufrió una transformación, se llenó de pelo, las uñas le crecieron y los dientes
también, fue a donde estaban dormidos sus hijos, a quienes despedazó con sus
garras.

A los gruñidos de ella y el llanto de los niños acudieron los vecinos y la escena fue
espeluznante, con palos y piedras lograron que la loba se fuera, pero no pudieron
salvar a los pequeños. Alguien le avisó a Don Joaquín, quien llegó corriendo, nada
más para ver los restos de sus hijos, el hombre casi se vuelve loco. Durante varios
días él y algunos hombres fueron en busca de la loba, pero había muchas cuevas
y adentro se comunicaban unas con otras y nunca la encontraron.

La esposa arrepentida, confesó su pecado a un sacerdote y éste en penitencia le


dijo que tenía que recoger y alimentar a niños que no tuvieran madre. Así lo hizo,
quien sabe si Dios la ha perdonado, su marido la abandonó. Sin embargo, cuentan
los vecinos de aquel barrio, que, en las noches de luna llena, se escucha aullar a
una loba. Las madres corren a atrancar las puertas y a vigilar las cunas, para que
no vaya a venir por sus pequeños hijos, La Loba del cerro del Tezontle.

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