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LA DESTRUCCION DEL PUEBLO DE TIAPOLLO

Autor: Magno Perea Cabanillas

Hace cerca de tres siglos, existió de tras del cerro de chido, al oeste de la ciudad de pomacochas, un pueblo
bastante adelantado, conocido con el nombre de Tíapollo. Todavía se puede ver las ruinas de este pueblo y de sus
templos de estilo colonial.

Allí vivía una viejecita, que no tenía más compañía que un gallo, al cual mimaba como si fuera su propio hijo.
Tanto había envejeciendo el gallo que caminaba apenas, pero no por esto la anciana dejaba de prestarle solícitos
ciudadanos. Un día resulto cacareando, y cuando por la tarde fue a acomodarle la cariñosa dueña, encontró que
su favorito había “depositado” un huevo. Alegrose mucho y, sin contar a nadie lo sucedido, guardo en un viejo
baúl el hermoso regalo que su animalito le había hecho ese día. Tal vez pensaba comerse el huevo al día
siguiente, pero quiso el destino que se olvidara. Pasado un tiempo, durante el cual no había abierto su baúl,
escucho un ruido dentro de él. Recién se acordó del famoso huevo, más en su lugar solo encontró una cascara y
una “Serpiente dorada”, a la que le puso el nombre de Basilisco.

Cuando había crecido lo suficiente, la viejecita la saco del baúl y le mando a buscarse la vida, pues ella se sentía
sin fuerzas para mantenerla. Basilisco escogió como vivienda un agujero próximo a la fuente, de donde los
habitantes sacaban el agua para el consumo diario. Siempre que veía una criatura sola delante de la fuente, la
atrapaba y la devoraba en un instante. Nadie conocía la causa de la desaparición de tantas criaturas. ´pasado un
tiempo, basilisco, que había crecido muchísimo y ya no cabía en su escondite, sé hiso presente a los ojos de que
iban a la fuente para proveerse de agua, y los devorara sin compasión. Alguien que logró huir dio aviso a los
demás habitantes, quienes aterrorizados abandonaron sus viviendas y emigraron a los pueblos vecinos de
pomacochas y shipashbamba.

Basilisco no tenia ya que comer, por lo que se trasladó al pueblo de Comacosh, a cuyos habitantes también
devoro. Durante mucho tiempo fue el terror de las gentes, y así llego asta Cajamarca, en una de cuyas pampas
permaneció asaltando a los viajeros. A esa pampa la llamaron desde entonces la “Pampa de la Culebra”. Un día e
tempestad, mientras acechaba a su presa, un rayo le partí la cabeza. Así desapareció este terrible monstruo.

Los emigrados de Tíapollo conservaban vivo el recuerdo de su pueblo, mas no intentaron ya regresar. Las casas se
desplomaron y los arboles ocultaron el pueblo.

Un pobre vaquero de Shipashbamba, cuyos bueyes se habían remontado, llego por casualidad junto a las ruinas.
Una voz amigable lo llamo por su nombre. El joven vaquero sintió alegría, porque creía encontrar algún
acompañante. Mas al penetrar entre los muros de un antiguo templo descubrió la presencia de dos estatuas: eran
Santo Tomas y San Lucas. Al acercarse más aun, percibió olor a cera quemada y encontró una campana. Loco de
alegría se alejó del lugar y, sin saber cómo, en pocas horas llego a su pueblo y dio la noticia a sus paisanos. Al
siguiente día, muy de mañana salieron con dirección a Pomacochas, a cuyos pobladores refirieron la extraña
nueva, y os invitaron también air. Muchos partieron con dirección al pueblo desaparecido. Al atardecer, guiados
por el viajero, llegaron junto a las ruinas, y percibieron también el olor acera quemada. Entraron no sin un poco
de temor, y encontraron a los Santos, cuyos nombres ya hemos mencionado, así como algunas ceras de laurel (2)
recién apagadas.

Los pomacochanos escogieron como patrón a Santo Tomas pero cuando intentaron levantarlo en hombros,
sintieron un gran peso encima. Los mismos les pasaron a los shipabambinos con San Lucas. Más cuando los
primeros hicieron la prueba de levantar a San Lucas, la carga se hizo liviana. Este hecho les sirvió para interpretar
la voluntad d los Santos y, como consecuencia, San Lucas fue trasladado a pomacochas y Santo Tomas a
Shipasbamba, donde se les venera actualmente.

Como ya era muy tarde, los cargadores se quedaron en una laguna del lugar.

En la noche vieron arder en los montes multitud de velitas, que los Santos habían encendido como milagro.
LA LORERA DESAPARECIDA

Autor: Magno Perea Cabanillas

Había una jovencita que se dedicaba a cuidar los maizales, espantando a los loros para que no comieran los
choclos. Siempre que se encontraba sola, se ponía llorar, desesperada de su suerte.

Una mañana se la apareció un joven gallardo, Montado en hermoso caballo ensillado con montura y estribos de
oro. La jovencita se asustó mucho al principio, al oír las palabras dulces del joven recobro su serenidad.

El joven le ofreció hacerla su esposa y colmarle de riquezas, y le pidió que subiera al anca de su caballo, que
cerrara los ojos. El caballo tomo el camino de la laguna, y se internó poco a poco. Cuando la jovencita abrió los
ojos, se encontró en un rico palacio, todo de oro. El padre de la muchacha, extrañado por su ausencia, la fue a
buscar en la chacra; pero por más que llamo, no logro descubrir su paradero. Todos los días iba el padre a
inspeccionar los “Tragaderos de la laguna”, pos si hubiera perdido el piso su hija y se hubiera hundido, más no
encontró ninguna huella. Una mañana de primavera del padre madrugo a “mudar el ganado” y vio a la orilla de la
laguna una señorita muy bien vestida con ricas alhajas de oro: la señorita se peinaba en una bandeja también de
oro. Se acercó y descubrió que era su hija. La quiso aprisionar, pero en cuanto noto ella la presencia del padre, se
arrojó a la laguna y desaparecido.

Luego que volvió al pueblo refirió lo ocurrido al cura; este le dijo:” lleva una soga de cerda y lacéala”. Así lo hizo el
padre a la mañana siguiente. En efecto, ahí estaba su hija como el día anterior.

Con mucho cuidado se puso cerca y arrojando la soga de cerda la capturo. La muchacha no tuvo más remedio que
seguir al padre. La presento al cura, quien después de rezar una oración le echo agua vendita. La muchacha seguía
loca. Un día que le encerraron en la iglesia logro huir y no la encontraron ya más; se cree que ha vuelto a su
palacio dorado en el fondo de la laguna de Pomacochas.

LAS BRUJAS

Autor :Magno Perea Cabanillas

En una casa Vivian dos mujeres: madre e hija. Esta era muy alegre y simpática. Una del pueblo de pomacochas se
enamoró locamente de ella y todas las noches la iba a visitar.

Una noche, precisamente del sábado, el joven fue a hacer su acostumbrada visita, pero encontró que la casa
estaba sin luz. A la asomar ala la puerta de la casita escuche que la madre decía a la hija: “tráeme de cualquier
parte un corazón humano, q tengo mucho hambre sino lo traes moriré”.

La hija se puso en apuros y salió a cumplir la orden de la madre. Entro en la cocina y pidió al cuy q le prestara sus
ojos; luego saco los suyos y los envolvió en un algodón; después de colocarse los ojos del cuy se bañó en un
mortero y se transformó en una lechuzas.

Visito todas las casas buscando una persona que estuviera durmiendo bocarriba para sacarle el corazón. Solo el
compadre más querido de la bruja estaba en esa posición. La hija regresó muy triste a contar a su madre. Este le
dijo: “trae el corazón del compadre si no quieres verme morir de hambre”. La hija si lo hiso y después que su
madre devoró el corazón se dirigí a la cocina, devolvió sus ojos al cuy y tomo los suyos. Y cuando lo quiso
acomodar no lo consiguió; pues los ojos tamban tostados. El novio de la muchacha, que había visto y oído todo lo
ocurrido, entro a la cocina, cuando la joven fue en busca del compadre, tomo los ojos de ella y los quemo”
revolcándolos en la ceniza caliente. De esta suerte la joven quedo ciega.

Era costumbre establecida en este pueblo que todos concluyeran a misa todos los domingos. Las personas que no
hacían eran multadas y arrestadas. Al día siguiente de los sucesos narrados que era domingo, todo asistieron a
misa menos la vieja y su hija. El alcalde del pueblo mando a llamar y la vieja obedeció obedecer “tan pronto
llegara su hija de la chacra”. El novio se dio cuenta y conto al alcalde lo que había visto la noche anterior. Este
mando quemar inmediatamente gran cantidad de leña en la plaza y luego ordeno que atara tanto a la madre y a
la hija, de pies y manos, y los arrojaron a las llamas. Y así lo hicieron y las brujas fueron quemadas vivas.
ORIGEN DE LA LAGUNA DE POMACOCHAS

Autor: Magno Perea Cabanillas

Mama-cocha (1) pario dos hijas: una muy mala y rebelde, la de "Ochenta" (llamada si por tener ochenta huacos);
y la otra menos mala, la del "Tapial". La primera encontró su sitio en una jalca, situada entre San Carlos y
Yurumarca, y la segunda se ubicó en la "Pampa del Tapial", cerca de Chachapoyas.

En el valle de pomacochas (2) progresaba un pequeño pueblo, cuyos habitantes eran muy orgullosos, pues
poseían grandes riquezas extraídas de las mismas de Cullquiyacu (3). Jamás hacían una obra de caridad, ni menos
daban posada a los transeúntes. Los ricos odiaban a muerte a los pobres, y no adoraban al Dios verdadero, pues
eran idolatras.

El taita amito (4) quiso castigar a esta gente mala, y convirtiéndose en un viejecito harapiento, cubierto des sucias
y asquerosas llagas, se presentó en el pueblo, visitó varias casas; más los dueños le arrojaron puerta afuera, la
tiraron piedras y le hicieron morder con sus perros.

El anciano sufría estos ultrajes en silencio, y casi al atardecer llegó a las puertas de una chocita muy pobre, donde
vivía una mujer con muchos hijitos. Esta le recibió con todo cariño y le ofreció algo de comer.

El viejecito no aceptó alimento alguno, y solo le pidió que le dejara descansar un momento y le regalara un a flor
de azucena y otra de margarita. Luego dijo a la buena mujer. "he caminado todo el día buscando una persona
caritativa, y la única que encontrado eres tú. El premio de tu bondad te salvare la vida, es preciso que dejes tu
casa y vayas esta misma tarde, con tus hijitos al cerro de Puma-Urco (5), porque estoy resuelto a castigar el
orgullo de esta gente. No vuelvas si no cuando veas al arco iris pintado en el cielo". Dicho esto, desapareció.
Como la mujer era generosa, conto a sus vecinos lo que el anciano misterioso le había anunciado; pero estos,
llenos de incredulidad, la llamaron loca.

Al primer canto del gallo, o sea a la media noche, una música muy hermosa se dejó escuchar en la lejanía, la cual
se hiso más clara al aproximarse al pueblo. Los habitantes, que además son muy curiosos, dejaron sus lechos y
salieron a aguaitar. Grande fue la sorpresa de estos, cuando sobre el cerro de Tranca-Urco vieron una nube blanca
que parecía una sábana, y que extendiéndose por la ciudad la envolvía por completo. Asustados pretendieron hui,
pro las aguas se precipitaron, sepultando en sus entrañas a todos los habitantes. Gran cantidad de bandejas de
oro y plata llegaron arrastradas por la corriente; el más grande y hermosa, venia la madre de la laguna. Por ultimo
apareció el anciano, llevando en sus manos un gran plato de manteca, con peces plantas de totora, carricillos y
cortadera, as9i como un huevo de pato. En el mismo instante que arrojo el agua, cayó un rayo y partió al huevo, y
salieron volaron patos y gaviotas. Los peces se multiplicaron y las plantas bordearon la laguna.

Cuando amaneció, la señora y sus hijos vieron con asombro que el pueblo había desaparecido, y que en su lugar
estaba una laguna de aguas azules, y sobre ella se levantaba un deslumbrante arco iris, tal como lo había
anunciado el mendigo misterioso. Ese mismo días los habitante de Chachapoyas notaron con asombro también
que la laguna del tapial había desaparecido totalmente, quedando en cambio una extensa llanura cubierta de
verde hierba.

En creencia general de las almas de los que murieron a consecuencia de la inundación, se han convertido en
"Sirenas", las cuales tienen por costumbre robar criaturas, para llevarlas a vivir en su "Ciudad encantada", bajo las
aguas.

Durante muchos años la laguna de pomacochas fue el terror de los nuevos pobladores, descendientes de la única
familia sobreviviente y de otras que emigraron de los pueblos vecinos de Gualulo y Tíapollo, tale como los
Chicana, los Catpo y los ocmata.

Para calmar la furia del agua y de los seres que ella habitan, pidieron al cura-párroco que bendijera la laguna el
buen sacerdote acepto gustoso y entrando en una balsa derramo agua vendita el los "ojos" de la laguna. En ese
momento se levantó una gran tempestad, y apareció un enorme pez rojo, que mordiendo al cura en el brazo,
intento hundirlo. Sus acompañantes lo salvaron, pero días después murió "Secándose con un palo".

Después de este acontecimiento nadie se atrevía a navegar en la laguna, hasta que don Vidal Catpo se decidió a
desafiar el peligro y la vadeo en una canoa. Desde entonces se desterró el miedo, y hoy nadie la teme, pues todos
los días navegaban en sus aguas canoas cargadas de cosechas.

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