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Las gafas del oso

En un pueblo de un país muy, muy lejano, vivía un rico hacendado con su única hija
llamada Lola, ya que su madre había muerto poco después de nacer la hija. El
padre decidió casarse de nuevo porque ocupaba quien se hiciera cargo del hogar,
pero la elección no había sido afortunada, la madrastra era codiciosa y perversa,
nada podía alegrarla y detestaba a Lola a la que envidiaba porque, a pesar de las
humillaciones a que la sometía, ella seguía, no dejaba de sonreír. A medida que la
muchacha crecía, más trabajo le exigía su madrastra, de modo que la joven pronto
se quedó sola con las labores de la casa; al llegar la noche cuando volvía su padre,
la madrastra lo agobiaba con quejas hacia sobre su hija, diciendo que descuida sus
quehaceres, que se la pasa regalando cosas, por lo que el padre solo se lo
guardaba sin saber qué hacer. Así pasaban los días, cada noche eran quejas y
más quejas, Lola trabajaba sin parar y aun así no le agradaba a la madrastra; al
papá le decía que ella repartía todo lo que le caía en sus manos para gastar, se las
arregla muy bien pero no dejaba de ser difícil traer dinero a casa, la madrastra le
mentía diciendo que regalaba monedas a los mendigos y que así no tardaría en
dejar en la miseria a su familia porque todo lo despilfarraba, "así no tardaremos en
mendigar, y ya verás donde nos conduce el buen corazón de tu hija", se quejaba la
madrastra.
De este modo calumniaba a la hija del hacendado día con día y el padre que tenía
que trabajar duro para ganar el dinero no le gustaba que se malgastara. Lola jamás
se defendía de lo que la madrastra decía, se limitaba a bajar la vista y enjugaba sus
lágrimas que brotaban de sus ojos, "no te tomas en serio los consejos que te dan",
decía el padre y con el tiempo su corazón se endureció.
En la víspera de año nuevo, la madrastra se quejó amargamente que la joven tenía
la intención de llevar la desgracia a la casa pues al preparar el pastel tradicional, no
lo había hecho con la mejor harina, sino que, con viejas reservas, insultando así al
dios de la felicidad, el padre se enfadó y ech ó a su hija de casa. Lola recorrió
tristemente el pueblo, en todas partes preparaban la cena de fin de año y nadie
advertía lo que le pasaba a la hija del hacendado. Ella siempre tan alegre, siguió su
camino y llegó al pueblo vecino, tenía frío y hambre, si por lo menos hubiera
encontrado una casa para trabajar y conseguir un poco de alimento y un lecho para
pasar la noche, pero en todas partes le cerraban las puertas con desdén. ya estaba
tan cansada que apenas podía andar, tocó a la puerta de un albergue y pidió un
poco de té caliente, "señor posadero, no tengo dinero, pero tengo una chamarra,
deme algo caliente para comer" suplicó la joven; "qué fácil" le dice el posadero, "te
doy de comer y después no me dan nada por la chamarra, primero dámela para
venderla y ya veremos". Así estuvo esperando a la puerta de la posada, los clientes
salían y entraban y nada que salían para decirle algo, le llamó al posadero con voz
suave, y le dijo que ella le había dado una buena chamarra para vender que con
eso fácil le alcanzaría para un buen plato de comida y un té caliente. El posadero le
dice "Tú me diste una chamarra tan cara ? jaja y no has confiado también una
bolsa llena de dinero?, si así fuera estuvieras en casa muy calientita y no vagando
por las calles del pueblo", decía tan fuerte que los clientes salían al oír los gritos y
burlarse de Lola, "mejor vete de aquí, porque espantas a mis clientes!", le arrojó un
pedazo de pan duro y un saco remendado "para que veas que soy bueno, en un día
de fiesta no dejo que nadie se vaya sin nada, ni siquiera una desvergonzada como
tú, ya lárgate, si no saco a mis perros". Después de esto, salió corriendo muy triste
entre las risas y las burlas de los comensales y no se detuvo hasta el lindero del
bosque, empezó a nevar. Lola no sabía dónde se encontraba ni a donde ir;
desesperada se dijo: "este mundo no tiene nada para mí, de seguir si tengo que
morir de hambre o de frío o seguir de pretextos de burlas de los hombres prefiero
terminar yo mismo con mi vida aquí en el bosque, habrá muchos animales
hambrientos. Se apartó del camino y se adentró en el bosque, sumida en sus
pensamientos, arribó a un pequeño claro, se sentó en una piedra y esperó a que
apareciera un animal que pudiera acabar con su vida. el bosque estaba en calma y
no se escuchaba un solo ruido cuando de repente se apareció un enorme oso que
se paró en dos patas como atacar y Lola en cuanto lo vio le dio miedo pero
después recordó de cómo lo hombres la habían humillado y de las injusticias que
había pasado y entonces le dijo al oso "cómeme el mundo ya no puede ofrecerme
nada bueno", entonces el oso con amable voz le dice no te comeré no como
hombres a menos no a los verdaderos tienes buen corazón y voy ayudarte, a ti te
voy a dar mejor mis gafas para cuando quieras saber cómo son las personas confía
en quien no cambie para que veas a través de ellas el corazón de las personas y
sepas como es cada una de ellas y también con quien poder expresar tus
sentimientos.
Agradeció el regalo y salió del bosque y volvió al pueblo y vio una gran multitud
unos llevaban cestos de leña, otros conducían caballos al mercado y muchos
volvían con sus provisiones tanto hombres con aspecto de gran dignidad y mujeres
de bellos atuendos todos parecían buenos y honestos pero recordó lo que le había
dicho el oso y se puso las gafas para tratar de ver el bullicio por ejemplo: la mujer
rica llena de dignidad que vestida de ceda que pasaba rodeada de sirvientas y una
institutriz que llevaba un niño de la mano en lo alto del vestido estaba un cabeza de
gallo que picotea hambriento a todos lados más lejos se asoma un funcionario con
cabeza de cerdo y por más que Lola se asoma en las personas todos se miran
cabezas de animales ya a punto de perder la esperanza fue que vio a un joven
pobre carbonero que caminaba por la calle se veía que había hecho un largo viaje.
Indecisa, Lola se acomodó las gafas para ver otra vez y la cara del joven no
cambiaba pero como le haría para acercarse a él ? que pensaría de ella entonces ?
decidido seguirlo para ver donde vivía y por el camino pensaría como acercarse a
él, en el mercado el carbonero cambi ó el carbón por víveres luego dirigió sus pasos
hacia la montaña. Lola le seguía ala distancia pero como el carbonero era muy
fuerte y rápido ella se quedó muy retrasada y lo perdió de vista porque aparte
estaba muy débil pero siguió adelante y vio una casa donde salía humo, se asomó a
la ventana y vio una olla hirviendo y pensó que era la casa del carbonero pero no
estaba él y pensó “lejos no estará voy a esperar a que regrese” el joven carbonero
había ido por leña y al volver a la choza vio a la muchacha y le pregunto: “¿por qué
me ha seguido? no tienes aspecto de ser una vagabunda me parece que has debido
de conocer tiempos mejores” y ella le contó lo que había pasado con la madrastra y
cuando su papá la había corrido y que también quería morir en el bosque, ella
después de hablar por algunas horas le dijo: “sé cocinar y poder ocuparme de tu
casa seguro estarás satisfecho de mí”
Él le contestó: “yo, seguro que estaré satisfecho pero no sé si tú lo estarás”. Lola no
tenía necesidad de lujos era dichosa por haber encontrado un lecho y antes de
entrar se miró los pies y los traía sucios y preguntó al carbonero donde podía
lavárselos, él le dijo que en el manantial de atrás de su casa y al asomarse en el
aunque ya estaba oscureciendo vio que salía mucha luz del fondo del manantial y
pensó que era y le dijo al carbonero que si sabía que era y él dijo: “sí, es una piedra
ordinaria” ella contestó: “no, no es ordinaria, eso es oro y pagarían mucho por ello,
lo que quieras. Mañana llevaremos a la ciudad el oro y traeremos a arquitectos para
construir un albergue junto al manantial y te sorprenderá la vida que vamos a llevar,
le vamos a poner de nombre la carbonera apagada” muy pronto el albergue con sus
amables dueños eran conocidos en todos sus alrededores, los comerciantes hacían
un alto en ese lugar para comer, en él también acudían visitantes menos nobles,
vagabundos y mendigos y la dueña del albergue siempre tenía una sonrisa para
todos mientras que en el pueblo natal de Lola cuando el padre echó a la muchacha
la madrastra se quedó contenta pero al final pero se volvió amargada y de mal
genio, eso duró hasta que su mal humor fue tan grande que murió. El padre ya no
tenía éxito en nada, como si estuviera embrujado, todos sus animales se empezaron
a morir y la siembra ya no producía hasta que perdió todo y al final no le quedó otra
cosa que ir a mendigar de este modo se cumplió lo que la madrasta había dicho
pero por otra razón muy distinta. Un día, el viejo hacendado llegó con otros
mendigos al albergue la carbonera apagada no reconoció a su hija pero le
sorprendió ver que en lugar de recibirlos con injurias les daban una excelente sopa,
aquella hospitalidad hacia los pobres mendigos le hizo pensar en su hija que era tan
amable y compasiva como la dueña del albergue ahí se dio cuenta lo que una
palabra amable podía significar para un pobre.
“Mi pobre hija que sería de ella es una desdichada que vaga en el mundo como yo
o está muerta” decía el hacendado y sus lágrimas rodaron por sus mejillas, mientras
que su hija servía a sus clientes no lejos de los mendigos pero un sentimiento
impreciso le traía hacia los pobres harapientos sobre todo el viejo mendigo le
recordaba a su padre, duró mucho rato pensando en su pena y en las crueles
palabras con las que su papá la había echado pero al ver las lágrimas de amargura
que el viejo derramaba acordándose de su hija lo olvid ó todo y se acercó a él y
eentonces le dijo: “padre no llores más, yo soy tu hija” y te perdono por lo sucedido
por que se que no eras tu si no que estabas influenciado por mi madrastra entonces
el viejo contestó: “Lola soy tu padre, ya ves cómo me ha castigado la vida por la
injusticia que cometí” la joven llamó a su marido y se contaron sus contaron sus
penas y joven carbonero le dijo al hacendado que amaba el gran corazón de su hija
y que deseaba que el se quedara a vivir con ellos y vivieron felices por siempre.
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