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El Lenguaje Moldea Nuestra Forma de Pensar

Los humanos usamos el lenguaje para comunicarnos y transmitir ideas a través de

grandes dimensiones de espacio y tiempo. Esta habilidad es posible gracias a la lengua que

hablamos, alrededor de 7,000 en todo el planeta, las que se diferencian por sus sonidos,

vocabularios y estructuras lingüísticas. Cabe preguntarse, entonces, si la lengua que hablamos

moldea nuestra forma de pensar. Esta longeva pregunta fue influenciada por la hipótesis

Sapir-Whorf, aunque prontamente abandonada por la falta de evidencia (Boroditsky, 2011, p.

63; Frank et al., 2008, . 823). Sin embargo, gracias a investigaciones recientes, hoy es posible

afirmar que, en efecto, la lengua que hablamos sí moldea nuestra forma de pensar. Para

fundamentar esta tesis, este ensayo abordará cuatro estudios científicos que demuestran cómo

el lenguaje configura: nuestra ubicación en el espacio; nuestra concepción del tiempo; cómo

caracterizamos objetos en función de su género; y, finalmente, cómo describimos situaciones

y, con ello, atribuimos responsabilidades.

Una primera evidencia, que demuestra que la lengua que hablamos moldea nuestra

forma de pensar, la encontramos en estudios que afirman que el lenguaje juega un rol

significativo en la (re)estructuración de la cognición espacial. Tal es el caso de Majid et al.

(2004, p. 108), quienes identifican que lenguas diferentes cuentan con marcos de referencia

(MR) diferentes para describir relaciones entre objetos. Por ejemplo, una persona

anglohablante podría decir algo como “el tenedor está a la izquierda de la cuchara” (MR

relativo) o “el tenedor está al lado de la cuchara” (MR intrínseco), pero en el caso de la

comunidad Guugu Yimithirr (Australia), sus hablantes dirían “el tenedor está al norte de la

cuchara” (MR absoluto). Mientras que los anglohablantes sólo utilizarían el MR absoluto

para descripciones geográficas de gran escala, los hablantes de Guugu Yimithirr lo utilizan

para toda referencia, y no cuentan con los MR relativo e intrínseco. Ello sugiere que «la

diversidad lingüística se alinea con la diversidad cognitiva, como se muestra en las soluciones
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independientes que la lengua de las personas ofrece para tareas espaciales» (Majid et al.,

2004, p. 113).

La forma de concebir el espacio también puede tener un efecto en cómo se concibe el

tiempo. Por ejemplo, Boroditsky y Gaby (2010, p. 1635) señalan que la palabra “tiempo” es

una de las más utilizadas en el idioma inglés y que para representarlo las personas suelen

recurrir a elementos espaciales (gráficos, calendarios, relojes, etc.), utilizando palabras como

“atrás”, “adelante”, “corto”, “largo” para hablar sobre el orden y la duración de eventos. En

contraposición, las autoras muestran que en la comunidad Pormpuraaw (Australia) no se

utilizan términos relacionados al espacio como “izquierda” o “derecha”, sino términos

relacionados a “norte”, “sur”, “este”, “oeste”, pues son comunidades en donde la orientación

espacial juega un rol preponderante para usar el lenguaje apropiadamente. Así, a diferencia

de los estadounidenses, que ordenan el tiempo de izquierda a derecha sin importar la posición

corporal en la que se encuentran, los Pormpuraawans sí consideran su posición corporal para

ordenar el tiempo, el cual irá en sentidos diferentes acorde a ella, primando la dirección de

este a oeste (Boroditsky & Gaby, 2010, p. 1637).

Pero no sólo el espacio y el tiempo se encuentran configurados por la lengua que

hablamos, sino también las características que asignamos a los objetos en función al género

que éstos tienen en la lengua en cuestión. Por ejemplo, Boroditsky et al. (2003, p. 70)

comentan que el sustantivo “llave” es femenino en español y masculino en alemán, y que

cuando las personas describen la “llave” en español utilizan palabras como “dorada”,

“intrincada”, “pequeña”, “brillante”, “preciosa”, mientras que en alemán utilizan palabras

como “duro”, “pesado”, “dentado”, “metal”, “útil”, demostrando así que «el pensamiento de

las personas sobre los objetos está influenciado por los géneros gramaticales que su lenguaje

nativo asigna a los nombres de los objetos».


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Además de las características de objetos, la lengua también moldea la descripción de

situaciones y la asignación de responsabilidades. Al respecto, Fausey y Boroditsky (2010, p.

648) realizaron tres estudios en los cuales evidenciaron que la estructura lingüística de los

participantes influenció su juicio sobre la culpa y el castigo, lo que puede tener consecuencias

muy relevantes en campos como el de la administración de justicia. Por ejemplo, Filipović

(citado en Fausey & Boroditsky, 2010, p. 649) da cuenta de un caso en el que un sospechoso

hispanohablante declaró “se me cayó”, descripción no agentiva que fue traducida por la corte

como “I dropped her” (que se traduciría como “yo la solté”), lo que determina un cambio en

la agencia de la acción que invita a atribuir mayor culpa y, por tanto, mayor sanción en

comparación a una descripción no agentiva.

Tras la revisión de cuatro estudios científicos que abordan distintos aspectos de la

cognición humana, vemos que éstos demuestran que la lengua puede moldear profundamente

nuestro modo de pensar y que lo hace de diversas maneras, desde cómo describimos el

espacio y el tiempo, y nuestra relación con ellos, pasando por la forma en cómo

caracterizamos objetos, hasta la manera en que describimos eventos y atribuimos

responsabilidades. Así, confirmamos que la lengua que hablamos configura la forma en cómo

pensamos el mundo, esto es, lo que nos ocurre y rodea, por lo que frente a la primacía de

investigaciones anglo centristas, se hace necesario desarrollar estudios sobre otras lenguas,

pues a través de ellas ampliaremos nuestro conocimiento de la mente humana.


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Referencias

Boroditsky, L. (2011). How language shapes thought. Scientific American, 304(2), 62–65.

https://www.jstor.org/stable/26002395

Boroditsky, L., & Gaby, A. (2010). Remembrances of times east: Absolute spatial

representations of time in an Australian aboriginal community. Psychological Science,

21(11), 1635–1639. https://doi.org/10.1177/0956797610386621

Boroditsky, L., Schmidt, L., & Phillips, W. (2003). Sex, syntax, and semantics. In D. Getner

& S. Goldin-Meadow (Eds.), Language in Mind: Advances in the Study of Language

and Thought (pp. 61–79). MIT Press.

Fausey, C., & Boroditsky, L. (2010). Subtle linguistic cues influence perceived blame and

financial liability. Psychonomic Bulletin & Review, 17(5), 644–650.

https://doi.org/10.3758/PBR.17.5.644

Frank, M., Everett, D., Fedorenko, E., & Gibson, E. (2008). Number as a cognitive

technology: Evidence from Pirahã language and cognition. Cognition, 108, 819–824.

https://doi.org/doi:10.1016/j.cognition.2008.04.007

Majid, A., Bowerman, M., Kita, S., Haun, D., & Levinson, S. (2004). Can language

restructure cognition? The case for space. TRENDS in Cognitive Sciences, 8(3), 108–

114. https://doi.org/10.1016/j.tics.2004.01.003

El presente texto ha sido elaborado con fines exclusivamente educativos, esto es, para ejemplificar las características que son requeridas
en la elaboración de un ensayo argumentativo de tipo académico, así como mostrar la posibilidad de realizar una presentación oral de
alto impacto con similar contenido. Vale decir, un mismo tema puede ser materia de ambos tipos de presentación (escrita y oral),
contando cada una de ellas con sus correspondientes características.

El texto deriva de la traducción al español (disponible en la plataforma YouTube) realizada por Sabrina Mattheus, con la revisión de María
Julia Galles de Rois, de la siguiente conferencia:

TED (2018, mayo 2). How language shapes the way we think | Lera Boroditsky [Video]. YouTube.
https://www.youtube.com/watch?v=RKK7wGAYP6k

El texto ha sido complementado con citas de las referencias que obran en la presentación de la conferencia antes señalada.

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Curso : Presentaciones Profesionales de Alto Impacto
Profesora : Carmen Amalia Del Río Villanueva

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