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¿Cómo evolucionó el lenguaje?


Por

Sergio Morales

febrero 1, 2021

El lingüista
Daniel Everett estudió a las lenguas que carecen de recursividad,
como la lengua pirahã de Brasil. Actualmente, el tema está en
discusión. (MIT News)
18 min. de lectura
La pregunta por la evolución del lenguaje adviene, por lo menos, del
siglo XVIII; pensadores como James Burnett, Johann Gottfried
Herder o Max Müller brindaron importantes reflexiones. A fines del
XIX, el naturalista Charles Darwin (1871) sostuvo que, aunque
diversas especies poseen formas de comunicación sonora, el
“lenguaje articulado” solo estaba presente en el humano (p. 53).

Con el tiempo, la evolución del lenguaje se volvió un aspecto central


de la evolución humana. Disciplinas como antropología, lingüística o
psicología han brindado valiosos aportes. No obstante, dada la
pluralidad de contribuciones, hay poca claridad sobre cuál podría ser
la teoría más apta para explicar cómo evolucionó lenguaje. El
siguiente ensayo revisa algunas hipótesis sobre la evolución del
lenguaje.

El lenguaje innato
A mediados del siglo XX, el lingüista Noam Chomsky sostuvo que,
dado que un niño puede adquirir un idioma rápidamente y sin mayor
rigurosidad, el lenguaje debía ser una facultad innata del ser humano.
Esta idea se apoyó en la existencia de una gramática universal (en
adelante GU), es decir, en la afirmación de que todas las lenguas del
mundo poseen una estructura común.

Según Chomsky (1965), podremos desarrollar una “teoría de la


estructura lingüística” si esta incluye “una explicación de los
universales lingüísticos y atribuye al niño el conocimiento tácito de
estos universales” (p. 27). En efecto, para la GU todas las lenguas
podían ser reducidas a propiedades universales que constituyen la
real naturaleza del lenguaje humano.

La GU fue una idea presente en los trabajos del lingüista durante casi
todo el siglo XX. Por ejemplo, en Rules and representations,
Chomsky (1980) sostuvo que “realmente no aprendemos el lenguaje;
más bien, la gramática crece en la mente” (p. 134). Al depender de un
“programa genético”, el desarrollo del lenguaje fue considerado
análogo al de los órganos anatómicos.

“¿Existen propiedades fundamentales que distingan el desarrollo de


los órganos físicos y del lenguaje que deberían llevarnos a distinguir
el crecimiento […] del aprendizaje […]? Quizás, pero no es obvio. En
ambos casos, al parecer, la estructura final lograda y su integración
en un sistema complejo de órganos está en gran parte
predeterminada por nuestro programa genético, que proporciona un
esquematismo altamente restrictivo que se concreta y articula a
través de la interacción con el medio (embriológico o posnatal).”
(Ibíd.)

En el presente siglo, el lingüista reafirmó que la velocidad y precisión


con las que el lenguaje es adquirido implica que “el niño […] tiene los
conceptos disponibles antes de la experiencia con el lenguaje”
(Chomsky, 2001, p. 28). Aunque su perspectiva influenció campos
como lingüística, ciencia cognitiva e informática, fue criticada por su
carácter innatista (Kronenfeld, 1978-1979; Everett, 2012; Evans,
2014).

El lenguaje como instinto


En 1990, contrariando al paleontólogo Stephen Jay Gould y al mismo
Chomsky (quien rechazó explicaciones evolucionistas), los
psicólogos Steven Pinker y Paul Bloom (1990) afirmaron que el
lenguaje no difiere de otras habilidades también complejas (como
la ecolocalización); por tanto, la “única explicación” para tal
complejidad es la selección natural (p. 726).

Dicha propuesta influyó fuertemente la literatura académica. Entre


1981 y 1989, la ratio de publicación fue de 9 artículos por año; no
obstante, los números aumentaron a 86 y 134 artículos por año para
los períodos 1990-1999 y 2000-2002 respectivamente (Christiansen y
Kirby, 2003a). Sin duda, fue una importante propuesta al ser una de
las primeras hipótesis sobre la evolución biológica del lenguaje.

En The language instinct, Pinker (1994) continuó desarrollando su


propuesta y sostuvo que el lenguaje no era un “artefacto cultural”
aprendido, sino una “pieza particular del maquillaje biológico de
nuestros cerebros” (p. 18). En otras palabras, el lenguaje era un
“instinto”, una parte de la biología similar a como las arañas tejen
sus redes.

Por un lado, apoyándose en Chomsky, Pinker (1994) sostuvo que su


universalidad era “la primera razón para sospechar que el lenguaje no
es una invención cultural cualquiera, sino el producto de un instinto
humano especial” (p. 27). Para el psicólogo, todos los idiomas poseen
sustantivos, verbos o sujetos, lo cual explica por qué el lenguaje
constituye el “ejemplo más famoso de universal humano” (Pinker,
1995, p. 235).

Por otro lado, refiriéndose a Darwin, Pinker (1994) señaló que la


“principal explicación” del lenguaje es la misma explicación para
cualquier otro instinto u órgano anatómico: la selección natural (p.
333). Así, el lenguaje era una “adaptación” moldeada por selección
natural para resolver aquellos problemas enfrentados por nuestros
antepasados en el Pleistoceno (Pinker, 1995, pp. 225-226).

Incluso en el presente siglo, Pinker (2003) insistió en que la selección


natural es la “única fuerza evolutiva” (p. 24), así como la “explicación
más plausible” (Ibíd., p. 26), para el origen del lenguaje. Más aún, el
académico estaba seguro de que su propuesta sería “cada vez más
rigurosa y comprobable” (Ibíd., p. 37). Como vemos, se trató de una
hipótesis basada en la psicología evolucionista (ver Morales, 2020a).

Aunque los argumentos de Chomsky y Pinker fueron popularizados en


disciplinas como lingüística o psicología (gracias al impulso de la
gramática generativa y la psicología evolucionista), fueron
cuestionadas por su nativismo. Diversos académicos de disciplinas
como lingüística, biología o antropología objetaron las premisas que
Chomsky y Pinker habían admitido como ciertas.

La gramática no es universal
Uno de los cuestionamientos más importantes hacia el nativismo
lingüístico de Chomsky y Pinker se dirigió a la GU. En una reseña
a The language instinct, el psicólogo Michael Tomasello (1995)
afirmó que las lenguas son “artefactos culturales” muy diferentes
entre sí, pues “los idiomas cambian de manera importante a medida
que las necesidades comunicativas de sus hablantes evolucionan con
el tiempo” (p. 152).

En The ‘language instinct’ debate, un libro que sintetiza las


discusiones sobre el tema, el lingüista Geoffrey Sampson defendió
la existencia de rasgos lingüísticos comunes. No obstante, para
Sampson (2005) tales rasgos indican que “los seres humanos tienen
que aprender su lengua materna desde cero en lugar de tener un
conocimiento innato del lenguaje” (p. 166).

Ante las críticas, Chomsky y colegas postularon que el único rasgo


universal del lenguaje es su recursividad (el reordenamiento de
palabras para conformar nuevas oraciones). Sin embargo, como dejan
entrever los trabajos del lingüista Daniel Everett (2012), hay lenguas
que carecen de recursividad (p.ej., la lengua pirahã de Brasil).
Actualmente, el tema se halla en discusión (Nevins, Pesetsky y
Rodrigues, 2009).

A modo de réplica, Chomsky y colegas afirmaron que las pocas


lenguas carentes de recursividad no son una contraevidencia válida
pues, aunque dicha herramienta permita la facultad del lenguaje, “no
todos los idiomas utilizan todas las herramientas” (Fitch, Hauser y
Chomsky, 2005, p. 204). Sin embargo, pese a esta defensa, la GU
continuó siendo criticada.

Para los lingüistas Nicholas Evans y Stephen Levinson (2009), la GU


contiene postulados “empíricamente falsos, infalsables o engañosos”
(p. 429). Como tal, la diversidad lingüística es una “jungla” donde los
idiomas difieren en fonética, gramática y semántica (Ibíd., p. 438).
Por tal razón, los psicólogos Morten Christiansen y Nick
Chater (2009) aseguraron que la GU es “indefendible desde una
perspectiva evolucionista” (p. 452).

En The language myth, el lingüista Vyvyan Evans (2014) afirmó que la


GU es un “mito”. En principio, hay entre 6.000 y 8.000 dialectos que
no poseen una estructura semejante; los sonidos empleados van
desde 11 hasta 144; la relación sujeto-verbo-objeto varía, así como la
formación de oraciones y palabras mediante morfemas; incluso hay
lenguajes que carecen de adverbios y adjetivos.

¿Gen del lenguaje?


En concordancia con lo expuesto por Chomsky y Pinker, la discusión
por el apodado gen del lenguaje empezó gracias a un estudio
publicado en la revista Nature a inicios del presente siglo (Lai et al.,
2001). Gracias a dicho descubrimiento, considerado un “gran triunfo”
(Nature, 2001), el FOXP2 fue catalogado como el primer gen relevante
para la habilidad lingüística (Enard et al., 2002).
Al realizarse en el contexto del Proyecto Genoma Humano, las
expectativas hacia las hipótesis genéticas del lenguaje fueron altas.
Por ejemplo, Pinker (2003) calificó tal hallazgo como un
“descubrimiento sorprendente” y hasta pronosticó que “nuevos genes
para trastornos de lenguaje y variación individual del lenguaje serán
descubiertos y sometidos a prueba” (p. 37).

Sin embargo, un estudio recientemente publicado en la


revista Cell demostró que dicho gen no contaba con evidencia sólida
que lo respalde (Atkinson et al., 2018). Ello ocasionó que las
explicaciones genéticas del lenguaje cayeran en descrédito (Fisher,
2019). En palabras de Sampson (2005): “la idea de que nacemos con
rasgos complejos de la estructura lingüística codificadas en nuestros
genes es un mito” (p. 1).

La tesis de que el conocimiento está biológica o genéticamente


incorporado, y es nativo de la mente, es llamada nativismo. Para los
nativistas, el lenguaje es un “sistema de codificación biológicamente
heredado para nuestra base de conocimientos biológicamente
heredada” (Ibíd., p. 4). Por su naturaleza, se dice que el lenguaje
ofrece las pruebas más claras de nativismo:

“Los nativistas afirman que, si miramos los hechos observables sin


prejuicios, estamos obligados a admitir que el conocimiento
biológicamente heredado es la única explicación razonable; y,
abrumadoramente, los hechos observables que señalan son hechos
sobre el lenguaje, sobre las estructuras del lenguaje humano y sobre
cómo los niños adquieren su lengua materna.” (Ibíd.)

Si bien es cierto que la anatomía humana está biológicamente


preparada para el lenguaje, ello no prueba que exista una
predisposición genética. Para Evans (2014), “incluso si un
antepasado humano hubiera desarrollado, por alguna mutación
casual, un gen del lenguaje, sin un cerebro y un cuerpo preparados
para el lenguaje, el gen habría sido inútil” (p. 25).

El aprendizaje es fundamental
En The language instinct, Pinker (1994) intentó demostrar la
existencia de un “módulo” del lenguaje –una especialización mental
dedicada al lenguaje articulado. Sin embargo, la hipótesis de
la mente modular ha sido descartada por no estar respaldada en
evidencia neurocientífica (Morales, 2020a). Ello hizo que la propuesta
de un módulo de lenguaje fuera completamente descartada.

Aunque Chomsky y Pinker defendieron ideas nativistas, está


demostrado que los niños adquieren habilidades lingüísticas en
diversas circunstancias; postular una tesis genética “no nos dice
nada sobre la naturaleza de los mecanismos de desarrollo
involucrados” (Tomasello, 1995, p. 148). Asimismo, que el lenguaje
sea un rasgo universal humano, “no significa que las estructuras
básicas del idioma sean innatas” (Ibíd., p. 137).

El término instinto implica una disposición natural hacia ciertas


conductas, no obstante, el lenguaje necesita de instrucción
constante. Refiriéndose a Pinker, Evans (2014) afirmó que, si bien el
tejido de telarañas emerge sin que las arañas hayan recibido
instrucción, el lenguaje sí necesita de exposición e instrucción pues
los bebés necesitan escuchar una lengua antes de hablarla (p. 100).

De hecho, la evidencia brinda “muy pocas bases para pensar que el


lenguaje es un módulo de la mente” (Ibíd., p. 17). La hipótesis
modularista se basa en un nativismo radical que parece surgido de
una “fobia al rol del aprendizaje y la experiencia” (Ibíd., p. 153). Dado
que el cerebro ha evolucionado como “ensamble” y no vía módulos,
no hay en él un lugar único y exclusivo para el lenguaje (Ibíd., p. 154).

¿Argumentos no científicos?
Las críticas hacia el nativismo de Chomsky y Pinker fueron de tal
magnitud, que muchos cuestionaron la naturaleza de sus argumentos.
Para algunos, por la manera en que fueron presentadas, así como por
la evidencia a la que refirieron, las propuestas de Chomsky y Pinker
fueron catalogadas como no científicas.

Según Tomasello (1995), Chomsky no se apoyó en evidencia


observacional sino en “argumentos lógicos”, mientras Pinker
presentó sus argumentos como si fueran “hechos científicos
establecidos”, sin mencionar que hay “debates teóricos y empíricos
feroces”. Tanto los argumentos de Chomsky, como los de Pinker,
constituyen “un lado de un debate presentado como si fuera el único
lado” (Ibíd., p. 153).
Para Sampson (2005), el nativismo de Chomsky y Pinker está “basado
en evidencias y argumentos palpablemente inadecuados” (p. 190).
Asimismo, la “pirotecnia verbal” a la que recurre en The language
instinct explica por qué actualmente Pinker y otros discuten el
trabajo de Chomsky “en términos que hacen que este trabajo suene
como hallazgos científicos ya establecidos” (Ibíd., p. 14).

Para Evans (2014), los argumentos de Chomsky y Pinker recurren a


falacias de autoridad:

“Richard Dawkins describe este tipo de explicación como un


argumento de incredulidad, mientras que Daniel Everett señala que
se reduce, esencialmente, a una falta de imaginación. Procede de la
siguiente manera: nosotros (= los profesores titulares
extremadamente inteligentes) no podemos ver cómo los niños
podrían aprender algo tan complejo como la gramática, que es la
base del lenguaje. Por tanto, no pueden aprenderlo. Por tanto, la
gramática debe ser innata.” (p. 19)

Según la filósofa Christina Behme (2014), Chomsky recurre a


falacias de autoridad para “aislar sus propias propuestas contra la
falsificación por pruebas empíricas contrarias” (p. 1). Precisamente
por haber presentado sus argumentos de una forma que los
hace infalsables, el cognitólogo Philip Lieberman (2015) sostuvo
que “la empresa chomskiana queda fuera del dominio de la ciencia”
(p. 223).

La evolución cultural del lenguaje


Ante el fracaso de las hipótesis nativistas, una nueva teoría busca
explicar el origen del lenguaje. Dicha propuesta está principalmente
basada no en conceptos como gen, evolución genética o selección
natural, sino en instancias como cultura, evolución cultural y
selección cultural. ¿En qué consiste?

En Culture and the evolutionary process (de 1985), el


antropólogo Robert Boyd y el biólogo Peter Richerson formularon
la teoría de la herencia dual. Para esta teoría, la biología y la
conducta humanas dependen de dos sistemas de herencia: el
genético, heredado de nuestros parientes biológicos y común a todas
las especies, y el cultural, heredado de nuestros parientes sociales y
único de la especie humana (Morales, 2020b).

La finalidad de aquella teoría es comprender cómo la transmisión


cultural (mecanismo del sistema de herencia cultural) interactúa con
el entorno y genera la evolución genética humana. Es una teoría que
considera la coevolución entre genética y cultura –definida esta
como un conjunto de prácticas, creencias y normas transmitidas
capaces de modificar las presiones de la selección natural e
influenciar la evolución humana.

Conforme las sociedades se desarrollan, sus prácticas culturales se


optimizan: el uso del fuego o la tecnología se convierten en las
fuentes de las presiones selectivas que moldean a nuestra
psicología. Esta evolución cultural es una forma análoga de
evolución que solo en humanos es acumulativa. Esta cultura
acumulativa explica nuestro progreso histórico, así como nuestra
adaptación a diversos entornos.

Mientras la evolución biológica sigue las leyes de la selección


natural, la evolución cultural obedece los preceptos de la selección
cultural –la selección ocurrida entre grupos humanos en función de
sus rasgos culturales (prácticas, normas, valores o creencias). Para
esta teoría, determinados rasgos brindan a cierto grupo una ventaja
sobre otros grupos que carecen de tales rasgos. Uno de esos es el
lenguaje.

Un conjunto de estudios demuestra que la evolución lingüística es


una forma de evolución cultural: el lenguaje ha evolucionado no
porque tengamos una adaptación biológica especial (hipótesis
nativista), sino porque ha sido creado para adaptarse al cerebro
(Chater y Christiansen, 2010). Desde este enfoque, varios aspectos
vinculados a la estructura de los lenguajes constituyen
“adaptaciones culturales” (Ibíd.).

Para el evolucionismo cultural, el lenguaje es un “sistema de


comunicación único y altamente restringido, dedicado a la
comunicación de este conjunto de significados específicamente
restringido” (Dor y Jablonka, 2000, p. 36). El desarrollo de este
“sistema de mapeo” –la evolución lingüística cultural– consistió en “la
selección, el acuerdo social y la evolución cultural de las categorías
semánticas para la comunicación lingüística y la sofisticación
gradual del sistema de mapeo para estas categorías” (Ibíd., p. 37).

Inteligencia cultural y cooperación


Si bien hay consenso sobre el uso de modelos o la existencia de
preadaptaciones lingüísticas, hay discrepancia sobre si el lenguaje
puede ser explicado desde la biología o la cultura (Christiansen y
Kirby, 2003b). Las propuestas de Chomsky y Pinker apelan a la
biología, mientras otras defienden la visión de “la cultura primero” –o
sea, el lenguaje evolucionó después de que los homínidos poseyeran
una cultura compleja (Ibíd.).

Según Tomasello (2008), los humanos poseemos lenguaje porque


exhibimos mayor cooperación e inteligencia cultural que otras
especies (incluidos primates). Estos rasgos produjeron el
protolenguaje de los homínidos y, posteriormente, el lenguaje
moderno. De hecho, la hipótesis del lenguaje-como-uso (Evans,
2014) explica cómo aquel se basa en una psicología humana
caracterizada por su cooperación e inteligencia cultural.

Si bien el lenguaje humano está vinculado al proto-lenguaje homínido


y este se vincula a diversas formas de comunicación animal (Ibíd., pp.
27-63), lo que nos hace especiales a los humanos es nuestra
inteligencia cultural. Esta se erigió hace 2,5 millones de años en el
género Homo y se enfatizó hace 300 mil años por la intensa vida
social de los Homo neanderthalensis y Homo sapiens.

Dicha inteligencia cultural generó las conductas cooperativas que


son características del humano moderno. Por todo ello, Evans (2014)
consideró al lenguaje un “ejemplo de comportamiento cooperativo
por excelencia” (p. 231), así como un “ejemplo paradigmático de
nuestra inteligencia cultural” (Ibíd., p. 258).

La importancia de la transmisión cultural


Dado que los idiomas son herramientas utilizadas para contar
historias, transmitir información o construir cosmovisiones,
la evolución lingüística es considerada una forma de evolución
cultural. Tal como ocurre con la cultura material, “las lenguas
cambian constantemente en formas íntimamente relacionadas con la
modificación y transformación social” (Dor y Jablonka, 2000, p. 43).

Para Christiansen y Chater (2009), “el lenguaje se concibe mejor


como el producto de la evolución cultural, no de la evolución
biológica” (p. 452). Desde esta perspectiva, la facilidad con la que se
aprende un lenguaje se explica no por la presencia de una GU innata,
sino porque el lenguaje contiene patrones que son mejor
aprehendidos de generaciones pasadas mediante transmisión
cultural.

Dado que la transmisión genética del lenguaje es una propuesta


cuestionada, es mejor pensar su evolución desde su transmisión
cultural. Como tal, la evolución del lenguaje está influenciada por el
conocimiento que poseen diversas culturas; esto implica que el
significado de los conceptos lingüísticos se crea de esa “interacción
compleja” entre la mente, la lengua y la cultura (Evans, 2015).

Como tal, el lenguaje se transmite mediante un “ciclo repetido de


aprendizaje y uso” cada vez que usamos el lenguaje para
comunicarnos y cada que lo adquirimos de otros que desean
comunicarse (Smith, 2018). En dicha dinámica, los sistemas
lingüísticos se “remodelan” vía usos y aprendizajes en un proceso de
evolución cultural que explica tanto cambios lingüísticos recientes,
como la propia capacidad del habla (Ibíd.).

Es así que la evolución del lenguaje depende del aprendizaje social,


es decir, de la capacidad de procesar señales lingüísticas, reconocer
sus intenciones comunicativas y aprehender la composición que
integra señales a intenciones (Ibíd.). Mediante la transmisión cultural
del sistema comunicativo (vía aprendizaje) y la aptitud de inferir su
intención comunicativa, la “autodomesticación” juega un “rol crucial”
en la evolución de la estructura lingüística (Thomas y Kirby, 2018).

La centralidad de la cultura
En lugar de estar determinado genéticamente, el lenguaje resulta de
la coevolución entre genes y cultura, donde la cultura tiene la última
palabra. La evolución cultural dirige la evolución lingüística vía
mecanismos de asimilación genética, fundando una “cognición
sesgada lingüísticamente” –un “maquillaje cognitivo” que, sobre
bases genéticas, permite el aprendizaje rápido del lenguaje (Dor y
Jablonka, 2000, p. 37).

Dado que la evolución cultural es el “factor principal” de la evolución


de la estructura lingüística, “el lenguaje es principalmente un
sistema cultural evolucionado, no el producto de una adaptación
biológica” (Christiansen, Chater y Reali, 2009, p. 222). En este
modelo, la evolución cultural es un factor clave que explica
el fit entre los mecanismos que originan el lenguaje y la forma cómo
se estructura y emplea.

En Language: The cultural tool, Everett (2012) definió al lenguaje


como una compleja “herramienta cultural”, diversa, aprendida y
desarrollada para resolver problemas de comunicación y cohesión
social. Para el lingüista, el lenguaje deriva de la interacción entre
genes y ambiente; por tanto, suponer que es un producto exclusivo
de la cultura o del genoma es una idea “simplista” y “equivocada”
(Ibíd.).

Para Daniel Dor, Chris Knight y Jerome Lewis (2014), la evidencia


muestra que los cambios socioculturales han jugado un “rol central”
en la evolución del lenguaje, por lo que tales dinámicas “necesitan
ser posicionadas en el centro de cualquier explicación” (p. 2). Muy al
contrario, los enfoques genocéntricos (que recurren a explicaciones
únicamente genéticas) se basan en una “concepción anticuada de la
evolución” (Ibíd.).

Analizar la evolución del lenguaje como si ocurriera en “aislamiento


social”, ignora que el contexto es un “componente central” que
permite una “nueva comprensión” de su origen (Ibíd., p. 3). Para que
el ser humano tuviera lenguaje, su cerebro debió ser social, y para
ello, la sociedad debió transcurrir por una dinámica evolutiva propia,
una dinámica evolutiva sociocultural.

Esta dinámica cultural explica la evolución de la estructura


gramatical del lenguaje, así como sus dos principales rasgos:
la combinatorialidad (combinar letras para formar palabras) y
la composicionalidad (combinar palabras para componer oraciones)
(Tamariz y Kirby, 2016). Como tal, “el lenguaje evoluciona para
maximizar su expresividad bajo presiones para su comunicación,
mientras minimiza su complejidad bajo la presión de ser
aprehensible” (Ibíd., p. 37).

Dicho esto, un análisis “verdaderamente explicativo” del lenguaje


debe considerar que este resulta de adaptaciones cognitivas
específicas que moldean su transmisión cultural (Ibíd.). Cualquier
cosa que surja del proceso de evolución cultural alterará, en sí
mismo, las presiones de selección que operan sobre la evolución
humana. Por ello, el lenguaje es considerado un caso especial de
“evolución cultural acumulativa” (Sterelny, 2016).

De la selección natural a la selección cultural


El lenguaje evolucionó gracias a la plasticidad conductual humana:
las diferencias en la capacidad de aprender lenguas fueron
importantes en tanto los hablantes fueron seleccionados por su
desempeño lingüístico. Así, “la cultura lingüística constituyó el
entorno selectivo en el que fueron seleccionados los genes que
contribuyeron al rendimiento, adquisición y transmisión lingüística”
(Dor y Jablonka, 2000, p. 37).

En este proceso, la selección natural jugó un “papel esencial” al


moldear los cambios de la estructura genética de las poblaciones,
favorecer ciertas variantes genéticas sobre otras y obtener una mejor
adaptación de los individuos a su entorno (Castro y Toro, 2005). No
obstante, es importante aclarar que “no todos los cambios evolutivos
se explican por la acción de la selección natural” (Ibíd., p. 204).

Al fiel estilo de la selección natural, la cultura ejerce una presión


selectiva en el desarrollo de los actos de habla que integran el
lenguaje (D’Andrade, 2002). Tales actos seleccionan a la especie que
posee inteligencia elevada y mayor tamaño cerebral –rasgos
asociados a una mayor capacidad de almacenamiento y
procesamiento de información. ¿Qué significa que la cultura sea
capaz de seleccionar?

“Lo más obvio es que significa que nuestros cuerpos y nuestras


psiques se han visto afectados por una historia pasada de vivir una
forma de vida cultural. Es decir, tener cierto tipo de cuerpo y cierto
tipo de psique, con ciertas emociones, deseos y habilidades
cognitivas incorporadas, han sido seleccionados porque hemos
estado viviendo en un mundo cultural –un nicho cultural– durante
millones de años. En un sentido del término bastante diferente al que
se utiliza habitualmente, se puede decir que los seres humanos, vía
evolución, están ‘constituidos culturalmente’.” (Ibíd., p. 223)

Estudios sugieren que una “teoría de la evolución cultural de los


sistemas humanos de comunicación” debe incorporar modelos
seleccionistas porque tales sistemas son “funcionalmente
adaptativos” (Tamariz, Ellison, Barr y Fay, 2014). Dado que la deriva
genética no explica la evolución del lenguaje, las presiones
culturales son necesarias para entender la rápida propagación de
variantes comunicativas en una población determinada.

Al resultar de la alteración de las presiones selectivas, el lenguaje


depende de la construcción de un “nicho cultural” (Smith, 2018). En
este modelo, la selección cultural reemplaza a la selección natural
pues las conductas culturalmente transmitidas aíslan a la genética
de las presiones ambientales. La evolución cultural del lenguaje parte
de la premisa de que las prácticas culturales fundan nuevas
presiones selectivas hacia las que los genes deben adaptarse.

Reflexiones finales
Considerando la evidencia presentada, ¿será cierto que Chomsky y
Pinker desestiman la cultura –principal agente de la evolución del
lenguaje? Chomsky no consideró la cultura; más aún, sostuvo que el
lenguaje es una “adquisición extremadamente reciente” que “no se
obtuvo en el contexto de una modificación lenta y gradual de
sistemas preexistentes bajo selección natural” (Bolhuis et al., 2014,
p. 4).

Para Chomsky el lenguaje surgió tarde en la historia evolutiva


humana (hace 100 mil años) y es “tan especial y único” que los
estudios sobre comunicación animal son “inútiles” para comprenderlo
(Coolidge, 2015). Por esa razón, algunos defienden que la hipótesis
innatista no debería considerarse para analizar la evolución del
lenguaje (Dor y Jablonka, 2000, p. 34).

Aunque muchos estudios postulan que el lenguaje es evolutivamente


reciente, también afirman que surgió como una forma de “instrucción
verbal” para la transmisión cultural de información (Klein, 2017).
Incluso si la anatomía necesaria para el lenguaje estuviera presente
en la especie desde hace 2,5 millones de años (género Homo), el
lenguaje articulado emergió hace tan solo 50 mil años (Ibíd.).

En Pinker (1995), la situación es distinta. Si bien el psicólogo sostuvo


que el lenguaje sirve para transmitir información o mediar las
relaciones sociales, falló en suponer que el mecanismo que explica
tal adaptación era la selección natural y no la selección cultural. Al
respecto, la cultura fue concebida como un recurso accesorio y no
como un factor fundamental.

Alejándose de modelos nativistas, simples y deterministas, la teoría


de la evolución cultural del lenguaje sostiene que su complejidad
ocurre por la profunda interacción de tres sistemas adaptativos:
aprendizaje individual (individual learning), transmisión cultural
(cultural transmission) y evolución biológica (biological evolution)
[Figura 1].

Figura 1. Tres sistemas adaptativos en la evolución del lenguaje:


aprendizaje individual, transmisión cultural y evolución biológica.
(Fuente: Christiansen y Kirby, 2003b, p. 302).

Una “descripción completa” del lenguaje, el significado y la


comunicación, así como una verdadera “ciencia del lenguaje”, debe
considerar la interacción entre lenguaje, cultura y pensamiento –el
“triángulo dorado” (Evans, 2015). La perspectiva cultural brinda
mejor evidencia (Tamariz y Kirby, 2016) para comprender la evolución
del lenguaje como producto de tres instancias: cultura, evolución
cultural y selección cultural.

Como los estudios dejan entrever, para explicar el origen del lenguaje
no debemos asumir que es innato ni un instinto, sino determinar qué
cambios lo hicieron posible y cómo se adquiere y transmite. Solo un
enfoque evolucionista basado en evidencia empírica real puede
brindar una explicación satisfactoria que nos permita comprender por
qué el lenguaje es el sello distintivo de lo que significa ser humano.

Referencias
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Cambridge: MIT Press.

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Sergio Morales
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Sergio Morales Inga es bachiller en antropología y estudiante de la maestría


en epistemología, ambos por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos,
en Perú. Tiene publicaciones en revistas académicas de Perú, Colombia,
Argentina, España y Reino Unido. Columnista de evolución humana, género y
epistemología de las ciencias sociales en Ciencia del Sur. También realiza
divulgación en evolución cultural a través del blog "Cultura y evolución".
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 lenguaje

 teoría de la evolución

4 COMENTARIOS

1. Javier Velásquezfebrero 19, 2021 En 11:14 pm

Enriquecedora esta discusión, por ejemplo en etnolingüística,


sociolingüística y tipología

Pero me queda una duda, frente al asunto de encontrar algo que


no «está ahí» pero debe (?) en una lengua, en cuanto al caso de
falta de «recursividad», ¿Everett y co. da por sentado entonces
que esto NO es un universal y principio tipológico que se
presente, ergo, tal cosa no está demostrada y es una
abstracción irreal?

Y ante eso, ¿cuál es la posición desde estos trabajos, de


cultura y evolución, sobre la variedad de lenguas frente a
ciertas comparaciones prescriptivistas (como lo chosmkiano
frente al cumplimiento de sus principios, que la dialectología
básica pone contra las cuerdas) y la explicación y comprensión
de las lenguas? por ejemplo, encuentro, en la introducción de
Velupillai la mención de estos trabajos sobre el sistema pirahã,
como que posee dos consonantes «poco comunes», y el asunto
de no tener numerales (pero no encuentro información ni
estudio intersemiótico, por ejemplo que busque explicar y
relacionarse con el tema de tener sistemas de numeración, tipo
de comercio, relaciones comerciales, si existen o no en los
usuarios de tal).

Pero estas consideraciones de «raros», que parecen un poco


sensacionalistas, y resulta una falsa asociación con lenguas,
mas no consideración seria de cada lengua como un sistema
único que tendrá determinadas características en un entorno
social real, cambiante y heterogéneo, algo que resulta
interpretándose como «similares» o como «raras», para un
investigador hablante de lenguas indoeuropeas.

Porque es como darse cuenta que el ornitorrinco pone huevos,


pero es que ciertas ideas preestablecidas y a priori, sobre algo
en su realidad, no tienen por qué cumplirse porque sí, y cuando
no lo hacen no son «rarezas», lo que demuestra es que tales
ideas pueden ser desechables o habrá que buscar otro «hueco»
para reciclar tales ideas que se postulan como explicación
universal, como es el caso de varias consideraciones
chomskianas.
Responder

2. Íbico Rojas-Rojasagosto 29, 2022 En 12:58 am

El artículo me parece sumamente importante y alentador. Hay


algunos cuestionamientos al nativismo del lenguaje que son
recusables. Aunque debo señalar que no soy partidario del
determinismo genético.
En 2008 comencé a escribir un libro sobre la naturaleza humana
(que lo dejé inconcluso), en el que pretendía demostrar que esta
es dual. Pienso ahora organizar mi tiempo para ver si puedo
retomar mi trabajo. Ojalé que sea así.
Felicitaciones
Responder

3. Ana Cristina Vazquez Hernándezdiciembre 25, 2022 En 8:32 pm

Mi opinión es que cada perspectiva de análisis para explicar el


fenómeno lenguaje aportó conocimiento al tema lenguaje que
permiten la apertura de muevas propuestas de explicacion,. Se
avanza, se evolucióna
Responder

4. Jaime Alberto Pulidofebrero 8, 2023 En 5:50 pm


Hola Sergio. Deslumbrante abordaje para tan fascinante tema.
Gracias por la magistral síntesis. Nos gustaría tenerte en la
academia de Colombia para conversar sobre tus miradas, Un
abrazo!!
Responder

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