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24/03/2022

Introducción a la Didáctica.

A partir de la lectura del capítulo seis “Sin porvenir” del libro “Mal de escuela” de
Daniel Pennac (2008), respondo las siguientes preguntas.

1) Seleccioná una frase del texto que haya captado tu interés y comenta por qué la
elegiste, por qué resonó en vos.

La frase que seleccioné fue “repetir indefinidamente las mismas clases ante aulas
intercambiables”. Ahora bien, luego de releer varias veces este capítulo, llegué a la
conclusión de que estas palabras son, hasta el momento, las que más me dejan
pensando. Desde el día que supe que iba a comenzar el CerpSW, pude notar mis
inseguridades y miedos respecto a mi futuro empleo; sobre en que tipo de docente
me iba a convertir. Luego de tantos años siendo alumna, comencé a notar
conductas reiterativas en mis docentes. Tuve docentes de todas las edades, e
incluso me mudé; pero en todos los centros educativos a los que asistí, me tropecé
con profesores que estaban en el salón físicamente, pero no estaban ellos en su
totalidad. Hubo ocasiones donde no era consciente de esto, donde creía que mis
profesores no me querían enseñar, que solo asistían al salón para cumplir sus horas
y luego a fin de mes, poder cobrar su salario. Crecí, lamentablemente, observando a
docentes que no interactúan con su clase, que solo leen y leen largos libros durante
el tiempo que dure la hora; durante las semanas, que tenga el mes. Me acostumbre
a ello, a escuchar y a copiar, a charlar con mis compañeros de aula y que todos
llegásemos a la misma conclusión: “la profe no hace nada”, “sus clases son
aburridisimas”, “¿porque no se jubila?”.
Comentarios, tal vez, bastante crueles, que no representan lo que creo ahora; pero
que en ese entonces, no podía comprender, pues describían lo que sentíamos.
Aún no soy docente, recién empiezo este camino, pero me alegra ya no pensar
como antes. No pienso como antes porque ahora logro “ponerme en sus zapatos”,
porque ahora uno de mis miedos es ese, ser “la profe aburrida” que día tras día lee
las mismas páginas, dice las mismas palabras con cada clase que tiene, con las
cuales no forja ningún tipo de vínculo, ningún tipo de interacción.
Estuve del lado de los alumnos que tienen que aprender con este tipo de
profesores, lo padecí, pero si hay algo bueno que me enseñó, es que no quiero, por
nada del mundo, que lo padezcan mis alumnos, porque lo único que se puede
aprender de estas clases, es a como no ser.
No quiero sonar crítica ni rigurosa con mi opinión, porque la experiencia de cada
uno es distinta, y lo que a mi me puede gustar, no necesariamente le puede gustar
al otro; y viceversa.
Aun así, a modo de cierre, ya con otra perspectiva, y eligiendo dar lo mejor de mi
para “amasar el pan” de la mejor manera no solo para mis futuros alumnos, sino
también para conmigo; deseo que esos docentes, que se quedan en lo cotidiano,
aferrados a los métodos clásicos y quizás algo antiguos, logren tener mejores días.
Que si en algún momento su amor por su vocación los hizo estudiar un profesorado,
ojalá los haga volver a elegirlo una y mil veces más. Anhelo que se implementen
nuevas formas, nuevas técnicas, nuevos textos. Sé, que hay excelentes docentes,
porque también tuve la suerte de contar con ellos en gran parte, y voy a dar todo de
mi, por pertenecer a ese grupo; sin olvidar que quizás cada profesor, está lidiando
con un mundo dentro suyo, e intentando, siempre, ayudarlo a ser mejor, como
espero que en estos años que me esperan me ayuden a mi a serlo; para que este
miedo, deje de resonar en mi.

2) Contá alguna experiencia de tu trayectoria educativa, vinculada a la lectura o la


escritura, que te haya marcado.

Como en todos los aspectos de la vida, hay cosas lindas y no tan lindas; y creo que
ahora es momento de contarles una experiencia positiva de mi paso por el liceo N°1
“Maestro Julio Castro” de Toledo, Canelones.
Corría el año 2016 y junto a varios compañeros más, comenzaba la secundaria.
Llena de miedos y expectativas, me topé con la literatura, y con su protagonista, los
libros, sin siquiera tener la materia en esos años. Desde que tengo uso de razón soy
muy apegada a los libros y ahora que lo pienso, creo que mi entorno notó eso
porque así fue que empezó mi travesía por los diccionarios, con un concurso
literario para participar del noveno libro que publicaría mi queridísimo liceo toledano;
para el cual tuve la inmensa dicha de escribir en dos de sus libros.
Resumidamente, este concurso constaba de tres etapas: en primer lugar, cada uno
de nosotros (alumnos de respectiva institución) debía escribir un cuento acorde una
consigna (en 2016 fue sobre Canelones y en 2017 sobre el número 10, por ser el
décimo libro publicado), luego nuestra creación era entregada a los profesores de
literatura, historia e idioma español del centro, que reunidos elegían a sus favoritos,
para que formasen parte del libro; y por último se reunían con cada alumno
seleccionado para acordar ciertas correcciones y brindar comentarios de
entusiasmo para cada uno de nosotros.
Participé en ambos casos y modestia aparte, quedé seleccionada para ambos
libros, y aunque quizás ahora, varios años después y con más conocimientos
adquiridos, no crea que mis cuentos fuesen tan fabulosos como lo creía esa Lucía
de 14 años; la Lucía que soy ahora sabe lo feliz que la hicieron escribir esos relatos,
y el amor que les puso a cada uno de ellos. Escribir ha sido desde entonces, mi sala
de escape, mi forma de hacer catarsis cada vez que lo creo necesario; las palabras
de mis profesores y los aplausos de mi familia al saber que estaba en un libro,
incentivaron a una pre adolescente a seguir caminando junto a las letras, a
encontrar un espacio para mi en ellas. Los consejos de mis docentes, los sinónimos
brindados y los tildes que agregaron a cada palabra con paciencia y dulzura,
despertaron en mí un afán por la literatura, mostrandome un sendero un tanto
desconocido, pero lleno de cosas para dar; que espero, pueda seguir recorriendo y
mostrando como docente en un futuro no tan lejano, y que promete.

3) ¿Te animás a compartir cuáles son tus ilusiones y miedos en esta etapa inicial del
profesorado de Literatura?

Como me gusta empezar por la parte no tan agradable para culminar con lo lindo,
voy a comenzar planteando mis miedos, no solo de este año, sino creo yo, de toda
la carrera.
Me encantaría poder decir que no me preocupa terminar la carrera en más años de
lo que está estipulado, ni tampoco que le tengo terror a tener que enfrentarme a un
examen por primera vez; pero temo que estaría mintiendo. Desde que somos
pequeños escuchamos opiniones de quienes nos rodean, quizás desde la
ignorancia, pero te comentan “si tenes un STE en tu cuaderno, ¿cómo te vas a
llevar una materia a examen en el liceo?” y esos comentarios, que quizás no son
malintencionados, quedan en nuestro subconsciente y perduran por varios años.
Soy Lucía, soy mayor de edad y casi no le temo a la oscuridad, pero si tengo terror
de defraudar. Temo llevarme tantas materias a examen que no me alcanzen las
horas del día para darlas, aunque eso sea casi imposible. Temo demorar unos
meses más haciendo la carrera y que una tía me pregunte “¿terminas este año?” y
que no sepa qué decir. Ojo, estoy rodeada de gente que me quiere bien, y
seguramente mi mente imagina los peores escenarios que se me puedan ocurrir,
pero a veces la inseguridad es tal que uno no logra dormir.
Por otra parte me da miedo el futuro, porque seamos honestos, la economía
siempre es un tema importante para subsistir. Me da miedo no tener horas, no tener
liceos, o quien sabe que. Deseo con todas mis fuerzas que se empiece a dictar
literatura desde primer año, solo para tener más horas, o solo algunas.
Pero lo que más miedo me causa, es si tener horas, si tener liceos, si tener
alumnos, pero no tenerme a mí, convertirme en lo que juré no ser y no darme
cuenta.
No obstante, creo que ya dije demasiadas cosas negativas para tan solo ir unas
semanas de clases, y creo que es momento de gritar a los cuatro vientos las
ilusiones que logro sentir.
Me ilusiona enorgullecerme a mi, verme recibida y pensar en dónde guardar tantos
libros que ojalá tenga. Me ilusiona poder algún día enorgullecer a mi madre que
tanto apoyo me ha dado, y a mi familia y amigos, que tantas crisis escucharon.
Pero por sobretodo, quiero que mis alumnos se sientan comprendidos, quiero que
en mi clase se sientan seguros y con la confianza de poder hacer de su centro
educativo, su segundo hogar. Formar personas con valores y principios, que
ingresen al aula con ganas de estar allí dentro; con ganas de debatir, de reflexionar,
de leer. Que mi clase sea un medio para compartir conocimientos verídicos es una
de mis mayores ilusiones.
Ahora que leo mis palabras, creo que me adelanté bastante, porque mi forma de
ser, que se va por las ramas, se olvida de mis ilusiones y expectativas a corto plazo.
Ansio conocer nuevas personas, que se convertirán en futuros colegas, aspiro a
cruzarme con nuevos autores, nuevas metáforas y pizarrones llenos de poesía;
escuchar a otros dar su opinión, llegar a nuevas conclusiones, intervenir y aprender
sobre libros cuyos tópicos sean inesperados, pero que a diario me motiven a seguir
estudiando esta carrera.

Que curioso, culmine el trabajo y una vez más las palabras me ayudaron a hacer
catarsis, las letras, jamás me han de defraudar.

Lucía Gómez. 1° de Literatura - CerpSW

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