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En los tiempos actuales, la ética es el tema del valor se ha vuelto un punto obligado
a tratar en los distintos escenarios. No puede hablarse de política, de educación, de
comportamiento ciudadano u organizacional, sin caer de inmediato en el campo de
los valores. Esto es debido a que cada cierto tiempo las sociedades requieren de
una reafirmación y renovación de los valores producto de sus cambios dinámicos y
evolutivos. El comportamiento de las sociedades y el nivel de vida que alcancen se
ven cada vez más afectadas tanto por el desempeño de las grandes corporaciones
como por los programas que surgen de las políticas públicas que lleva a cabo el
Estado. En la tarea de lograr el bien común se comienza a discutir la visión
tradicional del contrato social, pues ya no sólo sería el Estado sino también las
corporaciones las que atenderían problemas de carácter social. Sabemos que no
pocas corporaciones obtienen utilidades muy superiores al PIB de muchas
economías, su influencia es notable, sea a través de lo que hacen o lo que dejan de
hacer. Este escenario plantea la necesidad de la aplicabilidad de normas éticas para
aquellos que toman decisiones que tienen un alto impacto en el bien común, ya sea
en el contexto privado como en el de las instituciones públicas. La incidencia de las
actividades de las grandes corporaciones en las economías donde despliegan sus
actividades origina una nueva demanda hacia el comportamiento socialmente
responsable tanto para las compañías, como para el gobierno que debe fomentarlo.
La Ética y modos de vida, esta situación encuentra su cobijo en la tradición y en las
estructuras educacionales, que pese a las exigencias formales, repletas de estadísticas y
pruebas que miden la concurrencia de esta normalidad, se resisten a la imaginación, ya que
se forma a los sujetos para adaptarse a lo que ya está y no para transformar. Se les hace
asimilar esquemas de comportamiento que configuran la marca de la sociedad de la que se
forma parte y que se hacen una condición para su socialización. Quedamos al margen de
controlar estas expectativas y no se dota al individuo de herramientas para que aprenda a
ser, sino que sólo para ponerlo “al servicio de”. No hay ningún interés en formar líderes, sino
que sólo empleados, en una dinámica social que premia al sumiso, rastrero y zalamero que
no arriesga nada. Para muchos la introducción de la tecnología y la inteligencia artificial
responde simplemente a perfeccionar el modelo ideal que se pretende, ya que las máquinas
no contestan y sólo basta con programarlas para que ejecuten lo que se les pide sin
protestar por el tedio de una labor o por las exigencias de la rutina laboral. La existencia se
transforma en un currículum, en el que se espera que los individuos trabajen, consuman, se
endeuden, sean productivos y disciplinados, enmarcándonos en lo “políticamente correcto”.
Esto golpea a todo el sistema ético, por cuanto el marco del mismo se construye sobre la
base de este modo de vida, haciéndolo impotente, de carácter testimonial, construido sobre
la base de principios generales con muy poco efecto práctico, por cuanto la formación del
individuo y su estilo de vida además de amansarlo, lo anestesia.
Durante los últimos veinte años, han surgido una nueva generación de teorías, las
mismas se basan en conceptos como: autodesarrollo, responsabilidad social,
elevación de las expectativas y conciencia de los subalternos, visión compartida,
compartir poder y dejarse influenciar por los subalternos, etc. Los estudios e
investigaciones pueden ser clasificados según hagan énfasis en las características
del líder, su conducta, su poder e influencia o en factores situacionales. Si la
reflexión se centra en los aspectos éticos, tema no menor, el campo se restringe
aun más, la deontología militar y su relación con el liderazgo. Un líder debe
corroborar su aptitud y competencia a través del éxito repetido de su desempeño y
de la satisfacción de sus seguidores (o subordinados). La corroboración mantiene el
reconocimiento. El liderazgo es fundamentalmente el resultado de la percepción
social, son las conductas esperadas de una persona que tiene como misión
conducir a otros. El mismo es la variable o modo que junto con la estrategia generan
el mayor impacto en la transformación de cualquier institución u organización.
Liderar un grupo o equipo, no tener miedo a los cambios, poseer iniciativa,
comprender el entorno que rodea a una situación y sus circunstancias, o esforzarse
al máximo en cada objetivo o proyecto, son algunas de las características que
reúnen los buenos líderes. Sin embargo, su éxito o efectividad también se verá
influenciado por la situación en la que se encuentre y la relación con sus
subordinados, y la misma se mide por el grado de aceptación que tengan los
subordinados de su líder.