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“Ya nada será como antes”. Desafíos para una nueva normalidad.

¿La pandemia afectó a todos los estudiantes por igual?


Si bien la pandemia nos sorprendió a todos ya que hizo un giro en nuestras vidas. Uno
de los cambios más relevantes que experimentan las familias con niños/as y
adolescentes es en relación a la continuidad educativa. Las modalidad de formación a
distancia a través de aplicaciones de videoconferencia y plataformas educativas
constituyen modalidades cada vez más utilizadas, sobre todo en los niveles educativos
superiores, pero en este contexto se han generalizado especialmente en los sectores
sociales más aventajados de la sociedad y en particular en la educación de gestión
privada. Es decir, que se trata de un recurso accesible para una minoría de
estudiantes de estratos medios profesionales que detentan recursos materiales como
una computadora y servicio de conexión a internet.
La mayoría de los chicos/as en el país asisten a escuelas estatales y en estos
momentos transitan los procesos de formación con el acompañamiento de sus padres
y sus maestros que los asisten a través de redes sociales, Sin dudas, en este contexto
los libros y los cuadernillos juegan un rol primordial para que los chicos/as de sectores
medios bajos y muy bajos puedan realizar actividades. Sin embargo, cabe preguntarse
por cuánto tiempo se puede sostener este método de trabajo en el marco de hogares
en situación de hacinamiento y con problemas graves de saneamiento, con bajo clima
educativo, que experimentan estresores como la carencia de ingresos y alimentos,
problemas de adicciones y violencia intrafamiliar, entre otros. Sin dudas, se trata de
problemas preexistentes a la cuarentena pero que probablemente se han profundizado
en el actual contexto y exponen a las infancias a mayores vulnerabilidades. A lo que
se suman situaciones específicas que atraviesan a diferentes infancias que requieren
de procesos de adaptación y dispositivos didácticos y pedagógicos particulares
propios del espacio escolar, como las infancias con discapacidad, con dificultades
específicas del aprendizaje, entre otros. La cuarentena resignifica y profundiza las
brechas de desigualdad preexistentes, las brechas digitales, de capital humano y
cultural de los hogares. En este contexto los Estados han intentado tomar medidas
para aminorar el impacto de estas múltiples adversidades, pero probablemente con
éxito dispar e incierto. Los hechos se han precipitado y no ha habido tiempo de
planificar el aislamiento social de las infancias escolarizadas. Se procura sostener
ciertas rutinas asociadas a la escolarización, pero difícilmente se logre desarrollar
conocimientos básicos y fundamentales. La pobreza estructural es preexistente a la
actual pandemia y las desigualdades en la calidad educativa, también. Sin embargo,
estas desventajas se profundizarán e imprimirán nuevas marcas en el desarrollo
biopsicosocial de muchos niños/as y adolescentes con consecuencias en los trayectos
educativos y cursos de vida. Sin dudas, que se puede hacer mucho el día después
pero solamente si comprendemos que no hay posibilidad de equidad en las
oportunidades educativas sin equidad en las condiciones de vida, recursos sociales y
culturales. La experiencia de la pandemia en el ámbito educativo implicó un mayor
involucramiento por parte de los padres en el acompañamiento de sus hijos en la
escolaridad.
En conclusión, la pandemia dio un giro en nuestras vidas en donde también mostró en
profundidad la desigualdad educativa al igual que la conciencia colectiva para el
cuidado de uno mismo y de otros, también dio una visibilidad de incluir políticas
públicas de inclusión tecnológica.

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