Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Ir a la navegaciónIr a la búsqueda
Para otros usos de este término, véase Oráculo (desambiguación).
Egeo, mítico rey de Atenas, consultando a la Pitia, el Oráculo délfico, que está
sentada en un trípode. La inscripción en la copa identifica a al Pitia con la diosa
Temis. Tondo de kílix ático de figuras rojas, del Pintor Codros, c. 440-430 a. C.,
conservada en el Museo de Berlín (Berlin Mus. 2538). Esta es la única imagen
contemporánea de la Pitia.
El oráculo es la respuesta que da alguna deidad por medio de sacerdotes, o de la
Pitia o Pitonisa griega y romana, o la Sibila, o incluso a través de
interpretaciones de señales físicas (tintineo de campanillas, por ejemplo), o de
sacrificios de animales. Por extensión, se llama oráculo al propio lugar en que se
hace la consulta y se recibe la respuesta (el oráculo). Existen varios de estos
lugares, que fueron muy importantes en la Antigüedad, todos ellos pertenecientes al
mundo griego. Los romanos asimilaron y heredaron los oráculos griegos, creando
además los suyos propios como aquel de la Sibila de Cumas.1
Antes de cualquier gran evento, reyes y líderes consultaban las previsiones de los
oráculos. En la antigua cultura griega, estos eran elementos fundamentales y uno de
los más famosos estaba ubicado en la ciudad de Delfos. Los sacerdotes y
sacerdotisas respondían las preguntas en el templo de forma enigmática y repleta de
simbolismos.
Índice
1 Historia
1.1 Decadencia
2 Funcionamiento
3 Oráculos en Egipto
4 Oráculos en Grecia
4.1 Principales oráculos del mundo griego
5 Véase también
6 Referencias
7 Bibliografía
8 Enlaces externos
Historia
Nada hay más célebre en la antigüedad como los oráculos de Egipto, de Grecia y de
Italia. Considerados como el origen y emanación de las voces divinas, esto es, como
la suprema voluntad de los dioses, debían ser consultados en los negocios públicos
importantes como declaraciones de guerra y de paz; sobre las diversas formas e
innovaciones que se juzgaban hacer en el gobierno; cuando se acordaba el
establecimiento de una colonia, la deliberación o promulgación de las leyes o la
interpretación de las no escritas, vaticinare et responsa dare leges ferre et jura
reddere; por último los actos de la vida privada como la celebración de un
matrimonio o la construcción de un edificio cualquiera eran causas suficientes para
consultar los oráculos y poder saber por este medio la voluntad de los dioses. Fata
se llamaban los oráculos y el primero fue el de Themis con templo cerca del Cephiso
en Beocia, que existió y consultaron Deucalion y Pyrrha después del diluvio
acaecido en su tiempo. El segundo oráculo se supone haber sido el de Apolo Python
en Delfos.
Los Egipcios prestaron ciega sumisión y obediencia a los oráculos hasta el punto de
creer que su felicidad dependía de la poca o mucha gana de comer que tuviese un
buey o de los movimientos de un cocodrilo. Los parajes en donde estaban situados
los oráculos eran terrenos montuosos y por consiguiente, sus muchos subterráneos y
grutas los constituían como lugares a propósito y necesarios. En este caso se
encontraban en el país de Beocia y Delfos cuyas exhalaciones divinas infundían
horror aumentado con la superstición. Delfos al estar rodeado de precipicios reunía
la circunstancia de que la cima de su monte formaba con corta diferencia la figura
de un teatro: por esta razón sus rocas repetían en multiplicados ecos las voces
humanas y los sonidos de las bocinas o trompetas.
El decir los poetas que la voz de Pythia parecía ser más que humana hace alusión a
la manera cómo estaban construidas las bóvedas de los santuarios y también a que
los sacerdotes tenían conocimientos de acústica y por tanto de lo que vulgarmente
se llama tornavoz; por último, hubo ocasiones en que del fondo de los templos o
santuarios salían unos vapores con olor suavísimo y delicados, muy agradables y
como que confortaban a los consultantes. Estos no podían concurrir sino en los días
prefijados por los sacerdotes con pretexto de que tenían sus días funestos o
desgraciados, astucia con la que procuraban ganar tiempo para dar las respuestas.
Mas si querían cohonestar sus ardides, los eludían con el pretexto de que era
necesario hacer sacrificios para explorar la voluntad del dios, puesto que éste en
ocasiones no se dignaba contestar...
Decadencia
El haber sustituido a los pésimos versos de los oráculos el uso de la prosa fue el
principio de su decadencia. Pero lo que más contribuyó a su completo descrédito fue
la obediencia de los Griegos a la dominación de los Romanos porque como cesaron
todas las divisiones locales de Grecia, no hubo materia para consultar los
oráculos; además que el desprecio con que los Romanos miraban todas estas
predicciones, fue una de las principales causas que contribuyeron a aniquilar
enteramente su reputación.
Funcionamiento
Cada oráculo tenía sus formas y maneras especiales para significar la voluntad de
los dioses. El de Júpiter Amón daba sus respuestas sencillas, sin ambages ni
rodeos. Se daban casi siempre en versos escritos en una tablita cuya práctica se
observó igualmente en Delfos; mas como no faltaron personas que criticaban lo
pésimo de los versos que se suponían proferidos por el dios de la poesía, cuidaron
los sacerdotes de que el dios no hablase en lo sucesivo en verso.
Fue costumbre entender por respuesta del oráculo la primera palabra que se oía al
salir del templo a no ser que se advirtiera un pequeño sacudimiento en la estatua
del dios o se prestara atención reparando el movimiento y el giro que daban los
peces que había en un estanque junto al templo.
Las respuestas de los oráculos por lo común, eran equívocas, es decir, que
envolvían un doble sentido: tal fue la que dio la Pitia a Creso. Si el rey de Lidia
pasa el Halys, destruirá un poderoso imperio. Creso, pues, al pasar el Halys podía
destruir su propio imperio o el de Ciro. Por el mismo orden fue la que dio a Pirro.
Credo te, Æacida Romanos vincere posse: y efectivamente era equívoca, porque Pirro
podía vencer a los romanos así como estos vencer á Pirro. El equívoco de la Pitia
contestando a Nerón, te aguardan setenta y tres años le persuadió que los dioses le
habían otorgado una larga vida mas no fue así: era una alusión a Galva, viejo de
setenta y tres años, que al frente de una rebelión lo destronó.
En las respuestas de los oráculos había algunas bastante singulares. Creso deseando
sorprender el oráculo de Delfos, mandó preguntar a la Pythia en que se ocupaba él
en el instante mismo en que su enviado la dirigía la palabra: contestó la
sacerdotisa en mandar, que condimenten un cordero con una tortuga. Lo cual era
verdad, dice Heródoto. A veces, respondía el oráculo simples bufonadas como la que
dijo a un hombre que le preguntó de qué manera podría llegar a ser rico: le
contestó, Poseyendo, todo lo que existe entre los pueblos de Sicion y Corinto.
Oráculos en Egipto
El oráculo egipcio más célebre, fue el de Júpiter Amón en la Libia exterior, a
nueve jornadas de distancia al Oeste de Alejandría: se erigió con el templo, según
antiquísima tradición, unos 1840 años antes de J. C. con motivo de haber volado
desde Tebas de Egipto dos palomas, una en dirección de Libia y la otra
encaminándose a Dodona. Dicho oráculo, el de mayor crédito en la antigüedad,
mereció que fuera consultado por Hércules, Perseo y por otros hombres célebres. La
época de su decadencia data desde que por lisonjear el orgullo de Alejandro Magno
le proclamó hijo de Júpiter Amón, pues comenzó a perder su reputación en términos
que cuando florecía Plutarco no le quedaba ninguna.
El templo además de ocupar una situación amena, estaba servido por más de cien
sacerdotes, de entre los cuales los más ancianos gozaban el derecho exclusivo de
trasmitir los oráculos del dios: no lejos del templo corría una fuente con agua de
temperatura variada: caliente por mañana y tarde y fría por mediodía y por la
noche.2
Oráculos en Grecia
Solo los grandes dioses en los primeros tiempos predecían el porvenir, mas luego
que los semidioses y los héroes gozaron la misma prerrogativa no tardaron los
oráculos de Trofonio y de Antinoo en rivalizar con los de Júpiter y Apolo. En esta
competencia entraron los oráculos de Dodona y Delfos, según nos lo ha revelado la
antigua tradición, llegando este último a adquirir gran superioridad y crédito;
pero las cuantiosas riquezas que encerraba excitaron más de una vez la codicia de
los príncipes y caudillos de aquellos tiempos.2