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Textos de Salud y Enfermedad en Argentina (Buenos Aires) Byn
Textos de Salud y Enfermedad en Argentina (Buenos Aires) Byn
ARTIGO ARTICLE
Marcados en la piel: vacunación y viruela en Argentina
(1870-1910)
Abstract This paper studies the smallpox vacci- Resumen Este artículo estudia la vacunación
nation in Argentina since 1870, when these dis- antivariólica en Argentina desde 1870, cuando se
cussions were inittiaded until the 1910s, when inician los debates al respecto, hasta la década de
they were extended to the rest of the country. We 1910, cuando se amplía al resto del país. Se anali-
analyze immunization practices implemented zan las prácticas de inmunización puestas en
prior to the compulsory vaccination law, passed marcha con anterioridad a la Ley de vacunación
in 1886 for the Capital and in 1904 for the rest of obligatoria, aprobada en 1886 para la Capital y
the country. Such a move found resistance from en 1904 para el resto del país. Tal medida fue re-
different sectors. Its approval depended on the con- sistida desde diferentes sectores. Su aprobación
sequences of modernization and urbanization, the dependió de las consecuencias del proceso de mo-
weight of hygienists in the political arena, and its dernización y urbanización acelerada, del peso de
extension depended on a different administrative los higienistas en el escenario político y su exten-
conception, incorporating new areas and sectors sión dependió de una concepción administrativa
to the national scenario. diferente, que incorporaba nuevas áreas y secto-
Key words Mandatory vaccination, Smallpox, res al escenario nacional.
Argentina, Hygienism Palabras clave Vacunación obligatoria, Virue-
la, Argentina, Higienismo
1
Facultad de Ciencias
Humanas, Universidad
Nacional de La Pampa. Gil
353, Santa Rosa, La Pampa,
6300, Argentina.
silviadiliscia@gmail.com
410
Di Liscia MS
respecto en Buenos Aires casas de vacuna y em- como la higiene urbana y la regulación profesio-
pleados que inocularían a la población12. nal de toda la rama médica y farmacéutica. En
La distribución de la vacuna continuó siendo 1829, luego de los intentos por lograr la unifica-
un problema para las autoridades durante los ción, se produjo un estallido de la organización
siguientes veinte años, ya que se requería un re- nacional con la estructuración de estados pro-
gistro concienzudo de la población, una organi- vinciales que se mantuvieron en cierta autono-
zación estable que permitiera el acceso al mate- mía hasta 1852. Durante este período, se mantu-
rial inmunológico (costras conservadas de va- vo la vacunación de la población en la ciudad y
riolosos o bien personas con costras para vacu- en las localidades del interior bonaerense, aun-
nar “brazo a brazo”) y recursos económicos para que es preciso realizar algunas precisiones.
mantener este incipiente servicio médico estatal. Rosas obtuvo el apoyo de grupos populares
Se insistía una y otra vez sobre las ventajas de la (asociaciones de africanos, mujeres, artesanos y
variolización lo cual indica que muchos, tanto en paisanos pobres, gauchos y montoneros), tanto
las ciudades como en las áreas rurales, conside- en la ciudad como en la campaña bonaerense, don-
raban vacunarse como una desventaja y a los de llevó a cabo una política de amistad con deter-
reparos de la población se sumaban a los incon- minados grupos indígenas. En 1830, cuando se
venientes de orden político-burocrático. declaró en Buenos Aires una epidemia de viruela
Entre 1821 y 1827, durante el gobierno de que afectó sobre todo a los indios denominados
Martín Rodríguez y gracias al impulso de Ber- “pampas” que estaban en la ciudad, el gobernador
nardino Rivadavia, la vacunación fue un asunto los visitó sin alarmarse ante el contagio. Mostró a
central dentro de la creación y reorganización ins- los caciques que él también había sido vacunado y
titucional sanitaria13, formalizándose una “comi- estimuló que hiciesen lo mismo, obteniendo a cam-
sión para la vacuna” que debía administrarla, ge- bio una rendida admiración de los indígenas ante
neralizarla y conservarla. Rivadavia, siendo mi- su valentía. Como desarrollé en otro trabajo, se-
nistro de Martín Rodríguez, había creado la Aca- gún el testimonio del viajero inglés W. Parish, más
demia y la Facultad de Medicina, el Tribunal de de cien indios aceptaron inmunizarse, por lo que
Medicina en reemplazo del Protomedicato, re- esta práctica puede ser observada formando parte
glamentó la tarea de los médicos de campaña, de de los acuerdos y pactos realizados por el goberna-
ejército, hospitales y de puerto, reorganizó el cuer- dor para pacificar el territorio14.
po de medicina del ejército y estableció la Socie- Paralelamente Francisco X. Muñiz, médico de
dad de Beneficencia, que entre sus múltiples ta- campaña, iniciaba las investigaciones con las que
reas debía atender el hospital de mujeres y la Casa logró el re-descubrimiento del cow-pox . En 1842
de partos. envió una nota a John Epps, director de la Real
Asimismo, durante su gestión se reglamentó Sociedad Jenneriana de Londres, donde asegura-
su distribución en la campaña bonaerense, invi- ba con diferentes experiencias veterinarias reali-
tándose a los distintos gobiernos de provincia a zadas durante largos años que se trataba de vi-
establecer oficinas de vacunación en sus jurisdic- ruela vacuna y no de otra enfermedad del gana-
ciones respectivas. Pero muy poco se avanzó en la do, por lo que podían obtenerse de manera sen-
inmunización general de la población, dada la casi cilla costras para vacunar a la población15. La
inexistencia de un sistema público y las carencias Sociedad Jenneriana le agradeció sus servicios,
financieras de un país atravesado por conflictos aceptando en general los argumentos del investi-
internos y externos e incluso, fue muy difícil lo- gador sobre la “vacuna indígena” y en 1844 el
grar conservar el virus a partir del ganado. Tribunal de Medicina de Buenos Aires aceptó las
En 1822, se formó en Buenos Aires un Con- vejiguillas obtenidas de vacunos nativos. Muñiz
sejo de Higiene bajo el impulso de uno de los dio más ímpetu a esta medida al permitir que se
principales reformadores de entonces, Bernardi- inoculara a otros con el virus de su hija de meses.
no Rivadavia. Dicha institución heredó las fun- Los relatos anteriores representan aspectos
ciones del antiguo Protomedicato, formado en aislados ya que a mediados del siglo XIX se estaba
la época colonial. Este Consejo continuó durante muy lejos de considerar a esta práctica como ha-
el gobierno de Juan Manuel de Rosas para la ad- bitual; las epidemias de viruela siguieron dejando
ministración de la sanidad e higiene con una inje- cientos de víctimas, sobre todo entre las socieda-
rencia provincial y tal como sus homónimos de des indígenas dueñas de toda la Patagonia, la
las provincias del Norte, Litoral y Cuyo, estaba Pampa, el Chaco y las actuales provincias de For-
formado por facultativos, – miembros de una mosa y Misiones, dado que la población carecía
reducida élite –, quienes se encargaban de tareas de mecanismos naturales de inmunización.
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Grande proveía del virus sobre todo al personal misión estatal en cuestiones privadas y en esta
encargado de la vacunación en la ciudad de Bue- aceptación liberal, el cuerpo era el cenáculo más
nos Aires, que eran un médico y entre cinco o seis defendido.
practicantes de medicina, es decir, estudiantes En 1878, como señalamos, el proyecto de vacu-
avanzados y a los 80 partidos bonaerenses. Se- nación obligatoria no fue aprobado; en 1879 lo
gún Justo Meza, quien se negaba por entonces a volvió a presentar uno de los legisladores, Berme-
utilizar vacuna humana o sea virus obtenido de jo, pero la confusa situación política nacional de
costras de otros enfermos o vacunados y pasible 1880 hizo imposible un avance en este sentido. Lue-
de contaminación, la cantidad de vacunas era go de un prolongado conflicto, se resuelve la sub-
suficiente para abastecer a todos los que la requi- ordinación de la provincia de Buenos Aires al po-
riesen, incluso a los facultativos que difundían la der federal, y Buenos Aires se transforma en Capi-
medida entre su clientela. tal Federal. En ese momento, llega a la presidencia
Esta cuestión es interesante puesto que plan- de la Nación Julio A. Roca e inicia un gobierno
tea que la vacunación era también un asunto pri- conservador que estructuró el Estado nacional
vado y no únicamente público y por lo tanto, era durante una etapa de gran expansión económica34.
preciso examinar su eficacia y vencer sucesivas En 1882, la Asociación logró el acuerdo de la
resistencias que provenían de ámbitos y sujetos corporación médica y presentó otro proyecto
muy diversos. Había personas que, por haber para impulsar la vacunación obligatoria en la
sufrido la viruela y sobrevivido, consideraban que municipalidad porteña (firmado por Ramos
no era necesario vacunarse. Los médicos debían Mejía, Coni, Parodi, Salvarezza y Pirovano) pero
informar las dosis y repeticiones pero rara vez lo no se obtuvo la aprobación; tampoco para el
hacían; disponían del virus gratuitamente y co- Proyecto presentado en 1881 por Torcuato de
braban por su colocación. Por lo tanto, esas va- Alvear al Congreso Nacional, ni para el de 1883,
cunaciones no se contabilizaban para que “au- elevado por Mariano Demaría, director del Ins-
mentase la estadística del año”. tituto Veterinario citado anteriormente. De acuer-
Además, “curanderos y medicastros”, parte- do a Alvarez, en este proyecto Alvear expresaba
ras y flebótomos, colocaban la vacuna ante la la necesidad de intervenir en conventillos y vacu-
ausencia de médicos y practicantes, y en esos ca- nar masivamente, con o sin el acuerdo de sus
sos lo hacían según Meza siempre en forma in- habitantes, ya que esos sectores eran culpabiliza-
eficiente. Y por último, unos y otros, poco expe- dos de distribuir la enfermedad35.
rimentados con esta práctica, no tenían en cuen- En ese momento, los higienistas se lamenta-
ta las variaciones que presentaba la inoculación, ban de que los médicos del Congreso Nacional y
ya que el individuo debía desarrollar una pústula de la Legislatura provincial porteña no prestasen
para ser considerado verdaderamente a salvo de atención a una cuestión de tanto interés para la
la enfermedad. En ocasiones, era preciso vacu- salud humana y sin embargo, en aras de la ex-
nar hasta siete veces para conseguirlo y luego re- pansión agrícola-ganadera, se ocupasen de la
petir la operación al cabo de 5 años, porque tan- sarna de las ovejas o de problemas veterinarios
to los cambios atmosféricos como las ropas grue- similares. Penna citaba aquí las palabras irónicas
sas impedían a veces el éxito de la operación32. de Coni, publicadas en la Revista Médico-Qui-
Vacunar no era, como vamos viendo, una tarea rúrgica36.
sencilla, el experimentado Meza denunciaba in- Había ya profesionales que formaban parte
cluso a médicos y practicantes que no sabían ni del gobierno nacional y provincial, pero a este
utilizar la lanceta y culpaban al material inocula- sector de médicos, deseosos de implementar las
do, cuando eran ellos mismos los responsables33. reformas, no les era fácil presionarlos. Entre
Esta serie de cuestiones prácticas, enunciadas 1870-1890, los casos más notables fueron el de
por quien fuera administrador de la vacuna, son Manuel Montes de Oca, quien participó en la le-
útiles para interpretar también las resistencias a gislatura porteña, fue diputado nacional y mi-
los proyectos de obligatoriedad: en primer lugar, nistro de relaciones exteriores durante el gobier-
la de los médicos oficiales y oficiosos, quienes no de Avellaneda; Mauricio González Catán, le-
vacunaban de manera privada y mantenían la gislador provincial en 1870 y nacional en 1880,
clientela; en segundo lugar, la del “público”, la gente partidario de Roca; Guillermo Rawson, diputa-
del común, quien no estaba precisamente feliz do, senador y ministro del interior durante la
con una medida que implicaba sucesivas aplica- presidencia de Mitre y Eduardo Wilde, partida-
ciones de virus, dolorosas e incómodas. En últi- rio de Roca primero y después de Juárez Celman,
ma instancia, unos y otros defendían la no intro- de quien fue ministro de instrucción pública en
417
una copia de los nacimientos inscriptos con el policía y/o inspectores. Las multas habían existi-
domicilio de los recién nacidos a la Dirección de do siempre pero las quejas de los funcionarios
Asistencia Pública, que enviaba vacunadores a los hacen pensar que pocas veces se aplicaban, en
hogares y otorgaba certificados una vez cumpli- cambio, el nuevo sistema administrativo impli-
da su obligación. La vacuna era entonces gratui- caba una coerción física nueva y original.
ta. Además, la Dirección debía revacunar a los Como vemos, se incrementó el plantel de
inmigrantes llegados al país – para lo cual se aper- empleados (durante años fueron sólo el encar-
sonaban a la llegada de los barcos en el puerto o gado y de 4 a 5 practicantes) y se obligó a una
bien, en el Hotel de Inmigrantes – y a los niños en coordinación general entre agencias públicas de
escuelas y colegios. La Ley 1420 de 1884 había diverso orden. La reforma institucional sanitaria
establecido la educación primaria laica y obliga- fue otro de los factores que incidió en este proce-
toria para la Capital y Territorios Nacionales y a so. El Consejo de Higiene fue reemplazado en
su vez, la legislación de 1886 planteaba que al 1880, bajo el gobierno de Roca, por el Departa-
ingresar al primer curso escolar se debería llevar mento Nacional de Higiene, quien tenía entre sus
un certificado de vacunación. amplias funciones inspeccionar la vacuna. Muy
En 1889 se vacunó masivamente, ya que se poco tiempo después, en 1883, se creó la Admi-
registraron 18.349 personas, sobre todo en los nistración Sanitaria y Asistencia Pública en el
conventillos que figuran en la nómina de la direc- ámbito porteño. En 1886 y bajo una epidemia de
ción de Asistencia Pública, así como en otros ins- cólera, asumió su dirección José María Ramos
talados con posterioridad, para lo cual se distribu- Mejía e impuso una “dictadura sanitaria” en toda
yeron 42 practicantes a domicilio44. Cada uno de la ciudad. La oposición a las medidas del higie-
ellos debía presentar, una vez finalizada su tarea, nista llevaron a un conflicto con el entonces in-
un registro estadístico. Para que la vacunación tendente Torcuato de Alvear, quien determinó su
fuese eficaz ya no era posible depender del Insti- alejamiento46, pero aún así, la mención de un
tuto Veterinario, alejado de Buenos Aires, sino gobierno autoritario bajo el signo higienista es
fue necesario organizar una institución similar un signo de atención de las transformaciones
en la misma Capital. sociales e ideológicas.
Coni, uno de los mayores defensores de la
medida, expresaba que en estos primeros mo-
mentos se dieron instrucciones pormenorizadas Una nación sana
a casi la cincuentena de vacunadores que reco- y un proyecto nacional en los bordes del país
rrían los domicilios más pobres para que no dis-
minuyera la eficacia de la inoculación o se infecta- Esta legislación iba unida a la denuncia obligato-
ra con otras enfermedades. Pero esto parecía in- ria de enfermedades contagiosas que los médi-
suficiente, y se asumía la necesidad de centralizar cos debían realizar a la policía y autoridades sa-
además la medida para que un solo cuerpo ho- nitarias y se hizo extensiva ese mismo año a la
mogéneo condensase la acción de la vacuna entre Provincia de Buenos Aires. En otras provincias,
escolares e inmigrantes, además de actuar en las como la de Entre Ríos, Santa Fé, San Juan y Cór-
viviendas populares. Según este mismo facultati- doba había ordenanzas municipales similares,
vo, las resistencias opuestas en las antiguas casas de aunque no siempre planteaban la obligatoriedad
inquilinatos no han sido insuperables. No se ha de la medida. La regulación la realizaba, en los
llegado el caso de hacer efectivo las penas estableci- casos provinciales, los respectivos Consejos de
das en la ordenanza, bastando la persuasión en el Higiene o las municipalidades de las capitales. Se
mayor número de los casos y excepcionalmente la sancionó la obligatoriedad en 1883 en Entre Ríos
presencia del inspector municipal o de un vigilante y en 1887 en San Juan. En el resto de las provin-
para que la oposición desaparezca por completo45. cias mencionadas (como Tucumán, La Rioja,
Tal situación contrasta manifiestamente con Santiago del Estero, Mendoza, Jujuy y otras) hay
la expresada pocos años atrás por el mismo Coni muy poca información, salvo que existía la vacu-
y nos permite entonces observar paralelamente a nación sin la condición de obligatoriedad47.
la medida sanitaria la “conversión” de la resisten- De acuerdo a la organización federal del país,
cia a la aceptación. Un análisis crítico del discurso la autonomía provincial implicaba que el Depar-
también obligaría a reflexionar sobre los cam- tamento Nacional de Higiene no podía intervenir
bios, relacionados no tanto con la incorporación en cuestiones sanitarias provinciales, que depen-
de la vacunación a la vida cotidiana sino con la dían de los propios Consejos de Higiene. En los
imposición de vacunadores acompañados de la Territorios Nacionales, formados a partir de 1884,
419
El proyecto higienista autoritario de finales del altibajos entre los años treinta y cuarenta53. Ha-
siglo XIX para sanear los conventillos y extirpar las cia 1960, un análisis de casos sospechosos dio
enfermedades infecciosas continuaba en los ran- positivo en sólo 21 de las 149 muestras54. La le-
chos y villorrios del interior, aunque aquí no iba a gislación antivariólica de 1904 fue derogada re-
depender de la inscripción en los Registros Civiles cién en 1978, durante la última dictadura militar.
sino de la movilidad de los funcionarios. Es preciso En el decreto, se especificaba que la Sociedad Ar-
aclarar que en este período muy pocas localidades gentina de Pediatría aconsejaba suspender la va-
tenían oficinas de Registro Civil y funcionaban en cunación por los riesgos que suponía en los ni-
su reemplazo registros volantes; por lo tanto, la ños, habiendo una remota posibilidad de enfer-
dispersión de la vacuna se hizo a través de los cen- mar. Las recomendaciones de la Organización
tros sanitarios existentes en cada Territorio y en Panamericana de la Salud y la Organización Mun-
1913, en las Asistencias Públicas que se fundaron dial de la Salud también recomendaban suspen-
en la mayoría de las capitales territorianas. der la vacunación antivariólica, sobre todo en
Por lo tanto, la propuesta ambiciosa de eli- áreas donde la viruela no era endémica55.
minar la viruela en todos los distritos nacionales En el calendario de vacunación nacional obli-
implicaba amplificar los éxitos sanitarios de la gatoria de 1985, con pocos cambios hasta el pre-
Capital porteña, demostrando la posibilidad real sente, se afirmaba que los problemas más fre-
de la inserción del país al concierto de las nacio- cuentes, a pesar de todos los esfuerzos, era la
nes modernas. negativa de la población a vacunarse. La cober-
tura no llegaba al 75% de la población cuando lo
óptimo era que superara el 95%. Las razones eran
Epílogo un “insuficiente conocimiento de los beneficios
de las vacunas y escasa captación por parte de los
Las últimas epidemias de viruela que registraron servicios de salud”56. Como vemos, y aunque ya
un número importante de víctimas mortales se no se trate de viruela, los problemas que hemos
produjeron en 1945 y llevaron a sospechar que se planteado aquí son parte del pasado pero tam-
hubiese abandonado la vacunación masiva, con bién del presente de la Argentina.
Agradecimientos
36. Penna J. Epidemiología – La viruela en la América 48. Di Liscia MS. Imaginarios y derroteros de la salud
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44. Coni E. Código de higiene y medicina legal de la Re-
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chepareborda; 1891. p. 647-648.
45. Coni E. Código de higiene y medicina legal de la Re-
pública Argentina. Buenos Aires: Librería Etchepa-
reborda; 1891. t. I. p. 648.
46. Penna J, Madero P. La administración sanitaria y
Asistencia Pública en la ciudad de Buenos Aires. Bue-
nos Aires: Kraft; 1910. t. II.
47. Coni E. Código de higiene y medicina legal de la Re- Artigo apresentado em 22/4/2010
pública Argentina. Buenos Aires: Librería Etchepa- Aprovado em 27/5/2010
reborda; 1891. t. II. p. 122. Versão final apresentada em 3/6/2010
UN ENFOQUE CULTURAL DE LA PREVENCION
Y LA ATENCION DEL VIH/SIDA
UN ESTUDIO DE SITUACION
UNESCO, 2003
Las opiniones expuestas en este documento son las de los autores, y no
reflejan necesariamente las de la UNESCO.
( CLT – 2003 / WS / 04 )
Indice
Siglas iii
Introducción 1
Primera Parte 3
Segunda Parte 45
3. La respuesta gubernamental 45
5. Comentarios finales 54
Bibliografía 57
i
Anexos 61
Anexo 1 Metodología 63
ii
Siglas
iii
Introducción
En términos relativos, los países de América Latina no presentan una incidencia tan
elevada como otros países pobres de África y Asia. Las tasas de incidencia y prevalencia han
aumentado y continúan haciéndolo en todos los países de la región, generando una situación
de alta vulnerabilidad, que, sumada a los problemas económicos y sociales existentes, puede
empezar a impactar negativamente en los niveles de desarrollo, como se observó en África.
Ante esta situación, es necesario atender y monitorear el comportamiento de la epidemia en la
Región a fin de desarrollar respuestas más eficaces. Para ello es indispensable una clara
vocación política para que la ventaja comparativa de América Latina no se convierta en un
obstáculo, sino en un estímulo para desarrollar políticas de prevención y atención adecuadas.
En ese contexto, Argentina es actualmente un país con una epidemia del VIH/SIDA
importante que continúa creciendo. Hasta principios del 2000 existía por parte del gobierno
una tendencia a minimizarla. Tendencia que también se observa en muchos gobiernos del
mundo, que creen que reconocer la importancia y magnitud de la epidemia en sus países, los
afecta políticamente. El grado de estigmatización que aún persiste alrededor de las personas
afectadas y viviendo con VIH/SIDA es muy alto y contribuye a aumentar la vulnerabilidad.
1
Es esa preocupación la que guió esta investigación y la que nos compromete aún más
a lograr la comprensión de todos los actores involucrados: gobiernos, decisores políticos,
funcionarios, organizaciones de la sociedad civil, grupos de personas que viven con
VIH/SIDA y/o afectadas por la epidemia, quienes trabajan con ellas, y la sociedad en su
conjunto.
2
Primera Parte
Según el último Censo Nacional realizado en el 20011 la población total del país es de
36.223.947 millones de habitantes, con una distribución por sexo de 48.7% varones y 51.2%
mujeres. El área metropolitana, llamada Gran Buenos Aires, compuesta por la Ciudad de
Buenos Aires y el conurbano bonaerense, concentra más de un tercio de la población total del
país: 11.453.725 millones de personas, de estos 2.768.772 habitantes corresponden a la
Ciudad de Buenos Aires. La provincia más poblada es la de Buenos Aires con el 38.1% de la
población total del país y luego en bastante menor escala siguen las provincias de Santa Fe,
Córdoba y Mendoza. El área metropolitana o Gran Buenos Aires concentra el desarrollo
industrial del país. A fines del siglo XIX y principios del XX recibió contingentes de
migrantes, especialmente de Europa. Desde mediados del siglo XX la principal inmigración
fue de los países limítrofes y del interior del país, creciendo rápidamente y constituyendo una
megalópolis. Desde mediados del siglo XX crece el desarrollo industrial del país que se
concentra en el Gran Buenos Aires. Esto produjo un crecimiento de la clase media y con altos
niveles de escolaridad de su población, incluso de una alta proporción de profesionales.
1 Instituto Nacional de Estadística y Censo de la República Argentina. Resultados Provisionales Censo 2001.
3
bruscamente a partir de 1990 se cambian por un rápido proceso de privatización y de
polarización de la distribución de la riqueza, que acentúa y agrava un proceso iniciado desde
los 70. Se empobrecen los sectores medios y bajos y se concentra la riqueza en el 20% más
rico de la población.
La fuerte caída del PBI – 10.7% en el cuarto trimestre de 2001 y el 16.3% en el primer
trimestre de 2002 – tuvo importantes secuelas sobre el empleo y el ingreso de la población.
En el Gran Buenos Aires, la incidencia de la pobreza y de la indigencia continúa aumentando.
Actualmente la mitad de la población se encuentra en situación de pobreza y el 23% vive en la
indigencia2.
4
entrada a la pobreza de los sectores medios influye en las altas tasas de escolarización de la
población pobre. Sólo una cuarta parte de los jefes de hogares pobres no han completado la
educación primaria, mientras que el 33% de los jefes pobres han cursado algún tramo de la
educación secundaria.
La falta de ingresos básicos se complementa con otros datos tanto o más impactantes
porque "la inserción laboral de los miembros de los hogares pobres es sumamente precaria"4
En el 20% de los hogares pobres ninguno de sus integrantes trabaja ni cuentan con protección
laboral. Tres de cada cuatro hogares pobres no tiene ningún trabajador con cobertura social o
sea cobertura de la seguridad social. A esto se agrega que los planes sociales están focalizados
en los jefes de hogar con lo que los niños y jóvenes no reciben ningún tipo de asistencia,
mientras que la que reciben sus padres no alcanza para combatir la indigencia.
La violencia doméstica, incluida la sexual, también aumentó y es hoy un grave
problema social y de salud, si bien no se cuenta con cifras oficiales, impacta de manera
diferencial en las niñas, adolescentes y mujeres pobres, ya que en la mayoría de los casos el
agresor está vinculado al hogar y muchas veces es el principal soporte económico.
La profunda crisis económica y social afectó a las familias que en muchos casos se
desestabilizaron por la pérdida de la vivienda; la separación de cónyuges y/o de sus hijos/as;
el aumento del trabajo sexual principalmente de mujeres jóvenes, adolescentes y niñas y
niños; la delincuencia y el consumo de alcohol y drogas asociado al trabajo sexual y la
delincuencia. Todo esto tiene un impacto en la vulnerabilidad frente al VIH/SIDA
especialmente de jóvenes y adolescentes de ambos sexos. Por otra parte el sistema de atención
de la salud y educación público se ve afectado por la crisis y por tanto sus respuestas son más
inadecuadas e insuficientes, agravando la vulnerabilidad frente al VIH/SIDA.
Actualmente es fundamental incorporar un enfoque integral frente al VIH/SIDA, ya
que la mera limitación al enfoque médico-asistencial es totalmente ineficiente. En el acceso al
cuidado y atención hoy es tan importante el acceso a la alimentación y a la vivienda, como a
los medicamentos. También en términos de prevención el acceso a ingresos económicos
mínimos que superen la indigencia y la pobreza, junto a la información y provisión de
métodos de prevención como el preservativo y los programas de reducción de daños para
usuarios/as de drogas endovenosas son imprescindibles e inseparables.
5
13 años5. Por el retraso de la notificación debido a demoras en el envío de las mismas a esa
fecha se estimaba el número de enfermos en 23.700. Datos provisorios a mayo 2001 refieren
21.865 enfermos notificados y estiman por el retraso ascienden a 25.411.
** Son el resultado de la estimación realizada mediante el cálculo del retraso en la notificación por el Programa Informático
Moucho 1.0.
*** Las Tasas de incidencia se calcularon con los casos notificados y los datos de población según del Anuario Estadístico de
la República Argentina 2001. INDEC. Buenos Aires, Argentina. Año 2001 y los resultados del Censo 2001 del INDEC.
5 Unidad Coordinadora Ejecutora de VIH/SIDA y ETS del Ministerio de Salud de la Nación. Boletín sobre el
SIDA en la Argentina. Año IX, Nro. 21, Marzo 2002.
6
Si bien todas las provincias – la Argentina se divide en 23 provincias y un distrito
autónomo: la Ciudad de Buenos Aires que es la capital del país – han informado la existencia
de personas viviendo con SIDA, las áreas de mayor concentración de personas enfermas
de SIDA son: la Ciudad de Buenos Aires, y las Provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa
Fe y Mendoza. La epidemia en Argentina es fundamentalmente urbana, aunque se observa
que se extiende progresivamente a localidades rurales.
Si se considera la distribución por sexos en todo el país, el 76,8% de las personas enfermas
eran varones y el 22,6% mujeres. En el 2002 esto varió al 73% de los enfermos correspondían
a varones y el 27% a mujeres. La razón hombre/mujer en Diciembre 2001 era 2,8:1 este es el
menor valor desde el comienzo de la epidemia, indicando el mayor crecimiento de enfermos
en el sexo femenino. Los niños menores de 13 años corresponden al 7% del total de enfermos,
de ellos más del 90% corresponde a transmisión madre/hijo.
7
1000
900
800
700
600
500
400
300
200
100
0
1982
1983
1984
1985
1986
1987
1988
1989
1990
1991
1992
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1999
2000
2001
*
8
400
350
300
250
200
150
100
50
*
1987
1988
1990
1991
1992
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1999
2000
2001
1989
9
250
200
150
100
50
2001
2002
1986
1987
1988
1989
1990
1991
1992
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1999
2000
*
Respecto al nivel de educación, las mujeres y los hombres enfermos por uso de droga
endovenosa tienen menor escolaridad que los hombres infectados por otra vía de transmisión.
El nivel de escolaridad es considerado un indicador del nivel socioeconómico, las mujeres y
los hombres infectados por consumo de drogas endovenosas corresponden a los sectores más
pobres y marginados de la sociedad.
10
Fuente : Programa Nacional de Lucha contra RH/Sida. Ministerio de Salud de la Nación.
Con respecto a la mortalidad por SIDA, si bien por la Ley Nacional de SIDA (Nº
23798) exige la obligatoriedad de notificar las muertes al Registro Nacional en 48 horas, esto
no se cumple. Los datos de mortalidad disponibles provienen del Registro Nacional de
defunciones del Programa Nacional de Estadísticas de Salud del Ministerio de Salud. Entre
1990 y el 2000 ocurrieron 13675 muertes por SIDA. A partir de 1997 disminuye el número
absoluto de estas muertes, especialmente en la Ciudad de Buenos Aires, en las Provincias de
Buenos Aires y de Santa Fe, hecho que debe atribuirse a la mayor cobertura con tratamiento
antirretroviral. En el 2000 se registró un pequeño aumento respecto al 1999, principalmente
en los varones, pero este no es estadísticamente significativo.
11
1 Hombres
0,9
0,8 Total
0,7
Mujeres
0,6
0,5
0,4
Fuente : Estadísticas Vitales,
Información Básica. Programa Nacional
0,3 de Estadísticas de Salud. Dirección de
0,2 Estadística e Información de Salud
0,1 Ministerio de Salud. Buenos Aires,
República Argentina.
Programa Nacional de Lucha
0 Contra RH/Sida.Ministerio de Salud
1987 1998 1999 2000 de la Nación.
0,18
Hombres
0,16
0,14
0,12 Total
0,1
0,08 Mujeres
0,06
0,04
0,02
0
1987 1998 1999 2000
Fuente : Estadísticas Vitales, Información Básica. Programa Nacional de Estadísticas de Salud. Dirección de Estadística e
Información de Salud. Ministerio de Salud. Buenos Aires, República Argentina.
Programa Nacional de Lucha Contra RH/Sida.Ministerio de Salud de la Nación.
12
Las personas viviendo con SIDA notificadas a la Dirección General de SIDA del
Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires desde el inicio de la epidemia hasta el
31 de marzo de 2002 ascendía a 6.2536. Debe considerarse que esta cifra surge de la
acumulación de personas enfermas desde el comienzo de la epidemia, por lo tanto, muchas de
estas personas ya han fallecido. Además se debe tener en cuenta que existe retraso en la
notificación de nuevos enfermos/as de SIDA al Registro, así como un subregistro de casos,
especialmente de personas atendidas en el sector privado y de la seguridad social, si bien este
subregistro disminuyó desde mayo del 2000 cuando se estableció la obligación de las
agencias de la seguridad social de notificar las personas atendidas para cobrar los subsidios
que otorga el Ministerio de Salud a través de un fondo compensatorio. Por tanto el número de
personas enfermas estimado es mayor al notificado.
El curso de la epidemia en la Ciudad de Buenos Aires fue similar al del país. Con
una evolución relativamente lenta en la década de los 80, a partir de 1990 se observa un
crecimiento rápido y sostenido con un pico en la incidencia en 1996. Esto se debió a la
incorporación de la tuberculosis, la neumonía a repetición y el cáncer de cuello uterino como
enfermedades marcadoras para el SIDA. A partir de 1997 se produce una disminución del
número de personas enfermas, esto tal vez debido a que el Ministerio de Salud de la Nación
universalizó la provisión gratuita del tratamiento antirretroviral combinado, por tanto las
personas infectadas sin síntomas persisten sin enfermar.
La mediana de edad de las personas enfermas (marzo 2002) es de 33 años para los
hombres residentes, teniendo el 75% menos de 38 años. Entre las mujeres la mediana es de 29
años, teniendo el 75% menos de 35 años y el 25% menos de 26 años. Entre los hombres el
grupo de edad más afectado por la epidemia es el que tiene entre 30 y 34 años, y en las
mujeres es el de 25 a 29 años. Teniendo en cuenta que en general la infección por el VIH se
produce 8 a 10 años antes de la aparición de la enfermedad, las mujeres se infectan y
enferman a edades más tempranas que los hombres.
6 Infosida Nro. 1, Diciembre 2001; Infosida Nro. 2, Julio 2002. Publicación de la Dirección General de SIDA
del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
13
representando en los varones al 39,5% y en las mujeres el 34,6%. Al igual que en el resto del
país, la transmisión por esta vía en las mujeres está en disminución.
La transmisión madre/hijo corresponde al 4,4% de los enfermos, cifra inferior a
la total del país. Esto puede deberse a un mejor diagnóstico del VIH en las mujeres
embarazadas y el tratamiento preventivo con la consiguiente disminución de la transmisión
madre/hijo. Recordemos que desde Noviembre de 1997 se aprobó la norma de prevención de
la transmisión madre/hijo en todo el país y la provisión de AZT a las mujeres embarazadas
testeadas que resultan positivas. Norma que, ya con anterioridad, se aplicaba en algunos
hospitales de la Ciudad de Buenos Aires
14
La razón hombre/mujer en esta división es mayor en los especializados 5,6:1, ello
debido al peso del Hospital Muñiz, hospital de enfermedades infecciosas que inició la
atención al comienzo de la epidemia, cuando la misma era predominantemente masculina.
Esta razón disminuye de la zona norte a la sur: 4,3, 3 y 2,4 respectivamente.
En cuanto a las vías de transmisión, las personas UDI predominan en los hospitales
especializados 51%, en la zona sur 49%, mientras en la zona centro predominan los UDI y se
registra la mayor proporción de transmisión heterosexual. En la zona norte predominan los
HSH. La distribución de enfermos según escolaridad indica que la mayor proporción de los
que completaron la secundaria o más, se registra en la zona norte correspondiendo con la
mayor proporción de HSH, mientras que en los especializados y zona sur predominan los con
primaria incompleta y/o completa, que en general corresponden a UDI y mujeres.
15
2. Dimensiones culturales del VIH/SIDA
La consideración como “enfermedad” del virus de la inmunodeficiencia humana y el
síndrome de inmunodeficiencia adquirida no solo implica cuestiones biomédicas, sino
fundamentalmente construcciones socioculturales. Toda vez que una condición biológica o
psíquica, o un padecimiento humano en general, es definido como “enfermedad”,
desencadena la construcción de categorías de juicios que la definen como una desviación de
lo normal, un castigo por los pecados o errores cometidos, una consecuencia de ciertas
conductas o comportamientos, una fatalidad que no hubiera podido prevenirse de ninguna
manera, la simple introducción de un agente patógeno al organismo, o parte de procesos
sociales, económicos, políticos y culturales en que algunos sectores de población se
encuentran en una situación de mayor vulnerabilidad.
El SIDA es una enfermedad cuya diseminación está ligada a prácticas sociales, por
tanto desde su origen la epidemia se moldea según los distintos contextos socio-culturales y es
producto de ellos mucho más que el resultado de factores biológicos. Según Valentine7 el
concepto de cultura vuelve inteligibles múltiples pautas, presentándolas como sistemas
colectivos creados y recreados de continuo por seres que viven una existencia colectiva
organizada. Así, cada modo de vida resulta en una contribución humana singular, y a su vez el
conjunto de modos de vida se constituye en un elemento de la clase total de los fenómenos
culturales. Por lo tanto los factores o pautas culturales resultan de una construcción social que
dependen de aspectos y comportamientos de los grupos humanos y las personas, hombres y
mujeres así como las circunstancias históricas, políticas y sociales, que rigen las relaciones e
interacciones entre las personas8.
Parker señala respecto a la epidemia en Brasil, que así como los contextos socio-
culturales determinan las características de la epidemia, ellos también condicionan la
respuesta que cada sociedad tiene frente a ella9. Por eso si bien existen abordajes comunes a
todos los países, no se pueden plantear recetas únicas ni universales tanto para los
determinantes de la epidemia como para las respuestas frente a ella.
7 Valentine, Ch. La Cultura de la Pobreza. Editorial Amorrortu. Buenos Aires, Argentina. 1970.
8 Mancusi M.I., Faccio C.A. Antropología Social: Aportes y reflexiones desde América Latina. Universidad
Abierta y a distancia Hernandarias. Editorial Docencia. Módulo II, Unidad 2. Buenos Aires, Argentina. 1991.
9 Parker, R. A constituçao da Solidarida. AIDS, Sexualidade e política no Brasil. Editorial ABIA-IMS-URI-
Relume-Dumuara Editores, 2 ºedición. Río de Janeiro, Brasil. 1994.
16
Esto último ocurrió principalmente como consecuencia de la divulgación del uso de métodos
anticonceptivos modernos, fundamentalmente la “píldora”. Estos cambios, que en distinto
grado ocurren en todos los países, producen en cada uno según sus características, profundas
variaciones sociales y culturales.
Como señala Altman, “en los primeros desarrollos en relación al VIH/SIDA era
posible ver los contornos de una lucha por el control, en la cual los profesionales del área
médica, autoridades gubernamentales, comunidades afectadas y fuentes tradicionales de
autoridad moral, principalmente las iglesias, competían para ser vistos como los
‘especialistas’ sobre la nueva enfermedad”10. Sin embargo, inicialmente predominó el
enfoque biológico-médico en el estudio y explicación de la epidemia del VIH/SIDA, por eso
17
en esa época los factores socio-políticos-culturales no fueron totalmente reconocidos ni
valorados en la descripción y evaluación de la epidemia. A medida que se avanzó en el
conocimiento de la misma, se privilegiaron los contextos socio-culturales y esos
determinantes se fueron afianzando, particularmente a partir de los 1990. Como señala Parker
“la atención en la investigación de la epidemia debe ponerse no solo en la frecuencia
conductual , sino en los sistemas culturales en los que la conducta adquiere significado”11.
Estos sistemas dan origen a respuestas culturales frente a la epidemia, por medio de las cuales
“la existencia del VIH/SIDA se convirtió en un importante símbolo cultural al final del siglo
XX, ejerciendo impacto directo en la manera como imaginamos las interconexiones entre
sexualidad, comunidad humana y muerte”12.
11 Parker, R. “Sexual cultures ,HIV transmission and AIDS prevention”, AIDS vol.8 (supl.1). 1994.
12 Altman, D. Op. cit.
18
La pobreza coloca especialmente a los/as usuarios/as de drogas endovenosas, a las/os
y a las minorías sexuales en situaciones de mayor vulnerabilidad social, por ser los más
pobres y excluidos, y los mas frecuentemente avasallados en sus derechos, y discriminados.
Jonathan Mann13 a comienzos de los 90 señaló que los marginados y discriminados en cada
sociedad antes del SIDA, fueron los que luego a través del tiempo estuvieron más expuestos y
se infectaron en mayor medida con el VIH.
Cabe señalar que en el Gran Buenos Aires existen altos grados de discriminación
respecto a las minorías sexuales, las/os trabajadoras/es sexuales y los/as usuarios/as de drogas
endovenosas. Discriminación que se oculta en el silencio y la negación de la existencia de
estas personas. Por ser un gran conglomerado urbano, el Gran Buenos Aires se caracteriza por
su diversidad cultural, religiosa y social. Esto no impide el alto nivel de discriminación que
padecen quienes “difieren” o se diferencian de lo tradicional. Los inmigrantes de otros países
latinoamericanos padecen altos grados de discriminación y estigmatización que aumenta su
vulnerabilidad frente al VIH y que potencia la discriminación en caso de infectarse o
enfermarse de SIDA.
13 Mann, J . “El siguiente paso: SIDA, Comunidad y Derechos Humanos”. Desidamos, Año III, nº3. Editada por
FEIM. Buenos Aires, Argentina. Diciembre 1995.
19
cuatro estrategias descriptas por Foucault14, se perfeccionan en estos tres siglos y son hoy una
constante en las sociedades capitalistas.
En este estudio, la sexualidad fue percibida por todos/as los/as entrevistados/as como
el factor sociocultural más importante que atraviesa y se interrelaciona con otras categorías,
especialmente las de género, religión, violencia, tipos de pareja, fidelidad y prácticas
preventivas. El ejercicio de la sexualidad se nutre de aspectos de la vida en común, en las que
las relaciones entre las personas sea entre hombres y mujeres o entre personas del mismo
sexo, y las expectativas y normas que regulan y rigen sus comportamientos, costumbres y
características, son fundamentales. La investigación epidemiológica permitió vincular
tempranamente al VIH/SIDA como una enfermedad principalmente transmitida por vía
sexual. Por ello se trata de un problema de salud entramado en una conducta humana muy
compleja como la sexualidad, como señala Rodríguez Morales.15 Las personas están
expuestas al VIH por sus prácticas sexuales, por ello estas y sus identidades sexuales son
factores claves en la infección, en las medidas de prevención y en la adopción de las mismas.
14 Foucalt, M. Historia de la sexualidad. La voluntad de saber, Editorial Siglo XXI. México, 1985.
15 Rodríguez Morales, J :”La aceptabilidad del riesgo respecto del VIH/SIDA ,el caso del los hombres que tiene
sexo con hombres” en Gogna, M. Feminidades y Masculinidades, Editado por CEDES. Buenos Aires,
Argentina. Julio 2000.
16 Rao Gupta, G. “Género, Sexualidad y VIH/SIDA: qué, por qué y cómo”. Desidamos Año VIII nº2. Editada
por FEIM. Buenos Aires, Argentina. Agosto 2000.
20
maternidad y no al placer. Maternidad que debe darse en el seno de familias tradicionales.
Así, el trinomio “mujer-esposa-madre” forma parte de la construcción de la identidad
femenina, junto con otras dimensiones como la obediencia, la sumisión y la pasividad social y
sexual. Esto a pesar de que hoy las familias en el Gran Buenos Aires ya no son más en su
mayoría la tradicional familia: esposo, esposa e hijos. El aumento de las familias
monoparentales, en general con mujeres solas, jefas de hogar con hijos/as y otros familiares o
amigos, e incluso el retorno a las familias ampliadas ahora por necesidad ante la pobreza y la
imposibilidad de tener una vivienda propia, constituyen realidades que persisten con pautas y
valores de otra época y que generan conflictos en las personas.
21
consideraciones sobre la “estabilidad” tienen una variabilidad considerable, las parejas que se
consideran estables en general se basan en un vínculo amoroso, en ellas la confianza es un
elemento presente y determinante de la continuidad de la pareja. La cuestión se expresa en
“creer el uno en el otro”18, como algo inherente a la relación y que además la sustenta. En este
sentido, el depósito de confianza en el otro u otra actúa como un factor que habitualmente
dificulta la adopción de medidas de prevención, e impide percibir el riesgo de infectarse con
el VIH/SIDA, y otras enfermedades transmitidas sexualmente. La estabilidad de la pareja se
asocia a la confianza en el/la otro/a y esto constituye un factor muy importante para limitar el
uso de preservativo y el cuidarse en las relaciones sexuales.
Esto también les sucede a las trabajadoras sexuales. Mientras que cuando se informan
y sensibilizan sobre el VIH/SIDA incorporan conductas preventivas con sus clientes,
incluyendo el uso de preservativo, esto no lo hacen con sus parejas o compañeros estables.
Ellos habitualmente se niegan a usarlo y además a ellas les resulta muy difícil plantear el uso
del preservativo, entre otras causas por negarse a la posibilidad de que sus compañeros tengan
otros contactos sexuales19. De hecho, entre las trabajadoras sexuales, la infección por el
18 Kornblit, A. L., Méndez Diz, A. M., Petracci, M,. “Por qué se usa o no el preservativo en la Argentina”.
Desidamos Año VII, nº2. Editada por FEIM. Julio 1999.
19 Teodori C, Fidalgo V, Santor C. “Trabajadoras sexuales y VIH/SIDA. Impacto de un abordaje integral”.
Desidamos Año X, nº1. Editada por FEIM. Buenos Aires, Argentina. Junio 2002.
22
VIH/SIDA tiende a deberse más a prácticas sexuales con sus parejas estables que con sus
clientes. Esto les ocurre también a las mujeres no trabajadoras sexuales, especialmente las de
sectores medios, que niegan y rechazan la posibilidad de que sus esposos tengan relaciones
sexuales extramatrimoniales y por tanto no se consideran expuestas al riesgo de infección. La
posibilidad de que sus compañeros mantengan contactos sexuales con otros hombres es un
tema tabú. Muchas mujeres de sectores populares consienten que su compañero se relacione
sexualmente con otras mujeres, mientras que la bisexualidad masculina es una cuestión en
general negada por algunas y condenada por otras, pero invisibilizada.
Por otra parte entre las mujeres usuarias de drogas o compañeras sexuales de UDI se
evidencia una ligazón muy fuerte con el otro – la pareja – que tiende a superar y/o negar,
incluso el riesgo de infección... “ quiero ser parte de tu sangre, unión eterna, sea al costo que
sea, una demostración de amor, yo me juego y me puedo enfermar con vos, pero yo estoy allí,
mirá cómo te quiero, cómo confío en vos”, como refirió una de las entrevistadas sobre los
dichos de las mujeres usuarias de drogas. En esta actitud la negación del riesgo por amor
hacia el otro, impide la percepción de la vulnerabilidad frente al VIH/SIDA, constituyéndose
en una prueba de su amor hacia el otro. En muchos casos de parejas en donde ambos o solo el
varón es usuario de drogas, las mujeres creen que, expresándoles su amor en estas
circunstancias de riesgo podrán salvarlos o “sacarlos” de la droga. Si entre usuarios de drogas
endovenosas sin vínculos ni relaciones de pareja el compartir jeringas y agujas es un acto de
confianza muy valorado, en las parejas es aún más importante junto con las relaciones
sexuales sin protección.
20 Gary W. Dowsett, G. M. “I’ll show mine if you’ll show me yours”. Reproductive Health Matters nº7.
London, UK. May 1996.
23
varones es muy descalificante y se vive con humillación y vergüenza, así como los problemas
de esterilidad, que se asocian a falta de virilidad.
Es frecuente que las mujeres refieran una baja autoestima, que redunda en un ejercicio
de su sexualidad subordinado a la necesidad del otro. La socialización de las mujeres y niñas
está orientada a transmitir pautas sexuales orientadas a agradar y complacer al varón, y acatar
sus decisiones. Por lo tanto son enseñadas a reprimir la expresión de sus sensaciones y a
evitar el planteo de sus necesidades y preferencias en las relaciones sexuales, incluida la
negociación del sexo seguro.
Con respecto a las relaciones sexuales con personas del mismo sexo, las entre mujeres
son duramente condenadas desde el conservadorismo religioso y social en general. La
subordinación sociocultural de las mujeres y las expectativas sobre ellas depositadas con
24
respecto a la maternidad, constituyen factores principales en la construcción del discurso y las
prácticas discriminadoras hacia las mujeres lesbianas, junto al cuestionamiento frente a la
ausencia del varón en su rol tradicional de procreador, proveedor económico y tomador de
decisiones. En este contexto, la maternidad de las mujeres lesbianas está profundamente
condenada desde las jerarquías políticas y religiosas.
En cambio los grupos de HSH, especialmente los gays no tienen muy en cuenta las
opiniones de la iglesia católica sobre el ejercicio de la sexualidad. En general, ellos sienten
que de cualquier manera los cuestionan y condenan, por lo tanto prescinden de sus opiniones.
2.3 La religión
21 Bianco, M; Re, M. I.; Pagani, L; Correa, C. Mujer y VIH/SIDA. Recomendaciones para el equipo de salud.
FEIM (Argentina) / Global Fund for Women (USA). 2002.
22 Biagini, G.; Sánchez, M: Actores Sociales y SIDA. ¿Nuevos movimientos sociales? ¿Nuevos agentes de
salud? Las Organizaciones No Gubernamentales en Argentina y el Complejo VIH/SIDA. Espacio Editorial.
Buenos Aires, Argentina. 1995.
25
década de los 60 “la Iglesia Católica latinoamericana comienza a presentar un discurso de
mayor contenido social”23, que se mantiene en la actualidad en algunos sectores de la misma.
23 RE, M. I. “La articulación entre el Programa Nacional de SIDA y las ONGs. Una visión no gubernamental de
la década del ’90. Proyecto de tesis. Maestría en Ciencias Sociales y Salud. FLACSO/CEDES. 2000.
24 Foucault, M :Historia de la sexualidad. La voluntad de saber. Editorial XXI. México. 1985.
25 Bianco, M., “Obstáculos Culturales y religiosos en América Latina para el uso del Microbicidas.”, presentado
en la Conferencia Internacional Microbicidas 2002 (Antwerp, Bélgica). Síntesis publicada en Desidamos, año X,
nº1, Junio 2002. Editada por FEIM. Buenos Aires, Argentina.
26
En esta categoría se percibieron posturas discordantes y distinta aceptación de su
influencia y su papel en la temática. Uno de los entrevistados refirió que la posición de la
Iglesia Católica se fue modificando durante el curso de la evolución de la epidemia y
reconoció que ha dejado de ser un factor principal de oposición activa como lo fue hace tres o
más años. Incluso refiere que tuvo una actitud menos crítica en relación a la campaña de
prevención del SIDA, promoviendo el uso del preservativo, que realiza el Gobierno de la
Ciudad de Buenos Aires.
26 CELS / CLADEM / FEIM / ISPM. “Derechos Humanos de las Mujeres: Asignaturas pendientes del Estado
Argentino”. Contrainforme de ONGs a la CEDAW. Agosto 2002.
27 CELS / CLADEM / FEIM / ISPM. Op. cit.
27
hablaba de esto y uno de los motivos era la oposición de la Iglesia. Siempre el gris estuvo en
el medio. El tema religioso pesa mucho en Argentina y en las decisiones del gobierno”.
Durante la campaña oficial de prevención del SIDA realizada por el Ministerio de Salud de la
Nación y el Proyecto LUSIDA en el 2001, la promoción del uso del preservativo para evitar
las infecciones por transmisión sexual incluida el VIH/SIDA tuvo un papel fundamental. En
una evaluación anterior al inicio de la campaña que estudió una muestra de 900 personas, se
observó que la abstinencia sexual como forma de prevención del VIH no era una opción
considerada por la mayoría de las personas entrevistadas ya que sólo un 9% hizo referencia a
ella, a pesar de que alrededor del 80% de los entrevistados dijo ser católico apostólico
romano. Esto evidencia que la religión influye, poco en las relaciones sexuales28. Entre las
personas que nunca o raramente usan el preservativo se observó en ese mismo estudio, que la
religión era importante y tenía influencia en sus decisiones, no así entre aquellos que referían
usar el preservativo siempre, aunque se definieran como católicos.
“La Iglesia Católica es la que tiene el poder, las otras iglesias son conservadoras
pero no tienen poder. Por ejemplo tengo una compañera del Chaco (provincia del Noroeste
argentino) y el cura de allí no permite nada de prevención del VIH/SIDA. En este caso el cura
es el que tiene poder”, según lo referido por una de las mujeres entrevistadas.
Otro entrevistado menciona que la población gay en general no se siente afectada por
las opiniones o mandatos religiosos, y admite que sus prácticas sexuales no son aceptadas por
ninguna religión, por lo tanto la ignoran como grupo. “En la población gay la religión no
influye, el estar cuestionado por las distintas religiones es algo que hace que las opiniones o
preconceptos religiosos no se consideren. Pero sí en la población general, sobre todo en
algunas regiones del país como en el norte, por ejemplo Tucumán”, agrega.
28 Bianco M, Rodríguez C, Ballido I. “Is it possible to develop a mass media campaign based on the use of
condoms in a Catholic conservative country?” Póster presentado oralmente en la XIV Conferencia Internacional
de SIDA, Barcelona, España. 7-10 de julio 2002.
28
Algunos entrevistados expresaron que en la Ciudad de Buenos Aires se percibe una
mayor apertura de la Iglesia Católica, existen grupos católicos con acción en prevención de
VIH que promueven y distribuyen preservativos. Algunas parroquias e iglesias que trabajan
en la zona sur de la ciudad entregando alimentos o dando de comer a gente carenciada en
comedores, también están entregando ropa usada y medicamentos, incluso anticonceptivos y
preservativos. En general los sacerdotes de iglesias de zonas carenciadas del Gran Buenos
Aires son menos dogmáticos y permiten hablar de sexualidad y prevención, no presentan una
oposición a la promoción del uso del preservativo y están muy atentos y concientes a como el
VIH afecta a estas comunidades.
“... Me parece que hay vastos sectores dentro de la Iglesia en que ya hay un grado de
heterogeneidad que ha diluido bastante el discurso de la Iglesia de hace 10 años, que hay
mayor permeabilidad. De hecho hay varios organismos religiosos, incluso católicos, que
trabajan con pacientes con VIH, y que distribuyen preservativos”, dijo uno de los
entrevistados. Otro planteó que el rol fundamental que le cabe a todas las religiones es el
respeto de la dignidad humana, la individualidad y la identidad sexual de las personas,
aceptando las diferencia culturales, étnicas, religiosas, filosóficas y políticas que existen en
las sociedades. “El gran aporte que pueden hacer los grupos religiosos es el profundo
respeto a la identidad y dignidad de las personas.”
La mayoría de las personas que se inician en el trabajo sexual lo hacen como una
salida laboral, ya sea por falta o pérdida de un empleo, o por la necesidad de mantener a su
familia y/o alimentar a sus hijos como consecuencia de una separación marital u otros
problemas económicos. La percepción que las propias trabajadoras sexuales tienen sobre sí
mismas y su actividad, impacta de diferente forma en la prevención del VIH. Quienes se
reconocen y defienden sus derechos como trabajadoras/es tienen mayor capacidad para
adoptar conductas preventivas con sus clientes que quienes se visualizan como
“prostitutas/os” y por tanto niegan su condición y la ocultan viviendo una doble vida. Esto
afecta por igual a mujeres y hombres que practican el trabajo sexual.
29
avergonzadas, culpables y humilladas, exponiéndolas a ser con más frecuencia víctimas de
violencia por parte de sus clientes y también de sus parejas, y/o sometidas a la voluntad del
otro: “...es necesario que nos saquemos la gran culpa que tenemos por ser trabajadoras
sexuales... que la sociedad te haya expulsado, discriminado, que uno se haya creído el cuento
de que por ser trabajadora sexual una no sabía nada, o no era nadie, es mentira. Esa mentira
nos mantuvo sometidas durante mucho tiempo”, como refirió una entrevistada que trabaja en
una asociación gremial de trabajadoras sexuales.
El aumento de pobres desde fines del 2001 produjo un aumento de la prostitución que
se inicia a edades muy tempranas. Según un informe de UNICEF, además la situación de las
mujeres en prostitución se deterioró significativamente31.
Esto sucede habitualmente entre mujeres y hombres usuarios de drogas las/los que no
se reconocen como “prostitutas/os” ni “trabajadoras sexuales” aunque intercambian sexo por
droga o dinero para conseguirla. Pueden tener sexo con su “proveedor” o con un usuario/a que
tenga droga en ese momento, pero no lo reconocen como una transacción económica o
comercial, sino que es parte de la postura, de la fiesta, como refirió una persona entrevistada.
También en grupos de población de sectores pobres y marginados este intercambio puede
percibirse como una transacción ocasional para obtener algo que se necesita en forma
inmediata, como ser comida, dinero, ropa o drogas, o una combinación de distintos bienes. En
tiempos de tanta pobreza como la actual situación del Gran Buenos Aires esto es muy
frecuente y es una forma de iniciarse en el trabajo sexual, profesión que luego es difícil de
abandonar porque no existen otras fuentes de ingresos rápidos, ni de tal magnitud. En estos
casos la percepción de riesgo se centra en satisfacer la necesidad urgente: comida, dinero,
droga y no en el VIH/SIDA, algo futuro y potencial en lo que ni se piensa.
“Los chicos y las chicas decían: las mujeres tienen algo a mano que siempre las
salva, y es lo que tienen entre las piernas. Es la principal arma y con eso podés conseguir
cualquier cosa. Una mujer hace uso de su condición de mujer, lo intercambia por droga y eso
evidentemente hace que se exponga mucho más porque no tiene prácticas sexuales seguras.
Todavía no hay un uso difundido del preservativo”, según lo referido por una entrevistada y
expresa claramente la mayor exposición a la infección del VIH/SIDA.
El otro factor es la actitud de este grupo de población frente a los servicios de salud.
Generalmente tienen poco contactos con éstos, las mujeres habitualmente concurren por
31 UNICEF. “La niñez prostituida. Estudio sobre la explotación sexual comercial infantil en Argentina”. Buenos
Aires. Octubre 2001.
30
cuestiones ligadas a la maternidad32, y ambos – hombres y mujeres – trabajadoras sexuales
por problemas de enfermedades transmitidas sexualmente. La experiencia general es que
registran maltrato y discriminación por parte del equipo de salud, reconociendo también que
el maltrato lo reciben además por ser pobres y marginales, y además por ser mujeres. El
rechazo de los servicios de salud refuerza y potencia la marginación de este grupo y es un
factor que actúa negativamente impidiendo la atención y cuidado de la salud, ya sea tanto para
la prevención como para la asistencia de enfermedades. “La discriminación en el hospital es
terrible. No hace falta ser trabajadora sexual para que te discriminen, por ser pobre te
discriminan desde que te dan el número hasta que la doctora o el doctor te atiende. Te ves
obligada a sensibilizar a los médicos para que te traten como un ser humano, no como una
cosa”, refirió una de las entrevistadas. Otro dijo: “Cuando alguien es diferente se lo excluye.
Por ejemplo en el Hospital si la persona se contagió el VIH/SIDA por vía sexual o droga, los
médicos y enfermeras tienen problemas para atender a esa persona. En realidad le tenemos
miedo a las personas que son distintas de nosotras, no al virus.”
El tema de las prácticas sexuales con personas del mismo sexo y las diferentes
orientaciones sexuales sigue siendo un tema tabú y que genera controversias en nuestra
31
sociedad. Aún hoy quienes tienen sexo con personas del mismo sexo sufren una gran
discriminación en todos los ámbitos: públicos y privados, ya sea en forma abierta o solapada.
Esto indudablemente impacta en el modo en que esta población ejerce su sexualidad, así
como la percepción de vulnerabilidad y adopción de conductas sexuales más o menos
protectoras.
El grupo de hombres que tienen sexo con hombres es muy amplio y no puede
considerarse como uno solo ni homogéneo. Rodríguez Morales en su estudio diferencia
básicamente tres categorías: los que principalmente tienen relaciones sexuales con hombres o
gays; los que tienen relaciones sexuales indistintamente con hombres y mujeres o bisexuales;
y los que adoptan la condición de mujer independientemente de con quienes tienen relaciones
sexuales, o travestis35. Es claro que estas prácticas sexuales no son nítidas ni rígidas, que
varían durante la vida de cada persona. De hecho, el sentido de pertenencia a un grupo u otro
también son muy variables. Pertenecer o no a la “comunidad gay” no solo involucra la
práctica de relaciones sexuales con personas del mismo sexo, sino que abarca cuestiones
muchos más amplias, como factores culturales, afectivos, económicos y políticos.
Sin embargo en los distintos grupos sociales la identidad sexual enfrenta valoraciones
y códigos culturales diferentes. En sectores populares y de clase baja las prácticas sexuales
entre hombres no necesariamente se asimilan con la homosexualidad. Por el contrario, a
menudo la bisexualidad se practica sin reconocer el componente homosexual.
También existen algunos grupos de hombres que ocultan sus prácticas homosexuales
y/o bisexuales. En una de las entrevistas se expresó que en los barrios marginales y muy
carenciadas del Gran Buenos Aires este tema se habla muy poco. Por otro lado, se reconoce
32
que en las cárceles los hombres tienen relaciones sexuales entre hombres y de hecho en
algunos estudios de población carcelaria los internos VIH+ afirman que se infectaron durante
su estadía en prisión, ya sea por compartir jeringas al usar drogas endovenosas o por prácticas
sexuales con otros hombres. Vale aclarar que estas prácticas no tienen la misma carga
cultural, siendo más difícil la alusión al sexo entre hombres que al consumo de drogas
endovenosas. Estos hombres ocasionalmente tienen relaciones sexuales con otros hombres,
aunque en realidad buscan relacionarse con mujeres, se sienten seguros y confiados
alejándose del tema del SIDA y su prevención36. En los barrios pobres de Buenos Aires ser
“puto” – como se dice peyorativamente a los HSH en un claro paralelismo con la prostitución:
a las trabajadoras sexuales se las llama vulgarmente “putas” – es muy mal visto y se los
desprecia. Por ello, el hombre que tuvo alguna experiencia sexual con otro varón, sea en la
cárcel, no lo reconoce, lo oculta y niega. No asumir estas prácticas constituye un obstáculo
muy importante para percibir la propia vulnerabilidad, y por lo tanto para protegerse e
incorporar la información necesaria para evitar contraer el VIH/SIDA.
En el caso de las travestis, se agrega una mayor condena social, lo que constituye
además un obstáculo evidente para su asistencia en el sistema de salud y su acceso a la
educación formal, como así también para su interacción con la mayoría de las instituciones de
la sociedad. La importante discriminación las obliga a excluirse de la interacción social y
comunitaria con el consiguiente perjuicio para todo su desarrollo personal.
36 Barbosa, S. “El sida detrás de las rejas: el descuido de la ciudadanía”. Desidamos, año VIII, nº3/4, Editada
por FEIM. Buenos Aires, Argentina. Diciembre 2000.
33
Las poblaciones más jóvenes de hombres que tienen sexo con hombres, especialmente
las de sectores más pobres, que en ellos se asocia principalmente con el trabajo sexual no se
consideran ni perciben como homosexuales. En ellos el uso del preservativo en todas sus
relaciones sexuales es muy poco frecuente. Los que viven en relación de pareja con una mujer
o que tienen relaciones frecuentes con mujeres, consideran que con ellas no es necesario el
uso del preservativo. Esta actitud fue referida por algunos de los entrevistados como más
común en las provincias: “En el interior del país viven en pareja con mujeres más que en
Buenos Aires donde es más raro, por lo tanto el uso del preservativo en las provincias es muy
bajo. Muchos tienen como pareja masculina a hombres casados, como sus compañeros tienen
una mujer estable tampoco exigen ni se preocupan por el uso del preservativo. Esto es casi
una constante en todo el país.”
34
según las culturas se valora diferente a los niños de las niñas. En China y otros países de
Medio Oriente los varones son jerarquizados, tanto que se promueve el aborto cuando se
detectan fetos femeninos. Esta mayor valorización de lo masculino opera en casi todas las
culturas aunque se expresa en distintas formas. En Argentina estudios de la mortalidad en
niños menores de 5 años, evidenció una mayor mortalidad en las niñas así como una mayor
tasa de desnutrición en ellas que en los varones37.
La subordinación social, económica y sexual de las mujeres es un dato de la realidad
que en los 1970 originó el comienzo de estudios más sistemáticos, a partir de los cuales surge
la teoría feminista. Esto produjo una asimilación de estudios de género con estudios de
mujeres, algo que desde los 1990 empieza a diferenciarse. A partir de la adolescencia las
diferencias y desigualdades entre varones y mujeres son más evidentes así como la
subordinación de ellas a los varones. Los modelos sociales patriarcales descriptos por Max
Weber se basan en la autoridad del padre sobre los hijos, autoridad que en base a la ley
romana es sobre “vida y muerte”. Esta autoridad se extiende por siglos a las mujeres que son
consideradas iguales a los niños, dependientes de la autoridad masculina. Esto llevó a la
apropiación por parte de los hombres del trabajo femenino y la reproducción implicando un
mayor poder masculino en las distintas esferas de la vida de las mujeres.
Foucault señala como en el siglo XVIII surge “como problema económico y político
la población”, como una novedad de las técnicas del poder38. A partir de este momento el
Estado se interesa y apropia del comportamiento sexual de las parejas, pero especialmente del
cuerpo de las mujeres por su capacidad reproductora. Se organizan así las leyes y normas para
regular lo lícito e ilícito respecto a la reproducción y surgen las políticas públicas de
población que legislan sobre cuantos hijos tener y otros aspectos referidos a la evolución de
ese bien económico, político y social que es la población.
37 Bianco, M. Salud, Fecundidad y Pobreza. El caso argentino, Editado por FEIM/UNFPA, Buenos Aires,
Argentina. 1996.
38 Foucault, M. Op. cit.
39 Zurutuza, C. “El derecho como garantía de los derechos sexuales y reproductivos” en Bianco, M; Durand, T;
Gutiérrez, M. A.; Zurutuza, C. Mujeres sanas, ciudadanas libres (o el poder de decidir). FEIM / Foro por los
Derechos Reproductivos / CLADEM / FNUAP. 1998.
35
A partir de estos paradigmas en el siglo XIX se estudia y medicaliza la sexualidad de
las mujeres. La maternidad es jerarquizada y pasa a ser el centro de la identidad de las
mujeres. Se desarrollan normas y códigos que refuerzan y sostienen la jerarquización de la
maternidad en las mujeres. La vida sexual de ellas se permite como mecanismo de asegurar la
reproducción. El placer desaparece como algo que distrae y perturba, reprimiéndoselo desde
niñas y limitándolo a las mujeres “públicas” que son desvalorizadas y discriminadas.
También algunos de los varones entrevistados refieren que las mujeres se preocupan
más por el embarazo que por el VIH, esto es muy difundido entre las adolescentes. Un estudio
realizado por FEIM en la Ciudad de Buenos Aires en el 2001 con adolescentes mujeres de
sectores populares y medios escolarizados mostró que el principal temor de ellas cuando
mantienen relaciones sexuales es el embarazo41 y no la infección con el VIH/SIDA. Mientras
el embarazo se percibe como algo próximo y que las afectará en breve, el VIH/SIDA es
percibido como un riesgo a largo plazo y con baja posibilidad de ocurrir porque la asocian
principalmente como una enfermedad de hombres: HSH y usuarios de drogas.
40 Bianco, M. “Mujeres, niñas y VIH/SIDA”, Revista Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del
Caribe – RSMLAC – 1/2001.
41 Pagani L; Re M. I.; Madrigal, P. Op. cit.
42 Informe LUSIDA. Ministerio de Salud de la Nación, Unidad Coordinadora Ejecutora en VIH/SIDA y ETS.
Buenos Aires, Septiembre 2001.
36
dedicó a esta forma de transmisión, evidenciaron un aumento del conocimiento sobre esta
forma de prevención, así como de un elevado grado de retención en la memoria del mensaje
difundido por la campaña tanto en mujeres como en hombres debido a la claridad del mensaje
y a ser muy directo.
Si bien la maternidad es jerarquizada por las mujeres, todos los problemas de salud
vinculados a ella también son de gran interés por parte de ellas. En este sentido la prohibición
de la lactancia materna a las madres VIH positivas es un elemento de difícil aceptación
porque implica delatar en su medio su condición de seropositiva. Muchas mujeres que viven
con el VIH/SIDA en barrios populares del Gran Buenos Aires se atienden en hospitales
alejados de sus áreas de residencia para poder mantener oculta su condición de seropositivas,
debido a la alta discriminación que padecen cuando descubren su positividad43.
Los derechos reproductivos que permiten ejercer el derecho a ser madre en forma libre
y sin ningún tipo de coerción ni violencia, cuando y con quien se elija, son poco respetados en
Argentina, debido a la falta de políticas públicas que los garanticen. La carencia de programas
de salud reproductiva en los hospitales públicos y la no provisión gratuita de métodos
anticonceptivos para poder ejercer sus decisiones sobre tener o no hijos, son característicos
del país, donde la influencia de la Iglesia Católica y de sectores conservadores, así como
resabios de políticas del siglo pasado: “gobernar es poblar”, impiden la existencia de estos
programas. En octubre del 2002 se aprobó la Ley Nacional de Salud Reproductiva y
Procreación Responsable en el Congreso, después de siete años de lucha para lograrla. Con
esta Ley se crea el Programa Nacional en el Ministerio de Salud y se garantiza la existencia de
fondos para compra y distribución gratuita de métodos anticonceptivos en los hospitales
públicos de todo el país. En la Ciudad de Buenos Aires existe la Ley desde el año 2000, pero
no en los municipios del conurbano bonaerense que integran el Gran Buenos Aires.
Las mujeres que viven con el VIH/SIDA se ven doblemente afectadas por la falta de
servicios de salud reproductiva incluidos los de Planificación Familiar. Para una mujer
infectada con el VIH, los riesgos frente a un aborto inseguro son mucho mayores que para las
demás mujeres y en general es el único método al que puede recurrir porque carece de dinero
para obtener anticonceptivos, atenderse en el sector privado, y menos aún pagar un aborto
séptico que, por ser ilegal, es muy caro. En general, los equipos de salud no cuentan con la
capacitación adecuada para atender las necesidades ginecológicas y obstétricas de las mujeres
viviendo con VIH/SIDA, y a menudo éstas no reciben una atención integral de su salud,
incluida la mental.
El maltrato y la discriminación que las mujeres viviendo con VIH/SIDA sufren en los
servicios de salud fueron descritos por algunas de las entrevistadas. “La discriminación en el
43 Bianco, M.; Pagani, L. Análisis situacional de los servicios de salud sexual y reproductiva disponibles para
mujeres de bajo ingreso en Argentina. FEIM/ONUSIDA. Mimeo. Buenos Aires, Argentina. 1999.
44 Dirección de Estadísticas de Salud. Ministerio de Salud de la Nación “Indicadores básicos. Argentina 2001”,
Diciembre 2001.
37
hospital es muy grande, simplemente por ser pobre te discriminan. Si además sos trabajadora
sexual y vivís con el VIH, la discriminación es mucho mayor”. Esto se debe a prejuicios
presentes en los equipos de salud, que se corresponden con los preconceptos vigentes en la
sociedad en general. La misma entrevistada señaló que cuando una trabajadora sexual
consulta por una ETS, muchas veces le dicen: “¿qué habrás estado haciendo?”, y agregó “la
discriminación empieza desde que retirás el número para el turno en el hospital...”
La doble discriminación que padecen las mujeres viviendo con VIH no solo se expresa
en el maltrato en los servicios de salud. Incluso en el Gran Buenos Aires, donde existe una
mayor prevalencia del VIH en general y especialmente en las mujeres, todavía la percepción
de la población general es que las mujeres viviendo con VIH son trabajadoras sexuales o
prostitutas, estigmatizándolas y discriminándolas particularmente en los grupos pobres. Es por
ello que las mujeres en el Gran Buenos Aires tratan de ocultar su condición serológica. La
difusión del test en las mujeres embarazadas detectó a muchas mujeres casadas o en uniones
estables con hijos/as sin otros compañeros sexuales que el esposo o compañero que resultaron
positivas. Cuando se les informaba, no lo podían creer, y al comunicárselo a sus esposos o
compañeros muchas fueron acusadas por ellos de infidelidad y promiscuidad. Frecuentemente
fueron y son víctimas de violencia doméstica cuando informan su posibilidad e incluso en
muchos casos son abandonadas por sus compañeros o esposos y denostadas por la familia45.
Esto debe ser tenido en cuenta tanto en los mensajes preventivos para desestigmatizar el
VIH/SIDA en las mujeres como para manejar la información sobre la posibilidad de las
testeadas y de las infectadas o enfermas. Los prejuicios aún existentes frente al VIH/SIDA en
las mujeres es un aspecto clave a enfrentar por los programas gubernamentales y no
gubernamentales de VIH/SIDA tanto de prevención como de atención y cuidado.
2.7 Los Derechos Humanos de las personas que viven con el VIH/SIDA
38
1983 se revitalizaron y resurgieron ONGs y movimientos de defensa de los derechos humanos
incluidos los sociales.
46 Bianco, M; Re, M. I.; Pagani, L; Barone, E. “Derechos Humanos y Acceso a tratamiento para VIH/SIDA”,.
Estudio de Caso de Argentina en serie Derechos Humanos y VIH/SIDA, editado por el Consejo Latinoamericano
y del Caribe de Organizaciones con Servicio en SIDA y ONUSIDA. Buenos Aires, Argentina, 1999.
47 Bianco, M; Re. M. I.; Pagani, L; Barone, E. Op. cit.
39
se cumple, constituye un elemento de discriminación ya que se supone que los que resulten
positivos no se les concederá el permiso de residencia en el país. Esto es un elemento legal
que avala la discriminación de los migrantes, algo que si bien no es reconocido sí es
ampliamente difundido en todo el país, incluido el Gran Buenos Aires. Paradójicamente, tanto
la Ciudad de Buenos Aires como los partidos del conurbano bonaerense que integran el Gran
Buenos Aires, concentran población inmigrante desde mediados del siglo XX, especialmente
de países limítrofes y del interior del país. La población migrante que definimos es en general
de tez oscura, cabello y ojos pardos o negros, características físicas que generaron el apodo de
“cabecita negra” al migrante del interior del país con un claro sentido discriminatorio y
estigmatizante que se extiende a los bolivianos, paraguayos y de otros países limítrofes o de
América Latina.
Respecto a las actividades de prevención, en Argentina estas fueron casi nulas por
parte del gobierno nacional y la mayoría de los gobiernos provinciales y/o municipales. Las
escasas actividades iniciadas a finales de los 1980 como la línea telefónica a nivel nacional y
otras acciones de divulgación de las formas de transmisión y su prevención – como una
campaña televisiva del gobierno de la provincia de Buenos Aires en 1988/89 – fueron
interrumpidas en 1989 y 1990. La decisión política del gobierno nacional de no promover el
uso del preservativo ni las actividades preventivas sobre la transmisión sexual y por uso de
drogas endovenosas se sostuvo en toda la década de los 90. Incluso esto produjo un retraso de
más de un año en la firma del proyecto de Lucha contra el SIDA (LUSIDA) con el Banco
Mundial, el que finalmente se firma en noviembre de 1997. Esto debido a que el Banco
Mundial solicitaba la mención de la promoción del preservativo como método de prevención
y el gobierno nacional no lo aceptaba. Esta actitud del Gobierno Nacional, de no promoción
del uso del preservativo se debió a un acuerdo tácito con los sectores más conservadores de
las distintas iglesias, los partidos políticos y la sociedad. Como refirió una de las personas
entrevistadas “los derechos sexuales al igual que los reproductivos fueron negados y
48 Este plan estableció tres ejes prioritarios: prevención, atención y fortalecimiento institucional. Fue elaborado
con la cooperación de ONUSIDA. “Plan Estratégico en VIH/SIDA y ETS 2002-2003. Argentina”. Publicado por
el Ministerio de Salud de la Nación y ONUSIDA. Buenos Aires, Argentina. Diciembre, 2000.
40
resistidos con gran insistencia, sin atender a los problemas de salud pública como las
muertes maternas y el VIH/SIDA”.
41
2.8 Migrantes y VIH/SIDA
En el Gran Buenos Aires, durante la última década hubo una modificación del patrón
de inmigración. Por un lado, persistió la llegada de jóvenes de ambos sexos del interior del
país en busca de mejores posibilidades laborales en los grandes centros urbanos. Por otro lado
a la histórica y tradicional migración de personas provenientes de los países limítrofes,
especialmente de Paraguay y de Bolivia, se agregó la inmigración proveniente de otros países
de América Latina, como Perú, República Dominicana, Ecuador y Brasil, y en menor medida
personas provenientes de Europa del Este y Asia, con diferencias culturales y de idioma más
importantes.
La mayoría de estas personas vinieron atraídas por las posibilidades laborales, con
capacidad de trabajar sobre todo en el área de servicios y/o la construcción, y la paridad del
peso argentino con el dólar, que les permitía enviar dólares a sus familias en los países de
origen.
Si bien aquellas personas que provienen de otros países de América Latina comparten
el idioma y algunos aspectos culturales, las diferencias son muchas y además encuentran una
sociedad prejuiciosa que los discrimina y estigmatiza. Cuando las diferencia influyen el
lenguaje, se agregan barreras de comunicación.
Los servicios de salud pública en Argentina asisten a todas las personas que allí
concurran independientemente de su raza, etnia, religión, condición socioeconómica o país de
origen, pero aún así para obtener algunos beneficios y en especial para el tratamiento gratuito
del VIH/SIDA se necesita documentación de residencia, que no todos los inmigrantes de otros
países poseen, y cuya tramitación no es sencilla. Esto dificulta el acceso a una atención
adecuada, ya que la obtención de estos documentos requiere múltiples trámites burocráticos
que demandan mucho tiempo y dinero. Específicamente en el diagnóstico y tratamiento del
VIH/SIDA, si bien el Estado lo cubre gratuitamente, no ocurre lo mismo en el caso de
inmigrantes indocumentados. A fines del 2001 existieron dos medidas legales en la Ciudad de
Buenos Aires respecto a la atención de dos mujeres inmigrantes, que fueron paradigmáticas50.
42
varones que tienen sexo con otros varones. No solo tienen poca información sino que carecen
de posibilidades de acceder a ella lo que aumenta su vulnerabilidad.
En el caso de las mujeres jóvenes migrantes solas o con sus hijos/as es frecuente su
incorporación al servicio doméstico en condiciones muy desfavorables más próximas a las
explotación que al trabajo. Por eso muchas se incorporan al trabajo sexual pero mediado a
través de organizaciones comerciales que las explotan y abusan. Como se señaló
anteriormente, estas organizaciones ilegales las tratan como “esclavas” y es muy difícil salir
de ellas, porque usan la violencia para retenerlas. Por otra parte, como necesitan dinero para
enviar a sus familiares sea en el interior del país o en otros países y no pueden declarar como
lo obtienen, la mayoría se somete y persiste en el alto riesgo que esto implica para su salud
física y mental.
43
Segunda Parte
Desde la apertura democrática en diciembre del 1983 hasta fines de esa década, a
través del Ministerio de Salud inició algunas actividades, como el Registro Nacional de
Enfermos de SIDA, en 1987 la línea telefónica de asesoramiento a través de un convenio con
la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, y el envío en 1980 del proyecto
de Ley Nacional de SIDA al Congreso de la Nación. En 1990 se sanciona la ley que establece
la responsabilidad del Ministerio de Salud de la Nación respecto al Registro Nacional de
Enfermos, facilitar su atención, controlar y evitar su discriminación, y promover la
prevención. Sancionada la ley, se discute su reglamentación la que se aprueba en 1990.
45
En Argentina la discusión de la efectividad del preservativo para la prevención del
VIH/SIDA fue muy importante, se extendió por muchos años y afectó la credibilidad de la
población en este método de prevención, especialmente los/as jóvenes. El tema continuaba
siendo una discusión todavía muy limitada al Gran Buenos Aires, en el resto del país el tema
no era de interés ni existía. Mientras tanto crecía la epidemia y aumentaba notoriamente la
cantidad de personas infectadas, especialmente mujeres en el Gran Buenos Aires. A pesar de
eso el gobierno nacional negaba la importancia de la epidemia.
A mitad de los 1990 una fundación norteamericana de lucha contra el SIDA eligió a
Argentina como país para promover actividades de prevención con ONGs, especialmente
debido al crecimiento real y potencial de la epidemia dada la proximidad e intercambio con
Brasil y el importante desarrollo de la epidemia en ese país. Esto generó una fuerte reacción
del gobierno nacional, que se opuso a esta opinión y discutió la pertinencia de esa decisión.
51 Kornblit A, Petracci M. “Las ONGs que trabajan en el campo del VIH/SIDA: una tipología”. Desidamos, año
VIII, nº1. Editada por FEIM. Buenos Aires, Argentina. 2000.
52 Touzé G. “Articulación entre movimiento comunitario y gobierno”. Desidamos, año VIII, nº3/4. Editada por
FEIM. Buenos Aires, Argentina. 2000.
46
proveer la medicación a quienes la requieran en 48 horas. Este amparo que aún está vigente,
culminó en un proceso judicial al año de iniciada la demanda, que demostró la falta o
incumplimiento por parte del Ministerio de Salud de la Nación en dicha provisión53.
47
La resolución 351/00 de SEDRONAR, así como proyectos de modificación de la legislación
permitieron avanzar en este campo. Lamentablemente los proyectos de cambio de la
legislación no prosperaron.
En agosto 2000 se habilitó la línea telefónica gratuita 0800 del Ministerio de Salud
orientada principalmente a la prevención. Otra estrategia de este periodo fue la
descentralización de efectores para estudios de Carga Viral a través de convenios con centros
provinciales, municipales y/o universitarios del interior del país. Desde 1998 se habían
concentrado estos exámenes en la Universidad de Buenos Aires y en la de Rosario, lo que
implicaba demoras en tiempo y aumento de costos así como complejidad administrativa por el
desplazamiento de las muestras de sangre y/o las personas.
También se modificó el sistema de compra de los medicamentos ARV por parte del
Ministerio de Salud, pasando de compras bimensuales, a compras semestrales y anuales. Esto
no solo redujo los precios, que bajaron también por la aparición en el mercado de similares
producidos por otros laboratorios diferentes a los de patente, sino que además mejoró la
provisión, evitando o disminuyendo los periodos de falta entre compras que eran una
constante.
Cuarta Etapa: A partir del 2002 con el nuevo cambio de gobierno se producen
cambios importantes debidos a la grave crisis económica del país y a la devaluación de la
moneda local. Esto afectó los precios de los reactivos y de los medicamentos, concentrándose
todos los recursos en esos rubros, lo que implicó una caída de las actividades de prevención
ya sea directamente ejecutadas por el Ministerio de Salud de la Nación, como a través del
apoyo a ONGs y grupos de personas que viven con el VIH/SIDA. Se suspendieron estos
fondos lo que atentó contra la continuidad de las acciones preventivas.
En agosto del 2002 se aprueba la ley de genéricos que tendrá impacto en la producción
y costos de los ARV. También en abril Argentina presentó un proyecto al Fondo Global para
SIDA, Malaria y Tuberculosis, que resultó aprobado, el que se espera permita retomar las
actividades de prevención.
48
las/los trabajadoras/es sexuales y los/as migrantes. Parece necesario sensibilizarlo en
cuestiones básicas como el género, los derechos humanos de las personas, las necesidades
diversas, basadas en factores culturales que tienen los distintos grupos de personas que
consultan, ya sean por sexo, edad, características de hábitos u otras. Esto también lo expresan
algunos de los responsables gubernamentales entrevistados, por ejemplo: “Es necesario
lograr el protagonismo de las personas que consultan a servicios públicos de salud, pero
también de quienes trabajan en esos servicios. Estos deben repensar el concepto de
salud/enfermedad en base al cual actúan.” Si la concepción de salud-enfermedad solo se
considera como un problema médico-biológico y no social, difícilmente se les permitirá a
quienes consultan asumir un rol activo en las decisiones atinentes a su salud. Es fundamental
que el equipo de salud informe a quienes consultan los riesgos según las decisiones
terapéuticas que adopten y también que promuevan que estas decisiones sean adoptadas por
las personas, libres de toda forma de coerción y/o coacción, acordes a sus pautas y valores
culturales.
Una de las personas entrevistadas dijo: “Queremos mostrar que se pueden hacer las
cosas distintas, que se puede ser sujeto activo y que hay formas distintas de responder a los
problemas de salud. Queremos reiterarles e imbuirlos a todos con los que trabajamos: ONGs,
profesionales, u otros, de que se incorporen activamente.”
49
4. El papel de las organizaciones no gubernamentales
En Argentina, al igual que en América Latina, existe un vacío conceptual para definir
a las ONGs con trabajo en VIH/SIDA. Esto sucede, en parte, por la heterogeneidad de
definiciones de las organizaciones no gubernamentales en general, y por la dificultad de
clasificación, debido a la diversidad de modelos de trabajo.
Las dimensiones por las cuales las ONGs con trabajo en VIH/SIDA van construyendo
su identidad en Argentina, son: su rol y actividades; sus paradigmas de abordaje; su relación
con el gobierno; su inserción en las comunidades con las cuales trabajan; la comparación con
otras ONGs que trabajan en el campo de la salud56. Estas dimensiones se resignifican, según
Vignau, ante la implementación del Proyecto Lusida, que englobó a las ya heterogéneas
ONGs con otras entidades como cooperativas, sindicatos, clubes, iglesias y universidades,
todas incluidas bajo el término Organizaciones de la Sociedad Civil (OSCs)57.
Los objetivos y motivos por los que surgieron las organizaciones no gubernamentales
que trabajan en VIH/SIDA en Argentina fueron y son muy diversos. Incluso algunas
empezaron a trabajar la temática del SIDA por una necesidad surgida en el curso de su trabajo
con determinados grupos vulnerables, como es el caso de las trabajadoras sexuales y los/as
usuarios/as de drogas: “...los pibes que venían a hacer el tratamiento de consumo venían en
estados muy avanzados de infección por VIH. Los chicos que venían a internarse nos pedían
que fuéramos a los barrios porque los chicos no querían dejar la droga, o estaban teniendo
mucho problema con el VIH, o con la hepatitis B y C y en ese momento no había mucha
información”, expresó una de las personas entrevistadas.
En general muchas de estas instituciones orientan sus acciones hacia las poblaciones
más desprotegidas del Gran Buenos Aires. Al trabajar con estos sectores con elevados niveles
de pobreza y marginalidad se evidencia la baja escolaridad, lo que conlleva dificultades para
la comprensión de mensajes y para analizar críticamente la información. Esto no es un dato
menor a la hora de decidir sobre las acciones a desarrollar ya que esta situación impacta en la
relación de las personas con estructuras que le son desconocidas, y que viven como hostiles,
como ocurre con los servicios de salud o con quienes asocian con ellos. También se
enfrentaron a las dificultades de los inmigrantes de país y de otros países que encontraron en
la gran ciudad barreras e impedimentos culturales muchas veces insalvables.
Una de las informantes refirió “cada vez los niveles de alfabetización son más bajos,
son personas con competencias discursivas cada vez más limitadas y menores competencias
para entender los mensajes. No es sólo saber leer y escribir, algunos lo saben pero no
interpretan, o no pueden articular y conectar la información. Por ejemplo en el hospital
pueden tener problemas de orientación porque no pueden entender los carteles de
señalización para ubicar los distintos servicios y consultorios.” Esto se agravó con el
recrudecimiento de la pobreza que afecta al país y especialmente al Gran Buenos Aires.
50
A la hora de decidir las acciones se toma en cuenta el grupo al que va dirigido la
misma y sus necesidades. La necesidad de que se hable de forma clara y sencilla fue algo
expresado por varios informantes, en concordancia con lo registrado en la mayoría de la
bibliografía existente. La difusión “boca en boca” fue muy valorada por todos ya que el
lenguaje y los códigos compartidos por los pares resultan beneficiosos para la expresión y
aceptación del mensaje preventivo, como ocurre con los temas de sexualidad según se
comprobó en la población adolescente58. Según lo expresado por muchas de las personas
entrevistadas, la comunicación por medio de códigos y formas de expresión compartidos,
permite una identificación con el discurso y por ende con el mensaje que pretende difundirse.
A su vez, la identificación con pares que ejercen una función de liderazgo positivo en la
multiplicación de mensajes preventivos y/o de respeto de los derechos humanos, facilita una
adopción de pautas de comportamiento que disminuyen la vulnerabilidad frente al VIH/SIDA.
“Que una persona que es tu par te diga por qué te tenés que cuidar, cómo tenés que cuidarte,
es más importante que si viene de una persona ajena, o a que veas un aviso en la tele o en un
cartel por ahí. Eso no te llega, porque no dicen que te tenés que cuidar porque trabajás con
los genitales y entonces estás más expuesta por el mero hecho de ser mujer y por ser
trabajadora sexual. Eso no lo podés decir así en los medios de comunicación”, dijo otra
persona entrevistada. Este es un ejemplo claro del valor de los mensajes cuando se tienen en
cuenta sus pautas y valores culturales.
51
metodologías de trabajo y su encuadre, así como su composición. Sin embargo señalan a las
ONGs como las principales ejecutoras de las respuestas más activas frente al SIDA
provinieron de ONGs que lograron ubicar al SIDA como tema de la agenda pública,
sacándolo de la esfera privada y despojándolo de la discriminación y exclusión.
A partir del 2000, debido a la estrategia de vinculación de ONGs con los programas
provinciales y locales del Programa Nacional se desarrollaron instancias de articulación y
coordinación entre las ONGs y los programas provinciales y los servicios de salud, vínculos
que trascendieron los propios proyectos y se ampliaron a la planificación estratégica a través
del trabajo de elaboración y seguimiento del Plan Nacional de VIH/SIDA y ETS 2000/2003.
Las ONGs se fortalecieron, lograron desarrollar equipos técnicos y ampliaron el espectro de
las actividades de prevención que realizan. También se vincularon al Estado a través de los
programas nacional, provinciales y municipales, desarrollándose relaciones más estables que
aún hoy perduran. Relaciones que permitieron pasar de la denuncia y crítica al trabajo
conjunto, enriqueciendo la incorporación de los factores culturales en los programas
gubernamentales.
Con respecto a los esfuerzos de las ONGs para un trabajo mas articulado entre sí, las
redes que operaban en la década de los 90 eran: la Primera Red de ONGs Argentinas que
trabajan en SIDA; la Coalición de ONGs con Trabajo en VIH/SIDA en Argentina; el
Encuentro de ONGs con Trabajo en VIH/SIDA de Argentina (que se encuentra en funciones
actualmente); y la Federación Argentina de SIDA y Salud (FASS). A partir del 2001 y en el
2002 se han realizado esfuerzos para consolidar un Foro de ONGs con trabajo en VIH/SIDA,
uno de cuyos objetivos es la construcción de un interlocutor representativo de las ONGs
frente al gobierno, las empresas y otros actores. El Foro cuenta con una estructura de
delegados regionales que está funcionando y ha elegido representantes a los distintos ámbitos
52
de intercambio con el Gobierno, como el Grupo Temático de ONUSIDA, el Comité de
Manejo de Programas del Fondo Global para SIDA, Malaria y Tuberculosis, y otros.
53
5. Comentarios finales
En Argentina, no existen mecanismos para evaluar, castigar o premiar las acciones de
gobierno. La reformulación de políticas se realiza la mayoría de las veces por problemas de
presupuesto, de competencias entre jurisdicciones, o de construcción de poderes y liderazgos.
Este es un obstáculo fundamental para implementar una respuesta articulada frente al
VIH/SIDA, sobre la base de la evaluación y el monitoreo constante de las acciones
desarrolladas, dada la variabilidad del perfil epidemiológico y los consiguientes desafíos para
la prevención. El desarrollo de las ONGs en general y las específicas de lucha contra el
VIH/SIDA es todavía incipiente y refleja no solo la diversidad de actores y problemáticas
implicadas, sino también las diferencias de intereses y/o capacidades. Esto dificulta la
articulación entre ellas y con los gobiernos. Por otra parte, la crisis económica genera una
mayor dependencia de las ONGs de fondos gubernamentales, que atenta contra la capacidad
de disenso por temor a represalias y no apoyo a sus actividades. Esto no es exclusivo de
algunas ONGs o grupos sino que es hoy una realidad en todo el país y preferentemente en el
Gran Buenos Aires donde se concentran estas organizaciones.
El VIH/SIDA es, sin dudas, el problema sanitario que ha generado la mayor cantidad
de respuestas teóricas y operativas en Argentina. Sin embargo, en general las mismas han sido
desarticuladas, discontinuas y poco efectivas.
54
La Ciudad de Buenos Aires es un área privilegiada por las relaciones de interacción
entre la Dirección General de SIDA del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y las ONGs,
así como los grupos y organizaciones de profesionales. El conurbano bonaerense en más
difícil por las diferencias que existen entre los municipios y al interior de los mismos, por
coexistir muchos municipios con recursos físicos, humanos y económicos muy diversos y con
distintas modalidades administrativas. En ese sentido es importante que se promueva un
trabajo más integrado entre la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense que
abarque desde el estudio y caracterización de la epidemia hasta las estrategias y modalidades
de respuesta a la misma.
55
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VIII, nº3/4. Editada por FEIM. Buenos Aires, Argentina. Diciembre 2000.
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57
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hombres que tiene sexo con hombres” en Gogna, M. Feminidades y Masculinidades,
Editado por CEDES. Buenos Aires, Argentina. Julio 2000.
59
- Vignau, L. y otros: “La experiencia del Fondo de Asistencia para OSCs”, presentado en la
nueva Articulación Estado-Sociedad Civil, V Congreso Nacional de SIDA, Mendoza.
Noviembre 2001.
60
ANEXOS
61
Anexo 1: Metodología
Primera etapa
Segunda Etapa
63
Argentina. Este crecimiento se debe principalmente a la vía sexual como primera forma de
transmisión, y tiene un impacto visible en la transmisión del VIH de madre a hijo, cuyo índice
es el más alto de las Américas desde hace años.
El uso de drogas. Esta vía de transmisión del VIH ha crecido de manera exponencial y
es muy importante en Argentina. Los/as usuarios/as de drogas endovenosas, grupo altamente
discriminado y marginado presenta una subcultura con particularidades que deben ser
analizadas especialmente al analizar su impacto en la vulnerabilidad así como para formular
programas de prevención de la epidemia, para ser efectivos.
Tercera Etapa
Con algunos/as de los/as informantes, debió realizarse dos entrevistas, debido a las
dificultades para recabar la información de índole estrictamente cualitativa que requiere este
estudio y a la necesidad de revisar la información una vez cotejada con la de otros
informantes.
Cuarta etapa
64
y no gubernamental. Se brinda información teórica sobre las dimensiones culturales de la
epidemia y se analizan los aspectos culturales surgidos de las entrevistas.
Quinta etapa
Se realizó un taller técnico de consulta con un grupo calificado para revisar y discutir
el material en profundidad, así como los aspectos que requieran ulterior estudio e
investigación.
65
Anexo 2 : Personas entrevistadas
67
Anexo 3 : Biografías de las autoras
Mabel Bianco
Laura Pagani
69
María Inés Re
Cecilia Correa
70
Política y enfermedades en Buenos Aires, 1946-1953 *
*Una versión de este artículo fue publicado en Asclepio. Revista de la medicina y de la Ciencia,
Madrid, Vol LVIII, Nº2, julio-diciembre de 2006, pp.115-138.
*Una versión de este artículo fue publicado en Asclepio. Revista de la medicina y de la Ciencia,
Madrid, Vol LVIII, Nº2, julio-diciembre de 2006, pp.115-138.
1
Véase como ejemplo: Leandro Gutiérrez y Ricardo González., "Pobreza marginal en Buenos Aires,
1880-1919”. En: Diego Armus, D.(et..al), Sectores populares y vida urbana, Buenos Aires, CLACSO.
1984.
2
Un exhaustivo estado de la cuestión sobre los distintos abordajes en la Argentina y en América
Latina puede consultarse en Diego Armus, “Legados y tendencias en la historiografía sobre la
enfermedad en América Latina moderna”. En: Diego Armus (Compilador), Avatares de la
medicalización en América Latina, Buenos Aires, Lugar Editorial, pp.13-40, 2005.
1
La mayoría de los estudios en Argentina subrayaron las consecuencias de las
epidemias entre fines del siglo XIX y los primeros cuarenta años del siglo XX. El
corte temporal no fue casual, los avances científicos ligados con los
descubrimientos bacteriológicos y de la epidemiología permitieron abrir horizontes
para mejorar la prevención y la curación de las muchas enfermedades. Durante el
transcurso del siglo XX el descubrimiento de los agentes productores de cada
enfermedad y la elaboración del suero, la vacuna o el antibiótico que la previene o la
cura incidió en la disminución de los azotes epidémicos3.
3
Diego Armus,"Salud y anarquismo. La tuberculosis en el discurso libertario argentino 1890- 1940".
En: Mirta Lobato. (editora), Política, médicos y enfermedades, Buenos Aires, Biblos, 1998, pp. 93-
118. Agustina Prieto, "Rosario, epidemias, higiene e higienistas en la segunda mitad del siglo XIX".
En: Mirta Lobato, op. cit., pp.57-71. Ricardo González Leandri, Curar, persuadir, gobernar. La
construcción histórica de la profesión médica en Buenos Aires (1852-1886), Madrid, Biblioteca de
Historia de América-CSIC, 1999: Héctor Recalde, La salud de los trabajadores en Buenos Aires
(1870-1910). A través de las fuentes médicas, Buenos Aires, Grupo Editor Universitario, 1997; Silvia
Di Liscia, Saberes, terapias y prácticas médicas en Argentina (1750-1910), Madrid, Biblioteca de
Historia de América-CSIC, 2002; Adriana Álvarez,"Las endemias en la ciudad de Buenos Aires del
siglo XIX y principios del S. XX". En: Adriana Álvarez y otros (editores), Historia de Enfermedades,
Salud y Medicina, Mar del Plata, Universidad Nacional de Mar del Plata, 2004, pp.15-46; Diego
Armus, La ciudad impura, Buenos Aires, Edhasa, 2007.
4
Ramón Carrillo, "Progreso de la medicina sanitaria en la Argentina". En: Ramón Carrillo,
Contribuciones al Conocimiento Sanitario, Buenos Aires, Departamento de Talleres Gráficos, 1951, p.
429.
2
debido al reducido presupuesto sanitario y a las múltiples y desparejas instancias de
intervención regional. Entre los aspectos más salientes de la gestión de Carrillo se
subrayó la centralización de instituciones sanitarias, la erradicación del paludismo
gracias al uso del DDT, la duplicación en el número de camas dentro del sistema
hospitalario, la creación de nosocomios, la disminución de la tasa de mortalidad
infantil y la realización de campañas educativas5.
Con todo, esta visión debe complementarse con el estudio de los conflictos
que se produjeron en el período. Las diferentes estrategias utilizadas para restringir
el impacto de los mismos generaron cambios de rumbo en la política sanitaria y
modificaciones en las agendas gubernamentales. A partir de estos supuestos en
este artículo bucearemos en los azotes de peste bubónica, de viruela y de
poliomielitis entre 1946-1953. Nuestra atención se dirigirá en éstas enfermedades
por ser las que surgieron de forma más sorpresiva y atrajeron la atención de la
prensa periódica, las autoridades sanitarias y legislativas de la época. Si bien
nuestro foco se posará en Buenos Aires, éstas, y otras enfermedades, afectaron a
varias provincias de la Argentina. Dadas las notorias diferencias en cuanto la
infraestructura sanitaria entre Buenos Aires y otras provincias las consecuencias del
impacto de dichos brotes fueron aún más dramáticas6.
Las escasas muertes ocasionadas por la peste bubónica y la viruela no
causaron tanto pánico como en épocas anteriores. En el caso de peste y la viruela
la combinación entre la inmunización por vacuna, el aislamiento por medio de los
cordones sanitarios y las obras de infraestructura urbana moderó las secuelas de
dichas enfermedades. Sin embargo, analizarlas, insertas en la trama política y
económica de la época, nos permitirá poner de manifiesto la politización de los
procesos de salud y enfermedad, la cambiante adjudicación de responsabilidades
privadas y públicas y la dimensión histórica de estos procesos. El caso de la
poliomielitis fue diferente ya que la importancia creciente de la enfermedad reveló la
inexistencia de una infraestructura adecuada y recordó nuevamente a las
autoridades de turno la importancia de gestionar políticas sociales para mantener la
cohesión de una sociedad.
El corpus de este trabajo, está compuesto por artículos periodísticos
5
Para ampliar aspectos de la política social durante el peronismo véase: Juan Carlos Torre y Elsa
Pastoriza, “La democratización del bienestar”. En: Juan Carlos Torre, Los años peronistas (1943-
1955), Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2002, pp. 257-312.
6
Más precisamente el brote de poliomielitis en Santa Fe en 1951 espera estudios locales que den
cuenta de sus efectos sociales y políticos.
3
publicados, por el diario La Prensa, La Nación y notas publicadas en la prensa
médica. Merece ser señalado que La Prensa fue el periódico que dedicó mayor
atención a los problemas sanitarios. Esta fuente es relevada hasta 1951 después
de su clausura y su reapertura el tinte oficialista de sus mensajes logró ocultar, entre
otras cuestiones, los problemas vinculados a la aparición de las enfermedades. Esto
repercute en nuestro trabajo ya que no pudimos usar esta fuente para el análisis de
la poliomielitis. Otras fuentes son los registros oficiales compuestos por el Plan
Analítico de Salud Pública, las Memorias de la Secretaría de Salud Pública, los
Archivos de la Secretaría de Salud Pública, el Boletín del Día y los debates
legislativos.
7
Esta exclamación fue realizada por Ángel Giannini, Jefe de la Sección de Saneamiento de la
Secretaría de Salud Pública. Véase: A. Giannini, “Peste en Buenos Aires”, Hygieia. Revista de la
Asociación Argentina de Higiene, Nº 2, año 1, 1946, p. 34.
8
La peste fue una enfermedad que en la Argentina llegó a producir el 30% de las defunciones entre
los enfermos. Su llegada a América data de fines del siglo XIX. Más precisamente en la Argentina se
originó a causa de un vapor de bandera holandesa que llegó con un cargamento de arroz a
Montevideo, de ahí se hizo un trasbordo a Asunción del Paraguay, donde se produjo un brote
epidémico. Luego se expandió a Rosario y a Buenos Aires. Véase Agustina Prieto, “Rosario,
epidemias, higiene e higienistas en la segunda mitad del siglo XIX”, en Mirta Lobato (ed.), ob.cit.
9
A. Giannini, ob.cit. p.36. También Congreso de la Nación, Diario de Sesiones de la Cámara de
Diputados, 12 de diciembre de 1946, Reunión Nº 60º, p. 412.
4
tardaron en llegar. Según el diario La Prensa, la enfermedad había reaparecido
debido a la ausencia de una protección continua y adecuada en los locales cercanos
al puerto y al ferrocarril. Estos espacios públicos, poco higienizados, creaban un
campo propicio para la propagación de roedores, transmisores del mal. En oposición
a esta propuesta, la SSP responsabilizó a los “incorrectos hábitos de higiene” en los
hogares de los trabajadores más humildes y a la existencia de viviendas hacinadas,
promiscuas, mal ventiladas y con falta de aire. Ni la desidia de los empresarios ni la
ausencia de controles estatales fueron considerados factores a tener en cuenta
respecto de la difusión de la enfermedad.
La postura que centró la responsabilidad de la propagación de la enfermedad
en los comportamientos poco higiénicos de los individuos, ocultó que en la sociedad
civil ya existían prácticas “higiénicas”. Muestra de ello son las intervenciones de las
mujeres para impedir que se arrojaran desperdicios en la ciudad; o las acciones de
los vecinos del barrio de Dock Sud contra los efectos de hollín y el humo de las
fábricas.10
En un contexto de apuntalamiento de la productividad industrial, se consideró
importante la eliminación de las ratas para evitar los “daños materiales” que
causaban. Según el afiche cuya reproducción adjuntamos, una rata “consume 35
kilos de pan por año” de esto se desprendía que “consumen el equivalente a 31.000
kilos de pan”. La conclusión era que: “la destrucción de las ratas representa un
ahorro de varios millones de pesos para la Nación”. (Figura Nº 1).
10
Véanse como ejemplo las campañas de vacunación realizadas por la Agrupación Cultural
Femenina, el Centro Femenino del Norte; Hogar Femenino de Liniers; Mi Casa, de Belgrano; Junta
Femenina Pro Mejoramiento Social de Villa Lugano; Junta Femenina por el bienestar social de la
mujer y el niño, de Villa Crespo. La Prensa, 13 de julio de 1949, p. 11 y Nuestras Mujeres, año 1, Nº
IV, Buenos Aires, 1 de abril de 1948.
5
Figura Nº 1: “Daños materiales causados por las ratas”
11
Plan Analítico de Salud Pública, Buenos Aires, 1947, p. 755.
6
Figura Nº 2: Desratización de la ciudad de Buenos Aires, 1946
12
La Prensa, 4 de junio de 1947, p. 10.
13
La Prensa, 3 de diciembre de 1946, p. 10.
7
decir, el discurso pasó de la ocultación al reconocimiento de la afección. Es
probable que este cambio de actitud se debiera a las pocas muertes producidas. Así
como una epidemia puede hacer tambalear el edificio político de un gobierno, su
control por medio del uso de tácticas similares a las utilizadas en una guerra puede
generar en el imaginario popular una combinación de miedo y obediencia hacia las
nuevas autoridades sanitarias, al mismo tiempo que otorga mayor espacio político al
aparato burocrático del Estado.
Enmarcado en esta táctica de ocultar los problemas o de hacer relucir el éxito
de la campaña sanitaria según la conveniencia, en una conferencia en 1951 Carrillo
no hizo ninguna alusión del episodio. Según el erróneo análisis del Ministro de
Salud, el brote de peste que se había producido en Rosario, en 1899, había sido el
último sucedido en la Argentina.14 Sobre este incidente, destacó el alto costo político
que, seguramente, le había ocasionado el azote al por entonces director del
Departamento Nacional de Higiene, el doctor Eduardo Wilde. Afirmó, en tono jocoso,
“yo no sé si el doctor Wilde renunció a su cargo, pero si sé que si a mí me ocurre
algo parecido no duro veinticuatro horas como ministro de Salud Pública de la
Nación”.15 Como se desprende de este comentario, entre las astucias de Carrillo
salía a relucir su conciencia sobre las consecuencias políticas que podía traer
aparejadas la existencia de una enfermedad que, para el momento, estaba
relativamente controlada gracias a los avances de la ciencia.
Es probable que el miedo producido por las posibles consecuencias sociales
y políticas de un evento natural persistiera en el imaginario de los funcionarios de
gobierno. El terremoto de San Juan en 1944, la colecta y la ayuda médica posterior
comandada por Perón, se habían convertido en un hito que dio fuerza a su proyecto
político. El impacto político de este momento fundacional podía rápidamente
esfumarse frente a otra crisis “natural” en la que no mediara el mismo correlato de
14
Esta observación no coincide con los reiterados focos infecciosos que existieron en diversas
provincias argentinas entre 1930 y 1942. A modo de ejemplo véanse las referencias aparecidas en:
Luis Damato, “Brote de peste en los Medanitos y el Médano (San Luis), Revista del Instituto
Bacteriológico del Departamento Nacional de Higiene, t, VII, 1936, p. 410; Enrique Savino, “Casos de
peste en la Provincia de Jujuy” en Boletín Sanitario del Departamento Nacional de Higiene. 1942. VI.
p. 375; Miguel Sussini, “Aparición de un foco pestoso en la Provincia de Mendoza”, Boletín Sanitario
del Departamento Nacional de Higiene, t, II, 1938, p. 472 y Leopoldo Uriarte, “Etapa de la peste hacia
el oeste argentino. San Juan. 1931”, Revista del Instituto Bacteriológico del Departamento Nacional
de Higiene, 1931, t. VII, p. 549.
15
R. Carrillo, Contribuciones…, ob.cit., p. 436.
8
fuerzas.16
¿Viruela o alastrim?
16
Sobre las consecuencias sociales y políticas del terremoto de San Juan en 1944, véase Mark Alan
Healey, “La trama política de un desastre natural: el terremoto y la reconstrucción de San Juan”, en
Entrepasados, Nº 22, 2002, pp. 49-65.
17
“Nuestro Parlamento trató importantes proyectos relativos a la salud pública”, en Archivos de la
Secretaría de Salud Pública, Vol. II, Nº 10, septiembre de 1947, pp. 23-32.
18
Secretaría de Salud, Plan Analítico de Salud Pública, Buenos Aires, 1947, p. 759.
19
La Secretaría de Salud Pública anunció que en 1947 se habían producido casos de viruela en el
norte del país. Ministerio de Salud, Memoria correspondiente al período 1946-1952, Buenos Aires,
Talleres Gráficos, 1952,p. 248.
20
Nuestras Mujeres, Buenos Aires, 1 de agosto de 1949.
9
Prensa que apuntaban contra las autoridades de salud. De acuerdo con el periódico,
este brote epidémico daba cuenta de las condiciones sanitarias poco satisfactorias;
además, agregaba que los treinta internados de viruela no representaban la real
cantidad de enfermos existentes. Se pronunciaba por la necesidad de rastrear las
inasistencias en las escuelas primarias y secundarias y detectar la cantidad de
personas que se atendían en sus domicilios. Por lo tanto la pregunta que giraba en
torno al brote era: ¿por qué había aparecido un brote epidémico si esta enfermedad
estaba a punto de desaparecer?
La Prensa sugirió que las personas que no se vacunaban eran aquellas que no se
sentían obligadas a efectuar dicha práctica porque no debían presentar el certificado de
vacunación ni en el trabajo ni en la escuela ni ante ninguna autoridad nacional. Esto, por un
lado, ponía en duda el éxito de la implementación del certificado de vacunación obligatorio y
por otro lado, cuestionaba el mensaje oficial. Recordemos que éste pretendía romper toda
vinculación con el pasado. La posible asociación de la política sanitaria con una enfermedad
de otros tiempos podría significar un indexado costo político.
Según La Prensa, los métodos coercitivos no servían para crear una
“conciencia sanitaria”. Era necesario efectuar una campaña que se centrara en los
beneficios que significaba la aplicación de la vacuna para las personas. Si bien la
responsabilidad de aplicársela era individual, solo se inmunizaban las personas
pertenecientes al pequeño sector de la población que poseía cierta “conciencia
sanitaria”. Sin embargo, respecto de aquellas que aún no habían “desarrollado”
dicha “conciencia”, la responsabilidad recaía de manera inevitable en las
autoridades oficiales, las que deberían, en el futuro, asumir un papel más diligente.21
Este punto de vista, sesgado por un cierto tinte evolucionista, consideraba que una
participación más activa de los profesionales de la salud colaboraría con la
ambicionada higienización; que redundaría en beneficios económicos en tanto se
alcanzara el grado óptimo de civilización y modernidad. En forma paralela, las voces
que se alzaban daban cuenta de los problemas que acuciaban a la política sanitaria.
La mera existencia de una ley que obligara a las personas a vacunarse no podía
tomarse, de ninguna manera, como el único elemento a considerar ya que sabido es
que existe una distancia entre la enunciación de ciertas ideas, el diseño de las
políticas, su efectiva puesta en práctica y los resultados que se obtienen.
21
La Prensa, 6 de septiembre de 1949, p. 5.
10
Por parte de la población, existían serios límites intelectuales y económicos
que debían salvarse para que la vacunación se cumpliera. Aún existían temores
sobre las complicaciones, ya que algunos inoculados habían sufrido infecciones por
rascado, y se habían generado casos de encefalitis post vaccinal. En las zonas
rurales, las largas distancias que debían recorrerse para llegar a los vacunatorios
desalentaban a los pobladores. En los centros urbanos, la demanda de servicios no
se condecía con la oferta de personal capacitado. Los profesionales, por su parte,
tenían serios problemas técnicos y de capacitación; muchos desconocían el lugar
preciso donde debía ser aplicada la vacuna, otros aplicaban más de una
inoculación.
24
Boletín del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social de la Provincia de Buenos Aires, junio de
1949, p. 3.
25
La Prensa, 6 de septiembre de 1949, p. 5
26
Vilches y Chialvo, “Purificación y desecación de la vacuna antivariólica libre de gérmenes
bacterianos”, Revista del Instituto Malbrán, Buenos Aires, t, XV, Nº 2, 1950-1953.
12
Capital Federal había sido de viruela.27
Esta enfermedad produjo episodios en Salta y Jujuy en 1947 y 1948. Según
Rafael Villagrán, “estos vergonzantes episodios epidemiológicos” se debían a la
ausencia de supervisiones sanitarias en la zona montañosa y a la lejanía de los
vacunatorios. En la zona puneña se utilizaba el antiguo método de protección,
basado en la ingestión, en diversas formas, de las costras de los enfermos.28
La aparición de contagios, medianamente controlados por los avances de la
ciencia, ponía en cuestión los aspectos preventivos de la política sanitaria y el éxito
de las campañas de vacunación realizadas por la SSP. Es necesario subrayar que
éstas se inauguraban con un notable despliegue visual y discursivo.29 Es a partir de
este tamiz de intereses que debemos interpretar la invisibilización de los casos de
viruela.30 Lo que estaba en juego era uno de los principios nodales de la política
sanitaria, la profilaxis, entendida como la implementación de todos los medios
políticos disponibles para evitar la aparición de epidemias.31
27
Isidoro Steinberg, Adolfo Díaz Trigo, Rafael Markmann y José Ink, “Características clínico
epidemiológicas sobre el último brote de viruela aparecido en la Capital Federal y alrededores
durante el año 1948”, en La Semana Médica, Nº 3014, t, 99, Nº 16, 1949, pp. 617-623.
28
Rafael Villagrán, “Viruela en el norte”, Revista del Círculo Médico de Salta, Nº 4, 1949, pp. 33-36.
29
Ejemplo de ello son: “La Primera Campaña Sanitaria”, realizada en el mes de julio de 1947. Véase
capítulo 2.
30
En 1950 hubo un rebrote epidémico que ocasionó 14 muertos. El Ministerio adujo que dichas
muertes no habían sido provocadas ni por la viruela ni por alastrim, sino por otras enfermedades
tales como cáncer, dolencias cardíacas y fractura de huesos. Todas estas, consideradas “modernas”.
Véase R. Carrillo, Contribuciones..., ob.cit, p. 369.
31
Plan Analítico de Salud Pública, ob.cit, p. 73.
32
“El Balance Sanitario”, Archivos de la Secretaría de Salud Pública, Vol. I. Nº 4,1947, pp.1-4.
33
Memoria, ob.cit, p. 244.
13
Cuadro Nº 1: Balance de la SSP sobre las enfermedades que se tendrían en cuenta
en el plan sanitario.
Enfermedades %
Cardiovasculares y renales 25,0%
Aparato respiratorio 11,0%
Afecciones traumáticas 6,7%
Infancia e infecciosas 6,1%
Nerviosas y mentales 5,8%
Tuberculosis 5,4%
Cáncer 4,6%
Reumatismo 4,4%
Aparato digestivo 4,3%
Afecciones de la senectud 4,3%
Maternología 2,2%
Hemorragia cerebral 2,1%
Hernias 1,9%
Afecciones visuales 1,8%
Todas las otras causas 14,4%
14
Fuente: Archivo General de la Nación. Departamento Documentos
Fotográficos, Argentina.
34
La Prensa, 12 de noviembre de 1948, p.4.
15
la población para “lograr la erradicación sistemática de la “viruela-alastrim”. Además,
se propuso lograr una mejor coordinación con las campañas sanitarias realizadas en
los países limítrofes, aumentar los intercambios académicos con el fin de estudiar el
problema de la viruela y su prevención en otros países, incrementar los planes de
difusión sanitaria y aunar fuerzas con los representantes de los organismos de salud
internacionales. Sobre este último tópico, en el mes de marzo de 1954, en las
provincias de Salta y Jujuy, se realizó una prueba piloto con una nueva vacuna
contra la viruela elaborada en forma conjunta entre el Ministerio de Salud Pública y
la Organización Panamericana de la Salud. Esta asociación entre las autoridades
locales y la OPS tomaría un mayor protagonismo en la década del sesenta. Los
argumentos ideológicos de esta vinculación rondarían el miedo por la “Revolución”
y, como contrapartida, ponían en evidencia la necesidad de desarrollar la economía
local y la participación comunitaria.35
Estas medidas influyeron beneficiosamente, ya que lograron limitar el proceso
contagioso. Según un registro estadístico de la Provincia de Buenos Aires, en 1952
se verificó la desaparición casi completa del “alastrim” (Cuadro Nº 2). A este notable
entusiasmo por la desaparición del “alastrim”, se informaba sobre la existencia de
casos de poliomielitis producidos a fines de 1951 en Tandil y Mercedes.36
35
“Fue aprobado el Plan de Epidemiología y Endemias para la Lucha contra “P-4”, Boletín del Día, Nº
117, 3 de julio de 1950, p.1052. También Resolución Nº 29.895 del 6 de diciembre de 1949 y
Resolución Nº 36.205 del 10 de julio de 1951. En Memoria..., ob.cit, p. 405. “Será ensayada en
provincias del Norte un nuevo tipo de vacuna contra la viruela Alastrim”, Boletín del Día Nº 1.018, 22
de marzo de 1954, p. 441.
36
Memorias del Ministerio de Salud y Asistencia Social de la Provincia de Buenos Aires, 1952, p. 45.
16
1948 --- 32
1949 (a) 137 9
1950 1084 14
1951 749 5
1952 (b) 249 3
Notas: (a) comprende un período de 8 meses
(b) comprende un período de 11 meses
Fuente: Memorias del Ministerio de Salud y Asistencia Social de la Provincia de
Buenos Aires, 1952, p. 45.
37
Afirmación de Ramón Carrillo el 6 de abril de 1953 en una conferencia de prensa.
38
Con la solitaria excepción de Julio Lardies González la historiografía argentina no mostró interés
por las consecuencias sociales y políticas de esta enfermedad. Julio Lardies González, “Génesis y
unificación del concepto de poliomielitis”, Asclepio, vol. 26-27, 1947, pp. 135-140.
39
Para ver un análisis de los brotes de poliomielitis véase A. Marque, “Enfermedad de Heine Medin”,
en La Semana Médica, Nº 49,1947, p. 1537; Gregorio Oclander, Historia de la enfermedad de Heine
Medin en la República Argentina, Tesis doctoral, Facultad de Ciencias Médicas, Universidad de
Buenos Aires, 1947; A. Vilches, “Caracteres epidemiológicos de la polio en la Argentina”, en El Día
Médico, XXXI, 1952, p. 781.
17
pacientes, aparatología para los tratamientos ni personal especializado, por ejemplo,
enfermeras y kinesiólogos. La Segunda Conferencia para el Bienestar del Lisiado,
realizada el mes de octubre de 1946, fue un escenario propicio para reclamar una
activa intervención de las autoridades por medio de la creación de un “Centro o
Instituto para el tratamiento de la Parálisis Infantil”.40
Asimismo, se reconocía que la única institución que “hacía algo” para
remediar la situación del niño con parálisis era la Sociedad de Beneficencia de
Capital Federal, que desde 1945 había entablado convenios con el Consejo
Nacional de Educación para internar niños con parálisis infantil en los nosocomios
que dirigía esta sociedad. Ahí los pacientes recibían educación e instrucción por
intermedio de un “cuerpo especial de maestros”.41
Estas preocupaciones fueron planteadas en el Plan Analítico de Salud
Pública de 1947. En la sección de Epidemiología y Endemia se estipuló la
necesidad de “estudiar y resolver los problemas vinculados a la enfermedad de
Heine Medin, prestando asistencia integral a los enfermos y proveyendo a la
rehabilitación de los lisiados”.42 En el mes de septiembre de 1947, el Congreso
Nacional sancionó la Ley Nº 13.022, que destinó $20.000.000 moneda nacional para
combatir las enfermedades infecciosas en todo el país, dispuso la construcción un
hospital de niños en la Capital Federal y la instalación del Instituto de Heine Medin,
que se dedicaría a investigación, profilaxis, reeducación y rehabilitación.43 Esta
iniciativa legislativa se había inspirado en la acción realizada por la “Fundación
Nacional de la Parálisis Infantil” creada por Franklin Delano Roosevelt en Warm
Springs.
El debate parlamentario puso en evidencia la aparición de brotes esporádicos
cada vez más agravados de poliomielitis, que afectaban a lo “más preciado de la
sociedad: los niños”. Ricardo Guardo, presidente de la Cámara de Diputados,
describió la escasa asistencia existente en la Capital Federal para los
poliomielíticos: solo dos salas en el Hospital Muñiz, con 39 camas cada una.44
En 1952, la viabilización de la mencionada ley no se había concretado. El
40
José Reggi, “El problema del tratamiento de la parálisis infantil en nuestro país”, en Segunda
Conferencia para el Bienestar del Lisiado, Buenos Aires, 1946.
41
Plan Analítico de Salud Pública, ob.cit, p. 770.
42
Plan Analítico de Salud Pública, ob.cit, p. 767.
43
Ley Nº 13.022 de 1947, en Memoria, ob.cit, p. 241.
44
Congreso de la Nación, Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, t, IV, Reunión 30, 4 de
septiembre de 1947, p.117.
18
hospital destinado a niños con enfermedades infecciosas –que se iba a construir en
la zona de Puerto Nuevo–45 permanecía aún sin licitar y el Instituto de Investigación
de Heine Medin funcionó únicamente como un anexo en el Hospital Muñiz.
Así es que ni las preocupaciones de índole científica ni el interés legislativo
por esta enfermedad pudieron evitar las consecuencias del brote más alto registrado
en la Argentina hasta esa fecha, que afectó a 2.579 personas.46 La zona más
afectada fue Buenos Aires, a la que seguían en número de casos las provincias de
Santa Fe, Tucumán y Córdoba.47 La preocupación médica y política respecto de las
consecuencias de dicho padecimiento no radicaba tanto en los índices de
mortalidad (179 fallecidos), sino en la incapacidad permanente (1.316 inválidos)
para las poblaciones de menor edad, ya que el 71% de los pacientes fueron
menores entre cero y cuatro años.
Las secuelas en los niños atacados por la forma grave de la parálisis infantil
son defectos físicos en sus extremidades y en su cuerpo debido a las lesiones
irreparables que sufre el sistema neuro-muscular. Dentro de un contexto de
expansión del mercado interno y de demanda de mano de obra, la invalidez no solo
constituía un problema médico, sino también económico, dado que sustraía fuerza
de trabajo al mercado laboral o limitaba su rendimiento. Los enfermos agudos
podían llegar a permanecer internados durante seis meses o un año, los graves de
dos a tres años.48
En 1936 había sido promulgada la ley Nº 12.317, que legislaba sobre la
denuncia obligatoria de las enfermedades contagiosas transmisibles. Esta
disposición permitió que el área estatal poseyera estadísticas que dieran
información sobre el desarrollo, la intensidad y la localización de las personas
afectadas por la polio. Sin embargo, no existió la fiscalización de la evolución
posterior de los casos. Los grupos carentes de recursos económicos desatendían
45
Se destinó una parcela en la zona de Puerto Nuevo para la construcción del Hospital de Niños
para las enfermedades infecciosas y el Instituto Heine Medin. Véase Decreto del Poder Ejecutivo Nº
5362/50 en Boletín Administrativo del Ministerio de Salud Pública, año 6, Nº 16, 1950. En 1954 se
inició la construcción de dicho hospital especializado, que nunca se concluyó.
46
En el mes de abril de 1949 se había producido un caso de parálisis infantil en la ciudad de Buenos
Aires, según un comunicado de la Ministerio de Salud Pública el 21 de abril de 1949. Entre los meses
de abril y julio de 1951 se produjeron casos de poliomielitis en la Ciudad de Buenos Aires y en la
Provincia de Santa Fe. Véase Resolución Nº 36.181 del 5 de julio de 1951 en Memoria..., ob. cit., pp.
312 y 405.
47
En la provincia de Santa Fe se creó una Comisión de Defensa y Prevención de la Poliomielitis con
el fin de organizar la lucha contra dicha enfermedad frente al brote producido en la ciudad de
Rosario. Véase Boletín Informativo del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social, Santa Fe. Nº
152-153, p. 680.
48
Marcelo Fitte, “Asistencia Social en la parálisis infantil”, Segunda Conferencia, ob.cit, p. 91.
19
las prescripciones médicas una vez que abandonaban el nosocomio. El
procedimiento de recuperación era oneroso debido a la cantidad de profesionales
especializados necesarios para realizarla y a los tratamientos que debían seguirse
posteriormente. Estos eran dirigidos por kinesiólogos, que se ocupaban del
tratamiento de rehabilitación en el agua; y en muchas ocasiones eran necesarias
prótesis. La perseverancia en el tratamiento era de vital importancia, ya que sin él se
podía llegar al estado crónico, a la incapacidad física y, en casos más graves, a la
muerte por asfixia.
Estas cuestiones condujeron a que, en 1947, se planificara la elaboración de
un Censo de Enfermos y Lisiados por la Parálisis Infantil, cuyo fin principal sería el
de establecer el monto de subvenciones que el Estado prestaría a los enfermos o a
sus familias. También se estipuló la contratación de médicos especializados en el
extranjero y el envío a otros países de médicos jóvenes, enfermeras y kinesiólogas
para que perfeccionaran sus conocimientos acerca del tratamiento y, a su regreso,
pudieran difundirlos.
Si cruzamos estos objetivos con las obras efectivamente realizadas durante
el período, encontramos que el Censo no se realizó. Es a partir de 1951, en función
de la aparición de brotes esporádicos en Santa Fe y en Buenos Aires, que apareció
una preocupación política por la poliomielitis, que se tradujo en una serie de
medidas que apuntaron a recabar información científica sobre la enfermedad.
Muestra de ello fueron la participación oficial de la Argentina en congresos
internacionales y la contratación de médicos extranjeros especialistas para que
dictaran conferencias.49
El organismo sanitario era consciente del incremento en el número de casos,
pero justificó su aparición como parte de una “ola epidémica mundial”. De acuerdo
con este argumento, se sostuvo que los índices en la Argentina eran menores que
los aparecidos en Estados Unidos.50 Esta estrategia discursiva liberaba al Estado de
toda responsabilidad.
En la misma línea, en una conferencia de prensa realizada por el 2 de abril de
1953, Carrillo subrayó que los casos de poliomielitis registrados no constituían una
epidemia, ya que no se había registrado un caso cada diez mil habitantes. Según él,
49
Resolución Nº 33.775 del 16 de abril de 1951 y Resolución Nº 33.788 del 17 de abril de 1951.
Memoria, ob. cit, pp. 400 y 401. También “Enfermedad de Heine Medin”, Anales Nestlé, Nº 45, 1947,
pp. 11-28 y H. Kempski, “Nuevos aspectos sobre la patogénesis de la enfermedad de Heine Medin”,
La Semana Médica, t, 106, Nº 1, 1955. También Boletín del Día, Nº 1070, 1954, p. 903.
50
R. Carrillo, Contribuciones..., ob.cit., p. 379.
20
hasta el 31 de marzo de 1953 había 783 enfermos de polio en todo el país y, si bien
reconocía que dicha cifra era mayor que la registrada el año anterior afirmó que “la
epidemia de poliomielitis no existe”. En este comunicado responsabilizó por la
“psicosis de la población” a los médicos que, con sus apreciaciones poco certeras,
facilitaban la “difusión de rumores infundados”. Asimismo, Carrillo trató de hacer
frente a las acusaciones sobre la falta de tecnología adecuada cuando sostuvo que
el Instituto de Heine Medin contaba con 14 pulmotores y que existían camas
disponibles para satisfacer todas las demandas de asistencia.51
Recordemos que, durante 1947, Inglaterra, Austria, Alemania y
Checoslovaquia sufrieron azotes de polio. Esto alarmó a la comunidad médica y
puso sobre el tapete la urgente necesidad de estudiar las causas, la prevención y la
curación de esta enfermedad virósica. Parafraseando las ideas de Susan Sontag,
mientras que otras enfermedades estaban controladas, la polio se asemejaba a una
plaga de crecimiento y modernidad. La dolencia estaba tan descontrolada que
parecía surgir otra vez de los pozos más profundos de la impotencia o de la
condena humana.52
Algunas investigaciones adjudicaron la diseminación del virus de la polio a la
situación geográfica y a los factores climáticos. Otras, a la propagación realizada por
las moscas y los mosquitos.53 Otros estudiosos consideraron que la polio afectaba
con más frecuencia a los individuos pertenecientes a “las clases acomodadas” que a
los pertenecientes a los sectores populares. Esta última hipótesis asombró a los
profesionales de la salud, que aún le otorgaban un peso significativo a la relación
entre las malas condiciones de higiene y la difusión de esta enfermedad.
En 1953, esta teoría fue puesta en duda por Humberto Ruggiero quien,
influenciado por los trabajos de un investigador de Estados Unidos, comprobó que la
polio atacaba por igual a cualquier clase social. Su estudio demostró que en la
Argentina, para el brote de 1953, el factor interhumano había sido el principal causal
de contagio, dado que en las zonas de mayor densidad poblacional la enfermedad
51
“Informó el Ministerio de Salud Pública sobre la verdadera situación sanitaria con respecto al brote
de poliomielitis”, Boletín del Día, Nº 779, 1953, p. 513.
52
Susan Sontag, Las enfermedades y sus metáforas, Barcelona, Muchnik, 1980.
53
En el Almanaque Sanitario Rural aparece una nota informativa que señala que el “Culpable de la
parálisis infantil” es la mosca. Por ello se aconseja mantener las letrinas limpias y desinfectadas y
quemar los cuerpos de animales muertos. Ministerio del Interior. Dirección Nacional de Salud Pública,
Almanaque Sanitario Rural, Buenos Aires, 1946, p.182.
21
tuvo mayor difusión.54
Además de estos estudios científicos, existían creencias populares sobre las
formas de evitar el contagio. A instancias de ellas, muchos niños concurrían a los
lugares públicos con bolsas de alcanfor en sus cuellos, o se pintaban los árboles y
los cordones de las veredas con cal. Entre las dudas científicas y las creencias
populares también es necesario destacar que, desde la esfera estatal, fueron
escasas las menciones informativas respecto de esta enfermedad.55
El tratamiento en el momento agudo de la parálisis infantil era incierto. La
aplicación de estreptomicina no había dado buenos resultados.56 Para las formas
asfixiantes se utilizaba el “pulmotor o pulmón de acero” pero muchos centros
asistenciales no poseían esta tecnología.57 Esto muestra las limitaciones materiales
que tenían muchos de ellos a la hora de satisfacer las urgencias sanitarias.
Para evitar la expansión del mal se apeló a medidas de cuarentena,
vigilancias, desinfección de ferrocarriles y automóviles, cordones sanitarios en
plazas y escuelas, exterminio de insectos, limpieza de espacios públicos, aplicación
de gotas nasales, realización de gárgaras; y a los niños se les aconsejaba la ingesta
de una o dos pastillas de clorato de potasio por día. Recién en 1957 se produjo la
primera experiencia de inmunización masiva con vacuna a virus muerto tipo “Salk”,
que destruía a los virus con la formalina. La vacuna tipo “Sabin” (1963) con virus
atenuado, fue mejor aceptada debido a su practicidad. Su administración era oral,
en forma de unas cuantas gotas de un jarabe de sabor agradable, y podía ser
administrada por personal no especializado.58
Es decir, a pesar de que existían razones técnicas para lograr un acuerdo
político que avanzara en la investigación de determinadas dolencias, los diferentes
54
Humberto Ruggiero, Estudio de la epidemia de Heine Medin del año 1953, Tesis doctoral de la
Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires, 1955.
55
Entrevista a Horacio José Rozenwurcel el 14 de septiembre de 2004 realizada por José Trujillo,
Karina Ramacciotti, Belén Herrera (periodista de La Prensa), en el Departamento de Humanidades
Médicas de la Facultad de Medicina de la UBA
56
“Primer informe de la Comisión de estreptomicina”, en Archivos de la Secretaría de Salud Pública,
Nº 1, 1949, p. 79.
57
La Casa Cuna (en la actualidad Hospital Ricardo Gutiérrez), un tradicional Hospital de Niños de la
Capital Federal, no poseía ningún pulmotor y en Tandil, en el Hospital Ramón Santamarina un grupo
de personas decidió construir uno para paliar los efectos de la enfermedad. Véase “La poliomielitis en
Tandil”, en El Día Médico, t, V, 1956, p. 1139.
58
Durante la década del 50 del siglo XX existió un debate en la sociedad médica, en el que se
discutieron las diferentes posturas de Jonas Salk y Albert Sabin. Véase posturas en Symposiun
Internacional sobre Poliomielitis en VII Jornadas de la Sociedad Argentina de Pediatría en Embalse
Río Tercero, 16 de abril de 1956. Día Médico, t, XXXI, 1956. La comunidad científica argentina fue
más proclive a la vacuna de Sabin.
22
tiempos e intereses provocaron un alargamiento en la concreción de dichos
objetivos. Es en este sentido en que puede percibirse la fuerte relación existente
entre las enfermedades y la política, y cabría preguntarse hasta qué punto la
concreción política de dichos consejos técnicos pudo haber incidido en la
prevención de esta enfermedad, tanto para el período estudiado como para el brote
producido en 1956.59
Recapitulación
59
Memoria..., ob.cit, p. 106.
23
estrategias para liberar los compromisos de las autoridades sanitarias en dichos
sucesos y culpabilizar a la víctima nos lleva a reflexionar sobre las consecuencias
políticas de éstos episodios para un gobierno que tenía como uno de los puntos
nodales: la medicina preventiva y la educación sanitaria. Dicho de otra forma el
énfasis puesto desde esfera sanitaria a las responsabilidades individuales pone en
tensión la asociación tradicional que se hace del peronismo como la visión más
acabada del Estado de Bienestar en la Argentina. Si bien es indudable que con el
peronismo se ampliaron los contenidos reales y simbólicos de la ciudadanía social
este proceso no estuvo exento de tensiones y rastrear los conflictos producidos
durante estos tres brotes epidémicos nos permite matizar el carácter monolítico
atribuido a la política sanitaria durante este período.
24
VII
Enpenmedades, médicos y CULTUW
higiénica
286
los a ñ o s veinte f u e r o n evidentes los p r o b l e m a s de la falta de ca-
mas, d e la escasez de r e c u r s o s y, en general, de una d e m a n d a insa-
tisfecha.
La sociedad, especialmente en las ciudades grandes, ya no era
la misma. La higiene defensiva de fines del siglo XIX y comien-
zos del XX perdió presencia, y sobre su tono alarmista se fue arti-
culando una versión nueva, positiva, que combinaba la preocupa-
ción por la salud, la plenitud física y la perfección moral. Y en esta
apuesta el tema que se recortaba como una muletilla fue el del
estilo de vida, una suerte de recurso estratégico multivalente que
se proponía indicar los caminos que conducían a una supuesta fe-
licidad. Esta apuesta por la salud no fue, entonces, una réplica del
alarmismo finisecular, marcado ante todo por el cíclico azote de
las epidemias de enfermedades infectocontagiosas. Es cierto que
en ocasiones reaparecía el tono alarmista, pero lo que en esos años
se estaba imponiendo era la convicción de que haciendo las cosas
de un cierto modo era posible estar sano y gozar de una salud
pensada como un valor integral y absoluto.
N O V E D A D E S Y persistencias en la A G E N D A DE
la salud pública
288
mortalidad infantil, toda vez que lo que estaba enjuego, se supo-
nía, era el futuro de la raza. En este caso, lo que contaba era el
conjunto de efectos negativos que la sífilis tenía en la reproduc-
ción. Y aun cuando sus reales consecuencias fueron materia de
discusión, quienes lideraron las campañas de profilaxis remarcaban
una y otra vez que la sífilis era un problema no sólo porque podía
llevar a la parálisis, la locura y la muerte, sino también porque
producía malformaciones orgánicas en niños concebidos por pa-
dres sifilíticos. Así, las enfermedades de transmisión sexual ter-
minaban colocadas en una encrucijada donde la moral, la sexuali-
dad y la oferta de servicios de atención antivenéreos convergían al
momento de definir políticas no sólo respecto de la legalización o
no de la prostitución, sino también en cuanto a sus efectos degene-
rativos en la herencia. En ambos casos, el temor y las obsesiones
sexuales marcaron el modo en que el problema fue construido y
presentado a la sociedad por los reformadores sociales y médicos.
Curiosamente, la fuerza e insistencia del discurso de la profilaxis
social con todos sus matices e intensidades —algunos llegaron a
hablar de esterilizaciones forzadas de los enfermos y muchos más
de la necesidad de difundir la educación sexual en una clave casi
puritana que parecía borrar ideologías— se desplegaron en un mo-
mento en que las estadísticas no sólo revelaban que la sífilis no era
una causa de muerte particularmente destacada sino también indi-
caban su retroceso. A pesar de ello, quienes animaban las campa-
ñas antivenéreas insistían —sin probarlo— en que la sífilis estaba
asociada a un sinfín de males, desde las úlceras de estómago a las
enfermedades nerviosas, el cáncer o el raquitismo. Se justificaba
así un discurso alarmista donde la moral y la medicina se poten-
ciaban mutuamente.
El paludismo, por su parte, afectaba fundamentalmente a cier-
tas zonas del interior. Una importante proporción de la población
infantil moría por esta causa y entre los adultos asumía las carac-
terísticas de una e n f e r m e d a d crónica, con manifestaciones
episódicas de carácter agudo y períodos de latencia que, con fre-
cuencia, despertaban falsas expectativas de curación. Presente en
Tucumán, Salta y Jujuy desde la época de la Conquista, la expan-
sión del ferrocarril y la movilización de trabajadores hacia la zafra
azucarera tucumana facilitaron su difusión hacia Santiago del Es-
tero, Catamarca, La Rioja, Córdoba, Corrientes, Chaco y Misio-
nes. Luego de años caracterizados por el desconcierto y la impo-
289
tencia, hacia comienzos de siglo fue emergiendo una más nítida
preocupación por el tema y el paludismo devino en una cuestión
pública, no sólo a nivel provincial sino también nacional. Esta toma
de conciencia fúe en parte facilitada cuando algunos higienistas
argentinos se familiarizaron con los descubrimientos en el tema,
esto es, la identificación del agente patógeno transmisor—el mos-
quito anofeles— y el ciclo de la enfermedad entre los seres huma-
nos. Para esos años ya era posible, entonces, empezar a pensar
estrategias específicas que podrían llevar a la erradicación del mal.
Fue también entonces cuando el Departamento Nacional de Hi-
giene convocó a una reunión nacional e invitó al Ministerio del
Interior a atender "el extraordinario desarrollo" del paludismo en
las zonas de producción azucarera.
Las estadísticas sociodemográficas asociadas a la endemia no
hacían más que contribuir a articular un discurso público que en el
mediano plazo facilitaría el lanzamiento de la lucha antipalúdica.
En Salta y Jujuy las cifras de mortalidad superaban a las de natali-
dad y en Tucumán el crecimiento vegetativo de la población era
mínimo. En 1903 se presentó en el Congreso Nacional un proyec-
to de ley destinado a organizar la campaña antipalúdica; hacia 1907
se sancionó la ley 5.195 y un año más tarde se aprobó su regla-
mentación. En 1911 se realizaron modificaciones que apuntaban a
una mayor descentralización en la asignación de los recursos. El
texto legal reconocía la necesidad de un abordaje múltiple del pro-
blema, que suponía la realización de obras de saneamiento del
suelo, la destrucción de larvas y mosquitos, el establecimiento de
consultorios especiales y la provisión de quinina para la población
afectada. En los primeros años, y por falta de recursos, las accio-
nes sobre el medio fúeron marginales. La aplicación de quinina,
que sí se llevó a la práctica, no logró resultados satisfactorios, en
parte por la dificultad de detección de los infectados, en parte por
la débil disposición de la población para continuar el tratamiento
cuando ya se habían superado los síntomas agudos de la dolencia.
Y también porque probablemente la población rural adulta asumía
que las fiebres intermitentes propias de la enfermedad eran parte
inevitable de la vida. A todo lo largo de la segunda década del
siglo el Departamento Nacional de Higiene presentó iniciativas de
ley por las cuales se reclamaban aumentos en las partidas destina-
das a la lucha antipalúdica, enfatizando la necesidad de acompa-
ñar la aplicación de quinina y la lucha contra el mosquito con ini-
290
ciativas motorizadas por grandes empresas y municipios dirigidas
a sanear los depósitos de agua, mejorar las viviendas e impulsar la
educación sanitaria en las escuelas.
Entre 1916 y 1935 la campaña antipalúdica enfatizó en el masi-
vo uso de la quinina como terapéutica específica y las obras de
desagües como modo de reducir la densidad de mosquitos que, ya
se sabía, eran los causantes y vectores de la enfermedad. Lo que
todavía se mantenía como una incógnita era el tipo de mosquito
anofeles que afectaba la región. La experiencia italiana en la mate-
ria —desarrollada naturalmente en función del tipo de mosquito
prevaleciente en la península— fúe la referencia que marcó la es-
trategia de las autoridades sanitarias argentinas y también el ámbi-
to académico donde se formaron muchos de los especialistas loca-
les en el tema. Fue en ese contexto cuando comenzó a hacerse
sentir la influencia norteamericana en cuestiones sanitarias, reafir-
mando una tendencia hegemonizante ya indudable en otras esfe-
ras de la vida nacional. Entre la década de 1910 y la de 1930 la
Fundación Rockefeller desplegaría sobre América Latina recursos
técnicos y financieros y una firme convicción por promover cam-
pañas contra enfermedades que, se pensaba, eran fáciles de erradi-
car, tratar y controlar. Impulsaron entonces programas de corto
plazo y poca inversión en infraestructura sanitaria que apostaban a
difundir estrategias no tanto preventivas o de mejoramiento gene-
ral de las condiciones de existencia sino esfuerzos curativos y mo-
dos de control técnico. Las enfermedades que demandaban inicia-
tivas más generales, más largas o más complejas, no estaban
jerarquizadas en su agenda para la región. El paludismo o malaria,
junto a la fiebre amarilla y la anquilostomiasis, fueron entonces
sus objetivos prioritarios. Así, en 1925 el Departamento Nacional
de Higiene firmó un convenio de cinco años de duración con la
Fundación Rockefeller destinado al estudio y control del paludis-
mo en Tucumán, Salta y Jujuy. En el marco de este convenio, co-
financiado, se crearon laboratorios, se facilitó —al tiempo que se
afirmaba la presencia del Estado federal— cierta descentraliza-
ción de la lucha antipalúdica desarrollando instancias ejecutivas a
nivel provincial y regional, se avanzó en la construcción de obras
de infraestructura básica para la desecación de pantanos, se capa-
citó y entrenó personal no médico y, tal vez lo más importante, se
logró empezar a difundir en la sociedad el tema de la salud en el
campo. A pesar de estos esfuerzos, a comienzos de la década del
treinta todos coincidían en que la enfermedad era epidémica en el
Nordeste y endémica en el Noroeste, con un 50 por ciento de los
infectados en Tucumán.
Ese sin duda descorazonador balance llevó a que en 1935 la
Memoria del D e p a r t a m e n t o Nacional de Higiene invitara a
reevaluar la estrategia antipalúdica, dejando a un lado "la aplica-
ción literal de métodos exitosos para otras partes pero ineficaces,
inconvenientes y hasta perjudiciales" en el Norte argentino. En
efecto, la desecación de pantanos y pequeñas ciénagas trajo mejo-
ramientos agrícolas pero un rendimiento sanitario bastante me-
diocre. Nuevas investigaciones comenzaron a revelar que la lucha
debía ser contra un tipo de mosquito distinto del que se había com-
batido en Italia. Así se verificó que el paludismo que afectaba a la
región tenía que ver con mosquitos que depositaban sus larvas en
los cursos de agua rápidos, libres de vegetación, con taludes verti-
cales y limpios, aguas soleadas en constante renovación y la pre-
sencia de un alga que les ofrecía alimento y protección. Esas eran,
se había concluido, las condiciones óptimas para la reproducción
del mosquito, condiciones creadas, paradójicamente, por los tra-
bajos anteriores de desmalezamiento y saneamiento que habían
buscado copiar la experiencia italiana. La nueva estrategia antipa-
lúdica consistió, entonces, en plantar vegetación en el lecho de los
cursos de agua y arbustos en sus márgenes con el objetivo de re-
crear áreas de sombra. Estos cambios facilitaron la progresiva de-
saparición de las larvas. Años más tarde, a esta estrategia se suma-
ría otra, específicamente diseñada para la temporada invernal, ba-
sada en el uso de petróleo. En relativamente pocos años se deter-
minó la extensión y se precisaron los caracteres regionales del mal,
se crearon métodos más económicos para combatirlo, se estudia-
ron nuevas drogas contra la malaria, se construyeron sifones de
agua que impedían la radicación de criaderos, se impulsó la siem-
bra de peces que se alimentaban con las larvas así como de mur-
ciélagos que hacían lo mismo con el mosquito. Y reforzando estas
medidas, se realizó una labor de educación para la salud que reco-
nocía la necesidad de llegar a la población con un mensaje senci-
llo y en sintonía con los estilos de comunicación de la región. A
pesar de estos nuevos esfüerzos, la enfermedad siguió siendo en-
démica. La experiencia, con todo, confirmó la certeza de que la
lucha antimalárica debía necesariamente reconocer la importancia
de lo particular y específico de la región afectada o, en otras pala-
292
bras, que el paludismo debía confrontarse como una enfermedad
local.
En 1934 y 1942 se presentaron en el Congreso Nacional pro-
yectos que insistían en las dimensiones sociales de la endemia y
en la necesidad de garantizar una mejor organización de la campa-
ña. Los progresos más significativos llegaron en la segunda mitad
de la década del cuarenta, cuando el primer gobierno peronista
renovó el compromiso del Estado nacional con la lucha antipalú-
dica. La Secretaría de Salud y más tarde el Ministerio de Salud la
incluyeron en su estrategia más general de las "Grandes Luchas
Sanitarias". A este esfúerzo político-institucional se sumó la utili-
zación del DDT, un insecticida que se reveló particularmente efi-
caz en la lucha contra el mosquito. En 1947 comenzó a aplicarse
• 293
masivamente, lográndose la erradicación de la endemia: los diez
mil casos de paludismo detectados en el mes de enero de 1941
apenas sobrepasaban los 200 en el mismo mes de 1949. Para esos
años, las campañas educativas hablaban de "vivienda antimosquito"
como un necesario e imprescindible recurso en la lucha antipalú-
dica.
La tuberculosis fúe probablemente la enfermedad que más aten-
ción concitó en los años treinta. En torno de ella se articuló un
discurso y una suerte de subcultura que penetró con fuerza singu-
lar la literatura, el ensayo sociológico, las letras de tango, los ar-
tículos de diarios y revistas de circulación masiva. Tanto el Estado
como diversos sectores de la sociedad civil participaron de la cam-
paña antituberculosa. A todo lo largo del último tercio del siglo
XIX y hasta la apertura democrática que siguió a la reforma elec-
toral de 1912, los gobiernos conservadores ofrecieron el marco
político que permitió la creación y consolidación de una burocra-
cia administrativa que fúe capaz de transformar la cuestión de la
tuberculosis en un problema público. Trabajando desde el Depar-
tamento Nacional de Higiene o desde dependencias de los gobier-
nos locales y las asistencias públicas municipales, los médicos
higienistas lideraron este esfuerzo. No fúe un grupo totalmente
homogéneo. Algunos explicaban este rol a partir de lo que en ese
entonces se entendía como solidarismo social, otros reconocían
que el cuidado de la salud, en tanto cuestión social, era parte de los
derechos individuales, y otros, por fin, encontraban en el proble-
ma de la tuberculosis una prioridad en una agenda destinada a
construir la "raza nacional". Pero estas diferencias tendían a diluirse
al momento de establecer el rol que debía jugar el Estado en estas
iniciativas. Tal vez por eso, la nueva burocracia médico-adminis-
trativa pudo sentar las modestas bases de una red institucional de
asistencia antituberculosa. Con todo, a comienzos de siglo el Con-
greso apenas discutió el tema y la producción legislativa directa o
indirectamente relacionada con la tuberculosis fúe pobre, quedan-
do las más de las veces circunscripta a los problemas de la higiene
o a evitar el contagio de la enfermedad.
Las administraciones radicales y, más tarde, los gobiernos que
siguieron al golpe militar de 1930 no produjeron grandes cam-
bios. La novedad vino por el lado de un discurso más enfática-
mente intervencionista desde el punto de vista de las responsabili-
dades del Estado. En los años treinta, profundizando una tenden-
294
cia esbozada en la década anterior, se subrayó la necesidad de una
dirección única de la lucha antituberculosa, sea a la manera norte-
americana —en que la iniciativa privada dirigía, pero asumiendo
que el Estado acompañaba y apoyaba el esfuerzo—, a la inglesa
—en que todo el esfuerzo estaba en manos del Estado—, o a la de
la Italia fascista —en que el Estado jugaba el rol dirigente y pautaba
y organizaba la iniciativa privada—. En el Congreso Nacional la
cuestión apareció con insistencia, pero sólo produjo propuestas le-
gislativas parciales que nunca lograron plasmarse en una ley que
efectivamente motorizara la centralización de la lucha y que im-
pulsara lo que los especialistas percibían como el más efectivo re-
curso para controlar la tuberculosis, esto es, un seguro obligatorio
contra la enfermedad que aunara los esfuerzos del Estado, del capi-
tal y del trabajo. Para los años treinta, el Estado estaba mucho más
afianzado. También la posición de la burocracia médico-adminis-
trativa se había consolidado, aunque es posible que haya perdido
algo de la relativa autonomía que había gozado a comienzos de
siglo y, tal vez, parte de su eficiencia. En cualquier caso, fue a nivel
de las administraciones de las grandes ciudades, en primer lugar la
de Buenos Aires pero también la de otras del interior, que aparecie-
ron instancias locales de coordinación capaces de expandir servi-
cios y aumentar el número de hospitales y dispensarios barriales.
El Primer Plan Quinquenal del gobierno peronista retomó la
prédica y los objetivos ya anunciados en las dos décadas anterio-
res pero subrayando, como nunca antes, el protagonismo y la fun-
ción reguladora del Estado en la expansión de los servicios hospi-
talarios tanto en Buenos Aires, donde la mortalidad tuberculosa ya
estaba controlada, como en el interior del país, donde estaba en
ascenso o estable. Con todo, y puesto que el interior se había trans-
formado en una región que expulsaba población hacia el Litoral,
la tuberculosis en Buenos Aires comenzó a ser asociada a los mi-
grantes internos. Así, el impulso industrializador que atraía mano
de obra de las provincias también recargaba la demanda de servi-
cios asistenciales que siempre habían sido deficitarios. Fue hacia
finales de la década del cuarenta y comienzos de la del cincuenta
cuando la irrupción de los antibióticos transformó radicalmente el
problema de la tuberculosis en las grandes ciudades argentinas, en
particular las del Litoral. Allí ya no se trataba tanto de tuberculo-
sos que se morían sino de tuberculosos que debían acceder a una
terapia que finalmente era eficaz. En cualquier caso, fueron años
295
signados por una importante expansión de la red hospitalaria, la
creación de nuevas agencias estatales abocadas a cuestiones de la
salud y, como gran novedad, las contribuciones excepcionales a
mutualidades obreras.
En la década de 1930, a los esfuerzos liderados por el Estado se
sumaron sociedades barriales, grupos políticos y organizaciones
étnicas y laborales que participaron con mayor o menor fervor en
la campaña antituberculosa. Sin duda el más relevante de estos
esfuerzos fue el de la Liga Argentina contra la Tuberculosis, crea-
da en 1901 tratando de replicar en el ámbito local la experiencia
norteamericana. Desde sus comienzos la Liga apuntó a construir
un consenso en torno a la necesidad de combatir la tuberculosis.
Esa agenda adquirió toda su relevancia en 1935, cuando la Cruza-
da Antituberculosa Nacional fue presentada a la opinión pública
como "una empresa de todos sin distinciones de tendencias filosó-
ficas y políticas". Su comisión directiva honoraria, además de contar
con la presencia del presidente Agustín P. Justo y del intendente
de Buenos Aires, Mariano de Vedia y Mitre, reunió a figuras tan
dispares como el arzobispo de Buenos Aires, Luis Copello, y el
gran rabino de la Argentina, David Mahler; el senador socialista
Mario Bravo y quien había sido presidente de la nacionalista Liga
Patriótica Argentina, Manuel Carlés; el senador demócrata pro-
gresista Lisandro de la Torre y el presidente de la Bolsa de Gana-
dos, Roberto Dowdall; el presidente del Jockey Club, Manuel Al-
zaga Unzué, y el del Centro de Almaceneros, Manuel Entenza.
Las finanzas de la Liga resultaban del aporte de sus socios y
de no muy generosos subsidios del gobierno, especialmente cuan-
do se los comparaba con los que recibían las tradicionales socie-
dades de beneficencia. A ellos se sumaban los recursos origina-
dos en la recaudación de una jugada especial de la lotería o el
derecho de uso de los talleres tipográficos del Estado o la distri-
bución sin cargo de sus revistas de difusión, todos ellos obteni-
dos por lo general a partir de las conexiones de sus miembros
dirigentes con el Estado. Su precaria situación financiera la lle-
vó a impulsar una y otra vez campañas para captar contribucio-
nes de la población.
La Liga creó y mantuvo instituciones destinadas a atender las
necesidades del tuberculoso pobre que, se suponía, debían servir
de referencia cuando el Estado o las mutualidades étnicas u obre-
ras se lanzaban con sus propias iniciativas antituberculosas. Así,
296
inicialmente b r e g ó p o r a u m e n t a r el n ú m e r o de s a n a t o r i o s — h a -
ciéndose eco de las terapias que desde mediados de fines del siglo
XIX indicaban buena alimentación, higiene, aire puro y descan-
so—. Pero más tarde, cuando fúe evidente que levantar una red de
sanatorios que atendiera la demanda de miles de tuberculosos era
más que ilusorio, centró todo su esfúerzo en ampliar el número de
camas en los hospitales y en crear y sostener dispensarios antitu-
berculosos barriales y preventorios para los así llamados "niños
pretuberculosos". Junto con la Sociedad Argentina de Tisiología
—la entidad que desde comienzos de la década del treinta buscó
representar los intereses de los médicos especializados en enfer-
medades pulmonares—, la Liga impulsó la coordinación de todas
las organizaciones antituberculosas a nivel nacional. Concretada
en 1936, la Federación Antituberculosa Argentina se propuso
—sin éxito— hacer un uso más eficiente de los limitados recursos
de atención desarrollados por más de veinte instituciones privadas
asistenciales, étnicas, laborales y profesionales.
En los años treinta la mortalidad por tuberculosis tendía a decli-
nar pero a un ritmo muy modesto. Tal como lo reconocía un estu-
dio de mediados de esa década, la explicación de ese descenso era
"tan compleja como la complejidad de la epidemiología de la tu-
berculosis". Numerosas narrativas epidemiológicas —apenas es-
bozadas en el entresiglo y en franco desarrollo a partir de los años
veinte y treinta— se propusieron establecer el rol y la relevancia
tanto de lo que se dio en llamar los factores "biológicos" como de
los "socio-ambientales" en los avatares de la mortalidad tubercu-
losa. Miradas con la ventaja que da el tiempo, algunas de estas
narrativas lucen arbitrarias y hasta delirantes, otras razonables y
otras, por fin, apenas tentativas y exploratorias. Todas, de un modo
u otro, eran parte de la incertidumbre que marcaba a un saber to-
davía insuficiente e ineficaz.
Los intentos de explicación particularmente atentos a los "fac-
tores biológicos" consideraron la virulencia del bacilo, el nivel de
la inmunidad colectiva, la herencia y la raza. Aquellas concentra-
das en los "factores socio-ambientales" tendieron a destacar, por
un lado, el rol de las intervenciones médicas —desde las institu-
ciones de atención, profilaxis y educación a la generalización de
ciertas terapéuticas— y, por otro, las condiciones materiales de
vida que podían alterar positiva o negativamente la resistencia al
contagio. Y aun cuando en ciertas oportunidades se debatió la im-
297
portancia relativa de estos factores, la caracterización de la tuber-
culosis como una enfermedad social hizo que se prestara especial
atención a la importancia de las condiciones materiales de vida.
Así, a lo largo de los años treinta —y en rigor, desde la década
anterior—, se consideraron un sinfín de variables para explicar los
avatares de la epidemiología tuberculosa, desde "la vivienda insa-
lubre y su mala ventilación" a "la naturaleza del trabajo y duración
de las jornadas laborales", "el nivel de desgaste físico", "la ali-
mentación deficiente", "el alcoholismo que quebranta el nivel de
vida de la familia obrera", "el nivel de los salarios". En 1936, un
informe del Departamento Nacional de Higiene indicaba que la
tuberculosis tenía una etiología compleja y multicausal por lo cual
debía prestarse atención a "los factores orgánicos y ambientales,
ambos unidos íntimamente bajo el denominador común de la po-
sición social". A ellas debían sumarse los factores relacionados
con la vivienda, el hacinamiento, la alimentación y la situación
económica. El estudio concluía en que era "la situación económi-
ca no sólo el más interesante de los factores ambientales en la
epidemiología de la tuberculosis sino también la causa mediata y
fundamental de los mismos factores".
El lugar correlativo que ocupaba la tuberculosis entre las enfer-
medades más homicidas varió con el paso del tiempo. En 1911, la
gastroenteritis de los menores de dos años ocupaba el primer puesto
seguida por la tuberculosis. En 1916, 1921 y 1926 pasó a encabe-
zar el grupo y finalmente en 1930 descendió de nuevo al segundo
rango, aventajada por las enfermedades cardiovasculares que ga-
naron el primer lugar. Desde 1911 a 1930 se registró un moderado
y rítmico descenso de la mortalidad tuberculosa, con tendencia al
estacionamiento. Más allá de la mayor o menor confianza de las
estadísticas, que podían registrar casos de tuberculosis como bron-
quitis, bronconeumonías o neumonías, o viceversa, las tendencias
de la mortalidad tuberculosa revelan que los avatares de la enfer-
medad no fueron los mismos cuando se mira el conjunto del terri-
torio nacional. En 1936, por ejemplo, por cada 100.000 habitantes
de la provincia de Formosa morían 60 por tuberculosis mientras
que en las de Tucumán, Salta y Jujuy el total rondaba los 240.
Estos contrastes, condicionados por factores sociales, económi-
cos, epidemiológicos, médicos e higiénicos, locales y regionales,
fúeron particularmente marcados cuando se comparaban algunas
áreas del interior con la ciudad de Buenos Aires. En la capital se
298
trata, en general, de una curva parecida a la de muchas ciudades
europeas o americanas de tamaño similar. Entre 1878 y 1889 el
índice de mortalidad osciló entre 300 y 230 por 100.000 habitan-
tes; le siguieron unos años de descenso y, desde comienzos de la
última década del siglo XIX y hasta 1907, una suerte de meseta
con índices inferiores a 200 pero siempre por arriba de 180. Entre
1908 y 1912 se registró un moderado descenso y a partir de 1912
la curva inició un ciclo ascendente coincidente con los años de la
guerra, culminando en 1918 con un índice de casi 250 por 100.000
habitantes. De 1919a 1932 el índice de la mortalidad se mantuvo
estacionario, con una muy tímida tendencia decreciente que nunca
logró ponerse por debajo de 170; a partir de 1933 comenzó un
sostenido descenso, paulatino hasta mediados de la década del
cuarenta y bien acelerado a partir de 1947. En 1953 el índice de
mortalidad tuberculosa era del 29 por 100.000 habitantes. Para
esos años, en que ya se estaba generalizando el uso de los antibió-
ticos, la gente no se moría de tuberculosis como en el pasado. Se
trataba entonces de acceder a terapias específicas exitosas y servi-
cios que, aun cuando se expandieran, no lograban acompañar una
demanda que crecía más rápido y que, como era de esperar, se
volcaba hacia aquellas áreas mejor servidas. Así, la capacidad de
los hospitales de las grandes ciudades quedaba rápidamente supe-
rada por la demanda. En particular los de Buenos Aires, que de-
bieron servir no sólo a los tuberculosos porteños, para esos años
cada vez menos, sino también a los provenientes de algunas pro-
vincias del interior donde la tuberculosis seguía siendo un grave
problema.
A todo lo largo del período y en todas las regiones los más afec-
tados fúeron siempre hombres y mujeres entre los 20 y 29 años de
edad, es decir, en los años de mayor potencialidad laboral. Su peso
relativo en el conjunto de afectados tendió a disminuir de modo
contemporáneo al descenso de la mortalidad tuberculosa general,
desplazándose a edades más avanzadas. La diversidad en los rit-
mos de descenso y sus implicaciones sociales y políticas se po-
nían en evidencia una y otra vez. No sólo aparecían, como era de
prever, en los periódicos informes del Departamento Nacional de
Higiene que circulaban entre médicos y especialistas en salud.
También hacían titulares en los diarios de circulación masiva, re-
velando una vez más cómo la cuestión de la tuberculosis estaba
saturada de significados y usos definitivamente modelados por un
299
repertorio de cuestiones e
ideas que excedían holga-
damente lo estrictamente
biomédico.
Por ejemplo, cuando en
la década del treinta se tes-
taba el estado de salud de
la población masculina lis-
ta a incorporarse al servicio
militar obligatorio, era fre-
cuente que la enfermedad
fuera percibida como una
manifestación patológica
de la experiencia que los jó-
venes "provenientes de me-
dios rurales y vírgenes de
infección tuberculosa" vi-
vían "en las guarniciones
militares más tuberculiza-
das de Buenos Aires donde hacen primoinfecciones que pueden
evolucionar en enfermedad". Una vez identificados como tuber-
culosos, informaba un folleto publicado por el ejército en 1932,
"dejan por propia voluntad el cuartel o son directamente expulsa-
dos a sus lugares de origen", donde devienen así en "activos focos
de contagio". Periodistas y ensayistas de muy diversas ideologías
trabajaban estas noticias con una línea argumental que de un modo
u otro tendía a enfatizar los peligros geopolíticos asociados a un
ejército con soldados de pobre contextura física, blancos seguros
del contagio.
Así, la tuberculosis se sumaba a las preocupaciones por la in-
fancia y las campañas antivenéreas que, en el revés de la trama,
descubrían una agenda definitivamente marcada por la política y
la ideología. Todas ellas, pero muy en especial la tuberculosis, se
revelaban como evidencias de un peculiar consenso —el de la cons-
trucción de una vigorosa "raza argentina"— que en sus formula-
ciones retóricas juntaba a conservadores con socialistas, radicales
y nacionalistas.
300
ENTRE M É D I C O S Y C U R A N D E R O S
301
rios y revistas eran habituales, como lo habían sido desde aproxi-
madamente 1920 y lo seguirían siendo hasta entrados los años
cuarenta. Ofrecían tónicos y medicamentos que supuestamente
servían para una larga lista de males. Los productos que prome-
tían limpiar el organismo de impurezas de todo tipo, en la piel, los
intestinos o la boca, comenzaron a circular con una presencia has-
ta entonces desconocida. Estas pomadas, pastillas y brebajes no
fueron una total novedad; los hubo antes pero fue a partir de los
años veinte que irrumpieron con fuerza y terminaron dominando
el mercado publicitario de los medicamentos. Aludían, casi con
obsesión, a situaciones de constipación e intoxicación. Muchos de
esos malestares se relacionaban
con la dieta y con frecuencia
comparaban el cuerpo humano
con el sistema de cloacas. En
1924, el diario Crítica incluía un
aviso que decía: "La lengua su-
cia es un síntoma de que se ne-
cesita limpiar el organismo. Use
polvos Parodi". Estos mensajes
apuntaban a una audiencia ma-
yoritariamente adulta, aunque
en relativamente poco tiempo
quedó claro que también los ni-
ños eran — o podían ser— con-
sumidores potenciales. Por eso,
en la década del treinta el ves-
pertino La Razón incluía un avi-
so sobre un tónico yodado que
"reemplaza con enormes venta-
jas al aceite de hígado de baca-
lao y es tomado con agrado por
los niños".
También los f o r t i f i c a n t e s
abundaron en los avisos publi-
citarios. Pero, a diferencia de los
desintoxicantes, se trató de me-
dicamentos de venta libre con
una larga presencia en el mun-
d o de la publicidad. Ya en las
- 302
décadas de 1870 y 1880 eran
anunciados en los diarios; tu-
vieron su momento de auge
al despuntar el siglo XX y co-
menzaron a declinar, sin des-
aparecer, recién en los años
cuarenta. Así, algunos anun-
cios, como el del vino de
peptona pépsica de Caha-
poteaut, estuvieron de un
modo u otro presentes en los
medios impresos por casi
medio siglo ofreciendo curar
"fiebres convalecientes, dia-
betes, tisis, disentería y tumo-
res". Algunos fortificantes,
como el Nervigenol, se pre-
sentaban como revigoriza-
dores. En 1939 Neclodyme
montó una campaña de varios meses de duración basada en avisos
que subrayaban sus múltiples y benéficos efectos en materia de
belleza, fortalecimiento físico y mental. Uno de ellos lo ofrecía
como "el gran aliado de las mujeres pues fortifica el organismo y
repara el desgaste cerebral sin alterar la armonía de la silueta".
Otro indicaba que "restituye la memoria y facilita el funcionamiento
del cerebro, como se sabe, el motor del mundo".
Fueron años en que se afianzó la importación, comercialización
y, en menor medida, producción local de brebajes y tónicos. En
ese proceso no faltaron quienes buscaron lucrar mientras reforza-
ban las ya establecidas tendencias a la automedicación. Así, a
mediados de los años treinta, el laboratorio La Estrella repartía
formularios en los cuales describía síntomas e invitaba a los enfer-
mos a identificar los suyos; en respuesta se les indicaba por carta
el producto de la casa que curaría su afección. En verdad, La Es-
trella reproducía en mayor escala el clásico rol del farmacéutico
del barrio que, a la manera de un experto local, aconsejaba a su
clientela qué pildoras o tónicos debía comprar. De modo que la
gente —educada o no, rica o con escasos recursos— encontraba
en los avisos de los diarios o las sugerencias de los farmacéuticos
un verdadero arsenal de medicamentos de venta libre en el que se
303
destacaban las pildoras rosadas del Dr. Williams, De Witt, Montagú
o Foster, el alquitrán Guyot, la emulsión Scott, el Nervigenol, el
Neolaxán, la Uvalina, el tónico Nucleodyne, el vino tónico Mariani
o el Radiosol Vegetal.
Los curanderos también ofrecían sus servicios, a veces apelan-
do a los mismos medicamentos de venta libre. Pero el mundo de
los manosantas, charlatanes, herboristas y adivinos era, sin duda,
más variado. En el campo tendían a dominar los herboristas, mien-
tras que en la ciudad y sus suburbios la medicina popular era mu-
cho más rica en opciones. De ese mundo, el de la medicina popu-
lar en la ciudad, hay referencias que cubren el último tercio del
siglo XIX así como las primeras cuatro décadas del XX. Algunos
de esos curanderos decían poder lidiar exitosamente con el "pas-
mo", el "mal de ojo" o el "daño"; otros se presentaban como capa-
ces de curar esas enfermedades y, además, una larga lista de ma-
les, dolores y síntomas definidos por la medicina diplomada, entre
los que contaban el asma, la anemia, la tisis, la menstruación, el
dolor de caderas o las hemorroides. Sus recursos variaban de los
medicamentos de venta libre a las hierbas, de los brebajes exclusi-
vos a los pases mágicos, del hipnotismo a la sugestión.
En las décadas del veinte y el treinta la cuestión de los curande-
ros hizo titulares en los diarios. En 1930 Crítica titulaba uno de
sus artículos "La ciudad está plagada de curanderos y adivinos", y
Roberto Arlt escribía en El Mundo "El gremio de las curanderas y
las santeras", una de sus aguafuertes porteñas más consagradas.
Un año antes, en Jujuy, una multitud no dudó en enfrentar a la
policía que pretendía impedir que Vicente Díaz, alias Mano Santa,
ofreciera sus servicios a la gente. Y en 1928, en un pueblo de la
provincia de Buenos Aires, el multitudinario sepelio de la Madre
María destacó, una vez más, la relevancia de los curadores popu-
lares. Muchos comentaristas, médicos, periodistas o ensayistas
encararon el tema como si fuera un asunto novedoso; se trataba,
en verdad, de algo conocido, tanto por la policía como por la gente
que buscaba soluciones en los servicios ofrecidos por los curande-
ros. En cualquier caso, su presencia resultaba, al menos en parte,
de la escasez relativa de servicios suministrados por la medicina
diplomada, precisamente cuando más y más gente entraba en su
órbita de influencia. Pero junto con esa escasez también contaban
la incapacidad de ofrecer soluciones efectivas frente a muchas en-
fermedades y la desconfianza de la gente en los médicos, en quie-
304
nes muchos encontraban profesionales que, como escribía en 1941
uno de los periodistas de la popular revista Ahora, eran "maestros
de urbanidad en el consultorio particular pero no en los dispensa-
rios y hospitales".
Así, es evidente que las ofertas de la medicina popular se com-
plementaban con las de la medicina diplomada. En la práctica, la
gente recurría a aquellos prestadores que ofrecían las soluciones
más convincentes y eficaces. Para quienes vivían en ciudades o
pueblos, los itinerarios terapéuticos cambiaban según los casos:
siempre empezaban en la medicina hogareña y la automedicación,
pero de allí en más las direcciones eran variadas. Y cuando la me-
dicina popular no ofrecía soluciones, aparecía el complemento de
lo que ofrecía la medicina diplomada, o viceversa.
Los médicos no descansaron en su crítica a los curanderos, char-
latanes, herboristas y farmacéuticos que recetaban; por todos los
medios posibles buscaron legitimar y hacer realidad el reconoci-
miento legal que ya habían logrado en tanto únicos proveedores
capaces de ejercer "el arte de curar" o al menos de intentar curar.
De la mano de la medicina y la ciencia, con el apoyo del Estado y
la sostenida expansión de los servicios de atención, que en el me-
diano plazo mostraron indudables resultados, especialmente en las
ciudades, cada vez más vastos sectores de la sociedad quedaron
firmemente instalados en un mundo donde los médicos tendían a
dominar y tener la última palabra. Este proceso nunca terminó por
desplazar completamente las ofertas de la medicina popular, sea
porque mantenían su relevancia al momento de enfrentar ciertas
enfermedades, sea porque se renovaban de modo acompasado a la
aparición de cuadros patológicos para los cuales la medicina
diplomada carecía de respuestas eficaces. De todas maneras, quie-
nes buscaban soluciones en el mundo de la automedicación, la
medicina hogareña y las ofertas de la medicina popular eran, ante
todo, enfermos. Cuando ingresaban en el mundo de la medicina
diplomada, fuera en el hospital, el consultorio particular o la sala
de primeros auxilios, se transformaban en pacientes.
305
la expansión de la ATENCIÓN HOSPITALARIA
306
a morir y para esos años intentaba hacerse cargo de la tarea de
curar. Además ya no eran sólo los pobres los que demandaban la
atención de sus profesionales: también los sectores de clase media
y alta lo frecuentaban, ya que allí encontraban los medios técnicos
indispensables para el tratamiento de determinadas enfermedades,
a veces disponibles en algunos centros de atención privada pero
no en consultorios particulares.
No sólo se había incrementado considerablemente el número
de camas y habían sido renovadas las instalaciones; también se
multiplicaron los consultorios externos, se organizaron los servi-
cios de atención domiciliaria, los de urgencia y primeros auxilios
en la vía pública, el sistema municipal de ambulancias, los dispen-
sarios de protección a la infancia, la inspección de salubridad para
las amas de leche y la atención de partos a domicilio. Buena parte
de estos servicios estaban destinados a la atención de la pobla-
ción de menores recursos y en ellos se combinaban generalmen-
te actividades de atención médica y asistencia social. El esfuerzo
de su organización y financiamiento estaba a cargo de las autori-
dades nacionales y municipales y de una gran variedad de enti-
307
dades de beneficencia, de diferente importancia y naturaleza.
En Buenos Aires la Asistencia Pública tuvo a su cargo una red
de hospitales y estaciones sanitarias diseminados por los barrios.
A ellos se sumaban maternidades y dispensarios que proporciona-
ban leche aséptica a las madres que no podían alimentar en forma
natural a sus hijos, conformando tempranamente un conjunto de
instituciones destinadas a la protección del embarazo, el parto y
los dos primeros años de vida del niño. Una importante red de
organizaciones caritativas privadas y religiosas también tomó a su
cargo la atención médica y la asistencia social de la población in-
digente. La Sociedad Nacional de Beneficencia fúe la más impor-
tante de estas instituciones, tanto por su peso social y político como
por su continuada presencia a lo largo de más de un siglo, hasta
que gran parte de su actividad terminó absorbida por la Fundación
Eva Perón. Dedicados a la protección de la población femenina en
situación de desamparo o enfermedad y a la gestión de hospitales y
orfanatos, el Hospital Rivadavia y el Hospital de Niños respectiva-
mente, instalados en nuevos y modernos edificios en 1887 y 1894,
constituyeron claros exponentes de la magnitud de los recursos
que manejaba. A mediados del siglo XIX los hospitales de colecti-
vidades comenzaron a construir sus primeras instalaciones y al des-
pegar el siglo XX se consolidaron, expandieron y modernizaron.
Estas novedades en materia de infraestructura de servicios de
atención no irrumpieron con igual fuerza en el interior del país y
sólo en aquellas ciudades donde la actividad económica derivada
de la integración al mercado nacional o internacional había traído
cierta prosperidad, la medicina diplomada y sus profesiones e ins-
tituciones lograron afianzarse. Al despuntar la segunda década del
siglo, por ejemplo, favorecida por la actividad de su puerto, la
ciudad de Rosario contaba con cinco hospitales de antigua cons-
trucción, refaccionados y dotados de agua corriente y cloacas, y
proyectaba la construcción de un gran hospital, "moderno", para
conmemorar el Centenario. Para esos años Mar del Plata disponía
de un hospital manejado por la Sociedad de Beneficencia y de la
Asistencia Pública dependiente del gobierno municipal. En Cór-
doba, la modernización hospitalaria tuvo que lidiar con una muy
vieja infraestructura que se iría renovando pero a un paso muy
lento. En otras áreas del interior el gobierno nacional realizó un
esfuerzo destinado a compensar la escasa disposición o capacidad
de las provincias para hacerse cargo de la construcción de servi-
308
cios de atención médica. Con ese objetivo se aprobó en 1906 una
ley que creaba la Comisión de Asilos y Hospitales Regionales,
dotándola con un 5 por ciento de los beneficios producidos por la
Lotería de Beneficencia Nacional. Esta iniciativa permitió la ins-
talación de un asilo de alienados en Oliva, del Sanatorio Santa
María para tuberculosos y del Hospital Regional del Centro en
Bell Ville. En la segunda y la tercera décadas del siglo, la comi-
sión creó los hospitales regionales de Chaco, La Pampa, Misio-
nes, Río Negro, y el Hospital Regional Andino de La Rioja. Para
esos años subsidiaba cerca de mil instituciones de beneficencia
que tenían a su cargo servicios de atención médica y asistencia
social, entre las que se contaban 307 hospitales de muy diversa
capacidad ubicados en diferentes lugares del país. La importancia
de estos subsidios fue motivo de muchas críticas por parte de unos
pocos contemporáneos que veían con disgusto cómo la elite se
mostraba caritativa usando recursos del Estado. Las finanzas de la
Sociedad de Beneficencia son reveladoras: recibía de tanto en tan-
to algunas grandes donaciones de particulares que favorecieron
periódicamente la expansión de su capacidad instalada, pero era el
aporte estatal el que garantizaba el funcionamiento diario de la
institución. En 1910, la Sociedad cubría con recursos propios no
más del 19 por ciento del total de su presupuesto y en 1935 apenas
un 10 por ciento.
También a nivel provincial y municipal regía este sistema de
transferencia de recursos del sector estatal al privado. La distribu-
ción de subsidios no obedecía a un plan metódico, sino solamente
a la influencia puesta en juego por las respectivas instituciones
ante el Congreso y las autoridades del municipio. Las más de las
veces, eran médicos los que facilitaban el acceso a los fondos pú-
blicos por parte de estas organizaciones caritativo-filantrópicas
donde ellos mismos ejercían funciones directivas. Así, trabajando
en agencias estatales, en sus consultorios y en la filantropía parti-
cular institucionalizada, estos médicos no sólo eran portadores de
un saber profesional en materia de asistencia médica y social sino
también oficiaban a la manera de notables. En esa capacidad po-
dían caminar con soltura los pasillos de la más alta burocracia
estatal o del Congreso Nacional y sacar todas las ventajas posibles
de un sistema de representación política donde sólo unos pocos
entendían que ésa era la forma de acceder y obtener favores del
Estado.
309
Una de las principales fuentes de los recursos destinados a ase-
gurar la atención médica del indigente eran los beneficios de la
Lotería Nacional. La ley 3.313, de 1895, asignaba un 60 por ciento
del total para la construcción de hospitales y asilos públicos en
Buenos Aires y un 40 por ciento para el mismo objeto en las pro-
vincias. Para esos años en algunas ciudades ya fúncionaban los
registros municipales de pobres que, se suponía, debían reglamen-
tar el acceso a la atención. La certificación de la condición de po-
bre estaba a cargo del comisario de la sección policial o del presi-
dente de la Comisión Auxiliar de Higiene Parroquial del respecti-
vo domicilio. El certificado habilitaba gratuitamente a su portador
a los servicios aunque en algunos años y para ciertas prácticas era
obligatorio el pago de una pequeña suma. La filantropía estatal de
los años del cambio de siglo también produjo la figura del "pobre
de solemnidad", el pobre carente de todo recurso, incluida la apti-
tud para el trabajo. Cuando en 1919 los socialistas llegaron por
primera vez al Concejo Deliberante en Buenos Aires denunciaron
el carácter infamante de la "tarjeta de pobre" y obtuvieron su anu-
lación. Se proponían hablar en nombre de quienes, ellos creían,
sentían que su respetabilidad había sido avasallada. De todos mo-
dos, y más allá de la existencia de las reglamentaciones de pobre-
za, la atención en los hospitales era libre y gratuita para casos de
urgencia, así como en el
Instituto Pasteur, encarga-
do de la profilaxis contra
la rabia, en el Hospital
Muñiz, lugar de aisla-
miento para enfermos in-
fecciosos, y en el Hospi-
tal Tornú, donde se inter-
naba a los tuberculosos.
En el H o s p i c i o de las
Mercedes, para alienados,
se v e n í a n e s t i p u l a n d o
desde fines del siglo XIX
los montos a pagar por
cada una de las categorías
de internados, siendo gra-
tuita para los pobres de
solemnidad y para los
310
alienados peligrosos que carecían de recursos y que habían sido
remitidos por las autoridades. La gratuidad de la atención sobre-
cargó el sistema, que crecía pero no con el mismo ritmo que la
demanda; no faltaron entonces las denuncias de "pobres que no lo
eran", al parecer individuos que no encontraban "infamante" o "ava-
sallante" el status que les permitía un acceso sin gastos a muchos
de los servicios ofrecidos por el hospital.
Fue en ese marco que la Sociedad de Beneficencia decidió esta-
blecer aranceles de internación para pacientes con cierta capaci-
dad de pago, a los que se brindaba una mejor hotelería en salitas
privadas o semiprivadas. Algunos establecimientos estatales de
atención hicieron lo mismo. En los hospitales de colectividades la
situación era aun más compleja. En principio, los recursos para su
instalación y mantenimiento provenían de las cuotas abonadas por
sus asociados, reclutados entre personas de buena situación eco-
nómica que querían proteger a sus compatriotas menos afortuna-
dos cuando se encontraban enfermos. Al despuntar el siglo estos
hospitales comenzaron a recibir pacientes con disponibilidad de
311
recursos interesados en atenderse en el hospital abonando tarifas
diferenciales. En Buenos Aires el Hospital Español, por ejemplo,
ofrecía descuentos del 10 por ciento sobre el total de los aranceles
devengados para los miembros de las sociedades de socorros mu-
tuos. Así, en los años veinte y treinta los hospitales de colectivida-
des combinaban la filantropía con prácticas propias de la previ-
sión individual por un lado y de la actividad empresarial privada
por otra.
El mutualismo en la Argentina tuvo una agenda amplia y varia-
da, de índole asistencial, cultural, educativa y social, que permitió
el acceso a la atención médica de personas que, sin ser pobres, no
podían afrontar los gastos ocasionados por cualquier accidente o
enfermedad relativamente serios. El desarrollo de estas socieda-
des de protección mutua acompañó los avatares que marcaron la
integración de los inmigrantes en la sociedad argentina. Fueron
recursos que facilitaban el establecimiento de vínculos de solida-
ridad o asistencia entre personas de la misma nacionalidad. Tam-
bién el ámbito laboral alimentó variados esfuerzos asociacionistas,
en algunos casos derivados de las primeras formas de actividad
sindical —las "sociedades de resistencia"—, en otros a partir de
iniciativas originadas en organizaciones de raíz socialista o reli-
giosa —mutualidades que se identificaban como "cosmopolitas"
en el primer caso, o círculos católicos en el segundo—, en otros,
por fin, como agrupamientos de personas que trabajaban en el
mismo oficio o en una cierta repartición pública, o eran miembros
del personal de grandes empresas de servicios públicos, particu-
larmente las ferroviarias.
El mutualismo se difundió con rapidez, particularmente en la
ciudad de Buenos Aires, conformando un conjunto complejo de
organizaciones con diferente capacidad de convocatoria, disponi-
bilidad de recursos, objetivos prioritarios y referentes identifica-
torios. La convivencia entre tales agrupaciones no era pacífica.
Existía una rivalidad manifiesta que tenía sus raíces no sólo en las
diferencias ideológicas sino también en la necesidad de competir
para la captación de nuevos adherentes. Socialistas y católicos,
por ejemplo, compitieron usando todo tipo de recursos, desde el
humor popular a la ridiculización del adversario, las denuncias de
raíz ética, los apelativos morales o las reivindicaciones clasistas.
Más moderada fúe la rivalidad entre asociaciones de colectivida-
des y aquellas que reivindicaban como una forma superior de aso-
312
ciación el carácter cosmopolita y por ende prescindente de los
vínculos basados en la nacionalidad. Pero aun cuando los objeti-
vos y beneficios que ofrecían a sus miembros podían diferir de
manera más o menos importante, la mayor parte de las mutualida-
des ofrecía atención médica y farmacéutica, subsidios destinados
a compensar la pérdida del salario durante los períodos de enfer-
medad, gastos de sepelio y ayuda económica a los familiares del
socio fallecido. Algunas también incluían internación hospitala-
ria, subsidios de hospitalización y para aquellos miembros que
padecían enfermedades crónicas.
En las primeras décadas del siglo la organización de los servi-
cios de atención médica con cobertura mutual era relativamente
simple: los beneficiarios podían acudir a uno o varios especialis-
tas y consultar a un número variable de médicos clínicos distribui-
dos en los diferentes "radios" o secciones en los que se dividía la
ciudad. Se trataba, en general, de una atención médica relativa-
mente simple, en la que predominaba la práctica clínica y que in-
cluía curaciones realizadas por el mismo médico que, además,
aplicaba inyecciones, dedicaba buena parte de su tiempo a la rea-
lización de visitas domiciliarias y recetaba las "fórmulas magis-
trales" que luego elaboraba el farmacéutico.
Junto al sistema público y el mutualismo estaba la oferta de los
consultorios particulares. Sin duda, en las ciudades grandes como
Buenos Aires y Rosario no faltaron clínicas y sanatorios de lujo y
equipamientos bastante sofisticados. Pero también en las ciuda-
des medianas esta oferta privada de servicios ya era un dato
inocultable. En Mar del Plata, por ejemplo, existía en 1921 un
sanatorio de lujo —el Sanatorio Mar del Plata— que salía a cubrir
las demandas de la elite en la temporada veraniega y también otros
establecimientos menos suntuosos que atendían las demandas de
las incipientes clases medias.
313
pias clientelas, enmarcando sus ofertas a partir de diferentes con-
cepciones de lo bueno, lo justo, lo adecuado, lo posible. Alo largo
de las primeras décadas del siglo esas organizaciones cumplieron
relativamente bien los objetivos que respaldaron su creación. En
los años treinta, sin embargo, comenzaron a hacerse evidentes cier-
tos síntomas de malestar que aparecían relacionados con la insufi-
ciencia de los recursos disponibles para enfrentar necesidades in-
satisfechas. Este nuevo contexto resultaba, en general, de las re-
percusiones que tuvo en el país la crisis internacional de 1929, la
caída de las exportaciones, la acumulación de productos destina-
dos al mercado que no encontraban un nivel adecuado de deman-
da, el desempleo, las migraciones internas y cierto deterioro rela-
tivo de las condiciones de la vivienda obrera. Más específicamen-
te la crisis renovaba y ampliaba las demandas a las instituciones
ocupadas de la asistencia social y la salud pública al tiempo que
ponía en cuestión expectativas que se habían ido conformando en
las primeras décadas del siglo.
Algunos cambios en la práctica médica también tuvieron su efec-
to en la percepción generalizada de la crisis, así como en un diag-
nóstico negativo respecto de la capacidad de las formas organiza-
tivas existentes para responder a las nuevas necesidades y deman-
das sociales. Así, el reconocimiento de estas novedades exigía la
definición de nuevas reglas de juego que, a su modo, estimulaban
innovaciones organizativas. Los cambios en la organización de la
práctica médica se vincularon estrechamente a las novedades téc-
nicas que, paulatinamente, fúeron aumentando la capacidad de
diagnóstico y terapéutica de la medicina. En ese escenario, se re-
gistró una disminución relativa de recursos destinados a honora-
rios profesionales y un aumento de los gastos en medicamentos,
análisis de laboratorio y radiología. La aparición del "específico",
esto es, el medicamento producido en serie, tendió a reemplazar a
la fórmula magistral prescripta para cada paciente por su médico,
incrementando, al menos en una primera etapa, su costo. Los cos-
tos de atención también aumentaron, como resultado no sólo del
creciente uso de radiografías seriadas y de contraste, los "electro-
cardiógrafos" y otros aparatos más sensibles y de mejor resolu-
ción, sino también de una mayor demanda de pruebas de laborato-
rio por parte de los médicos. A esos cambios se sumaba la incor-
poración de una serie de nuevos y costosos procedimientos aso-
ciados al mejor diagnóstico de las enfermedades venéreas, la de-
314
tección precoz del embarazo y las técnicas de eritrosedimentación.
La práctica médica también cambió. En la contabilidad de las
mutuales disminuyó el número de consultas domiciliarias y los
profesionales dejaron de facturar las curaciones simples y la apli-
cación de inyecciones. Las consultas a especialistas aumentaron y
algunas mutualidades, especialmente las que contaban con un nú-
mero importante de socios, crearon o consolidaron consultorios
de especialidades. La Asociación Obrera de Socorros Mutuos, por
ejemplo, que hasta ese momento había financiado la atención de
sus beneficiarios en consultorios donde trabajaban profesionales
contratados, en 1930 decidió instalar servicios de farmacia y labo-
ratorio y abrir consultorios médicos diferenciados según especia-
lidad. Cinco años más tarde, puso en marcha el proyecto de cons-
trucción del sanatorio social.
Estas novedades llevaron a médicos en ejercicio, administrado-
res de hospitales y gerentes de mutualidades a tomar en cuenta el
aumento de la demanda de atención médica y los problemas insti-
tucionales resultantes. En Buenos Aires, entre la primera década
del siglo y la de los años treinta, la población de la ciudad se dupli-
có y el ingreso a los hospitales municipales se multiplicó por 3.5;
las cirugías realizadas en ellos por 9.0; las consultas ambulatorias
en hospitales y estaciones sanitarias por 15.6, y las camas disponi-
bles para la recepción de enfermos por 4.3. En la Sociedad de Be-
neficencia, para el mismo lapso, las consultas se multiplicaron por
17.2, las internaciones por 3.9 y las camas disponibles por 2. Estos
incrementos daban cuenta no sólo del empobrecimiento relativo
de ciertas franjas dentro de los sectores medios urbanos afectados
por la crisis económica, sino también de la mayor confianza de la
población en la eficacia curativa de la medicina, la creciente toma
de conciencia acerca de las consecuencias de largo plazo de algu-
nas enfermedades y la consolidación y el desarrollo de una cultura
higiénica.
315
La existencia de límites confusos entre la concepción del seguro
—basado en la práctica de la previsión individual y las formas
sociales de previsión de base solidaria se puso de manifiesto cuan-
do se discutía la política por adoptar con los grupos sujetos a ma-
yor riesgo y sus consecuencias en el desbalance entre el ingreso
por cuotas y el gasto en servicios. Durante los años veinte se ha-
bían difundido entre algunas mutuales las técnicas actuariales de
cálculo de riesgo. Por eso se debatió, en ocasiones apasionada-
mente, si los grupos más vulnerables, en primer lugar mujeres,
niños y hombres mayores de 45 años, debían abonar cuotas mayo-
res. Fue en ese contexto que el movimiento mutualista incrementó
sus demandas de protección a las instituciones del Estado frente a
la competencia de las "pseudomutuales", esto es, empresas de sa-
lud con fines de lucro. La dirigencia mutualista apoyó con entu-
siasmo los diversos proyectos de seguro social que, creían, trans-
formarían a las asociacio-
nes en ó r g a n o s locales
semiautónomos de aplica-
ción del seguro, aumenta-
rían s u s t a n c i a l m e n t e el
número de sus miembros
como resultado del esta-
blecimiento de alguna mo-
dalidad obligatoria de afi-
liación y permitirían una
mejor compensación entre
recursos y gastos.
Todos estos cambios,
marcados por la creciente
tecnificación y especializa-
ción de la medicina y el
aumento de la demanda de
atención entre la población
de menores recursos, fúe-
ron acompañados por una
complejización de la prác-
tica médica, por la tenden-
cia al trabajo en equipo en
grandes instituciones y por
la pérdida de vigencia de
316
la figura tradicional del médico de familia que portaba su clásico
maletín. Para algunos, estas novedades no hicieron más que ali-
mentar imágenes catastrofistas que no sólo señalaban el colapso
de las instituciones sino también la proletarización del trabajo pro-
fesional.
317
de c u r a d o r e s alternativos, e n f e r m e r o s , p a r t e r a s y f a r m a c é u t i c o s .
La expansión de las mutualidades motivó cierta alarma, espe-
cialmente en aquellas que instalaron consultorios y pretendieron
remunerar al profesional a partir de un salario o un pago por horas
de trabajo. Dedicadas en sus orígenes a la protección del indigen-
te, habían funcionado como un instrumento útil para acercar la
demanda de la población menos favorecida al consultorio de los
profesionales independientes. Con el paso del tiempo, su cobertu-
ra se extendió a individuos con cierta disponibilidad de recursos
que sacaban provecho —en forma indebida, según la perspectiva
de sus críticos— de los honorarios reducidos con que muchos pro-
fesionales ofrecían sus servicios en las mutualidades. Por su parte,
las instituciones de beneficencia, lanzadas a administrar hospita-
les, dispensarios, consultorios y clínicas, se transformaron en ame-
nazas a la pretensión profesional de exclusivo control de las habi-
lidades indispensables para dirigir una organización de salud. Así,
los médicos alegaban una pérdida de autonomía cuando debían
aceptar que administradores legos interfirieran en sus hábitos pres-
criptivos, en el tiempo dedicado a la consulta con cada paciente,
en las decisiones de tratamiento o cuando, forzados a violar el
secreto profesional, debían denunciar a sus pacientes infecciosos.
Estos malestares profesionales no impidieron que los mismos
médicos comenzaran a reunirse en clínicas cooperativas, ponien-
do en marcha sistemas de prepago en los que se ofrecía atención
médica. Estas nuevas organizaciones debieron promover activa-
mente sus servicios y en ocasiones competir abiertamente por la
captación de afiliados, utilizando métodos de propaganda que al-
gunos médicos consideraban escandalosos al punto de afectar el
decoro profesional. La expansión de estas nuevas modalidades de
financiamiento y provisión de servicios se produjo en forma abierta,
espontánea, y sin someterse a ningún tipo de regulación por parte
del Estado. La literatura médica de la época la asociaba a tenden-
cias a la "mercantilización" de la práctica, al desarrollo de con-
ductas reñidas con la tradicional ética médica, al fenómeno de las
"pseudomutuales", a la pretensión de asalariar a los profesionales
o compensarlos a partir de porcentajes irrisorios de las cuotas re-
caudadas. Algunas asociaciones y colegios profesionales intenta-
ron la puesta en marcha de sus propios planes por abono y llega-
ron a construir y administrar clínicas y sanatorios en aquellos mer-
cados donde la iniciativa individual no tenía fuerza suficiente o
318
estímulos adecuados para hacer frente a la inversión necesaria.
Sin duda, el surgimiento de grandes instituciones con capaci-
dad de albergar las nuevas tecnologías de cura multiplicó la efica-
cia terapéutica de la medicina, ampliando su prestigio y otorgando
nuevas condiciones de legitimidad a su pretensión de autonomía y
reconocimiento social. Pero también generó cierto malestar, aso-
ciado en gran medida a una suerte de amenaza a la supervivencia
del ejercicio liberal de la profesión, esto es, la posibilidad de esta-
blecer una relación "personal y privada" con cada uno de los pa-
cientes. Los avances estatales que promovían la implementación
de sistemas obligatorios de seguro social también fueron percibi-
dos como una amenaza a la autonomía profesional y al consiguiente
derecho de los profesionales a establecer libremente el valor de su
trabajo. Y aun cuando los médicos reconocieran la necesidad de
poner en marcha formas socializadas para enfrentar el riesgo de
enfermar, sus altos costos y su atención, una y otra vez se resistie-
ron a abandonar en manos del Estado el control de los sistemas de
seguro. Era evidente que como grupo profesional temían perder la
autonomía que habían logrado y gozaban desde hacía décadas.
A partir de los años veinte, entonces, la actividad gremial médi-
ca fue definiendo los puntos más destacados de la que sería su
agenda en la década siguiente: la libre elección del médico por el
paciente, el derecho del médico de decidir a qué pacientes brinda-
rá sus servicios, el derecho de establecer sus honorarios, el com-
promiso ético de no contribuir a la devaluación del trabajo profe-
sional, la remuneración por acto médico, la libertad de prescrip-
ción, el rechazo a cualquier interferencia externa —de no-médi-
cos— en la toma de decisiones pertinentes a la actividad profe-
sional.
Las asociaciones médico-gremiales tuvieron como principales
interlocutores a los organismos estatales vinculados con la asis-
tencia y el cuidado de la salud. En ese diálogo politizaron sus rei-
vindicaciones, reclamando autonomía del Estado y, al mismo tiem-
po, buscando en él el garante por excelencia del status profesio-
nal. Durante los años veinte, treinta y cuarenta se profundizó la
injerencia estatal sobre cuestiones tradicionalmente localizadas en
la esfera privada. Una de esas cuestiones se vinculaba a una gene-
ralizada percepción que subrayaba cierto fracaso de las institucio-
nes de atención médica en sus esfuerzos por controlar las enfer-
medades y sus consecuencias tanto individuales como sociales.
319
Las estadísticas de incidencia de la tuberculosis y del paludismo,
los temores relacionados con las enfermedades venéreas, las tasas
de mortalidad infantil que se mantenían relativamente altas, la
amenaza "nueva" que se podía prevenir con un mejor diagnóstico
del cáncer y las enfermedades cardiovasculares, la preocupación
por identificar y prevenir las enfermedades vinculadas al trabajo
industrial, fueron percibidos, todos ellos, como indicadores de la
necesidad de diseñar formas más eficaces de control y asistencia.
Esta renovada intervención del Estado se legitimaba en la con-
veniencia y, para algunos, urgencia de destinar fuerzas y recursos
en la forja de una población sana y vigorosa, capaz de defender a
la patria e incrementar la productividad. Fue en ese contexto que
la profesión médica y el Estado redefinieron un campo de interés
común, donde no faltaron los conflictos. Como lo venían hacien-
do desde mediados del siglo XIX, los profesionales siguieron rei-
vindicando su vocación de autonomía; la novedad que trajeron
estos años tuvo que ver con la reformulación parcial de los argu-
mentos que buscaban sustentarla. Así, antes que enfatizar en la
existencia de un conjunto relativamente reducido de hombres do-
tados de conocimientos especiales, con condiciones morales pro-
pias de una elite y movidos por una vocación asimilable a un sa-
cerdocio laico, la reivindicación de la autonomía era presentada
como condición de eficacia de un trabajo técnico destinado al cum-
plimiento de una fúnción social prioritaria.
320
vivienda y los espacios públicos, en la escuela y en el lugar de
trabajo, el tema de la buena salud anunciaba e introducía otros
más abarcadores como el de la armonía y el consenso social, las
embrionarias ideas asociadas a la justicia social o los derechos
ciudadanos. En ocasiones, ese clima de ideas produjo utopías que
imaginaban ciudades o sociedades donde la enfermedad no exis-
tía, o estaba convenientemente asistida no sólo por una red de ins-
tituciones de atención manejadas por médicos, sino también por
un entorno urbano reinventado de la mano de horizontes tan varia-
dos como el verde portador de una ilusión rural en la ciudad, el de
la tranquilidad del barrio que permitía vivir sin los trajines y exce-
sos metropolitanos o el de la panacea tecnológica que ofrecía infa-
libles vacunas y medicinas para cada mal.
Los médicos fúeron un grupo clave en la sostenida ampliación
y maduración de este clima de ideas. Fueron también difúsores,
algunos de ellos incansables, de estas nuevas conductas. En 1940,
un folleto publicado por el Centro de Investigaciones Tisiológicas
estimaba imprescindible lanzar "un plan de educación higiénica,
coherente y con continuidad, basado en el uso de la prensa y la
radio, los carteles de anuncio en sitios públicos y en vehículos de
transporte colectivo y en los matasellos del correo". Indicaba que
las campañas, además de ser "genéricas y positivas" debían "enfa-
tizar en la alimentación, la vivienda y el examen periódico de la
salud", descartando las campañas espectaculares y esporádicas que,
aun siendo bienintencionadas, contribuían poco a la educación
higiénica de la gente común y al final eran tan ineficaces como los
"sermones higiénicos que se escuchan en la radio que invitan a
correr el dial cuanto antes" o las aburridísimas conferencias ma-
gistrales cuya "capacidad de penetración", decían los autores del
folleto, era ciertamente limitada. Por estos motivos se insistía en
la necesidad de que "el conocimiento higiénico debía ir en busca
del sujeto, sorprenderlo, solicitar su atención. Es necesario hacer
aceptar ideas y normas sanitarias como se impone la marca de un
producto".
321
sana y la higiene positiva. Era esta larga historia la que habilitaba
a comienzos de los años cuarenta a algunos médicos sanitaristas a
hablar como publicitarios.
La lucha antituberculosa en primer lugar, pero también esfuer-
zos similares como el de la lucha contra el alcohol, las enfermeda-
des venéreas o las moscas, recurrieron a carteles, afiches, folletos
y volantes redactados en un "lenguaje al alcance de todos" y a
veces en varios idiomas. Buscaban informar y educar al público.
Así, entre 1901 y 1902 se distribuyeron en trenes y fábricas, socie-
dades mutuales y hospitales, centros obreros, iglesias y escuelas
varias centenas de miles de piezas de material impreso. Hubo tam-
bién otros modos de difusión: las conferencias en salones exclusi-
vos o locales modestos, las cajitas de fósforos con instrucciones
higiénicas impresas, las campañas públicas impulsadas como si
fúeran cruzadas religiosas o militares. A partir de los años veinte,
y durante los años treinta, estos esfuerzos de difusión aumentaron
significativamente. Copiando los estilos norteamericanos en ma-
teria de social marketing, se comenzaron a usar en forma regular
los diarios y revistas de tirada masiva. En 1935, por ejemplo, la
Cruzada Antituberculosa Nacional hizo un intenso y sofisticado
empleo de los entonces llamados "modernos modos de difúsión".
En la escuela, las maestras leían a los niños cuentos donde la tu-
berculosis aparecía como "el enemigo número uno" o "el lobo
feroz", todos los abonados que figuraban en la guía telefónica de
la ciudad recibían propaganda en su casa, los actores arengaban al
público en los entreactos de las funciones de cine y teatro, en las
calles los paredones se empapelaban con afiches, en las estaciones
de tren se colgaban grandes cartelones de tela y, en pleno centro de
la ciudad, los transeúntes podían leer letreros luminosos alusivos.
De tanto en tanto, un vagón de tranvía se transformaba en un gran
cartel rodante y la radio emitía programas de salud y anuncios suel-
tos que con insistencia repetían los consejos antituberculosos. En
las canchas de fútbol, convertidas ya en escenario de un espec-
táculo de masas, los altoparlantes invitaban a "hacer patria cui-
dando de la salud".
Todos estos esfuerzos de difúsión de los años treinta, así como
los que se habían desplegado a comienzos de siglo y los que se
realizarían en la década de 1940, fúeron tejiendo una trama donde
el mensaje de la nueva higiene se mezclaba con la propaganda y el
consumo. Así, en 1919 algunos anuncios ofrecían yerba en table-
322
tas e invitaban a tomar mate pero como una infusión, una suerte de
opción "racional", decían, que suplantaba "el uso de la bombilla,
el vehículo de contagio de la tuberculosis por excelencia". Y en
los años treinta, cuando los sectores medios, pero no sólo ellos,
consumían y utilizaban más y más productos —jabones "higiéni-
cos", calefones que permitían la ducha frecuente, tónicos y jara-
bes fortificantes de venta libre—, algunas propagandas se ocupa-
ban puntualmente de recordar al lector que necesitaban aspiradoras
para lograr una efectiva "aspiración de los microbios más peligro-
sos". Por esos años, fueron frecuentes los programas radiales que
no sólo participaban de este esfuerzo por crear una "conciencia
higiénica" sino que también igualaban salud a belleza.
La prédica en favor de la higiene se remataba en una nueva idea
de la longevidad. El tópico no era una originalidad argentina. En
los años veinte, treinta y cuarenta, la New Health Society de Lon-
dres pregonaba a los cuatro vientos un decálogo de la longevidad
que la revista Viva Cien Años, editada en Buenos Aires, hizo pro-
pio: "reducir la ración de carne y reemplazarla por el pescado",
323
"comer pan integral, frutas, verduras y lácteos", "facilitar el movi-
miento regular de los intestinos", "beber por lo menos seis vasos
de agua por día", "trabajar y dormir en ambientes bien aireados",
"aprovechar todas las ocasiones para exponer la piel desnuda al
aire y al sol", "usar ropa interior liviana y porosa", "bañarse todos
los días", "higienizarse escrupulosamente la boca y los dientes",
"practicar ejercicios físicos". Con esos consejos, la revista anun-
ciaba el camino que debía culminar en una ancianidad sana y vital
tanto en lo mental y espiritual como en lo físico.
Así, desde muy diversas posturas políticas e ideológicas, un
dominante e impreciso discurso eugenésico positivo permeó el tema
de la salud. Algunos fueron eugenistas doctrinarios, otros refor-
mistas sociales del más variado ropaje, y prácticamente todos
neolamarckianos. Creyendo firmemente que ciertos cambios
medioambientales podían modificar y beneficiar lo que llamaban
el "capital genético" de la población, todos ellos destacaban la
necesidad, incluso la urgencia, de "mejorar la raza" utilizando re-
cursos y estrategias de nutrimento, de la buena alimentación a la
difusión de la cultura higiénica. No buscaban pureza racial, sino
fortalecimiento de los cuerpos individuales y del cuerpo de la na-
ción mediante acciones médicas, morales y sociales. Así, la medi-
cina mezclaba los hallazgos de la revolución pasteuriana y la bac-
teriología moderna con las posibilidades de cambio asociadas a la
educación y la lucha contra la pobreza. Fue en ese contexto que se
reconocieron las dimensiones sociales de ciertas enfermedades y
la necesidad de unir atención médica con asistencia social. Por ese
camino se fue definiendo el programa de acción de diversas agen-
cias estatales y de numerosas organizaciones privadas, todas ellas
de algún modo involucradas en la lucha contra la tuberculosis, el
paludismo, las enfermedades venéreas o la protección de la in-
fancia.
325
azar y, si podían, participaban del mutualismo o de la medicina
prepaga tratando de disponer de alguna asistencia básica; otros,
tal vez la mayoría, buscaron esa cobertura en los servicios gratui-
tos de atención ofrecidos por la red hospitalaria estatal. Grupos
socialistas, anarcosindicalistas, comunistas o radicales —que en
esos años pretendían hablar en nombre de las anónimas masas ur-
banas y, en ciertos casos, en nombre de los trabajadores en parti-
cular— articularon sus preocupaciones referidas a la salud y la
enfermedad de modo bastante genérico y como asuntos integran-
tes de la ampliación de sus derechos sociales. Entre los médicos,
tanto entre los que trabajaban en reparticiones o establecimientos
del Estado como entre los que participaban en las distintas institu-
ciones de la sociedad civil dedicadas a la asistencia y atención, se
fue afirmando la idea de que la preservación de la salud contribuía
"al mantenimiento del rendimiento vital, no sólo como una venta-
ja personal sino también como un bien que interesa a la comuni-
dad y que pertenece a la patria". Así, concebidos como derechos
sociales, como acciones que contribuirían a la obtención de una
"ventaja personal", o como aportes al "fortalecimiento de la pa-
tria", fueron prefigurándose algunos rasgos que anticipaban lo que
el primer peronismo desarrollaría en una escala y con una convic-
ción hasta entonces desconocidas.
Al despuntar la década del cuarenta, el Estado profundizaba no
sólo su carácter capitalista sino también su función asistencialista,
un perfil que venía consolidando desde hace años con la expan-
sión de su red de hospitales, dispensarios y demás servicios de
atención. Estos empeños intervencionistas y providentes eran par-
te de las nuevas funciones que el Estado había asumido para sí, no
sólo como mediador en los conflictos sociales sino también como
normalizador de más y más cuestiones del mundo privado. Esa
ampliación de funciones fue en parte el resultado de demandas
originadas en la sociedad civil, en las asociaciones mutuales en
primer lugar, que comenzaron a experimentar, especialmente en la
década del treinta y al calor de una ampliación de la demanda,
condiciones graves de desequilibrios financieros que, se pensaba,
podían resolverse con la activa intervención reguladora estatal.
Fue en ese contexto, caracterizado por una mayor intervención
del Estado y por la presencia de sectores de la sociedad civil muy
interesados en renegociar con él su lugar como oferentes de servi-
cios, donde las cuestiones de la salud y la enfermedad comenza-
326
ron, como nunca antes, a politizarse. A la discusión sobre las di-
mensiones y características del asistencialismo estatal, un tema no
totalmente nuevo, se sumó a comienzos de los años cuarenta la
cuestión del seguro de salud. En torno a este problema, que sí era
novedoso, las ideas de la solidaridad y de la justicia ganaron en
presencia y alcance. Alentadas por tradiciones muy variadas, de la
socialista a la católica y al espiritualismo krausista, esas ideas
galvanizarían en torno a la definición de tres conjuntos solidarios
a los que se atribuían intereses recíprocos y compartidos. Comen-
zaría a aceptarse entonces una fórmula donde el Estado y los em-
pleadores debían contribuir a amortizar lo que se dio en llamar "el
capital-hombre" y los trabajadores se harían cargo de aportar su
parte, quedando de ese modo habilitados a exigir como derecho
aquello que habían cofinanciado. En este nuevo marco, los víncu-
los solidarios, antes primordialmente instalados en la esfera priva-
da de las organizaciones mutuales, incorporaron una dimensión
política que logró incluir al Estado como parte interesada y res-
ponsable. Así, la maduración de esta nueva relación entre el Esta-
do y la sociedad, un proceso en gestación desde comienzos del
siglo XX, tomó forma en un estado de compromiso, donde el re-
conocimiento de derechos sociales, entre ellos el de la salud, ter-
minó ampliando sustancialmente los contenidos de la ciudadanía.
327
BIBLIOGRAFÍA
328
noz et al. Ciencia y sociedad en América Latina. Buenos Aires. Universidad
Nacional de Quilines, 1996.
329
Revisión La peste a lo largo de la historia
Resumen
La peste ha protagonizado la historia del ser humano. A nivel mundial se ha tenido conocimiento de 3 grandes
epidemias: la peste de Justiniano (541), la peste negra (1348) y la peste del s XIX (1855). Todas tienen un origen
Palabras clave: común en Asia, se extendieron a través de reservorios y vectores por vías de transporte comercial y se estable-
Peste. Epidemia. Historia. cieron en poblaciones de mamíferos distintas que mantienen la aparición de casos y brotes. Coincidieron en una
Epidemiología. aparición súbita, una elevada mortalidad y provocaron un impacto demográfico y socioeconómico.
Summary
The plague has had a huge impact on the history of the human being. Worldwide, 3 major epidemics have been
reported: the plague of Justinian (541), the black plague (1348) and the plague of the 19th century (1855). They
Key words: all have a common origin in Asia, spread through reservoirs and vectors by commercial transport routes and
Plague. Epidemic. History. were established in populations of different mammals that maintain the occurrence of cases and outbreaks.
Epidemiology. They coincided in a sudden appearance, high mortality and caused a demographic and socioeconomic impact.
queñas, y se les llamaba comúnmente forúnculos. Desde “El clima espanyol no es muy dispuesto á producir
esos dos puntos de partida, los forúnculos comenzaban la peste, y pocas veces la hubiera padecido sino por una
poco a poco a esparcirse y aparecer, en general, por todo invasión extrangera; ni tampoco ningun otro género de
el cuerpo. Después, la manifestación de la enfermedad enfermedades contagiosas, aun las ménos violentas,
cambiaba a puntos negros o lívidos en los brazos, los como el sarampion y las viruelas, porque ántes de la
muslos y en toda la persona. Muchas de estas manchas expedición de los moros en España no hay memoria de
eran grandes y estaban separadas, otras eran pequeñas haberla experimentado jamás, hasta que despues de la
y se apiñaban. Al igual que los forúnculos —que eran guerra sostenida contra los sarracenos se extendió por
y seguían siendo una segura indicación de la muerte este país y por todos los de Europa.” 8
próxima— estas manchas tenían el mismo significado
Por otro lado, se produjeron ataques antisemitas en distintos
para cualquier persona en que hubieran aparecido.”1
enclaves del territorio español durante la peste de 1348 que,
Posteriormente, en 1625, después de la extensa experiencia de alguna forma, pretendían solucionar conflictos previos. Un
adquirida por haber vivido numerosos casos a lo largo de muchos autor del siglo XV, describía la expulsión de un gran grupo
años, un médico de Barcelona llamado Bernat Mas apuntaba: de judíos durante la epidemia de peste del año 1492 de la
siguiente manera:
“...las señales propias de la legítima fiebre pestilencial
según todos los Doctores son muchas y muy grandes. Par- “En el mismo año, si merecen crédito los escritores
ticularmente aturdimiento, peso y dolor grande de cabeza; fidedignos, salieron de España mas de quatrocientos
sequedad, negritud y acidez de la lengua y la boca; olor mil judios por mandamiento del rey Don Fernando de
fétido, malo y pudente del aliento: sed insaciable; congoja Aragon, y de Doña Isabel reyna de Castilla. Los quales
continua del cuerpo; ascos y vómitos ordinarios; dificultad no solo recibiéron un gravisimo daño, sino que fuéron
muy grande en respirar; velar continuo y desvario; dolor de causa de que muchos otros los recibieran, porque
riñones; calor intolerable en las partes internas, estando habiendo llegado á Nápoles nueve caravelas con gran
las externas frescas y a la vez frías; desmayos, vista terrible número de judíos por el mes de Agosto, heridos de pes-
y espantosa, mirando alienadamente a una parte y a otra tilencia llevada verosimilmente de España, en el mes de
con los ojos inflamados y sanguinolentos. Y finalmente Setiembre siguiente se corrompió el ayre, de modo que
acostumbran a aparecer las más de las veces ganglios y muriéron de aquella infeccion dentro de la ciudad mas
malas bubas, que son las señales ordinarias con las que de veinte mil personas, y de allí se extendió por todo el
el vulgo enjuicia la Peste y solo a estos dos accidentes reyno, durando la mortandad quasi un año entero, y fué
llama peste.”3 de las muy señaladas que aquel reyno ha padecido”4.
Cuando la forma clínica de la enfermedad afectaba el aparato A pesar de esta débil causalidad, eran más que eviden-
tes factores de tipo social y económico que incrementaban
respiratorio se llamaba peste neumónica y se caracterizaba por
la probabilidad de contraer la peste. Así, las condiciones
una afectación pulmonar con bronquitis, dolor torácico y bron-
higiénico-sanitarias de personas y viviendas, las condiciones
coneumonía hemorrágica con expectoraciones sanguinolentas.
ambientales, el hacinamiento, el comercio entre municipios
Las personas afectadas eran ellas mismas fuente de contagio a
o el desgobierno progresivo podía ser determinante en el
través de la vía aérea. La evolución era peor y llevaba a la muerte impacto de la epidemia.
en 3 o 4 días. Esta forma tenía una mortalidad del 95-100%.
Las causas de la peste pasaban más por una concepción fa-
Las epidemias a lo largo de la historia
talista e inexplicable del mal que se atribuía a elementos mágicos
o sobrenaturales, que tenían su base en el desconocimiento de La peste de Justiniano (541-543)
la causa real. Aquellos colectivos mal vistos por la sociedad eran
Entre el año 541 y el 543, en época del Emperador Justi-
los que concentraban y pagaban, a menudo con la propia vida,
niano, se vivió la considerada la primera de las tres pandemias
los miedos y el desconomiento de la gente. Para calmar la ira de de peste. Se extendió desde Etiopía hasta Pelusium en Egipto
un Dios enfadado se expulsaba a aquellos que profesaban una extendiéndose por el oeste hasta Alejandría y por el este hasta
religión distinta del cristianismo, como judíos o musulmanes. En Gaza, Jerusalén y Antioquía. Una vez alcanzó el mar y a través de
relación a los árabes de la península se comentaba: las rutas comerciales marítimas se extendió a ambos lados del
Mediterráneo afectando, en el año 541, a la ciudad de Constan- tes, el Mártes 20 de Mayo de 1348, en cuyo año murieron
tinopla, y extendiéndose posteriormente por toda en Europa1. quatro concelleres, y casi todos los del Consejo de Ciento”4
El historiador de la corte de Bizancio, Procopio de Cesarea,
La peste desde 1348 hasta el siglo XVIII tuvo una presencia
describió los síntomas de la enfermedad de forma muy parecida
constante, aunque los brotes fueron más limitados. Durante la
a como fue descrita en episodios posteriores de peste, con fiebre,
segunda mitad del siglo XIV y el siglo XV, la sucesión de epidemias
delirio y bubones.
de peste fue continuada, tanto por la instalación endémica en el
La epidemia de peste tuvo efectos contundentes a corto,
territorio a partir de los focos selváticos establecidos como por la
medio y largo plazo. En Constantinopla, la epidemia alcanzó
su punto álgido en el año 542 con unas 5.000 muertes diarias coincidencia con la aparición de epidemias en otros lugares de
estimadas (aunque hay estimaciones de hasta 10.000 muertes Europa. En este sentido, y reflejando la rápida difusión territorial
diarias). Según Procopio “la epidemia estuvo cerca de aniquilar a se escribía lo siguiente en relación a la peste de 1358:
la humanidad”. En este mismo sentido tuvo consecuencias en la “Erupción en la Saboya, Provenza y Delfinado y
producción alimentaria comportando una reestructuración del desde estas provincias se propagó á Catalunya y Castilla.
sistema agrario. A nivel socio-económico la peste marcó el final El año siguiente se presentó en la Gran Bretanya, Irlanda
de la ordenación romana para dar paso a una organización de y Flandes. Al fin del año atacó a la Alemania, la Ungria
época medieval9. y la Dinamarca”4
De manera global, la epidemia de peste posiblemente con-
Durante el siglo XVI, la presencia de la peste no sólo no de-
tribuyó a la transición desde el Imperio Romano de Occidente
cayó sino que se asoció con irregularidades climatológicas como
hacia el periodo Medieval.
sequías, inundaciones e incluso con la aparición de plagas, que
provocaron invariablemente grandes carestías y hambre3.
La peste negra
El siglo XVII estuvo marcado por una progresiva desaparición
En el año 1347 barcos mercantes genoveses, procedentes del de las epidemias de peste. A partir de este momento y a lo largo
puerto de Caffa, en el Mar Negro, portadores de peste bubónica del siglo XVIII, la peste empezó a disminuir hasta su total desa-
navegaban por el Mediterráneo. Dos autores del territorio anda- parición de Europa a mediados de este siglo. Se han planteado
lusí hacían referencia al origen de la peste: el médico Ib Khâtimah múltiple y diversas causas de su extinción. Las medidas sanita-
en el año 1349 escribe que el origen de la peste se sitúa en la rias establecidas por distintos gobiernos, el cambio de las rutas
tierra de Khitai (China), y se extiende hacia a Irak, Crimea, Persia comerciales con oriente de terrestres a marítimas, los cambios
y Constantinopla; el médico Ib al-Khatîb en el año 1348 escribe climáticos experimentados durante el siglo XVII que afectaron
que la enfermedad se origina en Khitai y Sind, es decir en el Valle los agentes transmisores de la enfermedad, la remisión espon-
del Indo. Desde el puerto de Caffa estas embarcaciones hicieron tánea de los focos selváticos sin capacidad para mantenerse o
escala en Sicilia, Pisa, Génova y Marsella, iniciando la extensión de las medidas higiénicas y de salubridad son diferentes causas
la peor pandemia de peste de la historia. El 1348 la peste llegaba planteadas pero parece ser que ninguna de ellas por si sola fue
a localidades de ambos lados del Mediterráneo, la costa del at- suficientemente importante10.
lántico y el báltico, y finalmente, a través de ríos y caminos, hasta
poblaciones del interior y norte de Europa, alcanzando incluso El impacto de la peste en el pasado
Islandia. Durante los 5 años que duró tuvo un impacto altísimo en
Antes de 1348, ante la aparición de una epidemia, las au-
la población europea, causando una elevada mortalidad (hasta
toridades de una determinada población tomaban distintas
del 30-40%), paralizando el crecimiento demográfico y creando
medidas basándose en argumentaciones fundamentadas en
grandes áreas de despoblamiento3.
el conocimiento y en el corpus de creencias de la época. Estas
En estos territorios la peste provocó un descenso tan impor-
medidas podían ir desde la limpieza de las calles y la recogida y
tante de población que en la ciudad de Barcelona se comentaba
el envío fuera de las ciudades de los productos de desecho, hasta
lo siguiente: la sepultura de cadáveres, la realización de procesiones e incluso
“Quan grande fuese la mortandad que habia este la expulsión de personas que supuestamente llevaban una vida
año en Barcelona, y que duró todo Junio, lo acredita la que podía ofender a Dios1.
solemne procesion de rogativa que se hizo con muchos Con la peste bubónica estas medidas se mostraron total-
Sacerdotes de la Seo, parroquias, conventos y otras gen- mente insuficientes.
La enfermedad afectaba sin excepción a toda la población. se registraron acusaciones, ataques e incluso expulsiones de no
Por un lado, las autoridades, las élites gobernantes y las familias creyentes como eran las de grandes grupos de judíos.
más privilegiadas huían rápidamente hacia poblaciones no
afectadas. Entre el efecto de la huida y la alta mortandad, los La peste del siglo XIX
órganos de gobierno y de gestión de la crisis se veían mermados
En 1855 la peste volvió a aparecer esta vez en la provincia
y sin efectivos para la toma de decisiones11. La muerte y huida de
de Yunnan en China y a través de las rutas del opio y del estaño
gobernantes y autoridades afectaba no sólo la toma de decisio-
fue extendiéndose provincia a provincia hasta llegar en 1894 a
nes inmediatas ante las epidemias, sino también las decisiones
Cantón y Hong Kong. La extensión continuó por la India en 1896
a más largo plazo como el control de entradas a los municipios,
y a través de las rutas comerciales marítimas en el año 1900 ya
el control de entradas a los puertos y las fronteras, el control y
había afectado a poblaciones de los cinco continentes. Durante
prohibición de relaciones comerciales con sitios afectados o el
los 50 años siguientes se extendió por todo el mundo y causó
control de suministros alimentarios de las localidades.
unos 10 millones de muertes. La epidemia se dio por controlada
Por otro lado, la elevada mortalidad afectó también a la po-
en 19591. Sin embargo, durante su extensión se establecieron fo-
blación sin demasiadas diferencias por estrato social por lo que
cos zoonóticos estables en mamíferos de países en los que nunca
la peste causó disminuciones muy importantes de la población.
antes había existido como Estados Unidos, países de América
En las zonas urbanas, por las condiciones de vida y el grado de
del Sur (Perú, Bolivia, Brasil, Ecuador) y muy particularmente en
hacinamiento, la transmisión de la enfermedad era muy rápida,
Madagascar. Por ello, se puede afirmar que la tercera pandemia
mientras que, en zonas rurales, con menor densidad de pobla-
aún está presente en los focos estables de estos países.
ción y mayor distancia entre las viviendas, la transmisión no era
tan efectiva, a pesar de que cuando llegaba a una población la Aunque en el siglo XVII dio inicio la revolución científica, plan-
mortalidad era también elevada. Tanto durante la epidemia como teándose una visión alternativa de las causas y los mecanismos
posteriormente se observaba un fuerte movimiento migratorio de transmisión de las epidemias en general y de la peste en con-
del campo a la ciudad que tenía por objetivo llenar los vacíos creto, no es hasta el siglo XIX que Louis Pasteur propone la “teoría
dejados12. germinal de las enfermedades infecciosas” mediante la cual se
Las muertes ocasionadas en el colectivo de trabajadores establece que las enfermedades infecciosas no proceden de la
afectaban el abastecimiento de alimentos y bienes para el resto generación espontánea o del desequilibrio de los humores sino
de la población. Se podían presentar épocas de déficits de pro- que tienen sus causas en gérmenes con capacidad de transmisión
visiones que junto con la carestía del sector agrícola agravaban entre las personas. Robert Koch demuestra esta teoría a raíz de
aún más el estado físico de la población. sus investigaciones en tuberculosis y establece sus postulados
La muerte de mujeres y hombres en edad fértil condicionaba que proponen unos criterios experimentales para demostrar que
la recuperación posterior de la natalidad, no sólo por la dismi- un agente es responsable de una determinada enfermedad. En
nución nacimientos, sino también por el retraso de la edad de 1894 Alexander Yersin identifica la bacteria Yersinia pestis como
los nuevos matrimonios y, por tanto, por la disminución de los causa de la peste y Paul-Louis Simond descubre que la rata es
períodos fértiles de la mujer agravado todo ello por la enferme- el huésped primario y que la pulga de la rata Xenopsylla cheopys
dad, el déficit alimentario y el mayor número de abortos con o actúa como vinculo de la transmisión entre la rata y el hombre1.
sin secuelas posteriores. Con el conocimiento de su etiología y su epidemiologia la
En una sociedad afectada por una epidemia, se establecían epidemia vehiculizada a través de las ratas fue controlada con
relaciones de poder entre la minoría dominante y la mayoría relativa facilidad pero la infección se extendió a las poblaciones de
dominada. Así, las élites gobernantes huían de las localidades a pequeños mamíferos de América, Asia y África, estableciéndose
los primeros indicios de epidemia, pero al mismo tiempo, eran nuevas especies de reservorios que se convirtieron en endémicas
estas mismas élites las que establecían las medidas oficiales de en estos nuevos territorios13.
respuesta a la enfermedad. El resto de la población sufría la cares-
tía alimentaria, el miedo y la amenaza de la epidemia y aparecían ¿Qué sabemos de la peste?
frecuentemente las revueltas.
En este contexto de miedo y caos, las procesiones, las peni- La peste es una enfermedad transmisible con gran trascen-
tencias y las ofrendas a santos se continuaron realizando. Además, dencia en el pasado pero con vigencia en la actualidad cuya
y con el objetivo de calmar las acciones de un Dios enfadado, epidemiologia es compleja y aún en parte desconocida, y en
la que intervienen distintos reservorios, huéspedes y distintos vectores o secundaria a la transmisión entre humanos. Sin
vectores que varían según el área geográfica14. tratamiento antibiótico es casi siempre fatal.
La peste es una zoonosis en la que el ser humano y otros − Peste septicémica: tras un periodo de incubación de 2 a 6 días
mamíferos participan como huéspedes incidentales, pero no aparece de forma primaria o de forma secundaria a las otras
contribuyen al ciclo natural de la enfermedad (excepto en el formas clínicas de peste. La infección sanguínea provoca un
contexto de epidemia). Está causada por la bacteria Yersinia pestis amplio rango de síntomas producto de la infección en distin-
que pertenece a la familia Enterobacteriaceae. La bacteria contie- tos órganos. Sin tratamiento antibiótico es casi siempre fatal.
ne diversos factores de virulencia entre los que se encuentran El inicio precoz del tratamiento antibiótico mejora el pro-
adhesinas de superficie, proteínas formadoras de canales en el nóstico del enfermo. El tratamiento antibiótico de elección es la
huésped o plásmidos que codifican una toxina15. estreptomicina administrada por vía IM de forma precoz, pero
El reservorio natural de la peste son los roedores salvajes también puede utilizarse otros antibióticos como gentamicina
de diferentes especies según el territorio, desde la rata común o tetraciclinas.
en Madagascar a el Perro de las praderas (Cynomys gunnisoni) La principal medida de prevención es la reducción de la expo-
en Estados Unidos o diversas especies de marmotas en el Asia sición a los principales reservorios y vectores, el manejo adecuado
Central. Los pequeños mamíferos como liebres, conejos, gatos
de animales infectados vivos o muertos, así como establecer
o incluso el camello pueden ser lugar de multiplicación del
las medidas adecuadas de aislamiento respiratorio en caso de
germen y padecer enfermedad grave y ser a la vez fuente de
exposición a la forma neumónica de peste. Para el tratamiento
infección para los humanos16. La rata común (Rattus rattus y
profiláctico de los contactos se puede administrar tetraciclinas.
Rattus norvegicus), puede actuar como reservorio pero también
Con el conocimiento de su etiología y su epidemiologia y
como puente entre el reservorio natural y el hombre. La trasmi-
la mejora de las técnicas diagnósticas y de los tratamientos ha
sión de la peste se produce por la intromisión del humano en
mejorado mucho su pronóstico. Sin embargo, la peste sigue
el ciclo zoonótico durante una epizootia o por la introducción
siendo una importante amenaza para la salud del ser humano
de roedores salvajes infectados o sus pulgas infectadas en el
hábitat del ser humano. La trasmisión más frecuente ocurre y de los animales.
entre roedores y con el humano a través de la pulga de la rata
(X.cheopys)17 . Sin embargo, múltiples vectores pueden participar El momento actual
en la transmisión de Y. pestis como la pulga humana (Pulex irri-
tants) o el piojo común (Pediculus humanus). La transmisión de la En 1959 se dio por controlada la tercera gran epidemia de
peste bubónica entre humanos es poco frecuente a menos que peste, pero se establecieron focos enzoóticos en distintas zonas
la densidad de pulga infectada sea muy elevada. La transmisión del mundo, es decir se extendieron a las poblaciones de peque-
de la peste neumónica se produce por inhalación de gotitas ños mamíferos de América, Asia y África (Figura 1).
infecciosas procedentes de humanos (con un número básico Desde mitad del siglo XX las grandes epidemias han desapa-
de reproducción bajo entre 1,2 y 1,3) o animales (por ejemplo, recido gracias a la mejora en las condiciones higiénico-sanitarias,
gatos) enfermos18,19. a la mejora en el conocimiento de la enfermedad tanto de la
La infección por Yersinia pestis comienza con un periodo clínica como de la epidemiologia, como a la aparición y uso de
prodrómico breve e inespecífico (con fiebre y temblores, dolor los antibióticos. Sin embargo, ha continuado habiendo brotes
corporal y cefalea, debilidad y náuseas y vómitos) que desemboca de esta enfermedad, por ejemplo, en 1983 en Tanzania y China
rápidamente en diferentes formas clínicas graves: y en 1992 en Zaire.
− Peste bubónica: tras una exposición cutánea o mucosa y un Entre 1994 y 2003 la OMS publicó la declaración de 28.530
período de incubación de 2 a 6 días aparecen linfadenopatías casos de peste (sospechosos y confirmados) en todos los países
regionales, característicamente inguinales. En un 1-2% de los con una tasa de mortalidad de 7,1% (2.015 muertes). Los países
casos la evolución es hacia la forma neumónica. Tiene entre más afectados fueron Madagascar, Congo, Tanzania, Mozambique
un 40 y un 70% de mortalidad sin tratamiento. y Vietnam20.
− Peste neumónica: tras un periodo de incubación de 1 a 3 días Durante el período 2004-2009, la OMS publicó la declaración
aparece de forma primaria dolor torácico, expectoración, dis- de 12.503 casos de peste humana (sospechosos y confirmados)
nea y muerte en 24 horas. Esta presentación clínica de peste con una tasa de mortalidad de 6,7% (843 muertes) por parte
puede aparecer de forma primaria a la exposición a través de de 16 países de África, Asia y América. El 97,6% de los casos (y
Figura 1. Distribución mundial de los focos zoonóticos de peste. Organización Mundial de la Salud. 2016.
el 96,6% de las muertes) fueron declarados por 8 países de la Tabla 1. Casos de peste humana declarados por la Organi-
región africana21. zación Mundial de la Salud. 2010-2015.
Entre 2010 y 2015 la OMS publicó la declaración de 3.248 África 2010 2011 2012 2013 2014 2015
casos de peste humana (sospechosos y confirmados) que com-
portaron 584 muertes. En la región africana, 4 países declaran
R D Congo 152 152 131 55 78 18
Madagascar 324 392 256 675 482 275
casos de peste durante este periodo: Madagascar, República
Uganda 14 14 22 13 6 3
Democrática del Congo, Tanzania y Uganda siendo Madagascar el
Tanzania 9 9 7 0 31 5
país más afectado a nivel mundial. En la región americana, Perú y
los EE.UU. declaran básicamente casos esporádicos relacionados América
con áreas rurales y semirurales. En la región asiática, la aparición Bolivia 1 0 0 0 2 0
de casos es esporádica y está relacionada con la caza y la cría de Perú 27 1 6 24 8 0
animales reservorio22 (Tabla 1). EEUU 2 3 4 4 10 16
La última gran epidemia se ha producido en Madagascar Asia
durante 2017. Desde agosto hasta noviembre de ese año se
China 5 1 1 0 3 0
declararon un total de 2.417 casos (confirmados, probables y
Federación Rusa
0 0 0 0 1 0
sospechosos) principalmente de la forma neumónica de la enfer- Kirgystan 0 0 0 1 0 0
medad (77%) aunque un 15% fueron formas bubónicas. Se con- Mongolia 0 1 0 0 1 3
tabilizaron 209 muertes en el 50% de los distritos de Madagascar.
Fuente: Bertherat E. Plague around the world, 2010–2015. Weekly Epidemiological
No se observó extensión de la epidemia a otros países. A pesar Record. 2016;8:89-93.
de que la epidemia se declaró como finalizada en noviembre de 3. Frith J. The hitory of plague-Part 1. The three great pandemics.
2017, y debido a que Madagascar es una zona endémica de peste Journal of military and veteran’s health. 2012,20(2):11-6.
bubónica, se mantuvo la vigilancia y la capacidad de respuesta 4. Denis DT, Gage KL, Gratz N, Poland JD, Tikhomirov E. Plague manual,
Epidemiology, Distribution, Surveillance and Control, WHO 1999.
frente la aparición de nuevos casos23-24.
Disponible en: http://www.who.int/csr/resources/publications/
Así pues, en las últimas décadas se ha observado una ten- plague/whocdscsredc992a.pdf?ua=1.
dencia decreciente en la incidencia de peste, pasando de más 5. Munoz-Sanz A. Marco Aurelio Antonino (121-180 d.c.), filósofo y
de 6.000 casos que afectaron a 15 países en el año 1967 a los emperador de Roma, y la peste de Galeno. Enferm Infecc Microbiol
320 casos que afectaron a 6 países en 2015. La aparición de Clin. 2012;30(9):552-9.
casos es básicamente esporádica y relacionada sobre todo con 6. Drancourt M. Finally, plague is plague. Clin Microbiol Infect. 2012
Feb;18(2):105-6. doi: 10.1111/j.1469.
actividades y contacto con los animales reservorio sobre todo
en áreas rurales y semirurales. Sin embargo, cabe destacar que 7. Bertrán Moya JL. Historia de las epidemias en España y sus colonias
(1348-1919). 1ª Edición. Madrid: Ed. La esfera de los libros SL, 2006.
en los últimos 15 años se han producido grandes epidemias de
formas neumónicas de peste y con afectación de áreas urbanas. 8. Villalba J . Epidemiologia española, o historia cronológica de las pes-
tes, contagios, epidemas y epizootias que han acaecido en España
En conclusión, aunque la peste es considerada una enferme- desde la venida de los Cartagineses hasta el año 1801. Madrid. T I,
dad del pasado, la aparición más o menos continuada de brotes II., 1803.
en distintas partes del mundo evidencian que es una enfermedad 9. Wagner DM, Klunk J, Harbeck M, Devault A, Waglechner N, Sahl
re-emergente. A pesar del número relativamente bajo de casos, JW, et al. Yersinia pestis and the plague of Justinian 541-543 AD: a
genomic analysis. Lancet Infect Dis. 2014;14(4):319-26.
su rápida extensión y curso clínico junto con su elevada morta-
lidad, la difícil eliminación de los focos zoonóticos naturales y la 10. Bertherat E, Bekhoucha S, Chougrani S, Razik F, Duchemin JB, Houti
L. Plague reappearance in Algeria after 50 years. Emerg Infect Dis.
potencial aparición de casos en lugares inesperados sitúan a la 2007;13:1459-62.
peste como una potencial amenaza para la salud pública global.
11. Vilar P. Catalunya dins l’Espanya moderna. 3ª Edició. Barcelona: edi-
En este contexto, en primer lugar, es necesario conseguir la torial Curiel,1986.
identificación rápida de casos, establecer su diagnóstico e iniciar
12. Gual V. Régimen demográfico y vida familiar. En: Bada J, Escartín E,
el tratamiento correspondiente de forma inmediata. Esto podría Gual V, Molas P. Manual de historia moderna. 1ª Edición. Barcelona:
suponer una gran dificultad en las zonas rurales con sistemas Ed Ariel, 2008.
sanitarios poco organizados o equipados que es precisamente 13. Centers for Disease Control and Prevention, Plague. En: CDC. Plague.
donde se producen la mayoría de los casos actualmente. En Disponible en: https://www.cdc.gov/plague/ (consultado el 31-7-
segundo lugar, es imprescindible fortalecer las actividades de 2019).
vigilancia y mejorar las medidas de control, especialmente en 14. Heymann DL (Editor). Control of Communicable Diseases Manual,
19th Edition. Washington: American Public Health Association, 2008.
las zonas endémicas, con el objetivo de detectar precozmente
los casos así como evitar la difusión. Finalmente, la presencia de 15. Atkinson S, Williams PF. Yersinia virulence factors - a sophisticated
arsenal for combating host defences. F1000Research 2016, 5
extensas áreas en todo el mundo donde viven los mamíferos (F1000Faculty Rev): 1370(doi:10.12688/f1000research.8466.1).
reservorio define la posibilidad de transmisión al humano y su
16. European Centre for Disease Prevention and Control. Plague. In:
endemicidad en Asia, América y África. Sin embargo, la ausencia eCDC: Annual epidemiological report for 2017. Stockholm: ECDC;
de casos humanos o su aparición de forma esporádica en países 2019. Disponible en: https://ecdc.europa.eu/en/plague (consultado
endémicos puede significar simplemente que el humano no el31-7-2019)
contacta con los focos naturales de reservorios. En este contexto 17. World Health Organization. Plague. En: WHO. Plague. Disponible
es necesario llevar a cabo actividades de vigilancia de animales y en: https://www.who.int/csr/disease/plague/en/ (consultado el
31-7-2019).
vectores, aunque estas puedan ser caras y difíciles de mantener13.
18. Hinckley AF, Biggerstaff BJ, Griffith KS, Mead PS. Transmission dy-
namics of primary pneumonic plague in the USA. Epidemiol Infect.
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gascar/en/#.WgJN1MHRVUc.mendeley. (consultado el 31-7-2019).
Resumen: El artículo analiza un tipo particular de institución surgida para combatir en las epidemias de cólera
de 1867, 1868 y 1873, y en las de fiebre amarilla, ocurridas en 1871 y 1886. Las comisiones de vecinos han
sido interpretadas mayormente por la historiografía como una respuesta de la sociedad frente a la parálisis del
Estado, sobre todo en su dimensión municipal. Este artículo revisa esta afirmación y argumenta que las
epidemias generaron la posibilidad de crear, reformar y convertiráreas específicas del Estado municipal, sobre
todo aquellas vinculadas con la salud e higiene. Hemos denominado a este proceso vector de
institucionalización, dado que con las epidemias de cólera y de fiebre amarilla aparecieron –en principio,
transitoriamente– una serie de medidas y formas de organización que luego fueron institucionalizadas.
Además, sostenemos que la indudable relevancia de la fiebre amarilla de 1871 no debe obstruir el estudio de
otras epidemias, en la medida en que estas fueron también muy significativas en el proceso de gestación de
las comisiones de vecinos y, más importante, contribuyeron al fortalecimiento institucional de la
municipalidad. Esta mirada permite mostrar espacios de interacción, subordinación, independencia y/o
enfrentamiento producidos entre las comisiones de vecinos y el Estado municipal y provincial de la provincia
de Buenos Aires.
Abstract: This article analyzes a particular institution that arose to combat epidemic outbreaks: the
commissions of residents, focusing particularly on the cholera epidemics of 1867, 1868 and 1873, and the
yellow fever epidemics of 1871 and 1886. The commissions of residents have been mostly interpreted by
historiography as a response of the society due to the Government’s inaction, mainly at a municipal level. This
article revisits this statement and argues that epidemics brought about the possibility to create, reform and
transform specific areas of the municipal government, mainly those related to health and hygiene. We have
called this process institutionalization vector, because a series of measures and organization forms that
appeared at first temporarily due to the cholera and yellow fever epidemics, were then institutionalized. We
also argue that the unquestionable relevance of the 1871 yellow fever epidemic should not prevent the study
of other epidemic outbreaks that were also very significant in the development of the commissions of residents
and, most importantly, contributed to the institutional strengthening of municipal governments. From this
standpoint, it is possible to show areas of interaction, subordination, independence and conflict among the
commissions of residents and the municipal governments and the provincial government of Buenos Aires.
Los vecinos de Buenos Aires ante las epidemias de cólera y fiebre amarilla (1856-1886)
Introducción
Entre los años de 1856 y 1886, la República Argentina debió enfrentar el arribo frecuente de enfermedades
consideradas letales para la época: el cólera y la fiebre amarilla. Particularmente en su segunda oleada (entre
1867 y 1873), su aparición acentuó el complejo escenario de crisis política y social de esos años. El cólera del
verano de 1868 no solo se extendió por toda la campaña bonaerense y en diez de las catorce provincias, sino
que también produjo la muerte del vicepresidente de la nación, Marcos Paz, quien, por entonces, debido a la
ausencia del presidente Bartolomé Mitre por la Guerra del Paraguay, se encontraba a cargo del Poder Ejecutivo.
Su deceso produjo una gran conmoción política ya que, si bien la Constitución nacional facultaba al Congreso
para designar un sucesor del presidente o del vicepresidente si alguno o ambos fallecían, este no se encontraba
sesionando. Por otra parte, dado que se extendió desde principios de enero hasta junio de 1871, la epidemia
de fiebre amarilla es recordada como la de mayor mortalidad por la que atravesó la ciudad de Buenos Aires:
13.614 defunciones en cuatro meses. Ambas, con sus síntomas brutales, las enormes tasas de mortalidad que
dejaban a su paso y el caos social que producían, conformaron un duro golpe al optimismo liberal del siglo
XIX en torno a la industria, el progreso, la ciencia y el comercio.
Estas y otras epidemias –como las de fiebre tifoidea, de sarampión o de viruela– han sido estudiadas
profusamente, y en general se destaca la posibilidad que en estas crisis se genera de producir nuevas
instituciones y proyectos de reformas en áreas como la salud y las obras públicas, además de incidir en la
llegada de profesionales de la salud a las esferas estatales.2 Acompañando estas reflexiones, en este artículo
indagaremos sobre el vínculo entre la vida institucional de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires y
una sucesión de epidemias de cólera y fiebre amarilla ocurridas entre 1856 y 1886. Recientemente se ha
destacado la trascendencia que tuvo para el orden institucional de la provincia la instalación del régimen
municipal, ya que, desde la supresión de los cabildos, en la década de 1820, ese espacio no se había
reglamentado. Este nuevo régimen reconocía y otorgaba una mayor complejidad a la vida comunitaria, sobre
todo en el área rural, donde se había hecho visible en la consolidación de los “partidos” asociados a juzgados
de paz y secciones policiales (Ternavasio y Fasano, 2013, p. 63). Por tanto, proponemos sumarnos a un estudio
sobre el Estado que permita comprender su proceso de construcción y desarrollo más allá de los problemas de
recursos monetarios, las intrigas por conflictos políticos y las dificultades de los profesionales para
incorporarse al elenco de funcionarios estatales, buscando enfatizar que en dicha construcción tuvieron un
lugar destacado catástrofes demográficas como las epidemias, ya que estas generaron nuevas instituciones a
nivel municipal y también regional.
En este sentido, argumentamos aquí que dichas instancias abrieron la posibilidad de crear, reformar y convertir
áreas específicas del Estado municipal, sobre todo aquellas vinculadas con la salud e higiene. Hemos
denominado a este proceso vector de institucionalización, dado que con las epidemias de cólera y de fiebre
amarilla se adoptaron –en principio, de modo transitorio– una serie de medidas y formas de organización que
luego fueron institucionalizadas. Aun teniendo en cuenta que la autoridad municipal fue continuamente
criticada desde la prensa, algunas medidas –como las comisiones parroquiales de higiene– se consolidaron
como el recurso predilecto para enfrentar las crisis, por su capacidad de descentralizar el acuciante problema
que plantean las epidemias: otorgar remedios y cuidados a los enfermos, enterrar a los muertos, ayudar a los
menesterosos y desinfectar los conventillos y fondas. De esta manera, en el primer apartado, veremos cómo
una primera oleada de estas epidemias incidió en la formación de legislación y áreas municipales específicas
entre 1856 y 1867. En el segundo, nos centraremos específicamente en el período comprendido entre 1867 y
1871, que consideramos central, ya que se trata de una etapa marcada por las epidemias más intensas, así como
por los principales cambios dentro de las instituciones del Estado. En el último apartado, analizaremos la vida
institucional de las comisiones entre 1873 y 1886, cuando el regreso del cólera y de la fiebre amarilla presente
una dura prueba para estos organismos. Las fuentes utilizadas provienen de los legajos dedicados a las
secciones de salud y epidemias conservadas en el Archivo Histórico de la Ciudad de Buenos Aires (AH-CBA),
de distintas memorias anuales y actas de sesiones de la Municipalidad, disponibles en la Dirección General
del Centro Documental de Información y Archivo Legislativo de la Ciudad de Buenos Aires, y de distintas
memorias éditas de las Comisiones de Higiene que se encuentran en la Biblioteca Nacional.
“Señores: treinta y cinco años hace que todas las funciones municipales fueron absorbidas y se reconcentraron
en el poder administrativo del estado, y desde entonces han ido ellas mezclándose e incrustándose de tal modo
entre las funciones y atribuciones comunes del poder ejecutivo, que hoy viene a ser peligrosa su separación,
si no se procede con la previsión y cautela que demandan las grandes innovaciones” (citado en Reymundo,
1911, p. 20).
Así, Alsina destacaba que debían ser controlados muy de cerca los espacios de autonomía y gestión que la
ciudad más importante de la provincia buscaba conseguir. Este control se percibía en la imposibilidad de
acceder al cargo ejecutivo más importante, el cual recaía en el ministro de Gobierno, en la imposibilidad de
tomar préstamos para obras públicas sin la aprobación de la Legislatura provincial y en un acotado presupuesto
anual (Reymundo, 1911, p. 73).
La cuestión sobre los márgenes de autonomía y subordinación del Estado municipal al provincial encontró un
escenario donde plasmarse con la primera llegada de la fiebre amarilla, en 1857. En las sesiones del mes de
abril, comenzaron a circular propuestas de medidas higiénicas preventivas ante los casos ocurridos en la vecina
ciudad de Montevideo, y con ello surgió el problema de cómo llevarlas a cabo. Se realizaron entrevistas con
miembros del Consejo de Higiene Pública, órgano provincial creado en esos años y que definía un área difusa
pero estable de intervención para los saberes médicos. En conjunto con este organismo, la municipalidad
sancionó medidas de higiene como, por ejemplo, intimar a los propietarios de toda la ciudad al blanqueamiento
de las viviendas y establecimientos públicos, ampliar el equipo destinado a la recolección de basuras, imprimir
folletos para difundir las normas de prevención de la fiebre amarilla y realizar visitas domiciliarias para
controlar que estas disposiciones se cumplieran. Al respecto, se acordó la creación de comisiones parroquiales,
“tomando parte en esas tareas los vecinos más respetables de cada parroquia” (Municipalidad de Buenos Aires
–MBA–, 1911a, p. 110). Estas comisiones estaban compuestas por el municipal de la parroquia (quien oficiaba
de presidente), y su función principal era la de elegir vecinos para hacer las visitas a las casas y
establecimientos de la parroquia, para luego elevar al municipio la nómina de sitios insalubres y las multas
realizadas ante el incumplimiento de alguna ordenanza. Tres médicos asesoraban a los visitadores. Sin
embargo, rápidamente se sancionó una reforma que permitía a estas comisiones el nombramiento de
“inspectores de manzana”, quienes debían vigilar una zona muy acotada de la parroquia para controlar alguna
irregularidad y denunciar los nuevos casos. La duración de este cargo –cuyo nombramiento estaba avalado
por el sello del organismo– se había estipulado en un año. Se explicitó también que el cargo de inspectores
debía ser desempeñado exclusivamente por vecinos, “estando sujetos a la municipalidad como única autoridad
de que dependen, en el cumplimiento de sus obligaciones” (MBA, 1911a, p. 137-194). De esta manera surgía,
merced a la necesidad de la implementación de las regulaciones y medidas higiénicas, una nueva organización
que, asentándose en las parroquias, apelaba al vecino para poder prevenir y combatir las epidemias.
Para marzo de 1858, nuevamente se presentaron casos de fiebre amarilla en la ciudad, y las comisiones
parroquiales volvieron a ser convocadas para realizar sus visitas y denuncias, esta vez con una mayor presencia
de los comisarios de policía de cada sección. En esta segunda oportunidad, la enfermedad se presentó de forma
mucho más severa, ya que se extendió desde mediados de marzo hasta fines de abril y dejó un saldo de
alrededor de 300 muertos. Ante la crítica situación, la Legislatura de la provincia autorizó al municipio a
“aplicar los fondos necesarios para cubrir gastos de salubridad pública”, en función de lo cual le otorgó una
libertad de criterio para administrar recursos monetarios que hasta entonces no poseía (MBA,1911 b, p. 90).
En los informes producidos luego de las visitas domiciliarias aparecía una ciudad con múltiples carencias,
desprovista de sistemas para recolectar correctamente sus basuras, administrar sus excrementos e incluso
enterrar a sus muertos; como así también para tratar a sus enfermos y menesterosos. La situación se repitió a
fines de 1859, cuando afloraron temores de que nuevamente llegara a la ciudad la fiebre amarilla, por lo que
se decidió implementar el sistema de visitas domiciliarias. Algunos miembros propusieron que fuera
exclusivamente la policía quien se ocupara de ellas, aunque por último se acordó que la vigilancia higiénica
la efectuara el municipal elegido en comisión con los vecinos de cada parroquia (MBA, 1911 c, p. 257). De
esta manera, a raíz de la llegada de estas enfermedades, comenzaron a cobrar fuerza en las sesiones
municipales dos proyectos vinculados con la higiene de la ciudad: la creación de un nuevo cementerio y el
cierre de todos los saladeros y establecimientos similares, además de un aumento en el presupuesto en áreas
relativas a la salud y la higiene. En esta línea también se debe destacar la evaluación positiva que hicieron los
municipales del sistema de visitas domiciliarias y la participación de los vecinos en las comisiones
parroquiales.
Entre los años de 1858 y 1867 no se registraron casos de fiebre amarilla o de cólera, y las visitas domiciliarias
fueron requeridas solamente cuando existía el temor de algún brote. El período comprendido entre 1867 y
1873 fue el que configuró un escenario epidémico de continuo peligro, en gran parte como producto del frente
de guerra abierto en el Paraguay (desde 1865 y hasta fines de 1870), y también por la expansión de la cuarta
pandemia mundial del cólera. Se produjo una mayor proximidad de ambas enfermedades, y la municipalidad
de la ciudad se vio envuelta reiteradamente en períodos de profunda crisis demográfica e institucional.
Apenas aparecidos los primeros casos de cólera en marzo de 1867, la municipalidad reactivó a las comisiones
parroquiales. Aunque ya existía una experiencia previa de organización, se sancionó un nuevo reglamento que
recuperó el de 1857, que sumó como parte de estas comisiones a los tenientes y alcaldes de barrio (MBA,
1911d, p. 51). El brote iniciado en marzo consiguió contenerse hacia fines de abril, pero el temor a un rebrote
durante el verano llevó a reforzar la estructura de las comisiones y prácticas de vigilancia sobre la higiene para
evitar la aparición de nuevos casos. En octubre de ese año, se sancionaron una serie de aspectos centrales para
definir las características de las comisiones parroquiales de vecinos:
“Acuerdo:
Art. 1° - Cada municipal, de acuerdo con el cura y juez de paz, convocará a los respectivos vecindarios para
el restablecimiento de las comisiones filantrópicas en las parroquias de la ciudad.
Art. 2° - La municipalidad auxiliará a dichas comisiones, en el desempeño de su cargo, con las cantidades que
pudiera disponer al efecto, prestándoles además todo género de concurso, dentro de la esfera de sus
atribuciones.
Art. 3° - La convocación del vecindario de que habla el artículo 1°, se hará a más tardar cuarenta y ocho horas
después de sancionado el presente acuerdo.
Art. 4° - La municipalidad preparará inmediatamente dos o más casas en distintos y convenientes puntos de
la ciudad, aparentes para lazaretos, con la correspondiente dotación.
Art. 5° - Para la mejor ejecución del presente acuerdo, se recabará el concurso y auxilio de los gobiernos
nacional y provincial” (MBA, 1911d, p. 313).
De acuerdo con las previsiones, el cólera volvió a aparecer en diciembre. En esta ocasión, impactó duramente
no solo en la ciudad, sino en todas las provincias de la República y significó un cambio de escala en las
pérdidas humanas. Esta situación desnudó falencias y carencias en áreas sensibles y debatidas largamente en
torno a la higiene: el Riachuelo aún emanaba “efluvios y miasmas”, nada se había hecho con los saladeros y
curtiembres de la ciudad, y el cementerio de Recoleta era la única necrópolis para enterrar a todos los muertos.
Pero, sobre todo, el cólera produjo un colapso institucional. El 17 de diciembre de 1867, todos los miembros
de la municipalidad debieron renunciar por las presiones “del pueblo”, encabezado por una serie de redactores
de diarios y otras personalidades políticas. El día previo, había circulado en la prensa el pedido “como una
medida higiénica de primer orden, la renuncia en masa de todos los señores municipales y su sustitución por
una junta extraordinaria de salud pública”.3 La jornada del 17 de diciembre tuvo momentos de aguda tensión
cuando, a modo de protesta, se arrojaron documentos y demás artículos de las oficinas a las calles. La agitación
recién pudo ser contenida tras la presencia del gobernador Alsina, quien se inclinó por requerir a los
funcionarios la renuncia que los manifestantes solicitaban.4 Así, en reemplazo de los miembros desplazados,
se creó una “Comisión de Salubridad Pública”, oficialmente reconocida por las autoridades provinciales para
ejecutar y proponer todas aquellas medidas de higiene convenientes mientras durase la epidemia. Ante la
acefalia del gobierno municipal, la provincia impuso una comisión de gobierno, compuesta por tres
funcionarios municipales, con escaso margen de acción. La Comisión de Salubridad Pública ejerció en lo
cotidiano todas las funciones del gobierno municipal hasta que finalizó la epidemia, a fines de febrero. Este
organismo estuvo conformado por los líderes y voceros de la manifestación del 17 de diciembre: su presidente
fue Héctor Varela y se designó como secretario a Manuel Argerich; la lista se completaba con Mariano
Billinghurst, Adolfo Peralta, Manuel Bilbao, Cosme Beccar y Cándido Galván. Los dos últimos renunciaron
apenas asumió la comisión y fueron reemplazados por José Manuel Estrada (hijo), el Dr. Julián Fernández y
Eduardo A. Hopkins. Entre las primeras medidas adoptadas se cuentan las cuarentenas establecidas a los
buques procedentes de otra región, además del blanqueamiento y la limpieza de casas, letrinas y calles.
El 26 de febrero se normalizó la situación institucional y la municipalidad volvió a estar constituida por
representantes elegidos por los vecinos de las distintas parroquias. Las primeras regulaciones estaban dirigidas
a actuar sobre las áreas de higiene y salubridad tan criticadas. En la sesión del 6 de marzo se decidió reactivar
las comisiones y se delegó nuevamente el poder de elección de sus miembros en el municipal elegido, al
mismo tiempo que era suspendido el servicio de los médicos que habían sido designados por la Comisión
Popular de Salubridad (MBA, 1911e, p. 61). A fines de 1868, el verano volvió a traer el fantasma de la crisis.
Otra vez el calor y los casos de cólera en las filas del Ejército en el Paraguay pronosticaban una nueva epidemia,
y por ello se decidió conformar una “comisión extraordinaria de higiene”, exclusivamente dedicada a tomar
medidas de control y a reforzar las comisiones parroquiales. Ellas no estarían presididas por el municipal
electo de la parroquia; sin embargo, éste era el encargado de designar a sus miembros, a quienes facultaba
para emitir vales en nombre del municipio frente a cualquier gasto que surgiera. Asimismo, obtuvieron dos
nuevos atributos que les otorgaban mayores márgenes de autonomía: no solo podían efectuar denuncias ante
irregularidades en materia de higiene, sino también sancionar y cobrar multas, cuyo dinero sería utilizado para
el abastecimiento de insumos y otras necesidades; además quedaban facultados para convocar el auxilio de la
fuerza pública sin la necesidad de la autorización municipal (MBA, 1911 e, p. 282-318).
Luego del cólera en el verano de 1867-1868, este sistema de visitas domiciliarias e inspecciones fue convocado
toda vez que surgieron rumores de casos en la ciudad, y en líneas generales tuvo una función de vigilancia
ante la aparición de algún posible caso (por ejemplo, ante el pequeño brote de fiebre amarilla de 1870). La
prueba más difícil llegaría cuando a partir del 22 de enero de 1871 se comenzaron a detectar episodios de
fiebre amarilla en las parroquias de San Telmo y Concepción (ambas localizadas al sur de la ciudad, cercanas
al puerto de la Boca en el Riachuelo), que serían los primeros de la mayor epidemia que golpeó a la ciudad en
toda su historia. El saldo es elocuente en sus cifras: 13.614 defunciones en cuatro meses, casi tres veces la
mortalidad anual. La crisis que se desató fue de tal magnitud que nuevamente superó escalas y expectativas:
a pesar de haber pasado por la traumática experiencia del cólera de 1867, esta nueva epidemia superaba
dramáticamente los límites marcados y parecía no tener fin. Sin embargo, ante el embate de una enfermedad
que parecía un castigo bíblico, tanto el Estado municipal como el provincial enfrentaron la crisis a través de
sus comisiones de vecinos.
Para conocer la dimensión de estas comisiones y su desempeño durante la epidemia de 1871, hemos
seleccionado las de San Miguel y Monserrat. La elección se basó en que, si bien estas parroquias presentaban
diferencias entre sí respecto a la extensión geográfica, historia y composición social, al momento de evaluar
sus comisiones de vecinos es posible establecer semejanzas que muestran un mecanismo afianzado en la
gestión de recursos y fondos. Una vez finalizada la epidemia, ambas instituciones elaboraron un informe que
recopilaba los ingresos y gastos administrados.
La memoria redactada por la comisión de Monserrat se concentró en detallar los meses de abril y mayo. En
relación a los ingresos, el monto fue de $208.210, de los cuales $14.000 provenían en efectivo directamente
de la municipalidad, $166.610 fueron emitidos a través de vales y $27.600 ingresaron por el cobro de multas.
Para establecer una comparación de estos valores, solo los ingresos en concepto de multas equivalían a lo
presupuestado en 1870 para el mantenimiento mensual de los cementerios del norte y del sur, incluyendo el
pago a empleados, gastos generales e insumos. Con los valores que manejó solo la parroquia de Monserrat en
esos dos meses, se pagaba más de la mitad de lo presupuestado para mantener los cementerios de la ciudad
durante todo el año.
Por otra parte, dada la extensión de la parroquia, la comisión decidió distribuirse en cuatro secciones, dejando
al mando de dos inspectores estas nuevas subdivisiones. Cada uno de ellos tenía un auxiliar y escribiente a su
cargo, así como también un médico. La figura del inspector era el principal administrador de la ayuda
económica y material que brindaba la municipalidad. Así, en sus informes podemos ver la cantidad de dinero
y recursos que manejaban. En la memoria de la comisión de Monserrat se detallan sus servicios y actividades,
así como el uso que se dio del dinero ingresado. Fueron repartidos $26.600, a través de entregas de 50 y 100
pesos, para dar asistencia a 366 personas (Comisión de Higiene de Monserrat –CHM–, 1871, pp. 16-24).
Asimismo, cuando los inspectores lo estimaban necesario, otorgaban frazadas, sábanas y almohadas; también
enviaban enfermeros y cuidadores para los enfermos, a quienes se les abonaban alrededor de $40 por jornada
trabajada, un pago apropiado de acuerdo con los jornales en el mercado de trabajo de entonces. El inspector
de las secciones 1 y 2 de la parroquia de Monserrat gastó $12.645 en concepto del servicio de 28 enfermeros.
Por su parte, el inspector de las secciones 3 y 4 abonó $9523 por el trabajo de 22 enfermeros. También se
pagaba la labor de los cocheros que hacían los viajes para las visitas médicas, llevaban las ropas de los difuntos
y enfermos, y los cadáveres al cementerio (CHM, 1871, pp. 41-44).
En cuanto a la parroquia de San Miguel, al momento de elaborar la memoria de los servicios prestados, no
estableció criterios mensuales, sino que realizó un balance general de los gastos e ingresos que había
administrado desde su creación, el 7 de febrero, hasta el 31 de mayo. En ella se menciona que recibió $110.557,
de los cuales $35.000 fueron provistos directamente en efectivo, $61.307 en concepto de vales emitidos por
la comisión (a pagar por la municipalidad), $13.550 se recaudaron por las multas cobradas y $700 por
donaciones de vecinos. En cuanto a las salidas y gastos, $14.270 fueron entregados como ayuda monetaria
para los más menesterosos, y se gastaron $6212 en sueldos de enfermeros y cuidadores de enfermos (Comisión
de Higiene de San Miguel, 1871, pp. 4-5, 8-9, 37-39). Como vemos, los gastos de esta comisión fueron
menores a los de la de Monserrat, pero se debe tener presente que la epidemia fue especialmente aguda en
parroquias como San Telmo, Concepción y Monserrat, y más leve en San Miguel, Pilar y Catedral al Sud.
Aunque se trata de un volumen inferior de ingresos, la suma administrada por la comisión de San Miguel era
considerable en relación con otras que hemos revisado, como la destinada al mantenimiento de los cementerios.
La comunicación de ambas comisiones con la institución municipal era fluida y cotidiana. Entre el 16 y el 30
de abril, la parroquia de Monserrat envió 44 notas a la municipalidad, a razón de tres por día.5 José Miguens,
el presidente de dicha comisión, notificaba diariamente a las autoridades municipales sus avances en los
desalojos de los conventillos, la ayuda suministrada a pobres y huérfanos, y los certificados de defunción
emitidos; también remitía balances mensuales de los ingresos y egresos producidos. En estos intercambios
además solicitaba reiteradamente el envío de fondos monetarios, ya que la comisión “no cuenta con un solo
peso…los gastos diarios ascienden por bajo a mil doscientos setenta pesos sin contar con el valor de los
cajones para los cadáveres, y otra porción de gastos urgentes e imprevistos que detallaré en el presupuesto que
sin demora presentaré” (Comisión de Higiene de San Miguel, 1871, p. 30, cursiva en el original). Asimismo,
existía un intercambio fluido con las autoridades policiales de la parroquia, a las cuales Miguens solicitaba su
ayuda para hacer cumplir las multas y desalojos.
La comisión de San Miguel también tuvo un intercambio similar tanto con su superior como con otras
comisiones. Su presidente, Eulogio Cuenca, recibía diariamente los partes de los inspectores, médicos y
serenos que efectuaban las visitas domiciliarias y acusaba recibo de las circulares que la municipalidad enviaba
con directivas e instrucciones, como la del 27 de febrero, en que se autorizaba a las comisiones a proveerse de
carros fúnebres para acelerar el traslado de cadáveres al cementerio; o la del 15 de marzo, que las habilitaba a
proveer de féretros a todo aquel que consideraran sin los recursos para costearlo. En algunas de ellas, Cuenca
planteaba distintos problemas que estas directivas proponían:
“A causa de la ordenanza municipal que dispone que los Sres. Curas no pueden expedir licencia para sepulturas,
sin la presentación previa del certificado médico, se tropieza con un gran número de inconvenientes los que
impiden que los cadáveres sean enterrados con la brevedad exigida en las actuales circunstancias”.6
En igual sentido se encontraban otras comisiones, como las de Catedral al norte y al sur: Pilar, Piedad, San
Telmo, San Nicolás y Concepción. Si bien el balance final sobre el desempeño de cada una y su eficacia
ameritan un examen más detenido, es un hecho incontrastable que el municipio encontró en ellas no solo una
vía para detectar casos y denunciar irregularidades, sino también para movilizar recursos monetarios y
materiales, y sobre todo, administrar personal para que realizara las tareas más difíciles, como encajonar
cadáveres, cuidar enfermos y limpiar conventillos. Asimismo, el intercambio de notas e informes era diario,
y el registro de las circulares con información y pedidos enviados a las comisiones tenía respuestas casi
inmediatas.
Meses después de finalizada la epidemia, desde las propias comisiones de vecinos se buscó impulsar un
proyecto que las instituyera en un organismo con mayor estabilidad, márgenes de autonomía y recursos. Esta
iniciativa fue presentada a fines de julio por Eulogio Cuenca –municipal de la parroquia de San Miguel y
presidente de la Comisión de Higiene de dicha parroquia durante la fiebre amarilla–, fue discutida en las
sesiones municipales y también entre las distintas comisiones. Entre las premisas principales figuraba la de
quitar el carácter de contingencia con que eran solicitadas las comisiones (eran convocadas ante el peligro de
casos), para que pasaran a ser una institución estable dentro de la esfera municipal. Este proyecto fue
sancionado el 2 de septiembre de 1871 y tuvo como centro de las discusiones las atribuciones que tendrían las
comisiones, dado que se les otorgaban funciones muy amplias: vigilar el cumplimiento de las ordenanzas a
través de visitas en cualquier hora del día “y a cualquiera de la noche” de casas de familia, mercados, hoteles,
bodegones, fondas y casas de inquilinato, para cerciorarse del cumplimiento de las ordenanzas; denunciar a la
municipalidad ante abusos que cometieran los encargados de servicios municipales; señalar los edificios que
estaban en mal estado; disponer de un presupuesto de $2000 mensuales; multar los incumplimientos y recaudar
dichas multas –que conformarían parte de los ingresos de cada comisión–; enviar informes mensuales sobre
el estado sanitario de la parroquia y tener a cargo cuadrillas de trabajadores destinadas a tareas relativas al
aseo de su área de influencia. Frente a este abanico extenso de atribuciones, el municipal Pablo Núñez se
preguntaba si este proyecto no haría de cada comisión una municipalidad en sí misma, y así habría no una,
sino pequeñas municipalidades en cada parroquia. Finalmente, la discusión se zanjó cuando se estableció que
la elección de los miembros de las comisiones fuera realizada por el municipio, en base a un listado de veinte
candidatos que cada parroquia designase (MBA, 1911f, p. 254). Así, el 12 de septiembre se conformaron las
“Comisiones de Salubridad Parroquiales”, compuestas por siete miembros titulares y siete suplentes, un
tesorero, un secretario y un inspector. Entre sus primeras actividades estaban las de dotarse de un reglamento
interno propio y la de confeccionar la nómina de comisionados de manzana que quedarían bajo la supervisión
del inspector.
De esta manera, si bien se ha reflexionado que durante las epidemias predominó un tipo de acción prescindente
de las instancias gubernamentales, liderada por miembros de las élites políticas y sociales que en ocasiones
llegaron a desafiar a las autoridades municipales y también a las médicas, (Armus, 1999, p. 510; González
Leandri, 1999, p. 96), proponemos que la reiterada proximidad con dos de las enfermedades más temidas y
letales durante un período extenso produjo cambios institucionales profundos en el área de la higiene y la
salud. En este sentido, tan importante como estudiar la epidemia más aguda que golpeó a la ciudad (la fiebre
amarilla de 1871) es examinar el fenómeno inserto en una escala de mediana duración. De esta manera, el
cólera de 1867 no constituyó solo una antesala o primer aviso (González Leandri, 1999, p. 69; Di Liscia, 2002,
pp. 270-271), sino un factor que incidió decisivamente en el itinerario institucional de la ciudad y la provincia
de Buenos Aires.
Para el verano de 1873, el cólera nuevamente apareció en la ciudad. El 18 de diciembre se reportaban un caso
en La Boca y otro en la parroquia de Catedral al Sud. Días después, surgirían otros, que confirmaron la llegada
de la enfermedad. Si bien esta epidemia tuvo una repercusión mucho menor en cuanto a cifras de mortalidad
y quedó circunscripta casi exclusivamente a la ciudad, el número no fue menor: se extendió desde el 18 de
diciembre hasta el 13 de marzo de 1874 y produjo 897 muertes. La epidemia se expandió por todas las
parroquias y tuvo un máximo de 29 defunciones diarias hacia el 30 de diciembre. Para el 15 de enero comenzó
a declinar, hasta finalizar en marzo. La llegada de una enfermedad como el cólera –a 18 meses de concluida
la mayor catástrofe demográfica por la fiebre amarilla– no debe ser menospreciada, y en este sentido puede
interpretarse la mirada optimista que se conserva en las memorias municipales respecto de la efectividad de
las medidas higiénicas que contuvieron al cólera temporal y espacialmente.
Rápidamente, el presidente municipal Emilio Bunge contactó a todas las comisiones de salubridad
parroquiales, a las que asistió de un médico seleccionado por el Consejo de Higiene Pública y a cuya
disposición puso dos vigilantes de policía. Como mencionábamos, contrariamente a las epidemias de 1867-
1868 y 1871, el desempeño de la municipalidad y de sus comisiones de salubridad fue considerado exitoso y,
de acuerdo con Emilio Bunge:
“El mejor justificativo del conjunto de nuestras disposiciones sobre higiene, lo tenemos en sus resultados, y
es fundado en ellos, que abrigo la intima [sic] creencia de que más tarde tendremos la satisfacción moral de
poder afirmar que habiendo pertenecido a la Municipalidad de 1873, pusimos con buen éxito todos los medios
que nos fueron posibles para conservar la higiene y combatir un flagelo” (Memoria de la Municipalidad de la
Ciudad de Buenos Aires, 1874, p. 5).
Así, las comisiones parroquiales pasaron nuevamente a ser defendidas como una de las principales
herramientas con que se contaba, ya que se entendía que “para mantener la higiene del municipio mientras no
se ejecuten las grandes obras de salubrificación, se hace indispensable una vigilancia continua; vigilancia que
están llamadas a ejercer las comisiones parroquiales de salubridad”. José Penna, en su estudio sobre las
epidemias de cólera en Argentina también menciona que “las Comisiones de Salubridad, en guardia
permanente, subvenían a las otras necesidades, alimentos, ropas, entierros, etc., según las circunstancias”
(1897, p. 188).
Estos años pueden pensarse como el cenit de las comisiones de salubridad. Impulsadas y sostenidas por el
gobierno de la provincia y sobre todo por la municipalidad, como un órgano en principio coyuntural pero
luego estable dentro de sus instituciones, marcó la impronta de una modalidad para avanzar en la búsqueda de
esferas más amplias de autonomía frente al poder provincial. Sin embargo, el debate que había surgido en la
sanción del reglamento de las nuevas comisiones durante septiembre de 1871 pronto se reactualizaría. Para
julio de 1875, comenzaron a producirse renuncias de miembros en las comisiones de las parroquias del Pilar
y La Piedad, ante las reiteradas quejas por el atraso en el envío de remesas. Las dimisiones fueron aceptadas
y se discutió nuevamente la dificultad que existía para seguir afrontando mensualmente la provisión de dichos
fondos. Algunos municipales propusieron una reconfiguración de las comisiones, con menos actividades y
funciones, aunque también con menos recursos. Sin embargo, otros pedían que siguieran funcionando tal cual
estaban, ya que “los gastos ocasionados no era [sic] un fundamento serio para la supresión, pues... prestaron
servicios importantísimos en días muy aciagos para la ciudad y cuando hasta sus autoridades la abandonaron,
servicios que quizás fuesen en adelante requeridos”. A este debate también se sumaban voces como la de
Manuel Cobo (municipal por Catedral al Sud), que proponía la supresión, “porque estas comisiones no son
sino centros políticos, y en lo que menos se ocupan es en la higiene de sus localidades”. De esta manera,
ganaron los imperativos monetarios y el 26 de agosto de 1875 se sancionó el siguiente decreto municipal:
Surgía así una nueva adaptación de las comisiones, acorde con las realidades presupuestarias de la institución
municipal. Los únicos fondos de los que dispondrían estos nuevos organismos provendrían de las multas
realizadas. Pero también esto significaba un mayor control hacia las comisiones, ya que el dinero recaudado
de las multas no quedaría directamente en la parroquia, sino que pasaría a formar parte de un fondo común,
administrado por el municipio. Además, el nuevo reglamento estipulaba que las comisiones debían notificar
el lugar y fecha de sus reuniones, y proponía que en lo posible fuera en los juzgados de paz o en las casas
parroquiales.
Más de diez años después de estas reformas, las comisiones de higiene fueron puestas a prueba otra vez, con
una nueva epidemia de cólera. Como en otras ocasiones, el verano marcó la llegada de los casos. La ciudad,
sin embargo, no era la misma. Federalizada luego del conflicto entre la provincia de Buenos Aires y el Estado
nacional, la victoria de este último produjo la llegada del roquismo, además de cambios estructurales en sus
instituciones de gobierno. El nuevo organismo estaba integrado por un Concejo Deliberante y un intendente,
y uno de los puntos de mayor tensión surgía en torno a la figura de este último, nombrado por el Poder
Ejecutivo nacional con acuerdo del Senado de la nación. En el área de higiene, la creación de la Asistencia
Pública fue uno de los cambios institucionales más significativos. Este organismo buscaba cumplir dos
objetivos anhelados por la elite médica: por un lado, centralizar las actividades relativas a la salud en una sola
institución, que a su vez tendría mayor autonomía en la toma de decisiones; por otro, otorgarle aésta un perfil
exclusivamente técnico-profesional. Su director, José María Ramos Mejía, representaba cabalmente este
proyecto junto con otros jóvenes médicos funcionarios como Emilio Coni, Pedro Arata, Antonio Crespo y
Telémaco Susini. En la mirada de Ramos Mejía, las comisiones de higiene parroquiales debían estar
subordinadas a los inspectores de parroquia, un cargo que él entendía debía ser desempeñado exclusivamente
por un médico diplomado, pero que hasta entonces había sido ocupado por individuos con alguna experiencia
en la gestión municipal (González Leandri, 2008, pp. 116-117).
Estas transformaciones encontrarían además un amplio respaldo del Poder Ejecutivo nacional, que, ante los
casos de cólera confirmados, emitió un decreto que otorgaba a la Asistencia Pública la facultad de tomar todas
las medidas que creyera necesarias dentro del municipio. Así, este organismo pasaba a estar encargado de
combatir la epidemia, incluso por sobre el propio intendente y el Concejo Deliberante. Esto suscitó duros
enfrentamientos entre el intendente Alvear, los concejales y Ramos Mejía, que de fondo tenían un tono político
muy claro. Alvear estaba próximo a finalizar su mandato y se encontraba enemistado con el presidente Miguel
Ángel Juárez Celman, quien apoyaba al futuro intendente, Antonio Crespo, y a Ramos Mejía. El aval que se
le otorgó a este último debe entenderse con ese sentido político. Sin embargo, lo que aquí nos interesa destacar
es la relación que se estableció entre las comisiones parroquiales y la Asistencia Pública. Este organismo
propuso una división del municipio en ocho secciones, cada una de ellas dirigida por un médico, al cual se le
reportarían los casos nuevos y los sitios insalubres, además se le realizaría la provisión de medicamentos y
desinfectantes, entre otros aspectos. El modelo establecía una clara jerarquía entre profesionales que
ejecutarían las principales decisiones tomadas desde la Asistencia Pública, para luego hacerlas implementar
en las comisiones parroquiales, que deberían acatar dichas órdenes. Sin embargo, rápidamente se vio que la
pretendida centralización médica y técnica no llegaba a las parroquias. El análisis de los documentos de las
“comisiones de sección” –nueva denominación que adoptaron las comisiones de higiene– muestra que sus
notas iban dirigidas al intendente Alvear, y luego, llegado el caso, derivadas a la Asistencia Pública. Era Alvear
la figura a la que apelaban esas comisiones, como lo muestra una nota enviada el 15 de diciembre de 1886 por
el presidente de la Comisión de Higiene de la sección 15° (antiguamente, la parroquia del Pilar, al noroeste de
la ciudad), donde le solicitaba al intendente lo siguiente:
“1- Se proceda a la demolición inmediata de la propiedad Santa Fe esquina Ecuador por ser un foco de
infección y amenazar ruinas.
2- Una docena de ataúdes y un carro de cal viva y dos docenas sábanas impregnadas con bicloruro de mercurio.
3- Una cuadrilla de desinfectadores y dos ordenanzas a caballo.
4- Tres aguadores que provean de agua potable a los pobres.
5- Solicitar el desalojo de la casa de inquilinato calle Azcuénaga y Charcas por estar en malísimas condiciones
de higiene.
6- Solicitar una suma para formar un fondo de recursos de primer momento. No dudando que el Sr. Intendente
teniendo en cuenta la urgencia de estos pedidos, se servirá proveerlos a la mayor brevedad, me es grato
saludarlo con mi mayor consideración”.7
Alvear respondió la nota un día después de enviada, pidiendo que se cumpliera lo solicitado por la comisión.
Esta última intervención no es menor, ya que confirma el funcionamiento de un circuito de comunicación el
intendente y las comisiones. Pero las dificultades de la Asistencia Pública para coordinar los recursos no solo
provenían de la reticencia de las parroquias, sino que incluso los inspectores de sección se mostraron reacios
a obedecer a esta oficina y siguieron fieles a la intendencia. Los motivos de este comportamiento pueden
entenderse mejor si se destaca que los inspectores dependían en exclusiva de la intendencia, y aunque la
Asistencia Pública bregó por subordinarlos, la decisión final de sus destinos luego de la epidemia estaba en
manos del intendente y del Concejo Deliberante.
La tensión entre la Asistencia Pública y la intendencia se acentuó cuando la epidemia estaba en declive, y tuvo
su punto álgido en los primeros días de marzo de 1887. Un cruce en la prensa entre Alvear y Ramos Mejía
culminó con la destitución de este último. La finalización de la epidemia, en abril de 1887, desactivó las
facultades que había obtenido la Asistencia Pública en materia de higiene y el sistema de inspectores y
comisiones parroquiales continuó funcionando con pocas modificaciones.
Consideraciones finales
En el recorrido de tres décadas que nos propusimos, buscamos destacar una serie de aspectos vinculados a la
relación entre epidemias, sociedad y Estado. Por un lado, nos interesó mostrar que, más allá de que podamos
determinar a las epidemias como eventos intensos y de corta duración, parece más adecuado insertarlas dentro
de un período más amplio, pues esto nos permite apreciar no solo la transformación de algunas prácticas
relativas a la salud y la enfermedad, sino también su conexión con otros procesos, como la creación de la
Municipalidad de la Ciudad y sus transformaciones posteriores. De esta manera, entre 1856 y 1858 se iniciaron
una serie de reformas que se consolidarán a lo largo del período de mayor crisis epidémica, entre 1867 y 1873.
En este sentido, no es solo el hecho aislado y brutal de la epidemia de 1871 la que produjo los cambios, sino
que estos fueron motorizados por la recurrencia de estas enfermedades (a la fiebre amarilla debemos sumar el
cólera). Así, proponemos pensar a las epidemias como un vector de institucionalización de espacios
vinculados con las regulaciones en materia de salud e higiene.
Pero, por otro lado, este proceso de institucionalización dentro del Estado, de prácticas asociativas
provenientes de la sociedad, no fue automático ni acumulativo, y ejemplo de ello son los cambios producidos
en la conformación de las comisiones de higiene, sus miembros, funciones y atribuciones; y, sobre todo, los
límites impuestos a estos organismos de vida parroquial. Así, tenemos un período de mayor autonomía de las
comisiones parroquiales entre los años de 1871 a 1875, cuando administraban sus propios fondos mensuales,
tenían personal a cargo, un reglamento interno, entre otras atribuciones. Hemos visto que en la retracción, a
partir de 1875, en una organización similar a las del período previo (como el de 1856-1871) se argumentaron
razones económicas, pero también existieron cuestiones relativas a la autonomía y subordinación al poder
municipal.
Por tanto, el análisis de los documentos relativos a la vida institucional de estas comisiones permite
comprenderlas como organizaciones con un espacio de relativa autonomía, en el que los vecinos que las
componían se mostraban enérgicos y activos, al mismo tiempo que refractarios a quedar subordinados por
directivas y órdenes municipales, sobre todo cuando el criterio de autoridad provenía de actividades
profesionales, como los médicos, y no de vínculos y redes creadas desde la esfera estatal municipal. El caso
de la epidemia de 1886 y el proyecto fallido de la Asistencia Pública buscaron ilustrar esta tensión, cuando
Ramos Mejía intentó llevar a las parroquias su objetivo de centralizar y profesionalizar la administración de
la higiene en el municipio, y culminó destituido de su cargo.
Estas prácticas que se subordinaban –con significativos márgenes de acción– a la órbita de la acción municipal
sugieren un proceso de mayor complejidad entre las instituciones de gobierno y la sociedad porteña de la
segunda mitad del siglo XIX. La práctica tradicional de reunir vecinos notables para solucionar inconvenientes
fue fomentada y enmarcada progresivamente por la municipalidad de la ciudad, buscando establecer –después
de las crisis sucesivas de las epidemias de cólera de 1867-68 y sobre todo la de 1871– un conjunto de funciones
y obligaciones sanitarias específicas y estables en cada parroquia. Es posible entonces repensar el desempeño
de las instituciones de gobierno ya que, como hemos visto, se enfatizó que durante el combate con las grandes
pestes predominó un tipo de acción prescindente de las instancias gubernamentales. Creemos que más que
una autogestión vecinal, las comisiones de vecinos fueron una práctica comunitaria y habitual estimulada por
el Estado municipal, que al menos durante el período 1857-1875 se activó y complejizó gradualmente, con los
objetivos de informar casos, asistir a los pobres y ejecutar las primeras medidas sanitarias. Luego de ese
período, continuó siendo flexible a los cambios –y, en parte, también reticente a ellos–, cuando una mayor
centralización y el avance sobre áreas de higiene por parte de los médicos diplomados procuraron quitarle
esferas de autonomía en su desempeño para enfrentar las epidemias. De esta manera, si bien fueron los
“vecinos” quienes respondieron a las distintas epidemias mediante cierta noción previa de autogestión
(González Leandri, 1999, p. 74), las comisiones que conformaron no tuvieron una dinámica escindida del
Estado, y presentaban una serie de hitos que fueron marcando su progresiva institucionalización dentro de las
entidades públicas.
Notas
1
Universidad Nacional de General Sarmiento/Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.
Argentina. Correo electrónico: fiquepronmaximiliano@gmail.com
2
Para este tema pueden consultarse los siguientes autores: Paul Slack y Terence Ranger (1992), Jayme
Benchimol (1994), Frank Snowden (1995), Sydney Chalhoub (1996), Agustina Prieto (1996), Marcos Cueto
(1997), Ricardo González Leandri (1999, 2008), Adriana Álvarez (2010) y Claudia Agostoni (2016).
3
El Nacional, 16 de diciembre de 1867. Hemeroteca del Congreso de la Nación, Ciudad Autónoma de Buenos
Aires (HCN-CABA).
4
El Nacional, 17 de diciembre de 1867. HCN-CABA.
5
Legajo 1871-18. Fondo Corporación Municipal. AH-CABA.
6
Legajo 1871-18. Fondo Corporación Municipal. AH-CABA.
7
Legajo 1886-90. Fondo Gestión Alvear. AH-CABA.
Referencias bibliográficas
Adriana Álvarez
RESUMEN
Este artículo analiza las epidemias de polio que arreciaron en la Argentina en
plena vigencia del Estado peronista, y el impacto que tuvieron en las prácticas
culturales y organizacionales de la ciudadanía en la provincia de Buenos Aires.
El trabajo se divide en dos partes, en la primera se pasa revista a las
características que tuvo el brote de poliomielitis de los años cincuenta ( siglo XX)
en la sociedad en general, las respuestas gubernamentales, como también, el
accionar de las grandes organizaciones médicas.
En la segunda parte, se enfoca el problema en un ámbito más acotado,
centrándolo en lo que fue la organización de la Sociedad Civil (sin fines de lucro)
Cerenil (Centro de Rehabilitación para los Niños Lisiados), que fue fundada el
10 de mayo de 1952, por iniciativa de Juan O Tesone, quien eligió a Mar del
Plata, para desarrollar su proyecto, el que tenía por objeto prevenir, tratar y
rehabilitar la discapacidad.
ABSTRAC
This article analyzes the polio epidemics that raged in Argentina in full force
Peronist state, and the impact they had on the cultural and organizational
practices of citizenship in the province of Buenos Aires.
The work is divided into two parts, the first looks at the features that had an
outbreak of polio in the fifties (twentieth century) in the general public,
government responses, as well as the actions of the great medical organizations.
In the second part focuses on the problem in a more limited scope, focusing on
what was the Civil Society organization (nonprofit) Cerenil (Rehabilitation Center
for Crippled Children), which was founded on May 10 1952, at the initiative of Dr.
John O. Tesone, who chose Mar del Plata, to develop the project, which was
intended to prevent, treat and rehabilitate the disabled.
EL CONTEXTO HISTÓRICO
En el escenario científico argentino, desde los inicios del siglo XX se comienza hablar
de los brotes de poliomielitis. Si bien, la polio, no ocupaba la centralidad que tres
décadas más tarde tuvo, es indudable “Que casos de polio existieron en nuestro país
desde mucho tiempo atrás aunque por lo poco numerosos de estos casos y la escasa
difusión de los conocimientos de esta enfermedad impidieron que la atención recayese
sobre ello”1. De hecho, las primeras menciones a la enfermedad de Heiden 2 se
remontan a 1895 cuando aparecen dos tesis doctorales en la Facultad de Medicina de
la ciudad de Buenos Aires, que se abocan al estudio de las diferentes formas y
tratamientos que se estaban aplicando básicamente en Europa 3. En los primeros años
del siglo XX en la prensa médica argentina comenzó a ocupar espacio la temática de
la parálisis infantil 4, como fue en los Anales del Círculo Medico Argentino, órgano de
difusión de una de las asociaciones científico profesionales más distinguidas como era
el Círculo Médico Argentino, creado en 1875 por José María Ramos Mejía 5. Es decir,
no era una problemática desconocida, entre otros factores porque entre 1895 y 1905
proliferaron una serie de publicaciones donde el énfasis estuvo puesto en el cuidado
de la salud infantil que era una de las preocupaciones del movimiento higienista,
pensamiento que era dominante en este mismo el período 6.
En este sentido, la poliomielitis en tanto enfermedad que atacaba a los más pequeños
fue ocupando, desde la primera década del siglo XX, espacios cada vez mas
relevantes a pesar de la avasalladora presencia de otros males como era la
tuberculosis que fueron los que ocuparon la centralidad de las inquietudes y agendas
gubernamentales durante este período 7.
1
González, Luis Alberto. La parálisis infantil en el Rio de la Plata (Trabajo de Adscripción),
1930, ACFMUBA.
2
Pico, A. Parálisis Infantil Poliomielitis anterior aguda (Tesis Doctoral), 1903, ACFMUBA.
3
Sisto, Genaro. Contribución al Estudio de la poliomielitis anterior aguda (Tesis Doctoral),
1895, ACFMUBA.
4 Herrera Vega, “Miembro Inferior por parálisis Infantil”; en: Anales del Círculo Médico
Argentino. Bs As, 1905, p 228.
5 En 1877 se comenzaron a publicar los Anales del Círculo Médico Argentino. A partir de
1908, esta publicación se fusionó con la Revista del Centro de Estudiantes de Medicina, que
había sido creada en 1901, y pasó a llamarse Revista del Círculo Médico Argentino y Centro de
Estudiantes de Medicina, la cual salió hasta 1954. Sobre el tema consultar: Asúa, Miguel
“Noticias históricas sobre las revistas médicas”; en: Revista del Hospital Italiano. Bs As, dic
2010, vol 30, nº 32, p 57.
6 Revista de Higiene Infantil (1892-1893, a cargo de E Coni y Manuel T Podestá, Médico del
Hospital Italiano); Revista del Hospital de Niños (1897, creada por el pediatra Antonio Arraga,
Director del Hospital; a partir de 1987, Revista del Hospital de Niños de Buenos Aires); La lucha
antituberculosa (1901-1909, publicación de la Liga Argentina contra la Tuberculosis, a cargo de
E Coni); La Argentina Médica (1903-1915, fundada por Julio Méndez); Revista del Centro de
Estudiantes de Medicina (1901-1908, creada por Héctor Taborda y Osvaldo Loudet); Archivos
Latinoamericanos de Pediatría.
7
Se han podido relevar más de cincuenta artículos relativos a la enfermedad entre 1900 y
1920. Algunos de estos hablan de endemia y de epidemia como los de: Alurralde M,
“Frecuencia actual de la parálisis infantil”; en: La Semana Medica, 1909, tº II, p 1192; Acuña M
La enfermedad se produjo en forma de brotes epidémicos pero fue recién en 1909
cuando M Alurralde llamaba la atención sobre su incremento 8. En el mismo año se
reclamó desde las páginas de la Revista de la Asociación Médica Argentina, que los
poderes públicos clasificaran a esta dolencia dentro de aquellas cuya denuncia era
obligatoria. Con este fin se nombro una comisión en cuyo informe se reiteraba la
necesidad de ingresarla como una enfermedad de denuncia obligatoria,
recomendando el aislamiento de los enfermos, y que la desinfección se aplicara no
sólo a los atacados de poliomielitis sino que se hiciera extensivo a las personas que
convivían con el enfermo.
Sin embargo, en 1936 el director de la Administración Sanitaria y Asistencia Pública en
su informe elevado al secretario de Salud Pública de la ciudad de Buenos Aires
mencionaba el hecho de que aún no se había establecido la denuncia obligatoria de la
enfermedad 9, en parte porque todavía los azotes habían sido esporádicos y no muy
significativos puesto que entre 1906 y 1932 se produjeron 2.680 casos en total 10.
La situación antes señalada, fue revertida en los inicios de la década del cuarenta,
cuando se desató un brote epidémico (1942-43) que contabilizó sólo 2.000 casos en
la ciudad de Buenos Aires. Fue entonces cuando se afirmó la práctica de la
obligatoriedad de denunciar los casos conocidos.
Los primeros años de la década del cuarenta marcaron una bisagra importante con la
etapa precedente que merece un análisis detenido 11.
8 Alurralde, M, “Frecuencia Actual de la Parálisis Infantil”; en: La Semana Médica, 1909, tº II,
p 1192.
10 Para un análisis sobre los brotes de poliomielitis, véase: Marque, Alberto, "Enfermedad de
Heine Medín"; en : La Semana Médica, 1936, nº 49, p 1537; Oclander, Gregorio, “Historia de
la enfermedad de Heine Medín en la República Argentina” (Tesis doctoral), 1947, ACFMUBA;
Vilches, "Caracteres epidemiológicos de la polio en la Argentina”; en: El Día Médico, 1956, tº
XXXI, p 781.
11
Sobre el acontecer medico en el periodo previo recomiendo leer: Sánchez, Norma Isabel. La
Higiene y los higienistas en la Argentina (1880-1943). Buenos Aires, Sociedad Científica
Argentina, 2007.
LA POLIO EN LA ANTESALA DEL PERONISMO
Luego de sus apariciones de 1932 a 1936, la poliomielitis había mermado su
incidencia en el escenario nacional. Pero en el verano de 1942 la prensa política
anticipándose a la información médica y sanitaria denunció focos en el país que
tuvieron su representación más culminante en Mar del Plata, Santiago del Estero y
Rosario 12.
Para entonces, el simple conocimiento de la existencia de enfermos provocaba
“verdaderos éxodos de la población infantil movidos por el pánico de sus padres“ 13.
Sin embargo, la ausencia de difusión por parte del Estado facilitó en forma notable la
diseminación del virus por diferentes centros del país especialmente en los lugares de
veraneo con su característica afluencia de población infantil, lo que fue un caldo de
cultivo óptimo para el desarrollo de la dolencia.
En el curso del primer semestre de 1942 los organismos sanitarios y la prensa política
revelaron un número de paroxismos de poliomielitis preocupantes. De hecho, la
distribución geográfica de la enfermedad era irregular o por lo menos no seguía un
patrón legible. Por lo que se puede observar en el siguiente mapa, había provincias
como Buenos Aires donde la incidencia de la dolencia llegaba al 24%, Entre Ríos con
una incidencia del 34%, frente a otras provincias donde los guarismos eran
infinitamente menores. Una respuesta pendiente de resolver es el por qué de estas
diferencias, y si las mismas se debieron al accionar diferencial de los Estados
provinciales.
12
Piñeiro García, Pedro. “Consideraciones bioestadísticas sobre el Sexto Paroxismo de la
Poliomielitis aguda en Rosario”; en: La Semana Medica, 1942, año XLLX, nº 45, 3209.
13
González, Luis Alberto. “La parálisis infantil en el Rio de la Plata“ (Trabajo de Adscripción),
1930, ACFMUBA.
Martínez, Francisco (y otros), “Un año de Registro Nacional de morbilidad poliomielítica”;
en: Boletín Sanitario de la Dirección Nacional de Salud Publica y Asistencia Social , oct-
dic 1943, año VII nº 10, 11, 12.
14 Reggi, José Pedro, "El problema del tratamiento de la parálisis infantil en nuestro país"; en:
Segunda Conferencia para el Bienestar del Lisiado. Bs As, octubre de 1946.
15
Para una visión del periodo recomiendo: Ramacciotti, Karina, “Las sombras de la política
sanitaria durante el peronismo, los brotes epidémicos en Buenos Aires” ; en: Asclepio. Revista
de Historia y Medicina de la Ciencia. Madrid, CSIC, vol LVIII, nº 2.
constituir un estado de bienestar integrado 16. En el Primer Plan Quinquenal, el
gobierno peronista proyectó el establecimiento de un sistema unificado de salud que
brindaría cuidados médico, curativo y preventivo y asistencia social a todos los
argentinos que los requirieran. Este primer intento pretendía establecer un sistema
nacional de protección de la salud que, en ese sentido, fracasó, aunque el sistema
sanitario mejoró notablemente durante esa época 17.
La peculiaridad reside en que en materia de Centros de Rehabilitación, o de servicios
especializados, el peronismo no logró avanzar con sus políticas centralizadoras de
hecho. Esa ausencia era vista como “la pauta de lo poco que hasta el presente han
efectuado los organismos estatales … debido a la carencia de servicios especializados
para su tratamiento”. Por esto desde las páginas de las revistas médicas se reclamaba
que “siendo la Secretaria de SP el organismo estatal encargado de vigilar, controlar y
aplicar la medicina tanto en su aspecto preventivo como curativo ese organismo
compete tomar las directivas de la ejecución de un plan con criterio amplio y libre de
orden financiero ya que lo que el Estado invierta en aquella magma obra lo recuperara
con creces paulatinamente porque los seres una vez rehabilitados y aptos para
desempeñarse en cualquier actividad de la vida serán de positivo valor para la
sociedad” 18.
Estos reclamos no iban solo de mano de la tendencia de la época a centralizar el
accionar estatal, sino de la evidencia de los incrementos de los casos de polio y en los
efectos que esta enfermedad paralizante provocaba en la sociedad, tal cual ocurrió en
la década del cincuenta. Sin embargo este tipo de centros de rehabilitación creados al
amparo de la solidaridad pública y al margen de las políticas estatales que por
entonces embanderaba el Estados de bienestar peronista, tendieron a multiplicarse
en el ámbito nacional.
Uno de los centros que mas se destacó por el nivel de excelencia que alcanzó, se
fundó en mayo de 1952 en la ciudad de Mar del Plata. De la mano de una sociedad
civil sin fines de lucro, surgió Cerenil (Centro de Rehabilitación para los Niños
Lisiados), por iniciativa de Juan O Tesone 19, quien eligió a Mar del Plata, para
16 Ross, Peter “Justicia social: Una evaluación de los logros del peronismo clásico”; en:
Anuario IEHS. Tandil, 1993, nº 8, p 123.
18 Revista de Ciencias Médicas y Ciencias afines, set 1947, año 9, nº 9 (Miguel Aguilera -
kinesiólogo- Centros Antipoliomielíticos), p 660.
desarrollar su proyecto, el que tenía por objeto prevenir, tratar y rehabilitar la
discapacidad. Tesone se había perfeccionado en California EEUU y fue el responsable
de planificar la obra. La comunidad marplatense, con sus aportes monetarios, y
Tesone, con su iniciativa, hicieron posible la construcción de este sanatorio-escuela,
que aún hoy sigue desarrollando sus funciones en el km 4 1/2 de la ruta 88, próximo al
macro centro de esta ciudad balnearia. Tema que será desarrollado a continuación.
CERENIL
El Centro de Rehabilitación para niños Lisiados (Cerenil) fue una entidad civil, de bien
público, sin fines de lucro, que tenía por finalidad el tratamiento integral de niños
lisiados. Abarcaba la formación del personal técnico, la preparación de los padres para
la atención de los niños afectados de polio, la información y educación de la
comunidad para su integración, como también la experimentación e investigación para
mejorar los métodos usados en rehabilitación.
El médico ortopedista Juan Tesone hasta 1947 había sido contratado por el gobierno
de los Estados Unidos para dirigir el Hospital de Rehabilitación de Niños Lisiados, en
San Juan de Puerto Rico. Una vez arribado a la ciudad de Mar del Plata, en el año
1951, disertó en el Rotary Club sobre su experiencia en materia de rehabilitación.
Dicha exposición se dio en un momento muy particular, pues el año anterior en el
Partido de General Pueyrredón habían fallecidos 712 varones y 415 mujeres por
poliomielitis 20; además centenares sobrevivieron a la enfermedad pero con visibles
secuelas físicas. Por esto, el relato de la experiencia de Tesone despertó cierta
esperanza en una comunidad que estaba conmovida por la presencia cada vez más
acentuada de niños que habían perdido la movilidad de sus piernas y requerían de
aparatos ortopédicos para poder trasladarse.
Producto entonces, de esa reunión en el Rotary Club marplatense, donde saltaba a las
claras que la ciudad carecía de un espacio asistencial especializado para la atención
34 En1954 contaba con más de 10.000 socios. (Boletín) Entre Todos Cerenil. Mar del Plata
año 1, 1955.
35 (Boletín) Entre Todos Cerenil. Mar del Plata, año 1, nº 2, octubre-noviembre de 1965, p 10.
Buenos Aires, la Municipalidad de Lobería, la Base Área Militar Mar del Plata, Vialidad
de la Provincia de Buenos Aires.
El inicio de la obra de este hospital-escuela y su finalización, estuvo cruzada por el
golpe militar que depuso a Juan Domingo Perón el 20 de setiembre de 1955. Leonardi
se hizo cargo del gobierno hasta noviembre de ese año, momento en el que lo
reemplazó Aramburu. A pesar de la diversidad ideológica de los miembros de la
coalición civil-militar revolucionaria, los unía la idea de restaurar los principios políticos
y económicos que regían antes de Perón iniciándose de esta manera un proceso de
desperonización del que no estuvo exento el sistema sanitario.
Sin embargo, Cerenil, no parece que haya sido visto como un logro peronista, mas
bien todo lo contrario, pues no solo se había construido con donaciones privadas, sino
que muchos de los miembros de las juntas directivas eran reconocidos referentes de
los partidos Socialista y Radical. De allí que el cambio de gobierno a nivel nacional no
modificara el rumbo trazado en la etapa en que Perón aun era presidente de la
Republica.
Si el mapa político se había modificado radicalmente, el epidemiológico no, más bien
se había acentuado la tendencia del recrudecimiento poliomielítico. De hecho, en 1956
bajo el gobierno del presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu un brote de polio
castigaba al país. Se produjeron casi 6.500 casos registrados y su impacto llego a
reflejarse en las tasas de mortalidad general y la de mortalidad infantil de 1957.
Resultaba evidente que al país le urgía capacitar al personal de salud para dar
respuesta a ese problema. Por esto el gobierno argentino crea la Comisión Nacional
de Rehabilitación del Lisiado del Ministerio de Asistencia Social y Salud Pública
(Decreto nº 5433), el ente que manejaría toda la rehabilitación en Argentina. Hasta
entonces, no había en el país ninguna institución oficial dedicada a la rehabilitación de
los discapacitados del aparato locomotor. Siendo Juan Tesone, responsable por
entonces de Cerenil, nombrado presidente de esa primera Comisión Nacional de
Rehabilitación del Lisiado del Aparato Locomotor
En el articulo nº 2 expresaba “Tendrá como objetivo primordial promover mediante la
organización gestión y administración de un Instituto Nacional y Centro Especializado
dependiente del mismo la rehabilitación física, psíquica y económico-social de las
personas que presentan una disminución de su capacidad laborativa, actual o
potencial como consecuencia de afecciones congénitas o adquiridas”36.
La cuestión a resaltar tiene que ver con los alcances de uno de los objetivos
fundamentales de la política asistencial del peronismo donde sobresalía la idea de la
36 Decreto nº 5433.
“Centralización paulatina de los servicios hospitalarios nacionales, comunales o
subsidiados, según los casos, en manos de la autoridad sanitaria nacional”. Lo que
podemos observar es que en materia de centros de rehabilitación dicha centralización
se logro en la etapa posterior mostrado variantes al modelo hegemónico y además la
formación de Alpi, Cerenil entre otros centros de rehabilitación, pone sobre el tapete la
organización ciudadana de base solidaria por encima del accionar estatal. Temas
sobre los cuales ensayaremos las primeras explicaciones preliminares hacia el final de
este trabajo.
Debemos detenernos en otra cuestión vinculada a las consecuencias que dejaron los
brotes de polio de 1956-57 que tiene que ver con el aspecto técnico y con la
profesionalización de ramas conexas a la medicina.
En relación al aspecto técnico, fue singular el aporte de la cooperación internacional
puesto que a pedido del gobierno de la Republica Argentina, efectuado el 9 de marzo
de 1957, el Departamento de Rehabilitación de las Naciones Unidas autorizó el envío
de un experto para que efectuara una evaluación sobre las necesidades de nuestro
país y elaborara un programa tentativo, juntamente con la Comisión Nacional de
Rehabilitación del Lisiado para ser cumplido por etapas.
En septiembre de 1957 el técnico Esko Kosunen visito junto con los miembros de la
Comisión Nacional de Rehabilitación el Instituto Nacional de Rehabilitación del Lisiado,
y las ciudades de Mar del Plata, Córdoba, Mendoza, San Juan, Santiago del Estero,
La Rioja, Corrientes, Resistencia, Paraná, Santa Fe, Rosario y La Plata. Fueron los
objetivos estimular y establecer normas para la organización en cada región de
centros o servicios de rehabilitación bajo la responsabilidad de las comisiones
provinciales, municipales o privadas, cuyos miembros fueran funcionarios y/o
representantes de entidades de bien público, siguiendo lo aconsejado en la Primera
Convención Nacional de Rehabilitación realizada en Carlos Paz (Córdoba) en julio de
1956.
Por otro lado, la OMS trabajó en un convenio entre los gobiernos de la Argentina y
Gran Bretaña para poder auspiciar a un grupo de profesionales británicos a que
acudieran a la Argentina a formar terapeutas ocupacionales y protesistas ortopédicos.
De esta manera el gobierno nacional envió una comisión a contratar en Oxford, sede
de la primera escuela de terapia ocupacional de Inglaterra, a terapistas ocupacionales
para que vinieran a prestar asistencia, formación y capacitación. En 1959 fue
contratada por el gobierno argentino para crear la primera escuela de TO en
Sudamérica a la directora de la Escuela de TO de Oxford, Evelyn Mac Donald 37.
Más tarde, llegaron a la Argentina cuatro terapistas físicas y una terapista ocupacional,
estableciéndose un programa teórico-práctico de formación de terapeutas
ocupacionales, que se llevaron a cabo en el Centro Nacional de Rehabilitación al
Lisiado. Estas iniciativas tuvieron un efecto centrífugo en varias direcciones, pues
Chile envió personal a capacitarse a nuestro país de manera que los primeros
terapeutas trasandinos se formaron en la Argentina, ya que la OPS otorgó becas para
que asistieran de varios países latinoamericanos a formarse en la atención del
discapacitado físico, aparato locomotor y psiquiátricos, ya que no existían más áreas
en ese momento.
En medio de ese proceso de consolidación de una especialidad ligada a la medicina,
pero a su vez central en el aspecto de la rehabilitación, fue que en 1968 en la localidad
de Mar del Plata, sede de uno de los centros de excelencia en esa materia, se abre
en la Universidad Provincial (hoy Universidad Nacional de Mar del Plata) la carrera de
Terapia Ocupacional.
Para entonces, ya hacía casi una década que se había descubierto y difundido la
acción de la prevención mediante vacunas efectivas , la VPI Salk (1955) y la VPO
Sabin (1961-3) que permitió una reducción inmediata de poliomielitis en los países
desarrollados, y un proceso similar pero más lento, se experimentó, en países como el
nuestro. Esta situación hizo que en ésta época convivieran en una misma dimensión
dialéctica el miedo a la enfermedad paralizante, un sentimiento colectivo piadoso que
el niño paralítico despertaba, todo esto unido en una reacción solidaria.
El sentimiento esperanzador abrevaba su aliento en torno al “descubrimiento de la
vacuna”, de allí que al estilo de una novela diaria, los matutinos fueran relatando día
por día los avances, debates y efectos de la inoculación. Se podían leer titulares tales
como “El martes se sabrá si es curable” y se anunciaba en grandes recuadros “Poco
después de las nueve de la mañana del martes, la nación -y el mundo entero- será
informada sobre los resultados de uno de los más importantes y valiosos programas
de investigación médica de todos los tiempos unos quinientos cronistas, comentaristas
peritos médicos estarán presentes en el Centro de Evolución de la Vacuna contra la
Poliomielitis” 38, a estos se sumaron otros titulares que señalan el derrotero que sufrió
la vacuna “Los doctores Jonas Salk y Thomas Francis van a efectuar demostraciones
terminantes sobre la cura de la poliomielitis” o la “elaboración de la vacuna contra la
poliomielitis depende ahora de la autorización del gobierno de la India para la
CONCLUSIÓN
En lo largo del trabajo hemos analizado desde una configuración regional las
vinculaciones entre lo que fueron las organizaciones voluntarias, entendiendo por esto
organizaciones privadas sin fines de lucro, y el Estado, en perspectiva histórica. Una
primera cuestión que observamos es la expansión de este tipo de organización, a
mediados del siglo XX, que parece haber sido producto de las insuficientes respuestas
gubernamentales, pues las que se dieron, como hemos visto estaban lejos se cubrir
las necesidades que la cantidad de enfermos de poliomielitis reclamaba. Pero también,
estuvo vinculado a la percepción que las mismas desde el punto de vista técnico
distaban de semejarse a las que se daban en países como EEUU, donde existía una
trayectoria más extensa en materia de rehabilitación.
Si bien este tipo de organizaciones no gubernamentales no era novedosa pues en
otros trabajos del Grupo de Historia Social Argentina (donde esta investigación se
radica), hemos analizado y explicado, desde un enfoque institucional y acotado como
era el funcionamiento de establecimientos asistenciales dependientes de la Sociedad
de Beneficencia de la Capital Federal, mostrando la brecha pero también las
confluencias entre lo se aspiraba a que las instituciones hospitalarias fueran y lo que
éstas realmente fueron. Entendemos que sería erróneo, trasladar ese esquema
interpretativo para el caso en esta oportunidad estudiado.
Para el caso de Cerenil y/o de los Centros de Rehabilitación, ese tipo de organización
tuvo sus propias peculiaridades, que merece un análisis superador de la explicación
que apunta a sostener que la epidemia desbordó a las autoridades de turno cosa que
realmente ocurrió, pero así mismo entendemos que ese desborde fue producto de
una coyuntura mayor, como eran los límites de la reforma sanitaria encarnada por el
peronismo. Esos límites se hicieron más elocuentes frente a la crítica situación que los
brotes de poliomielitis generaron. Esas limitantes, es posible que hayan tenido
vinculación con la lentitud en la incorporación de espacios específicos, de áreas
especializadas como contraposición con lo que sucedía con la medicina generalista.
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Adrián Carbonetti
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Adrián Carbonetti
La epidemia de gripe española en Argentina es una realidad olvidada, dado que por diversas razones
hasta ahora no se ha tomado como objeto de investigación. Lo cierto es que esta epidemia formó
parte de la realidad del país al generar una alta mortalidad y poner al desnudo la impotencia del
Estado y de la élite médica frente a un fenómeno difícil de combatir. En este artículo pretendemos
realizar un primer análisis de su incidencia, en términos de la mortalidad que provocó en cada una
de las provincias argentinas y en el país en su totalidad; su avance por el territorio argentino; las
razones de su caprichoso recorrido y las condiciones sociales y sanitarias de la población. Por último,
hacemos una referencia a las políticas que se implementaron para combatirla y su impacto en términos
políticos y sociales.
4 159
Palabras clave: gripe española, Argentina, Estado, medicina, mortalidad
L
a epidemia de gripe A (H1N1) que ha desperta- mográficos, especialmente en la región central, no llamó
do gran temor en el mundo a principios de nues- la atención de los historiadores argentinos como fue el
tro siglo viene a ratificar una vieja enseñanza de caso de otras enfermedades (Carbonetti, 2009: 4).
algunos estudiosos de la problemática de la historia de La finalidad del artículo que se presenta es desarrollar
la enfermedad en el mundo durante el siglo XX: “la gripe un estudio del impacto de la epidemia de gripe española
es la única enfermedad epidémica infecciosa que en los en Argentina en lo relativo a la incidencia epidemiológica,
países tecnológicamente avanzados representa actualmen- las condiciones sociales de la población y las políticas de
te una amenaza comparable a la experimentada en siglos salud que se implementaron. El trabajo se dividirá en tres
anteriores a causa de enfermedades tales como la peste partes. La primera se relaciona con su incidencia en tér-
y el tifus. Es decir que la gripe es la única enfermedad que minos de mortalidad en las provincias argentinas; poste-
puede volver a revivir fenómenos ya olvidados por la riormente, se analizará su recorrido durante los años
humanidad” (Mc Keown, 1976: 101). 1918-1919 y sus relaciones con las condiciones sociales y
En efecto, cuando apareció esta epidemia en Estados sanitarias, y por último, se describirán y analizarán las
Unidos y México, y luego se extendió hacia otros países políticas de salud que se implementaron, para construir
del mundo, incluido el sur de América Latina, comenzó así un relato de la “epidemia olvidada” y sus aristas polí-
a generarse el temor de las sociedades. Los Estados pusie- ticas, sociales y económicas.
ron barreras para contener el ingreso de la enfermedad y Para la elaboración de este artículo se utilizaron las
se desató un proceso de discriminación hacia los habitan- fuentes de carácter cuantitativo y cualitativo de los Ana-
tes de otros países afectados, en especial de México, don- les del Departamento Nacional de Higiene de la Argenti-
160 3 de se decía estaba el origen de esta enfermedad“exótica”. na, así como periódicos de amplio alcance, como La
Por otra parte, los medios de comunicación hicieron de Nación, y algunas otras publicaciones, como la revista
esta dolencia su estrella cotidiana. Caras y Caretas2.
Sin embargo, estas reacciones sociales y estatales no son,
de ninguna manera, fenómenos novedosos, sino que for
man parte de una construcción histórica que se repite en LA INCIDENCIA DEMOGRÁFICA DE
el mundo cada vez que aparece una epidemia. LA PANDEMIA DE GRIPE EN 1918-1919
Entre los fenómenos históricos que han generado re-
acciones similares, destaca la pandemia de “gripe españo- En mayo y junio de 1918, los periódicos argentinos co-
la” de 1918-1919, que también afectó a la Argentina. A menzaron a dar noticias sobre una extraña enfermedad
pesar de que esta epidemia ha sido estudiada en muchos que estaba haciendo estragos en España3.Se divulgó la
países de Europa y de América1, ha despertado escaso explicación de que el desarrollo de esta dolencia era con-
secuencia de la insuficiencia de artículos alimenticios en
la dieta española. El mismo periódico publicó la noticia
1 En el caso de los países iberoamericanos, sobresalen dos donde la de su propagación hacia otros países de Europa y a luga-
investigación en ciencias sociales se ha ocupado de la gripe: España y res alejados entre sí, como Dinamarca y Portugal4. Sin
Brasil. En España destacan Echeverri Dávila (1993) y Porras Gallo
(1994). Estos trabajos, seguidores de la tradición europea continental,
pusieron énfasis en el desarrollo de la pandemia desde una perspecti-
va cuantitativa. En el caso brasileño, las investigaciones tendieron a Christiane María Cruz de Souza (2009), y el artículo de Ricardo dos
analizar la incidencia de la gripe española desde una perspectiva cua- Santos (2006).
litativa, estudiando las percepciones sociales, las estrategias de evasión 2 Agradezco a la estudiante de historia Dolores Rivero por su colabo-
frente a la enfermedad, las miradas médicas, etc. Sobresalen, estudian- ración en la recopilación de las fuentes.
do en esa línea las tesis: de Claudio Bertolli (filho) (1986) y Renata 3 La Nación, 6 de junio de1918.
Brauner Ferreira (1999); los libros de Liane María Bertucci (2004) y 4 La Nación, 16 de junio de 1918.
enero-abril 2010 Desacatos esquinas
4 161
Demostración en la estación de la Cruz Roja en Waschington, D. C., durante la pandemia de la influenza de 1918. Library of Congress.
embargo, nada decía sobre el peligro que significaba pa- por todo el territorio argentino, poniendo en producción
ra la salud de los habitantes de la Argentina la propaga- gran parte de la tierra hasta ese momento improductiva;
ción de la pandemia hacia el sur del mundo. Y es que la y la población crecía a niveles nunca vistos.
sociedad argentina no se ocupaba de una enfermedad que Pero a su vez, esa inmigración deseada también generó
se desarrollaba en los países europeos devastados por el consecuencias negativas: un movimiento obrero que no
hambre y la guerra. Era una realidad lejana, no sólo por era fácil disciplinar; delincuencia, desorden y problemas
la distancia, sino también por la creencia de que en este sanitarios y habitacionales en las grandes ciudades (Su-
país había cierto grado de inmunidad por la mejor ali- riano, 2000: 1). Los aún larvados sectores medios de la
mentación como consecuencia de la explotación de los sociedad, en gran parte formados por los hijos de los
recursos naturales. inmigrantes, estaban suscitando dos fenómenos de gran
La Argentina, a principios del siglo XX, se encontraba en importancia para la sociedad argentina: la llegada, lue-
pleno proceso productivo y las políticas de apertura de mer- go de veinte años de lucha, de la Unión Cívica Radical
cados, dentro de las cuales el país desempeñaba el papel al gobierno de la Argentina y la Reforma Universitaria,
de productor de materias primas impuesto por la élite que tuvo como epicentro la Universidad de Córdoba,
dominante, habían dado resultado. La inmigración ultra- y que generó cambios fundamentales en los estudios
marina alentada por este grupo se había desparramado superiores argentinos y latinoamericanos.
esquinas Desacatos enero-abril 2010
Mapa I. Mortalidad por gripe en la Argentina en octubre enfermedad de muy difícil contención a través de facto-
y noviembre de 1918 res de carácter sanitario, ya que se transmite por vía aérea
y de humano a humano. Esta “facilidad” en la transmisión
y el contacto conlleva a que los sistemas sanitarios tien-
dan a ser rebasados —como veremos más adelante— en
cualquier lugar e independientemente de la política de
combate a la enfermedad. Finalmente, las condiciones
socioeconómicas tienden a ser un factor que permite
generar una explicación acerca del desarrollo de la gripe,
ya que los pobres tienen menos herramientas, tanto in-
munológicas como sanitarias, para sobrevivir a la enfer-
medad en relación con los sectores sociales más
acomodados. Desde esta perspectiva, la gripe tendería a
atacar a todas las clases sociales por igual, pero impac-
taría en la mortalidad de los sectores más humildes.
Mapa 2. Mortalidad por gripe en la Argentina en el mes vincias más atacadas; un sombreado grisáceo, las menos
de mayode 1919 atacadas, y en blanco, las provincias que no fueron tocadas
por la gripe. —situación explicada por las autoridades
sanitarias argentinas como consecuencia de la existencia
de otra enfermedad: el sarampión—.
Según observan los Anales del Departamento Nacional
de Higiene:
Mapa 3. Mortalidad por gripe en la Argentina en el mes Mapa 4. Mortalidad por gripe en la Argentina en el mes
de junio de 1919 de julio de 1919
166 3
Fuente de mapas : Anales del Departamento Nacional de Higiene, vol. 26, Fuente de mapas : Anales del Departamento Nacional de Higiene, vol. 26,
1921 1921
dades y provocó una importante cantidad de muertes te a este mapa cabría la siguiente hipótesis: las provincias
(Bertolli (Filho), 1986) atacadas en primer lugar serían aquellas que en 1918 no
El panorama epidemiológico de la gripe cambió en el habían sido aún afectadas por la gripe y en las que se ge-
invierno de 1919. En ese año hubo un rebrote que pro- neró —en un contexto de grandes bolsones de pobreza y
dujo, esta vez, una cantidad de muertes significativa en sin los anticuerpos necesarios— una alta mortalidad. Es-
un periodo muy corto. En este caso también fueron de- to determinaría que, en términos de mortalidad, la gripe
terminantes los factores eco-ambientales, pues la gripe se hubiese sido más grave en aquellas provincias y menor en
desarrolló en invierno, un ambiente propicio potenciado las provincias centrales. En lo referido a la morbilidad, el
por las condiciones de vida paupérrimas y las del sistema panorama sería uniforme.
sanitario, con lo cual la población quedó a la merced del En el mes de julio la situación cambió, según los mapas
virus. El mapa 2 esquematiza el desarrollo de la enferme- confeccionados por la instancia mencionada. En esa fecha,
dad en el mes de mayo de 1919. prácticamente todas las provincias argentinas mostraban
La mayor mortalidad, según el Departamento Nacional una alta mortalidad por gripe
de Higiene, se dio en las provincias del norte argentino y Para entonces, la gripe se había desplazado desde las
en menor medida en las provincias del centro, es decir, los provincias del norte hacia el centro y la mortalidad co-
distritos que ingresaron más rapidamente en el esquema menzaría, en el mes de agosto, a reducirse en las provincias
económico y social impuesto por la élite gobernante. Fren- en las cuales la epidemia había sido más agresiva, como
enero-abril 2010 Desacatos esquinas
Mapa 5. Mortalidad por gripe en la Argentina en el mes Mapa 6. Mortalidad por gripe en la Argentina en el mes
de agosto de 1919 de agosto de 1919
4 167
Fuente de mapas : Anales del Departamento Nacional de Higiene, vol. 26, Fuente de mapas : Anales del Departamento Nacional de Higiene, vol. 26,
1921 1921
Catamarca, La Rioja, Jujuy y Corrientes, mientras que per- nos Aires y en octubre de 1918 impactó en las provincias
duraría en Tucumán, Santiago del Estero y Salta. del litoral, con una arremetida más leve en el norte argen-
En el mes de agosto la mortalidad seguiría disminuyen- tino. Sin embargo, hubo un rebrote en 1919 que comen-
do en las diversas provincias; Salta, Tucumán y Corrientes, zó con gran intensidad en las provincias del norte y que
que habían comenzado con una alta mortalidad en el mes se caracterizó por una alta mortalidad, con tasas superio-
de mayo, tendían a reducirla. Sólo la población de Santia- res a la media nacional, como sucedió en los casos de
go del Estero continuaría sufriendo importantes defun- Salta, Jujuy, Catamarca, Tucumán y Santiago del Estero,
ciones por gripe, mientras que la mayor mortalidad se donde la gripe perduró entre dos y tres meses.
movería hacia la región de Cuyo y las provincias de Entre A partir del mes de mayo el mayor impacto lo sufrie-
Ríos y Buenos Aires. ron las provincias del centro del país, como Santa Fe,
En septiembre de 1919 la epidemia había disminui- Córdoba, Buenos Aires y Entre Ríos. En este caso, la mor-
do en todas las provincias, salvo en Santiago del Estero. talidad fue mucho menor, incluso por debajo de la me-
A partir de ese momento, prácticamente desapareció dia nacional, salvo en la provincia de Córdoba y en las
de la Argentina. provincias de Cuyo —Mendoza, San Luis y San Juan—,
Tras este seguimiento podemos, entonces, sostener una que no habían sufrido un impacto muy fuerte en 1918
idea más clara acerca del camino recorrido por la gripe: y que en 1919 tuvieron tasas de mortalidad similares a
su ingreso al país se dio por el puerto de la ciudad de Bue- las del norte argentino.
esquinas Desacatos enero-abril 2010
Cuadro 3. Porcentaje de población analfabeta, semianalfabeta y alfabeta de 7 años y más, según distritos de la
República Argentina, y tasa de mortalidad por gripe por 10 000
Tasas de mortalidad
Provincias Analfabetos Semialfabetos Alfabetos
por gripe en 1919
Capital Federal 17,8 2,3 79,9 4,22
Buenos Aires 30,8 2,3 67,0 7,00
Santa Fe 34,6 2,5 62,9 8,48
Entre Ríos 41,0 3,5 55,5 7,91
Corrientes 55,5 3,5 41,0 10,48
Córdoba 38,5 3,9 57,6 18,56
San Luis 37,2 3,5 59,2 25,55
Santiago del Estero 63,8 2,8 33,4 39,79
Tucumán 50,7 3,4 45,9 40,11
Mendoza 42,1 2,1 55,8 32,15
San Juan 44,2 2,1 53,6 78,27
La Rioja 49,6 3,1 47,3 34,05
Catamarca 48,8 4,2 47,0 39,26
Salta 53,6 3,7 2,7 118,68
Jujuy 90,6 3,7 5,7 95,82
Total 34,7 2,7 62,5 16,56
4 169
Fuente : Elaboración propia sobre la base de datos de los Anales del Departamento Nacional de Higiene, vol. 26, 1921, y el Censo de Población Nacional de 1914,
Buenos Aires, 1916
un indicador revelador sobre las condiciones de vida, mar- tes poblaciones: la Capital Federal tenía uno de los índices
ca el contexto material de una existencia paupérrima en el más bajos, las provincias de Buenos Aires, Córdoba, San-
norte argentino y la región de Cuyo. ta Fe y San Luis presentaban índices medianos y cercanos
Otro indicador de las condiciones de vida de la pobla- al de la Argentina en su totalidad, mientras que todas las
ción, y de las estrategias con que ésta podía contar para otras provincias concentraban un porcentaje de población
evitar o curar una enfermedad, pasa por el grado de alfa- analfabeta muy por encima de la media nacional, llegan-
betización, un indicador del sector social donde se en- do al caso extremo de la provincia de Jujuy, donde sólo
cuentra el individuo, de si éste posee o no las habilidades 5.7% de la población era alfabeta.
para lograr, en el mercado de trabajo, la venta de su fuer- La vinculación entre la tasa de mortalidad por gripe y
za laboral a un precio mayor que el grado de subsistencia. las tasas de analfabetismo por provincia, indicadoras de
Por otra parte, también enriquece la posibilidad de lograr, condiciones de vida de la población, permite apreciar
a partir de los medios gráficos suministrados por la pren- una notable relación entre ambas; aquellas provincias que
sa, ciertas destrezas para evitar la enfermedad, o una vez mostraban una alta tasa de analfabetismo tenían también
desencadenada, para recurrir a los medios más correctos una alta tasa de mortalidad por gripe, y éstas eran, justa-
para evitar su agravamiento. mente, las provincias del norte, con excepción del caso de
El cuadro 3 es claro con respecto a las diferencias exis- la de San Juan (en la región de Cuyo), cuyo índice de
tentes en los porcentajes de analfabetismo de las diferen- analfabetismo era medio pero su mortalidad alta, y el ca-
esquinas Desacatos enero-abril 2010
nos distintos: Corrientes tenía una baja mortalidad por medad16. Este medio emitió otro mensaje tranquilizador
gripe en relación con el escaso número de médicos, aun- dos días después, el 18 de octubre, al observar que la so-
que un poco superior a otras provincias, mientras que San ciedad de la ciudad de Buenos Aires se burlaba de la en-
Juan presentaba tasas de mortalidad similares a las de las fermedad saliendo a pasear por sus calles y haciendo caso
provincias norteñas, pero con un número de médicos por omiso de la posibilidad de un contagio17. Las mismas pá-
habitantes casi igual al de Corrientes. ginas daban cuenta de un fenómeno que es una constan-
De esta forma podemos plantear la hipótesis de que la te cuando aparece alguna epidemia: la especulación
mortalidad por gripe estuvo asociada tanto a las condi- alrededor de ciertos productos con los cuales era posible
ciones de existencia de los individuos que la sufrieron, preservarse de la “grippe”, según el conocimiento popular.
como los medios con que contaba cada una de las pro- El periódico denunciaba que las pastillas de alcanfor, los
vincias afectadas por la gripe en términos de la atención laxantes y las sales de quinina habían aumentado su valor
médica. Una editorial del diario Los Principios, de la ciu- en diez veces18. En días posteriores, en el mismo periódi-
dad de Córdoba, define cuál era la situación tanto material co, comenzó a aparecer publicidad de distinto tipo acerca
como sanitaria para los pobres que habitaban en la ciudad de productos cuya utilización, aseguraban, serviría para
y la provincia; esto también se puede tomar como ejemplo evadir o curar la “grippe”.
para todas las provincias. El diario proponía: Este fenómeno, usual cuando se declara una epidemia,
es parte de lo que se ha denominado “oferta oportunista”,
[…] el establecimiento de un sanatorio o lazareto, si- basada en el ofrecimiento y el consumo de productos que
quiera provisorio, puede ser, entre otras, una resolución en tiempos normales no son de uso común (Cabonetti y
eficiente y de verdadero socorro, dado que allí podrían
Rodríguez, 2007). Por otra parte, constituye un síntoma
encontrar amparo y la asistencia racional y médica re-
querida los numerosísimos enfermos pobres de esta ca- de que la sociedad porteña no se encontraba tranquila
pital por lo menos salvando de un modo una gran con el desarrollo de la epidemia. 4 171
cantidad de casos fatales producidos hasta ahora por las Hacia fines del mes de octubre, el clima de calma que,
complicaciones de la enfermedad determinada exclusi- según el diario mencionado, había predominado hasta el
vamente por la falta de asistencia15. momento, comenzó a descomponerse. El 26 de octubre
de 1918 el gobierno dispuso la limpieza del Riachuelo, un
río completamente contaminado que pasa por la ciudad
HISTORIA DE UNA EPIDEMIA OLVIDADA de Buenos Aires. Ordenó que se sometiera a examen a
aquellos inmigrantes que llegaban en barco desde Europa
El 16 de octubre de 1918 el periódico La Nación publica- y que los que presentaran síntomas de la gripe fueran in-
ba noticias sobre la gripe que habría ingresado a la Argen- ternados en un lazareto dispuesto en la isla Martín García.
tina bajo el encabezado “La grippe no debe alarmar, su Incluso se “desinfectaría” a aquellas personas que migra-
presentación benigna”. Se trataba de una columna tran- ran desde Chile. Las autoridades sanitarias dispusieron
quilizadora acerca del impacto que podría llegar a tener también la inspección de talleres con el fin de que los
la “grippe” en el país. Lo comparaba con las condiciones obreros trabajaran en las mejores condiciones higiénicas.
en que se había desarrollado en Europa: la guerra y las Se aconsejaba evitar las reuniones en lugares cerrados, y
deficiencias alimentarias provocadas por ésta; y con el ca- se dispuso el riego de calles, el cierre de escuelas en todo
so de Brasil, y observaba que en Buenos Aires las condi- el país y la clausura de los lugares de diversión como cines,
ciones sanitarias y alimentarias eran completamente music halls y circos.
distintas, por lo tanto aconsejaba no temer a esta enfer-
16 La Nación, 16 de octubre de 1918.
17 La Nación, 18 de octubre de 1918.
15 Los Principios, 4 de junio de 1919. 18 Idem.
esquinas Desacatos enero-abril 2010
Se trató de medidas encaminadas a evitar el contagio y más fuerza en las provincias norteñas. Esto se reflejó en
que no fueron muy distintas de las que se llevaron a cabo las preocupaciones del Estado y también en los periódicos,
en el invierno del año 2009 en relación con la epidemia que comenzaron a publicar más noticias sobre la gripe en
de influenza A (H1N1). Pero la pregunta que surge de el interior y menos sobre lo que sucedía en la capital de la
este relato va encaminada en otra dirección: ¿por qué el República, fenómeno que se había dado el año anterior y
cambio de actitud del Estado, que pasó de una pasividad que es un indicador del impacto de la epidemia.
extrema a una actividad intensa? Una de las medidas que tomó el Departamento Nacio-
Consideramos que fue la opinión pública porteña la nal de Higiene, entonces la principal autoridad sanitaria
que cambió su ánimo. Según los datos con que contamos, del país, “con el fin de contribuir en la campaña profilác-
de las 422 muertes que sucedieron como consecuencia de tica que se lleva a cabo en el interior de la república para
la “grippe”, 32.7% se dieron en el mes de octubre, es decir, evitar la propagación de la gripe”, apenas comenzada la
ocurrieron 138 muertes en tan sólo 12 días aproximada- epidemia, fue el envío de un médico y un guardia sanita-
mente. A esto se sumaba el número cada vez mayor de rio a las principales provincias afectadas. Estos galenos,
enfermos que pedían asistencia19. Estos indicadores ge- junto con sus auxiliares, viajaron a Salta, Jujuy, Catamar-
neraron alarma en la sociedad porteña. El Estado comen- ca, La Rioja, Corrientes y los territorios nacionales de Cha-
zó a tomar medidas mucho más drásticas para prevenir co y Misiones22. Mientras tanto, en la ciudad de Buenos
el contagio de la enfermedad. Así, la primera percepción Aires, la gripe tenía carácter “benigno”, según publicaba
optimista sobre la “grippe” desapareció en tan sólo seis el periódico La Nación23. Sin embargo, este diario difun-
días y el pánico comenzó a apoderarse tanto del Estado día noticias alarmantes acerca del desarrollo de la gripe,
como de la sociedad. Confirma esto la revista Caras y Ca- en el interior del país, las cuales evidenciaban una situa-
retas, con su publicación de una serie de caricaturas del ción sanitaria delicada. En ese contexto, todos los distritos
172 3 ámbito económico social y científico sobre diversos per- provinciales o municipales comenzaron a tomar medidas
sonajes que aprovechaban la gripe con el título “La epi- de carácter sanitario con el fin evitar el desarrollo de la
demia de moda o el pánico de la gripe”20. enfermedad.
Las medidas tomadas por el Estado tendieron a endu- El Estado y la medicina se toparon con varias dificul-
recerse en noviembre del mismo año: se suspendieron las tades, entre ellas que las medidas fueron tomadas cuan-
congregaciones y la asistencia a los cementerios en el día do la epidemia ya había entrado y se había instalado en
de los muertos21; se derivaron los enfermos graves de gri- cada una de las provincias y ciudades. Las disposiciones
pe de los hospitales de la ciudad al hospital Muñiz, que eran distintas en cada distrito; así, en el caso de la pro-
comenzó a hacer las veces de lazareto, y se profundizó la vincia de La Rioja, éstas llegaban a extremos como la
cuarentena en la isla Martín García para aquellos que lle- prohibición de concurrir a velorios, salvo para los deu-
gaban al país en barcos. Al igual que en muchas otras dos; la distribución de impresos que exponían las accio-
epidemias que había sufrido la Argentina, nuevamente el nes necesarias para evadir la enfermedad, y el cierre de
Estado y la sociedad habían sido sorprendidos por la en- los lugares donde pudiese reunirse una conglomeración
fermedad. La “grippe” se encontraba en suelo argentino de población, como los templos religiosos. La orden de
y las consecuencias serían de suma importancia una vez cerrar los templos es muestra de la gravedad de la situa-
que pasara el estío. ción o de la percepción de gravedad que tenían las au-
En mayo de 1919 hubo un nuevo brote de gripe espa- toridades acerca de la epidemia, pues con anterioridad
ñola en Argentina, que como ya fue dicho, impactó con se tendía simplemente a desinfectarlos24.
En Jujuy se cerraron los establecimientos educativos, y tiempo que duró la epidemia, entre dos y cinco meses,
lo mismo en Tucumán, donde la epidemia no disminuía dependiendo de la provincia.
su agresividad. En Belén (Catamarca) se notificaba que Ahora bien, la epidemia fue una nueva prueba para el
en todas las casas había enfermos y que ya no había quien Estado, la medicina y la sociedad argentina, a la vez que
los atendiera25. La intendencia de la ciudad de Rosario, se transformó en una fuerte preocupación en términos
en la provincia de Santa Fe, destinó recursos humanos y políticos y sociales, y puso al desnudo, nuevamente, los
monetarios para sanear la ciudad de suciedades y restrin- desequilibrios económicos y sociales de un país que crecía
gió el funcionamiento de los lugares de reunión pública26. pero que no se desarrollaba; evidenció los problemas del
Estas y otras medidas eran utilizadas políticamente tanto Estado para contener la morbilidad y la mortalidad de
por el oficialismo como por la oposición, pues se acusaba una enfermedad como la gripe en un país vasto y hetero-
a los gobiernos provinciales de inacción frente a la enfer- géneo, y la impotencia de la medicina al encontrarse cara
medad, como fue el caso de la provincia de Tucumán27 o a cara con una epidemia difícil de controlar.
el del intendente salteño que “paseaba por los hogares de
las familias pobres repartiendo dinero”28.
Estas apreciaciones permiten pensar en la utilización CONCLUSIONES
de la epidemia como factor político, cuestión puesta en
juego que va más allá del hecho mismo de la epidemia y La pandemia de gripe española llegó a la Argentina en
de las medidas sanitarias implementadas. El desarrollo de octubre de 1918 y continuó su desarrollo durante el in-
la enfermedad suscitó cierta susceptibilidad en la sociedad, vierno de 1919. Se trata, no obstante, de una epidemia
que en muchos casos fue aprovechada por la oposición a olvidada por la historia de la medicina argentina, olvido
los gobiernos en turno para generar críticas, pero también cuyas causas desconocemos. No obstante, vista desde la
por los mismos gobernantes para consolidar y dinamizar actualidad, bajo la amenaza de la pandemia de influenza 4 173
las redes clientelares. A (H1N1), nos deja un sinfín de enseñanzas sobre su im-
Los médicos enviados por el Departamento Nacional pacto demográfico y social, las políticas a implementar y
de Higiene, que tenían la misión de coordinar las acciones la incidencia del grado de desarrollo de la ciencia.
sanitarias en las provincias, solicitaban al poder central Vista en una dimensión global, la epidemia no tuvo el
elementos como medicamentos y aparatos de desinfección impacto que se observó en otros países, como en el caso
que, por las grandes distancias, tardaban largo tiempo en brasileño. En la Argentina, oficialmente, para el Departa-
llegar29. Lo cierto es que la epidemia de gripe dejaba tam- mento Nacional de Higiene, murieron 14 997 personas a
bién al descubierto un escenario de impotencia de la me- causa de esta enfermedad. Ahora bien, si se proyectan los
dicina para poner coto a una situación de escasez de decesos en los territorios nacionales, que conformaban
recursos, tanto humanos como materiales, frente a una gran parte del territorio argentino, esta cifra se duplica. Sin
enfermedad que rebasaba todo tipo de acción que se pu- embargo, no es la dimensión que tuvo la gripe española
diera emprender. Estas medidas no se modificaron en el en términos de mortalidad la que resulta útil para entender
la realidad de la pandemia de influenza A (H1N1); son
otras facetas las que creemos que deben ser estudiadas. A
lo largo de todo el artículo se vio que la epidemia de gripe,
25 La Nación, 13 de mayo de 1919. si bien tuvo como epicentro la ciudad de Buenos Aires,
26 La Nación, 14 de mayo de 1919.
27 Una posición similar se observa
desde donde se expandió al resto del país, ésta fue la que
en relación con el periódico La
Nación, diario opositor al gobierno de Hipólito Yrigoyen, respecto de menos sufrió en términos de mortalidad. Por otra parte,
las medidas tomadas por la autoridad sanitaria en la ciudad de Buenos observamos que su expansión en 1918 fue acotada, tanto
aires (La Nación, 1 de noviembre de 1918).
28 La Nación, 23 de mayo de 1919. en el tiempo como en el número de decesos que ocasionó
29 Idem.
en las provincias de mayor desarrollo del centro del país.
esquinas Desacatos enero-abril 2010
El segundo brote tuvo un desarrollo completamente sis económica, avance del Estado e incertidumbre política
distinto, ya que su recorrido se hizo de norte a sur, y su (1930-1943), Sudamericana, Buenos Aires (Col. Nueva His-
toria Argentina), pp. 283- 329.
impacto fue devastador en las provincias del norte. En ese
Belmartino, Susana, 2005, La atención médica argentina en el
comportamiento de la gripe se pueden apreciar los tres siglo XX, instituciones y procesos., Siglo XXI, Buenos Aires.
factores expuestos como hipótesis: el factor eco-ambien- Bertolli (Filho), Claudio, 1986, Epidemia e sociedade. A grippe
tal, el de las condiciones materiales de existencia y el de espanhola no municipio de Sao Paulo, tesis de maestría, De-
las condiciones sanitarias de cada provincia o ciudad. partamento de Historia. Facultad de Filosofía, Letras y Cien-
Desde nuestra perspectiva, cada uno de esos factores ac- cias Humanas, Universidad de Sao Paulo, Sao Paulo,
mimeógrafo.
tuaron de manera individual o en conjunto para que la Bertucci, Liane María, 2004, Influenza, a medicina enferma, Edi-
epidemia tuviera ese comportamiento caprichoso y mor- tora Universidad del Estado de Campinas, Sao Paulo.
tal entre los sectores más bajos de la sociedad. Brauner Ferreira, Ranata, 1999, Epidemia e drama: a gripe espan-
Podríamos decir que la gripe es una enfermedad que hola em Pelotas-1918. Programa de pós-graduaçâo em his-
no distingue, en lo referente a la morbilidad, entre ricos y tória. Universidade Federal do Río Grande do Sul, tesis para
aspirar al grado de Mestre.
pobres, no obstante sí lo hace en la mortalidad. La inci-
Carbonetti, Adrián, 2009, “Incidencia de la pandemia de gripe
dencia, precisamente, de los últimos dos factores comen- de 1918-1919 en la mortalidad de la ciudad de Córdoba”,
tados permite sostener esta aseveración. La epidemia ponencia presentada en las VII Jornadas Nacionales de De-
mostró su faceta más agresiva en las poblaciones de las bate Interdisciplinario en Salud y Población, Instituto de In-
provincias más desprotegidas, tanto material como sani- vestigaciones Gino Germani, Buenos Aires.
tariamente. Este fenómeno, además de estar aunado a des- ——y Dora Celton, 2007, “La transición epidemiológica”, en
Susana Torrado (comp.), Población y bienestar en la Argen-
equilibrios estructurales, también se debe a las políticas tina del primero al segundo centenario. Una historia social del
que se implementaron, tanto desde el gobierno central siglo XX, Edhasa, Buenos Aires. 369-398
174 3 como desde los gobiernos provinciales y municipales: me- —— y María Laura Rodríguez, 2007, “Las epidemias de cólera
didas desarticuladas, falta de recursos humanos y mate- en Córdoba a través del periodismo: la oferta de productos
riales, escasas instituciones donde alojar a los enfermos preservativos y curativos durante la epidemia de 1867-1868”,
História, Ciências, Saúde. Manguinhos, vol. XIV, núm. 2, abril-
más graves, fueron parte de un escenario donde las po-
junio, Río de Janeiro, pp. 405-419.
blaciones quedaron a merced de la enfermedad. Cruz de Sousa, Christiane María, 2009, A gripe española na Ba-
Por otra parte, la gripe también fue utilizada como fac- hía, saúde política e medicina em tempos de epidemia, Fiocruz,
tor político, pues potenció el clientelismo, lo cual generó Río de Janeiro.
críticas de los medios y la oposición al gobierno en turno, Echeverri Dávila, Beatriz, 1993, La gripe española. La pandemia
además de convertirse en un factor dinamizador de cier- de 1918-1919, Siglo XXI, Madrid.
Mc Keown, Thomas, 1976, El crecimiento moderno de la pobla-
tos bolsones del mercado que, en tiempos normales, no ción, Antoni Bosch, Barcelona.
podían desarrollarse con tal velocidad. Porras Gallo, María Isabel, 1994, Una ciudad en crisis: la epidemia
Lo cierto es que la epidemia de gripe, por su dimensión de gripe en 1918-1919 en Madrid, tesis de doctorado, Depar-
y por su impacto, desnudó las falencias de un Estado que tamento de Salud Pública e Historia de la Ciencia, Facultad
todavía estaba en conformación, la impotencia de una me- de Medicina, Universidad Complutense de Madrid, Madrid,
mimeógrafo.
dicina que aún no se consolidaba como garante de la salud
Dos Santos, Ricardo Augusto, 2006, “O carnaval, a peste e a ‘es-
y el desequilibrio económico y geográfico de la sociedad. pañola’”, História, Ciências, Saúde. Manguinhos, vol. 13, núm.
1, Río de Janeiro.
Suriano, Juan, 2000, “Introducción: una aproximación a la de-
Bibliografía finición de la cuestión social en Argentina”, en Juan Suriano
(comp.), La cuestión social en la Argentina 1870-1943, La Col-
Armus, Diego y Susana Belmartino, 2001, “Enfermedades, mé- mena, Buenos Aires, pp. 1-29.
dicos y cultura higiénica”, en Alejandro Cataruzza (dir.), Cri-
RESUMEN
A través de la revisión de documentos históricos y otras fuentes bibliográficas, y desde la perspectiva de la enfermería, se describen los recursos y
prácticas sanitarias con que contaba el equipo de salud que acompañó al cuerpo del Ejército de los Andes al mando del general José de San Martín
desde el inicio del cruce de los Andes el 19 de enero en las Provincias Unidas del Río de la Plata, hasta finalizada la batalla de Chacabuco, en la
Capitanía General de Chile, el 12 de febrero de 1817. Este trabajo nos permite conocer el trabajo de los primeros sanitarios militares que asistieron
en el cuidado de los soldados de los ejércitos patrios y contribuir así a difundir la historia de la Medicina Argentina.
Palabras clave: José de San Martín, batalla de Chacabuco, cruce de los Andes, cuidados de enfermería, atención sanitaria.
THE HEALTH CARE OF THE ARMY OF LOS ANDES UNDER THE COMMAND OF GENERAL SAN MARTÍN
ABSTRACT
Through the review of historical documents and other bibliographic sources, and from the perspective of nursing, we describe the health resources
and practices held by the health team that accompanied the Army of Los Andes under the command of General José de San Martín, from the start
of crossing Los Andes on January 19th in the Provincias Unidas del Río de la Plata, to finish in the battle of Chacabuco, in the General Captaincy
of Chile on February 12th, 1817. This work allows us to know the work of the first military health professionals who assisted in the care of the
soldiers of the patriotic armies and contribute to spread the history of the Argentine Medicine.
Key words: José de San Martín, battle of Chacabuco, crossing of Los Andes, nursing care, health care.
no, el Museo Histórico Nacional, la Biblioteca Nacional Cuadro 1. Ración diaria de alimento para cada soldado del
Mariano Moreno, la Biblioteca Pública del Congreso de Ejército de los Andes.
la Nación, la Academia Nacional de Historia Argentina y
la Biblioteca Central del Instituto Universitario Hospital Ración diaria Alimento
Italiano de Buenos Aires. Se identificaron fuentes prima-
rias de información, que incluyeron cartas escritas por el 280 g Carne salada y desecada al sol (“charqui”)
general San Martín, el Dr. Juan Isidro Zapata, el Dr. Ma-
120 g Harina de maíz pisado, harina de trigo tostado,
riano Cosme Argerich, entre otros, y fuentes secundarias
cebolla, ajo, ají picante, fruta seca, tocino, queso
que consistieron en escritos de autores y recopiladores de la
historia del cruce de los Andes (libros, tesis, monografías, 400 g Galleta
publicaciones en revistas electrónicas y en papel). 1 manojo Tabaco paraguayo o tarijeño
Cuadro 2. Vestimenta que poseía cada soldado. disponibilidad de un número no bien establecido de cajas
de amputación y trepanación, que contenía las siguientes
Cantidad Prendas de vestir herramientas: sierras, taladros, torniquetes, cuchillos de
distintos tamaños¶18-20 tijeras y escalpelos9.
1 Manta poncho
Medicamentos e insumos disponibles para el
1 Casaca de paño cuerpo de sanidad
1 Capote de correaje El general San Martín realizó una primera lista de los
2 Chaquetas medicamentos21 que creyó necesarios para equipar a su
2 Corbatines cuerpo de sanidad y se la envió al Dr. Zapata, quien sugirió
2 Pantalones
eliminar algunos de ellos por considerarlos innecesarios,
y modificó también las cantidades3. El 31 de agosto de
2 Chalecos
1815, ambos colaboraron en la elaboración de la lista que
2 Camisas finalmente fue enviada al director del Instituto Médico
2 Camisetas Militar, la que contenía 103 tipos de medicamentos y 71
2 Calzoncillos clases de insumos médicos. En el cuadro 3 se presentan
2 Pares de medias los más destacados. El Dr. Argerich, si bien consideró que
2 Pares de zapatos
algunos de ellos eran “superfluos”, triplicó la cantidad
solicitada con el fin de “…abastecer a 6000 hombres…”
1 Gorro de paño
que luego cruzarían los Andes8,21. Todos los instrumentos
1 Gorro con visera y escudo y los medicamentos fueron transportados por 186 mulas,
1 Manta de poncho de lana en petacas mendocinas cubiertas de cuero9,21.
1 Par de ojotas
1 Mochila
Las medidas de asistencia terapéutica recibidas por los
soldados enfermos o heridos durante el cruce de la cordi-
2 Maletas
llera y en varios combates hasta la batalla de Chacabuco
2 Tamangos altos se describen por separado con el fin de proporcionar una
lectura más detallada.
Fuente: Anónimo. El General Don José de San Martín: papel a. La asistencia en el paso de los Andes. Las columnas
de la tecnología en la organización de los Andes por el ejército dirigidas por los comandantes Zelada, Cabot, Freire y
libertador. Buenos Aires, Argentina: Ministerio de Cultura y
por el capitán Lemus cruzaron los Andes con personal de
sanidad médico no idóneo, acompañados de un cirujano
Educación; 1978.
practicante y dotados de un botiquín. La columna dirigida
por el coronel Las Heras cruzó la cordillera con personal
Medidas de prevención médico y auxiliar dotado con un hospital móvil. El resto
Entre estas se incluyeron la verificación de la vacunación del cuerpo de sanidad marchó con el general San Martín
antivariólica previa a todos los miembros del ejército§ o y el general O´Higgins9,21,22.
su aplicación en el caso que no pudiesen acreditarla8,16,17; El frío, la fatiga, la falta de oxígeno y las condiciones
la realización de una gran matanza de perros, para evitar hostiles que padecían en la travesía, afectaban física y
el contagio de la rabia16,17; el armado y la distribución psíquicamente a los soldados. Además de la sequedad de
de botiquines de campaña para las distintas unidades de la piel y las mucosas (que se lastimaban y sangraban), y
combate que iban a cruzar la cordillera de los Andes9,17 y la el apunamiento o “soroche” (que producía en los soldados
disnea, astenia, cefalea, vértigo, pérdida de la conciencia,
paresias y parálisis de las extremidades, delirio y, en oca-
§
A partir de 1814, el general San Martín había convocado a los siones, la muerte), se presentaban alteraciones del estado
doctores Juan Zapata y Anacleto García para vacunar a toda la
población, creando la “Comisión de la Vacuna”, en la ciudad de de ánimo y trastornos en el sueño. A los soldados los
Mendoza. Luego de tomar todas las medidas de conservación mantenía fuertes y unidos la disciplina militar y religiosa,
y distribución de la vacuna antivariólica pertinente, se procedió
a la instrucción en la aplicación de esta a los ocho religiosos
enfermeros que serían los encargados de su administración a la
población. Se realizó una lista en la que se detallaba el estado de
salud de los vacunados y sus datos personales. La administración
¶
de la vacuna se realizaba los días miércoles de 17 a 19 horas, en Para la amputación de dedos se empleaban cuchillos de 4 a 5 cm
la casa del doctor Anacleto García. Además, hubo otra campaña de longitud; para manos, de 15 cm; para la parte proximal del
de vacunación a nivel poblacional al año siguiente en la ciudad antebrazo, brazos, piernas y la parte distal del muslo, de 15 a
de San Juan. 20 cm, y para la parte proximal del muslo, de 25 a 35 cm.
Abalos E., et al. Cuidados sanitarios del Cruce de los Andes 73
Medicamento Uso
Alcanfor En madera o semillas. Era irritante y estimulante local, excitante de los centros respi-
ratorios y vasomotores. Se empleaba en neuralgias, cefalalgias y ataques maníacos
Alumbre Era administrado como astringente en las “excrecencias fungosas” (micosis superficiales),
las úlceras, necrosis y los dolores de las encías y los sabañones
Azufre Se usaba como laxante y diaforético en los estreñimientos, sobre las enfermedades de
la piel, en las respiratorias y hasta en las hemorroides
Cantáridas (mosca española) Eran utilizadas para tratar las afecciones articulares como la artritis, la artrosis y el
reuma articular agudo
Éter sulfúrico Se usaba por inhalación como estimulante cardíaco, antiespasmódico y analgésico
Morfina Analgésico
Opio Se utilizó como analgésico, contra el insomnio, como calmante muscular y como sudorífico
Piedra infernal (nitrato de plata) Se usaba como cáustico (en cirugías se usaba para quemar y destruir carnosidades)
Semillas de mostaza Como estimulante y hasta vomitivo, en tanto que en pasta o molidas se usaban como
contra irritante o revulsivo
Fuente: Luqui-Lagleyze JM. Algunos aspectos de la organización y desempeño de la sanidad naval durante la guerra de la indepen-
el sueño independentista y el respeto, la admiración y la con la manta del lomo del animal, la manta poncho y el
confianza en su General. capote, y formando grupos estrechos de personas, para
Los cuidados sanitarios para estos problemas incluían conservar el calor8,9,14.
refregarse las narices con cebolla y ajo (como tratamiento Al finalizar el paso de los Andes, se cuentan 300 muertos
para el apunamiento), el armado de las carpas para descan- y 100 desertores, según lo documentan las epístolas inter-
sar y la designación de un lugar para la letrina en el sitio cambiadas por el general San Martín y el brigadier Juan
de acampe (generalmente, aguas abajo). La hipotermia Martín de Pueyrredón21.
se trataba con té caliente hecho de membrillo, que no solo b. La asistencia durante los combates. Antes de la
servía para reanimar a los soldados sino también para ali- batalla, el hospital móvil que acompañaba a la columna
viar afecciones pulmonares (como asma, tos, bronquitis), mayor, una carpa con capacidad para atender a 200 per-
procesos diarreicos y dolores musculares. sonas, se instaló en Villa de los Andes el 10 de febrero.
Los soldados se reunían en pequeños fogones para calen- Las columnas menores eran asistidas por un practicante
tarse. Dormían vestidos con sus zapatos puestos, cubiertos con un botiquín23.
74 Rev. Hosp. Ital. B.Aires Vol 38 | Nº 2 | Junio 2018
Las responsabilidades del personal de sanidad incluían el combate, y los que quedaban con vida eran evacuados
el armado de los hospitales de campaña móviles (a la al hospital de campaña donde se los asistía.
retaguardia de las tropas), la asistencia a los cirujanos En el entablillado de fracturas de los miembros se em-
que realizaban la amputación de extremidades y durante pleaban juegos de férulas de madera y de hierro con sus
la cauterización de las heridas, los cuidados posoperato- respectivas correas para el muslo y la pierna, y suelas
rios, el entablillado de fracturas, la curación de heridas de forradas y arenadas para los pies, previa colocación de
batalla y la administración de medicamentos. vendajes. Para las fracturas de los miembros superiores,
Los procedimientos se realizaban sin anestesia ni anti- especialmente los hombros, se colocaba solo un vendaje
sepsia pues no existían en 1817**, así como tampoco los especial dependiendo del tipo de fractura. Las heridas
antibióticos, y los profesionales asistían a los soldados se lavaban y se cubrían con vendas o emplastos; de ser
sin lavado de manos ni otra medida de higiene entre un necesario, se suturaban. El riesgo más importante era la
paciente y otro, manchados de sangre24. infección, y, si se curaban, solían dejar grandes cicatrices
Como sostiene Molinari9, “la cirugía que se practicaba con deformidades19.
era mutiladora y las amputaciones y resecciones encon- No existían camilleros designados; esta labor la rea-
traban rápida e inoportuna indicación en gran número de lizaban los mismos soldados que no se encontraban
heridas de los miembros”. El Dr. Paroissien, debido a su heridos al finalizar la batalla 9. Para los pacientes
educación profesional europea, especialmente francesa, heridos durante el paso de los Andes se establecieron
aplicaba la técnica de amputación creada por el Dr. Henri dos rutas de evacuación: hacia Mendoza, al hospital
Francois Le Dran y perfeccionada por Dominique Jean militar, y si eran de extrema gravedad, al nosocomio
Larrey, cirujano del ejército de Napoleón20. Esta consistía de San Juan13. Durante el camino se habían estableci-
en efectuar un cono de base externa y de vértice interno, do sitios de socorro, como Jaguaraz, Las Higueras y
realizando un corte de tres niveles (piel, músculo y hue- otros, en los que se asistía a los enfermos hasta llegar
so), procedimiento que se realizaba en un tiempo aproxi- al hospital destinado. Según los registros, por el paso
mado de 5 minutos. Las prácticas anestésicas consistían de Uspallata quedaron 20 hombres enfermos, otros
en una tira de cuero que se le proveía al paciente para 180 hombres quedaron en Juncalillos, entre los clasi-
morder, la administración de bebidas alcohólicas, o en ficados como menos útiles. El trabajo de camilleros,
algunos casos, la insensibilización a través de cortes y en este caso, lo realizaban las tropas de Milicia de San
sangrías9. Luego se limpiaba la piel, se aplicaba un torni- Luis9,25. A los pacientes que se encontraban gravemente
quete, y mientras dos ayudantes tomaban el miembro por heridos o incurables por sus heridas de batalla se les
los extremos, el cirujano cortaba los diferentes planos con practicaba la eutanasia dando un tiro de gracia como un
el cuchillo adecuado. Con la sierra se cortaba el hueso y acto de humanidad24. Según los registros encontrados,
se lo redondeaba con una pinza, y se retorcían o ligaban el saldo final de las batallas arrojó 12 muertos y 120
las arterias. Luego de descomprimir el torniquete, se heridos, y posteriormente 15 hombres fallecieron por
colocaba una esponja impregnada en espíritu y esencia complicaciones de sus heridas9.
de trementina, con la pelusa del hilo reducido se hacía
una especie de algodón o gasa con la cual se limpiaban Atención de los óbitos
las heridas y, finalmente, se cubría el muñón con pedazos Las causas de muerte de los soldados incluyeron los pro-
de trapos, que se habían obtenido de ropa que ya no tenía blemas cardíacos, el mal de altura, el frío, los traumatismos
uso como tal9,13,18. y otras enfermedades adquiridas durante el paso de los
El control posoperatorio consistía en el cuidado de las Andes, además de las heridas de combate, las infecciones,
hemorragias secundarias, la inflamación, el dolor y las gangrenas, y el tiro de gracia.
infecciones locales secundariamente generalizadas (sep- Tras el fallecimiento se elaboraba una lista con el nombre
sis19. Las infecciones se trataban con la administración de y apellido de los soldados, así como el familiar que debía
sublimado, agua de cal, bálsamo del Perú, entre otros, y ser notificado de su deceso, ya fuesen su padres, esposa,
para las inflamaciones se administraban fomentos de agua o hijos; en la lista también se aclaraba si no presentaban
fría, vinagre, nitro (ácido nitroso) o vino9. familiar alguno26.
Los soldados heridos no eran atendidos sino hasta finalizar Como la religión que se profesaba era la católica, el ejér-
cito llevaba la protección de Nuestra Señora del Carmen,
quien fue declarada Patrona del Ejército de los Andes1, y
los difuntos eran sepultados siguiendo los rituales cató-
licos24. En el cuerpo médico había dos frailes asistentes
de cirujanos y tres frailes cirujanos empíricos. El ejército
**El concepto de antisepsia se desarrolló en 1818 con el Dr. I. F.
Semmelweiss y en 1819, con W. G. Morton con la introducción de contaba con cuatro capillas portátiles y cada columna
la anestesia etérea por inhalación. contaba con un capellán13.
Abalos E., et al. Cuidados sanitarios del Cruce de los Andes 75
Fuente: Vila y Prades J. El paso del Ejército Liberador por la cordillera de los Andes.
Museo Histórico y Militar de Chile. Santiago de Chile, 1909.
Figura 2. Cama en la que durmió José de San Martín en el cruce de los Andes.
Fuente: Abalos E. Fotografía tomada en abril de 2016. Museo Histórico Nacional, Buenos
Aires.
5000 metros de altura. El cruce más difícil fue el “Espinazo convento en el cual se había instalado un precario hospital;
del Diablo” en San Juan, que se encuentra a 5000 metros toda esta situación implicó una pérdida valiosa de tiempo
de altura, y fue atravesado por la columna principal9,21,22*. que fue en detrimento de la atención de la salud de los
Para equipar a su ejército, San Martín debió tener en cuenta heridos de dicha combate35,36. En este sentido, la prepara-
el material médico y profesional de la época, así como ción logística que contempló los instrumentos e insumos
la situación sanitaria. La medicina que se practicaba en que serían necesarios para atender los problemas de salud
ese entonces se basaba en las teorías de los humores y su y las heridas de combate, así como la incorporación de
equilibrio27,28** y la de los miasmas29***, y las enfermedades un hospital móvil a los recursos movilizados durante la
endémicas más relevantes eran la tuberculosis, la viruela, expedición, constituyeron innovaciones importantes en la
el tétanos, la fiebre tifoidea, el sarampión y el tifus. El historia de la medicina militar de nuestro país.
sistema sanitario e institucional en 1817 estaba regido por Entre las limitaciones de este trabajo se destaca la ausencia
el Instituto Médico Militar, dirigido por el doctor Cosme de un enfoque sistemático de búsqueda de toda la informa-
Mariano Argerich, cuya función era capacitar y dotar de ción disponible sobre el tema, motivo por el cual pueden
profesionales médicos a los ejércitos patrios, así como haber quedado fuentes de información relevantes sin iden-
tomar todas las medidas sanitarias de la población y la tificar. Sin embargo, debido a la índole de la pregunta que
formación y regulación de la actividad de los profesio- motivó esta investigación histórica y el tipo de fuentes de
nales médicos, cirujanos y boticarios30-32. Las funciones datos que era necesario consultar para intentar responderla
de enfermería eran ejercidas por los frailes betlemitas33. (libros, cartas, revistas militares), era poco factible emplear
Si bien el cuerpo de profesionales sanitarios que participó la metodología estándar de revisión sistemática utilizada
en esta campaña militar tenía entrenamiento empírico y en para otros temas biomédicos.
algunos casos no existen certezas de que hubieran obte- Cabe destacar que, al realizar la búsqueda bibliográfica, se
nido su título médico como es el caso del Dr. Paroissien9, observó la escasa información sobre el trabajo realizado
en esa época era común que ‒durante su formación‒ los por los enfermeros y el cuerpo médico que acompañaron al
estudiantes de Medicina pasaran de las aulas a los hospi- general San Martín. La mayoría de la información histórica
tales, y que a veces no llegaran a obtener su título por la está orientada a la estrategia y al despliegue militar, casi
falta de recursos para cubrir los derechos arancelarios del desvaneciéndose en la historia la labor y el papel cumplido
examen final34. por el cuerpo sanitario durante el cruce de los Andes y la
Es importante señalar que en combates previos como el batalla de Chacabuco.
de San Lorenzo en 1812, no se había previsto la asistencia
de los heridos. La atención se debió improvisar con los CONCLUSIÓN
recursos de localidades vecinas, y con profesionales mé- A modo de conclusión y según la bibliografía revisada,
dicos convocados luego de finalizado el combate, quienes fueron en total 6 los enfermeros que integraron el cuerpo
llegaron en diversos medios de transporte de la época a un de sanidad del Ejército de los Andes y se ocuparon de
la promoción, prevención, curación y rehabilitación de
5423 hombres. El desempeño de enfermeros y personal
*Una de las estrategias empleadas por el general San Martín de sanidad en las campañas militares de la época es poco
fue que las dos columnas principales se subdividieran en grupos
pequeños de hombres marchando en forma escalonada, a una conocido y amerita mayores investigaciones.
jornada de distancia entre sí. El grupo que iba adelante prepara- Creemos que esta revisión narrativa, si bien perfectible,
ba el terreno para su acampe y descanso. nos permite resumir y dar a conocer el trabajo de los
**Según esta teoría, la salud del hombre depende de la adecua-
da temperatura y equilibrio de los cuatro líquidos o humores que primeros sanitarios militares que asistieron en el cuidado
conformaban el cuerpo humano (sangre, flema, bilis amarilla y de los soldados de los ejércitos patrios, y contribuir así a
bilis negra). Así como la salud es el equilibrio de los cuatro difundir la historia de la Medicina Argentina.
elementos, la enfermedad surge del predominio de uno de ellos
sobre los demás.
***La teoría de los miasmas explicaba las enfermedades epi- Agradecimientos: a todos los familiares, amigos y colegas
démicas, en las que la causa de la enfermedad colectiva era que hicieron posible este trabajo, en especial al licenciado
provocada por el influjo de los vapores que procedían de la pu-
trefacción de materias vegetales y animales, del hacinamiento Carlos Delarrosa, historiador del Instituto Nacional San-
corporal humano y del interior de la tierra. martiniano, y a la enfermera Jaquelin Cabrera.
REFERENCIAS
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