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En los últimos años, la obesidad se ha convertido en una de las enfermedades

metabólicas más frecuentes, constituyendo actualmente uno de los grandes problemas de la

salud pública. Su prevalencia ha crecido en forma alarmante en las últimas décadas y es

hoy considerada como una epidemia global. (Salud, 2020)

Estudios epidemiológicos han identificado factores que en etapas tempranas de la

vida pueden predisponer el desarrollo de obesidad en los niños: El peso materno

(malnutrición), la diabetes gestacional, el bajo peso al nacer e incremento marcado de peso

en los primeros meses de la vida, la alimentación con fórmulas diferentes de la leche

materna, la introducción temprana de alimentos sólidos, hábito de fumar materno durante la

gestación, bajo nivel educacional de los padres, elevado peso al nacer, obesidad familiar y

elevado tiempo frente a la televisión y en juegos electrónicos. (Guerra, y otros, 2009).

Entre los factores asociados a el sobre peso y obesidad se encuentra el consumo de

alimentos con alto contenido calórico y azucares refinadas, en la Región ha aumentado la

publicidad de bebidas azucaradas y productos de alto contenido calórico y de bajo valor

nutricional dirigida a la niñez, esto influye en sus preferencias alimentarias, lo que piden

comprar y en sus hábitos alimentarios, provocando una preferencia por comida de poco

valor nutritivo en lugar de comida saludables19. Aunque no se estudió el fenómeno de la

publicidad, la influencia de esta en los hábitos alimentarios puede estar generando un

impacto en nuestro medio, debido a que se observó que los alimentos más frecuentes

consumidos que llevaban de su casa los escolares de instituciones tanto públicas como

privadas durante la merienda fueron: bebidas o jugos azucarados con 40,9%; el segundo

lugar lo ocupó el agua con 38,7%, seguido de golosinas tipos "snacks" y salados con

31,9% y papas fritas y churros con 30,5%. (Prevalencia y Factores Asociados a Sobrepeso

y Obesidad Infantilen escuelas privadas y públicas, 2017)


A lo largo de la historia se han presentado dos tipos de percepciones de la obesidad,

la primera como una cuestión de ventaja y protección en cuanto a la sobrevivencia, la cual

se caracterizó por el aumento de peso debido a la ingesta de grandes cantidades de

alimentos durante la abundancia y un descenso al peso anterior en las de carestía. La

segunda percepción la ve como una enfermedad, por la ingestión de un exceso de alimentos

de manera permanente la cual predomina en la actualidad. (Matus, Alvarez, Nazar, & Ríos,

2016).

El Modelo Transteórico describe seis etapas en las que se encuentran los individuos

y en las que van avanzando de manera gradual para conseguir un objetivo o meta: la

primera etapa de pre contemplación, la persona no está motivada y no tiene interés de

realizar modificaciones en su estilo de vida. En la segunda etapa de contemplación, ya

empiezan a percibir que hay un problema y conocen los pros de cambiar su

comportamiento, sin embargo, saben que requiere un gran esfuerzo y compromiso

modificar hábitos actuales; piensan cambiar algún día, pero no saben cuándo. En la tercera

etapa de preparación para la acción, ya se asumió que existe un problema, se pensó en

cómo actuar para solucionarlo y se realizan pequeños cambios. En la cuarta etapa de

la acción, el individuo está completamente motivado para iniciar con el desarrollo de

nuevos comportamientos. En la quinta etapa, la de mantenimiento, se mantiene ese nuevo

comportamiento por seis meses o más, ya empieza a verse una estabilidad y un cambio

observable en el que se pretende mantener los cambios modificados y en la sexta y última

etapa, de terminación, se llega a un cambio sostenible en la que hay una posibilidad, pero

en menor grado de regresar a etapas anteriores (Matus, Alvarez, Nazar, & Ríos, 2016).

La Ley 1355 de 2009 plantea que, para promover hábitos de vida saludable, existen

estrategias de educación dirigida a las madres comunitarias, a los centros educativos


públicos y privados, y a la población en general. Sin embargo, para poder llevar a cabo

estas actividades se necesita personal de salud preparado. En particular, en el tema de

consejería en nutrición. La población en general considera que el equipo de profesionales

de la salud es el más idóneo para tratar dichos problemas (1).

La sociedad actual, las preferencias alimentarias, la situación económica y el nivel

educativo, entre otros factores, están modificando los hábitos alimentarios de la población;

además, es importante considerar también la cultura, la familia, los nuevos conceptos sobre

la imagen corporal y una cultura alimentaria globalizadora. (2) (Farfán & Olarte, 2014)

¨Crear hábitos saludables desde la primera infancia es una forma de prevenir

posibles consecuencias de salud en la edad adulta. No se trata de señalar un responsable o

individualizar la problemática sino comprenderlo como una construcción conjunta en cada

familia, comunidad y territorio¨ (UNICEF, 2020)

La obesidad de los padres está en relación con la de los hijos, no solo por los

factores genéticos sino también por el ambiente que comparten (ingesta, actividad física).

Hay un nivel moderado de herencia, pero la epidemia de obesidad se ha producido en los

últimos 50 años, muy poco tiempo para que hayan cambiado los genes. Se ha observado en

al menos 6 estudios de cohortes realizados en diferentes países que cuando el "rebote

adiposo" se produce precozmente, antes de los 5 años, se produce un aumento más rápido

del IMC, lo que se asocia con un mayor riesgo de obesidad en el adulto. Los niños con bajo

peso para la edad gestacional y rápido incremento del IMC a partir de los 2 años tienen

mayor riesgo de ser obesos, mayor mortalidad por enfermedad coronaria y síndrome

metabólico. El IMC aumenta de forma fisiológica 0,5 puntos/año desde los 8 años hasta la

adolescencia. El incremento rápido del IMC a partir de los 8 años de edad (> 2

unidades/año) identifica un rápido aumento de grasa corporal, aunque todavía no se ha


definido el grado de cambio que indica riesgo, y se asocia significativamente a mayor

riesgo de obesidad en el adulto. (Duelo, Escribano, & Muñoz, 2010)

Teniendo en cuenta la lactancia artificial como factor de riesgo se puede afirmar que

existen 9 veces más probabilidades de que aparezca la obesidad en los niños lactados

artificialmente, pues la leche materna es superior a las fórmulas derivadas de la leche de

vaca y de otras fuentes, debido a que los nutrientes que contiene (proteínas, grasas, hidratos

de carbono, minerales, vitaminas y agua) están en cantidad y proporción adecuadas para

lograr una máxima biodisponibilidad en el niño menor de 1 año (1).

La sobrealimentación desde épocas tempranas de la vida, debido al reemplazo de la

lactancia materna por la lactancia artificial, a la introducción precoz de la alimentación

complementaria y al aporte de alimentos en cantidad superior a la necesaria, se ha

correlacionado con la aparición posterior de obesidad; sin embargo, esto parece estar más

relacionado con un aporte calórico excesivo que con la práctica alimentaria en sí misma (2).

(Puente, Ricardo, & Fernandez, 2013)

Actualmente la situación de la pandemia a nivel mundial ha traído consigo ciertas

consecuencias para los menores de edad en todos los hábitos, especialmente en la parte

alimentaria y/o nutricional. Estudios señalan que el sobrepeso u obesidad infantil pueden

dispararse en grandes cifras, esto sumado al contexto de la pandemia, pueden profundizar

las dificultades para el acceso a alimentos de calidad y la realización de actividad física,

adicionalmente, las barreras económicas y el aislamiento podrían incidir en la malnutrición

de la población infantil y adolescente del país. Como se ha podido evidenciar la protección

de niñas, niños y adolescentes, es más importante en contexto del Covid-19. Además de

cumplir con los protocolos de bioseguridad, se debe tener un entorno de cuidado que

promueva prácticas de alimentación saludable; en lo que abarca la lactancia materna, una


adecuada alimentación complementaria a partir de los seis meses de edad, el acceso a

alimentos nutritivos y variados, una ingesta suficiente de agua, acompañada de la práctica

cotidiana de la actividad física. Destaco Aida Oliver, Representante de UNICEF en

Colombia. La prevención de la obesidad infantil y el sobrepeso (UNICEF, 2020)

Como sabemos la obesidad es un fenómeno complejo y su aumento global tiene

consecuencias personales, sociales y económicas. Nos podemos dar cuenta que no es sólo

un problema médico, sino que diversos factores participan en su incremento; como las

características biológicas (susceptibilidad, genética), aspectos sociales y de comportamiento

e influencias ambientales (urbanización y cambio tecnológico. Indicar a una persona, con

la condición de obesidad que modifique su estilo de vida por otro saludable renueva la

tendencia de culpar a la víctima. Es por eso que desde la sociología se propone abordar el

estilo de vida como condición colectiva más q individual, que a su vez está mediado tanto

por las elecciones como por las oportunidades de vida de las personas.

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